Martínez Cebolla, Gabriel. LA INDEPENDENCIA DE LATINOAMÉRICA

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LA INDEPENDENCIA DE LATINOAMÉRICA1

Gabriel Martínez Cebolla

El análisis de la Independencia de Latinoamérica implica el estudio de dos procesos, el


primero la emancipación política de las nuevas naciones que nacen a partir de ese
momento, el segundo, la disgregación de los territorios de la Monarquía española en
Ultramar.

Ambos procesos son dos caras de la misma moneda, pero, el primero constituye la
historia de los vencedores en las contiendas civiles y así lo ha estudiado la
historiografía tradicional. Ésta se centra en la búsqueda de antecedentes propios de
cada región tendiendo a sobrevalorarlos e hipertrofiarlos tratando de justificar, de este
modo, los nuevos nacionalismos. Una visión que contempla desde un principio la
Independencia americana como una guerra entre metrópoli opresora y colonias en
busca de libertad.

La línea explicativa que voy a exponer va más en consonancia con la segunda


perspectiva, es decir, la desintegración, a principios del siglo XIX, de la estructura
política de la monarquía española en América. Esta tesis, defendida por Céspedes del
Castillo en los años 80 y posteriormente desarrollada, sin renunciar a los diferentes
antecedentes socioeconómicos de cada territorio busca el origen en un hecho sin
precedentes en la historia hispanoamericana: el vacío de poder político en la corona
durante la Guerra de la Independencia española a partir de 1808.

Una contienda interna y civil se desarrolla a partir de ese momento en los territorios
americanos que se radicalizará gracias a la posterior política represiva de Fernando VII
y la torpeza del gobierno liberal. Inviable la solución pactada, el conflicto se vuelve
antagónico y pasa entonces de una guerra civil a una guerra propiamente colonial.

AMÉRICA EN EL SIGLO XVIII.: MARCO SOCIOECONÓMICO

Para entender el origen del enfrentamiento social e interno que se produce en los
territorios americanos hay que valorar el marco social y económico en el que se
producen y que marcará la evolución de la actitud tanto de grupos sociales como de los
diferentes territorios.

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Criollismo: origen y desarrollo

El origen del criollismo corre paralelo al desarrollo de las sociedades americanas desde
el siglo XVII. Los criollos constituyen la oligarquía económica descendiente de los
conquistadores-encomenderos del S.XVI, poderosos mineros y ricos comerciantes.
Ante la ausencia de nobleza peninsular en los territorios americanos, esta élite
económica, añade durante el final del XVII y mediados del XVIII poder social e incluso
político con la compra de altos cargos de la administración a una arruinada monarquía.

Al mismo tiempo irán surgiendo patriotismos regionales, como no podría ser de otra
forma, que nacen del amor a la tierra de origen. Estos sentimientos se verán reforzados
en ciertos sectores criollos por intereses económicos divergentes a los de la Monarquía.
El fracaso en la articulación de un mercado nacional entre la península y América, la
regionalización económica y el comercio libre, que en la práctica suponía el
contrabando extranjero, enfocarán sus intereses hacia una economía de exportación.

La élite social se completa con los funcionarios reales, poderosos hacendados, ricos
gachupines, es decir españoles peninsulares instalados en el continente, y miembros
del alto clero.

Ninguno de estos grupos pondrá en duda la autoridad real pero determinados sectores
criollistas verán amenazados sus intereses económicos cuando a finales del S.XVIII se
implanten las reformas del absolutismo ilustrado tendentes la articulación de una
nación poderosa y un mercado proteccionista metrópoli-colonia.

LA SOCIEDAD DE CASTAS

Durante el siglo XVIII se produce un generalizado crecimiento de la población


indígena que ha superado los desastres biológicos de anteriores periodos. Se consolida
como base social de los territorios americanos y junto a la población negra se
convierten en el estrato más bajo de una sociedad de castas que los relega socialmente
y los explota económicamente.

A partir de 1750 la extensión del mestizaje aumenta y se produce una maduración


social que les capacita para oponerse a los prejuicios etnosociales produciendo un
liderazgo más maduro y capaz. Esta presión se canalizará de forma violenta en algunas
ocasiones influyendo, como luego veremos, en la actitud de las élites superiores.

PROFUNDA REGIONALIZACIÓN

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El territorio latinoamericano aparece determinado por una fuerte regionalización fruto
de tres factores que se irían desarrollando desde el comienzo de la colonización
hispánica:

a) Las diferencias étnico sociales que dependen de la mayor o menor densidad de


la población prehispánica y de la posterior aportación europea.
b) La inexistencia de una economía unificada consecuencia del fracaso español por
establecer un mercado nacional y que incluso puso trabas al intercambio entre
los propios territorios americanos.
c) Las considerables dificultades de comunicación de la época que potencian el
aislamiento sociopolítico y refuerzan los dos factores antes citados.

Las reformas territoriales del reformismo ilustrado a partir de 1750 plasmarán estas
diferencias creando nuevos virreinatos como el de Buenos Aires, Nueva Granada o
capitanías como la de Chile o Venezuela ,con intereses económicos y realidades
sociales en nada coincidentes con las antiguos virreinatos de Nueva España y Perú.

CONFLICTOS POLITICOSOCIALES EN EL S.XVIII

Algaradas y tumultos urbanos, reacciones de tipo reivindicativo e incluso


insurrecciones indígenas se dieron con frecuencia en las Indias. La historiografía
tradicional eleva a algunos de ellos a precursores de la Independencia u origen de las
futuras nacionalidades.

Analizando su naturaleza encontramos, sin embargo, pocas conexiones con intenciones


independentistas siendo más fruto de la lucha interna de una sociedad de castas
fuertemente estratificada y que no permite la participación social y política de grandes
sectores de la sociedad.

La génesis y significación del conjunto de estos hechos permite clasificarlos en dos


grupos: los que tienen intencionalidad y significación política y aquellos que son
fenómenos socioeconómicos. Los de tipo político son resultado de un mayor desarrollo
y fuerza del criollismo. Su objetivo nunca es revolucionario, sino el de frenar la política
de reformas y obtener el mantenimiento de los interese creados. Conspiraciones
políticas como la del Manuel Gual (1797) y aún abiertas rebeliones como la de Miranda
(1806) en Venezuela no hallan el mayor eco social. Los socioeconómicos son reacciones
desesperadas contra situaciones desesperadas y crónicas de explotación e injusticia,
disparadas por periodos de hambre o de opresión intensificada. Aspiran a acabar con
esas situaciones pero no a subvertir el orden establecido.

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Sirva de ejemplo la rebelión de Miguel Hidalgo en 1810. Tradicionalmente se toma
como el inicio de la independencia de México, sus estandartes son la Virgen de
Guadalupe y el retrato de Fernando VII y fue reprimida con presteza por la propia élite
social de Nueva España. Lo más significativo de las rebeliones sociales será el temor
que extenderá entre los grupos sociales superiores. La rebelión de Tupac Amaru (1780)
estará muy presente en la memoria en la sociedad peruana que evitará movimientos
autonomistas que provoquen la inestabilidad social en su territorio.

LA MONARQUÍA SIN REY (1808)

La invasión francesa de España y el secuestro de Fernando VII constituye un hecho sin


precedentes inicia a partir de 1808 un periodo de convulsiones e inestabilidad interna
en la América hispánica que tendrá graves consecuencias. Primero una guerra civil
entre las élites sociales americanas y más tarde la evolución de este enfrentamiento
hacia la independencia de cada territorio.

Nunca en la historia de España desde 1492 se dio la circunstancia de que el trono


quedara vacante y jamás se interrumpió la legitimidad del poder como ocurre a
principios del XIX tanto en la España peninsular como en la americana.

EL poder, en tanto la tradición del pensamiento político ilustrado, residía en el pueblo,


que delegaba en un rey legítimo; desaparecido o incapacitado el monarca (en este caso
preso de un enemigo exterior) el poder revierte al pueblo.

La unidad del estado no se pone en duda pero dada la fuerte regionalización del
territorio surgen juntas populares en toda España coordinadas por una Junta Suprema
Central. En Ultramar siguen el ejemplo de los españoles peninsulares y crean sus
propias juntas que, sin embargo, tendrán serias consecuencias sobre la estabilidad
política y social.

En el continente aparecen dos líneas diferentes para la solución de la crisis política de


un estado español descabezado.

Las élites criollas más innovadoras y decididas vieron, en la creación de las juntas, la
oportunidad de añadir, al poder económico y social que ya tenían, un poder político
necesario para confirmar sus intereses. Defenderán la creación de las juntas a
semejanza de las peninsulares, para ellos, representaban al pueblo soberano y debían
asumir el poder político en nombre de Fernando VII pero con autoridad propia e
independiente. Teoría que coincidía con la defendida por los liberales en España.

Frente a ellos se configuró una tesis fidelista, apoyada por clérigos regalistas, grandes
hacendados, gachupines poderosos, y miembros de la burocracia real. Defendían que

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el único poder legítimo dimanaba de la Península y en tanto hubiera algún órgano de
poder político en ella, y en aras de la estabilidad, el gobierno correspondía a la antigua
burocracia real.

En 1810 se teme por la victoria de los franceses en España, que está cerca de ser total, y
surgen las primeras Juntas en Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas y Cartagena de
Indias. Inmediatamente se producen enfrentamientos violentos entre ambas tendencias
que dividen a la sociedad e incluso bipolarizan los diferentes territorios
latinoamericanos.

EL DESARROLLO POLÍTICO DE LAS JUNTAS

Juntas criollistas-autonomistas:

Las recién creadas juntas serán denominadas autonomistas por su concepción del
poder político. El virreinato de Buenos Aires con una oligarquía de mercaderes y
hacendados muy compacta y que producía para la exportación, constituye su principal
bastión.

En Chile y Venezuela las juntas tienen que hacer frente a fuertes resistencias de núcleos
fidelistas y por último Nueva Granada debido a su fraccionamiento geográfico y
económico caerá en una anarquía con proclamación de juntas en uno y otro sentido.

La posición fidelista:

Perú constituye el núcleo de la posición fidelista y contribuye a la bipolarización del


enfrentamiento frente a Buenos Aires. El miedo a un levantamiento de la masiva
población indígena y mestiza en caso de inestabilidad política, como ya demostró la
sublevación de Tupac Amaru, llevo a realizar un pacto tácito entre criollos y fidelistas.
Se permitió el acceso al poder político de forma moderada a los criollos que vieron
muchas ventajas en un Perú fuerte que intervendrá en contra de las juntas
autonomistas de Chile, Quito o Alto Perú territorios del Virreinato del Perú anteriores
a las reformas administrativas del S. XVIII.

Nueva España reproduce lo acontecido en Perú y serán las élites criollas las que
repriman violentamente los movimientos rebeldes como la de Miguel Hidalgo con
marcado carácter social e indígena en 1811.

LOS ENFRENTAMIENTOS BÉLICOS:(1810-1814)

La contienda civil se convierte en bélica y radicaliza las posturas extremistas de ambos


bandos. Las dos partes iniciaron un proceso de atracción del resto de los grupos

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sociales que pasan de pasivos a desarrollar un papel activo engrosando las diferentes
milicias pero siempre con una posición subordinada que nunca provocará el peligro de
una guerra de razas. En Venezuela los fidelistas con apoyo desde Nueva España y los
llaneros del interior derrotan a los autonomistas y Bolívar su líder debe refugiarse en
Nueva Granada. Buenos Aires trata con poco éxito asegurar los territorios del interior
que permanecen fuera de su gobierno fracasando en el control de Paraguay y el Alto
Perú controlado por las milicias peruanas. A pesar de esta escalada bélica no se
abandonan las salidas pactadas. En Chile se establecerá el tratado de Lircay por el que
la junta autonomista conserva el poder político interior y libertad económica pero
reconoce la legitimidad del Rey y su pertenencia a la corona española.

LA CONSTITUCIÓN DE LIDERAZGOS

El creciente arraigo del fidelismo en Venezuela y el triunfo del Perú en la represión de


las juntas autonomistas adyacentes tuvo dos consecuencias:

Primero la conciencia de las juntas criollas del apoyo que debían prestarse entre ellas y
donde Buenos Aires se confirmaba como bastión fundamental.

Segundo, la aparición de liderazgos fuertes y carismáticos que aglutinan las dispersas


autonomistas. Simón Bolívar constituye un ejemplo de ambos aspectos; criollo de
origen venezolano con formación intelectual europea e influido por las tesis liberales
inicia el movimiento de autonomía en Venezuela. En 1812, derrotado, se refugia en
Nueva Granada donde se incorpora a la causa autonomista que convierte en
latinoamericana organizando la reconquista desde allí de Caracas en 1813.

LA ETAPA DE DESINTEGRACIÓN. 1814-1820

El retorno de Fernando VII

El año 1814 supone la vuelta al trono de Fernando VII y por lo tanto la vuelta del poder
legítimo en todos los territorios de la Corona.

La situación en Ultramar no era irreversible. La autoridad del Rey era respetada por
ambas partes y le hubiera valido para actuar como mediador. Tratados como el de
Licray demostraba que la salida pactaba era posible, aunque el grado de autonomía
hubiera tenido que ser mayor para territorios como Buenos Aires o Venezuela.

El rey renuncia a considerar ninguna de estas fórmulas de conciliación. Su voluntad


como en España, es el retorno a la situación previa a 1808. En vez de mediar entre las
dos tendencias en pugna se puso al frente del fidelismo y consideró a todos los

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autonomistas como rebeldes y traidores. De esta forma se iniciará un doble conflicto;
solapado en la Península entre liberales y absolutistas, abierto en forma de guerra en
América. Tanto es así, que se puede distinguir entre un periodo de contiendas civiles
hasta 1814 y, desde ese año, una guerra colonial entre metrópoli y colonias.

ÉXITO REALISTA Y REPRESIÓN (1814-16)

El general Morillo al mando de 10.000 soldados desembarca en Venezuela a la que


somete rápidamente y toma más tarde gran parte de Nueva Granada. Confisca las
propiedades de los ahora rebeldes, establece Consejos de purificación e inicia una
fuerte represión. A mediados de 1816 sólo Buenos Aires permanece fuera del control
directo del gobierno de Madrid y el éxito de los fidelistas, que comienzan a llamarse
realistas, parece completo. Sin embargo se iniciará un proceso de crisis basado en
varios aspectos:

La política de represión hizo que la causa realista perdiera apoyo social.

La inestabilidad peninsular entre liberales y absolutistas se transmite a Ultramar y se


suceden los conflictos internos en el ejército. Enfrentamientos entre mandos de ambas
ideologías originaron disputas, insubordinaciones, deserciones y creciente
desmoralización.

La crisis financiera del estado repercute en el escaso envío de pertrechos militares.

Por último, los núcleos autonomistas se radicalizan recogiendo los idearios políticos
más abiertos de la Ilustración y siguiendo el ejemplo de los norteamericanos derivan a
posiciones independizantes, entre otras cosas porque el Rey no les deja alternativa.

LA REACCIÓN DE LOS INDEPENDENTISTAS (1816-1820)

En 1816 la precaria situación de los patriotas, como empiezan a llamarse los partidarios
de la Independencia, les fuerza a cambiar de métodos y política. Moderan sus
extremismos procurando atraerse sectores sociales que hasta entonces no han tomado
partido o se inclinaban hacia el realista.

Bolívar, desde su exilio en Jamaica promete la manumisión de los esclavos y en 1817


cuando reorganiza la causa en el Orinoco cuenta con la ayuda de los llaneros antiguos
aliados de los realistas. En 1819 las tropas de Bolívar ganan sus primeras batallas y
establecen la República de Colombia con territorios de Venezuela y Nueva Granada
haciendo patente la solidaridad en el bando patriota.

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La Independencia de Chile es otro claro ejemplo. José San Martín contará con el apoyo
de Buenos Aires, que había proclamado su independencia en Tucumán 1816, para
formar un ejército y junto a exiliados chilenos liberar Santiago en 1817.

EL FIN DEL PROCESO: AMÉRICA Y EL LIBERALISMO ESPAÑOL

El pronunciamiento de Riego y el triunfo del liberalismo en España tendrán serias


consecuencias que inclinarán la balanza hacia el bando independiente en toda América.

El primer gran servicio fue la desaparición del ejército expedicionario preparado y que
nunca partirá de la Península. Con ello, perdieron los realistas toda esperanza de
recibir refuerzos y los patriotas tuvieron ocasión de reorganizarse e iniciar campañas
militares, San Martín desembarca en Perú desde Chile.

El segundo será la nefasta política americana que el gobierno de Madrid llevará


durante el trienio liberal.

Se inicia un tardío plan de negociaciones de concesiones autonomistas que no sirve ya


para los concienciados patriotas y que desmoraliza al bando realista.

Las cortes liberales comienzan una serie de reformas que atentan directamente contra
los intereses de los sectores sociales más conservadores y que en América constituyen
el núcleo del bando realista. La expulsión de los jesuitas, la supresión del fuero
eclesiástico y sus privilegios, el inicio de confiscaciones de tierras y las propuestas de
desamortizaciones legislaban en contra de los grupos sociales que sostenían desde 1810
la causa fidelista. Las consecuencias serán determinantes.

En Nueva España la respuesta local fue inmediata. Se proclama el plan de Iguala (1821)
donde se garantiza la propiedad frente a cualquier intento de desamortización civil o
eclesiástica, la seguridad de empleo para la burocracia y los fueros militares. Al mismo
tiempo se incorporaba la igualdad de derechos civiles para todos los grupos
socioétnicos asegurando la cohesión de la sociedad.

La postura de la coalición realista de Nueva España, convertida de pronto en


independiente por fidelidad a sus principios, era tan lógica que hasta el Virrey la
aceptó proclamando la Independencia en 1821. Guatemala seguiría su ejemplo poco
después.

1821 representa el virtual hundimiento de la causa realista. El desprestigio del monarca


y los desatinos liberales son los responsables de la desintegración del ejército realista

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en Venezuela y Quito tomado por Bolívar y Sucre e incorporados a la nueva República
de Colombia.

Quedaba Perú en el que si no se elaboró un plan de Iguala propio fue porque la


presencia del ejército de San Martín era considerada una invasión extranjera que
atentaba a su supervivencia. Contra ellos se alzaran espontáneamente pequeñas
ciudades y zonas rurales extensas. Habrá que esperar hasta 1824 cuando, tras la batalla
de Ayacucho, el Perú queda perdido para la Monarquía española. La principal causa
fue la disensión interna entre los jefes de un ejército desasistido desde la Península y la
consecuencia la derrota ante los reforzados ejércitos de Bolívar.

LAS ÚLTIMAS COLONIAS

Cuba, Puerto Rico y transitoriamente Santo Domingo continuaron perteneciendo a la


monarquía. Fueron colonias y no provincias, calidad que se les otorga en la
Constitución de 1837 y su mantenimiento es fruto de la imposibilidad de España de
ejercer su papel de metrópoli por la ausencia de capacidad económica y financiera.
Ante esta anómala situación las oligarquías colonias disponían de sus propios
mercados para colocar sus exportaciones gozando de una libertad económica
asegurada por la protección interior que proporcionaba el estado español. Cuando
estas oligarquías se multiplicaron y entraron en conflicto (hacendados, azucareros,
comerciantes peninsulares, burocracia colonial) surgirán los primeros movimientos
independentistas. Estos producen sus propios líderes como José Martí e inician
proclamas y cruentas guerras como la de Yara que producen la crisis en la sociedad
cubana. El imperialismo norteamericano será el último empujón que ayude a estas
tendencias y acaben con las posesiones españolas en América en 1898.

CONCLUSIÓN: LAS CONSECUENCIAS DEL PROCESO

El desmoronamiento de la Monarquía en América comenzó en 1810 como reflejo de la


grave crisis política en España durante la invasión francesa.

Su manifestación fue el enfrentamiento entre dos sectores de la élite social americana


que entendieron de manera diferente las soluciones políticas ante el vacío de poder
producido por el secuestro de Fernando VII y el posible éxito de las tropas
napoleónicas en la ocupación total de la Península.

Unos, los criollos más liberales, verán la oportunidad de aunar poder político y
económico a través de la creación de juntas que recojan el poder legítimo del pueblo,

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otros los fidelistas prefieren asegurar su posición y en aras de la estabilidad respetar la
autoridad de la Península manteniendo a la antigua burocracia.

La fuerte regionalización de Hispanoamérica marcará la evolución de cada virreinato,


desde el autonomista y cohesionado por una oligarquía criolla exportadora al fidelista
Perú preocupado por una rebelión de castas inferiores si se producía inestabilidad
política.

La vuelta de Fernando VII, su renuncia a las salidas pactadas de índole autonomista y


su toma de partido por el bando fidelista, radicaliza las posturas y convierte una
contienda interna y civil en América en una guerra metrópoli-colonia. La fuerte
represión convierte a los criollos autonomistas en patriotas e independientes.

El pronunciamiento de Riego y el comienzo del gobierno liberal en España supone la


definitiva disolución del dividido bando realista ante una política social y económica
que atenta directamente en contra de sus intereses. Se busca una salida independiente,
pactada y moderada en Nueva España y Guatemala y los patriotas reciben el impulso
necesario para explotar la crisis de los realistas en Venezuela y Perú.

Más tarde, desaparecida la Monarquía, falta el único elemento eficaz de unidad


interterritorial y el regionalismo no tarda en imponerse como marco de las nuevas
nacionalidades. Hispanoamérica logró su independencia al precio de su unidad.

Señalar por último que la Independencia Latinoamericana no significó un corte


histórico y definitivo entre España y los nuevos países. Muy poco después de la
consumación de la Independencia, la emigración española reapareció de forma
espontánea hacia Venezuela, Uruguay o Argentina que aumentará con el tiempo hasta
alcanzar proporciones masivas en el primer tercio del S.XX. Las relaciones comerciales,
aunque modestas se reinician prontamente y serán en cambio las políticas las que
tarden mucho y estén llenas de escollos. Esta pauta marcará las relaciones hasta
nuestros días donde las inmensas posibilidades contrastan con las limitadas
realizaciones económicas y políticas. Hoy al igual que siglo y medio antes, estamos
infinitamente más próximos como pueblos que como estados.

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