Hipónimos e Hiperónimos

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LECTURAS PARA REFLEXIONAR

1. La mariposa blanca
“Había una vez en Japón un anciano cuyo nombre era el de
Takahama, y que vivía desde su juventud en una pequeña casa que él
mismo había construido junto a un cementerio, en lo alto de una
colina. Era un hombre amado y respetado por su amabilidad y
generosidad, pero los lugareños a menudo se preguntaban por qué
vivía en soledad al lado del cementerio y por qué nunca se había
casado.

Un día el anciano enfermó de gravedad, estando cercana ya su


muerte, y su cuñada y su sobrino fueron a cuidarle en sus últimos
momentos y le aseguraron que estarían junto a él todo lo que
necesitara. Especialmente su sobrino, quien no se separaba del
anciano.

Un día, en que la ventana de la habitación estaba abierta, se coló una


pequeña mariposa blanca en el interior. El joven intentó espantarla
en varias ocasiones, pero la mariposa siempre volvía al interior, y
finalmente, cansado, la dejó revolotear al lado del anciano.

Tras largo rato, la mariposa abandonó la habitación y el joven, curioso


por su comportamiento y maravillado por su belleza, la siguió. El
pequeño ser voló hasta el cementerio que existía al lado de la casa y
se dirigió a una tumba, alrededor de la cual revolotearía hasta
desaparecer. Aunque la tumba era muy antigua, estaba limpia y
cuidada, rodeada de flores blancas frescas. Tras la desaparición de la
mariposa, el joven sobrino volvió a la casa con su tío, para descubrir
que este había muerto.
El joven corrió a contarle a su madre lo sucedido, incluyendo el
extraño comportamiento de la mariposa, ante lo que la mujer sonrió y
le contó al joven el motivo por el que el anciano Takahana había
pasado su vida allí.

En su juventud, Takahana conoció y se enamoró de una joven


llamada Akiko, con la cual iba a casarse. Sin embargo, pocos días
antes del enlace la joven falleció. Ello sumió a Takahama en la
tristeza, de la que conseguiría recuperarse. Pero sin embargo decidió
que nunca se casaría, y fue entonces cuando construyó la casa al
lado del cementerio con el fin de poder visitar y cuidar todos los días la
tumba de su amada.

El joven reflexionó y entendió quién era la mariposa, y que ahora su


tío Takahama se había reunido al fin con su amada Akiko.”

Un hermoso cuento de origen japonés que nos habla sobre el amor,


concretamente de un amor capaz de trascender el tiempo e incluso la
muerte. Un amor eterno.

2. Los seis sabios ciegos y el elefante


“En una ocasión había seis ancianos sabios que no gozaban del don
de la vista, siendo ciegos y empleando el sentido del tacto para
experimentar y conocer las diferentes realidades, seres y objetos del
mundo. Ninguno de estos sabios había visto jamás un elefante, y
tras conocer que su rey disponía de uno le solicitaron con humildad
poder conocerlo. El monarca decidió concederles su petición y los
llevó ante el paquidermo, permitiendo que los ancianos se acercaran y
lo tocaran.

Los sabios se aproximaron al animal y, uno por uno, tocaron al


elefante con el fin de saber cómo era dicho ser.
El primero le tocó un colmillo, y consideró que el elefante era liso y
agudo cual lanza. El segundo sabio se aproximó y tocó la cola del
elefante, respondiendo que en realidad era más bien como una
cuerda. El tercero entraría en contacto con la trompa, refiriendo que el
animal se parecía más a una serpiente. El cuarto indicaría que los
demás debían estar errando, ya que tras tocar la rodilla del elefante
llegó a la conclusión de que se trataba de algo semejante a un árbol.
El quinto lo desmintió al tocar la oreja del ser, valorando que se
parecía a un abanico. Por último, el sexto sabio llegó a la conclusión
de que en realidad el elefante era como una fuerte pared rugosa, al
haber tocar su lomo.

Tras haber llegado a distintas conclusiones, los sabios empezaron a


discutir respecto a quién poseía la verdad. Dado que todos
defendían sus posiciones con ahínco, recurrieron a la ayuda de un
séptimo sabio el cual podía ver. Este les hizo ver que en realidad
todos ellos tenían parte de la razón, dado que habían estado
describiendo una única parte del conjunto del animal, a la vez que aún
sin equivocarse ninguno de ellos había podido conocerlo en su
totalidad. “

Un cuento clásico procedente de la India; esta historia nos habla de


la necesidad de tener en cuenta que nuestro punto de vista no es el
único que existe sobre la realidad: debemos valorar que las opiniones,
creencias o conocimientos de otras personas pueden ser tan válidas y
verdaderas como las nuestras, sin necesidad de que ninguno de los
dos esté equivocado.

3. El ciervo escondido
“Había una vez un leñador de Cheng que encontró un ciervo en un
campo, al cual mató y posteriormente enterró con hojas y ramas para
evitar que otros descubrieran la pieza. Pero al poco tiempo, el leñador
se olvidó del lugar donde había ocultado el animal y llegó a creer que
en realidad todo el asunto había sido un sueño.

Poco después empezaría a contar su supuesto sueño, a lo que uno de


los que lo escuchó reaccionó intentando buscar el ciervo. Tras
encontrarlo, se lo llevó a su casa y le comentó a su mujer la situación,
la cual le indicó que tal vez sería él quien había soñado la
conversación con el leñador, pese a que al haber encontrado el animal
el sueño sería real. A esto, su esposo contestó que
independientemente de si el sueño fuera suyo o del leñador, no había
necesidad de saberlo.

Pero esa misma noche el leñador que cazó al animal soñó (esta vez
de verdad) con el lugar donde había escondido el cadáver y con la
persona que lo había encontrado. Por la mañana fue a casa del
descubridor del cuerpo del animal, tras lo que ambos
hombres discutieron respecto a quién pertenecía la pieza. Esta
discusión se intentaría zanjar con la ayuda de un juez, el cual repuso
que por un lado el leñador había matado a un ciervo en lo que creía
un sueño y posteriormente consideró que su segundo sueño era una
verdad, mientras que el otro encontró dicho ciervo, aunque su esposa
consideraba que era él quien soñó haberlo encontrado en base a la
historia del primero.

La conclusión era que realmente nadie había matado al animal, y se


dictó que el caso se resolviera mediante la repartición del animal entre
los dos hombres. Posteriormente, esta historia llegaría al rey de
Cheng, quien terminaría por preguntarse si realmente no sería el juez
quien había soñado haber repartido al ciervo.”

El cuento de “El ciervo escondido” es un cuento popular chino


que nos narra una historia basada en la diferenciación entre
sueño y realidad y lo difícil que en ocasiones puede ser realizarla. Es
uno de los cuentos cortos para adultos que nos habla sobre la
posibilidad de que podamos vivir en varios planos de existencia.

4. El fantasma provechoso (Daniel Defoe)


“Había una vez un caballero que poseía una casa muy muy vieja,
construida aprovechando los restos de un antiguo monasterio. El
caballero decidió que quería derruirla, pero sin embargo consideraba
dicha tarea implicaría demasiado esfuerzo y dinero, y empezó a
pensar en alguna manera de lograr hacerlo sin que le supusiera a él
ningún costo.

El hombre decidió entonces crear y empezar a difundir el rumor de


que la casa estaba encantada y habitada por un fantasma. Elaboró
también con sábanas un traje o disfraz blanco, junto a un artefacto
explosivo que generara una llamarada y dejara tras de sí olor a azufre.
Tras contar el rumor a varias personas, entre ellas algunos incrédulos,
les convenció de que acudieran a su casa. Allí activó el ingenio,
provocando que los vecinos se asustaran y creyeren que el rumor era
cierto. Poco a poco más y más gente iría viendo a dicho ente
espectral, y el rumor fue creciendo y extendiéndose entre los
lugareños.

Tras ello, el caballero extendió también el rumor de que el motivo de


que el fantasma estuviera allí podría ser el hecho de que hubiese en la
casa un tesoro escondido, así que en poco tiempo empezó a
excavar para encontrarlo. A pesar de que no lo hacía, los vecinos
empezaron también a creer que sí podía haber algún tesoro en el
lugar. Y un día, algunos vecinos le preguntaron si podían ayudarle a
excavar, a cambio de que pudieran coger el tesoro.

El propietario de la casa respondió que no sería justo que le tirasen la


casa abajo y se llevaran el tesoro, pero magnánimamente les ofreció
que si excavaban y retiraban los escombros que su acción generase y
en el proceso encontraban el tesoro, él aceptaría que se llevaran la
mitad. Los vecinos aceptaron y se pusieron a trabajar.

Al poco tiempo el fantasma desapareció, pero de cara a motivarles el


caballero dispuso veintisiete monedas de oro en un agujero de la
chimenea que después tapió. Cuando los vecinos lo encontraron, les
ofreció quedárselo todo siempre y cuando el resto que hallaran lo
repartieran. Ello motivó aún más a los vecinos, que ante la esperanza
de encontrar más fueron excavando hasta los cimientos. De
hecho, sí encontraron algunos objetos de valor del antiguo
monasterio, algo que los espoleó aún más. Al final, la casa fue
derruida por entero y los escombros retirados, cumpliendo el caballero
con su deseo y empleando para ello apenas un poco de ingenio.”

Este cuento fue creado por el escritor de Robinson Crusoe, Daniel


Defoe, y nos narra una historia en que podemos ver el valor de la
inteligencia y la astucia, así como el hecho de que ser codiciosos
nos puede llevar a ser manipulados y utilizados sin que siquiera nos
demos cuenta.

5. El sabio y el escorpión
“Había una vez un sabio monje que paseaba junto a su discípulo en la
orilla de un río. Durante su caminar, vio como un escorpión había
caído al agua y se estaba ahogando, y tomó la decisión de salvarlo
sacándolo del agua. Pero una vez en su mano, el animal le picó.

El dolor hizo que el monje soltara al escorpión, que volvió a caer al


agua. El sabio volvió a intentar sacarlo, pero de nuevo el animal le
picó provocando que le dejara caer. Ello ocurrió una tercera vez. El
discípulo del monje, preocupado, le preguntó por qué continuaba
haciéndolo si el animal siempre le picaba.

El monje, sonriendo, le respondió que la naturaleza del escorpión es la


de picar, mientras que la de él no era otra que la de ayudar. Dicho
esto, el monje tomó una hoja y, con su ayuda, consiguió sacar al
escorpión del agua y salvarlo sin sufrir su picadura. “

Otro cuento procedente de la India, en esta ocasión nos explica que


no debemos luchar contra nuestra naturaleza por mucho que otros
nos dañan. Hay que tomar precauciones, pero no debemos dejar de
ser quienes somos ni actuar en contra de lo que somos.

6. El espejo chino
“Había una vez un campesino chino, el cual iba a ir a la ciudad a
vender la cosecha de arroz en la que él y su esposa habían estado
trabajando. Su mujer le pidió que, aprovechando el viaje, no se
olvidase de traerle un peine.

El hombre llegó a la ciudad y una vez allí vendió la cosecha. Tras


hacerlo, se encontró y reunió con varios compañeros y se pusieron a
beber y a celebrar lo conseguido. Después de ello, y aún un poco
desorientado, el campesino recordó que su esposa le había pedido
que le trajera algo. Sin embargo, no recordaba el qué, con lo
que acudió a una tienda y compró el producto que más le llamó la
atención. Se trataba de un espejo, con el cual regresó a su hogar.
Tras dárselo a su esposa, se marchó de nuevo a trabajar en el campo.

La joven esposa se miró en el espejo, y repentinamente empezó a


llorar. La madre de esta le preguntó el porqué de tal reacción, a lo
que su hija le pasó el espejo y le respondió que la causa de sus
lágrimas era que su marido había traído consigo otra mujer, joven y
hermosa. La madre de esta miró también el espejo, y tras hacerlo le
respondió a su hija que no tenía de qué preocuparse, dado que se
trataba de una vieja.”

Un cuento de origen chino, de autor anónimo. Se trata de una


narración muy breve que tiene diferentes posibles
interpretaciones, pero que entre otras cosas nos habla de cómo nos
vemos nosotros mismos reflejados en el mundo, y la diferencia entre
cómo nos creemos que somos y cómo somos en realidad, a menudo
subestimándonos o sobrevalorándonos.

Para entender el cuento es necesario tener en consideración que


ninguno de los personajes se había visto jamás reflejado en un
espejo, no sabiendo qué es lo que ve realmente. Así, la esposa no es
capaz de comprender que la joven hermosa que ve es ella misma,
mientras que la madre tampoco ve que la anciana que ve es ella.
También se observa que mientras la primera se preocupa por qué
considera que lo que ve en el reflejo es más hermoso que ella
misma, la segunda lo minusvalora críticamente, prácticamente
burlándose de su propia imagen.

7. El mundo (Eduardo Galeano)


“Un hombre del pueblo Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al
alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado desde arriba
la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. -El mundo es
eso-reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona
brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y


fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros
arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin
parpadear, y quien se acerca se enciende.”

Más que un cuento corto, se trata de un micro cuento creado por


Eduardo Galeano (uno de los más destacados escritores uruguayos y
de toda Latinoamérica) y publicado en su libro “El libro de los
abrazos”. Se centra en la visión del mundo como un lugar maravilloso
lleno de gentes muy diferentes entre sí, pero que no dejan de ser
personas. También nos hace ver la relevancia de atreverse a vivir
intensamente.

8. El elefante encadenado (Jorge Bucay)


“Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me
gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros,
después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso,


tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta
un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto
solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una
pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo
un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en la tierra.

Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese


animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza
podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?

Cuanto tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de


los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a
algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el
elefante no se escapa porque estaba amaestrado. Hice entonces la
pregunta obvia... si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No
recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo


lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían
hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte
para mí alguien había sido lo bastante sabio para encontrar la
respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado a unido a
una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos
y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy
seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó,
tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió
agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al
que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el
animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este
elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa
porque cree -pobre- que no puede. Él tiene registro y recuerdo de su
impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese
registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra
vez…”

Uno de los cuentos más conocidos de Jorge Bucay; esta narración


nos cuenta como nuestros recuerdos y experiencias previas
pueden darnos conocimientos, pero también generar
estancamientos y bloqueos que nos impiden y que pueden
sabotearnos aun cuando su causa original ya no está presente. La
narración nos empuja a seguir intentando ponernos a prueba a pesar
de que lo que hayamos vivido pueda habernos hecho creer que no
podemos hacerlo.

9. El paisajista
“Érase una vez un pintor de gran talento que fue enviado por el
emperador de China a una provincia lejana y recién conquistada, con
la misión de traer a su vuelta imágenes pintadas. Tras un largo viaje
en el que visitó en profundidad todos los territorios de la provincia, el
pintor regresó, pero sin embargo no portaba ninguna imagen. Ello
generó sorpresa en el emperador, quien terminó enfadándose
con el pintor.
En ese momento, el artista solicitó que le dejaran un lienzo de pared.
En él, el pintor dibujó con gran detalle todo lo que había visto y
recorrido en su viaje, tras lo cual el emperador acudió a verlo.
Entonces el pintor le explicó cada uno de los rincones del gran paisaje
que había dibujado y explorado en sus viajes. Al acabar, el pintor se
aproximó a un sendero que había dibujado y que parecía perderse en
el espacio. Poco a poco, el pintor se adentró en el sendero,
metiéndose en el dibujo y haciéndose cada vez más pequeño hasta
desaparecer tras una curva. Y cuando este desapareció, lo hizo todo
el paisaje, dejando el muro completamente desnudo.”

Este cuento de origen chino es algo complejo de entender. Para ello


debemos ponernos en la posición del pintor y lo que hace a lo largo de
la historia: por un lado, observa la realidad, pero por el otro, y como se
ve al final cuando se une a su obra, forma parte intrínseca de ella. Se
trata de una alegoría de que, aunque podemos ser observadores
de lo que acontece en el mundo queramos o no somos parte de
él: si algo ocurre en esa realidad nos afecta a nosotros, ya que somos
parte de ella, mientras que lo que nos pase a nosotros no está alejado
de la realidad.

10. Tú gobiernas tu mente, no tu mente a ti


“Érase una vez un estudiante de zen que se lamentaba de que no
podía meditar, ya que sus pensamientos se lo impedían. Este le dijo a
su maestro que sus pensamientos y las imágenes que generaba
no le dejaban meditar, y que aun cuando se iban unos instantes al
poco volvían con mayor fuerza, no dejándoles en paz. Su maestro le
indicó que esto sólo dependía de sí mismo, y que dejara de cavilar.

Pero el estudiante siguió indicando que los pensamientos le


confundían y no le dejaban meditar en paz, y que cada vez que
procuraba concentrarse le aparecían pensamientos y reflexiones de
manera continuada, a menudo poco útiles e irrelevantes.

A esto el maestro le propuso que cogiera una cuchara y la sostuviera


en la mano, mientras se sentaba e intentaba meditar. El alumno
obedeció, hasta que de pronto el maestro le indicó que dejara la
cuchara. El alumno lo hizo, dejándola caer al suelo. Miró a su maestro,
confuso, y este le preguntó que quién agarraba a quién, si él a la
cuchara o la cuchara a él.”

Este breve cuento parte de la filosofía zen y tiene origen en el


budismo. En él se nos hace reflexionar sobre nuestros propios
pensamientos, y el hecho de que debemos ser nosotros quienes
tengamos el control sobre ellos y no a la inversa.

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