Los Pactos de Obras y de Gracia - Walter Chantry

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LOS PACTOS

DE OBRAS Y DE GRACIA

Walter J. Chantry

El siguiente material es una traducción libre para


Federalismo 1689 español
LOS PACTOS
DE OBRAS Y DE GRACIA

Contenido

Introducción.......................................................................................................... 3

1. Definiciones de pacto ....................................................................................... 4

2. Semejanzas y diferencias entre los dos pactos ............................................... 6

3. Implicaciones de la presentación bíblica de los pactos ................................ 10

4. Un correctivo a las visiones pervertidas de la Escritura ............................. 16

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LOS PACTOS
DE OBRAS Y DE GRACIA

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre


tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá
en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
—Génesis 3:15

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas


a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres, y al polvo volverás”.
—Génesis 3:19

Introducción

Es difícil saber quién fue el primero que llamó a la doctrina de los pactos “la médula
de la divinidad (o teología)”; sin embargo, es la observación más apropiada. Sin huesos, el
cuerpo humano sería una masa de carne amorfa. Sin la teología, las ideas de la Escritura
conformarían una masa sin forma. La médula yace en el núcleo de los huesos que dan
forma a nuestro cuerpo y le da salud al organismo. Así que la doctrina de los pactos es la
esencia de la teología, de modo que la salud de cualquier sistema teológico depende del
entendimiento de esta verdad. Por lo que sería casi imposible exagerar la importancia
central de la enseñanza bíblica sobre los pactos.

En Génesis capítulo tres, observamos dos pactos en acción. Dos pactos muy diferentes
están vigentes al mismo tiempo. El pacto de obras no se presenta por primera vez en el
capítulo tres. Sin embargo, todas las esperanzas del hombre bajo este pacto se
desvanecieron aquí. La maldición del pacto de obras se declara en este punto y comienza
a precipitarse sobre Adán, su raza y su mundo.

Lo realmente sorprendente es que, así como se impone la maldición del pacto de las
obras, un nuevo pacto es publicado. Se anuncian las promesas del Pacto de Gracia (Génesis
3:15) antes de que se apliquen las maldiciones del primer pacto (3:19). Asombroso también
es el hecho de que el siguiente hecho de Adán que se registró fue un acto de fe despertado
por el pacto de la gracia. “Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era
madre de todos los vivientes" (Génesis 3:20). El principal de los pecadores no se desesperó
por su colosal fracaso bajo el pacto de obras. Tampoco se sintió abrumado por la terrible
maldición de la muerte universal anunciada. Más bien, tenía esperanza. Estaba lleno de
optimismo al oír la gloriosa y preciosa alianza de la gracia con sus alegres promesas.
El Pacto de Gracia surge de las cenizas del Pacto de Obras. A medida que el hombre
da su primer paso en las ruinas de la tierra maldita, lo hace confiando en el Pacto de la
Gracia. Estos acontecimientos son intérpretes del resto de la trama de la Biblia. Génesis se
inicia al principio, con el marco para entender todas las Escrituras. Si uno no entiende los
tres primeros capítulos de Génesis, no puede comprender el resto de la Biblia. Génesis 3 y
sus dos pactos dominan la experiencia y la historia de la humanidad, y continuarán
haciéndolo hasta que esta tierra vieja y preocupada sea destruida.

1. Definiciones de pacto

A. ¿Qué es un Pacto?

El Todopoderoso, que es infinitamente exaltado por encima de Su criatura, el hombre,


hizo a este en un estado de bienaventuranza (felicidad o bienestar). Esta bendición no fue
dejada a nuestra imaginación, sino que fue claramente explicada en los tres primeros
capítulos del Génesis.

1) El hombre tenía vida, tanto espiritual como física.

2) El hombre tenía conocimiento y justicia, siendo hecho a imagen de Dios.

3) El hombre tenía comunión con Dios, íntima comunión personal con su Hacedor.
Disfrutaba de amistad y cercanía con el Altísimo. Esta es siempre la verdadera felicidad
para los seres humanos: vivir, llenos de conocimiento y justicia, en la compañía cotidiana
de su Dios.

El modo en que el hombre fue hecho era mutable o cambiante. Ello posibilitó que
perdiera su bienaventuranza y fue tan triste esa realidad que el hombre, en efecto, perdió
la vida (Génesis 3:19), la justicia (3:11) y la comunión con Dios (3:8). Aunque el hombre
todavía permanecía en un estado de bienaventuranza, el Señor le preparó una manera de
continuar y ser confirmado en esa bendición. Esta es la esencia de lo que es un pacto: un
arreglo soberanamente dispuesto por el cual el hombre puede ser bendecido.

B. El Pacto de Obras

El hombre pudo haber tenido vida para siempre. Pudo haberse guardado en el
conocimiento y la rectitud. Pudo haber sido el eterno compañero del Señor de la creación.
Es probable que nunca hubiera conocido la corrupción, la miseria y la maldición. El camino
para que el inocente Adán y toda su posteridad permanecieran en un estado de bienestar y
se confirmara su felicidad (para eliminar la posibilidad de perderla) se basaba enteramente
en lo que el hombre haría.

"Y el SEÑOR Dios plantó un huerto hacia el oriente en el Edén;


y allí puso al hombre que había formado. Y de la tierra hizo crecer
Jehová Dios todo árbol agradable a la vista, y bueno para la comida;
El árbol de la vida también en medio del huerto, y el árbol del
conocimiento del bien y del mal". —Génesis 2:8-9
“Y Jehová Dios mandó al hombre, diciendo: De todo árbol del
huerto comerás libremente; mas del árbol del conocimiento del
bien y del mal no comerás; porque el día que
comieres de ella, ciertamente morirás". —Génesis 2:16-17

Bajo este pacto, el hombre debe hacer lo que se le ordena para continuar en un estado
de bienaventuranza. Si el hombre inocente es para permanecer feliz, ¡todo depende de lo
que haga! Si el hombre falla, entonces la maldición cae. Si el hombre tiene éxito, la
bendición será suya y pertenecerá a toda su descendencia. A través de la historia, a este
arreglo divinamente dado por el cual el hombre puede ser bendecido se le ha llamado el
Pacto de Obras. Nombre elegido porque su punto focal era el trabajo del hombre. Todo
depende de lo que haga el hombre.

Algunos objetan el uso de la expresión “Pacto de Obras” puesto que la Biblia no se


refiere, en ninguna parte, al arreglo en el Jardín del Edén con esa frase. Por supuesto,
tampoco hay muchas otras palabras teológicas en la Biblia. "Trinidad", "calvinismo",
"doctrinas de gracia", "expiación limitada", "depravación total", etc., nunca se encuentran
en las páginas de la Escritura. Lo importante es si las doctrinas a las que se refieren esos
términos se enseñan en la Palabra de Dios. No se puede negar que los conceptos empleados
bajo la frase "Pacto de Obras" se encuentran en la Escritura. Si alguien prefiere llamarlo
“Pacto del Edén”, no importa mientras el contenido del mismo sea bíblicamente definido.

C. El Pacto de Gracia

Cuando Adán pecó como representante de la raza humana, con lo que él y toda la
humanidad cayeron, el Señor reveló su determinación de rescatar a una gran multitud de
ese estado pecaminoso y de la maldición. Nuestro Dios no fue tomado por sorpresa cuando
Adán se rebeló. Aun antes de que el mundo fuese hecho, el Todopoderoso formó Sus
propósitos de gracia. Desde la eternidad, el Padre y el Hijo entraron en un acuerdo para
recuperar a los elegidos de Dios de las consecuencias de la Caída predestinada. Por razones
enteramente encontradas en la Deidad, el Señor no quiso abandonar a toda la humanidad a
la maldición que se merecían por desobedecer bajo el pacto de las obras.

Por lo tanto, en el Jardín del Edén, se publicó el segundo pacto. Esto también fue un
arreglo divina y soberanamente designado por el cual el hombre podía ser bendecido (o ser
feliz). Este segundo pacto, sin embargo, era un método por el cual el hombre, que había
perdido la vida, el conocimiento, la justicia y la comunión con Dios, podría recuperar esos
elementos de su bienestar y ser confirmado en ellos.

El Pacto de Obras no era un camino para la salvación. Era una manera para que el
hombre verdaderamente inocente y bendecido continuara y fuera confirmado en su
bienaventuranza. Nunca, nunca, el Señor propuso un esquema de obras para que los
pecadores fueran salvos. El Pacto de Gracia es el único plan divinamente revelado por el
cual los pecadores pueden ser bendecidos. Génesis 3:15 indica que toda la humanidad —
en Adán— se convirtió en compañera y aliada de Satanás. El hombre, la mujer y sus
descendientes se convirtieron en compatriotas del príncipe de las tinieblas. En espíritu, se
asemejaban más al diablo que a su Hacedor. Así que el Señor declaró Su plan de gracia
soberana mientras se dirigía al diablo:

"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente;


esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar".
—Génesis 3:15

Jehová no publicó un nuevo conjunto de reglas que el hombre debía llevar a cabo si
quería ser salvo. Sin embargo, el Creador afirmó: "Yo haré" lo necesario para separar a
Satanás del hombre caído. "Yo" traeré al hombre a mi lado para que pelee conmigo contra
el enemigo. El inicuo ideó un plan a fin de usar al hombre para atacar al Señor. Pero el
Señor se encargará de que la Semilla de la mujer emita el aplastante golpe de la derrota al
diablo. "La salvación es del Señor" (Jonás 2:9).

Si el hombre caído ha de ser restaurado y confirmado en la bienaventuranza, su única


esperanza está en lo que Dios haga por él. El hombre, bajo el pacto de gracia, recibe la
bendición, la vida, el conocimiento, la justicia y la comunión con Dios. Pero Dios hace el
trabajo para asegurarse de ello. Desde el punto de vista humano, todo es un regalo, es
gratuito. Todo es por gracia. Por eso ha sido llamado el Pacto de Gracia. Su característica
principal es la gracia gratuita de Dios para el hombre.

En la totalidad de la Escritura sólo hay dos arreglos divinamente instituidos por los
cuales el hombre podría ser bendecido: El Pacto de Obras por el hombre inocente y el
Pacto de Gracia para el hombre caído. Ambos pactos son referidos en la primera
comunicación de Dios al hombre después de la Caída en Génesis 3.

2. Semejanzas y Diferencias entre los Dos Pactos

A. El Bienestar de la Humanidad

Tanto el Pacto de Obras como el Pacto de Gracia se refieren al bienestar de la


humanidad. Ambos enfatizan la cuestión: “¿Cuál es el camino para que el hombre
prospere, se sienta satisfecho y experimente una condición feliz?” Y la bienaventuranza a
la que apunta cada uno de ellos es en muchos aspectos idéntica a la sostenida por el otro.
Ambos apuntan al hombre, a la vida, al conocimiento, a la rectitud y a la comunión con
Dios.

Sin embargo, en un sentido, el Pacto de Gracia conduce a un plano de bienaventuranza


mucho más alto de lo que jamás se contempló en el pacto de las obras. Porque el camino
de la gracia es sólo mediante la unión con nuestro precioso Señor y Salvador Jesucristo.
Ser la esposa del Hijo de Dios es la máxima bendición que supera en mucho lo que Adán
tenía en su estado inocente. Reinar con Cristo y compartir Su herencia es más que la
restauración y la confirmación en la bienaventuranza que Adán experimentara antes de la
Caída. En Cristo somos elevados por encima de los ángeles en cuanto a honra y
bienaventuranza. La unión con Cristo indica una mayor intimidad y privilegio en la
comunión, el conocimiento, la rectitud y la vida, que la que Adán tuvo en su estado antes
que cayera.
Como se describe en la Biblia, el pacto de las obras respira maldición. "Más del árbol
del conocimiento del bien y del mal, no comerás de él; porque en el día que de él comieres,
ciertamente morirás" (Génesis 2:17). Esta palabra de Dios implica la bendición de la
obediencia, pero expresa una maldición sobre la desobediencia. Tal énfasis en la maldición
en el pacto de obras es importante, porque bajo ese esquema la maldición —no la
bendición—, en realidad, llegó a toda la humanidad. Además, los hombres deben ser
advertidos de que, si no huyen a Cristo por gracia, deben recibir la maldición. "Porque
todos los que son de las obras de la ley están bajo la maldición" (Gálatas 3:10a). Entretanto,
el Pacto de Gracia respira promesa:

"... su simiente... te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón".


—Génesis 3:15

El Pacto de la Gracia no tiene maldición. Ninguno que entre realmente en el pacto de


la gracia puede ser maldecido, porque Dios hará por él todo lo que se requiera para su
bienaventuranza. El pacto de la gracia no necesita maldecir a nadie. Toda la humanidad ya
está maldecida bajo el Pacto de Obras. En efecto, "ahora no hay condenación para los que
están en Cristo Jesús..." (Romanos 8:1a).

B. El Hombre Debe Ser Justo Si Quiere Ser Bendecido

Tanto el Pacto de las Obras como el de la Gracia exigen que el hombre sea justo si
quiere ser bendecido. El Señor mismo es la fuente de toda integridad moral. Es imposible
que Dios peque. Él se opone a todo pecado. Lo aborrece y se enoja con los impíos
diariamente (Salmos 7:11). Él no puede mirar al pecado sin que le dé retribución. Su
respuesta instintiva al pecado es: "Apártate de mí..." Cuando el Altísimo hizo este mundo,
todo era muy bueno (Génesis 1:31). Eso significaba que toda la humanidad era moralmente
justa.

Sin embargo, un ser dedicado al mal recibió acceso al bueno y bello planeta tierra de
Dios. La serpiente (Satanás) engañó a Eva. Engañó a la mujer y la convirtió en la que
tentaría a Adán. Lo que se esperaba de Adán y Eva era lealtad y fidelidad a su Hacedor,
pero se unieron a la rebelión del inicuo. Fue esa salida de la justicia lo que hizo que Adán
y toda su raza perdieran la bienaventuranza. Génesis 3:15 indica que sólo un retorno a la
justicia traería bendiciones bajo el Pacto de Gracia. Entonces, en vez de estar en enemistad
con Dios, el Señor haría que Sus elegidos estuvieran en enemistad con Satanás.

El estándar de rectitud es idéntico bajo ambos acuerdos (el de las obras y el de la


gracia). No es nada menos que la ley moral estampada en los corazones de toda la
humanidad desde la creación

.“Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores
de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley,
hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley
para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando
testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”.
—Romanos 2:13-15
Nadie puede escapar completamente a una conciencia interna de este estándar, aun
cuando se rebele contra este. Dios es inmutable en todos Sus caminos. Lo que siempre
requiere del hombre es que imite Su propia justicia. Lo que Dios espera del hombre no
cambia.

Adán fue hecho recto, con un corazón inclinado a guardar la norma de justicia que
Dios dio. Génesis 2:17 da el mandato específico: "Mas del árbol del conocimiento del bien
y del mal, no comerás de él; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás". Hay
mucho más en este mandamiento que lo que aparece en su superficie. Se estableció un
período de prueba durante el cual el hombre debe obedecer para ser confirmado en su
justicia. Y el foco de atención está en un árbol.

Los teólogos a menudo se refieren a ese árbol como sacramental. Es el símbolo de toda
la obediencia que el Hacedor del hombre esperaba de él. Representa toda la justicia
requerida del hombre. Si Adán hubiera dejado de reconocer a Dios como su Dios, si Adán
hubiera dejado de guardar el sábado, si Adán hubiera sido infiel a Eva, si Adán se hubiese
convertido en un mentiroso, si Adán hubiera codiciado, habría habido una caída aunque
no hubiese tocado el fruto del árbol prohibido. En la práctica, comer el fruto prohibido
implicaba la ruptura de los diez mandamientos del Decálogo. Muchos de estos se muestran
explícitamente en Génesis 3. Codiciar el fruto, desear ser Dios, desacreditar la Palabra de
Dios, la infidelidad del hombre a su esposa, etc., están todos en el texto como parte de
comer del árbol prohibido. El árbol simbolizaba el estándar de justicia que el hombre debe
guardar.

La Escritura insiste repetidamente en este punto: que, el Altísimo, espera perfecta y


perpetua obediencia a cada uno de los estatutos en Su ley moral. Deuteronomio 27:26 se
cita en Gálatas 3:10: "Maldito todo aquel que no permanezca en todas las cosas que están
escritas en el libro de la ley para hacerlas". Santiago 2:10 es enfático: “Porque cualquiera
que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Génesis
3:15 nos muestra que si el hombre ha de ser bendecido bajo el pacto de la gracia, debe ser
puesto a cierta distancia de todo pecado. El pecado y la rebelión se definen de manera
idéntica bajo ambos acuerdos.

Hay una de las grandes diferencias entre los dos pactos: Cuando el hombre era
inocente, la forma para adquirir justicia era que él mismo se proveyera la que necesitaba.
Ahora, cuando el hombre es culpable y un vil pecador, la manera propuesta para adquirir
la justicia que necesita es que confíe en un Mediador para que se la provea.

Génesis 3:15 hace el primer anuncio del evangelio en cuanto a un Mediador que puede
proveer justicia para el pecador. La Simiente de la mujer será herida como un sacrificio
para quitar la culpa del hombre caído. La Simiente de la mujer herirá la cabeza de Satanás
para destruir su poder sobre el hombre al conducirlo al pecado. Pero de principio a fin,
ambos pactos tienen una definición idéntica de la justicia que el hombre debe tener para
ser bendecido por Dios. Sin santidad nadie (bajo ninguno de los dos pactos) verá al Señor
(Hebreos 12:14).
C. Principios de Funcionamiento en el Hombre

El Pacto de Obras y el de Gracia tienen diversos principios operativos en el hombre.


Los dos funcionan de manera idéntica para el hombre. Ambos apuntan a la misma
bienaventuranza para él. Ambos proponen la misma justicia para él. Sin embargo, ambos
tienen operaciones opuestas en el hombre.

El gran principio para el hombre que se esperaba emplear bajo el Pacto de Obras era:
El hombre debe trabajar por su propia justicia. Si Adán esperaba continuar y ser
confirmado en la bienaventuranza que tenía de la creación, su única esperanza era mantener
los mandamientos de Dios perfectamente, perpetuamente y universalmente. Este principio
se llama, en Romanos 3:27, "la ley de las obras".

El gran principio que se espera que emplee el hombre bajo el pacto de la gracia es
completamente diferente. Aquí el hombre debe creer. Esto se llama, "la ley de la fe"
(Romanos 3:27). El hombre debe ejercer fe en que Dios envíe un Mediador (la Simiente
de la mujer) que ha de proveerle la justicia que es indispensable a los ojos de Dios. La fe
en ese Mediador es la única manera en que los pecadores caídos, culpables y contaminados
pueden tener la justicia que Dios exige antes de que bendiga al hombre.

El principio operativo en el pacto de las obras es: "hacerlo nosotros mismos". El


principio operativo en el pacto de la gracia es "confiar en lo que hace el Mediador de Dios
por nosotros".

“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición,
pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas
escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se
justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;
y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”.
—Gálatas 3:10-12
En cierto sentido nada ha cambiado entre los dos pactos. Lo que se sostiene ante el
hombre en ambos pactos es la misma bienaventuranza. Lo que es necesario e indispensable
para recibir esta bienaventuranza es idéntico en los dos pactos. El Señor requirió justicia
perfecta y universal en ambos. La definición de justicia no cambia del pacto de las obras
al pacto de la gracia. Pero, en otro sentido, todo está en polos opuestos. En el Pacto de
Obras el hombre debe ganar por su hacer. En el Pacto de Gracia, el hombre debe recibir el
regalo gratuito de un Mediador creyendo.
3. Implicaciones de la presentación bíblica de los pactos

A. La teología del pacto es la esencia del calvinismo

Cuando la teología del pacto es mal entendida o enfrentada, por lo general se termina
rechazando rápidamente al calvinismo.1 Afirmar que sólo hay dos pactos, uno de obras
para el hombre inocente y otro de gracia para el hombre pecador, es otra manera de decir
que el Señor Jesús es el camino, la verdad y la vida, y que ningún hombre viene al Padre,
sino por Él (Juan 14:6). Todos los creyentes en el Antiguo Testamento, todos en el Nuevo
Testamento y nosotros mismos sólo podemos llegar a Dios como pecadores en Cristo.

Sólo hay un método de gracia para los pecadores. Dios no tiene diversos planes para
bendecirlos. Ni manipula los pactos frenéticamente en reacción a las decisiones humanas,
hasta que uno funcione bien porque el hombre lo acepta. Desde la eternidad pasada no
había sino un camino bien concebido para que los pecadores sean rehabilitados. Todos los
pactos desde el Edén representan este sacro plan de redención a través de un Mediador
designado divinamente.

Tal “Teología del Pacto” es prima cercana de la “Teología Federal”, la que nos enseña
que Dios se acerca a todos los miembros de la raza humana y dispensa bendiciones y
maldiciones a cada uno, bajo una de dos cabezas. O lo que hizo Adán determinará su
destino o lo determinará lo que hizo Cristo.

“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la
resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también
en Cristo todos serán vivificados”.
—1 Corintios 15:21-22
Si usted está en Adán, en la unión federal para que Adán haya servido como su
representante y sustituto, entonces usted debe morir. Si está en Cristo, en la unión federal
para que Cristo sirva como su representante y sustituto, usted vivirá. No hay una tercera
cabeza, ni un tercer arreglo. Esto es simplemente otra manera de decir que sólo hay dos
pactos.

Es esta verdad la que debe ser comprendida para entender la doctrina de la “expiación
limitada”.2 Cuando Jesús murió por sus ovejas, lo hizo por cierto número que el Padre le
había dado (véase Juan capítulos 6, 10 y 17). Él fue la Cabeza Federal designada o
representante de los elegidos. Nuestro Señor, en Su vida y en la cruz, actuó en nombre de
un número estipulado de pecadores. Por tanto, todos los que están en Cristo vendrán a Él

1
Calvinismo. El sistema de teología formulado durante la Reforma y sostenido por la iglesia en todas
partes hasta finales del siglo XIX. Enseña que Dios es soberano en todo, incluida la salvación del hombre
en la cual Dios justamente condena a todos los hombres a través de Adán por su pecado, pero elige a
algunos para la salvación en Su misericordia y Su gracia. El calvinismo también sostiene la verdad bíblica
de que el hombre es responsable de buscar a Dios y de invocarle en pro de su salvación.
2
Expiación limitada. La doctrina bíblica de que Cristo murió por su pueblo, elegido por Dios antes de la
creación del mundo. La doctrina opuesta es la expiación universal, que afirma que Cristo murió por todos
los pecados de todos los hombres.
y serán salvos en el día postrero (Juan 6:37). Todos los que están fuera de Cristo (fuera del
Pacto de Gracia) están perdidos irremediablemente.

Es posible que las personas crean en la “expiación limitada” aunque no entiendan la


teología del pacto o la teología federal. Sin embargo, los que lo hacen tienen una
comprensión vaga e indistinta de esta doctrina. No serían capaces de explicarlo ni
defenderlo ante ellos mismos ni ante los demás, sin recurrir al pacto o a la teología federal.
En la historia de la iglesia, aquellos que se aferran a algún sistema de verdad ajeno a la
teología del pacto, han tendido a rechazar la doctrina de la expiación limitada. De ahí que,
naturalmente, otras doctrinas de la gracia3 también sean atacadas.

Hay muchos que defienden al Dispensacionalismo4 y deploran la teología del pacto.


Estos cristianos han tolerado "cuatro puntos calvinistas", pero son inflexibles en oposición
a cualquier hombre que adopte la expiación limitada. Los dispensacionalistas perciben
instintivamente que la expiación limitada implica la teología federal o la teología del pacto.
Y están en lo correcto. La adopción de la teología del pacto incluirá el rechazo al
Dispensacionalismo.

B. El Dispensacionalismo Lleva la Semilla del Arminianismo 5

1. Todo el ideario del Dispensacionalismo —que Dios diseñó muchos esquemas para
el rescate del hombre y sin aliento esperó a ver cómo iba a recibirlos a cada uno—, es un
insulto a un Dios soberano. Antes de que el mundo fuese hecho, Dios determinó salvar a
Sus escogidos por un plan (Efesios 1:4-5). El plan revelado en la Caída, en Génesis 3:15,
fue el Pacto de Gracia.

2. El Dispensacionalismo coquetea con un estatus relativo entre lo correcto y lo


incorrecto, porque contempla a un Dios que establece y deroga leyes y caminos hacia la
rectitud casi a su antojo. No es casualidad que los dispensacionalistas enseñaran con
frecuencia una segunda obra de gracia. Ellos conciben la justicia como una experiencia
mística posterior al nuevo nacimiento que no está ligada a ningún estándar definido. La
Escritura enseña que hay una sola norma de justicia que surgió del mismo carácter de Dios:
"Sed santos como yo soy santo" (1 Pedro 1:15). Eso ha sido una constante en los dos pactos
revelados desde el cielo.

3
Doctrinas de la gracia. Un nombre dado al sistema teológico que sostiene la fe histórica de la Reforma,
que enfatiza la gloria de Dios en Su soberano sobre todas las cosas, y que incluye las doctrinas de la elección
y la expiación limitada. Es conocido como "calvinismo".
4
Dispensacionalismo. Sistema teológico que divide el tiempo en distintos "períodos de pacto", cada uno
de los cuales tenía una forma diferente en la que el hombre debía relacionarse con Dios. Una doctrina clave
en esta enseñanza es que la ley moral del Antiguo Testamento no se aplica al santo del Nuevo Testamento
porque era parte de una dispensación anterior, en la que la ley del pacto mosaico es reemplazada por la
gracia del nuevo pacto. Otra doctrina clave es la idea de un milenio de Cristo sobre la tierra. Nota: una
rama del dispensacionalismo llamada "dispensacionalismo histórico" sostiene que la ley moral de Dios
sigue aplicándose a los creyentes hoy como regla de vida y guía para la santidad; todavía se llama
dispensacional porque conserva la creencia en el reino literal de mil años de Cristo.
5
Arminianismo. El sistema teológico que sostiene que el hombre tiene dentro de sí una chispa del bien y
que, con su propia voluntad, puede escoger ser salvo. En este sistema, la salvación de la persona depende
de que "invite a Cristo a entrar en su vida" o de alguna "decisión" similar que debe hacer.
Algunos se han llamado a sí mismos "Reformados", pero atacan lo que las confesiones
de fe reformadas enseñan en la teología del pacto. Aunque no son conscientemente
dispensacionalistas, reviven muchos argumentos de esa escuela de pensamiento
anticalvinista. Seguramente no lo han hecho de modo intencional ni a consciencia. Sin
embargo, lo que han enseñado milita en contra de las doctrinas de la gracia. Se
horrorizarían al darse cuenta de que así es. Pero es la tendencia y la inevitable influencia
de tomar en serio sus enseñanzas y elaborarlas a partir de sus conclusiones naturales. Ha
sido un ataque a la soberanía y a una justicia claramente definida. La teología del pacto es
la esencia de la verdad bíblica. Aquellos que son sus enemigos pueden hacer un gran daño
a la iglesia de Cristo.

C. Los Pactos de Dios Son Permanentes

Cuando Dios hace un pacto, ¡es para que permanezca! En el capítulo tres de Génesis
hay dos pactos en vigor al mismo tiempo. Los dispensacionalistas tratan los pactos de Dios
casi como antojos de la fantasía divina. Es irreverente sugerir que el Todopoderoso sea
caprichoso. Nunca lo es. Todo lo que dice y hace fluye de Su sabiduría majestuosa. Pero
la impresión que surge bajo la enseñanza dispensacional es que el Señor Dios tuvo una
idea para la raza humana en la creación. Él le contó ese plan a Adán, pero el hombre pecó,
y la situación en la tierra se volvió desagradable y confusa. De modo que el Señor presentó
otra idea. Eso no mejoró el reino creado, por lo que el Señor presentó otro plan.

La sugerencia tácita en el dispensacionalismo es que el Señor está siempre un paso


detrás del hombre, reaccionando a las decisiones de su criatura. Eso implica que el pobre
Dios depende totalmente de la iniciativa del hombre. Si el hombre no ratifica las ideas del
Señor con la aprobación humana, no llegan a nada. Su concepto es que hubo una era de
inocencia que terminó en desastre. A eso le siguió una era de gobierno humano. Puesto
que eso logró poco, fue seguido por una dispensación de la promesa y así sucesivamente.
Uno se queda con la idea de que el Gran Arquitecto está en el cielo rasgando un plan tras
otro. Que está arrugando los viejos diseños y comenzando otro. Va a la mesa de dibujo una
y otra vez. El Antiguo Testamento es poco más que la sala de trabajo del arquitecto con
los planes arrugados, rechazados, por el piso. Todo el ambiente está lleno de fracaso.

Los pactos de Dios son tratados con la mentalidad de una máquina trituradora de
papeles por algunos que todavía desean ser llamados "calvinistas" o "reformados", pero
que han hecho ataques fuertes a la doctrina de los pactos. Eso viene a través de sus escritos
y discursos que, por su perspectiva antigua, están ahora rescindidos. Sugieren que el único
que hoy tiene alguna validez es el Nuevo Pacto presentado por el Señor Jesús. Todos los
demás han sido desechados, es lo que dicen.

Tenemos que tomar en serio las palabras de Jesús: "No penséis que he venido para
abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto
os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley,
hasta que todo se haya cumplido" (Mateo 5:17-18). El Señor Dios nunca jura por un
acuerdo con el hombre y luego lo cancela. Cuando Dios hace un pacto, o bien cada
elemento de él está perfectamente satisfecho por completo cumplimiento, o bien ese pacto
sigue vigente.
El Pacto de Obras no fue el primer intento de Dios con los hombres. Es un arreglo
avalado por el Todopoderoso. Puesto que no puede arrepentirse,6 instituyó este pacto, el
que nunca puede ser revocado. Génesis 2 y 3 no es un objeto interesante de la historia
antigua, excavado fuera de las arenas del tiempo para perturbarnos en cuanto a cómo
pensamos en un mundo que una vez fue y ya no es.

El Pacto de Obras está bien vigente hoy. Génesis 3:16-20 es una explicación de nuestro
actual mundo moderno.

“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con
dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará
de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste
del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra
por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y
cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva,
por cuanto ella era madre de todos los vivientes”.
—Génesis 3:16-20

Este es un mundo bajo la maldición del pacto de las obras. Los dos hechos más
angustiosos, pero más obvios de nuestra existencia son la corrupción de la naturaleza
humana y la muerte casi universal de toda la humanidad. Incluso nosotros, que confiamos
en Jesucristo, probamos y vemos la maldición del pacto de obras.

Pablo predicó ambos pactos.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado
la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se
inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés,
aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es
figura del que había de venir. Pero el don no fue como la transgresión; porque
si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho
más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre,
Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó;
porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación,
pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si
por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida
por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don
de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a
todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los
hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un
hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la

6
Arrepentirse, cambiar de idea (Números 23:19; 1 Samuel 15:29).
obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se
introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó,
sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así
también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo,
Señor nuestro”.
—Romanos 5:12-21

“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre
la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren,
también en Cristo todos serán vivificados”.
—1 Corintios 15:21-22

Usted vive bajo el Pacto de Obras o el de Gracia. No hay otro más que estos dos.

Si usted no ha confiado en Cristo (el Mediador de Dios para los pecadores), está en
este momento bajo el pacto de obras. Todos nosotros nacimos en Adán, es decir, bajo el
arreglo divino hecho con toda la raza humana. En el juicio, Dios exigirá que se cumplan
los términos de este pacto. Multitudes están viviendo bajo el pacto de las obras. Sólo
aquellos que han entrado en el Pacto de Gracia han escapado a la desesperanza de estar
todavía en Adán, nacido culpable, nacido bajo maldición.

Incluso la disponibilidad del Pacto de Gracia no debe ser malinterpretada. Cuando el


Señor dijo lo que expresó en Génesis 3:15, no fue porque vio con sorpresa y frustración
que la tierra fue pervertida en pecado. Dios no decidió darles a los hombres una segunda
oportunidad con algún plan alterno totalmente diferente para bendecirlo. Una vez que el
Señor instituyó el primer pacto, sus términos son honrados para siempre. Así, el primer
pacto se entreteje en el segundo.

Bajo el primer pacto, el hombre debe tener justicia perfecta, perpetua y universal para
ser bendecido. Bajo el pacto de la gracia, debe cumplirse una demanda idéntica. Ninguna
obediencia menor es aceptable. Bajo el pacto de las obras la maldición pronunciada por el
pecado es muerte. El hombre pecó y la muerte debe ser el resultado. Bajo el pacto de la
gracia, un Mediador debe cumplir la justicia perfecta por los hombres que no pueden
proveerla por sí mismos. El Mediador también morirá bajo la maldición del pacto de las
obras en lugar de los pecadores. El talón de la Simiente de la mujer está herido: "Cristo
nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros..." (Gálatas 3:13).
Él hizo esto no aboliendo la ley ni invalidando el pacto de las obras, sino "haciéndose
maldición por nosotros". Él satisfizo todas las demandas del pacto de obras. Cumplió todos
sus términos.

En lo que a nosotros respecta, ya no buscamos bendiciones mediante nuestra propia


ejecución de la ley. Sólo somos bendecidos por la fe en la obra del Mediador. Sin embargo,
la labor del Mediador tiene una referencia directa al Pacto de Obras y respalda su derecho
a gobernar los asuntos de los hombres.
Cuando el pacto de las obras fue quebrantado, Dios no la rasgó ni dijo: "Bueno,
comencemos de nuevo". Tampoco lo hizo con los pactos dados a Noé, Abraham, Moisés
o David. Un pacto debe permanecer en vigor hasta que todos sus términos se cumplan. Por
lo tanto, cada pacto debe articularse y actuar en concordancia con todos los pactos que le
han precedido.

D. Debemos hablar de ambos pactos

Cuando predicamos el evangelio bíblicamente debemos hablar de ambos pactos. Lo


que el Salvador hizo para rescatar a Su pueblo sólo puede explicarse en términos del pacto
de las obras. La emergencia por la cual rescató a los suyos fue porque la maldición del
pacto de las obras había caído sobre ellos. El pacto de la gracia no es un concepto
enteramente diferente y arbitrario del tablero de dibujo de un Dios indeciso. Tiene lazos
íntimos y semejanzas con el pacto de las obras. ¡Es sólo por ese entrelazamiento de los dos
pactos que tenemos algo que decir a los pecadores al predicar la gracia a los cristianos!

Cuando predicamos a los que están bajo el Pacto de Gracia —cuya bendición es a
través del trabajo de su Mediador— tenemos una aplicación vital para los impíos. Todavía
están en Adán, no en Cristo. La bienaventuranza que tenemos ante los hombres en el pacto
de la gracia es la bendición que los pecadores han perdido y todos los derechos que
perdieron en Adán.

Cuando en el evangelio hablamos de la maldición por la cual fuimos entregados en


Cristo nuestro Mediador, tenemos una lección crucial para todos los que no están bajo el
Pacto de Gracia. Esta es la misma maldición que pende sobre sus cabezas en el pacto de
las obras. Debemos decirles que si Dios no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros bajo la maldición del pacto de las obras (Romanos 8:32), ellos no
pueden escapar de la maldición a menos que huyan a la Simiente de la mujer y lo aseguren
como Mediador de ellos.

E. Ambos concuerdan en su definición de justicia

El Pacto de Obras y el Pacto de Gracia concuerdan en su definición de justicia. El


Nuevo Pacto habla de la ética con gran énfasis. Hay pasajes extensos del Nuevo
Testamento dedicados a la instrucción moral. Hay incluso largos capítulos de cosas que
"hacer y no hacer". Esto no es porque al hacer las obras de la ley (cualquier ley, dada por
Moisés o Cristo) podemos ganar la bienaventuranza. Perdimos toda esperanza de triunfar
a través del trabajo cuando caímos en Adán. Sin embargo, Cristo murió para hacernos
celosos de buenas obras (Tito 2:14). Esa es otra manera de decir que Dios puso enemistad
entre nosotros y la serpiente (Génesis 3:15). Él plantó en nuestras almas amor por la justicia
y odio al pecado. Eso nos hizo enemigos del diablo. La única manera de oponerse al
maligno y de agradar a Dios es caminar en justicia.

La justicia que se describe en el pacto de la gracia es precisamente el mismo código


de conducta establecido por el pacto de las obras. Si no fuera así, el Nuevo Testamento no
tendría ningún mensaje para los pecadores. El Espíritu de Dios comienza a operar la gracia
en el corazón convenciendo a los hombres del pecado. En forma objetiva, el Espíritu hace
uso de la ley, la ley moral, en esta obra de convicción. No predicamos a los pecadores una
nueva ley de Cristo. Ellos no están en Cristo. No están bajo el nuevo pacto. No tienen
ninguna obligación de obedecer los términos de un pacto que no es pertinente a ellos.
Tampoco son culpables de desobedecer leyes que nunca fueron para que las obedecieran.

Sin embargo, la ley moral impartida por Cristo pasa a ser una y la misma ley dada a
Adán y a su posteridad en el jardín. Nosotros predicamos la ley moral a los cristianos, pero
no porque sea un vehículo de su salvación. La salvación es un don gratuito a través de la
fe en Jesucristo nuestro Señor (Efesios 2:8, 9). En gratitud por el regalo gratuito ya
recibido, el cristiano debe intentar vivir en rectitud todos sus días. Es un acto de acción de
gracias. Pero la misma ley sigue siendo el alto estándar que se espera que todos los
incrédulos mantengan para ganar la bendición en Adán. Cuanto más ve un pecador del
código, menos esperanza tiene de guardarlo. Debe encontrar un Mediador que le provea la
justicia activa. Debe hallar un Mediador que lleve la maldición de él. Debe encontrar un
Mediador que pueda aplastar la cabeza a la serpiente y que lo capacite para llegar a ser
santo.

Es probable caer en la ley moral con los anteojos del pacto de las obras. Es posible leer
pasajes éticos del Nuevo Testamento en este contexto. Cuando la "ley de las obras" y no
la "ley de la fe" están en el corazón, toda obediencia es legal, no evangélica. Por esa razón
debemos entender completamente la naturaleza de ambos pactos. Prohibir los pasajes del
Antiguo Testamento simplemente no eliminará el espíritu del pacto de obras de los
corazones de los hombres.

4. Un Correctivo a las Visiones Pervertidas de la Escritura

En este mismo punto de la ley moral, frecuentemente se comete un error de


proporciones trágicas. Lo cometieron C. I. Scofield y sus seguidores dispensacionalistas.
Hasta este día, otros han comenzado a recorrer el mismo camino.

A medida que las personas leen el Antiguo Testamento, llegan al pacto de Moisés, el
gran pacto dado en el Monte Sinaí. Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio están llenos
de leyes y mandamientos. Cuando los dispensacionalistas leen a Moisés, dicen: "Este es el
pacto de las obras". Una afirmación idéntica ha sido hecha repetidamente por otros ajenos
al campo de la dispensación.

No cabe duda de que se esperaba que los hebreos realizaran muchas "buenas obras".
También se espera eso de los cristianos, como lo evidencian los extensos pasajes éticos del
Nuevo Testamento. Si eso fuera todo lo que significa la expresión "pacto de las obras",
podríamos estar de acuerdo en que tanto Moisés como Cristo emitieron pactos de obras.

Sin embargo, hay un contraste entre el Pentateuco y el Nuevo Testamento. En Moisés


hay una proporción y un predominio mucho mayor de las leyes y las ordenanzas. Las leyes
del Antiguo Testamento son más restrictivas y "opresivas". El Nuevo Testamento tiene
mucho más de gracia y promesa. De nuevo, si eso fuera todo lo que se pretendía al llamar
al de Moisés un pacto de obras, podríamos estar de acuerdo. En Moisés hay mayor
visibilidad de la ley y más rigidez que en el Nuevo Testamento.

Sin embargo, tanto los antiguos como los nuevos dispensacionalistas piensan en algo
más. Ellos realmente creen que Moisés estaba proponiendo un camino de salvación por
obras. Piensan que Moisés estaba realmente enseñando un "pacto por obras", como siempre
han usado esa frase los teólogos. Ellos nos dicen que la enseñanza de Moisés fue: "El
camino al cielo es guardar los Diez Mandamientos". ¡Hay algunos problemas muy serios
con esta interpretación mosaica!

Primero, Moisés sólo era un mediador. ¡Dios reveló el sistema del Sinaí desde el cielo!
Una cosa es que el Todopoderoso le diga al Adán inocente que continúe y se confirme en
la bienaventuranza por medio de sus propias obras. Pero sería monstruoso y casi blasfemo
sugerir que el Señor vino al hombre pecador caído, corrupto e indefenso a proponerle
seriamente que busque la restauración, el conocimiento, la justicia y la comunión con Dios
por medio de sus obras humanas. Tal cosa sería burlarse del hombre exigiéndole lo que no
es posible. Además, sería contrario a todo lo que Dios le reveló a Adán (Génesis 3:15), a
Noé, a Abraham, a Isaac y a Jacob. Para ellos el Señor decretó que los pecadores fueran
salvos por gracia por medio de la fe en un Mediador venidero. Sugerir a través de Moisés
el regreso a un pacto por obras para los pecadores sería en efecto una cosa nueva y un
completo cambio de sí mismo.

Los dispensacionalistas clásicos de Scofield, reconociendo los problemas ya dichos,


enseñaban que Dios no era realmente serio cuando habló con Moisés en el Monte Sinaí.
Todo lo que el Señor dijo fue realmente un "chiste". Los dispensacionalistas enseñan que
a través de Moisés, Dios instó a los judíos a hacer lo que debían haber sabido que nunca
se debe hacer. Jehová le había dado un pacto de promesa a Abraham. Eso era un sistema
de gracia para los pecadores. En el Sinaí, el Señor quería ver si los judíos realmente
valoraban ese sistema de gracia. Pero fallaron en la prueba. Su error fue creer una “ironía”
de Dios. Ellos accedieron a obedecer la voz de Dios y eso los devolvió a un sistema de
obras.

¡Qué horrible representación de Dios y del Antiguo Testamento! Si esta interpretación


se tomara en serio, todo el sistema del Sinaí compararía a Dios con un gato jugando con
un ratón antes de que caiga la inevitable destrucción. Si los dispensacionalistas tenían
razón, entonces nadie bajo el sistema mosaico, ni Moisés, ni David, ni Isaías ni ningún otro
judío serían salvos; porque tanto ellos como Dios los habrían puesto bajo un pacto de obras.
"Claramente nadie es justificado delante de Dios por la ley..." (Gálatas 3:11). Y todos ellos
estarían bajo la ley, no la gracia. Esa visión del Antiguo Testamento es espantosa e
imposible de defender. Aun los dispensacionalistas, de alguna manera, ignoran sus propias
teorías y encuentran una forma de sacar a los judíos del Antiguo Testamento, que estaban
bajo el mismo pacto por obras, al que tanto ellos como Dios juraron acatar en el Sinaí.

Cuando el Señor bajó al Sinaí, habló de manera audible con todo el pueblo antes de
entregar el extenso pacto a través del mediador Moisés. Sus primeras palabras fueron: "Yo
soy Jehová tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre"
(Éxodo 20:2). Los mandamientos sólo entonces fueron dados. Es evidente desde el
principio que los hebreos no fueron llamados a guardar la ley para ganar el favor de Dios.
Ya los había redimido (a nivel nacional, en el Éxodo). Su corazón ya estaba con ellos.
Debían guardar los mandamientos en gratitud por lo que el Señor ya había hecho por ellos.
Además, las extensas ceremonias de Moisés apuntan a un Mediador venidero. ¡Esto es
obviamente un pacto de gracia, no un pacto de obras!

Cada pacto bíblico después de la Caída es revelada por Dios como una forma del pacto
de gracia. Ninguna desde el Edén ha sido un pacto por obras. ¡Nunca, nunca, el Señor dio
un pacto por obras a los pecadores como un camino para la bendición! Ninguno de los
pactos bíblicos desde el Edén opera sobre la "ley de las obras" (Romanos 3:27). Todos
tienen como su principal fuente la "ley de la fe".

Por supuesto, es posible que cualquier persona pueda leer la ley moral en el Antiguo
Testamento o en el Nuevo, y vivir por el principio de las obras, no el de la fe. Algunos lo
hicieron en los días de Moisés. Los fariseos lo hicieron en los días de Jesús y de Pablo. Se
hace en nuestro propio día. Pero el Señor y la Escritura en ninguna parte requieren esto de
los pecadores, ni sugieren que la bendición seguirá para cualquier pecador que vive por el
principio de las obras. Él está destinado a fracasar.

Eso se debe a que todos los pactos bíblicos desde la Caída están unidos en su
característica principal de la gracia y la exigencia primaria del principio de fe en el hombre
de la que nuestra confesión7 habla como lo hace. Todos los pactos bíblicos (con Adán
después de la Caída, Noé, Abraham, Moisés, David, Cristo) no son sino varias
administraciones del pacto de la gracia8. Todos ellos encarnan los mismos principios
fundamentales que el camino de la salvación para los pecadores, a través de la confianza
en la Simiente de la mujer.

Las diversas administraciones del pacto de la gracia difieren en muchos aspectos. Son
distintas en la medida del Espíritu Santo dado, diversas en la forma en que expresan la
gracia en el culto, diversas en la manera en que hacen cumplir la justicia en el ámbito civil,
diversas en la organización visible a la que están atadas y diversas en los expresos detalles
elaborados bajo la ley moral. Sin embargo, en esencia son lo mismo. Todas ellas requieren
del hombre la "ley de la fe". Todas ellas describen el mismo estándar: la justicia. Todas
ellas declaran el mismo Mediador que salva. Todas ellas conducen a la misma
bienaventuranza para el hombre. Todas expresan los mismos grandes propósitos de la
gracia.

7
La Confesión Bautista de Londres de 1689, que es casi idéntica a la Confesión de Fe de Westminster
(1647), excepto en los asuntos de bautismo y gobierno de la iglesia. Ambas confesiones sostienen la
soberanía de Dios en la salvación y la responsabilidad del hombre de buscarlo.
8
NOTA de Federalismo 1689 español: En este punto, Walter Chantry difiere del Federalismo Bautista
Histórico, porque no expone completa ni fielmente la perspectiva bautista histórica, que rechaza la
estructura teológica-pactual de “un mismo pacto, bajo múltiples administraciones”. Si bien es cierto que en
los pactos que se ven en el A.T. se revela gracia por parte de Dios, y que apuntan por tipologías al Mediador
venidero, esto no implica que todos sean realmente “administraciones del mismo Pacto de Gracia”. Sin
embargo, se ha dejado la explicación para ser fiel a la traducción de este documento.
“Y [Abraham] creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”.
—Génesis 15:6

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para


salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está
escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el
cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con
injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues
Dios se lo manifestó”.
—Romanos 1:16-19

“Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero
no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le
fue contado por justicia”.
—Romanos 4:3-2

“Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma”.


—Hebreos 10:38

“Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de


la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y
agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones
os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa
tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia,
como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en
nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os
hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a
santificación”.
—1 Tesalonicenses 4:1-7

“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe
de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser
justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las
obras de la ley nadie será justificado. Y si buscando ser justificados en Cristo,
también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de
pecado? En ninguna manera. Porque si las cosas que destruí, las mismas
vuelvo a edificar, transgresor me hago. Porque yo por la ley soy muerto para
la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la
fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho
la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió
Cristo. ¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la
verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente
entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros:
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios
sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano.
Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros,
¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe? Así Abraham creyó a Dios,
y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son
hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por
la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En
ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos
con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley
están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no
permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y
que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo
por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas
vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por
nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un
madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los
gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una
vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham fueron
hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si
hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto,
pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley
que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero
Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. Entonces, ¿para qué sirve
la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la
simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles
en mano de un mediador. Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.
¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera;
porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por
la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que
es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la
fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser
revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a
fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo
ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los
que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente
linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.
—Gálatas 2:16 – 3:29
Documento original en inglés:

THE COVENANTS OF WORKS AND OF GRACE


http://www.chapellibrary.org/files/3613/7643/3184/cove.pdf

Traducción al Español
Iglesia Bautista Reformada “Sola Scriptura”
(Lima – Perú).

Revisión en Español
Nahum Saez.

Edición y Revisión Final


L. J. Torrealba.

FEDERALISMO

1689
ESPAÑOL

Para más información:


https://federalismo1689esp.wordpress.com

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