Martínez Cebolla, Gabriel. LA INDEPENDENCIA DE LATINOAMÉRICA
Martínez Cebolla, Gabriel. LA INDEPENDENCIA DE LATINOAMÉRICA
Martínez Cebolla, Gabriel. LA INDEPENDENCIA DE LATINOAMÉRICA
Ambos procesos son dos caras de la misma moneda, pero, el primero constituye la
historia de los vencedores en las contiendas civiles y así lo ha estudiado la
historiografía tradicional. Ésta se centra en la búsqueda de antecedentes propios de
cada región tendiendo a sobrevalorarlos e hipertrofiarlos tratando de justificar, de este
modo, los nuevos nacionalismos. Una visión que contempla desde un principio la
Independencia americana como una guerra entre metrópoli opresora y colonias en
busca de libertad.
Una contienda interna y civil se desarrolla a partir de ese momento en los territorios
americanos que se radicalizará gracias a la posterior política represiva de Fernando VII
y la torpeza del gobierno liberal. Inviable la solución pactada, el conflicto se vuelve
antagónico y pasa entonces de una guerra civil a una guerra propiamente colonial.
Para entender el origen del enfrentamiento social e interno que se produce en los
territorios americanos hay que valorar el marco social y económico en el que se
producen y que marcará la evolución de la actitud tanto de grupos sociales como de los
diferentes territorios.
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Criollismo: origen y desarrollo
El origen del criollismo corre paralelo al desarrollo de las sociedades americanas desde
el siglo XVII. Los criollos constituyen la oligarquía económica descendiente de los
conquistadores-encomenderos del S.XVI, poderosos mineros y ricos comerciantes.
Ante la ausencia de nobleza peninsular en los territorios americanos, esta élite
económica, añade durante el final del XVII y mediados del XVIII poder social e incluso
político con la compra de altos cargos de la administración a una arruinada monarquía.
Al mismo tiempo irán surgiendo patriotismos regionales, como no podría ser de otra
forma, que nacen del amor a la tierra de origen. Estos sentimientos se verán reforzados
en ciertos sectores criollos por intereses económicos divergentes a los de la Monarquía.
El fracaso en la articulación de un mercado nacional entre la península y América, la
regionalización económica y el comercio libre, que en la práctica suponía el
contrabando extranjero, enfocarán sus intereses hacia una economía de exportación.
La élite social se completa con los funcionarios reales, poderosos hacendados, ricos
gachupines, es decir españoles peninsulares instalados en el continente, y miembros
del alto clero.
Ninguno de estos grupos pondrá en duda la autoridad real pero determinados sectores
criollistas verán amenazados sus intereses económicos cuando a finales del S.XVIII se
implanten las reformas del absolutismo ilustrado tendentes la articulación de una
nación poderosa y un mercado proteccionista metrópoli-colonia.
LA SOCIEDAD DE CASTAS
PROFUNDA REGIONALIZACIÓN
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El territorio latinoamericano aparece determinado por una fuerte regionalización fruto
de tres factores que se irían desarrollando desde el comienzo de la colonización
hispánica:
Las reformas territoriales del reformismo ilustrado a partir de 1750 plasmarán estas
diferencias creando nuevos virreinatos como el de Buenos Aires, Nueva Granada o
capitanías como la de Chile o Venezuela ,con intereses económicos y realidades
sociales en nada coincidentes con las antiguos virreinatos de Nueva España y Perú.
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Sirva de ejemplo la rebelión de Miguel Hidalgo en 1810. Tradicionalmente se toma
como el inicio de la independencia de México, sus estandartes son la Virgen de
Guadalupe y el retrato de Fernando VII y fue reprimida con presteza por la propia élite
social de Nueva España. Lo más significativo de las rebeliones sociales será el temor
que extenderá entre los grupos sociales superiores. La rebelión de Tupac Amaru (1780)
estará muy presente en la memoria en la sociedad peruana que evitará movimientos
autonomistas que provoquen la inestabilidad social en su territorio.
La unidad del estado no se pone en duda pero dada la fuerte regionalización del
territorio surgen juntas populares en toda España coordinadas por una Junta Suprema
Central. En Ultramar siguen el ejemplo de los españoles peninsulares y crean sus
propias juntas que, sin embargo, tendrán serias consecuencias sobre la estabilidad
política y social.
Las élites criollas más innovadoras y decididas vieron, en la creación de las juntas, la
oportunidad de añadir, al poder económico y social que ya tenían, un poder político
necesario para confirmar sus intereses. Defenderán la creación de las juntas a
semejanza de las peninsulares, para ellos, representaban al pueblo soberano y debían
asumir el poder político en nombre de Fernando VII pero con autoridad propia e
independiente. Teoría que coincidía con la defendida por los liberales en España.
Frente a ellos se configuró una tesis fidelista, apoyada por clérigos regalistas, grandes
hacendados, gachupines poderosos, y miembros de la burocracia real. Defendían que
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el único poder legítimo dimanaba de la Península y en tanto hubiera algún órgano de
poder político en ella, y en aras de la estabilidad, el gobierno correspondía a la antigua
burocracia real.
En 1810 se teme por la victoria de los franceses en España, que está cerca de ser total, y
surgen las primeras Juntas en Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas y Cartagena de
Indias. Inmediatamente se producen enfrentamientos violentos entre ambas tendencias
que dividen a la sociedad e incluso bipolarizan los diferentes territorios
latinoamericanos.
Juntas criollistas-autonomistas:
Las recién creadas juntas serán denominadas autonomistas por su concepción del
poder político. El virreinato de Buenos Aires con una oligarquía de mercaderes y
hacendados muy compacta y que producía para la exportación, constituye su principal
bastión.
En Chile y Venezuela las juntas tienen que hacer frente a fuertes resistencias de núcleos
fidelistas y por último Nueva Granada debido a su fraccionamiento geográfico y
económico caerá en una anarquía con proclamación de juntas en uno y otro sentido.
La posición fidelista:
Nueva España reproduce lo acontecido en Perú y serán las élites criollas las que
repriman violentamente los movimientos rebeldes como la de Miguel Hidalgo con
marcado carácter social e indígena en 1811.
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sociales que pasan de pasivos a desarrollar un papel activo engrosando las diferentes
milicias pero siempre con una posición subordinada que nunca provocará el peligro de
una guerra de razas. En Venezuela los fidelistas con apoyo desde Nueva España y los
llaneros del interior derrotan a los autonomistas y Bolívar su líder debe refugiarse en
Nueva Granada. Buenos Aires trata con poco éxito asegurar los territorios del interior
que permanecen fuera de su gobierno fracasando en el control de Paraguay y el Alto
Perú controlado por las milicias peruanas. A pesar de esta escalada bélica no se
abandonan las salidas pactadas. En Chile se establecerá el tratado de Lircay por el que
la junta autonomista conserva el poder político interior y libertad económica pero
reconoce la legitimidad del Rey y su pertenencia a la corona española.
LA CONSTITUCIÓN DE LIDERAZGOS
Primero la conciencia de las juntas criollas del apoyo que debían prestarse entre ellas y
donde Buenos Aires se confirmaba como bastión fundamental.
El año 1814 supone la vuelta al trono de Fernando VII y por lo tanto la vuelta del poder
legítimo en todos los territorios de la Corona.
La situación en Ultramar no era irreversible. La autoridad del Rey era respetada por
ambas partes y le hubiera valido para actuar como mediador. Tratados como el de
Licray demostraba que la salida pactaba era posible, aunque el grado de autonomía
hubiera tenido que ser mayor para territorios como Buenos Aires o Venezuela.
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autonomistas como rebeldes y traidores. De esta forma se iniciará un doble conflicto;
solapado en la Península entre liberales y absolutistas, abierto en forma de guerra en
América. Tanto es así, que se puede distinguir entre un periodo de contiendas civiles
hasta 1814 y, desde ese año, una guerra colonial entre metrópoli y colonias.
Por último, los núcleos autonomistas se radicalizan recogiendo los idearios políticos
más abiertos de la Ilustración y siguiendo el ejemplo de los norteamericanos derivan a
posiciones independizantes, entre otras cosas porque el Rey no les deja alternativa.
En 1816 la precaria situación de los patriotas, como empiezan a llamarse los partidarios
de la Independencia, les fuerza a cambiar de métodos y política. Moderan sus
extremismos procurando atraerse sectores sociales que hasta entonces no han tomado
partido o se inclinaban hacia el realista.
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La Independencia de Chile es otro claro ejemplo. José San Martín contará con el apoyo
de Buenos Aires, que había proclamado su independencia en Tucumán 1816, para
formar un ejército y junto a exiliados chilenos liberar Santiago en 1817.
El primer gran servicio fue la desaparición del ejército expedicionario preparado y que
nunca partirá de la Península. Con ello, perdieron los realistas toda esperanza de
recibir refuerzos y los patriotas tuvieron ocasión de reorganizarse e iniciar campañas
militares, San Martín desembarca en Perú desde Chile.
Las cortes liberales comienzan una serie de reformas que atentan directamente contra
los intereses de los sectores sociales más conservadores y que en América constituyen
el núcleo del bando realista. La expulsión de los jesuitas, la supresión del fuero
eclesiástico y sus privilegios, el inicio de confiscaciones de tierras y las propuestas de
desamortizaciones legislaban en contra de los grupos sociales que sostenían desde 1810
la causa fidelista. Las consecuencias serán determinantes.
En Nueva España la respuesta local fue inmediata. Se proclama el plan de Iguala (1821)
donde se garantiza la propiedad frente a cualquier intento de desamortización civil o
eclesiástica, la seguridad de empleo para la burocracia y los fueros militares. Al mismo
tiempo se incorporaba la igualdad de derechos civiles para todos los grupos
socioétnicos asegurando la cohesión de la sociedad.
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en Venezuela y Quito tomado por Bolívar y Sucre e incorporados a la nueva República
de Colombia.
Unos, los criollos más liberales, verán la oportunidad de aunar poder político y
económico a través de la creación de juntas que recojan el poder legítimo del pueblo,
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otros los fidelistas prefieren asegurar su posición y en aras de la estabilidad respetar la
autoridad de la Península manteniendo a la antigua burocracia.
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