ADORNO - Retrospectiva Sobre El Surrealismo (Trad Sacristán)

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(Teoría y Análisis Literario C)

R E T R O S P E C T IV A SOBRE E L S U R R E A L IS M O

La difundida teoría del surrealismo que se encuentra reco­


gida en los manifiestos de Bretón, pero que domina también la
[En Theodor W. Adorno, Notas de literatura, Barcelona, literatura secundaria, pone al surrealismo en relación con el
Ariel, 1962. Traducción de Manul Sacristán.] ; sueño, con lo inconsciente, incluso con los arquetipos de Jung,
los cuales habrían encontrado su lenguaje gráfico, liberado de
•los añadidos del yp consciente, en los collages y en la escritura
automática. Así, los sueños jugarían con los elementos de la rea­
lidad como en el procedimiento de esos géneros. Pero si por una
parte'ningún arte está obligado a entenderse a s! m isino— y casi
se tiene la tentación de considerar incompatibles ese entenderse
, a sí mismo y su éxito;—, por otra parte, tampoco es necesario so-
: meterse a esa concepción programática repetida por los divulga-
: dores. En general/ lo mortal de toda interpretación de arte, in-
, cluso de la filosóficamente responsable, es que se ve obligada a
expresar lo extraño y sorprendente, puesto que tiene que hacerlo
en conceptos, por medio de lo ya sólito, eliminando así con la ex-
; plicación misma lo único que necesitaba ser explicado: en la
¡ medida en que toda obra de arte espera su explicación, en esa
misma medida comete, aunque sea contra su propia intención,
] alguna fragmentaria traición en favor del conformismo. Si el
: surrealismo no fuera en realidad más que una colección de ilus­
traciones literarias y gráficas a Jung o hasta a Freud, no sólo
, duplicaría superfluamente lo que ya expresa la teoría, con la pre-
: tensión de disfrazarla metafóricamente, sino que, además, sería de
tan trivial inocencia que no quedaría sitio para el scanclal que se
i propone el surrealismo y que es su verdadero elemento vital. N i­
velar el surrealismo con la teoría psicológica del sueño es some­
terlo ya a la vergüenza de lo oficial y aceptado. A la entendida

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afirmación “Esto es una figura paterna” se añade hoy el satis­ Tras la catástrofe europea los shocks surrealistas han perdido.!
fecho “Ya sabemos de qué se trata”, y lo que rio pretende sér toda fuerza. Es como si hubieran salvado París por su disposición!'
mas que sueño deja siempre, como reconoció Cocteau, la reali­ al terror angustiado: la ruinó de la dudad fue su centro. Si sej!
dad tal cual era, por más que la imagen aparezca muy dañada. quiere, según esto, superar el surrealismo en el concepto, habrá)!
Peio esa teoría del surrealismo yerra la cosa. Asi no se sueña; que recurrir no a psicología, sino a su procedimiento artístico. Elj;
nadie sueña así. Luis formaciones surrealistas no pasan de tener esquema del procedimiento artístico del surrealismo es, sin dis-jj
analogía con el sueño, por el hecho de que ponen fuera de juego cusión, el moni age. Sería fádl mostrar que también la pintura’)
la lógica habitual y las reglas de la existencia empírica; pero en propiamente surrealista opera con sus motivos de ese modo, yd
cambio siguen respetando las cosas aisladas separadas violenta­ que el discontinuo amontonamiento estructurado de imágenes eníj
mente unas de otras, siguen respetando todos sus contenidos, y la lírica surrealista tiene también el carácter del montage. Pero, ;
hasta acercan el humano a la figura cósica. El contenido es des­ como es sabido, esas imágenes proceden, literalmente en parte, !
menuzado y rcagrupado, pero no es disuelto. Cierto que el sueño y en parte según el espíritu, de las ilustraciones de fines deb
también procede así, pero el mundo cósico aparece en él incom­ siglo xix, entre las que se movieron los padres de la generadórp
parablemente más velado, menos puesto como realidad que en el de Max Emst; ya en los años veinte hubo, más acá del ámbito;
suirealismo, en el cual el arte da sacudidas al arte. El sujeto, surrealista, colecdones de tal material gráfico, como Our FatherS
que actúa en el surrealismo mucho más abierta y menos inhibi- de Alian Both, que participaron parasitariamente del shock su- :
darnente que en los sueños, aplica precisamente sus energías a la rrealista y, por amor del público, se ahorraron al mismo tiempo
tarea de borrarse a sí misma, objetivo que en el sueño se cumple el esfuerzo de extrañación del montage. Pero la práctica propia!
sin necesidad de ninguna energía; pero con ello resulta todo más , mente surrealista ha mezclado esos elementos con otros insó­
objetivo que en el sueño, en el que el sujeto, ausente por antici­ litos. Estos precisamente les han suministrado, por el shock, la
pado, da color y penetra a todo lo que ocurre, pero entre basti­ sensadón del ¿dónde he visto yo esto? Así pues, no será lídto
dores. Los surrealistas mismos se han dado cuenta mientras tanto sospechar la afinidad con el psicoanálisis en un simbolismo del
de que tampoco en la situación psicoanalítica se asocian los con­ inconsciente, sino en el intento de descubrir, mediante explosio­
tenidos del modo como ellos los componen en su arte. Por lo_ nes, experiencias infantiles. Lo que el surrealismo añade a los
demás, incluso la arbitrariedad de las asociaciones psicoanalíticas reproductores del mundo cósico es lo que hemos perdido de nues­
está muy lejos de ser arbitraria. Todo analista sabe el trabajo y tra infancia: cuando éramos niños, aquellas revistas ilustradas ya
el esfuerzo, el gasto de voluntad que hace falta 'para hacerse entonces anticuadas nos habrán asaltado como ahora los cuadros
dueños de la expresión involuntaria, expresión que ya en la si­ surrealistas. El momento subjetivo de todo ello se encuentra en
tuación analítica — por no hablar de la artística del surrealis­ la acción de montage: ésta, tal vez en vano, pero indiscutible­
ta — no se forma sino gracias a ese esfuerzo. En las ruinas del mente según su intendón, querría produdr percepdones tal
mundo que presenta el surrealismo no se manifiesta el en sí del como debieron ser entonces. El huevo gigantesco del que en
inconsciente. Si se juzgaran según esa pretensión) los símbolos cualquier momento puede salir el monstruo de un juido final es
del surrealismo resultarían demasiado racionalistas. Interpretado- ^ tan grande porque nosotros éramos muy pequeños la primera vez
nes en este sentido canalizarían la exuberante multiplicidad del que vimos, con escalofrío, el huevo.
surrealismo por unos pocos raíles, la reducirían a ¡unas [rocas y Lo anticuado sirve para producir ese efecto. En la moder­
¡robres categorías, como el complejo de Edipo, sip alcanzar la nidad resulta ya paradójico el que en vez de encontrarse siem­
fuerza que, si no siempre emana de las obras de arte surrealistas, pre bajo la fijación del siempre igual de la producción en masa
sí lo hace, al menos, de su idea; tal parece haber sido la reac­ tenga aún historia. Esta paradoja se aliena a ella y se convierte,
ción de Freud a propósito de Dalí. > con estas "estampas infantiles de la modernidad”, en expresión
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n E x a o s i ’LcrnvA soim s o. sunnHAí.iSMO i 1ó

de una subjetividad que, junto con el mundo, se ha hecho tam­ rece a las transformaciones por que atraviesa una exposición por­
bién ella extraña a sí misma. La tensión propia del surrealismo, nográfica en e! momento tic la satisfacción del voyeitr. Senos
la tensión que se descarga en el shock, es una tensión entre es­ cortados, piernas de muñecas de moda en medias de seda, como
quizofrenia y cosificación; no es, por tanto, una animación psico­ se encuentran en los collages, son notas recordatorias de aque­
lógica. El sujeto absolutizado, que dispone libremente de sí, que llos objetos de los instintos parciales de los cuales se despertó en
se ha desentendido de toda consideración del mundo empírico, otro tiempo la libido. En ellas lo olvidado, cósico, muerto, se
revela ser, a la vista de la cosificación total que le remite total­ revela como aquello que propiamente quería el amor, aquello
mente a sí mismo y a su protesta, algo “des-animado”, algo vir­ con lo cual quería identificarse, aquello a lo que nos parecemos.
tualmente muerto. Las imágenes dialécticas del surrealismo lo El surrealismo está emparentado con la fotografía porque es un
son de una dialéctica de la libertad subjetiva en la situación de despertar petrificado. Sin duda son imagines lo que cosecha, pero
una falta de libertad objetiva. En esas imágenes se petrifica el no las imágenes invariantes y sin historia del sujeto in rom-
dolor cósmico europeo, como Níobe al perder a sus hijas; en , cíente — la concepción convencional querría neutralizarlas en
ellas abandona la sociedad burguesa su esperanza en una propia este sentido— , sino imágenes históricas, en las que lo más Ínter-
supervivencia. Apenas podrá sospecharse que algún surrealista no del sujeto toma conciencia de sí mismo como de su exterio­
haya leído la Fenomenología del Espíritu de Hegel; pero una ridad, como imitación de algo histórico social. “Venga, Joe, tora
frase de ésta, frase que hay que pensar en relación con la otra como era la música de entonces”.
proposición más general que habla de la historia como el progre­ Pero con ello constituye el surrealismo el complemento de. la
so en la conciencia de la libertad, define el contenido surrealista, objetividad con la que es contemporáneo su nacimiento. El es
“Por eso la única obra y la única acción de la libertad general panto que, en el sentido de las palabras de Adolf Loos, sentía por
es la muerte, y precisamente una muerte que no tiene dimensión el ornamento -— como crim en— la escuela de la objetividad se
ni cumplimiento internos algunos”. El surrealismo ha hecho cau­ moviliza gracias al shock surrealista. La casa tiene un tumor: sus p)
sa propia de la crítica dada en esa frase; esto explica sus impulsos miradores. Los pinta el surrealismo: nace de la casa una cxcre- fO
políticos contra la anarquía, los cuales resultan sin embargo in­ cencia de carne. Las imágenes infantiles de la modernidad son
compatibles con aquel contenido. Se ha dicho de la citada frase la quintaesencia qe aquello que recubre la escuela de la objetivi­
de Hegel que en ella1la Ilustración se resuelve a sí misma me­ dad porque ello recuerda a ésta su propio ser cósico y el hecho
diante su propia realización; y el surrealismo mismo no podrá de que no es capaz de dominarlo, que su racionalidad sigue
entenderse a nivel más modesto, como lenguaje de la inmedia­ siendo racional. El surrealismo colecciona todo lo que la escuela
tez, por ejemplo, sino sólo como testimonio de la inversión de la de la objetividad niega al hombre; las deformaciones dan testi­
libertad abstracta en el dominio de las cosas, y, con él, en mera monio de lo que la prohibición ha hecho con lo deseado y prohi­
naturaleza. Los montages del surrealismo son las verdaderas na­ bido. Gracias a esas deformaciones salva el surrealismo lo anti­
turalezas muertas. Al componer lo anticuado crean efectivamente cuado, un álbum de idiosincrasias en las que va poniéndose ama­
nature morte. rilla la pretensión de felicidad que los hombres se ven negada
Esas imágenes no son imágenes de un algo interno, sino más en su propio mundo tecnificado. Y si hoy día hasta el surrealismo
bien fetiches — mercancías-fetiche— a los que en otro tiempo se resulta anticuado, ello se debe a que los hombres se niegan ya
adhirió lo subjetivo, la libido. Estas imágenes recuperan la in- / incluso a aquella conciencia de privación que queda apresada en
fancia no por inmersión en el hombre, sino, con esos fetiches. lo negativo
O
del surrealismo.
Modelos del surrealismo serían en realidad las pornografías. Lo
' que ocurre en los collages, lo que en ellos se impone convulsa­
mente como un tensq gesto de voluptuosidad en la boca, se pa-
----- N O T A S Ut L IT E S ATUS A

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