Introducción A La Historia de La Revolución Francesa - Michel Vovelle Cap 2

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Introducción a la historia de la Revolución francesa – Michel Vovelle

Capítulo 2 “La revolución burguesa”

 De 1789 a 1791: la Revolución Constituyente:

¿Se trata de una sola o tres revoluciones? En el 89’ se puede hablar de tres: una revolución
institucional o parlamentaria, una revolución urbana o municipal y una revolución campesina.

Los Estados Generales se inaugurarán el 5 de mayo de 1789. El 9 de Julio se proclamaban


Asamblea General Constituyente (inicio de la revolución institucional, se da una ruptura); la
victoria del pueblo asegura el éxito del movimiento. Estos tres meses decisivos asistieron a la
maduración de los elementos de una situación explosiva. La campaña electoral había dado al
pueblo francés el derecho a hablar. El ceremonial de apertura de los Estados Generales parecía
poco idóneo para responder a estas esperanzas, pero a propósito del problema del voto por
cabeza o por orden, el Tercer Estado afirmaba su voluntad de mostrar a los privilegiados el sitico
que entendía corresponderle. El 20 de junio del 89’, los diputados del Tercer Estado juraron no
escindirse jamás hasta que se establezca la Constitución. La sesión real confirma la determinación
del Tercer Estado que responde que la nación reunida no puede recibir órdenes. No obstante
haberse denominado Asamblea Nacional y haber obligado a las ordenes privilegiadas a sentarse
con ellos, los diputados sentían la precariedad de su situación, cuando se perfila la contraofensiva
real, la concentración de tropas en Paris y la destitución del ministro Necker. Pero entonces es el
pueblo de París quien toma el relevo, quien se dota de una organización revolucionaria (revolución
urbana). A partir de los primeros días de junio la burguesía parisiense echa las bases de un nuevo
poder y el pueblo de París comienza a armarse. El aumento de las dificultades llevo a la jornada
decisiva del 14 de julio en la que el pueblo se apodera de la Bastilla. El alcance de este episodio
trasciende el mero hecho, para convertirse en el símbolo de la arbitrariedad real y del Antiguo
Régimen que se hunde.
A partir de esta serie de acontecimientos se puede juzgar cual era el nexo entre la revolución
parlamentaria en la cúspide y la revolución popular en la calle. La burguesía era reservada ante la
violencia popular y las brutales formas de lucha por el pan. Pero hay más que una coincidencia
(ambas se apoyaban ante un enemigo común). Gracias a la intervención popular la revolución
parlamentaria pudo materializar sus éxitos. Del mismo modo las jornadas de octubre han
significado un frenazo a la reacción que se había proyectado.

La presión popular disto mucho de ser solo parisense, pues fueron muchas las ciudades que
hicieron su revolución municipal, a veces pacifica, a veces violentamente. Lo que se ha dado en
llamar revolución campesina (3°rev) no es solo un eco de las revoluciones urbanas. Es evidente
que tiene su ritmo propio y sus objetivos de guerra específicos. Las rebeliones agrarias se habían
extendido en muchas regiones constituyendo una ola anti nobiliaria en la que ardían castillos, ola
violenta pero raramente sangrienta. En este contexto de rebeliones localizadas, la segunda
quincena de julio asiste al nacimiento de un movimiento a la vez próximo y diferente: el Gran
Miedo.

Este pánico colectivo se inscribe como el eco de las revoluciones urbanas que el campo devuelve
deformadas. Los aldeanos corren a las armas ante el anuncio de peligros imaginarios. Propagado
por contacto, este temor se disipa pronto, pero en unos pocos días llega a confines del reino. El
provoca la sublevación agraria y se prolonga en el pillaje de castillos y la quema de títulos
señoriales. El Gran Miedo es mucho más que un movimiento surgido desde el fondo de los
tiempos, pues hace concreta la movilización de las masas campesinas y simboliza su ingreso oficial
en la Revolución.
El realismo de algunos nobles liberales será el origen de la iniciativa en la que los privilegiados
hicieron sacrificio de su condición, y que vio cómo se destruían la sociedad y las instituciones del
Antiguo Régimen.

Se ha presentado el periodo que va desde el final del 89’ a principios del 91’ como la oportunidad
que tuvo la burguesía para alcanzar sus objetivos, la realización pacifica de los elementos de un
compromiso por el cual las elites, antiguas y nuevas, se habrían puesto de acuerdo a fin de sentar
las bases de la sociedad francesa moderna.

Las conquistas más importantes son el fruto de la presión revolucionaria de las masas. La
realización del nuevo sistema político, revelo la existencia de tensiones cada vez más grandes. La
mejora de la situación económica contribuyo a aflojar las tensiones de las masas populares, pero
el año feliz no podía ser otra cosa que un paréntesis. Así, pudo la burguesía revolucionaria echar
las bases esenciales del nuevo régimen.

La destrucción del Antiguo Régimen social se condujo con energía en la noche del 4 de agosto. La
denuncia del feudalismo llevo a una moción general que tendía a destruir el conjunto de las cargas
feudales y de los privilegios. Esta fecha presenta el aspecto de una incitación colectiva, en que
nobles y eclesiásticos abandonan sus privilegios. El decreto final declara que la Asamblea Nacional
elimina el sistema feudal en su conjunto; sim embargo, introduce distinciones sutiles entre
derechos personales y los derechos reales. A pesar de esta distinción, la noche del 4 de agosto
establecía las bases de un nuevo derecho civil burgués, fundado en la igualdad y la libertad de
iniciativa. Así la violenta oposición del campo impondrá la abolición lisa y llano de los restos del
sistema feudal. Había que reconstruir sobre la base de una tabla rasa. Entre el 89‘y 91’ (gobierna)
la Asamblea Nacional Constituyente preparo la nueva Constitución destinada a regir los destinos
de Francia. El 26 de agosto se anunciaban los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

La elaboración de la nueva Constitución no se realizó en un clima de serenidad. Durante este


periodo constituyente veía la luz un nuevo estilo de vida política. Se estructura una clase política
dividida en tendencias, en partes: los aristócratas a la derecha, los monárquicos en el centro, los
patriotas (son burgueses jejejojo, - contradicción) a la izquierda. En sus senos se imponen líderes y
portavoces.

La discusión de la futura Constitución ocupo una gran parte de las sesiones de la Asamblea, en
cuyo transcurso las oposiciones se cristalizaron en cuestiones cruciales, como el problema del
derecho de paz y de guerra, o el del derecho de veto. Pero, las necesidades del momento
condujeron a la Asamblea Constituyente a comprometerse en experiencias inéditas. Fue así como
la crisis financiera, herencia de la monarquía del Antiguo Régimen, pero no resuelta, llevo a la
experiencia monetaria de los asignados, papel moneda respaldado por la venta de la propiedad
eclesiástica nacionalizada en beneficio de la nación. La Asamblea tuvo que proporcionar al clero un
nuevo estatuto, que abría de tener enormes consecuencias. La aventura de los asignados a partir
de la primavera de 1790, tendría graves consecuencias inmediatas. Su rápida depreciación y la
inflación que de ello derivo, constituirán un elemento esencial de la crisis socioeconómica
revolucionaria. Por otra parte, la venta de los bienes del clero también resulto preñada de graves
consecuencias. Esta expropiación colectiva del 6 al 10% del territorio nacional. Las ventas ligaron
indisolublemente a la causa de la Revolución al grupo de los compradores de bienes nacionales. La
venta de los bienes nacionales y la constitución civil del clero, provocaron un profundo cisma en
toda la nación. Cuando el papa Pio VI condeno el sistema se produjo un cisma que opuso a
sacerdotes y clero constitucional por un lado y por otro, a los llamados refractarios. Entre unos y
otros se abrió un abismo inzanjable. Quedaban trazadas por mucho tiempo las zonas de fidelidad
o de abandono religioso.

La idea de conmemorar la toma de la Bastilla partió de las provincias, pero los parisenses la
hicieron suya. Las provincias festejaron la fraternidad de los guardias nacionales, la fiesta
parisense constituyó la demostración más acabada y espectacular de lo que se puede llamar el
carácter colectivo de la revolución burguesa.

 La escalada revolucionaria (1791-1792)

Un año después, esta ficción de unanimidad ya era inadmisible. El 17 de Julio del 91’, el campo de
Marte es escenario de una masacre en la que, en virtud de la ley marcial, la guarda nacional
ametralla a los peticionarios el Club de los Cordeleros, que solicitaban la destitución del rey Luis
XVI. Entre la revolución constituyente burguesa y la revolución popular se abría un abismo que en
el futuro sería cada vez mayor. (esta sería la 1° ruptura: entre los grupos burgueses y los sectores
populares)

Entre 1791 y la caída de la monarquía, la marcha revolucionaria cambió de rumbo. Algunos


historiadores actuales han propuesto el tema del patinazo de la Revolución francesa. Para ellos, la
intervención de las masas populares urbanas o rurales en el curso de una revolución liberal que en
lo esencial había logrado sus objetivos escapaba al orden de las cosas. El miedo exagerado de una
contrarrevolución mítica había despertado los viejos demonios de los miedos populares y había
acelerado la revolución. A la inversa, torpezas del rey y las intrigas de los aristócratas habían
facilitado este patinazo. Vovelle aclara que este nuevo modelo no le satisface. Subestiman la
importancia del peligro contrarrevolucionario. La contrarrevolución en acción corre primero a
cargo del grupo de los emigrados. El movimiento empezó en el otoño de 1792 con la fuga de los
cortesanos y los príncipes de cuna, pero por entonces no era aún digna de consideración. Pero la
constitución civil del clero, y el agravio de los antagonismos, aumentaron sus efectivos entre el 90’
y 92’; la emigración se organiza alrededor del príncipe de Conde y en torno al conde de Artois, y
comienza a tejer toda una red de conspiraciones en el país, a fin de provocar levantamientos
contrarrevolucionarios; o con el propósito de organizar la fuga del rey. Las ciudades del Mediodía
fueron el terreno de duros enfrentamientos entre el 91’ y el 92’, testimonio de un equilibrio muy
precario entre revolución y contrarrevolución. La contrarrevolución disponía aún de muy sólidos
apoyos en el aparato del Estado.

En este contexto, la actitud del rey no carece de coherencia. Luis XVI se hallaba en el medio del
fuego cruzado de dos bandos de consejeros: Mirabeau, Lafayette, etc.; y los contactos de sus
familiares en el extranjero. El 20 de julio de 1792, la familia real en pleno abandona el palacio
disfrazada, pero en el camino el rey y su familia son reconocidos y detenidos. La fuga de Varennes
llena de estupor a los parisienses, y luego a Francia entera.
Como contrapartida de esta historia, se inscribe la de la politización y el compromiso creciente de
las masas urbanas y a veces de las rurales. Lo que más tarde se llamará sans-colotterie, se
constituye por etapas entre el 91’ y el 92’. El resurgimiento del malestar económico contribuyó
esta creciente movilización. Una mala cosecha en 1791, agravada por la especulación y por la
inflación dio renovado vigor a la reivindicación popular. Son estos los años en los que se lleva a
cabo la emancipación de los restos del derecho señorial. Entre el invierno de 1791 y el otoño de
1792 se suceden levantamientos campesinos cuya importancia no cede en nada a la del Gran
Miedo. En las llanuras de gran cultivo, grupos inmensos de campesinos se desplazan de un
mercado a otro para fijar un precio máximo. En todo el sudeste se saquean e incendian Castillos.

Esto, en cuanto al campo. En las ciudades y los burgos, los clubs y las sociedades populares se
multiplican. En Paris, el Club de los Jacobinos ha adquirido considerable predicamento, donde se
preparan las grandes decisiones. Este club ha superado victoriosamente la fuga de Varennes. El
método para conseguir adeptos es más selectivo. El gran aumento de volumen de la prensa es uno
de los elementos de esta politización acelerada.

¿Se apoyaba en la politización de las masas tanto la contrarrevolución como la revolución


radicalizada? Este es el verdadero dilema que se plantea a los líderes de la revolución burguesa a
finales del año 1792. Se admite la ficción de que el rey no se ha fugado por su cuenta, sino que ha
sido raptado.

La constitución e 1791 continua con una reorganización integral de las estructuras de la


administración, de la justicia, de las finanzas, y hasta de la religión. Es mucho más que un
documento de circunstancias; es la expresión más acabada de la revolución burguesa
constituyente en su ensayo de monarquía institucional.

Con este nuevo sistema se reunió la nueva asamblea, llamada Asamblea Legislativa. Muchos se
presentaron con la firme intención de clausurar la Revolución, o de quebrar la máquina de
insurrecciones. Resulta cómodo partir de la fórmula de Jerome Petion, alcalde de París, quien dijo
entonces: “la burguesía y el pueblo unidos han hecho la Revolución. Sólo su unión puede
conservarla”. Pero ¿de qué unión se trataba? Para determinados líderes, como Robespierre entre
los jacobinos y Marat en su diario; esta condición de supervivencia es mucho más que una simple
alianza de conveniencia. Los brissotins solo veían en ella una necesidad sufrida con impaciencia; la
unión será siempre equivoca, pues no comportante sus aspiraciones sociales y económicas, de
modo que muy pronto se abriría un abismo entre los unos y el otro.

El acelerador de esta evolución es la guerra. La constituyente a pesar de su declaración de paz en


el mundo, ya había chocado con la hostilidad de la Europa monárquica. Ocupados durante un
tiempo en otros frentes, los soberanos se pusieron de acuerdo en efectuar un llamamiento a las
potencias monárquicas a coaligarse contra el peligro revolucionario (aquí comienza una nueva
fase). Se trataba de un coincidencia equivoca que tenía como base presupuestos muy diferentes.
El rey y sus consejeros esperaban una fácil victoria de los príncipes. Solo Robespierre denunciaba
en la tribuna del Club de los Jacobinos los peligros de una guerra que sorprendería a la Revolución
francesa sin preparación adecuada, exaltaría el peligro de contrarrevolución y tal vez sacaría a la
luz a algún salvado militar providencia… El 20 de abril de 1792 se declaraba la guerra al rey de
Bohemia y de Hungría. En realidad, la Revolución se enfrentaba con toda una coalición que
asociaba Prusia, al emperador, Rusia y el rey de Piamonte.
La guerra obligo muy pronto al rey a quitarse la máscara y poner al descubierto sus armas, en
efecto, se negó a promulgar las decisiones de urgencia de la Asamblea y destituyó a su gabinete
brissotin. Pero las esperanzas del rey se vieron confirmadas, pues las primeras acciones resultaron
desastrosas para las armas francesas. El aumento de los peligros provoco en París una jornada
revolucionaria. En esa oportunidad, los manifestantes invadieron el palacio de las Tullerías e
intentaron intimidar al rey. Fue un fracaso, pero uno que anunciaba la movilización popular que se
estaba gestando. En el país se multiplicaron las declaraciones que pedían la destitución del rey. El
11 de Julio la Asamblea proclamaba a la patria en peligro y de las provincias llegaban batallones de
federales que subían a París.

En este verano caliente de 1792 se inscribe también uno de los giros más importantes en la
marcha de la Revolución. El frente de la burguesía revolucionaria deja de tener unanimidad ante el
movimiento popular que se moviliza para convertirse en la fuerza motriz de la iniciativa
revolucionaria. La burguesía girondina se sentiría tentada de unir sus fuerzas a la de los
sostenedores del orden monárquico. Pero ha perdido la iniciativa, que en la capital ha pasado a
manos de la Comuna insurreccional de París, con el apoyo de Marat, Danton o Robespierre.

La jornada decisiva es la del 10 de Agosto, en que se produce una insurrección preparada, durante
la cual los miembros de las secciones parisienses y los federados que habían llegado de las
provincias marchan al asalto de las Tullerías, de donde la familia real había huido. Tras una batalla
a muerte, la insurrección popular triunfa. La asamblea vota la suspensión del rey de sus funciones
y la familia real será encarcelada en la prisión del Temple. Se decidió la convocatoria a una
Convención Nacional elegida por sufragio universal, para que dirigiera el país, como después se
diría la Republica, y la dotara de una nueva Constitución. Se abría una nueva fase en la Revolución.
Esta etapa concluyo con dos acontecimientos espectaculares. La primera, el 20 de septiembre de
1792, asesto a los prusianos un golpe que detuvo su avance en Champaña. La batalla en Valmy
termino con la retirada del ejército prusiano. Las tropas francesas, todavía improvisadas, mal
entrenadas, sostuvieron a pie firme el choque con las tropas prusianas. Fue un éxito simbólico que
trascendió.

En contrapartida, las masacres de septiembre se inscriben en los anales de la Revolución como una
de sus páginas más sombrías. Esta reacción de pánico se explica en realidad por el doble temor de
invasión enemiga y de complot interior. El vacío de poder explica que la reacción de pánico se
desarrollara sin oposición. Una muchedumbre se lanzó sobre las prisiones de la capital y masacro a
unos 1500 prisioneros, aristócratas, eclesiásticos, junto con prisioneros comunes. Esta masacre
pretende ser la expresión de la justicia popular. Con el contraste entre estas dos imágenes se
cierra la fase de la revolución burguesa y de compromiso. Comienza una nueva etapa, en la que la
burguesía revolucionaria tendrá que entenderse con las masas populares.

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