El Vinculo Perfecto

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Cómo Proteger tu congregación o Iglesia

“…vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:14)

Cuando eres parte de la familia de Dios, es tu responsabilidad proteger la unidad de esa


familia. ¿Cómo? Centrándote en lo que tenemos en común, y no en nuestras diferencias.

Pablo escribió: “…sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”


(Romanos 14:19). ¿Haces tú eso?

Como creyentes compartimos un Señor, un cuerpo, un propósito, un Padre, un Espíritu,


una esperanza, una fe, un bautismo, y un amor. Compartimos la misma
salvación, la misma vida y el mismo futuro – factores que son mucho más importantes
que cualquier diferencia; esas son las cosas en las que deberíamos centrarnos, y no en
los problemas y los asuntos insignificantes.

Dios nos ha dado diferentes personalidades, trasfondos, razas y preferencias, así que
deberíamos disfrutar de ellos, ¡y no simplemente tolerarlos! Él quiere la unidad, y no la
uniformidad total. Por amor a Cristo nunca debemos permitir que nuestras diferencias
nos dividan. Debemos mantenernos enfocados en lo que más importa – aprender a
amarnos unos a otros como Cristo nos amó.

Generalmente, los problemas surgen cuando desviamos nuestra atención hacia cosas


menos importantes. La Biblia las llama “cuestiones necias” (2 Timoteo2:23).

Siempre que enfocamos la personalidad, las preferencias, las interpretaciones, los estilos


o los métodos, surge la división. Pero si nos concentramos en amarnos unos a otros y
cumplir los propósitos de Dios, resulta la armonía.

“que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que
estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer” (1 Corintios
1:10).

Las personas te defraudarán, pero eso no es excusa para que dejes de amarlas y tener
comunión con ellas. Siguen siendo tu familia incluso cuando no actúen como tal, por lo
tanto ¡no puedes simple- mente abandonarlas! La gente se vuelve amargada en la iglesia
por muchas razones:

Hipocresía, servicios aburridos, dinero, rechazo, pequeñeces, legalismo, y –más que


nada– por quién tiene el control. Debido a que somos humanos, nos heriremos
inevitablemente. Pero en lugar de marcharnos, tenemos que quedarnos y solucionarlo.
La reconciliación, y no la huida, es el camino hacia un carácter más fuerte y
una comunión más profunda. Después de todo, no hay ninguna congregación perfecta a
donde escapar. Cuanto antes renuncies a la idea de que una iglesia debe ser perfecta
para poder amarla, antes dejarás de fingir y comenzarás a admitir que todos estamos
muy necesitados de gracia. Cada congregación debería colgar un letrero que dijese:
“No necesitamos personas perfectas. Esta iglesia es sólo para aquellos que admiten que
son pecadores, necesitan gracia y quieren crecer”. La verdad es que si Dios te une a una
congregación, ¡solamente Él debería “desunirte” de ella!

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