Leyendas
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Aunque parecen perros, tienen los ojos rojizos, cascos de cabra y mucho pelaje. El “bueno”
deambula por las calles durante las madrugadas y ayuda a los borrachos a encontrar el
camino a casa sin que les suceda nada. Hay quienes dicen que hasta cuida a niños que están
solos por la noche.
El “malo”, sin embargo, tiene una mirada feroz y lame la boca de la persona y con eso la
maldice de forma en que nunca más vuelve a estar sobrio.
Por si fuera poco, queda condenado a que el cadejo lo aceche durante nueve días seguidos
hasta que finalmente muere.
Nadie puede tocar al cadejo, incluso algunos dicen que no lo llegan a ver, pero que
“sienten” su presencia y tienen la certeza de que está allí.
Foto: Archivo
También es posible que ambos cadejos deambulen juntos y al toparse con un borracho,
luchan entre sí, uno para protegerlo y otro para atacarlo.
El cadejo blanco, sin embargo, nunca cuidará a una persona que se emborrache con malas
intenciones.
La leyenda de la Siguanaba
Su historia se remonta a la época colonial; aunque en ese entonces se le conocía con otro
nombre: “sihuehuet”, que significa mujer hermosa. Se dice que ella tuvo un romance con
un dios llamado Tlaloc, con quien tuvo un hijo.
Sihuehuet nunca expresó amor por su pequeño y siempre fue mala madre. Debido a esto, el
dios se enojó y la maldijo con el nombre de Siguanaba; que significa lo contrario a su
nombre original: mujer horrible. ¡Pero no solamente fue el nombre! También la condenó a
tener un rostro horrendo y vagar por las calles.
Desde ese día; las personas cuentan que se aparece en las colonias por la noche. La leyenda
de la Siguanaba dice que ella usa un vestido transparente de color blanco y acostumbra
bañarse en piletas, tanques de agua o ríos mientras peina su cabellera negra con un peine de
oro.
Cuando están suficientemente cerca; ella quita el velo y deja al descubierto su horrible
rostro con apariencia de caballo, con ojos rojos y piel sumamente arrugada y verde. Sus
uñas crecen y además suelta una carcajada tenebrosa. Al abrir su hocico, suelta un olor
nauseabundo y es ahí donde roba el alma de su víctima.
El consejo de los hombres que la han visto, es portar un crucifijo o una medalla y al sentir
su presencia, morder el objeto y encomendarse a Dios.
Eso si, ¡nada te salvará del susto que te lleves si la llegas a encontrar!
La leyenda de la Llorona
La llorona es una mujer fantasmal que va por la calle buscando a sus hijos. Grita por las
noches, desesperada, y al no encontrarlos, llora con amargura. Su historia es una de las
leyendas más populares de Guatemala.
María era una bella joven de familia adinerada que tuvo la fortuna de casarse con un
hombre igual o más rico que ella, aunque bastante mayor. Su vida era muy cómoda, ya que
se dedicaba a derrochar el dinero de su esposo y siempre era el alma de las fiestas. Durante
sus años de matrimonio, ellos tuvieron dos hijos, sin embargo, ella no cambió su estilo de
vida y nunca se preocupó demasiado por cuidarlos.
Sin embargo, nada era suficiente y como no tenía una profesión, nadie le daba un trabajo.
Un día, María, decidió engañar a sus hijos y decirles que irían a pasear, en cambio, los llevó
a un río desolado y los empujó a la corriente donde murieron ahogados.
El remordimiento se apoderó de María y en su afán por reunirse con ellos, se lanzó al río.
Desde ese entonces, se dice que La llorona recorre las calles de Guatemala lamentando sus
decisiones y suplicando para encontrar a sus hijos. Algunos cuentan que cuando sus gritos
se oyen lejanos, en realidad es cuando más cerca se encuentra de ti.
Leyenda de El Sombrerón
Esta leyenda relata que si encuentras a un hombre de baja estatura, vestido de negro y
tocando su guitarra a mitad de la noche puedes estar frente al Sombrerón.
Esta leyenda antigua narra el ir y venir de un hombre de baja estatura que viste de negro,
tiene un sombrero grande y una guitarra bajo el brazo. Se le conoce también como
el Tzitzimit, que significa “duende”, pero casi todos le dicen «El Sombrerón».
Sus botas son ruidosas y el cincho es brillante, mientras su sombrero es tan grande que le
tapa casi por completo el rostro. Camina siempre durante la noche por los barrios
de Guatemala, en especial en noches de luna llena, acompañado de sus cuatro mulas y
realizando un estruendoso ruido al andar ya que no le interesa esconderse.
Su deseo es enamorar a las muchachas de ojos grandes y cabello largo. Las conquista
al cantarles rancheras con una hermosa voz que acompaña sus acordes. Al encontrar a la
mujer más bella, amarra a sus mulas que lo acompañan, toma su guitarra e interpreta las
mejores melodías para ella. Las mujeres inmediatamente quedan hipnotizadas.
Foto: Hemeroteca PL
Cuando logra encantar a alguien, toma la cabellera de la dama y le hace una enorme trenza.
Con este acto se roba el alma de la chica. Las mujeres no vuelven a dormir ni a comer,
hasta que mueren. Cuando una de sus “enamoradas” fallece, el Sombrerón se presenta en el
funeral y derrama lágrimas de cristal.
Cuenta la leyenda que este ser, es como un hombre pequeño que lleva un sombrero
enorme. Al Duende tiene el gusto de perseguir a los niños bonitos y en especial, los de
cabello rubio.
Cuando este peculiar ser hace uso de sus artimañas, una de las más infalibles es el uso de
regalos o juguetes que, les ofrece a los Niños que sin mucha demora, caen encantados y
atraídos a estos. Cuando el Duende ya los tiene muy distraídos, en un instante tomará a su
víctima y se lo llevará muy en lo profundo de los bosques o Selva donde jamás los
volverán a ver sus padres.
Se dice que si se logra rescatar a tiempo a los Niños del rapto de los Duendes, estos deben
ser bañados con Agua Bendita para protegerlos; de lo contrario, ellos se convertirán en
niños salvajes. Una manera de evitar que "el Duende" se robe a un Niño presa de este, es
cortar su cabello y así, él perderá interés en su víctima.
Leyenda de la Siguamonta
A finales del Siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la capital guatemalteca se expande y
crece más allá de los barrancos que la rodeaban y habían mantenido hasta cierto punto contenida
en lo que hoy son las zonas céntricas de la ciudad. Este crecimiento trae consigo horripilantes
sucesos y surge así la leyenda de la Siguamonta… Muchos confunden a la Siguamonta con la
Siguanaba, primero por el obvio parecido en los nombres, y también porque ambos nefastos
personajes suelen atraer a sus víctimas a sus muertes, aunque se valen para ello de estrategias
muy distintas, dirigidas contra una presa en especial: mientras la Siguanaba atrae a los hombres
mujeriegos, la Siguamonta hace lo propio con los niños curiosos y desobedientes. Y es que a
principios del siglo pasado, la ciudad no era para nada ruidosa –al menos no comparada con el
ensordecedor bullicio de estos días- y la rodeaban verdes barrancos repletos de vegetación y
animales. A falta de suficientes puentes y caminos, los habitantes solían atravesar los barrancos
para acortar las distancias entre una y otra zona. Es durante estos cortos trayectos entre los
matorrales que empezaron a suceder cosas horribles, pues varias personas salían y no volvían a
casa, solo para ser encontrados muertas algunas horas o incluso días después. Muchas de las
víctimas eran niños que presentaban múltiples heridas, pero no era claro si esos golpes habrían
sido propiciados por algún adulto o por el contrario los habrían sufrido al caer por el barranco. La
teoría más aceptada era que en los barrancos de la ciudad se escondían peligrosos y desalmados
bandoleros que aprovechaban para asaltar y despojar de sus pertenencias a quienes se
aventuraban a ingresar en sus profundidades con la esperanza de ganar algunas horas en su
recorrido. La mayoría de padres de familia prohibiría a los niños acercarse a los barrancos, pero su
naturaleza rebelde y curiosa los obligaba en muchos casos a desobedecer, formando pequeños
grupos para sentirse más seguros al momento de ingresar al barranco a investigar. En una ocasión,
uno de estos grupos formado por 5 niños entre los 8 y 13 años de edad, bajó por el barranco del
barrio Gerona que separa las zonas 1 y 5 de la capital para realizar su habitual recorrido de 2 horas
por los bordes de este barranco. Eran aproximadamente las 4 de la tarde y los niños ya casi
terminaban su recorrido, cuando escucharon el peculiar silbido de un pajarito: “Tutuiiit! Tutuiiit!
Tutuiiit!” Al no poder ver al ave que producía tan simpático sonido, los 2 chicos mayores de 12 y
13 años decidieron ir a investigar, avanzando algunos pasos. Cuando los chicos caminaban el ave
no producía ningún sonido, y cuando paraban repetía su silbido, como llamándolos: “Tutuiit!
Tutuiiit!”. Los chicos se alejaban cada vez más de los pequeños de 8 y 10 años, quienes los
llamaban a gritos para que no siguieran y que no los dejaran solos. En vano. Los chicos
desaparecieron detrás de unos arbustos y luego solo se escucharon sus gritos que se tragaban las
profundidades del barranco para terminar en un silencio sepulcral. Y entonces, nuevamente el
silbido: “Tutuiit! Tutuiiit!” esta vez muy cerca de los pequeños, que alcanzaron a ver al pequeño
pajarillo que parecía de oro al reflejar los últimos rayos del sol de esa tarde. Espantados, los
chiquillos corrieron fuera del barranco llorando y pegando de gritos de terror y de auxilio. Algunos
adultos que regresaban de sus faenas diarias los detuvieron y tras tranquilizarlos escucharon
incrédulos la historia que les contaban, pero al notar la ausencia de los mayores de 12 y 13 años
organizaron un grupo de búsqueda y rescate. Sus esfuerzos fueron infructuosos debido a la caída
de la noche, pero muchos hombres dijeron haber escuchado los silbidos a través del monte y
algunos incluso dijeron haber visto unos ojos brillantes que los observaban entre los arbustos.
Entre ellos, estaba un dominicano que huyó despavorido al sugerir que se trataba de la Ciguapa,
un fantasma que vive en cavernas y montes de aquella isla y baja a los ríos en busca de afecto y
protección. No fue sino hasta al día siguiente que pudieron encontrar los cuerpos de los niños. Es
así como de la fusión de la historia del pajarito visto por los niños y de la Ciguapa sugerida por el
dominicano surge la Siguamonta en el imaginario popular, como un ave endemoniado dorado y de
simpatiquísimo cantar que atrae a los niños curiosos y desobedientes hasta su muerte. La historia
de la Siguamonta recorrería toda la ciudad de Guatemala y sería transformada en incontables
versiones por padres angustiados que buscaban la manera de mantener a los niños lejos de los
barrancos. Hoy en día, aún hay quienes creen en la Siguamonta principalmente en el interior del
país, y sugieren que al escuchar el cantar de un pajarito deben ignorarlo y proseguir su camino
para evitar caer en su encantamiento potencialmente fatal.
El Carruaje de la Muerte
El carretón de la muerte Llegada la media noche, muchas personas del Centro Histórico escuchan
el roce de las ruedas de una carreta con el suelo. Hay quienes aseguran han oído hasta relinchar a
los caballos. Cuando la curiosidad hace que las personas vayan a ver, no ven nada, aunque
escuchan y hay quienes dicen sienten un aire extraño que pasa sobre sus cabezas porque este
carretón no roza el piso sino que vuela... La gente prefiere quedarse en su casa y solo escucharlo
pasar porque dicen que en ese carretón nos iremos todos, el dia que la muerte decida
trasladarnos al mas allá.
Tío Coyote y tío conejo
Yo me llamo Aurelio Sierra. Este era una vez un cuento. Le voy a relatar un cuento de tío
coyote y tío conejo.
Este era una vez un conejo muy travieso y andaba un coyote por ahí. Pues, una vez se
encontraron tío coyote y tío conejo y le dijo tío coyote a tío conejo:
—¡Ah! ¡Ora sí te como!
—¡Mira, no me comas! Estoy invitado a una boda y vamos. Yo también te invito. Y nada
más que te vas a poner aquí tocando el violín mientras que yo preparo los cohetes y cuando
oigas el primer cohete te sigues tocando fuerte.
Entonces el conejo se fue a preparar los cohetes y el coyote estaba toca y toca, y oyó el
primer cohete y el coyote comienza a tocar bastante fuerte. Y de una vez que le prendió
bien la mecha, el coyote salió corriendo porque se estaba quemando. Y el conejo se fue.
Al poco tiempo se encontró de nuevo tío coyote a tío conejo y le dijo:
—¡Ahora sí me... ahora sí te como! Es mucho lo que me has hecho.
Entonces estaba tío conejo arriba de un nopal de tunas. Entonces este... y le dijo:
—¡Ya no me comas! ¿Quieres una tuna? Están muy sabrosas.
Y el coyote como iba hambriento le dijo:
—Sí.
Que le echa la primera, pelada sin espinas. Se la comió. Que le echa la segunda. También,
se la comió. Toda la tercera, como ya el conejo estaba pensando irse, que le echa la, la tuna
con espinas. Entonces el coyote comenzó a renegar, y a quitarse las espinas y azotarse y
entonces el conejo salió corriendo.
Entonces se encontró de nuevo. A un tiempo se encontró tío coyote a tío conejo en una
laguna de agua y estaba de noche. Entonces la luna reflejaba bastante en el agua y formaba
como un queso. Entonces le dice tío conejo a tío coyote:
—¡No me comas! ¡Mira! Aquí hay un queso muy grande. Te lo regalo. Nada más lo que
tienes que hacer es sacar el agua de la laguna.
Entós este coyote comienza a tomar bastante agua, a beber y a beber. Por fin hasta que le
hizo mal y no lo... no se lo pudo comer. Entós fue el conejo de nuevo. Entós ya se encontró
en un frijolar, el conejo. Entós, y estaba un mono de cera allí. Entón le dijo este... el
conejo:
—¿Crees que no me vas a dejar comer frijol? ¡Sí, me dejas!
Como el mono no le respondía, no le hablaba, entón que le pega una patada y se quedó
atorado, y dice:
—Pos, me quedan las otras tres.
Que le pega otra patada y se queda atorado como antes, que le queda en la mano. Con las
manos le comienza a pegar, de las manos se quedó atorado. Pero todavía le falta la boca y
la cola y que le pega un colazo y se quedó pegado y le pega una cabezada también.
Entóns en eso llegó de nuevo tío coyote por allí y fue la oportunidad en que lo libró de allí.
Entonces de nuevo... entóns se fue, se fue corriendo el conejo espantado y con miedo. Pos,
encontró luego tío coyote a tío conejo. Entóns le dijo:
—¡No me comas! ¡Mía! Ora voy a andar en una... me voy a... Ora me dieron pa que yo
pasiara en avión. Si quieres yo también t'invito.
Entonces este...:
—¿Agarro de veras?
—Sí.
Entonces estaba un zopilote ahí que se han puesto de acuerdo con el tío conejo. Entós fue
cuando el coyote se subió arriba del zopilote. Entós volaron a altura, alta, y luego cuando
este... ya estaba en una altura muy alta, entós se pusieron de acuerdo el zopilote con tío
conejo que lo tenía que aventar, debía... para abajo.
Entonces agarró el coyote. Iba descuidado y que se hace un... se ladea bastante, que se cae.
Entón gritaba el coyote:
—¡Ábrete piedrita, que te desbarato!
Le gritaba a las piedras, y
—¡Ábrete piedrita, que te desbarato!
Y así terminó el cuento.
Leyenda de Pie de Lana
Según la tradición oral de la Ciudad de Guatemala, Pie de Lana fue un reconocido bandido
que robaba en las casas del Centro Histórico para favorecer a las personas que más lo
necesitaban, es decir que robaba para ayudar a los ciudadanos de escasos recursos.
Se colocaba varios pares de calcetines para protegerse del ruido. De esta forma, los dueños
de las casas no se daban cuenta del robo.
Según la historia novelada, con el producto de botín robado, Pie de Lana ofrecía ayuda a los
pobladores que lo necesitaran.