Medicina

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Yoga Bioenergético Gloria Morelli
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miércoles, 13 de junio de 2012


SANACIÓN TIBETANA

El Arte Tibetano de la Sanación


(Martinez Roca Ediciones)
Buda afirmó hace miles de años que el
sufrimiento es un instrumento de
liberación, y esta es, precisamente, la
base de la medicina tibetana tanto en el
pasado como en nuestros días.
Con el objetivo de ayudarnos a entender
la difícil prueba de la enfermedad, los
sabios budistas nos han dejado el legado
de las pinturas de los Tantras Médicos.
Dicen que su sola contemplación puede
modificar el estado del cuerpo y del
espíritu.
La cualidad única de la medicina tibetana
se halla no sólo en el claro compromiso
de sanar el cuerpo humano de males y
enfermedades, sino así mismo en su
revelación de un camino a través del
cual el cuerpo, la mente y el espíritu se
pueden liberar de los sufrimientos de
una existencia condicionada.

Según la tradición tibetana, el Buda, al


emanar como "El Señor de los
Remedios", estableció, hace miles de
años, las bases de la medicina tibetana
en la forma de los Gyushi o los Cuatro
Tantras Médicos. En el siglo XVII,
Sangye Gyamtso, regente del Quinto
Dalai Lama, escribió un comentario a los
Gyushi que conocemos con el título de
Berilo Azul, que ilustró con una serie de
extraordinarias pinturas recreadas por el
artista tibetano Romio Shrestha, que
permitían comprender el enfoque
tibetano budista de la salud, la sanación
y la espiritualidad.

Los médicos tibetanos dedicaron años de


estudio a estas pinturas, si bien el propio
Gyamtso afirmó que "fueron
establecidas para que el contenido de
los tantras médicos resultase
perceptible para cualquier persona,
desde el estudioso hasta el niño, con
tanta claridad como se puede ver una
planta de mirobálano en la palma de la
mano".

Hace unos 2.500 años, el Buda


Sakyamuni, afligido ante la perspectiva
de la ancianidad, el debilitamiento y la
muerte, descubrió un camino a través
del cual se podía aliviar el sufrimiento.
Las escrituras budistas más antiguas
describen el sufrimiento como algo que
surge de nuestros intentos habituales de
afianzarnos en un universo en perpetuo
cambio. El Buda enseñaba que un
excesivo apego, sobre todo al propio
cuerpo, da lugar al sufrimiento, pues la
impermanencia y el cambio son algo
esencial a toda vida: a través de la
meditación, se atenúa gradualmente la
identificación con el ego y se desarrolla
la intuición de la naturaleza evanescente
de toda existencia. La correcta
compresión lleva al nirvana, al cese de
todo sufrimiento.
Pero la aspiración budista no consistía
ya en asegurar la salvación personal,
sino en luchar en beneficio de los seres
sensibles. La compasión era la energía
esencial que animaba la existencia. Por
eso el voto solemne del bodhisatha
(hombre iluminado) de trabajar en
beneficio de todos los seres convirtió la
actividad compasiva y el alivio del
sufrimiento humano en los ideales
budistas fundamentales. Así, en el siglo
II a.C. se inició una renovación en el
pensamiento y prácticas budistas
inspirada por los escritos conocidos
como movimiento Mahayana o Gran
Vehículo y durante este período la
sanación de los enfermos se convirtió en
un método práctico de vivir conforme a
la virtud del servicio altruista.
Pero fue con la revelación de los textos y
prácticas secretas que aseguran la
liberación, los Tantras Médicos, cuando
el arte budista de la sanación alcanzó su
pleno desarrollo. En ellos, el cuerpo ya
no era tenido como un obtáculo en el
camino de la iluminación, sino en el
principal vehículo para lograrla. Tal
como se afirmaba en los Tantras: "este
cuerpo es el cuerpo mismo de los Budas,
más precioso que la más preciada de las
joyas". En los Tantras, el cuerpo es
mostrado como una morada de energías
dormidas que, cultivadas de un modo
adecuado, se manifiestan en cuerpo de
luz.
A partir del siglo VII, esta vía tántrica
esotérica llegó al Tibet procedente de la
India gracias a las enseñanzas del sabio
Padmasambhava. Bajo el reinado del
monarca Songtsen Gampo, apareció en
el Tibet un sistema sofisticado de
conocimientos médicos en el que quedó
plasmada la búsqueda de la sanación y la
totalidad, el sueño eterno de la especie
humana.
La formación del médico tibetano
engloba todos los aspectos de las artes
de la sanación, desde la identificación y
procesamiento de las plantas
medicinales hasta la empatía meditativa,
esencial para un diagnóstico certero.
Después de pasar por catorce años de
educación primaria, la formación de
médico requiere entre cinco y doce años
de riguroso estudio, período durante el
que desarrolla habilidades prácticas en
los campos del diagnóstico por el pulso,
la farmacología, la acupuntura, la
moxibustión y los métodos para
potenciar y modificar las sustancias
medicinales.

En la medicina tibetana las cualidades


internas de un médico se consideran tan
importantes como sus conocimientos
académicos. "El saber y la habilidad por
sí solos no bastan para ser un buen
médico -escribió el doctor Dhondrop-. El
amor, la bondad y la compasión hacia los
pacientes, así como un sincero esfuerzo
por compartir su tensión y aflicción, son
cualidades de importancia igual, si no
mayor". En consecuencia los ideales
budistas de sabiduría y compasión son
esenciales en su formación y los médicos
aún hoy día inician el día visualizandose
en forma de Buda de la Medicina y
recitan los textos que invocan su
presencia "...que pueda alcanzar pronto
las facultades del Buda de la Medicina y
llevar a todos los seres a su iluminado
reino".
El arte tibetano de la sanación,
practicado actualmente en todo el Tibet
y las regiones himalayas de Ladakh,
Nepal, Sikkim y Bután es transmitido aún
hoy de generación en generación en las
familias o, de un modo más sistemático,
a través de la Escuela de Medicina
Tibetana en Lhasa, o del Instituto de
Medicina Tibetana fundado en 1.961 en
Dharamsala, en el norte de la India, sede
del gobierno tibetano en el exilio.
Tras la huida de la población del Tibet
ocupado por la China maoísta, la
medicina tibetana ha experimentado un
proceso de desarrollo continuado que
incluye la formulación de nuevos
remedios para el tratamiento del cáncer
y las enfermedades del sistema
inmunológico. Tal como ha declarado el
actual Dalai Lama: "La medicina tibetana
es un sistema integrado de salud que ha
servido con eficacia a su pueblo durante
siglos y creo que puede ser aún muy
beneficiosa para el conjunto de la
humanidad".
Las visitas realizadas por médicos
tibetanos a Europa y Estados Unidos han
conducido al desarrollo de nuevas
investigaciones en los campos de la
interacción mente/cuerpo, así como a un
fructífero tratamiento de una variedad
de enfermedades resistentes a la terapia
convencional. El doctor Selzer, cirujano
de la Universidad de Yale, al comentar su
encuentro con el médico tibetano Yeshi
Donden, señaló que en "Occidente no
tenemos nada parecido. Se trata de una
dimensión de la medicina de la que aún
no somos conscientes".
Antes de emprender el camino de la
sanación y de la liberación, el Buda
señaló que uno debe experimentar
plenamente la desconcertante realidad
del dolor y la satisfacción. Tal como Buda
dijo, la comtemplación de la enfermedad,
sobre todo la propia, nos incita a la
compasión y a la inesperada posibilidad
de totalidad e integración. Si bien la
medicina tibetana reconoce la influencia
de los agentes patógenos en la
generación de la enfermedad, las fuerzas
de la avaricia y la agresividad enraizadas
en la ignoracia humana se consideran las
tres aflicciones primordiales a partir de
las que se derivan todas las demás.
El hecho de reconocer estos tres
"venenos de la mente" ofrece la
posibilidad de percibir los orígenes de
toda enfermedad y el primer paso en el
desarrollo de la sabiduría. Tal como se
cuenta que el propio Buda afirmó, "toda
vida es sufrimiento. Cuando uno así lo
percibe con claridad, el sufrimiento deja
de existir". La enfermedad tiene el
efecto de perturbar el conjunto de
nuestras rutinas y actos cotidianos
normales como un incentivo para que
volvamos a evaluar nuestras vidas.
Sogyal Rinpoche escribió que "las
épocas en que sufres son aquellas en las
cuales estás más abierto, y allí donde
eres sumamente vulnerable puede ser el
lugar donde se halle la mayor fuerza...".
Los médicos del Tibet sostienen que la
enfermedad permite comprender mucho
mejor que la buena salud como funciona
la mente. Una de las meditaciones más
profundas del budismo tibetano es la del
tonglen o del "dar y recibir". En esta
práctica, basada en la respiración,
cuando se aspira se absorve el
sufrimiento de toda la humanidad, y al
espirar se exhala el propio bienestar.
Esto se hace no sólo cuando uno se
siente fuerte, sino también cuando se
halla afectado por la enfermedad. Tal
como explican los lamas, no se debe
imaginar que desaparece el propio dolor,
sino que uno mismo se carga aún con
más dolor, con el sufrimiento de todos
los seres sensibles. Al hacerlo conforme
a estas pautas, el cuerpo se relaja y
curiosamente el propio dolor comienza a
disminuir. En este sentido Sogyal
Rinpoche recomendaba lo siguiente:
"hagas lo que hagas, no aisles ni separes
tu propio dolor. Por muy desesperado
que estés, acepta tu dolor tal como es,
porque, de hecho, to dolor intenta
entregarte un don inestimable, la
oportunidad de descubrir que se hace
manifiesto más allá de tu sufrimiento".
La muerte y las enfermedades
terminales hacen que nos adecuemos al
carácter efímero denuestros cuerpos
físicos y a la fugaz naturaleza de toda
existencia. Si es negada o reprimida,
esta conciencia puede conducir a la
locura y la depresión. Integrada, puede
liberarnos de los temores y las
esperanzas insostenibles de
permanencia que limitan nuestra vida.

Mientras no admitamos estas imágenes


en nuestra conciencia, nuestras vidas
constarán de un sinfín de evasiones, sin
alcanzar nunca la claridad y
espontaneidad del estado de despertar
consciente y la posibilidad de una
totalidad radical a la que el sufrimiento
no puede afectar. "Cuando finalmente
tus fuerzas vitales se desintegren
-afirmó el VII Dalai Lama-, contempla
como los elementos del cuerpo se
disuelven. Entonces, como si recobraras
a un viejo amigo, recibe con ilusión la
clara luz de la muerte". A lo que Sogyal
Rinpoche añadió: " la vida y la muerte
están en la mente y en ningún otro
lugar. La mente es la creadora de la
enfermedad y del sufrimiento, el
hacedor de lo que denominamos vida y
de lo que llamamos muerte".

La verdadera sanación, al igual que la


iluminación, depende de una fe
inquebrantable en la sabiduría y
luminosidad de nuestra naturaleza más
íntima. Como ayuda en este difícil
camino de autodescubrimiento, las
pinturas de los Tantras Médicos
tibetanos nos atraen al mágico reino de
la compasión y la creatividad.

Como sugiere el Berilo Azul, si


permanecemos abiertos a sus influencias
sanadoras, todas las aflicciones y
emociones falaces serán finalmente
liberadas en la gran expansión de la Luz
que todo lo impregna.
Extracto del libro "El Arte Tibetano de la Sanación".
Publicado por Ediciones Martinez-Roca.
GRACIAS: DIANA LLOYD

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