10 Mitos de Los Judios

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María Luiza Tucci Carneiro

Diez mitos sobre los


judíos
Traducción de Carol Colffield
Índice
PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
INTRODUCCIÓN
FUENTES PROMOTORAS DEL MITO
La multiplicación de la mentira
La construcción del peligro judío
La renovación de los mitos por las nuevas tecnologías
DIEZ MITOS SOBRE LOS JUDÍOS
MITO 1: Los judíos mataron a Cristo
MITO 2: Los judíos son una entidad secreta
MITO 3: Los judíos controlan la economía mundial
MITO 4: No existen judíos pobres
MITO 5: Los judíos son avaros
MITO 6: Los judíos no tienen patria
MITO 7: Los judíos son racistas
MITO 8: Los judíos son parásitos
MITO 9: Los judíos controlan los medios
MITO 10: Los judíos manipulan a los Estados Unidos
REPRESENTACIÓN DEL MITO
FUENTES
BIBLIOGRAFÍA
SOBRE LA AUTORA
CRÉDITOS
Los mitos están hechos para que la imaginación los anime.
ALBERT CAMUS
Prefacio a la edición española
El libro que el lector tiene entre las manos es una pequeña joya. Uno de esos
ensayos imprescindibles para comprender cuestiones complejas, en este caso el
antisemitismo y el antijudaísmo, de forma accesible y sencilla, sin por ello incurrir
en la banalidad ni caer en la simplificación abusiva. La primera definición del buen
ensayismo es precisamente esa: hacer fácil lo difícil. En este caso, tornar en
comprensible lo que, en apariencia, sigue siendo aún hoy incomprensible para
muchos: la pervivencia a lo largo de los siglos, con distintas manifestaciones, del
antisemitismo; y el protagonismo que un pequeño pueblo disperso por el mundo
ha cobrado como principal chivo expiatorio de las angustias, frustraciones y
temores de amplios segmentos sociales. Lo que ocurrió en la Europa de la Baja
Edad Media, en la sociedad alemana o polaca del período de entreguerras, o en las
sociedades urbanas de inmigración americanas, desde Toronto y Nueva York a São
Paulo y Buenos Aires.
No podía ser de otro modo, pues a la autora, la profesora Maria Luiza Tucci
Carneiro, la avalan sólidas credenciales, como experta en la historia del
antisemitismo, de la Shoah y de las actitudes hacia los inmigrantes y refugiados
judíos en su país, Brasil, empezando por la época colonial y culminando en el
período que sigue a la Segunda Guerra Mundial. Al tema ha dedicado varios
estudios, y sobre cuestiones relativas al racismo, la discriminación y la xenofobia
dirige un centro de investigación interdisciplinar en la Universidad de São Paulo,
LEER, cuya trayectoria jalonan varios congresos internacionales y publicaciones
colectivas. Se trata de una perspectiva fresca y renovadora, forjada en un contexto
social donde la presencia del antisemitismo ha adquirido históricamente tintes
diferenciales, y los prejuicios étnicos contra los inmigrantes judíos se superpusieron
al antisemitismo de nuevo cariz importado por pensadores integralistas, por
fascistas europeos o por imitadores de esos fascistas. Del judío inmigrante de la
Europa oriental, protagonista de narraciones y obras de teatro donde se
caricaturizaba a muchos recién llegados, se pasó a la importación de Los Protocolos
de Sion, al antisemitismo biológico-genético de los nazis, y a la acogida de nuevos
inmigrantes judíos, esta vez refugiados que huían de la Europa en llamas, y
supervivientes que habían presenciado el exterminio de sus familiares, vecinos y
amigos.
Quizás por ello la mirada de Maria Luiza Tucci Carneiro es analítica y
penetrante, y se interroga por lo sustancial, por las imágenes básicas que
conforman el continuum, la matriz discursiva e iconográfica que es común al
antijudaísmo (de raíz católica) y al antisemitismo (de carácter ideológico, biológico
y/o cultural). Los mitos acerca de los judíos, que conforman la materia prima de
los chistes que aún se cuentan, desgraciadamente, en varios países, pero también
las generalizaciones pseudocientíficas de un Adolf Hitler en Mi lucha.
La autora desglosa y deconstruye diez lugares comunes. Diez acusaciones
omnipresentes que se configuraron para muchos antisemitas en axiomas, y que por
ello se tornaron mitos. Los judíos como asesinos de Cristo, desde la publicística
medieval cristiana hasta películas recientes. Los judíos como secta conspirativa y
secreta a través de los siglos, «trajinando» constantemente —esa frase, referida a
israelíes en La Habana, se la oí a una persona supuestamente culta no hace mucho,
y me hizo reflexionar sobre la capacidad de impregnación de esas imágenes— y
asociados fácilmente por ello a otras sociedades secretas, como la masonería. Los
judíos como origen último de la oligarquía financiera, patrones capitalistas y, en
consecuencia, dueños del mundo y responsables últimos de cualquier crisis
económica. En conclusión, no pueden existir judíos pobres, argumento caro a
quienes perpetraban pogromos y expulsaban a los judíos de Europa oriental. Son
avaros y mezquinos, topos omnipresente en la literatura, las artes escénicas y
visuales. Son apátridas desde su expulsión de Judea, y como errantes no solo
traicionan al país en que se asientan, aunque lleven en él generaciones, hablen su
idioma y hayan dado su sangre por él, sino que también se oponen a cualquier
forma de patriotismo. Si los judíos han preservado su tradición, religión y cultura a
través de los siglos, sin ser patriotas, solo puede ser por una razón: por ser racistas
y despreciar a los gentiles. Son parásitos del cuerpo social, al no considerarse parte
de él: chupan su sangre y preparan el salto a otro cuerpo cuando aquel esté
exánime, por lo que como parásitos hay que perseguirlos. También procuran
engañar a las sociedades que parasitan, para lo que es fundamental el control de su
mente, mediante el dominio de la prensa y la imprenta o, en el siglo XXI, de los
medios digitales. Y, en fin, gracias a sus artimañas, los judíos son capaces de
controlar el país más poderoso del mundo, una potencia joven donde hallaron
campo abonado para su multiplicación: los Estados Unidos.
Con ello, la autora cierra de manera magistral el círculo y, de paso, también
halla una explicación a una aparente paradoja: la gran versatilidad ideológica de
los mitos antijudíos, y en particular su capacidad para impregnar muy distintas
cosmovisiones e ideologías políticas, desde la extrema derecha a la extrema
izquierda, al ser capaz de combinarse con otras Feindbilder, otras representaciones
del Otro. Pues, añadiríamos nosotros, si la imagen del judío como manipulador de
la industria y la política estadounidenses, en un sentido favorable a Israel, es
propia de una parte de la izquierda de posguerra, previamente lo había sido la
imagen del judío como origen y promotor de la revolución soviética, y aun del
liberalismo.
El análisis de Maria Luiza Tucci Carneiro es certero, ágil y plástico. Y no es
menor acierto el apropiado acompañamiento de imágenes, desde representaciones
pictóricas a caricaturas. Su bibliografía es concisa pero pertinente, transnacional e
interdisciplinar. Ofrece abundantes sugerencias sobre la traducción de esos mitos y
su difusión en Brasil, pero no por ello es un ensayo sobre la historia del
antisemitismo en este país. Es una perspectiva global sobre la matriz cultural,
discursiva e iconográfica, del antisemitismo realizada desde Brasil. Buena muestra
de que la patria de los historiadores solo puede ser, a fin de cuentas, la buena
historia. Y si está contada con agilidad y donaire, miel sobre hojuelas.
XOSÉ M. NÚÑEZ SEIXASMúnich, junio de 2016
Introducción
Diez mitos sobre los judíos invita a los lectores a un viaje de exploración al
imaginario colectivo y a la reflexión sobre una realidad marcada por el racismo.
Este libro —que guarda algunos de los principales mitos sobre los judíos— está
organizado en forma de breviario, o sea, es un compendio de textos cortos que
pueden leerse en dosis homeopáticas. Aunque estén numerados, no siguen un
orden obligatorio porque así son los mitos: cada cual tiene vida propia,
imbricándose, sobreponiéndose en partes al igual que escamas o tejas, y uniéndose
por un enraizamiento profundo proveniente del sustrato construido de generación
en generación. Porque parecen ciertos, tienen como atributo la verosimilitud con
una realidad portadora de una apariencia o de una probabilidad de verdad. De ahí
el elevado nivel de convencimiento de un mito que, al ser alimentado por la
cultura popular y erudita, engaña.
Creo que es un libro provocador, porque reconstituye grandes mentiras con
las que convivimos diariamente, muchas veces sin saber nada sobre sus orígenes y
propósitos. De ahí viene la pregunta: ¿por qué y cómo sobreviven los mitos? En
primer lugar, creo que es importante aclarar el sentido de mito empleado en este
breviario: no trataremos aquí de mitos cuyas narrativas buscan explicar fenómenos
de la naturaleza, los orígenes del hombre o del mundo, ni nos valdremos de
figuras imaginarias de dioses, semidioses y héroes, a ejemplo de las mitologías de
las antiguas civilizaciones griega o romana. Tampoco trataremos de mitos
folclóricos, mitos de origen y distinción, mitos fundadores o mitos religiosos.
Nuestro objeto, en este momento, es el mito político sobre los judíos, su circulación y
repercusión en las sociedades contemporáneas y, en especial, aquellos que
persisten instigando al odio hacia los judíos. En el futuro, cabe reconstituir
también, en otro breviario, los mitos sobre los negros, los gitanos, los indígenas,
etc.
El historiador Raoul Girardet dice que los mitos políticos son «como el
sueño que se organiza en una dinámica de imágenes [...] que se encadenan, nacen
una de la otra, se llaman, se hablan y se confunden; mediante un juego complejo de
asociaciones visuales». En síntesis: sus contornos son imprecisos, «se imbrican, se
penetran y muchas veces se pierden unos en otros», como si estuviesen atados por
una red sutil y poderosa de ligaduras de complementariedad que «no cesa de
mantener entre ellos pasadizos, transiciones, transferencias» 1.
Un mito político no es simplemente un fenómeno social o una idea. Es
mucho más: es la representación que se hace de determinados fenómenos, personas
o ideas, generando una mentira que será usada como verdad. El mito es elaborado,
o sea, modelado con el objetivo de «hacer creer»; es construido para engañar a un
determinado grupo que cree en lo que oye o piensa que ve. El mito miente y logra
mantenerse a través de la repetición y de la constante reelaboración de su
narrativa, siempre seductora, exagerada en sus detalles. Así, para intentar entender
los mitos que rigen al antisemitismo secular y siempre actual, analizaremos diez
narrativas que cuentan diferentes historias sobre los judíos y que, en su conjunto,
le dan cuerpo y sustancia al mito. Porque persiste desde hace siglos, el mito
también es historia, pues se ha construido un seudosaber para legitimar la versión
de aquellos que, por algún interés, insisten en la idea de que los judíos son una
raza o grupo indeseable. Dichas «marcas» colaboran en componer una imagen
deformada del pueblo judío en su totalidad, delineado a través de figuras
antiestéticas, diabólicas, aterradoras y antisociales. El sentido común ignora la
existencia de una comunidad judía integrada en la sociedad, multicultural y
emprendedora en la economía (comercio, industria etc.), como también en la
medicina, la literatura, la filosofía y las artes, por nombrar tan solo algunos
ejemplos.
Un conjunto de elementos simbólicos y míticos son accionados diariamente
a través de los medios de comunicación y de la tradición oral, manteniendo viva la
mentira que, cada vez más, gana proyección en los escenarios del mundo
globalizado. Persiste desde hace siglos el «oí decir» que colabora en desencadenar
una sucesión de falsas imágenes que, en su conjunto, exploran los fundamentos
inconscientes de las creencias colectivas.
Por lo general, el mito —que es polimorfo, dinámico, invisible y
polifacético— se adapta a los terrenos fértiles excavados por la ignorancia y
conquista nuevos adeptos que, en el futuro, lo promoverán. Es común, como se
puede constatar a través de los documentos dejados por el mito, que la narrativa se
combina con las tradiciones regionales que ofrecen elementos inspirados en la
realidad, favoreciendo la creencia en la mentira. Tal constatación demuestra que
hay una persistencia de las prácticas totalitarias que, en las décadas de 1930 y 1940,
inspiraron la construcción de los «demonios» y las conspiraciones mundiales que,
ciertamente, contribuyeron a acelerar muchos de los planes genocidas articulados
por la Alemania nazi. Los «demonios hitlerianos» sobreviven bajo múltiples
facetas, determinados por representaciones que los mantienen a la orden del día 2.
Al considerar el mito político como uno de los responsables de la
radicalización del pensamiento racista en varios países del mundo, conviene
analizar el proceso de construcción de ese discurso que instiga al odio hacia los
judíos y hacia Israel. Con vistas a la dinámica de los mitos políticos, buscaremos
explicar su génesis, transformación y proliferación, generalmente comandadas por
voces distintas. Voces que están presentes en nuestra vida cotidiana, difíciles de
identificar por tratarse de una de las capacidades del mito: la de metamorfosearse
como un virus, sin diagnóstico posible. Nos cabe denunciarlo, buscando las líneas
de convergencia que nos llevan a los productores, sujetos activos de la violencia y
del odio hacia el Otro. Muchas veces, los mitos circulan como una cultura de
periferia, y se los interpreta como ingenuos, desprovistos de intención de matar.
Sin embargo, al evaluarlos en su conjunto, pueden traer graves consecuencias para
el ser humano, como ocurrió durante la era nazi.
Para este breviario, optamos por analizar tan solo diez mitos contra los
judíos. Existen muchos otros, algunos seculares, y no solo sobre los judíos. En este
grupo de parias sociales incluimos a: los gitanos, los negros, los indígenas y los
homosexuales, entre otros. De ahí la preocupación por investigar las raíces de los
mitos que persisten bajo el sesgo de la modernidad y de la memoria colectiva. Al
detectar los diez principales mitos que circulan sobre los judíos en el mundo
contemporáneo, también estaremos cuestionando cómo y por qué se procesan tales
cambios mentales alimentados por la mentira y/o la deformación de los hechos.
Por sus raíces históricas, el antisemitismo es fruto del mito que, por
excelencia, tiene la capacidad de desfigurar la realidad y de metamorfosearse,
aprovechándose de momentos de crisis agudas durante las cuales los valores
tienen que ser (re)ordenados. Al analizar el foco que promueve ese fenómeno
social y político, se pueden identificar las diferentes formas del mito que coexisten
en la sociedad, variando en sus fundamentos e intensidades. La mentira, la
exageración, la generalización y la deformación de los hechos históricos emergen
con la intención de incitar al odio hacia los judíos. De ahí la circulación de
múltiples «versiones» imbricadas que se vuelven cada vez más latentes y aguzadas
por la crisis en Oriente Medio, y por la reafirmación política de los grupos de
extrema derecha y de los grupos terroristas, defensores de programas de exclusión
y destrucción de Israel y del pueblo judío mediante la violencia, sea física o
simbólica.
Considerando que el mito sostiene al antisemitismo histórico, subrayo que
su narrativa es siempre acusadora, impregnada de estigmas. Con cada versión de
la mentira, se refuerza a lo largo del tiempo el proceso de construcción del mito
mediante un conjunto de otras narrativas, cuya dinámica abarca al mito del hereje,
del judío errante, de la «raza» pura, del pueblo «bárbaro, falso e hipócrita», del
pueblo invasor, por invocar solo algunos ejemplos. Entre los mitos más comunes
que refuerzan las versiones antisemitas tenemos: los judíos «dominan la economía
mundial», «actúan como una sociedad secreta», «mataron a Jesucristo», «no existen
judíos pobres», «controlan los medios», «son racistas», «se creen superiores», «son
avaros», «no quieren integrarse en las sociedades en donde viven», «son un pueblo
sin tierra y sin patria» y «manipulan a los Estados Unidos», por mencionar los más
comunes.
1 Raoul Girardet, Mythes et mythologies politiques, París, Seuil, 1990.
2 Sobre este tema cito los importantes estudios de Léon Poliakov, entre ellos: La causalité diabolique: essai
sur l’origine des persécutions, París, Calmann-Lévy, 1994; Le mythe aryen: essai sur les sources du racisme et les
nationalismes, París, Calmann-Lévy, 1994.
Fuentes promotoras del mito
Las narrativas de los mitos sobre los judíos tienen en común el tono
acusador, persistiendo siempre la idea de que los judíos son culpables y/o
responsables de un delito, con o sin violencia. En síntesis: en momentos de crisis,
cuando los valores son (re)ordenados, los judíos surgen como «chivo emisario», el
enemigo-objetivo, imagen que sigue siendo alimentada en cuanto se restablece la
normalidad.
Son descalificados por su cultura, agredidos física o simbólicamente a través
de eslóganes propios del discurso antisemita. A lo largo de la historia nos damos
cuenta de que varias otras minorías o grupos marginados también fueron usados
como «chivo emisario» de algún infortunio o fracaso: así, los judíos no son los
únicos. Basta mirar con algo más de atención los mitos que circulan sobre los
afrodescendientes y los gitanos.
Es evidente —a lo largo de la historia, desde la antigüedad hasta nuestros
días— que alguien debe responder por los «males que afligen a la nación»,
expresión utilizada, por ejemplo, durante la proliferación de la peste negra,
pandemia mundial que mató a millones de personas en Europa en la Baja Edad
Media (siglo XIV). La misma expresión la usaron también la Inquisición ibérica para
acusar a los cristianos nuevos, y la propaganda antisemita idealizada por la
Alemania nazi, que responsabilizaba a los judíos de la tragedia que afligía al
pueblo alemán desde el fin de la Primera Guerra Mundial.
El concepto de chivo emisario, sin embargo, es más antiguo de lo que nos
imaginamos. Tiene sus raíces en la propia tradición judía, en el llamado Día de la
Expiación, citado en el libro bíblico de Levítico 16:5-28. En ese evento, los hebreos
organizaban una serie de rituales para purificar a su nación usando dos chivos que,
por sorteo, tendrían destinos distintos. Uno de ellos sería sacrificado junto a un
toro y su sangre se usaría para marcar las paredes del templo; el otro —
resguardado de la muerte ritual— recibía la misión de cargar los pecados del
pueblo de Israel, que simbólicamente se pasaban a la cabeza del animal a través de
las manos del sumo sacerdote. Enseguida, se abandonaba al chivo emisario o chivo
expiatorio en el desierto, y este se llevaría consigo «todas las iniquidades de ellos a
tierra inhabitada; y el hombre dejará ir al macho cabrío por el desierto» (Lv 16: 21-
22).
Siguiendo la trayectoria de los mitos en las sociedades contemporáneas,
vemos que sus productores se apropian de ciertos saberes (populares y/o eruditos)
que, al adaptarlos a sus intereses, ofrecen múltiples resonancias. Quien discrimina
asume una posición nuclear, enmascarando sus intereses, manipulando
informaciones y actuando con agresividad. El público al que se destina
generalmente desconoce los orígenes de las acusaciones y sus mentes están
preparadas para creer en la mentira que es portadora de una apariencia o de una
probabilidad de verdad.
Los mitos sobre los judíos emergen, simultáneamente, en varias partes del
mundo, corroídos por prejuicios seculares que cargan en sus entrañas la hiel de la
intolerancia. Para la escalada del odio, basta un paso. Muchas de esas mentiras
mantienen versiones laicizadas, heredadas de supersticiones medievales, de la
doctrina católica, del ideario nazi, del antisionismo y del antiamericanismo. El
antisionismo se ha fortalecido con los conflictos en Oriente Medio que involucran
al Estado de Israel y a los palestinos, presentándose también como propicio a las
falsificaciones y tergiversaciones tanto del judaísmo como de la Historia del Pueblo
Judío, favoreciendo la proliferación del antisemitismo. De ahí la importancia de la
creación y definición de las fronteras de un Estado palestino para la implantación
de la paz en Oriente Medio.
Adjetivos calificativos siguen siendo empleados de forma generalizada para
componer la imagen y el carácter de los judíos, a quienes se les acusa de violentos,
traicioneros, terroristas, monstruos nazis, ingratos, manipuladores de
informaciones e interesados en ganar dinero. La tradicional trama «oro/judío»,
alentada por el antisemitismo tradicional de fundamentación católica, sigue
emergiendo como símbolo de la mediocridad, espacio fértil para la proliferación
del racismo. De la misma manera, los judíos siguen siendo acusados por grupos
antisionistas y antisemitas de no tener derecho a una patria, debiendo vivir como
«eternos caminantes». Si la Inquisición ibérica trató a los judíos y a los cristianos
nuevos como «razas infectas» por tener sangre impura, el Estado nazi los
transformó en infrahumanos (untermenschen), sin derecho a ciudadanía,
caminantes sin patria. Hoy, estas imágenes son reavivadas por los medios (muchas
veces mal informados u orientados para tratar de esta manera los hechos) y por los
grupos de la extrema derecha y la extrema izquierda. O sea, constatamos que la
mentira circula independientemente de la ideología: solo necesita terreno fértil.
Analizando algunos de los documentos producidos por diplomáticos
brasileños en misión en el exterior entre 1933 y 1945, constatamos que muchos de
ellos endosaron esta mentira, sin contradecirla. De sus textos emerge la imagen del
judío proscrito y prófugo (desertor), expresiones peyorativas empleadas como
sinónimo de judío indeseable. Tan solo códigos simbólicos de comunicación, tan solo
palabras cargadas de subjetividad, tan solo mentiras recalentadas en tiempos
sombríos. Pero en cualquier situación, en el pasado o en el presente, siempre
subyace que aquella figura marcada por el estigma de ser judío, practicante o no,
fue expulsada de una patria que «no era suya», debiendo, así, caminar siempre
hacia el infinito. En 1938, el diplomático Barros Pimentel, de la legación brasileña
en Berna, endosando el mito, definió a los judíos como «pertenecientes a toda la
Humanidad», lo que, en síntesis, se refiere al ciudadano del mundo 3.
LA MULTIPLICACIÓN DE LA MENTIRA
Para comprender mejor la multiplicación de la mentira que atraviesa siglos,
debemos tener en mente que estamos tratando con la «construcción de una imagen
maligna», diabólica. Son representaciones del judío o del pueblo judío que se valen
de imágenes metafóricas preexistentes en el imaginario colectivo. De imágenes
mentales que se transforman en imágenes visuales fácilmente delineadas por la
caricatura, por la fotografía y por las artes plásticas, susceptibles de manipulación.
A partir de estos ejemplos conseguimos darnos cuenta de cómo las mentes pueden
ser talladas por saberes orientados por los centros productores del odio. Estos
saberes —alimentados por la reproducción hoy facilitada por los medios
globalizados— sirven para legitimar el poder de grupos interesados en «barrer a
Israel y a los judíos del mapa».
Son saberes ricos en estigmas (marcas físicas y de carácter) que, bajo la
forma de mentira disfrazada de verdad, refuerzan la imagen antiestética y
antisocial del judío. Hasta 1950, por ejemplo, el judío era representado en
caricaturas como una figura de nariz aguileña, pies planos, barbudo, sucio y
ridiculizado por su acento extranjero «enquistado» en el país que lo recibió. Con la
presencia cada vez más notable del judío ortodoxo en los grandes centros urbanos
y en barrios específicos de Israel, esta imagen viene siendo recuperada con el
objetivo de identificarlo como un «extraño». Las imágenes mentales preexistentes
en el imaginario colectivo son estimuladoras de actitudes intolerantes, violentas.
Por medio de la repetición, esas imágenes refuerzan versiones (narrativas),
fortalecen símbolos y resonancias afectivas (de repulsa, odio, agresión física),
alimentando visiones negativas sobre el Otro. Considerando que el imaginario
popular carece de explicaciones para sus problemas inmediatos (crisis económicas,
desempleo, éxito profesional, violencia urbana), la mentira le sienta como un
guante. Se adhiere, se pega, crece como un pan leudado lleno de burbujas que se
abren. Por estas aperturas nacen los nuevos «alienígenas», «ETs», ángeles y
vampiros, valiéndome aquí de algunas imágenes exploradas por el cine y por la
literatura de ficción. Se suman aún los fundamentalismos y las filosofías
alternativas que se valen de la mentira para imponer sus versiones sobre los
hechos.
En fin, el mito es una construcción: se organiza por medio de una sucesión
de imágenes que de forma dinámica tienen como objetivo (re)ordenar el mundo o
alguna sociedad en particular. Si el imaginario colectivo de la población es rico en
imágenes metafóricas, por ejemplo, será mucho más fácil considerarlo como
verdad. Generalmente los individuos mal informados, con algún desequilibrio
mental, o desencantados con su posición socioeconómica se convierten en blancos
fáciles de los mitos racistas. Pasan rápidamente de la etapa de observación a la etapa
de fanatismo, y enseguida a la paranoia aguda, crónica. Interesados en encontrar una
respuesta a sus problemas personales o de grupo, se dejan envolver por el miedo y
por referencias del pasado. Se convierten fácilmente en individuos receptivos a las
teorías conspirativas y genocidas, perdiéndose en las incertezas y en los recovecos
de una sociedad en crisis.
Según el lugar por donde circula la mentira, hay variantes de intensidad y
matices, prescindiendo de la necesidad de que existan, por ejemplo, judíos
organizados en comunidad. Basta que exista el mito. Es más, esta es la fuerza del
mito: hacer ver a los personajes y escenarios que se quiere ver aunque no existan.
De ahí las referencias constantes a complots, acuerdos secretos, túneles
subterráneos, fortunas millonarias y hasta «industrias del Holocausto», aunque
estas sean invisibles. En los siglos XX y XXI podemos decir que Los Protocolos de los
Sabios de Sion, uno de los mayores engaños de la historia, siguen alimentando a
esos mitos en varias partes del mundo4. Así, el mito crece a través de las relaciones
del individuo con grupos sociales, los medios de comunicación y la propaganda
política. Se aprovecha de elementos culturales de las realidades locales y, como
una trama invisible, compone una red de significados por los cuales «se piensa y se
explica el orden del mundo en su totalidad», valiéndome aquí del debate que abrió
Eduardo Colombo, estudioso del imaginario social 5.
En el caso de los judíos, existe un terreno fértil que alimenta la germinación
de los mitos sobre esta comunidad/pueblo: el propio judaísmo, como toda
religión, se modela a través de ritos que, proyectados sobre el imaginario colectivo,
favorecen interpretaciones distorsionadas. Uno de los rituales más importantes del
judaísmo, la ceremonia de la circuncisión (Brit Milah), por ejemplo, además de ser
una obligación de todos los padres judíos, es también una mitzvá, un acto de
conexión con Dios6, siendo por lo general realizado por un mohel o un médico, o
sea, el profesional capacitado para llevar a cabo el procedimiento quirúrgico.
Realizado al octavo día del nacimiento del niño, se explica como el Pacto de la
Alianza, siguiendo las enseñanzas de la Torah, en el Génesis, descrito como la
promesa hecha a Dios y que garantiza la continuidad del pueblo judío. En ese
momento, el bebé recibe su nombre en hebreo. Pero ¿cómo una ceremonia de Brit
Milah puede servir al mito? Porque implica un «pacto» que envuelve sangre,
porque exige el «sufrimiento» de un recién nacido, por ser un ritual cuyo énfasis es
la continuidad del grupo que, según la lógica del mito, se va fortaleciendo para
imponerle su poder al mundo.
Innumerables veces, por ejemplo, los inquisidores del Santo Oficio de
España y Portugal interpretaron la realización de un minian7 (grupo de diez judíos
mayores de 13 años) como un complot secreto, realizado a escondidas, con el
objetivo de atentar contra el cristianismo. Situaciones como esas vaticinaban las
obsesiones católicas por las conspiraciones, creencias que durante siglos
alimentarían la pasión histérica por explicaciones maniqueas atribuyendo a los
judíos «conspiradores» la articulación de masacres, la transmisión de pestes y
virus, y hasta la responsabilidad por terremotos y desgracias mayores. Actualizada
en esta dirección, esta lógica se aplicó a Los Protocolos de los Sabios de Sion, al
discurso hitleriano y, más recientemente, a la proliferación del SIDA y la
drogadicción, según podemos corroborar en algunas ediciones actualizadas de Los
Protocolos, publicadas en Brasil por la editorial Revisão. Ejemplos como esos
demuestran la capacidad de los mitos políticos para actualizarse y sobrevivir
valiéndose de vestigios del pasado. De ahí la persistencia de la «demonización» de
los judíos como eternos «chivos expiatorios»8.
Como dijo el gran físico y humanista Albert Einstein (1879-1955):
Los demonios están por todos lados; es probable que, de manera general, la creencia en la acción
demoníaca se encuentre en la raíz de nuestro concepto de causalidad.
Es la persona, libre, creadora y sensible, quien modela lo bello y exalta lo sublime, mientras las
masas son arrastradas por una danza infernal de imbecilidad y de embrutecimiento 9.
LA CONSTRUCCIÓN DEL PELIGRO JUDÍO
El peligro de los mitos contra las minorías étnicas (judíos, gitanos, negros,
indígenas, etc.) es que estos, por la dinámica de imágenes que se encadenan,
preparan a las mentes para que autoricen el genocidio o cualquier otro tipo de
violencia física o simbólica. Instigan a los movimientos de «cacería de brujas»,
transformando los argumentos en fuerzas movilizadoras. Muchas veces, un
fragmento de realidad es suficiente para detonar el odio, incitar persecuciones,
prisiones, torturas, deportaciones y masacres. La carga emocional se vuelve tan
fuerte que parte de la población cree en la mentira, como ocurrió durante la era
inquisitorial ibérica (España: 1478-1834; Portugal: 1536-1821) y la era nazi (1935-1945).
Se sabe que tanto la doctrina católica como las propagandas totalitarias y
autoritarias contribuyeron inmensamente a la creación de víctimas «virtuales»,
acelerando el proceso de «demonización» de los judíos tratados como razas
degeneradas, inferiores o infectas10.
Creo que es difícil estudiar y comprender la historia del antisemitismo sin
evaluar un imaginario colectivo que está poblado de arquetipos a los que no se
debe dejar de lado o ignorar. Las imágenes estereotipadas de los judíos que allí
coexisten —judío errante, judío capitalista, judío egoísta, judío degenerado, judío
asesino, etc.— se prestan a generar fuerzas capaces de alterar el orden de una
sociedad, como ocurrió en el imperio colonial portugués y en la Alemania nazi. Los
relatos míticos favorecen la creación de héroes/salvadores de la nación, la
institución de jerarquías y de modelos de relaciones sociales moldeadas por el
maniqueísmo: se cree en la existencia de una sociedad dividida entre fuerzas
opuestas: Bien × Mal.
De esta manera, los mitos se transforman en fuerzas reguladoras de una
sociedad determinada, sirviendo para controlar a las masas, situación común a los
regímenes absolutistas, totalitarios y autoritarios. Basta recordar que, tanto en
España (1478-1834) como en Portugal (1536-1821), el Tribunal de la Inquisición no
midió esfuerzos para eliminar a los judíos y los cristianos nuevos, fundamentada
en el concepto de impureza de sangre, abolido en el siglo XIX, como lo demostré en
mis estudios sobre el tema11. En la misma dirección concluye Christiane Stallaert, al
considerar que esos detalles:
se orientarán históricamente hacia un componente biológico y cultural como fue la limpieza de
sangre que se aplicó a judíos, moros, moriscos, marranos, etc., con la finalidad de rechazarlos, no integrarlos
socialmente o de tener sobre ellos ciertas cautelas generadas por la desconfianza. La hegemonía cristiana
se impone y con ello la identidad hispana12.
En el caso de la Alemania nazi, los judíos fueron clasificados por los líderes
nacionalsocialistas como elementos de «desvío» en el orden instituido y de
degeneración de la raza pura alemana y, como tales, debían ser exterminados. Los
mitos ofrecían una explicación para los «males que acometían a la nación
alemana», dirigiendo las conductas de la población predispuesta a endosar la
narrativa/mentira. Por medio de caricaturas, el cine, la radio, la fotografía, los
libros infantiles, los desfiles y los himnos nacionales, el mito ganó espacio y
consiguió canalizar las energías para la formación de un consenso: la salvación de
la sociedad alemana dependía de su líder (Adolf Hitler, el «salvador») y de la
división de la población en puros e impuros, culminando con el endose de
prácticas genocidas.
Según Pierre Ansart, el mito «participa de la renovación de un cierto orden,
de la institución de una cierta jerarquía y, como consecuencia, de la eliminación de
los dominados [léase los parias]: el mito potencia la violencia hasta entonces
reprimida, siendo legitimada por el Estado» 13.
LA RENOVACIÓN DE LOS MITOS POR LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
En pleno siglo XXI, debemos evaluar la persistencia y la revitalización de los
mitos políticos bajo el prisma de las nuevas tecnologías y del impacto de las
mismas sobre la construcción del conocimiento sobre los judíos. Haciendo una
retrospectiva histórica, nos damos cuenta de que los mitos, por su dinámica y
capacidad de renovación, pasaron de la tradición oral medieval a los modernos
medios de comunicación de masas. Hoy, modernizados, circulan con mayor
rapidez por los ordenadores, programas informáticos, juegos interactivos, iPhones
e internet. Incitan al odio mediante mentiras globales, sin fronteras ni identidad,
transmitidas por los blogs neonazis y antisemitas. Favorecidos por el derecho a la
libertad de expresión y por la facilidad de anonimato que otorga internet, los
blogueros apelan a la libertad de componer e ilustrar su repertorio con imágenes
mentales y visuales inspiradas en el pasado próximo. Seducidos por los mitos,
ofrecen a sus lectores el «reino de la felicidad».
A través de las noticias sobre Oriente Medio que tienen a Israel como foco
de las críticas políticas, las narrativas mitológicas se actualizan, contribuyendo a
insuflar situaciones de inseguridad a la paz mundial y ampliar el odio hacia los
judíos y el Estado de Israel. Sensacionalistas, los medios —valiéndose ampliamente
de la fuerza de la fotografía como documento-verdad— intensifican, como muy
bien afirmó Gilles Lipovetsky, las posibilidades «de un mundo repleto de
catástrofes y de peligros»14. Apelando a la emoción, la fotografía favorece la
construcción de una segunda realidad15 y fortalece el mito. La crisis de paradigmas
que sacude al siglo XXI abre espacios a la circulación y a la revitalización de mitos.
No podemos olvidarnos de que la mente, valiéndose de la mentira y la distorsión
de los hechos, aún es prisionera de la lógica totalitaria.
Desde el punto de vista de lo mental colectivo, podemos considerar que el
mito del complot judeo-masónico internacional perdura hoy en día como uno de los
paradigmas del antisemitismo moderno. Al mismo tiempo, el odio milenario hacia
el judío sobrevive, auspiciado por las noticias de los medios de comunicación que
alimentan opiniones distorsionadas sobre la crisis en Oriente Medio. Por ejemplo:
tras el atentado terrorista al World Trade Center (Nueva York) y al Pentágono,
sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos (Washington) el 11 de
septiembre de 2001, intelectuales, periodistas y universitarios celebraron el terror
con buenas dosis de antisemitismo. Y, en otras situaciones, al intentar revelar la
vulnerabilidad del imperialismo americano y acusar a Israel de «terrorismo» y
«genocidio nazi» contra los palestinos, esos ciudadanos rompieron nuevamente el
huevo de la serpiente. Lamentablemente no logramos penetrar en el siglo XXI
inmunes a este veneno que sigue encantando a los enemigos de la democracia.
3 Maria Luiza Tucci Carneiro, Cidadão do Mundo. O Brasil diante do Holocausto e dos Judeus
Refugiados do Nazifascismo (1933-1948), São Paulo, Perspectiva, 2011. Disponible también en alemán:
Weltbürger: Brasilien und die Flüchtlinge des Nationalsozialismus (1933-1948), trad. de Marlen Eckl, Berlín, Lit
Verlag, 2014; y en francés: Citoyen du Monde. Le Brésil face à l’Holocauste et aux réfugiés juifs, victimes du
nazisme (1933-1948), trad. de Marie-Jô Ferreira, París, L’Harmattan, 2016.
4 Para tener una idea de la multiplicación y los daños causados por las varias versiones de Los
Protocolos de los Sabios de Sion, sugiero: Maria Luiza Tucci Carneiro (org.), O Anti-semitismo nas Américas.
História e Memória, prefacio de Pilar Rahola, São Paulo, Edusp, 2007.
5 Eduardo Colombo, El imaginario social, trad. de Bernard Weigel, Montevideo y Buenos Aires,
Altamira / Nordan-Comunidad, 1993, pág. 47.
6 Mitzvá significa mandamiento y también conexión: estar conectado a Dios. Cuando un judío
cumple una mitzvá, se entiende que está expresando esta conexión (positiva).
7 Ciertos rituales u oraciones judías solo pueden realizarse en presencia de una congregación
que, según la Torah, debe tener por lo menos diez adultos que forman el minian. Debe haber un minian,
por ejemplo, para la realización de la ceremonia del Brit Milah, para las oraciones del Kadish, Barechá,
Kedushá y la lectura de la Torah, entre otros.
8 Léon Poliakov, La causalité diabolique, op. cit.
9 Frase de Albert Einstein disponible en http://www.kdfrases.com/frase/91297.
10 Maria Luiza Tucci Carneiro, Preconceito Racial em Portugal e Brasil Colônia. Os Cristãos-novos e o
Mito da Pureza de Sangue, Séculos xvi ao xix, 3.ª ed., São Paulo, Perspectiva, 2005.
11 Ibídem.
12 Reseña de Carlos Junquera Rubio sobre la obra de Christiane Stallaert, Etnogénesis y etnicidad en
España. Una aproximación histórico-antropológica al casticismo, publicada en Estudios del hombre, núm. 18, 2003,
pág. 215.
13 Pierre Ansart, «Ideologías, conflictos y poder», en Eduardo Colombo, op. cit., págs. 101-102.
14 Gilles Lipovetsky, Métamorphoses de la Culture Libérale: éthique, médias, entreprise, Montreal,
Éditions Liber, 2002.
15 Véase Boris Kossoy, Lo efímero y lo perpetuo en la imagen fotográfica, trad. de Luis E. Parés,
Madrid, Cátedra, 2014.
DIEZ MITOS SOBRE LOS JUDÍOS
Mito 1

Los judíos mataron a Cristo


El mito dice que «los judíos mataron a Jesucristo». Esta es una de las acusaciones
tradicionales que integran el breviario del antisemitismo cristiano y popular. Es una
expresión que jamás dejó de manifestarse en los países de tradición católica. La verdad es
que tal acusación sirvió inicialmente a los propósitos de los pioneros del cristianismo,
interesados en forjar la imagen maligna de los judíos, alimentando el miedo capaz de
desfigurar la realidad.
Al transformar a los judíos en asesinos de Cristo, los eruditos cristianos
intentaban ahogar las dudas lanzadas por los judíos en cuanto a la naturaleza
terrenal de Jesús, el carácter ilusorio de su resurrección y sobre que él no era el tan
esperado Mesías.
A lo largo de los siglos, el mito de que «los judíos mataron a Cristo» fue
reafirmado y renovado por otros mitos que, a partir del siglo XII, contribuyeron a
fortalecer la idea del «peligro judío» y a generar creencias populares prejuiciosas.
Tales hostilidades llegaron al apogeo en el período posterior a las Cruzadas y a
partir de la instalación de la Inquisición ibérica, momento en que la Iglesia católica
fortaleció su discurso de «unidad del cristianismo» en la lucha contra los herejes.
Durante la Edad Media, por ejemplo, la sociedad creyó en la leyenda del asesinato
ritual de un niño celebrada anualmente durante la Pascua, en la profanación de las
hostias y, en el inicio del siglo XV, en la acusación de que los judíos envenenaban
los pozos. La atribución de estos crímenes a los judíos tiene en común la idea de
que ellos conspiraban contra el cristianismo y, como tales, deberían ser eliminados.
En su esencia, el mito de que «los judíos mataron a Cristo» tiene sus raíces
en las interpretaciones de los Evangelios por los eruditos cristianos, quienes
instigarían al odio y a la violencia a través de sus prédicas. A lo largo de los siglos,
esta mentira circuló en los catecismos católicos, en los sermones, en los manuales
inquisitoriales, en una rica iconografía, en las entradas de enciclopedias, en los
textos de la dramaturgia, crónicas periodísticas, literatura de cordel, caricaturas
políticas y en los conocimientos «útiles» divulgados por las revistas ilustradas y
almanaques. Innumerables manuales (laicos, pastorales y clérigos), periódicos
católicos y protestantes contribuyeron a afirmar el concepto de crimen deicida
(matador de Dios y, en particular, de Jesucristo), presentado aquí como un mito de
larga duración. Tiene sus raíces en las polémicas judeocristianas que, desde el siglo
I al IV, favorecieron el alejamiento entre el cristianismo y el judaísmo, siendo
constantemente revitalizado por nuevas imágenes mentales y visuales.
Este tema ya fue profundamente analizado por varios estudiosos, cuyas
obras son referencia para comprender el proceso de construcción del mito del judío
deicida, la persistencia y la interferencia de este mito en la mentalidad y en los
comportamientos sociales desde el Medievo hasta el día de hoy. Entre los
historiadores conviene consultar a Jules Isaac, Léon Poliakov, Cecil Roth, Robert
M. Seltzer, Edward Flannery, Joshua Trachtenberg y Sérgio Alberto Feldman 16. En
conjunto, esos estudios ponen en evidencia dos factores que han contribuido a la
persistencia del crimen de deicidio: el creciente proceso de desjudaización del
cristianismo y la construcción de una narrativa acusatoria por parte de los
cristianos interesados en señalar a un culpable por la crucifixión de Jesucristo.
Para entender ese proceso que culminó en la demonización de los judíos
como símbolo del mal, conviene retroceder en el tiempo en busca de la génesis de
ese mito. Las primeras ideas antijudías pueden ser identificadas en el Imperio
romano, época en que se creía que la tierra era un disco plano y sus confines no
estaban muy lejos. Las acusaciones violentas contra los judíos empezaron dentro
de las sinagogas y siguieron en las prédicas de los apóstoles que, al igual que Jesús,
eran «judíos disidentes». La literatura cristiana de los siglos II y III ya criticaba a los
judíos por no haber aceptado la fe de Cristo y por no renunciar a sus «viejos»
rituales. Entre los apóstoles citamos a Pablo de Tarso, quien, para conquistar
nuevos adeptos, estimulaba a que se rompiese con los mandamientos de la Ley
judía, renunciando a la circuncisión y a las restricciones de dieta.
Hasta los años 30 y 40 d.C., los seguidores de Jesús en Jerusalén aún
pregonaban en el Templo, observaban las leyes judías y se consideraban miembros
del pueblo judío, manteniendo así una convivencia «razonable entre cristianos y
judíos»17. Porque los cristianos necesitaban ser reconocidos por el Imperio romano
como miembros de una religión legítima, consolidada y enraizada —religio licita—,
condición que disfrutaban los judíos, cuya posición era milenaria. Ese era uno de
los desafíos enfrentados por los cristianos: el que su religión fuera reconocida por
los romanos como lícita. Sin embargo, para alcanzar tal estatuto, tenían que anular
las concepciones judías, entre ellas, la que negaba a Cristo como el Mesías. Al
insistir en la idea, los judíos creaban obstáculos para la legitimación de los
cristianos, quienes defendían (y aún hoy defienden) la creencia de que Jesús fue
crucificado, resucitó y a los cuarenta días subió a los cielos ante sus doce apóstoles,
regresando como el Redentor, según las descripciones del Nuevo Testamento
(Lucas 24:50-53; Marcos 16:19; Actos I: 9-II).
En síntesis: de una conducta de cordialidad, los cristianos pasaron a la
agresividad, situación que se hizo cada vez más evidente a partir del año 66 d.C.,
cuando los judíos de la tierra de Israel se rebelaron contra Roma, sin ser apoyados
por el grupo de judíos-cristianos (bautizados), acusados de traidores. En los años
132-135, tras la segunda revuelta de los judíos contra Roma liderada por Shimon
Bar-Kochba, la separación entre judíos y católicos se hizo aún más contundente,
configurando el impacto real del cristianismo sobre el judaísmo. Como represión
—expresando aquí una de las primeras manifestaciones antisemitas de Estado—,
Adriano promulgó, en 135, dos edictos antijudíos, revocados por su sucesor,
Antonino, en 138.
Las Sagradas Escrituras pasaron a interpretarse de forma distinta por ambos
lados y, durante el Medievo, recibieron adiciones y alegorías por parte de los
cristianos que buscaban autodefinirse como aquellos que:
respetaban a Dios y no cometían delitos. No aceptaron el Becerro de Oro; no practicaban
idolatría en el tiempo de los Profetas y eran fieles siervos de Dios. Ese protocristianismo estaba en las
entrelíneas del Pueblo Elegido, era su parte justa y fiel. Eran los hebreos. A ese grupo pertenecían los
Patriarcas, Moisés, Josué, David y los profetas. Ya los adoradores del Becerro de Oro, de los ídolos de
Baal y Astarté, los perseguidores de los Profetas, serían los judíos. Convivían con sus hermanos justos y
fieles, pero colidían con ellos a través de la historia. Dios, innumerables veces, los amonestó y terminó
castigándolos con el Exilio. Enseguida, serían los que no aceptarían a Cristo y permanecerían judíos. Ya
los hebreos aceptan a Cristo y reciben a los gentíos en su seno convirtiéndose en el verdadero Israel. Así,
de un lado están los judíos, vertiente maligna e infiel; y del otro, los hebreos, la vertiente justa y fiel a
Dios que permanece cristiana18.
Desde esa narrativa, repetida en varios otros textos cristianos 19, los judíos se
convirtieron, de «Pueblo del libro» y «Pueblo elegido por Dios» en «Pueblo
asesino» y «Pueblo elegido por Satanás». Sérgio Feldman, en su magnífico artículo
sobre el tema, analiza los textos de los fundadores del catolicismo, demostrando
cómo ocurrió el proceso de demonización de los judíos. Entre los autores que
argumentan sobre la malignidad de los judíos, el autor cita a: Eusebio, obispo de
Cesárea; Hilario de Poitiers; Juan Crisóstomo, obispo de Antioquía; Jerónimo;
Agustín de Hipona; Isidoro de Sevilla, quien vivió en la Hispania visigótica a fines
del siglo VI e inicios del siglo VII. Durante la Alta Edad Media, gracias a las
predicaciones más tolerantes de Agustín, los judíos de Europa occidental lograron
vivir con cierta tranquilidad y protección, siendo valorados por sus actividades
administrativas, comerciales y financieras. A partir del siglo XII, el panorama se fue
alterando por medio de virulentos discursos antijudíos elaborados por los padres
de la Iglesia, entre ellos Juan Crisóstomo (344-407), obispo de Antioquía, e Isidoro
(340-420). Fundamentándose en las Escrituras, Crisóstomo afirmaba que:
la Sinagoga sería un teatro y un «centro de prostitución», una casa de ladrones y hospedaje para
bestias salvajes (Sermón 6:5). Un lugar de vergüenza y de ridículo (1:13), el domicilio del demonio (1:6),
al igual que el alma judía es poseída por el demonio; sus ritos son criminales e impuros (3:1). Esas
denuncias son entremezcladas con citas del texto bíblico, de las cuales se hace una relectura. Los judíos
son descritos como seres corruptos y criminales. Son los asesinos de Cristo (6:1)20.
Jerónimo, a su vez, a pesar de su convivencia muy próxima a rabinos y
sabios judíos en Palestina, no alteró el tono virulento de ese discurso. En su
opinión, los judíos eran «serpientes, aborrecedores de todos los hombres»; su
imagen es la de Judas y los salmos y oraciones son «rebuznos de asnos»; asegura
que ellos maldicen a los cristianos en las sinagogas 21.
La acusación de que los judíos mataron a Cristo se arraigó más y más en el
cristianismo y sus orígenes están en las polémicas judeocristianas que favorecieron,
entre los siglos I y IV, la propagación de tales calumnias. Ese proceso de difamación
culminó con la demonización de los judíos que fueron animalizados para fortalecer
al cristianismo (presentado como símbolo del Bien) en oposición al judaísmo
(símbolo del Mal). En el contexto, se explica la violencia emprendida contra los
judíos durante la peste bubónica o peste negra como se hizo conocida, que
acometió a varios países europeos, entre ellos Francia, donde ocurrieron pogromos
en 1348. En aquella ocasión, el papa Clemente VI promulgó dos bulas papales,
enfatizando que los judíos no eran los culpables de la plaga, pero sin éxito. Bajo el
liderazgo del conde de Saboya, decenas de judíos fueron presos y torturados en
regiones alrededor del lago de Ginebra, acusados de envenenar al cristianismo.
En otras regiones, como en Basilea, miembros de la comunidad judía fueron
acusados de envenenar los pozos, los niños judíos fueron retirados de sus padres y
convertidos forzosamente al cristianismo. Se calcula que cerca de seiscientos judíos
fueron esposados, enjaulados y enseguida quemados por la población enfurecida.
Una situación semejante vivieron cerca de dos mil judíos de Estrasburgo, a quienes
quemaron vivos, a pesar del intento de protección por parte del obispo y del
consejo de la ciudad. Pogromos ocurrieron en varias ciudades y pueblos a lo largo
del río Rin, al igual que en Erfurt, en Alemania, donde tres mil judíos fueron
asesinados bajo la acusación de diseminar la peste negra. En Worms, cuatrocientos
judíos fueron quemados en marzo de 1349, y en Frankfurt parte de la comunidad
judía optó por el suicidio en masa en vez de la conversión forzosa. En síntesis: en el
auge de la pandemia entre 1348 y 1351, la figura del judío sirvió de chivo
expiatorio, ya que gran parte de la comunidad judía no había sufrido la
enfermedad, en comparación a los demás grupos. Según Martin Blaser, de la
Universidad de Nueva York, la mayoría judía no fue contaminada por la
enfermedad debido a que mantenían sus casas higienizadas de impurezas, al igual
que sus manos durante las comidas, siguiendo los preceptos del judaísmo 22.

Quema de judíos en Baviera, ilustración de Michael Wolgemut y Wilhelm


Pleydenwurff, reproducida de Hartmann Shedel, Liber Chronicarum, 1493, pág. 533. Biblioteca
Estatal de Baviera /Biblioteca Mundial Digital, http://www.wdl.org/pt/item/4108.
A partir del siglo XIV, los judíos radicados en la península ibérica también
fueron encarados como una minoría peligrosa dentro del cristianismo, a pesar de
haber compartido hasta entonces los mismos espacios. Tal fue la solución
encontrada por el Estado absolutista y por la Iglesia católica ibérica para resolver
los conflictos entre cristianos y judíos comerciantes, quienes después fueron
forzados, bajo pena de muerte, a convertirse al catolicismo, primero en España
(1391) y después en Portugal (1492). Al acusar a los cristianos nuevos de
«miembros de una raza infecta» y de herejes, el Estado y la Iglesia contribuían a
impedir la ascensión de la clase media burguesa judía, entonces competidores de
los cristianos viejos, además de apoderarse de sus bienes.
Leonardo da Vinci, Estudio preparatorio para La Última Cena, 18 × 15 cm, 1498.
Collection Windsor Castle, Royal Collection.
A partir de la instalación del Tribunal del Santo Oficio en España (1478) y en
Portugal (1536), se fomentó el antisemitismo de fundamentación teológica que
contribuyó a un largo proceso de exclusión social y física de los cristianos nuevos.
Los orígenes de ese prejuicio tienen sus raíces en la promulgación de la Sentencia-
Estatuto de Toledo, de 1449, que dividió a la sociedad ibérica en cristianos viejos,
puros de sangre, y cristianos nuevos, miembros de una raza infectada por la sangre
judía, mora, gitana o negra. Un universo nuevo se presentó para los judíos
conversos de España y Portugal, quienes, al prohibírseles profesar el judaísmo,
fueron obligados a practicarlo a escondidas, generando el fenómeno del
marranismo23. Esas representaciones estereotipadas de los judíos cruzarán los
siglos y sumarán fuerzas con la figura del judío conspirador propagada por Los
Protocolos de los Sabios de Sion en los siglos XIX y XX24.

Leonardo da Vinci, La Última Cena, 460 × 880 cm, 1498, técnica mixta con
predominio de temple y óleo sobre dos capas de preparación de yeso extendidas sobre
enlucido. Refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie, Milán.
Representaciones artísticas siguieron instigando al odio hacia los judíos,
como, por ejemplo, los tradicionales cuadros de la Santa Cena, el Beso de Judas y el
drama de la Pasión (presentado en los cuadros de la Vía Sacra y en
representaciones populares al aire libre). La imagen de Judas fue, a lo largo de los
siglos, transformada en la figura legendaria del «traidor», del villano o de alguien
de conducta infiel. A pesar de que Jesús y todos sus discípulos eran judíos, en los
estudios preparatorios que produjo Leonardo da Vinci para la Santa Cena, Judas es
el único que aparece distinguido por sus rasgos exagerados, identificado por sus
vestimentas amarillas obligatorias para los judíos en algunos países de Europa.
Según los Evangelios, tras la cena, Jesús fue a orar con los apóstoles en el jardín de
Getsemaní. Allí, Judas lo identificó ante los guardias dándole un beso y llamándolo
maestro, a cambio de treinta monedas de oro. Según Mateo (27:3-10), Judas se
arrepintió, devolvió el dinero y se ahorcó.

Giotto, El Beso de Judas, fresco, 200 × 185 cm, 1304-1306, Escenas de la vida de Cristo,
capilla de los Scrovegni, Padua.
Esa escena se convirtió en uno de los iconos de la pintura sacra,
contribuyendo a afirmar la imagen del judío traidor. Cito aquí una pintura
anónima del siglo XII que lleva el título de El Beso de Judas, cuyo tema se repite en el
fresco pintado por Giotto entre 1304 y 1306 en la capilla de los Scrovegni, en
Padua. También en el fresco La Última Cena, producido entre 1495 y 1498 por
Leonardo da Vinci, en el convento de Santa Maria delle Grazie, en Milán. Basado
en el Nuevo Testamento (Juan 13:21), donde Jesús anuncia a los doce apóstoles que
entre ellos uno lo traicionaría, Da Vinci destaca la figura de Judas en la mesa de
celebración del Pessah. Tenemos también La Captura de Cristo, de Caravaggio o de
uno de sus discípulos, en 1602; El Beso de Judas, de Fra Angélico, de 1450, en
Florencia; un mosaico de San Apolinar Nuevo del siglo VI en Ravena; y el famoso
El Beso de Judas, de Jean Bourdichon, de hacia 1505, que integra Les Grandes Heures
d’Anne de Bretagne.
Jean Bourdichon, El Beso de Judas, ca. 1505, una de las pinturas de Les Grandes Heures
d’Anne de Bretagne. Biblioteca Nacional de Francia.
En el Evangelio según Juan (12:6 y 13:29) —el cuarto y último de la Biblia en
escribirse entre 95 y 100—, Judas cargaba una «bolsa de dinero» por ser el tesorero
del grupo de los discípulos, además de hurtar monedas del fondo común. Tanto la
bolsa de dinero como las monedas son, aún hoy, elementos que se repiten en las
caricaturas antisemitas25. Ni siquiera Dante Alighieri (1265-1321), en la Divina
Comedia, se olvidó de los judíos y de Judas, quien, en lo más hondo del infierno, fue
puesto al lado de Casio y de Bruto, asesinos de Julio César. Allí, los tres traidores
más grandes de la historia son seguidamente devorados por Lucifer. Pero vale aquí
reproducir un fragmento de la Divina Comedia, donde Dante quiso decir que «la
muerte de Jesucristo satisfizo a los judíos por su rabia contra Jesús», según la nota
explicativa del traductor:
Y así la pena de la cruz, medida
con la naturaleza que asumiera,
aplicóse más justa que ninguna;
y así ninguna fue tan injuriosa,
si a la persona que sufrió atendemos,
a la que se juntara esa natura.
Mas tuvo un acto efectos diferentes:
plació una muerte a Dios y a los judíos;
hizo temblar la tierra y abrió el cielo26.
EL MONIGOTE DE JUDAS
La intensidad de este mito, una de las principales fuentes del antisemitismo
medieval y moderno, dejó marcas profundas en el imaginario cristiano. Aún hoy,
los niños educados en el catolicismo tienen su infancia marcada por la figura de
Judas, el hombre que «vendió» y traicionó a Jesucristo. Tanto es así que persiste
una aceptación colectiva en varios países europeos e iberoamericanos sobre el
significado simbólico de quemar al Judas Iscariote el Sábado de Gloria, por su
traición a Cristo. Generalmente, la matanza de Judas ocurre el Sábado de Aleluya,
o sea, durante la Semana Santa, con variantes locales. En las últimas décadas, ha
sido común usar la figura de Judas para la crítica política, valiéndose de carteles
colgados del cuello y hasta reemplazando su rostro con el semblante de algún
político corrupto. Transmitido de generación en generación, el rito no debe ser
interpretado como un fenómeno folclórico, sino como un ejemplo de
transfiguración cultural y expresión del antisemitismo tradicional. Estamos ante la
supervivencia de una fiesta pagana (Compitales Romanas) que la Iglesia católica
denominó «Fuego de Judas», adaptándola, posteriormente, a su propósito de
quemar simbólicamente a un muñeco que representa a Judas, el judío que traicionó
a Cristo.
Para Ático Vilas-Boas da Mota, estudioso de este rito en el folclore brasileño,
la quema del Judas es la «supervivencia de la condenación en efigie», fórmula
sostenida por la Inquisición ibérica para condenar a aquellos que lograban
escaparse o que murieron antes de recibir la sentencia. Aunque se trate de un
«residuo folclórico transfigurado», el linchamiento del Judas traduce las
persecuciones a las prácticas de expurgo que ocurrieron a lo largo de la Edad
Media. O sea, el rito de expurgar tiene como propósito eliminar todo aquello que
simbolice el mal y, como tal, que contribuya a desequilibrar el orden establecido 27.
A fines del siglo XIX, por ejemplo, ese ritual era observado en Córcega, en
Lizing (Lorena alemana), en Nelling y Mittelbronn. Costumbres similares se
encuentran en otras partes de Europa: Tirol, Alta Baviera, Franconia, Colonia,
Sarre, Inglaterra, Suiza, Portugal, España etc.; y en Latinoamérica, en países como
Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Venezuela. En el Alto Rin, «quemar al Judas»
simbolizaba «quemar al judío, judío rojo o judío eterno». En Portugal,
posiblemente inspirado en las prácticas inquisitoriales, mientras el Judas se
quemaba, explotaban bombillas repartidas por todo el cuerpo del monigote 28.
De efecto teatral extraordinario —una especie de circo romano con distintos
protagonistas—, esa pantomima va más allá del espectáculo de la conmemoración,
asumiendo características típicas del antisemitismo popular: de la paranoia a la
histeria colectiva. Como participantes de este ritual, adultos y niños suelen
justificar su agresividad al muñeco del «traidor Judas Iscariote» porque él «es
malo», «mató al Padre del cielo», «porque es una venganza de los católicos contra
los judíos», «porque vendió a Jesús y lo condenó al Calvario».
En España, por ejemplo, la Fiesta de Judas aún sigue la tradición católica,
celebrándose en varios pueblos como: Robledo de Chavela (Madrid), Pedro Abad
(Córdoba), Venta del Moro (Valencia), Villadiego (Burgos), Chozas de Canales
(Toledo), Talayuelas (Cuenca), Cabezuela del Valle (Cáceres) y Samaniego (Álava),
entre otros. Según el historiador Javier Domínguez Arribas, los temas del deicidio,
de los crímenes rituales y de los sacrilegios —considerados «rastros del
antijudaísmo tradicional»— (re)aparecen en varias celebraciones locales en España,
especialmente en Semana Santa. Como ejemplos, Domínguez Arribas alude a la
costumbre de «matar a judíos» en Sahagún y otras localidades leonesas, y a la de
consumir una especie de sangría en Cataluña y Asturias.

Caricaturista V. T., «Judas», presidente de la provincia de Pernambuco, 26 × 38 cm.


América Illustrada, Recife, 13 de julio de 1879, año IX, núm. 27, pág. 4. APR-Hemeroteca.
Reproducido de Maria das Graças Ataíde y Rosário Ataíde, História (nem sempre) Bem-
humorada de Pernambuco, vol. I, Recife, Edições Bagaço, 1999, pág. 133.
En Brasil, y especialmente en el Estado de São Paulo, son conocidos los
Autos da Malhação de Judas [«Autos de linchamiento del Judas»] realizados en Itú,
Cotia, Capivari y Pirapora do Bom Jesus. En abril de 1849, el periódico O
Campineiro registró el apedreo de un Judas de paja y algunos versos dichos por los
participantes:
1.Judeu, judeu / O português / Que apanhou do espanhol!
2.Judas foi para Roma / Vender Jesus / Depois foi enforcado / Coitado! 29.
La imagen del Judas traicionero aparece una vez más en el periódico de
Pernambuco América Illustrada el 13 de julio de 1879, en una caricatura de V. T., en
la que Adolpho de Barros Cavalcanti Lacerda, presidente de la provincia de
Pernambuco, es criticado como un hombre de dos caras: traidor o ángel. Como
traidor, se representa a Adolpho Lacerda como Judas, que, sin ningún rasgo que lo
identifique como judío, carga la tradicional bolsa de dinero en una mano y besa a
una mujer que, simbólicamente, representa al Partido Liberal. El cierre de la
Asamblea Provincial durante la gestión de Lacerda fue aquí criticado como una
traición al Partido Liberal, al que entonces lideraba30.
UN NUEVO VESTIDO PARA UN VIEJO ODIO
«Un nuevo vestido para un viejo odio» es la definición que utiliza Pilar
Rahola en uno de sus artículos en el que discute la fuerza de los mitos y el
recrudecimiento del antisemitismo en la actualidad. Sigo aquí, en este breviario, su
razonamiento y argumentación31. Se continúa responsabilizando a los judíos de la
muerte de Jesucristo y se les representa como si fuesen reptiles o Satanás. Ese tema
nunca salió de la agenda, ni aun después de Nostra Aetate, declarada por el
Concilio Ecuménico del Vaticano II. Al contrario, sigue siendo actualizado por las
corrientes católicas conservadoras y por los movimientos anti-Israel. Basta
consultar algunos periódicos árabes, por ejemplo, para comprobar que los mitos
antisemitas occidentales están en las líneas y entre líneas. Son comunes, en esos
periódicos —entre ellos Al-Istiqlal—, las versiones de que los judíos mataron a
Cristo (o que asesinan a palestinos), además de referencias reproducidas de Los
Protocolos de los Sabios de Sion, traducidos al árabe desde 1927. El mismo tono se
sostiene en periódicos representativos del mundo musulmán francés que, a través
de la caricatura, actualizan los mitos antisemitas, entre los cuales el del «deicidio»
es accionado para explicar el conflicto Israel/Palestina. Por ejemplo, en septiembre
de 2012, durante una semana entera, cerca de diez caricaturas antisemitas fueron
publicadas en periódicos representativos de los medios musulmanes en Francia,
entre ellos Al-Bayan, Ad-Dustour, Al-Raya y Al-Watan. Retomando los modelos de
las caricaturas nazis, los caricaturistas demonizan y animalizan a los judíos 32.
Al evaluar estos libelos, Menahem Milson, profesor de lengua y literatura
árabe en la Universidad Hebrea de Jerusalén, comentó:
Los libelos de sangre aún son comunes en el mundo árabe y musulmán. Todavía afloran en los
más importantes periódicos gubernamentales. Algunos autores reciclan y reactivan esas acusaciones ya
conocidas, agregándoles nuevas distorsiones. Por ejemplo, la de que los judíos utilizan sangre humana
no solo para la elaboración del matzá (pan ácimo) sino también en el relleno del humantaschen, masa
hojaldrada de la fiesta de Purín, según afirmó un periódico saudí 33.
El cine también ha reavivado el mito de que el pueblo judío es deicida: cito
aquí la polémica película La Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson y lanzada en
la Semana Santa de 2004. El hecho de que la película haya sido elogiada por
algunas autoridades del Vaticano sirvió para convencer a un público mayor de la
seriedad del abordaje llevado a cabo por su director. Contradiciendo al mito, el
reverendo batista Billy Graham consideró el guion «fiel a las enseñanzas bíblicas
de que somos todos responsables de la muerte de Jesús, porque todos pecamos.
Fueron nuestros pecados los que causaron su muerte y no algún grupo en
particular»34. Sin embargo, sus consideraciones no tuvieron eco. Éxito de taquilla
en los Estados Unidos y en otros países, la película reavivó ese mito judeofóbico al
traer a debate la tradicional pregunta «¿Quién mató a Cristo?». Nuevas máscaras
para un mito secular o, como muy bien definió Pilar Rahola, «un nuevo vestido
para un viejo odio»:
Al igual que es imposible explicar completamente la maldad histórica del antisemitismo,
tampoco resulta posible explicar la imbecilidad actual del antiisraelismo. Ambas beben de las fuentes de
la intolerancia, la mentira y el prejuicio. Si, además, aceptamos que el antiisraelismo es la nueva forma de
antisemitismo, concluimos que han cambiado las contingencias, pero se mantienen intactos los mitos
más profundos, tanto del antisemitismo cristiano medieval, como del antisemitismo político moderno. Y
esos mitos han desembocado en el relato sobre Israel. Por ejemplo, el judío medieval que mataba niños
cristianos para beber su sangre conecta directamente con el judío israelí que mata niños palestinos, para
quedarse sus tierras. Siempre son niños inocentes y judíos oscuros 35.
Consideramos que el concepto de deicidio permanece hoy en día con dos
sucesos históricos como hitos: la muerte de Jesucristo y la declaración Nostra Aetate
[«En Nuestra Época»], divulgada durante el Concilio Vaticano II. Aunque la Iglesia
católica haya excluido la definición de deicidio, no podemos dejar de considerar
que, hace siglos, la doctrina católica divulgó a través del Nuevo Testamento que
las autoridades judías acusaron a Jesús de blasfemia y promovieron su ejecución
valiéndose de la autoridad de Poncio Pilatos, gobernador de la provincia de Judea.
Y aunque historiadores y teólogos discutan la veracidad de esos hechos históricos,
tales acusaciones le han traído graves consecuencias al pueblo judío. Precisamente
por tratarse de un dilema histórico, no debemos permitir que la duda prolifere
instigando a actos de intolerancia.
Consciente del peligro del discurso antisemita, la Iglesia católica ha revisado
sus posiciones desde el Concilio Vaticano II cuando, en octubre de 1965, se divulgó
la declaración Nostra Aetate que suprimió la acusación católica contra el pueblo
judío. Al reconocer implícitamente sus culpas pasadas, el Vaticano nos ofrece la
imagen de que, a partir de aquella fecha, una nueva mentalidad se instalaría en el
mundo católico, por unanimidad. En el caso del mito de deicidio las raíces son
milenarias y se encuentran calcificadas por los dogmas. Tal constatación explica la
tensión y la polémica generadas por la declaración Nostra Aetate, hoy un antes y un
después en el pensamiento cristiano sobre el judaísmo. Para el historiador John
Connelly —autor de From Enemy to Brother: The Revolution in Catholic Teaching on
the Jews—, esos grandes cambios fueron articulados por los clérigos nacidos judíos
que forzaron las reformas del Concilio Vaticano II 36.
En síntesis, para algunos opositores a esas nuevas tendencias de la teología
católica, estas son «dignas de un antipapa», expresando la actuación de los judíos
que estaban «tratando de alterar el orden de las cosas», o sea: «el Anticristo se
hacía presente en Roma», siendo el papado «manipulado por fuerzas adversas a la
verdad cristiana». Numerosos movimientos católicos —como era de esperarse—
interpretaron Nostra Aetate como una apostasía, un momento de crisis que llevaría
a la fe católica a la agonía. Cardenales más conservadores formaron un frente de
oposición tratando de anular la declaración que —además de condenar todas las
formas de odio, entre ellas el antisemitismo— afirmaba que Jesús, su madre María
y los apóstoles eran judíos y que la Iglesia tuvo su origen en el Antiguo
Testamento. Voces de resistencia a los cambios compararon ese momento con el
«paso de la oscuridad de un eclipsis horario al colapso de una demolición católica
en el espacio de cinco décadas». Innumerables revistas católicas rechazaron esa
política de apertura ecumenista, entre ellas las francesas Itinéraires, Nouvelles de
Chrétienté, Verbe y Action Fatima-la-Salette37.
En 2005, cuarenta años después de la declaración Nostra Aetate del Concilio
Vaticano II, el papa Juan Pablo II recibió en el Vaticano a 160 rabinos y cantores
litúrgicos de Israel, Estados Unidos y Europa, fortaleciendo así el diálogo católico-
judío. Hoy hay una gran expectativa de reconciliación de la Iglesia con su propio
pasado y los judíos, que recae sobre el actual papa Francisco I, exarzobispo de
Buenos Aires, elegido el 13 de marzo de 2013. La herida sigue abierta aunque
Francisco I reconozca que Nostra Aetate es una referencia para las relaciones con el
pueblo judío38.
16 Sobre el tema, véanse Jules Isaac, Las raíces cristianas del antisemitismo, Buenos Aires, Paidós, 1966;
Cecil Roth, A Short History of the Jewish People, Londres, Hartmore House, 1969; Léon Poliakov, Du Christ aux
Juifs de Cour (Histoire de l’Antisémitisme), París, Calmann-Lévy, 1955; Robert M. Seltzer, Jewish People, Jewish
Thought: The Jewish Experience in History, Londres, Pearson, 1980, 2 vols.; Joshua Trachtenberg, El diablo y los
judíos. La concepción medieval del judío y su relación con el antisemitismo moderno, Buenos Aires, Paidós, 1975;
Javier Domínguez Arribas, El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista (1936-1945), Madrid, Marcial
Pons, 2009; Sérgio Alberto Feldman, «Deicida e Aliado: O Judeu na Patrística», en
http://www.academia.edu/1375074/Deicida_e_aliado_do_demonio_o_judeu_na_Patristica; Edward Flannery, The
Anguish of the Jews: Twenty-Three Centuries of Antisemitism, New Jersey, Paulist Press, 2004.
17 Léon Poliakov, op. cit., pág. 17; Robert M. Seltzer, op. cit., vol. I, pág. 212.
18 Sérgio Alberto Feldman, op. cit., pág. 7.
19 Ibídem.
20 Apud Sérgio Alberto Feldman, op. cit., págs. 9-11 [la cursiva es nuestra].
21 François de Fontette, Histoire de l’Antisémitisme, París, Presses Universitaires de France, col.
Que sais-je?, 2015; Edward Flannery, op. cit., pág. 66, apud Sérgio Alberto Feldman, op. cit.
22 Apud Donald G. MacNeil, Jr., «As Epidemias e os Bodes Expiatórios», cuaderno «The New
York Times», Folha de S. Paulo, 14 de septiembre de 2009.
23 Maria Luiza Tucci Carneiro, Preconceito Racial em Portugal e Brasil Colônia, op. cit.
24 Pierre-André Taguieff, Les Protocoles des Sages de Sion. vol. 1: Introduction à l’étude des Protocoles:
un faux et ses usages dans le siècle, París, Berg International, 1992.
25 Vamberto Morais, Pequena História do Anti-semitismo, São Paulo, Difel, 1972, págs. 132-133.
26 Dante Alighieri, Divina Comedia, trad. de Luis Martínez de Merlo, Madrid, Cátedra, 2001.
27 Ático Vilas-Boas da Mota, Queimação de Judas: Catarismo, Inquisição e Judeus no Folclore
Brasileiro, Río de Janeiro, MEC, SEAC, Funarte, Instituto Nacional do Folclore, 1981.
28 Rossini Tavares de Lima, Folclore das Festas Cíclicas, Río de Janeiro, Irmãos Vitale Editores,
1971, págs. 37-59. Pueden leerse descripciones sobre ese ritual en Jean-Baptiste Debret, Viagem Pitoresca e
Histórica ao Brasil, São Paulo, Livraria Martins Fontes, 1940; Euclides da Cunha, À Margem da História, 5.ª
ed., Porto, Lello & Irmãos, 1941 (1.ª ed., 1909); Gustavo Barroso, Coração de Menino, Río de Janeiro,
Getúlio M. Costa Editor, 1939; Oswaldo Rocha Lima, Pedaços do Sertão, Río de Janeiro, A. Coelho Branco
Filho Editor, 1940.
29 «1. ¡Judío, judío / El portugués / Apaleado por el español! 2. Judas fue a Roma / A vender a
Jesús / Después fue ahorcado / ¡El pobre!» («Ao Público», O Campineiro, 10 de abril de 1849, São Paulo,
Typografia Liberal, 1849, págs. 13-14. Biblioteca Brasiliana José e Guita / USP-SP).
30 Las hermanas Maria das Graças y Rosário Ataíde han realizado una importante investigación
iconográfica, publicada en História (nem sempre) Bem-humorada de Pernambuco, vol. 1, Recife, Edições
Bagaço, 1999, pág. 133.
31 Pilar Rahola, Judíos de seis brazos, en
http://www.pilarrahola.com/3_0/CONFERENCIAS/default.cfm?ID=1775.
32 Caricaturas reproducidas en el artículo «Cette semaine, au moins 10 caricatures offensantes
pour les juifs dans les médias musulmans», JSS News, 24 de septiembre de 2015. Disponible en:
http://jssnews.com/2012/09/24/caricarabes.
33 Arno Froese, «A Mais Perigosa Forma de Ódio aos Judeus: Os Árabes Adotam Mitos Anti-
semitas Europeus», Notícias de Israel, agosto de 2013.
34 Billy Graham [Reverendo], «Billy Graham Screens “The Passion of the Christ”», WND,
26/11/2003, en http://www.wnd.com/2003/11/22003/.
35 http://www.pilarrahola.com/3_0/CONFERENCIAS/default.cfm?ID=1775.
36 John Connelly, «Converts Who Changed the Church», Forward, 30/7/2012, en
http://forward.com/opinion/159955/converts-who-changed-the-church/.
37 Ariel Danielle, «Nada de Novo: É o Próprio Bergoglio a Confirmar-se Herege!»,
Pro.Roma.Mariana, 30 de diciembre de 2013, en http://promariana.wordpress.com/2013/12/30/nada-
de-novo-e-o-proprio-bergoglio-a-confirmar-se-herege/.
38 Peter E. Gordon, «The Border Crossers», New Republic, 18 de mayo de 2012;
http://www.newrepublic.com/article/books-and-arts/magazine/103331/catholic-jewish-anti-
semitism-pope-vatican-nazis.
Mito 2

Los judíos son una entidad secreta


El mito dice que los judíos son una entidad secreta y que «conspiran para controlar
el mundo».
En verdad, esos rumores, al igual que muchos otros existentes sobre los judíos,
siguen penetrando en los más profundos estratos de la cultura occidental que sostienen la
rancidez heredada del antisemitismo tradicional de fundamentación teológica.
En pleno siglo XXI, ese miedo se ha revitalizado bajo el sesgo del peligro de
una guerra nuclear orquestada por el Estado de Israel y por el miedo al fin del
mundo que siempre dominó la consciencia popular. Dicha narrativa, sin embargo,
tiene sus raíces en el odio medieval contra los judíos, a quienes, en distintos
momentos, se les ha acusado de actuar en las sombras o en los subterráneos de la
sociedad, de promover complots, atentados, rituales satánicos o de magia negra, de
conspirar contra el cristianismo y de instigar a la matanza de cristianos. Esa es la
parte falsa del mito que, en este caso en especial, tiene un fondo de verdad: los
judíos entre los siglos XV y XIX realmente practicaban el judaísmo secretamente,
pero no como una secta satánica ni con el objetivo de conspirar para dominar el
mundo o destruir el cristianismo.
Inicialmente, los motivos para tales acusaciones eran sociopolíticos y se
valían de argumentos religiosos que permitían la expropiación de bienes de los
cristianos nuevos, estigmatizados como «impuros» en cuanto miembros de una
«raza infecta». Durante la Inquisición, tanto en Portugal como en España, se acusó
a este grupo de practicar «snoga» (sinagoga) secreta con el propósito de
fortalecerse como grupo y debilitar los dogmas de la Iglesia católica. La verdad es
que los cristianos nuevos —para lograr escaparse de las persecuciones
inquisitoriales y de la pena de muerte en la hoguera— no tenían otra opción que
sumergirse en el marranismo, o sea: «judaizarse» a escondidas con el objetivo de
mantener los principios del judaísmo, sus prácticas religiosas e incluso de
sobrevivir como minoría.
A partir del siglo XV, principalmente, el término marrano (que quiere decir
cerdo, puerco, según el antiguo vocabulario español) se aplicó para definir a los
judíos y a los moros convertidos al cristianismo. Con sentido peyorativo, el
vocablo venía asociado a la idea de falsedad, indignos de confianza, conspiradores
y de raza infecta. Según el diccionario de Raphael Bluteau publicado en 1713,
«infecto de sangue chamamos a quem descende de Pays mouros ou de Judeos.
Porque he herdado como infecto de sangue». Dicha definición remite a otra
entrada que explica el sentido de ser «limpio de sangre», en oposición a «infecto»:
«diz se hü christão-velho, sem casta de mouro, nem judeo. Puro sanguine
genitus»39. Los conceptos de pureza e impureza de sangre persistieron a lo largo de
los siglos XVIII y XIX, abarcando también a los negros, mulatos y gitanos. En el siglo
XX, en la Alemania nazi, la expresión «limpio de sangre» fue retomada para
calificar a aquellos que eran de sangre aria, comprobando así la «pureza de raza».
Anita Novinsky, pionera en los estudios inquisitoriales en Brasil, afirma que el
marranismo debe interpretarse como un movimiento de resistencia contra la
«imposición de una cultura, simbolizando el progreso contra el estancamiento, la
modernidad contra el conservadurismo». Como disidentes de la orden cristiana
compuesta por la Iglesia católica a partir del siglo XV, los cristianos nuevos o
marranos eran perseguidos como herejes y tratados como parias sociales. Con la
intención de escaparse de las persecuciones inquisitoriales y de la muerte en la
hoguera, los cristianos nuevos crearon formas de comunicación en la
clandestinidad: circulaban por el mundo subterráneo, alimentando así las
sospechas y los «rumores» (el «oí decir que...») propagados por los cristianos viejos
e inquisidores, al igual que por el Estado absolutista, que actuaba en nombre de la
conservación de la fe católica y de la seguridad del Imperio. En tal contexto se hizo
fuerte el proyecto de unificación de los reinos de Portugal y España que negaba el
derecho de «ser diferente» a las minorías no católicas, por tradición 40. Una de las
explicaciones formuladas por una corriente de historiadores, la cual comparto, es
la de que los cristianos viejos estaban interesados en impedir el avance de la
burguesía comercial (en gran parte compuesta por elementos de origen judío,
comerciantes exitosos por lo general) y dedicados a conservar sus privilegios en
cuanto grupo representante de la «raza pura»41.
Siguiendo los rastros del mito entre los siglos XV y XX, lo reencontraremos en
varios países de Europa y de las Américas. El hecho de que el judaísmo haya sido
prohibido durante la era moderna favoreció el proceso de laicización y de
integración de los cristianos nuevos en la sociedad europea, en donde una parte se
adhirió a la franco-masonería a partir del siglo XVIII. Como representantes de un
pueblo letrado (Pueblo del Libro) y adeptos a los ideales de libertad, fraternidad e
igualdad, los judíos se identificaron con los principios de la masonería, que
defiende la idea de una sociedad que valora al hombre libre, sin distinción de raza,
religión, ideología política o posición social. Asimismo, porque muchos de los
principios éticos, ritos y símbolos de la masonería surgieron inspirados en el
judaísmo y en el Antiguo Testamento. Una vez más, la creencia de que «los judíos
forman una sociedad secreta» encontró alimento en una realidad que,
distorsionada por los «creadores de mitos», siguió instigando al odio hacia los
judíos.
Una rica literatura de fondo antisemita fue diseminada en Francia, y
replicada en varios países europeos —como España y Alemania— y de
Latinoamérica —como Argentina y Brasil. Entre los principales autores que
firmaban dicha bibliografía-matriz estaban Léon de Poncins, Oscar de Férenzy, I.
Bertrand, Léon Bloy y Édouard Drumond. Las teorías de Léon de Poncins (1897-
1976), periodista y escritor francés, por ejemplo, reafirmaban la idea de que la
franco-masonería estaba íntimamente relacionada con el judaísmo y con la
pretensión de unificar al mundo bajo la ley judía 42. Poncins fue uno de los
principales diseminadores de la tesis de que los judíos formaban sociedades
secretas en alianza con los francomasones, valiéndose de un fuerte discurso
antijudío, anticomunista y antiprogresista. Se dedicó a denunciar a las fuerzas
ocultas que corrompían al cristianismo, e influenció a varios intelectuales, entre
ellos Gustavo Barroso (1888-1959), teórico e integralista brasileño, asiduo defensor
de sus teorías. Las obras de Léon de Poncins integran las matrices francesas que,
desde fines del siglo XIX, instigaron a la propagación del pensamiento antisemita
modelado por mitos políticos43.
Importantes estudios sobre los mitos de las sociedades secretas pobladas
por demonios fueron desarrollados por historiadores, entre ellos: Mythology of
Secret Societies, de John Roberts; The Age of the Irrational, de James Webb; The Pursuit
of the Millenium, de Norman Cohn, y El enemigo judeo-masónico en la propaganda
franquista (1936-1945), de Javier Domínguez Arribas, entre otros44. Roberts
considera que el racionalismo de las Luces y de la Revolución Industrial condujo a
que ciertos grupos pensaran que «podrían dominar o controlar la realidad». James
Webb, a su vez, alerta sobre el ambiente de ansiedad e incertidumbre que, durante
el siglo XIX, permitió la proliferación de la superstición a partir del momento en
que el individuo descubría que era el «árbitro de su propio destino». Norman
Cohn, pionero y teórico de esa nueva historiografía, puso el dedo en la llaga al
considerar que los milenarismos medievales que subsidiaron la matanza de miles
de judíos poseían rasgos comunes con los movimientos genocidas modernos. Cohn
innovó en su libro Warrant for Genocide, de 1967, al asociar el tema del antijudaísmo
o antisatanismo al mito de la conspiración de los Sabios de Sion y a los delirios
genocidas de los nazis45.
El historiador Javier Domínguez Arribas innova en su estudio El enemigo
judeo-masónico en la propaganda franquista, al analizar el antisemitismo y el
antimasonismo durante el franquismo fundamentándose en un corpus documental
inédito seleccionado para explicar los orígenes, la proliferación y las funciones del
mito judeo-masónico en España. Hace una distinción entre los «enemigos» visibles
(en ese caso los comunistas) y los invisibles (judíos y masones), reforzando la idea
de que el mito no necesita la existencia física del que es elegido como adversario
del pueblo y/o de la nación. Afirma el autor que «los discursos sobre los judíos y
los masones difundidos por la propaganda franquista no tenían ninguna relación
con la realidad»46. Menciona que, en 1936, según fuentes de la masonería, existían
en España cerca de cinco mil masones españoles, con influencia limitada en la vida
pública, y alrededor de seis mil judíos en su mayoría refugiados del nazismo y que
vivían en pequeñas comunidades judías en la península. Porque, desde la
expulsión forzosa de los judíos por los Reyes Católicos en 1492 y la actuación
virulenta de la Inquisición contra los cristianos nuevos, España quedó «limpia de
judíos», expresión que tiene sus raíces en el mito de la pureza de sangre que
proliferó en España a partir del Estatuto de Toledo (1449).
Analizando la lógica de la desconfianza que movía a la propaganda
franquista, el autor revela los caminos recorridos por el mito judeo-masónico a
través del discurso difundido en los periódicos, panfletos, literatura (de combate),
programas escolares y libros didácticos divulgados (¿producidos?) por la
«propaganda oficial (u oficiosa) del régimen, propaganda que emanaba del centro
del poder franquista». Menciona también el papel desempeñado por los catecismos
y cartas pastorales de los obispos de la Iglesia católica, instrumentos de persuasión
antisemitas y antimasónicos que servían para movilizar a las masas conservadoras.
En fin, la historiografía española comprueba que, debido a la ausencia de judíos en
la España franquista, el antisemitismo fue mucho más un tema vinculado a la
propaganda, sin consecuencias de persecución y exterminio al grupo 47.
Javier Domínguez Arribas indica como fecha de referencia para el
nacimiento del antimasonismo el año 1698, cuando circuló en Londres un panfleto
impreso en formato octavilla (11 × 16 cm) que alertaba a los cristianos contra «esta
secta diabólica», por su secretismo y conexión con el Anticristo. En Escocia, circuló
una carta con fecha de 1690-1691 en la cual el pastor Robert Kirk asociaba la
palabra masón a una tradición rabínica, mientras en España, la primera referencia a
los fundadores de la masonería con tono acusador vino del inquisidor de
Valladolid Andrés Ignacio Orbe, quien, en 1745, escribió que «los fundadores
recelo tenían algo de judaísmo». Pero, según Domínguez Arribas, fue en la carta
enviada por el capitán piamontés Jean-Baptiste Simonini al abad Barruel en 1806
donde el mito judeo-masónico emergería como alerta. Simonini critica a Barruel
por no haber mencionado en sus Memorias la responsabilidad de la «secta judaica»
en el conjunto de «sectas infernales que están abriendo el camino al Anticristo» 48.
Apelando a la trilogía judaísmo-masonería-satanismo, el papa Pío IX definió
a la masonería como «Sinagoga de Satán», expresión aplicada en la encíclica Etsi
multa. Estas acusaciones fueron replicadas en Francia y España a través de
publicaciones que, en sus títulos y contenidos, anunciaban los secretos del complot
judeo-masónico-satánico. En el siglo XX, con la proliferación de Los Protocolos de los
Sabios de Sion en Europa y América, el mito del pacto judeo-masónico fue
renovado. En España surgieron varias ediciones de Los Protocolos consagradas a los
«peligros judeo-masónicos», que se publicaron en 1920, 1922, 1927 y 1932, siempre
enriquecidas con notas complementarias. La edición de 1932 recibió comentarios
críticos de M. E. Jouin —editor, redactor de prefacios, protonotario apostólico y
cura de San Agustín— anunciando «la dominación mundial de Israel, representada
por la serpiente simbólica»49.
La acusación de que los «judíos actúan como una sociedad secreta» tuvo eco
en la primera versión de la obra apócrifa Los Protocolos de los Antiguos Eruditos
Sabios de Sion, publicada por el periódico Znamaya [«La Bandera»], de San
Petersburgo, en el contexto de los conflictos políticos que marcaron a la Rusia
zarista entre 1903 y 1917. Un conjunto de 24 conferencias (1903-1905) demostraban
que los «antiguos judíos eruditos», organizados en una comunidad secreta y
multidimensional, buscaban poner en práctica el «programa para la conquista del
mundo por los judíos». Sin límites cronológicos, los textos ofrecían una
interpretación lógica para el caos, siendo la universalidad y la intemporalidad las
principales características estructurales de este mito.
La idea del complot judeo-masónico resurgió en España en 1935 en la obra
La Masonería contra España, de Francisco de Luis, considerada por el historiador
Domínguez Arribas como una de las obras antijudeo-masónicas más importantes
de los años 30. Durante la Guerra Civil española (1936-1939) tuvieron lugar
manifestaciones contra judíos y masones por parte de los partidarios de Franco,
quienes, además de identificarse con la ideología nazi, tenían como matrices de
pensamiento las obras del catolicismo francés. Cupo a la prensa franquista la
invocación del complot judeo-masónico-bolchevique con la publicación de
artículos que alertaban sobre la infiltración de esos enemigos en las filas nacionales
y en las Brigadas Internacionales. La obsesión de Franco era la de combatir a la
masonería y al comunismo, que, en su opinión, conspiraban contra la regeneración
de España. De ahí la publicación de las leyes de Responsabilidades Políticas, de
febrero de 1939, y de Represión de la Masonería y el Comunismo, de marzo de
1940, que legitimaron la persecución a los «enemigos del régimen» 50.
El discurso judeo-masónico ganó visibilidad en el año 1941 con la creación
de la colección de Ediciones Toledo, ideada por Fernández Flórez, bajo la
responsabilidad de la Sección de Ediciones y Publicaciones de la Delegación
Nacional de Propaganda del gobierno franquista. Los contenidos eran doctrinarios,
apoyados en elementos iconográficos fuertemente persuasivos, cumpliendo con la
función política del mito: embestir contra las facciones rivales desacreditándolas
ante la sociedad. Ganó notoriedad la publicación de los libretos: La Masonería en
Acción (1941), de autor anónimo; Cartas a un cacique, del falangista Bartolomé Soler
(1942); La Masonería Femenina, de un anónimo (1942); Camarada: ¡He aquí el enemigo!,
de Federico de Urrutia; Andanzas del bulo, de Francisco Ferrari Billoch (1942), y La
garra del capitalismo judío, de un anónimo (1943), entre otros51.

Portada del folleto La Masonería en Acción, de autor anónimo, uno de los títulos de la
colección Ediciones Toledo. Madrid, 1941, 71 págs. Colección Tucci/SP.
Durante el nazismo, el miedo a los judíos se ampliaría con la acusación a los
comunistas, quienes, al igual que los judíos, actuaban en las sombras y en los
recovecos oscuros de la sociedad conspirando contra la nación alemana.
Conspiraciones mundiales (judía, marxista, francomasónica, etc.) serían
denunciadas por las autoridades nacionalsocialistas a través del cine y la prensa,
exposiciones iconográficas y discursos oficiales. Centenares de pósteres fueron
creados y repartidos por toda Alemania y los países ocupados, con el objetivo de
incitar al odio hacia los judíos a través de la teoría de la conspiración judeo-
masónica internacional. Cito aquí el cartel alemán de 1935 que tiene como titular el
dúo «política mundial-revolución mundial», intermediado por la masonería que,
dominada por los judíos, establece relaciones políticas para la dominación judía a
través de la revolución mundial. La imagen incluye los principales símbolos de la
masonería: el templo, la escuadra y el compás, el delantal, el hexagrama
(triángulos entrelazados) y el número 33 representando el mayor grado ocupado
por el gran maestro, guardián y conductor de la masonería. En varios países, las
«explosiones revolucionarias» son marcadas con los símbolos blanco y rojo.

Autor no identificado, mapamundi decorado con símbolos masones, póster núm. 64


de la serie «Erblehre und Rassenkunde» (Theory of Inheritance and Racial Hygiene). Stuttgart,
National Literature, ca. 1935. PD-Art.
Otro ejemplo de esa lógica acusatoria es el panel creado para la exposición
antibolchevique en la Francia ocupada, donde se ve representada la tendencia del
judaísmo a la hegemonía mundial. Inaugurada en París en marzo de 1942, dicha
muestra expresa la cruzada alemana contra el judaísmo, la masonería y el
bolchevismo. El mensaje que sostiene el título se apoya en la figura de un judío
fácilmente identificado por su nariz aguileña, la estrella de David cosida a su ropa,
los rulos y el quipah.
El argumento se repite: Alemania estaba defendiéndose de la amenaza
internacional representada por la «judería mundial» que actuaba en las bambalinas
de las sociedades. Este será un tema recurrente de la propaganda nazi que,
mediante tales imágenes, buscaba convocar a la población de los países ocupados
para «hacer guerra total» [Totaler Krieg] contra los rusos, además de incentivar el
odio a los judíos. Antes de ese evento, el gobierno había editado un conjunto de
leyes antisemitas para apresurar el proceso de «arianizar», o sea, segregar a la
población judía francesa. Tratados como parias, los judíos eran expulsados de los
cargos de administración, de la enseñanza, de las profesiones liberales, del mundo
de las finanzas, del teatro, del cine, etc. La fuerza de los mitos contra los judíos que
allí seguían hacía siglos favoreció la aplicación de las leyes antisemitas como la del
22 de julio de 1941, que, mediante la confiscación de bienes, justificaba la intención
de «eliminar toda influencia judía sobre la economía mundial», según las
previsiones de Los Protocolos. El historiador Michel Winock estima que en los
primeros años de la ocupación «15.000 familias o un total de 60.000 personas como
mínimo perdieron sus medios de supervivencia en la zona ocupada» 52.

Panel usado en la exposición antibolchevique en la Francia ocupada por los


nacionalsocialistas, marzo de 1942. German Federal Archives,
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bundesarchiv_Bild_183-2004-0211-
500,_Frankreich,_Antisemitismus,_Ausstellung.jpg.Antisemitismus,_Ausstellung.jpg.
La trilogía judaísmo-masonería-sectas secretas instigó al discurso antisemita y
anticomunista en varios países, ganando adeptos también en Brasil durante los
años 30 y 40, justificando las acciones de intolerancia racial y política durante el
gobierno de Getúlio Vargas. Jackson de Figueiredo —intelectual católico de
extrema derecha—, por ejemplo, alertaba desde los años 20 sobre los peligros
amenazantes del protestantismo y se posicionaba contra la invasión de la
masonería y del judaísmo internacional. Alceu Amoroso Lima, el Trystão de
Atayde, a su vez, alertaba sobre «los peligros del judaísmo, de la masonería, del
espiritismo, del comunismo y del protestantismo» 53.
Algunos textos sobre el mito publicados en Brasil: A Maçonaria, Seita Judaica, de I.
Bertrand, traducido por Gustavo Barroso (1938); Judaísmo, Maçonaria e Comunismo, de
Gustavo Barroso (1937). Colección Tucci/SP.
Hasta el diplomático Oswaldo Aranha, entonces embajador de Brasil en los
Estados Unidos, le sugirió a Getúlio Vargas un programa de lucha universal contra
la masonería, el comunismo y el judaísmo. Argumentaba que Brasil estaba
dominado por la masonería de fondo liberal, a servicio de ideas extremistas. Acusó
al judaísmo de crear y mantener un «ambiente capaz de dirigir esta civilización
hacia el abismo», y que si esta tendencia siguiera siendo manipulada por el espíritu
judaico, «arrastraría a toda esta civilización hacia un nuevo régimen, similar al
ruso». Tal acusación no difiere mucho del contenido propagado por I. Bertrand, en
su obra A Maçonaria, Seita Judaica: Suas Origens, Sagacidade e Finalidades Anticristãs,
traducida por el integralista Gustavo Barroso en 1938; y Judaísmo, Maçonaria e
Comunismo, de la autoría de Barroso, publicada en 1937.
LA PERSISTENCIA DE LA ACUSACIÓN
Bajo el sesgo del antisemitismo moderno, la acusación que persiste es la de
que este grupo (los «judíos conspiradores») forma parte de la «judería mundial»
que domina los parlamentos, la prensa, la economía, los medios, la educación, etc.,
discurso que tiene sus fundamentos asentados en las acusaciones propagadas por
Los Protocolos de los Sabios de Sion.
Versiones como esas resurgieron como respuesta a la declaración Nostra
Aetate divulgada por el Vaticano en octubre de 1965, evaluada por los oponentes
como apostasía. Volvió a circular el viejo discurso acusatorio de que los enemigos
(en este caso los judíos y los masones) conspiraban contra la Iglesia para su castigo,
desde la «ocupación masónica del Vaticano». La dimensión de los daños que
acarreó la apertura ecuménica fue registrada en el libro Complot contra la Iglesia,
cuyo autor se esconde tras el seudónimo de Maurice Pinay. Se retomó la imagen
del «complot talmúdico», acusando a Juan XXIII de ser vulnerable a las potentes
loggias y sinagogas del mundo.
La Masonería en Acción contra la Iglesia Católica, ilustración publicada por «Viejo
Camarada Marcelino», 2016; ¡Error! Referencia de hipervínculo no válida.
Ejemplo de que el mito perdura puede leerse en las páginas del «Viejo
Camarada Marcelino del Apuntador» bajo el título «La Masonería en Acción
contra la Iglesia Católica», disponible este año, 2016. El artículo trae en la primera
página una ilustración inspirada en una de las escenas retratadas en el libro infantil
nazi Der Giftpilz [«El hongo venenoso»], cuyo autor es el antisemita Julius
Streicher: la de un gordo judío que, vestido de frac y galera, seduce a una mujer
aria, presentándose como un galanteador católico. El subtítulo explica: «La
Argentina cautivada y seducida por ellos. Lo hacen desde los antros satánicos
creados por ellos»54.

«El Bautismo no lo ha convertido en un buen judío», dibujo de Flips (seudónimo de


Philipp Rupprecht) publicado en el libro infantil Der Giftpilz [«El hongo venenoso»], de Ernst
Ludwig Hiemer, Alemania, 1938.
En dicho texto, el «Viejo Camarada» reproduce acusaciones de que el «furor
anticristiano de la masonería» actúa en varios países con la ayuda de Satanás, entre
los cuales menciona Argentina, Chile, Estados Unidos y México. Reproduce
eslóganes que instigaron publicaciones en Francia y España desde fines del siglo
XIX, recordando el contenido del libro La Franc-Maçonnerie, Synagogue de Satan
(1893). Define la «obra masónica» como «nefasta», marcada por el fanatismo y la
superstición contra la Iglesia católica, acción que dice ser visible en las escuelas en
donde se suprimieron los crucifijos, los catecismos y las imágenes de santos, al
igual que el «santo nombre de Dios y de Jesucristo». Comparando a la masonería
chilena con el Gran Oriente de Francia, concluye que «es un Poder Oculto
extranjero el que está dirigiendo, por medio de las logias chilenas, gran parte de
nuestra vida nacional». En fin, la mentira sobrevive al igual que la figura de
Satanás en el imaginario colectivo, ahora en versión digital 55.
39 Raphael Bluteau, Vocabulário Português e Latino, autorizado com exemplos dos melhores escritores
portugueses e latinos e offerecido a El Rey de Portugal D. João V, Coimbra, Real Collegio das Artes e Cia de Jesus,
1713, págs. 122 y 134; Dicionário Exegético, por hum Anônymo, Lisboa, Officina Patriarcal de Franc. Ameno,
1781; Mário Fiúza, Elucidário das Palavras, Termos e Frases, edição crítica baseada nos manuscritos e originais de
Viterbo, Lisboa, Livr. Civiliz, 1798-1799.
40 Anita Novinsky, «Consideraciones sobre los criptojudíos hispano-portugueses: el caso de
Brasil», en Ángel Alcalá (ed.), Judíos, sefarditas, conversos. La expulsión de 1492 y sus consecuencias,
Valladolid, Ámbito, 1995, págs. 513-522; «Marranes: Le judaisme laïque dans le nouveaux monde», en I.
Roseman (org.), Juifs laïques: du réligieux vers le culturel, París, Corlet, 1992, págs. 92-96; Lina Gorenstein y
Maria Luiza Tucci Carneiro (orgs.), Ensaios sobre a Intolerância. Inquisição, Marranismo e Anti Semitismo,
São Paulo, Humanitas/FAPESP, 2002; Cecil Roth, A History of the Marranos, Nueva York, Meridian
Books, The Jewish Publication Society of America, 1959.
41 Antonio José Saraiva, Inquisição e Cristãos-novos, Porto, Inova, 1969; Anita Novinsky, Cristãos-
novos na Bahia, São Paulo, Perspectiva, 1972.
42 Entre las obras de Léon de Poncins, cito: Sociétés des Nations: Super-état Maçonique, París,
Gabriel Beauchesne et fils, 1936; Les Forces secrètes de la Révolution, París, Brossard, 1928; Freemasonry and
the Vatican: A Struggle for Recognition, Londres, Britons Publishing, 1968, pág. 76.
43 I. Bertrand, La Franc-Maçonnerie, Secte Juive, París, Blond, 1903; Léon Bloy, Le Salut par les Juifs,
París, Librairie Adrien Dersay, 1892; Édouard Drumond, La France Juive, París, Flammarion, 1938 (1.ª ed.,
1912); Édouard Drummond, Le Testament d’un Antisémite, París, E. Dentu Éditeur, 1891.
44 John Roberts, Mythology of Secret Societies, Londres, Secker & Warburg, 1972; James Webb, The Age
of the Irrational. The Flight from Reason, Londres, Macdonald & Co., 1971, vol. I; The Occult Establishment, La
Salle, Open Court, 1976, vol. II; Norman Cohn, The Pursuit of the Millenium: Revolutionary Millenarians and
Mystical Anarchists of the Middle Ages, Londres y Nueva York, Oxford University Press, 1970; Léon Poliakov, La
causalité diabolique, op. cit.; Javier Domínguez Arribas, op. cit.
45 Norman Cohn, op. cit.
46 Ibídem, pág. 23.
47 Ibídem, pág. 16.
48 Un amplio inventario de las obras antimasónicas y antisemitas en España de los siglos XVIII y
XIX puede leerse en el capítulo «La genealogía del enemigo judeo-masónico», de Javier Domínguez
Arribas, op. cit., págs. 51-66.
49 Los Protocolos de los Sabios de Sion, edición completa y comentarios críticos de M. E. Jouin,
traducción española del Duque de la Victoria, Madrid, Ediciones FAX, 1932 (reeditada en 2008).
50 Javier Domínguez Arribas, op. cit., págs. 166, 201, 203.
51 Ibídem, págs. 363-408.
52 Michel Winock, La France et les Juifs, de 1789 à nos jours, París, Éditios du Seuil, 2004, pág. 226.
53 Revista A Ordem (53), 4:5, apud C. da Cunha, Educação e Autoritarismo no Estado Novo, São
Paulo, Cortez, 1981, pág. 94. Véase también Enrique Luz, «O Eterno Judeu»: Anti-semitismo e
Antibolchevismo nos Cartazes de Propaganda Política Nacional-Socialista (1939-1945), Disertación de Máster
en Historia de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la UFMG, 2006.
54 http://www.catolicosalerta.com.ar/masoneria/contra-iglesia.pdf [consultado el 9/3/2016].
55 Ibídem, pág. 6.
Mito 3

Los judíos controlan la economía mundial


El mito dice que los judíos dominan la economía mundial. Este eslogan o consigna
económica está directamente conectado a la involucración de los judíos en el surgimiento del
capitalismo en el mundo moderno en general, y en el americano en particular. Se entrelaza
también con la tesis de que los judíos pretenden dominar el mundo, imponiéndose en todos
los sectores de la sociedad: economía, política, prensa, educación, etc.
La relación directa de los judíos con el capitalismo moderno ha generado
una acumulación de acusaciones por parte de aquellos que, por envidia o por
sentirse «enyesados» por las normas de sus religiones, no aceptan las conquistas de
este grupo en el campo empresarial. Para algunos, vivir como comerciante o como
banquero significa vivir «a costa de otro», seducido por la ganancia fácil, el ocio y
el lucro. Pero, en verdad, el sentimiento de ganancia y ambición en el hombre no es
una fatalidad exclusiva de los judíos ni del capitalismo.
La cuestión sobrepasa dichos sentimientos, pues se refiere a una postura
ética, de carácter, válida para toda la humanidad, independiente de cualquier
creencia, nacionalidad, ideología o grupo étnico. De ahí la importancia de la
educación que, a través del conocimiento, puede integrar a los jóvenes en una
dimensión ética y política, orientándolos a convivir con la diversidad, sin
prejuicios. Tales preocupaciones vienen desde Platón (427-347 a.C.), autor del libro
República, pasando por el Nuevo Testamento, por Thomas Moore (1478-1535),
filósofo y gran humanista del Renacimiento, por el filósofo y revolucionario
alemán Karl Marx (1818-1883) y por el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920),
entre otros.
Max Weber, a través de su clásica obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo (Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus), escrita entre 1904
y 1905, nos ayuda a evaluar la extensión de ese mito, analizado en el contexto de
las radicales transformaciones de la vida material del hombre, operadas por la
Revolución Industrial. Al analizar los orígenes del capitalismo, Weber relaciona
algunas normas presentes en el Antiguo Testamento con el ideal de justicia y con
las éticas judía y puritana. Desde su punto de vista, la concepción de vocación
profesional y de una conducta vital ascética, tanto por los protestantes como por
los judíos, influenció el estilo de vida capitalista. La ascética consiste en el esfuerzo
metódico y continuado que, con la ayuda de la gracia, favorece el pleno desarrollo
de la vida espiritual, aplicando medios y superando obstáculos. En el caso de los
judíos: valoran el uso racional de las posesiones, las reinversiones en los negocios y
el trabajo profesional, sin descanso, como también el «mantenimiento y la
continuidad del trabajo duro que agrada a Dios» 56.
Max Weber reconoce el hecho de que ciertas religiones —como el
protestantismo y el judaísmo— orientan a las personas en su vida, por lo general, y
en las prácticas económicas en particular. Por estar aparentemente más inclinadas
al progreso, estimulan a sus seguidores a perseguir la ganancia como algo natural,
impulsados por una vocación. Tal posición —más acentuada en Occidente— se
obtiene potenciada por una fuerza a la que denomina «espíritu del capitalismo
moderno», delineado por un ethos particular. Ese ethos es construido por
individuos innovadores que tienen cualidades para librarse del pensamiento
tradicionalista que los trata como «seres avaros». Weber enfatiza que tanto los
protestantes como los judíos son favorecidos por la ética de sus religiones, tratando
el negocio como algo natural, indispensable y esencial en la vida, oponiéndose a
aquel que pregona que el individuo debe trabajar apenas para cubrir sus
necesidades básicas. Por lo tanto, para que el capitalismo moderno funcione, se
hace necesario el comportamiento innovador, al igual que la constancia en la
creencia de que seguir su vocación es ético y digno de la admiración de Dios, y no
un pecado. En esa dirección —la del pecado, la falta de ética y el abuso de poder—
camina el mito de que los judíos «dominan la economía mundial» 57.
Esa manera de ver el mundo es contraria a la ética defendida por el
catolicismo, por ejemplo, que considera la ganancia obtenida a través del cobro de
intereses como un pecado. Con el advenimiento de la Reforma Protestante, el
monje alemán Martín Lutero protestó contra diversos puntos de la doctrina de la
Iglesia católica romana al publicar sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo
de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Lutero atendía a los deseos de la burguesía
—que deseaba altas ganancias económicas, práctica condenada por la ética
católica— y también de la nobleza, interesada en apoderarse de la Iglesia romana y
librarse de la tributación papal que, a pesar de pregonar la pobreza y la
simplicidad, era (y aún es) la institución religiosa más rica en el mundo occidental.
Esa nueva conducta ética —la ética protestante— ocasionó cambios: aunque no era
favorable a la acumulación de capital, innovó con ideas respecto a la división del
trabajo y la voluntad de progresar como una «acción que atiende la voluntad de
Dios: es la búsqueda de un estado de gracia; es el individuo ejercitando su
vocación reservada a él por Dios». Weber busca demostrar que el trabajo
enriquecedor es permitido por la ética protestante, racional por naturaleza. Para el
protestantismo, lo que vale no «es el trabajo en sí, sino el trabajo profesional
racional», pues «es eso exactamente lo que Dios exige», o sea: el creyente debe
aprovechar la oportunidad de obtención de ganancias «con el objetivo de atender
la voluntad de Dios con él»58.
Para Werner Sombart, autor de El apogeo del capitalismo, los orígenes del
capitalismo comercial o mercantil se asocian fuertemente a las ciudades de
tradición católica. En su opinión, a diferencia de Max Weber, la Iglesia católica
tuvo un papel importante y activo en la formación del sistema bancario. Considera
influyentes las recomendaciones de Tomás de Aquino, quien minimiza la
oposición entre riqueza y pobreza, al considerar como pecado el «uso indebido» de
la riqueza. Según Sombart, el protestantismo tuvo una influencia decisiva en el
capitalismo industrial y el judaísmo fue pionero en el desarrollo del espíritu
capitalista. De ahí que los judíos no defiendan ningún ideal ascético de pobreza,
aunque existan muchos judíos pobres; son excelentes comerciantes y financistas,
tal vez por no poner restricciones a los préstamos de dinero a los extranjeros.
Conscientes del rol de la propaganda y de la competencia, siendo «el alma de los
negocios», siempre hicieron buen uso de la práctica de descuentos en los precios,
de pagos en cuotas con el cobro de intereses, estrategias comúnmente usadas para
conquistar a la clientela59. Sin embargo, para el antisemita convencido de que «los
judíos no tienen escrúpulos» (léase ética), tal práctica es criminal y se aplica a todos
los judíos, excluyendo de esta acusación al ciudadano católico, el protestante, el
neopentecostalista y los evangélicos, entre otros. O mejor, no siempre...
En el blog www.inacreditavel.com.br, un texto firmado por Norberto
Toedter (negacionista del Holocausto) y publicado en septiembre de 2009, se
retoma ese mismo mito, extendiéndolo a otras fuerzas que «intentan establecer un
nuevo orden mundial». Recuerda que Alemania en los años 30 «identificó lo que
pasaba en las bambalinas mundiales y... les dio un nombre: ¡ PLUTÓCRATAS!».
Aunque confiesa que «es un gran error insistir en la oposición entre nazis y
judíos», Toedter escribe que tal abordaje solo sirve para desviar la atención de los
verdaderos manipuladores de los destinos mundiales:
Entre ellos están no solo los Rothschilds, Warburgs, Baruchs, Morgans, sino también los
Rockefeller, que son evangélicos, y muchos otros que no pertenecen a la confesión de los primeros. Son dueños de
bancos, empresas petroleras, editoriales, reyes, reinas, jefes de Estado. Son principalmente dueños de
mucho dinero. Capitalistas o, como los definió un gran experto en comunicación social de antaño,
PLUTÓCRATAS. Sus decisiones son tomadas en reunión de los Bilderberger, de la Comisión Trilateral, del
Council on Foreign Relations, de la Roundtable. Interesante para nosotros es el hecho de que en las listas de
miembros no se encuentre ningún nombre sudamericano. ¿Servirá de algo creer que los yacimientos de
pre-sal serán nuestros?60.
Uso aquí el nombre «fantasía» del propio blog, con signo de exclamación:
Inacreditável! Increíble que acusaciones como estas aún encuentren seguidores y
lectores en pleno siglo XXI.
EL PELIGRO SEMITA EN CUANTO INQUIETUD MUNDIAL
Para comprender la dinámica del mito de que «los judíos dominan la
economía mundial», y su extensión a lo largo de los siglos XX y XXI, debemos
retomar la historia de Los Protocolos que, en cuanto producto de varios mitos
políticos, se transformó en uno de los propulsores del antisemitismo y el genocidio
modernos. Su contenido nos remite a otro mito relacionado: el de que los judíos
forman una sociedad secreta internacional, que controlan los medios de
información y la política, financian las guerras, el tráfico de armas, etc. Esta obra,
considerada como uno de los mayores engaños de la historia contemporánea, es el
perfecto ejemplo del principio de que, cuando se repite una mentira innumerables
veces, no importa cuan ridícula sea, se la empieza a aceptar como verdad.
El texto matriz que dio origen a Los Protocolos fue inspirado en la obra
escrita por Sergey Nilus a fines del siglo XIX, quien, a su vez, había tomado como
base una sátira publicada en Bruselas (1864), de autoría de Maurice Joly, contra
Napoleón III, emperador de Francia. Esta recompone el diálogo entre Maquiavelo
y Montesquieu en el infierno, y presenta a Napoleón como un hombre cínico,
ambicioso, sin escrúpulos y aventurero, cuya pretensión era tomar el poder,
ampliando las conquistas iniciadas por su tío Napoleón I. Dos años más tarde, las
conferencias fueron publicadas nuevamente bajo el título La raíz de nuestros
problemas: donde se encuentra la raíz de los actuales desórdenes de la sociedad en Europa y
especialmente en Rusia. En 1905, año de la primera revuelta rusa (tema de la película
El acorazado Potemkin, dirigida por Eisenstein), Nilus publicó el libro Lo grande en lo
pequeño o el Anticristo como posibilidad política próxima: notas de una persona ortodoxa,
en el cual Los Protocolos fueron incluidos como folleto. Esa es, aún hoy, la versión
que sirve de matriz para las ediciones impresas de Los Protocolos en varias partes
del mundo. Aunque esa burla fue denunciada en 1921 por un corresponsal de The
Times, en Londres, sigue proliferando y conquistando adeptos.
En dicho contexto, no debemos despreciar la fuerza del mito que tiene la
capacidad de actualización y constante revitalización: en 1906, Butni —basado en
el texto de Nilus, que se inspiró en la novela de Maurice Joly— elaboró una nueva
edición con pequeñas alteraciones en el texto y publicó Enemigos de la raza humana:
protocolos extraídos de los archivos secretos de la Cancillería Central de Sion. La esencia
de los argumentos tiene como centro la idea de que «los antiguos sabios»
conspiraron en Sion, formulando un plan secreto para destruir el mundo cristiano.
A partir de esa fecha constatamos la multiplicación de una mentira que, a lo largo
del siglo XX, se fue enriqueciendo con nuevos aditivos extraídos de la realidad
mundial: crisis económicas, desempleos, terrorismo, inmigración ilegal, SIDA, etc.
En 1919, otra versión ampliada de Los Protocolos surgió en Alemania a partir
de la traducción hecha por Gottfried zur Beck, quien insertó nuevos fragmentos al
original producido en la Rusia zarista, actualizándolo con informaciones sobre la
Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa de 1917, la derrota germánica, etc. La
narrativa fue (re)construida para inducir al lector a creer que los judíos eran una
sociedad secreta y que tramaban dominar el mundo. La teoría de la conspiración
ganó fuerza con otros fragmentos que agregó zur Beck, copiados de un panfleto
vulgar cuyo autor era Herman Goedsche, quien trataba también el tema de la
conspiración judía. De esa manera, el mito se popularizó por toda Alemania en
ediciones baratas, del tipo «libro de bolsillo». Durante las décadas de 1920 a 1940,
tuvo una traducción al polaco, seguida por tres ediciones francesas, una inglesa,
tres americanas, una escandinava, una italiana y una japonesa. Al mismo tiempo,
The Times pregonaba la existencia de tal conspiración, acompañado de 23
editoriales publicados por el Morning Post en forma de libro: La causa de la inquietud
mundial. Ni siquiera por ello la veracidad de Los Protocolos se vio afectada ni,
mucho menos, consiguió apagar el brillo que le fue atribuido por el nazismo 61.
Entre 1919 y 1921, impresionado con el contenido de Los Protocolos, Henry
Ford fundó una revista para darlos a conocer al público americano: The Dearborn
Independent Trade Union, también conocida como The Ford International Weekly, que
circuló hasta 1927. La publicación alcanzó cerca de tres mil suscriptores, entre los
cuales gran parte pertenecían a la comunidad judía americana y estaban
preocupados con la proliferación del mito difamatorio. Ese mismo año, Ford
publicó el libro The International Jew, cuya edición llegó a 150.000 ejemplares y, con
la misma intención, Theodor Fritsch imprimió otra revista en Alemania, Der
International Jude. Mediante esos impresos, el mito conquistó nuevos lectores,
alimentándose con las ideas de complot internacional y de conspiración judeo-
comunista62.
Esos panfletos sirvieron a la multiplicación de la mentira: encontraron eco
junto a los nacionalsocialistas que, ya antes de la ascensión de Hitler al poder,
buscaban justificar la represión de los judíos bajo el pretexto de que querían
dominar la economía mundial. Desde el nacimiento del partido a comienzos de los
años 20, las acusaciones reveladas por Los Protocolos encontraron en Alfred
Rosenberg (1893-1946) —ideólogo en las cuestiones raciales del partido y
confidente de Adolf Hitler— una fuente propagandista 63.
La acusación de que los judíos dominaban la economía mundial se
transformó en fantasía y obsesión por parte de Rosenberg y de Hitler, sirviendo
para justificar, entre tantos otros elementos, el exterminio de millones de judíos y
de otros grupos étnicos y políticos, acción genocida que culminó con la Solución
Final. Según Norman Cohn, estudioso del mito de la conspiración judía mundial,
Rosenberg publicó, entre 1919 y 1923, cinco panfletos que, además de ampliamente
difundidos entre la población alemana, tuvieron fuerte influencia en la forma en la
que los alemanes veían a los judíos: como una peste a exterminar. Uno de esos
panfletos —Peste en Rusia (1922)— argumentaba que el odio a los judíos en la Rusia
zarista se produjo por sus conexiones con el capitalismo financiero. En el impreso
perdura el argumento de que los judíos, por medio de «su habilidad dialéctica
aplicada durante siglos de comentarios, a través del Talmud, habían convencido a
la población rusa para posicionarse contra la élite nacional, además de haberse
apoderado de la industria rusa, lo que les rindió un amplio goce de riquezas» 64.
Rosenberg le atribuye un rol especial a Walter Rathenau, acusado de
mantener una estrecha relación con los judíos bolcheviques de la Unión Soviética,
quienes, a su vez, compartían con él las riquezas que le extrajeron a la industria
rusa. Haciendo una especie de «profecía apocalíptica», Rosenberg logra aliar a ese
grupo a los comerciantes de seda china que, junto con los letones, intentaban
someter a los rusos y alemanes al capitalismo. Anunciando el inicio de una nueva
era libre de judíos, Rosenberg propone como «signo de vanguardia» de la próxima
lucha por una nueva organización del mundo: la comprensión del carácter del
demonio y el combate al dominio mundial de los judíos, hasta llegar a un pujante
renacimiento, desatando las redes construidas por los tramperos talmúdicos que,
como el ave fénix, resurgen de las cenizas de una filosofía materialista ya
quemada, enterrada»65.
Así, tanto Alfred Rosenberg como Josef Goebbels, jefe de propaganda del
partido desde 1928, articularon un discurso fundamentado en mentiras
deliberadas, que acusaban a los judíos de esclavizar al pueblo alemán, de ser
plutócratas y monopolistas, explotando a los demás. O sea, la Alemania nazi se
apropió del contenido de Los Protocolos para justificar la ampliación de su espacio
vital hacia los países del Este europeo y el exterminio de los judíos, muchos de los
cuales vivían integrados en la sociedad alemana. Hitler, durante el período en que
estuvo preso en Lansberg (1924-1926), buscó sistematizar su odio hacia los judíos
exprimiéndolo como doctrina. Fue dentro de la prisión donde el futuro Führer
gestó Mein Kampf, el cual, junto a Los Protocolos, se transformaría en la Biblia de los
nazis y de los antisemitas. En su obra, Hitler invoca el mito de la conspiración
secreta de los Sabios de Sion, texto que alimentará el antisemitismo propagado por
el Estado alemán y que servirá para justificar, entre otros escritos, las medidas de
excepción y exterminio contra los judíos en los años 30 y 40 en Alemania. Basta que
recuperemos el discurso propagado por el Tercer Reich (1933-1945) para evaluar la
escalada del odio: se alegaba que Alemania necesitaba estar «limpia de judíos»
(Judenrein), pues eran quienes la habían «bolchevizado por medio de la
socialdemocracia de Weimar». Identificados como aliados de los comunistas, los
judíos eran diariamente acusados de explotar y esclavizar al pueblo al capitalismo
extranjero.
Como ya dijimos anteriormente, el mito político se (re)alimenta de la
realidad para construir una nueva versión que movilizará a la población menos
informada y seducida por la propaganda antisemita, como en el caso de la
Alemania nazi. Innumerables son los ejemplos de banqueros judíos que, tras la
Primera Guerra Mundial y durante la República de Weimar, trataron de ayudar al
país a superar la crisis fruto de las reparaciones de guerra impuestas por el Tratado
de Versalles (1919)66. Uno de los principales banqueros del país, Max Warburg, por
ejemplo, financió —según Jacques Attali, autor del libro Os Judeus, o Dinheiro e o
Mundo, publicado en 2010— «la adquisición de nuevos barcos para la Línea, a la
que salvó de la quiebra, además de evitar la confiscación (en cumplimiento de las
normas impuestas por el Tratado de Versalles) de las filiales de la Zeiss y la Krupp
en el exterior, entonces disfrazadas de empresas británicas y holandesas, tras la
compra por los Warburg, quienes abrieron sucursales en Londres y Ámsterdam» 67.
En ese intermedio, varios judíos asumieron cargos importantes en la República de
Weimar (1919-1933), que tuvo incluso su constitución redactada por Hugo Preuss,
jurista judío. Un rol importante tuvo Kurt Eisner (1867-1919), descendiente de
judíos de apellido Kamonowsky, figura de liderazgo junto al Partido
Socialdemócrata Independiente de Alemania al lado de Karl Kautsky, Eduard
Bernstein, Julius Leber, Rudolf Breitscheild y Rudolf Hilferding.
En los años 20, Alemania estaba endeudada y gran parte de la población
pasaba hambre y vivía en la miseria. En 1921, se estipuló el valor oficial de las
reparaciones de guerra a pagar por Alemania: 33 millones de dólares. A partir de
ese año, el clima político-económico de Alemania favorecía la «apertura de la
cacería a los judíos»: Hugo Preuss, Kurt Eisner y varios de sus ministros judíos
fueron asesinados en la primavera de 1921. Walther Rathenau, ministro de
Asuntos Exteriores, fue asesinado por miembros de la Cónsul, una organización
secreta nacionalista y antisemita.
Después de 1922, la mayoría de los bancos alemanes estaban al borde de la
ruina y se acusó a los líderes de la República de Weimar de no lograr mitigar el
efecto de las reparaciones impuestas por el Tratado de Versalles. La situación de
crisis se presentaba favorable a una inversión de valores que prepararía el terreno
para la virulencia antisemita. Algunos lograron enriquecerse a través de la
especulación y la manipulación del mercado financiero, fortaleciendo el mito de
que los judíos dominan la economía, el dinero y el mundo, y que «todos los caminos
llevan a los Rothschilds». En verdad, este sería uno de los nombres más citados por
los fanáticos antisemitas y sigue funcionando como «gatillo para los más
explosivos temblores antisemitas», según un documento del año 2000, producido
por la Anti-Defamation League68.
El banco Warburg sobrevivió gracias a los préstamos concedidos por la
banca Kuhn-Loeb, vinculada a la Casa de los Rothschild. En septiembre de 1923,
Paul y Max Warburg lograron crear el Hamburger Bank, que emitía sus propios
billetes anclados en fondos del Kuhn-Loeb. En noviembre, Gustav Stresemann —
canciller de la República de Weimar (Reichskanzler)— sugirió la creación de una
nueva moneda para toda Alemania: el Rentermark, garantizado por un conjunto de
bienes de la economía alemana. Además, la entrada de capital americano a través
del Plan Dawes de 1924 ayudó a traer una aparente estabilidad financiera al país,
que poco a poco se iba rehaciendo, convirtiéndose en una de las grandes naciones
industriales del mundo. Antes de 1933, las industrias Siemens, Hapag, Vereinigte
Stahlwerke e IG Farben ya eran conocidas por su poderío económico 69.
En este interregno, los judíos —cada vez más integrados a través de
matrimonios mixtos— habían perdido sus posiciones clave en el sector bancario e
industrial, manteniendo apenas el Deutsche Bank, dirigido por Oscar Wasserman,
y el Darmstädter Bank, de Jacob Goldschmidt 70. Entre 1925 y 1929, la figura
fantasmagórica del desempleo delineaba una Alemania dividida entre una minoría
rica y la mayoría de la población desempleada, situación que preparó el terreno
para la llegada al poder de los nacionalsocialistas y el antisemitismo. En 1925, la
ciudad de Berlín contaba con cerca de 120.000 personas desempleadas, pasando a
284.000 en enero de 1927, y llegando a medio millón en 1929. En 1932 —año en que
Hitler perdió las elecciones ante Von Hindenburg—, el país había superado, según
el historiador Frederic Ewen, la cifra de los 6 millones de desempleados 71. Entre
1933 y 1945, el discurso antisemita accionado por el Tercer Reich sostendría la tesis
de que los judíos eran «culpables de todos los males» que afligían a Alemania.
La inquietud de que los judíos dominan la economía mundial sobrevivió a
la Segunda Guerra Mundial, tal como sobrevivieron algunos bancos de
propietarios judíos, católicos, protestantes y tantos otros. En Gran Bretaña
persisten la fuerza y la pujanza de los Rothschilds, mientras Horace Finaly
mantiene la presidencia del Banco de París y de los Países Bajos. El éxito
económico de esos líderes contribuye (obviamente sin la intención o
indirectamente) a la rehabilitación del mito, como se puede comprobar en el libro
Called to Serve [«Llamado para servir»], del coronel James «Bo» Gritz, candidato a
la presidencia de los Estados Unidos en 1992 por el Partido Populista. Retomando
el viejo lema antisemita, James Gritz —que durante su campaña clamó
abiertamente a los Estados Unidos a convertirse en una nación cristiana—
denunció que «ocho familias judías controlan el Federal Reserve System (FED)».
En 1983, la Asociación Nacional de los Empleados Jubilados Federales (NARFE),
de Pensilvania, publicó en su boletín que el Federal Reserve System era una
«empresa privada» controlada por los siguientes bancos: Rothschild de Londres y
Berlín, los hermanos Lazard del Banco de París, Israel Moisés Seif en Italia, Banco
Warburg de Hamburgo y Ámsterdam, Lehman Bros. Bank de Nueva York, Chase
Manhattan Bank de Nueva York, Kuhn, Loeb & Co., Bank de Nueva York,
Goldman Sachs Bank de Nueva York. Así lo dijo el mito, pero la verdad es otra. En
1995 y nuevamente en 2000, la Anti-Defamation League denunció tal acusación
como «un ejemplo clásico del mito», informando de que, excepto el Chase
Manhattan Bank, ninguna de las instituciones citadas por el boletín NARFE eran
miembros del Federal Reserve Bank de Nueva York, el mayor y más importante de
los doce bancos del FED72.
EL MITO EN BRASIL
En el Brasil de los años 30, el mito de que los judíos dominaban la economía
mundial tuvo importantes defensores, entre ellos Gustavo Barroso, Brasilino de
Carvalho y Tenorio d’Albuquerque, inspirados en matrices francesas del siglo XIX y
alemanas del siglo XX. Estos intelectuales integralistas tenían como lecturas de
cabecera la obra apócrifa Los Protocolos de los Sabios de Sion y El judío internacional,
de Henry Ford, según lo registrado en sus innumerables citas bibliográficas. En la
década de 1930, en pleno gobierno Vargas, la editorial Globo de Porto Alegre
asumió las primeras publicaciones integralistas buscando, a través de «notas
explicativas», conquistar al lector brasileño para Los Protocolos. Así, el mito del
complot judío amplió sus acusaciones, sirviendo también al mito del complot
comunista internacional, que conquistó espacio junto a los adeptos del ideario nazi
fascista y del anticomunismo, movilizados por sentimientos nacionalistas,
xenófobos y antisemitas. Un fenómeno semejante ocurrió en la Alemania nazi, en
la Italia fascista, en el Portugal salazarista, en la España franquista, en la Argentina
peronista y en el Brasil getulista. En todos estos países, el clima era propicio para
señalar un culpable por las constantes crisis que afligían a los pueblos. Los judíos,
de inmediato, surgieron como el enemigo-objetivo, siendo responsabilizados del
caos, de la inestabilidad política y financiera 73.
En todos los países por donde circularon, Los Protocolos despuntaron como
código del Anticristo, teniendo como sus intérpretes a la élite intelectual
identificada con el ideario de la extrema derecha, católica y nacionalista. A pesar
de las dudas lanzadas sobre el Libro de los Sabios de Sion, la obra fue ampliamente
divulgada en Brasil por los periódicos católicos, como el Vozes de Petrópolis y el
periódico integralista Acção, publicado en São Paulo. En 1937, Los Protocolos
alcanzaban su tercera edición brasileña con una tirada de 23.000 ejemplares, sin
contar otras tantas ediciones clandestinas y algunas conmemorativas impresas
hasta 1995, con diversos ropajes.
En 1938, el integralista Gustavo Barroso escribió Roosevelt, é Judeu
[«Roosevelt, es judío»], traducido al español por Mario Buzatto y publicado en
Argentina en los Cuadernos Antijudíos, en apoyo a una fuerte campaña antisemita
en aquel país. En opinión de Héctor de Herze, quien introduce al lector en el tema,
Gustavo Barroso era odiado por la «sinagoga» por haber descubierto que el
contrincante de Getúlio Vargas, candidato a la Presidencia de la República en 1937,
era un judío que ocultaba su apellido materno (Moretzohn) en el apellido
portugués de Armando Salles de Oliveira. El mito retomaba algunos de sus
argumentos para explicar el arresto de varios integralistas en 1938, después del
intento de golpe por los «camisas verdes» liderados por Plínio Salgado: la
represión a los integralistas era explicada como una demostración «del poder oculto
del Kahal», una maniobra del judaísmo aliado a las logias masónicas 74.
El peligro semita entra en escena nuevamente, travestido de modernidad e
interpretado bajo el prisma del capitalismo en cuanto sistema económico
destruidor de la humanidad. En algunas publicaciones que circularon en el Brasil
de los años 30, la lectura de Los Protocolos era aconsejada, particularmente, a los
empleados de banca clasificados como «pobres trabajadores de los bancos». El
peligro judío o semita es animalizado al ser presentado como un «monstruo de
siete cabezas» que quiere tragarse al pueblo. Tales imágenes satisfacían (y aún
satisfacen) a las mentes fantasiosas de los lectores de las obras antisemitas que no
necesitan ver para creer. Las metáforas facilitan la circulación del mito, siendo
destiladas por caricaturistas y literatos que, a través de imágenes y textos literarios,
transforman a los judíos en monstruos, reptiles venenosos, hidras de muchas
cabezas, arañas, pulpos y serpientes. A lo largo de los años y de forma gradual y
sutil, se van forjando las mentes mediante la introducción de personajes que
amedrentan, instigando al odio y a la repulsa al pueblo judío.

Imagen estigmatizada del judío representado como comunista, sanguinario y


codicioso. Portada del libro O Anti-semitismo de Hitler, de Brasilino de Carvalho, Bahía, s.e.,
1934. Colección Tucci/SP.
En 1934, una edición popular de Los Protocolos fue publicada en Francia bajo
el título de Le Péril Juif, en cuya cubierta se representa a un viejo judío que, con las
uñas clavadas en el globo terráqueo, le arranca sangre al mundo. En la base de esta
imagen aparecen cuerpos sobre cuerpos, masacrados por la ganancia judía. Esa
misma narrativa icónica inspiró la portada de O Anti-semitismo de Hitler... E o
Julgamento Apressado de Alguns Escriptores Brasileiros, de Brasilino de Carvalho,
editado en Bahía en 193475. La mayor parte de esas imágenes busca expresar el
dominio de la economía por los judíos a través de una bolsa marcada con un signo
monetario o rellena de monedas que se esparcen por el suelo, herencia de la
legendaria figura de Judas.
En algunas publicaciones, el artista/caricaturista busca atribuirle una
identidad judía al personaje «codicioso» que, en aquel contexto, pretende dominar,
explotar al prójimo y controlar el mundo: introduce un candelabro dorado de siete
brazos (Menorah) o una estrella de David, utiliza las vestimentas negras
comúnmente usadas por judíos ortodoxos, poniendo todas las imágenes, casi
siempre, ante un globo terráqueo. Los vocablos utilizados en las portadas o
empleados en los títulos de los capítulos refuerzan la idea del pretendido dominio
judío: liberalismo, autonomía, leyes, oro, política, fe, poder, comercio, crisis,
religiones, etc. En el texto principal de estas obras, se hizo común afirmar que la
acción de los judíos para dominar el mundo es conducida según el Talmud,
definido como «código de bandidos». El integralista Gustavo Barroso, por ejemplo,
parafraseando el pensamiento del autor francés I. Bertrand, afirma en su prefacio
«El Talmud y los judíos» que, por medio de esa guía religiosa y moral de los
judíos, el no judío (el goy) podría comprender los deseos y la acción disimulada del
judaísmo. Ese argumento de Barroso se estructura a partir de varios fragmentos
extraídos (y descontextualizados) del Talmud a través de los cuales busca
demostrar la «infamia de un pueblo parasitario que se rige por un código de ese
orden». Acusa al judaísmo de torpe, usurero, ladrón y asesino de los pueblos,
proclamando la autenticidad de Los Protocolos76.
Brasil. Colonia de Banqueiros, de Gustavo Barroso, Río de Janeiro, Civilização
Brasileira, 2.ª ed., 1934. Colección Tucci.
Barroso retoma la acusación —de que los judíos dominan la economía
mundial— en su obra Sinagoga Paulista, publicada en 1937, en pleno Estado Novo.
La propuesta trata de demostrar que São Paulo estaba siendo dominado por una
«sinagoga de judaizados, judaizantes y banqueros judíos». Explorando esta trama
—que ya había sido denunciada por Henry Ford en El judío internacional— afirma
que los «responsables ocultos» llevaron a la economía cafetera a la ruina y
empobrecieron el país. Citando nombres de importantes familias brasileñas, el
autor las acusa de servir a la hábil maniobra de los judíos, que movilizan a
hombres y a asalariados a través de sobornos y otros medios ilícitos.
Reproduciendo frases de efecto inspiradas en Los Protocolos, Barroso afirma que el
judaísmo interno [en Brasil] estaba unido al judaísmo internacional, representado
por las altas finanzas londinenses, y que la caída del café habría sido simulada por
la Sinagoga Paulista apoyada por el gobierno. Ambos se estarían beneficiando de
ganancias altísimas, desmoralizando al mercado del café 77.
En las reuniones de la Academia Brasileña de Letras, el académico Gustavo
Barroso (que era también director del Museo Nacional de Río de Janeiro) atacaba,
eufóricamente, a los israelitas, llamándolos «basura humana». Y en la primera
página de A Ofensiva, periódico integralista, denunció como «judío» el impulso del
empresario y economista Roberto Simonsen78. En la edición conmemorativa para el
centenario de Gustavo Barroso en 1991, la editorial Revisão de Porto Alegre definió
así al integralista: aquel que «puso al desnudo la nefasta acción del judaísmo
financiero en el país». En dicha publicación, el mito de que los judíos dominan la
economía mundial fue actualizado por Siegfried Ellwanger Castan (1928-2010),
editor y escritor revisionista brasileño, condenado por crimen de racismo en 1996
por los Desembargadores de la 3.a Cámara Criminal del Tribunal de Justicia del
Estado de Río Grande do Sul. En su libro, Ellwanger Castan actualizó el mito,
responsabilizando a los judíos de la formación de cárteles, entre otras
acusaciones79.
Belmonte, O perigo misterioso..., dibujo reproducido de su obra Idéias de Ninguém, 1935.
En 1935, la figura estigmatizada del judío reapareció en un magistral dibujo
del caricaturista conocido como Belmonte, seudónimo de Benedito Carneiro Bastos
Barreto (1896-1947). En su obra Idéias de Ninguém, publicada en 1935, el paulista
Belmonte reafirma la figura siniestra del judío que, sentado sobre una bolsa de
monedas, se asemeja a un murciélago cuyas garras no niegan sus intenciones 80. Ese
librito reúne algunas de las crónicas e imágenes publicadas por el caricaturista en
la Folha da Noite, en 1933 y 1934, acompañadas de un breve histórico. Aunque el
autor afirma que tenía el «objetivo altruista de distraer a sus posibles lectores con
comentarios alegres en torno a episodios serios que habrían quedado sepultados
en la fosa común de las colecciones de periódicos», el resultado no fue muy feliz.
Refiriéndose a la «invasión» pacífica del antisemitismo nazi en Francia, Belmonte
cita frases del escritor Clément Vautel, quien afirmaba también que «los judíos
están fomentando la guerra y que, cuando esta explote, exclamarán: “Aux armes,
Français, allez délivrer nos frères!”».
Belmonte creía que «donde existiera un “semitismo” —no como
denominación racial, sino como la expresión política que es— debería haber,
fatalmente, inexorablemente, un antisemitismo», pues «toda acción provoca
reacción».
En todo caso, lo cierto es que la campaña contra los judíos, iniciada en
Francia, es uno de los acontecimientos más desconcertantes de ese desconcertante
ciclo de confusiones. Enseguida comenta:
Pero lo más complicado en todo eso es que los judíos de Francia no son solo los fugitivos de
Alemania. Son millones. Y no vegetan melancólicamente en los «guetos». Dominan. Tanto que el
diputado Fougère envió a la mesa una indicación sobre el caso, en la que se leen estas observaciones que
causan estupor: «[...] ellos [los judíos], en un propósito contrario a los intereses del país y de la paz,
ejercen influencia sobre la dirección de la política exterior de Francia y desorientan a la opinión pública
con sus propagandas y campañas de prensa».
Lo que viene a darle la razón al articulista de la Revue Critique, quien declaró: «La prensa que
ellos dominan y el cine que ellos controlan nos invitan al sacrificio» [...]. De donde extraemos esas notas,
no está de acuerdo con todo eso y llama a esa campaña de «invasión» pacífica del antisemitismo nazi 81.
Aún es común oír la acusación de que una minoría judía domina el sector
bancario brasileño, olvidándose de que existen otras potencias bancarias cuyos
propietarios son católicos. ¿Existen bancos cuyos dueños son judíos? Sí. ¿Pero
quiénes son los «otros»? La versión que persiste es siempre generalizada, tratando
de transmitir la idea de que convivimos con una «judeocracia en la democracia».
Aquí está el hecho: el mito miente, aprovechándose de la verosimilitud atribuida a
una realidad portadora de una apariencia (probabilidad de verdad). O sea, para el
mito todo es posible y tales acusaciones no son ejemplos de los tiempos
medievales: están por ahí, en la boca de los desinformados, presas fáciles y pasivas
de la manipulación.
56 Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Madrid, Alianza Editorial, 2012.
57 Ibídem.
58 Ibídem.
59 Werner Sombart, El apogeo del capitalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, 2 vols.
60 Norberto Toedter, autor del libro ... E a Guerra Continua, niega el Holocausto y mantiene el
blog Inacreditável [la cursiva es nuestra] [consultado el 1/5/2013].
http://inacreditavel.com.br/wp/plutocratas/.
61 Sobre esta polémica, véase W. Creutz, «A Autenticidade dos Protocolos dos Sábios de Sião»,
en Os Protocolos dos Sábios de Sião, Coleção Comemorativa do Centenário de Gustavo Barroso, Porto
Alegre, Revisão, 1989, pág. 43.
62 Maria Luiza Tucci Carneiro, O Veneno da Serpente: Reflexões sobre o Moderno Anti-semitismo no
Brasil, São Paulo, Perspectiva, 2003, págs. 52-57; O Anti-semitismo nas Américas, op. cit.
63 En 2013, fue encontrado en los Estados Unidos el diario que recoge las memorias personales
de Rosenberg entre 1936 y 1944. Además de ideólogo del partido, Rosenberg dirigió el saqueo nazi al
patrimonio artístico, cultural y religioso de los judíos por toda Europa, a través de la unidad «Fuerza-
Tarea Reichsleiter Rosenberg». Fue condenado por crímenes contra la humanidad y ejecutado en octubre
de 1946. Véase Folha de S. Paulo, 10/6/2013; http://www1.folha.uol.com.br/mundo/2013/06/1292879-
eua-encontram-diario-perdido-de-lider-nazista-alfred-rosenberg.shtml.
64 Norman Cohn, El mito de la conspiración judía mundial: Los Protocolos de los Sabios de Sion, Madrid,
Alianza Editorial, 1983, páginas 216-218.
65 Ibídem, pág. 218.
66 El principal punto del Tratado de Versalles determinaba que Alemania aceptara todas las
responsabilidades por causar la guerra y que, bajo los términos de los artículos 231-247, hiciese
reparaciones a un cierto número de naciones de la Triple Entente. Los términos impuestos a Alemania
incluían la pérdida de una parte de su territorio para ser entregada a varios países fronterizos, restricción
al tamaño del ejército y una indemnización por los daños causados durante la guerra. En Alemania, el
tratado causó shock y humillación a la población, hecho que contribuyó a la caída de la República de
Weimar en 1933 y el ascenso del nazismo.
67 Jacques Attali, Os Judeus, o Dinheiro e o Mundo, trad. de Joanna A. Dávila Melo, São Paulo,
Saraiva, 2010, págs. 494-495.
68 Fritz Springmeier, «The Power of the Rothschilds», en
http://rense.com/general77/powers.htm; «Jewish “Control” of the Federal Reserve: A Classic Anti-
Semitic Myth», informe de la Anti-Defamation League, julio de 1995; reeditado en 2000,
http://archive.adl.org/special_reports/control_of_fed/fed_rothschild.asp.
69 Véase Frederic Ewen, Brecht. Sua Vida, Sua Arte, Seu Tempo, São Paulo, Editora Globo, 1991,
pág. 128.
70 Jacques Attali, op. cit., págs. 496-497.
71 Ibídem, pág. 239. Véase el interesante análisis de Maurini de Souza sobre los anuncios
publicitarios que, en el período de entreguerras, atendían al ocio de la élite alemana. Maurini de Souza, A
Trajetória do Tratamento de Segunda Pessoa em Textos Publicitários durante o Século xx: Um Comparativo entre
Brasil e Alemanha, Tesis de Doctorado, Programa de Posgrado en Estudios Linguísticos del sector de
Ciencias Humanas, Letras y Artes, Curitiba, Universidad Federal de Paraná, 2012, págs. 195-196.
Disponible en:
http://dspace.c3sl.ufpr.br/dspace/bitstream/handle/1884/26951/VERSAO%20FINAL.pdf?sequence=1
.
72 «Jewish ”Control” of the Federal Reserve: A Classic Anti-Semitic Myth», cit.
73 Luis Reis Torgal y Heloisa Paulo (orgs.), Estados Autoritários e Totalitários e suas Representações,
Coimbra, Imprensa da Universidade de Coimbra, 2008; Carlos Cordeiro (org.), Autoritarismo,
Totalitarismo e Respostas Democráticas, Coimbra, CEIS20; Ponta Delgada, Centro de Estudos Gaspar
Frutuoso de la Universidad de Azores, 2011; Federico Croci y Maria Luiza Tucci Carneiro (orgs.), Tempos
de Fascismos, São Paulo, Edusp, Imprensa Oficial, Arquivo Público do Estado, 2011.
74 Gustavo Barroso, Roosevelt, es judío, trad. de Mario Buzatto e introd. de Héctor de Herze,
Buenos Aires, La Mazorca, 1938 (Cuadernos Antijudíos).
75 Le Péril Juif: Les Protocoles des Sages de Sion, París, Les Nouvelles Éditions Nationales, 1934;
Brasilino de Carvalho, O Anti-semitismo de Hitler... E o Julgamento Apressado de Alguns Escriptores Brasileiros,
Bahía, s.e., 1934.
76 I. Bertrand, A Maçonaria, Seita Judaica: Suas Origens, Sagacidade e Finalidade Anti-cristãs, trad. y
prefacio de Gustavo Barroso, São Paulo, Minerva, 1934, págs. 5-9 (1.ª ed., 1903).
77 Gustavo Barroso, A Sinagoga Paulista, 3.ª ed., Río de Janeiro, ABC, 1937, págs. 132, 135 y 155.
78 Entrada «Gustavo Barroso», en Dicionário Histórico-Biográfico Brasileiro, coord. de Israel Beloch
y Alzira Alves de Abreu, Río de Janeiro, Forense Universitária, CPDOC/FGV, Finep, 1985, vol. 1, págs.
336-337.
79 Os Protocolos dos Sábios de Sião, Coleção Comemorativa do Centenário de Gustavo Barroso,
Porto Alegre, Revisão, 1989, página 17 (1.ª reed., 1991).
80 Belmonte [Benedito Carneiro Bastos Barreto], Idéias de Ninguém, Río de Janeiro, Livraria José
Olympio Editora, 1935. Versión para libro electrónico eBooksBrasil, Fuente Digital.
81 Ibídem.
Mito 4

No existen judíos pobres


El mito dice que no existen judíos pobres. Las narrativas insisten en el hecho de que
en su mayoría son ricos, avaros y codiciosos, relacionando su codicia con la figura legendaria
del usurero judío, personificado popularmente por la figura de Judas, el «apóstol traidor»
que entregó a Jesús por treinta monedas de plata. La información omitida por los promotores
de este mito es la de que siempre han existido (y aún existen) judíos pobres, judíos de clase
media y judíos ricos, tal como ocurre entre católicos, protestantes, musulmanes y
evangélicos, quienes ocupan distintas posiciones económicas y sociales. La falta de
información favorece la proliferación del mito que, repetido, «nos hace ver lo que se nos
dice». Siendo así, la ignorancia es condición ideal para la gestación de los mitos racistas.
Valiéndome aquí de una metáfora, hago hincapié en mi convicción en la
educación como estrategia para combatir los mitos: la ignorancia es la incubadora,
un nido caliente que la serpiente busca para depositar los huevos del odio y la
intolerancia. Entretanto, la imagen que persiste en el siglo XXI es la del judío rico.
Por lo general, quienes son afectos a esta versión ignoran las circunstancias
históricas que forzaron a los judíos a trabajar con dinero. Este es un tema
ampliamente abordado en el libro Os Judeus, o Dinheiro e o Mundo, recientemente
publicado por el argelino Jacques Attali82. Consciente del peligro de las
generalizaciones, buscaré situar en un contexto —desde el punto de vista histórico
y bajo el sesgo de los mitos políticos— la supuesta «posición privilegiada» que,
generalmente, excluye al judío de la categoría de los «pobres».
Dando marcha atrás hasta el Imperio romano, principalmente entre 135 y
425, constatamos que, tanto en la Diáspora como en Palestina, los judíos siempre
tuvieron profesiones y oficios diversificados, trabajando como comerciantes,
agricultores o artesanos. Estaban en todos los estratos de la sociedad y, según
Marcel Simon en su obra Verus Israel (1948), la población judía consistía en «una
gran mayoría de gente de pocos ingresos...»83. Las estimaciones indican que, en
aquella época, cerca de un millón de judíos habitaban Palestina y entre tres y
cuatro millones vivían en la Diáspora, dispersos desde Asia Menor hasta España,
representando del 7 al 8% de la población total del Imperio romano 84.
Hasta el siglo IV, eran reconocidos como ciudadanos romanos y gozaban de
los privilegios concedidos por los emperadores paganos. Por ejemplo, tenían
autorización para mantener sus sinagogas como espacios dedicados a sus
organizaciones de culto. Sin embargo, tal situación se fue alterando y la
comunidad judía fue, por influencia eclesiástica sobre la legislación romana,
perdiendo sus privilegios y seguridad. Dichos cambios pueden constatarse a través
de las leyes creadas bajo los emperadores cristianos desde 312, reunidas en el
Código de Teodosio (Codex Theodosianus). Ese año, el cristianismo fue legalizado,
convirtiéndose en un gran aliado de los emperadores romanos, razón por la cual se
interpreta el siglo IV como un marco en la historia de las relaciones judeo-
cristianas. A partir de ese momento, la situación de los judíos en el Imperio
romano se fue alterando como resultado de la propaganda cristiana liderada por
padres cristianos y fanáticos religiosos. A lo largo de un siglo, los judíos pasaron
de la prosperidad del mundo clásico a la pobreza del gueto medieval, «de la
ciudadanía privilegiada pasaron a la condición de parias», consiguiendo, con
mucha dificultad, reconquistar sus derechos y ciudadanía, según el análisis del
historiador James Everett Seaver85.
Durante la era nazi persistió en la propaganda oficial difundida por el
Estado la acusación de que los judíos eran culpables de los males que acechaban a
la nación. Se difundía el odio al afirmar que todos los banqueros internacionales
eran judíos. En ese contexto, cabe mencionar la importante novela —publicada en
1930— Jews Without Money [«Judíos sin dinero»], obra autobiográfica del
americano Michael Gold, seudónimo de Itzok Isaac Granich (1894-1967), cuyos
padres emigraron a los Estados Unidos huyendo de los pogromos y en busca del
sueño americano.
Ciertamente ese título provocaría muchas carcajadas, en caso de que el libro
cayese en manos de un oficial nazi. Debe interpretarse el relato de Gold, casi
poético, como un libelo contra la pobreza judía vivida durante su infancia en un
barrio desfavorecido de Nueva York a inicios del siglo XX. Su visión del mundo era
universal, así como su obra, Jews Without Money, es atemporal y se posiciona contra
la discriminación hacia cualquier pueblo. Según Gold, «los judíos viven desde hace
siglos en un gueto universal», agregó en la reedición de 1935 86.
La narrativa de Michael Gold permite reencontrar a miles de otros
personajes que, al igual que los judíos pobres de Nueva York, reconstruyeron sus
vidas en las Américas. Son trayectorias que nos conducen, por ejemplo, a la
historia de la vida de Jacob Gorender (1923-2013), comunista, judío, hijo de
inmigrantes rusos y nacido en Salvador (Bahía, Brasil). En una entrevista publicada
por la revista Teoria e Debate, Gorender cuenta que nació en el seno de una familia
judía muy pobre, de la categoría de los judíos sin dinero, de Michael Gold. Así lo
explicaba:
Mis padres vinieron del antiguo Imperio ruso. Mi padre, de Ucrania. Mi madre, de Besarabia.
Mi padre vivió un tiempo en Odessa, en donde presenció los acontecimientos excepcionales de 1905.
Estaba en el muelle del puerto, cuando ancló allí el acorazado Potemkin. Aquel mismo año, luchó, con
armas en mano, al lado de revolucionarios rusos contra los bandos de reaccionarios que pretendían
masacrar a los judíos. Después, con el fracaso de la Revolución de 1905, con los pogromos y toda la
represión terrible que se desencadenó, se incorporó a la gran ola judía que salió de Rusia. Por fin, Nathan
Gorender arribó a Salvador. Allí se instaló y se casó con mi madre, Ana, quien llegó más tarde. Los cinco
hijos y mis padres pertenecían a aquella categoría de judíos sin dinero descritos en una novela de Michael
Gold, célebre en los años 30. Vivíamos en conventillos y, a veces, teníamos dificultades serias para
atender incluso las necesidades más elementales, como alimentación y vestimenta. Eso marcó mi
mentalidad en formación87.
Actualmente, el mayor número de judíos se concentra en Israel (5.443.842),
seguido por los Estados Unidos (5.165.019), Francia (490.000), Canadá (374.000),
Reino Unido (295.000), Rusia (221.000), Argentina (120.000) y Brasil (107.329),
además de otros países88. Entre ellos, existen miles de judíos pobres y por debajo de
la línea de pobreza, cuyos números son ignorados o totalmente desconocidos por
la población en general de cualquier país en donde existan comunidades judías.
Tales desigualdades persisten como consecuencia de las crisis económicas, de la
corrupción y de la ausencia de políticas públicas dirigidas hacia el bienestar del
ciudadano. En los Estados Unidos, según Jacques Attali,
cuatro quintos de los judíos viven ahora en Nueva York, Chicago y Los Ángeles. Aunque un
cuarto de la población judía americana aún pertenece a la clase obrera, los oriundos de Alemania pasan
de la industria textil a los bancos, dejando aquellos otros oficios a los emigrados del Este más recientes, y
enseguida pasan del estatuto de obreros al de abogados, o de la condición de chatarreros a la de
comerciantes; el 60% trabaja ahora en el comercio y un 17% en profesiones liberales 89.
Situaciones como esas, comunes en este siglo XXI, favorecen las
polarizaciones económicas que impactan a judíos y no judíos. Tal vez el caso de los
judíos no tenga tanta visibilidad, pues la propia comunidad, dentro de lo posible,
acoge a los necesitados, practicando el tsedaká (del hebreo tsedek), concepto
integrado en la tradición judía. Tsedaká es un acto de generosidad, de justicia y de
rectitud, y que combate las diferencias económicas y sociales firmemente
censuradas por el judaísmo. Aun así, están en todas partes del mundo. Partiendo
de situaciones reales: en el Estado de Israel, en febrero de 2007 por ejemplo,
existían 1.674.800 judíos pobres, entre los cuales 774.000 eran niños, según el
informe de Seguridad Nacional divulgado por el ministro de Previsión Social. Un
año después, se registró una caída en el nivel de pobreza a 1.630.400 90.
Hoy, parte de la población judía de Latinoamérica, principalmente, vive en
situaciones difíciles y enfrenta la pobreza, teniendo que mal alimentarse a pesar de
las acciones de solidaridad practicadas por sus comunidades. Gran número de
judíos pobres emergentes son jóvenes desempleados y excomerciantes en
bancarrota que se unen a los jubilados, ancianos y enfermos, que no tienen cómo
mantenerse. Piden ayuda a las sinagogas e instituciones de beneficencia que, por
tradición, los acogen. Porque la responsabilidad del mantenimiento y la educación
de los pobres y de los huérfanos consta en el Talmud, entre los tres principios
básicos de la vida, además de la caridad y de la práctica de buenas acciones.
En São Paulo, por ejemplo, la comunidad judía pobre es atendida por la
Sociedade Beneficente Israelita Tenyad, en el barrio de Bom Retiro, que ofrece
alimentos, vestimenta y actividades recreativas, así como guarderías en apoyo a las
madres; y por la Unibes —União Brasileiro-Israelita do Bem Estar Social creada en
1976, a partir de la fusión de EZRA, Policlínicas y Ofidas. Tiene sus raíces en 1915,
cuando se fundó la Sociedade Beneficente Amigos dos Pobres Ezra, dedicada a la
atención a los inmigrantes judíos pobres provenientes de las aldeas (shtetlech) de
Europa oriental (Polonia, Rusia o Bielorrusia) antes de la Segunda Guerra Mundial.
En 1924, la EZRA se fusionó con la Sociedade Pró-Imigrante, convirtiéndose en la
Sociedade Beneficente Israelita EZRA, con un amplio programa de atención a los
necesitados.
Así, a través de la historia de la inmigración y de las instituciones se pueden
conocer detalles sobre el perfil económico y social de los inmigrantes judíos que
empezaron a entrar en Brasil desde que se abrieron los puertos a las Naciones
Amigas en 1810. A través de las Fichas de Inmigración se puede ver que la mayor
parte de los judíos pioneros que vinieron a Brasil eran campesinos pobres
procedentes de las aldeas del Este europeo y que, con muchas dificultades,
lograron reconstituir sus vidas con la ayuda de las comunidades que los acogieron.
En Buenos Aires —que abriga hoy la primera y más importante comunidad judía
de Latinoamérica, seguida por Brasil—, gran parte de la asistencia social a los
judíos desamparados la prestan la Alianza Solidaria, la Fundación Tzedaká y el
Templo Emanuel, que suministra abrigo, medicamentos, alimentos y becas para los
niños judíos. El Chabad Lubavitch de Argentina, por ejemplo, mantenía, en 2002,
alrededor de trescientos niños judíos huérfanos enviados por el Juzgado de
Menores.
Un importante estudio publicado por Bernardo Kliksberg —asesor de la
ONU y presidente de la Comisión del Desarrollo Humano del Congreso Judío
Latinoamericano— demuestra que, en Argentina, el proceso de empobrecimiento
alcanzó niveles altísimos, estimándose que, en 2002, cerca de 50.000 judíos ya
vivían por debajo de la línea de pobreza. Gran parte pertenecía a los sectores
medio y bajo de la clase media que, desde los años 1990, venían siendo sacudidos
por la crisis económica que afectaba al país. Muchos eran comerciantes que, con el
aumento de la cantidad de shopping centers, grandes tiendas, supermercados y la
libre entrada de productos importados a bajos precios, fueron obligados a declarar
quiebra91.
82 Jacques Attali, op. cit.
83 Marcel Simon, Verus Israel, París, 1948, pág. 241, apud Léon Poliakov, Du Christ aux Juifs de
Cour, op. cit.
84 Léon Poliakov, Du Christ aux Juifs de Cour, op. cit., pág. 5.
85 James Everett Seaver, The Persecution of the Jews in the Roman Empire (300-428), Lawrence,
Kansas, University of Kansas, 1952, págs. 4-5.
86 Michael Gold, Jews Without Money, Nueva York, Horace Liveright, 1930.
87 Paulo de Tarso Venceslau y Alipio Freire, entrevista a «Jacob Gorender», Teoria e Debate,
edición 11, 1 de julio de 1990. Disponible en:
http://www.teoriaedebate.org.br/materais/nacional/jacob-gorender#sthash.J9JPmPlg.dpuf.
88 Joanne O’Brien y Martin Palme, Atlas das Religiões, São Paulo, Publifolha, 2009.
89 Jacques Attali, op. cit., págs. 497-498.
90 Vitor Carvalho Ferolla, «Existem judeus pobres», Israel Today News,
www.thegreatcommandment.com/2008/existem-judeus-pobres.html.
91 Bernardo Kliksberg, «A comunidade judaica da Argentina em perigo», Morashá, edición 36,
marzo de 2002. Enlace: www.morasha.com.br/conteudo/ed36/com_argentina.htm [consultado el
5/7/2013].
Mito 5

Los judíos son avaros


El mito dice que todos los judíos son avaros, sinónimo de tacaño y mezquino, en la
jerga popular. El sentido que se le quiere dar es el de que los judíos son perversos, malos,
indiferentes al sufrimiento ajeno, y que piensan tan solo en su bienestar.
Por eso, explican los antisemitas, son ricos o, en sentido opuesto, viven
miserablemente, para no gastar las ganancias que obtienen a costa de otros.
Sin embargo, como todos los mitos, las raíces son mucho más profundas,
sobrepasando el tono de burla y el humor inconsecuente. Tales acusaciones han servido a la
propaganda política articulada en diferentes lugares y momentos históricos para difamar a
los judíos dispersos durante la Diáspora.
Tanto el discurso de la Iglesia católica como las teorías políticas del
Renacimiento han servido para construir el mito de que «todos los judíos son
avaros y malos». Son dichas fuentes las que alimentarían la literatura de la era
isabelina producida, en este caso, por Christopher Marlowe, William Shakespeare
y Charles Dickens, entre otros92. Christopher Marlowe (1564-1593) creó el personaje
Barrabás en su obra El judío de Malta, producida entre 1589 y 1590, y que sigue
estrictamente los métodos propuestos por Maquiavelo: «no importan los medios
que se utilicen para lograr los fines». En ella Barrabás, un rico comerciante judío, es
presentado como un pervertido, interesado, frío y sin afecto, cuyo perfil fue
construido a partir de versiones transmitidas por el clero católico, las autoridades
estatales y el pueblo. Según Silvio Ruiz Paradiso, estudioso de esta producción
literaria, Barrabás destaca como un ser diabólico, corrupto, maquiavélico y
perverso, «que al mismo tiempo dedica su vida a la acumulación de oro, al robo, a
las prácticas de fornicación, etc.»93.
A través del habla de algunos de los personajes creados por Marlowe es
posible desvelar cómo vive y quién es Barrabás. Itamar, esclavo de Barrabás,
describe así al judío de Malta: «come saltamontes en escabeche y hongos en salsa
[...]. No se ha puesto una camisa limpia desde que lo circuncidaron [...]. El
sombrero que lleva lo dejó Judas al pie del saúco cuando se ahorcó [...]. Arruinar a
un judío no es pecado, que es caridad».
En el acto V, escena 2, el autor Marlowe le da voz a Barrabás, quien confiesa:
Así de rápido va este asunto: yo me arreglo
con los dos, sin ser amigo de ninguno,
y me beneficio de mis propios planes.
De quien más provecho obtenga, ese será mi amigo.
Esta es la vida que llevamos los judíos,
y con razón, que lo mismo hacen los cristianos94.
El perfil avaro de Barrabás reaparece en el acto II, escena 3, durante la
compra de un esclavo, cuando Barrabás describe el producto que necesita: «Yo
necesito uno enfermizo, / aunque solo sea para ahorrar en la comida». Sarcasmo,
hipocresía, ironía y mentira son los elementos que se prestan a construir la imagen
de la crueldad que exhala de Barrabás, quien desprecia al Otro hasta el punto de
decir:
Aprendí en Florencia a besar mi propia mano,
a encogerme de hombros cuando me llaman perro
y a agachar la cabeza como un fraile descalzo,
a la espera de verlos morir de hambre en la calle
o de escupir en el platillo de la colecta
cuando en la sinagoga me piden una caridad95.
Un conjunto de juicios de valor expuestos por Marlowe inspirarían una de
las más complejas comedias de Shakespeare, El Mercader de Venecia (1596), cuya
narrativa retoma un conjunto de estereotipos antisemitas heredados de las
imposiciones sostenidas por la Iglesia católica desde la Edad Media. Recordemos:
durante la Edad Media, se consideraba pecado o crimen de herejía cuando los
cristianos prestaban dinero con fines lucrativos, o sea, con cobro de intereses. A
fines del siglo XVI, tales exigencias llegaron a varias ciudades italianas, entre ellas
Venecia, cuyo comercio se concentraba en la circulación de mercancías exóticas
traídas de ultramar. Cupo entonces a los judíos el préstamo de dinero con el cobro
de intereses, actividad que fortaleció la imagen de que eran usureros y
explotadores del prójimo (léase cristiano).
Así, considero imposible discutir la obra El Mercader de Venecia sin analizar
el antisemitismo a través de las acciones del personaje Shylock, un usurero judío
que es deshumanizado al ser comparado a las figuras de un «perro ordinario» y
del diablo. El dinero y la usura reaparecen a través del alma perversa y mezquina
de este mercader, quien, además de ser atacado por su «raza pagana», carga la
responsabilidad de que «los judíos mataron a Cristo». En las varias presentaciones
de la obra, el personaje Shylock no logró desprenderse del perfil amenazante traído
por el estigma de ser un «judío asqueroso» y «mezquino».
Reanudamos aquí la estética de la crueldad presentada en escenarios y
aplaudida por los más variados públicos: de la aristocracia europea de la Edad
Moderna a la aristocracia aria alemana del Tercer Reich. Innumerables son los
registros sobre El Mercader de Venecia, rehabilitado por la propaganda de la
Alemania nazi. Como es de imaginarse, Goebbels no perdió la oportunidad de usar
el texto de Shakespeare para instigar al odio hacia los judíos alemanes,
estigmatizados también a través de la caricatura, la fotografía y el cine. Con
algunas alteraciones en la parte final de su texto original, el mito del «judío
mezquino y avaro» fue presentado en cerca de cincuenta montajes distintos en
Alemania entre 1933 y 1945. Después de esta fecha, la divulgación de las
atrocidades genocidas cometidas por los nazis y países colaboradores inhibió
cualquier presentación de la obra.
Este tema fue traído a la actualidad del siglo XX y XXI en el cine, que retomó
El Mercader de Venecia. En 1908 y 1912 se realizaron dos versiones en los Estados
Unidos; otra se hizo en Italia en 1910 (Il Mercante di Venezia). En 1923, el «mercader
judío» fue filmado en Alemania (Der Kaufman von Venedig), con Werner Krauss en
el papel de Shylock, el mismo actor que, en 1943, representaría al Judío Süss, una de
las películas antisemitas producidas por el Tercer Reich. En el siglo XXI, El Mercader
de Venecia reaparece en la película dirigida por Michael Radford, cineasta indio
radicado en Londres. Al hacer una relectura homónima de William Shakespeare,
después del Holocausto, el director nos incita a reflexionar sobre los males de la
intolerancia y la persistencia del odio contra los judíos. El cineasta redimensiona al
personaje Shylock —protagonizado por Al Pacino—, quien denuncia la hipocresía
de la sociedad cristiana que durante siglos despreció a los judíos y ayudó a
fortalecer el mito de que son avaros hasta el punto de exigir «su libra de carne
como quien cobra por siglos de persecución y segregación» 96.
Esta es una versión que intenta ahogar el mito de que los judíos son avaros
y asquerosos, sirviendo como profilaxis para la escalada del odio. El cine surge, en
ese momento, como un libelo contra el antisemitismo enraizado desde hace siglos
y que alcanzó su punto culminante en el Holocausto. Al Pacino, mediante su
magnífica representación, enriquece la dignidad de «ser judío» en una Venecia
sombría y grisácea, además de mostrar a Shylock como un practicante que respeta
los valores del judaísmo. Según Anna Stegh Camati, en su ensayo sobre esta
película de Michael Radford, la gota de sangre que brota del pescuezo del animal
sacrificado, a pesar de ser una imagen sutil,
es una de las más significativas de la película: nos recuerda la cera roja usada para sellar el
documento en el cual se explican los términos del préstamo que Shylock le hace a Antonio y refuerza la
idea del sangrado, crucial para la derrota de Shylock ante la ley de Venecia. Pero la simbología del
sangrado trasciende la obra y no deja de ser una alusión a otro sacrificio, el propio Holocausto 97.

Cartel que anuncia la exposición Der ewige Jude [«El Judío Eterno»] en la Biblioteca
del Deutsches Museum en Múnich, 1937.
Esta imagen —la del judío avaro— fue constantemente explotada por la
propaganda política nazi, cuya intención era diseminar el antisemitismo entre el
pueblo alemán y el de otros países. Tanto el cine como la fotografía y las
caricaturas han servido para retratar a los judíos como seres subhumanos y
explotadores de los pueblos. Infiltrados como «ratas» en medio de la sociedad aria,
los judíos emergen como parásitos ambulantes, «consumidos por el sexo, por la
ganancia y el dinero». Ese es el tono que le dio Fritz Hipller a la película Der ewige
Jude [«El Judío Eterno»], de 1940.
La caricatura, por su esencia crítica, panfletaria y contestataria, debe
también ser considerada como instrumento propulsor de los mitos antisemitas. En
1855, Charles Baudelaire publicó su texto «De l’essence du rire...» 98. Es bajo ese
aspecto —el de la representación y como práctica artística— que retomo aquí el
papel de la caricatura, un género singular capaz de modelar las conciencias y, al
mismo tiempo, expresar la mentalidad colectiva. Es, exactamente, debido a su
perennidad que la caricatura fue reintegrada por los antisemitas de la Alemania
nazi y también en este siglo XXI, dada su capacidad de adoctrinar a través de la risa
y de la deformación de lo real99. Con tal sentido menciono aquí las caricaturas
publicadas por el semanario nazi Der Stürmer [«El Tifón» o «El Tempestuoso»], las
cuales, por su rol doctrinario, dejaron fuertes marcas en el imaginario colectivo.
Editado con breves interrupciones por Julius Streicher desde 1923 hasta el fin de la
Segunda Guerra Mundial en 1945, Der Stürmer fue uno de los principales vehículos
de carácter panfletario contra los judíos, aunque también publicaba textos
pornográficos, anticlericales y anticapitalistas 100.
El mito del judío avaro, explotador de niños, tramposo, rico, sucio y usurero
circuló también por los libros infantiles que utilizaban las escuelas alemanas como
pedagogía del odio. Entre ellos citamos Der Giftpilz [«El hongo venenoso»], de
Ernst Ludwig Hiemer e ilustrado por el caricaturista alemán Flips (seudónimo de
Philipp Rupprecht). Publicado por Julius Streicher en 1938, y abundantemente
ilustrado en colores, ese libro dejó marcas en las mentes infantiles por su contenido
virulento y antisemita. Las imágenes no son inocentes y los mensajes no son
subliminales: inducen a los niños al mal, reforzando, en sus mentes, estereotipos
étnicos:
Los judíos son personas malas. Son como hongos venenosos... Al igual que los hongos
venenosos, frecuentemente provocan desgracias... El judío causa miseria, enfermedad y muerte 101.

Dibujo de Flips (seudónimo de Philipp Rupprecht), publicado en el libro infantil Der


Giftpilz [«El hongo venenoso»], de Ernst Ludwig Hiemer, Alemania, 1938.
LAS CARICATURAS Y LAS RECETAS ANTISEMITAS
Los caricaturistas de las Américas «importaron» de los impresos europeos
de los siglos XVIII y XIX algunos modelos básicos para representar al judío
codicioso. Por lo general se le presenta grandote, barrigón y narigón, haciendo
gestos con las palmas de las manos abiertas. Según John y Selma Appel, estudiosos
de los cómics, los «caricaturistas alemanes le agregaron los pies planos, las piernas
curvadas y el gusto por el ajo...». De la misma forma, los caricaturistas americanos
no partieron de imágenes nuevas: los judíos aparecen
según las referencias europeas y cristianas, siempre desfavorables u hostiles en relación a los
judíos intrusos, asesinos de Cristo, extraños o representantes de la nueva y emergente sociedad
capitalista basada en el intercambio impersonal de bienes y dinero 102.

A. A. Wales, Los esclavos de los judíos, 1882, cromolitografía. Library of Congress,


Washington, D.C.
A partir del siglo XIX se produjeron centenares de caricaturas antisemitas en
los Estados Unidos que, pese a abrigar a una de las mayores comunidades judías
del mundo, no protegió a los judíos de la burla impía. Como sabemos, el humor es
un arma diabólica, reveladora de cambios de mentalidad a lo largo de los siglos. La
libertad de expresión, defendida por los regímenes democráticos, abrió un canal
favorable a la proliferación de los mitos sobre los judíos que siguen siendo el
blanco preferido de la burla sarcástica de los antisemitas. Cargadas de ideologías,
las caricaturas incitan al odio, aprovechándose de las diferencias culturales, de la
ignorancia y de las dudas que permiten la persistencia de los estigmas.
En Brasil, la figura del judío avaro encontró interlocutores antisemitas en la
literatura y en la caricatura en distintos momentos históricos y, más
específicamente, durante el llamado Estado Novo, presidido entonces por Getúlio
Vargas (1937-1945). Reprodujeron la receta gráfica de los atributos físicos y de
vestimenta de aquel judío caricato comúnmente representado en los impresos
antisemitas europeos. Las revistas ilustradas brasileñas, entre las que figuran
Careta, Cultura y Vamos Ler, apelaron a los mismos elementos simbólicos usados en
Europa para identificar al judío avaro, explotador del pueblo: bolsas de dinero,
sombreros y sobretodos negros, mirada y garras de ave de rapiña 103.
Uniendo la idea estereotipada a la imagen deformada del judío avaro y
codicioso, la caricatura reforzó, entre la población brasileña, actitudes de repulsa y
desprecio por la figura del inmigrante judío. Esas formas de representación
satisfacían al discurso oficial de los órganos de represión —como el Ministerio de
Justicia y Negocios Interiores (y de inmigración) y el Ministerio de Relaciones
Exteriores—, que consideraban a los judíos como «inasimilables, inútiles para la
sociedad, desposeídos de escrúpulos, sin ninguna aptitud para la agricultura,
además de constituir un factor de desintegración étnica y religiosa» 104.
La silueta del judío en la caricatura brasileña se asemeja en muchos puntos y
rasgos a la figura del «judío alemán» retratado en pósteres y carteles que circularon
en la Alemania nazi de los años 30 y 40. El mismo sobretodo negro, barbas largas
que representan al hombre «explotador y malo», quien sostiene en sus manos una
bolsa de dinero, monedas de oro y el mapamundi, por donde extiende su poder.
Siempre es un extranjero, un hombre de negocios, un aprovechador de situaciones,
un codicioso e incluso un financiador de guerras, como subrayan algunas
caricaturas americanas y alemanas105.
Hace algunos años, en la televisión brasileña, esa imagen estigmatizada del
judío avaro fue incorporada por el actor brasileño Marcos Plonka (1939-2011),
quien interpretaba el personaje del judío avaro Samuel Blaustein, en Escolinha do
Professor Raymundo, programa humorístico dirigido por Chico Anísio en la TV
Globo. ¿Qué brasileño no recuerda el lema que se convirtió en marca registrada del
«judío avaro»: «fazemos qualquer negócio» [«hacemos cualquier negocio»]? Es
importante para la comunidad judía mundial reevaluar la apropiación que se ha
hecho de expresiones estigmatizadas como esta que interfieren negativamente en
el imaginario colectivo. Burlarse de sí mismo, considerando aquí que Marcos
Plonka era de origen judío, es como «clavarse un hierro en el pecho». A veces, la
risa tiene un tono amargo y contribuye a la transgresión de los tabúes, o sea: el
derecho a reírse de todo, incluyendo de la muerte y lo sagrado, como muy bien
relató Georges Minois en História do Riso e do Escárnio. Hoy, ante el poder que han
alcanzado los medios, a través de las redes sociales y de internet, la risa puede
transformarse en un poderoso instrumento de manipulación de las mentes: seduce,
al tiempo que favorece la creencia en lo absurdo y la admiración por lo grotesco.
En fin, la risa forma parte de la vida al igual que la pervivencia de los mitos: «el
humor está siempre en los talones de la duda, o sea, es un arma de doble filo» 106.
O Faz Tudo, caricatura publicada en la revista Careta, octubre de 1936 [portada].
Biblioteca Nacional, Río de Janeiro.

The Modern War God, caricatura publicada en la revista Puck, vol. LVI, Nueva York,
enero de 1995 [portada]. Library of Congress, Prints and Photographs Division, Washington,
D.C.
92 Véase el detallado análisis de Celi Barbosa dos Santos y Silvio Ruiz Paradiso, «A imagem do
judeu na literatura britânica: Shylock, Barrabás e Fagin», Diálogos & Saberes, Mandaguari, vol. 8, núm. 1,
2012, págs. 213-231.
93 S. R. Paradiso. «Shakespeare: Anti-semita? A Imagem do Judeu em O Mercador de Veneza»,
Revista Cesumar: Ciências Humanas e Sociais Aplicadas, Maringá, vol. 13, núm. 1, 2008, pág. 115.
94 Christopher Marlowe, El judío de Malta, trad. de Julio César Santoyo, Madrid, Cátedra, 2003,
págs. 199 y 215-216.
95 Christopher Marlowe, op. cit., págs. 113 y 107.
96 Anna Stegh Camati, «O Mercador de Veneza, de Michael Radford: Adaptação, Historicização e
Interpolação», en Anelise Reich Corseuil et al. (orgs.), Ensaios de Literatura, Teatro e Cinema, Florianópolis,
Fundação Cultural Badesc / Cultura Inglesa, 2013.
97 Ibídem.
98 Charles Baudelaire, «De l’essence du rire et généralement du comique dans les arts
plastiques» (1855), en Henri Lemaitre (ed.), Curiosités esthétiques, París, Garnier, 1986, pág. 241.
99 Bertrand Tillier, À la charge! La caricature en France de 1789 à 2000, París, Les Éditions de
l’Amateur, 2005, págs. 12-13. Sobre la fuerza de los mitos en la Alemania nazi, véase François Perroux,
Les Mythes Hitlériens, París, Librairie générale de droit et de jurisprudence, 1935.
100 Después de la guerra, Julius Streicher fue juzgado y condenado por el Tribunal de
Núremberg por crímenes contra la humanidad, por incitación al odio y por sus propuestas genocidas. La
producción del periódico Der Stürmer fue presentada como la parte principal de las evidencias de su
antisemitismo y de su virulencia contra varios grupos étnicos y políticos.
101 Ernst Hiemer, Der Giftpilz, Núremberg, Stürmerverlag, 1938. German Propaganda Archive.
102 John Appel y Selma Appel, Comics da Imigração na América, trad. de Sérgio Roberto de Souza,
São Paulo, Perspectiva, 1994, páginas 127-128.
103 Maria Luiza Tucci Carneiro, O Anti-semitismo na Era Vargas: Fantasmas de uma Geração, 3.ª
ed., São Paulo, Perspectiva, 2001, páginas 323-360.
104 Argumentos citados por Hildebrando Accioly, secretario general para Oswaldo Aranha,
ministro de Relaciones Exteriores, Río de Janeiro, 22/4/1938, págs. 3-4. Oficios Recebidos, abril de 1938.
AHI.
105 Revista Careta, Río de Janeiro, núm. 1.470, agosto de 1936, pág. 39; núm. 1.460, junio de 1936;
núm. 439, enero de 1936, pág. 31; núm. 1.449, marzo de 1936, pág. 34; núm. 1.467, agosto de 1936, pág. 19;
núm. 1.555, abril de 1938, portada; núm. 1.558, abril de 1938, portada; núm. 1.561, mayo de 1938, portada;
núm. 1.477, octubre de 1936, portada; núm. 1.580, octubre de 1938, pág. 37. B.M.M.A/SP.
106 Georges Minois, História do Riso e do Escárnio, trad. de Maria Elena O. Ortiz Assumpção, São
Paulo, Unesp, 2003, págs. 393, 632.
Mito 6

Los judíos no tienen patria


El mito dice que los judíos no tienen patria, razón por la cual deben caminar
siempre, como errantes, sin territorio ni Estado, sin derechos ni historia.
Para acuñar esa identidad se usa la expresión «judío errante», con el objetivo de
demostrar que este o aquel grupo (o individuo) vive al margen de la vida, simbolizando un
peligro a la seguridad nacional o a los valores establecidos.
En fin, estos grupos pueden ser de pecadores, herejes, criminales, trastornados,
terroristas, imperialistas, etc.
La expresión de que los judíos «no tienen patria» o de que «son eternos
caminantes» no se refiere tan solo al pasado: ha sido, a lo largo de los siglos,
repetida y actualizada de acuerdo con los intereses de distintos grupos sociales y
políticos, y ha servido para justificar una u otra ideología. La figura del judío
errante fue rehabilitándose bajo nuevas máscaras, pues el arquetipo favorece la
promoción de discursos intolerantes que, adaptados a la realidad por donde
circulan, alimentan el odio y la violencia no solo contra los judíos, sino también
contra los africanos. Considerando que nuestras mentes son verdaderos recipientes
de proyecciones mentales, tales imágenes —al mantener estrecha verosimilitud con
la realidad— se adaptan, contribuyendo a perpetuar la mentira.
Entre los siglos XIX y XX —cuando el mito se transformó bajo la influencia
del moderno antisemitismo— la figura polimorfa del judío errante encontró
resonancias políticas y culturales, sirviendo para explicar los constantes
desplazamientos y persecuciones a los judíos, a quienes se identificó como el
«pueblo de la Diáspora»107. Repleta de significados, la proliferación de esta leyenda
atendía (y aún atiende) también a los europeos interesados en fortalecer su
identidad de pueblo estable y arraigado en un lugar específico, según el análisis de
Galit Hansan-Rokem, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Desde este
ángulo, los judíos se convirtieron en blanco fácil de acusaciones al escapar del
paradigma de pueblo establecido en un único territorio. A pesar de la existencia
del Estado de Israel desde 1948, no se encuadran en la estructura idealizada de
Estado-nación, concepto que expresa la imagen de la Europa moderna, legitimada
por un orden e identidad colectivos. Este no encuadramiento los hace vulnerables
al odio, correspondiendo al «extraño sin patria», eterno forastero 108.

Fotógrafo no identificado, Refugiado del nazismo desembarca en el puerto de Haifa.


Reproducido de Moshe Milner y Yehuda Salomon, Those Were the Days: Israel, The Early
Years, Kiriat Gat, Korim, 1997, pág. 39.
En el siglo XX, la imagen del judío errante reapareció en la figura del
«pasajero apátrida», expulsado y deshumanizado por el nacionalsocialismo
alemán. Ya no tiene el semblante de aquella figura medieval cristiana, pero sigue
siendo símbolo de desarraigado y la figura del Otro. Esta nueva apariencia
atenderá también a los antisionistas que, por repetición, sostienen que los judíos no
tienen derecho a regresar a su territorio de origen (antigua Palestina) o a tener una
patria. Afirmaciones como estas han servido para poner en duda la legitimidad del
Estado de Israel, demostrando que evaluaciones simplistas nublan la
interpretación de los hechos con valores maniqueos. En dicho contexto —el de la
sinrazón—, el antisemitismo encuentra campo fértil para proliferar,
comprometiendo tanto las negociaciones de paz en Oriente Medio como la imagen
del Estado de Israel y la de los judíos en el mundo contemporáneo.
En verdad, al igual que los mitos, el judío errante es una construcción
literaria que ha recibido, a lo largo de los siglos, múltiples versiones, sumándose al
mito de que «los judíos mataron a Cristo». Atravesó centurias y, entre los siglos XIII
y XXI, su figura sumó elementos para la elaboración de nuevos conceptos al
servicio de la intolerancia y del odio sin límites. Judío errante, hombre desarraigado,
desterrado, apátrida y ciudadano del mundo son arquetipos que coexisten en el
imaginario colectivo y que han inspirado novelas, poesías, canciones, películas,
pliegos de cordel, melodramas, panfletos, dibujos, caricaturas, esculturas, pinturas
y actos de violencia.
IMÁGENES DEL JUDÍO ERRANTE
A partir de la afirmación de que los judíos no tienen patria, es posible
identificar varios personajes cuyas imágenes tienen en común la creencia de que
los judíos estarían condenados a vagar por el mundo, por haberle negado agua a
Jesús y por no haberle permitido descansar camino del Calvario. Según los
Evangelios, Jesús —cargando la cruz sobre sus espaldas bajo los latigazos de la
guardia romana— se paró ante un viejo judío a quien le pidió agua; este se la negó,
lo empujó y le ordenó que siguiese caminando. Jesús le contestó: «Yo seguiré, pero
tú esperarás hasta que yo regrese». Enseguida, siguió su camino hasta el Gólgota.
La figura del viejo judío que le negó agua a Jesús recibió, a lo largo de los
siglos, distintos nombres, según el país por donde circuló la historia: Isaac
Laquedem de la tribu de Levi, Catafito o Catáfito, Buttadeu, Juan Espera en Dios,
Melmoth, Matatías, Jerusalemin Suutari, Ahasverus, Ahasvero y Assuero
(transcripción hebrea del nombre del rey persa Jerjes). Independientemente de las
variables de los nombres, este personaje, según la leyenda, fue víctima de la
maldición divina, que lo condenó a caminar siempre: un caminar eterno hasta el
día del Juicio Final cuando, cumpliendo las Escrituras, Jesús regresaría a la Tierra.
Para algunos estudiosos, como Schoebel y Gaston Paris109, el judío errante es
Caín, quien, según la Biblia, mató a Abel y después del crimen se convirtió en
«fugitivo y errante sobre la tierra», con una marca que lo protegía, por lo menos,
de una muerte violenta: «Y Caín, apartándose de la presencia del Señor, anduvo
errante sobre la tierra y habitó en el país que está al oriente del Edén» (Génesis,
4:16).
Entre los varios cuentos populares recogidos en el Corán, uno de ellos trata
de otro viajero incansable, samaritano, maldecido por Moisés por haber hecho el
becerro de oro. Recogió sus carpas de Israel y, desde aquel tiempo, vaga por el
mundo como una bestia salvaje:
una bestia salvaje, de un fin de mundo al otro. Todos huyen y purifican el suelo que sus pies
pisaron y, él mismo, cuando se acerca a un hombre, llora constantemente: «¡No me toques!». Les advierte
a sus compañeros que se alejen de él, pues, de acuerdo con las leyendas posteriores, el contacto les trae
fiebre. Su movimiento perpetuo lo hizo darle el nombre de al Kharaïti, o «Turner». Marineros árabes
transformaron al «viejo judío» en un monstruo marino con un rostro humano, con una barba blanca que,
a veces, aparece al anochecer en la superficie de las olas 110.
Esta leyenda, según Gaston de Bruno Paulin, se asemeja mucho a las
leyendas reunidas en torno a la memoria de la Pasión de Cristo. En su opinión, la
imaginación popular agregó nuevos episodios a los relatos de los Evangelios
envolviendo a Judas, a Pilatos, a los dos ladrones, a José de Arimatea, a Berenice
(Verónica) y a Longino el ciego, entre otros. La suma de esos mitos le sirvió al
antijudaísmo cristiano teológico como una especie de «testimonio» para fortalecer
la fe en Jesucristo y dar veracidad a los hechos narrados en los Evangelios 111. Son
innumerables las configuraciones mentales que resultan de esas múltiples
narrativas que, aún hoy, se proyectan en Europa, principalmente durante la
Semana Santa, cuando los católicos rememoran la Pasión de Cristo. Tales tensiones
también estrechan la relación con el hecho de que los judíos no reconocen al Mesías
en Cristo.
CAMINOS RECORRIDOS POR EL JUDÍO ERRANTE
Retrocediendo hasta el siglo XIII, identificaremos una de las primeras
versiones de la leyenda del judío errante que, según la tradición oral, había sido
contada por un arzobispo de la Gran Armenia con ocasión de su visita al
monasterio de Saint-Alban. Decía este que había almorzado con José (o Cartáfilo),
portero del pretorio, quien, por haberle pegado a Jesús, había sido condenado a
esperar el regreso del Señor. Cada cien años, José caía en un letargo, recuperando
la apariencia física de un joven de 30 años, su edad en los tiempos del martirio de
Cristo camino del Calvario.
La leyenda fue, a través de la repetición, metamorfoseándose hasta que, en
1233, un cronista de Bolonia escribió que el emperador Federico II oyó de un
peregrino que en Armenia había un judío condenado por Nuestro Señor Jesucristo
a ser un eterno caminante. En 1228, Roger de Wendover, historiador inglés,
aseguraba que José había confesado que sirvió a Poncio Pilatos, versión reafirmada
en la Chronique Rimée, de Philippe Mousket, obispo de Tournai, alrededor de
1243112. Años más tarde, en 1252, el monje benedictino y arzobispo Matthew Paris
citó el mismo hecho en su manuscrito ilustrado Chronica Majora (1240-1251), en
donde retrata el encuentro del judío errante con Cristo camino del Calvario 113. Hay
quienes argumentan que Catafito era romano y no judío por haber sido empleado
de Pilatos. Entre ellos, el medievalista Gaston de Bruno Paulin (1839-1903), en
Légendes du Moyen Âge, en varias ediciones (1902, 1903, 1912, 1972)114.
Discours véritable d’un juif errant, panfleto publicado en Alemania, A. Bordeaux, 1609.

Le Vrai Portrait du Juif-Errant, canción popular, estampa, 1854. Biblioteca Nacional de


Francia.
Véritable Complainte du Juif-Errant (Image d’Épinal), núm. 5 bis. Folletín publicado en
Francia, s.d. Pellerin & Cie. Colección Tucci.

François Georgin, Le Juif-Errant (Image d’Épinal), grabado, Perhinderion I, 1896,


Spencer Museum of Art. Purchase: The Letha Churchill Walker Memorial Art Fund, 1997.
Los encuentros con el judío errante siguieron ocurriendo, favorecidos por la
dinámica del mito que asumió formas modernas a partir de un panfleto alemán
que se repartió por varios países de Europa, y que fue traducido a varios idiomas:
Kurtze Beschreibung und Erzählung von einen Juden mit Namen Ahasverus, del 9 de
junio de 1564. A través de esta crónica, el autor (anónimo) garantizaba haber visto
al judío errante en Schleswig, describiéndolo como «un hombre alto y de cabellos
largos, con las plantas de los pies curtidas y que hablaba en un buen castellano por
haber vivido en Madrid». Y más aún: tenía mujer e hijos que lo acompañaban
desde hacía mucho tiempo. Su pecado: «haber ofendido al hijo de Dios»; su
castigo: «caminar siempre». El 29 de junio de 1564, Paul von Eitzen, doctor en
teología y obispo de Schleswig, afirmó haber encontrado al judío errante en
Hamburgo en 1542. La creatividad no paró aquí: en 1575, el judío errante fue visto
nuevamente en España y en Francia (en Estrasburgo y en Beauvais), inspirando
producciones artísticas que le darían forma y veracidad.
Según el historiador Marcello Massenzio, la figura estereotipada con el
nombre de Ahasverus (Aasvero, Ahsvero o Assuero, el zapatero de Jerusalén)
surgió en 1602, y tenía como matriz la imagen utilizada en la Chronica Majora, de
Matthew Paris. Fue reproducida en el panfleto apócrifo con el título de Kurtze
Beschreibung und Erzählung von einem Juden mit Namen Ahasverus [«Un breve relato
de un judío de nombre Ahasverus»], impreso en Leiden (Alemania), en 1602, por
un tal Christoff Crutzer, posiblemente un seudónimo. En 1609, otro panfleto fue
publicado en Bordeaux (Francia) —Discours véritable d’un juif errant [«Discurso
verdadero de un judío errante»]— traducido del panfleto alemán Kurze
Beschreibung und Erzählung, de 1564. Chrysostomus Dudulaeus (seudónimo)
publicó la misma leyenda con el título de Wunderbarlicher Bericht. No fue
casualidad que el mito del judío errante encontrara gran resonancia en Alemania y
en Francia, naciones antisemitas por tradición.
Particularmente en Francia, durante la era napoleónica, la figura del judío
errante se convirtió en obsesión: en algunas décadas circularon cerca de dos
millones de grabados populares que, adaptados a lo largo de los siglos,
contribuyeron a modelar el imaginario colectivo. Conquistó también a los
folletinistas, entre ellos al francés Joseph Marie Eugène Sue (1804-1857), autor de la
primera novela-folletín Le Juif Errant (1844-1845), inspirada en la imagen creada
por Gustave Doré (1832-1883)115. El importante autor italiano Umberto Eco
demuestra, en su romance histórico Cementerio de Praga, que Los Protocolos de los
Sabios de Sion, que denunciaban un supuesto complot judío para dominar el
mundo, tuvieron origen en versiones deformadas de escenas de las novelas El Judío
Errante, de Eugène Sue, y Joseph Balsamo, de Alexandre Dumas116.
Ahasverus, la imagen metafórica de la diáspora judía. Caricatura del judío errante
aparecida en Journal pour rire, núm. 36, 5 de junio de 1852.
En 1834, el mito sobre Ahasverus se modernizó con el poema en prosa de
Edgard Guinet (1803-1875), historiador polémico que, en su texto, presenta el
veredicto dado por Dios para la raza humana a Cristo que maldeciría a un único
hombre: el judío, condenado a caminar eternamente. En 1846, Guinet fue
expulsado del Collège de France por sus críticas a la Iglesia católica romana, por
exaltar la revolución, por apoyar las nacionalidades oprimidas de Francia y por
defender la teoría de que «la religión es una fuerza determinante en la sociedad» 117.
Ya en el siglo XX, la expresión «judío errante» ganó nuevas dimensiones,
utilizándose también para discriminar a otras minorías que, en calidad de
inmigrantes o pueblos «bárbaros», eran considerados como individuos al margen
de la sociedad. Expresivos de esta interpretación racista son los panfletos creados
por Wachirawut, monarca de Sion (1910-1925), para calificar a los comerciantes
chinos como enemigos establecidos en el reino, cuyos títulos ya dicen para qué
nacieron: Los judíos de Oriente (1914) y Trabas en nuestras ruedas (1915). Después de
haber estudiado en Inglaterra, Wachirawut se convirtió en adepto del nacionalismo
europeo que, en el siglo XX, estuvo directamente vinculado a las teorías racistas
aplicadas a los proyectos de Estado, como en Alemania (nacionalsocialismo) y en
Italia (fascismo)118.
En los Estados Unidos, la imagen del judío errante ganó un sesgo político, y
sirvió para ilustrar el camino de Paul Kruger (1825-1905), entonces exiliado en
Europa. Tras haber ocupado el cargo de presidente de la República Sudafricana (o
República de Transvaal) cuatro veces, Kruger dejó su país en medio de la Segunda
Guerra de los Bóeres, iniciada el 11 de octubre de 1899. Huyó en el buque de
guerra Der Gelderland, enviado por la reina holandesa Guillermina, pasando por
Marsella y por los Países Bajos hasta llegar a Clarens, en Suiza, donde murió el 14
de julio de 1904. La figura del «Paul Kruger Errante» fue representada en una
cromolitografía del artista Udo J. Keppler (1872-1956), publicada por Puck —revista
semanal pionera de humor gráfico y sátira política— en la edición del 9 de enero
de 1901. La composición nos intriga al mostrar, en primer plano, a un hombre con
rasgos fisionómicos distintos a la tradicional caricatura del judío errante. Pero, al
igual que el Judío Errante, de Gustave Doré (1852), Kruger camina como un
fugitivo, con la vestimenta desarreglada, apoyado en un bastón. Deja atrás a
algunos soldados que lo habían expulsado con un gesto de repulsa. En el cielo,
nubes oscuras expresan los tiempos sombríos vividos por Kruger en el exilio 119.
En Alemania, el mito del judío errante fue empleado por la ideología
nacionalsocialista. Los medios de propaganda del Reich explotaron ampliamente
ese personaje, apoyándose en panfletos antisemitas producidos desde el siglo XVII.
En el cartel de divulgación de la exposición antisemita Der ewige Jude [«El Judío
Eterno»], exhibida en Múnich el 8 de noviembre de 1937, la figura emerge con una
nueva apariencia, desvinculada de las clásicas imágenes del judío errante. Ya no es
una figura andante y sí estática, con barba no muy larga, vestido con sobretodo y
sombrero negros. En lugar del tradicional bastón de caminante, sostiene un látigo
y, bajo el brazo, trae el mapa de la URSS marcado con el símbolo de la hoz y el
martillo. En la palma de la mano extendida presenta un puñado de monedas, una
analogía del carácter del judío codicioso. En su conjunto, la silueta amedrenta y
crea cierta repulsa porque nos remite no solo al peligroso judío, sino también a los
marxistas, los usureros y los esclavistas120. Estas imágenes fortalecían, aún más, la
malignidad atribuida a los judíos que, además de representar a una raza
degenerada, habían perdido sus derechos de ciudadanía. Convertidos en
apátridas, estaban excluidos de la protección del Estado en cuanto enemigos del
pueblo alemán.
Udo Keppler, The Wandering Jew, cromolitografía, Puck, vol. 48, núm. 1.244, 9 de
enero de 1901. Library of Congress, Prints and Photographs Division, Washington, D.C.
Como judíos, traían la marca de la degeneración y, en calidad de parias,
deberían ser exterminados, sin necesidad de esperar el Juicio Final, como
pregonaba la leyenda del judío errante. La imagen de Jesuscristo camino del
Calvario desaparece de la narrativa, al igual que cualquier otra referencia a los
cuadros de la Pasión, según los Evangelios. El futuro de los judíos ya había sido
previsto por Adolf Hitler en Mein Kampf, la biblia de los nacionalsocialistas: el
exterminio. Esta solución genocida se expresa en la película Der ewige Jude, dirigida
por Fritz Hippler y filmada tras la invasión de Polonia por Alemania, en
septiembre de 1939. Tuvo su estreno el 29 de noviembre de 1940 en una platea
especial formada por representantes de las artes, las ciencias y las Fuerzas
Armadas de Alemania (Wehrmacht). Encomendada por Goebbels, la película
muestra «escenas auténticas rodadas en los guetos polacos» mostrando cómo eran
los judíos «antes de esconderse bajo la máscara del europeo civilizado». Enseguida,
esas imágenes son reemplazadas por ratas que, en analogía con los judíos,
«reparten la destrucción a su alrededor, estropeando los alimentos y la
propiedad»; «Ellos ganan con la enfermedad del pueblo»; «Así diseminan
enfermedades, peste, lepra, tifus, cólera y disentería»; «El judío sin raíz no tiene
órganos»121. El director de cine Fritz Hippler fue condenado por el Tribunal Militar
de los Estados Unidos después de la guerra, junto al caricaturista Philipp
Rupprecht, del periódico Der Stürmer, y Otto Dietrich y Max Amann, ambos de la
prensa del Reich.
A pesar de las atrocidades cometidas por los nazis durante el Holocausto,
los mitos antisemitas siguen multiplicándose por el mundo, manteniendo el
protagonismo de los textos y las imágenes fabricadas sobre el judío indeseable. El
mundo actual sigue siendo un «hospedador» del mito del judío errante, favorecido
por persistentes cuestionamientos respecto a los derechos del pueblo judío sobre
los territorios de la antigua Palestina y la dispersión de las comunidades judías por
todos los continentes, escenografía para incursiones en el mundo de la ficción.
Volviendo a Umberto Eco, tenemos que admitir que
para impresionarnos, molestarnos, asustarnos o conmovernos hasta con el más imposible de los
mundos, contamos con nuestro conocimiento del mundo real122.
BRASIL, HOSPEDADOR DEL MITO
La leyenda del judío errante siempre estuvo presente en Brasil, alimentada,
sutilmente, por una mentalidad intolerante y antisemita que perdura desde el siglo
XVI. Inspirados en modelos europeos, varios folletines se produjeron o tradujeron
entre 1844 y 1900 en Brasil, lo que confirma el gusto por este género de literatura.
Le Juif Errant, de Eugène Sue (1804-1857), por ejemplo, fue publicado en el folletín
del Diário do Rio de Janeiro, el 29 de octubre de 1844, transcrito del periódico A
Restauração, de Lisboa. El 5 de diciembre de 1845, el mismo periódico anunciaba la
venta del «fantástico Judío Errante, de Sue, en 5 volúmenes, por 2 dólares». El
lanzamiento del libro para el público brasileño, en junio de 1845, estuvo marcado
por un gran furor, a pesar de las críticas del padre Lopes Gama, quien lo calificó
como un «panfleto moralizador y mordaz»123.
La obra no tardó en llevarse al escenario del Teatro Lírico de Río de Janeiro,
que gastó 10.000 contos de réis124 para representar el drama. Al igual que en Europa,
la figura de Ahasverus —a veces peregrino inmortal, a veces opresor de Jesús—
fue reproducida y multiplicada en partituras musicales, tarjetas postales, poemas,
grabados y pinturas. Algunas voces, identificadas con la vida de los desarraigados,
retomaron el tema maldito del judío errante para componer sus textos y/o
autobiografías. Poemas indignados, como los de Castro Alves (1847-1871) y Luís
Nicolau Fagundes Varela (1841-1875), reinterpretaron la figura del judío errante,
arquetipo inspirador de muchos de sus melodramas. Castro Alves, en Ahasverus e o
Gênio, incorporó la figura del «mísero judeu que tinha escrito na testa o selo de
atroz», «eterno viajor de eterna senda...». Como el poeta de los esclavos, afirmó que
el Genio era como Ahasverus, «um solitário, a marchar, a marchar»125.
Como forma de protesta contra el rechazo universal vivido por los negros
esclavos y los judíos, Castro Alves reinterpretó el drama del judío errante —
llamado «maldito», al igual que él, poeta irreverente— en Vozes da África (1866).
Alves explica la estigmatización de los negros a partir del mito de la condenación
de la raza, cuyo destino histórico era irreversible. Así, el poeta de Bahía canta, en
versos, el drama de los negros que —como los judíos— eran castigados, durante
milenios, a pagar sus pecados:
Vi a ciência desertar do Egito...
Vi meu povo seguir —Judeu maldito—
Trilho da perdição
Depois vi minha prole desgraçada
Pelas graças d’Europa —arrebatada—
Amestrado falcão!126...
Fagundes Varela, en algunas de sus poesías Noturnas, se refiere al martirio y
a los dolores del judío errante, en cuya frente «dos tufões crestada, labéu de fogo
cintilava escrito!»127. El tema se reanuda en Mocidade e Morte, en donde Ahasverus
simboliza la figura del maldito, referencia analizada por Jerusa Pires Ferreira en su
ensayo O Judeu Errante: A Materialidade da Lenda128.
En la década de 1850, la obra El Judío Errante, de Eugène Sue, se incluía en la
lista de los libros reverenciados por la intelligentsia brasileña que equiparaba este
texto a los de Alexandre Dumas y Victor Hugo. En cuanto autor de la literatura de
folletín, Sue —a pesar de remitir a lo feo, al mal, al crimen, a las tinieblas y al
horror— era leído y aclamado por los bachilleres de la Facultad de Derecho de São
Paulo y Río de Janeiro. El vizconde de Taunay registró, en 1852, que había sacado
de la biblioteca de su tío Beaurepaire en el barrio de Engenho Novo, en Río de
Janeiro, «ocho gruesos tomitos» del Judío Errante, editado en Bruselas. En fin: «¡los
devoró sin parar!». Brito Broca llegó a citar a Eugène Sue entre los autores
preferidos del vizconde de Nogueira Gama, personaje de uno de sus escritos de
1855129.
Una cosa es cierta: por donde el judío errante anduvo, se convirtió en una
incómoda compañía. Así lo escribió Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) en
uno de sus poemas publicados en 1968. Analizado por la escritora Kênia Maria de
Almeida Pereira, este poema ganó otra dimensión, entrando en el campo de la
psicología. A través de los versos, el poeta recupera sus miedos de niño nacido y
criado en Itabira (Minas Gerais). Intrigado con la historia de este peligroso hombre
que «camina y camina y pisa mi sueño», Drummond confiesa que no se dormía sin
pensar en el judío errante. Llegó a oír los pasos de aquel hombre de negro que
resonaban en su cuarto de niño: «¡bajo la cama, en el cajón del armario, en la puerta
del sueño!». Apenado, se cuestiona: ¿el judío errante tiene cama? ¿Come en el aire?
¿Deja huellas? ¿Cómo es su voz? Al igual que Drummond, otros tantos niños
perdieron el sueño y se cubrieron la cabeza con las sábanas para no encontrarse
frente a frente con el «hombre barbudo que deambulaba por las calles oscuras de
las pequeñas ciudades, maldiciendo a las familias y robándoles a los niños
traviesos»130. Esta figura nos conduce a la imagen estigmatizada del gitano que, al
igual que el judío, también carga el estigma del errante.
En la década de 1930, seguramente, Drummond debió de haberse cruzado
con la obra Le Juif Errant, de Eugène Sue, publicada en Brasil por la Editorial
Paulista131. En abril de 1934, aparece anunciada en el catálogo de propaganda de
libros (núm. 1) de A Sementeira, sugerida como lectura junto a otros títulos con
autoría de Dostoievski, Máximo Gorki y Victor Hugo 132. Al mismo tiempo,
circulaba la edición francesa de Le Juif Errant, ilustrada por Giovanni, en cuatro
tomos.
EL ERRANTE EN LA LITERATURA DE CORDEL
La propagación de la leyenda del judío errante puede comprobarse
mediante los pliegos de cordel, una de las más importantes formas de registro de la
cultura popular brasileña. El folleto de cordel —que es el periódico de quienes no leen
periódicos en el litoral del noreste brasileño— tiene una fuerza mítica que asume la
forma de peste, muerte o traición133. Esta es una señal de que la narrativa
construida por los autores de literatura de cordel dejó huella en el imaginario y
produjo una cosmovisión particular del mundo. Según Lise Andriès, esta literatura
debe ser vista como «un sistema de interpretación del mundo mágico y
religioso»134.
Por esta razón, los estudiosos del racismo y, en particular, del
antisemitismo, no deben desmerecer a los pliegos de cordel. Los autores populares
buscan concentrar sus historias en figuras de reconocimiento fácil, como es el caso
de Jesucristo, el judío, el negro, el gitano, el inmigrante, etc., y también de lugares
(Jerusalén, Roma, Turquía) que refuerzan la verosimilitud de los relatos,
asegurándoles credibilidad.
Entre los libritos de cordel vale la pena citar A Vida do Judeu Errante, de
Manoel Apolinário Pereira, quien se propuso escribir un tratado sobre la vida de
este hombre que «desconocía a Dios y desobedecía todas sus órdenes». Inspirado
en la novela El Mártir del Gólgota, de Pérez Escrich, el autor narra la trayectoria de
Samuel Belibeth (Ahasverus), un soldado mercenario que, errante, había recorrido
varias naciones135.
El perfil monstruoso de Samuel Belibeth va siendo construido por el poeta,
verso a verso, descrito como un hombre feo, fuerte, de voz terrible y de estatura
elevada. Belibeth «mataba gente, no creía en santos y su Dios era la espada». Tras
haber regresado a Jerusalén, este hombre se casó y, para mantener a su familia, se
dedicó al comercio, «por obligación». Su esposa falleció diez meses después de
haber dado a luz a un niño que, según el autor, estuvo «en manos de aquel judío
que ni siquiera lograba cuidar a su propia madre que era paralítica, sorda y
muda». Para establecer una relación con la trayectoria de Jesucristo, el autor llama
a Belibeth «charlatán», quien, riéndose a carcajadas, le sugirió a su cuñada Serafia
que «fuese a divertirse con los gestos que el Hijo de Dios hiciese en la cruz».
El autor va, cada vez más, dándole un tono acusador a la narrativa, al
involucrar a Belibeth en la crucifixión de Cristo: «acusó a Jesús del modo más
grave, lo arrastró hasta donde estaba el estandarte y le dio un golpe en la espalda
mientras el pueblo se reía a carcajadas». Constatamos que, para Samuel Belibeth,
Jesús el Nazareno era un «falso profeta», «profanador de las luces del imperio»,
«falso señor» e «infeliz hechicero» que codiciaba el trono del emperador Tiberio.
Durante el recorrido de Jesús hacia el Calvario, Belibeth le habría negado agua y
descanso, además de acusarlo de «falso hijo de Dios». Jesús le habría dicho a
Samuel que, como castigo, sería un inmortal, aunque la inmortalidad no le trajese
felicidad: caminaría sin cesar, vagando por el mundo hasta el día final. De ahí la
frase que da soporte a la sentencia del judío errante: «camina, camina Belibeth,
¿hasta la eternidad?»136.
Tras la lectura de A Vida do Judeu Errante, constatamos que la imagen que se
va construyendo transita entre la forma animal y la humana, ambas maldecidas
por el autor del pliego. El énfasis se halla en la idea de predestinación: aquel
hombre maldito deberá huir y correr —nación por nación— para cumplir su difícil
misión. El empleo de adjetivos calificativos al final de cada estrofa estigmatiza al
personaje que carga la mancha de «viajero asqueroso y maldecido por Dios». Al
final, el autor advierte que si el judío errante trata de venir a Brasil, «tierra brillante
en donde el pueblo es rebelde... lo sacará hirviendo» 137. Una vez más, la imagen del
judío errante corresponde a la figura de judío apátrida, caminante sin patria,
expulsado de Alemania por los nazis. Estamos ante la actualización del mito que,
cruzado con otro mito (el de que los judíos mataron a Cristo), genera una versión
popular de fácil comprensión para el ciudadano brasileño semianalfabeto. O sea,
son versiones múltiples que, orientadas por códigos que rigen la elaboración del
texto literario, condicionan al lector a que sienta odio por aquel judío. Así, entre
1933 y 1934, la figura mítica del judío errante fue rehabilitada e incorporada a la
imagen del eterno caminante sin patria, personaje consagrado por la literatura
medieval y moderna. La ambigüedad del término «errante» favoreció la
adaptación de la historia del judío Ahasverus a la realidad vivida por los judíos
huidos del nazifascismo, tema que analizo en mi libro Cidadão do Mundo. O Brasil
diante do Holocausto e dos Judeus Refugiados do Nazifascismo (1933-1948) 138.
107 Galit Hansan-Rokem, en Le Juif Errant est Revenu, comisario de la exposición Laurence Sigal-
Klagsbald, Musée d’Art et d’Histoire du Judaïsme, 2001; Bernadette Sauvaget, «Le Juif Errant est
Revenu», La Vie, núm. 2.931, 31 de octubre de 2001. Disponible en:
http://www.lavie.fr/archives/2001/10/31/le-juif-errant-est-revenu.3789703.php.
108 Zigmunt Bauman, Life in Fragments: Essays in Postmodern Morality, Oxford, Blackwell, 1995.
109 Charles Schoebel, La Légende du Juif Errant, París, 1877; Gaston Paris, Le Juif Errant. Première
Étude; http://www.biblisem.net/etudes/parislje.htm [consultado el 12/7/2013].
110 El Corán, XX, v. 89 y ss.; Graesse, pág. 94; Schoebel, pág. 57, apud Gaston de Bruno Paulin,
Légendes du Moyen Âge, París, Hachette, 1912.
111 Gaston de Bruno Paulin, op. cit.
112 Leyenda narrada en http://cronicasdeasgardh.blogspot.com.br/2006/05/o-judeu-
errante.html.
113 Marcello Massenzio, La Passion selon le Juif Errant, traducido del italiano por Patrice
Cotensin, París, l’Echoppe, 2006.
114 Gaston de Bruno Paulin, op. cit.
115 Annie Renonciat, La vie et l’oeuvre de Gustave Doré, París, ACR Éditions, 1983 (343
ilustraciones); Helio Lopes, Letras de Minas e Outros Ensaios, São Paulo, Edusp, 1997; Jerusa Pires Ferreira,
«O Judeu Errante: A Materialidade da Lenda», Revista Olhar, Universidade Federal de São Carlos, año 2,
núm. 3, 2000, http://www.olhar.ufscar.br/index.php/olhar/article/viewFile/21/20.
116 Umberto Eco, Il Cimitero di Praga, Milán, Bompiani, 2010.
117 Edgard Guinet, Ahasvérus, París, Revue de Deux Mondes, 1834; Assuero, Ludwigsburg, Nast,
1834. Original en alemán disponible en la Biblioteca de la Universidad de Princeton;
http://www.worldcat.org/title/ahasverus/oclc/43074199.
118 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism,
Nueva York, Verso Books, 2006.
119 Prescott Holmes, Paul Kruger: The Life Story of the President of the Transvaal, Filadelfia, Henry
Altemus, s.f.
120 Cartel de la exposición Der ewige Jude [«El Judío Eterno»], Múnich, 8 de noviembre de 1937.
121 Cfr. subtítulo: Der ewige Jude, Ein dokumentarischer Film der D.F.G. Musik, Franz R. Friedl,
1940.
122 Umberto Eco, Seis Passeios pelos Bosques da Ficção, 2.ª ed., São Paulo, Companhia das Letras,
1994, pág. 89; Véase también Cristiane Soares Fernandes, «Análise dos conceitos fundamentais
apresentados no Cap. 4 , “Bosques Possíveis”, del libro Seis Passeios pelos Bosques da Ficção, de Umberto
Eco», en http://docslide.com.br/documents/analise-do-livro-seis-passeios-pelos-bosques-daficcao-
umberto-eco.html [consulta el 5/7/2016].
123 Diário do Rio de Janeiro, 5 de diciembre de 1845, apud Egon y Frieda Wolff, Os Judeus no Brasil
Imperial, São Paulo, Centro de Estudos Judaicos / FFLCH-USP, 1975. Para más detalles sobre el tema del
judío errante, véase Maria Luiza Tucci Carneiro, O Veneno da Serpente, op. cit., págs. 31-45.
124 Moneda utilizada en Brasil en el siglo XVIII. Como referencia, citamos que el valor de un
esclavo negro de seis años de edad era de 800 contos de réis.
125 Apud Alfredo Bosi, Dialética da Colonização, São Paulo, Companhia das Letras, 1992, pág. 255.
126 Castro Alves, Vozes da África, São Paulo, 11 de junio de 1886.
127 Apud Wilson Martins, História da Inteligência Brasileira, vol. III (1855-1877), São Paulo,
Cultrix/Edusp, 1977, págs. 145-146.
128 Jerusa Pires Ferreira, op. cit., pág. 25.
129 Apud Marlyse Meyer, Folhetim, uma História, São Paulo, Companhia das Letras, 1996, pág.
286.
130 Kênia Maria de Almeida Pereira, «O Judeu Errante nas Minas Gerais: Carlos Drummond de
Andrade em Busca de Ahasverus», Arquivo Maaravi: Revista Digital de Estudos Judaicos da UFMG, Belo
Horizonte, vol. 7, núm. 13, octubre de 2013.
131 Eugène Sue, O Judeu Errante, São Paulo, Editorial Paulista, s.d. Biblioteca Mindlin / USP.
132 Catálogo de Propaganda de Livros (núm. 1), de A Sementeira, confiscado y anexo al Pront. núm.
581, Delegacia Regional de Polícia de Jundiaí, vol. I, Fundo Deops/SP. Apesp.
133 Ricardo Noblat, «Fatos e Fotos e Manchete», apud Mark J. Curran, História do Brasil em Cordel,
São Paulo, Edusp, 2001, páginas 24-25.
134 Lise Andriès, Le Grand Livre des Secrets. Le colportage en France aux 17e et 18e siècles, París,
Éditions Imago, 1994, pág. 17.
135 Apud Jerusa Pires Ferreira, op. cit., págs. 24-30.
136 Manoel Apolinário Pereira, A Vida do Judeu Errante, cordel editado por Folheria Luzeiro do
Norte del gran poeta João José da Silva, s.f., 32 págs. Colección Ruth Terra, IEB/USP, apud Jerusa Pires
Ferreira, op. cit., págs. 8-29; Maria Luiza Tucci Carneiro, O Veneno da Serpente, op. cit., pág. 40.
137 Manoel Apolinário Pereira, op. cit., pág. 31.
138 Maria Luiza Tucci Carneiro, Cidadão do Mundo, op. cit.
Mito 7

Los judíos son racistas


El mito dice que los judíos son racistas.
En verdad, ser racista no es privilegio de una u otra religión, pues,
independientemente de su fe, cualquier ser humano puede transformarse en racista. Eso
ocurre porque el hombre no nace con prejuicios: el racismo es un fenómeno social y no
genético; su origen es político, social y/o económico.
Para comprender dicha acusación, tenemos que entender, en primer lugar,
qué es racismo y, especialmente, qué es antisemitismo. En cuanto ideología, el
racismo es accionado por individuos o grupos y sirve como excusa para la
dominación política y la explotación económica. Retrocediendo al pasado vemos
que, desde la Antigüedad, los hombres han usado la existencia de diferencias
físicas, de desacuerdos políticos y de intereses económicos para justificar sus
luchas por el poder.
Acusar a los judíos de racistas es, ante todo, una forma de antisemitismo
disimulado que contribuye a borrar la memoria de los actos genocidas y de la
intolerancia que durante siglos se han practicado contra este pueblo. Sin embargo,
quienes utilizan tal acusación tratan de no distinguir judíos/israelíes de
israelíes/ciudadanos. O sea, no tienen interés en hacer tal distinción, pues es en la
generalización donde el mito une fuerzas. Llamar a los judíos racistas, nazis o usar
la palabra «holocausto» para nombrar el conflicto entre Israel y Palestina es tratar
de banalizar el Holocausto, minimizando sus consecuencias para el pueblo judío.
Este hecho es una de las fuentes de legitimidad de la creación del Estado de Israel,
razón por la cual les interesa a los antisionistas descalificarlo en cuanto genocidio
singular en la Historia de la Humanidad. Por intereses políticos, quienes se oponen
a la existencia del Estado de Israel y están a favor de la creación de un único Estado
llamado Palestina apelan a la inversión de valores, ignorando las raíces históricas
del antisemitismo.
La acusación de que los judíos son racistas ganó adeptos y versiones
distorsionadas con la aprobación de la Resolución 3379 de la Asamblea General de
las Naciones Unidas que, el 10 de noviembre de 1975, consideró que el «sionismo
es una forma de racismo y discriminación racial». La votación contó con 72 votos a
favor139, 35 votos en contra140 y 32 abstenciones141, reflejando posturas ideológicas de
las naciones contrarias al Estado de Israel desde su creación en 1947. Algunos
antecedentes deben interpretarse como anuncios de un movimiento antisionista
alimentado por la propaganda soviética contra Israel después de la Guerra de los
Seis Días y también por el boicot del petróleo árabe después de la Guerra de Yom
Kippur, en 1973.
En septiembre de 2001, durante la Conferencia Mundial de la ONU contra el
Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de
Intolerancia, realizada en Durban (Sudáfrica), el secretario de las Naciones Unidas,
Kofi Annan, afirmó que «la creencia de que sionismo es racismo murió». En aquel
momento, varios países pretendían condenar a Israel por racismo. La presión venía
de parte de los países árabes y africanos contra la posición de los occidentales:
La resolución 77 de la Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de la
Unidad Africana consideraba que el régimen racista en la Palestina ocupada [por Israel] y el régimen
racista en Zimbabue y en Sudáfrica tienen un origen imperialista común, formando una totalidad, con la
misma estructura racista, y orgánicamente conectados en su política destinada a la represión de la
dignidad e integridad del ser humano142.
En 2009, las Naciones Unidas convocaron la II Conferencia Mundial contra
el Racismo [o Durban II], realizada en Ginebra, entre el 20 y el 24 de abril, con el
objetivo de examinar la implementación de la Declaración y el Programa de Acción
de Durban a partir de 2001. La conferencia fue boicoteada por Australia, Canadá,
Alemania, Holanda, Israel, Italia, Nueva Zelanda, Polonia y Estados Unidos. La
República Checa interrumpió su presencia el primer día y otros veintitrés países de
la Unión Europea enviaron delegaciones no cualificadas. La gran preocupación de
los países occidentales se concentró en el hecho de que el encuentro sería usado
para promover el antisemitismo y las leyes contra la blasfemia, promoviendo el
racismo y embistiendo contra los principios de la libertad de expresión.
La acusación de que Israel es racista fue retomada por el entonces
presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad —el único jefe de Estado presente—,
cuyos pronunciamientos sobre el Holocausto ya venían creando polémicas. Para
Ahmadinejad, Occidente utilizaba el Holocausto como un «pretexto» para la
agresión contra los palestinos, siendo citado como una «cuestión ambigua y
dudosa». Veintitrés delegados de los países de la Unión Europea abandonaron el
salón de conferencias, mientras la República Checa anunciaba que saldría
definitivamente de la conferencia. Representantes de algunos países
permanecieron y aplaudieron al presidente iraní. Ban Ki-Moon, secretario general
de la ONU, criticó el discurso, aunque también criticó el boicot.
El contenido del discurso pronunciado por Ahmadinejad, y el hecho de
haber sido aplaudido por «algunos», sirve aquí como registro de la persistencia y
la forma de actualización del mito de que los judíos son racistas [sic]. Las frases
iniciales pronunciadas por Ahmadinejad sintetizan, en pocas palabras, su postura
ideológica, que exalta el antisemitismo y el negacionismo, instigando al odio y a la
violencia contra Israel y los judíos. Reproduzco aquí los fragmentos iniciales del
discurso de Ahmadinejad, subrayando en él algunas de las expresiones que
demuestran el arraigo de varios de los mitos analizados:
Queridos amigos,
Hoy, la comunidad humana enfrenta un tipo de racismo que mancha la imagen de toda la
humanidad, en el inicio del tercer milenio. El sionismo mundial personifica el racismo que es falsamente
atribuido a las religiones pero que, en verdad, abusa de los sentimientos religiosos para esconder su horrendo
rostro de odio. Con todo, es importante no perder de vista los objetivos políticos de algunos de los poderes
mundiales, que controlan los inmensos recursos económicos y las ganancias del mundo. Movilizan todos los
recursos, incluso la influencia económica y política —y los medios en todo el mundo—, para intentar
ganar apoyo para el régimen sionista y ocultar la indignidad y la desgracia de aquel régimen. No se trata
aquí de simple cuestión de ignorancia [...]. Los gobiernos antisionistas deben ser motivados y apoyados con
vistas a erradicar ese racismo bárbaro y a reformar los mecanismos internacionales hoy existentes. No hay
duda de que todos ustedes aquí presentes tienen perfecto conocimiento de la conspiración que promueven
algunos gobiernos y los círculos sionistas contra las metas y los objetivos de esta conferencia.
Lamentablemente, ha habido declaraciones y más declaraciones de apoyo a los sionistas y sus crímenes.
Es deber y responsabilidad de los respetables representantes de todas las naciones quitarle la máscara a
una campaña que corre en la dirección opuesta a todos los valores y principios humanitarios143.
Hoy, después de tres conferencias mundiales de la ONU por la lucha contra
el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia (2001,
2009 y 2011)144, el mito de que los judíos son racistas sobrevive, alimentándose de la
política israelí contra el terrorismo que practica el grupo Hamas en Palestina. En
2001, Kofi Annan fue realmente optimista al afirmar que «la creencia de que
sionismo es racismo murió». Sobrevivió de tal manera que es posible identificarla
constantemente en los medios de comunicación impresos y electrónicos. Basta
consultar el sitio de Radio Islam, que dispone del enlace «Racismo Judío» en 23
idiomas. Citas de académicos y de falsas asociaciones de los Derechos Humanos
son algunas de las estrategias de las que se valen quienes promueven ese medio
que seguramente tenga miles de «navegantes» captados para el odio. Una de las
frases viene firmada por el profesor Israel Shahak, anunciado como «judío y
fundador de la Liga Israelí de los Derechos Humanos», quien habría afirmado:
Israel como un Estado judío constituye un peligro no solo para sí mismo y sus habitantes, sino
para todos los judíos, y todos los pueblos y Estados de Oriente Medio y más allá 145.
Frases desconectadas de un contexto discursivo, por ejemplo, son
publicadas por Radio Islam, enfatizando que los judíos son racistas, que el
antisemitismo es una enfermedad y/o extorsión inaceptable. Refiriéndose al
Holocausto, afirma que la «supuesta persecución» está asociada a una patología
clínica. Con el objetivo de demostrar que los judíos e israelíes no quieren mezclarse
con otras «razas», la «radio» (des)informa al hacer uso, por ejemplo, de una frase
pronunciada por el rabino Israel Meir Lau durante el Congreso Anual organizado
por el Centro Rabínico de Europa (RCE) en la capital francesa, en marzo de 2009.
Presentado como exjefe del rabinato en Israel y, en la ocasión, presidente del
Memorial del Holocausto Yad Vashem, Meir Lau habló a cerca de trescientos
rabinos diciendo que «la asimilación es una amenaza mayor que el antisemitismo y
el terrorismo para el futuro de los judíos» [palabra subrayada en el original y que
conduce al enlace: «El antisemitismo es una enfermedad»] 146. La afirmación del
rabino Lau tuvo como referencia un estudio estadístico norteamericano: «entre cien
judíos de la primera generación solo tres siguen siendo judíos en la cuarta
generación». Sin embargo, el titular de Radio Islam para tal constatación (que es
real) se hace en el sentido de mostrar que la «mezcla racial» está siendo vista como
una amenaza al pueblo judío que no quiere asimilarse [deformación de la
información]. No se pone en cuestión que el proceso de «asimilación» de un grupo
étnico implica que se pierda su identidad, que se borren sus tradiciones en
adelante147.
Del mismo modo, un conjunto de artículos sobre el Talmud son
relacionados con el objetivo de comprobar que existe, realmente, un racismo judío
contra los no judíos. Entre esos textos cito uno de ellos, cuyo autor es el reverendo
I. B. Pranaitis148, El Talmud Desenmascarado, dedicado a demostrar las enseñanzas
secretas respecto a los cristianos y a los no judíos. Como uno de sus epígrafes, el
reverendo Pranaitis cita una frase extraída de la clásica obra L’Antisémitisme: son
histoire et ses causes, de Bernard Lazare: «El Talmud formó a la Nación Judía
después de la Diáspora, le moldeó el alma, creó la raza» 149. Enseguida, afirma que:
Es necesario leer y estudiar el Talmud para comprender el Sionismo Internacional, el orgullo con que los
judíos se consideran los dueños del mundo y el poder que poseen para controlar las finanzas y los medios de
comunicación a nivel mundial. Reverenciando tan solo al becerro de oro, conservan a través de varios
milenios su unidad e identidad racial, política, religiosa y nacional, haciéndolos imaginarse seres
superiores, elegidos de Dios y rechazando cualquier tipo de asimilación, personificando con su manera de
ser la forma más odiosa de racismo. No creen en el Mesías, sino únicamente en el destino mesiánico del
Pueblo de Israel, que, según su óptica, sus profetas y una voluntad nacional irreductible, que alcanza
cotas de paranoia colectiva, deberá dominar y reinar sobre el resto de la humanidad. No es, pues, sin
razón que en toda la Biblia —Antiguo Testamento— los judíos sean condenados por su idolatría (Ex. 32:8
– I Rs. 12:28 – II Rs. 17:16 – Si. 13 – Is. 31:6:7 – Jr. 2). No nos olvidemos, por lo tanto, de la advertencia de
Aarón a Moisés: «No te enojes, Señor mío. Tú mismo sabes cuánto este pueblo se inclina hacia el mal»
(Ex. 32:22)150.
139 Votaron sí: Afganistán, Albania, Arabia Saudí, Argelia, Bangladesh, Baréin, Brasil, Bulgaria,
Burundi, Cabo Verde, Camboja, Camerún, Catar, Chad, Checoslovaquia, Chipre, Congo, Cuba, Daomé,
Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Gambia, Granada, Guinea-Bisáu, Guinea Ecuatorial, Guyana, Hungría,
India, Indonesia, Irán, Iraq, Jordania, Kuwait, Laos, Líbano, Libia, Madagascar, Malasia, Maldivas, Mali,
Malta, Marruecos, Mauritania, México, Mongolia, Mozambique, Níger, Nigeria, Omán, Paquistán,
Polonia, Portugal, República Democrática Alemana, República Popular de China, Ruanda, Santo Tomé y
Príncipe, Senegal, Somalia, Siria, Sri Lanka, Sudán, Tanzania, Túnez, Turquía, Uganda y Unión de las
Repúblicas Socialistas Soviéticas, Yemen del Norte, Yemen del Sur.
140 Votaron no: Australia, Austria, Bahamas, Barbados, Bélgica, Canadá, Costa de Marfil, Costa
Rica, Dinamarca, El Salvador, Estados Unidos de América, Fiji, Finlandia, Francia, Haití, Honduras,
Islandia, Israel, Italia, Liberia, Luxemburgo, Malawi, Nicaragua, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos,
Panamá, Reino Unido, República Centroafricana, República de Irlanda, República Dominicana,
República Federal de Alemania, Suazilandia, Suecia y Uruguay.
141 Se abstuvieron: Alto Volta, Argentina, Birmania, Bolivia, Botsuana, Bután, Chile, Colombia,
Ecuador, Etiopía, Filipinas, Gabón, Gana, Grecia, Guatemala, Jamaica, Japón, Lesoto, Mauricio, Nepal,
Papúa-Nueva Guinea, Paraguay, Perú, Sierra Leona, Singapur, Tailandia, Togo, Trinidad y Tobago,
Venezuela, Zaire y Zambia.
142 «Sionismo no es igual a racismo», Durban, France Presse, publicado por el periódico Folha de
S. Paulo, 1/9/2001.
143 Discurso pronunciado por Mahmoud Ahmadinejad durante la II Conferencia Mundial
contra el Racismo [o Durban II], realizada en Ginebra, entre el 20 y el 24 de abril de 2009 [la cursiva es
nuestra].
144 Durban III, llevada a cabo en Nueva York, el 22 de septiembre de 2011, fue boicoteada por
los diez países anteriormente mencionados (incluyendo la República Checa), junto a Austria, Bulgaria,
Francia y Reino Unido.
145 Radio Islam en español: https://radioislam.org/islam/spanish/index.htm.
146 Marcelo Franchi, «O anti-semitismo é uma doença? A chantagem inaceitável», en Radio
Islam, http://www.radioislam.org/islam/portugues/antisem/doenca.htm.
147 «Los judíos y la “cuestión racial”», en Radio Islam. Fuente: «Race-Mixing, a bigger threat to
the people than terrorism», National Journal, publicado el 13/4/2009.
148 I. B. Pranaitis es presentado como sacerdote católico, doctor en Teología y profesor de
hebreo de la antigua Academia Imperial Eclesiástica de la Iglesia católica romana de San Petersburgo.
149 Bernard Lazare, L’Antisémitisme: son histoire et ses causes, Édition Définitive, París, Éditions
Jean Crès, 1934.
150 I. B. Pranaitis [Reverendo], El Talmud Desenmascarado, Buenos Aires, Editorial Milicia, 1976.
Mito 8

Los judíos son parásitos


El mito dice que los judíos son parásitos, viviendo del trabajo ajeno. Al generalizar
esa acusación, los antisemitas y los desinformados colaboran en reforzar la imagen
desfigurada de que los judíos no trabajan ni quieren trabajar. Reza el dicho antisemita: «ellos
viven como parásitos del sudor de quienes trabajan para sobrevivir y pagan sus impuestos».
Por conveniencia y desconocimiento, se ignoran los orígenes de esa
narrativa que, al repetirse a lo largo de los siglos, se ha convertido en lenguaje
corriente; un atributo de algo que parece, intuitivamente, verdadero. Según hemos
analizado anteriormente, existen señales de una apariencia o probabilidad de
verdad en la relación ambigua que se establece entre imagen e idea. El hecho de
que existan judíos cobradores de impuestos, usureros, comerciantes o banqueros
no les da el derecho a los demás de acusarlos de «chupasangre», «parásitos» o
«explotadores del prójimo».
Desde la Antigüedad, como consecuencia de las persecuciones y violencias
de las que eran blanco, los judíos buscaron protección de los soberanos que
«cobraban» por esos favores, garantizándoles seguridad y una vida. Por ejemplo,
cabía a los emperadores y a sus administradores regular los valores de los
impuestos que, según la tradición católica, solo los judíos podrían recaudar, ya que
su religión les permitía obtener «ganancias fáciles» y «explotar a otros» al recibir
un porcentaje del valor cobrado. Gastos de la familia real, guerras y privilegios
disfrutados por la nobleza se financiaban con los tributos pagados por el pueblo.
Así fue como durante siglos funcionaron las sociedades en la Antigüedad y en las
épocas medieval y moderna, garantizadas por un orden impuesto por quienes eran
parte de los grupos de estatus.
Por imposición de las leyes y principios del catolicismo, los judíos no
podían poseer tierras, siéndoles prohibida la práctica de la agricultura que era
permitida a los cristianos. Estos, sin embargo, no podían dedicarse al comercio ni
practicar la usura. Como consecuencia, les tocó a los judíos cumplir los roles
relacionados con el cobro de impuestos, la práctica del comercio y algunas
profesiones liberales, lo que les proporcionó riqueza y un estatus económico
privilegiado. Como el judaísmo no consideraba pecado la práctica de usura,
muchos judíos se enriquecieron mediante el cobro de impuestos y el préstamo de
dinero con intereses. Pero a su vez, la práctica de la usura les valió la acusación de
que «vivían de la explotación del prójimo», ganando a costa del trabajo del Otro.
Los antisemitas usaron esa situación para estigmatizar dicha práctica suponiendo
que era maligna para la sociedad católica. Innumerables son los textos de teólogos,
clérigos, filósofos, laicos y humanistas que buscaban demostrar el grado de maldad
de los judíos, constituyendo importantes fuentes para los estudios antisemitas. En
1477, por ejemplo, Peter Schwartz no ahorró adjetivos negativos para justificar la
persistencia de las persecuciones a los judíos a lo largo de los siglos:
Los judíos son duramente castigados de tiempo en tiempo. Pero no sufren inocentemente,
sufren debido a su maldad: pues engañan a la gente y les arruinan los campos con su usura y con sus
asesinatos secretos, como todos saben, y es por eso que son tan perseguidos, y no inocentemente. No hay
pueblo más perverso, más astuto, más avaro, más imprudente, más malicioso, más venenoso, más
colérico, más engañador y más ignominioso151.
Según Léon Poliakov, en la Alemania del siglo XVI la palabra Jude [«judío»]
ya era usada como sinónimo de usurero, siendo la palabra Judenpiess un homónimo
de Wucher [«usura»]. El propio Martín Lutero, en su tratado Sobre los judíos y sus
mentiras (Von den Juden und ihren Lügen), escrito en 1543, reactivó el antisemitismo,
defendiendo la persecución a los judíos, la destrucción de sus bienes religiosos, así
como la confiscación de su dinero. Esos pronunciamientos salieron a la luz,
principalmente, ante la negación de los judíos a convertirse al movimiento
protestante.
[Los judíos] Nos mantienen prisioneros en nuestro propio país, nos hacen trabajar hasta la
última gota de sudor, mientras se sientan junto al hogar, descansan, engordan, se banquetean, se
embriagan, viven holgadamente a costa de los bienes producidos por nosotros; nos capturan y a nuestros
bienes por medio de su maldita usura y todavía se ríen de nosotros y nos escupen por tener que trabajar para
ellos152.
A lo largo de la Edad Moderna —además de clasificados como de «raza
infecta» por la «sangre que les corría por las venas» (expresión usada en los
procesos inquisitoriales)— los judíos eran también recriminados por sus posiciones
liberales y cosmopolitas, tendencias que los asociaban a la política internacional de
los siglos XVIII y XIX. Encontramos aquí las primeras semillitas que, en el siglo XIX,
alimentarían las falsas teorías de una conspiración judía mundial, abriendo camino
para publicaciones fraudulentas como Los Protocolos de los Sabios de Sion.
Preguntamos: ¿es cierto que los judíos vivían de cobrar impuestos?
Contestamos: sí. Pero no podemos generalizar: algunos judíos sí. Otros eran
médicos, escritores, comerciantes, artesanos, sastres, etc. Incluso, porque sabían
leer, tenían muchas más oportunidades de ejercer actividades liberales, de
convertirse en hombres cultos, asesorando a la realeza que necesitaba sus saberes.
Otra pregunta: ¿es cierto que, para «explotar mejor al Otro», preferían vivir
en las grandes ciudades? Respuesta: la mayoría, desde la Baja Edad Media, residía
en las ciudades, pero había una razón. No era una cuestión de «si les gustaba o
no», sino de no tener el derecho a poseer tierras y, como resultado, raramente
tenían la oportunidad de vivir en áreas rurales. Y cuando vivían en las ciudades,
tampoco eran tan libres.
Refrescando la memoria: durante la Edad Media, de acuerdo con el sistema
feudal coherente con las reglas impuestas por la Iglesia católica, los judíos eran
obligados a vivir en guetos o burgos. ¿Por elección personal? No: por imposición.
Veamos: en 1095, durante el Concilio de Clermont, el papa Urbano II convocó la
primera cruzada para la «liberación de la tierra santa», expresión que culminaría
con la política de unificación de los reinos en la lucha contra los enemigos del
cristianismo (léase moros y judíos). Uno de los lemas que impulsaban a las
Cruzadas era: «Quien mate a un judío, obtendrá el perdón de sus pecados» 153.
A partir de fines del siglo XI, los judíos serían aislados en juderías, como
ocurrió, por ejemplo, en Alemania. Tras los Concilios Ecuménicos de Latrón III y
IV (1179 y 1215), las restricciones impuestas sobre las comunidades judías serían
codificadas, reuniendo todas las leyes anteriores contra los judíos. Según los
cánones 67-70 del IV Concilio, además de aislarse a los judíos, prostitutas,
sarracenos, heréticos y leprosos en espacios cerrados, se les obligaba a usar marcas
especiales en las ropas para identificarlos como «infames». Pero fue en Francia
donde nació la idea de marcar a los indeseables con un redondel amarillo, color-
símbolo de los envidiosos y malvados. Esa estrategia servía para distinguir a los
cristianos de los parias, anticipando en algunos siglos la estrella amarilla usada por
los nazis. Inglaterra optó por un símbolo con la forma de las tablas de Moisés, de
color azafrán; y en Italia, los judíos fueron obligados a usar un sombrerito rojo, el
cual fue más tarde reemplazado por un redondel amarillo, porque se lo confundía
con el de los cardenales. El círculo de exclusión se cerró más aún: se prohibió a los
judíos comprar tierras, y a aquellos que las poseían, se las confiscaron. Por la
noche, los judíos debían recogerse en los guetos en los que, posteriormente, se
instalarían portones que se cerraban cuando oscurecía.
Mientras tanto, en la península ibérica, la vida de la comunidad judía se
distinguía por una cierta coexistencia entre los pueblos que allí habitaban. Pero
también se les terminó excluyendo por venganza, por envidia, por enfrentamiento
con quienes querían gozar de los mismos privilegios. ¿Privilegios? ¿Cómo y por
qué tenían «privilegios»? Para los multiplicadores del mito, los judíos eran (y aún
lo son) «parásitos». Pero para entender mejor las razones de esta acusación, creo
que es importante retomar algunas informaciones que casi siempre son ignoradas
y/u «olvidadas por falta de interés» [sic].
Desde el siglo XII, los judíos eran gran parte de la población que habitaba la
península ibérica, dedicándose a la agricultura y al comercio. Organizados en
comunidades —la más grande era Santarém—, tenían una vida cultural aparte,
constituyendo una clase distinta por sus costumbres y religión. Así también vivían
los cristianos, que insistían en honrar sus tradiciones. A las comunas judías
(atención: a las judías) se les imponían pesadas cargas impositivas que constituían
importantes fuentes de ingresos para el Erario Regio. Para vivir en el país, los
judíos eran obligados a pagar una contribución por cabeza, conocida con el
nombre de juderega o judenga. Además le pagaban a la Corona el tributo del
Rabinato-Mayor, y a sus vecinos, portazgos, impuestos por uso de pastos e
impuestos por costumbres. Estos tres últimos, por ejemplo, eran comunes durante
la Edad Media y no exclusivos de los judíos. Era una práctica que regulaba los
feudos y garantizaba dividendos a los señores feudales, quienes, a cambio, ofrecían
protección a sus súbditos. A quienes hayan estudiado algo de historia de la Edad
Media, no les será difícil recordar el concepto de feudo. Pero el trato que se les
daba a los judíos era diferente. Veamos las razones en los casos de aquellos que
habitaban en la península ibérica.
En 1353, el rey Alfonso IV promulgó una ley que obligaba a los judíos a
pagar una alta cantidad anual denominada Serviço Real dos Judeus, a la que se le
sumaron 300.000 libras anuales. En esas comunidades vivían judíos ricos y
«aristocratizados», pequeños comerciantes, artesanos, letrados, corredores de
bienes raíces, cobradores de impuestos y financistas. La gran mayoría vivía en los
centros urbanos, explotando el pequeño comercio y la usura. Quienes habitaban en
la zona rural se dedicaban a las profesiones de arrieros y tenderos, especie de
vendedores ambulantes que cargaban cajas con telas en sus mulas y golpeaban de
puerta en puerta ofreciendo sus artículos154.
Hasta entonces, contradiciendo las restricciones impuestas por los Concilios
Ecuménicos vigentes en algunos países de Europa, los judíos radicados en la
península ibérica no usaban distintivos para diferenciarse de los cristianos. Las
relaciones de sociabilidad se vieron perjudicadas por las diferencias religiosas,
siendo los judíos favorecidos por los antiguos forales que les garantizaban cierta
movilidad. Protegidos por determinaciones reales, los judíos gozaban muchas
veces de una condición jurídica favorable, llegando a disfrutar de ciertos
privilegios. Pero nada era gratis: gracias a sus conocimientos y experiencia, eran
reconocidos como hábiles financistas y, como tales, llamados a ocupar cargos
oficiales durante el reinado de Sancho II (1223-1248), lo que contradecía las reglas
de exclusión impuestas por el papa Gregorio IX.
Tratados como grupo segregado y recibiendo protección especial del
Estado, los judíos mantuvieron su identidad prestando servicios especiales a la
Corona y a los monarcas. El hecho de que disfrutasen de cierto estatus en
desacuerdo con la posición social impuesta por la Iglesia católica no solo generó
conflictos con el grupo dominante, sino que estimuló la antipatía del clero hacia los
judíos. Aquellos judíos que estaban más próximos a la realeza (pues allí prestaban
servicios) habitaban ricas residencias en Lisboa, vestían trajes finos de seda y
mantenían esclavos moros convertidos al cristianismo. Sin embargo, tanto al clero
como a la élite dominante les interesaba mantenerlos como grupo diferenciado,
pues así podían cobrarles altos tributos.
Así, las restricciones que instigaba el clero fueron aplicadas por Afonso IV
(1325-1357), quien reafirmó, en 1325, la ley que obligaba a los judíos al uso de
distintivos y que les prohibía la utilización de collares de oro y plata. En 1352
eliminó su derecho a emigrar y, al año siguiente, organizó el fisco de las comunas
judías. Entre 1357 y 1367, Pedro I impuso severas penas a la usura, lo que no
impidió que algunos judíos mantuviesen grandes fortunas. Pero observen el
siguiente detalle: algunos judíos, pero también algunos católicos. La mayoría de la
población vivía de manera miserable, sin muchas regalías y amedrentada por las
predicaciones católicas que los amenazaban con una vida futura (después de la
muerte) en el Infierno. Para los pecadores herejes, ¡la hoguera! 155.
Tiempos sombríos anunciaban que la situación de los judíos en la península
ibérica estaba cambiando a peor, quebrando la imagen de que allí coexistían
pueblos de tres religiones: católicos, judíos y musulmanes. Desórdenes
irrumpieron en Portugal cuando, durante el reinado de don Fernando (1345-1383),
los judíos fueron sometidos a malos tratos y las leyes fueron violadas. Con la
muerte del rey, asumió la regencia su viuda doña Leonor, quien —presionada por
la élite lisboeta— restringió los privilegios de los judíos y destituyó a un gran
número de ellos de los cargos públicos. Con la aclamación al trono de don João,
Maestre de Avis, en 1385, los seguidores del judaísmo volvieron a vivir un período
de paz y tranquilidad, a pesar de la actuación contraria de los religiosos.
En España, la situación era más grave: en 1391 surgieron ataques contra las
juderías y hubo masacres de judíos. El terror se repartió por Castilla, Aragón,
Cataluña, Valencia y Sevilla. Los que no fueron asesinados por su resistencia
religiosa se vieron obligados a aceptar el bautismo o a asumir nombres falsos,
refugiándose en Portugal, donde recibieron la protección del rey don João. Allí,
algunos siguieron sirviendo como médicos y cirujanos en el palacio y siendo
contratados como cobradores de impuestos, por su saber y experiencia, que los
distinguía de los católicos156. Fueron obligados a habitar en las juderías aisladas,
pero dentro de los muros de la ciudad.
Por ser el antisemitismo un fenómeno de larga trayectoria, cuyas
manifestaciones y motivos han variado según la época y el lugar, los judíos se
mantuvieron unidos por su creencia y tradición comunes. Esta unión, en muchas
situaciones, sobrepasa los principios del judaísmo para proyectarse como una
forma de defensa de las comunidades judías en el exilio. Distantes de su tierra de
origen (la antigua Palestina), los judíos han buscado «mantener su integridad en
cuanto pueblo a pesar de todas las adversidades de la diáspora, marcada por
masacres, violaciones y pillaje»157. Por su fuerte identidad comunitaria son vistos
como un «pueblo cerrado en sí mismo», siendo acusados de formar verdaderos
«quistes raciales», convirtiéndose en «cuerpos extraños a la nación».
Entre los siglos XV y XX —acompañando la trayectoria de las narrativas—
esas expresiones se hicieron típicas de un antisemita, de un xenófobo nacionalista o
de un antisionista (si observamos a los antisemitas en este siglo XXI), que
interpretan este «cierre» como una forma de racismo [sic]. Es como dar la vuelta a
la historia, como si se borrara el proceso de exclusión que obligó a los judíos a vivir
aislados y señalados como parias durante siglos. Pero, para aquellos que
discriminan, es oportuno olvidar, negar y/o «asesinar a la memoria», como
escribió Vidal-Naquet en la obra que nos ayuda a comprender la persistencia y la
dinámica de los mitos158.
A partir de 1933, el concepto de permisividad del pueblo judío ganó espacio
en el discurso de los nacional-socialistas en Alemania, quienes, a través de
sofisticadas estrategias propagandísticas articuladas por el Ministerio de
Propaganda dirigido por Goebbels, reforzarían la imagen de que los judíos viven
como «parásitos». Tal acusación venía unida a la idea de que estos formaban
verdaderos cánceres en las naciones donde se asentaban, siendo directamente
asociada a la imagen de que los judíos, en sentido figurativo, corrompían, corroían
y consumían lenta y ocultamente a la nación. Con un vocabulario extraído del
discurso médico, los judíos eran identificados como «seres enfermos», composición
metafórica que es secular. Recordemos —retomando los mitos aquí analizados—
que en diferentes momentos de la Edad Media y la Edad Moderna la imagen de los
judíos se comparó a la proliferación de enfermedades, entre ellas, la peste negra y
la lepra.
La serpiente e imagen de la peste, según Hermann Esser, autor de Die jüdische Weltpest,
Múnich, Zentralverlag der NSDAP, 1939.
Herejía, epidemia y judaísmo eran comúnmente empleados en el discurso
antisemita tradicional con el sentido de malignidad y permisividad, sumándose a
otros estigmas159. Así, fueron asimilados por los nacionalsocialistas interesados en
justificar la profilaxis exigida por la comunidad aria: exterminio del cáncer social
(en ese caso, los judíos), apelando a soluciones radicales, eliminacionistas (Solución
Final), para una «enfermedad» diagnosticada como irreversible. Este es el tono del
libro de Hermann Esser (1900-1981), editor, propagandista y uno de los principales
aliados de Hitler, Die jüdische Weltpest [«La peste mundial judía»], publicado en
1939160.
Esa misma versión del mito encontró adeptos en Brasil, donde el «virus» fue
asociado a la «llegada ininterrumpida de olas de judíos refugiados del nazismo» y
cuya infiltración en el cuerpo social debería ser combatida. ¿Cómo? Cerrándoles
los puertos y las posibilidades de obtención de visas. Eran vistos por los
diplomáticos, principalmente aquellos en misión en el exterior, como «cuerpos
extraños a la nación» que podrían causar disturbios políticos, económicos y
sociales. Reanudando la idea de que esos judíos refugiados vivían a costa de la
explotación del Otro, el embajador brasileño en Berlín le escribió a Oswaldo
Aranha, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno Vargas:
Son elementos negativos en la comunidad patria y de ella solo pretenden obtener beneficios. No
le sirven, ni le han servido a Brasil, ni tampoco contribuyen a la economía pública o privada del país. Son
explotadores de la nacionalidad, cuyo sincero sentimiento no tienen, ni pueden tener 161.
151 Apud J. Janssen, Die Allgemeinen Zustände des deutschen Volkes beim Augsgang des Mittelalters,
Friburgo, 1887, t. 1, pág. 9. Fragmento citado por Léon Poliakov, op. cit.
152 Martín Lutero, «On the Jews and Their Lies», apud Robert Michael, «Luther, Luther Scholars,
and the Jews», Encounter, 46 (núm. 4), 1985, págs. 343-344 [la cursiva es nuestra].
153 Wanda Kampmann, Deutsche und Juden: Die Geschichte der Juden in Deutschland vom Mittelalter
bis zum Beginn des Ersten Weltkrieges, Fanckfurt, M. Fischer, 1979, pág. 6.
154 Maria Luiza Tucci Carneiro, Preconceito Racial em Portugal, op. cit., págs. 29-34.
155 Meyer Kaiserling, História dos Judeus em Portugal, São Paulo, Pioneira, 1971, págs. 5, 7-10 y
22.
156 Albert Sicroff, Les controvers des status de pureté de sang en Espagne du xve au xviie siècle, París,
Libraire Marcel Didier, 1960, pág. 9.
157 Rabino Y. David Weitman, «Introdução: O Significado Profundo da Dispersão e das
Migrações do Povo Judeu», en Recordações da Imigração Judaica em S. Paulo, São Paulo, Maayanot, 2013,
págs. 9-18.
158 Pierre Vidal-Naquet, Les assassins de la mémoire: «Un Eichmann de papier» et autres essais sur le
révisionnisme, París, Seuil, 1995.
159 Yara Nogueira Monteiro, Da Maldição Divina à Exclusão Social: Um Estudo da Hanseníase em
São Paulo, Tesis de Doctorado en Historia Social, Departamento de Historia, FFLCH, Universidad de São
Paulo, 1995; Yara Nogueira Monteiro y Maria Luiza Tucci Carneiro, As Doenças e os Medos Sociais, São
Paulo, Editora Unifesp, 2013.
160 Hermann Esser, Die jüdische Welpest, Múnich, Zentralverlag der NSDAP, 1939.
161 Misiva de Muniz de Aragão, embajador de Brasil en Berlín, a Oswaldo Aranha, ministro de
Relaciones Exteriores, Berlín, 26 de abril de 1938. Ref. 511.14 (193). AHI/RJ.
Mito 9

Los judíos controlan los medios


El mito dice que los judíos controlan los medios de comunicación. Esta afirmación
—según los antisemitas— integra el «Programa para la conquista del mundo por los judíos»,
cable conductor de Los Protocolos de los Sabios de Sion, cuyo contenido aún se presta a los más
variados intereses políticos.
Desde su aparición en la Rusia zarista, Los Protocolos diseminaron la idea de
un complot secreto articulado por la comunidad judía internacional para destruir
al cristianismo y establecer la fe mosaico-talmúdica como religión universal, lo que
les garantizaría la toma del poder en el mundo occidental. Una de las primeras
explicaciones que se hicieron públicas a través de la revista monárquica Moskvu
(núm. 1) el 23 de septiembre de 1919 fue la de que la Revolución bolchevique
«había sido patrocinada por muchos millones de dólares del banquero americano
Schiff en nombre del grupo neoyorquino de Kuhn, Loeb & Co.». Tales
informaciones habrían sido comprobadas, según el historiador Norman Cohn, a
través de un [falso] documento producido por el servicio secreto americano que
citaba a Jacob Schiff por haberle sugerido a los Estados Unidos que acogiese a los
judíos rusos que huían de los pogromos de 1905162.
A partir de 1919, las innumerables ediciones de Los Protocolos empezaron a
incluir las acusaciones de que el complot secreto, además de judío, era también
comunista. Ejemplares impresos en diferentes idiomas se multiplicaron en
Inglaterra, Italia, Francia y Estados Unidos, con el objetivo de convencer a los
gobiernos de estas naciones de la importancia de intensificar sus intervenciones en
Rusia. La intención que impulsaba a la narrativa era la de demostrar que Rusia no
había sido sacudida por una guerra civil y sí por una conspiración internacional
judía. En poco tiempo, Los Protocolos —a pesar de ser denunciados como falsos por
The Times, en 1922163— fueron publicados en Alemania por Ludwig Müller (cuyo
seudónimo era Gottfried zur Beck), capitán retirado del Ejército y director de la
revista Auf Vorposten, conservadora y antisemita. En Francia, Los Protocolos fueron
difundidos gracias a monseñor Jouin, empeñado en propagar la idea de una
«cruzada» contra el peligro judeo-masónico. A partir de este inicio editorial, el
libro homónimo engrosó el discurso antisemita que cada vez ganaba más fuerzas
en Europa occidental. En Berlín, dos rusos —Pyotr Nikolaevich Shabelsky-Bork y
Fyodor Viktorivich Vinberg— se encargarían de publicar el texto completo de la
edición de Nilus de 1911, transformando el fanatismo en obsesión, o sea: la
necesidad de deshacerse de los judíos para impedir la proliferación de la
conspiración judeo-masónica-bolchevique. La primera edición de Los Protocolos en
Alemania habría sido publicada en enero de 1920 con el título de Die Geheimnisse
der Weisen von Zion [«Los Secretos de los Sabios de Sion»], por la Verband gegen
die Überhebung des Judentums [«Liga contra la Arrogancia Judía»], dirigida por
Gottfried zur Beck164.
La idea predominante en Los Protocolos es la de que una red mundial de
organizaciones judeo-masónicas estaba siendo articulada por un grupo de viejos
sabios judíos de Sion desde el siglo XVIII. Según la narrativa, pocos intelectuales
escaparon a la captación de los judíos: Rousseau, Voltaire, Tolstói, Gorki, los
enciclopedistas, etc., todos fueron pagados para articular una revolución en
nombre de los judíos. Las acusaciones, adaptadas y actualizadas en cada nueva
edición de Los Protocolos, no tienen límites: según su narrativa, la Alliance Israélite
Universelle era el consejo secreto de los Sabios de Israel, la Primera Guerra
Mundial fue financiada por los judíos, etc., llegando, en las ediciones de 1991, por
ejemplo, a culpar a los judíos de la corrupción, las drogas, la prostitución, el SIDA,
etc.165.
Según el texto original de Los Protocolos —traducido y comentado en
portugués por Gustavo Barroso, en 1936—, la prensa mundial estaba «comprada»
por los judíos, definidos como «fuerza bruta y ciega», «fuerza enmascarada» que
manipula al pueblo «sin guía»... «debilitado por el liberalismo». En fin: son
«hombres [judíos] guiados por sus pasiones mezquinas, sus supersticiones...»,
«una especie de anarquía que arruina al gobierno...», «excitados por la sed de
poder...», «gusanos que roían la prosperidad de los no judíos...» 166.
Conscientes del rol de la prensa, Los Protocolos proponen la creación de una
sociedad «a disposición de nuestros agentes internacionales, que tienen miles de
ojos y que ninguna frontera puede detener...». Según los viejos Sabios de Sion:
Los Estados modernos poseen una gran fuerza creadora: la prensa. El rol de la prensa consiste en
indicar las quejas que se dicen indispensables, dando a conocer las quejas del pueblo, creando
descontentos y siguiendo a sus órganos de poder.
La prensa encarna la libertad de palabra. Pero los Estados no han sabido usar esa fuerza y ella ha caído en
nuestras manos. Por ella, hemos obtenido influencia, permaneciendo ocultos; gracias a ella, hemos juntado el oro en
nuestras manos, pese a los torrentes de sangre y de lágrimas que nos ha costado conseguirlo...
Volvamos a la prensa. Nosotros la gravaremos, al igual que a todo lo que se imprima, con impuestos en
sello a tanto por hoja y página, y con garantías; los tomos de menos de treinta páginas tributarán el doble.
Los registraremos en la categoría de folletos, primero para reducir el número de revistas, que son el peor
de los venenos, segundo porque esa medida obligará a los escritores a producir obras más largas, que
serán poco leídas, sobre todo debido a su costo.
La literatura y el periodismo son las dos fuerzas educativas más importantes; por eso, nuestro
gobierno se hará dueño de la mayoría de los periódicos. Así, la influencia perniciosa de la prensa privada será
neutralizada y tendremos una enorme influencia sobre los espíritus. Si autorizamos diez periódicos,
fundaremos enseguida treinta, y de ahí en adelante.
La necesidad del pan de cada día impone el silencio a los cristianos y hace de ellos nuestros
humildes servidores. Los agentes que tomemos entre ellos para nuestra prensa discutirán por nuestra orden lo
que nos convenga hacer imprimir directamente en nuestros documentos oficiales... 167.
Insistiendo en el control de la prensa como una forma para dominar los
espíritus (léase las conciencias), Los Protocolos nos dejaron un legado negativo:
contribuyeron (y aún contribuyen) a incitar al odio y a hacer creer que los judíos
dominan los medios de comunicación. Antiguas ediciones siguen circulando en
formato «PDF» por internet o son vendidas en librerías de libros usados. En varios
países enemigos de Israel, nuevas ediciones de Los Protocolos siguen siendo
publicadas, actuando como uno de los venenos del antisemitismo contemporáneo.
Difícilmente se podrá medir la influencia perniciosa de este mito que crea trampas
e interfiere en las mentes de los menos informados.
En internet podemos tener acceso a los textos divulgados por Radio Islam y a
vídeos disponibles en plataformas como Dailymotion o YouTube, que insisten en
que los medios de comunicación internacionales son dominados por los judíos.
Una larga lista de nombres y empresas se actualiza constantemente, con el objetivo
de diseminar la mentira y el negacionismo. Radio Islam, por ejemplo, se preocupa
en resaltar que «algunos instrumentos de los medios de comunicación
internacionales tienen gran importancia en la formación de las mentes de la gente y
ganan mucho en Brasil a través de los aparatos de TV por cable...». Entre los
nombres más conocidos cita: Walt Disney Company, red ESPN (como parte del
imperio Disney), Time Warner, Inc., HBO (subsidiaria de Time Warner), la cadena
Blockbuster, que distribuye miles de películas en Brasil, y las redes Showtime, MTV,
Nickelodeon también pertenecen a Viacom, Inc. Recuerda incluso que los «judíos
americanos nos regalaron el dibujo animado Beavis y Butthead, que ayuda a quemar
las mentes de miles de nuestros jóvenes»168.

Mark Zuckerberg: la dominación de Facebook y de WhatsApp, caricatura publicada en el


periódico alemán Süddeutsche Zeitung, Múnich, 21 de febrero de 2014.
En las redes sociales como Facebook o Twitter y en plataformas de vídeos
como YouTube o Dailymotion, se pueden ver sofisticados vídeos antisemitas cuyo
objetivo es reforzar la idea de que los sionistas controlan los medios de
comunicación, que Los Protocolos de los Sabios de Sion son «verdaderos y actuales»,
que los judíos son «animales asesinos» o que «el Holocausto es una gran
mentira»169. Muchas de esas afirmaciones operan como estrategias políticas en la
lucha contra la existencia del Estado de Israel, discurso mantenido principalmente
por el islamismo radical.
La actualización del mito de que los judíos dominan los medios puede ser
constatada en la caricatura que mostramos publicada por el periódico alemán
Süddeutsche Zeitung de Múnich, el 21 de febrero de 2014, y replicada en el Jüdische
Allgemeine —el periódico judío más grande de Alemania— y en el Presse de la
prensa austríaca. La imagen representa a Mark Zuckerberg como un pulpo, cuyos
tentáculos controlan las redes sociales marcadas con la letra F (de Facebook) y el
icono de un teléfono (léase WhatsApp). Estamos ante la animalización del mito que,
una vez más, estigmatiza la imagen del judío, demonizado por su poder y fortuna,
aunque nosotros mismos disfrutemos de sus inventos. En este momento, la fuerza
del mito opaca la realidad.
162 Norman Cohn, El mito de la conspiración judía mundial, op. cit., págs. 138-139.
163 Los propagandistas de Los Protocolos aseguraban, según Norman Cohn, la autenticidad de la
publicación, valiéndose de la indicación de que «en la Biblioteca del Museo Británico había un ejemplar
original del libro de Nilus» [sic]. Norman Cohn, El mito de la conspiración judía mundial, op. cit., pág. 151.
164 Ibídem, págs. 146-148.
165 Protocolos dos Sábios de Sião, Coleção Comemorativa do Centenário de Gustavo Barroso (5.ª
reedición), Porto Alegre, Revisão, 1991. Véase la lista completa de las ediciones brasileñas en Maria Luiza
Tucci Carneiro, O Veneno da Serpente, op. cit., págs. 59-68.
166 Norman Cohn, El mito de la conspiración judía mundial, op. cit., págs. 86-87.
167 Ibídem, págs. 100, 158, 159, 165 [la cursiva es nuestra].
168 Texto completo en http://www.radioislam.org/islam/portugues/poder/judíos_brasil.htm
[consultado el 10/9/2013].
169 Vídeo Dailymotion: «Sionistas controlam a mídia no Brasil»:
http://www.dailymotion.com/video/xyvu7u_os-protocolos-dos-sabios-de-siao-parte-7-de-7-nova-
ordem-mundial-e-religioes_animals [consultado el 11/9/2013].
Mito 10

Los judíos manipulan a los Estados Unidos


El mito dice que los judíos y el gobierno de Israel manipulan y son dirigidos por el
gobierno de los Estados Unidos, alimentando, bajo dicho argumento, el mito del complot
judío internacional, el antisionismo y el antisemitismo. Es una narrativa acumulativa y
heredera de acusaciones que ignoran un conjunto de hechos históricos que, desde el siglo
XVII, han acercado los judíos a la nación americana.
Por su contenido, este mito —al igual que tantos otros— nos ofrece apoyos
para escribir un «ensayo sobre la ceguera de los antisemitas» y sobre el proceso de
satanización de los Estados Unidos e Israel. Las imágenes que representan el mito
generalizan y omiten ciertos hechos históricos que atraviesan las relaciones
Estados Unidos-Israel, sin tener en cuenta que entre los dos países hay
convergencias y divergencias, como ha mostrado recientemente Samuel Feldberg,
historiador y profesor de Relaciones Internacionales170. Es importante recordar que
ambos países tienen una identidad cultural e ideológica común en la defensa de
valores democráticos y como herederos de tradiciones judías con siglos de
existencia. No se puede despreciar la fuerte presencia de los judíos en los Estados
Unidos desde 1654, cuando allí se estableció la primera comunidad judía de
Norteamérica fundada por 24 judíos fugitivos de Recife —la mayoría de origen
sefardí— que desembarcaron en la isla de Manhattan, estableciendo en la colonia
holandesa de Nueva Ámsterdam un puesto comercial de la Compañía de las
Indias Occidentales en el Nuevo Mundo. En marzo de 1655, otras cinco familias y
tres hombres solteros llegaron a Nueva Ámsterdam, directamente de Holanda,
seguidos por otras centenas. Pese a que el Tratado de Breda (1667) garantizaba a
los judíos libertad religiosa y propiedad individual y comercial, se les prohibía
construir sinagogas, debiendo pagarle impuestos a la Iglesia anglicana. Sus
residencias funcionaban como casas de oración para poder formar los minianim y
mantener sus tradiciones.
En vísperas de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, los judíos
aún no podían trabajar en instituciones públicas ni votar. Solo después de la
independencia, en 1776, los judíos americanos tuvieron su libertad civil y religiosa
asegurada por la Declaración de Independencia, que reforzó las ideas de libertad y
justicia al afirmar que «todos los hombres son creados iguales».
La realidad de esa relación, sin embargo, sobrepasa el hecho de que los
Estados Unidos defiendan a Israel, a los judíos o al judaísmo. Por tradición —y no
considero aquí una cuestión a evaluar bajo el prisma del imperialismo o
colonialismo—, los Estados Unidos siempre defendieron valores universales como
la libertad religiosa, además de criticar públicamente la reciente escalada de
ataques a minorías, entre ellas, las minorías islámicas, como los chiítas y ahmadíes
en Indonesia y los bahaíes en Irán. Los Estados Unidos siempre defendieron la
«libertad de profesar y practicar la fe —de creer, de no creer o de cambiar de
creencia— en cuanto derecho innato de todo ser humano, posición asumida en sus
informes anuales sobre libertad religiosa». Se le han hecho duras críticas, por
ejemplo, a Arabia Saudí —otro aliado de la nación americana—, donde la libertad
religiosa es ampliamente reprimida171.
Podemos considerar que el mito de que «los judíos manipulan a los Estados
Unidos» se apoya en tres acusaciones básicas:
1)los judíos ostentan un poder inmenso y una influencia sin igual en los Estados Unidos;
2)el «lobby judío» es un factor decisivo en el apoyo de los Estados Unidos a Israel;
3)los intereses judeo-sionistas no son idénticos a los intereses americanos y están en constante
conflicto.
Revisando documentos diplomáticos, policiales y de la literatura católica
producidos en el siglo XX, encontramos ejemplos que nos ayudan a conocer el
proceso de construcción de esa narrativa. Basta que retomemos algunos de los
mitos analizados en este breviario para constatar que existe, siempre, la
manipulación consciente de un conjunto de metáforas y analogías que ofrecen
soporte a la mentira. La construcción de tales argumentos demuestra que aún
somos herederos de la lógica totalitaria que durante el nazismo se fundamentó en
diferencias étnicas y de clase para dominar a gran parte de la población, como
analizó Hannah Arendt en su obra clásica Los orígenes del totalitarismo. Recordemos
que la propaganda totalitaria estaba marcada por teorías conspiratorias y por una
realidad ficticia con la finalidad de seducir a las masas y justificar el exterminio de
los judíos172.
Este mito tiene correlación directa con el argumento usado por los
nacionalsocialistas con el objetivo de demostrar que la «judería mundial»
conspiraba contra Alemania, asociada a los Estados Unidos. Ese era el abordaje de
Wolfgang Diewerge, miembro del Consejo y jefe de la División de Radio del
Ministerio de Propaganda y Esclarecimiento Popular de la Alemania nazi, en un
folleto de su autoría cuyo título es El objetivo de la guerra de la plutocracia mundial.
Publicación documental sobre el libro del Presidente de la Asociación Americana por la
Paz, Theodore Nathan Kaufman, «Alemania debe perecer» («Germany must perish»). En
él se presentaba a Kaufman como uno de los líderes judíos, muy conocido en los
Estados Unidos por integrar el grupo de consejeros de Roosevelt. El objetivo
propagandístico del escrito, según el análisis presentado por Enrique Luz, era el de
«vaciar de sentido la reunión de los líderes aliados, transformándola en una
maquinación judía». Dicha acusación se retomó en el panfleto con el título ¡Nunca!
[Niemals!], de Heinrich Goitsch, publicado en octubre o noviembre de 1944, con
una tirada de cerca de 400.000 ejemplares 173.
En una verdadera inversión de propósitos y acciones genocidas, el panfleto
alerta al pueblo alemán sobre el particular momento de derrota y sufrimiento
causado por los judíos que, desde los tiempos bíblicos hasta entonces, habrían
asesinado a varios pueblos:
El pueblo alemán debe saber que, en aquel momento, un sufrimiento inimaginable estaba por
abatirse sobre nosotros, alemanes. Seríamos desarmados, ocupados, expoliados económicamente,
divididos en pequeños estados, dominados y gobernados por los bolcheviques, americanos e ingleses,
obligados a enviar diez millones de hombres alemanes a la Unión Soviética y a otros países para realizar
trabajos forzados, obligados a enviar a nuestros niños, nuestros bienes más preciosos, a todo el mundo,
esterilizados por médicos judíos, castrados, convertidos en estériles, para que el pueblo alemán perezca
literalmente en algunas pocas décadas, obligados a renunciar al ideal nacionalsocialista que llevamos en
el fondo de nuestros corazones como el ideal del siglo.
La acusación de que los judíos manipulaban a los países aliados durante la
Segunda Guerra Mundial fue impresa en un póster publicado en la Francia
ocupada en 1942. Por detrás de las banderas de Gran Bretaña, Estados Unidos y la
Unión Soviética, emerge la figura de un gordo judío, elegantemente vestido, que
demuestra ser un hombre de gran influencia política y de importante posición
económica. Como en la mayoría de las imágenes de propaganda nazi, una estrella
de David —esta vez colgada en una enorme cadena de reloj— lo identifica como
judío, no ortodoxo, adaptado a la vida americana. Las tres banderas forman una
especie de cortina usada para cubrir al ilustre señor que espía, poderoso,
esperando para entrar en escena174.

Detrás de las potencias enemigas, el judío, póster dibujado por Bruno Hanisch, París,
1942.
Tal narrativa perdura hasta hoy, rehabilitada por el nuevo antisemitismo
que reverbera el odio y la intolerancia en este siglo XXI. Sus adeptos se apropian,
día tras día, de acusaciones panarabistas, antisionistas y antiamericanistas que
tienen eco en los conflictos entre Israel y Palestina. Es un discurso que sobrevive,
en gran parte, alimentado por vídeos, fotografías, caricaturas y textos periodísticos
con opiniones generalizadas sobre la crisis en Oriente Medio que tiene en los
Estados Unidos a un tradicional mediador.
Retomando algunos registros históricos: en junio de 1937, el diplomático
Oswaldo Aranha (1894-1960) —embajador de Brasil en los Estados Unidos entre
1934 y 1937— le escribió a Getúlio Vargas comentando sobre la Guerra Civil
española (1936-1939). A pesar de ser visto, todavía hoy, como un arduo defensor
de las relaciones brasileñas con los Estados Unidos y además de haberse hecho
amigo personal del presidente Roosevelt, Aranha insistía en la idea de que «existía
una fuerza internacional que, más rica, más activa y más astuta, terminaría
dominando a los americanos». Esa fuerza, en su opinión, era el judaísmo, que
estaba controlando a los Estados Unidos, y que llevaría al país hacia el lado donde
estuviese el interés de los judíos. Concluyó que todo era «obra de la opinión judía y
de la presión obrera», acusación en boga en los discursos de grupos de derecha y
de varios intelectuales católicos brasileños175.
La imagen de los Estados Unidos representada por la figura caricaturizada
del «Tío Sam» —en cuanto protector de los judíos— fue una constante en las
revistas ilustradas brasileñas de las décadas de 1930 y 1940, entre ellas la revista
Careta. En la portada del ejemplar del 30 de abril de 1938, por ejemplo, la figura del
«Tío Sam» espía, sin objetivo aparente, a un grupo de israelíes que, arrinconados,
se cobijan bajo un paraguas representado con el dibujo de las banderas de los
países latinoamericanos, entre ellos Brasil. El título de la caricatura es «Seno de
Abraham», remitiendo al lector a la red de relaciones entre Estados Unidos y los
judíos. Fuera de escena, el «Jeca» brasileño176 —representación inspirada en la
figura estereotipada del campesino pobre e ignorante que vive en el interior
brasileño— dialoga con «Jacobo» (un refugiado judío con nariz aguileña y ojos de
«ave de rapiña»), elogiando la camaradería de los Estados Unidos que, en aquel
momento, incentivaba en la Liga de las Naciones el acogimiento de los judíos
expulsados y/o perseguidos por el nazismo. El subtítulo ironiza sobre el hecho con
el siguiente comentario: «Sí, sí, ¡pero el paraguas no es suyo!». El tema de los
Estados Unidos en cuanto nación protectora de los judíos es retomado pocos meses
después por el mismo periódico que, en la portada, muestra a niños, viejos y
adultos inmigrantes entre maletas, artefactos domésticos, ropas y baúles,
empujándose en busca de espacio dentro del sombrero y del paraguas del «Tío
Sam». La inseguridad y la angustia marcan la mirada sin dirección de los
personajes judíos creados por el caricaturista J. Carlos 177.
En la década de 1990, la reverberación del mito puede identificarse en los
escritos del revisionista Siegfried Ellwanger Castan (1928-2010), quien, en varias de
sus obras, reproduce la lógica racista y conspirativa adoptada por los grupos de
extrema derecha. Castan fue un insistente defensor del mito de la conspiración
judía capitaneada por los Estados Unidos para la destrucción del mundo 178.
In re incerta, caricatura publicada en la revista Careta. Río de Janeiro, núm. 1.591,
diciembre de 1938 [portada]. Biblioteca Nacional, Río de Janeiro.
Ni siquiera el fatídico 11 de septiembre de 2001 escapó al discurso
antisemita, disfrazado de antiamericanismo. Tras el atentado terrorista al World
Trade Center (Nueva York) y al Pentágono (Washington), varios intelectuales,
periodistas y universitarios (incluso brasileños) celebraron el terror con buenas
dosis de antisemitismo. Al intentar revelar la vulnerabilidad del imperialismo
americano y acusar a Israel de «terrorismo» y «genocidio», esos ciudadanos
rompieron uno de los huevos de la serpiente. El impacto estético de las torres
perforadas por los aviones sobrepasó el concepto de acto terrorista. Entre los
rumores que circulaban sobre lo ocurrido llegué a oír, proveniente de un grupo de
universitarios, que los judíos e Israel estaban involucrados en aquel acto, ya que
aquel 11 de septiembre «varios miembros de la comunidad judía no habían ido a
trabajar al World Trade Center», lo que explicaría el pequeño número de judíos
que murieron en el atentado.
Acusaciones como esas sirven para demonizar aún más a los Estados
Unidos, a Israel y a los judíos, valiéndose de imágenes que muestran el sufrimiento
del pueblo palestino, principalmente a través de fotografías, muchas veces
manipuladas y descontextualizadas. Se suma aquí el concepto deformado de
sionismo usado de forma generalizada por los medios de comunicación que
presentan a Israel como «punta de lanza del imperialismo yankee en Oriente Medio,
simple instrumento para la opresión del pueblo árabe por los americanos», como
muy bien definió Moisés Storch en un artículo publicado el 20 de septiembre de
2001179. Desde su punto de vista, la prensa ignora ciertos hechos históricos y, de
forma apresurada, usa a la población árabe de Palestina, en el transcurso de más de
medio siglo de su sufrida historia, como carne de cañón para los intereses de los
regímenes árabes más autoritarios y reaccionarios. Storch establece un contrapunto
entre la ideología sionista y la ideología panarabista, a la que caracteriza como:
desarrollada para perpetuar su opresión sobre vastas poblaciones desposeídas y oprimidas por
pequeñas pero poderosas élites y castas, han manipulado sus sistemas de (des)información y
(des)educación para atribuir a la «entidad sionista» (el Pequeño Satán) y a los Estados Unidos (el «Gran
Satán») el origen de todos los males, desviando la atención de los pueblos sobre los orígenes reales de su
miseria180.
El gobierno de Irán ha expresado con énfasis, de forma persistente y
peligrosa, el carácter de las relaciones entre los Estados Unidos y el Estado de
Israel, valiéndose del humor y del sarcasmo para reforzar los mitos antisemitas.
Muestra de esa incitación al odio son las caricaturas presentadas en el concurso y
exposición inaugurados en el Museo Palestina, en Teherán, el 15 de agosto de 2006.
Bajo la curaduría de Masud Shoyai Tobatai, director de la Casa de la Caricatura de
Irán, fueron seleccionados 204 trabajos de caricaturistas de diferentes países: Brasil,
Bélgica, Bulgaria, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, España, Holanda y
Noruega, entre otros. Entre los nombres, cabe mencionar la participación del
italiano Alessandro Gato, del americano Matt Gaver, del ruso Raul Erkimbaiev y
del brasileño Carlos Latuf.
La demonización de los Estados Unidos y del Estado de Israel queda
explícita en la caricatura del ruso Raul Erkimbaiev, compuesta por un judío
(simbolizando al Estado de Israel) y una «Estatua de la Libertad» (simbolizando a
los Estados Unidos). Ambos personajes tienen manos en forma de garras, rasgos
que les atribuyen una identidad animalesca, monstruosa. El judío, la figura en
primer plano, camina cuidadosamente de puntillas, lanzando bombas sobre una
ciudad delineada por varios templos religiosos. En uno de sus brazos lleva una
banda con el símbolo de un engranaje que nos recuerda una esvástica nazi. Su
rostro se halla totalmente deformado por su nariz aguileña, labios gruesos y ojos
saltones, como si fuese un ave de rapiña. Lleva un casco del que salen dos peiot
(plural de la palabra hebrea pe’ah que designa los rulos en los laterales de los
cabellos característicos de los judíos ortodoxos), que terminan en forma de punta
de lanza. A la derecha, varios edificios en ruinas y un cementerio completan el
escenario de tragedia y muerte. Las oscuras columnas de humo se diluyen para
formar la «Estatua de la Libertad» que emerge detrás del judío (Israel), afirmando
la imagen de Israel como «punta de lanza del imperialismo yankee en Oriente
Medio»181.
Caricatura antisemita del ruso Raul Erkimbaiev presentada en la exposición
realizada en Irán en 2006.
La «Estatua de la Libertad», coronada por la diadema de siete espigas, tiene
sus símbolos cuidadosamente deformados por el autor de la caricatura: la
tradicional antorcha fue dibujada con la forma de un hueso en llamas que ayuda a
incendiar las bombas lanzadas por Israel. El libro que sostiene en su mano
izquierda está identificado como Talmud, completando así los tres símbolos
masónicos idealizados por Frédéric Auguste Bartholdi, escultor de la verdadera
Estatua de la Libertad (inaugurada en 1886 y ofrecida a los Estados Unidos como
un regalo de los franceses): la antorcha, el libro y la diadema de siete espigas.
Ignorar y manipular los hechos históricos es parte de la estrategia discursiva
de los creadores de mitos, que no dudan en inventar situaciones para que, de esa
forma, se fijen sus mensajes y se desvíe la atención hacia otros focos de tensión.
Samuel Feldberg, a quien mencionamos anteriormente, da algunos ejemplos en esa
dirección, al demostrar que las relaciones entre Estados Unidos e Israel solo
empezaron a estrecharse «después de la Guerra de los Seis Días, en 1967, y dentro
del contexto de la Guerra de Vietnam y de la Doctrina Nixon, cuando los Estados
Unidos pasaron a apoyar a varias regiones del mundo, aunque sin envío de
tropas». Como ejemplos de estas divergencias, relaciona un conjunto de hechos:
que el presidente Truman enfrentó una fuerte oposición del Departamento de
Estado y del Pentágono, pese a que los Estados Unidos habían apoyado la creación
del Estado de Israel; que Israel luchó con armamento francés en la Guerra de los
Seis Días; que en 1973, en la Guerra de Yom Kippur, los americanos apoyaron a
Israel tan solo para contrarrestar el apoyo de la ex-URSS a los árabes; y que los
Estados Unidos habrían presionado e impedido a Israel reaccionar durante la
Guerra del Golfo, en 1991, cuando Iraq lanzó misiles contra su territorio 182.
Hechos como estos sirven para fortalecer las acusaciones de que los judíos
—por su poder conspiratorio y capacidad de liderazgo— manipulan a los Estados
Unidos manteniendo en Washington un lobby pro Israel. Vuelve a circular la
tradicional acusación del antisemitismo moderno de que los judíos forman un
«Estado dentro del Estado», expresión identificada en los discursos inquisitoriales
accionados para justificar la persecución a los judíos en la península ibérica entre
los siglos XV y XVIII, principalmente. En pleno siglo XXI, se constata que ocurre una
inversión en el abordaje acusatorio, actualizando el mito: se afirma que los Estados
Unidos son manipulados por los judíos, dirigidos por una organización
ultrasecreta llamada Kahila o «cerebro diabólico», compuesta por trescientos
diablos o representantes de Satán, según la versión propagada por Fahti-el-Ibyari.
Según Bila Sorj, una de las principales estudiosas del antisemitismo en el siglo XXI,
ese flujo de imágenes estereotipadas sobre los judíos es producido, principalmente,
por los medios de comunicación de Arabia Saudí, de Jordania, del Líbano y de
Egipto. Esos países concentran sus críticas en los judíos, buscando desviar la
atención del mundo occidental hacia otros focos de tensión, evitando así la crítica
interna a los regímenes políticos vigentes183.
Los propagadores del mito suelen omitir el hecho de que gran parte de los
americanos se identifican con los valores éticos y morales defendidos por el
judaísmo, entre ellos: los ideales de justicia, la beneficencia, la dignidad humana y
la democracia. Recordemos que los Estados Unidos acogen, desde hace algunos
siglos, a la mayor comunidad judía del mundo fuera de Israel, cuyos primeros
miembros llegaron allí en 1654, con el objetivo de echar raíces. En los años 30 y 40,
los refugiados del nazismo, y en la posguerra los supervivientes del Holocausto y
judíos fugitivos de países árabes, encontraron abrigo en tierras americanas,
integrándose en los más diversos segmentos de la sociedad. Actualmente, más de
cinco millones de judíos viven en los Estados Unidos, concentrándose buena parte
en Nueva York, que posee la segunda mayor sinagoga del mundo. Por lo tanto, la
conexión de los judíos con los Estados Unidos nació hace muchos siglos.
170 Samuel Feldberg, Estados Unidos e Israel: uma aliança em questão, São Paulo, Hucitec, 2008.
Véase también:
https://www.researchgate.net/publication/33760849_Estados_Unidos_da_America_e_Israel_uma_alia
nca_em_questao.
171 «EUA denunciam a escalada de ódio contra judeus e muçulmanos», en Portal Terra, 20 de
mayo de 2013, http://noticias.terra.com.br/mundo/estados-unidos/eua-denunciam-escalada-do-odio-
contra-judeus-e-muçulmanos,4dcaaa33a92ce310VgnCLD2000000ec6eboaRCRD.html.
172 Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza Editorial, 2006.
173 Enrique Luz, op. cit.
174 Ibídem.
175 Cartas de Oswaldo Aranha, embajador de Brasil en Estados Unidos, a Getúlio Vargas,
presidente de Brasil. Washington, 10-05-1937, 19-05-1937 y 04-06-1937, pág. 2. Carpetas OA 37.05.19; OA
37.05.19; y OA 37.06.04/3. CPDOC/RJ [la cursiva es nuestra].
176 Al igual que Macunaíma —personaje de la novela homónima de Mário de Andrade—, la
figura de Jeca Tatu se transformó en uno de los iconos de la brasilidad. Idealizado por Monteiro Lobato,
reconocido autor y editor brasileño que, en 1914, publicó en el periódico O Estado de S. Paulo el artículo
«Urupês», refiriéndose a ese personaje como una «plaga» a combatir por incendiar los bosques
brasileños, por ser perezoso y un parásito. En 1918, Jeca Tatu fue utilizado como personaje símbolo de
una campaña sanitaria en el interior de Brasil, y también para ilustrar las campañas publicitarias de un
«milagroso fortificante»: el Biotônico Fontoura.
177 Revista Careta, Río de Janeiro, núm. 1.558, abril de 1938 [portada]; núm. 1.591, diciembre de
1938 [portada]. B.M.M.A/SP.
178 En 1986, Siegfried Ellwanger Castan fue denunciado a la Coordenadoria das Promotorias
Criminais (Fiscalías Criminales) de Porto Alegre (Brasil) por instigar al odio a través de las obras
publicadas por la editorial Revisão, de su propiedad. Es de su autoría: Holocausto Judeu ou Alemão?, Nos
Bastidores da Mentira do Século; de Sérgio Oliveira, Hitler Culpado ou Inocente?, y Os Protocolos dos Sábios de
Sião, con prefacio de Gustavo Barroso. Nuevas denuncias en 1990 llevaron a la instauración de una
investigación policial, remitida al Ministerio Público, y, en 1995, fue juzgado y absuelto en primera
instancia. Un año después fue condenado por unanimidad por los «Desembargadores» de la 3.ª Cámara
Criminal del Tribunal de Justicia del Estado de Río Grande do Sul. Una nueva denuncia fue recibida en
1998, y culminó con su condena a dos años de reclusión por crimen de racismo. Castan entonces apeló,
argumentando que los judíos son una etnia y no una raza, y que por lo tanto antisemitismo no es
racismo. Su apelación, sin embargo, fue denegada, y la condena fue reiterada por el Tribunal Superior
Federal en 2003.
179 Moisés Storch, «A Satanização dos Estados Unidos e de Israel e a Manipulação do
Sofrimento Palestino», publicado el 20 de septiembre de 2001 en el sitio de Paz Agora;
http://pazagora.org/2001/09/a-satanizacao-dos-estados-unidos-e-de-israel-e-a-manipulacao-do-
sofrimento-palestino/.
180 Ibídem.
181 Ibídem.
182 Samuel Feldberg, «Israel y EUA», ponencia proferida durante el ciclo Israel e o Mundo,
Centro da Cultura Judaica, São Paulo, 10/09/2013. Cfr.
https://coletivojudaico.wordpress.com/category/centro-de-cultura-judaica/page/2/.
183 Apud Bila Sorj, «Anti-semitismo na Europa Hoje»,
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Representación del mito
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133.
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títulos de la colección Ediciones Toledo. Madrid, 1941, 71 págs. Colección
Tucci/SP.
Autor no identificado, mapamundi decorado con símbolos masones, póster
núm. 64 de la serie «Erblehre und Rassenkunde» (Theory of Inheritance and Racial
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Panel usado en la exposición antibolchevique en la Francia ocupada por los
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«El Bautismo no lo ha convertido en un buen judío», dibujo de Flips
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Sobre la autora
Historiadora y profesora asociada del Departamento de Historia de la
FFLCH, Universidad de São Paulo, acreditada en los siguientes Programas de
Posgrado de la Universidad de São Paulo: Historia Social de la FFLCH / USP;
Derechos Humanos de la Facultad de Derecho São Francisco / USP; y Lengua
Hebrea y Árabe, FFLCH / USP. Coordinadora del LEER —Laboratorio de Estudios
sobre Etnicidad, Racismo y Discriminación del Departamento de Historia, donde
desarrolla el proyecto Arqshoah —Archivo Virtual sobre el Holocausto y el
Antisemitismo.
AUTORA DE LOS LIBROS: Cidadão do Mundo. O Brasil diante do Holocausto e dos
Judeus Refugiados do Nazifascismo (1933-1948) (Perspectiva, 2011). Publicado en alemán
por la LIT Verlag bajo el título: Weltbürger. Brasilien und die Jüdischen Flüchtlinge 1933-
1948 (trad. de Marlen Eckl); Brasil Judaico, Mosaico de Nacionalidades (Maayanot, 2013);
Preconceito Racial em Portugal e Brasil Colônia. Os Cristãos-novos e o Mito da Pureza de
Sangue (3.ª ed., Perspectiva, 2005); O Anti-semitismo na Era Vargas: Fantasmas de uma
Geração (3.ª ed., Perspectiva, 2001); Brasil, Refúgio nos Trópicos. A Trajetória das Judeus
Refugiados do Nazi-fascismo (Estação Liberdade, 1997); Livros Proibidos, Idéias Malditas
(2.ª ed., Ateliê Editorial, 2002); O Veneno da Serpente: Reflexões sobre o Moderno Anti-
semitismo no Brasil (Perspectiva, 2003); Holocausto. Crime contra a Humanidade (Ática,
2000); O Racismo na História do Brasil: Mito e Realidade (8.ª ed., Ática, 1999).
ORGANIZADORA DE LAS COMPILACIONES: Histórias Migrantes, Caminhos Cruzados,
en coautoría con Sedi Hirano (Humanitas, 2016); Recordações dos Primórdios da
Imigração Judaica em S. Paulo (Maayanot, 2013); As Doenças e os Medos Sociais, en
coautoría con Yara Monteiro (UNIFEST, 2012); Tempos de Fascismos, en coautoría
con Federico Croci (Edusp, Arquivo Público do Estado, Imesp, 2009); Imigrantes
Japoneses no Brasil, en coautoría con Márcia Yumi Takeuchi (Edusp, Fapesp, 2008);
O Anti-semitismo nas Américas. História e Memória (Edusp, 2008); Minorias
Silenciadas: História da Censura no Brasil (2.ª ed., Edusp, Fapesp, 2002); Ensaios sobre a
Intolerância. Inquisição, Marranismo e Antisemitismo, en coautoría con Lina
Gorenstein (Humanitas, 2002).
COORDINADORA DE LAS COLECCIONES: Histórias das Imigrações (Edusp); Série
Inventário Deops (Humanitas); Histórias da Repressão e da Resistência
(Humanitas); Histórias da Intolerância (Humanitas); Testemunhos (Humanitas).
Título original de la obra:
Dez mitos sobre os judeus
Edición en formato digital: 2016
Ilustración de cubierta: Caricatura del judío errante aparecido en Journal pour rire, núm 36, 5 de
junio de 1852.
© Maria Luiza Tucci Carneiro
© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2016
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
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ISBN ebook: 978-84-376-3589-7
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