0718 5049 Izquierdas 44 00031

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Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

Las renovaciones socialistas que no vencieron*


The socialist renovations that did not win

Mariana Perry**

Resumen:
El presente artículo busca iluminar la complejidad y diversidad de las
transformaciones teóricas y prácticas experimentadas por partidos políticos de
izquierda luego del golpe de Estado de 1973. El análisis se realiza abordando la
trayectoria histórica del partido socialista, su vínculo con el partido comunista y el
tema del exilio como factor influyente en los distintos tipos de renovación política.

Palabras clave: Partido Socialista de Chile, renovaciones, oposición democrática,


exilio

Abstract: This article seeks to illuminate the complexity and diversity of the
theoretical and practical transformations experienced by political parties of the left
after the coup d'état of 1973. The analysis is made addressing the historical trajectory
of the socialist party, its link with the communist party and the issue of exile as an
influential factor in the different types of political renovation.

Keywords: Chile Socialist Party, renovations, democratic opposition, exile

Introducción
La radicalidad del golpe de estado en Chile en 1973 generó múltiples quiebres que desataron
profundos cambios en la realidad chilena. Para la izquierda en particular, ese 11 de septiembre, no
significó solamente la necesidad de establecer estrategias prácticas de emergencia para sobrevivir, sino
que, además, fue el punto de partida de sendos procesos de reflexión política que buscaron dar sentido
e interpretar el cambio del escenario político en Chile.
La experiencia de la vulneración de derechos humanos por parte del régimen, el exilio, y la
imposibilidad de participar activamente en la vida política chilena, llevó a muchos dirigentes políticos de
izquierda a cuestionar los proyectos hasta entonces sustentados para hacer frente a la nueva realidad.
El camino recorrido por el socialismo chileno en este sentido adquiere una importancia
trascendental. Desde su fundación, albergó diversas tendencias, por lo que su labor interpeló a amplios
sectores políticos de la sociedad. Por esto mismo, los debates y cambios provocados por el golpe de
estado al interior del socialismo afectaron de manera directa al mundo de izquierda en general. La
realidad del Partido Socialista (PSCh) luego del golpe de estado; un partido escindido por el exilio y la
persecución política al interior del país, la comunión directa en el exilio con realidades políticas diversas
31
Página

*CONICYT/POSTDOCTORADO/3180014. Se agradece a CONICYT el apoyo a la investigación.


**Chilena. Doctora en Humanidades por la Universidad de Leiden. Profesora Investigadora, Instituto Historia, Facultad de
Derecho y Gobierno, Universidad San Sebastián, Santiago [email protected]
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propias de la Guerra Fría, y la relación con el resto de los partidos políticos chilenos, fueron
determinantes para el devenir del partido hacia fines de 1970 y la década de 1980.
El objetivo principal del presente artículo es analizar los caminos recorridos por el PSCh luego
del golpe de estado en Chile. En particular, se buscará identificar cómo las evaluaciones del período de
la Unidad Popular, el golpe de estado y la realidad en el exilio, impactaron en las reformulaciones y
transformaciones políticas del partido. Como eje de análisis se abordarán los elementos que determinan
el proceso de Renovación en tanto hito determinante en las divisiones políticas al interior del partido y
cómo su evolución, en consonancia con el desarrollo de los acontecimientos políticos en Chile y el
mundo, reordena el espectro político de izquierda chileno y determina el carácter de la oposición al
régimen militar. Para lo anterior, es necesario analizar la trayectoria histórica del socialismo chileno,
pues se sostiene que las fragmentaciones ocurridas luego del golpe son un continuo dentro de la
historia del partido. En la misma línea, se analizan ciertos hitos relevantes de la historia chilena en
donde se evidencia la importancia de la relación entre comunismo y socialismo para la configuración del
camino político tomado por el socialismo durante buena parte del siglo XX. Finalmente se abordará el
proceso de reflexión política al interior del socialismo luego del golpe militar identificando un primer
momento entre 1973 y 1979 en donde se buscó mantener la unidad del partido en una difícil
convivencia signada por el exilio y la persecución, y un segundo momento, luego del quiebre de 1979,
en donde una serie de procesos estallan al interior del socialismo dando lugar a variados procesos de
renovación.

Crisis y renovación: la multiplicidad de un proceso complejo


El golpe de estado en Chile, en múltiples niveles, actuó como catalizador de una serie de
procesos de reconfiguración político-social, que implicó cambios y trasformaciones profundas en la
sociedad chilena. En la izquierda en particular, como se mencionaba, la crisis provocada por el golpe
dio paso a una serie de cuestionamientos teóricos y prácticos que reconfiguraron de manera violenta el
escenario político chileno. Como señala Valderrama,1 el golpe implicó una deconstrucción del sistema
de representaciones desde donde la izquierda se reconocía, para reconstruir de otra manera un nuevo
modelo de representación de la realidad en base a los nuevos desafíos presentados en la sociedad
chilena tras los cambios instaurados luego del golpe.
Esta deconstrucción y posterior reconfiguración es explicada, desde la teoría, en que una crisis
fuerte sumada a una percepción de fracaso, incentiva, más que cualquier otro hito, la búsqueda de
nuevos referentes para hacer frente a una nueva realidad cambiante.2 La idea que subyace es que el
trauma y las experiencias de fracaso, obligan a aceptar que el ordenamiento del mundo –tal y como
estaba definido- ya no hacen sentido, y se fuerza a la mente a considerar nuevas ideas para reordenar el
entendimiento de la realidad. Según Nancy Bermeo3, las dictaduras latinoamericanas provocaron
cambios cognitivos fundamentales y forzaron el replanteamiento de ideas bases del pensamiento
político tales como; la naturaleza de los regímenes políticos, los enemigos o aliados, las metas y
comportamientos en política.
En el caso chileno, Garretón y Espinosa,4 sugieren que el aprendizaje político experimentado
por la oposición al régimen militar, luego del golpe de 1973, pasó por tres etapas esenciales. La primera

1 Miguel Valderrama,” Renovación Socialista y Renovación Historiográfica”, PREDES Debates y Reflexiones. Aportes para la
investigación social, Santiago de Chile, No.5, 2001, pp. 2-38.
2 Jennifer McCoy, “Political learning and redemocratization in Latin America”, Paper presentado en el XIX Congreso Internacional del

Latin American Studies Association, Washington DC, 1995.


32

3 Nancy Bermeo, “Democracy and the Lessons of Dictatorship”, Comparative Politics, No. 3, Vol. 24, Nueva York, 1992, pp.

273-291.
Página

4 Manuel A. Garretón y Malva Espinosa, “Chile: Political Learning and the Reconstruction of Democracy”, En Jennifer

McCoy (Ed.), Political Learning and Redemocratization in Latin America: Do Politicians Learn from Political Crises? Florida, North-South
Center Press at University of Miami, 2000, pp. 37-71.
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aborda las causas del golpe militar y la dictadura. La segunda se refiere a los medios para desafiar y
derrotar a la dictadura. Y la tercera concierne al aprendizaje de los actores mismos en su desempeño
político durante la transición a la democracia. En las tres etapas, el aprendizaje no se manifestó en todos
los actores por igual y dependió en gran medida del trasfondo intelectual, práctico, y en el destino del
exilio, de cada actor político. Es decir, la reconstrucción luego de la crisis generada por el golpe, lejos de
ser homogénea, presenta una multiplicidad de caminos por los que las distintas izquierdas recorren para
rearmar sus proyectos políticos en contexto de dictadura y exilio. Las distintas interpretaciones sobre la
experiencia de la Unidad Popular, la naturaleza del régimen, los errores cometidos, la influencia del
contexto político del exilio, entre otros elementos, dan paso a decisiones político-estratégicas de muy
distinto signo, lo que implicaría más bien hablar de renovaciones políticas dentro de la izquierda chilena
post golpe.
Particularmente para el caso del socialismo chileno, Kenneth Roberts5 sostiene que la
renovación del PSCh responde a tres crisis fundamentales que posibilitan el cambio. La primera, es una
crisis de sentido o teleológica que obedece a una progresiva deslegitimación del socialismo como
modelo material de la sociedad, para considerarlo como un modelo a conseguir en el marco
democrático. La profundidad de la crisis del sentido genera a su vez una crisis en las estrategias, puesto
que la nueva finalidad del socialismo requería otros medios para alcanzarlos. De ahí que el consenso y la
búsqueda de nuevas alianzas políticas sean centrales para conseguir las hegemonías políticas que
permitan el cambio. Tanto la crisis del sentido, como de estrategias conducirán a una tercera crisis en
torno al agente del cambio.
A partir de dichas crisis fundamentales, surgen diversos caminos en base a énfasis y enfoques
que marcan la diversidad del proceso. Por ejemplo, entre la literatura existente, se identifica una tensión
entre los que hablan que la reconfiguración provocada por el golpe obligaba una necesaria
desintegración del proyecto político de la UP, por considerar “que no está a la altura de las exigencias
actuales” por ejemplo en Viera-Gallo, 6 o en la misma línea, pero con otro enfoque, Clodomiro
Almeyda sobre la Renovación sostuvo críticamente: “Por el camino de cuestionarlo todo y revisarlo
todo se ha llegado al extremo de llegar a plantear la incompatibilidad entre la democracia y el
socialismo, confundiéndose en este caso con los neoliberales que piensan que no puede haber
democracia sin libertad económica y soberanía del mercado ”.7 En contraposición hay quienes
sostienen que en la Renovación hay un rescate de la identidad socialista, por ejemplo: Arrate8 y
especialmente a través del rescate de la figura de Allende en Garretón.9
Para los comunistas, la renovación ocurrida luego del golpe y la represión tomó un camino
distinto. La influencia soviética directa y la experiencia de la represión en Chile fueron centrales en el
giro político que el partido tomó. Como resultado “se desvaneció el optimismo puesto en las
posibilidades del tránsito institucional, y las esperanzas fueron puestas, en último término, en la
violencia revolucionaria”.10 Así Álvarez,11 sostiene que el aprendizaje del Partido Comunista de Chile
(PCCh) a partir de la crisis generada por la derrota de la UP, los primeros años de experiencia en el
socialismo real en el exilio y la represión al interior del régimen, “significó una profunda transformación
a nivel teórico y cultura política en el PC”.12 El aprendizaje, según Álvarez, estuvo dado por “una

5 Kenneth Roberts, “Renovation in the Revolution? Dictatorship, Democracy, and Political Change in the Chilean Left”,
Working Paper, No. 203, Notre Dame, Helen Kellogg Institute for International Studies, 1994, pp. 1-36.
6 José Antonio Viera-Gallo, “Renovar la izquierda”, Revista Chile América, Roma, No., 50-51, 1979, pp. 61-62.
7 Clodomiro Almeyda. “Entrevista a Clodomiro Almeyda. El legado de Allende es su llamamiento persistente a la unidad”,

Revista Chile América, No. 82-83, Roma, Octubre-Noviembre-Diciembre 1982, p.39.


8 Jorge Arrate, El socialismo chileno: rescate y renovación, Barcelona, Ediciones del Instituto para un Nuevo Chile, 1983.
9 Manuel A. Garretón Garretón, Las ideas de la renovación socialista. Síntesis y Balance. Material de Trabajo, Santiago, Flacso, 1987.
33

10 Tomás Moulián, “El Marxismo en Chile: Producción y Utilización”, José. J. Brunner, Martín Hopenhayn, Tomás Moulián, y

Ludolfo Paramio (Eds.), Paradigmas de conocimiento y práctica social en Chile, Santiago de Chile, FLACSO, 1993, pp. 107-161, p.106.
Página

11 Rolando Álvarez, La tarea de las tareas: luchar, unir, vencer. Tradición y renovación en el Partido Comunista de Chile (1965-1990),

Santiago de Chile, Tesis Doctoral, Universidad de Chile, 2007, p. 293.


12 Idem.
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mirada laica de la política que estimaba que la elaboración teórica del accionar del PC debía estar
conectada con el movimiento real de la lucha de clases y no atado a dogmas esclorizados”.13 Este
aprendizaje conllevó a cambiar la línea del PCCh y por tanto renovar su práctica y planteamiento
político. Como sostiene Álvarez, más allá de una apreciación valorativa con respecto al giro, durante el
período post golpe, el PCCh desarrolló un proceso que “se caracterizó en buscar nuevas formulaciones
para la teoría y la praxis de la izquierda conservando la perspectiva de la sustitución del capitalismo”,14
lo que condicionó el desarrollo de su política durante la década de 1980. Álvarez sostiene que la
renovación del comunismo actuó en tres niveles: la incorporación de lo militar en la política; una
democratización interna y un cambio en los objetivos estratégicos del partido orientado a unir
socialismo y democracia. Sin embargo, dicho autor sostiene que la dirección del partido se resistió a
aceptar algunos aspectos de esta renovación, particularmente la que tenía que ver con plantear críticas a
la política de la Unión Soviética y a los socialismos reales y generar una mayor democratización al
interior del partido.15
Los anteriores, son ejemplos de las Renovaciones más emblemáticas del período, sin embargo,
al interior de todos los grupos políticos de izquierda se dieron cambios y transformaciones, más o
menos profundas y redirecciones más o menos radicales, luego del golpe de estado. A pesar de ello,
como se observa a lo largo del artículo, el devenir político social del Chile de los años ochenta sumado
a los nuevos planteamientos políticos que se gestaron desde la oposición, dieron paso a que fuese la
Renovación socialista la que prima por sobre las otras propuestas y la que direccione el rol del PSCh en
la política chilena y el ritmo de la transición política hacia la democracia.
A continuación, se analiza la trayectoria histórica del socialismo con el objetivo de identificar
aquellos hitos formativos de identidad que explican, en parte, la fragmentación ocurrida luego del 11 de
septiembre de 1973.

Trayectoria histórica del PSCh


El presente apartado tiene tres objetivos específicos: identificar la naturaleza heterogénea del
socialismo, comprobar la importancia central de la relación entre el PCCh y el PSCh para las
formulaciones prácticas y teóricas del socialismo chileno y reconocer el rol que la política internacional
jugó en la composición ideológica del PSCh.
La década de 1920 en Chile estuvo definida por las consecuencias de la crisis del salitre sobre la
economía chilena, a lo que se sumó la crisis económica mundial del año 1929, que azotó fuertemente a
Chile. Como respuesta, el Estado redujo el ya pequeño gasto público cimentando el camino para el
surgimiento de diferencias sociales pronunciadas y la explosión de un descontento social que, desde la
emergencia de la “cuestión social” en el cambio de siglo, venía moldeando la aparición de nuevos
grupos políticos que desafiaban la representatividad de los partidos políticos tradicionales.
En paralelo, el PCCh había dejado de contar con el apoyo de la clase obrera que el Partido
Obrero Socialista (POS) había detentado. La adhesión al comunismo internacional, las divisiones entre
Trotsky y Stalin y la represión que sufrió el partido durante el período de gobierno de Carlos Ibáñez del
Campo, contribuyeron al progresivo debilitamiento del PCCh. Esta debilidad condujo a la creación de
una serie de movimientos inspirados en los principios socialistas que compartían la preocupación por la
clase trabajadora y la desconfianza de la lealtad del PCCh hacia los lineamientos de la Komintern.16 Esta
desconfianza se potenció cuando el PCCh decidió no apoyar a la República Socialista en 1932, un
34

13 Idem.
14 Idem.
Página

15 Idem.
16 Benny Pollack, “The Chilean Socialist Party: Prolegomena to Its Ideology and Organization”, Journal of Latin American Studies,

No.1, Vol. 10, Cambridge, 1978, p.117-152.


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gobierno de corta duración, compuesto por diversos miembros de variados grupos socialistas y de
algunas ramas de las fuerzas armadas.17
El vacío dejado por los comunistas entre el electorado fue aprovechado por estos movimientos
socialistas quienes, tras una prometedora votación en la elección presidencial de 1932, decidieron
conformar un partido que los agrupara. Así se funda el PSCh en abril de 1933 por la fusión de la Orden
Socialista, el PS Marxista, la Acción Revolucionaria Socialista y la Nueva Acción Pública.18
El PSCh se transformó, de esta forma, en punto de encuentro entre tendencias diversas, tales
como: populistas, socialistas democráticos y marxistas anti-estalinistas, representantes de las clases
medias y sectores populares. Grupos que lograron reunirse en torno a un programa concreto que
buscaba la transformación del orden social y económico a través de la revolución. 19 En la misma línea,
Ricardo Yocelevzky,20 sostiene que el PSCh cumplió la función de “dar forma orgánica a diversas
manifestaciones de integración de las clases medias y sectores obreros a la política nacional”, dicha
integración a la política sostiene Yocelevzky, fue clave para mantener la unidad dentro de la
heterogeneidad.
Inicialmente la doctrina política tuvo un rol menor en el éxito que comenzó a recibir el reciente
partido. A pesar de la circulación de documentos de alto contenido revolucionario, el discurso se
complementaba con versiones más moderadas de representantes de un partido que reunió a distintos
proyectos en uno, generando un pensamiento híbrido. Según Drake21 la ideología política fue puesta en
segundo plano para favorecer promesas concretas que solucionaran demandas de las clases medias y
bajas. Se prefirió un estilo directo y pragmático para capturar las masas en vez del intelectualismo de los
comunistas. Debido a la composición heterogénea del partido, se buscó lograr la uniformidad
ideológica en torno al programa político del socialismo, apoyándose en prácticas caudillistas.22 De
hecho, en sus inicios, las figuras de Marmaduque Grove, Eugenio Matte y Oscar Schnake
personificaron el socialismo para muchos de sus seguidores y a la vez ejercieron una influencia
trascendental en la organización y vida cotidiana del joven partido.23Arrate y Rojas24 sostienen que, en el
PS, los liderazgos carismáticos tienen el peso decisivo; rasgo que, junto con su conformación
heterogénea, definirá los fraccionalismos y divisiones que acompañan al partido, especialmente luego
del golpe de 1973, como se analiza en la siguiente sección.
En referencia al impacto de la política internacional, el PSCh, se posicionó rápidamente como
un partido antifascista, lo que se expresó en enfrentamientos callejeros con miembros del movimiento
nacista25 en Chile. En un documento realizado por el Comité regional del partido socialista de Santiago
con ocasión del 6to aniversario del PSCh, titulado “No somos un partido más”, con respecto a su
orientación, Oscar Schnake definía al partido como “realista” por inspirarse más en la realidad nacional
que en ideas universales.26 De este modo sostuvo:

17 Julio Faúndez, Marxism and Democracy in Chile. From 1932 to the fall of Allende, New Haven, Yale University Press, 1988.
18 Ver: Jorge Arrate y Eduardo Rojas, Memoria De La Izquierda Chilena, Tomo1, Santiago de Chile, Ediciones B Chile S.A, 2003.
19 Ver: Alfredo Riquelme, Rojo atardecer: el comunismo chileno entre dictadura y democracia, Santiago de Chile, Centro de

Investigaciones Diego Barros Arana, 2009.


20 Ricardo Yocelevsky, “El Partido Socialista de Chile bajo la dictadura militar”, Revista Foro Internacional, No. 105, vol.21,

México D.F, julio-septiembre 1986, p. 105.


21 Paul Drake, Socialism and Populism in Chile, 1932-1952, Champaign, University of Illinois Press, 1978.
22 David Corkill, “The Chilean Socialist Party and The Popular Front 1933-41”, Journal of Contemporary History, No. 2/3, Vol.
11, 1976, p.261-273.
23 Ver: Julio Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo I. Santiago de Chile: Ediciones Prensa Latinoamericana, 1971.
35

24 Arrate y Rojas, op. cit.


25 Esta clara y abierta posición anti fascista contrastó con el inmovilismo del PCCh que se explicaba por el Pacto Molotov-von
Página

Ribbentrop. Pacto que entre sus cláusulas contenía la no agresión mutua entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética firmado
en 1939. Pollack, op. cit., p.122.
26Ver: Arrate y Rojas, op. cit.
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Vamos impulsando la acción de todo un pueblo, el movimiento de un pueblo hacia su


liberación, por eso queremos darle un contenido nacional que abarque nuestra manera de
trabajar, gozar, sufrir y sentir, para hacer un pueblo nuevo en todas sus facetas.27

Esta postura nacionalista actuaba como una evidente reacción al internacionalismo doctrinario
del comunismo y demostraba un énfasis revolucionario de refundación social desde un enfoque que
buscaba interpretar la realidad nacional. A pesar de la crítica al PCCh, el PSCh reconocía al marxismo
como un método para interpretar la sociedad y a la lucha de clases como la expresión de intereses de
clase antagonistas. Es decir, el socialismo adoptó al marxismo como orientación ideológica pero no
como dogma.28 Para el PSCh el conflicto de clase era el motor para el cambio, pues la revolución social
era el objetivo último. La teoría sobre el desarrollo nacional apuntaba a que la clase trabajadora
expulsara a la elite capitalista tanto nacional como extranjera. El método era que el Estado controlara la
propiedad privada a gran escala para lograr el crecimiento económico y la justa redistribución.29Esta
visión del socialismo rechazaba tanto el reformismo de los modelos democráticos de Europa, como el
comunismo totalitario de la Rusia Soviética. Ahora bien, a pesar de una marcada mirada nacionalista, el
PSCh desde sus inicios, observó diversos y eclécticos referentes externos para marcar su formación. Al
respecto, Góngora señala:

Tienen algo del americanismo del APRA, pero con un mayor número de ingredientes. Abarcan
desde simpatizantes del trotzkysmo, o, mejor dicho, anti estalinistas, hasta simpatizantes de
Tito; marxistas doctrinarios, pero no moscovitas; masones, hombres de una izquierda definida
como actitud más que con una idea; violentistas junto a hombres que podrían haber sido
ministros durante el régimen parlamentario”.30

La mayor influencia latinoamericana al PSCh fue incorporada por Eugenio Matte,


quien imprimió la influencia del APRA y de su líder Víctor Raúl Haya de la Torre sobre el
recién fundado partido.31 El aprismo ejerció una influencia central en muchos movimientos de
corte socialista pues sintetizó ideas socialistas y nacionalistas dando una orientación
latinoamericanista que se vio reflejada en muchos movimientos que surgieron durante la misma
época. De hecho, el PSCh se caracterizó por ser un partido político internacionalista, cuyo
principal foco y meta estaba en lograr la libertad de los trabajadores de Latinoamérica. Grove,
en el discurso de clausura del Primer Congreso General el 31 de diciembre de 1933 señaló:
Hasta ahora la economía americana ha servido al imperialismo internacional; al Partido
socialista le corresponde arrojar del poder a los grupos directivos que no han sabido mantener
nuestra independencia frente a los intereses extranjeros de la banca, la industria o el comercio.
El trabajo de los americanos debe servir en primer lugar a los americanos mismos.32

Este antiimperialismo fue útil al PSCh pues logró canalizar las ideas socialistas y nacionalistas
que habían estado al origen del movimiento y que eran, mayoritariamente, los pilares en los que
descansaba la popularidad que adquirió el partido.

27 Citado en: Eduardo Devés y Carlos Díaz (Ed.), El Pensamiento socialista en Chile: antología, 1893-1933, Santiago de Chile,
América Latina Libros, 1987, p.232-233.
28 Ver: Jobet, op. cit.
29 Ver: Pollack, op. cit., y Drake, op. cit.
30 Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, Santiago de Chile, Editorial
36

Universitaria, 1986, p.240.


31 Para más detalle sobre la relación del movimiento formado por Eugenio Matte Hurtado y el Aprismo peruano ver: Fabio
Página

Moraga, “¿Un partido indoamericanista en Chile? La Nueva Acción Pública y el Partido Aprista Peruano (1931-1933)”,
Histórica, No. 2, Vol. XXXIII, 2009, p.109-156.
32 Jobet., op. cit., p. 87.
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El socialismo, por tanto, se conformó como un partido ecléctico lo que implicaba que las
referencias ideológicas debían mantenerse abstractas para lograr retener las diferentes sensibilidades que
componían el partido, el que se aglutinaba principalmente en torno a programas concretos y a líderes
carismáticos que se conectaban directamente con las masas. Así Arrate y Rojas sintetizan al respecto:

Las propuestas ideológicas del naciente partido no siempre encontrarán una concreción fácil en
la práctica de dirigentes y militantes. La vida interna socialista se caracterizará en los años
siguientes por vivos debates que a veces conducen a graves dificultades internas (…) Otras
veces el divorcio entre teoría y práctica que trasuntan esas concepciones originarias
discursivamente tan “puras” llevará al PS a situaciones críticas”.33

A estas difíciles uniones ideológicas, se le suman las disputas por el liderazgo representativo de
las diversas tendencias que componían el partido, lo que sin duda determinaron las posteriores
escisiones del partido.
Ahora bien, así como el eclecticismo definió esta etapa fundacional del PSCh, la relación a
veces cercana y a veces lejana con el PCCh, se transformó en un importante conformador de identidad
para el socialismo chileno a lo largo de su historia. A continuación, se verán algunos ejemplos en la
historia chilena sobre cómo influyó en los caminos tomados por el socialismo, su vinculación con el
PCCh.

Socialismo y Comunismo: tensión y distensión en una relación compleja

El PSCh surgió, como se estableció, entre otras razones, por el espacio dejado por un POS que,
al adherir al comunismo, había minimizado los nexos con las bases. Además, al ser su creación
posterior al PCCh, su narración desde el origen tomó como referencia al comunismo. En algunas
ocasiones para distanciarse por su vínculo con el comunismo soviético y en otras para acercarse y crear
alianzas partidarias. Así, la relación con el PCCh marca determinantemente la identidad socialista y
repercutió en sus propias divisiones. Un hito en esta línea es la creación del Frente Popular el año 1936.
Para marcar su descontento debido a las medidas económicas instaladas por el gobierno de
Alessandri, las clases populares se organizaron en torno a masivas huelgas laborales, las que fueron
fuertemente reprimidas. Como consecuencia, diversos grupos políticos de izquierda, entre ellos,
comunistas y socialistas, se aliaron para hacer frente a las políticas del gobierno de Alessandri.34 La
alianza entre socialistas y comunistas se facilitó pues, desde 1935, el Komintern comenzó a defender la
creación de alianzas con partidos “burgueses” para defender la democracia de la amenaza
fascista.35Además, el comunismo chileno, había iniciado una reflexión similar en torno a la necesidad de
aliarse con partidos políticos de la burguesía nacional, para cumplir el objetivo de la revolución
socialista, por lo que el dictamen de 1935 desde Moscú, vino a confirmar una política ya reflexionada
por el comunismo chileno.36
A pesar de los factores nacionales e internacionales que abrieron al comunismo chileno a crear
alianzas, aun persistían desconfianzas entre los líderes políticos socialistas. De hecho, en 1934 se
constituye alrededor del PSCh el “Bloque de Izquierda”, formado por radicalsocialistas (escindidos del
radicalismo) y el Partido Democrático (escindido también y con posturas más moderadas, apoyando

33 Arrate y Rojas., op. cit., p.173-174.


34 Ver: Julio Faúndez, Marxism and Democracy in Chile. From 1932 to the fall of Allende, New Haven, Yale University Press, 1988.
37

35 Idem.
36 Ver: María Soledad Gómez, “Factores nacionales e internacionales de la política interna del Partido Comunista de Chile
Página

(1922-1952)”, En Augusto Varas, Alfredo Riquelme y Marcelo Casals (Edits.), El Partido Comunista en Chile. Una historia presente,
Santiago de Chile, Editorial Catalonia. 2010, p. 75-120. Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad
comunista (1973-1980). Tesis para optar al grado de Magíster, Santiago de Chile, Universidad de Santiago, 2001.
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incluso al gobierno de Alessandri). Dicho bloque se opone a la alianza con el PCCh.37 Los radicales que
son fundamentales para el éxito posterior de la alianza, también se muestran recelosos de la alianza con
comunistas. No obstante, el punto de inflexión que allanó el camino para la creación del Frente, se dio
el año 1936 cuando el gobierno de Alessandri, -que para entonces había disuelto el congreso, censurado
la prensa opositora, y apresado a varios líderes políticos de oposición- reprimió duramente una huelga
de los empleados de ferrocarriles que exigían un aumento de sueldo. Dicha represión empujó la
formación de la coalición en contra de Alessandri.38 Sumado a lo anterior, se vuelve a repetir la
dinámica, cuando el año 1938, el gobierno de Alessandri reprimió severamente a los jóvenes nacistas
que habían iniciado un fallido intento de golpe de estado, dando muerte a más de sesenta jóvenes
apostados en el edificio del Seguro Obrero.39 El manejo de la crisis y su cruento desenlace mermó el
apoyo del candidato de Alessandri, Gustavo Ross, en las elecciones presidenciales de 1938, resultando
elegido el radical Pedro Aguirre Cerda, representante del Frente Popular.
Si bien el Frente Popular logró mantenerse en el poder durante tres administraciones, la tensión
de socialistas y radicales con la alianza con el comunismo no disminuyó. A modo de ejemplo, el año
1939 subrayó las distancias entre socialistas y comunistas, debido al apego del PCCh a la línea soviética
en referencia al ya mencionado pacto Molotov-Von Ribbentrop, hecho que Arrate y Rojas señalan
como “el hecho más grave para las relaciones entre los partidos Comunistas y Socialistas”.40 Los
comunistas, por su parte, fueron críticos de la dirección “socialdemocrata” a la que el PSCh llevaba el
Frente Popular. Galo González, líder comunista, sostuvo que el liderazgo socialista de Oscar Schnake
se había pasado “al campo del imperialismo” y lanzado “por la pendiente fascista del
anticomunismo”.41Así, los socialistas se retiraron del Frente Popular en 1941, manteniendo la presencia
de sus ministros en el gobierno. Esto, no sin divisiones internas, ya que mientras la directiva socialista
promovía una campaña anticomunista (liderada por Oscar Schnake y Bernardo Ibáñez), el PS
Trabajadores, fracción liderada por los llamados “incorformistas” apoyaba al bloque político, fracción
que posteriormente se incorporó al partido comunista. Lo anterior muestra una evidencia más de la
continua tensión que cruza la historia socialista en referencia a su vínculo con el comunismo chileno,
que marcó fuertemente la realidad post golpe como se ve a continuación. Dichas tensiones saldrán a la
luz de manera declarada durante el gobierno del tercer radical en el poder: Gabriel González Videla.
En línea con la alianza del Frente Popular, y los buenos resultados electorales que había
generado, el Frente se preparaba para un tercer gobierno radical con González Videla a la cabeza. Sin
embargo, y en un contexto internacional de creciente anticomunismo, representantes de partidos
conservadores, y secciones del radicalismo y el socialismo, habían buscado maneras de frenar la
injerencia del PCCh que, para la elección municipal de 1947, se había convertido en el tercer partido
con más votación en el país.
El socialismo, que no formaba parte del gobierno, se encontraba en un importante proceso de
reflexión interna producto de los deficientes resultados que habían obtenido en las últimas elecciones.
Las relaciones entre las diversas tendencias del socialismo debilitado y el comunismo están en un punto
de alta tensión, que se traduce en crudos enfrentamientos a nivel sindical. A su vez, el socialismo está
dividido entre una mayoría dirigida por Eugenio González y Raúl Ampuero y las corrientes
anticomunistas de Bernardo Ibáñez y Juan Bautista Rossetti.
A los pocos meses de iniciado su gobierno, y acusados de incitar el desorden social, González
Videla, excluyó a los comunistas de su gabinete. La primera medida del nuevo gabinete formado por

37 Ver: Arrate y Rojas, op. cit.


38

38 Ver: Corkill., op. cit.


39 Para mayor detalle ver: Marcus Klein, La Matanza Del Seguro Obrero: (5 De Septiembre De 1938), Santiago de Chile, Globo
Página

Editores, 2008.
40 Arrate y Rojas, op. cit., p.213.
41 Arrate y Rojas, Ibid., p. 216.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

radicales, liberales, socialistas, conservadores y demócratas, fue introducir la Ley Maldita 42 para prohibir
el PCCh en septiembre de 1948. Con esta ley, se inauguraba una política anticomunista estatal que
buscó “eliminar jurídica y políticamente a los comunistas”.43
En reacción a la Ley Maldita, el socialismo se dividió entre aquellos líderes que apoyaban al
diputado Bernardo Ibáñez en su política anticomunista, denominados Partido Socialista de Chile y los
que no (como Salvador Allende, Marmaduque Grove y Carlos Alberto Martínez, entre otros),
formando el Partido Socialista Popular.44
Las divisiones se mantuvieron cuando, en el congreso de 1951, el Partido Socialista Popular
declaró a Carlos Ibáñez del Campo como su abanderado en las próximas elecciones presidenciales.
Esto hizo que Salvador Allende y José Tohá renunciaran al PSP y se unieran al Partido Socialista de
Chile, quien, en conjunto con el proscrito PSCh, respaldaron la candidatura de Allende. Sin embargo, ya
en 1953, los representantes del PSP que contaban con puestos senatoriales y en la cámara de diputados,
abandonan el gobierno de Ibáñez por su giro hacia la derecha y plantean la necesidad de crear una
alianza entre las fuerzas de izquierda. Durante ese período, el comunismo, específicamente el año 1952,
en su novena conferencia, había dado forma a la línea política del “Frente de Liberación Nacional” 45
que dirigió la política del partido en las décadas siguientes, privilegiando una actitud unitaria con el
PSCh.46 Por su parte, en 1955, el PS Popular anunció su estrategia de “Frente de Trabajadores”47 en el
XVI Congreso, en donde denuncia los acuerdos con partidos “burgueses”, proponiendo alianzas solo
con partidos obreros y la CUT, acercándose al comunismo. Lo anterior, conduce, en 1956, a la creación
del Frente de Acción Popular (FRAP).
Al momento de formación del FRAP el socialismo aún no se había unificado.48 A dicha
división se sumaba la búsqueda de referentes ideológicos internacionales que sirvieran de apoyo a las
decisiones de ambos partidos. Al respecto Ernst Halperin caracteriza al socialismo chileno de la época
como de una “extrema susceptibilidad a modas políticas importadas ya sea de otros continentes como
de otros países de América Latina”.49 Como señala Ulianova50, “la diversidad interna del socialismo
chileno se reflejaba en sus vínculos internacionales”. Por un lado, el PS de Chile, en alianza electoral
con los comunistas desde 1952, se insertó en las redes internacionales de sus aliados. En este marco
Salvador Allende junto a una delegación socialista viajó a China y manifestó su admiración llegando
incluso a presidir el Instituto Cultural Chileno-Chino.51 El PSP, por otro lado, miró con inspiración la

42 Para mayor detalle ver: Carlos Huneeus, La guerra fría chilena. Gabriel González Videla y la Ley Maldita. Santiago de Chile,
Random House Mondadori, 2009.
43 Huneeus, Ibid., p. 195.
44 Andrew Barnard, “Chile”, En Leslie Bethell y Ian Roxborough (Edits.), Latin America between the Second World War and the Cold

War 1944-1948 (66-91), Cambridge, Cambridge University Press, 1992.


45 El Frente de Liberación Nacional, se basaba en la concepción de una revolución de dos etapas. La primera libraría la

economía del imperialismo extranjero y de la oligarquía, preparando el terreno para el socialismo, manteniendo alianzas con
partidos representantes de la fuerza laboral e incluso de la burguesía. En la segunda etapa, los partidos de trabajadores
conquistarían el poder iniciando la transición al socialismo.
46 Ver Luis Corvalán Márquez, “Las tensiones entre la teoría y la práctica en el Partido Comunista en los años 60 y 70”, En

Jorge Rojas y Manuel Loyola (Eds.), Por un rojo amanecer: hacia una historia de los comunistas chilenos, Santiago, The Author, 2000, p.
227-244.
47 Estrategia influenciada ideológicamente por las posturas de Trotsky con respecto a los países subdesarrollados, se basó en el

rechazo de que la burguesía tenía un rol que jugar en el proceso hacia la revolución socialista. Por esto, los socialistas defendían
una alianza de intelectuales con trabajadores manuales, quienes, bajo el liderazgo del Partido Socialista, lograrían la revolución
nacional y democrática en contra del imperialismo y la oligarquía. Asimismo, rechazaban la estrategia de dos etapas de los
comunistas, defendiendo un solo proceso revolucionario continuado. Al respecto, ver: Faúndez, op. cit.
48 La unificación del socialismo se desarrolló en 1957 y concordó con la estrategia del “Frente de Trabajadores”, en la

incapacidad de la burguesía para lograr el desarrollo nacional, y en la necesidad de mantener la alianza con los comunistas. Así,
socialistas y comunistas eligieron a Salvador Allende como candidato presidencial para la elección de 1958, la que, a pesar de
39

no ganar, sirvió para demostrar la factibilidad real de un triunfo democrático de izquierda.


Página

49 Ernst Halperin, Nationalism and Communism in Chile, Cambridge, The M.I.T Press, 1965, p.135.
50 Ulianova., op. cit., p. 238.
51 Ulianova., Ibid., p.255.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

experiencia en la Yugoslavia de Tito. Luego del “Discurso secreto” de Khrushchev y su viaje a Belgrado
en 1955, la admiración por Tito y por su socialismo autónomo e independiente de la influencia
soviética, creció fuertemente dentro del socialismo chileno.52
La tendencia “titoísta” en esta línea del socialismo, generó grandes tensiones con el PCCh
cuando éste último respaldó el quiebre de la Unión Soviética con Yugoslavia y su invasión a Hungría en
1956.53 El titoismo perdió peso dentro del socialismo durante los 1960, particularmente frente a la
avalancha que significó la influencia de la Revolución cubana.54
La revolución cubana tuvo un rol de importancia dentro de la izquierda internacional y
particularmente la izquierda chilena, pues planteó serios desafíos doctrinarios y reordenó el panorama
ideológico del momento. El PCCh, por un lado, si bien celebró el desarrollo de los eventos en Cuba,
buscó distanciarse de la estrategia violenta para alcanzar objetivos, especialmente luego de que en el
último congreso del Partido Comunista Soviético se instauró la estrategia de la vía pacífica al
socialismo.55 Para el socialismo, en cambio, la revolución cubana prontamente se convirtió en un
modelo a seguir debido a su propuesta original, su énfasis latinoamericanista y su impulso
revolucionario.56,57 La apreciación de las implicancias de la revolución cubana para Chile fue otro factor
divisorio entre comunismo y socialismo, éste último “menos crítico de Cuba en el discurso
ideológico”.58
En un análisis retrospectivo, Tomás Moulián caracteriza esta época del socialismo chileno,
particularmente entre 1958 y 1979, como de un progresivo proceso de leninización y “de abandono
progresivo de la perspectiva teórica original, de carácter nacional-popular”.59 Leninización que no solo
alcanzó a sus bases, sino también a las elaboraciones teóricas del liderazgo, siendo Carlos Altamirano
“el más nítido ejemplo de esta línea”.60
En suma, los focos de tensión entre socialismo y comunismo se articulaban en dos ejes
centrales. Por un lado, la lealtad del comunismo chileno hacia las directrices de Moscú, especialmente la
opción por la estrategia de la vía pacífica chocaba con el socialismo, el que veía la dominación soviética
de la III internacional como un atentado en contra de los postulados marxistas, pues privilegiaba los
intereses de seguridad nacional de los Estados del bloque del Este, por sobre los intereses históricos de
la clase trabajadora.61La segunda acusación sobre la vía pacífica se encontraba en que los socialistas
miraban con desconfianza lo que denominaban “democracia burguesa”. Al respecto, Raúl Ampuero en
la conferencia “Reflexiones sobre la revolución y el socialismo”, de 1961 acusaba que la burguesía
latinoamericana no lideraría el proceso revolucionario debido a que estaba directamente involucrada

52 Ver: Pollack, op. cit.; Ulianova, op. cit., y Joaquín Fermandois, La Revolución Inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la
Unidad Popular. Santiago de Chile, Centro de Estudios Públicos, 2013.
53 Tanto el PSP como el PS de Chile condenaron la intervención soviética en Hungría.
54 Ver: Halperin, op cit.
55 Este distanciamiento también es abordado por Miles Wolpin, quien señaló que “la experiencia cubana entusiasmó más

moderadamente a los líderes comunistas [que a los socialistas]. El estilo carismático e impulsivo de Castro, y sus orígenes
ortodoxos social democráticos, reforzaban las reservas de los comunistas chilenos” Miles Wolpin, “La influencia internacional
de la Revolución Cubana: Chile, 1958-1970”, Foro Internacional, Vol. 12, No, 4 (48), Colegio de México, 1972, pp. 453-496, p.
474.
56 Ver: Arrate y Rojas, op. cit.
57 Luis Ortega matiza la influencia de la revolución cubana señalando que ésta se sumó a un proceso de radicalización del

PSCh que se encuentra con fuerza desde el Congreso de 1956, en donde un amplio sector del PSCh ante las crisis partidistas,
abandona la política de alianzas con partidos burgueses que el partido había esgrimido hasta entonces. Además, Ortega sitúa la
influencia de la revolución cubana en un mismo lugar de importancia que el cisma chino-soviético. Luis Ortega “La
radicalización de los socialistas de Chile en la década de 1960”, Revista Universum, No. 23, vol.2, Talca, 2008, pp.152-164.
58 Arrate y Rojas, Ibid., p.335.
40

59 Tomás Moulián, “Evolución histórica de la izquierda chilena. Influencia del marxismo”, FLACSO Documento de Trabajo, No.

139, pp.1-54, 1982, p. 29.


Página

60 Marcelo Casals, El alba de una revolución. La izquierda y el proceso de construcción estratégica de la “vía chilena al socialismo” 1956 – 1970,

Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2009, p. 191.


61 Ver: Faúndez, op. cit.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

con los intereses de los poderes imperialistas. Señaló también, en una clara crítica al comunismo, “que
sería un pecado de leso optimismo el suponerla [la violencia] ajena a las tradiciones de nuestra clase
dominante y una ingenuidad imperdonable incurrir en la idealización de los instrumentos
electorales”.62A lo anterior, los comunistas respondían que su defensa de la vía pacífica se derivaba de la
confianza en la posibilidad de introducir cambios revolucionarios con el apoyo del movimiento masivo
sin tener que recurrir a la lucha armada.
Las tensiones entre socialistas y comunistas se repetían al interior del PSCh, el que, por un lado,
experimentaba una progresiva radicalización como señalan Moulián y Ortega, y por otro, mantenía su
adhesión a pactos electorales con el resto de los partidos de izquierda.
La tercera derrota de Salvador Allende el año 1964, los reordenamientos en el seno de la
izquierda y el desafío DC, actuaron como catalizador dentro del socialismo chileno, radicalizando las
posturas que, según Ortega, es posible identificar desde la década de 1950.63 Ejemplo de esto se dio con
el X Congreso General Ordinario del PSCh del año 1964 en Concepción, en donde una sección juvenil
expresó públicamente su rechazo a aceptar la autoridad del Comité Central por “discrepancias
doctrinarias” separándose del partido para formar el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) al
año siguiente.64 El XXI Congreso de 1965 en Linares actuó como “momento decisivo en la
trayectoria socialista hacia una concepción insurreccional”65 pues, se radicalizó la propuesta teórica
del socialismo, preparando el camino para la realización del XXII Congreso, realizado en Chillán en
noviembre de 1967, en donde el partido se declara marxista leninista y declara como inevitable y
legítima la "violencia revolucionaria" como un medio para obtener el poder político y económico.
Ahondando la contradicción interna, y viendo que la no participación dentro del pacto
electoral, privarían al socialismo de jugar un rol fundamental dentro de la política nacional, es que el
partido decidió -no sin contradicciones internas- incorporarse a la alianza de la Unidad Popular en
miras a la elección presidencial de 1970. Así, el socialismo en la práctica aceptó la vía electoral, pero
ideológicamente mantuvo su creencia en la inevitabilidad de la vía armada.66
Los 3 años que duró el gobierno de la Unidad Popular, estuvieron marcados por una
profundización en las divisiones internas tanto dentro del PSCh como dentro de otras agrupaciones
políticas que sucumbieron a la polarización política que marcó el período. El delicado equilibrio al
interior del socialismo se resquebrajó entre una corriente democrática liderada por Salvador Allende, y
una corriente liderada por Carlos Altamirano que “insiste en la necesidad de destruir el Estado burgués
y posee una concepción instrumental de la democracia”.67 Esta última, fue la predominante entre los
socialistas de la década de 1960, manteniéndose así durante todo el gobierno de la UP, lo que conllevó a
constantes tensiones y enfrentamientos con el PCCh y con el propio presidente Allende.
Entre las demás agrupaciones, también se generaron divisiones producto de las tensiones
ideologías que convivían en el proceso de la UP. El MAPU, (agrupación escindida de la Democracia
Cristiana el año 1969, que decidió apoyar la candidatura de Salvador Allende en la elección de 1970), se
dividió entre una opción moderada, cercana al PCCh y al liderazgo de Allende, y una opción más
radical, que abandonaba su raíz cristiana para abrazar el marxismo leninismo que a su vez, se distancia
del gobierno de Allende para optar por una estrategia armada de defensa de la revolución.68

62 Julio Jobet, El Partido Socialista de Chile. Tomo II, Santiago de Chile, Ediciones Prensa Latinoamericana, 1971, p. 89.
63 Ortega, op.cit.
64 Ver: Joaquín Fernández, Álvaro Góngora y Patricia Arancibia (Eds.), Ricardo Núñez. Trayectoria de un socialista de nuestros tiempos,

Santiago de Chile, Ediciones Universidad Finis Terrae. 2013.


65 Ortega, op.cit., p. 157.
66 Ver: Faúndez, op. cit.
67 Jorge Vergara, “El pensamiento de la izquierda chilena en los sesenta. Notas de investigación”, En Augusto Varas, Alfredo
41

Riquelme y Marcelo Casals (Edits.), El Partido Comunista en Chile. Una historia presente (185-226), Santiago de Chile, Editorial
Catalonia Ltd, 2010, p. 203.
Página

68 Para un completo estudio sobre los devenires del MAPU ver: Cristina Moyano, La seducción del poder y la juventud. Una

aproximación desde la historia a la cultura política MAPU 1969-1973. Tesis de Magíster, Santiago de Chile, Universidad de Santiago
de Chile, 2002.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

Golpe y exilio
El golpe de estado el 11 de septiembre de 1973, desató una serie de crisis tanto prácticas como
ideológicas que afectaron profundamente las fuerzas políticas de izquierda en Chile, quienes fueron
víctimas de una severa represión por parte del régimen militar que se instaló en el poder.
El exilio, fue una de las principales herramientas utilizadas por el régimen para excluir a la
oposición. Si bien no hay claridad en torno a los números totales del exilio, debido a que no todas las
personas salieron por los canales establecidos por el régimen, Norambuena 69en base a antecedentes
elaborados por la Vicaría de la Solidaridad, estima que entre 1973 y 1980 habrían salido del país 408.000
personas.
Las características de los exiliados marcaron profundamente la naturaleza de la actividad
política que se desarrolló en los distintos destinos del exilio. El régimen militar, exilió a estructuras
partidarias prácticamente completas facilitando la proyección de la organización y la actividad política
de denuncia en el escenario del exilio, conformando una comunidad políticamente comprometida. No
obstante, la organización no fue ni inmediata ni fácil. La política chilena para 1973 había llegado a un
grave punto de polarización que derivó en un alto grado de fragmentación entre las diferentes fuerzas
políticas existentes, especialmente dentro de la izquierda. El golpe de estado no significó la moderación
de estas diferencias, llevando a que los primeros años en el exilio estuviesen marcados por divisiones al
interior de la ya atomizada izquierda chilena, la que corría en paralelo al activismo político en contra del
régimen de Pinochet.
Esta crisis se complementó, a su vez, con las lecturas que el mundo progresista desarrollaba de
los acontecimientos en Chile. Lecturas que permearon en las reflexiones políticas de la comunidad
chilena en el exilio. Como nunca, los partidos políticos de izquierda en el exilio se relacionaban en masa
y de manera directa con instituciones, personas e ideas en circulación que tenían sus propias
conclusiones del golpe, por lo que el destino geográfico del exilio determinó profundamente la
dirección que las reflexiones que los mismos partidos políticos chilenos en el exilio desarrollaban sobre
su realidad.70 Así, un protagonista de la época distingue tres espacios según el país de acogida para
comparar las distintas experiencias en el exilio:

América Latina, Europa occidental y Europa del Este, sin considerar otras realidades
particulares como Estados Unidos, Canadá y Australia. Con el tiempo surgirán de esa matriz
exiliados de muy distinto tipo. Efectivamente la residencia prolongada en cualquiera de
aquellos sitios generaría un proceso imperceptible (…) lo que se consideraba propio, se iría
desdibujando ante el empuje de lo ajeno. Y algo de lo ajeno comenzaría a ser propio.71

En términos generales, los socialistas y líderes de la UP se establecieron en Berlín; los


comunistas en Moscú, el MIR entre La Habana y París; y los MAPU en Italia al igual que la
Izquierda Cristiana (IC) y en menor medida representantes del PDC una vez que pasaron a la
oposición del régimen.
Los primeros análisis que se hicieron -en su mayoría-, continuaron las líneas ideológicas
previas al golpe, cuya característica principal era atribuir culpas cruzadas sobre el fracaso de la
UP. Una reflexión abocada al proceso interno de la UP, no se abordó en un primer

Carmen Norambuena, “Exilio y retorno. Chile 1973-1994”, En Mario Garcés y Myriam Olguín (Edits.), Memoria para un
42

69

nuevo siglo: Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2000.
70 Ver tesis doctoral de la autora. Mariana Perry, La dimensión internacional del pensamiento político chileno. Aprendizaje y transferencia en
Página

el exilio, Leiden, tesis para optar al grado de Doctor, Universidad de Leiden, 2016.
71Jorge Arrate, Pasajeros en tránsito, Santiago de Chile, Catalonia, 2007, p. 49-50.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

momento.72 Asimismo, las razones iniciales que se atribuían al golpe se complementaban con
las lecturas que los partidos políticos de la UP, hacían sobre la naturaleza del recién instalado
régimen militar; el que se creía de corta duración considerando la larga trayectoria democrática
y republicana chilena.
El desarrollo de las reflexiones políticas del PSCh en el exilio es paradigmático para
toda la historia política chilena, pues sus propios debates afectaron directamente el devenir del
resto de los partidos políticos. Como se estableció en la sección anterior, el PSCh a lo largo de
su historia, aglutinó de manera más o menos armoniosa, distintas tendencias políticas, por lo
que la crisis vivida post golpe interpeló a variadas tendencias de la política chilena de la época.
A lo anterior, se sumó que la espectacularidad de los cambios provocados por sus reflexiones
desatadas por el golpe, retrataron fielmente la realidad heterogénea del partido.
Sucedido el golpe, el PSCh, al no tener una línea ideológica clara y permanente en el
tiempo, no tenía una red internacional institucionalizada que respaldara su acción, como sí la
tuvo el PCCh, por ejemplo. No obstante, la progresiva leninización que había experimentado
el PSCh desde los 1960, y su definición como partido marxista-leninista, había acercado al
partido en algunos aspectos a los países del este de la cortina, desde donde vinieron los
primeros ofrecimientos concretos de apoyo tanto financiero como operacional para instalar en
la capital de la República Democrática de Alemania el comité central del PSCh en el exilio.73
En escenario alemán, la dirección exterior con Carlos Altamirano a la cabeza mantuvo,
en un primer momento, las reflexiones desarrolladas durante la UP. Ejemplo de ello, son las
declaraciones de Altamirano en una reunión realizada en Italia en 1975 en donde sostuvo que
la dictadura estaría aislada pero no caería por una falta de oposición organizada, por lo que
abogaba por la “radicalización de la lucha antifascista”, por “acumular más fuerzas que el
fascismo y emplear todas las formas de lucha”, recalcando que en la fase superior del proceso,
“seguramente formas de lucha armada constituirán el factor decisivo en la victoria
final”.74Asimismo, a la línea del socialismo post golpe, se le agrega la directa influencia del
Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA). La naturaleza jerarquizada de la sociedad de
recepción y el alto control ideológico que el PSUA ejerció sobre los exiliados se vio reflejado
también en el tenor y dirección de los debates en el exilio, e incidieron, como se analiza más
adelante, en la crisis del PSCh que condujo a su división el año 1979. Como ejemplo de la
gravitación del contexto del exilio, Benny Pollack y Hernán Rosenkranz-Schikler, sostienen
que el financiamiento provisto por la RDA al PSCh explicaba la predominancia de la Dirección
Interior por sobre la Coordinadora Nacional de Regionales al interior de Chile, a pesar de la
reticencia de Altamirano en esta elección.75
Con respecto al debate al interior del propio partido, es necesario abordar uno de los
primeros documentos de reflexión de importancia luego del golpe, conocido como el

72Patricio Silva, “Social Democracy, Neoliberalism and Ideological Change in the Chilean Socialist Movement, 1973-1992”, en
XVII Congreso Internacional LASA, California, 1992.
73 Ver: Ulianova, op. cit.
74 Carlos Altamirano en Chile-América, Nº6-7, Roma, 1975, p.33. Citado en Olga Ulianova, “Relaciones internacionales y
43

redefiniciones en el socialismo chileno, 1973-1979”, Revista Izquierdas, No., 4, pp. 1-30, 2009, p.7.
75 Otro ejemplo, es la denominación como “fascista” de la dictadura militar que recorrió todo el desarrollo teórico de los
Página

partidos de izquierda y en general parece haber sido utilizado funcionalmente para apelar a la memoria colectiva en su
asociación con las dictaduras europeas de la década del 1930 y 1940. Benny Pollack y Hernan Rosenkranz, Revolutionary social
democracy: the Chilean socialist party, Nueva York, St. Martin's Press, 1986, p.189.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

Documento de marzo.76Desarrollado por la ´Dirección Interior´ en 1974, dicho documento en


términos generales retomó los planteamientos del PSCh durante la UP pero a través de sus
evaluaciones del proceso, se acercó de manera más evidente al discurso del bloque soviético,77
ya que buscó plantear una reconstrucción del partido en una organización de tipo pro
comunista.78 Esto coincide con el temprano “énfasis de cubanos y alemanes de conservar y
profundizar la unidad entre socialistas y comunistas”,79de hecho, al respecto, el documento
señalaba la importancia de la unidad antifascista y “del rol dirigente de la clase obrera en el
proceso”, responsabilidad que recaía en los partidos socialistas y comunistas. Erich Honecker
en una entrevista realizada el 10 de octubre de 1974, hablaba de los problemas suscitados al
interior del PSCh y aludía a sus desavenencias con el PCCh, concluyendo que la unidad PSCh-
PSCh debía ser el eje del Frente Antifascista. 80 En el mismo sentido, Jorge Arrate señalando su
reticencia a que los socialistas participaran en las escuelas de cuadros de los comunistas
sostuvo: “yo estoy convencido de que el proyecto que tenían los alemanes era armar un solo
partido que era su propia experiencia”81.
Particularmente, el “Documento de marzo”, se enfocaba en, por un lado, culpar a la
dirección del partido por no haber sido capaz de “articular y combinar el ejercicio de todas las
formas de poder con que contaba el movimiento popular”. Al respecto criticaba directamente
al partido comunista por “magnificar la posibilidad de una vía pacífica, lo que redundó en
ilusionismo y en errores fatales de apreciación del carácter de clase de las instituciones
democrático-burguesas”. Asimismo, criticaba a los “infantilistas de izquierda” que ponían la
cuestión del enfrentamiento como “tema único, primero y último de la lucha de clases”.
Dichas críticas revelaban claramente las distintas posiciones al interior del partido. Por otro
lado, y a pesar de las críticas, mantenía la necesidad de aliarse con los comunistas e incluso
mencionaba la “orientación estratégica” de unir a “todas las clases y capas del pueblo que
tienen contradicciones objetivas con los enemigos fundamentales” a través de un frente táctico
antifascista incluyendo a partidos de centro como la DC para hacer frente a la dictadura,
postura, como se señaló, fuertemente apoyada por líderes del este y de Cuba. En dicho frente,
debía prevalecer la hegemonía de la clase obrera puesto que luego de superada la dictadura,
sería la clase obrera la que debía prevalecer por sobre las capas medias. Agregaba el

76 El nombre completo del documento es: ¡Al calor de la lucha contra el fascismo, construir la fuerza dirigente del pueblo para asegurar la
victoria!. Documento extraído del sitio web http.www.socialismo-chileno.org, visitado en septiembre de 2015.
77 Ulianova atribuye este acercamiento a que los dirigentes de la Dirección Interior habían sido formados en la URSS durante

los 1960. Olga Ulianova, “La Unidad Popular y el golpe Militar en Chile: percepciones y análisis soviéticos”, Estudios Públicos,
No. 79, 2000, pp. 83-171.
78 La Dirección Interior se auto designó como líder del partido a pesar de que el comité central había sido designado en el

Congreso de La Serena de 1971. Esta disputa por el poder, legitimada para algunos por representar a los sobrevivientes del
partido en el interior, representaba una clara facción dentro del socialismo, compuesta por la llamada Brigada Revolucionaria,
también conocida como los Elenos, quienes emergen como movimiento dentro del partido por su apoyo a las luchas de
liberación desarrolladas por el Che Guevara en Bolivia. Defendían la reformulación del partido bajo una estricta disciplina al
modelo leninista, en donde la alianza socialista-comunista era considerada central para cualquier intento de política radical en
Chile. Pollack y Rosenkranz, op. cit., p. 186-187. Conocida era la disputa entre este grupo y el liderazgo de Carlos Altamirano
durante el período de la UP debido a las políticas radicalizadas de Altamirano que, según ellos, desperfilaba el proyecto de la
UP. Ver también: Mauricio Rojas, La Renovación de la izquierda chilena durante la dictadura, Santiago de Chile, Piso Diez Ediciones,
2017.
79 Ulianova 2014, op. cit., p. 305.
44

80 Citado en Olga Ulianova, “La nueva inserción internacional del comunismo chileno tras el golpe militar”, En Alfredo

Riquelme y Tania Harmer (Edits.), Chile y la Guerra Fría global, Santiago de Chile, RIL Editores, 2014, 273-315, p. 305.
Página

81 Citado en María de los Ángeles Vargas y Lucila Díaz, Del golpe a la división. Historia del Partido Socialista 1973-1979. Tesis de

Licenciatura, Santiago de Chile, Universidad ARCIS, 2007, p.142.


Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

documento, la necesidad de la aplicación “consecuente y creadora del marxismo-leninismo”.


En referencia a la estrategia “más probable de derrocamiento de la dictadura” es “la
insurrección armada, definida por Lenin como ‘aspecto particular de la lucha política’”.
Las reflexiones contenidas en el “Documento de marzo” concitaron reacciones de las
distintas fracciones del PSCh tanto dentro como fuera de Chile y marcó la pauta de la
discusión política en este primer período. Desde “la izquierda” de la Dirección Interior se
criticó, por una parte, la falta de una estrategia militarizada de la UP y por otra, criticó el
planteamiento de crear alianzas con partidos “burgueses” como la DC. Esta línea estuvo
representada desde el interior por la Coordinadora Nacional de Regionales (CNR), que, en
contraste con la Dirección Interior, rechazaba la unión con los comunistas, proponiendo en su
lugar una alianza con el MAPU, el MIR y la IC con el objeto de crear un “Polo
revolucionario”, siendo rol del PSCh ser la vanguardia del proletariado.82 Para ello, sostenía la
CNR: “debemos utilizar el leninismo como guía para la reconstrucción partidaria, la aplicación
irrestricta de sus normas sin aceptar presiones exteriores-burocráticas”.83 Sumado a las
diferencias en el plano de las ideas, el socialismo se vio también presa de luchas intestinas en
relación con quien ostentaba la legitimidad en la dirección del partido. Entre abril y mayo de
1975 se realiza un pleno en La Habana con representantes del exilio y del interior. En esa
instancia y con opiniones divididas, se otorgó legitimidad a la Dirección Interior por sobre la
CNR. No obstante, el mismo año, el régimen detiene y desaparece al liderazgo de la Dirección
Interior, poniendo nuevamente en cuestión la legitimidad del poder al interior. Por lo mismo,
Altamirano redacta una carta en junio de 1977: “Mensaje a los socialistas de Chile” 84
respaldando a la Dirección Interior frente al CNR, al que critica por incurrir “en un
subjetivismo maximalista poco coherente” 85 que conduce al aislamiento al rechazar como
aliado al partido comunista y reconocer al MIR como único interlocutor válido. Asimismo,
Altamirano reflexiona sobre las causas de la derrota del proyecto de la UP y las ordena en tres
causas fundamentales: primero, una equivocada política hacia las fuerzas armadas; segundo,
una incapacidad desde el PSCh de “responder al desafío planteado por la ruptura del bloque
ideológico de dominación”, lo que permitió el surgimiento de “desviaciones izquierdistas que,
entre otros errores, nos llevó a subestimar la enorme gravitación de las clases medias en la
sociedad chilena” y finalmente el error de sobrevalorar las singularidades nacionales, “llegando
a considerar que dichas singularidades nos eximían de reconocer las leyes generales del
marxismo en materias tan básicas como la del Estado y el poder”.86
A pesar de las diferencias que el “Documento de marzo” subrayó, en esta primera
etapa, existía cierto consenso general, al menos en los discursos públicos, tanto desde la
Dirección Exterior como las agrupaciones que disputaban el poder al interior de Chile, de la
necesidad de mantener la unidad en el partido, la inevitabilidad de la resistencia armada en la

82 A pesar de que la posición defendida por la CNR perdió peso al interior del partido y su líder (Pedro Vuskovic) fue
expulsado, muchos miembros del partido al interior siguieron prefiriendo entablar vínculos con el MIR. Especialmente frente a
la dirección que podía tomar el movimiento popular una vez que la democracia cristiana se movió a la oposición y la Iglesia
católica tomó activamente una posición contraria al régimen. No obstante, el MIR en 1974 sufrió duros golpes por parte del
régimen y la posibilidad de formar un polo revolucionario se debilitó frente a una opción más reformista sostenida por el
comunismo. Pollack y Rosenkranz, op. cit., p. 194.
45

83 CNR, “Carta al Secretario General del PS, Carlos Altamirano”, Chile-América, Roma, No. 31-32, mayo-junio, 1977, p.119.
84 Carlos Altamirano, “Mensaje a los socialistas de Chile”, junio de 1977. Documento extraído del sitio web
Página

http.www.socialismo-chileno.org, visitado el 15 de septiembre de 2015.


85 Altamirano, Ibid., p. 50-51.
86 Altamirano, Ibid., p. 13.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

lucha contra la dictadura, la adscripción al marxismo-leninismo y la concepción leninista de la


toma del poder a través de la revolución.87

División del PSCh


Hacia finales de la década del 1970, las diferencias entre liderazgos, apreciaciones en
torno el régimen militar, alianzas y proyecciones se fueron acentuando. Además, el contexto
del exilio eventualmente obligó al socialismo chileno a posicionarse frente a los temas en
debate. Por un lado, las consecuencias políticas de la Revolución sandinista en Nicaragua 88
actuaron como confirmación doctrinaria para los postulados del giro estratégico del
comunismo, el que, para fines de la década de 1970 en sintonía con el comunismo soviético,
incluía la estrategia armada para enfrentar la dictadura.89 Por otro lado, las propuestas del
Eurocomunismo en Europa occidental adquirieron fuerza, especialmente luego del golpe en
Chile en países como Italia, Francia y España, polarizando el comunismo internacional. Este
reordenamiento ideológico en la izquierda mundial caló fuertemente en las discusiones teóricas
que la izquierda chilena desarrollaba. Especialmente en aquella situada en el exilio, lo que
determinó profundamente el devenir del socialismo.
En vista de lo anterior, dentro del socialismo se perfiló un sector cercano a la Unión
Soviética y atento a los giros que se estaban desarrollando en el comunismo internacional con
respecto a la vía armada. Clodomiro Almeyda, durante el pleno de Argel en 1978, se perfiló
como la figura principal de este sector dentro del socialismo.
En paralelo, el acercamiento a la internacional socialista y a los contactos en Europa
occidental, principalmente debido a las redes de solidaridad organizadas para denunciar el
régimen militar, expuso a algunos socialistas en el exilio al debate intelectual que la experiencia
chilena, la UP, el golpe militar, y la solidaridad internacional, habían generado al oeste de la
cortina. Además de la influencia del Eurocomunismo, Ricardo Núñez también destaca la
influencia de los partidos socialistas y socialdemócratas de Occidente.
A pesar de la existencia de dichos sectores, durante el pleno de Argel desarrollado en
1978, se concretizó la conformación de una Dirección Única, conscientes de la necesidad de
mantener un sentido de unidad ante la adversidad. Argel significó un momento de inflexión
para el socialismo. Ricardo Núñez, quien estuvo presente en el pleno, sostuvo que en ese
momento aún no había claridad en las estrategias para derrotar a la dictadura y al menos en
apariencias aún no se debatían abiertamente las ya mencionadas diferencias teóricas que
estaban surgiendo al interior del socialismo.90
Junto con el perfilamiento, aún no declarado por entonces, de diferencias de fondo al
interior del socialismo, alrededor del año 1978, así como existían grupos que apoyaban la idea
de un polo revolucionario, emergieron también varios grupos socialistas tanto al interior como
al exterior de Chile de tendencia más moderada. Pollack y Rosenkranz, los enumeran de la
siguiente manera: En 1978 se lanzó el grupo Movimiento de Acción Socialista (MAS) que se
desmarcaban del leninismo y se denominaban a sí mismos como ‘democráticos socialistas’; la

87 Kenneth Roberts, Deepening Democracy? The modern Left and Social Movements in Chile and Peru, Stanford, Stanford University
46

Press, 1998, p. 103


88 Ver artículo de Cristián Pérez, “Compañeros, a las armas: combatientes chilenos en Centroamérica (1979-1989)”, Estudios
Página

Públicos, No 129, 2013, pp-141-164.


89 Ver: Riquelme, op. cit.
90 Ver: Fernández, Góngora y Arancibia, op. cit.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

Tendencia Humanista Socialista, cercanos a Aniceto Rodríguez; la Comisión para el Consenso


se identificaban como marxistas, pero no leninistas y el Movimiento Recuperacionista,
formado por Eduardo Long, de ideas social demócratas. Todos estos grupos emitieron una
declaración llamada: “Declaración de Unidad Socialista” defendiendo la unidad del partido,
pero criticando el sectarismo del liderazgo. Para 1980, el ala moderada se había ampliado para
incluir al grupo intelectual de los “Suizos”; la Iniciativa Regional Europa y el grupo: la Unión
Socialista Popular de Ampuero, quién se había separado del partido en 1967. Todos estos
grupos concordaban en que la derrota del régimen militar sólo podía establecerse bajo
negociaciones con la DC, la derecha democrática y los sectores democráticos de las fuerzas
armadas, excluyendo al PCCh y a la izquierda extrema y dejando de lado los objetivos
socialistas por un tiempo indefinido.91
En sintonía con estas tendencias más moderadas, pero desde un proceso distinto,
Mireya Dávila,92 reconoce en el informe final del pleno de Argel, firmado por Altamirano, el
perfilamiento de un proceso de reflexión distinto al desarrollado por el sector cercano a
Almeyda. Altamirano retoma el concepto de democracia como un elemento importante del
proyecto socialista, criticando a su vez el concepto de democracia abordado durante la UP.
Asimismo, se presenta una cierta distancia respecto del pensamiento del marxismo-leninismo
ya que plantea que la fundamentación teórica del partido debe ser una “asimilación activa y
creadora de las premisas filosóficas y científicas del marxismo y del leninismo, y no de un mero
intento de erudición o repetición”.93 En este sentido, Altamirano, contradiciendo los mensajes
anteriores, en el Pleno de 1978 sostiene:

La más grande distorsión que hemos podido observar en torno a este tema reside en la
tendencia a aceptar acríticamente y en forma dogmática una concepción presuntamente
"leninista " de Partido, que se supone ha de constituir la generalización científica de la
experiencia universal de conducción de la clase obrera y el campesinado, en su combate
anticolonial y anticapitalista.94

Altamirano además promueve una alianza con la DC para enfrentar a la dictadura,


alejándose del “Documento de marzo”. Finalmente, aboga por la unidad del Partido, la que
constituye “exigencias de la lucha contra la dictadura y del éxito del Movimiento de Solidaridad
Internacional”.95 En el informe, Altamirano además destaca el aporte de partidos socialistas
occidentales, sosteniendo las relaciones internacionales del PSCh previas al golpe, “influyó,
indudablemente, [en] un enfoque provinciano y esquemático de la realidad internacional, lo que
nos llevó - entre otras cosas - a subestimar cualquier tipo de relación con los partidos
socialistas y social-demócratas europeos”.96 Al contacto con partidos socialistas de occidentes,
se sumó el impacto que significó para un grupo de socialistas, la experiencia de vida en el exilio
en países capitalistas que tenían fuertes políticas sociales en marcos democráticos.

91 Pollack y Rosenkranz, op. cit., p. 192.


92 Mireya Dávila, Historia de las ideas de la renovación socialista 1974-1989. Tesis de Licenciatura en Historia, Santiago de Chile
Pontificia Universidad Católica de Chile, 1994.
47

93Carlos Altamirano, “Informe del Secretario General Camarada Carlos Altamirano al Pleno extraordinario del Comité Central del Partido

Socialista”. Obtenido de Partido Socialista de Chile: www.socialismo-chileno.org/1978 en 2015, 1978, s/p.


Página

94 Idem.
95 Idem.
96 Idem.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

Las diferencias entre los sectores liderados por Almeyda y Altamirano aumentaron o
más bien se evidenciaron luego del Pleno de Argel, impulsando una serie de medidas re
organizativas, entre ellas, el reemplazo de Altamirano como Secretario General por Almeyda,
medida ignorada por Altamirano. Esto derivó en su expulsión del partido en 1979. Frente a
esto, Altamirano decidió presentar una Dirección alternativa desde París, gestándose así la
división. En un principio, gran parte de los socialistas en el exilio se agruparon en torno a
Carlos Altamirano, mientras que, al interior de Chile, se mantuvieron bajo el liderazgo de
Almeyda. Sin embargo, señalan Pollack y Rosenkranz,97 la confusión ideológica inicial luego de
la división devino en una serie de fragmentaciones que implicaron fuertes y profundos
procesos de reflexión teórica en torno al socialismo.
Altamirano desde su nueva posición en Europa Occidental, buscó apelar a la unidad
convocando a todos los grupos que se habían enfrentado a la Dirección Interior. 98 Éstos
incluían desde grupos moderados como los Recuperacionistas a miembros de la CNR. Con
este fin, se organizaron diversos congresos para sentar las bases de la unidad. Ejemplo de lo
anterior, es la reunión impulsada por el sector Altamirano y ex integrantes de la CNR en
Caracas el año 1981, desde donde emana el documento “Unidad Socialista para vencer”. En
una carta firmada por Guillermo Cubillos y Aniceto Rodríguez, dirigida al Secretario General
de la Internacional Socialista, Bernt Carlsson, en donde se adjunta dicho documento, los
dirigentes socialistas explican el desarrollo de diversos congresos orientados a recuperar la
unidad del partido luego de haber roto “con el ala estalinista de Berlín”. En dicha carta,
aclaraban su adhesión al socialismo científico “que excluyó al marco rígido del “marxismo-
leninismo” que había verticalizado totalitariamente la vida interna del partido”. En el
documento adjunto, se establecían ciertas condiciones para el diálogo hacia la unificación que
parten con la necesidad de “análisis críticos y autocríticos, así como una confrontación
constructiva de nuestras identidades y discrepancias”. Además, se señalaba la necesidad de
“definir el proyecto histórico estratégico por el cual luchan los socialistas chilenos”. Para
cumplir la voluntad unitaria de quienes suscriben este documento (entre los que se encuentran
representantes de la DC, el PC, IC, PR, MIR, MAPU, MAPU OC, e independientes de
izquierda) se acordó formar un comité de unidad socialista, coordinar el trabajo socialista en el
exilio y crear una comisión organizadora de actos conmemorativos del 48 aniversario del
PSCh.99
Dicha reunión se enmarcó con las iniciativas desarrolladas principalmente por
socialistas del sector Altamirano, representantes de los MAPU y la IC por proponer una nueva
fórmula de organización política que superase los errores cometidos por el conglomerado de la
UP. Las reflexiones teóricas que estos sectores venían desarrollando, alimentados por los
debates presentes en Europa occidental, tuvieron como ejes principales dos puntos centrales
que definieron el proyecto socialista por las siguientes décadas: por un lado, una revalorización
de la democracia como marco regulatorio para el juego político, y por otro, un alejamiento del
marxismo leninismo como dogma. Como resultado de estas reflexiones, se cuestionó el tipo de
organización política que se sostenía en la izquierda. Fue así como se instaló la idea de crear un

97Pollack y Rosenkranz, op. cit.


48

98El sector Altamirano convoca el XIV Congreso acentuando la división del socialismo. A partir de entonces, su sector será
conocido como PSCh XIV Congreso.
Página

99Guillermo Cubillos y Aniceto Rodríguez, carta enviada a Bernt Carsson, 7 de septiembre de 1981, Socialist International,

Comisco y SILO. Box Número 1066. Archivo de la Internacional Socialista. Instituto Internacional de Historia Social.
Amsterdam.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

nuevo proyecto político de izquierda que suponía nuevas alianzas y estructuras orgánicas. La
reconsideración de la democracia y, por ende, la necesidad de buscar mayorías para la
introducción de proyectos políticos ponía a la idea de consenso en el centro del debate sobre
las maneras de entender el proyecto socialista. En este sentido la idea de la Convergencia
Socialista surgió “como el más serio intento de concretizar políticamente la existencia de una
corriente cuya acción se ha circunscrito hasta ahora principalmente al terreno de las ideas”.100
La Convergencia por ende comenzó como una instancia de encuentro entre personas de
distintas corrientes socialistas de todos los sectores, miembros de partidos de distinto origen,
intelectuales sin militancia, etc., con el objeto de insertar en una estructura organizativa las
ideas de la Renovación.
No obstante, pronto las diferencias ideológicas al interior del socialismo en torno a las
alianzas con partidos de clase media, la relación con el comunismo soviético, el tipo de partido
que se buscaba construir y las estrategias inmediatas para derribar el régimen militar, se
evidenciaron. El polo de izquierda se sintió cada vez más incómodo con la cercanía del sector
Altamirano con el bloque Convergencia, el que era visto “como un potpurrí de partidos
caracterizados por blandura política y ánimos de congraciarse con partidos burgueses”.101 De
este modo, dicha facción (conocida como Álzate Chile), se escindió de la iniciativa de
Altamirano. Sin esta facción de izquierda, la facción de Altamirano estuvo compuesta en su
mayoría con tendencias orientadas al espíritu representado por el grupo Convergencia. En una
carta firmada por Carlos Altamirano, Aniceto Rodríguez y Roberto Ampuero en octubre del
año 1982, se estableció que el partido no se sometería nunca más a la voluntad del PCCh a la
vez que se revalorizaba la alianza con fuerzas socialistas de tendencia cristiana y las fuerzas
democráticas progresistas de centro. En referencia al proyecto de Convergencia en la carta
declararon: “se trata de construir un consenso nacional para el cambio, en el que confluyan las
constantes históricas del socialismo chileno (...) y los valores solidarios y humanistas del
movimiento cristiano”.102
De trascendental importancia en torno a la construcción del movimiento de
Convergencia, se situaron las reuniones realizadas en Ariccia, Italia, pues en ellas fue la primera
vez, en donde representantes del socialismo tradicional y representantes de la vertiente
cristiana del socialismo, se encontraban en torno a las ideas de la Renovación. Tan importantes
como las reuniones de Ariccia, fueron los encuentros organizados en Chantilly, Francia los
años 1982 y 1983. Encuentros que también fueron decisivos para la aglutinación del proceso
de convergencia.103 La primera reunión tuvo como título “Chile-80: Movimientos, Escenarios y
Proyectos” y se discutieron diversos temas relacionados con la situación chilena, tales como:
sindicalismo, situación económica, situación de la mujer, etc. Entre los temas planteados y de
mayor importancia en términos ideológicos fue el consenso que se generó en torno a la
necesidad de abandonar el esquema marxista-leninista como marco teórico para el socialismo
en general.104 La selección temática del debate ya daba cuenta del tenor de la discusión y la

100 Carlos Ominami, “De la ideología a la política”, Revista Chile América, No. 78-79, pp.15-19, 1982, p.15.
101 Pollack y Rosenkranz, op. cit., p.198.
102 Robert Ampuero, Carlos Altamirano y Aniceto Rodríguez, “Declaración de los ex secretarios generales del Partido
49

Socialista de Chile”. En Ricardo Nuñez (Ed.), Socialismo. Diez años de Renovación. 1979-1989 De la Convergencia a la Unidad
Socialista, Santiago de Chile, Ediciones del Ornitorrinco, 1991, pp.107-115, p. 113.
Página

103 Dávila, op. cit.


104 Durante el encuentro se trataron 4 temas generales que convocaban a diversos intelectuales tanto del exilio como de Chile.

Los temas de discusión fueron: “Problemas del marxismo, el Socialismo y la Democracia”; “Presencia y composición de las
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

dirección que la corriente de la Renovación estaba tomando en términos políticos. El segundo


encuentro, tuvo como título “Los desafíos de la redemocratización” y continuando con las
temáticas del primer congreso, se debatió sobre la necesidad de desacralizar el marxismo y se
buscó confrontarlo, en tanto matriz teórica, a otras realidades conceptuales como la
democracia y el socialismo.105
Desde el PCCh y la vertiente Almeydista del PSCh, las ideas de Renovación y su
articulación a través de la Convergencia evidenciaba no solo “tendencias de derecha que se
manifiestan en una crítica negativa –de obsolencia- del marxismo, y de conceptos como el
lucha de clases y carácter de clase de un Estado”,106sino que además un despropósito para la
organización de la lucha en contra del régimen militar. 107 La constatación de estas reacciones
permite comprender la diversidad de caminos tomados entre la izquierda chilena,
especialmente aquella del exilio, frente al desafío (tanto intelectual como político) impuesto por
el golpe militar. Orlando Millas, uno de los líderes más importantes del PCCh, sostuvo sobre el
proceso de Renovación en general y las reuniones de Chantilly en particular:
Allí se quiso formular a la manera de las sentencias judiciales condenaciones al método
marxista. Y en las intervenciones se propició por algunas personas llamados a pasar de la
primera renovación –como se calificó al antimarxismo- a una segunda renovación inspirada en
el neoconservantismo monetarista de Friedman (…) Se levantó tribuna pretendiendo declarar
“inviable” el gobierno de Allende. Se manifestó simpatía por las “modernizaciones”
pinochetistas.108

Orlando Millas llegó a catalogar la reunión de Chantilly como: “la manifestación de un


anticomunismo morboso. En resumen, se dijeron disparates demasiado reaccionarios”.109
Además, desde el sector Almeyda, se sostuvo que la Convergencia: “altera el contenido
esencialmente clasista y revolucionario de nuestro proyecto socialista”, en donde se debe
plantear la rearticulación de la unidad de la izquierda en un “fortalecimiento de la alianza PS-

fuerzas sociales en conflicto”; “Evolución político-cultural del régimen militar y escenarios posibles de una transición a la
democracia”; “Sobre los contenidos de una propuesta alternativa” Actas del encuentro de Chantilly I. “Chile-80 Movimientos,
Escenarios y Proyectos”, Revista Chile América, Roma, No. 82-83, 1982.
105 Al igual que en el encuentro anterior, la discusión se realizó en torno a 4 grandes temas: “La dimensión cultural de la

redemocratización”; “Fuerzas armadas y Relaciones internacionales”; “Movilización Popular y fuerzas sociales”; “Marxismo,
Socialismo y Redemocratización”. Actas del encuentro de Chantilly II, “Los Desafíos de la Democratización”, En Ricardo
Núñez (Ed.), Socialismo: 10 años de Renovación. 1979-1989 de la Convergencia a la Unidad Socialista, Santiago de Chile, Ediciones del
Ornitorrinco. 1991, pp.138-154.
106 Partido Socialista de Chile, “Crisis de la izquierda según el pleno clandestino de los socialistas de Chile”, Revista Chile

América, Roma, No.78-79, 1982, pp. 93-94, p. 93.


107 En torno a un llamado de unidad amplia del mundo de izquierda en contra del régimen de Pinochet y a propósito de

iniciativas como Convergencia, Luis Corvalán, líder del PCCh dice: “Los comunistas no rehuimos la discusión sobre ningún
tema, pero preferimos discutir en medio del combate y ante todo para combatir mejor” Luis Corvalán, “La unidad de toda la
izquierda chilena”, Revista Chile América, Roma, No.78-79, 1982, pp.88-90, p. 90.
108 Orlando Millas, “No hemos dicho que en Chile este a la orden del día la lucha armada”, Revista Chile América, Roma, No.

84-85, 1983, pp.51-54, p. 53. Las críticas de O. Millas sobre la valoración del manejo económico del régimen militar, se refieren
a las declaraciones por parte de algunos importantes representantes de la corriente renovacionista, en torno al crecimiento
económico que el modelo adoptado por el régimen militar, había alcanzado. Por ejemplo, Carlos Ominami sostuvo: “La
derrota de la Unidad Popular nos llevó a constatar que era imposible conducir una política económica autárquica y
proteccionista. La experiencia militar puso en evidencia que el crecimiento económico era factible solamente al abrirse a los
50

mercados internacionales. Para nosotros, uno de los cambios fue constatar que el mercado no es más reaccionario que el
Estado […] en cierto sentido, el mercado trae consigo cierta impersonalidad mucho más deseable que la administración
Página

económica del Estado”. Citado en Javier Santiso, “La democracia como horizonte de espera y campos de experiencia: el
ejemplo chileno”, Revista de Ciencia Política, No. 2, Vol. XXI, 2001, pp.69-100, p. 86.
109 Millas, op. cit., p. 53.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

PC”.110 Consultado sobre la iniciativa de la Convergencia, Clodomiro Almeyda, en línea con lo


señalado por el PCCh, señalaba que el afán de dividir a la izquierda presente en la
Convergencia contribuyía a los objetivos de los adversarios del mundo popular.111
Dentro de la facción liderada por Almeyda, también existieron disputas internas. La
adhesión, en un primer momento, del PSCh Almeyda al Comité de Enlace, que buscaba
elaborar fórmulas para la unificación socialista, respondió a una petición de quienes
consideraban que la división del socialismo respondía más bien a diferencias personales, y que
la necesidad de un partido socialista unificado estaba por sobre diferencias ideológicas. Sin
embargo, una gran porción del liderazgo, estaba en desacuerdo con esta adhesión. Desacuerdo
que aumentó cuando el Comité de Enlace entabló negociaciones con Tomás Reyes de la DC.
Así en un pleno realizado por el Comité Central del PSCh Almeyda en 1982, decidieron
retirarse del Comité de Enlace, actuando en oposición a la fracción (representada por Julio
Stuardo y Carlos Briones) que buscaba apuntar a la unificación del partido. La Fracción
Stuardo-Briones, criticaba la postura del ala izquierda del PSCh Almeyda que defendía una
resistencia armada, debido que la seriedad de la crisis que la dictadura ocasionó requería la
unidad de una gran oposición democrática de las fuerzas socialistas para su derrota. Dicha
disputa, ocasionó una nueva fragmentación del socialismo.112
Vale destacar en este punto, frente a este tumultuoso período de escisiones y
reconfiguraciones, que la deconstrucción de programa de la izquierda chilena tanto al interior
del país como en el exilio, a la luz de la crisis de representación del fracaso del proyecto
político de la izquierda, como advierte Valderrama, en su origen no contenía ni línea ni
estrategia política específica “sino un cambio ideológico y, más precisamente, cultural, en cuyo
interior podían darse muy diversas líneas o estrategias políticas”.113 Esto explica la presencia de
múltiples formas de reconstrucción de la izquierda chilena post golpe de estado y los
constantes fraccionamientos que definieron la época.
Para el año 1983, la trayectoria del socialismo chileno componía la configuración de
dos polos entre la oposición al régimen militar. Por un lado, la DC, grupos de derecha no
pinochetista y algunos representantes del PR y PS, firmaron el Manifiesto democrático, el que
luego se transformó en el grupo llamado Alianza Democrática, coalición que reunió a la DC, el
Partido Liberal, el PR y el PS del sector de la Renovación que para entonces llevaba el apellido
Núñez. Dicha coalición inició diálogos con el ministro del interior del régimen; Sergio Onofre,
en contexto de una serie medidas de aperturas que el régimen se había visto en la obligación de
instaurar a propósito de las presiones internacionales y el surgimiento de una movilización
interna producto de la crisis económica. Sin embargo, Pinochet desechó estos intercambios en
septiembre de 1983.114 En paralelo, y a modo de reagrupar las corrientes socialistas chilenas, el
mismo mes de septiembre, se crea el Bloque Socialista, integrado por iniciativas como el
Secretariado por la Convergencia (PSCh XIV Congreso, MAPU OC, MAPU e IC), el Grupo
por la Convergencia (intelectuales) y el Grupo por la Convergencia Universitaria.115 En

110 Partido Socialista de Chile, op. cit., p. 94.


111 Clodomiro Almeyda, “El legado de Allende es su llamamiento persistente a la unidad”, Revista Chile América, Roma, No. 82-
83, 1982, pp. 37-40.
51

112 Pollack y Rosenkranz, op. cit., p. 201-202.


113 Valderrama, op. cit., p. 24.
Página

114 Ver: Víctor Muñoz, “El Partido Socialista de Chile y la presente cultura de facciones. Un enfoque histórico generacional

(1973 – 2015)”, Revista Izquierdas, Santiago de Chile, No.26, 2016.


115 Ver: Rojas, op.cit.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

definitiva, a través de esta alianza política, lo que se buscó era acercar a los socialistas históricos
con los socialistas de origen cristiano pertenecientes a los MAPU y la IC, proyectando la
posibilidad de formar alianzas entre el socialismo y la DC, alejándose del comunismo. No
obstante, este marco tampoco proliferó en el tiempo, debido tanto a la multiplicidad de
alianzas y a las indefiniciones político-estratégicas de quienes la componían.
Por otro lado, el mismo año 1983, el PCCh, el MIR y el PSCh Almeyda elaboraron su
propio frente: el Movimiento Popular Democrático (MDP). La diferencia entre ambas
asociaciones radicaba en las alianzas debido a la incompatibilidad de la DC con el PCCh y la
estrategia para derribar la dictadura. En dicha agrupación se plasmaba la política del PS
Almeyda para enfrentar la dictadura conocida como "lucha de masas rupturista con perspectiva
insurreccional” la que incluía la validez de “todas las formas de lucha que contribuyan a
consolidar y potenciar el movimiento de masas", que había sido confirmada en el congreso
XXIV del PSCh Almeyda del año 1985. Postura que coincidía con el ya mencionado giro
comunista.116 Dicha postura fue la causante de la escisión del grupo Stuardo-Briones ya
mencionado, el que se incorpora al PSCh Núñez, reforzando la predominancia de la versión
renovada del socialismo.
Vale destacar, que las mencionadas posiciones representan a las más predominantes,
pues como señala Muñoz, durante los años 1980, llegan a existir cerca de una veintena de
agrupaciones socialistas orgánicas. En la misma línea, Rojas sostiene que:

la coyuntura de la época estuvo invadida de propuestas convergentes, aliancistas e intentos de


reunificaciones. Lo anterior convirtió a la arena política chilena en un excéntrico panorama de
inclusiones y exclusiones, que en la práctica solo hizo más estéril el proceso de oposición al
régimen”.117

Hacia 1987, empezaron las primeras aspiraciones unificadoras en el socialismo. Para


entonces, diversos grupos de los MAPU, y representantes de las Convergencias, habían
adherido al PSCh de la vertiente renovada. El PSCh XXIV Congreso, ahora liderado por
Ricardo Núñez, había conseguido exitosamente, la unión de diversas facciones del socialismo.
Por su parte, el sector Almeydista, que venía de vivir fragmentaciones,118 flexibilizó la
disposición de socialistas almeydistas a pensar en la unidad. Esta disposición se consolidó con
el fracaso de la vía insurreccional del PCCh el año 1986, fracaso articulado a través de dos hitos
fundamentales: el descubrimiento por parte del régimen militar de la operación Carrizal que
tuvo como objetivo dotar de armas al PCCh y el fallido intento de asesinato a Pinochet por
parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Ambos episodios marcaron “el ocaso de la
política de rebelión popular de masas del PC chileno”.119 Este ocaso del PCCh, mencionado
por Pérez, significó el quiebre de la relación entre PS Almeyda y el PCCh, al ver reducida, éste

116 Muñoz, op. cit., p. 228-229.


117 Rojas, op.cit. p. 327.
118 Mauricio Rojas enumera tres tendencias presentes en el Almeydismo: la primera liderada por Clodomiro Almeyda,

adhirieron al marxismo-leninismo y fueron cercanos al PCCh, aunque mantuvieron una postura ambigua frente a la validez de
la lucha insurreccional; la segunda fueron los “Terceristas”, ubicados al interior de Chile, promovieron la fórmula de Ruptura
pactada y fueron proclives a un acuerdo unitario con el resto de las fuerzas socialistas renovadas; y por último, la corriente
52

liderada por “Los Comandantes”, que en contra de la ruptura pactada con la dictadura, promovieron el fortalecimiento del
movimiento popular para radicalizar el enfrentamiento. Si bien adherían al marxismo-leninismo, marcaron sus distancias con el
Página

PCCh. Luego del XIV Congreso, esta tendencia se escindió del Almeydismo y desde el exterior (Bruselas) formaron la facción
PS-Dirección Colectiva. Rojas, Ibíd., p. 372-373.
119 Pérez, op.cit, p. 160.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

último, su posibilidad real de incidencia en la política nacional, agregándose un capítulo más al


vínculo relacional entre socialismo y comunismo identificado en un apartado anterior. Sumado
a lo anterior, y luego del paro de julio del año 1986, se impuso la lógica dentro de la oposición
política del fracaso de la movilización política como estrategia para derribar el régimen y se
impuso “una visión pragmática de la negociación con el régimen dentro de su institucionalidad
jurídica”.120
Finalmente, el perfil del socialismo almeydistas se orientó hacia el socialismo renovado,
cuando en enero de 1988 llama públicamente a votar NO en el plebiscito. Con este gesto, se
alejó de la vía insurreccional para derrotar a la dictadura al mismo tiempo que se validaba la
estrategia del socialismo renovado. En este contexto, la corriente Tercerista asumió el control
manifestando su adherencia a la renovación y la unidad del socialismo. El 29 de diciembre de
1989 se oficializó la reunificación del socialismo en donde Jorge Arrate (líder del socialismo
renovado luego de Ricardo Núñez) asumió como secretario general y Clodomiro Almeyda
como presidente. En términos generales, como sostiene Mireya Dávila “El Partido Socialista
asumió la renovación socialista como la base ideológica de sustentación partidaria”.121Según
Heraldo Muñoz, una explicación para que finalmente se haya impuesto la vertiente renovada
en el tronco central del PSCh, fue que se lograron imponer las ideas de un nuevo socialismo
necesario para las nuevas condiciones sociales en Chile. “por su capacidad de articular un
nuevo pensamiento socialista, una nueva imagen socialista -más pragmática, más realista, más
en sintonía con el sentimiento popular (…) Creo que esa presencia intelectual, esa capacidad de
visión, nos permitió terminar siendo la principal fuerza”.122
A la lectura intelectual que hace Muñoz, habría que agregar el profundo trauma, que los
rebrotes de violencia hacían evidentes entre los movimientos sociales en el país. Trauma que se
tradujo en una desarticulación de los movimientos sociales, el consecuente fracaso de la
política implementada por el PCCh y la decisión, por ende, de apoyar una política pacifica de
transición hacia la democracia, representada por las fuerzas de la renovación.123
El partido ya unificado, no terminó con la presencia de corrientes diversas, pero si
asumió una posición estratégica de unirse pragmáticamente en torno al programa y a su rol en
la transición hacia la democracia y al interior de la Concertación de Partidos por la
Democracia.

Conclusiones
Las reconfiguraciones políticas que se desarrollaron en la izquierda chilena luego del
golpe de estado fueron múltiples. Luego de una crisis de la magnitud del golpe de estado en
Chile, los ideólogos de los distintos partidos y movimientos políticos debieron recurrir a
nuevos planteamientos para hacer frente a una realidad drásticamente distinta. La

120 Viviana Bravo, “Neoliberalismo, protesta popular y transición en Chile, 1973-1989”, Política y Cultura, No 37, 2012, pp. 85-
112, p. 109.
121 Dávila, op.cit., p. 92.
122 Citado en Jeffrey Puryear, Thinking politics: intellectuals and democracy in Chile, 1973-1988, Baltimore, Johns Hopkins University

Press. 1994, p.64.


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123 Sobre relación entre trauma, transformaciones del proyecto neoliberal sobre la sociedad chilena y la corriente de la

renovación tras el paradigma de la gobernabilidad que aplicó la Concertación durante la transición ver: Camila Jara, Trayectorias
Página

de (des)movilización de la sociedad civil chilena. Post-trauma, gobernabilidad y neoliberalismo en la restauración democrática (1990-2010), Tesis
doctoral, Universidad de Leiden, Leiden. 2016.
Mariana Perry, Las renovaciones socialistas que no vencieron, Izquierdas, Número Especial, 44, junio 2018:31-57

reconfiguración política se desarrollaba en ambientes tan diversos y hostiles como el exilio o


bajo la persecución política al interior de Chile de un régimen que duró 17 años. Estas
circunstancias significaron que la izquierda chilena en su conjunto tuvo que cuestionar y
transformar sus postulados políticos para poder ser parte del proceso en contra de la dictadura
instalada en Chile. No obstante, como se pudo observar, lejos de tratarse de un proceso
homogéneo, los cuestionamientos y reconstrucciones políticas se desarrollaron de manera
distinta entre las agrupaciones políticas. Para el caso del socialismo chileno, las divergencias se
alojaron en el seno mismo del partido, luego de una severa crisis que fragmentó y dividió a sus
representantes. Lo anterior, además de las circunstancias especiales de una dictadura militar, se
debió a una naturaleza originaria heterogénea, la influencia del contexto político del exilio, las
circunstancias al interior del país, y el rol clave jugado por los líderes del partido. Al igual que
en su fundación, en donde convivieron diversas tendencias, el PSCh en su reunificación, logró
armonizar sus tendencias internas reuniéndose en torno a un programa específico, sin ahondar
en principios ideológicos más profundos. Solo una mirada pragmática de lo acordado en el
programa político, (durante su fundación y durante la transición democrática) y una decisión
estratégica para ser un actor relevante en la política, es lo que ha logrado mantener unido a un
partido que alberga corrientes tan diversas.

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