Lectura 08

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Maestría en Gestión

Minera y Ambiental
Lección 08
El Mercado de Dinero

ASIGNATURA
Economía y Entorno de los Proyectos Mineros

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LECCIÓN 08

EL MERCADO DE DINERO

1. ¿QUÉ ES EL DINERO?

El dinero puede hacer girar al mundo, como dice la canción, y la mayoría de


las personas del mundo probablemente hayan manejado dinero, muchas de
ellas a diario, pero quizá pocas podrían decir con exactitud que es el dinero,
o como funciona. Para abreviar, dinero es cualquier cosa que sirva como:

 Reserva de valor, lo que significa que la gente puede ahorrarlo y


usarlo más adelante, distribuyendo sus compras a través del tiempo.

 Unidad de cuenta, proporcionando una base común para los precios.

 Medio de pago, algo que las personas pueden usar para comprar y
vender entre sí.

Tal vez, la manera más fácil de entender la función del dinero sea considerar
que cambiaría si no existiera. Si no existiera el dinero, quedaríamos
reducidos a una economía de trueque. Cada cosa que alguien quisiera
comprar tendría que ser canjeada por algo que esa persona pudiera proveer.
Por ejemplo, un mecánico que necesite comprar alimentos tendría que
encontrar un granjero cuyo coche no funcionara. Pero, ¿qué pasaría si el
granjero no tuviera nada que necesitara reparación? .O si solo pudiera dar al
mecánico una cantidad de huevos mayor de la que podría razonablemente
consumir.

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Si hubiera que encontrar personas específicas para comerciar con ellas,
especializarse resultaría muy difícil. Uno podría morir de hambre antes de
encontrar la persona correcta con quien realizar el trueque.

Pero, debido a que existe el dinero, no es necesario encontrar una persona


determinada. Solo se necesita un mercado en el cual vender nuestros bienes
o servicios. En ese mercado, no hacemos un trueque de bienes específicos
sino que intercambiamos nuestros bienes o servicios por un medio de pago
común, es decir, por dinero. Podemos entonces usar ese dinero para
comprarles lo que necesitamos a otras personas que aceptan el mismo
medio de cambio. A medida que las personas se especializan, es más fácil
producir más, lo que genera más demanda de transacciones y, por ende,
más demanda de dinero.

1.1 Muchas formas de dinero


Dicho de otra manera, el dinero es algo que mantiene su valor en el tiempo,
puede traducirse fácilmente a precios y es ampliamente aceptado. A través
de los años, se han utilizado muchas cosas diferentes como dinero, entre
ellas, conchas de cauri, cebada, granos de pimienta, oro y plata.

Al principio, lo que daba firmeza al valor del dinero eran sus usos
alternativos, y el hecho de que tuviera un costo de reposición. Por ejemplo,
uno podría comer cebada o usar pimienta para sazonar los alimentos, y el
valor asignado a ese consumo pone un piso al valor. Cualquiera podría
cultivar más, pero eso toma tiempo, de modo que si se come la cebada la
oferta de dinero disminuye. Por otra parte, mucha gente quizá desee fresas y
esté dispuesta a comerciar para obtenerlas, pero estas no sirven mucho
como dinero porque son perecederas: son difíciles de ahorrar para usarlas el
mes siguiente, y mucho menos el año siguiente, y casi imposibles de usar en
el comercio con personas que estén en lugares muy distantes. Otro problema
es la divisibilidad: no todas las cosas de valor son fácilmente divisibles, y

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estandarizar cada unidad también es complicado; por ejemplo, no es fácil
establecer ni mantener constante el valor de una cesta de fresas comparado
con el de artículos diferentes. No solo las fresas sino la mayoría de las cosas
son de poca utilidad como dinero.

Pero los metales preciosos parecían responder a la triple necesidad de


contar con una unidad de cuenta estable, una reserva de valor duradera y un
medio de pago practico. Esos bienes son difíciles de obtener. Su oferta
mundial es finita. Se conservan bien en el tiempo. Son fácilmente divisibles
en monedas estandarizadas y no pierden valor cuando se los transforma en
unidades más pequeñas. En resumen, por su durabilidad, oferta limitada, alto
costo de reposición y portabilidad, los metales preciosos eran más atractivos
como dinero que otros bienes.

Hasta hace relativamente poco, el oro y la plata eran la principal moneda


utilizada por la gente. Sin embargo, estos metales son pesados y con el
tiempo, en lugar de cargar el objeto físico y cambiarlo por bienes, para la
gente resulto más cómodo depositarlo en los bancos y comprar o vender
usando un comprobante en el que constara la propiedad de tales depósitos.
Quien lo deseara podría ir al banco y obtener el metal precioso que
respaldaba ese comprobante. Pero finalmente se desvinculo al comprobante
del derecho de propiedad de los metales depositados, y asi nació el dinero
fiduciario. El dinero fiduciario carece de valor material, pero tiene valor
simplemente porque una nación colectivamente acuerda asignárselo. En
síntesis, el dinero funciona porque la gente cree que lo hará. A medida que
los medios de pago evolucionaron, también lo hizo su fuente: desde los
individuos que realizaban un trueque, pasando por alguna forma de
aceptación colectiva cuando el dinero era la cebada o las conchillas marinas,
hasta los gobiernos en épocas más recientes.
Aun cuando el uso de monedas estandarizadas o billetes hizo más fácil
determinar los precios de los bienes y servicios, la cantidad de dinero en el

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sistema también cumpliría un papel importante en ese proceso. Por ejemplo,
un productor de trigo tendría al menos dos motivos para conservar dinero:
para usarlo en transacciones (efectivo por adelantado) y como protección
frente a necesidades futuras (ahorro precautorio). Supongamos que se
avecina el invierno y que el agricultor desea aumentar su reserva de dinero
en previsión de gastos futuros. Si le es difícil encontrar personas que posean
dinero y deseen comprar trigo, quizá tenga que aceptar menos monedas o
billetes a cambio de los graños. Como resultado, el precio del trigo bajara
porque la oferta de dinero es demasiado ajustada, quizá porque
sencillamente no hay oro suficiente para acuñar dinero nuevo. Cuando los
precios bajan de manera general, eso se llama deflación. En cambio, si hay
más dinero en circulación pero igual nivel de demanda de bienes, el valor del
dinero caerá. Esto es inflación: se necesita más dinero para obtener la misma
cantidad de bienes y servicios (véase)
¿“Que es la inflación?” en la edición de marzo de 2010 de F&D). Mantener
en equilibrio la demanda y la oferta de dinero puede ser complicado.

1.2 Cómo se fabrica el dinero


Es más eficiente usar dinero fiduciario que metales preciosos, ya que un
ajuste de su oferta no dependerá de la cantidad de metales preciosos
disponible. Pero esto tiene sus propias complicaciones. Precisamente porque
la cantidad de metales preciosos es finita, hay un límite a la cantidad de
billetes que pueden emitirse. Si no hay oro o plata para respaldar el dinero,
¿cómo saben los gobiernos cuanto imprimir? Aquí se les plantea un dilema.
Por un lado, las autoridades siempre estarán tentadas a emitir dinero, porque
con él pueden comprar más, contratar más personas, pagar más salarios y
ganar popularidad. Pero por otra parte, si imprimen demasiado dinero los
precios comenzaran a subir. Si la gente prevé que los precios seguirán
subiendo, quizá cada uno aumente sus propios precios aún más
rápidamente. A menos que el gobierno intervenga para contener las
expectativas, la confianza en el dinero decaerá, y hasta puede terminar

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perdiendo totalmente su valor. Eso es lo que sucede durante una
hiperinflación. Para evitar la tentación de imprimir dinero sin ton ni son, hoy la
mayoría de los países han delegado la tarea de decidir cuánto dinero
imprimir a bancos centrales independientes, cuyo mandato es decidir en
base a su evaluación de las necesidades de la economía y evitar transferir
fondos al gobierno para financiar sus gastos. La expresión “imprimir dinero”
es de por si inapropiada. Actualmente la mayor parte del dinero consiste en
depósitos bancarios y no en papel moneda.

1.3 La fe puede flaquear


Los países que han sufrido inflación alta saben por experiencia propia que el
valor del dinero depende esencialmente de que la gente crea en él. En los
años ochenta, la gente de algunos países de América Latina, como Argentina
y Brasil, gradualmente perdió confianza en la moneda porque la inflación
erosionaba su valor muy velozmente. Comenzaron a usar una moneda más
estable, el dólar de EE.UU., como moneda de facto. Este fenómeno se
conoce como dolarización no oficial, o de facto, un proceso en que el
gobierno pierde el monopolio de la emisión de dinero y que puede ser muy
difícil de revertir.

Algunas de las políticas utilizadas por los gobiernos para restablecer la


confianza en su moneda ponen de relieve el elemento de “fe” implícito en el
funcionamiento del dinero. Turquía, por ejemplo, en 2005 elimino seis ceros
de su moneda, la lira. Brasil, en cambio, introdujo una nueva moneda, el real,
en 1994. En ambos casos, los ciudadanos se avinieron al cambio, lo que
demuestra que en tanto todos acepten que una denominación distinta o una
nueva moneda pasa ahora a ser la norma, sencillamente así serán. Al igual
que con el dinero fiduciario, si es aceptado como dinero, es dinero.

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2. ¿QUÉ ES EL MONETARISMO?

El dinero .hasta qué punto importa? Son pocos los que negarían el papel
fundamental que tiene en la economía.

Sin embargo, según la rama de pensamiento económico denominada


monetarista, la oferta de dinero (la cantidad total de dinero de una economía)
es el factor determinante del PIB en dólares al valor corriente a corto plazo y,
más allá, del nivel de precios. La política monetaria, una de las herramientas
de las que los gobiernos disponen para influenciar el desempeño global de la
economía, emplea instrumentos tales como las tasas de interés para ajustar
la cantidad de dinero en la economía. Los monetaristas consideran que la
mejor manera de cumplir con los objetivos de la política monetaria consiste
en enfocarse en la tasa de crecimiento de la oferta de dinero. El monetarismo
cobro importancia en los años setenta, cuando hizo retroceder la inflación en
Estados Unidos y en el Reino Unido, e influyó mucho en la decisión del
banco central de Estados Unidos de estimular la economía durante la
recesión mundial de 2007–09.

En la actualidad, el monetarismo se asocia principalmente con Milton


Friedman, Premio Nobel de Economía. En A Monetary History of the United
States, 1867–1960, una obra de importancia trascendental, publicada en
1963, Friedman y Anna Schwartz sostienen que la política monetaria
deficiente del banco central de Estados Unidos —la Reserva Federal—
constituyo la causa principal de la Gran Depresión de la década de 1930, ya
que erro al no neutralizar las fuerzas que ejercían presión a la baja sobre la
oferta de dinero y al reducir la cantidad de dinero. También argumentan que,
dado que los mercados tienden naturalmente a un centro estable, se
comportaron erráticamente porque la oferta monetaria estaba mal calibrada.

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El monetarismo cobro importancia en los años setenta. En 1979, cuando el
pico de inflación en Estados Unidos alcanzo 20%, la Reserva Federal cambio
de estrategia y comenzó a operar de acuerdo con la teoría monetarista. Pero
el monetarismo perdió influencia durante las décadas sucesivas ya que no
parecía tan capaz de explicar la economía estadounidense. No obstante,
algunos de sus aportes al análisis económico han sido adoptados por
economistas no monetaristas.

2.1 Conceptos básicos


El fundamento del monetarismo radica en la teoría cuantitativa del dinero.
Esta teoría constituye una identidad contable; es decir, tiene que ser
verdadera. Postula que la oferta monetaria multiplicada por la velocidad (el
ritmo al cual el dinero circula) equivale a los gastos nominales de la
economía (la cantidad de bienes y servicios vendidos multiplicada por el
precio promedio pagado). Como toda identidad contable, la ecuación no se
discute.

Lo que si se debate es la velocidad. La teoría monetarista considera que la


velocidad generalmente es estable, lo que implica que el ingreso nominal es
en gran medida una función de la oferta monetaria. Las variaciones del
ingreso nominal reflejan cambios de la actividad económica real (la cantidad
de bienes y servicios vendidos) y la inflación (el precio promedio pagado).

La teoría cuantitativa constituye la base de varios principios y postulados


esenciales del monetarismo:

 Neutralidad monetaria a largo plazo: El incremento de la cantidad


de dinero estaría seguido de un incremento del nivel general de
precios a largo plazo, sin afectar a factores reales tales como la
producción o el consumo.

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 Falta de neutralidad monetaria a corto plazo: El incremento de la
cantidad de dinero afecta temporalmente al empleo y al producto real
(PIB) a corto plazo porque los sueldos y los precios tardan en
ajustarse (son “rígidos”, según la jerga económica).

 Regla de crecimiento constante del dinero: Friedman, que falleció


en 2006, propuso una regla monetaria fija, según la cual la Reserva
Federal debería estar obligada a hacer coincidir la tasa de
crecimiento del dinero con la tasa de crecimiento del PIB real, sin
hacer variar el nivel de precios. Si se espera que la economía en un
ano crezca 2%, la Reserva Federal debería permitir que la oferta
monetaria aumente 2%. La Reserva Federal debería estar sujeta a
reglas fijas en la conducción de la política monetaria porque la
discrecionalidad puede desestabilizar la economía.

 Flexibilidad de las tasas de interés: Con la regla de crecimiento del


dinero se pretendía que las tasas de interés, que afectan al costo del
crédito, fueran flexibles y permitieran a los prestatarios y prestamistas
tener en cuenta la inflación esperada, además de las variaciones de
las tasas de interés reales. Muchos monetaristas también creen que
los mercados son estables por naturaleza ante la ausencia de
fluctuaciones inesperadas importantes de la oferta monetaria.
Postulan además que es frecuente que la intervención del gobierno
desestabilice la economía, en lugar de contribuir a su bienestar. Los
monetaristas asimismo sostienen que no se pueden conciliar a largo
plazo el desempleo y la inflación porque la economía encuentra
equilibrio a largo plazo en un nivel de producción con pleno empleo.

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2.2 El gran debate
A pesar de que el monetarismo cobro importancia en los años setenta, fue
criticado por la línea de pensamiento que busco reemplazar, el
keynesianismo. Los keynesiaños, quienes se inspiraron en el gran
economista británico John Maynard Keynes, consideran que la demanda de
bienes y servicios es la clave de la producción económica. Sostienen que el
monetarismo no da cuenta debidamente de la economía porque la velocidad
es naturalmente inestable, y prácticamente no les atribuyen importancia a la
teoría cuantitativa del dinero y a las reglas que pretenden aplicar los
monetaristas. Debido a la inestabilidad periódica y a los vaivenes profundos
que afectan a la economía, es peligroso encadenar a la Reserva Federal a
una meta monetaria preestablecida: en su opinión, la Reserva Federal
debería tener cierto margen o discrecionalidad” para implementar políticas.
Los keynesiaños tampoco creen que los mercados se ajustan a las

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perturbaciones y regresan rápidamente a un nivel de producción con pleno
empleo.

El keynesianismo reino durante el primer cuarto de siglo posterior a la


Segunda Guerra Mundial. Pero el desafío del monetarismo frente la teoría
keynesiana clásica se intensifico durante los años setenta, década que se
caracterizó por un crecimiento económico lento y una inflación alta y
creciente. La teoría keynesiana carecía de respuestas adecuadas, en tanto
que Friedman y otros monetaristas sostenían persuasivamente que las tasas
altas de inflación se debían al rápido aumento de la oferta de dinero, con lo
cual el control sobre la oferta de dinero era la clave para una buena política.

En 1979, Paul A. Volcker fue designado Presidente de la Reserva Federal y


su objetivo principal fue la lucha contra la inflación. La Reserva Federal limito
la oferta monetaria (de conformidad con la regla de Friedman) para controlar
la inflación y lo logro. La inflación disminuyo en forma radical, aunque el
costo fue una gran recesión.

El monetarismo también se impuso en Gran Bretaña. Al momento de la


elección de Margaret Thatcher como primera ministra en 1979, Gran Bretaña
había pasado por varios años de inflación alta. Thatcher adopto el
monetarismo como arma contra los precios en aumento y logro reducir la
inflación a la mitad, a menos de 5% en 1983.

Pero el ascenso del monetarismo fue breve. La oferta de dinero es útil como
objetivo de política solo si la relación entre el PIB nominal y el dinero (y, en
consecuencia, la inflación) es estable predecible. Es decir, si la oferta de
dinero aumenta, también aumenta el PIB nominal, y viceversa. No obstante,
para alcanzar ese efecto directo, la velocidad del dinero debe poder
preverse.

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En los años setenta, la velocidad aumento a una tasa más bien constante y
parecía que la teoría cuantitativa del dinero era acertada (véase el gráfico).
La tasa de crecimiento del dinero, ajustada en función de un nivel previsible
de velocidad, determino el PIB nominal. Pero en las décadas de 1980 y
1990, la velocidad se volvió muy inestable, con periodos imprevisibles de
subas y bajas. La relación entre la oferta de dinero y el PIB nominal se
quebró, y la utilidad de la teoría cuantitativa del dinero quedo en duda.
Muchos de los economistas que se habían volcado al monetarismo en los
años setenta lo abandonaron.

La mayoría de los economistas opina que la previsibilidad de la velocidad se


alteró principalmente como consecuencia de la modificación de las reglas
bancarias y otras innovaciones financieras.

A partir de los años ochenta, los bancos pudieron ofrecer cuentas corrientes
que pagaban intereses, lo cual borro algunas de las diferencias entre cuentas
corrientes y cajas de ahorros. Además, mucha gente descubrió que los
mercados de dinero, los fondos comunes de inversión y otros activos
constituían mejores alternativas que los depósitos bancarios tradicionales. En
consecuencia, se modificó la relación entre el desempeño económico y el
dinero.

2.3 Todavía relevante


Aun así, la interpretación monetarista de la Gran Depresión no cayo del todo
en el olvido. En una celebración a fines de 2002, cuando Milton Friedman
cumplió 90 años, dijo el entonces gobernador de la Reserva Federal Ben S.
Bernanke, quien sería nombrado presidente cuatro años después: “Me
gustaría decirles a Milton y Anna [Schwartz] que tenían razón sobre la Gran
Depresión. La culpa fue de la Reserva Federal. Lo sentimos mucho. Pero,
gracias a ustedes, no volverá a pasar”. Una vez al timón de la Reserva
Federal, Bernanke cito la obra de Friedman y Schwartz respecto de su

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decisión de bajar las tasas de interés y aumentar la oferta de dinero para
estimular la economía durante la recesión mundial que comenzó en 2007 en
Estados Unidos. Destacados monetaristas (incluso Schwartz) sostuvieron
que ese estimulo conduciría a tasas de inflación extremadamente elevadas.
En cambio, la velocidad disminuyo profundamente y la deflación se perfila
como un riesgo mucho más serio.

A pesar de que la mayoría de los economistas hoy rechaza la atención ciega


al crecimiento del dinero en torno al cual gira el análisis monetarista, algunos
principios importantes del monetarismo se han incorporado al análisis no
monetarista moderno, desdibujando la distinción entre monetarismo y
keynesianismo que parecía tan clara hace tres décadas. Quizá lo más
importante sea que la inflación no puede continuar indefinidamente sin un
aumento de la oferta de dinero y que controlarla debería ser una de las
principales responsabilidades del banco central, si no la única.

3. ¿QUÉ ES LA INFLACIÓN?

La inflación ha sumido a los países en largos períodos de inestabilidad.


Muchos banqueros centrales aspiran a ser reconocidos como “halcones”
contrarios a la inflación, y los políticos han ganado elecciones con promesas
de combatirla, solo para terminar perdiendo poder tras fracasar en el intento.
El Presidente Gerald Ford llegó incluso a declarar en 1974 que la inflación
era el “enemigo público número uno” de Estados Unidos.

Pero ¿qué es la inflación y por qué es tan importante? La inflación es la tasa


de aumento de los precios en un cierto período de tiempo. Es típicamente
una medida amplia, que muestra el aumento general de los precios o del
costo de vida en un país, pero también se puede calcular con un criterio más
estrecho respecto de determinados bienes, como los alimentos, o servicios,
como un corte de cabello. Independientemente del contexto, la inflación

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refleja cuánto más caro se ha vuelto el conjunto pertinente de bienes o
servicios en un período dado, por lo general de un año.

3.1 Cómo se mide la inflación


El costo de la vida para los consumidores depende del precio de muchos
bienes y servicios y de la proporción que cada uno representa en el
presupuesto familiar. Para medir el costo de la vida del consumidor medio,
los gobiernos realizan encuestas de hogares para establecer una canasta de
artículos de consumo habitual y rastrear la evolución de su costo en el
tiempo. El costo de esa canasta en un determinado momento expresado en
relación con un año base es el índice de precios al consumidor (IPC), y la
variación porcentual del IPC en un período dado es la inflación de precios al
consumidor, la medida de la inflación más ampliamente utilizada. (Por
ejemplo, si el IPC del año base es 100 y el IPC actual es 110, la inflación del
período es 10%).

La inflación básica de precios al consumidor se concentra en las tendencias


subyacentes y persistentes de la inflación, excluyéndose los precios fijados
por el gobierno y aquellos más volátiles propios de los productos más
afectados por factores estacionales o condiciones temporales de oferta,
como alimentos y energía. Para calcular una tasa general de inflación —
respecto de un país, por ejemplo, y no solo de los consumidores— se
requiere un índice de cobertura más amplia, como el deflactor del producto
bruto interno (PBI).

Por lo general se mantiene constante la canasta del IPC a través del tiempo
para garantizar su coherencia, pero ocasionalmente se modifica parcialmente
para reflejar cambios en los hábitos de consumo; por ejemplo, incluyendo
nuevos bienes de alta tecnología o reemplazando artículos que han dejado
de comprarse. Los contenidos del deflactor del PIB, por el contrario, cambian
cada año porque muestran cómo varían en promedio a través del tiempo los

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precios de todo lo producido en una economía, y en consecuencia están más
actualizados que la canasta del IPC; sin embargo, incluyen rubros que no
son de consumo (como el gasto militar), por lo que el deflactor no es un buen
indicador del costo de vida.

3.2 Lo bueno y lo malo


Si el ingreso nominal que los hogares reciben en moneda corriente no
aumenta tanto como los precios, la situación de aquellos empeora, porque
pierden capacidad de compra, es decir, su poder adquisitivo o ingreso real —
ajustado por inflación— disminuye. El ingreso real es una variable
representativa del nivel de vida: cuando sube, también lo hace el nivel de
vida, y viceversa.

Los precios varían a ritmos diferentes. Algunos, como los del comercio
internacional de materias primas, varían todos los días; otros, como los
salarios establecidos por contrato, tardan más en ajustarse (son más
“rígidos”). En un contexto inflacionario, el alza despareja de los precios
inevitablemente erosiona el ingreso real de algunos consumidores, lo que en
definitiva constituye el principal costo que acarrea la inflación.

La inflación también puede distorsionar el poder adquisitivo de quienes


cobran y pagan tasas de interés fijas. Si la inflación es mayor que 5%, un
jubilado cuyo haber se incrementa a una tasa anual fija de 5% pierde poder
adquisitivo.

En cambio, un prestatario que pague una tasa hipotecaria fija de 5% se


beneficiaría, porque la tasa de interés real (la tasa nominal menos la tasa de
inflación) sería cero, y hasta le resultaría aún más fácil atender el servicio de
esa deuda si la inflación fuera más alta, siempre y cuando su ingreso
creciera a igual ritmo. A su vez, el ingreso real del prestamista obviamente se

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contrae. En la medida en que las tasas nominales de interés no toman en
cuenta la inflación, algunos ganan y otros pierden poder adquisitivo.

Muchos países han sufrido episodios de alta inflación y, en algunos casos,


hiperinflación, de 1.000% o más al año. En 2008, Zimbabwe experimentó uno
de los peores casos de hiperinflación jamás registrados: la inflación anual
estimada trepó a 500.000 millones por ciento. Ante las desastrosas
consecuencias de tales episodios, los países se vieron obligados a tomar
medidas difíciles y dolorosas para reencauzar la inflación en niveles
razonables, a veces abandonando la moneda nacional, como hizo
Zimbabwe.

La deflación, o caída de precios, tampoco es deseable para una economía.


Cuando los precios caen, los consumidores tratan de demorar sus compras,
previendo que los precios bajarán aún más en el futuro. Esto implica menos
actividad económica, menos ingresos generados por la producción y un
menor crecimiento económico. Japón ha atravesado un largo período de
crecimiento económico casi nulo, en gran medida debido a la deflación. Para
impedir una deflación durante la crisis financiera mundial iniciada en 2007, la
Reserva Federal de Estados Unidos y otros bancos centrales han mantenido
bajas las tasas de interés durante un tiempo prolongado y han instituido otras
políticas monetarias para garantizar que los sistemas financieros tengan
abundante liquidez. La inflación mundial se ubica hoy en uno de sus niveles
más bajos desde comienzos de los años sesenta, en parte a causa de la
crisis.

La mayoría de los economistas coinciden hoy en que una inflación baja,


estable y —sobre todo— previsible es buena para la economía, ya que es
más fácil incorporarla en los contratos de ajuste de precios y en las tasas de
interés, reduciendo así su impacto distorsionador. Además, al saber que los
precios serán levemente más altos en el futuro, los consumidores tienen un

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incentivo para adelantar sus compras, lo que impulsa la actividad económica.
Muchos bancos centrales han adoptado como objetivo primordial de su
política mantener la inflación baja y estable, aplicando un régimen de metas
de inflación.

“Las autoridades deben lograr el equilibrio correcto para promover la


demanda y el crecimiento cuando sea necesario sin estimular excesivamente la
economía y provocar inflación”.

3.3 ¿Qué factores generan inflación?


Los episodios prolongados de alta inflación suelen ser producto de una
política monetaria laxa. Si la oferta monetaria crece demasiado en relación
con el tamaño de la economía, el valor unitario de la moneda disminuye, es
decir, su poder adquisitivo cae y los precios suben. Esta relación entre la
oferta monetaria y el tamaño de la economía se denomina teoría cuantitativa
del dinero y es una de las hipótesis más antiguas de la ciencia económica.

Las presiones por el lado de la oferta o la demanda también pueden ser


inflacionarias. Los shocks de oferta que perturban la producción, como los
desastres naturales, o elevan sus costos, como los altos precios del petróleo,
pueden reducir la oferta global y determinar una inflación “de costos”, como
sucedió en la economía mundial en 2008, cuando el comercio transmitió la
fuerte alza de los alimentos y los combustibles de un país a otro. A la inversa,
los shocks de demanda, como un repunte del mercado accionario, o las
políticas expansivas, por las que el banco central baja las tasas de interés o
el gobierno aumenta el gasto, pueden elevar temporalmente la demanda
global y el crecimiento económico, pero si ese incremento de la demanda
excede la capacidad productiva de la economía, la presión resultante sobre
los recursos se refleja en una inflación “de demanda”.

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Las expectativas también juegan un papel crucial en la inflación. Si las
personas o las empresas prevén un alza de precios, incorporarán esas
expectativas a las negociaciones salariales y los ajustes contractuales de
precios. En el período siguiente, las expectativas se vuelven profecías
autocumplidas al ajustarse los salarios o los precios según lo convenido; y
como las personas suelen basar sus expectativas en el pasado reciente, la
inflación seguirá un patrón similar a través del tiempo, generándose inercia
inflacionaria.

3.4 Cómo abordan las autoridades el problema de la inflación


Las políticas antiinflacionarias correctas dependerán de cuáles sean las
causas de la inflación. Si la economía se ha recalentado, los bancos
centrales pueden implementar políticas contractivas que frenen la demanda
agregada, generalmente subiendo las tasas de interés. Algunos han optado,
con desigual éxito, por imponer disciplina monetaria estableciendo un tipo de
cambio fijo, es decir, vinculando su moneda a otra y, por ende, su política
monetaria a la del respectivo país extranjero.

Sin embargo, tales políticas pueden resultar inútiles si la inflación es


impulsada por acontecimientos internacionales.

Cuando en 2008 la inflación se acrecentó en todo el mundo al aumentar el


precio de los alimentos y los combustibles, muchos países permitieron que el
incremento se transmitiera a la economía interna. Algunos gobiernos
procuraron impedir ese traspaso recurriendo a la fijación administrativa de
precios, medida que generalmente provoca una importante acumulación de
subvenciones del Estado para compensar a los productores por los ingresos
que pierden.

Los bancos centrales se basan cada vez más en su capacidad de influir en


las expectativas inflacionarias como instrumento para reducir la inflación.

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Para ello, las autoridades anuncian su intención de mantener temporalmente
baja la actividad económica, a fin de moderar las expectativas y el
componente de inflación implícito en los contratos. Cuanta más credibilidad
inspire el banco central, tanto mayor será la influencia de sus
pronunciamientos en las expectativas de inflación.

4. El dinero ha muerto, viva el dinero


Cada vez menos bancos nórdicos usan efectivo en sus sucursales. India
acaba de eliminar el 86% de sus billetes. Corea piensa dejar de acuñar
monedas para 2020. Los pagos en línea están en auge. La marcha hacia una
sociedad sin efectivo parece incontenible.

Especialmente los jóvenes, los más ricos y aquellos con mejor nivel
educativo, se sienten cada vez más cómodos pagando con tarjeta o través
del teléfono móvil. En los Países Bajos, por ejemplo, por primera vez en 2015
las transacciones con tarjeta superaron a las efectuadas con efectivo (NFPS
2016).

Pero un examen más detenido muestra que en otras economías avanzadas,


como Alemania, Austria, Japón, Singapur y Suiza, aún reina el efectivo, sin
dar señales de abdicar. A nivel mundial, casi el 85% de todos los pagos aún
se hacen en efectivo.

“La sociedad sin efectivo, por más interesante que luzca, quizás sea tan
esquiva como la tan loada oficina sin papel”, afirmó Yves Mersch, del Comité
Ejecutivo del Banco Central Europeo.

No hay razón intrínseca para que el efectivo sobreviva si se crean formas de


pago más eficientes. Las conchillas de cauri también fueron, alguna vez, un
medio de pago útil. El uso de billetes recién comenzó cuando el uso de la
imprenta se propagó y volvió confiable.

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“Hoy podemos decir lo mismo de las modernas tecnologías de la
comunicación que de las imprentas en el siglo XVII. El acceso a internet es
generalizado y las computadoras, los teléfonos inteligentes y las tabletas son
artículos de uso común.

Por ende, están dadas las condiciones para lanzar más formas de pago
electrónico”, dijo Cecilia Skingsley, Vicegobernadora del Riksbank de Suecia.

Suecia está abriendo camino hacia un mundo sin efectivo. Actualmente se


usa efectivo en apenas un 15% de sus transacciones en los puntos de venta.
Como los costos de distribución en ese país escasamente poblado son altos,
menos de la mitad de los bancos sigue manejando efectivo. En una situación
sin precedentes, la circulación de efectivo cayó casi un 15% entre 2007 y
2015. Hasta vendedores sin techo que venden revistas en las calles de
Estocolmo aceptan pagos a través del móvil.

4.1 Efectos de Red


El éxito de la digitalización del pago minorista depende de las economías de
escala y de externalidades de red. En Suecia, donde el uso de la tecnología
es extendido, consumidores y comerciantes abandonaron el efectivo de buen
grado. La tendencia se vio afianzada por la larga tradición de cooperación
entre los principales bancos, que gestionan conjuntamente la infraestructura
nacional de pagos. Así, el nuevo servicio que permite pagar en tiempo real
pudo llegar inmediatamente a la mayoría de la población.

“Pero si observamos países más grandes, como Alemania o Estados Unidos,


hay tantos agentes más importantes que es más difícil crear un ambiente de
cooperación”, comentó a F&D Björn Segendorf, del Departamento de
Estabilidad Financiera del Riksbank.

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Cuánto más gente use una plataforma determinada, más interés ofrece,
como pasa con Facebook.

El servicio de pagos móviles M-Pesa tuvo éxito en Kenya porque había un


operador móvil que dominaba el mercado, Safaricom. En un país donde
pocas personas accedían a los bancos, abrir un mercado era una necesidad
manifiesta.

“M-Pesa es un buen ejemplo de externalidades de red que fomentan el uso


de sustitutos del efectivo”, comentó Kim Huynh del Banco de Canadá a F&D.
“En Canadá, las tarjetas sin contacto son un caso similar”. Su uso se triplicó
entre 2009 y 2013 (Fung, Huynh y Stuber 2015). Las tarjetas y dispositivos
sin contacto tienen una antena que, al acercarse a una terminal específica,
transmite la información de compra de ambas partes.

China en gran parte se salteó la etapa de las tarjetas y fue directamente del
efectivo a los pagos móviles. En 2015, la cantidad de usuarios de pagos
móviles aumentó un 64,5% en 2015 y, a fines de ese año, casi el 60% de los
710 millones de usuarios de internet del país hacían pagos a través de sus
móviles.

También India, criticada por la torpe ejecución de su plan de retirar los


billetes de 100 y 500 rupias para combatir los ingresos ilícitos, está sentando
las bases de una red de pagos digitales con un catálogo de datos
biométricos que permitirá a los ciudadanos abrir cuentas bancarias
subvencionadas.

4.2 Menos delito, más recaudación


India no es el único país que trata de aumentar la recaudación impositiva y
reducir el delito y la corrupción disuadiendo el uso de efectivo. Varios países

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europeos pusieron topes a las transacciones en efectivo, y el BCE piensa
dejar de imprimir billetes de €500, su denominación más alta, en 2018.
Peter Sands, ex Director General del Standard Chartered Bank, critica al
BCE por no actuar más rápido para dejar de emitir billetes de €500 y alentar
el retiro del circulante actual. Pero agrega: “Lo bueno es que ahora se acepta
mucho más la idea de que el efectivo, especialmente los billetes de alto
valor, facilita en gran medida el delito”.

Sands aboga por un pacto entre el Grupo de las 20 economías avanzadas y


de mercados emergentes (G-20) para retirar rápidamente los billetes de valor
superior a, por ejemplo, USD 50, que dominan los flujos financieros ilícitos en
los países más pobres. Más del 60% de los billetes de USD 100, la
denominación más alta, circulan en el extranjero.

“Deshacerse de estos billetes es una de las mejores cosas que las


economías avanzadas pueden hacer para reducir la corrupción y aumentar la
recaudación en el mundo en desarrollo”, dijo Sands a F&D.

El ex Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, y el ex


Economista Jefe del FMI, Kenneth Rogoff, también proponen descartar
gradualmente los billetes de alto valor. Tienen una batalla que librar. Por lo
pronto, Suiza no piensa deshacerse de su billete de 1.000 francos, uno de
los de mayor valor en el mundo (véase “Montañas de efectivo” en la edición
de diciembre de 2016 de F&D).

Además de quebrantar la economía informal, sustituir el efectivo ahorraría


dinero. Tramitar todos los pagos con tarjeta, salvo los más pequeños, es más
barato que gestionar efectivo. Corea quiere suprimir las monedas porque
acuñarlas cuesta más que su valor nominal. En Singapur, donde un 60% de
los pagos de los consumidores son en efectivo y un 30% de las
transacciones comerciales son con cheque, eliminar el efectivo ahorraría más
del 0,5% del PIB, según su autoridad monetaria.

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Es cierto que los bancos centrales renunciarían al señoreaje, o sea, la
ganancia por emitir moneda, pero en general se trata de montos menores.
En todo caso, como dice Sands en un trabajo para la Escuela Kennedy de
Harvard, “suministrar a los delincuentes billetes de alta denominación porque
dé dinero parece indefendible”.

Eliminar billetes de alto valor también podría contribuir a la política monetaria,


sostiene Rogoff, porque los bancos centrales tendrían más margen para
imponer tasas de interés negativas durante una deflación si desapareciese el
peligro de que ocurran estampidas para convertir los depósitos en efectivo.

El menor uso de efectivo está transformando la tarea de garantizar la


seguridad y eficiencia del sistema de pagos. Las autoridades tienen que
preocuparse menos por los billetes falsos y los asaltos a los bancos, y más
por los delitos informáticos.

Uno de los mayores retos es maximizar el acceso a las finanzas digitales. En


un mundo donde 2.000 millones de personas no pueden acceder a los
bancos, lo que frena el crecimiento y perpetúa la pobreza, la inclusión
financiera está adquiriendo relevancia en los planes de políticas.

En las economías avanzadas, la gente sin internet también tiene más


dificultad para acceder no solo a las redes de pago electrónico sino a todo
tipo de servicios. “Se trata de una exclusión digital”, dice Segendorf del
Riksbank. “Están excluidos de gran parte de la sociedad”.

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