El Capital. Ensayos Críticos
El Capital. Ensayos Críticos
El Capital. Ensayos Críticos
EL CAPITAL
Ensayos críticos
Editorial Itaca
Este libro es resultado del proyecto de investigación “Teoría crítica en Méxi-
co. (Los casos de Mariflor Aguilar, Bolívar Echeverría y Adolfo Sánchez Váz-
quez)” del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tec-
nológica (papiit-403917) y el proyecto “Cine mexicano y filosofía” del Progra-
ma de Apoyo a Proyectos para la Innovación y Mejoramiento de la Enseñanza
(papime-400616), apoyados por la Dirección General de Asuntos del Personal
Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (dgapa-unam).
Presentación
Carlos Oliva Mendoza 9
La enajenación en El capital,
el caso del proceso de valorización
Sergio Lomelí Gamboa 117
Vuelta a las formas fundamentales
de la manufactura en los tiempos
de la flexibilidad en la producción
Norma Hortensia Hernández García 133
9
10 Carlos Oliva
De te fabula narratur!
(¡A ti se refiere la historia!)
La mercancía
El capital, quizá la obra más influyente en las ciencias socia-
les durante el siglo xx, cumple 150 años de haber sido impre-
sa en la ya lejana primera edición en alemán que Karl Marx
vio publicada en el año 1867. Este libro, referido por el filóso-
fo Bolívar Echeverría como la obra central dentro del Index
librorum prohibitorum del capitalismo, inicia con la siguien-
te frase: “La riqueza de las sociedades en las que domina el
modo de producción capitalista se presenta como un ‘inmen-
so almacenamiento de mercancías’, y cada mercancía como
la forma elemental de esa riqueza”.1 Por esta razón la inves-
tigación del capital se inicia con el análisis de la mercancía,
específicamente, con el análisis de la forma mercantil.
Una de las primeras preguntas que podemos hacer frente
al punto de partida que elije Marx es la siguiente: ¿por qué
no estudiar el mercado, concretamente, el sistema o dispo-
sitivo de relaciones que está acaso sustentando ese cúmulo
o almacenamiento de mercancías? Otra pregunta pertinente
sería: ¿qué hay detrás de una mercancía —más allá de esa
forma mercantil que atraviesa cada segundo de nuestras vi-
das en las sociedades capitalistas—, qué se oculta, qué se
reprime o qué estructura la propia forma de las mercancías?
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Karl Marx, “La mercancía”, Bolívar Echeverría (trad.), en Anales. Revis-
ta de la Universidad Central del Ecuador, núm. 354, febrero de 1976.
13
14 Carlos Oliva
2
Ibid., p. 7.
La forma espectral del capital 15
El espectro mercantil
Es del todo pertinente hacer el estudio del capital desde su
forma elemental, ese objeto de sentido cerrado en sí mismo,
monológico, la mercancía; incluso, el avance y la proyección
La forma espectral del capital 17
3
Ibid., p. 10.
La forma espectral del capital 21
Bibliografía
Marx, Karl, El capital. Crítica de la economía política. Libro
primero. El proceso de producción del capital. Volumen 1,
Siglo XXI, México, 2001.
, “La mercancía”, Bolívar Echeverría (trad.), en Ana-
les. Revista de la Universidad Central del Ecuador, núm.
354, febrero de 1976, consultado el 11 de febrero de 2019,
disponible en <http://www.bolivare.unam.mx/traducciones
/Marx,%20La%20mercancia.pdf>.
4
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El
proceso de producción del capital. Volumen 1, p. 8.
LA DINÁMICA FETICHISTA DE LA TÉCNICA
EN EL CAPITALISMO
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Para un recuento de las interpretaciones sobre el estatuto de la tecnolo-
gía en la obra de Marx, véase Donald MacKenzie, “Marx and the Machine”,
en Technology and Culture, vol. 25, núm. 3, julio de 1984.
23
24 Andrea Torres
2
Vladímir Ilich Lenin, Las tareas inmediatas del poder soviético, pp.
22-24.
La dinámica fetichista de la técnica en el capitalismo 25
3
Varias interpretaciones apuntan a esa idea; podemos citar al menos a
Moishe Postone, Anselm Jappe y el grupo Krisis quienes concuerdan en la
idea de que la técnica del capital es un elemento fundamental para entender
la crisis económica en la que se encuentra el capitalismo hoy en día. Kojin
Karatani ve a la “ganancia extraordinaria” y la plusvalía relativa como la
pulsión del movimiento del capital, y la tecnología como la herramienta prin-
cipal para obtenerla. Por su parte, Bolívar Echeverría propone un concepto
fundamental para entender el movimiento del capital: “la renta tecnológica”
(véase Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx). Con este concepto
Echeverría sostiene que la técnica es el dispositivo que le permite al capita-
lismo acabar con todos los resabios de formas de producción precapitalistas
—la renta de la tierra— y, en consecuencia, desvalorizar la naturaleza. Estos
autores coinciden al menos en dos puntos: por un lado, la técnica no es un
elemento neutral del capital, por otro lado, es el mecanismo principal para
desvalorizar el trabajo humano y la naturaleza.
26 Andrea Torres
4
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El
proceso de producción del capital. Volumen 2, p. 451 (cursivas del original).
La dinámica fetichista de la técnica en el capitalismo 27
5
Karl Marx, op. cit., p. 421.
28 Andrea Torres
6
La composición orgánica del capital es un proceso en desarrollo a través
del cual la proporción del capital invertido en medios de producción aumenta
La dinámica fetichista de la técnica en el capitalismo 29
lla cada vez más, puesto que, en cada ciclo, el capital invierte
más en medios de producción, y toda nueva técnica adoptada
excluye a grandes cantidades de trabajo humano del proceso
de producción.
Ahora, ¿por qué esta técnica toma una forma fetichista?
La sociedad capitalista es una sociedad fetichista en la que
los procesos subjetivos y objetivos se invierten; se caracteriza
por poner al sujeto como medio y al medio como sujeto. Esta
inversión logra que la lógica del valor se vuelva el sujeto de
la producción y que los seres humanos sólo sean medios para
la valorización del valor. Así pues, no sólo la mercancía y el
dinero operan de modo fetichista, también lo hace la técnica.
Este argumento, del cual Marx habla explícitamente en el ca-
pítulo primero de El capital y que retoma en el capítulo sobre
el dinero, se presenta en la sección sobre la producción de la
plusvalía relativa.
Las formas fetichistas del capital se naturalizan, es decir,
se presentan como si fueran “objetivas” y no sociales. Así, el
cambio tecnológico, el dinamismo técnico y el remplazo cons-
tante del trabajo humano por la tecnología (entre otros facto-
res) se presentan como parte de un desarrollo objetivo ajeno al
capitalismo y a toda decisión humana. La tecnología aparece
como un elemento neutral en el sistema capitalista. Sin embar-
go, invierte el lugar que tradicionalmente han ocupado el tra-
bajador y su instrumento. Permite, a través de las diferentes
modificaciones que describe Marx, que la máquina o el medio
de trabajo se autonomice, que imponga el ritmo, el orden, o que
simplemente realice la transformación de la materia misma.
El obrero, de esta forma, se convierte en un medio para que
la máquina haga su trabajo. Son claras las analogías de la
técnica con el dinero, si en un primer momento se presentan
estos dos elementos como medios, ya sea para la producción
o para el intercambio mercantil, en un segundo momento se
7
De ahí que Kojin Karatani llame a la plusvalía relativa la “pulsión” del
capitalismo industrial, utilizando el término psicoanalítico como un impulso
inconsciente e irracional: “Capital has to discover and create this difference
incessantly. This is the driving force for the endless technological innovation
in industrial capitalism; it is not that the productionism comes from people’s
hope in the progress of civilization as such” (Kojin Karatani, Transcritique.
On Kant and Marx, p. 11).
8
En efecto, una crítica de la técnica del capital supone que no sólo se ten-
drían que analizar las transformaciones del trabajo que ha producido el capi-
tal, sino también cuestionar la categoría de trabajo como el fundamento a tra-
vés del cual se mide la riqueza en el capitalismo. Véase Moishe Postone, Time,
Labor, and Social Domination. A Reinterpretation of Marx’s Critical Theory.
9
Para un estudio histórico del desarrollo del trabajo y de la técnica en
el capitalismo, véase Harry Braverman, Labor and Monopoly Capital. The
Degradation of Work in the Twentieth Century.
La dinámica fetichista de la técnica en el capitalismo 31
10
“[…] este paulatino acrecentamiento del capital constante en relación
con el variable debe tener necesariamente por resultado una baja gradual en
la tasa general de ganancia, si se mantienen constantes la tasa del plusvalor
o el grado de explotación del trabajo por parte del capital” (Karl Marx, El
capital. Crítica de la economía política. Libro tercero. El proceso global de la
producción capitalista. Volumen 6, p. 270).
32 Andrea Torres
11
Anselm Jappe, Las aventuras de la mercancía, pp. 131-132.
La dinámica fetichista de la técnica en el capitalismo 33
Bibliografía
Braverman, Harry, Labor and Monopoly Capital. The Degra-
dation of Work in the Twentieth Century, Monthly Review,
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Echeverría, Bolívar, El discurso crítico de Marx, Fondo de
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pat61skarlib.squat.gr/files/2012/01/mackenzie-marx-ma-
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Marx, Karl, Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política (Grundrisse) 1857-1858. Volumen 2, Si-
glo XXI, México, 1971.
, El capital. Crítica de la economía política. Libro
primero. El proceso de producción del capital. Vols. 2 y 3,
Siglo XXI, México, 2011.
12
Karl Marx, Elementos fundamentales para crítica de la economía políti-
ca (Grundrisse) 1857-1858. Volumen 2, p. 229.
, El capital. Crítica de la economía política. Libro
tercero. El proceso global de la producción capitalista. Vo-
lumen 6, Siglo XXI, México, 2011.
Postone, Moishe, Time, Labor, and Social Domination. A Re-
interpretation of Marx’s Critical Theory, Universidad de
Cambridge, Nueva York / Cambridge, 1993.
EL TOMO I DE EL CAPITAL:
APUNTES PARA ENTENDER EL TERRITORIO
MÁS ALLÁ DEL DESPOJO*
*
Trabajo realizado en el marco de los proyectos papiit (IN301115) y papime
(IN305811). Se agradece el apoyo prestado por la Dirección General de Asun-
tos de Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México
(unam).
**
Facultad de Filosofía y Letras, unam.
1
Facultad de Filosofía y Letras, unam [N. de los E.].
35
36 Efraín León
El tomo i de El capital
frente al despojo territorial neoliberal
Desde mi perspectiva, uno de los problemas —no el único—
que exige explicación en el presente, sobre todo en las econo-
mías periféricas, aunque también está presente en las centra-
les, tiene que ver con aquello que en términos de saber espon-
táneo se ha dado por nombrar como despojo territorial, el que
para muchos es la prueba fehaciente de que asistimos a una
fase histórica del propio capital caracterizada por acumular
mediante el despojo. Se trata de un tipo de procesos general-
mente reconocidos en los llamados conflictos territoriales, tan
repetidos en América Latina desde hace al menos dos déca-
das, que han configurado un extendido y profundo problema
2
Véase Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la econo-
mía política (Grundrisse) 1857-1858.
El tomo i de El capital 39
3
Efraín León, “Espacio histórico y praxis espacial en América Latina:
inflexiones en el campo de disputa geopolítica entre clases sociales”, en Efraín
León (coord.), Praxis espacial en América Latina. Lo geopolítico puesto en
cuestión.
4
Rogério Haesbaert, O mito da desterritorialização. Do “fim dos territó-
rios” à multiterritorialidade.
40 Efraín León
5
Véase Paul Mattick, Crisis económica y teorías de la crisis. Un ensayo
sobre Marx y la “ciencia económica”.
42 Efraín León
6
Véase Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la econo-
mía política (Grundrisse) 1857-1858.
El tomo i de El capital 43
7
Véase Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro pri-
mero. El proceso de producción del capital. Volumen 3.
46 Efraín León
8
Véase Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro pri-
mero. El proceso de producción del capital. Volumen 1.
48 Efraín León
Bibliografía
Echeverría, Bolívar, El discurso crítico de Marx, Fondo de
Cultura Económica / Itaca, México, 2017.
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El tomo i de El capital 49
es/65118166-Anuario-en-estudios-politicos-latinoamerica-
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tina: inflexiones
en el campo de disputa geopolítica entre
clases sociales”, en Efraín León (coord.), Praxis espacial en
América Latina. Lo geopolítico puesto en cuestión, unam /
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primero. El proceso de producción del capital, vols. 1-3, Si-
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Smith, Neil, Uneven Development. Nature, Capital, and the
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IMPLICACIONES DEL CONCEPTO
DE TRANSINDIVIDUALIDAD
Respuesta a Carlos Oliva
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Carlos Oliva, “La teoría crítica en la obra de Mariflor Aguilar”, en Juan
José Abud Jaso, Pedro Enrique García Ruiz y Carlos Oliva (eds.), Crítica, her-
menéutica y subjetividad. Estudios sobre la obra de Mariflor Aguilar Rivero.
2
Ibid., p. 218.
51
52 Mariflor Aguilar
3
Ibid., pp. 237-238.
4
Ibid., p. 217.
Implicaciones del concepto de transindividualidad 53
5
Idem.
6
Véase ibid., p. 220.
7
Ibid., p. 222.
8
Ibid., p. 223.
9
Ibid., p. 225.
54 Mariflor Aguilar
10
Ernesto Laclau, “Muerte y resurrección de la teoría de la ideología”, en
Los fundamentos retóricos de la sociedad, p. 23.
11
Ibid., p. 48.
12
Ibid., p. 50.
Implicaciones del concepto de transindividualidad 55
13
Idem.
14
Slavoj Žižek, “Introducción. El espectro de la ideología”, en Slavoj Žižek
(comp.), Ideología. Un mapa de la cuestión, p. 27.
15
Ibid., p. 24.
16
Étienne Balibar, La filosofía de Marx, p. 50.
17
Ibid., p. 48.
18
Véase ibid., p. 51.
56 Mariflor Aguilar
19
Idem.
20
Ibid., p. 89.
21
Véase Étienne Balibar, Masses, Classes, Ideas. Studies on Politics and
Philosophy Before and After Marx.
Implicaciones del concepto de transindividualidad 57
22
Slavoj Žižek, “Introducción. El espectro de la ideología”, en op. cit., p.
27 (cursivas mías).
23
Étienne Balibar, “Tres conceptos de la política: emancipación, transfor-
mación, civilidad”, en Violencias, identidades y civilidad. Para una cultura
política global, p. 38.
58 Mariflor Aguilar
24
Véase Étienne Balibar, “Las identidades ambiguas”, en Violencias,
identidades y civilidad. Para una cultura política global.
Implicaciones del concepto de transindividualidad 59
25
Véase Étienne Balibar, Spinoza. De la individualidad a la transin-
dividualidad.
26
Ibid., pp. 13-14.
27
Ibid., p. 22.
28
Véase idem.
29
Étienne Balibar, La filosofía de Marx, p. 37.
60 Mariflor Aguilar
30
Idem.
31
Ibid.,p. 38.
32
La tesis que dice que “la esencia humana no es una abstracción inheren-
te al individuo singular” sino que “es el conjunto de las relaciones sociales”.
33
Slavoj Žižek, “Deleuze”, en Organs without Bodies. On Deleuze and
Consequences (traducción propia).
34
Idem.
Implicaciones del concepto de transindividualidad 61
Bibliografía
Balibar, Étienne, “Las identidades ambiguas”, en Violencias,
identidades y civilidad. Para una cultura política global,
Gedisa, 2005.
, “Tres conceptos de la política: emancipación, trans-
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, “Introducción. El espectro de la ideología”, en Sla-
voj Žižek (comp.), Ideología. Un mapa de la cuestión, Ceci-
lia Beltrame, Mariana Podetti, Pablo Preve, Mirta Rosen-
berg, José Sazbón, Tomás Segovia e Isabel Vericat Núñez
(trads.), fce, Buenos Aires, 2003.
HACER CAMINO AL ANDAR:
LÓGICAS EN EL CAPITAL, UNA LECTURA
CON Y MÁS ALLÁ DE ALTHUSSER
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
63
64 Jaime Ortega
1
Véase José Stalin, “Cuestiones del leninismo”, en Obras completas en
17 tomos, t. viii.
2
Galvano della Volpe, Clave de la dialéctica histórica, p. 19.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 65
3
Bolívar Echeverría, El discurso crítico de Marx, p. 200.
66 Jaime Ortega
4
Véase Louis Althusser, Crítica previa a la lectura de El capital.
5
Louis Althusser, “Prefacio. De El capital a la filosofía de Marx”, en Louis
Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital, p. 19.
6
Louis Althusser, Crítica previa a la lectura de El capital, p. 17.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 67
7
Giorgio Agamben, Infancia e historia. Destrucción de la experiencia y
origen de la historia, p. 176.
8
Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía po-
lítica (Grundrisse) 1857-1858. Volumen 1, p. 77.
68 Jaime Ortega
9
Véase Vittorio Morfino, El materialismo de Althusser. Más allá del telos
y el eschaton, p. 111.
10
Véase Bruno Bosteels, “La hipótesis izquierdista: el comunismo en la
era del terror”, en Analía Hounie (comp.), Sobre la idea del comunismo.
11
Louis Althusser, “Prefacio. De El capital a la filosofía de Marx”, en op.
cit., p. 21.
12
En Marx dentro de sus límites, Althusser acepta que Marx estuvo “pren-
dido” siempre del idealismo. Es pertinente aclarar que “materialismo” e “idea-
lismo” son, para el Althusser de la época, posiciones que se despliegan en el
seno de la teoría. Es decir, la producción teórica vive en su interior el desgarre
entre una u otra; no son absolutas, sino que están en pugna, conviviendo y
sometiéndose la una a la otra, según la coyuntura.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 69
13
Louis Althusser, La revolución teórica de Marx, p. 28.
14
Louis Althusser, Marx dentro de sus límites, p. 55.
70 Jaime Ortega
15
Gabriel Albiac, Al margen de “El capital”, p. 29.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 71
16
Por ejemplo, sobre su “neoestalinismo”, véase el “Prólogo del editor” a la
nueva edición de El discurso crítico de Marx de Bolívar Echeverría.
17
Pierre Macherey, “Marx desmaterializado o el espíritu de Derrida”, en
Michael Sprinker (ed.), Demarcaciones espectrales. En torno a Espectros de
Marx, de Jacques Derrida, p. 31.
72 Jaime Ortega
18
Véase Claudio Aguayo, “El porvenir de El capital”, en Actuel Marx/
Intervenciones, núm. 21, p. 211.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 73
19
Ambas figuras son muy usadas en nuestros días. En su forma canónica,
la “separación” correspondía al alejamiento entre el productor y sus medios
de producción, y la desposesión alude a la forma colectiva con la tierra. Usa-
remos aquí ambas, pues nos referimos a un proceso que involucra la “separa-
ción” individual con la forma colectiva de la desposesión.
74 Jaime Ortega
20
Louis Althusser, Crítica previa a la lectura de El capital, pp. 32-33.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 75
21
Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, El orden de El capital.
Por qué seguir leyendo a Marx, p. 332.
76 Jaime Ortega
22
Jodi Dean, El horizonte comunista, p. 53.
23
Una crítica del socialismo burocrático, a partir de la captura de lo co-
mún, se encuentra en Pierre Dardot y Christian Laval, Común. Ensayo sobre
la revolución en el siglo xxi.
Hacer camino al andar: lógicas en El capital 79
Bibliografía
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periencia y origen de la historia, Adriana Hidalgo, Buenos
Aires, 2004.
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El capital. Por qué seguir leyendo a Marx, Akal, Madrid,
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Macherey, Pierre, “Marx desmaterializado o el espíritu de
Derrida”, en Michael Sprinker (ed.), Demarcaciones espec-
trales. En torno a Espectros de Marx, de Jacques Derrida,
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Marx, Karl, Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política (Grundrisse) 1857-1858. Volumen 1, Si-
glo XXI, México, 2004.
80 Jaime Ortega
Introducción
El tema del fetiche de las mercancías se encuentra expresado
al final de primer capítulo de El capital, en el cuarto apartado,
titulado “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”.
Desde la publicación del libro, se le han dedicado sendos estu-
dios al tema del fetichismo y su recepción ha sido heterogénea
y contradictoria. Entre algunos lectores el tema causó fasci-
nación a causa de lo que para algunos era su alto contenido
explicativo en términos filosóficos sobre las relaciones sociales
en el capitalismo. No obstante, hubo un marxismo dogmático
y cientificista que desdeñó el tema en la obra de Marx y lo tra-
tó como un apartado suprimible, producto de una novelización
dramática del Marx romántico y por ello mismo carente de
valor científico.
Es importante decir que el tema se encuentra expuesto a lo
largo de la obra de Marx, no sólo en El capital. Pero en lo que
sigue nos ocuparemos del tema en lo que concierne a su for-
mulación en esta obra. En el presente texto nos proponemos:
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía po-
lítica (Grundrisse) 1857-1858. Volumen 1, p. 157.
81
82 Gustavo García
Enajenación y fetichismo
Para abordar el fetiche mercantil primeramente hay que su-
poner el concepto de enajenación, el cual nos permite hablar
de la paralización de la autarquía humana y su sustitución
por una voluntad cosificada de dar forma al cuerpo social. Por
una parte, la enajenación es el proceso a través del cual el ser
humano transfiere a los objetos su capacidad subjetiva, pro-
ductiva, creativa o transformadora del objeto y del mundo, es
decir, el ser humano cede su capacidad de sujeto a los objetos,
y éstos se convierten en cosas con la capacidad de transfor-
mar al mundo, arrebatando así esta capacidad creadora que
originalmente es propia del ser humano. Por otra parte, el fe-
tichismo hace referencia al momento en que, una vez que ha
ocurrido la enajenación, los objetos, es decir las mercancías,
pareciera que adquirieran vida propia, dando la apariencia
de que tienen la capacidad de crear riqueza, arrogándose así
atributos propiamente humanos.
En el esquema de Marx, el sujeto está caracterizado por la
libertad y por su politicidad, entendida ésta como capacidad
de trabajar con su propia socialidad. Con el fenómeno de la
enajenación, la capacidad exclusiva del sujeto de dar forma
a su socialidad ha sido exteriorizada o expulsada de éste, y
84 Gustavo García
enajenada en las cosas; de modo que las cosas son las que han
interiorizado o se han apropiado de esta capacidad de autogo-
bierno. De este modo, por una parte, se ha enajenado la su-
jetidad humana y con ella su politicidad y socialidad, y, por
otra, la subjetivad humana es adquirida por los objetos, y, en
condiciones mercantiles, la subjetividad se encarna en el va-
lor mercantil de los objetos. La enajenación de la subjetividad
tiene consecuencias importantes para la socialidad y la politi-
cidad humanas, una de ellas, la principal, consiste en que la
socialidad humana se traslada a los objetos. Ello quiere decir
que la socialidad humana se independiza o autonomiza de la
socialidad natural-concreta y se privatiza como socialidad co-
sificada-abstracta. Esto, a su vez, tiene como consecuencia el
hecho de que la socialidad humana, enajenada o apropiada
ahora por los objetos, sólo se realiza o patentiza en el inter-
cambio; las mercancías socializan en la circulación; de modo
que la socialidad no se produce ni se consume en o con los ob-
jetos, sino que se realiza en la circulación. De manera que las
mercancías, al socializar entre sí, socializan su “objetividad”
de valor, es decir, socializan la abstracción de sus valores; no
así su objetividad natural-concreta.
Nótese que la enajenación es un fenómeno que tiene lugar
en el sujeto, mientras que el fetichismo es un fenómeno co-
rrelativo a la enajenación y es algo que sucede al objeto, es la
manifestación objetiva de la enajenación de la subjetividad,
y consiste en que la función socializadora, reproductora de
la identidad y de la politicidad, se ha traslado al objeto, una
vez que ésta se ha vuelto ajena al sujeto. De este modo, visto
desde el lado subjetivo, el ser humano se cosifica, mientras
que, visto desde el aspecto objetivo, las cosas se subjetivan. La
enajenación y el fetichismo son dos aspectos diferentes de un
mismo proceso: la primera ocurre en el sujeto, mientras que el
segundo en el objeto. El fetichismo hace referencia al segundo
aspecto, mientras que la enajenación se concentra en las con-
secuencias del primero.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 85
2
Gerald Allan Cohen, La teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa,
p. 127.
3
Véase Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro pri-
mero. El proceso de producción del capital. Volumen 3, p. 957.
86 Gustavo García
4
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro tercero. El
proceso global de la producción capitalista. Volumen 7, p. 500.
5
Ibid., p. 501.
6
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El
proceso de producción del capital. Volumen 1, p. 138.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 87
La socialidad fetichista
El capitalismo ha construido el gran mito del individuo bur-
gués que sostiene que el éxito o la desgracia en la vida de-
penden de la astucia de un individuo, de su capacidad de in-
troducirse en la vida capitalista y conquistar la riqueza. En
este mito, el capitalismo define al individuo como propietario
privado de riqueza, como productor y consumidor privatizado,
que organiza su socialidad como participante en empresas pri-
vadas. Los individuos sociales son átomos sociales puestos en
condiciones de libertad individual, en las que son dueños de sí
mismos, de su dinero y de sus mercancías. En estas condicio-
7
Así lo explicó Echeverría en un curso dictado en 2007 en la Facultad de
Filosofía y Letras, titulado “El discurso crítico y El capital”.
88 Gustavo García
8
Véase Bolívar Echeverría, “Lección iii. Producir y significar”, en Defini-
ción de la cultura. Curso de Filosofía y Economía 1981-1982.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 91
el mercado. Ello implica que, una vez que los contenidos con-
ceptuales han sido resignificados en función mercantil, el ser
humano se encarga de comunicarlos o reproducirlos a través
del habla cotidiana, pero en ese mismo momento él se convier-
te en vehículo de una estructura de significados mercantiles
que es fetichista, y lo es porque ella se encarga de reproducir
la semiosis capitalista. Poniéndose a sí misma como la tra-
ducción directa de toda forma posible de significar el mundo,
la mercancía se atribuye la forma única, directa y espontánea
de toda praxis o proceso de trabajo. De este modo, el capita-
lismo aparece como una significación que naturalmente posee
los atributos humanos. Así, sin sospecharlo, el ser humano se
encarga de repetir los conceptos ya subcodificados capitalis-
tamente. Nótese que en condiciones capitalistas son los indi-
viduos quienes sirven de vehículos para que se comuniquen
entre sí los contenidos abstracto-cuantitativos del capital. De
modo que, si se observa con sumo cuidado, puede decirse que
bajo condiciones capitalistas la función del fetiche o bien se in-
vierte, o bien se radicaliza aún más respecto de los fetiches
mágicos tradicionales, pues se pasa de un escenario en el que
la comunicación entre dos entidades físicas se establecía a tra-
vés de medios no físicos, pasándose a otro escenario en el que
el mundo no físico de las mercancías se comunica ocupando al
mundo físico de la socialidad humana.
Si ahora regresamos a las características que definen a un
fetiche, decimos que éste se caracteriza por el hecho de que su
fin es conseguir una acción efectiva y práctica, es decir, tener
un efecto real entre sus usuarios, tal como sucede en el caso
de los fetiches arcaicos o sexuales: en el primero, el fetiche
incrementa la capacidad técnica del instrumento de trabajo;
mientras que en el segundo incrementa el placer, teniendo en
ambos casos resultados corporales perceptibles. En el caso del
fetiche mercantil-capitalista, su función práctica consiste no
únicamente en resocializar a individuos privatizados ni tam-
poco sólo en refuncionalizar el código humano para hacerlo
trabajar en sentido capitalista, sino también en que el pro-
ceso de enajenación de producción de significados, es decir,
el proceso de codificación del lenguaje mismo, se consuma a
94 Gustavo García
9
Véase ibid., p. 106.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 95
10
William Shakespeare, Macbeth, 5to. acto, escena v.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 97
11
Véase Bolívar Echeverría, “El concepto de fetichismo en el discurso re-
volucionario”, en Dialéctica, núm. 4.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 99
12
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro tercero. El
proceso global de la producción capitalista. Volumen 7, p. 501.
13
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El
proceso de producción del capital. Volumen 1, p. 129.
100 Gustavo García
Conclusión
Hemos visto que la función de los fetiches mercantiles en la
vida real y cotidiana consiste en asegurar y garantizar en
la práctica la reproducción mercantil capitalista de la vida
social moderna. La forma valor convierte espontánea e inme-
diatamente cualquier objeto en mercancía, y a partir de ello
sólo es posible subcodificar el mundo en términos mercantiles.
En la vida social, el capitalismo sobredetermina la vida políti-
ca y la reconfigura al otorgarle un telos; en la vida semiótica,
el capitalismo sobredetermina el mundo de los signos y los
recodifica al volverlos significativos desde una subcodificación
restrictiva y que es carente de sentido, que es exclusivamente
cuantitativa. Todo ello significa que el fetiche posee la capaci-
dad de sustituir la politicidad humana con una intención mer-
cantil del valor que se verifica en cualquier contenido mental
y, asimismo, que los grados de subsunción pueden ser más
poderosos de lo que sospechamos.
No obstante, concluyamos diciendo que el planteamiento
sólo es válido para sociedades capitalistas cuyo proceso de
subsunción fuera total y homogéneo, de modo que en ella no
apareciera algún modo de conexión social que no fuera el capi-
14
Véase Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, p. 35.
102 Gustavo García
Bibliografía
Aguirre Rojas, Carlos Antonio, El problema del fetichismo en
El capital, Instituto de Investigaciones Sociales-Universi-
dad Nacional Autónoma de México (unam) (Cuadernos de
Teoría Política), México, 1984.
El fetiche de la mercancía y la semiosis capitalista 103
Elisabetta Di Castro*
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre
los hombres. El contrato social, p. 59.
105
106 Elisabetta Di Castro
2
Aristóteles, Política, libro i, 1257a, pp. 68-69.
3
John Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, p. 23.
4
Ibid., p. 24.
El concepto de propiedad 107
5
Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política. Tomo i. Libro i.
El proceso de producción del capital, p. 607.
6
Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de
las naciones, p. 250.
108 Elisabetta Di Castro
7
Carlos Marx, op. cit., p. 607.
8
Véase Joseph Eugene Stiglitz, El precio de la desigualdad. El 1 % de la
población tiene lo que el 99 % necesita.
El concepto de propiedad 109
9
Carlos Marx, op. cit., p. 658.
10
Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Esta-
do. En relación con las investigaciones de L. H. Morgan, p. 97.
110 Elisabetta Di Castro
11
Thomas Hobbes, Leviatán, o la materia, forma y poder de una república
eclesiástica y civil, p. 104.
12
Ibid., p. 146.
El concepto de propiedad 111
13
Federico Engels, op. cit., pp. 106-107.
14
Véanse Perry Anderson, El Estado absolutista; Karl Polanyi, La gran
transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo; David
Harvey, Guía de El capital de Marx. Libro primero.
15
David Iokhelevich Rozenberg, El capital de Carlos Marx, comentarios
al primer tomo.
112 Elisabetta Di Castro
16
David Harvey, op. cit., p. 282.
17
Idem.
18
Véase Roman Rosdolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx
(estudios sobre los Grundrisse).
El concepto de propiedad 113
19
Carlos Marx, op. cit., p. 649 (cursivas mías). Esta propiedad se concibe
como una segunda negación: negación de la propiedad privada capitalista, la
cual, como vimos, surge de la acumulación originaria, es decir, de la negación
de la propiedad privada individual basada en el propio trabajo.
20
Karl Marx, Textos selectos y Manuscritos de París, Manifiesto del Par-
tido Comunista con Friedrich Engels, Crítica del Programa de Gotha, pp.
660-661.
114 Elisabetta Di Castro
Bibliografía
Anderson, Perry, El Estado absolutista, Siglo XXI, México,
1996.
Aristóteles, Política, Gredos, Madrid, 1988.
Engels, Federico, El origen de la familia, la propiedad priva-
da y el Estado. En relación con las investigaciones de L. H.
Morgan, Progreso, Moscú, 1970.
Harvey, David, Guía de El capital de Marx. Libro primero,
Akal, Madrid, 2016.
Hobbes, Thomas, Leviatán, o la materia, forma y poder de una
república eclesiástica y civil, Fondo de Cultura Económica
(fce), México, 1984.
Locke, John, Ensayo sobre el gobierno civil, Aguilar, Madrid,
1969.
Marx, Carlos, El capital. Crítica de la economía política. Tomo
i. Libro i. El proceso de producción del capital, fce, México,
1982.
Marx, Karl, Textos selectos y Manuscritos de París, Manifies-
to del Partido Comunista con Friedrich Engels, Crítica del
Programa de Gotha, Gredos, Madrid, 2012.
Polanyi, Karl, La gran transformación. Los orígenes políticos y
económicos de nuestro tiempo, fce, México, 2003.
Rosdolsky, Roman, Génesis y estructura de El capital de Marx
(estudios sobre los Grundrisse), Siglo XXI, México, 1978.
21
David Harvey, op. cit., p. 282.
El concepto de propiedad 115
I
Este texto pretende subrayar la necesidad de leer El capital
también como un texto filosófico. Habría que notar que El ca-
pital de Marx no sólo es un texto de economía política, historia
o sociología (si acaso), sino que es todo eso, pero entramado
en un discurso filosófico crítico. Esta característica hace de El
capital uno de los primeros textos de pensamiento interdisci-
plinario en la historia de la teoría moderna.1
Bolívar Echeverría insistió incansablemente sobre la po-
sibilidad de la lectura de El capital desde el punto de vista
filosófico, para él, y así lo decía en sus cursos y seminarios,
El capital era un texto sobre el problema de la enajenación.
Es posible que esa afirmación no se presente, de buenas a
primeras, de forma evidente o clara y distinta. Sin embargo,
hay otras afirmaciones semejantes, si acaso menos fuertes,
que hoy por hoy se consideran consensuales. Por ejemplo, es
ahora un lugar común sostener que el apartado sobre el feti-
chismo de la mercancía, en el capítulo i, es una reelaboración
del concepto de enajenación. Cualquiera que tenga mínimas
nociones sobre la lectura que se hace de Marx desde la teoría
crítica podría repetir, aun sin entender su sentido certero, la
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Así lo notaron Michael Hardt y Antonio Negri cuando lo tomaron como
modelo para escribir su conocida obra Imperio: “Dos textos interdisciplinarios
nos sirvieron como modelos a lo largo de la redacción de este libro: El capital
de Marx y Mil Mesetas de Deleuze y Guattari” (Michael Hardt y Antonio Ne-
gri, Imperio, p. 375).
117
118 Sergio Lomelí
2
Un texto que por azares del destino tuvo un influjo importante en México,
como es evidente por el tratamiento que hicieron de él José Revueltas, Adolfo
Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría. Es notable que dicho texto no haya
gozado de la misma reputación e influjo en otras academias internacionales.
La enajenación en El capital 119
3
Fredric Jameson, Representar El capital, una lectura del tomo i, p. 12.
4
Una de las pistas para defender esta afirmación está en la sintomática
y casi inexplicable omisión del “capítulo vi (inédito)” de la primera edición de
El capital. El “capítulo vi (inédito)” aborda explícitamente el problema de la
enajenación y lo desarrolla en el lenguaje “duro o científico” que tanto gusta
a los suscriptores del quiebre epistemológico, implicando la distinción entre
subsunción formal y subsunción real del trabajo al capital. José Aricó, presen-
tador de la edición en español del “capítulo vi (inédito)” que publicó Siglo XXI,
dice al respecto: “Basta una simple lectura de los Resultados… [título del ca-
pítulo vi (inédito)] para comprender que su ausencia en el libro i de El capital
resta bastante coherencia a la obra, tal como fue publicada por el autor. Y eso
debía comprenderlo el propio Marx al escribirla. ¿Por qué decidió no publi-
carla? Quizá tenga razón el traductor de la edición italiana, Bruno Maffi, al
señalar que le hubiera sido imposible a Marx conseguir un editor burgués que
aceptara sacar el libro con ese final políticamente tan comprometedor” (José
Aricó, “Presentación”, en Karl Marx, El capital. Libro i. Capítulo vi (inédito).
Resultados del proceso inmediato de producción, p. x).
120 Sergio Lomelí
5
Véase Subcomandante Insurgente Galeano, “Lecciones de geografía y
calendarios globalizados”, en Enlace Zapatista, 14 de abril de 2017.
6
Bolívar Echeverría, “El ‘valor de uso’: ontología y semiótica”, en Valor
de uso y utopía.
7
Vale la pena decir aquí que, si bien el término “autonomía” suele em-
parentarse con el uso que hace de él la tradición liberal kantiana, no es el
uso que yo quiero darle en este texto. En la tradición inaugurada por Kant,
la autonomía tiene que ver con la facultad racional de ser “colegislador” y en
tanto eso, auto-nomo, es decir, quien se da a sí mismo su propia ley. Sobre ello
La enajenación en El capital 121
II
El pasaje clásico para demostrar que en El capital se aborda
el problema de la enajenación, como se mencionó más arriba,
es el del fetichismo de la mercancía. Sin embargo, este texto
pretende mostrar cómo uno de esos otros pasajes que general-
mente se consideran de “economía política dura” también, en
el fondo, tematiza el problema de la enajenación. Por ello voy
a analizar el pasaje que explica el secreto de la extracción de
plusvalor. La idea general es que en realidad todo el contenido
“económico duro” presenta el mismo comportamiento, a saber,
el de ser un desarrollo en lenguaje cifrado del problema de la
enajenación; sin embargo, demostrar eso implicaría un tra-
bajo de otra índole. El esfuerzo aquí es el de funcionar como
ejemplo paradigmático con la propuesta de que otros temas
pueden ser explicados en su base por la problemática central
de la enajenación.
8
“Se ha añadido un plusvalor de 3 chelines. El artilugio, finalmente, ha
dado resultado. El dinero se ha transformado en capital” (Karl Marx, “Ca-
pítulo v. Proceso de trabajo y proceso de valorización”, en El capital. Crítica
de la economía política. Libro primero. El proceso de producción del capital.
Volumen 1, p. 235).
9
“En un comienzo, la mercancía se nos puso de manifiesto como algo bifa-
cético, como valor de uso y valor de cambio” (ibid., p. 51).
10
“La mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que
merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran.
La naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el estó-
mago o en la fantasía, en nada modifica el problema” (ibid., p. 43).
La enajenación en El capital 123
11
“[…] el valor de cambio se presenta como relación cuantitativa, propor-
ción en que se intercambian valores de uso de una clase por valores de uso
de otra clase, una relación que se modifica constantemente según el tiempo y
el lugar. El valor de cambio, pues, parece ser algo contingente y puramente
relativo, y un valor de cambio inmanente, intrínseco a la mercancía (valeur
intrinsèque), pues, sería una contradictio in adiecto [contradicción entre un
término y su atributo]” (ibid., p. 45). Y más adelante: “Pero, por otra parte,
salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo
que caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías” (ibid., p. 46).
12
“La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esa utilidad
no flota por los aires. Está condicionada por las propiedades del cuerpo de la
mercancía, y no existe al margen de ellas” (ibid., p. 44). Y un poco más arriba,
“Cada una de esas cosas es un conjunto de muchas propiedades y puede, por
ende, ser útil en diversos aspectos. El descubrimiento de esos diversos aspec-
tos y, en consecuencia, de los múltiples modos de usar las cosas, constituye
un hecho histórico. Ocurre otro tanto con el hallazgo de medidas sociales para
indicar la cantidad de las cosas útiles. En parte, la diversidad en las medidas
de las mercancías se debe a la diferente naturaleza de los objetos que hay que
medir, y en parte a la convención” (idem).
13
“Ahora bien, si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las
mercancías, únicamente les restará una propiedad: la de ser productos del
trabajo” (ibid., p. 46). Y más adelante: “Con el carácter útil de los productos
del trabajo se desvanece el carácter útil de los trabajos representados en ellos
y, por ende, se desvanecen también las diversas formas concretas de esos
trabajos; éstos dejan de distinguirse, reduciéndose en su totalidad a trabajo
humano indiferenciado, a trabajo abstractamente humano” (ibid., p. 47).
124 Sergio Lomelí
14
“¿Cómo medir, entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de
‘sustancia generadora de valor’ —por la cantidad de trabajo— contenida en
ese valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el
tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas
fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera […] en la producción de
una mercancía, sólo utiliza el tiempo de trabajo promedialmente necesario, o
tiempo de trabajo socialmente necesario” (ibid., p. 48).
15
“Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinacio-
nes, por lo tanto, unidad de lo diverso” (Karl Marx, “El método de la economía
política”, en Introducción general a la crítica de la economía política (1857), p.
58). Lo abstracto, se entiende, es exactamente lo opuesto.
16
“Al transformar el dinero en mercancías que sirven como materias for-
madoras de un nuevo producto o como factores del proceso laboral, al incorpo-
rar fuerza viva de trabajo a la objetividad muerta de los mismos, el capitalista
transforma valor, trabajo pretérito, objetivado, muerto, en capital, en valor
que se valoriza a sí mismo, en un monstruo animado que comienza a ‘traba-
jar’ cual si tuviera dentro del cuerpo el amor” (Karl Marx, El capital. Crítica
de la economía política. Libro primero. El proceso de producción del capital.
Volumen 1, op. cit., p. 236).
La enajenación en El capital 125
17
Ibid., p. 231.
18
“El capitalista tenía muy presente esa diferencia de valor cuando adqui-
rió la fuerza de trabajo” (ibid., p. 234).
19
“El poseedor de dinero ha pagado el valor de una jornada de fuerza de
trabajo; le pertenece, por consiguiente, su uso durante la jornada, el trabajo
de una jornada. La circunstancia de que el mantenimiento diario de la fuerza
de trabajo sólo cueste media jornada laboral, pese a que la fuerza de trabajo
pueda operar o trabajar durante un día entero, y el hecho, por ende, de que
el valor creado por el uso de aquélla durante un día sea dos veces mayor
que el valor diario de la misma, constituye una suerte extraordinaria para el
comprador, pero en absoluto una injusticia en perjuicio del vendedor” (ibid.,
p. 235).
126 Sergio Lomelí
20
“Para transformarse en mercancía, el producto ha de transferirse a tra-
vés del intercambio a quien se sirve de él como valor de uso” (ibid., p. 50).
La enajenación en El capital 129
21
Véase el capítulo xxiii, “La ley general de la acumulación capitalista”,
especialmente donde dice: “Pero si una sobrepoblación obrera es el producto
necesario de la acumulación o del desarrollo de la riqueza sobre una base
capitalista, esta sobrepoblación se convierte, a su vez, en palanca de la acu-
mulación capitalista, e incluso en condición de existencia del modo capitalista
de producción. Constituye un ejército industrial de reserva a disposición del
capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado
a sus expensas” (Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro
primero. El proceso de producción del capital. Volumen 3, p. 786).
22
Ya Jean-Paul Sartre había mencionado cómo fue Marx quien encontró
por primera vez, y antes que los existencialistas del siglo xx , la especificidad
de la existencia humana como la facultad de producirse a sí mismo. “[Marx]
afirma que el acto humano es irreductible al conocimiento, que tiene que
vivirse y producirse; […] hace de ello el tema inmediato de la totalización
filosófica y lo que pone en el centro de su investigación es el hombre concreto,
ese hombre que se define a la vez por sus necesidades, por las condiciones
materiales de su existencia y por la naturaleza de su trabajo” (Jean-Paul
Sartre, Crítica de la razón dialéctica i, p. 23).
130 Sergio Lomelí
***
Bibliografía
Aricó, José, “Presentación”, en Karl Marx, El capital. Libro i.
Capítulo vi (inédito). Resultados del proceso inmediato de
producción, Siglo XXI, México, 2001.
Echeverría, Bolívar, “El ‘valor de uso’: ontología y semiótica”,
en Valor de uso y utopía, Siglo XXI, México, 2012.
23
Así lo podemos ver analizando la megacrisis ambiental que estamos
atravesando en esta era, que los especialistas llaman, cada vez con mayor
consenso, el “antropoceno”.
132 Sergio Lomelí
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
133
134 Norma Hernández
1
Jacques Attali, Karl Marx o el espíritu del mundo, p. 209.
136 Norma Hernández
2
Ibid., p. 187.
Vuelta a las formas fundamentales 137
3
Estamos viviendo un proceso de transición, entre el fin de la burocracia
que privó en el siglo xx y la instauración del dominio del “control de calidad”,
a través del cual se aplican, en función de la “utilidad” social, prácticas de
“producción y medición” estandarizadas en la industria.
138 Norma Hernández
cuales destaco dos. Por un lado se nos explica4 que una socie-
dad que produce cosas en masa también produce sujetos en
masa, y que nuestras habilidades biológicas son las que en-
tran en juego en nuestra sobrevivencia. No es difícil otorgarles
un asentimiento inmediato, e incluso sentirse profundamente
convencidos. Sin embargo, con el análisis del plusvalor rela-
tivo que Marx desarrolla se muestra que la cosa no es tan in-
mediata. Marx muestra que no hay nada “natural” en la venta
de la fuerza de trabajo, de modo que lo que pragmatistas o
sociólogos observan, a saber, que el fracaso es individual, en
una sociedad cuya carrera abierta al éxito tendría que ser su-
ficiente para que los individuos, recargados con sus propias
potencias, alcanzaran la “felicidad”, despliega su complejidad
en la comprensión del plusvalor relativo. Lo que las ciencias
sociales han señalado fuertemente en los últimos años, la fra-
gilidad del individuo contemporáneo,5 tiene una explicación
cabal en la comprensión del despliegue del plusvalor relativo.
Tenemos, pues, que si bien el mapa social que se genera
cuando se instala el modo de producción capitalista trans-
forma la consciencia de sí de los seres humanos, éste no es
definitivo. Cambia junto con las transformaciones en los mo-
dos de producir. Así como con la colonización de la vida de los
trabajadores, marcando sus vidas con “necesidades espiritua-
les” que los definen como consumidores, y que tiene, como exi-
gencia fundamental, la afirmación de ellos mismos en cuanto
individualidades.
En este punto, no deseamos caer en consideraciones inme-
diatas, suponiendo que hay una oposición del individuo res-
pecto a lo social,6 más bien deseamos reparar en la ambigüe-
dad que el capital requiere para afirmar la individualidad, ya
que por un lado precisa de la homogeneidad de la población
4
Véase Georg Simmel, “Metrópolis y vida mental”, en AA. VV., La sole-
dad del hombre.
5
Desde luego los trabajos de Zygmunt Bauman son sobresalientes en este
sentido, pero entre la abundancia bibliográfica del tema destaca Byung-Chul
Han, La sociedad del cansancio.
6
Véase Norbert Elias, La sociedad de los individuos, p. 180.
Vuelta a las formas fundamentales 141
7
Consideramos al héroe trágico como figura del individuo frágil, en con-
sideración de las enfermedades mentales y emocionales que marcan el riesgo
de los trabajadores en la sociedad de rendimiento y que Han expone en el
ensayo antes referido. La figura de Áyax nos resulta atractiva por el contraste
entre la locura y la lucidez, entre la fatalidad impuesta y la libre decisión de
morir, que Jean Starobinski analizó en Tres furores. Estudios sobre la locura
y posesión.
142 Norma Hernández
8
Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El
proceso de producción del capital. Volumen 2.
Vuelta a las formas fundamentales 143
9
De acuerdo con los términos que Mary Douglas usa en su análisis sobre
el riesgo. Véase Mary Douglas, La aceptabilidad del riesgo según las ciencias
sociales.
144 Norma Hernández
10
Véase Karl Marx, op. cit.
11
Véase Richard Sennett, La corrosión del carácter.
12
Richard Sennett, La cultura del nuevo capitalismo, p. 11.
Vuelta a las formas fundamentales 145
13
Al respecto, es ilustrativa la biografía del secretario papal, Poggio
Bracciolini. Sin duda su papel como humanista fue importante y, más aún,
como destaca Stephen Greenblatt, su actividad como viajero buscando libros
antiguos. Lo que deseamos destacar es el modo en que logró hacer camino
(carrera) por una habilidad tan personal como su buena letra. Véase Stephen
Greenblatt, El giro. De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el
mundo moderno.
14
Sobre la experiencia de la subjetividad que se conforma en la relación
con la materialidad cultural, creada a través del trabajo como artesanía, es
incisivo Richard Sennett en la primera parte de su libro El artesano.
Vuelta a las formas fundamentales 147
15
David S. Landes, Revolución en el tiempo. El reloj y la formación del
mundo moderno.
16
No es tema de esta exposición la diferencia. Sucintamente podemos
apuntar, en la medición del día a día, que a pesar de la experiencia del tiempo
fragmentado en horas que se hace en el cambio de guardias en el Ejército, y de
la posibilidad de los relojes solares comunitarios, el hombre de negocios es del
todo ajeno al conteo de la modernidad. En todo caso, la medida fragmentaria y
precisa de tiempo que importaba es la que se ocupa de la extensión equitativa
de las peroratas en los juicios, para lo cual, la clepsidra era el instrumento
que hacía que la participación de los oradores fuera equitativa.
17
En el capítulo “Una hora para cada uno”, la idea que expone el histo-
riador Landes es que, junto con los desasosiegos de la vida en la urbe, las
tensiones de la época comprendida entre el Renacimiento y la modernidad
industrial —que califica como “época de transición”—, tanto el sentimiento
religioso como productivo, llevó a cierta parte de la población a sujetarse a sí
mismos a través de la medición del tiempo. El reloj, pues, se convirtió en un
objeto que contribuyó a la formación de la conciencia individual (ibid., p. 106).
148 Norma Hernández
unos hayan tenido una “guía siempre visible” del tiempo18 los
colocaba en un nivel de cálculo ventajoso respecto a los que de-
bían desdoblar, de su sí mismo, su capacidad de trabajo para
así venderla en un tiempo calculado en horas, operación a la
cual el proletariado llegó tardíamente. Aunque la clase traba-
jadora sostuviera, junto con la burguesía, un uso colectivo del
tiempo, la primera lo dimensionaba como jornadas. No es de
extrañar que los revolucionarios en París dispararan contra
los relojes. Fue necesario, en el caso del grueso de la población,
domesticar el alma del proletariado para hacerlos caer en la
cuenta del conteo de las horas.19
La premisa para el reloj doméstico móvil fue el reloj de
muelle, se dice que inventado en Núremberg en el siglo xvi.20
Para pasar al de bolsillo, más que una invención hubo una
transición, a través de la cual se observa la desarticulación del
saber del artesano relojero. Para indicar brevemente nuestro
interés: el tipo de individuo por el que se interesa Marx es
el que se hace homogéneo y conforma lo que Balibar califica
acertadamente como un Leviatán “productivo”.21 Frente a este
individuo, otros han opuesto a un individuo generado por las
prácticas de poder. El punto que deseamos afirmar es que la
modernidad dio lugar a un individuo afirmado en sus habili-
dades y creaciones, para destruirlo casi de inmediato. El tra-
bajo fino que los relojeros desarrollaron, particularmente por
la miniaturización, a través de los aportes de cada uno de los
18
Véase idem.
19
Quien tiene el manejo del reloj en la fábrica, desde luego, es el capita-
lista. Marx, en una larga cita, narra la huelga de unas trabajadoras, porque
un capataz, coludido con el capitalista, atrasaba el reloj de la fábrica para
descontar horas al sueldo de las obreras. Las obreras resienten el tiempo, en
tanto disminuyen sus ingresos. En apoyo a esta idea, Attali narra la descon-
fianza que causa a sus iguales un trabajador que lleva su reloj a la fábrica. Para
los obreros que podrían comprarse un reloj, éste era más una inversión para los
tiempos difíciles. Es más clara la organización de las vidas en horas cuando
se ha sido infractor, o cuando se “domestica” a las almas en las escuelas,
como Michel Foucault mostró en Vigilar y castigar.
20
Véase David S. Landes, op. cit.
21
Étienne Balibar, “L’anti-Marx de Michel Foucault”, en Christian Laval
et al. (dirs.), Marx & Foucault. Lectures, usages, confrontations.
Vuelta a las formas fundamentales 149
22
David S. Landes, op. cit., p. 104.
23
Véase idem.
150 Norma Hernández
Bibliografía
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Cultura Económica (fce), Buenos Aires, 2007.
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Balibar, Étienne, “L’anti-Marx de Michel Foucault”, en Chris-
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, La cultura del nuevo capitalismo, Anagrama, Bar-
celona, 2006.
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Simmel, Georg, “Metrópolis y vida mental”, en AA. VV., La
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Starobinski, Jean, Tres furores. Estudios sobre la locura y po-
sesión, Nueva Visión, Buenos Aires, 2010.
DE LAS LECTURAS DE EL CAPITAL
I
A 150 años de la publicación de El capital y de recurrentes
aproximaciones y lecturas de esta obra, nos podemos hacer
las preguntas de por qué por generaciones leímos El capital,
y por qué resulta relevante seguirlo leyendo. Determinar cuál
es su objeto teórico sigue siendo tema de debate; es decir si el
análisis de la sociedad capitalista que se desarrolla en dicha
obra es una teoría de la sociedad, si es una obra de economía o
una de historia; así como definir cuál es su estatus teórico, el
de una teoría científica o un tratado filosófico. Más allá de res-
puestas unívocas, se trata de definiciones que parecen tener
por respuesta la articulación de algunas o la combinatoria de
todas estas alternativas, lo cual está en función de cómo res-
pondieron las lecturas y cómo responden a los requerimientos
político-culturales del contexto en que han tenido lugar, ya
sea como una apropiación teórico-práctica para sustentar el
movimiento socialista, como una herramienta teórico-inter-
pretativa del presente, como un dispositivo teórico-académico
para legitimar la crítica, o como un referente que de soslayo
permite hacer un balance en el siglo xxi de las derivas y la
viabilidad del capitalismo.
Lecturas no ingenuas, sino lecturas culpables o interesa-
das, que en el primer caso descartan la pretensión de que hay
lecturas directas o inmediatas de la realidad como objeto de
estudio, tal como lo puso de manifiesto el propio Marx, lector
crítico de la economía política clásica, que no lee el dato, sino
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
153
154 Griselda Gutiérrez
1
Véase Karl Marx, “El fetichismo de la mercancía y su secreto”, en El
capital. Crítica de la economía política.
2
Louis Althusser, “Prefacio. De El capital a la filosofía de Marx”, en Louis
Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital, p. 73.
De las lecturas de El capital 155
3
Véase Karl Marx, op. cit.
4
Ibid., pp. 38 y 44.
156 Griselda Gutiérrez
II
Marx y Engels, que dejaron consignada en su corresponden-
cia la inquietud por la estrategia de divulgación de El ca-
pital —preocupados porque llegara a los trabajadores y sus
asociaciones, considerados como los interlocutores por exce-
lencia, y el preocupante silencio con el que frecuentemente se
topaban—, fueron protagonistas de uno de los hechos más sig-
nificativos sociológica y políticamente hablando respecto de la
circulación de las ideas en “la historia del pensamiento social
del siglo xix”, como sostiene Andrzej Walicki, con quien coin-
cido. Hablamos de la incorporación de algunas de las ideas
contenidas en El capital en el pensamiento y el movimiento
populista ruso, ya que algunos de los miembros de la intelec-
tualidad naródnik (narod significa pueblo en ruso) las leyeron
y se las apropiaron de una manera sui generis.
Lejos de representar un grupo homogéneo, los populistas
fueron quienes divulgaron entre los campesinos y los traba-
jadores rusos algunas de las tesis claves desarrolladas por
Marx. Por lo que El capital no sólo fue una obra que circu-
laba en ciertos medios letrados, y que sería la base para que
algunos populistas mantuvieran un significativo intercambio
con el autor, sino que además la relevancia que se le concedió
explica que la primera traducción, a cinco años de su publica-
ción, fuera al ruso (1872); una tarea iniciada por Bakunin y
concretada por Nicolai Danielson.
Históricamente, el movimiento naródnichestvo fue un
movimiento de duración breve que inició en la década de
1860 —conocido como khozhdeniye v narod, “ir hacia el pue-
blo”— que reivindica una suerte de socialismo agrario que
pronto cederá el paso a formas más radicales —la primera
organización secreta Zemlyá i Volya, Tierra y Libertad—;
como corriente de pensamiento era una ideología democrá-
tica que lo mismo se aplicaba a movimientos revolucionarios
que no revolucionarios, cuyo eje era la expresión de las inquie-
tudes y reivindicaciones de los pequeños productores rurales,
pero que al incorporar una vertiente de inspiración marxista
dio cauce a inquietudes en las que se proyectaron relevantes
De las lecturas de El capital 157
5
Andrzej Walicki, “Rusia”, en Ghita Ionescu y Ernst Gellner (comps.) Po-
pulismo. Sus significados y características nacionales, pp. 117-118.
158 Griselda Gutiérrez
6
Véase Nicolás Mijailovski, “Sobre las circunstancias de la traducción
rusa de El capital”, en Nikolái Konstantinovich Karataev (ed.), Navodniches-
kyaya ekonomicheskaya literatura; Nicolás Mijailovski, “What is Progress” y
“The Struggle for Individuality”, citados por Andrzej Walicki, op. cit.
160 Griselda Gutiérrez
sarla sin rodeos] Para poder enjuiciar con conocimiento propio las
bases del desarrollo de Rusia, he aprendido el ruso y estudiado
durante muchos años memorias oficiales y otras publicaciones
referentes a esta materia. Y he llegado al resultado siguiente:
si Rusia sigue marchando por el camino que viene recorriendo
desde 1861, desperdiciará la más hermosa ocasión que la historia
ha ofrecido jamás a un pueblo para esquivar todas las fatales vici-
situdes del régimen capitalista. El capítulo de mi libro que versa
sobre la acumulación originaria se propone señalar simplemente
el camino por el que en la Europa occidental nació el régimen feu-
dal capitalista del seno del régimen económico feudal […] la base
de toda esta evolución es la expropiación de todos los campesinos.
Todavía no se ha realizado de una manera radical más que en
Inglaterra… Pero todos los demás países de la Europa occidental
van por el mismo camino […] Ahora bien, ¿cuál es la aplicación
que mi crítico puede hacer a Rusia de este bosquejo histórico? So-
lamente ésta: si Rusia aspira a convertirse en un país capitalista
calcado sobre el patrón de los países de la Europa occidental —y
durante los últimos años, hay que reconocer que se han infligido
no pocos daños en este sentido—, no lo logrará sin antes convertir
en proletarios a una gran parte de sus campesinos; y una vez que
entre en el seno del régimen capitalista, tendrá que someterse a
las leyes inexorables, como otro pueblo cualquiera. Esto es todo.
A mi crítico le parece, sin embargo, poco. A todo trance quiere
convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo
en la Europa occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la
trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos
los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas
que en ellos concurran, para plasmarse por fin en aquella forma-
ción económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas
productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre
en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado
honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio).7
7
Carlos Marx, “Marx a la redacción de la revista rusa Otietschestwenie
Sapiski (Hojas Patrióticas)”, en Carlos Marx, El capital. Crítica de la econo-
mía política. Tomo i. Libro i. El proceso de producción del capital, pp. 710-712.
De las lecturas de El capital 161
8
Karl Marx, “Carta de Marx a Vera Zasúlich”, en Matxingune taldea.
9
Karl Marx, “Proyecto de respuesta a la carta de V. I. Zasúlich”, en Mar-
xist Internet Archive.
10
Andrzej Walicki, op. cit. p. 118.
De las lecturas de El capital 163
III
Otro capítulo en la experiencia histórica de las lecturas de El
capital es el debate sobre el estatuto de cientificidad de sus
formulaciones que sin duda fue una cuestión nodal; para
sus adversarios, cuestionar su teoría del valor (Eugen von
Böhm-Bawerk) o su historicismo (Karl Popper), era, vía argu-
mental, una forma no sólo de rebatir la consistencia teórica de
tal propuesta, sino también de desmontar la plataforma ideo-
lógica de un proyecto político cuestionable; en tanto que, para
sus adherentes, dicha cientificidad era tanto la plataforma
de validación de un proyecto político como el referente para
encontrar las respuestas a los retos específicos a los que su
práctica política los enfrentaba.
Es ese eje el que parece explicar la incorporación del mar-
xismo al ámbito de la academia universitaria, en ese sentido
son significativos los malabares que se ponen en práctica en
estos recintos; indagar sobre su cientificidad, sobre la novedad
epistémica de El capital, son las credenciales para autorizar
su ingreso. Es una suerte de “lectura culpable” la que se hace
desde la institución universitaria y la disciplina de la filosofía,
para lo cual hay que justificar y legitimar su razón de ser. Le-
jos de ser éstas las únicas razones para realizar esta práctica
teórica, y de la genuina relevancia de tales indagaciones, lo
indudable es que, entonces y ahora, ésta es la cuota que la
institución impone.
En nuestro ámbito académico inmediato, Wenceslao Roces
y Adolfo Sánchez Vázquez, entre otros, fueron figuras pione-
ras en esta tarea, pero además de sus lecciones también abre-
vamos de grandes maestros del ámbito internacional. Una
figura emblemática de esta lectura culpable es Althusser,
referente ineludible por lo demás, cuya lectura no sólo paga
la cuota de acceso, sino que también, pese a ciertas recaídas
teoricistas, hace desarrollos sustanciales con respecto a que
la filosofía es un arma teórica indispensable para la política.
164 Griselda Gutiérrez
11
Louis Althusser, “Prefacio. De El capital a la filosofía de Marx”, en op.
cit., pp. 19-20.
12
Ibid., p. 40 (las cursivas son del autor).
De las lecturas de El capital 165
13
Ibid., pp. 25-26 (cursivas del original).
166 Griselda Gutiérrez
14
Ibid., pp. 30-31.
15
Louis Althusser, “El objeto de El capital”, en Louis Althusser y Étienne
Balibar, Para leer El capital, pp. 197-198.
De las lecturas de El capital 167
16
Louis Althusser, “La filosofía: arma de la revolución”, en Louis Althus-
ser y Étienne Balibar, Para leer El capital, p. 11.
17
Louis Althusser, “Prólogo a la segunda edición”, en La revolución teóri-
ca de Marx, p. xiv.
168 Griselda Gutiérrez
IV
Resulta irónico que lecturas comprometidas con la demostra-
ción y la complementación del aporte científico de El capital, en
sus proyectos de relectura y de reconstrucción que prometían
salvar las lagunas, las inconsistencias, los obstáculos teóricos,
contribuyeran con sus agudos cuestionamientos a alimentar
el debate que puso en cuestión esa cientificidad. Las ricas y
arduas discusiones a lo largo de los años setenta y ochenta
—pero que se remontan a mediados de los sesenta— que, ade-
más de lecturas teórico-filosóficas, respondían a una políti-
ca-teórica y a una política-política de tomar distancia de las
experiencias totalitarias y de los autoritarismos y cortedad de
miras de los partidos de izquierda occidentales, fueron ges-
tando dentro de las filas del marxismo el que se tambalearan
las certezas. La inminencia de acontecimientos como la caída
de los regímenes del socialismo realmente existente, en la que
desde luego se entreveraron múltiples causas, en algún sen-
tido sería un corolario de un clima de crisis teórica que se fue
incubando dentro del propio campo marxista y del desdibuja-
miento de las señas de identidad marxistas en lo concerniente
a su proyecto político, lo que más tarde generó toda suerte de
repudios e incluso de cuestionamientos sobre la deseabilidad
y/o la posibilidad misma de ese proyecto.
Son muchos los avatares de la crisis del pensamiento y la
política de izquierda de sello marxista, pero también muchas
las razones para reconocer que la pervivencia de los proble-
mas sociopolíticos que le dieron razón de ser a esta propuesta
teórico-política, así como el recrudecimiento de las injusticias
que cobran nuevas formas, dan sentido a nuevas y contrastan-
tes lecturas de El capital.
Algunos de los esfuerzos teóricos dentro del pensamiento
marxista o posmarxista, en los intentos por desarrollar una
plataforma teórica y política para la izquierda, no pueden sos-
layar la pregunta acerca de cuáles son las claves heurísticas,
valorativas y políticas de este legado para seguir ejerciendo la
crítica teórica y política, y poder conservar el vínculo con una
tradición radical. El proyecto para desarrollar dicha platafor-
De las lecturas de El capital 169
18
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista.
Hacia una radicalización de la democracia.
19
Johannes Rohbeck, Marx, p. 22.
170 Griselda Gutiérrez
20
Véase Nouriel Roubini, “La inestabilidad de la desigualdad”, en Jaque
al Neoliberalismo. Una mirada no convencional al modelo económico, la glo-
balización y las fallas del mercado.
21
George Magnus, “Give Karl Marx a Chance to Save the World Econo-
my”, en Bloomberg Opinion.
22
Idem.
172 Griselda Gutiérrez
Bibliografía
Althusser, Louis “Prólogo a la segunda edición”, en La revolu-
ción teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1975.
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El capital a la filosofía de Marx” y “El objeto de El capital”,
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Laclau, Ernesto, y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia
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a-chance-to-save-the-world-economy-commentary-by-geor-
ge-magnus>.
De las lecturas de El capital 173
E
B Echeverría, Bolívar, 13, 22,
Bakunin, Mijaíl, 156 25, 33, 35, 48, 65, 71, 79, 80,
82, 87, 89-92, 94-96, 98, 101,
Balibar, Étienne, 55-59, 61,
103, 117, 118, 120, 131
66, 79, 148, 152, 154, 166,
167, 172 Elias, Norbert, 140, 152
Bauman, Zygmunt, 140
Braverman, Harry, 30, 33 F
Brecht, Bertolt, 74 Feuerbach, Ludwing, 60
Fernández, Carlos, 75, 79
C Foucault, Michel, 148
Chernyshevski, Nikolái, 159, Freud, Sigmund, 59
161
175
176 Índice Onomástico
H M
Han, Byung-Chul, 140, 152 Macherey, Pierre, 71, 79
Harvey, David, 111, 112, 114 Mackenzie, Donald, 23, 33
Hegel, Friedrich, 9, 52, 59, Magnus, George, 171, 172
67, 73, 118
Mijailovski, Nikolái, 158,
Hobbes, Thomas, 110, 114 159, 161, 173
Mouffe, Chantal, 169, 172
J
Jameson, Frederic, 118, 119, O
132
Oliva, Carlos, 51-53, 56, 60,
Jappe, Anselm, 24, 32, 33 61
K P
Karatani, Kojin, 25, 29, 30, Plejánov, Georgi, 159
33
Popper, Karl, 163
Kosík, Karel, 118
Postone, Moishe, 24, 30, 34
L
R
Lacan, Jacques, 59
Revueltas, José, 118
Laclau, Ernesto, 54, 55, 61,
Roces, Wenceslao, 163
169, 172
Rosdolzky, Roman, 112, 114
Landes, David, 147-149, 152
Roubini, Nouriel, 170, 171,
Leibniz, Gottfried, 59
173
Índice Onomástico 177
T
Taylor, Frederick, 24, 27
V
Von Böhm-Bawerk, Eugen,
163
El capital. Ensayos críticos, de Carlos Oliva
Mendoza y Andrea Torres Gaxiola (compiladores).
Se utilizaron en la composición tipos
Century Schoolbook 12/16, 10/12, 8/10 puntos.
El cuidado de la edición estuvo a cargo
de David Moreno Soto y Caricia Izaguirre Aldana.
Formación de originales:
Maribel Rodríguez Olivares.