Libro 223 Sandino, General de Hombres Libres

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Gregorio Selser

SANDINO
GENERAL DE HOMBRES LIBRES

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SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Libro 223

3
Gregorio Selser

Colección
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA
Víctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgueni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
György Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
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SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN


Clara Zetkin
Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
Agustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textos
Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO - DE ÍDOLOS E IDEALES
Edwald Ilienkov. Selección de textos
Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALOR
Isaak Illich Rubin
Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia
György Lukács
Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Paulo Freire
Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE
Edward P. Thompson. Selección de textos
Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA
Rodney Arismendi
Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
Osip Piatninsky
Libro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓN
Nadeshda Krupskaya
Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS
Julius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textos
Libro 36 UN GRANO DE MAÍZ
Tomás Borge y Fidel Castro
Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Sergio Bagú
Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
André Gunder Frank
Libro 40 MÉXICO INSURGENTE
John Reed
Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO
John Reed
Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Georgi Plekhanov
Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA
Mika Etchebéherè
Libro 44 NACIONES Y NACIONALISMOS
Eric Hobsbawm
Libro 45 MARX DESCONOCIDO
Nicolás Gonzáles Varela - Karl Korsch
Libro 46 MARX Y LA MODERNIDAD
Enrique Dussel
Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA
Edwald Ilienkov
Libro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURA
Antonio Gramsci
Libro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINO
Trotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de Textos
Libro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema Capitalista
Silvio Frondizi
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Gregorio Selser

Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución Socialista


Silvio Frondizi
Libro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a Perón
Milcíades Peña
Libro 53 MARXISMO Y POLÍTICA
Carlos Nélson Coutinho
Libro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Miguel León-Portilla
Libro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓN
Lucien Henry
Libro 56 MARX Y LA POLÍTICA
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 57 LA UNIÓN OBRERA
Flora Tristán
Libro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIA
Ismael Viñas
Libro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Julio Godio
Libro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA
Luis Vitale
Libro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina
Selección de Textos
Libro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADA
Marighella, Marulanda y la Escuela de las Américas
Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZ
Pedro Naranjo Sandoval
Libro 64 CLASISMO Y POPULISMO
Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textos
Libro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTAD
Herbert Marcuse
Libro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Theodor W. Adorno
Libro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Víctor Serge
Libro 68 SOCIALISMO PARA ARMAR
Löwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de Textos
Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?
Wilhelm Reich
Libro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda Parte
Eric Hobsbawm
Libro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA
Ágnes Heller
Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo I
Marc Bloch
Libro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2
Marc Bloch
Libro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUAL
Maximilien Rubel
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SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZA


Paul Lafargue
Libro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIA
Pablo González Casanova
Libro 80 HO CHI MINH
Selección de textos
Libro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistencia
Santana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otros
Libro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICA
Henri Lefebvre
Libro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
Eduardo Galeano
Libro 85 HUGO CHÁVEZ
José Vicente Rangél
Libro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINAS
Juan Álvarez
Libro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICA
Betty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo Osorio
Libro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓN
Truong Chinh - Patrice Lumumba
Libro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
Frantz Fanon
Libro 90 HOMENAJE A CATALUÑA
George Orwell
Libro 91 DISCURSOS Y PROCLAMAS
Simón Bolívar
Libro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textos
Vargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otros
Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA
Jean Paul Sartre
Libro 94 LA IDEA ANARQUISTA
Bakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - Goldman
Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD
Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del Barco
Libro 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 97 EL AMIGO DEL PUEBLO
Los amigos de Durruti
Libro 98 MARXISMO Y FILOSOFÍA
Karl Korsch
Libro 99 LA RELIGIÓN
Leszek Kolakowski
Libro 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓN
Noir et Rouge
Libro 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓN
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIO
Selección de textos
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Gregorio Selser

Libro 103 LA INSURRECCIÓN ARMADA


A. Neuberg
Libro 104 ANTES DE MAYO
Milcíades Peña
Libro 105 MARX LIBERTARIO
Maximilien Rubel
Libro 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓN
Manuel Rojas
Libro 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA
Sergio Bagú
Libro 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Albert Soboul
Libro 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa
Albert Soboul
Libro 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití
Cyril Lionel Robert James
Libro 111 MARCUSE Y EL 68
Selección de textos
Libro 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA – Realidad y Enajenación
José Revueltas
Libro 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? – Selección de textos
Gajo Petrović – Milán Kangrga
Libro 114 GUERRA DEL PUEBLO – EJÉRCITO DEL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTO
Sergio Bagú
Libro 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Alexandra Kollontay
Libro 117 LOS JERARCAS SINDICALES
Jorge Correa
Libro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema Colonial
Aimé Césaire
Libro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA
Federico Engels
Libro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
Estrella Roja – Ejército Revolucionario del Pueblo
Libro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMA
Espartaquistas
Libro 122 LA GUERRA EN ESPAÑA
Manuel Azaña
Libro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA
Charles Wright Mills
Libro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico
Karl Polanyi
Libro 125 KAFKA. El Método Poético
Ernst Fischer
Libro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES
Camilo Taufic
Libro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE
Angela Davis
Libro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS
Henri Lefebvre
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SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Libro 129 ROUSSEAU Y MARX


Galvano della Volpe
Libro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS - REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN
ALEMANIA
Federico Engels
Libro 131 EL COLONIALISMO EUROPEO
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIX
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARX
Alex Callinicos
Libro 134 KARL MARX
Karl Korsch
Libro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALES
Peters Mertens
Libro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN
Moshe Lewin
Libro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓN
Roberto Massari
Libro 138 ROSA LUXEMBURG
Tony Cliff
Libro 139 LOS ROJOS DE ULTRAMAR
Jordi Soler
Libro 140 INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Rosa Luxemburg
Libro 141 HISTORIA Y DIALÉCTICA
Leo Kofler
Libro 142 BLANQUI Y LOS CONSEJISTAS
Blanqui - Luxemburg - Gorter - Pannekoek - Pfemfert - Rühle - Wolffheim y Otros
Libro 143 EL MARXISMO - El MATERIALISMO DIALÉCTICO
Henri Lefebvre
Libro 144 EL MARXISMO
Ernest Mandel
Libro 145 LA COMMUNE DE PARÍS Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
Federica Montseny
Libro 146 LENIN, SOBRE SUS PROPIOS PIES
Rudi Dutschke
Libro 147 BOLCHEVIQUE
Larissa Reisner
Libro 148 TIEMPOS SALVAJES
Pier Paolo Pasolini
Libro 149 DIOS TE SALVE BURGUESÍA
Paul Lafargue - Herman Gorter – Franz Mehring
Libro 150 EL FIN DE LA ESPERANZA
Juan Hermanos
Libro 151 MARXISMO Y ANTROPOLOGÍA
György Markus
Libro 152 MARXISMO Y FEMINISMO
Herbert Marcuse
Libro 153 LA TRAGEDIA DEL PROLETARIADO ALEMÁN
Juan Rústico

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Gregorio Selser

Libro 154 LA PESTE PARDA


Daniel Guerin
Libro 155 CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO – LA IDEOLOGÍA DE LA NEUTRALIDAD
IDEOLÓGICA
Oscar Varsavsky - Adolfo Sánchez Vázquez
Libro156 PRAXIS. Estrategia de supervivencia
Ilienkov – Kosik - Adorno – Horkheimer - Sartre - Sacristán y Otros
Libro 157 KARL MARX. Historia de su vida
Franz Mehring
Libro 158 ¡NO PASARÁN!
Upton Sinclair
Libro 159 LO QUE TODO REVOLUCIONARIO DEBE SABER SOBRE LA REPRESIÓN
Víctor Serge
Libro 160 ¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?
Evelyn Reed
Libro 161 EL CAMARADA
Takiji Kobayashi
Libro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADA
Máo Zé dōng
Libro 163 LA REVOLUCIÓN RUSA
Christopher Hill
Libro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICO
George Novack
Libro 165 EJÉRCITO POPULAR – GUERRA DE TODO EL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
August Thalheimer
Libro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
Emile Burns
Libro 168 ESTADO AUTORITARIO
Max Horkheimer
Libro 169 SOBRE EL COLONIALISMO
Aimé Césaire
Libro 170 CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA
Stanley Moore
Libro 171 SINDICALISMO CAMPESINO EN BOLIVIA
Qhana - CSUTCB - COB
Libro 172 LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN
Vere Gordon Childe
Libro 173 CRISIS Y TEORÍA DE LA CRISIS
Paul Mattick
Libro 174 TOMAS MÜNZER. Teólogo de la Revolución
Ernst Bloch
Libro 175 MANIFIESTO DE LOS PLEBEYOS
Gracco Babeuf
Libro 176 EL PUEBLO
Anselmo Lorenzo
Libro 177 LA DOCTRINA SOCIALISTA Y LOS CONSEJOS OBREROS
Enrique Del Valle Iberlucea
Libro 178 VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA
Moses I. Finley

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SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Libro 179 LA REVOLUCIÓN FRANCESA


George Rudé
Libro 180 ACTIVIDAD, CONCIENCIA Y PERSONALIDAD
Aleksei Leontiev
Libro 181 ENSAYOS FILOSÓFICOS
Alejandro Lipschütz
Libro 182 LA IZQUIERDA COMUNISTA ITALIANA (1917 -1927)
Selección de textos
Libro 183 EL ORIGEN DE LAS IDEAS ABSTRACTAS
Paul Lafargue
Libro 184 DIALÉCTICA DE LA PRAXIS. El Humanismo Marxista
Mihailo Marković
Libro 185 LAS MASAS Y EL PODER
Pietro Ingrao
Libro 186 REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
Mary Wollstonecraft
Libro 187 CUBA 1991
Fidel Castro
Libro 188 LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS DEL SIGLO XX
Mario De Micheli
Libro 189 CHE. Una Biografía
Héctor Oesterheld – Alberto Breccia - Enrique Breccia
Libro 190 CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA
Karl Marx
Libro 191 FENOMENOLOGÍA Y MATERIALISMO DIALÉCTICO
Trần Đức Thảo
Libro 192 EN TORNO AL DESARROLLO INTELECTUAL DEL JOVEN MARX (1840-1844)
Georg Lukács
Libro 193 LA FUNCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS – CRÍTICA DE LA RAZÓN INSTRUMENTAL
Max Horkheimer
Libro 194 UTOPÍA
Tomás Moro
Libro 195 ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO
Nikolai Ostrovski
Libro 196 DIALÉCTICA Y PRAXIS REVOLUCIONARIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 197 JUSTICIEROS Y COMUNISTAS (1843-1852)
Karl Marx, Friedrich Engels y Otros
Libro 198 FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD
Rubén Zardoya Loureda - Marcello Musto - Seongjin Jeong - Andrzej Walicki
Bolívar Echeverría - Daniel Bensaïd -Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 199 EL MOVIMIENTO ANARQUISTA EN ARGENTINA. Desde sus comienzos hasta 1910
Diego Abad de Santillán
Libro 200 BUJALANCE. LA REVOLUCIÓN CAMPESINA
Juan del Pueblo
Libro 201 MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PSICOANÁLISIS
Wilhelm Reich
Libro 202 OLIVER CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA
Christopher Hill
Libro 203 AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MUJER EMANCIPADA
Alexandra Kollontay

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Gregorio Selser

Libro 204 TRAS LAS HUELLAS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO


Perry Anderson
Libro 205 CONTRA EL POSTMODERNISMO – UN MANIFIESTO ANTICAPITALISTA
Alex Callinicos
Libro 206 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO SEGÚN HENRI LEFEBVRE
Eugenio Werden
Libro 207 LOS COMUNISTAS Y LA PAZ
Jean-Paul Sartre
Libro 208 CÓMO NOS VENDEN LA MOTO
Noan Chomsky - Ignacio Ramonet
Libro 209 EL COMITÉ REGIONAL CLANDESTINO EN ACCIÓN
Alexei Fiodorov
Libro 210 LA MUJER Y EL SOCIALISMO
August Bebel
Libro 211 DEJAR DE PENSAR
Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico
Libro 212 LA EXPRESIÓN TEÓRICA DEL MOVIMIENTO PRÁCTICO
Walter Benjamin – Rudi Dutschke – Jean-Paul Sartre – Bolívar Echeverría
Libro 213 ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS
Susan Sontag
Libro 214 LIBRO DE LECTURA PARA USO DE LAS ESCUELAS NOCTURNAS PARA
TRABAJADORES – 1er Grado
Comisión Editora Popular
Libro 215 EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX
Bolívar Echeverría
Libro 216 APUNTES SOBRE MARXISMO
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 217 PARA UN MARXISMO LIBERTARIO
Daniel Guerin
Libro 218 LA IDEOLOGÍA ALEMANA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 219 BABEUF
Ilya Ehrenburg
Libro 220 MIGUEL MÁRMOL – LOS SUCESOS DE 1932 EN EL SALVADOR
Roque Dalton
Libro 221 SIMÓN BOLÍVAR CONDUCTOR POLÍTICO Y MILITAR DE LA GUERRA ANTI
COLONIAL
Alberto Pinzón Sánchez
Libro 222 MARXISMO Y LITERATURA
Raymond Williams
Libro 223 SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES
Gregorio Selser

12
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.


Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

Pablo Neruda

https://elsudamericano.wordpress.com

La red mundial de los hijos de la revolución social

13
Gregorio Selser

SANDINO
GENERAL DE HOMBRES LIBRES
Gregorio Selser

• El águila sobre la presa


• El filibusterismo de guante blanco
• Los Estados Unidos inventan a Quisling
• El “imperialismo benévolo de corta duración”
• Sandino, héroe de las Segovias
• La hormiga enfrenta al elefante
• “En Nicaragua, señores, le pega el ratón al gato”
• Intervenciones para asegurar inversiones
• Patria y libertad
• El general de hombres libres
• ¡Se van los yanquis!
• ¡Yo quiero patria libre o morir!
• El asesino y su festín
• Conclusión: Blasón y prez de Sandino

A MARTA mi compañera

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SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Usted, Sandino, general de los hombres libres, está


representando un papel histórico, imborrable...”
Henri Barbusse

“A la civilización capitalista no hay que verla en las


metrópolis, donde va disfrazada, sino en las colonias,
donde se pasea desnuda.”
Karl Marx

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Gregorio Selser

Capítulo I
EL ÁGUILA SOBRE LA PRESA

“...Los vecinos iberoamericanos nos han oído proclamar esta nueva fe,
pero también han comprendido el nuevo interés de Estados Unidos por
obtener bases navales y aéreas que llevarán a aquellos territorios la
visita permanente de soldados y marinos norteamericanos. La política
vigente de moderación y templanza no ha borrado todavía de su
memoria el recuerdo de la Diplomacia del Dólar, y las declaraciones de
nobles propósitos son recibidas con escepticismo [...] El llamado
imperialismo sin dolor de los norteamericanos, sólo a nosotros mismos
nos ha parecido exento de dolor. Las repúblicas de Centroamérica que
alojaron a nuestros marinos, directores de aduanas, inspectores de
bancos, encontraban sin duda harto dolorosas las lecciones de moderna
contabilidad apoyadas sobre las bayonetas. Parecía en aquel momento
como si nuestro respeto a las fronteras y a las integridades territoriales
fuera tan sólo el resultado de nuestra preferencia por las aduanas y los
bancos centrales.”

Nicholas J. Spykman1

Después de 1820, los Estados Unidos se convirtieron en meta de la


inmigración europea.

Las hambrunas y las persecuciones políticas y religiosas les proveyeron del


material humano indispensable para su creciente industrialismo. En la década
finalizada en 1840, habían entrado al país 600.000 inmigrantes; en el decenio
siguiente el cupo fue de 1.700.000 personas, y entre 1850 y 1860, a pesar del
aldabonazo de la Guerra de Secesión ya claramente perceptible, la cifra de
arribados se acercaba a los 2.500.000, cantidad que, empero, no bastaba para
cubrir las necesidades de los Estados no esclavistas, al norte de la línea Mason
y Dixon, en cuyo sector este se exigía el esfuerzo del proletariado vomitado a
sacudones por Europa, y en cuyo sector oeste –en el far west de leyenda y
aventura– el esfuerzo del pionero tanto como la brutalidad del conquistador,
la codicia y desfachatez del acaparador de tierras, o la avidez del comerciante.

1
Nicholas J Spykman. Estados Unidos frente al mundo, p. 67. FCE., México, 1944.
16
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Pero el 24 de enero de 1848 se produjo un hecho destinado a tener


consecuencias no sólo para los Estados Unidos o para la América Central –una
de cuyas repúblicas es precisamente el motivo de esta obra–, sino para los
destinos económicos del mundo todo: poco antes de firmarse la paz entre los
Estados Unidos y México, triunfantes las tropas norteamericanas del general
Scott sobre las anarquizadas fuerzas de la nación azteca, James W. Marshall,
obrero del aserradero de John A. Sutter en el American River, valle del
Sacramento, descubrió oro en esa propiedad.

La estampida que se produjo fue memorable. Nadie quería estar fuera de la


probable riqueza. Y así, lo que en un principio fue sólo un tímido ensayo de
traslado a California por parte de los más osados, a poco más se transformó
en una furiosa carrera en la que todos los elementos de transporte resultaban
demasiado lentos para la ansiedad del oro. A fines de 1849, San Francisco, la
más importante población de la costa del Pacífico, había pasado, de sus
escasos centenares de habitantes, a agrupar veinticinco mil personas. La
distancia que mediaba entre el Atlántico y el Pacífico no era vencida a través
del continente, inmenso territorio aún virgen en el que señoreaban tribus de
indios insumisas y cuyo paso se presentaba lleno de peligros y zozobras. En
cambio, se fletaban barcos que daban la vuelta por el Cabo de Hornos, o se
organizaban caravanas que desafiaban las fiebres del istmo de Panamá, o que
ganaban tiempo a través de los ríos y lagos de Nicaragua, viaje igualmente
azaroso y de incierto porvenir.

Compañías de capitalistas surgían para crear empresas de trasporte entre


ambos océanos: solamente en Londres, en enero de 1849, figuraban registradas
cinco empresas financieras con un capital de más de un millón de libras. Hacia
1850, el censo de la población acordaba a California 92.000 habitantes, cifra
que hacia 1858 ya se había elevado a 380.000.

Como el tiempo se había hecho demasiado largo para el afán de


enriquecimiento, acortar la distancia entre ambas costas se convirtió en una
obsesión de los agentes navieros. La solución de una ruta interoceánica,
que ya desde los albores del descubrimiento de América torturara el
pensamiento de los conquistadores, se hizo más acuciadora y urgente.
Tres de las clásicas posibles vías de comunicación volvieron a ser estudiadas
como perspectivas más razonables: la del istmo de Tehuantepec, en
territorio mexicano; la del istmo de Panamá, entonces territorio pertene-
ciente a Colombia, y, finalmente, la del Lago de Nicaragua, cuyo trayecto se
hacía en su mayor parte por agua, y sólo en relativamente breve trecho, por
17
Gregorio Selser

tierra. El presidente norteamericano Pierce, mediante el Tratado de Gadsden,


impuesto a México en 1853, había obtenido de este país el derecho de
construcción de un ferrocarril a través de su territorio, derecho del que
nunca se hizo uso por considerarlo antieconómico.2

La segunda posibilidad, la del istmo de Panamá ya estaba en vías de


ejecución merced a la buena disposición de Colombia, nación que en 1846,
por el Tratado de Nueva Granada, no sólo concedió el derecho de paso a los
ciudadanos norteamericanos, sino que acordó a los Estados Unidos la
concesión para construir un ferrocarril interoceánico – transístmico– camino
de hierro que en 1855 estaba concluido y prestaba útiles servicios.

La tercera de las posibilidades, la vía acuática-terrestre nicaragüense, hizo


previamente necesario desbrozar las malezas en que estaban envueltas la
política y la diplomacia de los Estados Unidos y Gran Bretaña en todo el
ámbito del Caribe. Cuando éstas llegaron a una especie de acuerdo transitorio
mediante el Tratado Clayton-Bulwer, en 1850, se convino la construcción de
un canal por territorio de Nicaragua. Este proyecto, que durante algo más de
media centuria había alimentado las esperanzas de constructores, financistas,
políticos y diplomáticos, provocando entre ellos en no menor escala recelos,
odios, intrigas y revoluciones, es, todavía hoy, un anhelo insatisfecho de
Nicaragua. Pero en su momento, cuando la diplomacia estadounidense aún
no se había decidido por la solución de Panamá, la circunstancia de que esta
ruta fuera la favorita de los buscadores de oro que viajaban hacia California,
motivó la primera de las intervenciones norteamericanas en Nicaragua.

En efecto, hasta la época del descubrimiento de oro en el valle del


Sacramento, los contactos entre centroamericanos y norteamericanos habían
sido esporádicos. Sólo viajes ocasionales de barcos mercantes estado-
unidenses o la presencia de solitarios representantes diplomáticos mostraban
una tendencia al acercamiento que no pasaba de ser excepcional. Pero la
fiebre del oro trastrocó el cuadro de un modo violento, y de alguna manera
despertó de su somnolencia colonial a los naturales de los países que
observaban atónitos esa extraña, colérica y viciosa migración que, en general,
nada útil dejaba a su paso.

2
Ese derecho quedó abrogado en 1937, mediante un acuerdo celebrado entre los presidentes
Franklin D. Roosevelt y Lázaro Cárdenas.
18
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Había llegado, pues, sin que los centroamericanos se lo propusieran, la


ocasión de trabar conocimiento con los hermanos mayores del Norte, con
aquel pueblo cuyos representantes famosos –Paine, Franklin, Washington,
Jefferson y Madison– tenían gran predicamento entre los estudiantes y
estudiosos del istmo.

Pero los visitantes en nada se parecían a la idea que de los estadounidenses


se habían formado los centroamericanos. Pendencieros, borrachos, lujuriosos,
trataban a sus huéspedes con torpeza y brutalidad y procuraban obtener de
ellos con violencia y altanería lo que de otro modo, según la tradición
hispánica, les habría sido acordado con buena voluntad y simpatía. Lo peor
del conglomerado humano de los Estados Unidos se había volcado en los
barcos que hacían la travesía interoceánica en pos del sueño áureo.

El dueño de buena parte de esos barcos, verdaderas pocilgas flotantes, era el


afamado Cornelius Vanderbilt, aquel que había amasado una gran fortuna en
el campo de los transportes con vapores, al comienzo, en el río Hudson y en
Long Island Sound, y luego en el Atlántico, y que según Kirkland, tenía
proyectos de tal envergadura que no sólo envolvían la construcción de un
canal a través de Nicaragua “sino que financiaba las revoluciones de
Centroamérica”.3

Los barcos de Vanderbilt, además de ser portadores de la codicia de los


aventureros materializaban de algún modo el anhelo imperial de la
comunicación interoceánica. Ahora, la interpretación tradicional sobre el
valor de una tal intercomunicación había sufrido una modificación: ya no se
trataba solamente de allanar las necesidades comerciales determinadas por
las aspiraciones europeas en Asia; se había convertido en el vehículo
potencial de penetración de una nación en pleno ascenso, los Estados Unidos.
Pero así resultaban coincidir las miras de Vanderbilt, el sabio y arrojado
pionero que estudiaba a Centroamérica como un probable feudo personal,
con las de Gran Bretaña y hasta con las del entonces príncipe Luis Napoleón,
no menos que con las de los gobernantes norteamericanos, que presentían al
istmo como territorio dominable.

No fue así extraño que Cornelius Vanderbilt obtuviese concesiones para que
sus barcos, que hasta entonces bordeaban el Atlántico, penetraran ahora en
el Caribe y que se internaran, mediante líneas auxiliares de menor calado,
hasta el Lago de Nicaragua. Le habían precedido en el negocio George Law,
3
Edward C. Kirkland. Historia económica de Estados Unidos, p. 391. FCE, México, 1948.
19
Gregorio Selser

quien, juntamente con Albert G. Sloo, Marshall O. Roberts y otros, había


fundado la United States Mail; y “Mr. Harris y otros”, que organizaron la
Pacific Mail Steamship Company. La primera era conocida como Línea Sloo, y
la segunda como Línea Harris. La Línea Sloo conducía pasajeros y carga desde
New York hasta la hoy ciudad de Colón, en la costa atlántica de la provincia
colombiana de Panamá: desde Colón, pasaje y carga seguían por tierra hasta
la ciudad de Panamá, sobre el Pacífico, desde donde la Línea Harris
completaba el viaje hasta San Francisco. El viaje costaba 600 dólares en
primera clase y 125 en la proa. Era relativamente caro, sobre todo teniendo
en cuenta que el Gobierno norteamericano subsidiaba el trasporte de la
correspondencia.

Vanderbilt se entusiasmó con las perspectivas de las ganancias y viajó hasta


Inglaterra para lograr ayuda financiera destinada a la instalación de una línea
de competencia más corta, evidentemente a través de Nicaragua. Aunque no
consiguió la ayuda inglesa, se las arregló para fletar ocho grandes barcos en
ambos océanos y para entrar en competencia con las líneas Sloo y Harris. Sus
pasajeros viajaban por mar hasta la entrada del río San Juan, lo surcaban
hasta el Lago de Nicaragua y la Bahía de las Vírgenes y luego recorrían en
diligencia las doce millas hasta San Juan del Sur, sobre el Pacífico. Las
veinticinco diligencias pintadas con los colores blanco y azul de la bandera
nicaragüense constituían una innovación en materia de trasporte combinado,
pero mucho más interesante que eso resultaba no sólo que los pasajeros
podían hallarse dos días antes en San Francisco en relación con la ruta de
Panamá, sino que el pasaje les costaba 300 dólares, o sea la mitad de lo
exigido por las otras líneas. Y aun sin subsidio oficial, Vanderbilt ganaba
dinero. Por si fuera poco, el viaje en la proa costaba 35 dólares, contra los 125
de las otras líneas.

Llegó así a conducir hasta California a 2.000 pasajeros por mes, a trasportar
gran parte del oro que se extraía de aquellas tierras y a ganar un millón de
dólares al año; hacia 1853 se jactó ante un amigo de haber ganado once
millones de dólares con esa empresa, a la que denominó Accesory Transit
Company. 4

4
John T Flynn. Grandes fortunas. Historia de doce hombres ricos, p. 189. Editorial Juventud
Argentina S. A., Bs. As., 1945.
20
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Vendió acciones de la compañía y retuvo sólo las indispensables para


controlarla, o sea algo más de la mitad. Había obtenido del gobierno de
Nicaragua la concesión para el tránsito interoceánico y se sentía seguro y
dichoso. Envió personal para construir muelles en las costas oriental y
occidental de la línea de tránsito y colocó cuadrillas a trabajar en el
mejoramiento del río San Juan, además de macadamizar las 12 millas de
carretera que utilizaban sus diligencias.

Nicaragua y Panamá debieron soportar una invasión de estadounidenses,


cuya condición y categoría eran notablemente distintas de aquellas que
caracterizaron a los conquistadores de la mitad del territorio de México,
apenas algunos años antes. Eran una torrentada de buscadores de oro, ni
colonos, ni comerciantes, ni misioneros, ni trabajadores, ni siquiera soldados
mercenarios, sino simplemente una turba excitada por la codicia y el alcohol,
siempre presta a apretar el gatillo de sus armas con desaprensión, irrespon-
sabilidad o cinismo.

La influencia de Vanderbilt creció en Nicaragua del mismo modo que se había


desarrollado en su patria. Había arrebatado prácticamente el tráfico a sus
competidores y se enriqueció nada más que utilizando energía e imaginación;
ni siquiera había necesitado emplear los métodos puestos en práctica para el
dominio de los ferrocarriles de su patria. Cuando consideró suficientemente
consolidada la empresa, decidió tomarse un merecido descanso. A tal efecto
embarcó en un yate especialmente construido para él, el North Star, el 20 de
mayo de 1853, confiando la administración de la Accesory Transit a dos de sus
socios, Charles Morgan y C. K. Garrison.

Cuando después de muchos meses de viaje de placer, regresó, Vanderbilt se


enteró de que Morgan y Garrison habían comprado en secreto las acciones
indispensables para dominar su empresa. Dominando su ira el comodoro
Vanderbilt les escribió una carta famosa, cuyo corto texto decía:

“Señores: Ustedes se han propuesto estafarme. No les entablaré juicio


porque la justicia es lenta. Los arruinaré. Sinceramente vuestro (f.) C.
Vanderbilt.”

La lucha que se entabló por este motivo tiene mucho que ver con los
acontecimientos que sobrevinieron en Nicaragua, y sirvió de anticipo a los
conflictos y a la tragedia de que sería víctima esa nación en los años
subsiguientes.

21
Gregorio Selser

Roto el Pacto Federal Centroamericano ante los embates del fanático indio
guatemalteco Rafael Carrera, la república de Nicaragua se gobernaba por
medio de los llamados directores supremos, suerte de presidentes cuyo
mandato duraba dos años. Razones físico-económicas –hoy diríamos geo-
políticas– habían condicionado dos tendencias ideológicas perfectamente
definidas. Las aparentes rivalidades lugareñas, simbolizadas por las
pretensiones hegemónicas de ciudades tales como Granada, León y Corinto,
eran la simple expresión de factores comerciales en juego. Granada
representaba a los grandes hacendados cultivadores de café y azúcar; el
puerto de Corinto, en el Pacífico, abierto al tráfico de mercancías tanto como
al de ideas, era, con la ciudad de León, la expresión de los pequeños
propietarios, de los artesanos y obreros, así como de la incipiente clase de los
comerciantes al menudeo. Aquéllos eran los conservadores, mechudos o
calandracas; estos, los liberales, desnudos o timbucos.

Como campo extraño a esa rivalidad emergía la región bañada por el Caribe,
zona fiscalizada por la escuadra británica y dedicada a la explotación de frutos
y maderas preciosas, territorio tradicionalmente apto para toda clase de
contrabandos, con una población de indios y negros mezclada, renuentes al
predominio del hombre blanco, donde señoreaban los comerciantes ingleses
e intrigaban para fomentar las luchas civiles en el país con el mismo énfasis
con que se dedicaban a la tarea de fortalecer sus propias posiciones en la
zona, contra toda pretensión norteamericana.

En una de las tan frecuentes guerras civiles de entonces nace la historia del
filibustero norteamericano William Walker.

Era director de Estado don Norberto Ramírez, durante cuyo mandato, en 27


de agosto de 1849, Nicaragua había suscripto con una compañía norte-
americana el primer contrato para realizar obras de canalización en el río San
Juan, documento que sufrió modificaciones el 13 de marzo de 1850. Otros
hechos notables se produjeron durante este directorio, entre ellos la llegada
al país del primer ministro norteamericano, el estudioso George Squier, y el
estallido, en 16 de abril del mismo año, de una guerra civil; finalmente, en
forma casi coincidente, la sanción por la Asamblea Legislativa de Managua del
principio de:

“exclusión absoluta de intervenciones extranjeras en los asuntos


internos del Estado, excitando a los otros Estados de Centroamérica a
tomar la misma actitud”.

22
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

A Norberto Ramírez (1849-1851) le sucedió, siempre en medio de la guerra


civil, Laureano Pineda (1851-1853), quien, a su vez, fue reemplazado por
Frutos Chamorro, último de los directores de Estado y primero de los
presidentes, título que hizo posible mediante la sanción de una Constitución
al efecto, en 1854, que provocó las inevitables resistencias y rebeldías de sus
adversarios. Chamorro, representante de Granada y por lo tanto de la clase
terrateniente, tenía por principales enemigos al general Máximo Jerez y al
licenciado Francisco Castellón, cabezas visibles de la facción liberal o
democrática.

Después de un destierro en Honduras y en virtud de la complacencia del


presidente de este país, Trinidad Cabañas, Jerez y Castellón, organizaron una
expedición para derribar del poder a Chamorro. Desembarcaron al efecto en
el puerto del Realejo en 5 de mayo de 1854, al frente de un pequeño ejército
de liberales y se pronunciaron contra la Constitución de Chamorro,
desconociendo a éste como mandatario y ordenando la vigencia de la Carta
de 1838. Como corolario, Castellón fue designado director supremo del
Estado por las fuerzas revolucionarias.

Chamorro se puso al frente del ejército Legitimista, nombre que adoptó su


facción, resignando previamente su cargo en el senador José María Estrada.
Pero sucedió que apenas trascurridos algunos meses, Chamorro falleció
víctima de una fiebre maligna. El mismo mes, marzo de 1855, Castellón
ofrecía a Estrada la posibilidad de pacificar al país mediante conversaciones
de paz, que éste rechazó de plano, por cuyo motivo la guerra continuó con
alternativas diversas.

Un ambicioso aventurero norteamericano, el mercenario Byron Cole, se


trasladó a Nicaragua y propuso sus servicios militares a Castellón,
ofreciéndole el concurso de 300 expertos tiradores, compatriotas suyos, con
la condición de una paga en dinero contante y sonante, y una remuneración
final en parcelas de tierra fiscal para cuando se obtuviera la victoria
sobre los conservadores. Esos soldados serían comandados por William
Walker, en cuyo nombre él efectuaba la propuesta. Este ofrecimiento,
desgraciadamente para Nicaragua, fue aceptado por Castellón, a cuyo efecto
suscribió un contrato que firmaron Byron Cole y Máximo Jerez.

El 13 de junio de 1855, William Walker desembarcaba en El Realejo provisto


de la ciudadanía nicaragüense, un grado igualmente ad hoc de coronel y
soldados y baqueanos no sólo norteamericanos, sino naturales del país.

23
Gregorio Selser

Walker se había distinguido como esclavista conspicuo en su patria. Había


bregado por la incorporación de la Alta California mexicana a los Estados
Unidos, y cuando ésta se obtuvo, había empuñado las armas contra el general
Santa Anna, en México, con el propósito de obtener igualmente la Baja
California.

Superaría los objetivos de esta obra seguir en detalle las andanzas de este
personaje funesto para Nicaragua, conocido por el filibustero Walker. No sería
ocioso, empero, trazar las líneas generales de su actuación, así como de la
reacción que produjeron sus actividades: en 29 de julio de 1855 Walker es
derrotado en Rivas, pero se desquita el 3 de setiembre al batir al general
Santos Guardiola, en La Virgen. El 13 de octubre se posesiona, por asalto, de
la ciudad de Granada. Días antes, el 8 de setiembre, Walker, hecho ya
general, impone la paz al general Ponciano Corral, jefe del bando
conservador, quien firma a regañadientes en nombre del presidente
legitimista Estrada.

Como consecuencia del tratado, es nombrado presidente de la república don


Patricio Rivas, quien asume su cargo el 30 de octubre. Ante la evidencia de
que quien intenta realmente gobernar entre bambalinas es Walker, el general
Corral trata de complotar contra el intruso. Descubierto por Walker, éste
decide que un consejo de guerra, integrado por oficiales norteamericanos,
disponga su fusilamiento, el que se materializa el 8 de noviembre. Corral se
convierte así en la segunda notabilidad del país sacrificada por Walker: la
primera lo había sido, tiempo antes, el ministro de Relaciones Exteriores del
gobierno de Estrada, don Mateo Mayorga.

Holbrook sostiene que Walker había sido alentado en su empresa por


Morgan y Garrison, aquellos empleados infieles que habían despojado de
acciones a Cornelius Vanderbilt. 5 Como para certificar la exactitud de este
aserto, el presidente Rivas, a instancias de Walker, anulaba el 18 de febrero
de 1856 la concesión que Frutos Chamorro había acordado a la Accesory
Transit Company para el transporte de pasajeros y carga a través de territorio
nicaragüense. Un día después, el 19 de febrero, Rivas acordaba una nueva
concesión para los mismos fines a una empresa integrada por el propio
Walker y respaldada por Morgan y Garrison, después que –al decir de Isidro
Fabela– el ministro de Hacienda, Fermín Ferrer, logró que se desechara un
primer proyecto que a su juicio significaba la venta del país.
5
Stewart H. Holbrook. Hombres de presa y hombres de empresa (The Age of the Moguls), p. 47. Ed.,
Aguilar, Madrid, 1955.
24
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Los negocios de Walker adquirieron pronto tal cariz y sus propósitos se


hicieron tan evidentes, que hasta su mismo títere, Rivas, se cansó de
obedecerle y resolvió –aunque evidentemente mucho tardó para decidirse–
retirar toda autoridad al filibustero. Este respondió desconociendo la
autoridad del presidente Rivas, y, mediante un decreto del 20 de junio de
1856, reemplazándole con el ministro Ferrer provisoriamente. Rivas resolvió
apelar a las armas y llamó en su auxilio a todas las naciones de
Centroamérica, ya que, decía su pedido:

“los últimos acontecimientos de Nicaragua han demostrado a este


Gobierno la perfidia y maldad con que atenta Walker con los suyos
contra los intereses nacionales”.

Así se desencadenó una lucha que pronto cobró mayores dimensiones y que
por sus características especiales, es conocida en la historia del istmo
centroamericano con el nombre de La Guerra Nacional. Guerra nacional fue
en efecto, ya que las aspiraciones del filibustero lograron concitar en un
mismo haz de voluntades a todos los pueblos de Centroamérica contra aquel
que ya había mostrado sus intenciones de convertirse en gobernante no sólo
de Nicaragua, sino de las cinco naciones ístmicas.

En un famoso decreto, del 26 de junio de 1856, Rivas denuncia que Walker le


había declarado, “en presencia del secretario de la Guerra y de otras
personas, su determinación de arrancar el poder público por la fuerza”, lo que
le había obligado a trasladar su gobierno a Chinandega:

“para conservar a todo trance la dignidad y soberanía de la República, y


la libertad necesaria para hacer frente a las maléficas exigencias del
mismo señor Walker sobre inmensas y de todo punto inadmisibles
enajenaciones de tierra al extranjero, como un recurso que se emplearía
en practicar innovaciones políticas y religiosas en Nicaragua; sobre
nulificación de las elecciones de supremas autoridades practicadas por
el pueblo; y sobre facultades omnímodas que exigía se le confiriesen, a
fin de proveerse de recursos, sin excluir el medio de confiscar y vender a
los extranjeros las propiedades de los particulares...” 6

6
Lorenzo Montúfar. Reseña histórica de Centroamérica, pp. 519-520, documento n° 1, tomo VII .
25
Gregorio Selser

A todo esto, Vanderbilt desarrollaba su plan para desquitarse de Walker,


Morgan y Garrison. Según Holbrook, aunque no consiguió arruinar según sus
deseos a estos últimos, “los dejó lisiados y los humilló, volviendo a recuperar
el control de la Accesory Transit”. Para lograrlo convirtió su famoso yate
North Star en un elegante vapor de pasajeros de la línea de Panamá, puso en
servicio dos barcos más, organizó la línea desde la costa del Pacífico hasta
California y redujo aún más las tarifas.

Coincidentemente, Rivas declaraba a Walker “enemigo de Nicaragua con la


nota de traidor” y decretaba que todos los nicaragüenses;

“sin excepción ni privilegio alguno, de la edad de quince años hasta la


edad de sesenta, deberán ponerse en armas contra el mencionado
Walker y los que le secunden; igualmente que servir al Gobierno en las
funciones a que los destinen para defender la libertad, independencia y
soberanía de la República”.

Al día siguiente, una nueva proclama de Rivas precisaba los motivos de su


encono contra Walker. Este, haciendo caso omiso de la oposición que había
creado en torno suyo, se hacía elegir presidente de Nicaragua, el 12 de julio
de 1856, no ocultando que entre sus futuras ambiciones figuraba la de emular
las hazañas de Sam Houston en Tejas, incorporando la totalidad del territorio
del istmo a los Estados Unidos. Para eso contaba no sólo con una situación
política norteamericana propicia, sino con la benevolencia del propio
presidente Pierce, mandatario que no desautorizó a Walker cuando éste
proclamó que las “elecciones” que le ungieron “presidente” de Nicaragua
habían sido supervisadas por tropas estadounidenses de New Orleans y
California; por el contrario, Pierce dispuso que el ministro norteamericano en
Nicaragua visitara oficialmente a Walter para notificarle que:

“el Departamento de Estado, y de manera muy especial el presidente


Pierce, deseaba entablar relaciones con su Gobierno, que, desde luego,
quedaba reconocido”.7

Los desmanes cometidos por Walker en el desempeño de su trágica misión


guardaban perfecta relación con sus antecedentes en la materia, pero
provocó con su acción el resultado positivo de aglutinar a todos los pueblos
de Centroamérica, divididos hasta entonces por el odio y la rivalidad y de
unificarlos sin distinción de banderías ni credos. Voluntarios de todo el istmo
7
Vicente Sáenz. “Pasado, presente y porvenir de Centroamérica”, en “Cuadernos Americanos”,
n° 6. pp. 40-41, México, año 1944
26
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

acudieron para arrojar de su territorio al extranjero, que con su arrogancia y


brutalidad se burlaba de sus instituciones y de sus leyes –que si no eran
perfectas ni satisfactorias, al menos no les habían sido impuestas por la bota
de un invasor victorioso– e intentaba además proscribir su destino. Sabedor
de que en El Salvador se preparaban fuerzas para combatirle, respondió a la
amenaza declarándose presidente de esa república, y así hubiera continuado
con cada una de las restantes –que entre sí se consultaban y buscaban para
apoyarse y defenderse mutuamente– de no mediar la intervención de
Cornelius Vanderbilt.

El Comodoro hizo proveer de armas a algunos gobiernos centroamericanos y


detener a todos los barcos de su propiedad en viaje a Nicaragua, con lo cual
incomunicó a Walker con los Estados Unidos, desde donde éste obtenía
hombres de refuerzo y abastecimientos. Después de darles armas, Vanderbilt
dio dinero a Costa Rica, Honduras y Guatemala, las que se lanzaron contra el
filibustero, a quien aparentemente apoyaba ahora el nuevo presidente norte-
americano Buchanan.

En su esfuerzo por ganarse la buena voluntad y el apoyo de los esclavistas


sureños de su patria, Walker, conocedor del juego político entre esclavistas y
antiesclavistas, que a poco más iría a terminar en la Guerra de Secesión,
arremetió contra la historia de Centroamérica al declarar nulos e írritos todos
los actos y decretos de la Asamblea Federal Constituyente, así como los del
Congreso Federal; y terminó su serie de arbitrariedades disponiendo el
restablecimiento del sistema de la esclavitud en el istmo, de acuerdo con los
siguientes fundamentos científicos y filosóficos:

“Los países hispanoamericanos, al independizarse, quisieron establecer


repúblicas sin esclavitud, y la historia de cuarenta años de desórdenes y
crímenes públicos es fértil en lecciones para quien tenga ojos para ver,
oídos para oír... El decreto que restablece la esclavitud, al propio tiempo
que muestra cómo los norteamericanos se proponen regenerar la
sociedad de Nicaragua, coloca a ésta a la vanguardia de los Estados del
Sur de la Unión en el llamado ‘incorregible’ conflicto entre el trabajo de
esclavos y el libre. La política de este acto consiste en señalar a los
Estados del Sur el único medio, distinto de la revolución, que hace
posible preservar la organización social presente...” 8

8
Germán Arciniegas. Entre la libertad y el miedo. p. 232. “Cuadernos Americanos”, México, 1952.
27
Gregorio Selser

Había todavía alguien más con quien Walker, torpemente, debía chocar y
hacer de ella un enemigo más: Gran Bretaña. Llevado de su ímpetu
conquistador trató de intervenir en la zona de la Mosquitia, entonces colonia
inglesa, y de hacer pagar tributo a los plantadores de esa región que
Nicaragua reivindicaba como propia y que, en efecto, décadas más tarde
pasaría a su poder. Walker alentaba quitar a los ingleses el puerto de San Juan
del Norte (Greytown), que dominaba la entrada atlántica del río San Juan,
donde comenzaba la línea de tránsito interoceánica. Finalmente, Walker optó
por retirar el exequátur al vicecónsul inglés residente en Managua, Thomas
Manning, con el pretexto de que éste intervenía en la política interna
nicaragüense.

No era casual, en todo caso, que Gran Bretaña se trenzara contra aquel en
quien adivinaba un escollo para sus planes de asegurarse para sí misma el
dominio de la ruta interoceánica, previniendo las miras idénticas de sus
parientes anglosajones. No eran tampoco casuales las disposiciones de
Walker para asegurarse las llaves de esa misma ruta y preservarlas para sus
connacionales. Los designios del zarandeado Destino Manifiesto de los
Estados Unidos no eran, como los de Dios, inescrutables. Walker constituía la
modalidad estadounidense del intervencionismo impaciente y agresivo,
distinto de la forma pacífica de penetración preconizada por los comerciantes
y financistas y, a pesar de los aspectos pintorescos de su faena en Centro-
américa, no cabe duda alguna de que, de haber triunfado en la brega, muy
otra sería la historia de las cinco naciones federadas en su contra.

En 12 de septiembre de 1856, seis generales nicaragüenses firmaron un


convenio en representación de los partidos tradicionales, el liberal y el
conservador, por el cual se comprometían a cancelar sus diferencias en tanto
existiesen tropas extranjeras en el país; a apoyar al presidente Rivas en su
cargo mientras no se hubiese logrado el objetivo de la liquidación del
enemigo, y a convocar a elecciones presidenciales, con arreglo a la
Constitución de 1838, ocho días después que los ejércitos filibusteros
abandonasen territorio nicaragüense.

Hasta casi un año después ese propósito no había sido cumplido. Los ejércitos
de las pequeñas repúblicas, al mando del costarricense José Joaquín Mora,
lograron acorralar a Walker en Granada, pero éste se zafó no sin antes
incendiar la ciudad, dejando en ella humeantes ruinas y un simbólico cartel:
Here was Granada. Una tremenda epidemia de cólera, diezmó poco después
a las fuerzas aliadas, sobre todo a las costarricenses, y la lucha prosiguió con
28
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

alternativas diversas hasta que sólo el 1º de mayo de 1857, ya cortadas sus


fuentes de aprovisionamiento y ante el riesgo inminente de ser hecho
prisionero, Walker capituló, aunque lo hizo ante el capitán de un navío de
guerra norteamericano surto en aguas de Nicaragua, quien se encargó de
llevarlo hasta Panamá, desde donde se embarcó de regreso a los Estados
Unidos.

El retorno de Walker a la Unión fue triunfal. Las crónicas relatan que su


recibimiento por los habitantes de New York fue apoteótico, del tipo que
tributa todavía a los héroes nacionales. Los diarios ensalzaban sus andanzas
políticas y militares, y destacaban su intento de “reivindicar” la Mosquitia
para los Estados Unidos. Poco tiempo después se hacía público que Walker
estaba buscando apoyo en armas y dinero para recuperar su “presidencia” y
que nuevamente reclutaba contingentes sudistas para emprender la
“reconquista”. Ese mismo año de 1857, en noviembre, intentó un
desembarco que fracasó, por lo que retornó a la Unión y hasta tres años
después no reiteró la tentativa.

Ínterin, la noticia había provocado suficiente alarma en los Estados del norte,
antiesclavistas, como para animarles a colocar obstáculos al filibustero. Debe
tenerse en cuenta que si éste lograba apoderarse del territorio del istmo y
anexarlo como Estado esclavista a los Estados Unidos, se iría a romper –en
favor del Sur– el equilibrio de la balanza política que tan precariamente se
mantenía sobre una paridad cuantitativa de unidades políticas locales.

Ese pensamiento coincidía con los deseos de Cornelius Vanderbilt de radiar


del istmo definitivamente a Walker y, lógicamente, con el patriotismo de los
centroamericanos, que ya habían aprendido que aun sin la directa amenaza
del filibustero, sus disensiones constituían el modo más directo de invitar a
países poderosos a intervenir en sus asuntos con su anuencia o sin ella.
Cualquier otro aventurero, cualquiera otra nación aventurera, podrían, en
cualquier momento, volver a tentar fortuna, aprovechándose de la debilidad
de Nicaragua, nacida de su desunión interna.

Se confiaba en que, de acuerdo con el pacto de 12 de septiembre de 1856


garantizado por los generales en jefe de Guatemala y El Salvador, en junio de
1857 –ya expulsadas de Nicaragua las tropas invasoras– se convocaría a
elecciones para designar al sucesor de Rivas.

29
Gregorio Selser

En lugar de tomar esa medida, los generales Martínez y Jerez propusieron a


aquél que resignara el mando en manos de una junta por ellos presidida.
Rivas lo hizo así, en efecto, asumiendo aquéllos el gobierno en 24 de junio de
1857. Dos años después, en 1859, esa junta de gobierno se trocó en
presidencia unipersonal. El general Martínez se hizo cargo del mando y el
general Jerez pasó a revistar como ministro en Washington.
A todo esto, parecían acallados los ímpetus de Walker. Vanderbilt, por ese
entonces había desviado su vista de la turbulenta América Central. Había
vencido a Harris y Sloo en la guerra de tarifas. Igualmente había triunfado
contra sus infieles socios. Pero el Comodoro no se olvidaba de que Harris y
Sloo, junto con otro naviero, Law, habían percibido desde 1848 del gobierno
de los Estados Unidos 900.000 dólares anuales en concepto de subsidios por
trasporte de correspondencia, y se le ocurrió el modo de obtener una tajada
de esos ingresos. Les propuso, al efecto, retirarse de los negocios navieros en
las líneas a California, siempre que se le compensara adecuadamente. Harris y
Sloo compraron sus barcos a un precio conveniente para Vanderbilt y se
comprometieron a pagar a éste mensualmente 40.000 dólares mientras se
mantuviera alejado del negocio. Esta cifra se elevó tiempo después a 56.000
dólares mensuales, o sea a 672.000 dólares anuales, cuando Vanderbilt
amenazó con volver. Flynn refiere que recuperó así todo el capital que había
invertido en el negocio y que obtuvo esos 672.000 dólares anuales, o sea la
mayor parte del subsidio oficial, sin mover un dedo, en tanto que Harris, Sloo
y Law debían cargar con el trabajo y con el aporte de los capitales
indispensables.
En cuanto al personaje restante de toda la trama, el filibustero Walker, cabe
consignar que no había cejado en sus propósitos de recuperar sus anteriores
posesiones. Enceguecido por la ambición retó de nuevo a la suerte,
embarcándose con destino a Centroamérica. Era su tercera tentativa y en ella
consiguió únicamente su propio exterminio. Llegó, en efecto, en agosto de
1860 a la isla hondureña de Roatán, desde donde se apoderó por sorpresa de
Trujillo, donde estaba fondeado un crucero británico, el lcarus. Ya henos
señalado que Gran Bretaña no veía con buenos ojos las andanzas del
filibustero; sabiéndolo, las autoridades hondureñas, de acuerdo con el
comandante del buque, persiguieron a Walker. Este se internó en Honduras,
pero finalmente debió rendirse, haciéndolo ante los británicos, lo que de
nada le sirvió, pues aquéllos lo entregaron a las autoridades del país, las que
no tardaron en proceder a su fusilamiento, el 12 de setiembre del mismo año.

30
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Capítulo II
EL FILIBUSTERISMO DE GUANTE BLANCO

“La victoria de la Unión estrechó los lazos de amistad entre Estados


Unidos y las repúblicas hermanas del mundo occidental. A partir de
entonces el gobierno de Estados Unidos y la gente del país se
mantuvieron alertas contra toda posible violación de la doctrina
Monroe, en especial en la región del Caribe. Siempre que los despachos
diplomáticos informaban sobre rumores de que potencias europeas
planeaban adquirir bases navales en el Caribe, ya fueran Gran Bretaña o
Francia, ya el nuevo reino de Italia o el nuevo imperio alemán, los
sucesivos secretarios de Estado se dieron prisa a dar instrucciones a los
representantes diplomáticos adecuados al caso para que protestaran
contra semejante posibilidad. Esas protestas se basaban, directa o
indirectamente, en la doctrina Monroe.”9

Samuel Flagg Bemis

Cuando Walker fue expulsado, el Departamento de Estado comenzó a


sentirse preocupado. La famosa “Línea de tránsito” de mar a mar no poseía
status legal alguno. Gran Bretaña podía tener pretensiones sobre ella para
construir el canal interoceánico, del cual ya poseía el puerto de salida, San
Juan del Norte (Greytown).

A principios de 1857, las fuerzas del general costarricense Juan Rafael Mora,
que habían acudido en ayuda de Nicaragua, trataron de conservar en su
poder la citada “línea”. Cuando parecía que esta vez la guerra estallaría entre
Nicaragua y Costa Rica, Mora y Martínez lograron llegar a un acuerdo, que se
traduciría a poco en la firma del Tratado Cañas-Jerez. Pero antes de que el
convenio fuera firmado, y para evitar malentendidos, con fecha 1º de mayo
de 1857, firmaron ambos un manifiesto en el que declaraban que:

“Nicaragua ponía bajo la protección de Inglaterra, Francia y Cerdeña el


Contrato del Canal Interoceánico con el propósito de contener la
absorción de Centroamérica por el filibusterismo (norte) americano”.

9
Samuel Flagg Bemis. La diplomacia de Estados Unidos en la América latina, pp. 122-123. FCE.,
México, 1944.
31
Gregorio Selser

Naturalmente, los Estados Unidos consideraron esa manifestación como una


ofensa, y fue menester que el general Máximo Jerez, como ministro
nicaragüense en Washington, solucionara el conflicto diplomático que
sobrevino. El resultado de esa solución fue el tratado suscrito entre Irisarri y
el general Lewis Cass. Con él, los Estados Unidos contarían en lo sucesivo con
un instrumento legal para oponerse a las ambiciones inglesas y de paso
consolidar las propias. La piratería armada cedía el paso al filibusterismo de
guante blanco.

El “Convenio de Amistad, Comercio y Navegación” suscrito en Washington en


noviembre de 1858 entre el general Cass y el doctor Irisarri, ministro de
Nicaragua, fue firmado bajo el signo de la intervención armada del filibustero
Walker y de las previsibles consecuencias que iba a ocasionar en las
relaciones con Inglaterra.

Los antecedentes más cercanos de este tratado se remontaban al presidente


Monroe, quien, al firmar el 3 de octubre de 1824 el tratado de amistad entre
Estados Unidos y Colombia, había ya previsto la posibilidad de construir un
canal en la zona ístmica. Un primer paso en ese sentido fue la firma del
tratado Mallarino-Bidlak, suscrito entre Nueva Granada y los Estados Unidos
en 12 de diciembre de 1846. En lo que se refiere a Nicaragua, también
existían antecedentes del interés norteamericano por esa ruta: uno de ellos
se refiere a 1831, año en que una compañía holandesa obtuvo una concesión
para abrir un canal uniendo el río San Juan y los lagos Nicaragua y Nuevo
León, pero aun cuando había fracasado en su intento, Livingston, secretario
de Estado de Jackson, solicitó precisiones a su ministro en los Estados de
Centro América; dado el interés demostrado por éste, le fue ofrecido por el
Congreso Federal centroamericano el derecho para construir el canal. El
Senado norteamericano respondió solicitando en 3 de marzo de 1835 al
presidente Jackson considerara favorablemente la idea. Este la aceptó, en
efecto, y envió a un agente a Nicaragua. Sin embargo, en mensaje especial de
9 de enero de 1837, Jackson aconsejaba desechar la idea por poca práctica.
Los hombres de negocios veían, como siempre sucede, mucho más lejos que
los políticos e insistieron ante el Congreso. El resultado fue que el sucesor de
Jackson, Van Buren, envió un nuevo agente para que estudiara las rutas de
Panamá y Nicaragua y aconsejara cuál de ellas era la más conveniente. El
agente recomendó la ruta de Nicaragua, calculándole un costo de
construcción de 25 millones de dólares. Los propios nicaragüenses estaban
interesados en la construcción, como lo certifican las cartas de Buitrago al

32
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

secretario de Estado Buchanan en 12 de noviembre de 1847, y las de


Sebastián Salinas a Pierce.
Pero cuando Nicaragua firmó, en 7 de marzo de 1848, un pacto con Gran
Bretaña, mediante el cual renunciaba a disputar con los indios misquitos
–protegidos de ésta y guardianes de la posesión– Estados Unidos se alarmó y
pactó con Colombia la firma del ya mencionado tratado Mallarino-Bidlak. De
tal manera Colombia, además de confesar implícitamente su impotencia para
defenderse por sí misma, buscó la protección de quien estaba menos
interesado en brindársela que en asegurarse vías de penetración económica.
Ajena a las reglas de juego de la diplomacia anglosajona, Colombia favorecía a
Estados Unidos, en tanto Inglaterra se conformaba con anular las ventajas del
convenio, suscribiendo con Nicaragua el pacto de protección al Rey de los
Mosquitos (que no sólo parecía un chiste inglés sino que además lo era),
mediante el cual obtuvo autorización para ocupar la salida del probable canal
de Nicaragua –San Juan del Norte– sin disparar un tiro.
No obstante, la prudencia norteamericana y el realismo inglés resumieron
luego sus aspiraciones comunes sin enojos, como cuadra entre primos bien
educados: con la firma del tratado Clayton-Bulwer, 10 que, sin proponérselo,
salvó la integridad de las repúblicas centroamericanas, frenando por primera
vez los objetivos del ‘Destino Manifiesto’.
Los tiempos de Pierce y de Buchanan, tiempos del auge del librecambismo,
precedieron a los de la Guerra de Secesión norteamericana. Eran los tiempos
en que Inglaterra había comenzado a digerir su imperio de Oceanía, África y
Asia y en que estimaba mucho más conveniente para su provecho no disputar

10
Dicho tratado consignaba entre otras, estas cláusulas: “Como los Estados Unidos y la Gran
Bretaña, al firmar este convenio, desean no solamente un fin particular, sino también establecer un
principio general, convienen en otorgar su protección, por medio de tratados, a todas las demás
vías de comunicación posible, canal o ferrocarril, que atraviesen el istmo que une la América del
Norte y la del Sur, y especialmente a las comunicaciones interoceánicas, si fuesen posibles, sean por
un canal, sean por el ferrocarril que se propone actualmente establecer por la ruta de Tehuantepec
y Panamá.
Ni uno ni otro establecerán jamás ni conservarán por sí mismos la dominación exclusiva del canal;
ninguno levantará jamás fortificaciones sobre el canal o en sus alrededores; ninguno de los Estados
ocupará, fortificará o colonizará, ni asumirá o ejercerá ningún dominio sobre Nicaragua, Costa Rica,
Mosquitos o cualesquiera otras partes de la América Central, ni hará uso de ninguna protección o
alianza que uno u otro pudieran tener con algún Estado o pueblo con el fin de levantar o mantener
dichas fortificaciones; ni los Estados Unidos ni la Gran Bretaña tomarán ventaja de ninguna
intimidad, ni emplearán ninguna alianza, relación o influencia que uno y otro pudiesen tener con
algún Estado o gobierno a través de cuyo territorio dicho canal pueda pasar, con el fin de adquirir o
tomar directa o indirectamente para los ciudadanos o súbditos de uno de ellos ningún derecho o
ventaja, respecto del comercio o de la navegación a través de dicho canal, que no sea ofrecido en
las mismas condiciones a los ciudadanos o súbditos del otro.”
33
Gregorio Selser

con sus primos, con quienes intervenían en la expansión ferrocarrilera del


oeste norteamericano; tiempos en que la City clamaba por el orden en la
América Central –por ser el caos “deprimente para nuestras inversiones”–
aun cuando ese orden estuviere bajo el control de los Estados Unidos. 11
Aun sin intervención de Walker, el “espíritu agresivo” de los Estados Unidos,
al que se refería perspicazmente Disraeli, no iba a tardar en ponerse de nuevo
en evidencia.12
“Con motivo de la declaración de 1º de mayo de 1857, hecha conjunta-
mente por Costa Rica y Nicaragua, los Estados Unidos se resintieron;
pero encontraron un motivo para desquite cuando, a raíz de un
botellazo propinado a un ciudadano norteamericano a bordo de un
barco que hacía la travesía del río San Juan, el presidente Buchanan

11
En junio de 1856, Disraeli dijo en la Cámara de los Comunes: “Daríamos una prueba de sabiduría
si Inglaterra reconociera que los Estados Unidos, como todos los países de Europa, tienen una
política y se hallan asistidos del derecho de tenerla. La doctrina de Monroe no es adecuada, en mi
opinión, para la época que vivimos. El aumento de los medios de comunicación entre Europa y
América ha convertido en una gran familia a todos los países del mundo; un sistema de gobierno
que, en vez de ampliarlas, restrinja las relaciones entre estas partes del globo, no se adapta a
nuestro tiempo. Pero no es una política firme y sagaz la que se funda en la idea de que debemos ver
con extremo recelo el llamado ‘espíritu agresivo’ de los Estados Unidos. Si llevamos al ánimo de
Inglaterra la idea de que debemos estimar siempre toda expansión de los Estados Unidos como un
acto perjudicial a nuestros intereses y hostil a nuestro poder, seguiremos una línea de conducta
que, sin impedir la expansión de dicho país, envolvería a la nación en luchas que pueden ser
desastrosas. Mi opinión es que todo lo que los Estados Unidos tienen derecho a esperar en justicia
pueden obtenerlo sin daño de Europa en general ni de Inglaterra en particular. Es un deber del
hombre de Estado reconocer la necesidad de un aumento en el poder de dicho país.”
12
No pasaba inadvertida incluso para los propios centroamericanos, como lo prueba este artículo
del 30 de mayo de 1857, publicado en la Gaceta Oficial de Honduras: “Tomando en consideración
las ideas emitidas por nuestros colegas El Heraldo, de New York, y el Union, de Washington, nada
hemos adelantado en la vía de nuestra tranquilidad y de nuestra seguridad, individual y territorial.
Según el Union, la actual administración de los Estados Unidos se propone excluir toda intervención
por parte de Inglaterra en los asuntos de Centroamericanismo e inutilizar los tratados existentes
entre ambos Gobiernos, apropiándose del exclusivo derecho de resolver por sí nuestros negocios,
sin intervención de ninguna otra nación sobre la tierra. ¿Y quién ha dado a los Estados Unidos esta
acción directa sobre nosotros? ¿Acaso tiene una nación e individuos más derechos a mezclarse en
los asuntos del vecino que el amigo que se halla más distante?... Si los Estados Unidos desean una
intervención honesta en los asuntos de la América Central, cuanto lo exigen las relaciones de
amistad que unen a ambos países, la justicia, la equidad y hasta su mismo decoro, ¿a qué viene,
pues ese egoísmo, esos celos que le causa una intervención extraña? Si proceden en conciencia,
¿qué les importa que las otras naciones se mezclen también en nuestro bienestar? Lógicamente, no
puede deducirse otra cosa de aquí sino que su insidiosa política envuelve un interés directo y poco
favorable para nosotros, y cuyo interés es de hecho grave que envuelve cada una de sus ideas,
como dicen sus mismos redactores. Y, ¿cuál es ese hecho grave? La absorción de la América
española, porque así se acordó en la Conferencia de Ostende; porque así conviene a los deseos
manifestados por su pueblo; porque así lo significa el nombramiento de hombres cuyas opiniones
son bien conocidas del mundo entero, para la formación del nuevo Gabinete; porque así lo expresa
la prensa del norte y sud de la Unión, y porque así lo prueba la protección dispensada hasta ahora a
los filibusteros por el mismo gobierno…”
34
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

exigió a Nicaragua una indemnización de 24.000 dólares. Sea porque


este país estimara que 24.000 dólares era mucho precio para un simple
botellazo, fuera porque quizá no disponía de tanto dinero, lo cierto es
que no se dio lugar a la demanda.
Un barco de guerra se dirigió entonces hacia San Juan del Norte y la hizo
objeto de un terrible bombardeo, cuyas consecuencias culminaron cuando los
marinos desembarcaron e incendiaron todo lo que quedaba en pie. Walker
veía así vengada su derrota. La Junta de Gobierno de Nicaragua nada pudo
hacer para evitarlo. Ocupada como estaba en restañar las heridas de la guerra
civil, debió someterse a los objetivos implícitos del bombardeo: la firma de un
tratado de “amistad, comercio y navegación”. De allí saldría el tratado Cass-
Irisarri,13 que tan importantes consecuencias tendría en la historia posterior

13
Del cual, por su importancia, transcribimos cuatro de sus artículos:
Art. 14 -La República de Nicaragua concede por la presente, a los Estados Unidos y a sus ciudadanos
y propiedades, el derecho de tránsito entre los océanos Atlántico y Pacífico, a través de los
territorios de aquella república, por cualquiera vía de comunicación, natural o artificial, ya sea por
tierra o por agua, que ahora exista o que pueda existir o ser construida en adelante bajo la
autoridad de Nicaragua, para que pueda usarse y gozarse de la misma manera y bajo iguales
términos por ambas repúblicas y sus respectivos ciudadanos; reservándose, sin embargo, la
República de Nicaragua, su derecho de soberanía sobre las mismas.
Art. 15 -Los Estados Unidos convienen en extender su protección a todas aquellas vías de
comunicación que se acaban de mencionar, y a garantizar su neutralidad. También convienen en
emplear su influencia con otras naciones, para inducirlas a garantizar igual neutralidad y protección.
Y la República de Nicaragua por su parte, se compromete a establecer dos puertos libres, uno en
cada una de las extremidades de las comunicaciones mencionadas, en los Océanos Atlántico y
Pacífico. En estos puertos no se impondrán o exigirán por el Gobierno de Nicaragua ningunos
derecho de tonelaje u otros sobre los buques de los Estados Unidos o sobre efectos o mercancías
pertenecientes a ciudadanos o súbditos de los Estados Unidos o sobre los buques o efectos de
cualquier otro país, destinado bona fide para el tránsito a través de dichas vías de comunicación, y
no para el consumo dentro de la República de Nicaragua.
Art. 16 -La República de Nicaragua conviene en que, si fuere necesario en cualquier tiempo emplear
fuerza militar para la seguridad y protección de personas y propiedades que pasen por cualquiera
de las vías de comunicación, empleará la fuerza necesaria con tal objeto; pero si dejase de hacerlo
por cualquier causa, el gobierno de los Estados Unidos puede emplear tal fuerza para este objeto,
con exclusión de cualquier otro, y cuando cese la necesidad, aquella fuerza será retirada
inmediatamente.
Art. 17 -Se entiende, sin embargo, que los Estados Unidos, al acordar protección a las referidas vías
de comunicación y al garantizar su neutralidad y seguridad, siempre tienen la intención de que la
protección y garantía sean concedidas condicionalmente, y pueden ser retiradas si los Estados
Unidos creyesen que las personas o la compañía que las emprendan o manejen adoptan o
establecen tales regulaciones sobre el tráfico por ellas que sean contrarias al espíritu y a la
intención de este tratado, ya porque hagan injustas distinciones en favor del comercio de otra
nación o de algunas naciones sobre el comercio de otra nación o de otras naciones o porque
impongan exacciones opresivas o impuestos excesivos sobre las malas, pasajeros, buques, efectos,
productos, mercancías u otros artículos. Las mencionadas protección y garantía no serán, sin
embargo, retiradas por los Estados Unidos sin dar noticia con seis meses de anticipación a la
República de Nicaragua.”
Los Estados Unidos tendrán también libertad de llevar tropas y municiones de guerra en sus propios
buques, o de otro modo, a cualquiera de dichos puertos libres, y tendrán derecho a su transporte
35
Gregorio Selser

de Nicaragua, ya que abriría el camino para la penetración imperial de los


Estados Unidos.

A la Junta de Gobierno presidida por Martínez y Jerez sucedió la presidencia


unipersonal del primero de ellos, que, en violación de la Constitución, se
extendió durante ocho años (1859-1867).

Fernando Guzmán ocupó la presidencia después de Martínez, de 1867 a 1871.


Durante el primer año, un nuevo pacto con los Estados Unidos –que,
restablecidos de su guerra civil, reemprendían la carrera imperialista– acordó
a éstos las mismas ventajas sustanciales que habían obtenido de su convenio
con Colombia en 1846. Le siguió en el mando Vicente Cuadra (1871-1875);
luego Pedro J. Chamorro (1875-1879); luego Joaquín Zavala (1879-1883),
durante cuya administración, debido al mal trato que recibían los indios que
trabajaban en el tendido del telégrafo, se sublevaron en Matagalpa, siendo
brutalmente sometidos, y ocasionando indirectamente la expulsión del país
de todos los jesuitas; le siguen después Adán Cárdenas (1883-1887), Evaristo
Carazo (1887-1889) y Roberto Sacasa (1889-1893), todos los cuales pertenecían
a la fracción conservadora.

Sacasa había reemplazado a Carazo a raíz de la muerte de éste, completando


su período presidencial incompleto. Al término de su mandato fue nueva-
mente elegido, pero una revolución encabezada por el general Francisco
Gutiérrez, en 28 de abril de 1893, le depuso; intervino entonces el embajador
norteamericano Baker, cuyos oficios decidieron la firma de un pacto de paz
llamado de Sabanagrande, el 6 de julio. Pero cuando ya se creía que la guerra
civil estaba concluida, se levantó en armas, cinco días después, 11 de julio, el
general José Santos Zelaya, jefe del partido Liberal.

entre dichos puertos, sin obstáculo por las autoridades de Nicaragua y sin que se exijan ningunas
cargas o derechos de pasaje, cualquiera que sean, por su transporte en ninguna de dichas vías de
comunicación. Y no se impondrán otros o más altos impuestos sobre la conducción o tránsito de
personas y de las propiedades de ciudadanos o súbditos de los Estados Unidos o de cualquier país a
través de dichas vías de comunicación que los que han sido o sean impuestos sobre las propiedades
y las personas de ciudadanos de Nicaragua, y la República de Nicaragua reconoce el derecho del
administrador general de Correos de los Estados Unidos de celebrar contratos con cualesquier
individuos o compañías para el transporte de las maletas de los Estados Unidos por dichas vías de
comunicación o por cualesquiera otras vías a través del istmo, a su discreción, en valijas cerradas, el
contenido de las cuales no sea destinado para distribución dentro de dicha República, libre del
establecimiento de todos impuestos o derechos por el Gobierno de Nicaragua; pero esta libertad no
debe interpretarse en el sentido de permitir a dichos individuos o compañías el transporte de
pasajeros o carga en virtud del derecho de transportar las maletas.
36
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Zelaya había sido expulsado del país por Cárdenas. Exiliado en Guatemala,
peleó junto a Justo Rufino Barrios para reunificar políticamente el istmo.
Regresó al país cuando Carazo decretó la amnistía y desde entonces no cejó
en sus propósitos de derribar el continuismo conservador, lo que finalmente
logró cuando, en 25 de julio de 1893, entraba a Managua al frente de su
ejército. El 15 de setiembre del mismo año, la Asamblea Constituyente le
designaba presidente. Para Nicaragua, históricamente, es el prócer que
reconquistó el territorio de la Mosquitia.

En efecto, uno de los primeros actos de su gobierno fue el de reforzar


militarmente el territorio considerado nacional; en tal sentido, un ejército
desembarcó en Bluefields en 23 de octubre de 1893 e intimó al jefe mosco,
Henry Clarence, el acatamiento de la soberanía nicaragüense. Clarence se
negó, apoyado por el gobierno inglés a través del gobernador de Jamaica, lo
que no obstó para que el general Rigoberto Cabezas, en 12 de febrero de
1894, ocupara militarmente Bluefields y decretara la anexión de la Mosquitia
a Nicaragua.

Era de esperar que Inglaterra no toleraría impasible la anexión. A principios


de 1895, con motivo del confinamiento o destierro de algunos súbditos
ingleses que se habían resistido a los hechos señalados, buques de guerra
ingleses fondearon en Corinto, sobre el Pacífico, desembarcando tropas.
Zelaya decretó inmediatamente el estado de sitio, y mediante proclama del
25 de abril llamó a las armas a sus compatriotas. No obstante, la intervención
diplomática de los Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa
Rica, impidió que las cosas pasaran a mayores. Se convino finalmente en que
Nicaragua pagaría a Inglaterra quince millones de libras esterlinas como
indemnización y que ésta se retiraría del país, cosa que, en efecto, llevó a
cabo el 4 de mayo de ese año.

Zelaya continuó gobernando, aunque en medio de continuas revoluciones,


organizadas una veces por los conservadores y otras por sus propios
correligionarios, despechados porque en 1897 y en 1905 había procedido a
reformar la Constitución con objeto de perpetuarse en el mando. En 1905
logró que Inglaterra renunciara definitivamente a todo derecho de intervención
en la costa de Mosquitos, quedando en tal virtud Nicaragua dueña de todo su
territorio, según el tratado Harrison-Altamirano firmado en 19 de abril en
Managua.

37
Gregorio Selser

Fue Zelaya un típico ejemplar de déspota ilustrado iberoamericano, tan


ansioso de fomentar la instrucción pública como de asegurarse la perma-
nencia en el poder. Durante su mandato se concluyeron los trabajos de
ferrocarril iniciados en administraciones anteriores, y se dio comienzo a otros
destinados a unir zonas no explotadas de ambos océanos. Promulgó un
código del trabajo y estableció en 1894 el matrimonio civil, resistido hasta
entonces por los conservadores y el clero. En 1896 una revolución de los
liberales Francisco Baca y José Madriz trató, infructuosamente, de derribarle.
Era ya la época de la guerra por Cuba y de la conquista de la zona del canal de
Panamá. Ha acrecido el poderío de los Estados Unidos, que ahora recelan de
la agresividad del Kaiser y de las tentativas que Alemania hace para obtener
puntos de apoyo en América. Es secretario de Guerra el Honorable Elihu Root,
quien crea en 1903 el Estado Mayor General sobre modelo europeo, y en
1904, en Fort Leavenworth, el Colegio del Estado Mayor del Ejército; la
marina, por su parte, agrega cada año dos buques de guerra de primera línea
a sus efectivos de combate. La enmienda Platt servía al sucesor de Hay para
asegurarse el dominio de Cuba; Root precisaba además de un medio jurídico
de evitar las intervenciones europeas en Centroamérica a pretexto del cobro
de deudas o resguardo de intereses. El medio de que se vale Root, ahora
secretario de Estado, es la creación de un Tribunal de Justicia Centro-
americano, con un juez por cada uno de los cinco países representados.
Presumiblemente, era ese el primer paso hacia la nueva federación e iba a
constituir el organismo destinado a resolver toda disputa entre esos países y
evitar todo pretexto de intervención europea.
Claro está que aun cuando Root fuera un jurista apegado a las fórmulas
legales no iba a dejar de lado la defensa de los intereses que representaba. Su
designación obedecía al mal efecto causado en todo el mundo por la
cuestión del canal de Panamá, donde el prestigio de su patria había sufrido
mengua. La diplomacia del gran garrote debía ser radiada, y Root era la
transición indispensable para la gran vuelta de tuerca, que su sucesor,
Philander Chase Knox, pondría en práctica con el nombre de diplomacia del
dólar.
Para unos, como Fabela, la dollar diplomacy consistía en el otorgamiento de
empréstitos a ciertos países bajo condiciones más o menos onerosas, con
garantías oficiales que aseguraban a los banqueros prestamistas una
razonable protección por parte del Departamento de Estado; éste la ejercía
controlando, como garantía de inversión, los ferrocarriles, los telégrafos y las

38
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

aduanas de los países “favorecidos”; si el Estado insolvente se resistía a


renegar de tal manera de su soberanía, Washington recurría a la persuasión
de su marinería de desembarco. De haber países reacios a la aceptación de
empréstitos, se les inducía a aceptarlos:

“coaccionando su voluntad por medios muy variados y que resultaban


tanto más eficaces cuanto más pobre y más débil es la nación a la que
oficialmente protegen los Estados Unidos con su apoyo pecunario”. 14

Para otros, como Harry Elmer Barnes, la dollar diplomacy respondía no a


intereses meramente mercantiles sino a razones eminentemente geo-
políticas.15 Ambos tienen razón, como lo demuestra exhaustivamente el libro
de Nearing y Freeman, pero en el caso de Nicaragua privó única y exclusiva-
mente el factor estratégico. Los hechos hubieran ocurrido de otro modo de
no mediar la persistente negativa de Zelaya a acordar a los Estados Unidos la
concesión para construir el canal a través de su patria. La concepción
totalitaria de Zelaya se avenía con su ferviente nacionalismo. A pesar de la
opinión de Moore: No quería que las potencias extranjeras interviniesen, ni
siquiera en su carácter de mediadoras, 16 en sus disputas con los países
vecinos, existen referencias que permiten suponer que sí quería, siempre que
no perturbasen su poder.17
14
Isidro Fabela. Los Estados Unidos contra la libertad, p. 165. Talleres Gráficos Lux, Barcelona, s/f.
15
Harry Elmer Barnes. “La naturaleza del imperialismo contemporáneo". Prólogo a El Imperio del
Banano, de Ch. D. Kepner (h.) y J. H. Soothill, p. 27. Ediciones del Caribe, México, 1949:
“Generalmente se supone que nuestro Departamento de Estado ha obrado invariablemente bajo la
presión de los banqueros inversionistas, pero en algunos casos ha ocurrido exactamente lo
contrario. A veces el secretario de Estado ha creído conveniente para los Estados Unidos afirmar su
supervisión en alguna región y ha deseado tener el apoyo de las finanzas norteamericanas en su
política. Entonces el Departamento de Estado ha presionado a los banqueros para que comprasen
los bonos de un país latinoamericano determinado. Este, por ejemplo, fue el caso de los
empréstitos a Nicaragua y a Honduras en 1911-1913 y a Cuba en 1922.”
16
David H. Moore. Historia de la América Latina (A History of Latin America), p. 708. Edit. Poseidón,
Bs. As., 1945.
17
Vicente Sáenz. Rompiendo Cadenas, p. 187. 2da Edición de la Unión Democrática Centro-
americana, México, D. F., 1951. Allí se transcriben los siguientes documentos comprometedores
para Zelaya: a) “Managua, 25 de febrero de 1896. Señor Ministro de los Estados Unidos, Mr. Lewis
Baker. Presente. Varios comerciantes europeos y norteamericanos se muestran recelosos de que las
mercaderías que por un valor considerable tienen en el puerto de Corinto, puedan ser tomadas por
los revoltosos de León, causándoles graves perjuicios en sus intereses. Con este motivo mi
Gobierno, deseoso de tranquilizar a dichos comerciantes, vería con gusto el auxilio de cualquier
potencia amiga que solícita por los intereses de sus súbditos, se pusiera de acuerdo con él.
Noticiosos, por otra parte, de que V. E., en previsión de lo mismo, ha ordenado a un buque de
guerra (norte) americano que se sitúe en Corinto, me ha instruido (Zelaya) para manifestarle que,
teniendo plena confianza en el Gobierno de los Estados Unidos, delega provisionalmente en el
comandante del buque pedido por V. E. todas las facultades necesarias para la policía y seguridad
del puerto, autorizándolo para desembarcar fuerzas y nombrar agentes provisionales. Soy de V. E.
con todo aprecio, atento servidor. José D. Gámez, Ministro de Relaciones Exteriores.”
39
Gregorio Selser

Zelaya era sobre todo celoso de su fama de estar desligado de la sujeción


norteamericana. Para confirmarlo, trató con Porfirio Díaz la construcción de
un ferrocarril que partiendo de México atravesara todo el istmo centro-
americano; cuando fracasó, no titubeó en procurarse el apoyo alemán para la
construcción del canal, siempre que fuera por cuenta de Nicaragua. Este
coqueteo y la necesidad norteamericana de asegurarse el control de la bahía
de Fonseca, acuciaron al Departamento de Estado para promover la caída de
Zelaya.
Antes de que las hostilidades fueran rotas, durante la época de Root, éste
había enviado a un agente petrolero de la Rosario Mining Co., Mr. Washington
S. Valentine, con oficinas en Nueva York y Tegucigalpa, para que tratara de
convencer a Zelaya para que “fuera bueno”. El agente arribó a Corinto en un
barco de guerra norteamericano y entrevistó al dictador de inmediato:

"Daremos a Vd., Sr. Zelaya, los elementos necesarios para que realice la
unión de Centro América: armas, dinero, lo que Vd. pida con la única
condición de que haga negociaciones con mi Gobierno y nos garantice la
ruta canalera del San Juan y una base naval en el Golfo de Fonseca”. 18

Zelaya se negó. Hubo un cierto compás de espera, hasta que súbitamente las
cadenas de diarios de James Gordon Bennet y del ya afirmado William
Randolph Hearst descubrieron al unísono que en Nicaragua existía un temible
déspota, peligroso para la causa de la democracia y para la paz del istmo. El
mismo presidente Taft prosiguió oficialmente el juego, llegando a declarar en
su Mensaje al Congreso de diciembre de 1909 que:
b) “Managua, 8 de abril de 1903. Ministro de Nicaragua, Washington. Como pensamiento
espontáneo emanado del Gabinete (norte) americano, lo que se desea es que el señor Ministro
Hay, por medio del señor Merry (ministro norteamericano en Nicaragua) o del otro ministro (norte)
americano residente en Guatemala, insinúe la celebración de una conferencia de plenipotenciarios
de estas repúblicas. Que de este trabajo no se perciban los miembros del cuerpo diplomático
residente allí, (f) Sánchez.”
c) Del pliego de instrucciones que dio el presidente Zelaya a su nuevo Ministro en Washington,
Rodolfo Espinosa, en 1908:
1. Los Estados Unidos darán a Nicaragua su apoyo moral y material para realizar la unión política
de Centro América. Apoyo moral que consistirá en las insinuaciones que con toda eficacia hagan
sus representantes diplomáticos. Apoyo material que consistirá en suficientes elementos de
guerra y en la presencia de naves de guerra norteamericanas en aguas de Centro América, para
proteger la empresa, de acuerdo con el Gobierno de Nicaragua.
3. Nicaragua establecerá protección aduanera para la importación de artículos de los Estados
Unidos.
4. Si el gobierno [norte] americano pide para llevar a cabo esta negociación una estación
carbonera en Centro América, o una al lado del Atlántico y otra al lado del Pacífico, el Ministro
Espinosa accederá respecto de una y en último caso en cuanto a las dos.”
18
Vicente Sanz. Norteamericanización de Centro América, p. 51. Edit. Talleres de La Opinión, San
José de Costa Rica, 1925.
40
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“desde que se dirigieron los convenios de Washington de 1907 al


Gobierno de los Estados Unidos, como parte consultiva y consejera, este
Gobierno ha sido llamado casi continuamente por una y otra y
sucesivamente por las cinco repúblicas centroamericanas para que se
esfuerce por mantener los convenios. Casi todas las quejas han venido
dirigidas contra el gobierno de Zelaya, de Nicaragua, el cual ha tenido a
toda Centroamérica en constante tensión y agitación”. 19

El Tratado General de Paz y Amistad de 1907 establecía que en caso de


conflicto armado en cualquiera de los países signatarios, los demás serían
neutrales. Pero cuando en 1909 estalló la sublevación contra Zelaya, éste,
para sofocarla, se vio obligado a perseguir a los revolucionarios dentro del
territorio constarricense. Un mes después, Mr. Merry, ministro norte-
americano en Costa Rica, propuso al presidente Cleto González Víquez que
atacara a Zelaya en unión de El Salvador y Guatemala. Es muy sugestiva al
respecto la información que el ministro costarricense en Washington, Joaquín
Bernardo Calvo, envió a su gobierno el 20 de noviembre de 1909. 20

Mr. Knox no administraba solamente intereses del Estado. Había sido Fiscal
General durante el gobierno de Thedy Roosevelt, y en tal carácter intervino
en París en la liquidación de la Nueva Compañía del Canal de Panamá y su
posterior venta a los Estados Unidos. En 1900 dio como abogado forma legal
a la organización del trust Carnegie Steel Corporation, el mismo que luego
destinaría cien mil dólares para la construcción de un Templo de la Paz en
Corinto.

19
Scott Nearing y Joseph Freeman. La Diplomacia del Dólar, p. 177. Edit. M. Aguilar, Madrid, 1930.
20
“Visité al secretario de Estado con el objeto expreso de imponerle, como lo hice, de la actitud de
mi Gobierno en lo referente a sus dificultades con el de... Nicaragua. Anteriormente, en conversación
con el mismo funcionario, yo le había hecho conocer el empeño de mi Gobierno en mantener la
neutralidad así como su propósito de observar el Tratado y Convenciones de Washington. Y al
confirmárselo así, no pude dejar de notar que en manera alguna le había satisfecho lo expuesto por
mí... Inquieto yo con la impresión que tenía me acerqué al subsecretario, Mr. Wilson... Tuve el pesar
de imponerme más a fondo de la extrañeza con que en el Departamento de Estado se mira esta
actitud, pues... deduje... que se considera como que, mediante la violación de nuestro territorio...
Zelaya obtuvo un triunfo... con pérdida irreparable para los revolucionarios... Aquí consideran que
el Gobierno de Costa Rica mira con mucha indiferencia la violación de su territorio. Un paso franco
sería muy bien visto y nos salvaría de situaciones embarazosas. Estamos en peligro de perder
simpatía.”
41
Gregorio Selser

Su obvia injerencia en los asuntos internos de Nicaragua provenía de su cargo


de asesor legal de la familia Fletcher, dueña de cuantiosas propiedades
mineras en el país, una de las cuales, La Luz y Los Ángeles Mining Co., sostuvo
frecuentes disputas con Zelaya con motivo del incumplimiento de las
obligaciones prescriptas en el contrato de concesión. Y aun cuando el
embajador británico Bryce opinara que Knox “no se había ocupado nada, ni
conocía nada, ni había pensado nunca nada sobre política extranjera, hasta
que fue designado Secretario”, no lo demuestra este párrafo de un discurso
suyo:

“La lógica de la geografía política y de la estrategia y el gran interés


nacional creado actualmente por el canal de Panamá, hacen que la
seguridad, la paz y la prosperidad de la América Central y de la zona del
Caribe sean de vital importancia para los Estados Unidos y precisamente
en las regiones donde constituye una amenaza mayor para nosotros, es
más grave y más agudo el mal de las revoluciones y del colapso
financiero. En esos lugares es, por tanto, donde debemos aplicar el
remedio. No es juicioso mantener un gran principio político como la
doctrina de Monroe, y, a la vez, repudiar sus corolarios y descuidar la
aplicación de las medidas indicadas por la razón como la indispensable
salvaguardia del mismo.”21

21
Foreign Relations. 69th. Congress, 1912, págs. 1083-1092.
42
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Capítulo III
LOS ESTADOS UNIDOS INVENTAN A QUISLING

“Me siento turbado respecto de la cuestión de si el Gobierno de


Nicaragua que ha hecho este Tratado representa realmente al pueblo
de Nicaragua, y de si en Nicaragua y en la América Central se considera
a dicho Gobierno como un gobierno que se hallaba en condiciones de
proceder con entera libertad cuando negoció el Tratado. Leo el informe
oficial del jefe de nuestros marinos en Nicaragua y encuentro lo
siguiente: El presente Gobierno no está en el poder por la voluntad del
pueblo: las elecciones del Congreso fueron fraudulentas en su mayor
parte. Y en otro informe dice el mismo jefe que los liberales, es decir, la
oposición, constituyen las tres cuartas partes del país. Es evidente... que
el presente Gobierno se halla mantenido en el poder sólo por la
presencia de nuestros marinos... ¿Podemos hacer un Tratado tan serio
para Nicaragua, que nos concede derechos perpetuos en aquel país, con
un Presidente que tenemos razones para creer que no representa sino
la cuarta parte de la nación, que está mantenido en el cargo por nuestra
fuerza militar y a quien pagamos en virtud del Tratado, una fuerte suma
de dinero, de la cual dispondrá como Presidente?” 22

Elihu Root

El medio de que se valió Knox fue idéntico al que empleara Hay para lo de
Panamá: una revolución. Una supuesta disconformidad del gobernador de
Bluefields, Juan J. Estrada, con la política impositiva de Zelaya, fue el motivo
de la insurrección, en la cual se repitió el curioso hecho de que el cónsul
norteamericano tuviera anticipado conocimiento de su estallido. En efecto,
Mr. Moffat, en cable de 7 de octubre de 1909, informaba a Knox que el
siguiente día se sublevaría Estrada, con la ayuda del general conservador
Emiliano Chamorro; que la propiedad extranjera sería respetada, que no
habría lucha y que se derribaría a Zelaya, descontándose el inmediato
reconocimiento por parte de Washington. 23

22
Elihu Root. Congressional Record, enero 13 de 1927, p. 1557.
23
Foreign Relations, 1900, p. 452. Washington, 1914.
43
Gregorio Selser

Los hechos dieron la razón a Moffat, tal como éste lo confirmaba a Knox en su
cable del día 13, pero con una variante, hubo lucha. Zelaya resistió hasta tal
punto –no obstante la desembozada ayuda que en hombres, armas y
municiones prestaban los buques de la United Fruit Company, que Knox
dispuso la intervención de los cruceros Paducah y Dubuque. Y no fue ésa la
única ayuda: El general Estrada fue rudamente franco, demasiado franco,
cuando concluyó diciendo que admitía que la revolución que él había
encabezado contra Zelaya había recibido la ayuda financiera de ciertas
compañías norteamericanas, establecidas en la costa atlántica de Nicaragua.
Dijo que tales compañías contribuyeron a la revolución de Bluefields con un
millón de dólares, y la casa de Joseph W. Beers con unos doscientos mil y la
de Samuel Weil con cerca de ciento cincuenta mil dólares. 24

En plena sublevación fueron detenidos por el Gobierno un ciudadano francés,


Edmond Couture y dos norteamericanos, Lee Roy Cannon y Leonard Groce:
por orden de Chamorro habían colocado minas en el río San Juan para hacer
volar los barcos de Zelaya. Las minas habían explotado sin causar daños y los
autores de su colocación, detenidos cerca del lugar del hecho, reconocieron
su culpabilidad y fueron condenados a muerte por un consejo de guerra.

Cannon apeló a Zelaya el 14 de noviembre de 1909:

–Mis confesiones que obran en el proceso contra mí son pruebas


suficientes de mi voluntaria culpabilidad; por eso no procuro afirmar a
usted mi inocencia, que no existe, y me limito a suplicarle que su
reconocida magnanimidad se haga extensiva a mí, salvándome la vida...

Groce también apeló:

–Reitérole mi súplica, señor Presidente. Soy culpable y así lo he


confesado; pero yo le ofrezco, general, jamás me volveré a mezclar en
ningún asunto de la política de este país...

Cuando Zelaya se negó a conmutar la pena, Estados Unidos tuvo justificación


para romper relaciones con él, lo que hizo mediante una nota infamante para
Nicaragua, prepotente y arbitraria.25
24
“New York Times”, 9 de setiembre de 1912. Reportaje a Juan J. Estrada, reproducido el 10 de
septiembre en castellano en el “Diario de El Salvador”.
25
Nota de P. C. Knox a Felipe Rodríguez, representante de Nicaragua en Washington “Es notorio
que, desde que se firmaron las convenciones de Washington de 1907, el presidente Zelaya ha
mantenido a Centroamérica en constante inquietud y turbulencia; que ha violado flagrantemente y
repetidas veces lo estipulado en dichas convenciones, y por una influencia poderosa sobre
Honduras, cuya neutralidad aseguran las convenciones, ha tratado de desacreditar aquellas
44
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Estados Unidos había ajusticiado, durante la presidencia de Jackson y por


causas menos graves, a los ingleses Arburthnot y Ambrister; no había
protestado cuando los hondureños fusilaron a Walker. En cambio, según lo
reflexiona Zelaya en sus memorias, 26

“cuando la voladura del Maine, ni siquiera se halló un alambre, una


pieza, la más pequeña, que pudiese dejar la convicción de que se había
cometido un crimen. Más el hecho sólo de que el buque se hallaba en
aguas de Cuba bastó para que el gobierno norteamericano declarase la

sagradas obligaciones internacionales, con detrimento de Costa Rica, El Salvador y Guatemala,


cuyos gobiernos sólo con mucha paciencia han podido mantener lealmente el compromiso solemne
contraído en Washington bajo los auspicios de los Estados Unidos y México.
Es igualmente notorio que, bajo el régimen del presidente Zelaya, las instituciones republicanas han
dejado de existir en Nicaragua, excepto de nombre; que la opinión pública y la prensa han sido
estranguladas, y que las prisiones han sido el precio de toda demostración de patriotismo. Por
consideración personal hacia usted, me abstengo de discutir innecesariamente los penosos detalles
de un régimen que, por desgracia, ha sido un borrón en la historia de Nicaragua y un desengaño
para un grupo de repúblicas que sólo necesitan la oportunidad para llenar sus aspiraciones de un
gobierno libre y honrado.
Por razón de los intereses de los Estados Unidos y de su participación en las convenciones de
Washington, la mayoría de las repúblicas de Centroamérica ha llamado desde hace tiempo la
atención a este Gobierno contra tan irregular situación. Ahora se agrega el clamor de una gran
parte del pueblo nicaragüense por medio de la revolución de Bluefields, y el hecho de que dos
[norte] americanos que, según convicción adquirida por este Gobierno, eran oficiales al servicio de
las fuerzas revolucionarias y, por consiguiente, tenían derecho a ser tratados conforme a las
prácticas modernas de las naciones civilizadas, han sido fusilados por orden directa del presidente
Zelaya, habiendo precedido a su ejecución, según informes, las más bárbaras crueldades. Ahora
viene informe oficial de que el consulado [norte] americano en Managua ha sido amenazado, y con
éste se colma el proceder siniestro de una administración caracterizada también por la tiranía sobre
sus propios ciudadanos, y que hasta el reciente ultraje hacia este país se había manifestado en una
serie de pequeñas molestias e indignidades que hicieron imposible, desde hace algunos meses,
mantener una legación en Managua. Desde todo punto de vista es evidente que ha llegado a ser
difícil para los Estados Unidos retardar más una actitud decidida, en atención a los deberes que
tiene para con sus propios ciudadanos, con su dignidad, con Centroamérica y con la civilización.
El Gobierno de los Estados Unidos está convencido de que la revolución actual representa los
ideales y la voluntad de la mayoría de los nicaragüenses más fielmente que el Gobierno del
presidente Zelaya, y que su centro pacífico es tan extenso como el que tan cruelmente ha tratado
de mantener el Gobierno de Managua. A todo esto se agrega ahora que, según informes oficiosos
de diversas fuentes, han aparecido indicios en las provincias occidentales de Nicaragua de un
levantamiento en favor de un candidato presidencial íntimamente ligado con el viejo régimen, en el
cual es fácil ver nuevos elementos que tienden a una condición de anarquía, que pueden llegar, con
el tiempo, a destruir toda fuente de gobierno responsable con el cual pueda el de los Estados
Unidos discutir la reparación por la muerte de Cannon y Groce, y hasta dificultar la protección con
que debe asegurarse a los ciudadanos e intereses [norte] americanos de Nicaragua.
En estas circunstancias, el Presidente de los Estados Unidos ya no puede sentir por el Gobierno del
Presidente Zelaya aquel respeto y aquella confianza que debía mantener en sus relaciones
diplomáticas, que comprenden el deseo y la facultad de conservar el respeto debido entre un
Estado y otro. El Gobierno de Nicaragua que usted ha representado hasta ahora se servirá quedar
enterado por la presente notificación, que lo será también al jefe de la revolución, de que el
Gobierno de los Estados Unidos le hará estrictamente responsable de la protección de la vida de los
[norte] americanos, e igualmente a las facciones de hecho que dominan las regiones del Este y el
Oeste de la República de Nicaragua.
45
Gregorio Selser

guerra a España... Pero ahora, cuando se había probado plenamente la


culpabilidad de los implicados, la vara caía según otros razonamientos,
valida de un pretexto de torturas cuya inexistencia certificó Luis Layrac,
cónsul de Bélgica. Si Zelaya se negó a rectificar la pena impuesta, sus
razones tenía como mandatario de un país soberano 27 y eso como
excusa de rompimiento era bien pobre razón de Estado utilizada por
Knox el 1º de diciembre de 1909.

Lo que sin embargo era evidente para Zelaya, la decisión de los Estados
Unidos de suprimirlo, le indujo a resignar el mando en 16 de diciembre ante la
Asamblea Nacional para:

Respecto de la reparación que debe hacerse por la muerte de los señores Cannon y Groce, el
Gobierno de los Estados Unidos se resiste a imponer al inocente pueblo de Nicaragua un castigo tan
pesado en expiación de las culpas de un régimen mantenido por la fuerza o a exigir del Gobierno
que surta, si éste sigue una política diferente, el pago de aquella penalidad. Al discutirse esta
reparación, debe discutirse al mismo tiempo la existencia en Managua de un gobierno capaz de
responder a la demanda. Debe también considerarse hasta dónde puede llegar la responsabilidad
de los que perpetraron el hecho, y las torturas que precedieron a la ejecución, si esto se
comprueba, y la cuestión de si el nuevo Gobierno está enteramente desligado de las presentes
intolerables condiciones y es digno de que se le tenga confianza de evitar la repetición de actos
semejantes. En tal caso, el Presidente de los Estados Unidos, como amigo que es de Nicaragua y de
las otras repúblicas de Centroamérica, estará dispuesto a reducir la indemnización a lo que
realmente se deba a los padres de los fusilados y exigir el castigo solamente de aquellos que lo
merezcan. De acuerdo con esta política, el Gobierno de los Estados Unidos suspenderá
temporalmente su demanda de reparación; mientras tanto, dará los pasos necesarios para la
debida protección de los intereses [norte] americanos.
Para asegurar la futura protección de los legítimos intereses [norte] americanos, y en consideración
a los intereses de la mayoría de las repúblicas centroamericanas, lo mismo que con la esperanza de
hacer más efectivos los oficios amistosos establecidos por las convenciones de Washington, el
Gobierno de los Estados Unidos se reserva para tiempos más oportunos el discutir las estipulaciones
con que el Gobierno constitucional de Nicaragua se obligue, por medio de una convención, en
beneficio de todos los gobiernos interesados, a garantizar en lo futuro el mantenimiento de las
convenciones de Washington y sus ideas pacíficas y progresistas.
Por todo lo anterior, usted debe comprender que ha terminado su misión de encargado de
negocios, y tengo el honor de remitir adjunto su pasaporte para el caso de que usted quiera salir del
país. Debo agregarle, al mismo tiempo, que aunque su misión diplomática ha terminado, tendré
mucho gusto en recibir a usted, lo mismo que tendré el gusto de recibir al representante de la
revolución; uno y otro como medios no oficiales de comunicación entre el Gobierno de los Estados
Unidos y las autoridades de facto, con quienes habré de tratar para la protección de los intereses
[norte] americanos, mientras se establece en Nicaragua un gobierno con el cual puedan los Estados
Unidos mantener relaciones diplomáticas.
26
José Santos Zelaya. La Revolución en Nicaragua y los Estados Unidos, p. 139. Madrid, 1910.
27
José Santos Zelaya, op. cit.: “Esos individuos no podían asimilarse a los prisioneros de guerra que
se toman al enemigo en una contienda internacional; eran filibusteros al servicio de una revolución
interna pagados para producir estrago y muerte; mercenarios extranjeros que venían a aumentar
nuestras desgracias no por amor a un país que no era el suyo, sino para alcanzar una recompensa
de los rebeldes y traidores que venían ensangrentando el suelo nacional.”
46
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“contribuir al bien de Nicaragua... y sobre todo, a la suspensión de la


hostilidad manifestada por el Gobierno de los Estados Unidos, al cual no
quiero dar pretexto para que pueda continuar interviniendo en ningún
sentido en los destinos de este país”.

México puso entonces a su disposición el buque General Guerrero para que


pudiera exiliarse.

En su reemplazo, la Asamblea designó, con el ánimo de proseguir la lucha, a


José Madriz. Este estuvo al poco tiempo en condiciones de rendir a Bluefields
al capturar el Bluff, fuerte que domina a la ciudad; pero el comandante del
Paducah prohibió a las tropas leales proseguir su avance, reforzando su
decisión con el desembarco de marinos. Tan descarada como esa fue la
intervención del Paducah y el Dubuque al oponerse a que el barco leal
Máximo Jerez detuviera a la entrada de Bluefields a los buques que desde
New Orleans pertrechaban a Estrada. Los marines promovieron igualmente la
aduana artificial de Schooner Key, para que los revolucionarios pudieran
cobrar la renta correspondiente al Bluff. Igualmente autorizaron a Estrada a
usar bandera norteamericana para resguardar sus posiciones.

Cuando Madriz protestó ante los comandantes y ante Knox, le fue contestado
por los primeros que “harían respetar con los fuegos de sus cañones el
comercio [norte] americano, aunque consistiese en armas y municiones para
la revolución, y que un disparo contra esas embarcaciones significaría
declarar la guerra a los Estados Unidos”; y por el segundo, que el gobierno de
los Estados Unidos “simplemente exige que cada fracción cobre derechos sólo
en el territorio que se halle bajo su dominio de facto, y no permitirá que se
recauden dobles derechos".

Ante demostración tan evidente de que tampoco él era persona grata para
Washington, Madriz renunció en 20 de agosto de 1910. Una semana después,
derrumbada la resistencia de los patriotas, Estrada y Chamorro entraban
victoriosos en Managua. El 11 de octubre, el Departamento de Estado
nombraba a Thomas G. Dawson, entonces ministro, en Panamá, como agente
especial en Nicaragua. Se le dieron instrucciones de negociar un empréstito
garantizado por un porcentaje de los derechos aduaneros. 28

28
Scott Nearing y Joseph Freeman, op. cit., pp. 180-181, donde observan: “Cuando Brown Bross &
Co. tuvieron conocimiento de estos planes, ofrecieron al Departamento de Estado flotar el
empréstito de Nicaragua. Estos banqueros habían llegado a un acuerdo con George D. Emery Co.
para cobrar su reclamación de Nicaragua, la cual se había fijado en septiembre de 1909 en la
cantidad de 600.000 dólares, poco antes de la caída de Zelaya. El 2 de febrero de 1911, Brown Bross
47
Gregorio Selser

En reemplazo de Madriz comenzó a gobernar un cuadrunvirato integrado por


los generales Estrada, Mena y Chamorro y el civil Adolfo Díaz. En tal carácter
recibieron a Dawson, quien en nombre de su gobierno estableció cinco
requisitos a cumplirse: 1) Elección de una Asamblea Constituyente, que
confirmaría a Estrada como presidente provisional y nombraría a Adolfo Díaz
vicepresidente, y que además de aprobar una nueva constitución aboliría
ciertas concesiones otorgadas por Zelaya a no norteamericanos; 2) Creación
de una comisión mixta de reclamaciones; 3) Castigo de los responsables del
fusilamiento de Cannon y Groce; 4) Solicitud de un empréstito a banqueros
norteamericanos; 5) Eliminación de los partidarios de Zelaya en la
Administración.
La nueva Asamblea fue al principio dócil y cumplió con el primer requisito,
nombrando a Estrada y a Díaz el 27 de noviembre de 1910. El 1º de enero de
1911 Taft reconoció formalmente al nuevo gobierno, en el cual Mena
ocupaba el ministerio de Guerra y Chamorro la presidencia de la Asamblea.
En febrero llegó Northcott, nuevo ministro norteamericano, quien de
inmediato informó a Knox su impresión de que Estrada era impopular y de
que en toda Centroamérica existía un sentimiento de indignación por el
sometimiento de éste a la Unión; agregaba que el empréstito debía
negociarse de inmediato, ya que el Presidente sólo se mantenía “por el efecto
moral de nuestro apoyo y por la creencia de que incuestionablemente
contará con el mismo si se producen trastornos”.
Como confirmando su información, estalló como una bomba la difusión de los
“acuerdos Dawson”, mantenidos hasta entonces en riguroso secreto. Una
copia de ellos difundida en toda América por los liberales, causó sensación. La
Asamblea Nacional no tuvo más remedio que hacerse eco de la indignación
colectiva, haciendo incluir en la Constitución preceptos que sostenían que
“únicamente el Congreso podría autorizar empréstitos y celebrar contratos
por medios directos”; y que “los impuestos y contribuciones públicos no
pueden ser enajenados ni dados en arrendamiento". Alarmado Günther
& Co. escribieron al Secretario Knox lo siguiente: “Entendemos que el gobierno de Nicaragua piensa
en la conveniencia de obtener un nuevo empréstito, con el objeto de amortizar sus actuales deudas
y proveer para otras necesidades gubernamentales. Entendemos también que, a fin de conseguir
tal empréstito en condiciones ventajosas, el Gobierno de Nicaragua desea contar con los buenos
oficios de nuestro Gobierno y llegar con él a un acuerdo que proporcione las bases satisfactorias
para la garantía que se requiera. Si esta información es exacta, manifestamos como banqueros que
tendremos mucho gusto en tener la oportunidad de entrar en negociaciones para tal empréstito.
Aparte de nuestro interés general en un asunto de esta naturaleza, nos permitimos agregar que
estamos interesados en la reclamación de George D. Emery Co. contra Nicaragua, según el
protocolo de 18 de septiembre de 1909, y que, por lo tanto, tenemos un interés especial en la
reorganización de las finanzas de este país”.
48
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

–encargado de negocios norteamericano–, pidió a Díaz y a Mena el


aplazamiento de su sanción, “hasta la llegada del ministro enviado por el
gabinete de Washington, que desearía hacer algunas enmiendas a este
documento”.
La inaudita propuesta fue aceptada. Chocó por este motivo Mena con
Estrada. Instado éste por Northcott, disolvió la Asamblea y encarceló a Mena,
a quien dejó en libertad el propio Northcott. Pero la impopularidad de Estrada
había crecido tanto que no tuvo más remedio que resignar el mando en
manos del vicepresidente Díaz.
Y en tanto Chamorro viajaba a los Estados Unidos y Mena se mantenía en
actitud expectante, hacía su entrada en la historia de Nicaragua la figura más
abyecta de las dos décadas siguientes, precediendo a la no menos siniestra
figura de Somoza: Adolfo Díaz. Treinta años antes de que la expresión quisling
se hiciera sinónimo de traición incondicional a la propia patria, los Estados
Unidos creaban el símbolo de la traición en la persona de Adolfo Díaz,
estableciendo con él, de paso, el sistema que les permitiría disfrutar sin
complicaciones sus conquistas en el Caribe. Con su descubrimiento, la Unión
rubricaba un nuevo capítulo de la historia negra de América.
Adolfo Díaz era un empleado de mil dólares al año en La Luz y Los Ángeles
Mining Co., propiedad de la familia Fletcher por la cual velaba solícito el
secretario de Estado Knox. Su primera medida fue autorizar a Salvador
Castrillo, su encargado de negocios en Washington, a celebrar un tratado por
medio del cual los Estados Unidos acordaban a Nicaragua un empréstito de 15
millones de dólares, al 90 % de emisión, fuera de gastos, con un interés del 5
% y un 1 % como amortización. Como garantía ofrecía la entrega de los
ferrocarriles y vapores nacionales. Como la propuesta había sido en realidad
preparada por el Departamento de Estado, y no hubo tiempo o no se quiso
que lo hubiera para su traducción, fue presentado al Congreso de Nicaragua
escrito en idioma inglés, con orden terminante del plenipotenciario Weitzel
de que se aprobara sin quitarle un punto ni hacerle variaciones a las comas.
Seis diputados y dos secretarios de Gobierno, que presumiblemente conocían
el inglés y que "no quisieron mancharse con la nota de vendedores de su
patria" se negaron a suscribir el Tratado, sin poder evitar empero que fuera
sancionado. Pero lo que no produjo la falta de sensibilidad de los diputados lo
provocó el prurito legalista del Senado de la Unión; por tres veces y a pesar
de la especial recomendación del presidente Taft, se negó a ratificar el
tratado Knox-Castrillo, que quedó así sin vigor.

49
Gregorio Selser

Llegada que hubo la época de convocar a elecciones, Díaz, en conocimiento


de que éstas iban a serle adversas, difirió indefinidamente su convocatoria,
con gran disgusto de Mena, quien se sentía presidenciable gracias a la media
palabra de Knox, acordada a cambio de su voto favorable en la Asamblea con
ocasión de tratarse el empréstito fallido. Aun cuando por lo visto Mena no era
ningún santo, logró agrupar en torno suyo a conservadores, liberales y aun a
voluntarios llegados de Honduras, El Salvador, Costa Rica y Guatemala, con
los cuales levantó pendón de rebeldía en 29 de julio de 1912. El general
Benjamín Zeledón, popular entre los militares liberales y entre la juventud
estudiantil, se plegó al movimiento, que conquistó de inmediato las plazas de
Managua, Granada y Masaya.

Díaz no esperó, como Castellón, que algún Walker se ofreciera a ayudarle.


Con toda presteza recabó él mismo de los compatriotas del famoso filibustero
la ayuda indispensable contra sus hermanos. La marinería yanqui desembarcó
y en tren expreso se dirigió a Managua y a Masaya, a las que sometió a
terrible bombardeo. Y en tanto Mena era capturado y embarcado en Corinto
con destino a Panamá, Zeledón se cubría de gloria resistiendo en Coyotepe
las embestidas norteamericanas.

El 15 de agosto, el comandante Butler desembarcó con 412 marines, apenas


la avanzada del total de 2.600 soldados, 125 oficiales y ocho buques de guerra
que el secretario de Marina reconoció luego haber empleado en la
operación,29 intimando a Zeledón la rendición, que éste ni siquiera se tomó el
29
Ese mismo funcionario informó luego que "los oficiales y marinos participaron en el bombardeo
de Managua, en la emboscada nocturna de Masaya, en la rendición del general Mena y su ejército
rebelde en Granada, en la rendición de los cañoneros rebeldes Victoria y Noventa y Tres, en el
asalto y captura de Coyotepe, en la defensa del puente Paso Caballos, incluyendo la guarnición y
otros deberes en Corinto, Chinandega y en otras partes”. U.S. Navy, Annual Repon, 1912-1913, pág.
38.
Nearing y Freeman, op. cit., p. 38, anotan por su parte que “el 4 de septiembre de 1912, el
Departamento de Estado notificó al embajador yanqui en Managua 'que los banqueros que habían
hecho inversiones en los ferrocarriles y líneas de vapores de Nicaragua en conexión con el plan
trazado para el alivio del desastre financiero del país, habían solicitado protección”.
En cuanto al comandante Smedley Butler, de la infantería de marina, años después se harían
famosas sus palabras pronunciadas como general, en 1935, en una sesión del Congreso
norteamericano:
“He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerzas
armadas norteamericanas: en la infantería de marina... Durante todo ese tiempo tengo el
sentimiento de haber actuado en calidad de bandido altamente calificado al servicio de los 'big
business' de Wall Street y de sus banqueros. En una palabra, he sido un 'rakeeter' al servicio del
capitalismo... De tal manera, en 1914 he afirmado la seguridad de los intereses petrolíferos en
México, Tampico en particular. He contribuido a transformar a Cuba en un país donde la gente del
National City Bank podía birlar tranquilamente los beneficios... He participado en la limpieza de
Nicaragua, de 1909 a 1912, por cuenta de la firma bancada internacional de los Hermanos Brown.
En 1916, actuando por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos, he aportado a la
50
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

trabajo de contestar. Y en tanto los gobiernos del istmo protestaban por la


intervención y se hacía pública la protesta del presidente de El Salvador,
Araujo, el documento más notable de la “Guerra de Mena" veía la luz: era una
nota del ministro norteamericano en Nicaragua, George F. Weitzel,
reafirmando las razones que asistían a los Estados Unidos para invadir a
Nicaragua, y estaba dirigida al ministro de Relaciones Exteriores, Diego M.
Chamorro.30 En la historia de la diplomacia pocas veces se han unido como en
este caso en un documento la torpeza, la desaprensión y la soberbia, pero

República Dominicana la ‘civilización’. Yo fui quien en 1923 ayudó a arreglar los asuntos de
Honduras en interés de las compañías fruteras norteamericanas. En 1927, en China, afiancé la
seguridad de los intereses de la Standard Oil.”
"Cuando de tal modo arrojo una mirada hacia atrás, me percato de que podría incluso representar a
Al Capone, pues él no pudo ejercer sus actividades de gángster más que en tres barrios de una
ciudad, mientras yo, como marine, las he ejercido en tres continentes.” Common Sense, New York,
noviembre de 1935.
30
El texto de la nota, importante para la historia de las relaciones latinoamericanas con los Estados
Unidos, era el siguiente:
'Excelencia: Tengo la honra de informar a V. E. que el Departamento de Estado me ha dado
instrucciones por cable de transcribir al Gobierno de V. E., y de modo no oficial a los jefes rebeldes,
así como hacer pública la siguiente declaración autorizada de la política de los Estados Unidos en los
presentes disturbios. La política del Gobierno de los Estados Unidos en los presentes disturbios de
Nicaragua es tomar los medios necesarios para una protección adecuada de la legación de
Managua, mantener abiertas las comunicaciones y proteger la vida y la propiedad [norte]
americanas. Al desconocer a Zelaya, a cuyo régimen de barbarie y corrupción puso término la
nación nicaragüense después de una sangrienta guerra, el Gobierno de los Estados Unidos condenó
no sólo al individuo, sino al sistema, y este Gobierno no podría tolerar ningún movimiento para
restablecer el mismo régimen destructivo. El Gobierno de los Estados Unidos, en consecuencia, se
opondrá a cualquier restauración del zelayismo y prestará su eficaz apoyo moral a la causa del buen
gobierno legalmente constituido para beneficio del pueblo de Nicaragua, a quien ha tratado de
ayudar desde largo tiempo en su justa aspiración hacia la paz y prosperidad, bajo un gobierno
constitucional y de orden.
“Un grupo como de 128 plantadores [norte] americanos, residentes en una región de Nicaragua, ha
pedido protección. Como dos docenas de casas [norte] americanas que hacen negocios en el país,
han pedido protección; los bancos [norte] americanos que han hecho inversiones de fondos en
ferrocarriles y vapores de Nicaragua, como parte de un plan para el alivio de la angustiosa situación
financiera de aquél, han pedido protección. Los ciudadanos [norte] americanos que están ahora en
servicio del Gobierno de Nicaragua y hasta la propia legación se han expuesto a peligro inmediato
durante los fuegos. Dos ciudadanos [norte] americanos se dice que han sido bárbaramente
asesinados. Además del reclamo Emery, debido a ciudadanos [norte] americanos, y de la
indemnización por la muerte de Cannon y Groce durante la guerra de Zelaya, hay varias
reclamaciones de [norte] americanos e intereses ocasionados por concesiones en Washington. Los
Estados Unidos tienen el compromiso de ejercer su influencia para el mantenimiento de la paz
general, que está seriamente amenazada por el presente levantamiento, y en este sentido hacer
cumplir estrictamente las convenciones de Washington y prestar debido apoyo a sus designios y
propósitos.”
“Cuando el ministro [norte]americano pidió al Gobierno de Nicaragua que protegiera la vida y las
propiedades [norte] americanas, el ministro de Relaciones Exteriores respondió que las tropas del
Gobierno debían ocuparse en vencer la rebelión, agregando, en consecuencia: Mi Gobierno desea
que el Gobierno de los Estados Unidos garantice con sus propias fuerzas la seguridad y la
prosperidad de los ciudadanos [norte] americanos en Nicaragua y que haga extensiva la protección
a todos los habitantes de la República. En esta situación, la política de los Estados Unidos será
51
Gregorio Selser

cuando esto ha sucedido, sus autores fueron con rara unanimidad norte-
americanos, que confundieron la mesa de las deliberaciones de Estados
soberanos con mostradores de almacenes o bancos. El insólito panfleto del
funcionario del Departamento de Estado, como otrora el de Knox, son las
mejores pruebas de nuestro aserto.

Pero el colmo de los absurdos ocurrió cuando Chamorro hizo imprimir esa
insultante nota, distribuyéndola entre las autoridades militares y civiles y la
tropa como demostración de que Díaz estaba realmente apoyado por las
tropas de los Estados Unidos. ¡Eso, en lugar de refugiarse a esconder su
vergüenza en el pozo más lóbrego de su patria! ¡Eso, en lugar de unirse a los
patriotas para barrer a los invasores!

Zeledón, el heroico defensor de Coyotepe, fue muerto el 4 de octubre de


1912 en El Arroyo, al tratar de forzar el cerco norteamericano. Con su muerte
y la prisión de Mena, la revolución había quedado sin jefes. De nada sirvió la
defensa de Masaya, víctima después del saqueo y el incendio; de nada la
vibrante nota de protesta que las autoridades de León enviaron al almirante
Southerland; de nada aquella otra del delegado del Gobierno, Leonardo
Argüello, cuyos términos, notables por su valentía y patriotismo, fueron
contestados por el jefe de la ocupación de León, Chas S. Long, con frases de
amenaza “en caso de una negativa de entregar los trenes”. 31
proteger la vida y la propiedad de sus ciudadanos del modo indicado, de tal manera que Nicaragua
pueda reanudar su programa de reformas, libre del obstáculo puesto por los viciosos elementos
que querían restaurar los modos de Zelaya, incitando al general Mena a rebelarse con flagrante
violación de sus promesas, dadas a su propio gobierno y al ministro [norte] americano y pacto
Dawson, por el cual estaba solemnemente obligado, y su tentativa para derrocar al Gobierno de su
propio país, con miras exclusivamente egoístas y sin tener siquiera la pretensión de luchar por un
principio, hace que la presente rebelión sea desde su origen la más inexcusable en los anales de
Centroamérica. La índole de los actuales disturbios y los procedimientos empleados imprimen a
esos disturbios el carácter de una anarquía más bien que el de una revolución ordinaria. Acepte V.
E., etc. George Weitzel, ministro [norte] americano. 13/9/1912.”
31
Algunas puntualizaciones del mismo fueron: “...Nicaragua es nación libre, soberana e
independiente. La soberanía es una, inalienable e imprescriptible, y reside esencialmente en el
pueblo, de quien derivan sus facultades los funcionarios que la Constitución y las leyes establecen.
En consecuencia, no se podrán celebrar pactos o tratados que se opongan a la independencia e
integridad de la nación o que afecten de algún modo su soberanía (art. 2º). Conforme a estos
principios, la intervención de las fuerzas de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos lesiona
nuestra soberanía y es un ultraje inferido por la fuerza a los derechos de un pueblo débil. Ni vale,
señor, el argumento que podría aducirse de que las fuerzas de los Estados Unidos han desembar-
cado para proteger la línea férrea y el consiguiente tráfico, por estar ésta comprometida, mediante
un contrato, con banqueros [norte] americanos. Usted comprenderá que los banqueros son meros
prendarios: que el ferrocarril nacional se les ha dado en garantía, conservando la nación su
propiedad, pues aun llegando a formarse la compañía, conforme al contrato de empréstito
adicional, la nación será siempre dueña del 40 ó 50 % de las acciones. Y aun en el caso de que el
ferrocarril fuese propiedad exclusiva de una compañía [norte] americana, esto no daría derecho al
Gobierno de los Estados Unidos a intervenir directamente... Después de esto, formulo ante usted
52
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Para fines de octubre, el poderío técnico había doblegado a los patriotas. El


12 de noviembre se leía en los diarios de Managua esta noticia:

“Sólo quedan 400 marinos. El 15, o sea el viernes de la presente


semana, partirán para Panamá el almirante Southerland y las fuerzas
[norte] americanas con la expedición de 400 marinos, que se quedan
distribuidos así: 300 en Campo de Marte y 100 en León”.

El día 13, la noticia periodística era:

“Hoy a las 7 a.m. partió de ésta, con destino a Corinto, el tren


presidencial compuesto de tres carros: en el centro iba el Presidente,
don Adolfo Díaz, el general Emiliano Chamorro, el ministro Diego M.
Chamorro, don Carlos Cuadra Pasos y otros amigos. Delante y detrás
iban dos carros con cien marinos norteamericanos...”

Los banqueros podían, pues, tomar tranquila posesión de sus funciones. El 26


de marzo de 1912, esto es, poco tiempo antes de la sublevación de Mena y a
pesar de las prescripciones constitucionales, celebraron con Díaz un acuerdo
suplementario de empréstito de 725.000 dólares, de los cuales 500.000
debían ser empleados por los peritos monetarios en la estabilización del
cambio, y los 225.000 restantes para los gastos del gobierno. La operación se
concertó a seis meses de plazo, al 6 % y una comisión adicional del 1 % para
los banqueros, garantizada con los impuestos aduaneros, las líneas de
ferrocarriles y vapores, y con los derechos que Nicaragua poseía contra el
Sindicato Ethelburga, de Londres.

Se dice que cuando Zelaya contrató con el Sindicato Ethelburga un empréstito


por la suma de 1.250.000 libras, precipitó con ello la intervención de los
Estados Unidos, que veían en ese convenio un nuevo pretexto inglés para
infiltrarse en Nicaragua. Pero el convenio del 25 de mayo de 1912 entre
Nicaragua y los banqueros autorizaba a éstos a negociar en Londres en
nombre de la Nación. La consecuencia fue que el saldo en Londres, que
ascendía a 1.195.000 dólares, se transfirió a los banqueros como pago de su
préstamo, después de pagar intereses y fondo de amortización sobre los
bonos.

formal protesta de dos hechos principales... El primero de estos hechos es la captura por fuerzas de
su mando del pequeño barco de vapor “El Águila”, tomado por nosotros como buena presa,
conforme a las leyes de guerra, por encontrarse dicho barco al servicio del Gobierno de Managua. El
segundo hecho es la prisión actual de todos los ciudadanos nicaragüenses, recluidos en "El Cordón"
por motivos políticos... Para concluir…: no extrañará que le pregunte si las relaciones entre los
Estados Unidos y Nicaragua son de paz o de guerra...”
53
Gregorio Selser

Lo más grave del contrato era la estipulación de que Nicaragua debía


transferir sus líneas de vapores y ferrocarriles a una corporación a organizarse
en Estados Unidos, la que gozaría de exención de impuestos, de la opción por
un año de adquirir el 51 % de las acciones por un millón de dólares y,
mediante un préstamo extraordinario de 500.000 dólares a la corporación así
constituida, también tendrían opción al 49 % restante de las acciones.

Tal como se consigna en documentos norteamericanos 32 Nicaragua no podría


vender su participación a persona alguna, excepto a los banqueros, hasta que
los empréstitos estuvieran cancelados. Además, todas las negociaciones
debían llevarse a cabo con la participación del Departamento de Estado, ¡lo
que convertía a este organismo en manager de Brown Bross y J. & W.
Seligman! Díaz aportó a su patria la acentuación de la crisis económica; los
cambios se elevaron a tipos inverosímiles (1.500 y 1.485 por 100 sobre giros
norteamericanos e ingleses, respectivamente). El contrato que firmara el 1º
de septiembre de 1912 en pleno desarrollo de la “Guerra de Mena”, fue
conocido con el nombre de Convenio de Billetes del Tesoro. Nearing y
Freeman sintetizan así sus alcances y proyecciones:

“Cien mil dólares del empréstito deberían emplearse como capital


inicial para el Banco en proyecto; 2) El saldo debería emplearse para
la reforma monetaria de Nicaragua; 3) Los banqueros contratarían
peritos monetarios para la reforma de la moneda, pero Nicaragua
debería pagarlos; 4) Los banqueros depositarían la suma necesaria
para reformar la moneda (1.400.000 dólares) en la United States
Mortgage and Trust Co.; 5) El empréstito debería estar garantizado
con los derechos aduaneros; 6) El recaudador de Aduanas debería
ser un yanqui, nombrado por los banqueros, con aprobación del
secretario de Estado y “designado” por Nicaragua; 7) Las Aduanas no
deberían sufrir ningún cambio sin el consentimiento de los
banqueros. El contrato también otorgaba a los banqueros un
gravamen sobre la contribución de alcoholes, y reservaba a aquéllos
el derecho de “solicitar la protección de los Estados Unidos contra la
violación del presente contrato y su ayuda para llevar a efecto su
ejecución”. Los banqueros y Nicaragua deberían someter sus
disputas al arbitraje del secretario de Estado de los Estados Unidos.”

32
U. S. Foreign Relations, 1912, pp. 1093-1100
54
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Por su parte, Mr. Taft no cejaba en su apoyo incondicional a Díaz. “La Guerra
de Mena” había provocado la justa alarma de los gobiernos centro-
americanos, uno de los cuales, el de El Salvador, reclamó del norteamericano
por su abierta intervención. La respuesta de Taft estuvo de acuerdo con todos
los antecedentes registrados en la materia. 33

¿Cuáles fueron los resultados de la fracasada revolución y de la intervención


armada de los Estados Unidos? En primer término, como lo dice el historiador
Howland,34 quedó una fuerza de cien soldados y varios buques de guerra
cuidando la Legación:

“Estacionada en uno de los fuertes de la capital como una especie de


brigada de bomberos, logró evitar, durante los trece años siguientes de
gobierno conservador, que las latentes aspiraciones liberales provocasen
nuevos incendios.”

En segundo término, otro empréstito destinado a enjugar los gastos


originados por la revolución. Se firmó el 4 de noviembre de 1912, pero esta
vez fueron 500.000 dólares, garantizados por los impuestos al alcohol y al
tabaco, que ya eran de todos modos recaudados por el Banco de Nicaragua
controlado por los banqueros. Pero cuando el Congreso de Nicaragua se negó
a aprobar este convenio, después de haber percibido el país 350.000
dólares, los banqueros suspendieron pagos y se dispusieron a esperar que
soplaran nuevos vientos, lo que parecía probable a raíz de haber sido electo
Woodrow Wilson presidente de los Estados Unidos.

A raíz de esa elección, el ministro norteamericano en Managua informaba, en


2 de febrero de 1913, que los banqueros no adelantarían un dólar más ni
tomarían en cuenta otra proposición:

33
A la propuesta de El Salvador de que Taft insinúe a Nicaragua la necesidad de concluir un arreglo
pacífico, el presidente responde, entre otras cosas “El Gobierno de los Estados Unidos no ha tenido
intención de dejar su Legación y las vidas e intereses de sus ciudadanos en Nicaragua a merced de
una rebelión sin fundamento, y que, por sus acciones, hace pensar en la época de Zelaya,
cometiendo los atropellos más flagrantes a los principios del honor, de la Humanidad, del orden y
de la civilización, como V. E. me lo indica. No creo que fuera de justicia insinuar al Gobierno legítimo
de Nicaragua cualquier arreglo con las personas que han demostrado que no cumplen los
compromisos contraídos con las autoridades locales representadas legalmente y en el ejercicio de
sus derechos. En vista de todas estas circunstancias, y para hacer más prontamente eficaz el
cumplimiento de sus obligaciones, el Gobierno de los Estados Unidos se propone, de conformidad
con lo solicitado por el Gobierno de Nicaragua, tomar las medidas más convenientes para proteger
sus intereses y el afianzamiento de la paz”.
34
Howland, Survey, p. 181. 1929
55
Gregorio Selser

“hasta estar seguros de que la próxima Administración seguiría la misma


política. Esto contraría grandemente al presidente Díaz, quien desea
llegar a un arreglo definitivo de la cuestión financiera mientras esté en
el poder la actual Administración en Washington, puesto que ésta
conoce a fondo la cuestión. Sin embargo, el presidente Díaz me asegura
que no celebrará un contrato definitivo de empréstito sin consultar
previamente con el Departamento...”

Nearing y Freeman acotan que Knox contestó que “no había fundamento para
el rumor de que la próxima Administración cambiaría la política de los Estados
Unidos hacia Centroamérica”, y que recomendó al ministro conversara con
Mr. Bundy Cole, gerente del Banco Nacional de Nicaragua y agente de Brown
Bross. La garantía de Knox y la conversación habida se tradujeron en un
nuevo convenio, en 8 de octubre de 1913, que establecía:

1) Mediante el pagó de un millón de dólares, los banqueros harían uso de


la opción para la compra del 51 % de las acciones de los ferrocarriles;
2) Prestaban a Nicaragua un millón de dólares;
3) Prestaban a los ferrocarriles 500.000 dólares para mejoras y amplia-
ciones;
4) Compraban el 51 % de las acciones del Banco Nacional, por 153.000
dólares, conservando preferencia para la compra del 49 % de las acciones
restantes;
5) Poseían el derecho de transferir esas acciones en caso de incumpli-
miento por parte de Nicaragua; 6) El Banco y los ferrocarriles contarían
con nueve directores cada uno, de los cuales seis serían nombrados por
los banqueros, uno por el secretario de Estado de la Unión y dos por
Nicaragua.

¿Hubo algún saldo positivo para Nicaragua? No, rotundamente. Según los
inapreciables Nearing y Freeman,35 de los dos millones de dólares adelantados a
Nicaragua en pago de las acciones del ferrocarril y como empréstito, la
República sólo recibió 772.424 dólares. El saldo se empleó en pagar la
totalidad de los empréstitos anteriores, en renovar el fondo para la
estabilización del cambio, en comprar acciones del Banco Nacional y en pagar
diversas partidas de los banqueros:

35
Op. Cit., p. 193
56
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“como resultado de esta operación, los banqueros yanquis no sólo


habían cobrado todos sus empréstitos anteriores, sino que Nicaragua les
salía debiendo un millón de dólares; su saldo Ethelburga había
desaparecido y los banqueros controlaban y administraban los ferro-
carriles y el Banco”.

Faltaba todavía la tercera consecuencia de la intervención de los Estados


Unidos, que en realidad era el pivote sobre el cual giraban todas las demás; la
firma del tratado canalero. En plena guerra civil, el ministro Chamorro y el
ministro norteamericano en Managua, Weitzel, suscribían un tratado mediante
el cual se concedían a la Unión los derechos para la construcción, servicio y
mantenimiento de un canal interoceánico por el río San Juan hasta el Gran
Lago de Nicaragua, además del terreno necesario para el establecimiento de
una base naval en el Golfo de Fonseca, sobre el Pacífico, y en varias islas de la
costa oriental.

Costa Rica y El Salvador, que poseían derechos comunes sobre el Golfo de


Fonseca, protestaron airadamente ante el pacto Chamorro-Weitzel. Aun el
mismo Senado de la Unión no encontraba las estipulaciones satisfactorias, y
se negó a ratificarlo. Había tal ensamblamiento entre los intereses de Brown
Bross, J. & W. Seligman y la política del Departamento de Estado, que
aquéllos llegaron a enviar a éste una nota donde, en previsión de la firma del
tratado canalero, sostenían:

“Si el Senado... ratificara el tratado... el pago de los tres millones de


dólares que se propone a Nicaragua en el tratado como compensación,
pondrá a ese gobierno en condiciones de liquidar la mayor parte de su
deuda interna y reclamaciones”.

Parecía que con la negativa de ratificación del Senado de la Unión terminaría


todo el asunto, ya que el 4 de marzo de 1913 iba a asumir el mando Wilson,
de quien se esperaba y aún se anunciaba la modificación de la política de su
antecesor. Los hechos demostrarían todo lo contrario. 36
36
John Kennet Turner. Shall it be Again?, de cuyo libro traduce la revista Hispano-América, nº 16,
pág. 250 (Tegucigalpa, Honduras) los siguientes párrafos: “El hecho de que una porción considerable
de nuestras fuerzas navales estuviera desempeñando el papel de un ejército extranjero de
ocupación en una República de Centroamérica (Nicaragua), apenas fue brevemente mencionado,
con largos intervalos, en la prensa. En tales ocasiones, una frase o dos, como, por ejemplo, 'la
protección de la vida y de la propiedad de ciudadanos [norte] americanos', 'la guardia de la
Legación', eran la explicación más extensa que se daba sobre esos asuntos. Durante los ocho años
que permaneció Wilson en la silla presidencial, ninguna crítica sobre la ocupación de Nicaragua por
nuestras fuerzas pudo leerse en los diarios norteamericanos de importancia, ni en las revistas. Ni
tampoco los cuerpos legisladores de la nación le pidieron al Ejecutivo ninguna cuenta por esos
57
Gregorio Selser

Díaz, por su parte, en elecciones al uso latinoamericano y con la abstención


del partido Liberal, salía electo como presidente constitucional con 15.000
votos, lo que da idea del entusiasmo reinante en los comicios. En este mismo
año, 1913, se dictó una nueva Constitución –que estuvo en vigencia hasta
1939–, y se estableció como moneda oficial el córdoba; todo parecía ya
marchar como por sobre rieles.

actos. Acerca de la apellidada Convención canalera, el senador Borah recalcó: “Si el pueblo
norteamericano hubiera conocido todas las circunstancias en que se hizo, jamás en la vida habría
consentido el que se aprobara. Ese fue casi todo el comentario. Evidentemente, la prensa en
general, y los leaders de los dos grandes partidos políticos, aceptaron el proceder de Wilson en
Nicaragua. Cuando el sucesor de Wilson lo continuó, no se oyó ninguna protesta; y es que, a la
verdad, tal política había sido iniciada por el antecesor de Wilson.
Para hallar detalles auténticos, podemos acudir a las audiencias sobre la Convención de Nicaragua,
verificadas por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en 1914. Estas audiencias fueron
impresas ‘confidencialmente’, de modo exclusivo para uso del Comité, pues se le envió una copia a
cada miembro acompañada de la advertencia de que guardara el secreto. El autor de este libro ha
tenido en sus manos una de las copias del Comité.
Un examen de este documento secreto del Gobierno demuestra que las audiencias fueron hechas
en forma de preparadas adrede. Es decir, ni a los nicaragüenses ni a los norteamericanos que se
oponían al Tratado les fue permitido dar sus declaraciones al respecto como testigos. Sólo una
persona de las que no tenían interés que se llevara a cabo la negociación, y que no pertenecía a
ninguna de las partes interesadas en pro y en contra, fue oída. Pues bien, a despecho de la
supresión de detalles importantísimos e indispensables para ilustrar la génesis del arreglo, el
documento descubre claramente los siguientes hechos fundamentales:
1º Que la ocupación permanente de Nicaragua fue llevada a cabo por la administración de Taft con
el propósito de sostener en el Poder a un Presidente combatido por una mayoría abrumadora de
ciudadanos en su país. 2º Que el tal Presidente, Adolfo Díaz, fue llevado al Poder, no por votos de
los nicaragüenses, sino por las fuerzas armadas de los Estados Unidos, a las órdenes del Presidente
de los Estados Unidos. 3º Que como un medio de llevar a Adolfo Díaz a la Presidencia, y de
mantenerlo allí, nosotros emprendimos una serie de ilegales campañas militares, matamos a
centenares de nicaragüenses, echamos abajo tres Gobierno sucesivos, nos apoderamos de la
propiedad pública y privada y proseguimos una guerra de conquista hasta tomar posesión completa
del país. 4º Que Adolfo Díaz, en la Presidencia, se encontró con que no podía hacer nada por su
propia voluntad, sino que tenía que recibir órdenes como un mayordomo cualquiera. 5º Que la
dominación norteamericana en Nicaragua no llevó el más pequeño beneficio al pueblo de
Nicaragua; que las libertades de los ciudadanos nicaragüenses fueron permanentemente abolidas;
que el Gobierno de Nicaragua, bajo el protectorado norteamericano es una pura autocracia,
administrada por extranjeros, la cual se ve obligada a mantener suspendida sobre el pueblo
nicaragüense la amenaza de un régimen de terror para perpetuarse en el Poder. 6º Que todo el
propósito de la guerra de los Estados Unidos contra la pequeña República fue el de obligar a
Nicaragua a someterse a un saqueo de sus riquezas por financieros norteamericanos. 7º Que
Woodrow Wilson llevó adelante, en todos sus detalles, los proyectos de conquista principiados por
Taft; que a la explotación de Nicaragua con la ayuda de los cañones norteamericanos se le dio un
color de legalidad bajo el régimen de Wilson, pues el Tratado con Nicaragua fue ratificado porque
así lo recomendó Wilson. 8º Que los principales rasgos de este Tratado, la venta de una concesión
canalera y el arrendamiento de unas bases navales, son cuestiones concebidas después de resuelto
el verdadero objetivo, con el fin de poner una pantalla que ocultara los propósitos puramente
financieros del protectorado. 9º Que el actual arbitro de los destinos de Nicaragua, bajo el
protectorado norteamericano, no es otro que el representante o apoderado local del Sindicato de
58
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Pero el 5 de agosto de 1914, el general Emiliano Chamorro firmaba con el


secretario de Estado William J. Bryan el tratado por el cual Nicaragua cedía a
Estados Unidos el derecho de construir un canal interoceánico por su
territorio, amén de otras concesiones contenidas en el fallido convenio
anterior. Mr. Knox sabía perfectamente lo que decía cuando sostenía que el
cambio de administración no iba a modificar la política imperial de su patria.
El presidente Wilson, a despecho de su cacareado título de apóstol de la
democracia, dio su visto bueno a la infame tratativa, que fue finalmente
promulgada por el Senado en 18 de febrero de 1916, siendo sus términos los
siguientes:

Artículo 1. – El Gobierno de Nicaragua concede al Gobierno de los


Estados Unidos, a perpetuidad, libre de todo impuesto y otra carga
pública, los derechos exclusivos de propiedad que sean necesarios y
convenientes para la construcción de un canal interoceánico por la vía
del río San Juan y el Gran Lago de Nicaragua, o por cualquier otra ruta
sobre territorio nicaragüense; los detalles de las condiciones bajo las
cuales dicho canal será construido, manejado y conservado, serán
convenidas por los dos gobiernos en cualquier tiempo en el que el
Gobierno de los Estados Unidos notifique al Gobierno de Nicaragua su
deseo o intención de construir dicho canal.

Art. 2. – Con el objeto de que el Gobierno de los Estados Unidos pueda


proteger el canal de Panamá y los derechos de propiedad que el artículo
anterior concede al Gobierno de los Estados Unidos, así como para que
el Gobierno de los Estados Unidos pueda tomar cualquiera medida
necesaria conducente al fin que en ésta se propone, el Gobierno de
Nicaragua arrienda, por la presente, a los Estados Unidos, y por un
término de noventa y nueve años, las islas del mar Caribe Great Corn y
Little Corn; y el Gobierno de Nicaragua concede además al Gobierno de
los Estados Unidos, por un período igual de noventa y nueve años, el
derecho de establecer, operar y conservar una base naval en aquel lugar
del territorio de Nicaragua, lindando con el Golfo de Fonseca, que elija
el Gobierno de los Estados Unidos.

Banqueros de New York, para cuyo beneficio exclusivo se llevó a cabo la conquista y se firmó la
Convención.”
59
Gregorio Selser

El Gobierno de los Estados Unidos gozará de la opción de renovar, por


un período posterior de noventa y nueve años, los anteriores
arrendamientos y concesiones a la expiración de sus respectivos plazos;
quedando expresamente convenido que el territorio que por el
presente se arrienda y la base naval que pueda mantenerse de acuerdo
con la concesión ya mencionada, quedarán sujetos exclusivamente a las
leyes y autoridad soberana de los Estados Unidos durante el plazo de tal
arrendamiento y concesión o de cualquier renovación o renovaciones
de los mismos.

Art. 3. – Teniendo en cuenta las estipulaciones anteriores y el fin


que persigue esta convención, y con el propósito de reducir la
deuda actual de Nicaragua, el Gobierno de los Estados Unidos
pagará en la fecha del canje de las ratificaciones de esta
convención, en beneficio de la República de Nicaragua, la cantidad
de tres millones de dólares de los Estados Unidos, en moneda de
oro, del peso y ley actuales, que se depositarán a la orden del
Gobierno de Nicaragua en el banco o bancos, o corporaciones
bancarias que el Gobierno de los Estados Unidos determine,
fondos que serán aplicados por Nicaragua, del modo que
resuelvan las dos altas partes contratantes: todos estos pagos se
harán por órdenes giradas por el ministerio de Hacienda de
Nicaragua y con la aprobación del secretario de Estado de los
Estados Unidos o de la persona que éste señale.

Art. 4. – Esta Convención será ratificada por las dos altas partes
contratantes de acuerdo con sus respectivas leyes, y las ratificaciones de
la misma se canjearán en Washington, tan pronto como sea posible. En
testimonio de lo cual los respectivos plenipotenciarios han firmado el
presente tratado y fijado en él sus sellos. Hecho en Washington, por
duplicado, en inglés y en español, el día cinco de agosto del año de mil
novecientos catorce.

William Jennings Bryan – Emiliano Chamorro.

60
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La opinión de Root, que figura al comienzo de este capítulo, sancionó no sólo


el estado de ánimo de los norteamericanos, 37 sino el de toda Iberoamérica,
que se alzó indignada contra la nueva iniquidad de los Estados Unidos. Estos,
normalmente impermeables a la opinión de sus vecinos, quedaban altamente
satisfechos del convenio, que les permitía así completar el sistema defensivo
de los accesos al canal de Panamá, no sólo porque la amplitud del golfo de
Fonseca permite abrigar en su seno a todas las escuadras del mundo y es
fácilmente defendible, sino porque el lago de Nicaragua así como sus
numerosas islas podían servirle como astilleros, estaciones sanitarias o
carboníferas, etcétera. Eso sin contar con que, de hecho, la situación
geográfica de Nicaragua le permitía convertirse en una especie de cuartel de
bomberos para sofocar todo posible incendio en Centroamérica.

37
Diarios y revistas norteamericanos fustigaron sin piedad a su Gobierno. Entre ellos “The
Argonaut”, de San Francisco, California, se refería en términos duros a esa política, en un editorial
de 14 de octubre de 1916, n º 2.064, Volumen LXXIX, reproducido por “Hispano América”, de
Tegucigalpa, Honduras, pp. 169-170, de donde son estos párrafos:
“La historia de esa ocupación territorial es interesante. Durante la administración de Taft, los
banqueros Brown Brothers y Seligman & Co., de New York, le dieron a Nicaragua un empréstito de
millón y medio de dólares bajo ciertas condiciones garantizadas por el Gobierno de los Estados
Unidos, y en virtud de esa garantía, y para hacerla efectiva, los marinos fueron a Managua. Brown
Bross. & Co., por falla de pago de intereses y otros incidentes desde aquella época, son actualmente
acreedores por aquel empréstito, y además dueños del ferrocarril nacional de Nicaragua, dueños
del Banco Nacional de Nicaragua, y de algunas otras propiedades que también eran nacionales; y
cuando vino el asunto del Tratado entre los Estados Unidos y Nicaragua para la concesión del canal,
durante las funciones de Bryan en el Departamento de Estado, Brown y Seligman & Co. le pusieron
ojos codiciosos a los tres millones que nosotros le debíamos pagar a Nicaragua por la concesión, y le
fueron a contar “hábilmente” su historia del empréstito a Mr. Bryan, quien tuvo la “complacencia”,
dicen, de convenir el firmarles una forma de contrato, garantizándoles que los tres millones, cuando
hubieran de pagarse, se les entregarían a ellos, en vez de al Gobierno de Nicaragua.
“Por qué los tres millones en lugar del original millón y medio, es cosa que todavía nadie se la ha
explicado. Los banqueros se guardaron ese contrato, “redactado a su gusto y satisfacción”, y
debidamente firmado por Mr. Bryan, con la peculiaridad de que de él no quedó registro ni huella
alguna en el Departamento de Estado, donde, aparentemente, nadie supo ni tuvo conocimiento de
tal contrato; y cuando este Gobierno y los representantes del de Nicaragua iban a proceder a
distribuir el dinero entre Nicaragua y varios de sus acreedores, Brown Bross. y Seligman & Co. se
presentaron con su contrato reclamando todos los tres millones, lo cual fue una gran sorpresa para
el nuevo secretario de Estado, y un tremendo chasco para el Gobierno de Nicaragua y sus otros
acreedores.
Según queda dicho, nadie está en actitud de explicar satisfactoriamente por qué el reclamo de los
banqueros ha crecido de millón y medio a tres millones, más un ferrocarril, un banco y otros saldos
e intereses. Ahora, ¿por qué tratamos nosotros con un espíritu y un método a los países chiquitos
como Haití, Santo Domingo, Panamá y Nicaragua, y tratamos a México con otro espíritu y otro
método? La contestación es que estos países chiquitos, por la pequeñez de sus asuntos e intereses,
están fuera de la observación general, y no llaman la atención de nadie; mientras que México está
actualmente siendo el centro de la atención general.”
"El presidente Wilson, el del ’recto juicio’, siguiendo el interés general, ha tomado personalmente a
su cargo la dirección de los asuntos mexicanos, y ha dejado a los subalternos del Departamento de
Estado el manejo de los países pequeños, y por Sección.”
61
Gregorio Selser

De nada valió que El Salvador, Honduras y Costa Rica protestaran del


enajenamiento de una soberanía que no era de la sola atribución de
Nicaragua. Según la Convención de Washington de 1907 –obra del secretario
de Estado Elihu Root– toda disputa debía ser sometida a la consideración del
Tribunal de Justicia Centroamericano. Tratados anteriores prohibían a
Nicaragua modificar por sí sola el status de esa zona. Así lo hizo saber el
Tribunal de Justicia consultado, quien en 30 de setiembre de 1916 dictaminó
que Nicaragua había violado el Tratado de Límites de 1858 con Costa Rica, el
fallo arbitral del presidente Cleveland de 1888, y el Tratado de Paz y Amistad
del 20 de diciembre de 1907.
El Tribunal desechó igualmente la tesis de Nicaragua, que sostenía que el
Tratado Bryan-Chamorro sólo concedía a los Estados Unidos un mero derecho
de opción. En vista de esa resolución, Nicaragua no reconoció el fallo y
tampoco lo hizo la Unión, quien sostuvo la pobre excusa de que no habiendo
sido signataria de las convenciones aprobadas en la Conferencia de
Washington, no estaba obligada a cumplirlas. Ese sofisma decretó la muerte
del Tribunal de Justicia Centroamericano, que al siguiente año, 1917, debía de
renovar sus autoridades. Como lo consigna el historiador Moore,
“Nicaragua –a quien los demás Estados miraban como la protegida de los
Estados Unidos– no quiso suscribir el convenio de renovación, y así el
Tribunal hubo de cesar en sus funciones en marzo de 1918. Se recordará
que el mismo debió principalmente su existencia a los esfuerzos de los
Estados Unidos. Cuando éstos no quisieron hacer más caso de sus
decisiones, dejó de existir”.38

Otro norteamericano, el senador Boarh, expresó en pública sesión:

“El Tratado que hicimos con Nicaragua no representa en ningún sentido la


expresión de las miras o de los deseos del pueblo nicaragüense. En todo
lo que a Nicaragua concierne, fue hecho por un Gobierno que nosotros
pusimos en el poder, que mantuvimos en el poder por la fuerza, y que en
ningún tiempo representaba las miras del pueblo nicaragüense. Hicimos
un importantísimo Tratado con un pueblo en tal desamparo, un pueblo
bajo nuestra dominación militar. El almirante norteamericano que tenía a
su cargo los asuntos de Nicaragua, declaró en la investigación realizada
por este Congreso que si al pueblo de Nicaragua se le hubiera permitido
expresar libremente su opinión, el ochenta por ciento de ellos, a su juicio,

38
David R. Moore, op. cit. p. 711
62
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

se hubiera opuesto al Tratado tal como le fue sometido. Yo nunca he


considerado el Tratado de Nicaragua como un Tratado celebrado con el
pueblo nicaragüense. Nosotros hicimos un Tratado con nosotros mismos.
Hicimos un Tratado con un Gobierno que nos representaba a nosotros
mismos del otro lado de la mesa de las negociaciones. Hicimos un
Tratado con un Gobierno que era un instrumento nuestro. Es una de las
transacciones más indefendibles de que yo tengo conocimiento en la vida
internacional.”39

Con idéntica actitud se expidió el senador republicano Laad al fundar el


pedido de investigación solicitado al Senado de la Unión. Invocó estos hechos
en apoyo de su moción:

“Por cuanto se ha denunciado en el Senado de los Estados Unidos y


corroborado en minuciosos detalles por muchos informes de la prensa
diaria que marinos de los Estados Unidos invadieron a Nicaragua en 1910,
mataron como doscientos ciudadanos nicaragüenses e impusieron como
Presidente nominal de aquel país a un empleado de una corporación
[norte] americana, que no habría podido permanecer en la Presidencia
cuarenta y ocho horas sin el apoyo de los marinos [norte] americanos; y
Por cuanto mientras los marinos de los Estados Unidos permanecían en
control de la capital de Nicaragua y oficiales navales de los Estados Unidos
dictaban virtualmente la política de su Presidente nominal, el Gobierno de
los Estados Unidos celebró un importante tratado con Nicaragua; y
Por cuanto el oficial encargado de las fuerzas militares en control de
Nicaragua admitió, bajo juramento, ante el Comité de Relaciones
Exteriores del Senado, que el ochenta por ciento del pueblo nicaragüense
repudiaba al gobierno que habíamos impuesto arbitrariamente y
manteníamos por fuerza, y habría rehusado ratificar el tratado que
impusimos a un gobierno no representativo bajo nuestra dominación
militar; y
Por cuanto se dice generalmente que la tentativa de ejecutar los términos
de este tratado, obtenido en estas cuestionables circunstancias, ha
originado disputas entre el Gobierno de los Estados Unidos y algunas
naciones centroamericanas acerca de concesiones territoriales para una
base naval y privilegios comerciales; y

39
Congressional Record, Proceedings and Debats of the 2nd. Session of the 67 th. Congress, Vol.
LXII, pan. 9º págs. 8941-42, Washington.
63
Gregorio Selser

Por cuanto el gobierno nominal de Nicaragua, todavía bajo la dominación


de las fuerzas navales de los Estados Unidos, se negó a reconocer las
disposiciones de una sentencia arbitral pronunciada por la Corte
Internacional de Justicia de Cartago, tribunal instituido a iniciativa de los
Estados Unidos, cuyo gobierno garantizaba el cumplimiento de sus fallos;
y
Por cuanto se ha publicado en los periódicos que con la ayuda de las
fuerzas militares de los Estados Unidos la democracia en Nicaragua está
bajo el tacón de una muy reducida minoría que se ha apoderado del poder
político y explota los recursos económicos del país bajo la dirección de
ciertas firmas comerciales de New York; y
Por cuanto en comprobación de estas acusaciones es un hecho conocido
que Diego M. Chamorro es Presidente de Nicaragua; Rosendo Chamorro,
ministro del Interior; Salvador Chamorro, presidente del Congreso;
Gustavo A. Argüello, hermano político del Presidente Chamorro, ministro
de Hacienda; Agustín Chamorro, consejero financiero; Miguel Vigil, hijo
político del Presidente, secretario del Presidente; Filadelfo Chamorro,
comandante de la fortaleza principal de la capital; Leandro Chamorro,
comandante de Corinto, el puerto principal de Nicaragua; Carlos
Chamorro, comandante militar de la zona del norte; Dionisio Chamorro,
administrador de aduanas; Octavio Chamorro, miembro del Congreso;
Clarence Berghein, hijo político del Presidente Chamorro, cirujano militar;
Agustín Bolaños Chamorro, cónsul de Nicaragua en Nueva Orleáns;
Fernando Chamorro, cónsul de Nicaragua en San Francisco; Pedro J.
Chamorro, cónsul en Londres; Carlos Chamorro de Bernard, representante
diplomático en El Salvador; Emiliano Chamorro, ministro de Nicaragua en
Washington; Octavio César, hermano político del Presidente Chamorro,
agente financiero; y Diego M. Chamorro, hijo, agregado a la Legación en
Washington; y
Por cuanto resoluciones adoptadas en una Junta magna del pueblo de
Managua (Nicaragua), acusan públicamente al Dr. Máximo H. Zepeda,
delegado a la Conferencia Centroamericana de Paz, actualmente reunida
en Washington, D. C., de "traidor a su patria" y de ser "abogado de los
banqueros de Wall Street, contra los legítimos intereses de su país"; y

64
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Por cuanto la misma Junta magna y otras reuniones y editoriales de la


prensa de Nicaragua han pedido el retiro de los marinos de los Estados
Unidos, a fin de que el pueblo de Nicaragua pueda restablecer el gobierno
representativo; y
Por cuanto un senador de los Estados Unidos ha declarado públicamente
por la prensa que “el pueblo de Nicaragua ha sido completamente privado
de todo vestigio de gobierno propio y sus recursos nacionales son
explotados desvergonzadamente por corporaciones [norte] americanas
bajo la protección de los marinos de los Estados Unidos”; y
Por cuanto la ocupación militar de Nicaragua, que cuenta ya doce años, ha
sido considerada por un senador de los Estados Unidos, miembro del
comité de Relaciones Exteriores como “en contravención de la decencia
internacional y en oposición a los derechos legales e intereses materiales
del pueblo de Nicaragua”; y
Por cuanto no existe estado de guerra entre los Estados Unidos y
Nicaragua para justificar la presencia permanente de nuestras fuerzas
militares en el territorio de una nación vecina y amiga; y
Por cuanto el Departamento Ejecutivo no tiene facultades constitucionales
para mantener semejante invasión sin el consentimiento del Congreso; y
Por cuanto tal ocupación permanente contrasta con la política tradicional
de los Estados Unidos y es hostil al mantenimiento de amistosas y
armónicas relaciones con las repúblicas centroamericanas...” 40
Finalmente otra opinión, la de un periodista español:
“Dicen que Chamorro se ha lamentado más de una vez de las conse-
cuencias del famoso convenio, y que tiene abundantes razones para ello.
Porque Chamorro, además, no es como Adolfo Díaz, un empleado que
sube en una compañía extranjera, a quien alcanzan para hacer de él un
testaferro. Chamorro es... de una antigua familia de terratenientes…
¿Entonces, cuál puede ser el secreto de este borrón que coloca el nombre
de Chamorro en la historia con los caracteres más negros?... Pero en
Estados Unidos tienen lo que pretenden: un estado de derecho
conseguido a favor de la presión o de las dádivas políticas sobre los
elementos dirigentes que, como se ve, no han vacilado en vender su alma
al diablo para satisfacer sus ambiciones y aplastar a sus enemigos.” 41

40
Congresional Record, diciembre de 1922, Washington.
41
Ramón de Belausteguigoitia, Con Sandino en Nicaragua, p. 51. Edit. Espasa-Calpe, Madrid, 1934.
65
Gregorio Selser

Capítulo IV
EL “IMPERIALISMO BENÉVOLO DE CORTA DURACIÓN”

“En medio del nuevo orden del poder marítimo y de la política que
apareció a finales del siglo XIX, la inquietud por la seguridad de la
República Continental y por las comunicaciones navales entre sus dos
populosas costas condujo a una serie de intervenciones de Estados
Unidos en las soberanías de las repúblicas independientes del Caribe y
en ciertos estados de la América Central. Esas intervenciones condujeron
a un imperialismo benévolo de corta duración que desapareció tan
pronto como pareció desvanecerse, después de Versalles, el peligro
europeo.”

Samuel Flagg Bemis42

“Vosotros, mis compatriotas de Estados Unidos, sabéis muy bien con


cuánta sinceridad deseamos la independencia, la soberanía incólume y
la integridad política y la prosperidad cada vez mayor de los pueblos de
la América latina. Nosotros tenemos nuestros problemas interiores
inherentes a la vida cada vez más intensa de un pueblo libre, pero no
existe ningún sentimiento imperialista que arroje su sombra sobre la
senda de nuestro progreso. No ambicionamos ningún territorio; no
buscamos ninguna conquista; la libertad que queremos para nosotros la
deseamos también para los demás; y no queremos hacer valer para
nosotros derechos que no concedamos a los demás. Deseamos con
absoluta sinceridad ver en todo este hemisferio una paz duradera, el
reino de la justicia y la difusión de las bendiciones de una cooperación
benéfica.”

Charles Evans Hughes43

42
Samuel Flagg Bemis, op. cit., p. 10.
43
Charles Evans Hughes. Discurso como secretario de Estado pronunciado en Brasil, en 1922, con
ocasión del Centenario de la Independencia de ese país. Adresses in Brazil delivered by the Hon.
Charles Evans Hughes, p. 3. Washington. September, 1922.
66
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La ulterior historia de éste y de los otros Chamorros nos fuerzan a dudar de


que don Emiliano haya sido tan sensible. Por de pronto, no tuvo empacho
alguno en aceptar ser el sucesor de Díaz, mediante elecciones supervigiladas
por los marinos-bomberos, bajo la paternal custodia de los cañones del
Chatanooga y del San Diego. Los entretelones de la elección, según lo refiere
Salvatierra,44 fueron una nueva demostración de lo que el “apóstol de la
democracia” Wilson entendía por comicios libres.

“Trascendió que Julián Irías, candidato del Partido Liberal, fue citado por
el ministro norteamericano Jefferson a una entrevista, que tuvo lugar en
la Legación en la mañana del 17 del presente mes (septiembre de 1916), a
presencia del almirante Sr. Caperton y del intérprete doctor Francisco
Brown Webber... y el señor ministro norteamericano, sin las palabras
equívocas de una afectada amabilidad diplomática, hizo al candidato
liberal, en nombre de la Secretaría de Estado, las siguientes declaraciones:

“Que jamás será Presidente de Nicaragua el candidato que no


demuestre con pruebas a satisfacción de los secretarios de Estado, lo
siguiente: 1º, Que acepta sin modificación los convenios que el
actual Gobierno de Nicaragua ha celebrado con el de los Estados
Unidos. 2º, Que en todo cuanto haga con relación al sistema
económico de Nicaragua, el Gobierno de este país debe proceder en
completo acuerdo con la Secretaría de Estado. 3º, Que el candidato
debe aceptar la política [norte] americana para el mantenimiento del
orden y la paz en la República, pudiendo, según convenga, retirar o
no las fuerzas [norte] americanas residentes en Nicaragua, o traerlas
nuevamente, en caso de creerlo conveniente. 4º, Que el candidato
demuestre que en ninguna forma participó en la administración del
general Zelaya. 5º, Que el expresado candidato pruebe a la
Secretaría de Estado que en forma directa ni indirecta ha participado
en movimientos revolucionarios contra el Gobierno de Nicaragua
desde la caída de Zelaya.”

Un elemental sentido de la dignidad y de la decencia movió a los liberales a


no aceptar esa imposición, que en sí misma llevaba el propósito de negar a
ese partido el acceso a los comicios, a los cuales en efecto no concurrió.

44
Sofonías Salvatierra. Azul y Blanco, pp. 114-115. Managua, 1919.
67
Gregorio Selser

Ascendió así al poder Emiliano Chamorro, el 1º de enero de 1917, llamando


sacrificio a su aceptación, que otros espíritus –seguramente menos
comprensivos– denominaban premio a la traición. Durante el disfrute de su
canonjía puso en práctica el Plan Lansing, sistema financiero que controlaba
todas las rentas del Estado, aunque no necesariamente en beneficio de la
nación.45

Bien aconsejado por los banqueros y mejor sostenido por los marines,
nombró en 1918 la Comisión Suprema de la República, destinada a fiscalizar
los gastos de la Nación. Naturalmente, en este organismo figuraban dos
funcionarios designados por el Departamento de Estado y uno nicaragüense,
designado por Chamorro.

A todo esto Wilson expresaba, con su proverbial idealismo, que “los Estados
Unidos jamás volverán a adquirir un pie de territorio por conquista” y que:

“los pequeños Estados del mundo tienen el derecho de gozar del mismo
respeto por su soberanía y por su integridad territorial que las grandes y
poderosas naciones”.

Si los iberoamericanos no hubiésemos comprobado, con ocasión de lo de


Nicaragua, Panamá, México, Haití, Cuba y Santo Domingo, de qué manera
entendían los banqueros norteamericanos el panamericanismo, esgrimiendo
el big stick, avasallando soberanías, envileciendo conciencias, estableciendo
dictaduras bestiales y usando del chantaje y la coacción, mientras sus
idealistas y puritanos presidentes se dedicaban a fomentar la democracia... en
el papel, hubiera sido quizás posible que las palabras de Wilson nos
emocionaran... o que tomáramos en serio su famoso discurso de Mobile (27
de octubre de 1913) y sobre todo su promesa de que:

“los Estados agobiados por empréstitos serían emancipados de la


intolerable situación de que los capitalistas ejerzan dominio sobre sus
asuntos internos”.

45
Castellón. Historia de Nicaragua, p. 105: “...con el Plan Lansing, aprobó el Gobierno de Nicaragua
los contratos con los tenedores de Bonos Extranjeros de Londres, con los banqueros de Nueva York
y con el Banco Nacional de Nicaragua y quedó establecida la Alta Comisión con cargo de agente
fiscal. Por medio de dicha Alta Comisión se hizo el reconocimiento de la Deuda Interna dejando este
Tribunal el mismo recuerdo que la Comisión Mixta de los años anteriores. Los contratos y
negociaciones llevados a cabo por el Gobierno durante el año de 1917, analizados atentamente
revelan cláusulas onerosísimas, crecidos intereses y un cuantioso capital en garantía de poco
dinero”.
68
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Por lo que se refiere a Centroamérica, una de las maneras de evitar ese


dominio sería el establecimiento de un frente Unido de sus pueblos para
oponer a la codicia y a la prepotencia. Así lo entendieron las repúblicas
cuando en 4 de diciembre de 1920 dieron comienzo, en San José de Costa
Rica, las deliberaciones “por un Pacto definitivo de unión perpetua e
indisoluble entre los pueblos de la América Central”. Las deliberaciones iban
perfectamente encaminadas, hasta el momento en que se mencionó el tema
de los tratados internacionales. Allí ardió Troya.

Los delegados de Chamorro solicitaron el reconocimiento del “pacto


Chamorro-Bryan” y el de los convenios con los banqueros, además de su
derecho a reglarse particularmente con los Estados Unidos, en lo que
concernía a esos convenios. Concretamente, querían quizás la reunificación,
sí, pero además, querían que los norteamericanos siguieran gobernando en
Nicaragua. Más concretamente aún: no querían la República Federal de
Centroamérica.46
46
Laudelino Moreno. Historia de las Relaciones Interestaduales de Centroamérica, pp. 330 y
siguientes. Monografías Hispano-Americanas, Edit. C.I.A.P., Madrid, donde relata sabrosos detalles
de la Conferencia de San José de Costa Rica, y entre otros los siguientes:
“La base tercera, ‘la Federación garantiza en todos los Estados (a más de otros derechos) la libertad
del sufragio y la alternabilidad en el Poder’, y la cuarta, ‘en adelante ninguno de los Estados podrá
(entre otras cosas) celebrar contratos que puedan en algún modo comprometer su soberanía e
independencia o la integridad de su territorio’, las rechazó el mismo delegado (Castillo, por
Nicaragua) y propuso su eliminación, manifestando, además, que su Gobierno tenía celebradas con
los señores Brown Bross. & Co. y J. W. Seligman & Co. contratas que, lo mismo que el Tratado
Chamorro-Bryan, no debían caer bajo la jurisdicción de la Federación. Esta actitud acentuó la
creencia de que Nicaragua no suscribiría el Pacto Federal...
“...En la sesión siguiente, cuando ya se discutían los artículos últimos del anteproyecto, el Sr. Castillo
mostró un telegrama de su Gobierno en que exigía el reconocimiento expreso de la validez y
eficacia del Tratado Chamorro-Bryan y del derecho de Nicaragua a cumplir sus disposiciones y
celebrar arreglos y convenciones que de él se deriven. Rechazada esta exigencia, el Sr. Castillo
presentó una fórmula, redactada antes de recibir nuevas instrucciones de su Gobierno, concebida
en estos términos: ‘Ningún acto, ley o sentencia de la Federación o de los Estados impedirá que
Nicaragua cumpla con las estipulaciones del Tratado Chamorro-Bryan, que celebró con los Estados
Unidos de América el 5 de agosto de 1914. Ningún acto, ley o sentencia de la Federación impedirá
el cumplimiento, modificará o alterará los contratos celebrados por Nicaragua con los Sres. Brown
Bross. & Cía. y J. W. Seligman & Co.”
"...El día siguiente (señalado para suscribir el pacto) el presidente de la Conferencia recibió una
exposición del delegado de Nicaragua, Dr. Pasos Arana (reemplazante de Castillo), que derrumbó la
obra terminada. En ella expresa que el pueblo de Nicaragua quiere la Unión; que la quiere su
Gobierno, encarnado en el Jefe que hoy ejerce la primera magistratura, y que a pesar de cuanto se
ha dicho, es la verdadera representación de la voluntad de aquel pueblo: que el delegado que ha
quedado al frente de la representación de Nicaragua es tan decididamente unionista que,
imperturbable, se ha mantenido en su puesto a pesar de estar enfermo, y ha permanecido sereno
ante los ataques de una prensa inspirada en el error y en la injusticia... Pero ‘el Gobierno de
Nicaragua encuentra, y con plena razón, que no es posible firmar el Pacto en los términos que está
planteado, porque es contrario al honor y dignidad de la República el admitir, ni por un momento
siquiera, el cargo tácito que se desprende de que Nicaragua hubiera podido firmar sin derecho el
Tratado Chamorro-Bryan, en el cual se contuviesen lesiones a los intereses de Centroamérica”. “En
69
Gregorio Selser

Ante la evidencia de los hechos, las deliberaciones no dieron el resultado


esperado. En cambio, se logró que se constituyera una República Tripartita,
con la participación de Guatemala, El Salvador y Honduras, que estableció su
capital en Comayagua, Honduras, en 1º de diciembre de 1921. En cada uno de
los tres países se celebraron elecciones federales de diputados y sólo faltaba
la elección de senadores en Guatemala para que el 15 de enero de 1922
pudiera reunirse el Congreso de la Federación.

Pero el 5 de diciembre de 1921, el general Orellana se sublevó contra el


presidente Herrera, de Guatemala. La Asamblea de este país decretó en 14 de
enero la separación del pacto tripartito, provocando de esa manera su
disolución posterior.

Es sugestivo que días después de la revolución de Orellana, en 23 de


diciembre, Hughes, secretario de Estado de la Unión, enviara un cable
impugnando la constitución de la Federación tripartita, alegando capciosa-
mente las estipulaciones de la Convención Adicional al Tratado General de
Paz y Amistad de 1907, donde se leía:

“Las Altas Partes contratantes no reconocerán ningún régimen que surja


por consecuencia de golpe de Estado o de revolución contra un
gobierno reconocido, mientras los representantes del pueblo libre-
mente electos no hayan reorganizado el país en forma constitucional.”

Con su cable, Hughes recomendaba a El Salvador y a Honduras el estricto


cumplimiento de dicha Convención, donde también se estipulaba la no
intervención de ninguna de las partes contratantes en los asuntos internos de
otra. Es decir, que si estos dos países, en cumplimiento del Pacto Federal
Tripartito, trataban de ayudar a Herrera contra Orellana, incurrían según
Hughes, en intervencionismos, ya que el organismo resultante de este Pacto
aún no había entrado en funcionamiento ni tampoco había sido reconocido
por los Estados Unidos.

concepto, pues, el Gobierno de Nicaragua, agotadas las formas propuestas, la única manera de
llegar a un resultado feliz era suspender, por ahora, las Conferencias, para que puedan continuarse
en Managua en un término prudencial, por supuesto, mediante la inteligencia oportuna de los
demás Gobiernos de Centroamérica. Por lo expuesto, y no habiendo llegado la autorización del
Gobierno de Nicaragua para que pueda el que habla firmar solo, sin la asistencia del otro delegado
(olvida que con su anuencia se fijó para suscribirlo el día 18), es llegado el caso de anunciar el retiro
de la Delegación.”
70
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La casuística tesis de Hughes tendía a favorecer a Orellana, el dictador que


luego se distinguiría por sus graciosas concesiones a la United Fruit Co. El
pacto, en la forma en que había sido concebido, no se avenía a los intereses
de los Estados Unidos, quienes necesitaban modernizar, adecuándolas a sus
inquietudes maternales, las estipulaciones de 1907.

Con tal propósito, Hughes y Sumner Welles concitaron la firma de un pacto,


que fue suscripto el 7 de febrero de 1923, donde, además de establecerse la
limitación de armamentos y proveer al mejor resguardo de “la paz y la
amistad”, se leía el siguiente artículo:

II. Deseando asegurar en las Repúblicas de Centro América los


beneficios que se derivan de la práctica de las instituciones libres y
contribuir al propio tiempo a afirmar su estabilidad y los prestigios de
que debe rodearse, declaran que se considera amenazante a la paz de
dichas repúblicas todo acto, disposición o medida que altere en
cualquiera de ellas el orden constitucional, ya sea que proceda de algún
poder público, ya de particulares. En consecuencia, los Gobiernos de las
partes contratantes no reconocerán a ninguno que surja en cualquiera
de las cinco Repúblicas por un golpe de Estado o de una revolución
contra un gobierno reconocido, mientras la representación del pueblo,
libremente electa, no haya reorganizado el país en forma constitucional.
Y aun en este caso se obligan a no otorgar el reconocimiento si alguna
de las personas que resultaren electas Presidente, Vicepresidente o
Designado estuviere comprendida en cualquiera de los casos siguientes:
1º, Si fuere el jefe o uno de los jefes del golpe de estado o de la
revolución; o fuere por consanguinidad o afinidad ascendiente,
descendiente o hermano de algunos de ellos. 2º, Si hubiere sido
Secretario de Estado o hubiese tenido alto mando militar al verificarse el
golpe de estado o revolución o al practicarse la elección, o hubiese
ejercido ese cargo o mando dentro de los seis meses anteriores al golpe
de estado, revolución o elección. Tampoco será reconocido en ningún
caso el gobierno que surja de elecciones recaídas en un ciudadano
inhabilitado, expresa o indubitablemente por la Constitución de su país
para ser electo Presidente, Vicepresidente o Designado.”47

47
Es sugestivo que entre tantas prescripciones no figurara como una de las generales de la ley el
hecho de haber sido ministro, embajador o agregado militar acreditado ante Washington, caracte-
rística que suele darse con alguna frecuencia en la biografía de los dictadores latinoamericanos.
71
Gregorio Selser

Otra de las prescripciones de la Convención estipulaba la formación de una


Guardia Nacional en Nicaragua, para que reemplazara a los bomberos
estacionados en Campo de Marte desde 1912. Como signo de la buena
voluntad que animaba al nuevo presidente de los Estados Unidos, el propio
ministro de ese país fue el emisario de la buena nueva que daba Mr. Calvin
Coolidge, sucesor de Warren G. Harding, a su vez sucesor de W. Wilson. El
Receptor de ella fue el vicepresidente en ejercicio del poder, Bartolomé
Martínez. Este había reemplazado al presidente Diego Manuel Chamorro,
muerto –y aunque parezca mentira, no de muerte violenta– en 1923. Este
Chamorro había sucedido en el mando a su sobrino, Emiliano Chamorro, el 1º
de enero de 1921.
La presencia de Martínez había roto involuntariamente la trenza tan
laboriosamente anudada por los Díaz y los Chamorro. Martínez no era ni de la
Granada conservadora, ni de la León liberal, ni de la Bluefields pro yanqui;
sino de la norteña zona de Segovia. Eso constituía no sólo una novedad, sino
también una incógnita, que se develó cuando, en julio de 1924, Martínez
resolvió pagar las cuentas de Nicaragua a los banqueros Brown y Seligman,
recuperando así el Ferrocarril del Pacífico. Compró además, en 300.000
dólares, la participación de los banqueros en el Banco Nacional.
Esta política se vio coronada por los esfuerzos que realizó para unificar a
liberales y conservadores en un mismo afán de recuperación nacional. A tal
efecto, gestionó una fórmula de avenimiento que se tradujo en el binomio
electoral Solórzano (conservador)-Sacasa (liberal), triunfante en las elecciones
realizadas en octubre de 1924.
En enero de 1925, Martínez hacía entrega del mando a Solórzano y el 3 de
agosto de 1925 se retiraban ¡por fin! del país los marines norteamericanos,
izándose en Campo de Marte, por primera vez en catorce años, la bandera
nicaragüense. Como no podía menos que suceder, el 28 del mismo mes se
levantaban en armas los militares, al mando del general chamorrista Alfredo
Rivas. Como Mr. Hughes invocara el pacto del 7 de febrero de 1923,
refirmándolo con el envío de dos buques de guerra como elemento
persuasivo de primer orden, la intentona de Rivas fracasó.
No fue así con la de nuestro viejo y conocido Emiliano Chamorro, ocurrida
casi un mes después, el 25 de octubre, al apoderarse de la fortaleza de
Tiscapa. Solórzano no intentó resistencia alguna: por el contrario, previa
conferencia con Díaz y el ministro norteamericano, no sólo cedió el mando a
Chamorro en lugar de delegarlo en Sacasa, sino que envió a los jefes políticos
y militares la siguiente circular:
72
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Después de la toma de la fortaleza de Tiscapa y la entrega de la


Penitenciaría, hemos llegado a un entendimiento con el general
Emiliano Chamorro, de carácter político-militar, quedando él con el
cargo de general en jefe del ejército de la República, durante el tiempo
que sea necesario para restablecer el orden constitucional. Espero que
tanto usted como los amigos de ese departamento comprenderán lo
difícil de la situación por que atraviesa la República, y sabrán ponerse a
la altura del deber que nos impone un bien entendido patriotismo.
Comandante General Solórzano.”

Esta curiosa muestra de “bien entendido patriotismo”, que solicita


colaboración “para restablecer el orden constitucional” a favor de su principal
perturbador, no es la única perla del collar legalista con que se adornaron
todas las traiciones de los gobernantes latinoamericanos con sus pueblos,
para beneficio de los intereses espurios. Y para quienes, en Nuestra América,
creían en verdad que Coolidge sería distinto de Wilson, pronto llegó el
momento de convencerse de lo contrario. No sólo lo certificaban las palabras
de su compatriota Truslow Adams:

Callado, sin cultura ni gustos intelectuales, con una mente que en muchos
aspectos era singularmente ordinaria y vulgar, poseía sin embargo cierta
astucia y cordura de yanqui endurecido, que le hacían aparecer ante muchos
como un guía prudente y seguro... Sus intereses eran limitados, y al parecer
conocía y le importaban muy poco los asuntos internacionales y los
problemas más vastos del mundo de posguerra. Su comentario sobre las
deudas, cuando se hablaba de reducirlas:
–“alquilaron el dinero, ¿no es cierto?” –da harto justamente la medida
del hombre.”48
También dan fe de ello las palabras de nuestro compatriota Palacios:
“...quienquiera que haya leído su libro El precio de la libertad le habrá
considerado un paladín de los derechos humanos, de la moral y de la
justicia [...] que tal hombre se halla destinado a realizar un cambio
fundamental en el proceder político de Norteamérica, a convertirse en
agente y campeón de la solidaridad continental. Mas he aquí que ese
apóstol ferviente [...] utiliza su cargo de Presidente de la nación más
fuerte del mundo para ejecutar el acto más arbitrario e injusto que se
pueda concebir, movido por intereses materiales, contra un pueblo
48
James Truslow Adams. Historia de los Estados Unidos, p. 396, T. II. Edit. Poseidón, Bs. As., 1945.
73
Gregorio Selser

indefenso de América; hasta el punto de no hallar excusas valederas, ni


siquiera ante sus mismos compatriotas, que lo reprueban abiertamente.
Y atrae sobre su nación con este acto el ludibrio de la historia y el
anatema y el odio de todos los hombres libres.” 49
Pero aquellos que vivieron y sufrieron en carne propia los resultados de los
altruistas propósitos de Mr. Coolidge, fueron los nicaragüenses, como de
costumbre. Pero esta vez no lo iban a hacer en silencio. La sorda rebeldía
estalló a través de la figura y la pasión de un modesto obrero que, sin cultura
ni riquezas a su alcance, mantuvo en jaque al poderío norteamericano
volcado en dinero y armas y que, ante la admiración del mundo, reivindicó
para Nuestra América el derecho a gobernarse sin tutorías ni injerencias
extrañas.
En momento alguno cejó la resistencia nicaragüense a la opresión y
explotación de los norteamericanos, y a la vergonzosa entrega que de su
propia patria realizaron Chamorro y Díaz.

Tanto es así, que en cierta oportunidad los marines se vieron precisados a


asaltar la redacción de “La Tribuna”, en febrero de 1921, porque ésta había
censurado sus desmanes; los autores del hecho no fueron sometidos a corte
marcial, sino sentenciados a dos años de prisión. A fines del mismo año y
principios del siguiente, se produjeron nuevos choques entre patriotas y
extranjeros, resultando cinco nicaragüenses muertos y cinco heridos. Hubo
indemnizaciones y excusas y aunque esta vez los marines fueron sentenciados
a diez años de prisión (que al poco tiempo les fue conmutada), a los muertos
no se les conmutó su muerte.

La concertación del pacto de los países centroamericanos, con la garantía de


los Estados Unidos, celebrado en 1923, fue una medida tendiente a disminuir
el clima de protesta y odio suscitado en toda América por las desaforadas
muestras de panamericanismo de Norteamérica; en esa nación crecían
igualmente las críticas de conocidos liberales como Samuel Guy Inman, Waldo
Frank y los senadores Borah y Laad, que respaldaban un movimiento de
opinión constituido por universitarios y organizaciones obreras y sindicales. 50

49
Alfredo L. Palacios. Nuestra América y el Imperialismo Yanqui, p. 70. Edit. Historia Nueva, Madrid,
1930.
50
Una buena muestra de esa actitud está representada por la información aparecida en La Nación,
de Buenos Aires, el 18 de julio de 1925 y que por su valor reproducimos en parte:
“Nueva York, 17 (Associated). El presidente de la Comisión de Negocios Extranjeros de Senado,
senador Borah, publicó un artículo en el “Forum Magazine”, pidiendo que la futura política
panamericana de Estados Unidos se base en la razón y no en la fuerza. El artículo, titulado ‘El
74
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Eso no impidió que Chamorro, representante de los bancos norteamericanos,


se adueñara del poder mediatizando a Sacasa. Los banqueros habían visto con
inquietud las medidas de recuperación nacional dispuestas por Bartolomé
Martínez.

Con el golpe de Chamorro su ansiedad se disipó y aun cuando Washington no


reconoció a su títere, obligada como estaba por su propia garantía, ello no fue
obstáculo para que el Congreso aceptara la renuncia de Solórzano y en vez de
llamar –como constitucionalmente correspondía– al vicepresidente Juan B.
Sacasa, designara al malhadado Chamorro. Más, como Washington seguía
mostrando mala cara, Chamorro decidió resignar el mando en el senador
Sebastián Uriza, quien tras una pantomima leguleya lo transfirió al conocido
traidor Díaz.

Fetiche de la Fuerza’, insiste en la necesidad de que por todo el hemisferio occidental se extienda
una atmósfera de demostración de buena fe y de fuerza moral', de acuerdo con el espíritu de la
Constitución de Estados Unidos, porque ello sería la contribución más grande de parte de la Unión a
la paz mundial...
“Mr. Borah dice: “Un capítulo muy triste de la historia de nuestras relaciones internacionales es el
que se refiere a nuestro trato con las repúblicas centroamericanas durante los últimos 25 años. No
hemos tenido paciencia; hemos sido injustos en todo momento y, considerada en conjunto, nuestra
acción no ha sido satisfactoria para nadie. Con frecuencia hemos apelado a la fuerza, sin causas
justificadas. Aun en los casos en que existían tratados estableciendo el arbitraje, hemos pasado por
encima de ellos. Conscientes de nuestro gran poder, lo hemos empleado injustamente. La invasión
de Nicaragua no era necesaria, y, por lo tanto, fue inmoral. Constituyó una violación de los
principios sanos del derecho internacional y de la tolerancia internacional”.
“Agrega que la conducta observada por Estados Unidos con las Repúblicas de Santo Domingo y Haití
tampoco puede ser defendida, por más que sus causas hayan sido, quizá, más justificadas que en el
caso de Nicaragua. 'Sin embargo – dice–, ¿quién duda de que, empleando la razón en lugar de la
fuerza, hubiésemos conseguido todo lo que nos correspondía? De todos modos debíamos haber
demostrado nuestra buena fe, tratando de proceder en esa forma. Insisto en que mientras
procedamos tan precipitadamente, apelando con tanta facilidad a la fuerza, la charla del reemplazo
de la violencia y de la fuerza por la ley y el orden no es sino una hipocresía. Si queremos
sinceramente lo que decimos, podemos siquiera practicar esos principios en nuestras relaciones
con los pequeños países, cuyos asuntos quedan tan fácilmente afectados por nuestro modo de
obrar.
“¿Cuándo hemos de empezar a obrar honestamente? Parece razonable suponer que nuestra
política con relación a los asuntos de la América Central ha de sufrir un cambio que establezca la
armonía entre la realidad y nuestras declaraciones.
¡Quiera Dios que ese día llegue pronto! Este modo intolerable de llevar las cosas debe terminar
cuanto antes. Tengo entendido que nuestro secretario de Estado opina que se debe seguir un
rumbo que deje las intervenciones por la fuerza a un lado, como una cosa del pasado. Se puede
deducir también de las declaraciones públicas hechas por el presidente que el Gobierno cree en la
sabiduría y la posibilidad de ese método...”
¡Vanas ilusiones, Mr. Borah!, como usted muy pronto iría a comprobarlo.
75
Gregorio Selser

Como era de esperarse, esta vez el Departamento de Estado lo reconoció


inmediatamente. Corrían los primeros meses de 1926. El defraudado Sacasa,
que había sido educado en los Estados Unidos, trató infructuosamente de
recuperar el poder. Cuando comprobó que era inútil, comenzó a preparar la
revancha. El 2 de mayo de 1926, se insurreccionó en Bluefields el general José
María Moncada. Al saberlo Sacasa, que a la sazón se hallaba en Washington
esperando convencer al Departamento de Estado, se trasladó a México y de
allí pasó a Guatemala, donde conferenció con Moncada, nombrándole jefe
del ejército que debía de recuperarle el mando.
Moncada, que tenía fama de haber sido alternativamente liberal y conser-
vador, había sido el responsable de la prisión del general Mena. Ahora, como
liberal, estaba dispuesto a luchar “por el restablecimiento del orden consti-
tucional”. El 6 de agosto del mismo año Moncada y Luis Beltrán Sandoval
desembarcaban del Foam en Prinzapolka, sobre el Atlántico, y vencían en los
combates de La Barra, La Cruz y Puerto Cabezas, en cuyo lugar resolvieron
hacerse fuertes para abrigar al gobierno de Sacasa, que en efecto llegó al
poco tiempo. A partir de entonces la lucha se generalizó en todo el país. Por
el Pacífico desembarcaron tropas al mando de Samuel Sediles, Julián Venegas
y Roberto Bone, las que fueron rechazadas por el general Roberto Hurtado,
quien pasó por las armas a todos los prisioneros capturados.
Estados Unidos se sintió entonces alarmado. Decidió obrar con presteza, a
cuyo efecto comisionó como enviado a Lawrence Dennis para que mediara en
el conflicto. Dennis cumplió con su cometido, reuniendo en el puerto de
Corinto, a bordo del buque de guerra Denver, a delegados de Sacasa y de
Díaz. La entrevista no tuvo resultado ninguno, salvo la sensacional noticia
publicada días después en “The World”, de Nueva York:
“El secretario de guerra, general Moncada, ha comunicado al presidente
Sacasa que en la conferencia de paz celebrada con los representantes
norteamericanos y conservadores trataron de tentar su lealtad con
halagadoras promesas, ofreciéndole la suma de 200.000 dólares e
insinuándole que podría ser ministro de guerra de Díaz. Agrega el
general Moncada que como es natural, rechazó indignado dichos
propósitos... Protestó ante los representantes norteamericanos de la
ominosa intervención... para sostener intereses de Wall Street,
haciéndolos responsables de los males pasados, presentes y futuros
sufridos por el pueblo nicaragüense.”51
51
Máximo Soto Hall. Nicaragua y el imperialismo norteamericano, p. 94. Ed. Artes y Letras, Bs. As.,
1928. Reedición: Ed. El Perro y la rana. Caracas, 2016.
76
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

¿Podría ser posible semejante acusación? Como ocurriría veintisiete años


después con su colega Mr. Peurifoy en Guatemala, el enviado Mr. Dennis se
hizo mundialmente famoso por sus gestiones en Nicaragua. Desde su: “No
crean ustedes que les vamos a traer al vicepresidente en un buque de guerra,
pero si desembarca en un punto cualquiera de Nicaragua ya es otra cosa”,
hasta su: “Aquí se piensa muchas veces que nosotros venimos a servir los
intereses de los unos contra los otros; pero se equivocan. Sólo servimos
nuestros intereses”, quedó un reguero de desplantes, torpezas e insolencias
que hablaban muy mal del tino con que el Departamento de Estado suele
designar a sus emisarios. Dennis nunca se tomó el trabajo de desmentir las
acusaciones públicas y formales que le señalaban propiciando la presidencia
de Díaz por dinero. Además, de la aseveración reposada y seria del ex
ministro de Solórzano, Salvador Mendieta, 52 todo un cúmulo de rumores y
habladurías se tejió en torno de su desmedida ambición de dinero.
52
Salvador Mendieta. “Sinopsis para Nicaragua y el imperialismo norteamericano”, de Máximo Soto
Hall, p. 80: “Hasta qué punto Coolidge y Kellogg se han fingido sinceros creyentes en el
bolcheviquismo y mexicanismo antiamericanistas atribuidos por Chamorro, Díaz y los banqueros
judíos a Sacasa, es cosas que no puedo precisar; pero es indudable que uno y otro han procedido de
mala fe, con frío cálculo de servir a los banqueros de Nueva York como netos representantes del
feudalismo banquerista, sirviéndose para ese efecto de Adolfo Díaz, el más despreciable proxeneta
político que hasta la fecha ha producido Centroamérica. Auxiliando a ese proxeneta con el
reconocimiento de una legitimidad militar, servicios de aviación, desembarco de poderosos
contingentes del ejército estadounidense... el gobierno de Washington ha prolongado cruel, fría,
implacablemente los horrores de la guerra civil de Nicaragua, con el propósito deliberado... de
comprometer las finanzas... y de asegurar para un futuro próximo el más degradado envilecimiento
de sus partidos políticos y de sus hombres públicos. Liberales y conservadores aseguran que Dennis
aconsejó el reconocimiento de Díaz mediante la suma de 120.000 dólares que éste le pagó, dándole
60.000 de presente y 60.000 cuando la Secretaría de Estado prestó el reconocimiento.”
Sofonías Salvatierra en Sandino o la tragedia de un pueblo, p. 39 asegura por su parte: “Cuando el
general Chamorro se apoderó de la fortaleza de Tiscapa el 25 de octubre de 1925, no está claro si
fue de acuerdo con el ministro norteamericano, bajo el entendido de que el caudillo conservador
sustituiría a Don Carlos, o que, al eliminar a Solórzano, le entregaría inmediatamente la presidencia
a don Adolfo Díaz, cosa que el general Chamorro no hizo puesto que se hizo designar presidente por
el Congreso. El caso es que el Departamento de Estado no lo reconoció, aunque los oficiales de la
intervención, en el aspecto económico, no le pusieron ningún obstáculo, ni en las aduanas, ni en el
Banco ni en el ferrocarril.”
Aunque sin conexión con el tema central de este libro, conozcamos una última perla acerca de este
pájaro de cuenta, suministrada por su compatriota George Seldes quien en Mil Norteamericanos,
(p. 115) relata: “Una investigación del “American Mercury” durante el período que duró la dirección
conjunta de Palmer y Spivak revela que el primer artículo en favor de un movimiento fascista
norteamericano apareció en esta revista. Su autor fue Lawrence Dennis, que empleó en parte el
material de su libro The Comming American Fascism (Harper Bross., 1936) y que más tarde figuró en
el grupo de personas acusadas de sedición, el único “intelectual” de ese núcleo, según lo señaló la
prensa. El Sr. De Witt Wallace (dueño del “Reader’s Digest”) desmintió indignado las acusaciones de
que apoyaba puntos del programa de Hitler y Mussolini, como lo denunció “Infact” en 1942, y
afirmó que las declaraciones que se le atribuían eran ‘totalmente falsas’. En 1947, ante una
declaración de O. John Rogge, agente fiscal en el juicio contra los presuntos sediciosos, el Sr.
Wallace se vio obligado a admitir que después de que Dennis publicó sus artículos en el “ American
Mercury”, fue contratado por el Reader’s Digest.”
77
Gregorio Selser

Como la conferencia del Denver no condujo a nada, Dennis sugirió a Díaz


solicitara protección de los Estados Unidos. Como ya estaba entrenado en
esos menesteres, poco le costó al quisling llevarlo a cabo, valiéndose de la
derrota que sus fuerzas sufrieran en la Laguna de las Perlas a manos de
Moncada y acusando a México de haber proporcionado “trescientos
bolcheviques mexicanos” al ejército de Sacasa. Un cable de Associated Press
reproducía la inquietud del quisling:

“Managua, 28 (AP – El presidente Díaz muestra estar poseído de gran


ansiedad por la situación, y declaró lo siguiente:
“Hace algunos días informé al embajador de los Estados Unidos de
que México, si así lo desea, puede derrotar fácilmente a todas las
Repúblicas centro-americanas y que yo no podría resistir mucho
tiempo contra él. Otro cañonero mejicano, llamado Temporal, partió
de México hace varios días con más municiones que su Gobierno
tiene y también con artillería ligera y pesada. Nosotros tenemos
unos pocos cañones viejos, pero que no pueden ser comparados con
las piezas modernas. Noticias de Puerto Cabezas y Río Grande dicen
que las fuerzas navales desarman a las tropas indígenas y que han
sido encontradas muchas armas que llevan la marca del Gobierno
mejicano…”
El presidente Díaz manifestó que su Gobierno se halla sin fondos y
municiones.
Todavía no se ha declarado zona neutral a toda la costa oriental de
Nicaragua.”53

La nueva intervención comenzó cuando el almirante Julián Latimer, en 24


de diciembre de 1926, ordenó a los marinos desembarcar en Puerto
Cabezas, a fin de obtener el desarme de las fuerzas de Sacasa o su
inmediato abandono de la posición. Un atentado contra el quisling, quien
resultó ileso, decidió el desembarco, que fue seguido de una orden de
Latimer a las compañías exportadoras de caoba para que solamente
pagaran impuestos al gobierno conservador. El Cleveland y el Denver
garantizaban el buen éxito de la operación que, según el Departamento de
Estado al confirmar oficialmente el desembarco, se verificaba “con objeto de
proteger los intereses norteamericanos y extranjeros allí residentes”.

53
“La Nación”, de Buenos Aires, 29 de diciembre, 1926.
78
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Como lo hacía notar Carter Field, corresponsal en Washington del “New


York Herald Tribune”, partidario de la intervención:

“ el Departamento de Estado tampoco ha respondido directamente a


la acusación publicada por el general liberal nicaragüense en México,
de que no se había pedido protección para los ciudadanos y las
compañías norteamericanas en Puerto Cabezas, limitándose únicamente
a repetir su declaración de que el Departamento recibió pedidos de
dicho punto para que se enviaran marinos, sin dar a publicidad los
nombres de los que hicieron el pedido.54 A toda costa se trataba de
conectar la revolución patriota con el conflicto que en esos
momentos se desarrollaba entre Calles, presidente de México, y las
compañías petroleras norteamericanas.55 El quisling no perdía ocasión
de manifestar que sus adversarios estaban apoyados por México, y el
Departamento de Estado hacía como si en verdad lo creyera y se
preocupara. Pero no sólo en América latina no se tomaban en serio
tales pretextos. En la propia Unión, hubo senadores, corresponsales,
diarios y organizaciones obreras, que sin pelos en la lengua
denunciaron a los verdaderos promotores de la intervención. Leamos
por ejemplo el editorial en “The Evening World”, titulado “La política
exterior a merced del almirante Latimer”:

Los marinos norteamericanos desembarcaron en Nicaragua y


asumieron el poder político a pesar de los atenuados desmentidos
del Departamento de Estado, "que sin previo aviso” anuncia
complacido que tiene confianza en la discreción del almirante
Latimer. Mr. Borah, presidente de la Comisión de Relaciones
Exteriores, que no es tan complaciente, se propone exigir una
explicación, y en caso de que ella no sea dada satisfactoriamente,
ordenará que se practique una investigación parlamentaria.
Debiera precederse a la investigación por la razón de que el
pueblo norteamericano y el mundo latinoamericano deben saber
qué significan esos extraños sucesos.

54
“La Nación”, de Buenos Aires, 28 de diciembre, 1926.
55
Para mayores detalles de esta campaña y para una explicación más exhaustiva del porqué de la
intervención yanqui en Nicaragua véase la obra del autor El pequeño ejército loco (Operación
México-Nicaragua), Ed. Triángulo, Bs. As., 1958.
79
Gregorio Selser

La vaga excusa de que los marinos fueron desembarcados y que al


almirante se le han conferido poderes discrecionales para la protección
de la propiedad norteamericana, sería más impresionante si no fuera
por nuestra bien conocida parcialidad en favor de Díaz. El presidente
Díaz sería más impresionante como gobernador “constitucional” si no
fuese que por sus actos admite que debe depender de las bayonetas
norteamericanas para mantenerse en el poder.

Si el gobierno constitucional significara en Nicaragua lo mismo que en


los Estados Unidos, Sacasa habría sido gobernante constitucional,
puesto que como vicepresidente tenía el derecho de ser sucesor del
presidente que renunció. Tanta es la necesidad de que se den
explicaciones, que el senador Borah procedería sabiamente si insistiese
en una explicación o en una investigación.

A ningún norteamericano que se precie de recto le satisfará el anuncio


del Departamento de Estado de que las fuerzas de marinería desem-
barcaron en un país extranjero para intervenir en una controversia de
índole política y que, habiéndose conferido "poderes discrecionales" al
almirante, el gobierno de Washington sólo espera ver qué resultados
tendrán. Es imposible creer que el gobierno de Washington no esté
detalladamente informado. La supuesta denegación de las autoridades
norteamericanas al ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua del
derecho de emplear una clave para los radiogramas a los representantes
oficiales nicaragüenses no hace que sea más amable el cuadro que se
nos ofrece.”56

El diario “El Universal”, de México, con fecha 28 de diciembre, hacia notar


irónicamente que:

"los Estados Unidos han construido una Marina de guerra igual a la de la


potencia naval más fuerte del mundo, con el único objeto de utilizar ese
prodigioso instrumento para consumar la invasión de las costas de
Nicaragua”.

Agregaba que:

“la indignación de las repúblicas hispanoamericanas ha crecido tanto


más a causa de que se está formando una telaraña de malas interpre-
taciones, con la que el Departamento de Estado de la Unión oculta sus
56
“La Nación”, de Buenos Aires, 29 de diciembre, 1926.
80
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

propósitos, desde la propaganda del Subsecretario acerca de México,


con la que se intentó extender el bolcheviquismo a la América Central
hasta el último pretexto ideado, de que la invasión de Nicaragua se hace
con el propósito de proteger la propiedad y los derechos de norte-
americanos residentes en Puerto Cabezas”.

Era muy sugestivo el hecho de que la intervención se iniciara al entrar en


receso el Congreso de la Unión. Así lo hacía notar el Dr. Vaca, representante
de Sacasa en Washington. Por su parte, De La Selva, secretario de la
Federación Nicaragüense del Trabajo, declaraba públicamente:

“Nos hemos organizado y desenvuelto bajo el patrocinio de la


Federación [norte] Americana del Trabajo y únicamente en el caso de
que este gran baluarte de la democracia sea bolchevique podríamos ser
nosotros también bolcheviques. La Federación Nicaragüense del Trabajo
espera un movimiento obrerista en los Estados Unidos para que ejerza
influencia contra el desembarco...”

Una de las censuras más francas a la política de Kellogg, fue la formulada por
el veterano corresponsal de The Brooklyn Eagle en Washington, Mr. Henry
Suydam,57 (actual jefe del servicio de prensa del Departamento de Estado).
57
Reproducida por “La Nación”, de Buenos Aires, el 29 de diciembre de 1926:
"La intervención por la fuerza de los Estados Unidos en la política de Nicaragua so pretexto de
proteger las propiedades de los ciudadanos norteamericanos, constituye un ejemplo singular de la
incapacidad del secretario de Estado, Mr. Frank B. Kellogg. No hay un solo diplomático
latinoamericano en Washington que no se muestre desesperado por la actitud que observa
actualmente nuestro Departamento de Estado. Además, la diplomacia de Mr. Kellogg está
destinada a producir precisamente los resultados que desearía evitar a toda costa, porque Méjico,
cada vez más, y gracias a la torpeza de Mr. Kellogg, se está colocando en la situación de
portaestandarte de las demás repúblicas de este hemisferio. Esto es tanto más lamentable si se
tiene en cuenta el hecho de que Mr. Charles Evans Hughes, durante los cuatro años que desempeñó
el cargo de secretario de Estado, trató de eliminar todas las causas de irritación y de demostrar que
el gobierno de los Estados Unidos, al poseer un poder gigantesco, sólo se proponía utilizarlo
provisionalmente. Durante la inteligente y fuerte administración de Mr. Hughes, la luz iba disipando
cada vez más las tinieblas, y se iba llegando definitivamente al reinado de la buena voluntad. Bajo la
administración de Mr. Kellogg, en cambio, los temores, las suspicacias y las desconfianzas se
extienden en el Mar Caribe y en todas las repúblicas latinoamericanas.
"La intervención norteamericana en la política nicaragüense, que se lleva a efecto con el propósito
de contrarrestar la influencia de Méjico en Nicaragua, no puede tener otro efecto que el de
aumentar las oportunidades que se ofrecen a Méjico para que su influencia crezca en aquel país.
Aunque momentáneamente se elimine al Sr. Sacasa y a su gabinete liberal, está destinada a crear
simpatías y apoyo para el señor Sacasa entre los nicaragüenses que, de otro modo, hubieran
permanecido indiferentes u hostiles. Además, no entramos en el terreno de las especulaciones al
afirmar que Mr. Hughes hubiera ido hasta el extremo para evitar el uso de la fuerza en la América
latina. Intrínsecamente, importa poco el hecho de que unos cuantos marinos sean desembarcados,
pero las repercusiones que tiene llegan a oírse en toda la América latina, que ya había empezado a
mirar con suspicacia a los Estados Unidos, a causa de otras recientes intervenciones
norteamericanas. Mr. Kellogg ha planteado ya un dilema en lo que respecta a Méjico. Su técnica en
81
Gregorio Selser

Del mal efecto que los hechos habían producido en el mundo parlamentario
de Washington, se hacía eco el corresponsal en esa ciudad del “New York
Times”.58
“NUEVA YORK, 28 (AP) – The New York Times publicará mañana el
siguiente despacho de su corresponsal en Washington:
“Pero todo fue inútil. Cuando Latimer comprobó que a pesar de declarar
zona neutral a Puerto Cabezas, Bluefields y demás puntos importantes
de la región del Atlántico, la rebelión triunfaba en el Pacífico y se
la cuestión de Tacna y Arica no es de ninguna manera agradable para los interesados, y para
complicar la situación ha ordenado la intervención en Nicaragua.
"Varios de los más grandes países sudamericanos, descubren ahora que se han impuesto embargos
seudocientíficos a la entrada de sus productos, y eso no es más que un plan para aumentar, por
medio de un acto administrativo, las barreras proteccionistas, de suyo elevadas, y que no han
podido satisfacer, en cierto modo, al comercio norteamericano.
"El reciente tratado que se firmó en Panamá constituye otro motivo de irritación.
"El deseo del Departamento de Estado, de negociar 'incondicionalmente' con la América latina
tratados con la cláusula de la nación más favorecida, antes de garantizar tratamientos especiales y
recíprocos, ha contribuido también a tocar otra llaga.
"Detrás de todos estos acontecimientos se encuentra la fuerte presión del avance externo del
comercio norteamericano, lo que suele llamarse a veces el imperialismo económico. Este avance
externo es, en sí mismo, bastante legítimo, pero jamás se realizará con éxito en medio de una
atmósfera de irritaciones y suspicacias. Los elementos que trabajan en favor de la conciliación con
la América latina comprenden que nuestros mercados en el sur nunca podrían ensancharse en
todas sus posibilidades si se permite que una diplomacia errónea nos malquiste con nuestros
vecinos del sur. Si se permite que sigan sucediendo las cosas que ahora ocurren bajo la
administración de Mr. Kellogg, se destruirán hasta las últimas huellas de la tarea útil de Mr. Hughes:
las relaciones de los Estados Unidos con la América latina se desarrollarán en medio de una
atmósfera malsana, sin que la situación mejore durante muchos años, y Méjico se erigirá como el
país protector y portaestandarte de todas las demás repúblicas del hemisferio.
"Las manos de los diplomáticos latinoamericanos en Washington están atadas, pero no pasará
mucho tiempo antes de que el senado de la Unión intervenga para descubrir hacia qué fines Mr.
Kellogg está conduciendo a este país."
58
Reproducido por “La Nación”, de Buenos Aires, el 29 de diciembre de 1926.
"El presidente Coolidge está profundamente preocupado con motivo de la actitud de los países
sudamericanos hacia las actividades de las fuerzas norteamericanas en Nicaragua. Se entrevé la
posibilidad de que se inicie alguna política nueva después de los debates de hoy que siguieron a las
crecientes censuras por parte de los senadores más destacados, quienes declaran que debe
procederse a una investigación a fin de establecer si hubo violación de tratados.
"Se ha guardado mucha reserva de lo que pasó en la conferencia celebrada en la Casa Blanca, pero
el hecho de que haya sido la más extensa que el presidente ha celebrado en muchos meses se ha
interpretado como un presagio de un cambio de actitud en Nicaragua o de una política aún más
enérgica: Mientras se celebraba la conferencia, Mr. Kellogg envió por los tratados con América
Central relativos al reconocimiento de los Gobiernos que surgiesen mediante un golpe de Estado o
de una revolución. La aseveración de Mr. Coolidge de que el desembarco de las fuerzas norte-
americanas en Nicaragua no tenía significado político fue seguida por acontecimientos que se
produjeron tan rápidamente que se convocó la conferencia para satisfacer al presidente acerca de
si la posición de la Unión estaba dentro del Derecho Internacional y los derechos estipulados en el
tratado, o si la situación requería que se impartiesen nuevas órdenes en la América Central.
"Algunos críticos declaran que dichos tratados, que se encuentran en vigor, han sido violados. Al
salir de la conferencia, Mr. Kellogg manifestó que la política norteamericana en Nicaragua no será
modificada. Al parecer, la cuestión nicaragüense viene ocupando rápidamente el primer plano. Se
82
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

extendía como reguero en todo el resto del país, victoriosamente,


decidió que sus tropas ocuparan toda Nicaragua. El 6 de enero de 1927
comenzó el desembarco: los elementos de guerra convoyados fueron
tan cuantiosos, que durante toda la noche y parte de la mañana del día
7 desfilaron desde la estación del ferrocarril hasta el Campo de Marte.
Las fuerzas de Latimer se componían de 16 barcos de guerra, 215
oficiales, 3.900 soldados y 865 marinos. Y en tanto se iniciaban las
“operaciones de limpieza”, Coolidge declaraba muy contrito:

ha oído insinuar a los senadores que en el Congreso se investigará detenidamente la cuestión, y que
aquellos que están enterados acerca de la situación concurrirán a declarar. Si fuera posible
convencer a los testigos de que vengan a Washington, sería probable que una moción pidiendo que
sea ampliamente ventilada la actitud de los Estados Unidos hacia Nicaragua fuera informada
favorablemente por la Comisión de Relaciones Exteriores cuanto antes. Los senadores ya se han
puesto en comunicación con los testigos. Esta noche el senador Borah se negó a hacer más
comentarios sobre la situación, diciendo que esperaba los acontecimientos, pero que estaba lejos
de estar convencido de que las vidas y los bienes norteamericanos en Nicaragua habían corrido un
serio peligro. El senador por Utah, Mr. King, hizo una fuerte censura a los Gobiernos de Mr. Harding
y Mr. Coolidge por sus presuntas tácticas de saqueo en la América latina. El senador por Nebraska,
Mr. Morris, también censuró al actual gobierno por su política en la América Central.
"Los demás senadores están muy preocupados a causa de la situación en Nicaragua; temen que el
desembarco del almirante Latimer sea interpretado como una intervención destinada a causar
recelos en contra de la Unión en la América latina y socavar la confianza que se tiene en este país.
No les preocupa cuál es la facción victoriosa en Nicaragua, sino que insisten en que se les debe
permitir que arreglen sus asuntos entre ellos, sin ayuda de la Unión para ninguna de las dos Partes.
Era obvio que esos senadores consideraban los relatos acerca de las amenazas a los bienes y a las
vidas norteamericanas como propaganda en su mayor parte, lanzada por varios intereses que están
deseosos de un tratamiento preferente en Nicaragua y de ayuda especial de la Unión. Los
senadores que sostienen este punto de vista arguyen que los norte-americanos que salen al
extranjero con propósitos comerciales deben reconocer las dificultades que entraña el vivir bajo
otros Gobiernos y leyes extranjeros, y no debieran actuar sin pedir al Gobierno de la Unión que les
preste su protección habitual.
El senador King manifestó lo siguiente:
“–Nuestra política exterior durante las presidencias de Harding y Coolidge ha sido errónea. Si bien la
Constitución confiere la dirección de las relaciones exteriores a la rama ejecutiva del Gobierno, a
Dios gracias, la legislativa es el verdadero gobierno. La política que amenace al país con un probable
desastre, se supedita adecuadamente al debate parlamentario. Tan pronto como celebre sesión el
Congreso, se la hará objeto de una discusión en el recinto del Senado. Decimos que no hemos
intervenido en Nicaragua, y sin embargo, tenemos tropas en aquel país, y no tenemos por qué
tenerlas allí; esto es un acto de guerra. No tenemos por qué ser los agentes de policía del mundo; si
esos países quieren la guerra intestina, es asunto de ellos. Nuestros compatriotas se dirigen a
aquellos países para hacer inversiones y fomentar los desórdenes para luego pedirnos nuestra
protección. Que hayamos intervenido o no, el resultado fue que se ha levantado toda la América
latina contra nosotros; que se censura abiertamente nuestra política y que las amistades que nos
hemos esforzado por hacer son destruidas en un momento. Además, nuestros toscos esfuerzos por
recuperar el terreno perdido han acrecentado los recelos y el desagrado de la América latina. Hemos
tratado de dirimir el pleito de Tacna y Arica; hemos ganado el desagrado del Perú, Bolivia y Chile a
causa de nuestros errores. Hemos emprendido el arreglo de la disputa entre Panamá y Honduras, y
nos hemos granjeado el desagrado de ambas. El más reciente error en Nicaragua ha venido a
coronarlos a todos. Es esto sólo un rápido esbozo de una situación enormemente grave.
Gozábamos de la amistad del mundo; hoy sólo tenemos la de unas pocas naciones. Esta situación
nos amenaza con peligros, y por dondequiera que miremos hay errores.”
83
Gregorio Selser

“La administración de este país lamenta las constantes revoluciones


en Centroamérica, habiendo hecho siempre los mayores esfuerzos
por prevenirlas y evitarlas. Ellas retardan el progreso y mantienen a
los nativos en penosa indigencia. Los gobiernos centroamericanos se
comprometieron a no permitir conspiraciones contra Chamorro en
sus respectivos territorios y a evitar, por consiguiente, que llegasen
armas a los revolucionarios. México en cambio, no quiso aceptar
nuestras recomendaciones, porque el régimen de Calles ha desafiado
y continúa desafiando a la Unión ocasión tras ocasión. Pretende
confiscar millones de dólares de propiedades norteamericanas con
una ley retroactiva, pero usaré de todas las fuerzas y recursos del
Gobierno para proteger a nuestros ciudadanos, en cualquier parte
del globo.”

El quisling Díaz, por su parte, en telegrama dirigido al New York Times el 9 de


enero, justificando lo injustificable, decía:
“Para mí, como para Estados Unidos, la cuestión de constitucionalidad
ha sido satisfactoriamente arreglada, de acuerdo con los tratados
centroamericanos de Paz y Amistad de 1923. Pero no puedo responder
de lo que suceda, ni de las consecuencias que tengamos que lamentar,
en lo que a vidas e intereses extranjeros se refiere, si al gobierno de
México se le permite suministrar dinero, armas y hombres a una
pequeña minoría que se levanta contra mi administración. Nicaragua es
un país débil y pobre que no puede resistir a los invasores y agentes del
bolcheviquismo mexicano. Así lo hice saber a varios diplomáticos,
quienes después de oírme se penetraron muy bien de la lógica de la
situación. Entonces los representantes de Italia y de la Gran Bretaña
fueron a visitar al ministro de Estados Unidos, con objeto de pedir
protección para sus amenazados connacionales, a quienes yo no puedo
dar las garantías que necesitan.” 59
De las declaraciones de Coolidge, Kellogg y el quisling se burlaba en un
editorial del 8 de enero “The Evening World”.60 El día 9, el “New York Times”

59
Reproducido por Vicente Sáenz en Rompiendo Cadenas, p. 41, 2ª edición. Edit. Unión Democrática
Centroamericana, México, 1951.
60
"...bolcheviquismo es la palabra que está de moda en Washington para definir todo aquello que
pretenda hacer un país más o menos débil, a disgusto de los intereses comerciales o políticos
norteamericanos. Por ejemplo, algunas grandes compañías petroleras rehúsan obedecer las nuevas
disposiciones de la ley mexicana sobre petróleo, y entonces los señores Coolidge y Kellogg,
respaldando la actitud de estos poderosos intereses que no quieren someterse a las leyes de
México, claman contra el bolcheviquismo de su gobierno. Pero debe tomarse como absolutamente
84
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

publicaba el mensaje mediante el cual Su Ilustrísima, monseñor José Lezcano


y Ortega, arzobispo de Managua, pedía al cardenal Dougherty, de Filadelfia –y
por su intermedio a los católicos de Estados Unidos–,
“que recen fervorosamente para que Dios, Nuestro Señor, proteja con
su misericordia y dé su divino amparo al ejemplar estadista y digno
presidente Adolfo Díaz”.
El día 10 y en coincidencia con el secretario de Estado Kellogg (“Hemos
otorgado nuestro reconocimiento a Adolfo Díaz, razón por la cual quienquiera
que asegure que no es el presidente constitucional de Nicaragua, está
equivocado”), el presidente Coolidge declaraba ante el Congreso:

“Mi administración no puede dejar de preocuparse con todo empeño,


en cualquier amenaza contra la estabilidad de un gobierno constitucional,
amenaza que tienda a la anarquía y ponga en peligro los grandes
intereses de los Estados Unidos. Siempre ha sido y será nuestra política
la de adoptar en tales circunstancias iguales medidas, pues se ha
considerado y se considera necesario proteger la vida, la propiedad y
cualesquier intereses de los ciudadanos norteamericanos y aun los del
Gobierno mismo. A este respecto me propongo seguir la pauta de mis
antecesores.”

El día 12 y para contestar a las críticas de que era objeto, Kellogg presentaba
un memorándum al Comité de Relaciones Exteriores del Senado, presidido
por Mr. Borah, en el que alegaba la existencia de actividades comunistas
contra Estados Unidos en “México y otros países latinoamericanos”, lo que
mereció a “The Evening World” de fecha 14 de enero este comentario:

“Mr. Kellogg es un pobre espíritu, nervioso, mal informado e inadecuado


anciano, que no tiene la fuerza mental ni la entereza de carácter
necesarias para enfrentarse a la tremenda presión que se está
ejerciendo para romper con México, derrocar a Calles y establecer –si es
preciso por medio de la intervención armada, un gobierno de mexicanos
que se someta a los intereses de este país. El memorándum al Senado
fue escrito con el objeto preconcebido de envenenar la mente del
pueblo norteamericano y de llevarlo a la guerra...”

cierto que el petróleo, y nada más que el petróleo, es la causa de esta condenación oficial de lo que
ha dado en llamarse bolcheviquismo mexicano. Si el presidente Calles se doblegara y concediese a
los petroleros de este país todo lo que desean, los funcionarios de Washington haría de él los
mayores elogios y cantarían en honor suyo villancicos de Nochebuena."
85
Gregorio Selser

El día 9 de febrero, la prensa de Nueva York reproducía la declaración del


quisling Díaz a “Associated Press”:

“Si los Estados Unidos pensaran que es mejor que yo le ceda el puesto a
cualquiera otra persona, lo haría inmediatamente... Siempre me opuse a
la retirada de los marinos de Nicaragua, y les doy la bienvenida a su
regreso en ayuda de nuestra nación... En tanto sea yo Presidente, y en
los gobiernos que me sigan, los marinos de la Unión deben permanecer
en mi país.”

Si estas declaraciones no fueran de por sí suficientemente ilustrativas de la


catadura del infame Díaz, bastaría esta otra muestra, que en forma de cable
publicaron los principales diarios de Nueva York el 24 de febrero:

“Managua, febrero 23. –El presidente conservador, Adolfo Díaz,


reconocido por Washington, desea que los Estados Unidos asuman la
protección de Nicaragua durante cien años prorrogables. El proyecto
será presentado al Congreso nicaragüense mañana jueves, teniendo
seguridad el señor Díaz de que será aprobado. Al hacer público anoche
un bosquejo de la proposición, declaró Díaz que el tratado respectivo
dará a los Estados Unidos el derecho de intervenir cuando sea
necesario, con objeto de mantener un gobierno responsable y asegurar
elecciones libres en su patria. Los Estados Unidos garantizarán también
la soberanía de Nicaragua y retendrán los acuerdos del convenio Bryan-
Chamorro, actualmente en vigor, inclusive el derecho de construir un
canal a través del territorio centroamericano. El Presidente de Estados
Unidos nombrará un consultor financiero, con autoridad suprema sobre
los gastos fiscales y con derecho a vetar toda clase de erogaciones.
Habrá además, un colector norteamericano de todas las rentas
nacionales. Los Estados Unidos prepararán planes para la formación de
constabularios nicaragüenses, bajo el comando de oficiales de la marina
norteamericana, y reorganizarán y manejarán la sanidad, la adminis-
tración fiscal y el sistema de crédito.”

Parecía que los marines, a quienes el traidor máximo no sólo abría las puertas
de su patria sino que la entregaba además atada de pies y manos, tratarían
además de quedarse en el país, de quedarse con el país:

86
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Poco después se posesionaron de la Fortaleza de Tiscapa, y el 23 de


febrero se vio ondear la bandera de las barras y las estrellas en ese
fuerte. Pero a los pocos días no se vio más flotar la bandera estrellada
en esa fortaleza, que era la principal del país. Se dijo entonces que,
haciendo la reflexión de esta última circunstancia, el encargado de
negocios británico había hecho oficialmente la pregunta de si la
República de Nicaragua había dejado de existir.” 61

Los banqueros no permanecieron ociosos. Previo el visto bueno de la Casa


Blanca, el 21 de marzo de 1927 The Guaranty Trust Co. y J. & W. Seligman &
Co. celebraban un contrato con Joaquín Cuadra Zavala, agente del quisling en
Washington, mediante el cual aquéllos acordaban a Nicaragua crédito por un
millón de dólares, que debería ser utilizado en el mantenimiento y equipo del
ejército cipayo, en la compra de provisiones o en lo que determinase una
junta integrada por Roscoe Hill –alto comisionado norteamericano–, Louis
Rosenthal –agente del Banco Nacional–y por un nicaragüense, que podría ser
el secretario de Hacienda.

El precio total del embarque de armas se fijó en $ 217.718, al 6 % de interés,


transacción gestionada esta vez por Alejandro César, mediando consulta
telegráfica entre la Casa Blanca y el ministro en Managua, Charles E. Eberhart.
El día antes, Kellogg había declarado al corresponsal del “New York Herald
Tribune”:

“Estos son los mismos términos en los cuales el Departamento de


Guerra vendió a Nicaragua, en noviembre de 1921, diez mil rifles,
cincuenta ametralladoras y siete millones de fajas de tiros, operación
que por aquel entonces se verificó –también al interés del 6%– por la
suma de $ 170.585.”

Esta vez el precio era mayor, las ametralladoras eran doscientas, los rifles tres
mil y las fajas de tiros tres millones. El día 25 los diarios publicaban la opinión
del senador Borah:

“Este acto deshonesto del Gobierno de los Estados Unidos es tan


censurable, que no tengo frases para comentarlo. Lo que yo quisiera
expresar no se podría imprimir en los periódicos.” 62
61
Sofonías Salvatierra. Sandino o La tragedia de un pueblo, p. 40. Imprenta Europea, Madrid, 1934.
62
Vicente Sáenz. Op. cit. p. 36; donde agrega: “La pequeña república está obligada a cancelar hasta
su total liquidación, centavo sobre centavo, la deuda que contrajo por los rifles, las ametralladoras y
los millones de cartuchos que recibió de los Estados Unidos en prueba de cordial amistad, el
régimen impuesto por la Casa Blanca; amortizaciones e intereses sobre los empréstitos que
87
Gregorio Selser

Por el millón que “prestaban”, los banqueros obtenían estas “compensa-


ciones”: gravamen sobre los dividendos, existencias y propiedades del
Ferrocarril al Pacífico, por un valor de 4 millones de dólares; gravamen sobre
los dividendos, existencias y propiedades del Banco Nacional de Nicaragua,
cuyo valor total superaba los 600.000 dólares; concesión de la recaudación de
la renta creada el 21 de enero de 1927 por el Congreso del país, para ayudar a
los pequeños agricultores; entrega de todas las acciones del ferrocarril y del
Banco Nacional, previa a todo uso del crédito acordado, con autorización a los
banqueros de transferirlas o venderlas en el caso de que Nicaragua no
cancelara el empréstito.
La primera medida que adoptaron los banqueros fue traspasar al Guaranty
Trust y a los Seligman los fondos en custodia y reserva del Banco Nacional, así
como los valores en efectivo del ferrocarril, transferencia que precisó de la
previa cancelación de un contrato de depósito existente hasta entonces en el
Royal Bank of Canada.
¡Era una operación exquisita! ¡El colmo de la desfachatez en materia político-
financiera! ¡Antes de que el títere pudiera hacer uso del crédito, ya los
prestamistas, por su millón recibían tres y medio en efectivo, representados
por los valores del ferrocarril y del Banco y por el fondo de reserva de los
billetes papel! Es decir, que en realidad los banqueros prestaban a Nicaragua
el propio dinero del país y encima éste debía pagar un 6 % de interés, en
tanto que los tres y medio millones retirados por los banqueros como
garantía, iban a redituar un 2 %.
El corolario de esta repugnante transacción en la cual intervino sin tapujos y
según su costumbre el Departamento de Estado, lo constituye la noticia que
publicaron el 4 de junio de 1927 el “New York Times” y el “New York Herald
Tribune”: Lawrence Dennis, ex embajador especial de los Estados Unidos ante
el gobierno de Managua y conocido agente financiero de Wall Street,
ingresaba al servicio de J. & W. Seligman & Co.

A semejantes embajadores... tales embajadas. No cabía duda de que Dennis


había cumplido satisfactoriamente su cometido.
contrató el llamado presidente Díaz; todas las fuertes sumas que emplearon el coronel Stimson y
sus ayudantes en la adquisición de aquellas mismas armas, que casi en su totalidad habían caído en
poder de los rebeldes; e indemnizaciones, por supuesto, a ciudadanos norteamericanos por daños
sufridos en la revolución. Washington atizó y prolongó el movimiento revolucionario, de manera
que, en estricta justicia, el Tesoro de Estados Unidos debería hacer efectivas las reclamaciones de
los suyos. Estas reclamaciones se hicieron ascender en mayo de 1927 a ocho millones de dólares,
debiendo resolverlas tribunales mixtos integrados, como de costumbre, por dos norteamericanos y
un nicaragüense.”
88
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

V
SANDINO, HÉROE DE LAS SEGOVIAS

“...En 1927 no existía ninguna amenaza de conquista, aunque el


secretario de Estado Kellogg temía que Nicaragua estuviera en peligro
de caer bajo el control de los bolcheviques inspirados y ayudados desde
México. En lugar de recurrir a actos más enérgicos, el presidente
Coolidge siguió la sugestión de Kellogg y envió a Nicaragua al coronel
Henry L. Stimson, antiguo secretario de guerra en el gobierno de Taft,
como hombre prudente, para que estudiara el mal y recomendara una
solución. "Deseo que vaya usted allá, y si ve alguna manera de arreglar
aquel embrollo, quiero que lo ponga en práctica.” 63

Samuel Flagg Bemis

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?


¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? (Ya no hay nobles
hidalgos ni bravos caballeros.)
¿Callaremos ahora para llorar después?

Rubén Darío

Los acontecimientos iban, empero, a seguir un rumbo totalmente distinto, en


razón de la lucha liberadora que emprendería un modesto hijo de la tierra,
Augusto C. Sandino, guiado por la sola inspiración de su patriotismo. Sandino
nació en el pueblo de Niquinohomo, departamento de Masaya, el 18 de mayo
de 1895. Su padre, Gregorio Sandino era un pequeño terrateniente; su
madre, Margarita Calderón, era una campesina con sangre de blancos e indios
en sus venas.

63
Samuel Flagg Bemis, op. cit., p. 220.
89
Gregorio Selser

Corrían los tiempos de Zelaya cuando terminó sus estudios primarios. En


tanto sus hermanos realizaban estudios superiores, él continuó con los de
comercio, durante los cuales le sorprendieron los horrores de la “Guerra de
Mena”: con sus propios ojos vio conducir el cadáver glorioso de Zeledón; el
fúnebre cortejo no estaba compuesto de deudos del héroe o de una multitud
compungida, sino de los propios soldados vencedores, que paseaban osten-
tosamente el cuerpo colocado de través sobre un caballo, para escarmiento
de quienes osaran imitar su rebeldía. ¡No imaginaba aún que su suerte no
sería mucho más distinta!

Poco es lo que se sabe de su adolescencia y de los primeros años de su


juventud. A su natural parquedad se unía una discreción acerca de su propia
persona, que sólo desaparecía cuando la relacionaba con la lucha en que se
vio posteriormente empeñado. Alguno que otro dato permite reconstruir esa
época, durante la cual combinaba sus estudios con las tareas de campesino,
de administrador de las fincas de su padre, o de transportista de los
productos agrícolas a Granada, Masaya y Managua.

En uno de los entreveros de su juventud, se vio obligado a dar muerte a un


hombre: según unos, por un insulto inferido a su madre; según otros; por
razones políticas. Lo cierto es que Sandino se vio obligado a abandonar
Nicaragua en 1921. En el mismo año se emplea en La Ceiba, puerto de la
costa norte de Honduras, como guardaalmacén de mecánica del ingenio
“Montecristo”. Al año siguiente le encontramos ya en Guatemala, donde
trabajaba como mecánico de los talleres que en Quiriguá tiene la United Fruit
Company. De allí se traslada en 1923 a México, empleándose como mecánico
en la Huasteca Petroleum Company, en Tampico.

Es en Tampico donde todo biógrafo debe comenzar a buscar el origen de su


lucha posterior. Debe tenerse en cuenta que todo México vibraba entonces
de espíritu revolucionario y patriótico, conmovido por las pretensiones de los
grandes grupos petroleros norteamericanos –Sinclair, Doheny y Mellon– que
habían desatado una campaña periodística mundial destinada a lograr que el
presidente Álvaro Obregón accediese a sus pretensiones. 64
64
George Seldes. Los amos de la prensa, p. 139: “En 1927, Charles Mertz, que siete años antes había
colaborado con Walter Lippmann en una documentada exposición de las mentiras y falsedades
publicadas por el New York Times acerca de la Unión Soviética, realizó también una recopilación de
las noticias de ese mismo diario sobre México. Demostró así que el despacho titulado 'La
propagación de los desórdenes alarma a México', sólo consignaba un crimen y dos asaltos en un
plazo de tres días, cifra que haría desternillar de risa a los pistoleros de Chicago. Cuando las leyes
sobre propiedad de los yacimientos mexicanos fueron promulgadas, el “New York Times” publicó un
despacho titulado ‘México al borde de la revolución’. Se trataba de la versión de una tentativa para
90
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Según Flagg Bemis:


“un comité senatorial presidido por el senador Albert B. Fall, de Nueva
México, portavoz de los intereses petroleros Doheny, que ponían una
gran diligencia en enumerar y publicar los ultrajes y los agravios contra
ciudadanos de Estados Unidos, se limitó a recomendar se ejerciera
presión diplomática para conseguir la seguridad de los ciudadanos
norteamericanos y de sus propiedades, y que no se reconociera al
gobierno de Obregón (elegido constitucionalmente por sufragio
popular) sin que se hiciera al mismo tiempo un convenio para liquidar
todos los problemas y reclamaciones que estaban pendientes; única-
mente en caso de una negativa debía pensarse en intervenir". 65
El secretario de Estado Hughes, jurista famoso y ferviente partidario de que la
política imperialista de su patria se llevara a cabo sin violencia, trató de que
Obregón reconociera mediante un solemne tratado la existencia y legalidad
de las absurdas reclamaciones que por valor de miles de millones de dólares
formulaban norteamericanos e ingleses. Obregón comprendió que lo que
Hughes pretendía en realidad era no sólo comprometer a toda la nación
mediante ese tratado, sino dejar a México sin posibilidad jurídica alguna para
discutir la legitimidad de las reclamaciones formuladas, y, apoyado por los
obreros y estudiantes, además de la opinión pública de toda América, se negó
a firmarlo.
En Estados Unidos arreciaron las amenazas de intervención. Por su parte, en
México, la larga costumbre de un pueblo en armas, fortificada por las noticias
del triunfo que el pueblo ruso estaba obteniendo sobre las fuerzas coligadas
de las mayores potencias mundiales, mantenía el clima de preparación para
una posible resistencia, a cuyo amparo se desarrollaba la acción ideológica y
revolucionaria de los partidos de izquierda.
En ese clima verificó Sandino sus primeras experiencias antimperialistas.
Precisamente allí donde residía la expresión de los intereses de Doheny, en la
Huasteca Petroleum Company, fue donde Sandino hizo sus primeras armas
sindicales; allí fue donde, al contacto con el movimiento obrero mexicano,
fuertemente sacudido por las alternativas de la disputa que amenazaba
degenerar en guerra, comenzó a madurar su inconsciente e innata rebeldía
patriótica.

derrocar al gobierno mexicano proporcionada por Adolfo de la Huerta, que vivía exiliado en Estados
Unidos.”
65
Samuel Flagg Bemis, op. cit., p. 223.
91
Gregorio Selser

Hughes, ante la decidida oposición de Obregón y la de los propios grupos


obreros y democráticos de los Estados Unidos, debió conformarse con la
firma de convenios de carácter ejecutivo, conocidos luego con el nombre de
Tratados de Bucareli. Sólo entonces fue reconocido Obregón, aunque a
regañadientes. En 1924 asumió la presidencia Plutarco Elías Calles, quien
deseoso de prestigiarse ante su pueblo promulgó leyes sobre el petróleo que
violaban los convenios de Bucareli, y negó que éstos pudieran obligarle.
Paralelamente estalló la rebelión de los “cristeros”, reprimida con suma
violencia por Calles y que hizo recrudecer la campaña periodística en su
contra.

Kellogg, sucesor de Hughes, tenía toda la intención de terminar con Calles de


la misma manera que con Sacasa en Nicaragua. Ganas en tal sentido le
sobraban y el ambiente estaba lo suficientemente dispuesto como para que
los "bolcheviques mexicanos" fueran aplastados. Pero el Senado de la Unión
había tenido bastante con la reacción que produjo la intervención en
Nicaragua, y aprobó por unanimidad en 25 de enero de 1927 una resolución
de recurrir al arbitraje para solucionar las diferencias con México. El
presidente Coolidge resolvió entonces proceder pacíficamente, y por
sugestión de Kellogg nombró a su antiguo amigo y compañero de Universidad
Dwight W. Morrow, banquero y socio de Morgan, como embajador en
México. Es posible que Mr. Morrow haya sido muy persuasivo, tanto como
para explicar el que Calles decidiera al poco tiempo revisar toda su política
petrolera, pero nos inclinamos a sospechar que la razón de su viraje residió en
el chantaje declarado por las compañías petroleras. 66
66
Por considerar sumamente ilustrativa su lectura, reproducimos el artículo de Nemesio García
Naranjo "La ineficacia de la intervención"', publicado en “La Nación”, en junio de 1928:
“La política exterior seguida por los Estados Unidos en Nicaragua y en México pone de manifiesto
que las medidas económicas son mucho más eficaces que los procedimientos de guerra para hacer
capitular a los pueblos débiles. Enfrente de César Augusto Sandino, Mr. Calvin Coolidge perdió la
serenidad y dio orden a sus soldados para que lo sometieran por la fuerza. Enfrente de Calles –que
parecía decidido a no respetar los derechos norteamericanos– el Presidente yanqui sugirió un
bloqueo económico. Y allí están los resultados: mientras el general Calles está completamente
sometido a la Casa Blanca, el general Sandino sigue dándoles guerra a los soldados de los Estados
Unidos.
"Esta experiencia va a influir mucho en los futuros procedimientos internacionales del coloso
anglosajón. Los norteamericanos se caracterizan por su espíritu práctico y por su falta de orgullo
conquistador. ¿Para qué someter a los rebeldes por medio de operaciones militares escandalosas y
costosísimas, cuando se llega a mejores resultados sin el empleo de la fuerza armada?
"Hace año y medio que se dijo que se iban a poner en vigor las leyes que herían los derechos de las
compañías petroleras que trabajan en México. El secretario de Estado, Kellogg, había enviado dos
notas de protesta, y éstas habían sido contestadas por la secretaría de Relaciones de México en
forma vigorosa. El gobierno norteamericano pareció resignarse; pero... las compañías petroleras
suspendieron sus trabajos: no se perforaron nuevos pozos; millares de obreros quedaron sin
quehacer; y la producción aceitífera de México, que en 1926 ocupaba el segundo lugar entre las
92
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Éstas, en efecto, suspendieron sus trabajos. Millares de obreros quedaron


cesantes en ese colosal lockout que reemplazaba por su eficacia contundente
a lo que debían haber verificado las armas de la intervención. La miseria de
sus compañeros de trabajo, decretada por la Huasteca, debe de haber sido,
sin duda, uno de los motivos determinantes de la resolución de Sandino,
además de las discusiones ideológicas en las sociedades masónicas a las
cuales se había afiliado; él mismo lo diría con sus palabras:

naciones del mundo, pasó al cuarto lugar. El Tesoro vio que sus rentas disminuían mensualmente,
en muchos millones, y se proyectó en los horizontes una crisis económica horrenda. Ante esa
perspectiva, Calles reformó las leyes, o para hablar con más franqueza, las derogó, pues las cosas
volvieron al mismo estado que guardaban antes de la controversia. Sin necesidad de que los
Estados Unidos enviaran un solo soldado a México, ni de que se tomasen el trabajo de redactar una
nueva nota, el que parecía rebelde indomable quedó completamente sometido.
"Con Sandino ha pasado todo lo contrario. Se enviaron contra él dos batallones; después otros dos;
ha habido por todo el mundo infinidad de protestas; muchos muertos han caído en el campo de
batalla; pero el rebelde continúa de píe y en actitud amenazante. Es indiscutible que el general
Sandino acabará por perder; pero su caída, aparte de resultar costosísima, traerá consigo una
merma del prestigio moral y material de los Estados Unidos. Mientras la sumisión de Calles da fama
a Mr. Coolidge de astuto, de práctico y de frío, la campaña contra Sandino le ha conquistado una
reputación poco envidiable de torpe, de ventajoso y de violento.
"La comparación de resultados basta para condenar las intervenciones militares, no solamente por
ser injustas, sino porque también resultan ineficaces y contraproducentes. Los que defendieron el
principio intervencionista en la Conferencia de Cuba, decían con sobrada razón que todos los países
están obligados a respetar los intereses de los extranjeros; pero en lo que se salían de la razón y de
la justicia era en admitir tácitamente que los países que desconocieran dicha obligación podían ser
sometidos por medio de las armas.
"Esta manera de razonar en contra de los pueblos que no pueden o no quieren cumplir sus deberes
internacionales se parece a la lógica de los tratadistas que en el siglo pasado defendían la prisión
por deudas de carácter civil. Se decía entonces con gran justicia que toda deuda debe pagarse; pero
en lo que se cometía una iniquidad era en emplear la cárcel como medio coercitivo de pago.
"¿Cómo se fuerza entonces el cumplimiento del derecho? ¡Ah! El derecho tiene infinidad de
maneras de hacerse respetar sin que haya menester de recurrir al atentado. A principios del siglo
XIX la mayoría de las personas creía de buena fe (probablemente lo creían hasta los mismos
deudores) que la abolición de la prisión por deudas iba a traer un desquiciamiento social... Y hoy se
ve claramente: dichas prisiones desaparecieron y las operaciones de crédito, en lugar de haber
desaparecido se han multiplicado en forma fantástica. Los acreedores prestan más dinero que
nunca, y el crédito se encuentra mucho más protegido que antes. La crueldad nunca ha sido una
sanción efectiva.
"La falta de protección al derecho trae en sí misma el mayor de los castigos. Tanto los individuos
como los pueblos que desconocen sus obligaciones se cierran las puertas de la riqueza y el éxito. Y
al darse cuenta de que por el mal camino se desempeñan en la penuria, reaccionan hacia el
derecho porque comprenden que es la única manera de conquistar la prosperidad.
"Si Mr. Coolidge hubiera procedido con Calles en la misma forma que procedió con Nicaragua; si
hubiera enviado un ejército a Tampico a fin de impedir que las leyes anunciadas se pusieran en
vigor; si hubiera deshonrado el derecho, sosteniéndolo con la violencia; aparte de no haber
obtenido un resultado práctico satisfactorio, habría provocado en todo el mundo, y especialmente
en la América española, una tempestad de maldiciones y de protestas.
"Por supuesto que los admiradores de Calles tienen que sentirse amargados con la sumisión de
quien les pareció abanderado de la raza, y centinela del hispanoamericanismo, y clarín de órdenes
de los pueblos latinos, y digno de todos los demás títulos sonoros y huecos que se otorgan a
93
Gregorio Selser

“Esta misma intervención ha sido causa de que los demás pueblos de


Centroamérica y México nos odiaran a nosotros, los nicaragüenses. Y
ese odio tuve oportunidades de confirmarlo en mis andanzas por esos
países. Me sentía herido en lo más hondo cuando me decían: “vende-
patria, desvergonzado traidor”. Al principio contestaba a esas frases
que, no siendo hombre de Estado, no me consideraba acreedor a esos
títulos deshonrosos; pero después vino la reflexión y comprendí que
tenían razón, pues, como nicaragüense, yo tenía derecho a la protesta, y
supe entonces que en Nicaragua había estallado un movimiento
revolucionario. Trabajaba entonces en la Huasteca Petroleum Co., de
Tampico; era el 25 de mayo de 1926. Tenía mis economías, que
montaban 5.000 dólares. Tomé de esas economías 3.000 y me vine a
Managua; me informé de lo que pasaba y me fui a las minas de San
Albino, naciendo a la vida activa de la política, cuyos detalles todos
conocen.”

Así, esquemáticamente, se describe el comienzo de la gesta libertadora que


conmovió a todo el mundo. Pero hay detalles que se omiten, como, por
ejemplo, el de su encuentro con un grupo de obreros que desde la ciudad de
León se dirigían en procura de trabajo a las mismas minas. En San Albino fue
donde por primera vez tomó conocimiento de la miseria que padecían los
trabajadores de su propia patria: pagados malamente con cupones sin valor
adquisitivo fuera de las tiendas de raya pertenecientes a la misma compañía,
naturalmente norteamericana; constreñidos a trabajar hasta quince horas por
día; albergados en galpones donde debían dormir en el suelo; vigilados,
odiados, expoliados, estos obreros fueron los primeros soldados en la lucha
de Sandino contra la intervención.

aquellos a quienes se atribuye una actitud de valiente rebeldía en contra de los Estados Unidos.
Hubiera sido triste que Calles cayera como va a caer Sandino uno de estos días: acribillado por los
proyectiles de una ametralladora norteamericana; pero desde un punto de vista romántico tiene
que ser más doloroso verlo a las órdenes de la Casa Blanca.
"Un espíritu apasionado con quien comentaba este asunto doloroso me decía que era preferible ver
el imperialismo norteamericano armado, con atavío medieval y enarbolando descaradamente su
bandera conquistadora. Románticamente, sí; pero el romanticismo es algo que las colectividades no
sienten sino por excepción, y por tal causa no es posible tomarlo como norma de la vida diaria.
Aunque un sentimentalismo agudo nos haga aborrecibles las formas suaves de los usureros,
siempre es mejor tratar con agiotistas que con sargentos.
"–¡Que lo digan Calles y Sandino! Mientras este último, por andar luchando contra el general
Lejeune, pronto reposará en un cementerio humilde o en la fosa de los héroes anónimos, Calles
está encantado con mister Dwight Morrow, socio de la casa bancaria que encabeza John Pierpont
Morgan. Sandino será un vencido y Calles es un convencido.”
94
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Sandino se erigió, más que en jefe, en su guía; ejercía ascendiente merced al


entusiasmo de que estaba revestida su íntima convicción antimperialista; a
sus conocimientos, algo superiores que los de sus compañeros y, sobre todo,
a ese fuego interior que parecía agigantar el esmirriado cuerpo que sustentaba.
A la persuasión política, Sandino agregó luego la decisión de índole militar:
trescientos dólares de sus ahorros le sirvieron para adquirir las primeras
armas a través de la cercana frontera de Honduras, con las cuales comenzó
sus primeras escaramuzas en la zona serrana con un puñado de mineros.

Había madurado en él la resolución de expulsar de Nicaragua a los norte-


americanos, que en tren de conquista habían ocupado todo el país y que para
exasperación de sus compatriotas democráticos 67 regenteaban como señores
feudales. Por eso, al tener conocimiento de que Sacasa había recibido en
Puerto Cabezas 700 toneladas de material bélico, resolvió entrevistarlo para
requerirle armamentos para sus fuerzas. Embarcado en una canoa primitiva
de las llamadas pipantes por los indios misquitos, se dejó llevar por el curso
del río Coco desde Las Segovias, arribando nueve días después a su destino. Al
entrevistar a Sacasa, éste le instó a colocarse bajo las órdenes de Moncada,
quien conocía a Sandino desde su niñez y era amigo y correligionario de su
padre.
Moncada le recibió de mala manera, interrogándole sobre el destino que
pensaba dar a las armas solicitadas. Sandino arguyó que su conocimiento de
la zona de Las Segovias le facilitaría una eficaz defensa del territorio, lo que
permitiría a los constitucionalistas marchar sobre la capital con la retaguardia
cubierta. A pesar de la lógica del argumento, Moncada se negó a acceder a la
solicitud de armas y expresó en forma despectiva dudas sobre las condiciones
militares de Sandino. Sandino, no obstante, supo ver qué se escondía tras la
negativa:
67
David R. Moore, op. cit., p. 713; donde consignan estas reflexiones: “El ejército norteamericano
mantendría el orden, protegería las concesiones norteamericanas y promovería el bienestar
material del país. Sin la intervención habría, temporalmente por lo menos, luchas civiles
acompañadas de grandes pérdidas de vida y mermarían los beneficios que los capitalistas sacaban
de sus inversiones. Este era el punto de vista norteamericano. El de los nicaragüenses era muy
diferente. La dominación extranjera significaba para ellos la supresión de la libertad y, en ciertos
casos por lo menos, la de la justicia; y la pérdida de la oportunidad de que el partido de la mayoría
desalojase del poder al de la minoría. Se le criticaba a Coolidge por querer erigirse en un único
guardián de la ley, el orden y la justicia, en vez de asociarse con los gobiernos de los otros países y
obrar de mancomún con ellos en casos como éste. La Unión Panamericana, el Tribunal Mundial y la
Liga de las Naciones eran para él como si no existieran. Como dijo el Honorable Elihu Root, el 28 de
diciembre de 1926: “Nos hemos separado de la Liga, y ahora estamos procediendo de la misma
manera que antes, con los mismos métodos de antes: solos. Este juego solitario de los Estados
Unidos hizo sospechar a los latinoamericanos que ellos eran demasiado egoístas para jugar limpio
con los demás o siquiera para tratarlos justamente.”
95
Gregorio Selser

“Sacasa, los miembros de su gabinete y sobre todo el propio ministro de


guerra, Moncada, tenían ambiciones personales, y encontré verdaderas
dificultades para conseguir los elementos que buscaba. Encontré gente
dispuesta a ir a Las Segovias, pero para hacer méritos personales en
provecho egoísta. Y como eran varios los que tal propósito tenían,
siempre me fue difícil entenderme con los políticos. Mi buena fe, mi
sencillez de obrero y mi corazón de patriota, recibieron la primera
sorpresa política... Moncada negó rotundamente que se me entregaran
lar armas que pedía. Así permanecí en la costa atlántica aproximada-
mente cuarenta días y pude darme cuenta de la ambición y
desorganización que reinaban en y alrededor de Sacasa. Supe todavía
más: que estaban tratando de organizar una expedición a Las Segovias
hombro con hombro con los interventores norteamericanos, y hasta se
me propuso que yo acompañase a Espinosa, siempre que aceptara
hacer propaganda por el candidato a la presidencia que se me indicase.”

El cándido Sandino se admiraba de las reservas que se establecían a su


voluntad de lucha. La buena fe a la que él mismo se refería, le impedía
comprender que tras el juego tortuoso de los políticos se escondían
intenciones entreguistas, que a poco habían de tardar en salir a relucir.
Moncada, en efecto, realizaba su propio juego, tratando de hacerse
importante a los ojos norteamericanos. Cuando Latimer desembarcó en
Puerto Cabezas, neutralizando la posición, completó la obra intimando a
Sacasa la entrega de todas las armas que hubiera en su poder. Este no se hizo
repetir la orden dos veces. Ocupándose nada más que de su persona y la de
sus lugartenientes, aceptó el ofrecimiento de la Bragmans Bluff Lumber Co.,
compañía maderera norteamericana, para ocupar una de sus propiedades en
Puerto Cabezas, en tanto su Guardia de Honor partía desorganizada hacia
Prinzapolka.

Y mientras Sacasa quedaba bajo la amable vigilancia de Latimer, éste


descargaba en el fondo del mar el armamento secuestrado, aunque no todo,
según el mismo Sandino lo refiere:

96
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Yo salí con seis ayudantes y conmigo iba un grupo de muchachas,


ayudándonos a sacar rifles y parque, en número de treinta fusiles y seis
mil cartuchos. La flojera de los políticos llegó hasta el ridículo y fue
entonces cuando comprendí que los hijos del pueblo estábamos sin
directores y que hacían falta hombres nuevos. Llegué a Prinzapolka y
entonces hablé con Moncada, quien me recibió desdeñosamente,
ordenándome que entregara las armas a un tal general Elíseo Duarte...
Sucedió que en eso llegaron el ministro Sandoval y un subsecretario
Vaca, y ellos consiguieron que se me dejaran los rifles y la dotación
correspondiente de cartuchos.”

El 2 de febrero de 1927, Sandino estaba de nuevo en Las Segovias. Aquel


gesto del “grupo de muchachas”, que no eran sino las pobres mujeres de vida
pública del puerto, conmovió aun más el espíritu de los soldados que aún
servían en las filas del quisling. Las defecciones se sumaban rápidamente.
Ahora el ejército sandinista, iniciado con una primera partida de 29 hombres,
contaba con una fuerza de 300 soldados entre oficiales, soldados y niños,
pues también hubo niños que solicitaron un lugar en la primera guerra
emancipadora, los famosos palmazones68 cuya utilidad no era nada
despreciable.

Así, de pueblo en pueblo, la pequeña columna comunicaba el ardor de la


resistencia, invitando a la lucha contra el “gringo invasor”. Los pequeños
cuarteles se tomaban tras breves escaramuzas, y los vencidos eran invitados a
engrosar con armas y bagajes las filas de Sandino. Movidos por una oscura
intuición libertaria que animaba el ideal que su jefe les contagiaba, eran los
portavoces de la dignidad nacional de la patria de Rubén Darío, y
representaban en esencia los anhelos de liberación de todos los pueblos de
Iberoamérica. La raza secularmente aherrojada hablaba por la boca de sus
fusiles o por la de su iluminado conductor, Augusto César Sandino.

68
Palmazones, término que viene de palmar, morirse, y por extensión dar la muerte, modismo
americano que se aplicó a los niños sandinistas, que sumaban unos treinta. Refiere Gustavo Alemán
Bolaños en su libro ¡Sandino!, p. 9. Edit. La República, México, 1932, que a esos muchachos de 14 a
15 años hubo de encomendar Sandino la custodia de algunos prisioneros yanquis, “no sin antes
recomendarles que tuvieran cuidado, y hacerles prometer ‘que quedarían seguros bajo su
vigilancia’. Más dos o tres horas después, cuando el general volvía al campamento, se encontró con
que los presos habían sido despachados a mejor vida... Los muchachos se explicaron diciendo ‘que
como eso gringos eran tan grandes y el general les había dicho que los aseguraran...”
97
Gregorio Selser

Esa exigua tropa estableció su base de operaciones en San Rafael del Norte, a
un día de viaje de la ciudad de Jinotega, capital del departamento del mismo
nombre. Y en tanto el general Moncada remontaba el Río Grande en procura
de Managua, llegando a Matiguás por el lado de Matagalpa, Sandino se
fortificaba en Yacapuca, cerro situado entre San Rafael y Jinotega, donde le
alcanzó la noticia de que el general Francisco Parajón, jefe liberal, había sido
derrotado en Chinandega y su ejército huía hacia El Salvador. Hacia allí se
puso en marcha Sandino, obteniendo a los dos días su primer triunfo en San
Juan de Las Segovias. Desde esa plaza partió hacia Ocotal, que el enemigo
había abandonado por consunción, encontrándose allí con el general
moncadista Camilo López Irías. Escuchemos ahora a Sandino:

“Convine con López Irías que él pasaría a ocupar Estelí, que estaba
también abandonado por el enemigo, y que con mi gente tomaría a
balazos la plaza de Jinotega. En Ocotal dejamos fuerzas militares y
autoridades civiles. López Irías logró acrecentar su columna, y pocos
días después sorprendió al enemigo en el lugar llamado Chagüitillo,
quitándole un valioso tren de guerra, que tardó poco en su poder, por
habérselo arrebatado el enemigo con creces, al extremo de que quedó
desorganizado y tuvo que huir a Honduras. El enemigo ocupaba las
plazas de Estelí y Jinotega, y no había columnas organizadas del
liberalismo ni en occidente ni en los departamentos del norte, a
excepción de mi columna segoviana, que se encontraba impertérrita en
San Rafael del Norte, no obstante que un general Carlos Vargas,
perteneciente a la columna derrotada de López Irías, me aconsejaba
huir de aquellos lugares, porque estábamos rodeados del enemigo.
Vargas venía derrotado y acobardado como su jefe, y todo a pesar de
estar viendo el heroísmo de mis muchachos, quienes acababan de
derrotar al enemigo por uno de los flancos, arrebatándole provisiones y
parque.

Con todo, los invasores proseguían la ocupación del resto del territorio
de Nicaragua y auxiliaban a las fuerzas de Díaz y Chamorro, que se
aprestaban a envolver a Moncada; este jefe, viéndose en situación
difícil, resuelve recurrir entonces a aquel a quien no hacía mucho
tiempo desdeñara, ordenándole concentrar sus fuerzas en Tierra Azul
–donde él se encontraba– advirtiéndole que de lo contrario le
responsabilizaría “del desastre que se avecinaba”. De las acciones que
siguieron no existe mejor historiador que el propio Sandino:

98
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Por mi parte, hubiera volado para salvar al ejército liberal, pero mi


columna era relativamente pequeña y teníamos que pelear a diario. Sin
embargo, mandé ciento cincuenta hombres “chipoteños” al mando de
los coroneles Simón Cantarero y Pompillo Reyes, quienes iban
desarmados, apenas con ocho rifles mal equipados. Las instrucciones
que les di fueron de ponerse a las órdenes del general Moncada y de
esperar mi llegada, para reunirme con ellos. La fuerza salió, y esa misma
noche marché a Yacapuca y Saraguazca, para proceder a la toma de la
plaza de Jinotega.

A las cinco de la mañana del otro día, teníamos rodeada a aquella


plaza... y pocos minutos más tarde se entabló el combate, que duró
hasta las cinco de la tarde, con el triunfo de las armas libertadoras. Se
restó al enemigo todo el elemento de guerra de que disponía en la
plaza. Se había llegado a sentir terror por nuestra columna. Las mesetas
de los cerros de Yacapuca y Saraguazca estaban sembradas de cadáveres,
de los combates anteriores.

Integraban ahora la columna segoviana ochocientos hombres de


caballería muy bien equipados, y nuestro pabellón rojo y negro se
alzaba majestuoso en aquellas agrestes y frías colinas. Después supe
que los ciento cincuenta hombres que destaqué fueron los que salvaron
el tren de guerra de Moncada, que estuvo a punto de caer en poder del
enemigo. Ya el “general” López Irías había desaparecido totalmente de
Las Segovias, y en esos mismos días supimos que Parajón, de regreso de
su viaje de turismo a El Salvador, trataba de reorganizarse en occidente.
A efecto de auxiliarle, le enviamos una nota, invitándole a que viniera a
Jinotega, para que juntos cooperáramos en la salvación de Moncada. Mi
carta llegó a poder de Parajón, y en la primera quincena de abril de
1927 llegó aquél con sus fuerzas a Jinotega... Al día siguiente, dejando al
hoy satélite de Moncada en posesión de la plaza de Jinotega, marché
con mis ochocientos hombres de caballería a libertar a Moncada del
cerco en que le tenían las fuerzas del gobierno de Díaz. Moncada había
abandonado hasta los cañones, dado el empuje abrumador del
enemigo.”

Sigue luego el relato de la acción donde liberó a las fuerzas de Moncada, las
que a partir de ese momento tenían el camino abierto para apoderarse de
Managua:

99
Gregorio Selser

“En el recorrido que hicimos desde Jinoteca hasta Las Mercedes, lugar
donde estaba Moncada, tuvimos dos ligeros encuentros, uno en San
Ramón y otro en Samulatí. En Jinotega se reunieron después de mi
partida los “generales” Parajón, Castro Wasmer y López Irías (de los tres
no se hace uno solo) formando una sola columna, con la que seguían de
cerca mis pasos.

Una tarde de la última quincena de abril llegamos a El Bejuco, en donde


hizo alto la cabeza de nuestra caballería, pues encontramos señales
positivas de que el enemigo estaba a corta distancia. Efectivamente,
teníamos al enemigo en frente. La caballería tomó rápidas posiciones, y
al instante ordené al coronel Porfirio Sánchez que con cincuenta
hombres de caballería tomara contacto con el enemigo. Al mismo
tiempo manifesté a Parajón, Castro Wasmer y López Irías la conveniencia
de que sus fuerzas se tendieran en línea de fuego, lo que hicieron al
instante.

Diez minutos después se trabó entre nuestra caballería y el enemigo un


ruidoso combate en el que participaron gran cantidad de ametralladoras
de las fuerzas contrarias. Acto seguido ordené al coronel Ignacio
Talavera, jefe de la primera compañía de nuestra caballería, que con las
fuerzas a su mando protegiera al coronel Sánchez. Esperé la llegada de
los mencionados Parajón, Castro Wasmer y López Irías, quienes llegaron
a mi presencia sólo con sus ayudantes. Hice sentir a ellos mi opinión a la
vez que mi propósito de ir en persona con mis ciento cincuenta
muchachos. Los “generales” quedaron en el lugar en que me encon-
traron y yo marché. A poca distancia y entre montañuelas me encontré
con mi gente llena de entusiasmo por haber capturado el cuartel del
enemigo, que venía afligiendo a Moncada. Avanzamos hacia el hospital
de sangre y encontramos muchos heridos... Tomamos un valioso botín
de guerra, consistente en varios miles de rifles y muchos millones de
cartuchos. Con eso acabó de equiparse la gente de Castro Wasmer.”69
69
Es digno de reproducción el cable de AP, de fecha 6 de abril de 1927, ocasión en que Moncada fue
derrotado en Matiguás: "Anuncia el general Víquez al presidente Díaz que sus tropas han podido
capturar, después de recio combate con los liberales, las colinas y posiciones que rodean a
Matiguás, Tierra Azul y Muy Muy. Agrega en su informe dicho comandante que el enemigo gastó
casi toda la provisión que tenía de elementos de guerra, habiendo dejado en el campo algunos
centenares de muertos y muchos heridos. Dice además que el triunfo completo y definitivo será
una realidad antes de Semana Santa, y que ayer, por orden expresa suya, los hombres bajo su
mando recibieron el sacramento de la comunión en misa solemne al aire libre, y elevaron preces al
Altísimo por la victoria de la causa conservadora. Antes de que se recibiera la noticia oficial ya en
esta ciudad se tenían datos concretos de la sangrienta acción, suministrados por los aviadores
100
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

A la derrota del enemigo siguió el estallido de entusiasmo de las tropas


constitucionalistas, que en gran número deseaban abandonar las filas de
Moncada, pidiendo a Sandino les permitiera ingresar a las suyas. Cuando éste
entrevistó a Moncada, ya había sido precedido por Castro Wasmer, quien con
lujo de detalles explicaba al jefe constitucionalista cómo “le costó hacer llegar
a ese lugar a Parajón, a López Irías y a Sandino...” Posteriormente, ante la
defección que cundía entre sus tropas, Moncada hizo leer una orden del día,
prohibiendo la transferencia de soldados de una columna a otra, como medio
de evitar que los soldados liberales continuaran afluyendo a las filas de
Sandino.

No contento con esa medida, Moncada ordenó además a Sandino que


ocupara la plaza de Boaco, que estaba supuestamente ocupada por tropas
bajo su mando, lo que, como después comprobó Sandino, era falso, pues,
según sus propias palabras:

“en su despecho... su única intención fue la de que yo fuese asesinado


por las fuerzas al mando del coronel José Campos, a quien Moncada
tenía sobre el camino por donde debía pasar esa noche. Después que
me comuniqué con el mencionado coronel, me manifestó que Moncada
no le dijo nada de mi próxima pasada por aquel lugar, y que a eso se
debió que la noche anterior me hubiera emplazado las ametralladoras,
tal como lo hizo, porque creyó que se trataba del enemigo”.

Luego agrega:

“Cuando llegué a las orillas de Boaco, donde creía encontrar fuerzas de


Moncada, el enemigo nos recibió a balazos y me vi obligado a ocupar
posiciones, desde donde mandé correo, expresándole a Moncada que
en Boaco estaban reunidas todas las fuerzas conservadoras derrotadas
por mí en Las Mercedes, y que diera sus órdenes, porque no era cierto
que fuerzas de su mando, como me había dicho, ocuparan aquella plaza.
El correo regresó manifestándome que Moncada había desocupado
totalmente Las Mercedes, marchando para Boaquito. Regresé con mi
gente y le seguí hasta alcanzarlo, y entonces fue cuando el coronel José

norteamericanos al servicio de Díaz, quienes tomaron parte activa en las tres batallas. Aquí se ha
celebrado la buena nueva con disparos de rifles, cohetes y triquitraques. También se echaron a
volar las campanas de las iglesias y de los conventos”.
Vicente Sáenz, por su parte, anota que monseñor Reyes y Valladares, obispo de Granada,
excomulgaba desde el púlpito a los constitucionalistas, bendecía las armas de los conservadores y
distribuía indulgencias, escapularios y medallas entre los oficiales y soldados conservadores.
101
Gregorio Selser

Campos me contó lo que atrás dejo referido. En Boaquito me ordenó


Moncada que ocupara el cerro El Común. Allí permanecí hasta el día en
que Moncada ahorcó al partido liberal nicaragüense, en el Espino Negro
de Tipitapa.”

Esta última referencia hace alusión a la culminación de los turbios manejos de


Moncada: cuando la victoria obtenida por Sandino en Las Mercedes había
dejado expeditas las vías que conducían a la capital y provocado el pánico
entre los traidores, Moncada retuvo sospechosamente a sus fuerzas en tareas
diversionistas, hasta que jugó su carta decisiva con el único personaje a quien
conocía de la época de la “Guerra de Mena” y que representaba para él una
garantía en el desarrollo de sus ambiciosos planes: el coronel Henry L.
Stimson, designado por Coolidge para poner fin a la guerra en Nicaragua.

Según Flagg Bemis –que en su libro gusta dar la sensación de cándido o de


superficial cuando se refiere al imperialismo de su patria–:

“Stimson se dio cuenta en seguida de que la causa de las calamidades


políticas de Nicaragua era la imposibilidad de realizar, en las
circunstancias existentes, unas elecciones libres y sinceras...”, para lo
cual reunió a los dirigentes de las fuerzas contendientes –Díaz y
Moncada– “y arregló una tregua. Tan convulsa y desgarrada estaba la
casi expirante república que ambos dirigentes mostraron una
magnánima disposición a detener la sangrienta lucha y dejar que
Estados Unidos pacificara el país”.

Esta versión difiere de la del nicaragüense Salvatierra, luego ministro de


Sacasa, para quien Stimson inició su gestión ordenando la comparecencia de
los jefes y poniendo a sus órdenes un destructor:

“que no corrió, más bien voló sobre las olas del Atlántico; raudo
atravesó el canal de Panamá y llegó a Corinto con una rapidez nunca
vista en aquellos mares”.

Era visible el apuro en evitar que Managua cayera en manos de Moncada,


quien, por su parte, también tiene una versión distinta de la de Flagg Bemis
sobre su propia “magnánima disposición”. 70
70
Cuando Moncada se vio precisado a explicar a sus oficiales la conducta que había seguido en la
emergencia, expresó: “Nosotros somos 3.000 hombres con escasas municiones y ametralladoras.
Ellos son, por ahora, 5.000 armados a la manera moderna. No dudo del éxito en el primer
momento. Sé que sois denodados; pero yo no tengo valor para llevaros al sacrificio, porque detrás
de 5.000 marinos vendrán millares más como en 1912. A la victoria segura os llevaría, como
102
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La entrevista se realizó en Tipitapa, bajo, bajo un espino negro, en la mañana


del 4 de mayo de 1927. Sacasa envió como delegados a Rodolfo Espinosa,
Leonardo Argüello y Manuel Cordero Reyes; participaron además de ellos el
coronel Stimson, como delegado del presidente Coolidge y del presidente
Díaz, de quien tenía plenas autorizaciones, el almirante Latimer, el ministro
norteamericano Eberhard y el general Moncada, especialmente invitado.
Stimson manifestó en la reunión que no sólo estaba en juego la paz del istmo
sino también el prestigio de su patria, en su calidad de garante del tratado de
Paz y Amistad de 1923; que por tanto exigía el desarme total de la república,
estableciendo que Díaz debía completar su quislingato hasta que nuevas
elecciones, supervigiladas por los Estados Unidos, ungieran a su sucesor. La
no aceptación de estas condiciones determinaría su imposición por la fuerza.
Flagg Bemis acota que:
“los revolucionarios debían entregar sus armas, recibiendo cada hombre
diez dólares del gobierno de Díaz al entregar su fusil para que quedara
bajo la custodia de Estados Unidos; y se establecería una fuerza de
policía nicaragüense instruida y mandada (el subrayado no es nuestro)
por oficiales de Estados Unidos (como se había hecho en la República
Dominicana y se estaba haciendo en Haití)...” 71
La carta confirmatoria de Stimson a Moncada es perfectamente clara:
“Tipitapa, 4 de mayo de 1927.
Señor General José María Moncada, Estimado General: Confirmando
nuestra conversación de esta mañana tengo el honor de comunicarle
que estoy autorizado para declarar que el Presidente de los Estados
Unidos tiene la determinación de acceder a la solicitud del Gobierno de
Nicaragua para supervigilar la elección de 1928; que la permanencia en
el poder del presidente Díaz durante el resto de su mando se considera
como indispensable para dicho plan y se insistirá en ello; que el desarme
general del país es también necesario para el buen éxito de esta
decisión y que las fuerzas de los Estados Unidos serán autorizadas para
hacer la custodia de las armas de aquellos que quisieran entregarlas
incluyendo las del Gobierno y para desarmar por la fuerza a aquellos
que se nieguen a hacerlo. Con todo respeto, Henry L. Stimson.” 72
siempre lo hice; pero a la muerte segura por ninguna manera. Mas como jefe estoy en la obligación
de consultar a las tropas. A esto he venido. Si queréis pelear no os abandonaré, iré con vosotros al
sacrificio.”
71
Samuel Flagg Bemis, op. cit., p. 221.
72
José María Moncada. Estados Unidos en Nicaragua, p. 9-10. Allí trata de justificar su entrega
alegando que había sido conducido custodiado a Managua. Pero su lugarteniente, Heberto Correa,
103
Gregorio Selser

Los comisionados de Sacasa respondieron que no tenían instrucciones para


aceptar o rechazar las condiciones propuestas. En carta que enviaron a
Moncada al día siguiente, 5 de mayo, manifestaban que:
“...por el nuevo e injustificable atentado que se intenta cometer contra
el honor de nuestro Gobierno y la dignidad de nuestra República... por
lo que pueda convenirle, repetimos a Vd. en la presente que estamos
plenamente autorizados y tenemos instrucciones del presidente Sacasa
de no aceptar ninguna solución que tenga por base la continuación del
señor Díaz en el poder.”
Pero Moncada, que hasta ese momento seguía siendo ministro de guerra de
Sacasa y la cabeza visible de la resistencia, traicionó no sólo a su jefe, sino a la
causa de Nicaragua, tal como lo registrarían los acontecimientos posteriores
y, en tal momento, la observación de Salvatierra:
“El coronel Stimson y el general Moncada, separándose de los otros
tres, hablaron para ellos solos y de allí resultó que sin convenir en nada
con los delegados, todos se fueron a Managua, inclusive el general
Moncada. Por fuerza de lógica todo indicaba que este jefe había
convenido la paz con Stimson, bajo la indicación de que él sería el futuro
presidente”.

Había resuelto traicionar a los suyos, a cambio del visto bueno de Washington
en sus aspiraciones presidenciales. El periodista Belausteguigoitía, que le
conoció presidente, señalaba que a Moncada “corresponde, por antono-
masia, el nombre de cínico”; que:

“llevando sobre sí el aire dionisíaco del viejo fauno, amigo del buen vino
y de las buenas mozas..., su vida tiene de todo, quizá del zorro, pero de
ninguna manera del león... y aunque en el ocaso de su vida,
precisamente ahora, construye en el pueblo donde habita alguna
escuela u hospital, la voz pública dice, por lo bajo, que antes hizo los
pobres...”

Para abundar algo más en lo de la entrega, aclaremos que curiosamente, el


quisling Díaz había comenzado a desarmar a los suyos aun antes de que
Moncada pactara con Stimson. Y más curiosamente aun: tal como lo refiere
William Krehm, corresponsal de “Time”:

referiría más tarde que Moncada le había expresado: “Yo no tengo deseos de inmortalidad... No
quiero ser un segundo Zeledón. Ya estoy viejo, y si puedo vivir algunos años más, tanto mejor... Les
digo esto a propósito de la imposición norteamericana...”
104
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Moncada permitió ocupar las alturas que dominaban Tipitapa a los


marinos de Estados Unidos, sin conocimiento de su plana mayor... para
convencer a aquellos que en sus filas pudieran considerar su pacto
como una traición”.

Moncada convenció a los jefes constitucionalistas a deponer las armas,


premiando a cada soldado que entregara su rifle con la suma de diez dólares,
la propiedad del caballo que montara y un overall (según Moncada, lo del
overall era calumnia).

El mismo día en que los representantes de Sacasa informaban a Moncada su


resolución de no aceptar las condiciones de Stimson, aquél enviaba un
memorial al Departamento de Estado rechazando formalmente toda
responsabilidad por el derramamiento de sangre “que pueda resultar de la
ejecución del edicto de paz por los jefes norteamericanos”. Y agregaba:
“Emprendí la defensa de la Constitución, la ley y los derechos ultrajados
del pueblo de Nicaragua contra la violencia armada de la fracción
Chamorro-Díaz, debido a la actitud de neutralidad en la contienda
nicaragüense asumida por el Departamento de Estado; si los defensores
de las autoridades constitucionales hubieran sabido que las protestas de
neutralidad proclamadas en Washington repetidas veces desde el golpe
de Estado de Chamorro hasta después del establecimiento del
gobierno constitucional en Puerto Cabezas carecían de seriedad y no
debían aceptarse en buena fe, se hubieran visto obligados a continuar
su labor política por los métodos cívicos y pacientes a que han estado
dedicados desde la primera intervención armada en favor de Díaz en
1912.
Contrariamente al tenor de los informes semioficiales de Managua, no
he dado mi consentimiento a las condiciones de paz de Mr. Stimson. En
consecuencia, y no obstante la acción de las fuerzas navales de los
Estados Unidos, sólo me veré obligado a suspender las actividades
militares cuando obtenga el convencimiento de que así serviré mejor los
intereses del pueblo de Nicaragua, presa sin remedio, en las garras de
un poder extranjero.
Este curioso documento, mezcla de sumisión y de pleitesía revestidos de
coraje cívico, es la última tentativa decorosa de Sacasa para recuperar el
poder. A partir de entonces, los hechos consumados le “convencerían” de la
conveniencia de colaborar con Moncada. De esa manera, no resultó sorpresa

105
Gregorio Selser

alguna el que Manuel Cordero Reyes, uno de sus emisarios renuentes a la Paz
del Espino, ocupara el ministerio de Relaciones Exteriores cuando Moncada,
en 1º de enero de 1929, asumió la presidencia.
Porque, como era de esperarse, Moncada fue candidato en los comicios
celebrados en 5 de noviembre de 1928, comicios celebrados de acuerdo con
una ley electoral elaborada por el genial Franklin A. Mc. Coy73 cuyas
prescripciones son notables por las características de nación conquistada que
acuerdan a Nicaragua.
Como era de esperarse, tanta preocupación norteamericana tenía su
equivalente en dólares. Fue así que Moncada "tuvo que hacer" un empréstito
de más de un millón y medio de dólares, "el cual fue invertido en gran parte
en el pago de la Misión Electoral que llegó al país y en rezagos que había
dejado el Gobierno de don Adolfo Díaz".

73
El texto de la ley electoral era éste:
1º –Con ayuda de un experto nombrado por el Presidente de los Estados Unidos, el Congreso de
Nicaragua pasará una ley electoral aprobando, entre otros, los siguientes puntos:
a) Se formará una comisión nacional de elecciones que tendrá poder para vigilar la elección y
nombrar a los miembros de los consejos departamentales;
b) Esta comisión estará compuesta de 3 miembros: el presidente, que será nombrado por el
Presidente de los Estados Unidos, un conservador y un liberal. Ninguna acción ni resolución de esta
comisión nacional será válida o efectiva sin la asistencia del presidente de dicha comisión.
2º –Habrá en cada departamento una comisión de elección compuesta de 3 miembros: un
conservador, un liberal y el presidente, que será un [norte] americano nombrado por la comisión
nacional de elecciones.
3º –En cada lugar de votación habrá un consejo de elección compuesto de 3 miembros, un
conservador, un liberal y el presidente, que será nombrado por la comisión nacional.
4º –Los miembros liberales y conservadores de las comisiones y consejos ya citados, serán
nombrados por la comisión nacional con la recomendación de los comités respectivos de cada
partido.
5º –En las comisiones departamentales y consejos locales ninguna acción o resolución será válida o
efectiva sin la concurrencia del presidente [norte] americano de tales comisiones y consejos,
respectivamente.
6º –El ejército nacional será licenciado y puesto fuera de servicio simultáneamente con el desbande
de las fuerzas opositoras, y la función de conservar asumida por la Constabularia Nacional, será
organizada bajo la instrucción y hasta donde sea posible la dirección de oficiales [norte] americanos
en servicio activo.
7º –La Comisión Nacional de Elecciones, las comisiones departamentales y los varios consejos
locales, tendrán todos y cada uno el derecho de exigir los servicios de la Constabularia Nacional y
emitir órdenes a la misma para el objeto de impedir intimidación y fraude en la elección y preservar
el orden y la ley durante los varios actos de registro y votación.
8º –Se contempla también que una fuerza suficiente de marinos [norte] americanos permanecerá
en el país durante la organización o instrucción de la Constabularia y durante la elección, para
reforzar el trabajo de asegurar una elección absolutamente imparcial entre los dos partidos.
106
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

VI
LA HORMIGA ENFRENTA AL ELEFANTE

“Durante casi siete años, prácticamente sin ayuda ninguna, luchando


con rifles capturados al enemigo y granadas de mano hechas con latas
de sardinas llenas de piedras, resistió a la aviación y al equipo moderno
de la marina norteamericana y de la Guardia Nacional de Nicaragua. Sus
enemigos más encarnizados han rendido tributo a su fantásticamente
bien organizado espionaje, una señal segura de que gozaba de las
simpatías de la población. En Managua, León y Granada tenía menos
probabilidades de partidarios, porque la presencia de los generosos
marinos había causado un auge en el comercio. Antiguos residentes
[norte] americanos en Nicaragua aseguran que los marinos nunca
estuvieron ansiosos de acabar con Sandino: ofrecía un pretexto
demasiado bueno para utilizar al país como campo de entrenamiento.
Pero nada parecía artificio... A través de toda Latinoamérica Sandino se
convirtió en un David legendario, que aunque no tenía la menor
esperanza de decapitar al grande y rubio Goliath, sí le suministraba un
buen tirón de orejas. Para la prensa [norte] americana, con excepción
de la liberal era un bandido vulgar. Nunca antes o después las dos
Américas habían estado tan discordes. Sandino, más que ningún otro
hombre, dramatizó la desavenencia a que había llevado al Nuevo
Mundo la diplomacia del dólar, inventada y manejada por Washington.
Y al obrar así, preparó el escenario para la Era del Buen Vecino.”

William Krehm74

74
William Krehm, Democracia y tiranía en el Caribe, pp. 158-159. Edit. Unión Democrática Centro-
americana, México 1951.
107
Gregorio Selser

Volvamos por un momento a los comienzos de la gesta de Sandino. Estamos


en los últimos meses de 1926. El ex-mecánico de “la Huasteca” y ahora ex-
minero de San Albino ejercita a sus escasamente ciento cincuenta hombres
en el manejo de las armas y en la táctica de las guerrillas. Les enseña a
apreciar el valor de la posición del sol, de la velocidad y dirección de los
vientos, del arte de camuflar una posición así como la habilidad de
aprovechar cada árbol, cada hondonada, cada pliegue de terreno en una
trinchera, cada pantano en una trampa.

Son conocimientos que Sandino no tuvo ocasión de adquirir en escuela militar


alguna. Nacían de su profundo conocimiento de la tierra que le vio nacer, de
los juegos de su infancia, de su contacto con las modalidades de los indios
niquiranos, poseedores de particulares medios de comunicación entre las
anfractuosidades serranas, que largos siglos de ejercicio tornan perfectos.
Aunque existen comunicaciones telegráficas entre las poblaciones importantes
de Las Segovias, en las montañas funciona el telégrafo indígena: señales con
humo, con espejos, postas pedestres, agrupamiento aparentemente capri-
choso de rocas en el camino o posición curiosa de un árbol, silbos o gritos que
parecen escapar de las gargantas de aves o animales selváticos. Todo muy
simple, pero no menos eficiente.

Aunque los hombres son pocos, las armas son menos todavía. El ingenio debe
reemplazar a la técnica, la táctica primitiva a la estrategia militar. La honda
puede no matar, pero sí vaciar un ojo, y una rama flexible de árbol es una
honda gigante, capaz de causar estragos, perturbar la marcha de soldados o
sembrar la necesaria confusión a cuyo amparo los ocultos tiradores puedan
apuntar cuidadosamente. Un colchón de hojas de árboles caídas puede
perfectamente ocultar un pozo, de la misma manera en que mediante diques
de troncos y rocas se pueden modificar los cursos de agua señalados en los
mapas de la región y desviar a los soldados enemigos hasta donde las
guerrillas esperan su presa.

No era pues una casualidad que Sandino eligiera como cuartel general uno de
los lugares más inaccesibles de Las Segovias, el cerro del Chipote, o El
Chipotón, que junto con el nombre de Sandino figuraría al poco tiempo en la
primera página de todos los diarios del mundo, y lo repetirían con entusiasmo
y veneración todos los hispanoamericanos.

108
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Entretanto, la tarea no era nada fácil. En el Chipote le fue alcanzada la


primera notificación extranjera que llegara a sus manos: era una proclama del
almirante Sellers informándole acerca de la ocupación del país por tropas
norteamericanas, donde se le instaba a deponer las armas como contribución
a la paz. Con la costumbre adquirida en sindicatos obreros mexicanos,
Sandino hizo leer una nota a sus soldados y requirió democráticamente su
opinión, haciéndoles notar los peligros a que se exponían en el caso de seguir
a su lado. Sucedió así que “en vista de no hallar muchos hombres dispuestos a
dejar el cuero” invitó a dar un paso al frente a quienes quisieran permanecer
con él.

Veintinueve hombres dieron ese paso. Con él, sumaban treinta... ¡Buen
ejército para luchar contra la intervención yanqui!, observa Belausteguigoitía.
Y sin embargo, esos treinta hombres fueron el núcleo del ejército libertador
de Nicaragua. Con ellos se dio la primera batalla en Jícaro, el 2 de noviembre
de 1926. Treinta hombres mal armados enfrentaron allí a una columna de
doscientos soldados de Chamorro; lo hicieron malamente, reemplazando con
coraje lo que faltaba en armamento y preparación. Fue para Sandino una
derrota afortunada, pues aunque debió retirarse no tuvo pérdidas entre sus
hombres y en cambio las infligió a sus adversarios.

Siguió luego su aventura en Puerto Cabezas y en Prinzapolka, de la que ya


hemos dado cuenta, y finalmente las acciones realizadas como subordinado
de Moncada. Cuando éste consumó la traición de Tipitapa, obteniendo de
Stimson –amén del espaldarazo presidencial– la restitución en sus cargos de
los destituidos miembros de la Corte Suprema y la concesión al partido Liberal
de las jefaturas políticas de cinco departamentos, reunió a sus jefes y oficiales
para darles cuenta de su gestión de paz, y para comunicarles que el partido
Liberal recobraría sus antiguos privilegios, de los cuales todos ellos
participarían. Todos los generales aceptaron: Beltrán Sandoval, Escamilla,
Parajón, López Irías, Pasos, Téllez, Caldera, Plata, Heberto Correa, Daniel
Mena y Castro Wasmer.

Todos, menos Sandino. Sandino también había sido invitado a la Junta, pero
cuando se hizo presente, a la hora convenida, todo había sido ya decidido. Al
protestar del adelanto de la reunión o del horario posterior que se le había
fijado, Moncada le manifestó que debía aceptar el desarme decidido, como
subordinado suyo en grado militar y en jerarquía ministerial. Es famosa en
ese sentido la respuesta de Sandino a la irónica pregunta de Moncada

109
Gregorio Selser

–“¿Y a usted, quién le ha hecho General?”


–“Mis compañeros de lucha, señor; mi título no lo debo ni a traidores ni
a invasores.”
Finalmente declaró que su actitud final en la emergencia sería resuelta en
conjunto con sus guerrilleros y solicitó un plazo prudencial para su respuesta,
que le fue acordado. Pudo así abandonar el campo sin tropiezos y preparar la
resistencia, decisión que él mismo relata así:
“Así entregó las armas Moncada. Comprendí que éste traicionaba los
intereses de la revolución, pues así lo declaró el Dr. Sacasa, y comprendí
también con amargura que eran defraudados los ideales del pueblo
nicaragüense. No era posible que yo fuera indiferente a la actitud
asumida por un traidor. Recordé en esos momentos las frases hirientes
con que nos calificaban a los nicaragüenses en el exterior. Así pasé tres
días en el cerro del Común, abatido, triste, sin saber qué actitud tomar,
si entregar las armas o defender el país, que reclamaba conmiseración a
sus hijos. No quise que mis soldados me vieran llorar y busqué la
soledad. Allí, solo, reflexioné mucho, sentí que una voz extraña me
decía: “¡Vendepatria!” Rompí la cadena de reflexiones y me decidí a
luchar comprendiendo que yo era el llamado para protestar por la
traición a la patria y a los ideales nicaragüenses, y que las balas serían
las únicas que deberían defender la soberanía de Nicaragua, pues no
había razón para que los Estados Unidos intervinieran en nuestros
asuntos de familia. Fue entonces cuando publiqué mi primer manifiesto.”
En ese primer manifiesto expresaría:
“Viendo que los Estados Unidos de Norteamérica, con el único
derecho que les da la fuerza bruta, pretenden privarnos de nuestra
Patria y de nuestra Libertad, he aceptado su reto injustificado, que
tiende a dar en tierra con nuestra soberanía, echando sobre mis actos la
responsabilidad ante la Historia. Permanecer inactivo o indiferente,
como la mayoría de mis conciudadanos, sería sumarse a la grosera
muchedumbre de mercaderes parricidas.”75

Luego toda la historia de Sandino comienza a conocerse a través de las


fuentes periodísticas interesadas en denigrarlo y en burlarse de su causa o
empequeñecerla.76

75
Alberto Ghiraldo. Yanquilandia Bárbara, Madrid, 1929.
110
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Hasta que el hondureño Froylán Turcios resuelve constituirse en su portavoz y


propagandista fuera de Nicaragua, nada se conoce acerca de sus pasos.
Después, sus propias declaraciones en México o los relatos hechos a
periodistas y escritores que se atrevieron a entrevistarlo 77 permitirían
reconstruir una parte de su pasado, la única de la que se enorgullecía en
hacer pública: la de los comienzos de su lucha contra la intervención, porque
consideraba que ningún valor tenía de índole biográfica. “Mi vida tiene valor
público desde mi regreso a México”, diría alguna vez.

En uno de sus manifiestos iniciales explicaría:

“Se nos han robado nuestros derechos sobre el canal. Teóricamente se


nos pagaron 3 millones de dólares. Nicaragua, o más bien los bandidos
que controlaban el Gobierno por esa época, con ayuda de Washington,
recibieron unos cuantos miles de pesos, que, repartidos entre los
ciudadanos nicaragüenses, no habrían bastado para comprar una galleta
y una sardina para cada uno. Por medio de ese contrato que firmaron
cuatro traidores, perdimos nuestros derechos sobre el canal. Las
discusiones acerca de esta venta se llevaron a cabo dentro de un
Congreso espurio, a puertas cerradas, que guardaban soldados
conservadores, ayudados por las bayonetas yanquis.”

Sobre lo sucedido en su entrevista última con Moncada, Sandino reveló más


tarde detalles que permitirían comprobar cómo aquél había aprendido muy
bien las lecciones impartidas por el sobornador Dennis:

“Moncada me ofreció la Jefatura Política de Jinotega y me dijo que el


gobierno de Díaz pagaría todo; que las mulas que hubiere tomado eran
legalmente mías, y que por todo el tiempo que había estado en la
revolución, tendría un sueldo de diez dólares diarios, que se me
76
Hasta una historia pretendidamente doctoral, como la de Samuel Flagg Bemis, profesor de la
Universidad de Yale, no puede menos que sumarse a la corriente (Op. Cit., pág. 221): “Todo esto (la
Paz del Espino) se realizó con la general satisfacción de Nicaragua, si se exceptúan los partidarios de
un insurrecto subalterno (el subrayado es de Bemis) que se negó a deponer las armas en la tregua
de 1927: el ‘general’ Sandino (las comillas son de Bemis) continuó luchando incluso después que su
jefe, el general Moncada, había sido elegido presidente al triunfar los liberales en 1928. Denunciado
por los dirigentes de ambos bandos, este guerrillero se refugió en las selvas para seguir resistiendo
y fue muerto finalmente, a traición, por la policía nicaragüense en 1934, mientras negociaba con el
presidente cerca de Managua, con el fin de completar los acuerdos para una rendición. Sandino,
que para los nicaragüenses había sido un azote, se convirtió en un héroe mitológico para los
polemistas antiyanquis de la América latina y de Europa, e incluso para algunos escritores
antimperialistas de Estados Unidos.”
77
Entre ellos el español Ramón de Belausateguigoitía, el norteamericano Carleton Beals, el peruano
César Falcón y el mexicano Emigdio Maraboto.
111
Gregorio Selser

pagarían en el acto. Pedí tiempo para resolver, y entretanto me dirigí a


Jinotega, en donde fui recibido cordialmente, con flores y música. Hablé
de mis propósitos de luchar contra los yanquis, preparé a mi gente,
licencié a los tímidos y con trescientos hombres me dirigí a San Rafael
del Norte, en plena montaña de Las Segovias. En Jinotega dejé
organizado el gobierno de la ciudad, para evitar abusos, y en previsión
de posteriores acontecimientos, envié cuarenta ametralladoras y gran
cantidad de elementos a los montañeses, en donde los oculté, para
disponer de eso en el momento preciso.”

Ante la evidencia de la rebelión de Sandino, Moncada se había puesto en


campaña para liquidar a sus fuerzas. El 21 de mayo, con la colaboración de
tropas norteamericanas, ocupaba la poco defendida Jinotega e instaba
telegráficamente al jefe patriota a rendirse. Sandino contestó negativamente
y con sus hombres se internó en las montañas donde, en un punto llamado
Yalí, fue alcanzado por su padre, quien desempeñaba una comisión
pacificadora por cuenta de Moncada. Sobre esa entrevista, tan curiosa por
sus características como penosa para padre e hijo y que se realizó en
presencia de los soldados, anotaría Belausteguigoitía:

“Me decía don Gregorio que él, convencido de la locura de la rebelión,


le decía las palabras que Moncada le transmitía: que en este mundo los
redentores salen sacrificados, y que el pueblo nunca agradece nada. Era
en pleno campo y discutían los dos junto a un puñado de soldados que
tenía Sandino. Al ver éstos que el caudillo persistía en sus razones y que
decía que su vida estaba ya lanzada, se pusieron a dar vivas estrepitosa-
mente a su jefe. Entonces don Gregorio tuvo un gesto notable y escribió
al otro hijo, Sócrates, para que se uniera a la causa de su hermano.”

Días después, el 28 de mayo de 1927 y teniendo como repique de campanas


de boda descargas de ametralladoras, Sandino se casaba con Blanquita Aráuz,
la telegrafista de San Rafael, gracias a la cual sus hombres habían aprendido la
forma de comunicarse con señales Morse, utilizando la percusión o silbatos.

Mayo, junio y principios de julio fueron meses de reclutamiento, proselitismo


y entrenamiento. Las noticias sobre sus propósitos eran conocidas ya en todo
el país gracias a sus manifiestos y desde allí, cruzando las fronteras, habían
galvanizado a Hispanoamérica, la que ofrecía a sus hijos la posibilidad de
luchar contra el odiado invasor de sus pueblos. Jóvenes y viejos acudían de
mil maneras a engrosar el ejército de la liberación de Nicaragua, que en

112
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

realidad representaba la voluntad de la liberación de toda América, que


creaba comisiones locales de ayuda al guerrillero, promovía manifestaciones
de protesta ante las embajadas y levantaba tribunas donde fustigaba a los
imperialistas.

El 12 de julio de 1927 iba a comenzar el enfrentamiento de los patriotas y los


invasores. Ese día, un oficial del ejército norteamericano enviaba a Sandino la
siguiente nota:

“General A. C. Sandino, San Fernando, Nicaragua.


Parece imposible que Ud. permanezca aún sordo a propuestas
razonables, y aun a pesar de sus respuestas insolentes a mis pasadas
insinuaciones, vengo de nuevo a darle una oportunidad más para
rendirse con honor.
Como Ud. ha de saber, sin duda alguna, nosotros estamos preparados
para atacarlo en sus posiciones y terminar de una vez por todas con sus
fuerzas y su persona, si Ud. insiste en sostenerse. Más aun, si Ud. logra
escaparse para Honduras o cualquier otra parte, a su cabeza se le
pondrá precio y nunca más podrá volver Ud. en paz a su patria sino
como un bandido que ahuyentaría a sus mismos connacionales. Si Ud.
viene a Ocotal con toda o parte de sus fuerzas y entrega sus armas
pacíficamente, tendrá con sus soldados garantías que yo le ofrezco,
como representante de una gran nación poderosa que no gana batallas
con traición. Así tendrá Ud. la posibilidad de vivir una vida útil y
honorable en su misma patria, y podrá ayudar a sus connacionales
mañana, sentando para el futuro un ejemplo de rectitud y de caudillo.

De otro modo, Ud. será proscripto y puesto fuera de la ley, perseguido


dondequiera y repudiado en todas partes, en espera de una muerte
infamante: no la del soldado que cae en la batalla, sino la del criminal
que merece ser baleado por la espalda por sus propios seguidores.
Ninguno, fuera de la ley, ha prosperado o muerto contento; y como
ejemplo de uno que estaba en el mismo caso hace 25 años y que
volvió sobre sus pasos a tiempo, me permito recordarle a Aguinaldo, de
las Filipinas, quien llegó, después de ser el más grande de los caudillos, a
ser un espléndido amigo de los Estados Unidos.

113
Gregorio Selser

Para terminar deseo informarle que Nicaragua ha tenido su última


revolución, y que los soldados de fortuna no tendrán ya más
oportunidades de emplear sus talentos en el futuro. Ud. tiene dos días
para darme una contestación que salvará la vida de muchos de sus
seguidores, y si Ud. es el patriota que pretende ser, lo esperaré en El
Ocotal, a las 8 de la mañana del día 14 de julio de 1927. Haga el favor de
decirme de su resolución sí o no y yo deseo sinceramente, para bien de
sus soldados y de Ud. mismo que sea sí.

G. D. Hatfield, U. S. Marine Corps. Commanding Officer,


Ocotal, Las Segovias.”

A las ofertas de Moncada había seguido una tentativa de soborno por cien mil
dólares. Ahora, las “razonables propuestas” se apoyaban en la mención de
quien traicionó a su patria, Filipinas, a cambio de la paga norteamericana.

La respuesta de Sandino fue la siguiente:

“Campamento del Chipote, Vía San Fernando.


Al Capitán G. D. Hatfield, Ocotal.

Recibí su comunicación ayer y estoy entendido de ella. No me rendiré y


aquí los espero. Yo quiero patria libre o morir. No les tengo miedo;
cuento con el ardor del patriotismo de los que me acompañan.

A. C. Sandino.”

De inmediato convocó Sandino a los campesinos de la vecindad y les invitó a


sumarse a sus filas:

“El 16 del propio mes –relata Sandino– dos días después de recibida la
nota insolente del capitancillo yankee, ochocientos hombres estaban
listos para el asalto a Ocotal. En esa plaza había cuatrocientos piratas y
doscientos renegados nicaragüenses al servicio de aquéllos”.

Decidió pues adelantarse a la embestida de los invasores y atacar Ocotal.

Pero los campesinos no tenían instrucción militar alguna. Apenas sesenta


hombres del total de ochocientos sabían manejar armas. El resto sólo
aportaba su presencia y su buena voluntad. No obstante, el amanecer del día
16 comenzó el ataque. Las ocho ametralladoras de Sandino abrieron el paso
hasta las alturas de la plaza, que por la mañana había sido tomada.

114
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El capitán Colindres, luego general, constató entonces que los caídos en las
filas enemigas eran todos compatriotas, y que las fuerzas norteamericanas se
habían replegado, manteniéndose en una posición abrigada dentro del
perímetro de la ciudad, en una manzana que fue prontamente sitiada.

Y en tanto esto ocurría, los campesinos, con el largo rencor acumulado en una
vida de miserias y privaciones, se lanzaron al saqueo de la ciudad, devastando
las tiendas de comestibles y ropas y haciéndose justicia por sus propias manos
en la persona de las autoridades y expectables; los cuarteles y las casas de los
adversarios fueron dinamitados. Luego Colindres sugirió a Sandino el incendio
total de la plaza, como medio de lograr que los sitiados abandonaran su
guardia. El caudillo se opuso, movido por las súplicas de los pobladores.
Luego, al comprobar que sería inútil el asalto de la fortaleza enemiga, ordenó
el repliegue.

Los que componían su pequeño ejército le obedecieron. No así el resto de los


campesinos, que entregados al pillaje fueron sorprendidos por la salida de los
invasores de su reducto: cuando intentaron huir, siete aviones, requeridos
telegráficamente, sembraron entre ellos la muerte y en el pueblo la destrucción.
Sin encontrar oposición descargaron su provisión de bombas y, cuando lo
hubieron hecho, volaron a baja altura y sin riesgos ametrallaron cómoda-
mente a los que huían a campo traviesa. De esa manera, el primer resultado
de la orden del brigadier general Logan Feland (“ametrallar sin misericordia a
los bandidos donde se les encuentre”) se tradujo en lo que se conoció con el
nombre de Batalla de Ocotal, donde sólo pereció un soldado norte-
americano, en tanto hubo entre los nicaragüenses trescientos muertos –entre
hombres, mujeres y niños– y más de cien heridos.

Esta “heroica acción de guerra”, como fue denominada por Coolidge, indujo
al jefe quisling a solicitarle la condecoración para los aviadores participantes
en la matanza; no satisfecho aún, les agasajó con un banquete al cual asistió,
entre otros altos jefes, el general Moncada. La reacción en los Estados Unidos
fue mucho más violenta que en Iberoamérica. El gobernador de Illinois,
Edward Dunne, en una carta abierta dirigida a Coolidge, después de negar
que se hubiera tratado de una batalla y afirmar que había sido una simple
matanza de características atroces, expresó:

115
Gregorio Selser

“En toda la historia norteamericana no se ha visto jamás un acto de


indecencia como el que ahora está exhibiéndose en Nicaragua. Según
mensajes que han aparecido en la prensa, durante un combate librado
entre dos facciones nicaragüenses, un destacamento de infantería de
marina se unió a uno de los bandos combatientes e hizo fuego bajo la
bandera de los Estados Unidos. Ordenó también que un escuadrón de
aeroplanos saliese a bombardear al supuesto enemigo, y eso en un país
con el cual estamos en paz y donde sabemos que no hay aeroplanos ni
cañones antiaéreos. La matanza de 300 nicaragüenses, hecha por los
norteamericanos, constituye una mancha para los Estados Unidos, y por
tal motivo pido la degradación y el castigo del general Feland, que fue
quien ordenó el bombardeo.”

H. H. Knowles, ex ministro en Nicaragua y en la República Dominicana, agregó


a su vez, en un discurso pronunciado en Williamston:

“No sé de actos de inhumanidad y de atentados más grandes que los


cometidos por los Estados Unidos con los indefensos pueblos de Latino-
américa mediante sus agentes y representantes legalmente autorizados.
Las brutalidades de la infantería de marina dieron lugar a que se
investigase la ocupación de la República Dominicana ante una comisión
senatorial en 1924 y se presentaron las pruebas. La comisión iba a
celebrar sesión durante 10 días, pero a los 3 se habían presentado tan
atroces evidencias contra la infantería de marina que los comisionados
decidieron suspender la investigación sine die. Hemos impuesto nuestra
fuerza a los países débiles, indefensos y sin poder alguno, asesinando a
millares de sus súbditos, y los hemos atacado cuando esperaban que los
defendiéramos. Hemos usado de la doctrina de Monroe para impedir
que las naciones europeas que simpatizaban con esas repúblicas
americanas acudieran en su auxilio. En vez de enviarles maestros,
instructores y elementos de civilización, les enviamos cazadores de
concesiones bancarias usurarias, capitalistas avariciosos, sobornadores,
soldados para matarlos a tiros y degenerados para transmitirles todas
las enfermedades.”

F. L. Hopkins, por su parte, declaró:

116
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Un norteamericano murió y, al parecer, 300 nicaragüenses perdieron la


vida. Es este otro capítulo sangriento de la desgraciada historia de esa
república, que no ha presentado sino tragedias y conflictos desde que
Díaz dio su cuartelazo el año pasado. No hay duda que al leer la lista de
bajas ocurridas en este combate, que es casi unilateral, nuestros críticos
en la América latina la considerarán como una prueba palmaria de la
brutalidad con que los Estados Unidos están listos para imponer su
voluntad a las pequeñas naciones del Nuevo Mundo.”

El senador William Borah, según su costumbre, se expidió en términos de


violenta condenación. Casualmente, el mismo día en que Hatfield enviaba su
nota a Sandino, el 14 de julio, “La Prensa” de Buenos Aires publicaba un
artículo suyo donde parecía augurar los acontecimientos. 78

78
Allí expresaba Borah: “Díaz llegó a ser presidente de Nicaragua a fuerza de intrigas, y retiene la
presidencia merced a la complacencia de los Estados Unidos. No sólo no podría continuar ni por una
hora en la presidencia, si la marinería de los Estados Unidos no podría sofocar la rebelión del pueblo
contra su forzada autoridad. El pueblo de Nicaragua estaba y está en abrumadora mayoría contra
Díaz y su régimen. Ello se ha puesto más de una vez de manifiesto en Nicaragua. Su reconocimiento,
a mi parecer, fue el pábulo de la revolución en América Central y un desafío a los más
fundamentales principios de independencia y gobierno libre. Nicaragua era débil y nosotros éramos
fuertes, y cuando un poder débil se aproxima a uno fuerte, la fascinación de predominio parece
irresistible.”
“Pero lo hecho, hecho está. Ahora el problema es éste: ¿Cómo hemos de sacar el orden del caos, y,
al menos en cierta medida, hacer justicia al pueblo de Nicaragua? ¿Cómo hemos de volver su
gobierno propio a ese pueblo, con el privilegio de determinar quiénes han de ser y quiénes no sus
funcionarios? Es probable que, bajo cualesquiera circunstancias, el plan propuesto por Mr. Stimson
sea el mejor. Ahora se está poniendo en ejecución.”
“Habría, al parecer, dos caminos que tomar. El uno, retirar el reconocimiento de Díaz, ceder al casi
unánime sentimiento del pueblo de Nicaragua y reconocer a Sacasa, quien, a mi juicio, era el
presidente legal después de la dimisión de Solórzano; pero este camino no era el más práctico ni el
más admisible desde el punto de vista de nuestro gobierno, por razones que se pueden comprender,
pero no aprobar. El otro camino era establecer la paz, si fuera posible, y dar al pueblo de Nicaragua,
por medio de una elección, la oportunidad de que eligiera a su presidente. Este es el procedimiento
que se ha adoptado. Este es uno de esos casos en que es necesario hacer mal para obtener algún
bien. Pues, dentro del orden normal, nada tendríamos que hacer en Nicaragua en el asunto de las
elecciones. Dentro del orden normal, eso sería intolerable para la América Central e indefendible
por nuestra parte. Dentro del orden normal, sería esa otra forma de imperialismo, aunque
disimulada y sutil. Pero habíamos apoyado a Díaz, y ahora hemos caído en la cuenta de que el
pueblo no le reconoce ni le quiere por presidente, y hemos llegado a la conclusión de que se debe
consultar al pueblo de Nicaragua, por donde el único camino de volver a su orden las cosas es
procurar que el pueblo de Nicaragua tenga una justa oportunidad de expresar su voluntad.
"...A mi entender, alguna compensación ha habido al cabo en esta desdichada cuestión de
Nicaragua. El pueblo de Nicaragua ha puesto al descubierto un verdadero espíritu y una real
devoción nacionales, y con ello un coraje digno de la más alta causa. Muchos creían sin duda que la
oposición a Díaz y a su sistema de gobierno iba muy pronto a extinguirse y desaparecer; que era
simplemente una facción en guerra con otra, por codicia de beneficios y prebendas. Pero durante
semanas y meses, bajo las circunstancias más adversas y con las probabilidades más desalentadoras,
el pueblo de Nicaragua se batió y, sin duda alguna hubiese ganado una señalada victoria, de no
haber sido por las fuerzas navales de los Estados Unidos. Este espíritu nacional ha conquistado el
reconocimiento y ha determinado a la política de los Estados Unidos en el sentido de que se
117
Gregorio Selser

Otro norteamericano prominente, Thomas Moffat, expresó por su parte:

“Algunas de las razones por las cuales fueron enviadas fuerzas estado-
unidenses a Nicaragua podrían ser calificadas de pifias. Las vidas y
propiedades de los Norteamericanos en ningún tiempo estuvieron en
peligro... Las referencias a protección de nuestros derechos al canal
fueron ridículas, pues ese proyecto sólo existe en el papel. Su
construcción, si alguna vez se emprende, será bien acogida por
cualquier facción que se halle en el poder... Estoy persuadido de que
nos hemos ensuciado las manos al hundirlas en las aguas contaminadas
de la diplomacia capitalista. La mayor parte de los nicaragüenses sanos
nos tienen en un miserable y triste concepto.”
Finalmente, leamos la opinión del senador Burton K. Wheeler:
“Reducida a términos simples, la política de Kellogg y Coolidge ha
conducido a una intervención armada en Nicaragua. Ambos han sido
títeres de un presidente impuesto a un pueblo contra su propia
voluntad, por la sencilla razón de que está listo, cueste lo que costare a
Nicaragua, para servir a los banqueros de New York que durante 17
años han estado explotando sin misericordia a ese país, bajo la égida de
nuestro Departamento de Estado. Esta política, a menos que sea
alterada o abandonada, conducirá a una intervención armada en
México, en apoyo de los dudosos títulos de Doheny, Sinclair y Mellon.
Esto equivale a decir que al pueblo de los Estados Unidos se le invitará a

otorgue al pueblo de Nicaragua la oportunidad de hacerse oír en una elección; y son miles los que
por eso hoy sienten respeto por ese pueblo. Será un factor de gran peso en el trance de encauzar
en el orden normal los asuntos actuales y futuros.
"Ahora parece evidente que nuestro gobierno estuvo desacertado desde el principio en cuanto a
ciertos hechos. Ni las vidas ni las propiedades de los [norte] americanos se hallaron en ningún
peligro real por causa del pueblo de Nicaragua. Cualquiera que haya sido a causa de esto la opinión
de nuestro gobierno, en realidad de verdad, lo que hicimos fue enviar fuerzas a sostener a un
gobierno débil, impopular e ilegal, y no a proteger las vidas y propiedades norteamericanas. Fuera
de las perturbaciones e inconvenientes que necesariamente acompañan al estado de guerra, nunca
pude hallar evidencia alguna de estar en peligro la vida o la propiedad de ningún ciudadano de los
Estados Unidos. En cuanto al canal, no tenemos sino un mero título sobre el papel, ¿y quién recusa
este título? ¿Quién ha intentado siquiera ponerlo en discusión? Cuando consideramos las
circunstancias en virtud de las cuales el susodicho título fue adquirido, debemos admitir que el no
haber sido recusado es un delicado tributo a la paciencia y amistad del pueblo de Nicaragua para
con los Estados Unidos.
"El asunto de Nicaragua ha puesto al descubierto un aspecto bien definido y lamentable de nuestras
relaciones con toda la América latina ¿Qué será del futuro? Diariamente recibo cartas de todos los
extremos del continente, en las cuales me expresan el profundo disgusto de los pueblos de la
América latina y el hondo resentimiento que este asunto ha suscitado en ellos. Pero tengo muchas
esperanzas, y me asisten razones para creer que en el futuro las cosas van a ser conducidas de
modo diferente y que las relaciones no van a empeorar, sino que van a ser mejores…”
118
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

hacer la guerra, declarada a sobreentendida contra el pueblo de México,


en nombre de tres norteamericanos.”
Y en tanto el almirante Sellers confirmaba que sus bajas se elevaban a un
muerto y un herido grave. El general Feland, contra lo que la santa ira del
Gobernador Dunne hubiera podido prever, era condecorado y especialmente
felicitado por la heroica acción de guerra en que participó.
Por su parte, el maltrecho ejército de Sandino enderezaba hacia el pueblo de
Jícaro, desde donde, a duras penas, pudo alcanzar los cerros del Chipote. Así
comenzó la guerra no declarada entre las tropas norteamericanas y las
nicaragüenses patriotas.
Once días después del ataque al Ocotal, un escuadrón norteamericano
alcanzaba al caudillo en San Fernando y le derrotaba de nuevo: “¡Por poco
nos matan! Tuvimos que huir en desbandada”, comentaría Sandino. Los
invasores perseguían ahora también a los campesinos, en quienes sospechaban
simpatizantes tácitos o potenciales del jefe patriota. Esa persecución indiscri-
minada se convertiría luego en el mejor aliado de la causa sandinista, ya que
hasta aquellos que eran indiferentes a su ideal se le unían luego de que sus
chozas míseras eran incendiadas por los norteamericanos o cuando sus
campos eran arrasados sin que los marines constataran previa-mente a qué
bando pertenecían.
Como lo expresa Sofonías Salvatierra:
“Las fuerzas invasoras, dándole aplicación efectiva a la frase convencional
de que todos los que no se les sometían sumisos eran “bandidos”,
adoptaron la táctica del terror, esto es, esparcieron la muerte sobre los
moradores de pueblos, valles y caseríos. Mataban sin piedad al pobre e
indefenso campesino: una veces ametrallando la vivienda rural; otras,
los apresaban y les aplicaban la ley de fuga, o los hacían subir a un árbol,
y cuando estaban arriba los tiraban para gozarse con la caída; otras, los
degollaban, sí, los degollaban, y muchas veces les mataban también sus
animales domésticos y les quemaban sus habitaciones. El desprecio por
la vida y el dolor y la desesperación del nativo infeliz era completo. Ya lo
había dicho el coronel Stimson en un libro que publicó poco después de
la pacificación del 4 de mayo, donde manifestó, sustancialmente, según
referencias, que uno de los errores de España fue no haber suprimido a
todos los indios.”79
79
Henry L . Stimson. American Policy in Nicaragua, p. 115. Nueva York, 1937. Allí el interventor no
pudo menos que dejar de reconocer cuáles eran las verdaderas intenciones de su patria, al expresar
119
Gregorio Selser

Si se agrega a la natural aversión que despertaba en los segovianos la


presencia de los odiados “gringos”, su política de tierra arrasada, se
comprenderá la razón por la cual Sandino pudo mantenerse durante toda su
campaña sin mayores apremios en cuanto a la subsistencia de su ejército.
Eso, teniendo en cuenta que si bien en algún momento se compuso de
treinta hombres, en otros llegó a nuclear a tres mil. Y no sólo de nicara-
güenses se componían sus tropas. Iberoamericanos, europeos y aun asiáticos
habían arribado vía Honduras a Las Segovias y habían ofrecido sus servicios al
caudillo.
Más aun, la reacción popular en todo el mundo le había proporcionado
adeptos y simpatías, de las que se hacían eco, entre otros, Romain Rolland,
quien públicamente pedía apoyo para las fuerzas del Chipote; Gabriela
Mistral, que declaraba que Rubén Darío y Sandino prestigiaban a Nicaragua;
Vasconcelos, que en París defendía la gesta heroica; Manuel Ugarte; Alfredo
L. Palacios,80 etc. Más aun cuando los ejércitos de Chiang Kaishek entraban
victoriosos en Pekín, el retrato de Sandino figuraba como estandarte en varios
cuerpos del ejército revolucionario chino. El reconocimiento enemigo habría
también de alcanzarle, en forma de elogio indirecto, cuando el coronel Fagan,
jefe de las fuerzas invasoras en León, invitado por Moncada a hablar en su
favor en el balneario de Poneloya, expresó ante la sorpresa general:
“Yo soy irlandés al servicio de los Estados Unidos. Pues como irlandés
digo que el general Sandino es un patriota, pero con poco juicio, porque
si exigiera, por ejemplo, que se le construyera una catedral en
cualquiera parte de la Segovia, pediría una cosa posible; si exigiera que
se le diera diez millones de dólares, también pediría lo posible; pero
pensar que va a vencer a los Estados Unidos, ésta es su falta de juicio”.
que “lo único que quería era que reinara la paz y la estabilidad, tanto política como económica, con
objeto de que no pudiera representar nunca un peligro para sus comunicaciones navales, presentes
o futuras, que eran su interés más vital.”
80
Con su firma se enviaría a Sandino, en mayo de 1928, un mensaje, donde expresaría: “Cumpliendo
con un mandato de la asamblea general de adherentes de la Unión Latino Americana, llegue hasta
vuestro lejano y heroico campamento el fervoroso mensaje de adhesión a vuestra noble causa.
Apenas desembarcaron las tropas norteamericanas en Nicaragua, esta institución abrió una intensa
campaña contra el nuevo paso imperialista del coloso del norte, campaña que, por cierto, no es sino
continuación de esa cruzada latinoamericana en que estamos empeñados desde los tiempos de
nuestro fundador José ingenieros, al denunciar el peligro de América latina ante la codicia del
imperialismo yanqui y la acción negativa o cómplice de los gobiernos.”
“Los últimos atropellos, acelerando el proceso histórico, clausuran el período de las protestas o de
las acusaciones puramente verbales, para inaugurar una exigente era de acciones continuas y
resueltas... Desde esta tierra argentina, que se emociona con vuestras hazañas, os saludamos con
fervor, porque repetís en el suelo de Nicaragua, en condiciones históricas distintas, el gesto de
nuestro gran gaucho Güemes, cuando en las quebradas salteñas, con sus criollos de bronce, detuvo
al invasor.”
120
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Empero, Sandino no tenía intención alguna de vencer a los Estados Unidos,


sino de que las fuerzas extranjeras abandonaran el país. Admitió, con toda
cordura, que era “una guerra que estamos destinados a perder”, y no se hacía
ilusiones acerca del destino que iba a aguardarle en caso de caer en manos
yanquis. Pero seguía peleando, sobreponiéndose a todas las derrotas y
fracasos.

Porque en un principio todas fueron derrotas. A la de San Fernando siguió el


desastre de Las Flores, donde perdió sesenta hombres y un armamento vital.
Poco podía hacer la desmaña de sus tropas frente a las tácticas de un ejército
regular que contaba con la dirección de veteranos de la Primera Guerra
Mundial. Cuando Sandino, llevado de los recuerdos de sus lecturas sobre esa
guerra operaba según el sistema de trincheras, poco costaba a los invasores
flanquearlo y, con la ayuda de la aviación, desalojarlo.

La lección, a poco de reiterarla, fue plenamente comprendida. Percibió que


en tanto los invasores contaran con armamento superior, eligieran el terreno
y el momento de los combates y se valieran de sus conocimientos militares
académicos, poco podría él hacer si les correspondía con el mismo juego. A
partir de ese momento decidió Sandino adoptar la táctica de guerrillas,
aprovechando sus conocimientos del terreno donde operaba, para tratar de
obtener el máximo rendimiento de los escasos hombres y armamento de que
disponía. Decidió, sobre el recuerdo de Ocotal, que el factor sorpresa era
elemento primordial de ventaja en las luchas del tipo de la suya, que exigían
el empleo de la emboscada y la retirada inmediata una vez logrados los
objetivos propuestos.

El primer ensayo fue puesto en práctica diez días después del desastre de Las
Flores, cuando Sandino, en tanto los invasores se internaban en Las Segovias
en dirección al cerro del Chipote, se colocó a su retaguardia y atacó, en 19 de
septiembre, la ciudad de Telpaneca. Por la noche la ciudad estaba en sus
manos, con excepción del sistema defensivo de trincheras:

“con alambres de púas y la extensa red de zanjas comunicadas entre sí,


como copiando el sistema de atrincheramiento durante la guerra
europea...”

El caudillo agregará después:

121
Gregorio Selser

“...¡Los muy majaderos! En esa forma, sí, podían circular por gran parte
de la ciudad, sin exponer el pellejo. Pero ocupé la ciudad tomando las
alturas, en donde emplacé mis ametralladoras y barrí la cabeza a cuanto
gringo asomó sobre las zanjas, de manera que mientras los invasores
permanecían cubiertos en las zanjas, yo dejé al populacho que tomara
en la ciudad todo lo que le diera la gana... La situación duró toda la
noche, hasta el día siguiente en la mañana, cuando los aviadores
yanquis comenzaron a situar sus bombas sobre las alturas ocupadas por
mi ejército, y entonces inicié la retirada a los bosques, ordenadamente.”

Para comprender este cambio en las concepciones militares de Sandino,


todas instintivas, debe tenerse en cuenta que los cuatro departamentos
segovianos forman una superficie de 30.000 km2, extendida desde el centro
de Nicaragua, en dirección norte, hasta la frontera de Honduras, cuyos límites
cubre completamente. Al oeste, desde el Pacífico, el terreno se eleva gradual-
mente desde los llanos de León y Chinandega hasta las alturas de Nueva
Segovia, donde alcanzan su mayor desarrollo inmensos bosques inexplorados.
Al este, la región del Atlántico, aunque baja, es igualmente boscosa. El río
Coco, que baja de las alturas de Nueva Segovia hasta el mar, recorre cientos
de kilómetros irregularmente aptos para la navegación de poco calado,
atravesando toda la zona departamental en lucha.

Los pueblos, naturalmente, estuvieron desde un principio en poder de los


invasores. Sus bocacalles y su perímetro exterior estaban constantemente
vigilados por puestos de ametralladoras. Las poblaciones observaban una
curiosa como explicable neutralidad aparente; sabían que colaborar con los
“gringos” podía costarles la vida cuando los azares de la guerra colocaran
victoriosos a los patriotas. Y aun cuando éstos ocuparan los poblados durante
poco tiempo, sabían igualmente que ese pequeño lapso bastaba para que la
justicia expeditiva de los sandinistas castigara sin vacilación la obsecuencia, la
cobardía y el servilismo.
Pero Sandino es el dueño de la selva, de la montaña y del río. Conoce cada
palmo de terreno segoviano. Y quienes le acompañan no son menos duchos.
Cada árbol, cada matorral, cada roca, es un vital escondite de un tirador o de
un espía patriota. Los invasores lo saben, y sólo se atreven a internarse por
caminos conocidos o en terreno hollado, con el rifle o el revólver dispuestos a
disparar en cualquier momento. Y aun así les domina la inquietud. Porque en
cualquier momento, sin que nada previo lo haga anunciar, se escucha el seco
estampido que da por tierra con un invasor, al que de inmediato sigue una
122
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

furiosa descarga desde distintos puntos. Los tiradores han tenido tiempo y
puntería suficientes, como para evitar un inútil desperdicio de munición:
cuando los norteamericanos reaccionan, dispuestos al contraataque, sólo
encuentran la huella reciente de pisadas que se pierden en la espesura,
donde es más peligrosa la acechanza de los sandinistas. Estos, una vez
descargadas sus armas y cumplida la faena de diezmar a los “gringos”, se
retiran en orden tan silenciosamente como han llegado. Claro está que no
siempre se es tan afortunado.
“Vencimos y nos vencieron –recordaría Sandino–, pero al enemigo le
hacía falta conocer nuestra táctica. Además, nuestro espionaje siempre
fue y sigue siendo superior al de los mercenarios. Así fuimos adquiriendo
armas y parque norteamericanos, porque les capturábamos gente y
botín. ¡Lástima que sean de tan grande estatura los piratas, porque sus
uniformes no les sirven a nuestra gente!”
El temible ejército fantasma de Sandino es así imbatible. No precisa de
grandes efectivos, que, por el contrario, entorpecerían sus acciones. Ni
siquiera de costosos preparativos o concentraciones de armamento y tropas.
La pequeña partida es escurridiza, de difícil localización, de ardua persecución.81
Por eso cuando, sobreponiéndose al estrépito de la fusilería y al tableteo
impotente de las Thompson descargadas nulamente al azar, se oye el grito de
“¡Viva Sandino!”, o el de “¡Viva el ejército libertador!”, o el de “¡Mueran los
gringos!”, o el de “¡Patria Libre o Morir!”, los invasores mercenarios intuyen
oscuramente que algo más que un “bandido” les hace frente y les desafía y
les humilla y les enfurece y les diezma.82

81
Un visitante del campamento de Sandino, en las postrimerías de sus campañas, describiría así sus
impresiones: “...En el campamento, que estaba instalado en un ‘limpio’, bajo los árboles copados
que hacían impenetrable el sol, y al cual se llega de pronto, sin descubrirlo antes, había dos
champas, y una más grande donde estaba Sandino, vestido con un pantalón kaki de montar, camisa
blanca y pañuelo también blanco, amarrado al cuello. Llevaba finas botas altas de calf y un
sombrero de paño de anchas alas. No portaba pistola ni ninguna otra arma y se mostraba siempre
de buen humor. En ese campamento estaban solamente seis hombres y unas mujeres cuyos
nombres nunca pude saber, pues sólo se daban al tratamiento de 'hermanos'. No había pues,
señales de ejército; sin embargo, cerca de allí se oía tocar victrola, lo mismo que una guitarra y
hasta un pistón, por lo cual deduje que el verdadero alojamiento de Sandino no era aquel en el cual
se me tenía y se me tuvo hasta el regreso, sino otro. Allí llegaban a verme.” “Esto me hizo deducir
también que había más gente, lo cual se confirmó por el hecho de que durante mi permanencia
haya visto destazar tres reses cada día de por medio, por lo demás, había abundancia de
provisiones como arroz, frijoles, papas y hasta harina. También vacas; es decir, tampoco se carecía
de leche. Igualmente muchas bestias.” Y otro, el general Carlos N. Quezada, informaría que “lo
primero que manda hacer el general Sandino cuando se instala en un campamento, es un caminito
o vereda que le facilite pasearse, lo que hace con las manos hacia atrás. De la meditación en esos
breves paseos surgen generalmente sus sorpresivas resoluciones”.
123
Gregorio Selser

Ese algo más, corre ya en boca de los oprimidos de todo el mundo y les
reconforta y enaltece, ese algo más se traduce en las músicas y en los poemas
que el anónimo pueblo dedica a su gesta o a su persona. Algunos años antes,
en todo México se difundían las canciones que brotaban de cada batalla,
cuando en lucha análoga Villa, Carranza, Obregón y Emiliano Zapata –el otro
gran traicionado– enfrentaban a los ejércitos de la reacción. Eran versos
sencillos, que cuando no utilizaban la música del himno de Riego, que los
anarquistas de principios de siglo modificaron intencionadamente, recurrían
al inagotable genero folklórico mexicano, de donde brotaran corridos y
canciones como “La Adelita”, cuya música, expropiada por los sandinistas,
servía a versos como éstos:
“¡Compañeros, patriotas hermanos!
No desmayen jamás en su valor,
Que si morimos en defensa de nuestra patria
Quedará en la historia que hemos muerto con honor.
Todo aquel que sienta por su patria
que venga estas filas a engrosar,
Porque mañana más tarde no les pese
Que los yankees vengan y nos vayan a pisotear.
Nuestro jefe Sandino se ha interpuesto
Por querernos venir a libertar;
Pero a mucho “vendepatria” se ha enfrentado
Por querernos venir a desarmar.
Y el plazo se ha vencido
Y no han podido desarmar
a estos cuatro segovianos
Moncadistas por partidas,
Y nosotros aún seguimos
Encantados de la vida...”
82
Carleton Beals América Ante América (America South), p. 427. Edit. Zig-Zag, Santiago de Chile,
1940: “Poco después de la guerra mundial, con la extensión de nuestro imperio de cables y noticias
a los dos continentes, con el propósito de fomentar la buena vecindad y el comercio junto con la
ganancia inmediata, esas mismas agencias tuvieron que informar ampliamente, y como ironía,
sobre la lucha de Sandino contra los marinos norteamericanos en Nicaragua. Y a pesar de que los
representantes de la U. P. y de la A. P. allí eran, respectivamente, el cobrador de los derechos
aduaneros, Clifford D. Ham y su ayudante. Charles Lindbergh, a pesar de que la mayoría de los
mensajes de allí deformaban la verdad, empequeñecían a Sandino, llamaban “bandidos” a sus
partidarios, glorificaban a los marinos estadounidenses, esos mismos representantes o
corresponsales no decían nada acerca de los bombardeos aéreos de aldeas indefensas, acerca de
los civiles asesinados por los marinos, nada decían sobre los latrocinios y abusos; sin embargo, por
toda la América latina se extendió el orgullo por el hombre que peleó casi a mano limpia y tan
valientemente en la jungla en contra del poder de la nación más grande de la tierra.”
124
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Belausteguigoitía relata que después de escuchar cantar a Cabrerita, el


guitarrista del batallón de Sandino, los versos de La Internacional, "que
sonaban un tanto extrañamente en plena montaña", escuchó de sus labios
estos otros.

“A cantarles voy, señores,


un verso de actualidad,
Haciéndole los honores,
a un valiente general.
Que se derramen las copas,
apuremos más el vino,
y brindemos porque viva
ese valiente Sandino.
Sandino se ha defendido
con un puñado de gente,
y dicen que él morirá,
pero que nunca se vende.
Sacasa dijo a Sandino:
“Yo me voy a retirar;
a los Estados Unidos
no les vamos a ganar”.
Dijo Sandino una vez,
apretándose las manos:
“A diez centavos les vendo
cabezas de norteamericanos”.
¡Viva la patria, señores!
Vivan todos los valientes
que han derramado su sangre
por hacerse independientes
Viva el patriota, señores
que lucha siempre gozoso;
y con orgullo se ha enfrentado
contra el gringo ambicioso.

Son versos donde la emoción y la sinceridad reemplazan con creces a la


calidad poética y literaria. Versos sin escuela ni genio creador, pero donde la
creación es el patriotismo, el coraje su genio, la muerte su poesía. Una música
improvisada servía también para estos otros versos.

125
Gregorio Selser

Fueron armas potentes


para seguir el destino
que Augusto César Sandino
nos enseñó a defender.
Y debemos proceder
como soldados valientes:
antes recibir la muerte
que dejarnos humillar.
Por los aires, tierra y agua
con orgullo ha defendido
a su patria Nicaragua.
Y cantando este corrido,
hemos pasado un buen rato;
en Nicaragua, señores,
le pega el ratón al gato.

Esta conciencia de estar castigando a los opresores de su patria es común a


toda la literatura nicaragüense sandinista, sentimiento del que participaban
sus compatriotas aun cuando no compartieran su ideal. Sucedía tal como diez
años más tarde ocurriría en España –cuando las tropas franquistas celebraban
como propios los triunfos republicanos sobre los italianos en Guadalajara:
conservadores y liberales, no sandinistas, pero sí nicaragüenses, se sentían en
lo más íntimo reconfortados con el contenido de esos dos últimos versos:

126
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Capítulo VII
“EN NICARAGUA, SEÑORES, LE PEGA EL RATÓN AL GATO”

“Desde hace mucho tiempo, tenemos una especie de complejo divino


acerca de la América latina. No obstante, sólo hemos puesto en
evidencia, generalmente, nuestro afán de obtener resultados de
carácter monetario en vez de hacer valer los atributos espirituales
inherentes a nuestra divinidad. Nos hemos preocupado menos del arte,
de la literatura, de la justicia social y de la libertad de esos pueblos que
de las máquinas de coser Singer, por ejemplo... Nuestros cónsules y
oficiales de marina, quienes se han dignado descender sobre el suelo
latinoamericano impulsados solamente por motivos tan honrados como
el cobro de deudas, para obligar a los Estados a que ratificaran
determinadas concesiones y al pago de sus reclamaciones, y en general
para distribuir quinina, han sido siempre ardientes defensores de la
democracia... Muy a menudo nuestros apreciables cónsules que se
hallaban empeñados en una intervención armada solían decirme que
estaban salvando al país al enseñar a las hordas incultas para que
votaran honradamente, y al minuto siguiente expresaron que la única
solución para encarrilar a esos pueblos era una dictadura firme.

Sin embargo, la más sólida justificación para éstas y otras actividades de


nuestra parte en la América latina, en esos tiempos, fue el pretexto de
la salubridad, que se convirtió por un largo lapso en la 18ª enmienda de
la Doctrina Monroe. No importaba nada cuántos marinos norte-
americanos o ciudadanos nicaragüenses, haitianos o cubanos morían en
combates; no importaba nada todo cuanto hacíamos nosotros allí; lo
positivo era que debíamos lograr a toda costa que se redujera el
porcentaje de mortalidad para el resto de los habitantes de esos
países. El divino Tío Sam se imaginaba a sí mismo, durante esa época de
los préstamos fabulosos y de las invasiones de nuestros marinos, como
un glorioso basurero de los trópicos.”

Carleton Beals83

83
Carleton Beals. The Corning Struggle for Latín America (La próxima lucha por Latinoamérica), pp.
239-240. Edit. Zig-Zag, Santiago de Chile, 1942.
127
Gregorio Selser

Cuando se comparan las cifras de los efectivos máximos con que llegaron a
contar las fuerzas sandinistas y las invasoras –3.000 y 12.000 respectiva-
mente–, no puede menos que admirarse de que la lucha durara los siete años
que duró. Esa voluntad de resistencia no estaba en modo alguno respaldada
por convicciones políticas o sociales definidas. Tampoco existió una férrea
identidad de miras entre los componentes del ejército sandinista, al cual
arribaron tanto aventureros como contrabandistas, comunistas como
sindicalistas o anarquistas o socialistas, latinoamericanos como europeos y
asiáticos.

Porque el núcleo de cohesión lo constituía la simple decisión de arrojar a los


norteamericanos de Nicaragua. Toda otra explicación es falsa, y para
certificarlo bastarán los centenares de documentos y declaraciones públicas
formuladas por Sandino como por quienes estuvieron a su lado total o
temporalmente. Y si a nuestra objetividad de argentinos nos parece incom-
prensible, o una esquematización antojadiza, bástenos recordar que no
podemos aprehender un estado de ánimo semejante a aquél desde que por
lo menos han pasado muchas generaciones sin que nuestros suelos hayan
soportado una imposición militar extranjera.

La otra injerencia, la pacífica, sinuosa y persistente penetración económica de


los grandes imperios mundiales está tan sobreentendida, aceptada y hasta
solicitada, que ha conformado en algunas decenas de años la típica
mentalidad colonial que constituye el principal lastre en la lucha de nuestros
pueblos por su liberación. La educación de las masas en un sentido de
mediatización tiene sus puntales en el aparato psicológico montado por las
grandes empresas periodísticas y difusoras de noticias, que en cada uno de
nuestros países tiene su mastodonte defensor de la “libertad”, siempre que
esta palabra no trasponga los límites abstractos a que ha sido confinada por
sus más preclaros defensores.

Sandino no sólo tuvo que luchar contra los invasores militares de su patria. En
todo el mundo, las noticias difundidas por United Press y Associated Press
deformaban los hechos, descubrían crímenes horrendos cometidos por aquél
en tanto silenciaban los de la intervención; atribuían al héroe intenciones que
no tenía y jamás apeaban la referencia a los “bandidos”, a las “hordas” o a las
“bandas sediciosas” según el molde sutil de los estupendos cerebros de la
propaganda. Y en tanto se prodigaban en fotografías de los altos jefes
norteamericanos o del mundo oficial de los quislings nicaragüenses, eran
escasas por no decir nulas las que se publicaban del bando sandinista.
128
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El jefe de la resistencia no podía contar con la benevolencia de los diarios a


menos que él mismo se propusiera hacerles llegar las noticias que le
interesaba se conocieran. Y aun así, únicamente los diarios, periódicos o
revistas de izquierda le acogían en sus páginas. Sucedía así que no obstante la
natural curiosidad que despertaba su persona, pocos datos proporcionaba
Sandino para satisfacerla. Cuando lo hacía, era sin altisonancias, con modestia
rayana en la vergüenza de saberse centro de interés para el mundo.
Cuando el escritor Froylán Turcios, su intermediario en Tegucigalpa, le solicita
datos sobre su persona para la revista “Ariel”, Sandino le contesta:
“Le envío, de acuerdo con sus deseos, esa fotografía para que haga de
ella el uso que quiera. Fue tomada a mi salida de Méjico, el 1º de mayo
de 1926. En el caso de que usted la publique y le agregue alguna
leyenda, haga constar que no soy político profesional, sino un humilde
artesano. Mi oficio es mecánico, y con el martillo en la mano me he
ganado el pan de toda mi vida hasta la edad de treinta y tres años que
hoy tengo.”
Cuando los diarios de la cadena Hearst y los que en Centroamérica responden
a las directivas estadounidenses –que son la inmensa mayoría– le endilgan sin
piedad motes infamantes o acusaciones denigrantes, él se toma el trabajo de
rebatirles:
“El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su
sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído, sino también creído. Soy
nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más
que cualquiera, la sangre india americana, que por atavismo encierra el
misterio de ser patriota leal y sincero; el vínculo de nacionalidad me da
derecho a asumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de
Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el continente de
nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den
el título que a su calidad de eunucos más les acomode. Soy trabajador
de la ciudad, artesano cómo se dice en este país, pero mi ideal campea
en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre
y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea
necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo, dirán
los oligarcas o sea las ocas del cenagal. No importa: mi mayor honra es
surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza,
los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados
sicarios que ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conserva-
129
Gregorio Selser

dores de Nicaragua, que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos


perseguían encarnizadamente, como si no fuéramos hijos de una misma
nación.
Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser
nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad,
pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los
nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la
ingratitud e indiferencia de sus hijos, que no hacen un esfuerzo sobre-
humano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico
encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el
Campo de Marte de Managua flota la bandera que representa el
asesinato de pueblos débiles y la enemistad de nuestra raza. ¿Quiénes
son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro
y sus secuaces, que aún quieren tener derecho a gobernar a esta
desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del
invasor. No; ¡mil veces no! La revolución liberal está en pie. Hay quienes
no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para
satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más que nunca
fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor y de
abnegación.
Moncada el traidor faltó naturalmente a sus deberes de militar y de
patriota. No eran analfabetos quienes le seguían y tampoco era él un
emperador, para que nos impusiera su desenfrenada ambición. Yo
emplazo ante los contemporáneos y ante la historia a ese Moncada
desertor, que se pasó al enemigo extranjero con todo y cartuchera.
¡Crimen imperdonable que reclama la vindicta!
Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo
emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de
mi corazón de patriota, y así juro ante la patria y ante la historia que mi
espada defenderá el decoro nacional y que será redención para los
oprimidos. Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco, y al
reto del invasor cobarde y de los traidores a mi patria, contesto con mi
grito de combate, y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas
donde se lleguen a estrellar las legiones de los enemigos de Nicaragua.
Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la
libertad de Nicaragua, pero antes más de un batallón de los vuestros,
invasor rubio, habrá mordido el polvo de mis agrestes montañas.

130
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos,


que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene
derecho en la tierra a ser semidiós. Quiero convencer a los nicaragüenses
fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que
en una estribación de la cordillera andina hay un grupo de patriotas que
sabrán luchar y morir como hombres.

Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia


tierra, que yo os espero a pie firme al frente a mis patriotas soldados,
sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando
esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio
de Washington, enrojeciendo con nuestra sangre la esfera blanca que
corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros
crímenes.

Pueblo hermano: al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa


de nuestra patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político,
siempre que vuestros componentes vengan bien intencionados, pues
tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero todo
el tiempo no se puede engañar a todos.”
A. C. Sandino.

A despecho de las ingenuidades contenidas en muchos de los documentos


provenientes de Sandino, índice de un alma limpia y despojada de toda
malicia, su candor contenía toda la pasión necesaria para la misión que se
había impuesto, de liberar a su patria de los invasores. Con todo, no dejó de
entrever la premisa de que la verdadera independencia de Nicaragua derivará
de su integración espiritual, económica y política en el seno de una
confederación de pueblos centroamericanos, para la búsqueda común de
una solución socialista de sus problemas como pueblos.

Sandino, entretanto, señalaba la ruta de la defensa de los pueblos:

“El ejército defensor de la soberanía de Nicaragua no tiene compromiso


con nadie. No apoya ni defiende caudillos. Su lema está ajustado al más
sagrado principio de lealtad y honor y, en sentido político, sólo reconoce
la legalidad de la elección recaída en el Dr. Juan B. Sacasa, emanada de
la soberana voluntad del pueblo. No claudica por convencionalismo, ni
acepta imposición extraña, porque sus actos están definidos con sus
hechos. Si el presidente constitucional de mi patria fue arrojado de

131
Gregorio Selser

nuestro suelo por la fuerza de los yanquis y villanamente traicionado


por su principal jefe militar, a quien confió el mando de su ejército, el
puñado de valientes que defiende, a expensas de su sangre, la legalidad
de su elección, aún conserva en una mano el símbolo de la Patria, y en
la otra, el rifle, que defiende y defenderá los derechos de la nación,
tantas veces escarnecidos y humillados.”

La lucha, pues, proseguía sin cuartel. En aquellos días de octubre de 1927,


mientras sus compatriotas se desangraban contra o en favor de los
norteamericanos, llegaban a Washington en peregrinación conmovedora los
generales Emiliano Chamorro y José María Moncada. Cada cual por su lado,
arribaron en pos de la consagración de la Casa Blanca al sacrificio que ofrecían
a su patria: aceptación de la candidatura a la presidencia. Ambos entrevistaron,
además de banqueros, financistas de alto vuelo y militares, a Coolidge y a
Kellogg. Tal como tristemente se acostumbra en nuestra América, las
elecciones se realizaban previamente en las oficinas de la Casa Blanca o de
Wall Street.

Claro está que ni la Constitución de Nicaragua ni los pactos de Washington de


1923 –a los cuales ya hicimos referencia– permitían a ninguno de ellos ocupar
el cargo, pero eso –también como tristemente se acostumbra en nuestra
América– era un detalle sin importancia, una minucia leguleya que “quien
fuera verdaderamente patriota” no debía tener en cuenta. A un año de las
elecciones de noviembre de 1928, Moncada y Chamorro se arrimaban
presurosos a la mesa del banquete, invocando sus títulos y merecimientos
para el suculento concurro.

No debe olvidarse que para enero de 1928 había sido convocada la VI


Conferencia Internacional Americana, a celebrarse en Cuba, donde a la sazón
gobernaba otro buen diente, el tirano Machado. La cercanía de la fecha, el
hedor nauseabundo que su política había provocado en el continente y la
creciente reacción operada dentro y fuera de su patria, indujeron a Coolidge a
dar un suave golpe de timón. A ese pensamiento había obedecido la
designación de Stimson y la subsiguiente paz de Tipitapa.

Como lo veremos luego, la Conferencia fracasó ruidosamente y ello gracias a


la lucha de Sandino y a su repercusión en América.

En el interin, Stimson declaraba con toda solemnidad:

132
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Por informes de otras procedencias y por los que me suministró


Moncada, he llegado a la conclusión de que Augusto César Sandino es
un hombre que siempre vivió del pillaje.”

El hombre que “siempre vivió del pillaje”, apenas cinco meses antes, cuando
le hubo alcanzado la nota del almirante Sellers, había declarado a sus
soldados:

Estamos solos. La causa de Nicaragua ha sido abandonada. Nuestros


enemigos no serán de hoy en adelante las fuerzas del tirano Díaz, sino los
marinos del imperio más poderoso que la historia ha conocido. Es contra ellos
con quienes vamos a combatir. Seremos asesinados villanamente por las
bombas que desde el aire nos envíen truculentos aviones; acuchillados con
bayonetas extranjeras; tiroteados por ametralladoras modernísimas. Los
casados o con otros deberes de familia que vuelvan a sus hogares.

Y de ese primitivo ejército de veintinueve hombres, que no se sabía si eran o


no “casados o con otros deberes de familia” había surgido una fuerza
poderosa que preocupaba a los dirigentes del país más poderoso de la tierra
hasta el extremo de hacerles perder no sólo el estilo diplomático –que fue
siempre su talón de Aquiles– sino las más elementales normas de cordura y
ponderación.

Ese extraño “ejército fantasma” se componía de hondureños como el general


Porfirio Sánchez; de guatemaltecos como el general María Manuel Girón
Ruano; de mexicanos, como el general Manuel Chávarri; de venezolanos,
como uno de los dos médicos; de Mr. Hodson, inglés oriundo de Belice, que
había reacondicionado a “La Chula”, cañón de campaña de Moncada, como
cañón antiaéreo que manejaba el hondureño José de la Rosa Tejada;
alemanes como aquel que desafió a su compañero, el coronel Padilla, a un
duelo con ametralladoras de mano y que al ver caído a su contrincante pidió a
Sandino le fusilara para poder descansar “enterrado al lado de mi amigo
Padilla”. Otros, como el coronel Francisco Estrada, el mayor Carlos Barahona,
el coronel Raudales, y los generales Colindres, Gómez, Umanzor y Pedro
Altamirano –el temible “Pedrón”, que jamás perdonaba a los colabora-
cionistas–, eran segovianos.

Sandino había dicho:

133
Gregorio Selser

“Nicaragua no debe ser patrimonio de imperialistas y traidores, y por


ello lucharé mientras palpite mi corazón... Y si por azar del destino
perdiera todo mi ejército, en mi arsenal de municiones conservo cien
kilos de dinamita, que encenderé con mi propia mano. Sandino morirá
sin permitir que manos criminales de traidores e invasores profanen sus
despojos. Y sólo Dios omnipotente y los patriotas de corazón sabrán
juzgar mi obra”.

¡Y cuánto le era necesario para poder seguir luchando!

Un barco había naufragado cerca de la desembocadura del río Coco. Tenía


por nombre Concón y llevaba algunos cientos de fusiles usados en 1899 (¡casi
treinta años antes!), cuando la guerra de Cuba. Sandino se hizo de esas
anticuadas armas desde entonces denominadas “concones”, 84 que unidas a
las que atrapara con la ayuda de las mujeres públicas de Puerto Cabezas,
constituían todo su arsenal: eran fusiles Springfield. Los rifles Browning,
arrebatados a los invasores muertos o heridos, eran contados. Luego estaban
las famosas bombas de Sandino, granadas de mano hechas con latas vacías de
sardinas rellenadas con dinamita y piedras, cuyo uso había provocado
víctimas entre los propios sandinistas. Luego, algunas ametralladoras
Thompson, también arrebatadas al enemigo. El cañón La Chula se obtuvo
mucho después.

Pero entretanto, y siempre, contó con el arma más eficiente en la lucha de


guerrillas: un servicio perfecto de información y espionaje, montado dentro
de las mismas filas de la incipiente Constabularia Nacional, 85 en combinación
con el sistema de comunicaciones primitivo, que funcionaba en cuanto el más
leve movimiento de tropas se insinuaba en dirección a Las Segovias. Ya hemos
hecho mención sucinta de su mecanismo, que funcionaba valido de los
elementos que la naturaleza prodigaba en la montaña, plenos de significa-
ciones esotéricas para las tropas patriotas.

84
Henry L. Stimson, op. cit., p. 38, sostiene que el Concón no era un buque naufragado sino que
juntamente con el Foam, el Tropical y el Superior constituían un grupo que entre agosto y diciembre
de 1926 condujo especialmente armas y municiones desde México a Nicaragua. Téngase en cuenta
que ése era el tiempo en que en los Estados Unidos se trataba de azuzar la guerra contra México,
para comprender el motivo de esta aseveración. Por otra parte, cuando Coolidge hizo referencia a
esos embarques, se guardó muy bien de mencionar si las pruebas que había obtenido sobre el
particular demostraban que esas municiones formaban parte de las que el gobierno de los Estados
Unidos había vendido poco tiempo antes al gobierno de Obregón, “para permitirle que sofocara
una revolución”.
85
Constabularia: la que más tarde se conocería como “Guardia Nacional” de Nicaragua fue una
estrategia de EE.UU. que comenzó en mayo de 1927. [N. Ed.]
134
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Las pequeñas poblaciones registraban todo paso sospechoso, que antes de


una hora estaba en conocimiento del cuartel general establecido en El
Chipote. Todo indio que labrara el campo o llevara sus mercancías de un
pueblo a otro, era potencialmente un espía de Sandino, que se valía no sólo
de su dialecto, sino que hasta disponía de un argot particular y hasta de
signos convencionales de origen ancestral, patrimonio de su raza, cuyo uso
estaba restringido a la región segoviana. Belausteguigoitía que tuvo ocasión
de visitar el campamento de Sandino durante algunas semanas, describe así a
sus tropas:

“Formaban un abigarrado conjunto de tipos, en los que se veía que el


refinamiento y el cuidado de su indumentaria no era, desde luego, el
rasgo más saliente. Había gentes de todas las edades; muchos
muchachos. Aunque algunos estaban con sus ropas bastante completas,
en general dominaban los pantalones hechos jirones, de mata, es decir,
tela de algodón blanca. El aire de todos ellos era duro, y se adivinaba la
fiereza de los hombres obligados a vivir en la selva durante años
enteros. El rasgo común era el lazo rojo y negro que adornaba su
sombrero. Muchos llevaban una gran mascada del mismo color sujeta al
cuello. Las armas eran un rifle y el machete que llevaban colgado al
cinto. Algunos llevaban dos pistolas, y bastantes bombas de mano… el
típico sello de Sandino, en el que se ve un círculo con el lema Patria y
Libertad, y en el centro, un guerrillero sandinista empuñando un
machete para cortar la cabeza a un soldado [norte] americano, mientras
lo pisa en el vientre, sujetándolo en tierra.”

Espectador de la llegada del coronel Raudales luego de cumplida una misión


que se le encomendara, describe así el retorno de esas fuerzas bajo su
mando:

“Podrían ser alrededor de 200 hombres, de la más variada catadura,


secos y endurecidos por la intemperie y las privaciones; unos, los
menos, de tez blanca y hasta rubios; otros, con el tono moreno claro del
mestizo de la región, y bastantes, indios de la montaña, con su aire
reconcentrado, y hasta algún negro corpulento de cabellera encrespada.
Las ropas de muchos de ellos eran verdaderos harapos, y asomaba el
bronce de la piel en una buena parte a través de los jirones de la camisa
o del pantalón. Los sombreros, de fieltro algunos y de palma los más,
llevaban como distintivo el clásico lazo rojinegro. Unos, menos de la
mitad portaban rifles Springfield, de los ejércitos [norte] americanos, y
135
Gregorio Selser

el resto, pistola y machete, o únicamente machete. En cuanto al


calzado, diré que las botas escaseaban, que una gran parte llevaba el
clásico huarache, a base de una tira de cuero sujeta por correas, que es
el calzado típico en el campesino de una gran parte de Sudamérica.
Delante iban los hombres montados, que serían aproximadamente una
tercera parte, sobre las mulas pequeñas y resistentes de la región y
unos matalotes escuálidos que parecían seguir a duras penas el paso de
la columna... Había viejos de cabellera bastante cana y el aire encorvado
y muchachitos verdaderamente infantiles, de doce a catorce años, que
portaban su fusil y seguían con paso aguerrido la marcha de la columna.

[...] Desfiló la fuerza de Sandino en fila india, con su bandera al frente,


rústica bandera cuya asta estaba formada por un palo del bosque, aún
sin descortezar.

[...] Desfilaban los hombres con aire sombrío y cansado, mientras sus
pies chapoteaban en el barro, rompiéndose de pronto la monotonía de
la marcha con algún viva estentóreo, que era coreado por todos: “¡Viva
el general Sandino! ¡Viva el ejército de la independencia!”

Otro periodista que estuvo con Sandino, el norteamericano Carleton Beals, se


expediría con respeto sobre el hombre que enfrentaba “con una honda” a sus
compatriotas. En Banana Gold86 relataría así un episodio habido en una
entrevista con el general Feland, el héroe condecorado del Ocotal:

–“Entonces, ¿cree Vd. que Sandino es un bandido?

–No –contestó el general con sorna–; desde luego que no. Es un hombre
correcto. Pero damos la palabra bandido en un sentido técnico, en el de
jefe de una banda. ¡Ah, según eso –reflexionó ante Feland mientras
escuchamos un concierto– el director de esta orquesta es también un
bandido! Dirige su banda. ¡Perfecto!”

Un visitante famoso, por algún tiempo combatiente junto a Sandino en


calidad de secretario, fue el líder comunista salvadoreño Agustín Farabundo
Martí, que luego perdería la vida con ocasión de la revolución popular contra
el dictador Maximiliano Hernández Martínez. Martí tuvo diferencias con el
caudillo nicaragüense, de cuyas resultas se produjo su alejamiento. Sandino
aludiría a la cuestión en los siguientes términos:

86
Carleton Beals, Banana Gold
136
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Este movimiento es nacional y antimperialista. Mantenemos la bandera


de libertad para Nicaragua y para toda Hispanoamérica. Por lo demás, en
el terreno social, este movimiento es popular y preconizamos un sentido
de avance en las aspiraciones sociales. Aquí han tratado de vernos, para
influenciarnos, representantes de la Federación Internacional del Trabajo,
de la Liga Antimperialista, de los Cuáqueros... Siempre hemos opuesto
nuestro criterio decisivo de que ésta era esencialmente una lucha
nacional.”

En reiteradas ocasiones volvería a remarcar el sentido nacionalista y


puramente patriótico que guiaba su lucha. La prensa norteamericana y la
iberoamericana prointervencionista, ora le tildaban de “bandido”, ora de
“agente bolchevique”. Sandino no obstante su escasa preparación política,
comprendía perfectamente la identidad existente entre los problemas
sociológicos y los políticos, y de qué manera éstos obraban en la vida de los
pueblos. Pero sólo oscuramente llegó a intuir la relación entre esos factores y
el imperialismo norteamericano que retardaba su solución. Para él, como no
se cansaba de repetirlo, la solución para los problemas de Nicaragua llegaría
una vez que los invasores se retiraran. Los hechos, a su muerte, se
encargarían de demostrar cuan equivocado estaba.

Cuando desde México se sostenía que su movimiento era fundamentalmente


agrarista, vinculándoselo con el de Emiliano Zapata, él se apresuraba a
negarlo, basado sobre la evidencia de la pequeña dimensión de los latifundios
nicaragüenses y en la profusión de pequeñas propiedades, a diferencia de lo
que ocurría en México:

“El agrarismo, pues, no tiene un gran campo de acción, sostendría. Los


pocos que no tienen tierras no se mueren de hambre... Hay cerca de
Granada un hermoso paseo de mangos que llega hasta el Lago. Mientras
una especie de Cancerbero que tiene la contrata de la fruta la recoge
como puede, dos o tres desharrapados esperaban la caída accidental
de algún fruto para hacer su comida diaria. No les tenía cuenta trabajar
en los cafetales porque sólo les daban quince centavos, y preferirían
esta modesta holganza.”

Este criterio simplista de un problema tan complejo, no le impediría por otra


parte ver claro cuando, más adelante, al proponérsele la colonización de las
tierras incultas de la zona segoviana, optara por soluciones socialistas:

137
Gregorio Selser

“...–¡Ah, creen por ahí que me voy a convertir en un latifundista! No,


nada de eso; yo no tendré nunca propiedades. No tengo nada. Esta casa
donde vivo es de mi mujer. Algunos dicen que eso es ser necio, pero no
tengo por qué hacer otra cosa... Yo soy partidario más bien de que la
tierra sea del Estado. En este caso particular de nuestra colonización en
el Coco, me inclino por un régimen de cooperativas...”
No obstante, Sandino estaba siempre abierto para la llegada de nuevas ideas
y conocimientos. No alardeaba de tener luces extraordinarias ni doctrinas
reveladas, ni tampoco creía que vería rendido a sus pies al “águila con pico de
rapiña”, como designaba a los Estados Unidos. Creía, y eso sí sinceramente,
en que él era el llamado por el destino a lograr que los norteamericanos
abandonaran su patria. Y ese sentido mesiánico de su misión lo conservó
hasta la muerte, que, cuando sobrevino, ni le sorprendió ni le aterró.
Mientras los aspirantes a la presidencia presentaban su lista de mereci-
mientos en Washington, Sandino mantenía en alto el pendón de Nicaragua
libre.
Nuevos encuentros jalonaban su gesta: en noviembre de 1927, en Las Cruces,
confluencia de caminos que conduce al Chipote, Sandino libra el primero de
los cinco combates habidos entre ese mes y enero de 1928:
“... avisado oportunamente del avance norteamericano... nos
emboscamos y atrincheramos en lugares convenientes y allí colocamos
nuestras ametralladoras. Llegó el enemigo y abrimos el fuego. Fue una
carnicería espantosa. Los piratas caían como hojas de árboles y
nosotros, bien protegidos, apenas si teníamos alguna baja. Y luego del
primer encuentro, les tendimos emboscadas a las columnas que iban a
reforzarlas”.
Para la descripción de esos combates no existe mejor cronista que el propio
jefe patriota:
“En Trincheras, lugar así llamado por los españoles cuando la conquista;
en Varillal, donde se peleó cruelmente; en Plan Grande; tres veces más
en Las Cruces, en donde duró el último combate cuatro días, hasta que
nos reconcentramos al Chipote. Muchos hombres perdió el enemigo.
Nosotros apenas unos treinta. Allí capturamos, peleando, una bandera
norteamericana. También allí murió el capitán Livingstone, jefe de la
columna de ataque, a quien se quitaron órdenes del día, documentos y
mapas. El jefe pirata fue muerto de un balazo de pistola por el mayor
Fernando Madariaga.
138
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

En Las Cruces murió también el capitán pirata Bruce. Este joven oficial
del ejército norteamericano, el 24 de diciembre envió un cablegrama a
su madre, a Estados Unidos, anunciándole la proximidad del fin de la
campaña, porque creía que para el 1º de enero estaría concluida la
existencia de Sandino. “El 1º de enero de 1928 le habremos cortado la
cabeza al bandido de Sandino”, decía el mensaje. Bien, justamente el 1º
de enero de 1928, Bruce tenía la cabeza sumida en el estómago, muerto
en uno de los combates de Las Cruces. Sus anteojos de campaña yo los
uso. Son magníficos, reglamentarios del ejército norteamericano, con su
estuche y con una pequeña brújula.
Después de esas batallas, las más cruentas de las que se han librado en
la lucha de Nicaragua, nos reconcentramos al Chipote, que era el
objetivo de los piratas. Pero la posición era difícil. Nos fueron cercando
para evitar que nos aprovisionáramos, y el cerco se estrechaba cada vez
más. No nos faltaban armas ni parque, porque en los últimos
encuentros habíamos quitado al enemigo enormes cantidades de
cartuchos y armas espléndidas, nuevas y flamantes. Durante dieciséis
días que estuvimos sitiados, diariamente nos visitaron las escuadrillas
aéreas de los piratas. A las seis de la mañana aparecía la primera
escuadrilla de cuatro aparatos, que se dedicaban a bombardear. Por
supuesto que nosotros les echábamos bala también, y varios pájaros de
acero fueron heridos de muerte. Después de cuatro horas de
bombardeo, nueva escuadrilla sustituía a la primera y continuaba el
fuego, hasta que pasadas cuatro horas volvía otra. Y así sucesivamente,
hasta que llegaba la noche.
Pocos daños personales nos hacía el bombardeo, porque estábamos
bien protegidos, pero perdimos como doscientas cabezas de ganado de
la caballada de nuestro ejército, y ganado vacuno para alimentarnos. La
situación iba siendo grave, porque la mortandad de animales había
hecho la estancia insoportable por la descomposición de los cadáveres.
Los zopilotes tuvieron el espacio por varios días, y si bien nos hicieron
un servicio, porque llegaban a impedir la visibilidad a los aviadores –
muchas veces confundimos a éstos con los zopilotes–, nuestra vida iba
haciéndose más difícil por esas circunstancias, y resolvimos retirarnos.

Comenzamos a construir peleles de zacate, que vestimos con sombreros


de los que usábamos nosotros, y con ellos cubrimos los lugares más
visibles del Chipote. Entretanto, en la noche, salimos del lugar. Dos días

139
Gregorio Selser

más estuvieron los aviadores bombardeando aquel sitio, que ya había


sido arrasado y en el que nadie quedaba, hasta que se dieron cuenta de
que no había enemigo. Cuando llegaron y trataron de perseguirnos, ya
íbamos lejos. Les faltaba mucho que aprender de nuestros sistemas. Y la
lucha ha seguido, ruda, cada vez más intensa, pero el dinero norte-
americano compra y se interpone entre nosotros y el mundo exterior, y
se ha hecho el silencio sobre nuestra lucha.87

Una estratagema parecida a la de los muñecos de zacate fue el origen de la


noticia de la muerte de Sandino aparecida en todo el mundo en enero de
1928: con fines estratégicos hizo elaborar la comedia de sus propios
funerales, que fue puesta en conocimiento del comandante yanqui del Ocotal
con tales visos de verosimilitud que el propio Departamento de Marina, en
Washington, describió la muerte y funerales del “bandido” Sandino, “echado
de este mundo por las balas de los grandes aviadores...”
Después de abandonar El Chipote, Sandino se dirigió a San Rafael del Norte,
en el departamento de Jinotega, donde fueron localizados y perseguidos de
inmediato.
“...verdaderamente envueltos por la marinería yankee y sus auxiliares
los renegados. La cargada era enorme. Nos perseguían varios miles de
hombres, como quienes van a cazar a una fiera, y el círculo se
estrechaba cada vez más. Entre vericuetos y senderos ignorados, pude
al fin salir, para caer en otro círculo más ancho de los yankees, muy
decididos a llevarse la cabeza del bandido. Ante tal situación hube de
marchar al pueblo más cercano. Fue una táctica salvadora, porque
mientras el enemigo me buscaba en la sierra, con mi gente había
logrado abrirme paso y acercarme al mineral de La Luz.
Esa mina es de norteamericanos y pertenece en parte al ex secretario
de Estado Knox, un insolente a quien castigamos en su propiedad.
Llegué allí y ordené el saqueo general. La mina fue totalmente destruida
y volada con dinamita, y el poblado de los yankees, saqueado casa a
casa. Expedí recibos por todo lo que allí se tomó para el ejército, aunque
el pueblo fue el beneficiado. Por cincuenta mil dólares fueron los
recibos que extendí a cargo del Tesoro de los Estados Unidos. Porque se
trataba de demostrar que los yankees no son capaces de dar garantías
en Nicaragua.”

87
Emidgio Maraboto. Sandino ante el coloso. Edit. Veracruz, México, 1929.
140
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Fue allí donde Sandino hizo prisionero al gerente de la mina, Mr. Marshall, al
que llevó consigo a las montañas. La muerte de este hombre, no imputable a
maltrato sino al hecho de sufrir las consecuencias de un clima al cual no
estaba habituado, fue explotada por los diarios como demostración de la
barbarie sandinista.

Nada se decía, en cambio, de los famosos cortes de chaleco inventados por


los norteamericanos y luego imitados por las tropas al mando de Pedro
Altamirano, consistentes en el corte hasta la raíz de los brazos de los
sandinistas que caían heridos, como castigo por llevar armas. Nada se decía
del cumbo, el sistema de cortar el cuello de un sablazo “para que fueran a
hacer propaganda al bandido en el otro mundo”.

Pero es curioso que los sesenta quintales de dinamita colocados por Juan
Romano en la mina tuviera la virtud de desatar la mayor campaña de
denuestos e infundios sobre el héroe de Las Segovias, en un grado hasta
entonces no conocido. Se aprovechó entonces la oportunidad para destacar
que el castigo infligido a los colaboracionistas mediante el fusilamiento del Dr.
Juan Carlos Mendieta, de Cayetano Castellón, de Julio Prado y de otros
habitantes del caserío de San Marcos no era un acto de guerra sino “un brutal
asesinato”; que Mr. Marshall había sido envenenado y muerto luego a
machetazos; que los niños eran quemados y las mujeres violadas; que esto y
que aquello... y seguía la retahíla de acusaciones sin tasa ni medida para
desprestigiarle ante quienes confiaban en él y en su misión. Y también le
llenaban de acusaciones para que no brillara su figura en la Conferencia de La
Habana.

141
Gregorio Selser

Capítulo VIII
INTERVENCIONES PARA ASEGURAR INVERSIONES

“Managua, octubre 16 (AP)

El Presidente de Nicaragua, general José María Moncada, entregó hoy


la medalla del mérito nicaragüense y la medalla de honor a 37 oficiales
y hombres de la flota norteamericana, como premio por la ayuda que
ofrecieron al país, para restablecer la ley y el orden durante las
elecciones. Concediéronse medallas, como homenaje póstumo, a 7
oficiales y 32 hombres del cuerpo de infantería de marina de los
Estados Unidos, que murieron en los combates sostenidos con los
revolucionarios nicaragüenses. Al contralmirante Sellers y al jefe de la
misma graduación, Latimer, el Presidente les concedió la medalla del
mérito.”88

La Sexta Conferencia Panamericana tuvo comienzo el 16 de enero de 1928. Se


realizaba en La Habana, en la Cuba del “carnicero” Machado, como veintiséis
años después se celebraría en Caracas en la Venezuela de su compañero de
profesión, Pérez Jiménez, la comedia trágica que constituyó el preludio de la
intervención en Guatemala contra el gobierno revolucionario de Arbenz.

Nuestro compatriota Pueyrredón, entonces embajador en Washington, no


tardaría en perder su puesto con motivo de sostener la tesis defensora de la
exportación de las carnes enfriadas en contraposición a la tesis de los
ganaderos norteamericanos del Medio Oeste. Gobernaba Yrigoyen, y era
fama que nuestra política internacional tenía un sello de orgullo e hidalguía.

La reunión de la Habana estaba presidida por el internacionalista Antonio


Sánchez de Bustamante, asesor de las más importantes empresas azucareras
norteamericanas que operaban en Cuba y que, al decir de Vicente Sáenz:

“es el padre legítimo del Código Americano de Derecho Internacional,


en el que se facilita y apoya la penetración del capitalismo extranjero en
América latina; y cerebro orientador de la asamblea que prorrogó el
período presidencial del tirano Machado, a quien los estudiantes llaman
la bestia política de Cuba.

88
”Excelsior”, México, octubre 17 de 1929.
142
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Con la asistencia del jurisconsulto máximo del imperialismo, Mr. Charles


Evans Hughes, de Charles Lindbergh y del presidente de los Estados Unidos
Coolidge, comenzó la reunión, signada por la sombra de Sandino. La Unión
Panamericana, engendro engañabobos, obtuvo allí status jurídico, bien que
se la privara de toda función política. En pleno desarrollo de los debates, se
hizo repentinamente un profundo silencio: acababa de entrar la delegación
de Nicaragua, la de Moncada, y eso sólo bastó para que por contraste se
colara, de rondón, la presencia incorpórea de Sandino, 89 acallando las voces y
perturbando los ánimos.

Y en tanto el salvadoreño J. Gustavo Guerrero, el defensor más denodado de


la disuelta Corte de Justicia Centroamericana, era abucheado o acallado
mediante ostentosos e intencionados aplausos, Kellogg y Coolidge actuaban,
como Hughes, a la manera de “vedettes” y el plumífero de Machado, Orestes
Ferrara, oraba loas en favor de quien pagaba su sueldo, el Dr. Salomón
–canciller peruano durante la dictadura de Leguía– ensalzaba donosamente la
“galantería” de Coolidge al condescender a visitar a los nativos de Cuba:

“El viaje del presidente Coolidge a La Habana –manifestó–, es la


negación absoluta del imperialismo. El gobierno de Estados Unidos no
tiene, nunca ha tenido, propósitos imperialistas, y ahora el presidente
señor Coolidge va a proclamar, en la VI Conferencia Panamericana, que
tampoco los tendrá en el futuro. Esa es la mejor respuesta a la
propaganda que hacen elementos extraviados contra lo que ellos llaman
política de agresión.”

Este jugoso cable de AP se anticipaba a la presencia de la sombra de Sandino


en el cordial ágape donde la aquiescencia latinoamericana oficial tenía una
nueva oportunidad de manifestarse ante las sugestiones norteamericanas. La
ardua defensa que de los Estados Unidos realizaron algunos cancilleres era la

89
Gustavo Alemán Bolaños, op. cit, p. 31, publicó en “El Heraldo” de Cuba un artículo valiente, en
momentos en que se celebraba la Conferencia, en el cual entre otras cosas, expresaba: “Cada vez
que se habla... y sale a colación alguna frase hecha, la sombra de Sandino aparece. Cada vez que en
el más puro amor confraternal se confunden las aspiraciones de los señores delegados y cuando no
ven... ‘una sola nube parda en el claro cielo de América’, se presenta la sombra de Sandino. Y así
que el himno al fuerte resuena en sus mejores tonalidades... hete ahí que Sandino llega a turbar a
los asambleístas con su presencia reflejada desde lo alto de una montaña del Istmo de América.
Sandino no deja tomar a gusto la sopa panamericana. Penetra al local de las sesiones algún
miembro de la delegación ‘de Nicaragua’, y Sandino ha entrado al propio tiempo, colándose su
sombra, que algo ha de tener de acusadora para los señores delegados cuando el guerrillero se
llama precisamente Augusto, y ha de serlo, siquiera por su decidida brega libertaria. Y esa presencia
así, en forma de proyección, no les asusta, no. Apenas les desconcierta. Les viene a recordar que
hay algo de aquello que un príncipe dinamarqués recogió del ambiente con la punta de su nariz.”
143
Gregorio Selser

mejor prueba de una conciencia intranquila, la demostración más cabal de


que la lucha de Sandino no se libraba en vano. Había otro detalle más que
pesaba en la mente de los delegados: de las veintiún repúblicas americanas,
sólo Estados Unidos, Honduras y El Salvador habían aceptado reconocer al
gobierno oficial de Nicaragua, hasta ese momento. Sin embargo, pesó más el
veto de ese trío que la retracción de las diecisiete repúblicas restantes, y la
delegación oficial nicaragüense tuvo asiento en la Conferencia, que con todo
no resultó ser una nueva comida de camaradería entre los buenos colegas
latinoamericanos. “La Prensa” de Buenos Aires publicaría el 9 de marzo de
1928 un notable pensamiento del dictador Leguía hecho público en la
Conferencia:

“La invariable e inalterable política de mi gobierno será siempre


favorable a la actitud civilizadora de los Estados Unidos respecto a los
países americanos, cuya libertad defienden y cuyo progreso protegen
sin motivos ulteriores o egoístas. Creo que las intervenciones no
constituyen un peligro para América, sino una ayuda para las naciones
débiles que las piden, dadas sus luchas internas”.

A pesar de que las delegaciones de las dictaduras rivalizaron en bajezas y


denodadas defensas de la intervención norteamericana, la sombra de
Sandino, proyectada sobre la Conferencia, obtuvo un triunfo resonante.
Como lo refiere Flagg Bemis, la intervención fue el motivo de desavenencias
en la Conferencia:

“Los debates más ásperos de todos los magistrados en la historia de las


conferencias panamericanas hasta entonces tuvieron lugar en un
subcomité especial al que pasó este tópico. El resultado fue un
aplazamiento del problema: una resolución de llevar los proyectos en
disputa y otros asuntos relacionados con la codificación a otras
reuniones de la comisión de jurisconsultos bajo los auspicios de la
Unión Panamericana, para su estudio, y cuyos resultados debían
examinarse en la próxima (séptima) conferencia panamericana en
Montecarlo.”90

90
Samuel Flagg Bemis, op. cit., pp. 258-259, donde además puede leerse: “La Conferencia de La
Habana representó, pues, un campo de batalla diplomático entre los derechos y los deberes de los
Estados. A pesar de la oposición a este programa, dirigida por Argentina, El Salvador, Chile y
México, Hughes consiguió reducir las discusiones a los lemas que figuraban en el programa
preparado de antemano, incluidos los proyectos de Río, y bloquear los dos pactos, recusables, en
especial el referente a la doctrina de la no-intervención incondicional.”
144
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La bomba había estallado, en efecto, cuando el Dr. Guerrero, de El Salvador,


propuso se aprobara, entre los doce proyectos de derecho internacional
público y un código de derecho internacional privado presentados, la
declaración siguiente: “Ningún Estado tiene derecho a intervenir en los
asuntos internos de otro.” Mr. Hughes paró bien el golpe. Lo que le faltaba de
latino le sobraba de ladino. Sostuvo que la intervención:

“cuando es inoperante la soberanía, es un principio de derecho


internacional, y el derecho internacional no puede ser modificado por
las resoluciones de esta Conferencia. El derecho internacional sigue
rigiendo. Los derechos de las naciones siguen en vigor, pero las naciones
tienen deberes a la vez que derechos”.

Justamente por eso, los puritanos Estados Unidos se sacrificaban con


mansedumbre para cuidar al rebaño, fagocitándose a toda oveja que se
mostrara díscola o renuente a su protectorado.

La batahola iberoamericana que siguió a esta desembozada doctrina


intervencionista, que ponía en peligro la soberanía de cualquier país a
pretexto de resguardo del orden,91 obligó a las autoridades de la Conferencia
91
En Europa y América circuló profusamente este manifiesto de Manuel Ugarte y los estudiantes
latinoamericanos:
“Después del Congreso Panamericano de La Habana, que puso en evidencia la incapacidad de la
mayor parte de nuestros dirigentes, se anuncia el simulacro de elección en Nicaragua, que implica
un nuevo desprestigio para la América de origen hispano.”
“El patriotismo ha consistido a menudo, en ciertos círculos, en negar las realidades. Es patriota,
quien sostiene que la intervención extranjera no importa limitación de soberanía. Es patriota, quien
arguye que la nacionalidad queda intacta aunque se hallen las aduanas en poder de otro país. Es
patriota, quien cultiva la confianza jactanciosa de las naciones débiles. Así han creído algunos
suprimir los peligros, fingiendo no verlos; así han disimulado las derrotas, negándose a mirarlas; así
nos han traído hasta esta situación de vasallaje económico y político, que los directores de la
opinión, en nuestras repúblicas, nunca advirtieron ni denunciaron y que pone hoy al borde del
abismo la existencia autónoma de Centro y Sud América.
“Rechazamos, a la vez la politiquería que desquició nuestro porvenir y la disimulación, a veces
interesada, que envenenó nuestra atmósfera. Queremos afrontar las realidades, por penosas que
ellas sean, con los ojos puestos en la Patria Grande del futuro.
“La crisis de Nicaragua deriva de tres factores evidentes. Primero: la ambición de la plutocracia de
los Estados Unidos, ansiosa de acentuar su irradiación imperialista. Segundo: la indiferencia de los
gobiernos oligárquicos de la América nuestra, incapaces de comprender los problemas del
Continente. Tercero: la exigüidad de visión de los políticos nicaragüenses, afanosos de llegar al
poder, aunque sea con desmedro de los intereses de su patria. La simple enunciación de estos
fenómenos, basta para dictarnos una actitud frente al problema de Nicaragua. Invadido como se
halla gran parte del territorio de esa república por tropas extranjeras, imposibilitados como están
para votar los elementos patriotas que forman en las guerrillas defensoras de la tierra natal, toda
tentativa de elección resulta una injuria para la dignidad de ese pueblo. Que la masa incontaminada
de nuestras repúblicas no se deje engañar por una rivalidad de avideces entre dos bandos
tradicionalmente sujetos a la influencia de los Estados Unidos. No nos deslumbre el sofisma de unas
elecciones triplemente falseadas; primero, por la presencia de tropas de desembarco; segundo, por
145
Gregorio Selser

a postergar para la siguiente reunión el estudio de las “Bases Fundamentales


del Derecho Internacional y de los Estados”. Cuando en 1933 se reunió en
Montevideo la Séptima Conferencia, era ya presidente de los Estados Unidos
Mr. Franklin D. Roosevelt; también allí la augusta sombra de Sandino
presionaba el ánimo de la asamblea. Se conocía de sobra la simpatía que
profesaba el nuevo Presidente a Sandino y a su gesta, por lo que no llamó
demasiado la atención el que el nuevo secretario de Estado, Cordell Hull,
hiciera la solemne promesa:

“Me siento seguro al declarar que con nuestro apoyo el principio


general de no intervención, tal como se ha propuesto, ningún gobierno
debe temer intervención alguna por parte de los Estados Unidos bajo la
administración de Roosevelt.”

La propuesta del Dr. Guerrero había sido finalmente aceptada, figurando en el


artículo VIII de la Convención firmada, de esta manera: “Ningún Estado tiene
derecho a intervenir en los asuntos internos o externos de otro.” Cierto es
que proscribía la intervención de tipo militar, y que de la otra clase de
intervenciones nada se decía; cierto también que esa proscripción quedaba
sujeta –como lo pronosticó acertadamente Hull– a la vigencia de la
el sometimiento de los dos grupos a los intereses del invasor, y tercero, por el mutismo a que se
hallan condenados los elementos más dignos de respeto. Fiscalizar esas elecciones o discutir sobre
ellas, sería darles apariencia de legalidad y conceder jerarquía a minorías claudicantes, que se
disputan el poder amparadas por el enemigo nacional.
“El caso de Nicaragua no se puede resolver electoralmente. No hay más que dos divisiones en aquel
país: de un lado, los que aceptan la dominación extranjera; del otro, los que la rechazan. Como
estos últimos no pueden votar, no cabe engañar a la opinión con vanos simulacros. No admitamos,
pues, diferencia entre liberales y conservadores y hagamos bloque contra todas las encarnaciones
que toma en nuestras repúblicas el mísero egoísmo de los caudillos subalternos.”
“El único que merece nuestra entusiasta adhesión es el general Sandino, porque el general Sandino
representa, con sus heroicos guerrilleros, la reacción popular de nuestra América contra el
imperialismo anglosajón. La comedia de las elecciones nicaragüenses no hace más que poner de
manifiesto la caída irremediable de los que, entre su interés y la patria, optaron por su interés. El
porvenir dejará caer sobre ellos la reprobación que merecen. Y ese mismo porvenir sabrá también
elevar la figura altruista de Sandino.
“La sangre nuestra fue derrochada hasta ahora en luchas civiles que sólo trajeron ventaja para los
tiranos o para las oligarquías. La acometividad, el valor, el espíritu de sacrificio de nuestros pueblos,
todo lo que tiene de grande el alma iberoamericana, se malogró en agitaciones suicidas, que ora
pusieron frente a frente a dos fracciones dentro del mismo país, ora devastaron a dos o más
repúblicas limítrofes. Si fuera posible reunir en un haz de heroísmos todas las inmolaciones inútiles,
habría fuerza para nivelar los Andes. Pero los hombres que tuvieron en sus manos ese tesoro
popular, en vez de emplearlo en favor del bien común, lo malgastaron al servicio de sus egoísmos
personales. Por la primera vez desde hace largas décadas, corre esa sangre al margen de las
ambiciones mezquinas, y en beneficio de todos. Por eso estamos con Sandino, que al defender la
libertad de su pueblo, presagia la redención continental.”
“Manuel Ugarte. Federación Universitaria Hispanoamericana (Madrid). Asociación General de
Estudiantes Latinoamericanos (París). Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos (Berlín)".
En “Amauta”, nº 16, julio de 1928, p. 34. Lima, Perú.
146
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

administración de Roosevelt; cierto por último, que la no intervención resultó


tan mala como la intervención, pues convenía más a la vuelta de tuerca
operada en la política de los Estados Unidos y de paso halagaba el orgullo
latinoamericano. Pero de todas maneras, ya era algo, y no tan despreciable,
como se comprobaría años después, cuando la miserable patraña de John
Foster Dulles derribaría al régimen-milagro de América, el gobierno de
Guatemala.

Lo cierto es que toda América no dejó de notar, tanto en los resultados de


una conferencia como en los de la otra, la influencia ejercida por la lucha que
Sandino llevaba a cabo en las montañas de Nicaragua.

Porque, en efecto, la gesta patriota no decayó. El 27 de febrero de 1928,


Sandino obtenía una resonante victoria en El Bramadero:
“Ya nosotros conocíamos la táctica yankee, a quienes dimos por su
juego –relató a Maraboto–. Emplazamos nuestras ametralladoras en
lugares estratégicos, y nos pusimos a esperar, la brigada completa se
colocó en el sitio deseado. Llegó el momento y... nuestras máquinas de
guerra trepidaron hasta fundirse al calor. Los pobrecitos yankees caían
como chapulines.

Fue la matanza más grande que vi en mi vida. Desesperados, disparaban


al azar, como locos; se subían a los árboles y luego se caían perforados
por las balas de las ametralladoras; se lanzaban al ataque de los lugares
de donde partían los fuegos, y no lograban llegar. Iban a pecho
descubierto y ofrecían un blanco admirable a nuestras balas. Esas
armas, las armas que bendijo el obispo de Granada, no les sirvieron para
nada. Huyeron en dispersión. El triunfo nuestro fue completo. El campo,
un cañaveral inmenso, resecado por los vientos, cobijaba centenares de
muertos y heridos. Por los cuatro costados se puso fuego a las hojas
secas del cañaveral. ¡Era preciso acabar con las alimañas! Las llamas se
alzaron pronto, avivadas por el aire. Un olor a carne quemada se
esparció en el espacio. Y en la historia de nuestras luchas, ése se llama
el combate del Bramadero.”

La referencia al obispo de Granada, Canuto Reyes, era exacta. A mediados de


febrero ese sacerdote bendijo las armas del batallón norteamericano que
partía a acabar con el bandido Sandino, lo que no fue obstáculo para que este
batallón, a su paso por el pueblo de Yalí, saqueara la iglesia y secuestrara un
incensario de oro. En cuanto al fuego en el cañaveral, Maraboto aclara que
147
Gregorio Selser

Sandino, sin embargo, modificó su orden y que, considerando crueldad inútil


la de quemar a los heridos, ordenó apagar los fuegos y recoger a las víctimas
“porque a pesar de todo, son mis hermanos”.

Y aclarará Sandino:

“antes de retirarnos del Bramadero, recogimos un botín de guerra


magnífico: ametralladoras Lewis y Colt, rifles automáticos, gran número
de pistolas Thompson y cartuchos en enorme cantidad. Además recogí
el incensario de oro robado en la iglesia de Yalí, y procedí a entregarlo a
los vecinos más caracterizados de El Bramadero, para que lo restituyeran
a aquel templo”.

El combate del Bramadero fue el más importante de cuantos tuvieron lugar


en ese año de 1928. Los restantes encuentros, aunque numerosos, tuvieron
características de escaramuzas, con pérdidas para ambos bandos, de los
cuales el mundo tuvo escasa referencia, ya que el intermediario y más directo
receptor y difusor de las informaciones de Sandino, Froylán Turcios, renunció
a seguir desempeñando esa tarea.

Una de las razones posibles de la defección de Turcios fue suministrada por


Maraboto:

“...Apenas aceptada la renuncia de Turcios por el general Sandino, aquél


salió, en efecto, para Europa, pero como cónsul de su país en Francia.
Ahora radica en París. Todos dicen que la delegación de Turcios fue el
premio de su separación del héroe y en ello se ve la mano del
imperialismo yanqui, que logró esa designación de Turcios valiéndose
del gobierno hondureño de Mejía Colindres”.

Turcios era el director de la afamada revista “Ariel”, pero su importancia


fundamental para la causa de Sandino consistía en que era el elemento de
enlace entre él y los que deseaban enviar armas y hombres a Las Segovias por
la única ruta posible de Honduras. A Turcios no sólo llegaban las informaciones
enviadas por Sandino acerca de sus campañas, sus mensajes a los gobiernos y
a los pueblos de América, sino también las que europeos, americanos y
asiáticos hacían llegar al caudillo. Por sus manos pasaban todos los mensajes,
dinero y armas; por su intermedio se ponían en contacto con Sandino los
voluntarios deseosos de colaborar con su misión. A eso se debe que el héroe
sintiera tanto su defección y comentara:

148
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Y la lucha ha seguido ruda, cada vez más intensa, pero el dinero


norteamericano compra y se interpone entre nosotros y el mundo
exterior, y se ha hecho el silencio sobre nuestra lucha. Por eso es que
desde que Turcios renunció a ser nuestro vocero, poco se ha dicho de lo
que pasa en Nicaragua. Y allí seguiremos, hasta que obtengamos la
libertad o caigamos en la lucha.”

Tiempo después, a raíz de haber querido Turcios adoptar una airosa actitud al
comentar el papel que le cabía en la lucha de los patriotas, Sandino aclararía:

“He leído la entrevista que dio el señor Turcios, quien parece que trata
de ocultar su error; pero publicando la correspondencia cruzada con él,
le obligaré a que confiese la verdad. Lejos de haber sido el señor Turcios
nuestro director intelectual y doctrinario, más bien, con fecha 10 de
julio de 1928, en forma amistosa le llamamos la atención con motivo del
avisito permanente que publicaba en la revista “Ariel”, poniéndose en
papel de terruñista, muy lamentable por cierto, en la disputa de límites
entre Honduras y Guatemala. Por cierto Turcios retiró inmediatamente
el malhadado avisito.”

Se trataba de un aviso de la Cuyamel Fruit Company, el imperio bananero de


Samuel Zemurray. Es del caso recordar que por aquel entonces existió un
peligro de guerra inminente entre Honduras y Guatemala. Honduras, apoyada
por la Cuyamel –que tenía interés en cultivar el territorio en litigio–
reivindicaba como suyos los terrenos explotados desde las márgenes del río
Motagua, en Guatemala, hasta la frontera, a través de una extensión de 64
millas hacia el mar, que casualmente habían sido objeto de una concesión de
los gobiernos guatemaltecos de Orellana y Chacón a la United Fruit Co.

Si bien esta última tenía intereses en ambos países, por lo cual su actitud fue
prudente y hasta conciliadora, la Cuyamel sólo los tenía en Honduras y se veía
trabada en sus ambiciones expansionistas, por lo cual no vaciló hasta en
fomentar la guerra, exacerbando el nacionalismo de aquélla. 92 La intervención
92
El 1º de julio de 1928 “La Tribuna”, de San José de Costa Rica, publicaba al mismo tiempo la
opinión de las dos compañías bananeras sobre el litigio. La United manifestaba: “La United Fruit
Company respetará cualquier decisión o arreglo que se haga, ya sea temporal o permanente,
confiando plenamente que continuará disfrutando en el futuro, como en el pasado, de la confianza
de los gobiernos de los países en los cuales trabaja.”
Veamos ahora la otra opinión: “La Coyamel Fruit Company, está dispuesta, y desea, cooperar y
ayudar por todos los medios a su alcance al gobierno de Honduras, en cualquier situación en que se
encuentre, en lo que respecta a la disputa fronteriza con Guatemala, con el fin de que como desea
la compañía, el resultado de la controversia pueda ser un merecido triunfo hondureño; y que
Honduras no pierda una sola pulgada de tierra, no sólo en la faja disputada sino también en
149
Gregorio Selser

de Roy David, embajador de Estados Unidos en Costa Rica, evitó que la guerra
“fría” entre ambos países, que no era sino una guerra de compañías
bananeras, se convirtiera en un conflicto armado. Lo chistoso era que Sam
Zemurray, tan celoso de la soberanía de Honduras en su litigio con Guatemala
apoyara a Nicaragua contra Honduras cuando ésta trató de reivindicar como
suyos los territorios de la Mosquitia que estaban siendo satisfactoriamente
explotados por una subsidiaria maderera de la Cuyamel, la Lousiana
Nicaragua Lumber Company.93 Lo cierto es que Sandino no dejó de ver claro
en este asunto, y no sólo reprochó a Turcios su “papel de terruñista” sino
que, mirando más lejos, le envió una extensa nota que causó enorme
sensación en toda Centroamérica. En la misma, si bien persiste el típico
lenguaje del caudillo, se advierte un profundo adelanto en cuanto a sus
convicciones ideológicas, a lo cual no era ajeno el plantel de hombres de que
se había rodeado en los últimos tiempos. Por su valor político, bien vale la
pena su reproducción completa:

“El Chipotón, 10 de junio de 1928.


A Froylán Turcios.
Tegucigalpa. Grande estimado maestro y amigo:
Con profunda sorpresa leí en “Ariel” del 1º de mayo último, sus palabras
editoriales, relativas al peligro en que se halla la integridad territorial de
Honduras, en lo que respecta a la cuestión de límites con Guatemala.
Tanto sus palabras, como las que reproduce del editorial de “El
Cronista” de esa ciudad, hicieron que sintiera por un momento helada
mi sangre. Pronto comprendí qué personajes de la política imperialista
yankee son los atizadores de esa hoguera centroamericana.
En estos instantes me preocupan más las graves dificultades entre
ustedes, los dirigentes de Centro-América, o sea la Patria Grande, que la
causa que yo mismo estoy defendiendo con mis pocos centenares de
bravos: porque me convenzo que con nuestra firmeza de ánimo y el
terror que hemos logrado sembrar en el corazón de los piratas, nuestro
final será evidente, mientras tanto que ustedes están rodeados de
patricidas, que siempre andan al olfato de las causas grandes, para dejar
en ellas la semilla de la traición.
cualquier zona hondureña no en disputa.”
93
Ch. D. Kepner y J. H. Soothill. El imperio del banano. Ediciones del Caribe, México, 1949, donde se
lee en la página 124: “En respuesta a los ataques de la prensa hondureña, Zemurray dijo que esto se
había hecho porque, debido a la nueva discusión en Nicaragua poniendo en tela de juicio la decisión
arbitral, los banqueros (norteamericanos) insistían en que se revalidara la concesión.”
150
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

En nombre de Nicaragua, de Honduras, de Guatemala y en el nombre de


Dios, querido amigo mío, yo le suplico a usted y a todos los hombres de
entendimiento y claro patriotismo de la América Central, traten de
evitar por todos los medios posibles, el acaloramiento de ánimos y la
ruptura de nosotros mismos. Ustedes están en la obligación de hacer
comprender al pueblo de la América latina que entre nosotros no deben
de existir fronteras y que todos estamos en el deber preciso de
preocuparnos por la suerte de cada uno de los pueblos de la América
Hispana, porque todos estamos corriendo la misma suerte ante la
política colonizadora y absorbente de los imperialistas yankees.
Las bestias rubias están colocadas en uno de los extremos de la América
latina y desde allí observan ávidas nuestros movimientos políticos y
económicos: ellos conocen nuestra ligereza de carácter y procuran
mantener latente entre uno y otro país nuestros graves problemas sin
resolver. Por ejemplo, la cuestión de límites entre Guatemala y
Honduras, entre Honduras y Nicaragua; el asunto canalero entre
Nicaragua y Costa Rica, la cuestión del Golfo de Fonseca entre El
Salvador, Honduras y Nicaragua; la cuestión de Tacna y Arica entre Perú
y Chile. Y así por el estilo, hay un encadenamiento de importantes
asuntos en resolución entre nosotros. Los yankees nos tienen bien
estudiados y se aprovechan de nuestro estado de cultura y de la ligereza
de nuestros caracteres para hacernos peligrar siempre que a los
intereses de ellos conviene.
Los yankees son los peores enemigos de nuestros pueblos, y cuando nos
miran en momentos de inspiración patriótica y que nos buscamos con
sinceros impulsos de unificación, ellos remueven hondamente nuestros
asuntos pendientes, de manera que se encienda el odio entre nosotros
y continuemos desunidos y débiles, y por lo mismo, fáciles de
colonizarnos.
Estamos en pleno siglo XX, y la época ha llegado a probar al mundo
entero que los yankees hasta hoy pudieron tener tergiversada la frase
de su lema. Hablando de la Doctrina de Monroe dicen: América para los
americanos. Bueno: está bien dicho. Todos los que nacemos en América
somos americanos. La equivocación que han tenido los imperialistas es
que han interpretado la Doctrina Monroe así: América para los yankees.
Ahora bien: para que la bestias rubias no continúen engañadas, yo
reformo la frase en los términos siguientes: Los Estados Unidos de Norte
América para los yankees. La América latina para los indolatinos.
151
Gregorio Selser

Tomando, como se debe, por lema las frases anteriores, los yankees
sólo pueden venir a nuestra América latina como huéspedes; pero
nunca como amos y señores, como pretenden hacerlo. No será extraño
que a mí y a mi ejército se nos encuentre en cualquier país de la
América latina donde el invasor asesino fije sus plantas en actitud de
conquista.

Sandino es indohispano y no tiene fronteras en la América latina.

Sin más que recomendarle por ahora, querido maestro le envío mi


corazón, con el cual le hablo en esta carta.
Patria y Libertad.
A. C. Sandino.

En este año de 1928 fue apresado por los norteamericanos el general


guatemalteco Manuel María Girón Ruano, que había ingresado al ejército de
Sandino renunciando al de su patria. Entregado por los invasores a la Guardia
Nacional con grilletes en los pies, fue sumariamente ejecutado por orden de
Augusto Caldera. Cuando los secretarios de Moncada, Cordero Reyes y
Anastasio Somoza informaron de esa muerte al dictador guatemalteco
Chacón, lo hicieron en términos tan insultantes para la memoria de Girón
Ruano, que Sandino escribió:

“En cuanto a los pingüinos Cordero Reyes y Somoza, ya habrá


oportunidad de disponer que vengan a pie hasta Las Segovias, a
exhumar con sus manos el cadáver del general Girón Ruano, y a llevarlo
sobre sus lomos hasta el puerto de Corinto, cuando cumplamos con el
deber de repatriar los restos del valeroso compañero, para que
descanse en el panteón de Guatemala. Y, quitadas las cadenas con que
le encadenaron y fue enterrado, esas cadenas serán leontinas para
algunos que yo me sé.”

Originada en el entusiasmo que despertaban en Europa sus batallas y sus


ideales, de los cuales eran portavoces José Vasconcelos y Manuel Ugarte,
habría de ser enviada a Sandino, en julio de ese año, una carta que constituía
para él un motivo de orgullo; la enviaba Henri Barbusse, y decía:

152
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“General: Yo envío a Vd. con mi saludo de homenaje, el del proletariado


y los intelectuales revolucionarios de Francia y Europa, que en muchas
circunstancias ya me han autorizado para hablar en su nombre, para
decirle que nuestra atención se fija con entusiasmo en la heroica figura
de Sandino y en sus admirables tropas.
Saludamos en Vd. a un libertador, al soldado magnífico de una causa
que, sobrepasando cuestiones de raza y nacionalidades, es la causa de
los oprimidos, de los explotados, de los pueblos contra los magnates.
Saludamos en Vd. a toda la ardorosa juventud hispanoamericana que se
conmueve y se levanta frente a los verdugos del Norte, “las bestias de
Oro”, y a toda la multitud de trabajadores y de indios que a lo largo del
continente se agitan impacientes por ponerse en marcha para rechazar
la maquinaria imperialista y capitalista venidas del extranjero y en su
lugar crear un bello mundo nuevo sobre las tierras que les pertenecen.
A la vanguardia de la lucha y del Continente que se disputa, usted,
Sandino, general de los hombres libres, está representando un papel
histórico, imborrable, por su ejemplo luminoso y sus espléndidos
sacrificios. Nosotros estamos de corazón con usted.
Henri Barbusse, director del Hebdomadario Internacional Monde.”94
Y el socialista español Luis Araquistain, diría en alguna oportunidad que entre
los documentos más preciados de su archivo particular figuraba la carta que
le enviara Sandino el 31 de julio de 1928, cuyo texto era:
“Es en mi poder la importante obra de usted titulada “La agonía
antillana” y que me envía con su honroso autógrafo en términos que me
llenan de legítima satisfacción ante el reconocimiento que usted hace
en lo que concierne a mi personalidad.
La refinada honradez y profundidad de visión con que usted presenta en
ese libro los problemas que el imperialismo yankee plantea a nuestras
hermanas Repúblicas Antillanas, y que habrá de ser resuelto en el
sentido de la independencia nacional de ellas, me mueven a expresarle
mis calurosas felicitaciones.
Aunque el estudio se concreta a las condiciones de las Repúblicas
Antillanas, por ser un tratado fundado en observaciones personales, ya
en él se hacen referencias a la situación de dependencia en que se
encuentran Nicaragua y el resto de Centro América, lo que no podía ser
94
Henri Barbusse. En “Amauta”, nº 19, noviembre-diciembre de 1928, p. 92. Lima, Perú.
153
Gregorio Selser

de otra manera, dada la identidad de condiciones en que nos encon-


tramos frente al expansionismo imperialista norteamericano y que no
pueden menos que ser captadas por espíritus honrados como el que le
caracteriza a usted.
Es alentador que los hombres de la nueva generación de España
suscriban tratados de tanta trascendencia como el suyo porque ya es el
signo de que la España reaccionaria entrará en las orientaciones que
marcan las ciencias sociales. No pasa desapercibido para los que en este
Continente se preocupan de los altos fines humanos que en España hay
una pugna entre el pasado y el porvenir, entre los que llevan muy
profundo los sentimientos ancestrales de dominación y los que tienen la
mente libre de prejuicios.
Es con ustedes que deseamos darnos el abrazo fraternal los que
aspiramos a una total revisión de valores humanos y hoy que la ocasión
es propicia, por tratarse de España, hago a Vd. la declaración de que si
en los actuales momentos históricos nuestra lucha es nacional y racial,
ella devendrá internacional conforme se unifiquen los pueblos
coloniales y semicoloniales con los pueblos de las metrópolis
imperialistas.
Con muestras de la mayor consideración, me es honroso suscribirme de
Vd. atto. S.
Patria y Libertad.
Augusto C. Sandino.95

Antes de que terminara el año 1928, otra carta iba a dar la vuelta al mundo.
Era la que enviara a Sandino el almirante Sellers, quien condescendía por
primera vez a apear el nominativo de "bandido" aplicado hasta entonces al
jefe patriota y le manifestaba:

“Comandancia de Escuadra del Servicio Especial de los Estados Unidos,


Buque Insignia de la Marina de los Estados Unidos, “Rochester”. Corinto,
Nicaragua 30 de noviembre de 1928.

General Augusto C. Sandino. Las Segovias.

95
En “Amauta”, n° 20, enero de 1929, p. 94. Lima, Perú.
154
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Señor: Aunque todos los esfuerzos previos que para entrar en


comunicación con usted por medios pacíficos han fracasado, de nuevo
me siento impelido a apelar a su patriotismo para determinar la
posibilidad de concluir la resistencia a las fuerzas bajo mi mando. En
vista de la situación existente, tanto política como de otra naturaleza, es
de prever que proseguir la resistencia armada sería inútil y por ello
usted debería considerar la conveniencia de la terminación de sus
actividades militares, con sus consiguientes beneficios. Cualquier
comunicación que usted se sirva enviamos, tendrá una cuidadosa
atención.

D. Sellers, etc.96

La respuesta de Sandino no fue menos famosa:

“Cuartel General del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de


Nicaragua. El Chipote, Nicaragua, enero 1º de 1929. Almirante D. F.
Sellers, de la Armada de los Estados Unidos. Corinto.

Señor: Fue en mi poder su comunicación fechada en ese puerto. El


patriotismo a que usted apela es el que me ha mantenido repeliendo la
fuerza contra la fuerza, desconociendo asuntos de nuestra nación, y
demostrando que la soberanía de un pueblo no se discute, sino que se
defiende con las armas en la mano. Sin llenar ese requisito, no habrá
paz, y aunque usted en su comunicación dice que no serviría para
ningún propósito la continuación de mi resistencia armada, le hago la
formal declaración de que solamente la continuación de esa resistencia
armada traerá los beneficios a que usted alude, exactamente como toda
intromisión extranjera en nuestros asuntos, trae la pérdida de la paz y
provoca la ira del pueblo.
Patria y Libertad.
Augusto C. Sandino.”
96
Commander, United States Service Squadron, U. S. S. “Rochester” Flagship. Corinto, Nicaragua,
November 30, 1928. General Augusto C. Sandino, Las Segovias.
Sir: Although all previous efforts to get into communication with you, by peaceful means, have
failed. I am again impelled to appeal to your patriotism to ascertain if it is not now possible to
terminate the armed resistance to the forces under my command. In view of the situation, political
and otherwise, now existing, there would seem to be ample proof that continued armed resistance
serves unuseful purpose and should you desire to consider a cessation of your activities or struggle
with its attendant benefits, any communication from you may care to send will be given attention
and careful consideration. (0. F. Sellers, Rear Admiral, U. S. Navy, Commander, Special Service
Squadron.
155
Gregorio Selser

El método que se probaba ahora para doblegar a Sandino era el diplomático.


En virtud de ello Sandino se considera obligado a contestar de la misma
manera, y el 5 de enero hace públicas las condiciones bajo las cuales
acordaría el cese del fuego; entre ellas, la ineludible de exigir al gobierno de
los Estados Unidos de Norteamérica el retiro inmediato y completo de sus
fuerza invasoras, por la razón o por la fuerza; la de no aceptar ningún
empréstito leonino yankee; la de declarar nulos el Tratado Bryan-Chamorro y
todos los tratados, pactos o convenios derivados; y la de rechazar con
virilidad cualquier intromisión de los Estados Unidos de Norteamérica en
elecciones o en lo que fuere.
Vista la actitud poco razonable de Sandino, el ejército interventor resuelve
extremar las acciones. Es así que la prensa de Nueva York publica en 15 de
enero de 1929 el siguiente cable de “Associated Press”:
“Los informes que se reciben de los destacamentos avanzados indican
que cuarenta soldados más de los capitaneados por el jefe, general
Sandino, perecieron ayer víctimas de los ataques de las fuerzas norte-
americanas, en las inmediaciones de El Chipote.
Los ataques contra los rebeldes serán conducidos en adelante por
medio de aeroplanos, en lugar de fuerzas de tierra, ya que éstas corren
el riesgo de caer en emboscadas. Los ataques aéreos han sido hasta
ahora muy efectivos según las declaraciones del coronel Louis Masón
Gulick, comandante de las fuerzas de ocupación en Nicaragua, quien
dijo que los alzados se iban dispersando por temor a los efectos de las
bombas explosivas. Los marinos tienen el propósito de cortar la retirada
al caudillo rebelde, para que no pueda escapar por el río Coco hacia el
mar de las Antillas.
El general Chamorro ha ofrecido al coronel Gulick la ayuda de las fuerzas
conservadoras, declarando que éstas serán más efectivas que las norte-
americanas, debido a lo quebrado del terreno en Nueva Segovia.
Ahora los aviones confluyen hacia El Chipote, cuartel general del ejército
libertador. Es un cerro no muy elevado en la parte más abrupta de la
montaña, eminencia solitaria que avanza sobre un pequeño llano,
cubierto por un bosquecillo. Está flanqueado por dos riachuelos, y sobre
sus faldas han sido cavados refugios que a la larga, cuando arrecie la
ofensiva aérea, se tornarán perfectamente inútiles. Porque ese cerro es
el objetivo más castigado de toda la guerra. Día tras día las escuadrillas
dejaban caer allí su mortífera carga de bombas, que eran contrarrestadas
156
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

con un vivo fuego de fusilería y ametralladoras; a causa de la baja altura


a que volaban para poder asimismo ametrallar a los patriotas, se
exponían de tal manera que éstos pudieron derribar no menos de siete
aviones, citándose el caso de un aeroplano derribado con una Lewis por
el propio Sandino.”

Los aviones, dado lo abrupto del terreno, sólo podían hostilizar, ametra-
llándolas, a las columnas sandinistas, que cuando eran sorprendidas en los
llanos, se dispersaban para volver a concentrarse en zonas arboladas. Otras
veces, cuando eran pocos, se mantenían de pie, erectos como los árboles,
inmóviles, para pasar desapercibidos. Cuando caía algún aviador, defendía su
vida hasta último momento, resistiéndose a la captura, que consideraba
infamante.

Los invasores contaban normalmente con unos treinta aviones en Nicaragua,


cantidad que con ser extraordinaria para la época, se acrecentó en algún
momento hasta alcanzar la cifra de setenta. Con las prácticas aéreas se perdió
todo control en cuanto a leyes de guerra. Los invasores, exasperados por esa
resistencia que les ponía en ridículo, comenzaron a fusilar a todo patriota que
cayera en sus manos. Hasta entonces Sandino prefería poner en libertad a los
prisioneros como medio de propaganda y para ganarse su buena voluntad;
pero al constatar el trato que recibían los suyos y aun los que no formando
parte de sus fuerzas veían sus casas destruidas y sus tierras arrasadas –en una
táctica de exterminio indiscriminado que era el mejor síntoma de su
impotencia–, resolvió proceder de la misma manera.

Así como los invasores se jactaban de “dar la libertad que pedían”,


fusilándolos, Sandino resolvió “perder en el camino” a los invasores que caían
prisioneros. La guerra fue desde entonces despiadada por ambas partes.
Sandino aplicaba a los norteamericanos sus propias concepciones expeditivas
de moral combatiente. Toda la montaña segoviana, erguida como línea
Maginot, hierve contra él como conspiran sus criaturas vivientes. No siempre
había sido así.

Los invasores los convirtieron en beligerantes cuando comenzaron a tratarlos


como a bestias rabiosas. Los montañeses no tenían ideología alguna y al
principio observaron nada más que con curiosa mansedumbre a esos
soldados altos y rubios que les trataban con sospechosa reserva.

157
Gregorio Selser

Pero cuando se desató en los norteamericanos el furor del aniquilamiento,


veían en cada cabaña un centro de vida hostil y en cada habitante un
guerrillero o espía. “Con frecuencia enfilan sus ametralladoras contra las
casas que encuentran en el camino o contra las reses que topan en algunos
puntos, con la idea de llevar el terror o la desolación al territorio rebelde y de
hacer imposible la vida al enemigo”, comenta Belausteguigoitía. Así, llega un
momento en que toda la montaña o está luchando con Sandino o coopera
con él en su incesante espionaje. La pasión guerrera despertaba, envuelta en
el odio y en la desesperación:
“Un aviador [norte] americano, que hacía el recorrido ordinario de
guerra, se encontró de pronto con un hombre en un llano, en actitud de
cortar el zacate con el machete. Ello le pareció una treta de un soldado
sandinista, y empezó a dispararle con una ametralladora. Efectivamente,
el hombre aquel agarró pronto su rifle y comenzó a disparar contra el
avión, dando saltos y carreras para desviar las bombas que el aviador
comenzaba a dejar caer. Una de éstas le voló un brazo y el rifle, y
entonces vio el piloto que aquel hombre levantaba su brazo crispado
hacia el avión con un gesto de desesperación y de rabia. Así estuvo
hasta que una nueva bomba lo hizo pedazos. El aviador que contaba
este incidente añadía que aquel gesto le dio la impresión de toda la
protesta de la tierra contra la ocupación armada.”
Esta conmovedora historia, relatada por un aviador norteamericano, era en
verdad el símbolo de la gesta de Sandino. Claro está que cuando las agencias
noticiosas se referían a las “atrocidades” del patriota, para nada mencionaban
que la misma rigidez inexorable que aquél utilizaba para castigar a los
invasores, estaba en vigor dentro de su propio ejército, en resguardo de la
disciplina, del decoro y de la honestidad de la causa. Así, sólo los periódicos
liberales dieron cuenta del fusilamiento del coronel Antonio Galeano,
“valiente y leal en la pelea”, ordenado por el propio Sandino porque "cometió
graves abusos, porque se embriagó y llegó hasta la violación de una doncella".
No obstante tener mando de tropa y ejercer la jefatura de una plaza, fue
ejecutado sumariamente. Sandino comentaría sobre el suceso:
“Respetamos a las mujeres y a la propiedad privada adquirida honrada-
mente. Los ladrones y los violadores son los yankees”.

Por razones parecidas fueron fusilados dos generales, un sargento y un


soldado. El del general José Santos Sequeira tuvo amplia publicidad por su
fama adquirida dentro y fuera del país. Sandino explicaría así las razones:
158
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“En una madrugada llegué a cierta choza en un claro del bosque que me
servía de abrigo. Estaba rendido de la fatiga de una jornada en la noche
y, bien lo recuerdo, vestía un traje blanco de montar. Apenas había
entrado a la casa a descansar, cuando los aviadores norteamericanos
iniciaron un raid de bombardeo. Cubierto con una capa negra, me
oculté entre los matorrales vecinos, y allí permanecí esquivando el
ataque, mientras por otros rumbos mis soldados ametrallaban los
aviones, cuando apercibí muy cerca al general José Santos Sequeira, jefe
por aquel entonces de mi estado mayor, que, pistola en mano, me
apuntaba. Empuñé rápidamente mi revólver y exigí a Sequeira que se
colocase en otro lugar. Repetí la orden y pistola en mano hice cumplirla.
Más tarde, Sequeira quedó convicto de traición, y aunque quedó sin
mando, participaba en las operaciones. Cuando fue sorprendido en un
nuevo intento de traición, logró escapar en dirección al campamento
norteamericano; abandonó las filas como desertor y fue capturado y
ejecutado para ejemplo de los demás, algunas semanas después.”

A cambio de estos ejemplos de franqueza, podrían llenarse varios volúmenes


con la enumeración de actos vergonzosos y despiadados cometidos por los
invasores y sus auxiliares de la Constabularia Nacional. Hubo un folleto de
Napoleón Parrales, “La barbarie yanqui y la vileza criolla”, que, además de ser
el relato de un director de escuela, parece ser el clamor agrandado de los
millares de víctimas del terror invasor y de sus colaboradores nacionales.

Los asaltos de los marinos borrachos, los asesinatos por cuestiones nimias, las
violaciones, la crueldad sádica con que trataban a los campesinos, fueran o no
sandinistas, las complicadas muertes que inventaban para los prisioneros
para satisfacer su refinado sentido del humor, empalidecen cualquier
desenfreno de las fuerzas de la resistencia, que, en todo caso, encontrarían
justificación en el hecho de que defendían su suelo y su libertad contra un
poder extraño. Porque en ningún momento, en medio de las luchas o en
pleno descanso o en la mesa de las conferencias, jamás dejó Sandino de hacer
constar la legítima razón que le asistía, en su simple condición de nicaragüense,
para resistir a la intervención y luchar contra ella por todos los medios a su
alcance.

Por contraste, léase esta información, aparecida en “El Gráfico”, de Nueva


York, en 10 de marzo de 1929:

159
Gregorio Selser

“Managua, marzo 10. –En el paraje La Pita (Jinotega) un grupo de


marinos norteamericanos llegó a casa de Cruz García, y registrando sus
muebles le encontraron unos tiros Springfield. Esto fue bastante para
que a García, que se hallaba trabajando, lo capturaran y lo culatearan
hasta hacerle brotar sangre. Lo condujeron a casa de Salvador Picado,
como a tres mil varas de distancia de la de García, y lo fusilaron sin
llenar ninguna fórmula.
El grupo de marinos autor del homicidio forma parte del destacamento
que permanece en Poteca. De esta clase de asesinatos han ocurrido en
todos los caseríos y montañas, tanto en Jinoteca como en otras partes, y
esto ha contribuido a que se haya hecho más encarnizada y dilatada la
lucha de Sandino. La Guardia Nacional, manejada por marinos, ejerce a
su vez toda suerte de violencias con los habitantes de los pueblos,
caseríos y haciendas.
La estadística que se lleva acerca de las actividades de las tropas de
Estados Unidos en Nicaragua, desde que el general Sandino enarboló la
bandera de la oposición contra los norteamericanos, da la lista de
setenta pueblos y aldeas incendiadas por los marinos extranjeros, desde
el 31 de mayo del año pasado hasta la fecha. En esa lista están las
siguientes poblaciones: Quilalí, Jabalí, Plan Grande, Buena Vista, San
Lucas, Ula, Esquinay, Susucován, Jumuyca, Santa Rita, Sabana Grande,
Loma, Choto, San José, Santa Rosa, Manchones, San Jerónimo, Chipote,
Remango, La Branca, La Virginia, La Conchita, El Barro, Santa Cruz, Pata
Blanca, Palo Pristo, Ventillas, Murra, Los Limones, California, Casas
Viejas, Carrizal, El Pastoreo, Renacuajo, El Cacao, Santa María, La Paz,
Pie de Cuesta, El Quebracho y otros muchos sitios.”
Como para que no quede duda de que la información precedente no era
maliciosa, podría mencionarse, por ejemplo, la del diario intervencionista
“New York Times”, que con fecha 8 de abril de 1929 publicaba un cable de AP
desde Tegucigalpa, Honduras, dando cuenta de que
“aeroplanos norteamericanos procedentes de Managua, Nicaragua, que
bombardearon sospechosos campamentos de rebeldes en la frontera,
también lanzaron hoy varias bombas sobre la ciudad de Las Limas, en
Honduras; la ciudad fue casi completamente destruida".

160
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Para no ser menos que sus camaradas aviadores, el 5 de junio marinos


borrachos asaltaron el cementerio de Managua y profanaron las tumbas. A
raíz de este hecho, que hasta los propios diarios oficialistas censuraron, el
presidente Moncada disculpaba así a sus protectores:

“Quiero decir que los nicaragüenses tienen grandes deberes que


cumplir con el cuerpo de marinos de los Estados Unidos... Pecar es
humano. Los soldados de todo el mundo hacen eso, y no debemos decir
nada por lo del cementerio de esta capital…”

161
Gregorio Selser

Capítulo IX
PATRIA Y LIBERTAD

“Las amargas quejas que se oyen en América latina en contra de Wall


Street se igualan por los ataques constantes, sin cuartel, hechos por los
liberales en los Estados Unidos y publicados diariamente en los muchos
periódicos radicales de nuestro país. De otra manera, ya estos trusts se
habrían tragado por completo la vida latinoamericana. Porque no hay
que olvidar que estos derechos se compran en los países del sur, porque
hay quienes los venden. Recuerdo que hace tres años hice un viaje...
dando conferencias sobre relaciones interamericanas... Pues bien: al
llegar a Nueva York... abrí el “Herald Tribune” para hallar una entrevista
con el nuevo ministro nicaragüense en Washington. Este caballero, hace
un año, había sido arrojado de la presidencia, ayudado por la influencia
de los marinos nuestros. El apeló entonces a las fuerzas liberales de los
Estados Unidos para ayudarle a conseguir justicia. De un lado de la
nación a otro se organizaron reuniones para enviar protestas a
Washington. Pero se arregla la cosa en Managua, el caudillo liberal que
había asegurado a los liberales en Norteamérica que no buscaba más
que "justicia", acepta el puesto de ministro en Washington que su
antiguo enemigo le ofrece. Y, ¡bonita cosa! Declara él en la entrevista
mencionada que los marinos yanquis eran todos unos gentlemen, que
no hacían más que prestar servicios muy útiles a Nicaragua y que el
retirarlos de su país sería un acto inhospitalario de parte de los Estados
Unidos.”97

Samuel Guy Inman

Mucho se ha hablado de las “rarezas” de Sandino en cuanto a sus


convicciones religiosas. Lo cierto es que durante su estada en Tampico se
había relacionado con la masonería, frecuentando además organizaciones
teosóficas y espiritistas. Su espíritu, predispuesto con mayor fuerza al
misticismo y a la metafísica, a despecho de su posterior acción realista y
emprendedora, se inclinaba de mayor grado ante las intuiciones que a los
razonamientos.

97
Samuel Guy Inman. Prólogo para América Revolucionaria, pp.. 17/18. Edit. Javier Morata, Madrid,
1933.
162
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El ya citado periodista vasco refiere que en cierta oportunidad le dijo:

“Déjeme que le abrace en vez de darle la mano. Es éste nuestro saludo.


Así los fluidos se transmiten mucho mejor”.

Era el abrazo, en efecto, el saludo entre los soldados sandinistas fuera de las
formaciones militares, donde era de rigor la venia. Se trataban unos a otros
de “hermanos”.

En San Rafael del Norte, Sandino utilizaba para sus paseos el interior de una
oscura habitación contigua a la guardia, custodiada por soldados con ametra-
lladoras de mano. Era una habitación en uno de cuyos rincones había gran
cantidad de fusiles; el mobiliario lo constituía una mesa, algunas sillas y un
largo banco donde solían sentarse en silencio, para escucharle o para asistir a
sus conferencias con los visitantes, los jefes de su estado mayor, o los
campesinos y trabajadores que acudían en pos de un consejo o una ayuda.
Las paredes, en la semipenumbra, sólo ostentaban un modesto almanaque y
la reproducción fotográfica de un paisaje. Su silla favorita era una mecedora.

La voz de Sandino era suave. Tenía inflexiones de persuasión más que de


mando. Su rostro ovalado, huesoso, tenía un acentuado prognatismo 98; su
fuerte y desarrollada mandíbula refirmaba el firme trazo de sus labios finos y
apretados en una boca ancha, que en concordancia con el pronunciado surco
de las comisuras le daba un aire de obstinación y energía. Su mirada era
triste, con esa tristeza característica de los indios y mestizos que recordaban,
en sus ojos pequeños de un negro intenso, incisivo, una larga tradición de
esclavitud y dolor. Su frente era mediana, terminando en cejas escasamente
pobladas; su nariz, de base ancha, sobresalía en su extremidad inferior; era de
estatura pequeña, como la mayor parte de los centroamericanos, y su rostro
oscuro denotaba con la mayor facilidad la preponderancia de los elementos
étnicos indígenas que la de los europeos.

Belausteguigoitia le describiría así:

“...su cara, ensombrecida por arrugas prematuras, reflejaba, con una


expresión tan suya, yo no sé si una reflexión profunda o un íntimo dolor.
Su vista parecía fijarse, más que en los pobres soldados, que, batidos
por las privaciones, pasaban por delante, en algo lejano e invisible.
Sandino no tenía el aire fiero del guerrero a quien la lucha endurece el
semblante y a quien el peligro y las necesarias crueldades de la guerra
98
Prognato: que tiene las mandíbulas salientes. [N. Ed.]
163
Gregorio Selser

acucian sus nervios y dan una inexorable inflexibilidad a la mirada. Su


rostro reflejaba la psicología del hombre hecho para el pensamiento y
para la fantasía, del hombre espiritual, convertido en cabecilla por obra
de la fatalidad... Aquella mirada vaga y profunda... saliendo del marco
de una cara macerada, mitad de santo, mitad de pensador, nos revelaba
al hombre... de espíritu atormentado, pero preciso y definido en sus
convicciones... La impresión que da el general Sandino, lo mismo en su
aspecto que en su conversación, es de una gran elevación espiritual. Es,
sin duda, un cultivador de la “yoga”, un discípulo de Oriente.

Su gesto habitual es frotarse las manos teniendo en ellas un pañuelo.


Rara vez acciona ni cambia la tonalidad serena de su voz. Despide a sus
soldados con un que Dios le guarde.”

Cuando Belausteguigoitia se lamenta de que sus compatriotas no hubieran


enviado hombres y armas, Sandino responde:

“Nos han dado algo superior, las ondas que vienen con el apoyo moral.
Vale más eso que si nos hubieran enviado un cañonero con soldados y
parque”.

Quizás la mejor descripción que de él se haya hecho sea la del escritor


peruano César Falcón, que le conoció en México, en 1930:

“...y todas las miradas convergieron sobre un hombrecillo flacucho y


bien peinado, que gracias a que llevaba pistola y otro cinturón de tiros,
yo no le hubiera dejado entrar en el estado mayor del general Sandino.
Más había que rendirse a la evidencia: aquel gran hombrecito era el
general Sandino. Pero dejémosle hablar; siempre hablará de él; no hay
temor de perder su autobiografía: en todo el discurso nos la repetirá.
“Yo, compañeros”, han sido sus primeras palabras. Ya en esta
oportunidad no nos dirá otra cosa. Ahora olvidemos lo que nos puede
contar él, para intentar su retrato, ya que es imposible una caricatura de
este hombre que no tiene un solo rasgo característico. De baja estatura
(sin que tengamos que alargar la vista hasta el suelo, para verle),
delgado sin ser flaco, nervudo, diríase que todo es músculos. Su rostro
es seco, duro, desteñido; uno de esos trapos que se han secado mucho
tiempo al sol; pudiéramos decir que la intemperie en que le han
obligado a vivir los aviones yanquis, ha desteñido su rostro. Sus ojos no
dicen nada, dijérase que nunca han visto nada. No sabe sonreír, aunque

164
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

ríe a menudo; es entonces cuando sus ojos adquieren cierto brillo, pero
su cara queda seria; solamente su boca se ríe; se diría que su risa no se
ríe: esto no es trágico, pero sí es muy antipático; es solamente anodino,
extraordinariamente parecido a los demás.
Ahora oigámosle hablar; veámosle gesticular. Todavía nos habla de él.
Cuando habla, sus manos, su patria y su corazón no tienen un momento
de reposo. No nos dirá jamás “los yankis” o “los americanos”; dirá “el
gringo", como los españoles decían “el moro”.
“No abandonaré mis montañas mientras quede un gringo en
Nicaragua; no abandonaré mi lucha mientras falte a mi pueblo un
Derecho por enderezar. Mi causa es la causa de mi pueblo, la
causa de América, la causa de todos los pueblos oprimidos”.
Aunque no sabe hablar, es expresivo, fogoso, dice todo lo que siente;
algunas veces hasta lo que no siente (pues, como buen americano, es
muy nicaragüense); es el tipo del criollo ciento por ciento, hablador, en
general un poquito fanfarrón. No se lo he preguntado, pero estoy
seguro que debe tener una gran debilidad: los gallos. Sólo haciendo un
gran esfuerzo puedo recordar lo que dijo textualmente y en su rostro no
vi nada que revelara la formidable energía de este incansable luchador;
todo el peso de su fama sólo le ha hecho engolar la voz; después es un
hombre sencillo, natural, un verdadero criollo. De no engolar la voz,
diríase que no tiene nada de general.”
No cabe duda de que la ironía algo sangrienta del peruano Falcón no logra
disminuir la exactitud de la pintura, que, por el contrario, se enriquece con el
detalle sobre la insistencia con que Sandino machaca sobre su propia historia.
Ya hemos hecho referencia a ese aspecto de su carácter, bien entendido que
su relato se hacía abundante sólo en relación con su gesta, ya que sobre su
vida privada mantenía el más absoluto mutismo.
También el aspecto referente a la vida religiosa de Sandino era satirizado por
la prensa quislinguista. Las iglesias se hacían eco de la maledicencia, y
cultivaban su apoyo a la intervención con una crítica despiadada a la
resistencia, a la que atribuían desde todos los púlpitos características
bolcheviques y ateas. La leyenda forjada sobre su persona agrega la mención
de sus dotes de clarividencia, aplicadas al terreno militar. Sus predicciones,
con tener una explicación lógica, no dejaban de impresionar a sus soldados y
contribuían a rodear a su persona de cierto hálito misterioso.

165
Gregorio Selser

El general Carlos N. Quezada, que sirvió bajo sus órdenes, refiere este hecho:
“Recuerdo que cuando estábamos en el campamento de La Culebra, en
la zona de Chipotón, llegó un correo del retén de Las Carretas
informando del avance de una columna de 250 marinos yanquis, que se
movilizaba desde el Jícaro rumbo al cuartel de Sandino. Con la serenidad
que caracteriza al general, éste dijo:
“No temo a esa columna, porque es albur tapado. Estos quieren
llamarme la atención por la vanguardia y sorprenderme con otras
columnas movilizadas con rumbo que todavía ignoro”.
Y como por encanto, mandó reunir sus contingentes y los distribuyó con
los siguientes rumbos: al cerro de Ventía, desde donde se divisa el
puerto fluvial de Wiwilí, y a Santa Cruz, también un puerto del río Coco.
Al siguiente día, ambas columnas rechazaban, cada una por su parte, a
las columnas yanquis que avanzaban por las montañas. En cambio la
columna que había salido del Jícaro y de que informaba el correo
quedaba acampamentada en las alturas de Santa Rosa, tal como lo
había previsto el general Sandino.”

¿Es de admirar que el resultado de una simple intuición se proyecte en el


ánimo sencillo de sus gentes con caracteres de clarividencia? ¿Es de extrañar
que la admiración que le profesaban sus soldados le haya imbuido de
sentimientos de predestinación, en cuanto a su misión se refiere, y que esos
sentimientos mezclados con lecturas apresuradas y una predisposición al
misticismo, le hayan inclinado al fanatismo mesiánico, que informa toda su
lucha? En todo caso, gracias a ese férreo fanatismo pudo subsistir sin
quebrantos la resistencia a los invasores; él lo dirá con sus palabras:

“Sí; cada uno cumple con su destino; yo tengo la convicción de que mis
soldados y yo cumplimos con el que se nos ha señalado. Aquí nos ha
reunido esa voluntad suprema para conseguir la libertad de Nicaragua...
En un principio era el amor.

Ese amor crea, evoluciona. Pero todo es eterno. Y nosotros tendemos a


que la vida sea no un momento pasajero, sino transitorio..., estamos
compenetrados en nuestro papel; todos somos hermanos en nuestro
ejército…

166
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

No dejaría tampoco de referirse a intuiciones y a sueños premonitorios:


“En varias ocasiones he sentido una especie de trepidación mental,
palpitaciones, algo extraño dentro de mí. Una vez soñaba que se
acercaban las tropas enemigas y que venía con ellos un tal Pompillo, que
había estado antes conmigo. Me levanté inmediatamente y di la voz de
alarma, poniendo a todos en plan de defensa. Dos horas después, todavía
sin amanecer, los norteamericanos estaban allí, iniciando el combate. Hay
una parte de nuestro organismo donde existe el órgano del presenti-
miento.
[...] hablándoles muchas veces (a los soldados) sobre los ideales de la
justicia y sobre nuestro destino, inculcándoles la idea de que todos somos
hermanos. Sobre todo cuando el cuerpo desfallece es cuando he
procurado elevar su espíritu. A veces hasta los más valientes decaen. Es
necesario conocerlos, seleccionarlos. Y alejar el temor, haciéndoles ver
que la muerte es un ligero dolor, un tránsito. Pero esas ideas se asimilan
por compenetración; sí, estamos compenetrados de nuestra misión, y por
eso mis ideas y hasta mi voz puede ir a ellos más directamente. El
magnetismo de un pensamiento se trasmite. Las ondas fluyen y son
copadas por aquellos que están dispuestos a entenderlas. En los
combates, con el sistema nervioso en tensión, una voz con sentido
magnético tiene una enorme resonancia... También los espíritus
combaten encarnados y sin encarnar... Desde el origen del mundo la
tierra viene en evolución continua. Pero aquí, en Centroamérica, es
donde yo veo una formidable transformación... Yo veo algo que no lo he
dicho nunca... No creo que se haya escrito sobre eso... En toda esta
América Central, en la parte inferior, como si el agua penetrara de un
océano en otro... Veo Nicaragua envuelto en agua. Una sola depresión
que viene del Pacífico... Los volcanes arriba únicamente... Es como si un
mar se vaciara en otro.”
Y a Belausteguigoitía le diría:
“La fe –pienso yo– es eternamente infantil y creadora; infantil, porque
une al mundo real el de lo maravilloso, y apartando la duda, que es
escepticismo y vejez, nos lleva al mundo del ensueño de esos primeros
años, en los que quizá, como dice el poeta Wordsworth, los hombres
conservan todavía el reflejo de una inmortalidad o de una encarnación,
como dirían los teósofos, que todavía no se ha borrado de la mente, con
los años y la baja realidad de los sentidos. Y es creadora, porque el
167
Gregorio Selser

hombre se siente no como un mísero aparcero de una vida transitoria,


que se disipa como el humo, sino como el propietario, mejor dicho
como el actor, de un drama eterno y siempre renovado.”
Todas estas opiniones, que conforman un credo espiritualista marcado,
ofrecían un notable contraste con ese otro aspecto de Sandino, el del
luchador. Además de sus condiciones natas de militar, de las que los invasores
tenían motivos para admirarse, poseía una percepción singular para compe-
netrarse de los problemas sociales y políticos, tanto nacionales como
mundiales, que hubieran hecho de él un buen discípulo de cualquier
tendencia; eso, a despecho de ciertas ingenuidades de que son testigos sus
propios documentos públicos, imputables a su generosidad de corazón y a su
espíritu limpio de toda malicia, tanto como a su deficiente como tardía
educación política.

Pero había percibido perfectamente lo principal, esto es, que ninguna lucha
en Iberoamérica, en pos de la liberación de cualquier pueblo, podía llevarse a
cabo sin la participación efectiva de todos los demás. Que desde que España
cediera su Imperio colonial, sus herederos anglosajones se habían constituido
en el factor fundamental que obstaculizaba su desenvolvimiento total,
trabando, mediante la expresión de su imperialismo económico, el desarrollo
y el progreso de su civilización y de su cultura. Y que de ese imperialismo, por
sus proyecciones negativas para la libertad de nuestros pueblos de América,
la expresión más brutal era la representada por los círculos financieros y
económicos de los Estados Unidos.

A ese convencimiento obedeció el que Sandino enviara a todos los


gobernantes de América que él suponía libres de la férula imperialista, el
siguiente mensaje:
“Señores Presidentes;
Por ser los intereses de esos quince pueblos los que más afectados
resultarían si se permite a los yanquis hacer de Nicaragua una colonia
del Tío Samuel, me tomo la facultad de dirigiros la presente, dictado no
por hipócritas y falaces cortesías diplomáticas, sino con la ruda
franqueza del soldado.
Los yanquis, por un resto de pudor, quieren disfrazarse con el proyecto
de construcción de un canal interoceánico a través del territorio
nicaragüense, lo que daría por resultado el aislamiento de las repúblicas;
los yanquis, que no desperdician oportunidad, se aprovechan del
168
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

alejamiento de nuestros pueblos para hacer una realidad el sueño que


en sus escuelas primarias inculcan a los niños, esto es, que cuando toda
la América latina haya pasado a ser colonia anglosajona, el cielo de su
bandera tendrá una sola estrella.
Por quince meses, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de
Nicaragua, ante la fría indiferencia de los gobiernos latinoamericanos y
entregado a sus propios recursos y esfuerzos, ha sabido, con honor y
brillantez, enfrentarse a las terribles bestias rubias y ala terrible caterva
de traidores renegados nicaragüenses que apoyan al invasor en sus
siniestros designios.

Durante este tiempo, señores Presidentes, vosotros no habéis


correspondido al cumplimiento de vuestro deber, porque como
representantes que sois de pueblos libres y soberanos, estáis en la
obligación de protestar diplomáticamente, o con las armas que el
pueblo os ha confiado, si fuere preciso, ante los crímenes sin nombre
que el Gobierno de la Casa Blanca manda con sangre fría a consumar en
nuestra desventurada Nicaragua, sin ningún derecho y sin tener más
culpa, nuestro país, que no querer besar el látigo con que le azota ni el
puño yanqui que le abofetea. ¿Acaso piensan los gobiernos latino-
americanos que los yanquis sólo quieren y se contentarían con la
conquista de Nicaragua? ¿Acaso a estos gobiernos se les habrá olvidado
que de veintiuna repúblicas iberoamericanas han perdido ya seis su
soberanía? Panamá, Puerto Rico, Cuba, Haití, Santo Domingo y Nicaragua,
son las seis desgraciadas repúblicas que perdieron su independencia y
que han pasado a ser colonias del imperialismo yanqui. Los gobiernos de
esos seis pueblos no defienden los intereses colectivos de sus con-
nacionales, porque ellos llegaron al poder, no por la voluntad popular,
sino por la imposición del imperialismo, y de aquí que quienes
ascienden a la Presidencia apoyados por los magnates de Wall Street,
defiendan los intereses de los banqueros de Norteamérica. En esos seis
desventurados pueblos hispanoamericanos sólo habrá quedado el
recuerdo de que fueron independientes y la lejana esperanza de
conquistar su libertad mediante el formidable esfuerzo de unos pocos
de sus hijos que luchan infatigablemente por sacar a su patria del
oprobio en que los renegados la han hundido.

169
Gregorio Selser

La colonización yanqui avanza con rapidez sobre nuestros pueblos, sin


encontrar a su paso murallas erizadas de bayonetas, y así cada uno de
nuestros países a quien llega su turno, es vencido con pocos esfuerzos
por el conquistador, ya que hasta hoy cada uno se ha defendido por sí
mismo. Si los gobiernos de las naciones que van a la cabeza de la
América latina estuvieran presididos por un Simón Bolívar, un Benito
Juárez o un San Martín, otro sería nuestro destino, porque ellos sabrían
que cuando la América Central estuviese dominada por los piratas
rubios, seguirían su turno México, Colombia, Venezuela, etc.
¿Qué sería de México si los yanquis lograran sus bastardos designios de
colonizar Centroamérica? El heroico pueblo mexicano nada podría hacer
a pesar de su virilidad, porque de antemano acogotado por la tenaza del
Tío Samuel, y el apoyo que esperara recibir de las naciones hermanas no
podría llegarle por impedirlo el Canal de Nicaragua y la Base Naval del
Golfo de Fonseca; y quedaría sujeto a luchar con el imperio yanqui,
aislado de los otros pueblos de la América latina y con sus propios
recursos, tal como nos está sucediendo a nosotros ahora.
La célebre Doctrina Carranza expresa que México tiene por su posición
geográfica que ser –y en realidad lo es– el centinela avanzado del
latinismo en la América. ¿Cuál será la opinión del actual gobierno
mexicano respecto a la política que desarrollan los yanquis en Centro-
américa? ¿Acaso no habrán comprendido los gobiernos de Iberoamérica
que los yanquis se burlan de su prudente política adoptada en casos
como el de Nicaragua? Es verdad que por el momento el Brasil,
Venezuela y el Perú no tienen problema de intervención tal como lo
manifestaron en la discusión del derecho de intervención en la
Conferencia Panamericana celebrada en La Habana en el año actual, por
medio de sus representantes; pero si esos gobiernos tuvieran más
conciencia de su responsabilidad histórica no esperarían que la
conquista hiciera sus estragos en su propio suelo, y acudirían a la
defensa de un pueblo hermano que lucha con el valor y la tenacidad que
dan la desesperación contra un enemigo criminal cien veces mayor y
armado de todos los elementos modernos. Lo gobiernos que se
expresan en horas tan trágicas y culminantes de la historia en los
términos en que lo hicieron Brasil, Venezuela, Perú y Cuba, ¿podrán
tener mañana autoridad moral suficiente sobre los demás pueblos
hermanos? ¿Tendrán derecho a ser oídos?

170
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Hoy es con los pueblos de la América Hispana con quienes hablo.


Cuando un gobierno no corresponde a las aspiraciones de sus
connacionales, éstos, que le dieron el poder, tienen el derecho de
hacerse representar por hombres viriles y con ideas de efectiva
democracia, y no por mandones inútiles, faltos de valor moral y de
patriotismo, que avergüenzan el orgullo de una raza.

Somos noventa millones de latinoamericanos y sólo debemos pensar en


nuestra unificación y comprender que el imperialismo yanqui es el más
brutal enemigo que nos amenaza y el único que está propuesto a
terminar por medio de la conquista con nuestro honor racial y con la
libertad de nuestros pueblos.

Los tiranos no representan a las naciones y a la libertad no se la


conquista con flores.

Por eso es que para formar un Frente Único y contener el avance del
conquistador sobre nuestras patrias, debemos principiar por darnos a
respetar en nuestra propia casa y no permitir que déspotas sanguinarios
como Juan Vicente Gómez y degenerados como Leguía, Machado y
otros, nos ridiculicen ante el mundo como lo hicieron en la pantomima
de La Habana.

Los hombres dignos de la América latina debemos imitar a Bolívar,


Hidalgo y San Martín, y a los niños mexicanos que el día 13 de setiembre
de 1847 cayeron acribillados por las balas yanquis en Chapultepec, y
sucumbieron en defensa de la patria y de la raza antes que aceptar
sumisos una vida llena de oprobio y de vergüenza en que nos quiere
sumir el imperialismo yanqui.

Patria y Libertad.

Augusto C. Sandino.99

Este documento, que constituye toda una acusación para el mundo oficial
latinoamericano de la época, dejaba a salvo de toda crítica la conducta
observada por esos mismos pueblos, que mediante voluntarios estaban en su
mayoría representados en el ejército sandinista.

99
“La Correspondencia Sudamericana”, 2ª época, nº 7, pp. 17-18, Bs. As., 19 de enero de 1929.
171
Gregorio Selser

Pero, ¿podía una lucha de este carácter continuar indefinidamente? Teniendo


en cuenta que sus objetivos eran restringidos, limitados a la sola obtención
del retiro de las tropas extranjeras de Nicaragua, sus posibilidades, aunque
remotas, no eran dudosas. Es cierto que la sordera e insensibilidad de los
gobiernos de América tornaban más difíciles las circunstancias de su lucha y
obligaban a Sandino a una reducción de objetivos a alcanzar; pero si éstos
hubieran sido ampliados, su repercusión y su eficacia –teniendo en cuenta
experiencias anteriores y posteriores– hubieran sido distintas.

Sandino debió haber proyectado la lucha militar al plano político; debió


asegurar la supervivencia de su gesta mediante la exposición de un programa
integral de reivindicaciones sociales, con objetivos mediatos e inmediatos,
que trascendieran su propia persona o la contingencia de un desastre militar.
Esto suponía, a su vez, la adopción de un plan de lucha que contemplara el
previsible cambio de táctica del imperialismo norteamericano que, como lo
analiza certeramente García Naranjo en el artículo suyo que hemos
transcripto, iba a trocar las bombas de los aviones por los suaves modos de
Mr. Morrow.

La necesidad de tal proyección no fue ajena a Sandino, como lo prueban


muchos de sus manifiestos. Pero, equivocadamente, optó por recurrir a los
gobiernos latinoamericanos, con resultado negativo, a pesar de que algún
gesto amistoso le había hecho abrigar esperanzas.

Sandino enfrentó la coyuntura a raíz de la creciente disminución de su


poderío militar. Por otra parte, la defección de Turcios le había privado de
todo contacto con el exterior, lo que era aprovechado por los diarios
reaccionarios para proclamar su muerte, en un intento de liquidar los
movimientos americanos de simpatía con el libertador. Es posible que, unidos
estos factores a la necesidad que tenía el caudillo de reparar su quebrantada
salud y a su deseo de buscar personalmente apoyo entre los gobiernos
amigos –y sobre todo el de México– le hayan inducido a resignar el mando de
sus tropas y abandonar Las Segovias. Es también posible que abrigara la idea
de poder llegar hasta los Estados Unidos para abogar allí mismo ante el
pueblo norteamericano por su causa; ya su hermano Sócrates le había
precedido, pronunciando en Nueva York conferencias.

172
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Sean cuales fueren las versiones circulantes, 100 lo cierto es que Sandino arribó
en 2 de julio de 1929 a México.

Pero antes de que esa partida se verificara, y siguiendo con su tentativa de


lograr para su lucha la colaboración o por lo menos la simpatía de los
gobiernos hispanoamericanos, escribía a los presidentes de distintas
repúblicas en ese sentido. Así, con fecha 12 de marzo manifestaba al
presidente de El Salvador, don Pío Romero Bosque:

“El Chipotón, Nicaragua, marzo 12 de 1929.

En el afán de libertar a mi patria, he querido hacerme representar ante


los cuatro gobiernos que todavía quedan en Centro América. En la
misma forma que tengo el honor de dirigirme a usted, lo hago con los
otros tres. No pudiendo llegar en persona, llego en símbolo. Adjunta se
servirá encontrar una hoja de las selvas segovianas, donde se encuentra
resistente el honor de Nicaragua. El nombre del árbol de esta hoja, es
palanca. En estos momentos Nicaragua tiene una palanca como la que
tenía Arquímedes, y necesita un punto de apoyo igual al que él pedía.
Ruégole consultar a su pueblo si allí estará el punto de apoyo que esta
sección de la patria grande busca por mi medio. Arquímedes podía
volcar al mundo. Nosotros juntos podemos no ser humillados por el
yankee. Si Nicaragua no encuentra en ese pueblo hermano el punto de
apoyo que busca, tal vez esta nota encuentre un lugar en su historia.
Con mis mejores deseos de progreso colectivo para Centro América, en
el período que usted dirige, afectísimo y seguro servidor,

Patria y Libertad.
A. C. Sandino.”
100
César Falcón diría lo siguiente: “Yo le conocí cuando venía de México para volver a Nicaragua.
Cuando la maledicencia interesada del imperialismo del Norte hacía circular por toda la prensa la
calumnia, varias veces vil, de que se había vendido. Cuando después de agotar el último cartucho y
el último hombre, convencido en aquel momento de la inutilidad antirrevolucionaria que era
hacerse matar en las montañas, dejaba su campamento de Las Segovias, cuando todos creíamos
que dejaba de hacer la guerra para empezar la revolución. Pero Sandino es un hombre de honor,
tanto que tomó en consideración la calumnia inventada por los yanquis a su salida de Nicaragua. Se
creyó en el deber ineludible de demostrar a la América, que estaba convencida de ello, que él era
incapaz de venderse al oro nórdico.”
“Pero América, ya hemos dicho, no estaba convencida de lo contrario; todos los pueblos
americanos, más que justificaron, celebraron su salida de Nicaragua, pues Sandino, en Las Segovias,
luchaba por Nicaragua; fuera de Nicaragua podía hacerlo por América. Basta reconocer el efectivo
de su ejército para justificar hasta la saciedad su actitud. Con trescientos hombres un cheque de mil
dólares enviado por hermanos fuera de Nicaragua y muchas banderas de seda que enviara la
América reconocida, no podía Sandino prolongar indefinidamente su acción.”
173
Gregorio Selser

La carta más importante, por las proyecciones que implicaba su contenido,


fue sin embargo la que Sandino envió al presidente argentino Hipólito
Yrigoyen, la que tuvo insospechadas derivaciones. En efecto, escrita con fecha
20 de marzo, ni Yrigoyen ni la cancillería dieron cuenta de su recepción, que
en cambio fue conocida cuando el diario “La Nación”, con fecha 5 de abril, la
reprodujo precedida de un comentario dando cuenta que ya a principios de
1927 Sandino había formulado al gobierno argentino la proposición de que
mediara en el asunto nicaragüense. Como tanto el gobierno de Alvear como
el de su sucesor Yrigoyen habían ocultado celosamente la propuesta, los
diarios de izquierda censuraron violentamente ese secreto, no obstante lo
cual ni siquiera lograron que el caudillo nicaragüense obtuviera respuesta
alguna a su nota, cuyo texto era:

“Me cabe la honra de poner en su conocimiento, en nombre del Ejército


Defensor de la Soberanía Nacional y en el mío propio, que nuestro
ejército tendrá el honor de proponer a los gobiernos latinos de América
y a los Estados Unidos la celebración de una conferencia en Buenos
Aires entre los representantes de toda América y yo como represen-
tante del ejército autonomista. Con este propósito, me dirijo con esta
misma fecha a los gobiernos de Méjico, Guatemala, El Salvador,
Honduras, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú,
Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile, Cuba, República Dominicana,
Puerto Rico y los Estados Unidos. Nicaragua irá representada, como dije,
por mí y por separado irán los representantes del que reconocen como
gobierno de nuestra república los gobiernos de América, en el caso de
que acepte la invitación.

Esa conferencia tendrá por objeto la exposición del proyecto original de


nuestro ejército, que si se ve realizado afianzará la soberanía y la
independencia indohispana y la amistad de nuestra América racial con
los Estados Unidos sobre bases de equidad. Ese proyecto presentará
nuestro ejército y probará el derecho que tienen a externar su opinión
los pueblos indohispanos sobre la libertad y la independencia de las
repúblicas latinoamericanas, hoy intervenidas por los Estados Unidos,
así como sobre los bellos privilegios naturales que Dios ha dado a estos
países y que son la causa por la cual se les pretende oprimir.

174
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Dicho proyecto expondrá también lo relativo a la construcción del canal


interoceánico de Nicaragua. En el destino de nuestros pueblos está
dicho que la humilde y ultrajada Nicaragua será la autorizada para
llamarnos a la unificación con un abrazo fraternal. Ella ha sido la
sacrificada y gustosa dejará romper sus entrañas si con ello se consigue
la libertad y la independencia absolutas de nuestros pueblos latinos de
la América continental y antillana. El proyecto está concebido en una
forma tal que Nicaragua no venderá su derecho sobre el canal que se
trata de abrir en su territorio. El canal de Nicaragua debe ser abierto por
reclamarlo así la civilización actual; pero esa apertura no puede
resolverla sólo Nicaragua con los Estados Unidos, porque una obra de
tal naturaleza es de alta trascendencia para los habitantes de todo el
globo terrestre. Para efectuarse tal obra necesita ser consultada toda
nuestra América latina continental y antillana, ya que nuestra América
racial progresa cada día en las industrias y en el comercio. No podemos
negar a noventa millones de latinoamericanos el derecho de opinión
que les asiste en lo relativo a las condiciones en que debe ser construido
el canal de Nicaragua. Ya se cometió un primer error con nuestra
América indohispana al no haberla consultado para la apertura del canal
de Panamá; pero todavía podemos evitar un error más con el canal de
Nicaragua.

En la conferencia a que invitamos a todos los gobiernos de América se


tratará si conviene o no que solamente con capital norteamericano sea
abierto el canal de Nicaragua. En el caso de que en la conferencia se
apruebe conceder ese privilegio a los Estados Unidos, éstos deberán a
cambio de ese privilegio firmar el compromiso solemne ante los
representantes de las veintiuna repúblicas latinoamericanas de que
cesará toda intervención norteamericana en nuestras repúblicas y no se
entrometería en ninguno de sus asuntos internos, comprometiéndose,
igualmente los Estados Unidos a no fomentar revoluciones contra los
gobiernos de la América latina, que no quieran convertirse en sirvientes
en manos de los Estados Unidos de Norte América.

Con compromisos de tal naturaleza, evitaremos el contagio del


servilismo en nuestros gobiernos y quedaremos independientes. Si
nosotros permitiéramos que los Estados Unidos abrieran nuestro canal
de Nicaragua, sin ningún compromiso de parte de ellos de respetar la
soberanía y la independencia de nuestros pueblos, haríamos un mal aun

175
Gregorio Selser

a los mismos Estados Unidos. Con el canal de Nicaragua ellos se sentirán


más fuertes que el mismo Dios y desafiarían a todo el mundo lo que
traería como consecuencia la destrucción de la gran nación de la
América del Norte.

Señor presidente: me será honroso que su gobierno se sirva aceptar la


invitación que hoy le hace nuestro ejército de nombrar sus representantes
a la conferencia que proponemos y a la vez honre con su contestación
en cuanto a lo que resuelva sobre la verificación de la reunión en esa
ciudad capital, comunicándolo por cable a su representante en Honduras,
para que él lo comunique al correo especial de nuestro ejército, que irá
oportunamente a informarse de lo que su gobierno haya resuelto. Si
tuviéramos el honor de que su gobierno asistiera a dicha conferencia,
así como que sea celebrada en esa república hermana, nuestro ejército
le ruega aceptar al mismo tiempo su delegación para que se digne fijar a
los gobiernos de América la fecha en que se verificará la reunión,
participándolo también a sus representantes en Honduras, de manera
que en la fecha fijada por usted yo llegaré a esa cuidada capital.

A mi llegada a Tegucigalpa tendré el honor de ponerme bajo la bandera


argentina y bajo su garantía continuaré hasta que se verifique la
conferencia. Una vez presentado el proyecto de nuestro ejército, saldré
de esa república hermana acompañado solamente de mis ayudantes,
para dirigirme, si fuera todavía necesario, al mismo campo de lucha en
que hoy me encuentro. Me es honroso suscribirme de usted y del
pueblo argentino, su afectísimo y seguro servidor.

Patria y Libertad.

Augusto C. Sandino.101

101
“La Correspondencia Sudamericana”, p. 3. 2ª época, nº 10, Buenos Aires, 30 de abril de 1929.
176
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Resuelta, pues, su partida a invitación del entonces mandatario de México,


Portes Gil, notifica así a sus subordinados la última orden:

“El Chipotón, Las Segovias, julio 1 de 1929.


Generales Pedro Altamirano, Ismael Peralta y Carlos Quezada.
Estimados compañeros y amigos: Tengo el honor de saludar a ustedes,
ratificándoles mi otra dirigida a ustedes con fecha 20 de mayo último.
Me permito también hacer del conocimiento de ustedes que en esta
fecha quedan nombrados jefes de nuestras fuerzas autonomistas, los
generales Francisco Estrada, Pedro Antonio Irías y José León Díaz, de la
manera siguiente: primer jefe el general Estrada, segundo jefe el general
Irías y tercer jefe el general Díaz. Serán los referidos generales quienes
explicarán a ustedes el plan que estamos desarrollando, de acuerdo con
nuestras aspiraciones de ver completamente libre a nuestra patria, las
resoluciones tomadas por ellos, serán tenidas en cuenta como si yo
mismo las tomara. El plan que desarrollaremos va de acuerdo con todo
lo que hemos realizado en bien de la soberanía de nuestra nación, y
ustedes comprenderán que no puedo ser explícito en forma escrita,
pero los generales Estrada y Díaz les explicarán todo lo que se debe
hacer.
Fraternalmente,
Patria y Libertad.
A. C. Sandino.

Al día siguiente se dirige hacia la frontera: penetra en Honduras el día 4,


acompañado de Martí, los capitanes Rubén Ardila Gómez, José de Reyes y
Gregorio Gilbert, y del teniente Tranquilino Jarquin. Los países centro-
americanos le vieron pasar casi en secreto. Los gobiernos, en la suposición de
que Sandino huía, abandonando su causa, le facilitaron todos los medios para
su tránsito. Así, se detuvo en Tegucigalpa, Honduras, desde donde viajó hasta
el puerto de San Lorenzo, donde embarcó para La Unión, San Salvador. Allí le
esperaba un tren especial que le condujo hasta La Garita, desde donde se
dirigió a El Congo, todavía en territorio salvadoreño. 102
102
“El Diario del Salvador” del 22 de julio, dice: “¡Era Sandino! Un sombrero de fieltro de anchas
alas, cubría su cabeza. Llevaba un elegante pañuelo rojo y negro, atado con desenvoltura y calzaba
unas botas altas dé montar, color amarillo oscuro. Una humilde señora del barrio Cisneros se dio
cuenta de que estaba cerca del general Sandino, quiso abrazarle y le bendijo, con acento de voz
muy conmovedora. Llegó a saludarle el ministro de la guerra, doctor Gómez Zarate, y el general
177
Gregorio Selser

En automóvil pasó luego a Guatemala, donde un tren expreso puesto a su


disposición en la estación del ferrocarril de Morán le transportó hasta la
frontera mexicana. El director de la policía guatemalteca, Herlindo Solórzano,
tuvo el buen cuidado de que Sandino no organizara revolución alguna a su
paso, y en persona le acompañó solícitamente desde que entró hasta que
salió del país.

Su estadía en México, que él creyó sería de escasa duración, se prolongó


durante casi un año. De ella nos habla quien mantuvo con él prolongada
correspondencia, G. Alemán Bolaños. Cuando arribó a Veracruz su intención
era seguir viaje hasta la capital mexicana, pero le fue prohibido seguir
adelante, “invitándosele” a residir en Mérida, Yucatán. En carta del 16 de
julio, confía en que “nuestra permanencia en esta ciudad no será muy larga”.
Pero en la del 4 de agosto prevé estadía mayor:

“Estoy viendo opaca la esperanza de adquirir elementos en esta


república, para continuar la guerra libertadora de Nicaragua; pero
buscaré los recursos económicos aquí en México, a efecto de conseguir
en otras fuentes los elementos bélicos que necesitamos. El hecho de
que se haya aceptado mi entrada a territorio mexicano, se debe a una
solicitud que hice al presidente Portes Gil, el 6 de enero de este año.
Ningún compromiso tiene este gobierno de ayudarnos; pero para mí fue
una oportunidad la llegada a esta república, a fin de realizar las
gestiones que estoy llevando a cabo. Otras versiones que el enemigo
haga circular, no tienen nada de valedero.

En la consecución de los recursos económicos que expreso arriba, tengo


muy en cuenta el refrán aquel de no cambiar de montura para poner
aparejo. De acuerdo con eso, no contraeré compromiso político, y todo
lo busco a base de fraternidad latinoamericana, o por conveniencia de
quien nos apoye, para que las obras proyectadas en Nicaragua no sean
propiedad de la piratería yankee. Pero, repito, nada de cambiar de
montura para ponerse aparejo... Si a base de eso no consigo nada,
prefiero regresar a Las Segovias y continuar defendiendo a sombrerazos
y escupitazos la integridad de nuestra soberanía.”

Antonio Claramount. El oficial mayor del ministerio de la guerra. Daniel Montalvo, después de que
estrechó la diestra de Sandino, dijo estas palabras: “No me la lavaré para no borrar la huella de la
mano del héroe”.
178
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El 8 de agosto la carta a Alemán Bolaños refleja mayor pesimismo:

“...le informaba de mi pronto regreso a Las Segovias. Pero los


acontecimientos van tomando otro giro, y a ello se debe que he
decidido permanecer en esta república por un tiempo necesario para
resolver muchos asuntos relacionados con Nicaragua... Estaba propuesto
a salir para nuestros campamentos en esta semana, pero como hasta
hoy no hemos encontrado ni medio centavo partido por la mitad, ni un
cartucho de pistola para la causa de la libertad de Nicaragua, tendré que
retrasarme un poco, siquiera para mientras recibo algunas contestaciones
que juzgo de esperanzas para nuestra lucha. Ya tengo algo ofrecido para
la compra del armamento que nos llevará al triunfo de nuestra causa.
Posiblemente habrá ligera desmoralización de nuestras fuerzas que dejé
organizadas en las Segovias, pero todo quedó previsto en forma
minuciosa.”

El 6 de setiembre, ante una sugestión de su corresponsal, Sandino lanza un


manifiesto dirigido a los nicaragüenses. He aquí su texto:
“¡Animo, nicaragüenses! Llego hasta vosotros con la autoridad de quien
ha sabido aceptar el reto que el invasor yankee lanzó al ejército
nicaragüense, cuando le vio aniquilado en una guerra que fraguó él
mismo. Hoy como ayer, el vínculo de la nacionalidad me da el derecho
de asumir la responsabilidad de mis actos, ante vosotros y ante la
historia, en el sostenimiento del honor nacional.
En mayo de 1927, los hijos espurios de Nicaragua, Adolfo Díaz y José
María Moncada (Chamorro andaba fuera del país), lograron la confusión
mental del pueblo nicaragüense, y pretendieron obligarle a doblar su
dignidad ante los miserables invasores yankees; pero en aquel
momento de claudicaciones y de confusión, la columna segoviana que
estaba a mis órdenes, se convirtió en el Ejército Defensor de la
Soberanía de Nicaragua, y ha rechazado con energía la afrenta que el
gobierno de la Casa Blanca trató de imponer al pueblo nicaragüense.

Mientras Nicaragua tenga hijos que la amen, Nicaragua será libre. Han
sido y son hijos que la aman, quienes en representación de todo el
pueblo la han convertido, de pesadilla que era para las hermanas
públicas de Latino América, en la hermana digna de todo aprecio,
mediante la lucha que contra la piratería yankee entabló aquella
columna el 4 de mayo de 1927.
179
Gregorio Selser

¡Animo, nicaragüenses! Se acerca la hora de la liberación; pero en ella


sólo estaremos compactos, cuando vosotros sepáis corresponder al
ejército defensor de vuestra soberanía, formando en sus filas como
soldados dispuestos a todo, inclusive a dar o recibir la muerte. Se acerca
la hora de la liberación. Ya el invasor trata de levantar el campo,
convencido de que nuestro ejército aumenta cada día, y que si sus filas
solo estuvieron en Las Segovias, hoy están en las ciudades del interior.
Cada uno de vosotros, nicaragüenses, es un soldado de ese ejército,
porque en cada uno de vosotros se está despertando el amor a la patria
en la forma de la dignidad, en la forma de la energía, en la forma de la
reivindicación.

¡Animo, nicaragüenses! Ellos, los bárbaros del norte, quieren despedirse


de vosotros dejando sus bofetadas impresas en vuestros rostros. Pues
bien, ¡sea! Para que la acción reivindicadora no se haga esperar más, y
para que se cobre la cuenta golpe por golpe, ojo por ojo, y así sepan los
yankees el respeto que se debe a la libertad de los pueblos. Jamás se os
perdonaría, nicaragüenses, que presentarais la otra mejilla al invasor;
vuestras manos, nicaragüenses, deben de ser ciclón sobre los
descendientes de William Walker. Ya nuestro ejército autonomista ha
probado hasta dónde puede llegar la fuerza del derecho contra el
derecho de la fuerza.

¡Animo, nicaragüenses! Yo estaré con vosotros en una hora que se


acerca. Ya el invasor se amilana y presiente el peso de la ira popular. Ya
el invasor lía sus maletas y se retira, repartiendo bofetadas.
Dichosamente, ya habéis dado ejemplos de que no estáis dispuestos a
presentar la otra mejilla. Ese es vuestro deber.

También a los instrumentos de la intervención yankee y a los que la


llamaron y se han empeñado en mantenerla, se les acerca la hora de
ajustar cuentas. A vosotros, nicaragüenses, os toca ir arreglándolas, para
mientras el ejército defensor de nuestra soberanía, reanude sus
actividades. No desmayéis. Mi salida temporal de Las Segovias significa
el triunfo absoluto de la libertad de Nicaragua. El día que menos lo
penséis, estaré a vuestro lado. Nicaragua será libre mientras tenga hijos
que la amen.”

180
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Pero a pesar de que el gobierno de México pagaba los gastos de Sandino y de


sus acompañantes, el libertador se sentía sobre ascuas en un territorio que no
era el suyo, impotente para socorrer a quienes, fuera de las Segovias, en
ciudades y pueblos de su patria, iniciaban por su cuenta movimientos de
guerrillas contra el invasor, o desarrollaban métodos de resistencia pasiva. 103
Esa prisión dorada le resultaba tanto más odiosa cuanto que se prestaba a la
maledicencia o a las versiones interesadas que le hacían aparecer como en
convivencia con el enemigo. Sobre ese particular se referirá en su carta del 8
de septiembre:
“Respecto a quienes crean que ya nuestra bandera reivindicadora ha
sido arriada, he formado mi juicio desde hace mucho tiempo, y ese
juicio me permite calificarles como los eternos pesimistas y pequeños
de espíritu. No es de ahora que oigo las voces de “nada se puede
hacer”, y sin embargo no he oído tales voces más que como una
expresión de pusilanimidad. Son esos mismos pesimistas los que cuando
ven una obra terminada contra todas las dificultades, se llevan las
manos a la cara, queriendo explicarse lo que para ellos será siempre
inexplicable.”
Como algunas agencias noticiosas informaran que Sandino había abandonado
Mérida subrepticiamente; escribe al respecto el 9 de setiembre:
“No ha habido tal intento de salida de que habla la prensa, ni ha habido
tampoco nada que se parezca a incógnito. Siempre estoy a la vista del
público. Ya les he manifestado que aquí permaneceré por el tiempo
necesario, y tengo tomadas las medidas del caso para que nada me
detenga en el momento llegado. Solamente espero a otros compañeros
(por su orden debían reunírseles los generales Estrada, Irías, Días,
Peralta y Quezada, los coroneles Reyes López, Dionisio Centeno y Pedro
Blandón, y varios capitanes) –ya usted comprende cuál es el objeto de
que se reconcentren aquí desde las Segovias–, para que salga el coronel
Martí, quien ya tomó nota de la dirección de usted.
103
Jaime Suárez Silva comentaba en el “Diario de la Marina”, de La Habana, Cuba: “Basta pensar por
un solo instante en la larga permanencia de la revolución sandinista para dudar de los éxitos de la
marinería yanqui en aquel territorio. Sandino cuenta con el apoyo de todo el continente. Las
mujeres nicaragüenses han demostrado su ira contra la intromisión extranjera, asesinando en los
burdeles a los marinos. Los niños se han rehusado a aprender inglés en las escuelas, y en una
parada militar norteamericana a donde se les obligó a concurrir, rehusaron cantar el himno yanqui y
entonaron sin miedo y desafiantes el grito de guerra de Sandino: “¡Mueran los vendepatria!”. Los
ancianos se niegan a usar los productos yanquis que se les regala en los asilos de inválidos. Cuando
el último terremoto que azotó a Managua, prefirieron dormir a la intemperie antes que cobijarse
bajo una carpa importada de los Estados Unidos. Esto es la expresión, el sentir del pueblo humilde.”
181
Gregorio Selser

Tengo entendido que la dirección sincera de nuestra lucha (y es


necesario hacerse cargo de la palabra sinceridad), nos permitirá
reorientar a los desorientados, a los equivocados, a los confundidos, y
es en verdad interesante, como usted afirma, no perder el contacto con
los patriotas cortos de alcance, y ya a ello contribuirá el manifiesto
lanzado.”
En la misma carta dejaría sentadas importantes premisas políticas:
“No me dejo llevar por insinuaciones de presidenciables. Conducimos
con cordura hasta los menores detalles de nuestra orientación, en lo
público y en lo privado... Ni extrema derecha ni extrema izquierda sino
Frente Único es nuestro lema. Siendo así, no resulta ilógico que en
nuestra lucha procuremos la cooperación de todas las clases sociales sin
clasificaciones “istas”.
Siendo así; también es muy lógico que nos acuerpen las organizaciones
de la extrema izquierda, como son las que pudieran hacer pensar a
algunos que predicamos doctrinas sociales determinadas. Debe usted
estar con plena confianza de que ésa será la orientación que llevaremos.
De las bases que se le habrán presentado al traidor Moncada, y de las
cuales envié copia a usted, verá que presentamos un programa que
creemos apropiado para Nicaragua en sus problemas sociales, y además
para los obreros ineptos que se dejan engañar por los ambiciosos y
comprendan su posición en la lucha nacionalista. Sin esa orientación
hacia sus verdaderos problemas, siempre serán pasto de políticos
rastreros. Practicando la rectitud en nuestra actuación, siempre
estaremos en la posibilidad de calificar el patriotismo y el falso
patriotismo.”
Al remitir a Alemán Bolaños el folleto de Emigdio Maraboto, “Sandino Ante el
Coloso”, le aclara:
“Es un folleto que contiene en esencia toda nuestra actuación. Adolece
de dos errores: el de decir que Sócrates Sandino y yo somos hermanos
de padre y madre, y el que el vendepatria Díaz es el ministro de
Nicaragua en Washington. Respecto al primero, le aclaro a usted que
soy el primogénito de mi padre y que mi madre es Margarita Calderón,
siendo la madre de Sócrates doña América de Sandino. En cuanto al
segundo error, ya sabe usted quién es el que representa a los traidores
en Washington: el pelele Sacasa.”

182
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

En efecto, meses antes, en 1º de febrero, “La Prensa” de Guatemala informaba


que en un discurso, el doctor Juan B. Sacasa había llamado “magnífico
visionario” al traidor Moncada; y el día 6, el mismo diario consignaba la
noticia de que Sacasa recibía la justa recompensa de su pleitesía, en forma de
seis mil dólares “para los preparativos de su viaje a Washington, sobre los
siete mil quinientos que se le deben entregar”. A propósito de esa embajada,
el liberal Inman se quejaría años más tarde con las palabras que figuran como
acápite de este capítulo.
Cuando Martí enferma en Mérida, Sandino se ve privado de su más conspicuo
emisario para las naciones centroamericanas; pero aunque es reemplazado
en su misión por el joven colombiano Ardila Gómez, el caudillo deplora su
imposibilidad física como la pérdida de una batalla. No obstante, su
optimismo no decrece. El 26 de septiembre escribe:
“Cada día que Dios nos da la luz, tenemos mayores probabilidades de
éxito en la empresa de que hemos estado tratando, pues nos llueve
correspondencia importante de diferentes lugares... La vida de anacoreta
que yo llevo, según nuestros enemigos, es algo que paso a explicarle.
Por naturaleza, mi carácter es retraído, y solamente hablo mucho
cuando me tocan la glándula de latinoamericanitis aguda que me tengo.
Ciertamente casi no salgo, pero es porque no necesito salir y más me
gusta estar en mi observatorio, y no que crean que ando explotando la
popularidad...”
Y el 8 de octubre:
“Con motivo de la llegada a Mérida, anteayer, del aguilucho de la Casa
Blanca, Lindbergh, consideramos oportuno publicar en la prensa local la
dedicatoria a usted de la máquina de escribir que me acompañó en la
primer campaña.
Téngase presente que cuando la captura de esa máquina, se efectuaba
la pantomima panamericanista de La Habana, y poco antes fue el
llamado viaje de “buena voluntad”. Y hermosa cuanto oportuna
coincidencia: el mismo día que aterrizó Lindbergh en Managua, los
aviones blindados de Norteamérica volaban día y noche desesperada-
mente, llevando piratas muertos y heridos de Quilalí a Managua. El
mismo “enviado de buena voluntad” es testigo de mi afirmación, pues
él, Lindbergh, ayudó a bajar de los aviones aquellos muertos y heridos.
Por eso seguramente el aviador no mencionó a Nicaragua en los relatos
de su gira. Muy bien.”
183
Gregorio Selser

Siempre a Alemán Bolaños, a raíz de nuevas versiones que corren sobre su


persona, Sandino le escribe en 19 de octubre negando hallarse prisionero y
afirmando que, por el contrario tiene “libertad de acción en todo sentido” y
de que “no habrá ninguna dificultad para nuestra salida, cuando el momento
se presente”.

184
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Capítulo X
EL GENERAL DE HOMBRES LIBRES

February, 11.
Several days ago I rode out the camp of General Augusto C. Sandino, the
terrible “bandit” of Nicaragua who is holding the marines at bay. Not a
single hair of my blond, Anglo-Saxon head had been injured. On the
contrary, I had been shown every possible kindness, I went free to take
any route I might choose, with permission to relate to anybody I
encountered any and every thing I had seen and heard. Perhaps my case
is unique I am the first and only American since Sandino began fighting
the marines who has been granted an official interview, and I am the
first bona fide correspondent of any nationality to talk to him face to
face.
“Do you still think us bandits?” –was his last query as I bade him good-
by.
“You are as much a bandit as Mr. Coolidge is a bolshevik”, –was my reply.
“Tell your people” –he returned–, “there may be bandits in Nicaragua,
but they are not necessary Nicaraguans”. 104

Carleton Beals

No fue mucho lo que obtuvo en México Sandino. Aunque él mismo declaraba


el 9 de setiembre de 1929 que no había hostilidad hacia él (“nunca la
esperaríamos de los mexicanos, que en todo caso son cultivadores de la
franqueza”). De su viaje a la capital, realizado a fines de ese año, no obtuvo
mucho más que durante su estada en Mérida del Yucatán.

Cuando decidió el retorno a su patria, apenas dos ametralladoras de mano,


declaradas en la aduana como “herramientas de carpintería”, constituían todo
el arsenal obtenido. Un señor J. Constantino González le había procurado mil
pesos mexicanos, para gastos de viaje suyo y de sus acompañantes.

104
Carleton Beals en “The Nation”, de Nueva York, 22 de febrero de 1928.
185
Gregorio Selser

Fracasado su intento de unificar todos los movimientos revolucionarios de


Iberoamérica, había visto desertar, uno a uno, a sus colaboradores más
eficaces: Turcios, Martí, el peruano Pavletich. Se había desencontrado con
Haya de la Torre, quien fue expulsado por Chacón de Guatemala y luego por
el gobierno de Panamá; ahora se desencontraba con Alemán Bolaños en
Guatemala.

En efecto, el día 1º de mayo de 1930 Sandino entraba por ferrocarril a


Guatemala, con el nombre de Crecencio Rondón. Trató de localizar al
periodista compatriota que tan identificado estaba con su causa, pero, en
virtud de la precipitación y sigilo con que había sido preparado el viaje, no
pudo avisarle de su llegada; como éste se había trasladado a San Salvador,
apenas si tuvo el placer de hablar con su esposa y acariciar a sus hijos.

El día 3, al mediodía salió en automóvil rumbo a El Salvador; el 5 pasaba por


San Salvador sin detenerse, en dirección a Zacatecoluca, donde tomó el
ferrocarril de Oriente hacia Honduras. Dos días después, acompañado de sus
ayudantes se hallaba en territorio de Nicaragua.

Aunque en su patria no habían ocurrido cambios políticos perceptibles, se


estaba operando una visible transformación entre las fuerzas que combatían
al libertador; el grueso de ellas no estaba constituido ya por las tropas de
marinería norteamericana, sino por las formadas con naturales del país, bajo
la instrucción y mando de oficiales del ejército invasor. La Constabularia
Nacional se había transformado en Guardia Nacional. Una de las aparente-
mente inocuas resoluciones del Tratado de Paz y Amistad de 1923,
refrendado y garantizado por Washington, cobraba así firme realidad.

Al factor psicológico de que los soldados sandinistas enfrentaban ahora a sus


propios hermanos, se unía el militar: habituados al clima y al medio, las tropas
de la Guardia Nacional utilizaban las mismas tácticas que Sandino. Y en tanto
la autoestimación y el desprecio que sentían por sus adversarios hacían que
los norteamericanos combatieran de pie a los guerrilleros, sin tratar de
ocultarse, echándose el rifle a la cara en cuanto sonaba el primer tiro, y
constituyéndose así en magníficos blancos de los tiradores emboscados, los
nuevos combatientes se tiraban inmediatamente al suelo, avanzaban entre la
selva en lugar de utilizar los caminos, evitaban los pueblos, siempre
dispuestos para el espionaje y se servían de los mismos métodos de guerrillas
impuestos por Sandino.

186
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La sangría de las tropas norteamericanas había sido severa; pero no la había


sido menor la que le ocasionaron sus adversarios. Eran ya cuatro años de
lucha sin cuartel, contra un enemigo invisible tanto como tenaz y persistente.

Las protestas en Estados Unidos eran cada vez mayores, como mayores eran
las críticas de los diarios liberales de toda América. En el Senado de la Unión
las voces de impaciencia se sucedían sin interrupción. ¿Qué mejor solución
que derivar en una guerra civil lo que hasta ese momento había sido guerra
de invasor contra invadido?

Cinco mil hombres formaron el primer contingente seleccionado para


combatir a Sandino. El uniforme seguía el modelo norteamericano. Cuatro-
cientas ametralladoras constituían su armamento pesado. La aviación, en
cambio, seguía estando a cargo de los invasores en forma total. Iban a
enfrentar a ese ejército “desprovisto hasta lo increíble de las cosas más
elementales para su funcionamiento; donde casi la tercera parte de los
soldados marchan descalzos; donde la mayor parte de los días no tienen para
comer una comida medianamente suficiente; donde nadie, ni jefes ni tropa
gana un solo céntimo; que envuelve un poder espiritual tan grande, que
representa el más potente ejército ideal que haya tenido América entera
desde los tiempos de la independencia, y que quizá dentro de su pequeñez y
modestia le supera en profundidad ideológica”, como lo diría Belausteguigoitía.

Para asegurarse la impunidad, la Guardia Nacional comenzó por prohibir la


portación de armas; los simples cuchillos o cortaplumas estaban vedados. La
consecuencia fue que el índice de delincuencia en las ciudades aumentó de
inmediato, ya que los únicos que respetaron la orden fueron las víctimas de
los desmanes.

Por si no fuera bastante, el ya exhausto erario se veía ahora recargado con un


presupuesto de cien mil córdobas mensuales, carga tan desproporcionada
con lo que la potencialidad económica del país permitía, que fue necesario
suprimir “renglones innecesarios” de gastos públicos. ¿Cuál era el más
innecesario? ¡Qué duda cabe: la instrucción! Y así fue como en los años 1931
y 1932 se clausuraron las escuelas y colegios de Nicaragua, por “economía de
guerra”.

La llamada Academia Militar “editaba oficiales en seis meses”. La extraña


mixtura de soldados u oficiales nicaragüenses comandados por jefes
superiores extranjeros se complementaba con un sistema postal y telegráfico

187
Gregorio Selser

propio, prescindente de toda sujeción a la autoridad máxima de la nación, y


que manejaba fondos sin rendir cuentas, en la misma forma que acordaba
ascensos y bajas a voluntad. De tal manera, el único legado visible de los
norteamericanos en Nicaragua fue la implantación de la casta militar
dominante.

A partir de entonces, los Estados Unidos no necesitaron recurrir a nuevas


aventuras militares. Les bastó con hacer encumbrar a militares adictos,
probados y sondeados –preferentemente los agregados militares en
Washington–, para obtener la necesaria tranquilidad de que harían menester
sus sacrificados hombres de negocios para que sus transacciones se llevaran a
cabo sin temores ni riesgos.

Este pensamiento había inspirado la política de no intervención, que luego se


mejoró con la acuñación de una nueva denominación: la buena vecindad.
Aparentemente se trataba de un golpe de timón importante en las relaciones
interamericanas. Una vez más, la sabiduría iba a sacar provecho de la
experiencia. Iba a terminar la política del big-stick, para dar lugar a la de las
sonrisas y palmadas en la espalda.

Su primer signo fue la promesa, hecha pública por los invasores, en 1930, de
que al siguiente día de hacerse cargo del mando el sucesor de Moncada,
mediante las elecciones consabidamente supervigiladas por los Estados
Unidos, no iba a quedar un solo soldado u oficial extranjero en Nicaragua. A
principios del año inmediatamente anterior, 1929, el nuevo presidente de la
Unión, Mr. Hoover, había preparado el terreno mediante su famosa gira de
buena voluntad a bordo del acorazado Utah. Su viaje no fue todo lo
placentero que era de esperarse tratándose de tan insigne figura. En todas las
capitales visitadas donde la política de las dictaduras no lo impidió, se
realizaron manifestaciones y actos públicos de repudio a la política
imperialista. En Buenos Aires y Montevideo, Hoover fue recibido por el
pueblo al grito de “¡Sandino! ¡Sandino!”105

105
En Argentina, la revista antimperialista “Renovación” señaló en un editorial las características
electorales de la gira, manifestando entre otras cosas: “Mr. Hoover, queriéndolo o no, ha batido un
récord de velocidad cruzando, en menos de 200 horas de desembarco, por la friolera de trece
países. Basta esta referencia para comprender que no ha habido seriedad de propósitos... Las
dictaduras del Pacífico le han tendido una alfombra de aplausos oficiales. Por ella ha caminado Mr.
Hoover sin tropiezo. Hasta que, al llegar al Río de la Plata, las manifestaciones populares
comenzaron a vivar a Sandino Mr. Hoover no debe haberse sentido muy cómodo, porque, después
de ellas, renunció a visitar México, Venezuela, Cuba y algunas Antillas”.
188
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Tan molesto debió de resultarle ese tipo de agasajo, que resolvió dejar sin
efecto las restantes visitas programadas.
A pesar de que Sandino llegaba a conocer estas muestras de simpatía popular
se dolía de que no revistieran un carácter más práctico de solidaridad. Su
fracaso como gestor de armamentos en México, la circunstancia de hallarse
en tierra extraña, a ratos hostil, la insensibilidad de los gobiernos latino-
americanos, todo contribuía a que el caudillo sintiera cada vez más con mayor
urgencia la necesidad del retorno. Así pasó en Nicaragua el año 1929, que fue
uno de los más tristes en la historia de las libertades de Iberoamérica.
Vergonzoso para su historia, que registró una vez más la despreocupación de
las naciones y la impotencia de los pueblos; triste para el futuro, que a la luz
de la elección recaída en otro candidato republicano estadounidense,
demostraba la continuidad de la política de rapiña y de intervención, aunque
se disfrazara de mansedumbre y arrepentimiento; amargo para el libertador
Sandino, reducido a una espera febril de ayuda que nunca llegó a concretarse.
Una vez de regreso, antes de cumplirse un mes, en junio de 1930, está otra
vez peleando junto a sus soldados. Como siempre, resulta un buen cronista
de sus campañas:
“En las llanuras y montañas segovianas, no han cesado, no cesarán
nuestros disparos de protesta y alerta contra las hordas de forajidos. En
los extensos campos de Las Segovias se encuentran, entre otras, dos
imponentes alturas: El Saraguazca y El Yucapuca, cerros que fueron
nuestros centros de operaciones cuando la guerra contra Chamorro y
Díaz, en 1927. Con nuevos planes nuestro ejército ocupó El Saraguazca,
con 400 hombres y diez ametralladoras, el 18 del presente mes, dejando
estratégicamente en diferentes partes columnas que sumaban más de
600 hombres, suficientemente equipados. En la madrugada del 19, los
oficiales de guardia me informaron que en las alturas del Chirinagua y
las de la Peña de la Cruz, se veían luces sospechosas que descolgaban
sobre los bajos de El Saraguazca, como tratando de acercarse a nuestras
primeras avanzadas. Se ordenó hacer tres disparos de mortero, que era
la consigna inmediata para todos los retenes que cubrían el puesto. En
las primeras horas del día 19 principió el combate por el lado de los
bajos de San Marcos. A las doce del día, el enemigo había sido
derrotado en todos los flancos, y muerto en el primer asalto el yanqui
que dirigía a los atacantes. Casi sin intervalos el enemigo reanudó su
fuego hasta las seis de la tarde, en que fue completamente aniquilado
por nuestros enardecidos soldados.
189
Gregorio Selser

Una flotilla de seis aeroplanos tomó parte en la contienda, y se nos


bombardeó y ametralló furiosamente. Pero el contraataque fue también
furioso y el enemigo sufrió muchas bajas y deserciones. De nuestra
parte tuvimos que lamentar la muerte del capitán Encarnación Lumbi. El
soldado Roque Matey, de Talpaneca, resultó herido, y ya cuando cesaba
el bombardeo aéreo, a eso de las cuatro de la tarde cayó una bomba en
el lugar en que me encontraba, alcanzándome ligeramente uno de los
chaméis en la pierna izquierda. Ninguna importancia he dado a la
herida, ni he dejado de disponer los asuntos relativos a nuestro ejército,
pues ni siquiera me impide montar a caballo.”

Así era, en efecto. Sandino daba nuevas muestras de vida en Nicaragua, y


América latina se regocijaba por su retorno al combate. Nuevamente su
cabeza fue puesta a precio, en dólares. Pero seguía no estando solo:
Vasconcelos, Ligarte, Haya de la Torre, Palacios, Mariátegui y hasta el propio
César Vallejo en Rusia eran los propagandistas de su causa, y las multitudes
del Continente seguían confiando en el triunfo final de su ideal libertario.

Diarios y revistas se habían convertido en reductos sandinistas, y esa brega no


se reducía a los límites latinoamericanos. En Washington mismo, la filial local
de la Liga Antimperialista Panamericana había organizado manifestaciones,
que en una oportunidad se tradujeron en desórdenes que culminaron con la
detención de más de cien manifestantes. Uno de los carteles que portaban,
decía: “Wall Street y no Sandino es el verdadero bandido de Nicaragua. Otro,
rezaba: No apelamos a Casa Blanca, sino a las masas contra la Casa Blanca.”

En “La Nueva Democracia”, de Nueva York, escribía Carlos Thompson:

“Sandino es en más de un sentido el jefe de la situación nicaragüense.


Triunfen los liberales o conservadores en Nicaragua, su política
internacional será de repprochement con los Estados Unidos. Creo que
cualquier gobierno allí, liberal o conservador, tratará de ir en armonía
con el de la Casa Blanca. Claro que hay gente que sostendrá a Sandino
en lo moral, como él se ha venido sosteniendo bravamente en Las
Segovias. Creo que la intervención norteamericana ha hecho en
Nicaragua algo peor que atropellar una soberanía nacional: ha corroído
la fibra moral de los nicaragüenses, les ha quebrantado la confianza en
sí mismos, les ha destruido la capacidad de autogobierno. A lo presente,
no hay grupo político organizado que crea posible conducir los asuntos
nacionales de Nicaragua sin antes obtener el visto bueno de los Estados

190
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Unidos. Y esto, a mi ver, constituye una herida al organismo


nicaragüense, que requerirá muchos años para cicatrizarse... y que hará
cicatrizar el general Sandino con su ejército de Las Segovias.”

También el “Daily Worker” consideraba indispensable referirse extensamente


a Sandino, como en la nota siguiente, titulada ¿A dónde va Sandino? de
donde se transcriben estos párrafos:
“...Inmediatamente después de la ocupación de Nicaragua por la
marinería yanqui, ordenada por Coolidge a comienzos de 1927, Augusto
Sandino, patriota nicaragüense, organizó hábilmente un ejército de
obreros y campesinos, los cuales, armados de bayonetas y carabinas,
declaráronse en abierta revuelta con el imperialismo yanqui invasor y
sus lacayos, los liberales y los conservadores.
Por entonces se había comprometido la lucha por el poder, a la vez que
algunos grupos prometían el mejor servicio de los intereses del gobierno
imperialista norteamericano en Nicaragua. A despecho de los modernos
métodos de guerra empleados por Coolidge –aeroplanos, gases,
bombas, fusiles, cañones– el ejército libertador dirigido por Sandino
resistió heroicamente los ataques de los vándalos. El clarín llamó al
ejército insurreccional contra el enemigo interior y exterior de los
obreros y campesinos de Nicaragua, sonó por toda la República y su eco
llegó a todos los países de la América latina. Las masas oprimidas de la
América latina vieron en esa rebelión, uno de los medios efectivos para
batir al imperialismo yanqui, que trata de robarles hasta el último
vestigio de libertad. Él ejército fue engrosado con luchadores de casi
cada una de las naciones del Continente.”

Durante casi dos años los pueblos oprimidos del mundo y el proletariado
revolucionario pusieron su esperanza en Sandino y sus bravos soldados. Las
fuerzas antiimperialistas comenzaron a crecer. El movimiento tomó un vasto
carácter. Los obreros revolucionarios de los Estados Unidos no vacilaron en
aclamar la rebelión y le dieron su incondicional apoyo. Entretanto, el
Departamento de Estado, no obstante el daño causado por la intervención,
preparaba el camino para realizar su programa de completa subyugación de
la pequeña república... La marina “supervisora” de las elecciones determinó la
“victoria” para Moncada. La lucha interior entre las facciones liberal y
conservadora, que jamás fue elevada, de principios, sino por ansias de poder,
fue “fijada” en estilo americano.

191
Gregorio Selser

Se organizaba la Guardia Nacional garantizada por el gobierno norte-


americano, financiada por el capital norteamericano a expensas de los
obreros y campesinos. Nuevos empréstitos se concertaron, y finalmente Mr.
Cumberland, un emisario imperialista, concluyó su informe sobre la
construcción del Canal nicaragüense y la base naval en la bahía de Fonseca.
Todo marchaba bien para Wall Street, menos las fuerzas de Sandino, que
obraban aún, que sostenían severos encuentros con los marinos norte-
americanos y ensanchaban el sentimiento de revuelta en los oprimidos,
contra el traidor Moncada. Aquí debemos decir que el repetido intento de los
agentes del imperialismo norteamericano para comprar a Sandino, con dinero
norteamericano, no sirvió para nada. El carácter internacional del ejército
libertador constriñó a Sandino a ver un poco claro en la situación. En uno de
los manifiestos él declaró que la independencia de Nicaragua sólo puede
obtenerse con la cooperación de los pueblos de América latina; hizo
constantemente perspicaces ataques contra los gobiernos lacayos al servicio
de los intereses de Wall Street.106

En Nicaragua, se había resuelto que las elecciones se verificasen en 16 de


noviembre de 1932. Comenzó entonces otra guerra, no ya entre los invasores
y Sandino, sino entre Moncada –aspirante a la reelección en nombre del
Partido Liberal– y el grupo dirigente de ese partido, que le rechazaba; al
margen de esa disputa se desarrollaba la lucha de ambos contra la fracción
conservadora, que, naturalmente, alzaba el pendón electoral de nuestros
viejos conocidos Chamorro y Díaz.

De tal guisa, la Guardia Nacional, en lo poco que obedecía a Moncada,


apoyaba con su sola presencia la solución electoral de la “supervigilancia”
norteamericana, ante la declarada oposición de Sandino, que juzgaba que una
elección en esas condiciones confirmaba la sujeción de la soberanía nacional
a una nación extranjera. Claro está que tanto los liberales como los
conservadores eran enemigos de Sandino, o por lo menos trataban de
demostrarlo con idéntico fervor107 a la intervención, buscando su aquiescencia y
106
“La Correspondencia Sudamericana”, nº 23. pp. 6-7, 2ª época, Bs. As. 31 de diciembre de 1929
107
Moncada no trepidaba en ordenar matanzas de sus propios connacionales para ganar méritos,
como lo prueba el coronel Celso Morales N., de su propia tropa: “Durante mi actuación sumisa, vi
caer a los civiles Cruz Chavarría y Antonio Aráuz, de Jucuapa; Jerónimo López, de El Paraíso; Brígido
Aguinaga, de Muymuy; Francisco Escoria, del Chafernal; Virgilio Ruiz, degollado en la hacienda San
Rafael, de don Salvador Amador; veinticinco inditos de Matiguás que no pude identificar, fusilados
por la orden directa del general Moncada, en vista de su testarudez en decir que eran chamorristas;
a Eligio Sosa, de Matiguás; a Melesio Mendoza, de Puntazuela, al cual se le ahorcó y peló la cara,
porque echaba mueras a Moncada; a un indito de Samulaií, porque llevaba una red de panela y
suponer que iba donde los conservadores; a Inés Sánchez, de Esquípulas; a Leónidas Orozco, de mi
192
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

apoyo. Moncada, en posesión del mando, intentó reformar la Constitución


para agregar una cláusula que posibilitara su reelección; con ese propósito
envió emisarios a Washington para tantear el ambiente.

Pero como el Departamento de Estado tenía ya la máscara de la prescin-


dencia colocada, aprovechó tan magnífica oportunidad para demostrarlo
oficialmente, rechazando en forma pública la “insólita pretensión”. La suerte
de Moncada estaba así echada. Ello no obstante, se arrastró aun más el fiel
sirviente: con ocasión de una nueva tanda de condecorados norteamericanos,
eligió la casa de gobierno para realizar la ceremonia, donde, entre otras
lindezas, dijo ésta:

“Lo hago especialmente con los jefes, aviadores y oficiales de Estados


Unidos de América, por no poder hacerlo con sus soldados; los unos por
su dirección, y a los otros porque en el aire mismo, sin temor de
tempestades y de lo desconocido, cumplen abnegadamente con su
deber”.

Según un cable de UP fechado en Tegucigalpa en 9 de setiembre de 1931,


hasta el 20 de agosto de ese año las tropas libertadoras habían intervenido en
23 combates, en uno de los cuales (combate de Wauspuck, a orillas del Coco)
murieron 6 marinos y 53 guardias nacionales; informaba además la captura
de 3 aviadores y 60.000 cartuchos, que constituían un valioso parque para la
ofensiva que Sandino preparaba desatar en noviembre. Y otro cable, de AP,
fechado casi un mes antes, se refería también a éxitos de Sandino:

“Washington, D.C., agosto 12, 1931.

–Informes enviados de Nicaragua, al Departamento de Marina de esta


capital, por los sargentos Gordon Heritage y Orville B. Simons hacen
saber que su aeroplano fue acribillado a tiros por los insurgentes, antes
de que se desplomara en un pantano, al nordeste de Nicaragua, el 22 de
julio. Otro aeroplano de la marina de guerra de Estados Unidos, que lo
acompañaba cuando un grupo de rebeldes sandinistas abrió fuego
contra ellos, salió con las alas perforadas por los proyectiles. Heritage y
Simons llegaron a contar hasta dieciséis orificios causados por las balas.
Viendo que no podían elevarse nuevamente prendieron fuego al

pueblo, Jaumaguí; a Avelino Salgado, de Malpaso; a Basilio Torres, hijo menor de Toribio Espinosa,
liberal de Maisana, porque le encontraron jugando con unos cartuchos Springfield; otro niño de
once años fue fusilado, porque no quiso decir dónde estaba su padre, hijo de una señora del valle
de Malpaso, y otros muchos de cuyos nombres no me acuerdo.”
193
Gregorio Selser

aparato y tuvieron que recorrer unas cuarenta millas entre la maleza,


hasta llegar a Puerto Cabezas. Los marinos abandonaron también las
ametralladoras que llevaban en el aeroplano.”

Con ocasión de su estadía en México, Sandino había informado a Alemán


Bolaños el destino que había dado al archivo personal y al de su ejército:

“Le participo que no contando hasta hoy con ningún apoyo material por
gobiernos o institución alguna, he procurado poner a salvo el archivo de
nuestro ejército, que considero un tesoro moral de alto valor histórico.
Ese archivo lo dejo depositado ante notario público, en la gran logia
masónica de Yucatán. Usted sabe que otra parte del archivo de nuestro
ejército está en poder del señor Froylán Turcios. Otra parte del mismo
archivo, o sea el de mi columna de guerra constitucionalista de Sacasa,
lo conserva mi esposa Blanca Aráuz de Sandino. La parte más
importante del archivo, es la que deposité en la logia. Tendré gusto de
hacer depositario a usted de la documentación que recopile desde esta
fecha hasta la de mi partida hacia nuestro campamento de Las Segovias,
a fin de que, si mañana muero, sea usted un testigo fiel de la honradez
de nuestra actitud.”

Ahora, en 16 de julio de 1931 escribe sobre el mismo aspecto a su


corresponsal, no sin informarle previamente que las

“condiciones generales de nuestro ejército, son completamente


superiores a las de otras épocas, principalmente ahora que ya hemos
logrado abrir conciencia en nuestro pueblo, dulce tarea que me he
impuesto voluntariamente…
Últimamente, trabajando hasta de noche, hemos logrado sacar copias
de importantes documentos de nuestro ejército, que obran ya reunidas
en un legajo y para su inmediata publicación, ya sea en un libro o en un
folleto. Con gran insistencia he recorrido imaginariamente el mundo
exterior, buscando la persona sincera a quien pudiéramos confiarle la
publicación de ese trabajo, y cábeme el placer de manifestarle que ha
sido usted el designado por nuestro ejército, para que dé a publicidad
esos documentos. En esa virtud, con un correo expreso... envío a usted
el legajo, cuidadosamente arreglado, para que, con los comentarios y
cargos... que le merezcan, proceda a su publicación. Se trata solamente
de que la justicia resplandezca.

194
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El destinatario jamás recibió esos documentos. Fueron interceptados en la


ciudad fronteriza hondureña de Danlí, perdiéndose esas fuentes inestimables
para el conocimiento de la gesta de Sandino.

El héroe no combatía ahora sólo en el terreno militar: trataba de convencer a


sus compatriotas de que la abstención revolucionaria era el único medio de
que disponían para enfrentar a la farsa electoral que se avecinaba. El 28 de
julio de 1931 lanza el siguiente manifiesto:

“Nadie ignora que nuestro ejército combate contra un ejército provisto


de elementos bélicos modernísimos y de todos los otros recursos
materiales de que puede disponer un gobierno. Sin embargo,
actualmente tenemos controlados los campos de ocho de los
departamentos de Nicaragua, y si no hemos tomado ciudades, es
porque no figura todavía eso en nuestro programa, pero lo haremos sin
duda alguna cuando llegue la hora. Nuestra táctica consiste en
mantener situadas las plazas de pueblos y ciudades de los departamentos
en que opera nuestro ejército. El enemigo ha estado asegurando que
hay escasez de víveres en Las Segovias, pero eso es en ciudades y
poblados donde se han ido a refugiar los mercenarios. En los campos no
hay hambre, y nuestro ejército tiene comida hasta para aventar hacia
arriba.

Ocho columnas expedicionarias componen el efectivo de nuestro


ejército, en los lugares y bajo las órdenes de los siguientes jefes:

Nuestras columnas Nº 2 y Nº 6, al mando de los generales Carlos


Salgado P. y Abraham Rivera, operan con todo éxito en nuestra Costa
Atlántica.

Nuestra columna Nº 1, al mando del general Pedro Altamirano, controla


los departamentos de Chontales y Matagalpa.

Nuestra columna Nº 3, al mando del general Pedro Antonio Irías,


controla el departamento de Jinotega.

Nuestra columna Nº 7, al mando del general Ismael Peralta, controla el


departamento de Estelí.

Nuestras columnas Nº 4 y Nº 8, al mando de los generales Juan Gregorio


Colindres y Juan Pablo Umanzor, controlan las zonas de Somato, Ocotal,
Quilalí y el Jícaro.
195
Gregorio Selser

Nuestra columna Nº 5, al mando del general José León Díaz, controla los
departamentos de León y Chinandega.

Nuestro cuartel general está establecido en el centro de los ocho


departamentos mencionados. Nuestras columnas son movilizadas con
precisión matemática, tanto a la derecha como a la izquierda de nuestro
cuartel general.

Nuestro ejército es el más disciplinado, abnegado y desinteresado en


todo el mundo terrestre, porque tiene conciencia de su alto papel
histórico. No importa que plumas rastreras nos den el calificativo de
“bandidos”. El tiempo y la historia se encargarán de decir si los bandidos
están allá o en Las Segovias nicaragüenses, en donde reinan el amor y la
fraternidad humanos. Hasta en los mismos casos en que nuestro
ejército ordena fusilamientos de traidores, se hace eso por máximo
amor a la libertad. Y solamente se fusila a los que atentan contra esa
libertad, tratando de imponer una esclavitud que nosotros rechazamos
con ira santa.

En nuestro cuartel general está a la disposición de quienes quieran ver


eso, gran cantidad de documentos, banderas y multitud de objetos que
pertenecieron al ejército que pretende exterminarnos, todo lo cual fue
avanzado al enemigo en diferentes combates. También nosotros hemos
tenido numerosas bajas, pero no engañamos al público, como lo hacen
los contrarios, que dicen que nuestras balas solamente les tocan el ala
del sombrero.

Las presentes noticias deberán ser lo bastante, para que el público


observador permanezca atento y rechace las noticias falsas del
enemigo, mentiras con las que confunde y emborracha al público. Sin
embargo, el 24 de julio hizo cuatro años de la primera batalla de
nuestro ejército en la ciudad de Ocotal, contra el ejército del
imperialismo más grotesco de la tierra. Ayer como hoy nuestro
impotente enemigo ha blandido todas sus armas contra nosotros,
inclusive la calumnia, que es el arma más potente con que cuentan los
cobardes.

196
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Nada diferente tengo de cualquier otro soldado raso de los ejércitos del
mundo. Ni mi voz es altanera, ni mi presencia infunde terror, como
muchos podrían imaginarse; y sin embargo hemos tenido el placer,
cumpliendo un deber ciudadano, de mirar bajo nuestras plantas,
humillados, a numerosos altos jefes y oficiales del altanero ejército de los
Estados Unidos de Norteamérica, que pretendiendo aniquilarnos han sido
aniquilados. Probamos ya, hasta donde ha sido posible, que la fuerza del
derecho –esgrimida con fuerza, eso sí– puede más que el derecho de la
fuerza bruta. Mi conciencia está tranquila y gozo con la satisfacción del
deber cumplido. Aun en el sueño soy feliz, pues duermo con la dulzura de
un niño sano.”

Y en nueva carta a Alemán Bolaños le manifiesta:

“Es Moncada el hombre más funesto y peligroso que actualmente tiene


encima nuestro pueblo, y engañando a la gente habla de obras públicas,
de prosperidad y de grandezas, falsas y ridículas. Aunque todo ello fuera
cierto, serían confites en los infiernos lo que diera Moncada desde su
presidencia sometida al yankee. El dinero de las aduanas y de los otros
impuestos que soporta el pueblo, es para ganar una guardia formada por
malos nicaragüenses, bajo la dirección de una numerosa como inepta
oficialidad yankee. Las líneas férreas y carreteras que atolondradamente
hace construir Moncada, es con ridículas miras estratégicas. Todo lo que
hace Moncada tiene olor a tristeza, a fatalidad y a muerte. El, Díaz y
Chamorro, forman la trinidad maldita de miserables vendepatria. Pero
antes de mucho tiempo habrán sido barridos junto con sus secuaces por
nuestro ejército, con una escoba formada de bayonetas.

Tal vez parezca un sarcasmo lo que voy a decirle, pero es así. Que nuestro
ejército es el primero del mundo en abnegación para el sacrificio, en
disciplina y en desinterés por todo lucro material, porque consciente de
sus actos, lleva y mantiene un ideal, tanto en lo que hace a Nicaragua
como en lo que se refiere a la fraternidad de los hombres. No existe entre
nosotros pedantería militar alguna, ni hay ambiciosos de mala fe, y por
eso no hay traidores en las filas de este ejército emancipador. Hago estas
explicaciones, mi querido hermano, porque hemos sabido que plumas
rastreras tratan de ponernos en entredicho, llamándonos “bandoleros”.
Los verdaderos y legítimos bandoleros están en las cavernas de la Casa
Blanca de Washington, desde donde dirigen el saqueo y el asesinato de
nuestra América española.”
197
Gregorio Selser

Y en otro manifiesto su lenguaje adquiere tonos de violenta acusación y reto:

“Como impotente bestia furiosa, Herbert Clark Hoover, el presidente


yankee, se lanza en insultos en contra del jefe del ejército que está
libertando a Nicaragua. Es él y es Stimson, como fueron Coolidge y
Kellogg, los asesinos modernos, y que el pueblo norteamericano
agradezca a ese cuarteto todo su fracaso, y que los padres, hijos y
hermanos de los marinos que han caído en los campos segovianos,
maldigan hoy y siempre a esos funestos gobernantes.

La insolente fanfarronería de Coolidge en 1927, al decir que desarmaría


por la fuerza al ejército defensor de la honra de Nicaragua, ha costado
muy caro al prestigio de los Estados Unidos de Norteamérica.
Últimamente hemos sabido que Herbert Clark Hoover, el presidente
yankee que no pasará de 1932 (como así resultó, en efecto), ha dicho y
prometido que va a capturar a Sandino para entregarlo a la justicia,
desquite verbal por la azotaina que nuestro ejército acaba de pegar a los
yankees en la Costa Atlántica, dejando Longtow sembrado de cadáveres
(mayo de 1931). Ninguna culpa tenemos, porque sólo nos estamos
defendiendo.

Caro nos cuesta la política de Norteamérica en Nicaragua. Desde 1909


hasta el presente, ha destruido más de 150.000 vidas humanas, de uno
y otro sexo; ha saqueado más de las dos terceras partes del capital de
los nicaragüenses, y estaba alistándose para colonizar a Centro América,
cuando una crisis pavorosa sorprende y paraliza el empuje de ese
mal. Entonces

¿qué calificativo merecerán los hombres que tal hicieron y que así nos
amenazaron?

Pero, viéndolo bien, es tan infeliz el régimen de Hoover, que llamó para
Secretario de Estado a un tinterillo del Bovery de Nueva York, y no
teniendo un hombre para ministro en Nicaragua, envió al vejete
Matthew Hanna, cuya mujer –una alemana por cierto– es quien viene
manejando la legación yankee en Managua. Pero se acerca el cambio de
gobierno de la piratería, y como varita de cohete van a salir todos esos
dentro de poco.”

198
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La referencia a Mr. Hanna contiene más intención de lo que el documento


parece indicar. En Managua, las actividades de su cónyuge, mucho más joven
que él, eran la comidilla pública; amiga de los bailes y de los jóvenes oficiales
de la Guardia nacional, había hecho de uno de ellos, Anastasio Somoza, a
quien Sandino llamara tiempos antes “pingüino”, su acompañante
predilecto.108 Ella proclamaba ser la “embajadora de facto” de los Estados
Unidos, y la historia posterior demostraría de qué manera su protegido,
encumbrado merced al adulterio, a la traición, al asesinato y al terror, se
mantendría durante más de veinte años como dictador de Nicaragua.

De igual manera las referencias a Indoamérica son cada vez más frecuentes
en sus conversaciones y proclamas. El 20 de octubre de 1931 diría en un
comunicado:

“Hemos hecho sentir que no disponemos de ningún gobierno indo-


hispano y mucho menos de cualquier otra nación del globo. Nicaragua
está directa y únicamente representada por nuestro ejército, y por lo
mismo confiada a sus propios esfuerzos y recursos. Con ese motivo se
han girado órdenes a nuestras columnas expedicionarias, para que
perciban de nacionales y extranjeros todo lo indispensable para su
mantenimiento. Muchas veces se han dado casos de que al llegar una
de nuestras columnas a cualquier hacienda o heredad que está en
territorio nacional, se tomen las mercaderías y provisiones existentes en
el lugar, y hasta llegan a ocurrir casos en que nuestros soldados quitan
zapatos y vestidos a los propietarios, porque más que ellos necesitan
eso nuestros hermanos soldados, y porque no es justo que anden
envueltos en harapos los hombres que están fundando la libertad de

108
Armando Amador, en Origen, Auge y Crisis de una Dictadura (Imprenta Iberia, Guatemala, C.A.),
dice textualmente en la página 9: “En la subsecretaría de Relaciones Exteriores del gobierno de
Moncada, había un individuo que valido del cargo público citado y de sus habilidades criollas, llegó
a ser amante de la esposa del embajador yanqui, Mr. Hanna. Tal Subsecretario era Anastasio
Somoza, quien, al fin, fue sugerido para la jefatura de la G. N., no sólo por haber recibido la
educación que posee en los Estados Unidos, sino principalmente por la garantía política que daba al
imperialismo y por la influyente gestión de la amante que tenía, o sea Mrs. Hanna.”
Coincide con esta apreciación el ya citado ex corresponsal de la revista Time, William Krehm, quien
en la página 160 de su famoso libro Democracia y tiranías en el Caribe relata: “El ministro de
Estados Unidos Hanna, y su esposa, estaban embrujados por la personalidad efervescente de Tacho
(Somoza). Mrs. Hanna, considerablemente más joven que su esposo, adoraba el baile y Tacho
bailaba tan bien. Pero antes de su muerte Moncada me relató cómo Hanna le había insistido que
arreglase a Somoza la sucesión presidencial. Moncada vaciló: el partido Liberal había nombrado al
Dr. J. B. Sacasa, que no la llevaba bien con Moncada. Pero, para complacer a los locamente
cariñosos Hanna, y también para crear problemas a Sacasa, el viejo listo Moncada nombró a
Somoza Comandante de la Guardia Nacional, cuando llegó el tiempo de reemplazar al comandante
(norte) americano por un ‘hijo del solar nativo’.”
199
Gregorio Selser

Nicaragua. En eso ha consistido que muchos miserables nos den el


calificativo de “bandoleros”; pero será la historia la que se encargue de
hacernos justicia, principalmente si se comprende que los capitalistas
despojados, son los primeros y directamente responsables de cuanto ha
venido pasando en Nicaragua, porque ellos trajeron a los mercenarios
yankees al territorio nacional.

Contestaba de esa manera a las objeciones que se hacían sobre sus


intenciones al invitar a la conferencia de los gobiernos. No descuidaba
tampoco la política de guerra, como lo indica esta recomendación formulada
a “Pedrón” Altamirano:
“Evitar a todo trance los incendios; no hay necesidad de que queden
ruinas. Bastaría con que los muchachos llevaran destornilladores, para
que destornillen las puertas y ventanas, y las quemen junto con los
enseres de lo que haya necesidad de destruir, como castigo y para
sembrar el temor. Este procedimiento es muy práctico y eficaz, y es
bueno que veas de infundirlo en tus lugartenientes. Casas quemadas
quedan a modo de acusación. Casas sin puertas provocan sonrisas, y el
castigo queda visible.”
El año 1932 comienza para Sandino con las mismas batallas de siempre: su
ejército sigue vigilante y decidido, los intervencionistas persistentes en su
empeño de terminar con la resistencia; y el resto del territorio no controlado
por Sandino, dedicado a las tareas previas de la elección, que iba a ser esta
vez “supervigilada” por el almirante Woodward. Sandino, mediante un
manifiesto, se refiere duramente a esa elección:
“A los compatriotas nicaragüenses: Lo que los gringos buscan es la
humillación de nuestra patria, hasta para irse. La candidatura conser-
vadora de Díaz y Chamorro es obra suya, pues los yankees quieren
nueva oportunidad de mando para los yanquistas, y para el caso de que
les convengan más los yanquistas liberales y dar el triunfo a los liberales,
ordenaron a Moncada que fuera Sacasa el candidato, y fingieron que
aceptaban a Espinosa sus protestas de yanquismo. Quieren que a su
salida no haya manifestaciones desbordantes, que unos u otros
tratarían de impedir, y hasta tratan de que al haber dificultades, se les
suplique, por Díaz o por Sacasa, que vuelvan a desembarcar y a ocupar
el país, aunque no estén dispuestos a hacerlo, porque la campaña del
Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, tiene
anonadado al poderío yankee.
200
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Compatriotas: proceded con dignidad y recordad que habéis sido


víctimas tanto de los yankees como de esos políticos. Quien vaya tras
esos individuos y se acerque a votar en las urnas vigiladas por los
yankees, no hará sino rendir el más lamentable homenaje a la bayoneta
extranjera, al dar ésta su último brillo insultante sobre Nicaragua.
Esperar la dignidad patria de Chamorro y Díaz, o Espinosa y Sacasa, es,
compatriotas, la peor majadería, sobre todo cuando ya se acerca,
vencedor, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua.

Decid al almirante invasor que os está manejando como ganado: ¡Fuera!


Cumplid con vuestro deber. No obedezcáis una sola orden de los
marinos en la farsa de las elecciones. Nadie tiene obligación de ir a las
urnas ni hay ley que compela a eso. Haceos dignos de la libertad y
merecedores de ella. Que el pueblo afiliado al partido liberal no crea
que un triunfo de la fórmula conservadora, va a perdurar más allá que el
tiempo indispensable para su liquidación, por ese mismo pueblo junto
con el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua. Que el
pueblo conservador no tema un triunfo de la fórmula encabezada por
Sacasa, porque éste tiene encima la castigadora mano de ese ejército, y
jamás pasaría de enero en la presidencia.

Esta es la verdadera situación, compatriotas, y el camino a seguir os


queda dado.”

Lo curioso es que las elecciones no constituían la única preocupación de los


nicaragüenses liberales o conservadores. La anunciada partida de las tropas
invasoras, sin una previa solución del problema representado por la presencia
del ejército de Sandino, constituía un motivo comprensible de temor para
aquellos que habían bien servido a los Estados Unidos.

Como la Guardia Nacional aún seguía siendo dirigida por mandos y oficiales
norteamericanos, y aun así soportaba derrota tras derrota, se preguntaban
cómo sin esa dirección podrían hacer frente a los guerrilleros de las Segovias.
Para calmar esas aprensiones, un cierto capitán Trumble, comandante de la
Academia Militar, anunció públicamente que semanas después de la
desocupación simbólica del territorio, retornarían a Nicaragua:

201
Gregorio Selser

“un número como de veinte o veinticinco oficiales del mismo cuerpo,


con empleos de este mismo gobierno, en calidad de técnicos e
instructores para la Guardia Nacional, que los representantes del
gobierno de Washington están empeñados en que debe continuar en
Nicaragua”.

Para colmar hasta las heces la copa de la amargura, en octubre de 1932,


Moncada nombra enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de
Nicaragua ante los gobiernos europeos, a Mr. Irving Lindbergh, norte-
americano que había actuado hasta ese momento como recaudador de las
aduanas nicaragüenses por cuenta de los Estados Unidos.

Una información de “El Comercio” de Managua, siguiendo a otra del diario La


Nación de esa misma ciudad dando cuenta de la iniciación de subastas de
material norteamericano de rezago, reproduce en esos días manifestaciones
del teniente Lincert, secretario del general Berkeley, dando cuenta de su
entrevista con un funcionario nacional para “ofrecerle en venta algunos
enseres y las casas que habíamos construido en el Campo de Marte, creyendo
que se nos iba a dejar aquí por toda la vida”; por esa razón las ofrecía al
gobierno de Nicaragua por doscientos dólares cada una, aun cuando su precio
de costo hubiera sido –con su instalación de luz y agua– de cuatro mil dólares.

El 14 de octubre, y gracias a las instancias de Sandino, el PTN (Partido de


Trabajadores Nicaragüenses) declara la huelga general electoral. El mismo día
se publica el siguiente cable, relacionado con la salida de los marinos:

“Se sabe que el contraalmirante Woodward se irá de Nicaragua a


principios del mes de diciembre, es decir, una vez que haya dicho su
última palabra sobre el nuevo presidente de la República. Su informe al
presidente Hoover lo rendirá del 20 al 25 de dicho mes. Al entregarse al
contraalmirante Woodward los veinticinco mil córdobas que corres-
ponden a la misión electoral, se redondeará la suma de ciento cincuenta
mil dólares, y se hará la respectiva liquidación de lo que ya tiene
recibido a buena cuenta, deduciéndose entre otras cosas el valor de un
automóvil comprado a crédito por el gobierno, por el valor de tres mil
dólares, y la instalación del servicio de la luz de la casa del contra-
almirante, que importó la cantidad de trescientos dólares.”

202
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El día 17, en Washington, el encargado de negocios nicaragüenses, Debayle,


sobrino de Sacasa, declaraba que a la intervención norteamericana debía
Nicaragua su “actual estabilidad financiera y política” y pedía, en el discurso
pronunciado por radio, que continuara la “supervigilancia” después de las
elecciones. Por no ser menos, otro sobrino –esta vez el del famoso firmante
del tratado con Bryan– Pedro Joaquín Chamorro, expresaba en La Prensa de
Managua su fe en la “política franca y sincera” de los Estados Unidos, a la que
daba a su vez seguridades de que “el Partido Conservador acepta sin recelos
ni suspicacias de ningún género su intervención”. Lo cual no le impidió que,
conocidos los resultados que daban el triunfo a Sacasa, comentara en el
mismo diario el 7 de noviembre:
“Nos ha derrotado nuestra bandera, la bandera (norte) americanista. En
honor del pueblo nicaragüense, debemos decir que volvió las espaldas
al conservatismo, porque lo veía escudado detrás del americanismo y
temía que con nuestro triunfo resurgiera este mal, que tiende a
desaparecer para siempre de Nicaragua. Hace tiempo que sentimos que
el pueblo nicaragüense no sólo está desengañado del americanismo109,
sino que ha decidido de modo terminante deshacerse hasta donde sea
posible de ese factor de nuestra vida pública. Muchos políticos lo han
visto así, pero no todos han querido aceptar esta realidad. A pesar de
que los sentimientos del pueblo nicaragüense no dejan lugar a duda,
nos hemos aferrado a esa bandera, creyendo y esperando que todo nos
vendría de su sombra; pero el pueblo nicaragüense nos ha castigado con
justicia, enseñándonos al mismo tiempo una lección que no podremos
olvidar nunca jamás.”
Por aquella época comienzan los desplazamientos de diplomáticos norte-
americanos desde y hacia Nicaragua. Mr. Julius Lay, ministro ante San
Salvador, visita a su colega Hanna. A su regreso, comenta en Tegucigalpa,
según lo consigna “El Cronista”:

“Sandino no cesa de molestar, a pesar de los desesperados esfuerzos de


los marinos norteamericanos y de la Guardia para dominarle; pero
cansados ya de tanta pelea infructuosa, se irán dentro de poco los
marinos”.

109
“America for the americans” es sinónimo de “Doctrina Monroe”. [N. Ed.]
203
Gregorio Selser

El 4 de octubre circulan rumores sobre la partida a Washington de Mr. Hanna;


el mismo día visita la legación el funesto Emiliano Chamorro, quien departe
durante más de una hora con el ministro; circulan rumores de que parte por
“asuntos relacionados con las elecciones” y otros de que lo hace por “temor a
una irrupción sandinista a esta ciudad”.

Se llevan a cabo las elecciones, para la cual figura un caudal de votantes de


150.000 hombres; no obstante votan sólo 98.550 o sea que se registra una
abstención de una tercera parte de los inscriptos, debida a la prédica y al
consejo de Sandino. Sale electo Sacasa, el candidato del Partido Liberal.

Sandino responde a la proclamación del electo, designando por su cuenta


para el “Territorio Libre de Las Segovias”, presidente provisional de la
República de Nicaragua al general Juan Gregorio Colindres. Para reforzar con
instrumentos legales su decisión, las columnas sandinistas comienzan a
incursionar en ciudades y poblaciones fuera de los departamentos segovianos,
en donde se muestran sellos judiciales o municipales, nombran nuevas
autoridades destituyendo a las anteriores y constituyéndose en peligro
inmediato de la capital.

Así, en el mes de octubre las columnas del general Umanzor tomaron la plaza
de San Francisco del Carnicero, en la costa del Lago de Managua, a tres horas
de marcha de la capital, donde cundió el pánico. A esa toma siguió la noticia
de la partida de Mr. Hanna, a que ya hemos hecho referencia. Con todo,
Umanzor se retiró luego de apoderarse de los sellos de justicia para dar
validez a sus disposiciones administrativas y judiciales. Sobre la base de esas
medidas, Sandino solicita a los distintos países de América el reconocimiento
de su gobierno. Así, la dirigida al ministro de relaciones exteriores de El
Salvador dice en parte:

“Es asimismo notorio que en América las recientes elecciones presiden-


ciales de la parte de Nicaragua controlada por el poderío de los Estados
Unidos de Norteamérica, han sido practicadas por agentes oficiales del
gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, lo que vicia de nulidad
sustancial ese acto, ante el consenso de las naciones. En consecuencia,
el Gobierno Provisional de Nicaragua en Las Segovias pide: Primero, el
no reconocimiento del gobierno que se llegara a instalar en Nicaragua,
como resultado de esas elecciones. Segundo: el reconocimiento expreso
de este gobierno libre de Nicaragua, en la región que comprende los
departamentos de Nueva Segovia, Estelí, Jinotega, Matagalpa y parte de

204
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

los departamentos de León, Chinandega y Chontales (más de la mitad


de la República). Todo, como un acto de solidaridad racial y nacional,
para el presente y para el porvenir cercano.”

Naturalmente y como no podía menos que ocurrir, ningún gobierno


americano atendió esta solicitud. Sandino, sobre la base de un banquete
ofrecido –con anterioridad a las elecciones– por el contralmirante Woodward
a los candidatos a la presidencia, sostiene que abriga la sospecha de que
existe un convenio secreto entre las tropas invasoras y el candidato
triunfante, tendiente a asegurar el pronto retorno de las fuerzas salientes, en
caso de necesidad. Como si se esperara una confirmación de esa sospecha, el
nuevo director de la Guardia, Anastasio Somoza, también sobrino del doctor
Sacasa, obsequia un banquete a los jefes norteamericanos y a su tío, donde
brinda por la felicidad de Nicaragua “y las buenas relaciones que felizmente
existen entre los patriotas nicaragüenses y el alto comando que inició la
preparación de la Guardia y que posiblemente continúe colaborando con
ella”. En ese banquete el general Mathews brindó por el Dr. Sacasa, y éste, a
su vez, lo hizo por Mr. Stimson.

La mejor opinión sobre la elección fue la proporcionada por los estudiantes


universitarios de León al enviar el 15 de noviembre al electo Dr. Sacasa una
declaración, una de cuyas partes dice:

“El general Augusto C. Sandino en las montañas, es nada más que el


decoro nacional, es el honor, es la dignidad.

No persigue lucros y ventajas, no aspira a puestos públicos, ni busca


prebendas en su lucha. El general Sandino no es un bandolero. Lo decimos
nosotros y lo dice la mayoría del pueblo nicaragüense que todavía conserva
su vieja contextura de hombres libres. El camino de Sandino es el camino de
la victoria o de la muerte. En todo caso es el camino de la gloria.

¿Permitirá usted, doctor Sacasa, que se continúe calumniando al único que


mantuvo pura y limpia la bandera de la patria? El prefirió mantener la
constitución en la intemperie de la selva, al propio tiempo que los soldados
de Sacasa se vendían a la voluntad del yanqui, cada uno por diez pesos.

205
Gregorio Selser

XI
¡SE VAN LOS YANQUIS!

Ellos, en cuyos ánimos pequeños no cupo nunca el gran paisaje andino,


¡Oh, patria! te vendieron sin ser dueños sino del propio corazón
mezquino.
¿Cómo no pudo el resplandor divino de este sol tropical, turbar sus
sueños de mercader, ni el ópalo azulino de tus lagos, dio fin a sus
ensueños?
Sandino te salvó. Tomó tu afrenta sobre su espalda de titán, sangrienta,
tal como Redentor. Llamó a la historia.
Y vieron las naciones, en la cuenta de Nicaragua, el precio de su venta
saldado con su sangre y con su gloria!

Autor Anónimo

El fin estaba cercano. No era comprensible la voluntaria desaparición de la


intervención, a menos de sospechar que se estaba preparando alguna jugada
de envergadura para terminar con la resistencia de Sandino. Este, que había
condicionado toda su campaña a la permanencia en el país de las tropas
extranjeras, se veía de pronto ante la circunstancia real y objetiva de su total
retirada. No teniendo su lucha motivaciones ideológicas, políticas o sociales
sino pura y exclusivamente patrióticas –como él siempre se cuidaba de
manifestarlo– era lógico suponer que al retiro de las tropas norteamericanas
se suscitaría la paz en Nicaragua.

El año 1932 no había sido distinto de los anteriores en cuanto a la amplitud


de las acciones militares. Los resúmenes de campaña citaban encuentros casi
diarios entre las tropas sandinistas y las norteamericanas secundadas por la
Guardia Nacional. Así, por ejemplo, consigna el parte del mes de abril:

“El 4 de abril del presente año, los ex guardias pertenecientes a las


fuerzas enemigas de Quizalaya, costa atlántica de Nicaragua, se
sublevaron contra los filibusteros yankees que les comandaban; ellos,
para conseguir la finalidad del plan que se les encomendó, despacharon
al otro barrio a un teniente Charles Lebowasky, gringo, e hirieron al
subteniente renegado Carlos Rayo. Como fruto de la sublevación
206
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

mencionada, nuestro ejército recibió lo siguiente: 21 rifles Springfield y


Lewis, algunos lanza-bombas, 21 granadas de mano, una ametralladora
Thompson con 1.600 tiros, 5.000 tiros Lewis. Todo esto fue entregado
por los ex guardias Sebastián Jiménez, Felipe Briceño h., Francisco López
y Aurelio Flores, quienes actualmente se encuentran al servicio de
nuestro ejército. Las armas fueron recibidas por los generales Estrada y
Morales y el coronel Sócrates Sandino.

El 11 del mismo abril, tres artilleros del mismo destacamento enemigo


en Quilali, que responden a los nombres de Antonio García, Balbino
Hoys y Antonio Cornejo, se pasaron a nuestras filas con sus respectivas
piezas, consistentes en una ametralladora Bronis y dos ametralladoras
Thompson, con sus correspondientes equipos, bombas de mano y
parque de rifle Springfield. Todo esto fue recibido por el general
Colindres.

El 15 de abril, el capitán Heriberto Reyes sostuvo con el enemigo un


sangriento combate de tres horas en el lugar denominado San Lucas,
jurisdicción de Ocotal. En ese combate perecieron treinta perros
traidores y uno de los piratas que les comandaban. De nuestra parte
lamentamos la muerte de los hermanos Alberto Cruz Rodríguez y Fausto
E. García.

El 21 fue atacado por nuestras fuerzas al mando del general Morales, el


nuevo destacamento enemigo acantonado otra vez en Quizalaya; ahora
el enemigo se encontraba más fuerte, pero siempre fue desalojado,
después de una hora tres cuartos de encarnizado combate. De nuestra
parte lamentamos la muerte de los hermanos sargento mayor Francisco
Montenegro, capitán Celedonio Gutiérrez, teniente Marcelino Rugama,
y la del joven estudiante de la Universidad de León, Octavio Oviedo, hijo
de un magistrado de ese apellido. Los generales Morales y Estrada
continúan su marcha sobre el interior de la región del Atlántico.
También tenemos fuerzas de reserva en el mismo litoral. En el
mencionado combate resultaron heridos los tenientes Rafael César
Zamora, Orlando Baldizón y Santos Godoy y el ingeniero Larios M.

En la misma fecha, el coronel Juan Altamirano derrotó al enemigo en


Santa Bárbara, jurisdicción de Jinotega. El enemigo dejó en el campo
cinco perros traidores y un pirata yankee.

207
Gregorio Selser

El mismo día fuerzas del coronel Juan Altamirano atacaron a otra


columna enemiga en el lugar denominado Chaguitillo. El enemigo fue
totalmente deshecho y se le avanzaron 3.000 tiros Springfield y dos
pistolas 45. No tuvimos bajas y el enemigo logró levantar sus muertos y
heridos.

Siempre el 21, fuerzas al mando de los generales Carlos Salgado P. y


Juan G. Colindres y capitán Heriberto Reyes, dieron combate al enemigo
en La Puerta, en jurisdicción del Ocotal. El enemigo hizo resistencia por
tres cuartos de hora y se derrotó, dejando en el campo dos yankees
muertos y doce perros traidores. Se avanzó una ametralladora Bronis y
cinco rifles Springfield, todas esas armas con abundantes pertrechos. No
tuvimos bajas en ese combate.

A las cuatro de la tarde del mismo día, nuestra misma fuerza al mando
de los jefes mencionados, tuvo otro fuerte encuentro con el refuerzo
enemigo en el lugar denominado Los Leones, que duró hasta que cerró
la noche. Al explorar el campo se encontraron muertos cinco perros
traidores; y tres oficiales yankees. El avance fue de 12 rifles Springfield,
3 pistolas 45 y lanzabombas con seis granadas y muchos documentos
importantes para la historia de Nicaragua, que ya remitimos a nuestro
amigo Alemán Bolaños. De nuestra parte lamentamos la muerte de los
hermanos Pío Melgar y Estanislao Maradiaga; herido, Manuel Valladares.

El 23, el general Salgado y capitán Heriberto Reyes sostuvieron otro


encuentro con el enemigo en el lugar denominado Los Bellorín. El
enemigo dejó siete muertos en el campo.

En cuanto a los combates que se libraron en abril en el interior de


Nicaragua por el general Umanzor, coroneles Tomás Blandón, Perfecto
Chavarría, Ruperto Hernández y Robledo, general José León Díaz y otros
más, ya han sido publicados los detalles por el mismo enemigo,
confesando sus derrotas.”

Respecto de las operaciones de mayo, el parte libertador sostiene:

“El 1 de mayo el mismo general Salgado sostuvo otro sangriento


combate en Ciudad Antigua. De nuestra parte pereció el hermano
Federico Tercero, de San Marcos de Colón, Honduras.

208
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

En la misma fecha, el general Colindres atacó al enemigo en el lugar


denominado Los Bellorín. El combate duró tres horas, dejando los
contrarios en el campo treinta y seis muertos y una carga conteniendo
catorce frazadas de lana, tres capotes, dos vestidos, un par de zapatos y
una tienda de campaña. De nuestra parte lamentamos la muerte del
hermano Juan Pablo Bellorín, dueño de la propiedad donde se
desarrollaron los combates.

Aprovecho esta oportunidad para manifestar a nuestros compatriotas


en el extranjero, que nuestro ejército, hoy como ayer, está convencido
de que Nicaragua será libre solamente a balazos y a costa de nuestra
propia sangre; que impediremos cualquier farsa eleccionaria que con
supervigilancia extraña quiera repetirse en Nicaragua, y que no
reconoceremos por ningún motivo a quien resulte electo en esa forma,
así sea el más pintado y así me lo pidan de rodillas.

Los nicaragüenses interesados en la liberación de Nicaragua, son bien


aceptados por nuestro ejército, pero sin banderas partidarias, y
disciplinados a la pauta que tenemos establecida.

Estamos tomando nota de las propuestas de Moncada para que se


incluya en la Constitución de Nicaragua el tristemente célebre tratado
de Bryan y el de la Guardia Nacional. Se acabará el último nicaragüense
y quedará en cenizas Nicaragua entera, pero esos tratados nunca serán
legales.”

El parte de las operaciones de julio da cuenta de estas operaciones:

“En julio sobresalieron los combates siguientes: nuestras fuerzas de la


división del Atlántico, al mando de los generales Francisco Estrada y
Simón González atacaron y tomaron el campo platanero “Vaccaro”, de la
compañía norteamericana en Puerto Cabezas. Al enemigo acantonado
en ese campo le llegó inmediato refuerzo, pero nuestros muchachos
supieron rechazarlos, quitando los trenes y moto-carros, así como
parque, rifles y ametralladoras. Se puso fuego a los edificios, y al día
siguiente una flotilla de aviones bombardeó a nuestra columna,
pero fue derribado uno de ellos. El bombardeo orientó al enemigo que
se aproximaba y se trabó una sangrienta batalla hasta cerca de la noche.
Se calculan en más de cien las bajas del enemigo.

209
Gregorio Selser

Fuimos informados de que veinte anfibios yankees acuatizaron en


Puerto Cabezas, para levantar a las familias norteamericanas, residentes
en aquel puerto. Estimamos atinado el procedimiento, porque la suerte
que allí les espera a los norteamericanos es negra.

El 14 del mismo julio, nuestras fuerzas al mando del coronel Ruperto


Hernández Robledo y del sargento mayor Francisco García, tuvieron un
sangriento encuentro con el enemigo en Los Achiotes, departamento de
Jinotega, en que perdieron la vida tres tenientes perros traidores y
nueve piratas yankees. Se avanzaron armas y parque.

Siempre en julio, el 16, en La Rocía, departamento de León, nuestras


fuerzas al mando del coronel Zacarías Padilla, libraron otro sangriento
combate y avanzaron muchas armas y provisiones de boca.

A última hora, los generales Estrada y González, jefes de la división del


Atlántico, nos comunican que en la Mosquitia hondureña han cruzado a
territorio nicaragüense fuertes núcleos de tropas norteamericanas, que
no sabemos cómo permitiría el gobierno de Honduras, que se dice
celoso autonomista. Agrega el informe que el cuartel lo tienen en un
campo platanero de compañía yankee, la United Fruit Company, en el
puerto hondureño de Trujillo.”

Y finalmente, para completar el año militar de Sandino, transcribiremos una


noticia aparecida en el mes de noviembre en El Comercio de Managua:

“A bordo de un avión de los marinos llegó a Managua, con procedencia


de Jinotega, el teniente Lee, oficial norteamericano a quien se venía
llamando “el tigre de Las Segovias”. En el hospital estuvimos a visitarle.
Estaba con la cabeza cubierta de vendas y su brazo derecho de igual
manera, herido gravemente en el sangriento combate sobre el camino
de Peña Blanca. La patrulla de la Guardia nacional –nos dijo– era de
cuarenta, e iba comandada por el capitán Puyed y yo de segundo jefe.
Fuimos sorprendidos por una emboscada que estratégicamente habían
preparado los sandinistas, momentos después de que la expedición
pasaba el río Pijuguay.”

Pero ya en marzo de ese año se habían iniciado gestiones para tratar de


zanjar las diferencias entre Sandino y las huestes que respondían o no a los
intervencionistas, pero que igualmente estaban deseosas de que la lucha
concluyera.
210
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La burguesía nacional, aliada al imperialismo –como sucede en toda América


hispana–, necesitaba un clima de orden para desenvolver sus negocios con
tranquilidad, precisaba de la paz dentro de un status constitucional que la
resistencia de Sandino tornaba inestable. Y aun cuando los viejos políticos
nunca perdonarían al héroe el haberse constituido en símbolo de una
conciencia que les acusaba por los deberes que no cumplieron, las traiciones
que cometieron y la entrega que verificaron del patrimonio nacional, trataron
de acercarse a él para ser perdonados, hacer como perdonadores... y estando
todos en amistad seguir los buenos negocios...

Una junta de notabilidades locales, entre los cuales se destacaban Juan


Francisco Gutiérrez, Rosendo Argüello, Salvador Buitrago Díaz, Octavio Pasos
Montiel, a la cual se agregaron luego Pedro Joaquín Chamorro (nada menos),
Ramón Solórzano, Pablo Hurtado y Federico J. Lacayo, junta que fue luego
conocida con el nombre de “Grupo Patriótico” y cuya voz cantante era la de
Sofonías Salvatierra, convinieron en gestionar una amnistía total, a cuyo
efecto elaboraron un plan tendiente a que los candidatos a la presidencia se
comprometieran por escrito a respetar al partido que no resultara triunfante
en las elecciones de noviembre.

Demás está decir que tanto Sacasa como Chamorro aceptaron la proposición
y firmaron solemnemente el compromiso: para hacerlo mejor aun,
resolvieron firmar convenios que aseguraban recíprocamente la convivencia
de los partidos en el gobierno. En buen romance, una repartija legal.

Cuando se hizo pública esta intención, Moncada, que aún gobernaba, no se


sintió satisfecho. Lanzó un manifiesto de repudio, en tercera persona:

“No solamente por las declaraciones del sandinismo que se consideran


subversivas, el Mandatario ha ordenado, a su pesar, la prisión de
algunos, sino porque desde que se conoció en Nicaragua el resultado de
las elecciones de Autoridades Supremas, alguna prensa ha deseado
comprometer al país en sus relaciones con los Estados Unidos de
América, con el cual Nicaragua conserva la más sincera amistad.
Después de haber aceptado con buena voluntad la supervigilancia y
de conocer que se retiran los marinos de Nicaragua, la más franca
cordialidad debe existir entre unos y otros.

211
Gregorio Selser

Que desde hace tiempo hay brotes de sandinismo en el interior, es


evidente. Y aunque no se pueda prejuzgar la actitud del presidente
electo, doctor Sacasa, con respecto a este trascendental asunto después
del primero de enero, ya se sabe que el gobernante actual no puede ni
debe tolerar escritos sandinistas o comunistas, ni reuniones, ni
suscripciones para tratar con el autor de la ruina de las Segovias, y en
parte del país.

Con pocos días de espera y el permiso del presidente electo, si así lo


quiere, los encariñados con las ideas malsanas que el sandinismo
predica, podrán tratar con él. Mientras tanto, es deber del gobernante
la consecuencia y la lealtad con el Gobierno de Estados Unidos y con sus
propias convencidas ideas.”

Con toda habilidad, el documento de penosa redacción declaraba enemigos


de los Estados Unidos a quienes negociaran con Sandino e informaba a los
invasores que el nuevo Presidente estaba dispuesto a hacerlo. De todas
maneras, fue ésta la última bala gastada por Moncada contra su antiguo
subordinado Sandino, que por elevación trataba de alcanzar a su sucesor
Sacasa. Porque el 23 de noviembre de 1932, y previa autorización del
presidente electo, de su hermano Federico (padre de la esposa de Somoza) y
de Julián Irías, don Sofonías Salvatierra puso el primer escalón que conduciría
al asesinato del héroe: le envió una carta donde concretamente le decía:

“...Siguiendo ese alto y firme propósito, promovimos un movimiento de


inteligencia recíproca de los partidos, que ha dado por resultado la
conclusión de varios convenios encaminados a la convivencia de tales
partidos en las funciones del Estado: Representación de las minorías,
reforma constitucional, pacificación. Todo lo cual tiende de una manera
franca a reasumir de modo efectivo el ejercicio pleno de la soberanía.
Siguiendo los partidos en ese camino de buena voluntad, las Directivas
liberal y conservadora han aceptado el envío de una comisión conjunta
a conferenciar con el general Sandino, propuesta por el Grupo. Esta
comisión de los partidos está ya nombrada y el Grupo por su parte, e
independientemente de los partidos, ha nombrado un representante
para ir a donde ti, y esa mí a quien ha tenido a bien confiar esa
representación.

212
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

La presente tiene por principal objeto saber si tú estás en buena


disposición de conferenciar con los comisionados de los partidos y con
el representante del Grupo en términos decorosos para ti y sobre bases
eminentemente patrióticas, así como saber cuándo y dónde deberán
verificarse tales conferencias pacifistas.
No omito manifestarte que para escribir esta carta he hablado antes con
los altos directores del partido liberal, y que también estoy al habla con
prominentes conservadores interesados en este asunto. Como seguridad
de que todo este negocio patriótico se está llevando hacia nuestra
independencia definitiva, te diré que habiéndole preguntado yo a los
dirigentes liberales que si los partidos actúan libremente al negociar la
paz con Sandino me contestaron inmediatamente: con absoluta libertad.
Por manera, que si tomamos en cuenta la ida total del yanqui, en enero
entrante, esa contestación que me dieron los directores liberales y su
manifiesto buen deseo de entenderse contigo, así como también las
rotundas declaraciones de la prensa conservadora en contra de la
intervención, todo indica que en los diferentes sectores de la política de
los partidos se verifica una evidente reacción contra la vieja política
intervencionista, y que Nicaragua se incorpora erguida hacia la patria
libre; todo indica que la bandera azul y blanca que tú has enarbolado
tan alto, vivirá de hoy en más enclavada en el corazón de cada nicara-
güense, y que la mano que hoy te tienden los partidos y los ciudadanos
independientes en ademán de paz gloriosa por la libertad de la patria,
pone de manifiesto que al retirarse la intervención de nuestro suelo se
está haciendo un recuento en todos los sectores de la nacionalidad, y las
miradas se dirigen hacia ti con los brazos abiertos del hermano.
Quiero aprovechar esta oportunidad para hablarte de la familia. Toda la
de Niquinohomo está bien. Don Gregorio está afectado del corazón,
goza de buena salud debido a que es metódico y se cuida mucho. La
Josefita Rivas estuvo hace pocos días aquí en Managua, y nos informó
del bienestar general de allá. Dile a Sócrates que Ameriquita está canosa
de pensar en ustedes. Mucho se van a alegrar ellos cuando sepan que
yo les he escrito y lean esta carta.
Esta carta la envío a don Esteban Albir, del Ocotal, para que él te la
remita, ya sea por medio de don Alfonso Irías, de don José Idiáquez o de
don Ramón Raudales.

213
Gregorio Selser

Me quedo esperando tu contestación, lo mismo que los demás amigos,


lo más pronto posible, rogándote que al indicar el lugar y fecha de la
conferencia, me señales los medios de llegar allí, y en un paraje que
preste facilidades y seguridades recíprocas. Envío un atento saludo a
doña Blanca, un abrazo a Sócrates y para ti el cariño sincero e invariable
de tu affmo, deudo y amigo,

Sofonías Salvatierra.”

Entretanto se esperaba la respuesta de Sandino, asumía Sacasa la presidencia


el 1º de enero de 1933. Las tropas norteamericanas habían comenzado a
abandonar Nicaragua en el mes de diciembre de 1932.

Pero no había transcurrido una quincena del mes de enero, cuando ya era
sorprendida y desbaratada la primera intentona subversiva de la Guardia
Nacional. Como prueba de la confianza que en él depositaba y la importancia
de las gestiones que había iniciado ante Sandino, Sacasa había nombrado a
Salvatierra ministro de Agricultura.

Sandino recibió la carta en la segunda quincena de diciembre y la contestó el


día 24; fiado del clima de benevolencia que a través de la carta suponía
existente, Sandino envió a su esposa encinta hacia San Rafael del Norte, a
efectos de que diera allí a luz; pero el capitán Policarpo Gutiérrez,
comandante de la Guardia en esa localidad, la hizo prisionera, no sin que
antes pudiera doña Blanca telegrafiar al presidente Sacasa. Este ordenó que
se la pusiera en libertad y se le dieran garantías; pero Gutiérrez no lo acató.
Su respuesta fue:

“Yo no tengo que ver con órdenes del Presidente; él manda en Managua
y la Guardia manda aquí”.110

Esto, que parece ser parte de una comedia, era cierto, y no sólo en pequeña
escala. Como iban a demostrarlo luego los acontecimientos, la Guardia
Nacional, al mando del mimado del ministro norteamericano y de su esposa,
era en realidad quien gobernaba en Nicaragua.

Ignorante de ello, el héroe contesta a Salvatierra el 24 de diciembre:

110
Sofonías Salvatierra. Sandino o La tragedia de un pueblo, Imp. Europa, Madrid, 1934, pág. 104.
De esta obra provienen la mayor parte de los documentos que se transcriben sobre las gestiones de
paz.
214
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Aprovecho esta feliz oportunidad para, en unión del Grupo Patriótico,


de quien me habla, enviarles nuestras más altas felicitaciones por sus
labores en provecho de la restauración de nuestra independencia
nacional, causa única por la que combate y combatirá el ejército que me
honro en comandar.

No tenemos inconveniente en aceptar la Comisión conjunta de los


interesados en la pacificación de Nicaragua, siempre que traigan la
Delegación Oficial del Gobierno que desea legalizarse como gobernante
de la República. Otra clase de comisión que no venga investida de
poderes oficiales, no aceptamos. El doctor Sacasa deberá aprovechar la
oportunidad que se le presenta de un entendimiento con nuestro
ejército, para no seguir en condiciones de pelele, ya que en otro caso
quedará para juguete de los chiquillos. Nos asiste autoridad sobre el
doctor Sacasa, porque nos abandonó en momentos álgidos de nuestra
historia nacional. En lo particular merece nuestro aprecio el mencionado
doctor, pero como a hombre público, es de nuestro deber señalarle su
pasado.

Ahora bien, partiendo de la posibilidad de un entendimiento patriótico,


hemos designado nuestros delegados a los señores don Salvador
Calderón Ramírez, doctor Escolástico Lara, doctor Pedro José Zepeda y
el general Horacio Portocarrero, a quienes hoy mismo enviamos un
llamamiento patriótico, y le rogamos a usted hacerles llegar los que
adjuntamos a la presente. Igualmente ruégole escribirles en lo personal
indicándoles lo que crea conveniente. De paso le manifiesto que si el
doctor Sacasa resuelve tratar oficialmente este asunto, los gastos que
nuestros delegados ocasionen durante el entendimiento, deberá
costearlos nuestro Tesoro Nacional, porque ni yo ni ellos contamos con
recursos.

Sinceramente agradecidos estamos por sus noticias de Niquinohomo.


Mi esposa, Sócrates y yo, enviamos para su distinguida familia y usted
nuestro fraternal abrazo.

Patria y Libertad.

Augusto César Sandino,”

215
Gregorio Selser

En la credencial que autoriza a iniciar gestiones de paz con representantes,


Sandino deja expresa constancia de que las mismas deben celebrarse:

“si el Gobierno de Sacasa es libre y no trae compromisos públicos ni


privados con los Estados Unidos de Norte América”.

Es sintomático su recto sentido de la soberanía, que no trepida en advertir al


Presidente de la República sobre sus reservas en el supuesto de considerarle
un pelele, y aun en recriminarle el abandono de sus deberes en momentos en
que la patria más necesitaba de su cumplimiento.

A Sacasa no le enojó la carta de Sandino; sabía que detrás de su insolencia el


amargo reproche no escondía más que la verdad. Por eso contestó negando
la existencia de pactos públicos o secretos con los Estados Unidos, y
afirmando que a esa fecha, 8 de enero, no existía en toda Nicaragua un solo
soldado de la intervención "ni siquiera guardando la Legación".

El 10 de enero, Salvatierra obtiene de los espectables Juan Gutiérrez, Buitrago


Díaz, Rosendo Arguello, Alberto Reyes y Federico Lacayo una declaración con
destino al libertador, coincidente con las declaraciones suyas. Merece
señalarse el párrafo de la nota donde sostienen que:

“en cuanto a la cuestión económico-financiera, dígase Banco, ferrocarril


y Recaudación de Aduanas, no creemos que impliquen un obstáculo
para la paz, porque al amparo de ella y del nuevo espíritu que se ha
infiltrado en el alma de la República, será fácil trabajar por que
desaparezcan, con la seguridad de alcanzar el éxito más completo”.

El día 12, en compañía del padre del héroe, don Gregorio, su esposa doña
América y del general Alberto Reyes, se puso en marcha Salvatierra hacia San
Rafael del Norte, adonde llegó al día siguiente, hallando ya en libertad a la
esposa del héroe.

Desde allí solicitó a Sandino una entrevista, que éste le acordó el día 17
mediante la siguiente nota:

“La presente le servirá de pasaporte ante nuestras caballerías de


descubierta y columnas expedicionarias que pudieran encontrarles en el
camino. El viaje lo harán acompañados de los hermanos Castelblanco,
de quienes le dará informes Blanquita. Como seguramente la comitiva la
compondrán varias personas, podrán ser interrumpidos por algunas de
nuestras fuerzas expedicionarias que estuvieren entrando a estos
216
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

campamentos, y que por haber estado alejados de esta zona, no tengan


conocimiento de la presencia de ustedes. En esa virtud, se servirá traer
una bandera blanca, porque serían inmediatamente identificados por
cualquiera de nuestras fuerzas, ya que con anterioridad tienen
instrucciones de respetar. Los hermanos Castelblanco les traerán hasta
el lugar en que me encuentro, que aproximadamente dista un día de
camino.

Considero el más alto deber de todo buen ciudadano nicaragüense


procurar la paz de Nicaragua, pero la paz que dignifica y no la del
esclavo...

Patria y Libertad.

Augusto César Sandino.

El 19 de enero parten los emisarios de paz hacia el campamento de Sandino.


Arriban a él tras trece horas de continua marcha. Describe así sus primeras
impresiones don Sofonías:

“Las primeras palabras de Sandino me indicaron que en la conversación


debía ir con tiento, como quien va a través de una cosa difícil y
desconocida. Acostumbrado a mandar en forma absoluta y sin
contradicción en siete años de guerra, y tal vez, también, por su natural
carácter dominador, no toleraba objeciones ni gustaba de rectificar;
pero en los claros de su temperamento franco y muchas veces rudo, con
rudeza militar, dejaba entrever una luminosidad de ideal que se hacía
llamarada a pesar del cuartel y la montaña inculta. Desde entonces
comprendí que la manera de entenderme con él era, no la de
argumentarle de frente, sino en forma paralela a su razonamiento. La
misma cantidad de ideal con que él matizaba sus palabras me daban la
oportunidad de producir mis argumentos, aprovechando la ley de
unidad porque se rigen las ideas, como todo. De esta manera, yo no
chocaba con él, que era lo peligroso con Sandino. Y era tanto más
aconsejado este procedimiento, si sabemos que Sandino dejaba ver muy
pronto en su psicología una predisposición a ceder cuando se le trataba
con benevolencia y consideración...

217
Gregorio Selser

...La gente de Sandino hablaba y cantaba desde madrugada. Y repetía


sin cesar el “¡Viva el general Sandino. Viva el ejército defensor de la
soberanía nacional. Mueran los perros traidores. Abajo los yanquis!”.
Este viva, completó, sin faltar una palabra y con la misma entonación, lo
decían frecuentemente y por cualquier motivo o circunstancia. Pude
darme cuenta de la situación de aquel ejército. No tenía vestidos, estaba
casi desnudo, no tenía frazadas, tan necesarias para defenderse de
aquellos fríos húmedos del norte nicaragüense, no tenía medicinas y
llovía constantemente.
¿Cómo vivía esa gente y con qué gusto podía estar en esa situación? Y
así había estado durante tantos años, y sin embargo se mostraba
resuelta a seguir estando así.”
Salvatierra retorna el 23 a San Rafael del Norte, con una propuesta conocida
como el Protocolo de Paz. Es importante conocer el texto del documento:
“El suscrito, general y jefe supremo del Ejército Defensor de la Soberanía
Nacional de Nicaragua, formula el siguiente Protocolo de Paz, al cual
deberán ajustarse nuestros delegados al firmar la paz definitiva:
Conocer a fondo el programa político que desarrollará el doctor Sacasa
durante los cuatro años de su administración; convencerse de que
prescindirá absolutamente de la intromisión extraña en las finanzas de
Nicaragua y la determinación que tenga respecto a la llamada Guardia
Nacional; asimismo, saber si el doctor Sacasa tiene pactos de alguna
clase suscritos con los interventores norteamericanos.
Que por iniciativa del Ejecutivo, el Congreso Nacional de Nicaragua
decrete la creación de un nuevo departamento en tierras baldías
nacionales comprendidas entre la zona de El Chipote y la Costa Atlántica
nicaragüense, con el nombre de Luz y Verdad, y con los límites
territoriales siguientes: partiendo de la jurisdicción de Cifuentes, pasa
por el Cerro de Capiro, sigue sobre el caño de San Pablo, pasa por Los
Encinos, pasa por Murra, pasa por El Chipote, pasa por Santa Cruz de
Jinotega, pasa por Bocaycito, pasa por Quisilí, pasa por Saslay, pasa por
el cerro de Asa, pasa por el cerro de Cola Blanca, pasa por Sandybé,
llega al mar v sigue a Carastasca, trepa sobre el río Patuca y concluye en
el punto de salida, Cifuentes. Téngase presente que la creación de este
nuevo departamento en ninguna forma implica prebenda para nuestro
ejército y mucho menos para el suscrito, y que el objeto que se persigue
es el engrandecimiento general de la Patria.
218
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Que por iniciativa del Ejecutivo, el Congreso Nacional de Nicaragua


decrete el mantenimiento íntegro en el nuevo departamento Luz y
Verdad de los elementos bélicos que el Ejército Defensor de la
Soberanía Nacional de Nicaragua ha usado durante la guerra
dignificadora de nuestro honor nacional, y que todas las autoridades
civiles y militares del referido departamento sean nombradas dentro de
los miembros que han integrado nuestro ejército. Los elementos bélicos
que con sangre de patriotas hemos percibido, queremos que
permanezcan en uso del gobierno departamental de Luz y Verdad para
la mejor garantía del orden en nuestra República, y porque en esa
región permanecerá el suscrito, en donde estaremos listos de repeler
cualquier agresión que quisiera hacérsele al Gobierno constituido de
Nicaragua.

Que por iniciativa del Ejecutivo, el Congreso Nacional de Nicaragua


decrete extraer de los archivos nacionales e incendiar todos los
documentos en que se califique de bandolerismo la actitud patriótica de
nuestro ejército, y solamente declarar legal la actitud que asumió el
suscrito y su ejército el 4 de mayo de 1927, cuando el Gobierno de los
Estados Unidos de Norteamérica, con orgullo imponente, amenazó a los
ejércitos nicaragüenses desarmarlos por la fuerza si no se sometían a su
despótico capricho. Este punto que trata de extraer de los archivos
nacionales e incinerar los documentos que nos calumnian, y lo de que el
Congreso declare que es legal la actitud del suscrito es cuestión de
dignidad nacional, ya que por esa actitud Nicaragua, erguida, sigue
siendo República libre, soberana e independiente.

En el convenio definitivo de paz debe dejarse constancia que el Ejército


Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua pide la revisión de los
tratados Bryan-Chamorro, por ser notorio que fueron celebrados por un
Gobierno nicaragüense impuesto por la intervención norteamericana.
Además, el Ejército Defensor de la Soberanía nacional de Nicaragua
exige que la ruta canalera por Nicaragua y la parte posible de construir
una base naval en el golfo de Fonseca sea declarado de la nacionalidad
indohispana; para ese efecto deberá reunirse un Congreso con
representantes de las veintiuna repúblicas de nuestra América racial y
de los Estados Unidos de Norteamérica, en la ciudad capital de la
República Argentina, lo mismo que para decretar la no intervención en
los negocios internos de ninguna de las repúblicas indohispánicas,

219
Gregorio Selser

respetándose su soberanía e independencia y promover un acercamiento


más fraternal que nos solidarice en el común vivir libre de los pueblos
de este Continente.

Se concertó una tregua a partir del día 23 de enero, con una duración de
quince días, lapso durante el cual se entablarían conversaciones para un
armisticio final entre los representantes del Gobierno y los de Sandino.

Pero la Guardia Nacional violó la tregua, fiel a la consigna de no demostrar


demasiado acatamiento al Presidente; no eran los únicos en seguir
prefiriendo la lucha: una parte del Congreso, la mayor parte del Gabinete, la
mayor parte de la prensa, las clases pudientes de Jinotega y Matagalpa y,
sobre todo, la Guardia, heredera mental y física del odio contra Sandino
cuidadosamente imbuido por los invasores, trataron de muy diversas
maneras que no se llegara al acuerdo de pacificación definitiva. Salvatierra
comenta:

“En estas dos poblaciones era tal el deseo de la guerra en la gente rica
que se llegó hasta descender al odio mortal contra mí, porque quería
hacer la paz sin sangre”

Con el pretexto de componer las líneas telegráficas, salieron destacamentos


de Jinotega para atacar al general Adán Gómez, dueño de las alturas de
Zaraguasca, punto situado a media legua de la línea telegráfica más cercana.
El combate librado ocasionó pérdidas para ambos bandos, y tuvo la virtud de
poner de manifiesto una vez más quién era en realidad el que poseía las
riendas de Nicaragua. Junto con el combate se dieron a conocer noticias en el
sentido de que se procedía a fusilar a sandinistas con el pretexto de que eran
bandoleros: un fusilado en Jinotega y cinco en Yalí demostraban de qué
manera expeditiva se superponía la Guardia a los jueces, suponiendo que los
fusilados fueran en realidad bandidos, cosa que, naturalmente, no eran.

La intervención de Sacasa para hacer cumplir la tregua convenida, apenas si


logró obtener el siguiente telegrama:

“Coronel J. Rigoberto Reyes, Jefe del Área del Centro, Jinotega.

El general Sandino por medio de su esposa doña Blanca ha aceptado el


armisticio a contar de las doce meridianas del 23 del corriente, el cual
también nosotros hemos aceptado; pero en vista del avance efectuado
por sus tropas se le ha dicho al general Sandino que sus fuerzas no

220
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

deben interceptar la comunicación entre poblaciones, ni cortar las líneas


telegráficas, y que debe retirarlas de los lugares que constituyen
peligros de choque, como Zaraguasca. Si no las desocupa, avíseme.

A. Somoza, Jefe Director.”

Naturalmente, no condujo a nada, y seguían recibiéndose noticias de


choques. Ante esta situación, Salvatierra entrevista nuevamente a Sacasa y le
solicita una declaración franca de sus intenciones pacifistas; éste se las
renueva, lo que decide al ministro de Agricultura a viajar nuevamente a Las
Segovias. Toma el avión “Tomochic” que piloteaba Julio Zincer, admirador de
Sandino; aterriza el 29 en Jinotega y emprende un nuevo viaje a caballo hacia
el cuartel de Sandino, con quien conversa el día 31. Dejan la conversación
inconclusa hasta el día siguiente. El 1º de febrero de 1933 y sin que nada
previo hubiera hecho sospechar de su resolución, Sandino comunica a
Salvatierra y a sus compañeros de armas su voluntad de viajar a Managua
para entrevistar personalmente a Sacasa. 111

El enviado gubernamental apoya entusiasmado la idea, y despacha correos


informando la novedad. Este telegrama fue destinado al presidente Sacasa:

111
La versión de Salvatierra es la siguiente: “Muy temprano de la otra mañana, primero de febrero,
estábamos en pie, y oímos que una señora, de las dueñas de la quinta, dijo: ¿Y qué le habrá pasado
al general que casi no ha dormido toda la noche? Pocos momentos después salió Sandino de su
aposento, y dijo, paseándose, como tenía de costumbre: ‘He amanecido romántico-trágico; pienso
que la paz debemos de hacerla en estos cinco días, o me mato; y la manera de hacerla es que yo
vaya a entenderme directamente con el Dr. Sacasa’... Yo comprendía que aquella noticia sería de
gran sensación en la Casa Presidencial, porque si las garantías ofrecidas no se cumplían, la cosa se
agravaba para la política del Presidente y para la paz nacional. Todos estos temores tenían su origen
en la desconfianza inquietante que se abrigaba de que los de la Guardia no fueran leales a las
órdenes de la Comandancia general. Esa noche entera no se durmió en la Casa del Gobierno en
Managua...” op. cit., pp. 173-174.
Una versión coincidente la de Belausteguigoitía, op. cit., p. 38: “Todos los partidarios de Sandino
–dice el general Portocarrero--; sobre todo el Dr. Zepeda y yo, hemos creído que, habiéndose
retirado los norteamericanos, no había razón ninguna para continuar la lucha. Estábamos en el
campamento –añade– discutiendo las bases posibles para la paz, cuando al día siguiente el general
Sandino viene hacia mí y me dice:
– “Hoy me he levantado romántico y trágico. Voy a Managua a hacer la paz, y si no la hago, mi vida
ha terminado”.
–No haga usted eso –le dije, adivinando lo que trataba de hacer en caso de malograrse la
tentativa–. Su vida ya no le pertenece.
–No; es algo ya bien pensado –respondió Sandino.
–Ya sabe usted que el general tiene una terquedad invencible. Aquel mismo día llamó a sus jefes, es
decir reunió a sus tropas del destacamento y les explicó su proyecto. Iba a Managua a ver él mismo
al Presidente, y si no lograba su objeto, no viviría un momento más; no era él hombre para estar en
una cárcel, como les dijo. Le diré a usted –continúa Portocarrero–, que estábamos como abrumados.
Los jefes superiores rodeaban al caudillo, tratando de convencerlo, y asomaban las lágrimas a los
ojos de todos. Pero Sandino era inexorable. Fuimos a Jinotega, y ya sabe usted lo demás.”
221
Gregorio Selser

“El general Sandino ha pensado definitivamente que antes de estar en


pláticas distintas, ir con nosotros a Managua a conferenciar directa-
mente con usted. Quiere no hablar mucho, y arreglar la paz de Nicaragua
en estos primeros cinco días de febrero, sin más prórroga. El avión
vendrá mañana 2, en la mañana, y nos iremos inmediatamente. Ruego a
usted dar órdenes terminantes a la Guardia Nacional, de no estar
presente en el campo de aterrizaje y de que su actitud sea de plena
garantía, porque todos vamos garantizando la vida del general Sandino y
su regreso a este campamento general. Es conveniente mantener todo
en absoluta reserva y que en silencio llegue un auto a llevamos
directamente del campo de aterrizaje a la Casa Presidencial.

Respetuosamente,

Sofonías Salvatierra.”

Tanto el Presidente como sus hermanos, Federico y Crisanto, contestaron al


intermediario dando seguridades y garantías de que la persona del libertador
sería respetada. Este, antes de la partida, hizo formar a su tropa y le dirigió
este discurso:

“Hermanos: hemos luchado porque nuestra patria quede libre de


extranjeros interventores. El yankee se ha ido, pero, artero, piensa que
pronto volverá bajo la esperanza de que nosotros seguiremos en la
lucha. Y se equivoca. Pienso que la paz debe hacerse en estos cinco días,
y para hacerla he creído que lo mejor es que yo vaya a entenderme
directamente con el doctor Sacasa. Dejo en mi lugar por los días que
esté ausente al general Lara, leonés, como el doctor Sacasa. Si el doctor
Sacasa, en vez de oírnos, dispone dejarme preso, yo me mataré, y si no
lo hago, cada uno de ustedes queda autorizado para escupirme la cara
por traidor.”112

112
“Había entre Sandino y los jefes que le acompañaban una ligazón muy estrecha; así se explica
que le hubieran seguido en aquel estado de privaciones inenarrables. Esta liga debía tener tales
caracteres, desde luego, que en el campo contrario no esperaban sino la muerte, y tenían de ello
una profunda convicción, hija de las más dolorosas experiencias. La intimidad de esta unión se hizo
más evidente cuando Sandino llamó a todos sus generales a un cuarto separado y al rato vimos salir
a cada uno de ellos enjugándose las lágrimas. Aquellos rudos hombres, que no temblaban ante
nada, lloraban por el viaje inesperado y peligroso del caudillo.” Sofonías Salvatierra, op. cit., p. 180.
222
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El avión arribó el día 2 de febrero a Managua. La nueva circula por la capital;


la Casa de Gobierno se llena de ciudadanos deseosos tanto de conocer a
Sandino como de enterarse de la solución que se dará al pleito. Cuando
quedan solos el héroe y el Presidente, convienen las bases generales de la
paz. Esa misma noche, a las once y cincuenta minutos, se firmaba el convenio,
cuyo texto era el siguiente:
“Salvador Calderón Ramírez, Pedro José Zepeda, Horacio Portocarrero y
Escolástico Lara, representantes del general Augusto César Sandino, y
David Stadhagen y Crisanto Sacasa, representantes respectivamente de
los partidos Conservador y Liberal Nacionalista, convencidos plenamente
de la suprema necesidad de la paz de la República, han convenido en el
siguiente concierto armonioso, que tiene como cimiento el sincero amor
que les inspira el porvenir de Nicaragua y los altos sentimientos de
honor a los cuales rinden homenaje los firmantes.
1º Los representantes del general Augusto César Sandino declaran, ante
todo, que la cruzada en que han estado empeñados él y su ejército ha
propendido a la libertad de la Patria; y de consiguiente, en el momento
actual, desean consignar en nombre de su representado, su absoluto
desinterés personal y su irrevocable resolución de no exigir ni aceptar
nada que pudiera menoscabar los móviles y motivos de su conducta
pública. Quiere él asentar como principio o base inamovible, que ningún
lucro o ventaja material aspira a conseguir.
En vista de las precedentes manifestaciones de elevado desinterés, los
representantes de los partidos Conservador y Liberal Nacionalista rinden
homenaje a la noble y patriótica actitud del referido general Sandino.
2º El general Augusto César Sandino, por medio de sus delegados, y los
representantes de ambos partidos declaran: que en virtud de la
desocupación del territorio patrio por las fuerzas extrañas, se abre
indudablemente una era de renovación fundamental en nuestra
existencia pública; que este suceso es de vital trascendencia en nuestros
destinos nacionales; y que, disciplinados por una doloroso experiencia
consideran como imperativo deber fortalecer el sentimiento colectivo
de autonomía que con unánime entusiasmo conmueve a los nicara-
güenses. A fin de acrecentar tan nobilísima tendencia, los que suscriben
el presente pacto convienen en señalar como punto capital de sus
respectivos programas políticos el respeto a la Constitución y leyes
fundamentales de la República y en mantener por todos los medios
223
Gregorio Selser

racionales, adecuados y jurídicos el resplandecimiento en toda su


plenitud de la soberanía política y económica de Nicaragua.
3º Los delegados del general Sandino y de los partidos reconocen la
conveniencia de cimentar prácticamente la paz en el territorio de la
República, mediante la dedicación fructífera al trabajo de los hombres
que militan al mando del general Augusto César Sandino y asimismo
mediante el abandono gradual de sus armas. Para conseguir de manera
segura la normalización de la vida de esos hombres en las actividades
del trabajo al amparo de las leyes y de las autoridades constituidas, se
adoptarán las siguientes medidas:
a) El Ejecutivo presentará al Congreso Nacional la iniciativa de
amnistía amplia por delitos políticos y comunes conexos cometidos
en el período que se comprende del 4 de mayo de 1927 hasta la
fecha de hoy y de la cual gozarán todos los individuos del ejército del
general Sandino que dentro de quince días de la promulgación de tal
decreto depusieren las armas, e igualmente todos los que con
autorización del propio general Sandino prometieren deponerlas
dentro de tres meses, incluyéndose en los beneficios de la amnistía a
cien personas del mencionado ejército, que podrán conservar sus
armas temporalmente para el resguardo de la zona del terreno baldío
en que tendrán derecho a afincarse y laborar todos los que hubieren
pertenecido a dicho ejército.
b) Para representar a la autoridad administrativa y militar del
Gobierno de la República en los departamentos del Septentrión,
comprendiendo especialmente la zona destinada a labores de los
individuos del ejército del general Sandino y también para recibir
paulatinamente las armas de éstos, el Ejecutivo nombrará como
delegado suyo a don Sofonías Salvatierra, a quien le entregará el
general Sandino, dentro de veinte días de esta fecha, no menos del
veinticinco por ciento de las armas de cualquier clase que tenga su
ejército.
c) La zona de terreno baldío destinada para las labores y a que se
refiere el inciso a) de este acuerdo, habrá de localizarse con
suficiente amplitud en la cuenca del río Coco o Segovia, o en la región
en que convinieren el Gobierno y el general Sandino; debiendo
quedar esa zona distante no menos de diez leguas de las poblaciones
en que actualmente hay régimen municipal.

224
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

d) Los jefes del resguardo de cien hombres armados que se permitirá


conservar, serán nombrados por el Gobierno como auxiliares de
emergencia, escogiéndolos de acuerdo con el general Sandino entre
los miembros capacitados del ejército de éste; pero si después de un
año de la promulgación del decreto de amnistía fuese conveniente, a
juicio del Gobierno, mantener el antedicho resguardo de cien
hombres armados o de menor número, el nombramiento de los
respectivos jefes será al arbitrio del Presidente de la República.
e) El Gobierno mantendrá en toda la República y especialmente en
los departamentos del Norte, por el término mínimo de un año,
trabajos de obras públicas en los cuales dará colocación preferente a
los individuos del ejército del general Sandino que lo solicitaren y se
sometieren al régimen ordinario establecido en estos trabajos.
4º Por el mismo hecho de suscribirse este convenio cesará toda forma
de hostilidades entre las fuerzas de una y otra parte, o sea del Gobierno
constitucional que preside el doctor Juan B. Sacasa y las del general
Augusto César Sandino, para la inmediata mayor garantía de las vidas y
propiedades de los nicaragüenses; y una vez que se firme en definitiva el
presente pacto, por la aprobación del general Sandino y la aceptación
del Presidente de la República, quedará toda la gente del general
Sandino bajo el amparo de las autoridades constituidas, y en consecuencia
obligada a cooperar en la conservación del orden público.
5º Para facilitar el desarme de parte de las fuerzas del general Sandino
y dar abrigo provisional a éstos, se designa la población de San Rafael
del Norte, encargándose al mismo general Sandino el mantenimiento
del orden durante el tiempo que el Gobierno juzgue conveniente.
En fe de lo pactado se firman dos tantos de igual tenor en la ciudad de
Managua, el día dos de febrero de mil novecientos treinta y tres.”

Ante el delirante entusiasmo de los presentes, que se abrazaban vivando


según sus preferencias a los representantes de los bandos, los corresponsales
nacionales y extranjeros fotografiaron el histórico abrazo de reconciliación.
No sólo Sacasa abrazó a Sandino; también lo hizo el Jefe-Director de la
Guardia Nacional, Anastasio Somoza, frente a la máquina fotográfica que
debía perpetuar el abrazo de Judas.

225
Gregorio Selser

XII
¡YO QUIERO PATRIA LIBRE O MORIR!

“Se suma pues la figura de Sandino, a lo más grande que exista en el


Panteón de la estirpe. Tanto más grande su figura cuanto más
incomprendida en estos tiempos viles. Y este juicio no me lo arranca
ningún transporte lírico sino el recuerdo de una sala elegante de
cinematógrafo en una ciudad lujosa de esta ciega América nuestra: en la
pantalla supuestos aviones del ejército norteamericano ametrallaban en
la selva tropical a una partida de nativos, sandinistas, aunque no lo
expresaba claramente el título, y toda la sala, llena de los elegantes,
aplaudía a rabiar a los aviadores, bien vestidos, que fingían ser oficiales
norteamericanos y hacían como que derrotaban a las huestes
desgarradas de los patriotas.”113

José Vasconcelos

La primera demostración de buena voluntad de parte del Gobierno, la dio el


Congreso, votando un crédito extraordinario de ciento veinte mil córdobas
para gastos de pacificación y obras públicas; pero resultaba infructuosa ante
la agresividad hostil de los elementos de la Guardia en San Rafael, que
prevalidos de su autoridad aprovechaban la oportunidad que les brindaba el
desarme de sus enemigos de siempre, para vejarles y maltratarles.

Así se dio el caso de que el mismo día de la llegada de Salvatierra a San Rafael,
tomó conocimiento de los preparativos de atrincheramiento que realizaba la
Guardia en Yucapuca, cerro situado en el camino por donde las tropas al
mando de Pedro Altamirano debían pasar para reconcentrarse en San Rafael.

Gracias a su inmediata intervención pudo evitar el choque entre esas fuerzas,


pero no el que soldados desarmados del ejército sandinista, ya provistos de
salvoconducto para regresar a sus hogares, resultaran heridos o contusos por
las persecuciones de la Guardia en poblados y caminos donde los encontraban.
Y así se dio el caso de que en Pueblo Nuevo, el 15 de febrero, se produjeran
muertes de licenciados sandinistas a manos de las tropas de Somoza.

113
José Vasconcelos, Bolivarismo y monroísmo, p. 190. Edit. Ercilla, Santiago de Chile. 1937.
226
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Con tal motivo, Salvatierra enviaba este telegrama a Sacasa el día 16:

“Tengo la honra de transcribirle el siguiente mensaje, que ahora estoy


dirigiendo al Jefe-Director de la Guardia Nacional y al mayor Baca, del
Ocotal:

“Lamento profundamente choque Guardia con licenciados


sandinistas en Pueblo Nuevo. Es incomprensible todo esto. Harto
se ha repetido que ya no hay llamados bandoleros enfrente, sino
gente que se desarma de armas que van a quedar pronto en poder
del Gobierno. Ya se ha dicho y repetido que con esa gente no debe
procederse en forma bélica. A esa gente la han encontrado
desarmada. Hay que ayudar con patriotismo y buena voluntad al
Dr. Sacasa, Presidente de la República, a sacar airosa a la Nación
de este trance difícil. Ya dije que los primeros licenciados no
llevaban salvoconducto, y ya he manifestado que Doroteo
Hernández está entre los licenciados de esa manera. Hágase cargo
usted, general Somoza, de las dificultades de todo género que
afronta esta Delegación para no aumentárselas.
Muy atte., Salvatierra."

“Yo agradezco, señor Presidente, que el jefe director me transcriba


quejas, pero también le agradecería que me transcribiera órdenes
terminantes que da. Como usted ve, el caso es grave, porque uno de los
mayores temores de Sandino y de su gente es que una vez desarmados
los maten. Ante las representaciones que constantemente me hace,
siempre hallo explicaciones satisfactorias que lo tranquilizan. Pero
cuando sepa lo de Pueblo Nuevo, no sé como explicárselo, yo tengo la
más firme buena voluntad de servirle a la República y al Gobierno de
usted en esta trascendental tarea; pero estoy llegando a pensar si yo no
constituyo un obstáculo a una política que desconozco, obstáculo que
estoy pronto a remover con todo honor…”

Somoza, a instancias de Sacasa, se decide finalmente a recomendar a sus


subordinados la observancia del pacto de paz, “reservando únicamente las
medias de represión para los casos inevitables y bien justificados”.

227
Gregorio Selser

El 22 de febrero, Sandino procede a la entrega de armas estipulada, en


presencia del coronel Reyes, de la Guardia y de Salvatierra, armamento que
consiste en 14 rifles Winchester, 8 rifles Mauser, 28 rifles Infume, 8 rifles
Remington, 6 escopetas de taquear, 1 rifle Remington calibre 22, 2 rifles
Mauser sin culata, 2 rifles Krag sin culata; 1 rifle Springfield sin culata, 10
ametralladoras Thompson, 9 ametralladoras Browning, 2 ametralladoras
Lewis y 3.129 tiros. Declara poseer en la montaña un número no precisado de
rifles, pero que la mayor parte del armamento es el que ha entregado,
comprometiéndose a hacerlo con el resto en los dos meses siguientes.

Su buena fe o su ingenuidad, que en materia política no pueden disculparse,


le colocan a merced de sus enemigos. Se entrega inerme en la creencia de
que su honestidad es la de todos, de que su sincero deseo pacifista es
comprendido, respetado y correspondido. Pero no sólo entrega su vida sino
también la de quienes le acompañaron a través de sus años de azarosa y
permanente lucha: vueltos a sus hogares o en camino de hacerlo, son
apaleados, perseguidos, encarcelados, torturados y finalmente muertos, en
un alarde de sadismo del que desgraciadamente está llena la historia de los
pueblos centroamericanos.

Cuando Sandino viaja a Managua por segunda vez, a fines de mayo, para
recabar de Sacasa el cumplimiento del pacto contraído y garantías para sus
hombres desarmados, la maledicencia hace circular el rumor de que va a
solicitar dinero. El error en que había incurrido el héroe, al no hacer constar
en el pacto de paz las condiciones que habían sido estipuladas en el Protocolo
inicial –a que ya hemos hecho referencia– le presentaban como renunciando
a sus aspiraciones en favor de una Nicaragua libre del pacto Chamorro–Bryan
y de las leoninas condiciones de los pactos económicos.

Sandino fió como siempre en el honor, ignorante de que en política el honor


es una mala palabra. Y porque Sacasa le prometió de palabra cumplir con esa
aspiración, celebró el tratado que en definitiva lo único que consignó fueron
las condiciones bajo las cuales Sandino firmaba su sentencia de muerte. 114

114
La aseveración de que el meollo de la intervención reside en factores estratégicos y políticos está
dada por la conversación sostenida entre Vicente Sáenz y el presidente Sacasa, el 6 de febrero de
1933, reproducida por el primero en Rompiendo Cadenas, pp. 239 y ss., de donde entresacamos los
siguientes párrafos:
“Sáenz: –La cuestión económica, doctor, me parece que nunca ha sido el eje de las intervenciones
norteamericanas en Nicaragua. Aquí no hay cuantiosos capitales de la gran potencia invertidos en
comercio, ni en agricultura, ni en ganadería, ni en industrias que ameriten la llegada de acorazados
y el desembarque de marinos. Con excepción de la mina “La Luz y Los Ángeles”, de la que el
secretario de Estado Knox y la familia Fletcher tuvieron el control de las acciones, siendo Adolfo
228
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Cuando Vicente Sáenz visitó al presidente Sacasa, el 6 de febrero, le hizo


notar las posibilidades que tenía para que, en unión de El Salvador y Costa
Rica, y con el respaldo de las tropas de Sandino, denunciara el Tratado Infame
(Bryan-Chamorro) y el Tratado General de Sumisión (Paz y Amistad, de 1923).

A sus instancias (“El pueblo entero le respaldaría, doctor, en el caso de que


los traidores quisieran aprovecharse”), Sacasa se muestra irresoluto y débil
(“Aquí las cosas son muy diferentes, amigo. No me atrevo. Me inclino a los
procedimientos que siempre he practicado, y que se pueden resumir en la
palabra prudencia”). La prudencia no le salvó de ser derribado, luego de
haberse consumado el asesinato de Sandino.

Este, que a su regreso de su segundo viaje a Managua había recibido el duro


golpe de la muerte de su compañera, doña Blanca, después de dar a luz una
niña en 2 de junio, ve añadidos otros golpes, provenientes esta vez del campo
político, y del cada vez mayor desenfreno con que actuaba la Guardia: en Las
Segovias, seguía aplicando la ley de fugas; violaba mujeres, como las de Apalí;

Díaz tenedor de libros con 35 dólares a la semana; de unos cuantos concesionarios que forman
compañías ad hoc para talar y explotar bosques nacionales; y de algunas siembras de bananos en la
costa atlántica, no hay noticia de otros intereses norteamericanos en territorio nicaragüense.
Sacasa: –Pero existen contratos con instituciones bancarias de los Estados Unidos, consecuencia de
los empréstitos que hemos celebrado. Es decir, en íntima relación con las inversiones de capital
extranjero que constituyen nuestra deuda exterior.
Sáenz: –Si no estoy mal informado, la deuda externa de Nicaragua es solamente de 2.300.000
dólares, parte mayor a banqueros ingleses y el saldo, parte mucho menor, a “prestamistas” de Wall
Street que nunca prestaron nada porque usaban los propios fondos de la república para simular
empréstitos. Todos sabemos que se posesionaron de los tres millones que produjo el Tratado
canalero de 1914. Pues bien, el costo de una intervención como la que ha sufrido el país durante
tanto tiempo, supera en un año a los 2.3OO.OOO dólares que Nicaragua debe en total a Estados
Unidos e Inglaterra.
Sacasa: –Ciertamente, en números redondos, eso es todo lo que debemos al extranjero.
Sáenz: –Se deduce entonces, doctor, que el eje de la intervención es aquí de índole política, militar
o estratégica, como el devoto metodista Frank B. Kellogg lo declaró, públicamente, en 1926.
Concretando: la desgracia de Nicaragua, que es la desgracia de Centro América, consiste en lo que
debiera ser una de sus más seguras fuentes de riqueza y de progreso, la apertura del canal
interoceánico. Y el bien se ha convertido en mal por el Tratado Bryan-Chamorro, el tratado de la
traición, el tratado del imperialismo...
Sáenz: –Si en lo que atañe al Tratado Bryan-Chamorro, pretexto básico de la intervención
extranjera, usted lo deja como está; y si tampoco denuncia el de 1923, que Washington utiliza para
imponernos su voluntad, ¿cómo va a resplandecer la autonomía, según se estipula en las
condiciones de paz firmadas por usted y el general Sandino hace apenas cuatro días, el 2 del
corriente?
Sacasa: –No es posible mover estas cosas sin provocar a los contrarios, a los conservadores que las
suscribieron y aceptaron como buenas. Respecto de los Tratados de 1923, creo sinceramente que
son necesarios. Además, no es correcto desechar la buena voluntad del gobierno de los Estados
Unidos, que está deseoso de ayudarnos. Encuentro demasiado radical la tesis de El Salvador y de
Costa Rica. Lo que en mi concepto debe hacerse es una simple revisión de esos convenios,
corrigiendo lo malo y dejando lo bueno...
229
Gregorio Selser

se desacataba a funcionarios prominentes y públicamente desconocía la


voluntad del Presidente, al extremo de que el diario de Chamorro, “La
Noticia”, sostenía en editorial de 6 de febrero que: “en estos momentos,
Sandino está dejando de ser el problema militar del país” y que, en cambio,
“la Guardia Nacional se está convirtiendo día a día en el verdadero problema
de la paz nacional”.

La preocupación de Sacasa no se tradujo en medida alguna que previera el


golpe que se preparaba. Jugaba a torear mutuamente a Sandino y Somoza, 115
en la creencia de que el mantenimiento de su supuesta rivalidad constituía la
garantía de su estabilidad. El no menos ingenuo Salvatierra creía que
resolviendo las desavenencias entre Somoza y Sandino desaparecerían los
peligros de choques. A tal efecto, concertó entrevistas, ”cordiales inter-
cambios” donde “se canjearon recíprocos manifiestos y se obsequiaron
fotografías, todo con el conocimiento y aprobación del Presidente”. Esto
sucedía en ocasión del tercer viaje de Sandino a Managua, ocurrido a fines de
noviembre y principios de diciembre de 1933; el día 9 el héroe regresa a
Wiwilí. El viaje siguiente será el último que realizará.

A principios de febrero de 1934, con ocasión de celebrar Somoza su


cumpleaños, fue agasajado de tal manera por la Guardia, que los festejos
duraron toda la semana, llamada en su honor Semana Somoza. Los detalles
de la fiesta llenaban las páginas de los diarios de Managua, aunque no al
extremo de que figuraran allí mismo noticias de nuevos avances de la Guardia
sobre el campamento de Wiwilí, donde estaban concentrados la mayor parte
de los efectivos licenciados del ejército de Sandino. A raíz del peligro que
entrañaba para su gente, Sandino escribió a Sacasa. Hubo un intercambio
epistolar, de resultas del cual se convino en que el héroe haría un nuevo viaje
a Managua.

115
Según William Krehm, op. cit., pp. 16-22, “Sacasa no tenía ninguna prisa de liquidar a Sandino
como factor político, porque eso lo dejaría solo e indefenso frente a su ambicioso Comandante de
la Guardia Nacional. Somoza no estaba contento con el arreglo. Trató de amarrar ambos cabos
hacia el centro. A pesar de que sus guardias combatían y ocasionalmente asesinaban a los
sandinistas, buscó el camino para ganarse la confianza del jefe guerrillero. En diciembre de ese
mismo año propuso una alianza a un teniente de Sandino contra Sacasa. “El viejo imbécil está
arruinando al país. Se me opone solamente porque sabe que Sandino lo respalda. Juntos podríamos
forzarlo a hacer un nuevo Gabinete, con Sandino como ministro de la Guerra”.
“Cuando el guerrillero se rehusó a caer en la trampa; don Tacho le llenó a Sacasa la cabeza con
historias de un inminente golpe de Sandino. Pero Sacasa, con objeto de hacer equilibrio a su
engreído pariente, nombró a un oficial de Sandino para encargarse de cuatro departamentos del
norte. Así tiraba el guante a Somoza.”
230
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El trimotor en que viajaba Salvatierra hacia Las Segovias para recoger a


Sandino aterrizó en Jinotega. Desde allí el ministro se puso en contacto
telegráfico con Federico Sacasa; éste le informó que para el siguiente día, 16
le esperaban junto con Sandino, y agregó:

“Aquí está conmigo el general Somoza, dice que lo saluda, y que si hay
excitación en Jinotega irá con gusto mañana a esa hora para hacerle
compañía al general Sandino.”

El general Sandino no estaba tranquilo. Ese sexto sentido de que alguna vez
hablara le estaba advirtiendo del peligro que corría. Al encontrarse con
Salvatierra, por la noche del 15, le dijo:

“– Me están rodeando; desde hace como un mes la Guardia está


tomando posiciones en torno de Wiwilí. ¿Qué es esto? El Presidente me
está engañando.
– No –le objetó Salvatierra– el Presidente es leal.
– Pues entonces sus subalternos hacen lo que quieren. Los guardias
dicen que me van a destruir. Destruir... Destruir... Como si no supiéramos
lo que tenemos que hacer. Destruir a hombres que viven trabajando y
enseñándole al país cómo debe trabajar, ellos que son una carga para el
Tesoro público, oficialitos improvisados, que no tienen más vida que
comer y beber. El general Somoza piensa destruirme. ¿Y qué vale el
general Somoza? Vale por el empleo que tiene. Después nadie lo
vuelve a ver. Yo sí, yo sí soy caudillo. Yo puedo quedar desarmado; pero
con un grito que lance, ahí no más tengo la gente, porque en mí sí
creen. Yo no quiero la guerra; pero cómo va a ser posible que no pueda
esta gente vivir en paz en su propia tierra. La Guardia los está matando,
todos los días los mata. La prueba de que quiero la paz es que voy al
llamado del doctor Sacasa.

A pesar de sus prevenciones, tomó el avión para Managua. Le acompañaban


Salvatierra, los generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, su
hermano Sócrates y algunos simpatizantes suyos. Llegado que hubo a la
capital, sostuvo esa misma tarde una entrevista con Sacasa y sus hermanos
Crisanto y Federico, donde se establecieron las garantías definitivas que se le
darían a él y a su gente contra la agresividad de la Guardia.

231
Gregorio Selser

Como existía una cantidad de armamentos pendiente de entrega en Las


Segovias, Sandino advirtió que recomendaría a sus partidarios defenderse
como pudieran y que si su presencia era lo que motivaba la tirantez existente,
estaba dispuesto a abandonar el país.

“Yo no tengo que ver en que haya Guardia o no, ni en las personas que
la dirijan; yo mismo, como ciudadano que soy, estoy obligado a pagar
los impuestos para mantener el Ejército o la Guardia, o como se llame;
lo que quiero únicamente es que se nos den las garantías constitucionales
y que se constitucionalice la Guardia”.

Las declaraciones de Sandino, todas de un sentido legalista y de concordia,


fueron publicadas, aunque un diario las tergiversó tan maliciosamente, que le
hizo aparecer declarando que en Nicaragua existían tres poderes: el
Gobierno, la Guardia y él. Claro está que un pensamiento de esa índole no
podía ser del agrado de Somoza. Con todo, éste no tuvo inconveniente en
abrazar a Sandino el domingo 18, en la Casa Presidencial. El día 19, y de
acuerdo con las conversaciones mantenidas, el héroe envía al presidente
Sacasa la siguiente nota:

“Excelentísimo señor Presidente: Como usted tiene presente, en los


convenios de Paz firmados el 2 de febrero de 1933 entre usted y yo, con
la asistencia de las Delegaciones de los partidos Conservador y Liberal
Nacionalista, y de cuatro delegados del suscrito, en mi carácter de jefe
supremo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua,
se estipula en el artículo dos del referido convenio que los partidos
Liberal y Conservador señalarían como puntos capitales de sus
respectivos programas políticos el respeto a nuestra Constitución y leyes
fundamentales de la República y en mantener por todos los medios
racionales y jurídicos el resplandecimiento en toda su plenitud de la
soberanía e independencia política y económica de Nicaragua.

Comprendo, pues, señor Presidente, que el partido Liberal ha llegado al


poder encontrando muy estrecha la independencia política y económica
del país, y que por esta misma razón de no independencia es que existe
una institución militar apolítica en Nicaragua, con reglamentos extraños
a nuestra Carta Fundamental.

232
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Comprendo sus fervientes deseos de encauzar al país dentro de nuevas


leyes; pero que hay el inconveniente de la existencia de la Guardia
Nacional; con formas y procedimientos inconstitucionales, y el resguardo
de emergencia que usted tiene en el Río Coco, al mando de los
generales Francisco Estrada y Juan Santos Morales; fuerza ésta que es
constitucional desde el momento que es puesta por usted en su
carácter de Presidente de la República y comandante general, y que está
al arbitrio de usted para su continuación o no.

Sin embargo, señor Presidente, como en los mismos Convenios hay la


obligación de su parte de dar garantías eficaces a la vida e intereses de
los hombres que militaron a mis órdenes en la recién pasada campaña
que sostuvimos contra las fuerzas interventoras de los Estados Unidos
en Nicaragua, y ya que esa indispensable garantía no podía realizarse sin
corregir la forma y procedimientos legales de la Guardia Nacional, deseo
reiterar a usted las pruebas de mi cooperación franca y leal, en los casos
que en alguna forma pueda yo contribuir al mantenimiento de la paz.

Con el propósito de que usted, por parte de la gente que militó


conmigo, no tenga ninguna dificultad para el desarrollo de su programa
de gobierno, y de ofrecerle asimismo las facilidades para que regla-
mente la forma y procedimientos de la Guardia Nacional de acuerdo con
la Constitución de la República, influiré en el ánimo de los hombres que
integraron mi ejército, a fin de que unánimemente demos a usted un
voto de confianza en el sentido de fortalecer su autoridad y pueda hacer
más eficaces las garantías a que nos dan derecho los Convenios del 2 de
febrero de 1933 y pueda también durante un tiempo determinado
verificar la reglamentación de la Guardia Nacional.”

Lo básico de esta carta será saber de usted la manera de garantizarnos,


tanto la constitucionalización de la Guardia como los otros modos de
garantizar la vida e intereses de todos los hombres, quienes militaron a
mis órdenes durante la reciente pasada campaña que sostuvimos contra
las fuerzas interventoras.

De usted muy atento servidor, Siempre más allá,

A. C. Sandino.

233
Gregorio Selser

La respuesta de Sacasa tiene fecha del 20 de febrero, y es como sigue:

“Señor general Augusto C. Sandino. Estimado general: Impuesto de los


conceptos de su atenta carta de ayer, me complace manifestarle, desde
luego, que estoy de acuerdo con usted en el objetivo altamente
patriótico del Convenio de Paz que suscribimos a 2 de febrero de 1933,
con la intervención directa de los delegados de los partidos Conservador
y Liberal Nacionalista de la República.

Aunque la apreciación personal de usted difiere sustancialmente de la


mía sobre varios puntos de que trata en su carta, no considero del caso
entrar en detalles específicos, puesto que, por otra parte, abundo en
buena voluntad para satisfacer amplia y razonablemente los deseos de
usted en todo lo que propenda a mejorar el funcionamiento de la
Guardia Nacional, creada para el sustentáculo de las instituciones de la
República, y para dar eficaz garantía a todo nicaragüense, sin distinción
de ninguna clase, al amparo de la Constitución y las leyes.

Precisamente, un régimen de justicia por parte de la autoridad, y una


vida ordenada, de paz y de trabajo por parte de sus habitantes, son
indispensables para la conservación y replandecimiento pleno de nuestra
autonomía nacional.

Por eso me he encontrado siempre dispuesto, o más bien dicho


decidido, a poner mi contingente en el propósito de que la ley orgánica
y reglamentos de la Guardia Nacional se corrijan en breve, lo cual se
realizará dentro del primer semestre de este año, para amoldarlos a la
Constitución y al sistema administrativo legalmente establecido en el
país.

Me doy el gusto de manifestarle, que mientras se lleven a la práctica


esas necesarias reformas, y para inspirar mayor confianza en el ánimo
de usted, mandaré a los Departamentos del Norte un delegado del
Ejecutivo y de la Comandancia General, a cuya orden directa estará la
fuerza pública de aquella región, y a quien daré el encargo especial de
recoger todas las armas que se hallan fuera de control del Gobierno, así
como el de atender con solicitud a la protección de los hombres que
militaron bajo el mando de usted.

234
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Con el mayor agrado le dirijo esta carta en forma de satisfacer a los


deseos expresados por usted, por la actitud patriótica que se ha
demostrado inquebrantablemente desde que firmamos el Convenio de
Paz, y también por las manifestaciones espontáneas que me ha hecho
en cuanto al fortalecimiento de mi autoridad, las que le agradezco muy
sinceramente. De usted atentamente,

Juan B. Sacasa.

El día 21 se hizo de conocimiento público este supuesto arreglo, que no era


sino una reiteración de vaguedades por parte del Gobierno, que Sandino no
estaba en condiciones de captar a través del fárrago de promesas y lindas
palabras con que estaban adornadas. Los diarios dieron a publicidad ambas
cartas, como informaron también que al día siguiente el héroe viajaría a su
pueblo natal, Niquinohomo.

A las cinco de la tarde de ese día 21, llegaron a la Casa Presidencial Sandino y
su padre, acompañados de los generales Estrada y Umanzor. Invitados a cenar
por el Presidente, permanecieron allí hasta las diez de la noche, en compañía
del general Portocarrero, probable emisario gubernamental para los departa-
mentos segovianos y de los hermanos del mandatario. A la salida ocurrió la
tragedia.

Los diarios, como de costumbre, fueron muy poco explícitos en dar detalles
de la masacre. Se trataba de un enemigo declarado de los Estados Unidos, y
era lógico suponer que las agencias noticiosas tuvieron mayor interés en no
difundir nuevamente por el mundo noticias sobre el nuevo crimen perpetrado
contra Nicaragua en la persona de su representante más noble y desinteresado,
que en divulgarlo para que inevitablemente se asociara su muerte a manejos
de los enemigos a quienes había logrado derrotar.

No obstante, existen dos versiones dignas de crédito. Las dos provienen de


personajes que intervinieron en los hechos, uno como sujeto pasivo y el otro
como activo. La primera se debe a Sofonías Salvatierra, a su pesar
instrumento de las maquinaciones de Somoza; 116 la otra la proporciona
Abelardo Cuadra,117 uno de los soldados que perpetraron el asesinato; tanto
en sus detalles como en sus conclusiones no difieren mayormente.

116
Sofonías Salvatierra, op. cit., pp, 244 y siguientes.
117
“Bohemia”, revista editada en La Habana, Cuba, n º 7, año 41, febrero 13 de 1949, reproducida en
“Revolución” (órgano del Partido Revolucionario Nicaragüense), San José de Costa Rica, mayo de
1954.
235
Gregorio Selser

Según ellas, en la tarde del 21 de febrero de 1934, la Guardia Nacional


celebró consejo de guerra en la residencia de su jefe, Somoza. La respectiva
citación advertía que se trataba de “una cosa muy importante”. De ese
consejo participaron el general Gustavo Abaunza, segundo jefe de la Guardia
Nacional, el coronel Samuel Santos, los mayores Alfonso González, Diego
López Roig, Lisandro Delgadillo, Policarpo Gutiérrez, el capitán Francisco
Mendíeta, los tenientes Federico Davidson Blanco, Antonio López Barrera,
Ernesto Díaz, el subteniente César Sánchez, el general Camilo González y
algunos más, incluido el teniente Abelardo Cuadra, siendo en total dieciséis
personas.

Al declinar la tarde apareció en la reunión Somoza, cuyas palabras fueron


estas:

“Vengo de la embajada (norte) americana donde acabo de sostener una


conferencia con el embajador Arturo Bliss Lañe, quien me ha asegurado
que el gobierno de Washington respalda y recomienda la eliminación de
Augusto César Sandino, por considerarlo un perturbador de la paz del
país".118

Siguió a esto la redacción y firma de un acta, cuyo contenido comprometía a


todos los presentes como autores materiales del asesinato, para el caso de
que se filtrara alguna infidencia por parte de cualquiera de ellos.

El plan consistía en reunir unos treinta hombres, seleccionados de las


compañías 15 y 17 de Campo de Marte y de la Guardia, y al mando de los
mayores Delgadillo y Gutiérrez y los tenientes López Barrera y Federico
Davidson Blanco trasladarlos en el camión “G. N. Nº 1” al campo de aviación,
donde se establecerían a la espera de Sandino, que debía de pasar cerca de
allí en camino de o hacia la casa del ministro Salvatierra, donde residía
durante su estada en Managua. Todo se hizo conforme a este plan, pero
ocurrió una variante: el pelotón fue informado de que Sandino se encontraba
en el palacio presidencial, en compañía de los generales Estrada, Portocarrero
y Umanzor, Santos López, Gregorio Sandino, Federico y Crisanto Sacasa,
departiendo con el Presidente y con el ministro Salvatierra.

En efecto, Sandino había cenado allí. Al término de la comida, se habló de la


constitución de una compañía para explotar lavaderos de oro en la región del
río Coco; se trazaron sus bases, y la escritura pública de sociedad que iba a ser

118
Abelardo Cuadra. Op. Cit.
236
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

autorizada por el Dr. Alejo Icaza cuando regresara de Niquinohomo –adonde


pensaba viajar– el general Sandino. A eso de las diez de la noche todos
salieron de la casa de gobierno. El presidente Sacasa despidió a Sandino con
un abrazo; éste invitó al general Portocarrero y a Calderón Ramírez, otro
visitante, a hacerles compañía en el automóvil con el cual pensaban regresar.
Los invitados declinaron la invitación, alegando, junto con Sacasa, que debían
esperar al general Somoza para resolver en común los detalles de la
delegación que debía viajar en breve a Las Segovias.

Fueron acompañados hasta la salida por el hermano del Presidente,


Federico. En la parte posterior del automóvil tomaron asiento Sandino, su
padre y Salvatierra; en la anterior el chofer y los generales Estrada y Umanzor.
El Palacio Presidencial ocupa la eminencia de la Loma de Tiscapa, a cuyo pie
está situado el Campo de Marte. Al acercarse el automóvil a una de las garitas
o retenes llamado “El Hormiguero”, su paso fue obstruído por un automóvil,
donde aparentaban arreglar un desperfecto varios soldados, comandados por
el sargento J. Emilio Canales quien, portador de una ametralladora
Thompson, dio la voz de alto. El chofer frenó. Estrada y Umanzor, previendo
la celada, desenfundaron sus armas, pero Sandino, en atención a que ni su
padre ni Salvatierra podían usarlas ni “eran gente de pelea” les disuadió de
utilizarlas.

El mayor Delgadillo, disfrazado de cabo de la Guardia Nacional, se acercó


entonces notificándoles de su detención y requisando sus revólveres. Fueron
conducidos a pie hasta la cárcel de “El Hormiguero”, en cuyo patio
permanecieron, siempre vigilados con ametralladoras de mano. Se dio la
casualidad de que la hija del Presidente, Maruca Sacasa, que viajaba en otro
automóvil, detrás del de Sandino, fue testigo de su detención. Protestó de la
misma, alegando que el caudillo venía de cenar con su padre; al comprobar
que era inútil, volvió a Palacio e informó a Sacasa de lo ocurrido. Este llamó
de inmediato a Campo de Marte, pero sus llamadas, por órdenes de Somoza,
no fueron atendidas.

Somoza, a todo esto, se hallaba confortablemente sentado, escuchando un


recital ofrecido por la poetisa chilena Zoila Rosa Cárdenas, en Campo de
Marte, donde por primera vez se efectuaba un acto de esa naturaleza. El plan
a desarrollar consistía en atacar la residencia del ministro Salvatierra, donde a
la sazón se hallaba el hermano de Sandino, Sócrates, y simultáneamente
asesinar al caudillo. La señal para el ataque la darían disparos hechos desde
un lugar conocido con el nombre de Campo de Larreynaga.
237
Gregorio Selser

Sandino trató de evitar su suerte, que preveía, y convenció al mayor


Delgadillo para que enviara un mensaje suyo a Somoza. Según Salvatierra,
Sandino dijo:

“¿Por qué se hace esto, si todos somos hermanos? Hemos hecho la paz
y estamos procurando el resurgimiento de Nicaragua por medio del
trabajo; yo no he hecho otra cosa que luchar por la libertad de
Nicaragua; hace como tres noches el general Somoza me ha dado un
abrazo en señal de armonía y antes yo lo he visitado a él en su casa y el
general Somoza me ha visitado a mí; el general Somoza me ha dado un
retrato con su dedicatoria, y yo le he dado otro con la mía; llamen al
general Somoza, que venga a decirme lo que desee, que me hable...”

Delgadillo regresó de Campo de Marte notificando a Sandino que no había


podido hacer llegar su mensaje a Somoza. Sandino estaba inquieto hasta ese
momento, contrastando su actitud con la serenidad de Estrada y la pétrea
inmovilidad de Umanzor, descendiente de indios y negros; pero cuando
comprendió que su muerte había sido decidida, tornó a cobrar su calma
habitual. Instantes después entró al patio un pelotón de guardias. El que lo
comandaba, ordenó al padre de Sandino, don Gregorio, y al ministro
Salvatierra, que permanecieran allí, en tanto Estrada, Umanzor y el caudillo
eran conminados a ascender al camión “G. N. Nº 1”. Salvatierra intercedió,
interrogando al comandante si estaba obedeciendo órdenes del presidente
de la República. Antes de que el interpelado contestara, Sandino dijo:

“–No, es orden militar y esa se acata inmediatamente.”

Lo hizo, en efecto, dirigiéndose en primer término al camión. No hubo


despedidas.

El camión, en el cual viajaban en cuclillas los tres generales, tomó rumbo


hacia un lugar conocido con el nombre de “La Calavera”, en el campo de
Larreynaga. Salvatierra comentaba después:

“... no creía que mataran al general Sandino... pensé que lo sacarían del
país... que le exigirían que retirara su carta al Presidente y que se
comprometiera a entregar las armas sin más palabras...”

Pero Sandino fue efectivamente asesinado. Cuando los tres sentenciados


bajaron, Sandino pidió que le dieran un vaso de agua y que le permitieran
orinar.

238
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Le fueron negados ambos pedidos, posiblemente por temor a que el caudillo


tratara de fugar. Ello motivó a que Estrada dijera a Sandino: “No le pida nada
a éstos, general, deje que nos maten.” Se trató de registrar sus bolsillos.
Sandino se negó; Umanzor, por su parte, se adelantó a entregar el contenido
de los suyos, al sargento que ya se le acercaba.
Sandino, de pie, con las manos en los bolsillos, opinó: “Mis líderes políticos
me engañaron.” Luego vino la muerte. Sentados en un promontorio, los tres
mártires, Sandino a la derecha, Umanzor al centro y Estrada a la izquierda,
esperaron de esa forma la granizada de balas.
El mayor Delgadillo debía dar la orden, pero no quiso presenciar la masacre;
retirándose a una prudencial distancia y poniendo en manos del subteniente
Carlos E. Monterrey el mando del pelotón, se contentó con disparar al aire la
señal que autorizaba a éste a hacer fuego. Una bala penetró en la cabeza de
Sandino, atravesando sus sienes; otra, por la tetilla izquierda. Estrada fue
alcanzado por dos balas en el pecho. Umanzor, en cambio, recibió cinco tiros
en la cabeza. Las balas fueron disparadas con ametralladoras. Al oírlas, en “El
Hormiguero”. Según Salvatierra, serían cerca de las once de la noche. A la una
de la mañana del día 22:
“llegó a la cárcel el ministro norteamericano, señor Arturo Bliss Lañe, y
nos invitó a seguirle, tomamos su automóvil y nos llevó a la Legación
cuya hospitalidad nos ofreció. Le avisé por teléfono al Presidente,
manifestándole que prefería irme a la Casa Presidencial. El Dr. Sacasa lo
aprobó, y el diplomático extranjero tuvo la amabilidad de acompañarnos.
Cuando llegué a la Casa de Gobierno lo supe todo”.119
Supo más, en efecto. Supo que hubo una segunda parte, a cargo de la mitad
del pelotón, que había quedado en el aeródromo, cerca de su propia casa.
Cuando se escuchó el tiroteo que había acabado con Sandino y sus dos
camaradas, fue sometida a un asalto con ametralladoras la casa de
Salvatierra, cuya esposa e hija se hallaban milagrosamente ausentes. En
cambio, residían allí el yerno de aquél –Rolando Murillo–, Sócrates Sandino y
el general Santos López. Este último, que se defendió con una ametralladora
de mano, fue el único que consiguió, aunque herido, escapar del cerco de
fuego. Los dos restantes y un niño de diez años que cruzaba en esos
momentos la calle, fueron acribillados a balazos. Comandaban estas fuerzas
de Somoza el mayor Policarpo Gutiérrez y el teniente Federico Davidson
Blanco.
119
Sofonías Salvatierra. Op. Cit., p. 246.
239
Gregorio Selser

Los cadáveres fueron conducidos al campo de Larreynaga, donde fueron


despojados de todos sus efectos de valor. A Sandino, además de despojarle
de su traje, le quitaron un reloj, una leontina de oro y un anillo de brillantes.
Sólo muerto habían podido ponerle una mano encima al caudillo... Luego,
todos juntos fueron arrojados a una fosa, abierta junto al lago, “casi al frente
de la parte de la primera galera que mira al lago... en la parte del hospicio
Zacarías que mira al Oriente”, donde “hay dos cuadras o galerones que se
ocupan u ocupaban en aquel entonces para dormitorios de los soldados”.

No fueron ellos los únicos masacrados. Hubo, en efecto, una tercera parte en
la trama urdida por Somoza. 120 Esa misma noche, con escasa diferencia de
horas, la Guardia Nacional completó el cerco de Wiwilí y procedió a una
concienzuda matanza de las huestes de Sandino, que, desarmadas, vivían allí
con sus familias. Krehm da la cifra de 300 muertos, entre hombres, mujeres y
niños. Vicente Sáenz, en cambio, sostiene que la cifra es “muchas veces
mayor”, debiéndose agregar a ella las ocasionadas en la matanza de Jinotega,
donde las tropas ni siquiera se tomaron el trabajo de enterrar a las víctimas:
“...durante 24 horas los cuervos, los canes y los cerdos de los alrededores se
dieron un largo festín de carne humana”.

Para agregar a la biografía del asesino de Sandino existe otro dato, suminis-
trado por José N. Castro: 121

120
Existen muchas versiones más, entre ellas la resumida por William Krehm, que agrega datos de
interés sobre el comportamiento ulterior del asesino de Sandino "Pocas semanas después Sandino
llegó a Managua con un pequeño costal de rocas bajo el brazo. Estaba convencido de haber
encontrado oro cerca de su colonia en Wiwilí; y con ánimo de ayudar a sus viejos compañeros de
lucha se dedicaba a hacer planes para una mina en cooperativa. Comió con Sacasa esa noche –21 de
febrero de 1934–, y con su padre, su hermano y dos ayudantes. Cuando Sandino y sus amigos
abandonaron el Palacio del presidente fueron apresados por la Guardia Nacional; se les informó
que estaban sentenciados a muerte. Recordando los abrazos entusiastas de su buen amigo Somoza
de unos cuantos meses atrás, Sandino pidió hablar con el comandante. Somoza demostró su talento
por teléfono. Dijo estar terriblemente confundido al oír la súplica de Sandino, pero que no podía
cambiar “las órdenes de sus subordinados”. Sandino y sus compañeros fueron muertos a tiros una
hora después cerca de la embajada norteamericana. Sólo se salvó el viejo don Gregorio. Aquella
misma noche, con poca diferencia de horas, la Guardia Nacional rodeó el campo de Wiwilí y
ametralló a sus ocupantes: Trescientos hombres, mujeres y niños cayeron bajo las balas...
“...Sacasa no levantó la voz contra la matanza. Desaparecido Sandino, se sentía como un visitante
extraño en el Palacio de Tiscapa.
Para justificar los hechos, Somoza culpó de viejas atrocidades a los sandinistas. Se metió hasta en
las letras, y dio a luz un libro que, leído cuidadosamente, contiene más cargos contra el autor que
contra el villano. Hasta se autocondecoró tres veces por su sanguinaria y cobarde hazaña, con la
Cruz del Valor, Medalla de Distinción y Medalla Presidencial al Mérito.”
121
José N. Castro en la revista “Sábado”, nº 132. La Habana, 1946.
240
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

“Algunos días más tarde en un banquete de la embajada norte-


americana, ebrio como Nerón, Somoza declaraba públicamente que se
había visto obligado a matar a Sandino para resguardar la paz de
Nicaragua.”

Esta versión no es de manera alguna antojadiza, ya el mismo Salvatierra, en


su inapreciable libro, anota que cuando Sacasa pidió cuentas a Somoza por la
matanza, éste respondió que “el crimen lo habían cometido unos guardias por
odio a Sandino”. Cuando el Presidente le exigió la individualización y castigo
de los asesinos materiales, el cínico sirviente del Departamento de Estado
contestó: “No lo puedo hacer, porque perdería el ascendiente que tengo
sobre ellos” (sic).

Sí. Lo más probable es que despierten la risa esta clase de argumentos,


que, (como el alegato de Somoza en el sentido de que “no podía cambiar las
órdenes de sus subordinados”) además de violentar toda lógica parecen
creados por un loco para uso exclusivo de imbéciles; aparecerían, de no
estar, como lo están, respaldados por un cinismo que hace tabla rasa de
todo intento de comprensión racional como de toda noción ética. Cuatro días
después, el 25 de febrero, Somoza reunió a su Estado Mayor y a la
oficialidad de la Guardia Nacional, que en pleno reiteraron su juramento
de lealtad al presidente Sacasa; al efecto, y para comprometer al asesino
de Sandino en lealtad ante el cuerpo diplomático, Sacasa dictó un decreto
asumiendo el comando de la Guardia Nacional, cargo del que hizo entrega
Somoza en forma pública, aprovechando la oportunidad para hacer un
conmovedor reproche a la Guardia por su comportamiento en la noche del
21. Como demostración de lo hondamente afectado que se sentía por tan
patética requisitoria, el jefe de Estado Mayor de la Guardia comentó en voz
alta a otro oficial: “Vámonos, ya estos jodidos quedan contentos, vamos a
mojarla.”122

122
Ese mismo constabulario fue el redactor del editorial aparecido el 8 de marzo de 1934 en “El
Centroamericano”, de León, Nicaragua, que constituye la admisión más franca de su responsabilidad
en el crimen. He aquí algunos conceptos, que ayudan a comprender por qué Somoza ordenó la
muerte de Sandino.
“Sandino fue el símbolo del patriotismo, consagrado por la literatura de Latinoamérica y por el odio
de nuestra raza a los Estados Unidos. Su actitud de rebeldía hacia las fuerzas interventoras en 1926
le dio carácter de patriota. Pero el mundo no quiso ver el germen de perfidia que se desarrollaba en
aquel hombre. El héroe de un día se convirtió en bandido y el patriota desató sus huestes
sanguinarias para empobrecer la República y llevar el incendio y la muerte a la porción más grande
y más rica del país. Implantó el terror e hizo de las Segovias un lugar de espanto, cuando no de
soledad, inventó la tortura y el corte de chaleco en aquellas regiones antes tranquilas y florecientes
y la tierra se volvió estéril donde aquel bárbaro puso la planta.
241
Gregorio Selser

Un detalle más del humor macabro de Somoza lo proporciona también


Salvatierra, anotando que “...fue, poco después de muertos Sandino y los
demás, a contemplar los cuerpos destrozados y profanados de sus víctimas”.
Por su parte, también se hizo pública en Managua la actitud del ex presidente
Moncada, que en la misma noche en que se perpetraba la matanza, brindó
por ella, asegurando que “solo matando a Sandino podía haber seguridad”, lo
que encajaba perfectamente con la declaración que formulara el 11 de marzo
a “La Noticia”, recomendando el acuerdo entre Sacasa y la Guardia como el
medio más adecuado para evitar la guerra civil. El día 24 de febrero de 1934,
Somoza, con la seriedad que corresponde a todo un jefe de la Guardia
Nacional, ordenó organizar un tribunal de investigaciones “para averiguar los
deplorables sucesos ocurridos en la noche del 21 de febrero”.

Siguiendo días en los cuales los festejos y homenajes que se tributaron al


asesino de Sandino, precisamente por su asesinato, mediatizaron por su brillo
y duración a aquellos celebrados con ocasión de la “Semana Somoza”,
instituida para conmemorar su natalicio. Lo más selecto de las sociedades de
Granada y León rivalizaba en el tributo de honores y regalos, celebrando así la
desaparición del único que había puesto en peligro sus intereses y privilegios,
ligados indisolublemente a la extorsión imperialista.

“Cuando en Jinotega supieron la muerte de Sandino repicaron las campanas de regocijo y en Estelí
enfloraron las casas. Y esos Departamentos fueron el teatro principal de las correrías vandálicas de
quien en otros países, por efecto de la lejanía, aparece como el Bolívar de este siglo.”
“Colocado en la categoría de malhechor por sus crímenes injustificables y por el grito angustioso de
Las Segovias, dio impulso a su ambición y logró constituir un verdadero peligro para el Estado.
Amparado en la reconocida buena fe del señor Presidente de la República obtuvo el control de
cuatro Departamentos, formando así un verdadero Estado dentro del Estado de Nicaragua. El fin
efectivo que perseguía era quebrantar la soberanía nacional, desprestigiar al actual Gobierno
haciéndolo aparecer débil y sin apoyo y sentar las bases de un plan de absorción funesto para el
porvenir del país y para las instituciones que ahora rigen en Centro América.”
“En este caso, el Ejército, sostén del Gobierno constituido, cumplió con su deber de velar por el
decoro nacional y por la tranquilidad pública. Y la Guardia cortó un mal para evitar una hecatombe.
Usó del derecho de legítima defensa y salvó a Nicaragua de una sangrienta guerra civil,
demostrando su lealtad al señor Presidente de la República, aun a costa de sacrificios.”
“Como Sandino era un peligro para la paz fue deber del Ejército quitar ese peligro, para afirmar el
objeto de su misión, como es el de ser la columna robusta que sostiene viva la fe de los
nicaragüenses en la paz y en su soberanía. Sandino, además, estaba fuera de la ley. En la última
declaración que dio a los periódicos sentó que en Nicaragua sólo había tres poderes. El Presidente
de la República, la Guardia Nacional y él. Eso es declararse en abierta rebelión contra la majestad
del Estado, porque de hecho se llamó poder en pugna con los poderes constituidos. La Guardia
nunca ha declarado tal cosa, no podría hacerlo sin dar una nota de rebelión. La Guardia Nacional es,
si se quiere, la fuerza robusta del poder público organizado conforme nuestra Carta Fundamental
pero nunca el poder mismo, porque desvirtuaría entonces su alta misión de ser sostén de las
instituciones y garantía de la paz. Desde el instante, pues, en que Sandino se llamó Poder, declaró la
guerra al Gobierno y se declaró fuera de la ley.”
242
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Y en tanto el asesino se regodeaba, ufano de su hazaña, pregustando el sabor


del poder que no tardaría mucho en caer maduro en sus manos, desde el
Capitolio, en Washington, el presidente Roosevelt, con una frase vacía y
altisonante se veía obligado a aceptar que:

“De haber sido latinoamericano, yo también habría tomado las armas


contra la intervención.”

243
Gregorio Selser

XIII
EL ASESINO Y SU FESTÍN

“Anastasio Somoza, el genial dictador que ahora encadena la libertad


del pueblo para su propio bien, goza de la amistad de Washington. La
doctrina del Buen Vecino nunca fue mejor expresada que cuando
Somoza fue espontáneamente ovacionado en su visita a Washington en
1939. Lo esperó en la Union Station el mismo presidente Roosevelt y
varios miembros del gabinete hicieron acto de presencia. Se disparó el
número reglamentario de tiros de cañón, la banda militar ejecutó
música ligera y en la calle estaban alineados miles de empleados
públicos a quienes se había otorgado tres horas libres para que
expresaran su sincera y espontánea bienvenida. Y la felicidad de Somoza
no tuvo límites cuando el Export Import Bank le instó a que
aceptara 2.500.000 dólares.”123

Hubert Herring

¿Quién era Somoza? ¿Cómo logró ascender por la escala que conducía al
mando y meterse en el bolsillo a sus virtuales competidores, los militares de
carrera, los abogados de las empresas importadoras y exportadoras –
sempiternos candidatos a las presidencias centroamericanas–, a los
agregados de la embajada en Washington –siempre favoritos del poder
oficial– y sobre todo a Díaz y a Chamorro, los de ninguna manera cesores de
buen grado de cualquier canonjía?

Ya nos hemos referido a una de las probables causas: su influencia con el


embajador Hanna a través de Mrs. Hanna, que le valió la jefatura de la
Guardia Nacional. Otra, no menos importante, era la de haber sido el
secretario particular del ex presidente Moncada. Porque antes de que Mr.
Hanna hubiera llegado al país ya Somoza se había hecho notar por su
identidad con el gestor de la traición de Tipitapa, lo que incluso puede
explicar el sentimiento de odio personal que profesaba a Sandino, revelado
en los hechos que culminaron en la alevosa masacre. Otro dato, en fin, es el
de que estaba casado con la sobrina del presidente Sacasa, cosa que, por
supuesto, no le impidió desfenestrarlo cuando llegó la oportunidad.
123
Hubert Herring. Good Neighbors (Nuestros Buenos vecinos), p. 328, Edit. Ayacucho, Bs. As., 1943
244
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El abuelo de Somoza, Bernabé, era una figura folklórica nicaragüense. Su


apodo de Siete Pañuelos, alusión a los que necesitaba para limpiar la sangre
de sus manos, hablaba de un pasado poco aristocrático, que tuvo su epílogo
en una horca de la ciudad de Rivas. Pero su padre no tenía antecedente
alguno de bandido. Dueño de una modesta plantación de café, le rendía lo
suficiente como para enviar a sus hijos a educarse convenientemente. Entre
ellos, Anastasio, que había nacido en 1895, había dejado truncos sus estudios
primarios, por cuyo motivo fue enviado a Estados Unidos para estudiar
comercio. Estuvo en el Pierce Comercial College, de Filadelfia, del cual por lo
menos pudo obtener un pintoresco inglés –inglés divertido de taxi driver,
según Krehm–, puesto que tampoco esos estudios se completaron. Empleado
como vendedor de automóviles, alternaba la tarea con la afición a los naipes y
a las juergas. Se casó con Salvadora Debayle, que fue la puerta para entroncar
su apellido con el de una de las familias tradicionales del país, que junto con
las de Sacasa y Sevilla constituyen el clan posesionado de los puestos claves
del país.

Su padre lo dotó con un pequeño negocio de almacén en su pueblo natal de


San Marcos, que la impostergable afición a los naipes llevó a la bancarrota. Se
empleó entonces como funcionario de la Rockefeller Foundation; después se
dedicó a instalar alumbrado eléctrico en León; luego se desempeñó como
revisor de medidores eléctricos. En 1921, junto con su viejo amigo Camilo
González –el luego jefe de su Estado Mayor y como tal autor del artículo
reconociéndose culpable de la muerte de Sandino– fue sorprendido
falsificando monedas de oro. Gracias a la intercesión de la familia Debayle, se
libró de un proceso que hubiera tenido para su futuro consecuencias
imprevisibles. 124
124
William Krehm acota que su trabajo consistía en “ir averiguando si los ciudadanos habían puesto
kerosina en los excusados para evitar los mosquitos. Sus amigos lo apodaron “El Mariscal”, porque
la linterna de bolsillo que usaba parecía un bastón de mariscal”.
El dato sobre la falsificación de moneda lo proporcionó en 1939 a la revista “Hoy”, de México, nada
menos que Emiliano Chamorro, quien tendría muchos motivos para conocer al cliente de que
hablaba, y muchos más para envidiarle. La curiosa trayectoria de este Chamorro tuvo una
sorprendente derivación, cuando el 30 de diciembre de 1938 envió al presidente Roosevelt el
siguiente telegrama, donde el mea culpa no logra disfrazar los motivos que encubre:
“Seguro interpretar sentimientos mayoría pueblo nicaragüense, y apoyándome resultado positivo
Congreso de Lima mejor entendimiento naciones América, diríjome su Excelencia para exponerle:
Política Buen Vecino, iniciada tan buen suceso su gobierno y ampliamente ratificada últimas
Conferencias Panamericanas, reclama hechos concretos faciliten su justa interpretación. Soberanía
Nicaragua sufre con el Tratado negativo Bryan-Chamorro de 1914, pacto circunstancias inter-
nacionales especiales sin garantía construcción canal, obstaculizando progreso integral Nicaragua y
afectando derechos otros países centroamericanos que no fueron consultados. Efectiva participación
pueblo nicaragüense proyectos solidaridad defensa continental, requiere ajústese relaciones
Estados Unidos Nicaragua base Derecho Internacional Americano. Tratado Bryan-Chamorro
245
Gregorio Selser

Cuando se produjo la revolución chamorrista de 1926, Somoza trató con


algunos amigos suyos de sacar partido apoderándose de su pueblo, San
Marcos. Recibió en el trajín una memorable paliza, que le valió para
designarse con un grado militar del que se sirvió para ascender desde el
modesto grado de francotirador o francoapaleador hasta el de general, por
una de esas ascensiones meteóricas que suelen darse en nuestra América.

El siguiente paso fue su actuación como intérprete en la conferencia que


condujo a la Paz de Tipitapa. Así, el casual y aparentemente nada productivo
viaje a los Estados Unidos comenzaba a rendir dividendos: al igual que a
Adolfo Díaz, su elemental conocimiento del inglés le valió la entrada ante los
personeros del Departamento de Estado –en este caso el coronel Stimson–
tanto como ante el gestor de la paz impuesta bajo el espino negro, que
desconocía otro idioma que no fuera el suyo. Gracias a su intermediación,
Somoza estuvo al tanto, desde el primer momento, de la traición que gestaba
el ministro de Guerra de Sacasa, con vistas al premio de la presidencia de la
República.

Cuando Moncada fue premiado en efecto con esa canonjía, obsequió a su vez
a Somoza con el cargo de subsecretario de Relaciones Exteriores. Fue en ese
carácter que dio cuenta a la cancillería de Guatemala de la muerte del general
Girón Ruano, que había abandonado la carrera militar en su patria para unirse
a Sandino, y que fue fusilado por la Guardia Nacional con los pies y manos
atados con cadenas, en presencia de las tropas norteamericanas.

De allí pasó, gracias a su “carrera militar” a ocupar el cargo de jefe de la


Guardia Nacional, organismo que reemplazó a la Constabulary de origen
yankee, y que por sus características y misión recordaba a la organización
militar india bajo comando inglés (cuyos integrantes respondían al nombre de
cipayos, del persa cipalú, y tenían la misma misión de resguardar los intereses
de los invasores contra sus propios hermanos) aunque con características
norteamericanas. Las páginas anteriores han rendido cuenta de su actividad
al frente del ejército cipayo, que culminó con el asesinato de Sandino y de su
gente. Este hecho le dio pretexto para añadir un galardón más a la serie de

mantiene recelos pueblos hispanoamericanos acerca sinceridad política Buen Vecino. En


consecuencia hago presente Su Excelencia, como firmante Tratado, necesidad su abrogación o
revisión, sin que ello implique menoscabo intereses defensa continental, en consonancia con
nuevos principios panamericanos de afirmación democrática y respeto soberanía naciones débiles.
Al finalizar 1938 hago votos por ventura personal Vuestra Excelencia, deseando fortalecimiento
democracia americana. Emiliano Chamorro.” Citado por Vicente Sáenz en Rompiendo Cadenas, op.
cit., p. 194.
246
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

habilidades de que se preciaba: el de escritor. Al efecto, se atribuye la


paternidad del libro El verdadero Sandino, cuyo lenguaje y estilo denuncia a
su jefe de Estado Mayor y antiguo falsificador de moneda, Camilo González;
en ese libro se pretende revelar aspectos desconocidos de la personalidad de
Sandino, y explicar y justificar la necesidad del crimen cometido contra él.
Seguramente allí debe de haberse informado el turista John Günther –ya que
lo menciona– cuando sostiene que Sandino “saqueó gran parte del país y
eludió la captura durante muchos años”. 125

Faltaba completar el último eslabón: la presidencia. Con un mandatario


irresoluto como su tío político, poco había de costar a Somoza olvidar los dos
juramentos de fidelidad prestados ante él y ante el cuerpo diplomático. Este
último, con menos memoria que el interesado principal, se prestó gustoso a
intervenir cuando “Tacho” hizo rebelar a la Guardia Nacional en Managua y
León, en mayo de 1936, haciendo nombrar presidente interino a Carlos
Brenes Jarquín, quien le preparó con toda comodidad el aparato electoral que
iba a darle el mando a partir del 1º de enero de 1937. 126 Algún opositor
sospechó en alta voz que Sacasa se había prestado a la maniobra, para
demostrar que era impotente ante su sobrino y que también lo había sido
cuando lo de febrero de 1933. Lo cierto es que no hubo resistencia alguna a la
rebelión y, claro está, tampoco la hubo a las ambiciones presidenciales de
Somoza: la oposición se expatrió mediante la gentil invitación de la Guardia y,
ante el asombro del embajador norteamericano, “atónito ante tan concluyente

125
John Gunther. El drama de América latina, p. 134. Edit. Claridad, Bs. As. 1942.
126
“Cuando estaban ya cerca las siguientes elecciones presidenciales el general Anastasio Somoza
anunció que presentaría su candidatura por el Partido Liberal. En enero de 1936 Sacasa le aconsejó
que desistiera de su propósito. Por dos razones no sería elegible constitucionalmente para la
presidencia: en el primer lugar porque era sobrino de Sacasa, quien estaría rigiendo los destinos del
país en el tiempo de las elecciones y el segundo, porque era comandante de la Guardia Nacional.
Rodolfo Espinosa, el vicepresidente, declaró que si Somoza persistía en su propósito, él le impediría
que lo realizase. Pero Somoza seguía en sus trece. Contaba con el apoyo de la Guardia Nacional, del
ex presidente Moncada y de los “Camisas Azules”, partido fascista recientemente organizado.”
“Viendo la terquedad de su sobrino, Sacasa persuadió a los liberales de su partido a que se unieran
con los conservadores acaudillados por el ex presidente Emiliano Chamorro (¿se explica ahora el
lector la carta que éste remitió a Roosevelt y su revelación sobre la falsificación de moneda?)
formaran un nuevo partido y proclamaran candidato presidencial al liberal Leonardo Argüello,
ministro de Relaciones Exteriores. Este nuevo partido se había apenas organizado, cuando a fines
de mayo Somoza inició una revuelta armada. Para evitar la guerra civil Sacasa dimitió el 6 de junio y
el Congreso designó un presidente provisional. Con la dimisión de Sacasa desapareció uno de los
obstáculos constitucionales que se oponían a la elección de su sobrino. El 15 de junio la convención
de los liberales proclamó oficialmente la candidatura de Somoza, que fue aceptada también por
algunos conservadores. Para hacer desaparecer el segundo obstáculo constitucional, Somoza
renunció a su cargo de comandante de la Guardia Nacional, si bien no lo hizo hasta un mes antes de
la fecha de las elecciones del 8 de diciembre.” David Moore, History of Latín America (Historia de la
América latina), p. 714-715. Edit. Poseidón, Bs. As., 1945.
247
Gregorio Selser

demostración de popularidad democrática”, “Tacho” obtuvo 117.000 votos


contra los 1.096 de Leonardo Argüello.

Krehm, el bien informado corresponsal de “Time”, relata que cuando estuvo


en Managua en 1944 y decidió averiguar por sí mismo la veracidad de las
denuncias sobre los negociados de Somoza, no necesitó recurrir a los políticos
opositores: le bastó entrevistar a comerciantes, “en el término estricto de la
palabra”, para comprobar que el Presidente era dueño de la mayor parte de
los principales negocios de Nicaragua. Pasando por alto los tragicómicos
detalles que da en su libro o los que figuran en el de Germán Arciniegas, Entre
la libertad y el miedo, pueden resumirse así las “ocupaciones democráticas”
de don “Tacho”: la venta particular de ganado a Panamá; la venta clandestina
de ganado a Costa Rica; el monopolio de la distribución de sebo; la planta
pasterizadora La Salud, en Managua; la propiedad de la mina de oro San
Albino; una entrada extra de 175.000 dólares anuales, provenientes de la
“contribución adicional” del 2,25 % de las compañías mineras norte-
americanas; propiedad de 51 ranchos de ganado; propiedad de 46 fincas
cafetaleras; propiedad de la gran hacienda “Montelimar”; propiedad del 50 %
de las acciones de la fábrica de cemento de Nicaragua; propiedad del 41 % de
las acciones de la fábrica de algodón del magnate salvadoreño Gadal María;
propiedad del 50 % de las acciones de la Compañía Nacional de Fósforos
Momotombo, cuya venta se asegura mediante la prohibición de importar
encendedores; propiedad del diario “Novedades”; propiedad de la mayor
parte de los aserraderos del país; propiedad de los edificios que albergan las
legaciones en México y Costa Rica; propiedad de las plantas de energía
eléctrica de Chinandega, Tipitapa, Jinotega, Estelí y La Libertad; propiedad del
campo “Las Mercedes”, lindero con el aeropuerto de Managua, etc., etc.

Claro está que la mención es un pálido reflejo de los cuantiosos intereses que
posee Somoza, sobre todo en el extranjero, donde ha puesto a buen recaudo
una cifra varias veces millonada de dólares, para tiempos adversos. Los
nicaragüenses han numerado los intereses de su presidente desde la a hasta
la zeta, y han utilizado la equis para indicar el interrogante existente acerca
de los negocios que funcionan a cubierto de nombres extraídos de su
numerosa y bien acomodada parentela.

Así, el tráfico ilegal del ganado a Costa Rica se efectúa bajo la vista gorda de la
Guardia Nacional, estando su trámite comercial a cargo de Víctor Wolf, amigo

248
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

del ex presidente costarricense Calderón Guardia. 127 La venta de 5.000


cabezas de ganado a Panamá, en 1943, reportó a Somoza –no a Nicaragua–
una ganancia neta de 20 dólares por cabeza; una ganancia análoga obtuvo
con el Perú. La misma Guardia Nacional comentaba las habilidades de su jefe
con estos versos:

“Todo lo que posee cuernos en Nicaragua,


tiene cuatro patas y hace mú,
es de Tacho Somoza...,
así no lo quieras tú.”

El lector se preguntará cómo es posible que a la vera de los Estados Unidos y


durante la presidencia del gran demócrata Roosevelt haya sido posible el
brote de este tipo de aventureros políticos, que, para desgracia de nuestra
América, no se dan solamente en Nicaragua. ¡Cómo era posible que el pueblo
que fue capaz de crear a un Sandino pudiera someterse al dócil yugo de un
tiranuelo cuya única dote era su obsecuencia servil, ligada a una inescrupu-
losidad a toda prueba!

La Buena Vecindad se convirtió en trampa para cazar incautos. Bastó que


cualquier aspirante al mando rezara la palinodia democrática y en nombre de
ella derribara al gobierno legalmente constituido (pero con tendencia a
independizarse económicamente del yugo de los inversionistas norte-
americanos), o mostrara preferencias por los inversionistas ingleses, alemanes
o japoneses, para que se apoyara desde la Casa Blanca el golpe, se le
reconociera de inmediato en nombre del principio de no intervención (el
mismo que determinó la muerte de España) y se invitara cordial y
oficialmente a Washington al nuevo tirano.

En el caso de Somoza, la intervención norteamericana le había servido para


encumbrarse. La no intervención, curiosamente, iba a servirle para perpe-
tuarse. Ya nos hemos referido a la resolución de la Conferencia Panamericana
reunida en Montevideo en 1933, con la presencia de Roosevelt y Cordell Hull,
que proscribió la intervención de cualquier nación –fuese o no americana– en
los asuntos de cualquier país americano. A la luz de los acontecimientos
127
“Wolf lo engorda en su hacienda en Chomes, cerca de Puntarenas. Estas exportaciones no
existen según las estadísticas de Nicaragua, pero aparecen en los registros costarricenses. El reporte
estadístico de Costa Rica del año 1943 presenta importaciones de ganado de Nicaragua, en 1942,
por 8.562 cabezas. Mas en el Libro Anual de Nicaragua apenas figura una exportación total (no sólo
a Costa Rica, sitio también a Panamá y Perú), de 1.567. Los ocho o nueve millares de cabezas que
entraron a Costa Rica procedentes de Nicaragua pero que no salieron de Nicaragua a Costa Rica,
son uno de tantos milagros del régimen de Somoza.” William Krehm, op. cit., p. 164.
249
Gregorio Selser

posteriores, esa doctrina demostró ser la salvaguardia de otro tipo de


intervenciones, muy poco diferentes a aquellas que imponían la contundencia
militar para imponerse.

Somoza no fue el primero ni fue la excepción. Recibido con todos los honores
por Roosevelt, ganó su buena voluntad con la promesa de respetar la
voluntad democrática del pueblo, y, lógicamente, las inversiones y posiciones
yanquis en su país. El asesino de Sandino gozó del favor del presidente que
había justificado la heroica gesta del Viriato nicaragüense. Para no ser menos,
Somoza no trepidó en hacer pública esta declaración, que en la historia recibe
un nombre perfectamente establecido:

“Pienso permanecer en la presidencia no menos de cuarenta años.


Pero si los Estados Unidos me hicieran la menor insinuación de
abandonarla, lo haría inmediatamente, pidiendo solamente garantías
completas para mi persona.”128

No en vano Günther le llama el político más inteligente que hay entre Río
Grande y el Canal de Panamá. El mismo relata que cuando las elecciones
norteamericanas de 1940, tan contento quedó del nuevo triunfo de
Roosevelt, que decretó feriado nacional por dos días. Claro está que tan
democrático mandatario, que gusta de llamar “boy” al ministro norte-
americano, no puede menos que defender su popularidad de las efusiones
del público; es así como, según lo relata Günther,

“ha hecho montar ametralladoras frente a su palacio, y viaja en un


coche a prueba de balas precedido por un vagón repleto de guardias
armados”.

Los detalles jocosos que los turistas norteamericanos como Günther y aun los
menos inteligentes que él, disfrutan como característica de “sabor local”
resultarían muy divertidos si al propio tiempo no mostraran la cara trágica
escondida detrás de todo ese explotado pintoresquismo. Cuando Arciniegas
pone énfasis en esa descripción y la acompaña ocasionalmente de comentarios
“sociológicos” para uso de bachilleres norteamericanos, no hace más que
revelar la influencia de quienes se interesan más por la anécdota que por la
historia; por la farsa que por el drama; por la visión del ojo de la cerradura de
las alcobas, que por la del hombre de letras que compromete su opinión y sus
ideas en la defensa de una causa.

128
William Krehm. op. cit., pp. 172, 318
250
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El mismo Günther, tan afecto a los lugares comunes y al análisis superficial de


los problemas de los pueblos, no puede sin embargo sustraerse a la evidencia
de los hechos cuando, luego de sus elogios al "demócrata" Somoza señala que

“un peón es afortunado si gana quince centavos de dólar por día"; que
"un agente de policía obtiene alrededor de tres dólares por mes, y un
buen cocinero alrededor de cuatro dólares. De acuerdo con estos
ejemplos, el sueldo de Somoza es el de un Gargantúa, pues se aproxima
a cien mil dólares por año”.129

El sistema represivo policiaco está a la altura de los mejores maestros en la


materia. Desde la época en que Somoza asesinó a Sandino necesitó enfrentar
a la creciente oposición del PTN, de la masa estudiantil y de los conservadores
o liberales disgustados con su egoísmo. La adopción de los métodos en que
Hitler, Mussolini y Franco –sus buenos amigos no obstante su amistad con
Roosevelt– hicieron famosas sus cárceles, le valió otro galardón más a sus ya
incontables: el de tener la policía más perfecta de Centroamérica (Ubico, el de
Guatemala, sostenía que Somoza era un vanidoso exagerado, pues la mejor
era la de él). La era de las persecuciones sin tasa ni medida comenzó cuando
en 1937 fue incendiado en el paraninfo de la Universidad de León un retrato
en seda de Somoza, obsequio especial de Hirohito, en coincidencia con la
conmemoración del cuarto aniversario de la muerte de Sandino: Octavio A.
Caldera y varios estudiantes y obreros más fueron apresados y sometidos a
tremendas torturas, al final de las cuales fueron a dar con sus huesos en Corn
Island (Isla del Maíz), desde entonces lugar de relegación de los militantes
obreros y campesinos opositores al régimen.

Luego de su visita a Roosevelt, cuyo resultado visible fue el empréstito del


Eximbank y la concertación de un nuevo pacto para la construcción de obras
de reemplazo del canal de Nicaragua, conocidas con el nombre de Carretera a
Rama,130 Somoza se sintió reconfortado y seguro. Se jactaba de que su
peregrinación había hecho sombra a la de cualquiera de los restantes
129
John Günther, op. cit., p. 135. En la página 136 informa: “En lo económico, así como también en
lo político, Nicaragua depende íntimamente de Estados Unidos. El recaudador general de la Aduana
es un norteamericano, Irving Lindbergh, y también lo es el general Mullins, director de la Academia
Militar, de la que Somoza está muy orgulloso. Estados Unidos absorbe un 95 % de las exportaciones
nicaragüenses (principalmente bananas, productos tropicales, caoba y oro), y suministra el 85 % de
las importaciones de este país. El Banco de Importación y Exportación recientemente prestó a dicho
Estado 2 millones de dólares, para la construcción de una carretera desde Managua a la costa
oriental, que contribuirá a propulsar su lento desarrollo interno. La enseñanza del inglés en las
escuelas locales es obligatoria.”
130
Sobre el negociado que significó esta obra, véase Gregorio Selser, “Canales y diplomacia”, en
Diplomacia, garrote y dólares en América latina, pp. 199-220. Edit. Palestra, Bs. As., 1962.
251
Gregorio Selser

presidentes centroamericanos. Sobre la base del nuevo convenio se dedicó a


adquirir tierras a lo largo de la probable ruta. Pero la moneda nicaragüense, el
córdoba, estaba tan desvitalizada, que su revalorización era impostergable.
También esto fue un motivo para que Somoza hincara el diente. La
consecuencia inmediata fue el crecimiento del ya eficiente mercado negro y
la consiguiente mayor depauperización del pueblo, cuya oposición creció en
la misma proporción.131

Las “democráticas” elecciones de 1936 habían asegurado a Somoza el poder


hasta 1941. Pero la iniciación de la Segunda Guerra Mundial le creó
problemas político-sociales que debían ser encarados desde un ángulo de
mira distinto. Se estaba saliendo de la depresión económica, y un signo
favorable eran los buenos precios que alcanzaban en el mercado el oro y el
café. Pero ambos estaban monopolizados: el metal, por las compañías
norteamericanas controladas por la familia Fletcher, y el vegetal, por los
consorcios cafetaleros de los cuales la mayor parte respondían a intereses
directos del tirano. El resentimiento popular tuvo oportunidad de manifestarse
al regreso de los deportados de Corn Island: la zona del Pacífico comenzó a
131
“Pero la jugarreta con el cambio de moneda extranjera, rebasa todos los límites. Cuando la
marina estuvo en Nicaragua, era brutal imperialismo y todo lo demás; pero los bluejackets
ayudaron a conservar el córdoba en paridad con el dólar, al gastar gran cantidad de dinero del Tío
Sam. Hubo muchos discursos y alegría cuando se fueron; pero antes de que los nicaragüenses se
dieran cuenta, el córdoba bajó. No sólo se habían ido los turistas de uniforme azul, sino que
también los precios del café se desplomaron y las enfermedades pusieron fin a las exportaciones de
banano. La inflación del presupuesto, además, tuvo su parte: en 1932 un temblor acható la capital y
el gobierno lanzó una gran cantidad de moneda para pagar los daños ocurridos. Aunque
oficialmente continuaba la paridad con el dólar, no era sino un cuento de hadas, pues los córdobas
se ofrecían por veinticinco y a poco andar por diez centavos de dólar. En 1939 un economista
chileno fue llevado a Nicaragua para revalorizar el córdoba. Se convirtió en moneda corriente
respaldada por un fondo de estabilización, en dólares y oro, pero en vez de mantener la pretensión
de paridad, fue de cinco por uno. “No obstante continuó el mercado negro de dólares y sigue
existiendo hasta el día de hoy. Los amigos de Somoza compran los dólares para pagar sus
importaciones en el Banco Nacional al cinco por uno, pero la mayoría de los comerciantes tiene que
obtenerlos en el mercado negro por seis y fracción, y algunas veces por más de siete córdobas cada
dólar. Al mismo tiempo se les obliga a entregar los créditos en dólares provenientes de sus
exportaciones al valor de cinco por uno. Con este proceso los comerciantes sufren el castigo o
multa de un 20 % sobre todas sus transacciones con el mundo exterior.”
“Lo milagroso de todo esto es que, según cifras oficiales, aparentemente no existen razones
técnicas para que el córdoba se encuentre en esa situación. El 31 de marzo de 1945, el fondo de
estabilización que apoya al córdoba aumento supuestamente a 33,8 millones de córdobas, o sea un
72% de la circulación entera del país. Se dice que el presupuesto está balanceado. El balance
comercial fue muy favorable –15.412.444 dólares en exportación contra 10.279.951 en 1944–
aparte de los envíos no registrados de ganado. Según todas las normas conocidas de economía, el
córdoba debería estar firme. La clave del misterio parece encontrarse en las grandes cantidades de
dinero que Somoza ha estado enviando al exterior para sus días negros. Casi todas sus propiedades
están hipotecadas al Banco Nacional a nombre de figuras importantes, y el dinero se envía al
extranjero. No quiere que lo sorprenda la muy anunciada y esperada revolución, con su bodega de
bienes terrestres en Nicaragua. William Krehm, op. cit., p. 169.
252
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

registrar la formación de núcleos sindicales de alguna importancia, que se


reunificaban en la Confederación de Trabajadores de Managua, no sujeta al
oficialismo. Para 1940 contaba con ocho sindicatos afiliados y unos tres mil
miembros representados, figurando entre ellos los de la Liga de Campesinos,
del Sindicato de la Madera de Bluefields y la Federación de Trabajadores de
Managua.

Cuando este movimiento comenzó a proyectarse como amenaza electoral,


Somoza convocó una Asamblea Constituyente adicta, la cual suprimió las
elecciones municipales, reformó la Constitución prolongando el término
presidencial de cuatro a seis años, y autorizó al dictador a seguir gobernando
hasta 1947. Los líderes opositores fueron nuevamente encarcelados o
deportados, ante la benévola muestra de buena vecindad del embajador
James Bolton Stewart (“mi Steward”, como se divertía en llamarlo “Tacho”).

En 1940, un manifiesto de la central obrera conmemorando el sexto


aniversario de la muerte de Sandino da lugar a una nueva represión de la
Guardia Nacional, que apresa y confina durante siete meses a los principales
líderes obreros; la redada se completa con motivo de la celebración del 1º de
mayo, que costó la prisión a 55 dirigentes más. A raíz de esta persecución
pasan a la clandestinidad las actividades sindicales, obreras y políticas, de las
que salen a partir de 1943, con motivo de la acción de Enrique Espinosa
Sotomayor, cuya tesis notarial se convierte en punto de partida de la creación
del Partido Liberal Independiente, de tendencias socialistas.

Lo que más ilustra la importancia de Sandino es la historia subsiguiente a su


muerte. Más concretamente, a la suerte que cupo a su patria, Nicaragua,
regida desde entonces y salvo contados períodos por aquél que se declara su
asesino, movido por razones “patrióticas”.

Entre 1913 y 1929 las inversiones norteamericanas en Nicaragua habían


aumentado de tres a veinticuatro millones de dólares. En el mismo período, el
comercio con los Estados Unidos se había hecho cuatro veces mayor. La
dependencia económica trajo su secuela política, de tal suerte que hasta el
año 1945 Nicaragua había ratificado 26 de las 42 convenciones panamericanas,
en tanto los Estados Unidos habían ratificado 27.

253
Gregorio Selser

El presidente Sacasa declaró a Vicente Sáenz, el 6 de febrero de 1933, que la


deuda de su país alcanzaba a 3.000.000 de dólares. Pero si tenemos en
cuenta que el técnico enviado por el Departamento de Estado, Mr.
Cumberland (conocido en Haití como agente de la Banca Boston), había
calculado cuatro años antes que las necesidades de Nicaragua se elevaban a
12.000.000 de dólares, la mitad de los cuales debían destinarse a la
cancelación de las deudas pendientes, 132 y que en el intervalo transcurrido
esa deuda había aumentado con motivo de los gastos de ocupación y el
empréstito requerido para actividades militares, no sería desacertado
sostener que el cálculo presidencial era equívoco o falso.

La catástrofe financiera ocurrida en Estados Unidos y la depresión económica


que siguió a la misma conmovieron los cimientos sobre los que se apoyaba la
endeble estructura de los países hispanoamericanos, entre ellos, Nicaragua,
que no podía superar su condición monoproductora colonial. Su estructura
agrícola apenas si permitía el florecimiento de una incipiente industria a la
vera de las ciudades más importantes. Pero esa escasa industria había dado
origen a un movimiento obrero a raíz de la Segunda Guerra Mundial, que
siguió la pauta de nuestros países de dividirse en varios grupos antagónicos.
De ellos, los más importantes eran los que respondían a la tendencia
comunista, que en Centroamérica tuvo como máximo dirigente a Agustín
Farabundo Martí; y el que, con el nombre de Obrerismo Organizado de
Nicaragua se creó en 1924, de sentido cooperativista-sindical, de tono
moderado.

Sofonías Salvatierra, el luego ministro de Agricultura y Trabajo, era su


inspirador. Logró agrupar unos 1.200 obreros –cantidad respetable para la
característica del país– divididos en unas 15 secciones y orientados por su
órgano oficial, “La Evolución Obrera”. Salvatierra logró hacer sancionar en
1931 un código del trabajo sin mayores pretensiones, que aun así quedó sin
efecto cuando, a raíz de la muerte de su amigo Sandino, optó por exiliarse en
Sevilla. La organización, después de febrero de 1934, cayó en manos de
Somoza, quien la convirtió en un organismo títere, frente al PTN (Partido de
Trabajadores Nicaragüenses), que agrupaba a los opositores del dictador y
132
Según “La Nación”, de Buenos Aires, del 20 de noviembre de 1928, la legación de Nicaragua en
Washington había declarado el 24 del mismo año que la deuda de su país era de 6.089.000 dólares.
Y según Mr. Cumberland, la deuda se descomponía de la siguiente manera: Empréstito de 1909,
3.297.000 dólares al 5 %, garantizado con las Aduanas; mercaderías compradas a El Salvador sin
garantías, 55.000 dólares; Empréstito norteamericano en mercaderías al 6 %, 265.000 dólares, que
vencía en 1933; bonos de la deuda pública interior al 5%, 2.372.000 dólares; otras deudas sin
especificación, 100.000 dólares.
254
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

que en el curso de su historia observó períodos de completa o semi


clandestinidad.

El censo del 23 de mayo de ese mismo año registraba una población de


1.500.000 habitantes, de los cuales 257.878 mayores de diez años estaban
dedicados a labores agrícolo-ganaderas; a su vez, de esa cifra, 208.040 eran
obreros asalariados y 49.838 propietarios o arrendatarios, la cantidad de
tierra arable (surcada por dos lagos, más de treinta lagunas, noventa y cuatro
ríos, setenta y ocho afluentes principales y más de seiscientos triques o
quebradas que nacen en el invierno) es de 3.35O.OOO manzanas, de las
cuales sólo 678.606 están cultivadas, en tanto más de 165.000 manzanas
están convertidas en potreros para la cría de ganado.

El más somero análisis de la situación económica del país demuestra que: 1º)
Como nación monocultural ha sido reducida a una situación de dependencia
de los Estados Unidos, que se refleja en su subordinación política; 2º) Los
importantes rubros de exportación, el oro y la plata, constituyen monopolio
en poder de empresas norteamericanas; 3º) Que igualmente lo constituyen
los rubros de no inferior importancia, el café, el cacao, y los productos
forestales; 4º) Su situación de dependencia no le permite diversificar sus
cultivos que la liberarían de importar, por ejemplo, maíz y trigo, que treinta
años antes alcanzaban a satisfacer las necesidades internas; 5º) Esa situación
la obliga a contratar periódicamente empréstitos, ya que su balanza comercial
se presenta siempre desfavorable; 6º) Todo ello constituye una situación de
vasallaje respecto de sus poderosos buenos vecinos del norte.

Al 31 de diciembre de 1940, según la Secretaría de Comercio de los Estados


Unidos, las inversiones directas estadounidenses ascendían a 8.858.000 de
dólares, de los cuales un 28 % estaba invertido en la minería y el beneficio de
minerales sin inversiones de cartera.

Para la obtención de la producción de oro, equivalente a siete u ocho millones


de dólares anuales, 6.796 asalariados nicaragüenses percibían un salario
medio de cinco córdobas (equivalentes a 65 centavos de dólar) por ocho
horas de trabajo, efectuado en condiciones miserables. El Gobierno percibe
un 3,5 % sobre las utilidades, donde para nada entra la sobre-utilidad del 2,25
% (“contribución adicional” la llaman) que graciosamente percibe Somoza.
Son siete las principales compañías “civilizadoras” y “progresistas” mineras
norteamericanas:

255
Gregorio Selser

1) Siuna, el centro minero más rico, explotado por La Luz Mines Limited,
propiedad del consorcio Fletcher. Está regido por las leyes de la provincia de
Ontario, Canadá. Sus terrenos están en el Departamento de Zelaya.

2) Compañía Minera El Jabalí, ubicada en Santo Domingo de Chontales, a


unos 125 kilómetros de Managua. Tiene plantas hidroeléctricas propias y
aeropuertos privados, al igual que la anterior.

3) Bonanza, centro minero explotado por la Neptune Gold Mining Co.,


constituida y explotada según las leyes del Estado de Delaware, USA, también
cuenta con usinas hidroeléctricas propias y aeropuertos privados.

4) Centro Minero San Ramón, explotado por la llamada Compañía de Minas


de Matagalpa, subsidiaria de la Neptune Gold Mining Co.

5) India Mines Limited, que explota el centro minero del mismo nombre,
situado en Santa Rosa, departamento de León. Se rige por leyes norte-
americanas.

6) El Limón, centro minero del departamento de León, propiedad de la misma


empresa que explota la India Mines Limited.

7) Centro Minero San Gregorio, situado a escasa distancia de Santo Domingo


de Chontales. La empresa que la adquirió obtuvo la concesión de una
inmensa extensión de terreno fiscal dedicado a la agricultura, que fue así
sustraído a su explotación por el pueblo de Nicaragua.

El bajo impuesto abonado por estas empresas, sin relación alguna con las
fabulosas ganancias que obtienen merced a la mano de obra barata, es una
de las razones que explican los presupuestos deficitarios del régimen. Somoza
aprendió mucho de sus protectores, sobre todo la manera de quedarse
legalmente con la propiedad ajena. A partir de 1936, mediante métodos
persuasivos o pseudo-legales se apropió de gran cantidad de terrenos
pertenecientes a pequeños o grandes latifundistas. 133
133
“En 1942, el Banco de Londres y Sudamérica puso en subasta la finca “Alemania”, perteneciente
a Julio Bahlke, quien había escondido a Somoza en 1926 después de su derrota de San Marcos. A la
hora anunciada el jefe del Estado Mayor de Somoza, coronel Camilo González, llegó con un séquito
de ametralladoras para atemorizar a los competidores. Somoza compró la finca por 60.000 dólares,
aproximadamente la décima parte de su valor.” William Krehm, op. cit., p. 166.
“Cuando el proyecto de desarrollo de campos aéreos (el gobierno de Estados Unidos y la
Panamerican Airways) comenzó a plantear su nuevo campo de aterrizaje en Las Mercedes, cerca de
Managua, Somoza se embarcó enérgicamente en la compra de tierras vecinas. Un ciudadano de
apellido Murillo, lo suficientemente infortunado para tener una posición estratégica, fue molido a
palos por la Guardia Nacional, y se le informó a través de su abogado que las palizas seguirían hasta
256
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Un 40 % de pequeños propietarios y parceleros se convirtieron en obreros


agrícolas; regiones agrarias donde hasta 1936 residían unas doscientas
familias fueron transformadas en fundos particulares de propiedad del
dictador o de sus favoritos. Aprovechó, además, en su favor, la triste
circunstancia de cuatro años continuos de sequía, para endeudar a los
pequeños propietarios mediante la negativa de créditos por parte de los
organismos oficiales; cuando los necesitados se vieron obligados a recurrir a
los usureros o a las instituciones bancarias controladas por testaferros de
Somoza, éstas no tenían luego inconveniente en ejecutarlos por vía judicial,
quedándose con sus tierras.

En 1946, 749 propietarios eran dueños de 879 cafetales, que contenían un


total de 33.121.500 cafetos en Nicaragua. En su producción, en tiempos de
corte, 20.000 personas trabajaban en condiciones subhumanas, no obstante
el alza operada en los precios del café, que subió de 6 centavos oro, en 1940,
a 14 centavos oro en 1945 y a 26 centavos oro en 1946.

En cuanto al azúcar, existen en el país veintidós ingenios que en tiempos de


zafra emplean a unos 10.000 trabajadores; si bien la producción alcanzaría
para cubrir las necesidades del mercado interno, las estadísticas registran un
permanente infraconsumo, debido a que el producto se exporta refinado a
los Estados Unidos o a los vecinos países centroamericanos. En 1943 la
producción se elevaba a 274.500 toneladas, reportando al monopolio
exportador la suma de 208.650 dólares. En 1944, la suma se elevaba a los
407.729 dólares.

La riqueza forestal está en manos de dos empresas norteamericanas, la Long


Leaff Pines Co. y la Cukra Development Co., cuyos balances no son públicos,
no obstante lo cual declaran separadamente ganancias anuales de un millón
doscientos mil dólares, de los cuales un 4,5 % ingresa a las arcas fiscales y un
2,5 % a las arcas presidenciales. Existen 35 calidades diferentes de madera
exportable, desde el pino hasta el cedro y la caoba; un ramo paralelo de
explotación, que comprende productos agrícolas de uso alimenticio o
industrial, reporta no menores beneficios. Tales artículos son:

que vendiese sus tierras. Como es natural, se las vendió a Somoza; y éste pasó la propiedad a los
norteamericanos con una fuerte ganancia de buen vecino.” William Krehm, op. cit., p. 166).
“En el año 1944... Somoza era el orgulloso poseedor de 51 ranchos de ganado y 46 fincas
cafetaleras, siendo hasta ahora el más grande productor de café. Algunas de estas propiedades las
consiguió con maniobras astutas (‘mi padre me enseñó que es mejor comprarles a los herederos’).”,
William Krehm, op. cit., p. 166.
257
Gregorio Selser

Acaba, achote, agave, ajo, ajonjolí, algodón, bambú, cacao, maní, cabuye,
canelo, caña de azúcar, caña blanca, caña castilla, caña fístula, cebolla, cera
vegetal, coco, coyol, espabel, higuerilla, hule, jícaro, mangle, pensa, ocote,
quina,134 níspero, raicilla, tabaco, yuca y otras más, amén de 36 variedades de
frutas, 25 variedades de verduras y hortalizas y 16 clases de productos
forrajeros.
Estados Unidos importa de Nicaragua los siguientes rubros: oro, plata, tierra
mineral, café, hulle,135 maderas, ajonjolí, raíz de ipecacuana, bananos, maíz,
goma-níspero, bálsamo, cocos, cueros, pieles y sus manufacturas, y quesos.
Las importaciones se rigen, por lógica, de acuerdo con las fluctuantes
necesidades norteamericanas, lo que determina una permanente inestabilidad
presupuestaria, fenómeno que de ninguna manera es exclusivo de Nicaragua.
La Conferencia Económica de Río de Janeiro de 1954 demostró que la política
económica de los Estados Unidos castiga con su ortodoxia imperialista a la
mayor parte de los países de nuestra América, imposibilitados de sacudirse el
dogal que los retiene en su servidumbre y atraso.

Para en buena parte demostrarlo, fue que se escribió el libro Nosotros, los de
las Américas. Su autor, Carlos Dávila, ex presidente de la Organización de los
Estados Americanos en reemplazo de Alberto Lleras Camargo, no puede ser
considerado precisamente un comunista. Sin embargo, todas sus conclusiones
arriban a la comprobación de que Estados Unidos relega metódica y consciente-
mente a una situación de dependencia colonial a nuestros países, por razones
exclusivamente imperialistas. 136
134
“Somoza... recibe 20 dólares por 1.000 pies de caoba y otras maderas preciosas embarcadas en
la costa del Atlántico... El cuñado de Somoza, coronel Luis Manuel Debayle, cuando fue ministro de
Sanidad, manejaba el monopolio de quinina del gobierno, con buenos propósitos: se la mezclaba
generosamente con harina, y se vendía a precios exorbitantes en un país consumido por el
paludismo.” William Krehm, op. cit., p. 167.
135
“Después de Pearl Harbor, cuando Nicaragua florecía como importante fuente de caucho,
Somoza organizó el asunto y tomó su buena participación. Dividió el territorio cauchero entre un
grupo de favoritos. Estos, con fondos que adelantaba el Banco Nacional, comenzaron a comprar el
caucho de los cosecheros por 60 córdobas y lo revendían á los Estados Unidos por 139. Pero hacia
fines de 1942 la Rubber Reserve Corporation lo amonestó y envió a sus propios hombres a la región
cauchera, para comprarles directamente a los productores. Somoza, olfateando que Washington
tenía un interés vital en ese producto, no persistió en sus tentativas de 'organizar' la industria.”
William Krehm, op. cit., pp. 167-168.
136
Al efecto, es interesante consignar textualmente el capítulo "Cuando el caucho cayó y no rebotó"
(págs. 52 y siguientes) del libro, que en pequeña escala fotografía todo el drama de la dependencia
colonial de nuestros pueblos: "En 1912 llegó a su máximum la producción de caucho en el Brasil,
con un total de 45.000 toneladas, y al año siguiente la producción asiática sobrepasó por primera
vez a la iberoamericana. Al comenzar la década de 1920 la América latina sólo contribuía con 19.000
toneladas al consumo mundial de 567.000 toneladas. En 1938, en vísperas de la Segunda Guerra
Mundial, la América latina había cedido al Asia el 98 % de un mercado mundial que entonces
258
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Su política de fijación de precios se puso a prueba con ocasión de la segunda


guerra mundial.

En el caso específico de Nicaragua, las razones estratégicas y el clausurado


mercado productor oriental determinaron al Departamento de Estado a
promover el cultivo del caucho en el país, al punto que en 1944 el índice de su
producción era el mayor entre las naciones americanas, alcanzando un
valor de 1.078.096. Pero en 1945, la terminación de la guerra redujo el interés
por su explotación, lo cual, unido a que los precios eran fijados por el

consumía 895.000 toneladas. Fue así como en 1934 el 98 % de los productores de caucho
estuvieron en situación de organizarse como cártel cerrado, e imponer el precio a los compradores
del mundo.”
“Los Estados Unidos compraban entonces dos terceras partes de ese caucho y pagaban por él
275.000.000 de dólares por año. Los consumidores americanos pagaban altos precios por artículos
de caucho, y la América latina, productora de aquella materia prima, compraba caras llantas
norteamericanas fabricadas de material asiático. La guerra vino entonces a cortar la línea vital de
suministros por el Pacífico, y los Estados Unidos se quedaron sin un material que encabezaba la lista
de productos estratégicos del ejército.”
“Lo que ocurrió entonces pertenece ya a la historia: dirigida y financiada por los Estados Unidos, se
emprendió la carrera para restablecer la producción en el Brasil, México, Haití, Colombia, Ecuador,
Venezuela. Honduras, Nicaragua, Panamá, Guatemala y Costa Rica costara lo que costara; y se
improvisó en los Estados Unidos una industria de caucho sintético por valor de 750.000.000 de
dólares. Como consecuencia de todo esto la producción de caucho en la América latina subió de
15.000 toneladas antes de la guerra a 32.164 en 1945. Hoy día está otra vez disminuyendo
rápidamente.”
“El consumo americano de caucho llegará este año al nivel sin precedentes de 1.000.000 de
toneladas. La industria nacional de caucho sintético y el productor natural de la América latina
podrían satisfacer esta demanda pero no es eso lo que va a ocurrir. Por el contrario, los Estados
Unidos están restableciendo los viejos convenios del cártel, de acuerdo con los cuales el siempre
favorito Extremo Oriente recibirá la tajada del león del mercado americano, a un precio más alto
que el costo de producción de la industria sintética norteamericana. Con esto se agregan
30.000.000 de dólares anuales a la cuenta de cobro que han de pagar los consumidores americanos
por sus llantas: prima espléndida para los sagaces productores y negociantes euroasiáticos.”
“En octubre de 1947 el edificio del caucho latinoamericano se derrumbó pesadamente, casi
arrastrando en su caída a la industria del caucho sintético norteamericano; los Estados Unidos
convinieron en Ginebra en ceder más de dos terceras partes del mercado americano al caucho de
“plantación” producido por los euroasiáticos en Extremo Oriente, dejando el resto de ese mercado
para que lo abastezcan conjuntamente el caucho sintético y el natural de Norte y Sur América,
respectivamente.”
“Este acuerdo antipanamericano de posguerra pasó casi inadvertido. Sólo fue censurado en la
Cámara de los Comunes, donde se le tachó de no ser todavía 'satisfactorio' para la economía
imperial británica. El pacto entró en vigor inmediatamente; en realidad, ya se había puesto en
práctica desde antes, pese a la trágica experiencia de Pearl Harbor. Durante el año de 1947 las
compras norteamericanas de caucho asiático dejaron a la Gran Bretaña 200 millones de dólares, lo
mismo que en la época anterior a la guerra, pero los Estados Unidos quedaron en mayor peligro aun
que antes de la Segunda Guerra Mundial de perder sus fuentes de abastecimiento.”
“El Asia Sudoriental revolucionaria de hoy día es mucho menos digna de confianza que lo era en
1914, pero los Estados Unidos continuaron comprando caucho a la Malasia que sigue ardiendo sin
esperanza, a razón de 500.000 toneladas anuales según el promedio de los primeros cinco meses de
1948. He aquí la triste historia de cuarenta años; el consumo anual de caucho aumentó de 50.000
toneladas a 1.000.000, y el aporte latinoamericano a ese consumo disminuyó de ciento por ciento a
casi cero... gracias al monopolio euroasiático que impone los precios a los Estados Unidos, los más
259
Gregorio Selser

Departamento de Estado, hizo bajar el valor de la producción a 846.836


dólares. Hubo más: como la victoria de ‘los Aliados’ permitía a los Estados
Unidos disponer de su fuente tradicional de caucho, el Departamento de
Estado convino con Nicaragua en que ésta suprimiría la explotación de los
árboles del caucho, para evitar la competencia. El corolario fue que a fines de
1945 y 1946 el corte de árboles de hule se realizó de tal manera, que se
imposibilitó premeditada y alevosamente la producción de grandes bosques
de ese cultivo.

La guerra no produjo sólo esa muestra de “bien” entendido comercio


internacional. Para Nicaragua –como para todos nuestros países–, el valor de
los artículos de primera necesidad sufrió un alza considerable, que en nueve
años, a partir de 1937, señalaba un incremento del 400 % en la harina de
trigo; 700 % en el maíz; 600 % en el arroz; frijoles, 1.000 %; papas, 300 %;
carne, 600 %; leche, 800 %, y huevos, 800%. Correlativamente, las estadísticas
acusaban el alza inmoderada de los otros rubros vitales para los trabajadores,
según los siguientes datos: vestuario, 145,55 %; habitación, 132,82 %;
combustible y luz, 184,67 %; artículos varios, 155,38 %. Los datos últimos,
correspondientes al período 1940-1948, se complementan con la información
de que en el mismo lapso, los sueldos y salarios permanecieron estacionarios.

Dichos sueldos eran: sobre una semana de 48 horas de trabajo, un obrero


carpintero, albañil o armador, 48 córdobas; peón o ayudante, 21 córdobas. En
la industria textil, sección tejeduría, el salario medio de hombres o mujeres
por jornada de ocho horas es de 5 córdobas; en los hilados, 9 córdobas;
percibiendo peones o ayudantes, 4 córdobas. En las fábricas de calzado de
primera categoría, el montador de zapatos percibe 39 córdobas semanales;
en las de segunda, 36. En las fábricas de licores el sueldo medio no pasa de los
40 córdobas semanales. En la fábrica de cerveza, los obreros calificados
perciben 36 córdobas semanales; los electricistas y mecánicos, 48; los jefes de
salas de máquinas, 87; y los peones, carretoneros y ayudantes, hasta un
máximo de 32 córdobas semanales. En las minas, el jornal medio era de 6
córdobas por 8 horas en los túneles; 4 el de los ayudantes, y 22 y 14
córdobas, respectivamente, el de los contratistas, y jefes y obreros altamente
calificados. En los ingenios, el trabajador de la zafra percibía 8 córdobas por
jornada de ocho horas; los cortadores de caña, 3 y 4 córdobas. Los jornaleros
agrícolas o ganaderos, un salario que en ningún caso era mayor de 3 córdobas.

grandes consumidores mundiales, situados en el continente de donde es originario el caucho.”


Carlos Dávila. Nosotros, los de las Américas. Edit. del Pacífico, Santiago de Chile, 1950.
260
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

No obstante la moderada inflación, que comenzó su nueva curva ascendente


a partir de 1947, los sueldos y salarios permanecieron fijos. Cuando los
obreros se resistieron a trabajar, invocando el artículo 77 del Código de
Trabajo sancionado por el mismo Somoza, que estatuía el salario mínimo, el
dictador reprimió por la fuerza las protestas de los gremios mineros. El simple
cotejo de los salarios y del costo de la vida permite conocer con cuánta
justicia el pueblo de Nicaragua protestaba por la situación económica, de la
que sólo aprovechan Somoza, sus parientes y sus amigos. 137

Correlativamente, las colocaciones y depósitos bancarios registraban nuevos


aportes, que confirmaban la tendencia alcista del período 1941-1945. La
situación colonial de Nicaragua registraba como un termómetro la incidencia
de la guerra sobre la economía norteamericana. Así, en tanto en 1944 los
fondos disponibles bancarios sumaban 14.600.000 a fines del año de
terminación de la guerra, 1945, acusaban un descenso de 4.000.000. Los
excedentes del presupuesto permitieron que para ese año la deuda a Gran
Bretaña, estimada en dos millones de dólares en 1940, quedara reducida a
387.840 libras esterlinas, cuyo pago era urgido insistentemente por los
inspectores aduaneros norteamericanos. Los ingresos del Ferrocarril del
Pacífico proporcionaron al Estado 5.500.000 dólares en 1945, contra los
800.000 dólares de 1935, como consecuencia del aumento de carga y
transporte de pasajeros, que en tiempos normales permitía la ocupación de
unos 2.980 obreros.

El Departamento de Investigaciones Económicas de la Unión Panamericana


asevera que el total anual de la renta de Nicaragua aumentó durante el
período 1928-1944, de 25.000.000 a 61.375.000 dólares, o sea un 145 %. En
el mismo lapso, la estimación anual de la renta nacional individual se elevó a
61 dólares, o sea un ascenso de más del 50%. Los Estados Unidos, durante el
período de Roosevelt no retacearon a Somoza su apoyo económico
condicionado al juego político en vigor.

Por eso, no fue ninguna sorpresa que el amigo de Hitler, Hirohito, Franco y
Mussolini reformara nuevamente la Constitución para incluir en ella la Carta
del Atlántico; máxime cuando, aprovechándose de la reforma, tratara de
incluir una cláusula mediante la cual la no reelección, principio constitucional,
137
“Las escaseces de la guerra fueron para Somoza lo que para Al Capone la prohibición. Clavos,
llantas, machetes, se vendían a través de sus agentes y amigos en cualquier parte, con recargo de
200 a 600%. El escándalo llegó a proporciones tales, que se vio obligado a entregar el control de
precios al subadministrador norteamericano de impuestos, mayor T. G. Downing.” William Krehm,
op. cit., p. 168.
261
Gregorio Selser

quedaría en suspenso en caso de guerra. Pero la Carta del Atlántico fue para
él un arma de dos filos, tal como sucedió con Hernández Martínez en El
Salvador y con Ubico en Guatemala: el arsenal propagandístico desatado por
Estados Unidos contra “el Eje” tenía entrada libre y difusión recomendada en
toda América latina. El sentido dado a esa propaganda asestaba indirecta-
mente rudos golpes al principio sobre el cual asentaban su poder los
dictadores, quienes, sin embargo, no podían frenarla sin ponerse en abierta
evidencia o sin correr el peligro de ser considerados enemigos de “Occidente”.

Así pudo darse en Nicaragua el curioso caso de una dictadura sanguinaria que
se llenaba la boca de consignas liberales, a tal punto que su misma prédica
originó conatos revolucionarios, rapidamente sofocados. Cuando Carlos
Pasos, antiguo amigo de Somoza y luego su oponente, preparaba un discurso
para la Convención Liberal de León, donde iba a hacer pública la lista
detallada y completa de los negocios del Presidente, éste se apresuró a
notificarle con un amigo:

“Yo sé que tiene un discurso preparado para la Convención. Si insiste en


pronunciarlo, no olvide de llegar armado. No soy un sujeto al cual se
puede derrocar con discursos.”

Para asegurarse de cualquier manera, lo detuvo. Luego ocurrieron las noticias


de los triunfantes movimientos revolucionarios en El Salvador y Guatemala. A
su conjuro, los estudiantes se apoderaron de la Universidad y las buenas
damas de la capital –que nunca habían tenido un solo gesto de rebeldía–
resuelven desfilar como demostración de su desapego al dictador. Este
responde poniendo en prisión a aquéllos y haciendo desfilar “en desagravio”
a las mujeres públicas de Managua. Después de esto la Carta del Atlántico fue
cuidadosamente archivada y la Guardia Nacional pudo volver a seguir siendo
fiel a sí misma.138
138
El periodista Krehm llegó justamente a Managua cuando se producían esos hechos, que costaron
la prisión y el destierro a cientos de opositores. En su estilo vivaz relata: “En un resplandeciente
automóvil que llevaba chapas oficiales, llegó Nicolasa Sevilla, dueña de uno de los más elegantes
prostíbulos de Managua. Blandiendo un cuchillo, maltrató a las esposas e hijas de las familias más
distinguidas y les gritó obscenidades. Su elocuencia fue respaldada por enjambres de rameras que
chillaban a más no poder, empujaban e insultaban a las manifestantes. Las fuerzas ‘leales’
conquistaron el día por sorpresa. Después Somoza recibió a 'la Nicolasa' en el palacio presidencial, y
dio las gracias a ’su buena amiga’ en un lenguaje sumamente expresivo, digno de su gremio. Más
aun, ‘la Nicolasa’ se convirtió en un pilar del régimen, y hasta llegó a invadir con sus tropas la
Asamblea, para abofetear a diputados de la oposición. Algunos meses después la causa se vio
privada de sus servicios, cuando fue herida en una camorra de burdel y confinada a la cama, esta
vez no profesionalmente.” Op. cit., p. 176.
El periodista entrevistó luego a Somoza por cuenta de “Time”. Refiere cosas como ésta: “Comencé
preguntándole si no estaba enojado con “Time” por las alusiones publicadas recientemente.
262
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

El temor a sufrir la misma suerte que los dictadores vecinos caídos, indujo al
dictador a vetar la cláusula mediante la cual iba a ser reelecto, y a ofrecer
toda clase de garantías y prebendas a los opositores. Cuando éstos
rechazaron sus propuestas, Somoza tentó a los sectores más revolucionarios,
que veían amargados cómo la resistencia a la dictadura era capitalizada por
elementos del tipo de Emiliano Chamorro o Carlos Pasos; tampoco la
izquierda aceptó los dones, contestando con los famosos movimientos
callejeros de junio y julio de ese año, que si no produjeron la caída de Somoza
por lo menos obtuvieron que éste hiciera pública renuncia de toda intención
de ser reelecto. La conmoción producida fue aprovechada por las
organizaciones obreras, campesinas y artesanales para reconstruir sus
diezmados cuadros y volcarlos en la lucha social, que tuvo concreción en el
Código de Trabajo sancionado en 12 de enero de 1945 139 según decreto Nº
336, que era en realidad un regulador de los aspectos técnicos del trabajo en
su relación con el salario. Ya Nicaragua había ratificado en 1934 el Convenio
sobre los métodos para la fijación de salarios mínimos, de 1928, que cayó en
desuso en 1938, cuando su Presidente resolvió que era mucho gasto el
pertenecer a la Organización Internacional del Trabajo. 140

El idilio duró hasta mayo de 1945. Entonces, el secretario de Somoza,


inaugurando una estatua de tamaño natural de su patrón, proclamó que éste
no había sido “electo” en 1939, sino solamente “designado” para otro término
por la Asamblea Constitucional.
Constestó que no, que seguía siendo su revista favorita. Sólo que había montones de gentes en
Managua que lo calumniaban. Le dije que tenía tres libros de notas, que estaba harto de oír
historias sobre sus negocios y que, por supuesto, no deseaba discutirlas... En lo referente al ganado,
se sonrojó un poco cuando mencioné los nombres de sus principales agentes de compras.
Finalmente me sugirió que viera a X, un ganadero importante que había sido autorizado a exportar
ganado a Costa Rica, como prueba de que no se tragaba el negocio él solo. Como X había sido mi
informante principal sobre lo del ganado, supe que me encontraba en el camino correcto... Admitió
que obtenía créditos del Banco Central que nunca podría haber obtenido como ciudadano
particular. Pero lo hace por el bien del país. Ha trabajado duro desde que era niño...” p. 175.
139
OIT (Oficina Internacional del Trabajo). Salarios mínimos en América latina, p. 141. Ginebra,
1954, donde puede consultarse in extenso las modalidades de la legislación del trabajo en América
durante esos últimos años.
140
Krehm se refiere así al decreto nº 336: “en abril de 1945 fue aprobado un código de trabajo. Sin
duda el más extravagante de toda Latinoamérica, y quizá de todo el mundo. A los obreros se les
prometió la Luna... sobre un papel: cuatro semanas de vacaciones anuales, pagadas íntegramente;
seis semanas con licencia y salario completo para las mujeres, antes y después del parto. Pero nada
de esto se llevó a cabo jamás. Como capitalista principal del país, apasionado por los centavos, los
intereses de Somoza se encontraban en todas partes. Su ministro de Relaciones Exteriores era
abogado de la ya conocida y famosa compañía minera norteamericana La Luz y Los Ángeles (familia
Fletcher), que explota a los indios de la Mosquitia en forma inicua. Cuando algunas minas de oro
fueron cerradas por las huelgas de junio de 1945, el gobierno hizo todo, menos alentar a los
obreros, y el ‘flirt’ de Somoza con los trabajadores llegó a un fin abrupto. Poco después expulsó del
país a los líderes principales.” Op. cit., p. 177.
263
Gregorio Selser

El dictador prometió además que declinaría el mando en cuanto estuviese


lista la carretera al Caribe. Como 2.000 trabajadores se ofrecieron de inmediato
para trabajar gratis para terminarla cuanto antes, y las manifestaciones
opositoras arreciaban, esta vez apoyadas por el embajador norteamericano
Fletcher Warren, Somoza resolvió hacer designar candidato al viejo aspirante
Leonardo Argüello, al que en efecto hizo elegir en comicios regulados. Hasta
tuvo la audacia de resignar el mando de la Guardia Nacional.

Pero Argüello, aunque no poseía tino político, tenía la suficiente memoria


como para recelar de las intenciones de su patrocinador, a quien intentó
despojar del ascendiente que ejercía sobre la Guardia modificando su cuadro
de oficiales.

Cuando Somoza objetó la medida, Argüello lo emplazó a abandonar el país


dentro de las veinticuatro horas. Mientras el Partido Socialista Nicaragüense,
el Partido Liberal Independiente, la Confederación del Trabajo y los núcleos
estudiantiles sandinistas recomendaban al Presidente la necesaria cautela
para proceder contra Somoza de una manera contundente, los núcleos
tradicionales empujaban provocativamente a Argüello para decidirse a una
acción inmediata, que con seguridad daría buen éxito.

La maniobra aparecía respaldada por el consejo de Mr. Warren,


representante del “demócrata” Spruille Braden, quien días antes había
ofrecido a Argüello un empréstito de ocho millones de córdobas para enjugar
el déficit de la administración Somoza, a cambio de las acostumbradas
“garantías de inversión”, propuesta que había sido rechazada. Argüello había
adelantado sus intenciones de liberarse del yugo económico, cuando
pronunció un discurso ante los partidos de izquierda, al conmemorarse el 1º
de mayo. Eso había sido suficiente para sellar su suerte, que el reto a Somoza
provocaba sin demora. El asesino de Sandino pidió tres días para cumplir la
orden de ausentarse, la que le fue concedida. Pero antes de que venciera el
plazo, el día 26 de mayo, 26 días después que Argüello asumiera el poder, el
candidato al exilio insurreccionaba a la Guardia y personalmente informaba al
semidormido mandatario, en su lecho, que no era más Presidente.

La Cámara, convocada urgentemente para las tres de la madrugada,


declaraba “mentalmente incompetente” a Argüello, a quien dio tiempo para
refugiarse en la embajada de México. En su lugar, un tío de "Tacho", Benjamín
Lacayo Sacasa, era designado para sucederle. En el golpe habían intervenido
en favor de Somoza los hasta ese momento sus opositores, Carlos Pasos y

264
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Emiliano Chamorro. La provocación había tenido el éxito más completo, la


reacción popular era aplastada por la Guardia Nacional y las brigadas de
Cascos de Acero y entretanto, el presidente provisorio convocaba a
elecciones de Constituyentes para agosto de 1947. Cuando ésta se formó, sin
oposición se modificó de nuevo la Constitución, fue abolido el Código de
Trabajo y se designó Presidente al octogenario Víctor Román y Reyes, que,
naturalmente, también era tío de Somoza.

Tanto apuro, tenía su explicación en la proximidad de la IX Conferencia


Panamericana, y en la falta de reconocimiento por parte de las naciones del
continente, que luego de la farsa no tuvieron inconveniente en extenderlo,
con la sola y honrosa excepción de Guatemala. A partir de entonces se suman
las muertes violentas de líderes opositores. Luis Horacio Scott, Julio Aguilar
Martínez, Rito Jiménez Prado, Octavio Escobar, Luis Felipe Gabuardi Lacayo,
son algunos de los cientos de mártires de la libertad de Nicaragua, que
sucumbieron a manos de la Guardia Nacional de la misma muerte de Sandino.
También cayó así, en agosto de 1947, el general Juan Gregorio Colindres,
amigo de Sandino, junto con algunos de sus amigos. No entran en la lista los
cientos de encarcelados o los millares de expatriados, que solamente en
Costa Rica ascienden a unos 30.000.

No era ajena a la reacción la situación de inseguridad y penuria económicas


de los obreros y campesinos de Nicaragua, la terminación de la guerra hizo
cesar muchos negocios lucrativos, creados artificialmente, sin una base real
de sustentación relacionada con las características del país, cuya contextura
económica es débil dada su condición monoproductora, fuente de materias
primas a que ha sido reducida por exigencias del imperialismo norte-
americano. Los coletazos de la crisis que se hizo presente en Estados Unidos a
partir de 1947 tuvieron su repercusión en Nicaragua a partir de abril de ese
año, cuando las construcciones urbanas en las ciudades del Pacífico fueron
paralizadas por falta de materiales y dinero para cubrir planillas de salarios,
reduciéndose su monto en un 39 %.

Ya hemos referido lo que sucedió con el caucho. A eso siguió en mayo la


reducción de las jornadas de trabajo, de ocho a seis horas en la industria
textil, de cemento, calzado, mobiliario y del vestido. De los almacenes de
comercio al por mayor y al detalle fue cesanteado un 45 % de los empleados,
cuya desocupación favoreció la lucha competitiva por los bajos salarios, con
inmediata influencia sobre las industrias del tabaco, licorera, cervecera,
fosforera y azucarera.
265
Gregorio Selser

En julio, entre dos y tres mil hombres y mujeres de los departamentos de


carreteras públicas y otras oficinas administrativas, fueron igualmente
despedidos. La vida comercial sufría un receso de un 50 % en el monto de las
operaciones. La clausura de algunos centros mineros, “por falta de equipo y
por la imposibilidad de conseguirlos”, fue una nueva fuente de desocupación,
agravada por la penosa situación de un campesinado despojado de sus
medios de sustento, debido a los manejos en el acaparamiento de tierras
efectuado por Somoza y la camarilla gobernante.141

La reducción de las compras por parte de los Estados Unidos obraba sobre la
economía nicaragüense con la fuerza de la lógica de la economía capitalista,
y a despecho de permanecer fijo o con tendencia alcista el precio del café
–que en 1948 constituía el 35,5 % del monto total de sus exportaciones– no
era por sí solo capaz de contribuir a remediar las necesidades del país. Si las
cíclicas declinaciones capitalistas golpean con mayor fuerza a los países
coloniales y dependientes, cuánto mayor había de ser el daño donde una
administración rapaz ha concentrado en pocas manos la industria de
transformación y ligera, reduciendo el incentivo para su crecimiento, de
modo que unos pocos sean los beneficiados y la inmensa mayoría obtenga
una mínima e inestable suma de ingresos, que limita su capacidad de compra,
desalienta a la producción y frena el desarrollo de las incipientes burguesías
locales.

Finalmente, el uso vicioso acordado a las funciones del Banco Hipotecario,


creado con la intención fundamental de otorgar créditos agrícolas y fomentar
por lo tanto la producción campesina, sólo sirvió a los fines de la expansión
del elenco gubernamental, a tal extremo que en 1947, luego de los cuatro
años de sequía consecutivos, el Banco no podía ya girar sobre sus fondos. La
sección Créditos e Hipotecas del Banco Nacional registraba idéntica manifes-
tación de nepotismo, con la utilización al máximo de sus reservas por parte de
los predilectos del régimen. Así, el Banco Anglo-Americano, por su parte
registraba en el período de cinco años, hasta 1947, la concentración de
capitales en manos de las siguientes personas:

141
Con ocasión de celebrarse la fecha norteamericana, el 4 de julio de 1948, Somoza declaraba en el
banquete de la Embajada: “El problema que más preocupa a mi gobierno es la desocupación
forzosa. Jamás habíamos sentido una crisis económica tan riesgosa como la que estamos
presenciando.” Claro está que a continuación sostuvo que la panacea era la guerra, ya que sólo ‘una
guerra contra los comunistas, contra la URSS, podría salvar a la democracia de la crisis’.”
266
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

1) General Anastasio Somoza, ministro de la Guerra, Marina y Aviación y


jefe de la Guardia Nacional.
2) Dr. Víctor Román y Reyes, presidente de Nicaragua.
3) General Francisco Gaitán, jefe del Estado Mayor de la Guardia
Nacional.
4) Rafael Huezo, gerente del Banco Nacional de Nicaragua.
5) Dr. Luis Manuel Debayle, cuñado de Somoza, ex ministro de Relaciones
Exteriores y ex ministro de Salubridad y Asistencia Pública.
6) José Beneti Ramírez, ex ministro de Hacienda y Crédito Público;
presidente de la Compañía Nacional de Seguros y ex secretario privado
de la Presidencia de la República.
7) Coronel Julio Somoza García, hermano de Anastasio Somoza, secre-
tario general del Estado Mayor de la Guardia Nacional y Jefe Militar del
Área de Carazo.
8) Dr. Jesús Sánchez R., abogado del Banco Nacional, ex ministro de
Hacienda y Crédito Público, socio de Somoza en la fábrica de cemento y
abogado de todas sus empresas comerciales e industriales.

Todo ello, sin tener en cuenta la continua evasión de capitales, mediante


depósitos e inversiones en dólares realizados fuera del país, sobre todo en los
Estados Unidos, filtración o drenaje que explica la misteriosa caída de la
cotización del córdoba, fuga de capitales que prosiguió aún en la época en
que figuraba como presidente Román y Reyes.

¿Y qué hubo después del tío? Pues, nuevamente el sobrino, “democrática-


mente” electo (como no podía ser de otra manera) en 1950, convertido en el
dueño y señor no sólo de Nicaragua sino también de los destinos de sus
vecinos centroamericanos, en su función de cancerbero por cuenta del
Departamento de Estado.

El moderno armamento que posee su ejército, sus aeródromos y bases


siempre bien dispuestas y aprovisionadas para toda emergencia, su falta de
escrúpulos, su sumisión incondicional al mandato de las esferas dirigentes
norteamericanas, le han convertido junto con Trujillo, en el verdugo de todos
los movimientos de liberación emprendidos por los pueblos de Centro-
américa, no sólo en sus anhelos de independencia de las garras economico-
políticas del imperialismo, sino en las elementales tentativas de mejorar su
miserable nivel de vida y sus condiciones de existencia.

267
Gregorio Selser

Conclusión
BLASÓN Y PREZ DE SANDINO142

¡Oh frenos los tascados por el pueblo!


Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera y
soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas; arrastraban candado ya los
déspotas
y en el candado sus bacterias muertas...
¿Batallas? ¡No! ¡Pasiones! Y pasiones precedidas de dolores de pueblo
con esperanzas de hombres.
¡Muerte y pasión de paz, las populares!
¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!

César Vallejo

Cuando el día hubo llegado fue el tiempo de no morir.


El Sol apareció a tambor batiente, y el hombre postrado escuchó la voz, que
era su propia secreta voz, aunque él entonces no lo supo.
Cuando el día hubo llegado, el hombre postrado se irguió (pequeño como era,
los gigantes envidiaron su altura), sacudió sus vestiduras y marchó sonriendo
(su rostro era un niño contento) por el destino adelante.
Cuando el día distinto de la rebelión hubo llegado y hasta el mismo Job dejó
de maldecir su primer vagido, el hombre postrado, hecho héroe, descubrió
que su voz, que él creyó ermitaña, era el eco magnificado de claras y lejanas
voces que entonaban idéntico credo.
No de entonces las voces clamorosas, cumbres de una fraternidad montaña.
De siempre vibran confundidas preces ancestrales y sueños venideros. Sí. Y
hasta sueños no soñados, porque aquello que esperamos es ya la mitad de lo
que aún no ha venido. De siempre pugnan esos sueños en no aplastar en el
corazón cuanto hay de bienvenida.

142
Prez (en plural: preces): Honor, estima o consideración que se conquista con una acción
meritoria.
268
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

Cuando el día hubo llegado, he aquí que todo lo que en una muerte es sabio y
es justo se perpetró en los puños del hombre que ya no se postraba más: su
sumisión ante la vida podía ser rescatada con un gesto neto ante la muerte.

El héroe supo sí que el día era bien llegado, que la profecía era cierta, que su
misión era ya río caudaloso sobre el cual generaciones de fuego volcaron
violencia y escarnio. El héroe dejó de desesperar, y como un viejo dios padre,
cauteloso en su júbilo, se reclinó sobre su propio pecho, y se alegró por los
hombres.

Ocurrió en América. Como si dijéramos: ocurrió en el mundo. Cierto es que


muchas veces había ocurrido, allí como en otras partes; así pues todo parecía
repetido, si bien todo era recreado: los signos, los años, la balanza y, por
cierto, la batalla.

Era así fácil confundirse y titubear y al señalar los símbolos y las huellas decir,
por ejemplo: “Estoy seguro de Harmodio y Aristogitón, de sus nombres y de
sus puñales”, sin sospechar cuan gravemente podría equivocarse. O pensar en
Numancia y desesperar de encumbrar un solo nombre que ciñera en sí mismo
la fecunda agonía de su desesperación libertaria.

Por eso, aunque ocurrió en América, pertenecía a la historia del mundo y de


sus hombres: era la crónica de la misma batalla, tan vieja como el árbol,
siempre renovada y siempre idéntica en sus gracos, en sus espartacos, sus
vinatos y sus connumeros, sus babeufs y sus servets, sus johnbrown’s y sus
tupacamarus y sus pumacahuas y sus sacoyvanzettis.

Cuando la desolación del héroe buscó la mano que le enriqueciera de


significados, toda América desplegó a sus hijos en orden de partida; mar,
tierra y aire se sorprendieron de ese éxodo que violaba las normas del
turismo y perturbaba la tranquilidad de los escribas y los sacerdotes.

Voluntarios de América, les llamaban los orgullosos. Voluntarios de la muerte,


decíanles los pesimistas. Voluntarios de la libertad, proclamá-banse ellos
mismos. ¿Era acaso de admirar que tamaña fraternidad se convirtiera en
torrente y arrasara los muros?

Y para que nada faltara, el poeta de allende los mares, aquel mismo que
dijera: “Cada uno es demasiado para estar solo”, ceñía para siempre sobre la
cabeza del héroe mayúsculo el título sin par de general de hombres libres.

269
Gregorio Selser

Después, lo que fue grito se hizo símbolo, lo que fue pasión se convirtió en
bandera; lo que fue agonía se trocó en historia. Y cuando el día hubo pasado y
los vientos se llevaron los gritos, los suspiros y los rugidos (y el barbudo Pirro
se citaba con creces a sí mismo), el héroe, muy junto a su profunda muerte
recobrada, supo que en tanto existiera alguien que le recordara y amara su
memoria, el gesto y la huella de su batalla no estarían perdidos.

Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.


Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

Pablo Neruda

Sandino no fue sólo la rebelión individual, desesperada y romántica de un


hombre. Sandino está en cada campesino que, al secar sus sudores, piensa
con rabia que la tierra no es suya; Sandino está en cada indio que carga sobre
sus hombros la larga costumbre de la expoliación blanca; en cada mulato que
sufre y se resiente del menosprecio racial; en cada negro que constata que su
piel y no su corazón está en la balanza. Sandino está en cada obrero que en su
sindicato o en el cubil donde le recluye su verdugo, obra la tarea social de su
reivindicación; está, en fin, en cada estudiante que redacta o distribuye el
panfleto, siempre los mismos estudiantes y panfletos, aunque los siglos sean
distintos.

Sandino existe entre los que se batieron en Venezuela para terminar con los
epígonos del “bisonte” Gómez; como también entre los mineros que en
Cochabamba y La Paz, sin táctica ni estrategia derrotaron a la táctica y
estrategia del ejército boliviano, alzándose así sobre el recuerdo de sus
hermanos masacrados en Catavi; también los pueblos irredentos de las
Guayanas tienen, a no dudarlo, un Sandino.

Y otros tantos sandinos fueros esos héroes anónimos de Guatemala que en


1944 terminaron con el payaso que se creía Napoleón, instauraron el régimen
milagro de América y lo sostuvieron hasta que no pudieron más, hasta que en
junio de 1954 fueron traicionados, vendidos, aplastados.

270
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

¿Que tuvo defectos? No nos molestan. ¿Que cometió errores? ¡Vaya noticia!
Como si su gesta formidable no valiera, por su solo sentido (¡y bien saben los
del norte que no se conformó con intenciones!), todas las fallas que pudieran
encontrarle los que juzgan la historia a través de los ojos de las cerraduras.
Como si su coraje no fuera suficiente respuesta al torpe agravio que los
adoradores de Wall Street le infirieran.
Los años, que son los mejores jueces, van cubriendo lentamente, pero sin
cejar, la memoria de aquellos que agraviaron, en Sandino, a Iberoamérica. Por
contraste, la epopeya de ayer de Sandino es hoy leyenda como mañana será
mito. Por toda Nuestra América están vigentes, los signos de la supervivencia
de su mensaje. En tanto perdure, Nuestra América no será la fácil presa de los
filibusteros o los mercaderes.
Nuestros pueblos vieron surgir del más absoluto anonimato a un hombre que
había sido campesino, obrero manual, empleado y minero, cuya única
aspiración era seguir trabajando en cualesquiera de esas tareas una vez
cumplido el propósito que hizo resaltar su nombre; sentían suyo ese oscuro
anhelo de libertad; se sentían traducidos en la aventura quijotesca contra un
enemigo que, superior en hombres y en armas, era vergonzosamente
derrotado por un puñado de valiente que a las ametralladoras oponían latas
de sardinas convertidas en granadas de mano; a los aviones, los anticuados
fusiles de la guerra de Cuba; al poderío abrumador la táctica de guerrillas, y al
espíritu mercenario del invasor (cuyos soldados eran enrolados a sueldo), el
insobornable espíritu de los que sin paga alguna llegaron desde todos los
ámbitos de la tierra a engrosar las filas del General de Hombres Libres.
Nuestra América vio en Sandino cobradas viejas deudas, las de los conquista-
dores antiguos y las de los modernos. Sintió que su lengua, su raza y su
destino injusto tomaban desquite de aquellos que les habían convertido en
esclavos en su propia tierra. Nuestra América vio nuevamente abrirse las
puertas de un camino que de ser totalmente recorrido, concluirá por
reivindicarla, por enaltecerla, por liberarla. Nuestra América tenía fe en
Sandino. Sabía que no era el suyo el aislado gesto de un romántico tardío,
sino el grito que en todos los pueblos llamará a la rebelión, convocándolos
para la batalla común.
Por eso Sandino resultó triunfador. No sólo porque los invasores tuvieron
finalmente que retirarse, sino porque indicó cómo nuestros pueblos disponen
dentro de sí mismos los elementos de su liberación y se mostró a sí mismo
como ejemplo de esa posibilidad, legándonos su divisa y su tarea.

271
Gregorio Selser

Posesionado de la idea fija de expulsar a los invasores de su patria, condicionó


toda su actividad a ese único propósito, sin sospechar que esos mismos
invasores disponían de medios más sutiles que el empleo de la brutalidad
armada, que al fin de cuentas no era sino la expresión circunstancial de una
política que ya había logrado, antes de que su rebelión hiciera explosión, el
objetivo fundamental: las bases en el Golfo de Fonseca, la concesión para la
construcción del canal transoceánico y, sobre todo, los medios para dominar
la vida económica de la nación y asegurarla como una colonia dependiente de
su vasto imperio económico.

Sandino no quiso, no pudo ver más allá de su objetivo inmediato, al cese de la


intervención. Creía que una vez alcanzado, los nicaragüenses –y por reflejo,
los iberoamericanos– resolverían sus problemas, los partidos serian honestos,
los militares menos ambiciosos, los comerciantes más honrados y los obreros
y campesinos menos expoliados. Su ingenuidad política le llevó a cometer
gruesos errores, uno de los cuales le costó la vida. Pocas veces se ha dado en
la historia un caso análogo de desinterés material ligado a una fama guerrera;
de una modestia que al referirse al destino de su patria se convirtiera en
tanto orgullo; de una ingenuidad política que no le impidiera descubrir quién
era el responsable de la ejecución de su pueblo; de una timidez que no
obstara al coraje; de un sentimiento humano, fraternal, que no fuera
obstáculo para que su fusil abatiera al enemigo, de una altivez que antes que
de grandezas personales se jactara de la posesión de un oficio manual.
Hombres como Sandino reconcilian a los esclavos con la esperanza, a los
oprimidos con el destino. Hombres así señalan los derroteros, inclinan en su
favor las batallas más arduas y acorazan físicamente hasta al más endeble. El
Héroe tiene su significado más cabal cuando está referido a hombres como
Sandino.

Con su muerte, su batalla particular se hizo patrimonio de toda América. No


esperemos encontrarle en los libros donde los relatos oficiales enarbolan la
hojarasca patriotera para ocultar la realidad siniestra de la traición, la venta y
la sumisión. Ni tampoco en aquella que inscribe los nombres en las calles,
plazas y ciudades del Continente, pero que se guarda de revelar las páginas
inéditas de sus figurones consagrados; como omite también referirse a las
cárceles, a las torturas, a los pelotones de fusilamiento, a los empréstitos, a
las concesiones, a las bases extranjeras en suelo nacional, a las inter-
venciones militares, a la lucha de mercados, a la división imperialista de los
territorios, o a la criminal desunión en que se debaten nuestros pueblos,

272
SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES

desunión fomentada, acuciada y mantenida por conservarnos en la debilidad


y en la inercia.

Que es la historia americana de la infamia.

Esa historia americana de la infamia, cuyos personajes principales, por orden


de aparición, España, Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica, convirtieron
a nuestros países en colonias dependientes, a nuestros gobiernos en títeres
de opereta, a nuestros hombres en entes asociales, a nuestra cultura y
civilización en una rara mescolanza sin guía ni cohesión, a nuestro futuro en
una pavorosa interrogante.

La historia americana de la infamia.

Sandino se alzó contra ella nada más que con sus puños y su rabia de sentirse
esclavo. Triunfó, sí, en el limitado plan que se había propuesto, pero no
liquidó la esclavitud de sus hermanos. A lo sumo, los esclavizadores cambiaron
de táctica, y la opresión secular prosiguió, constante, oprobiosa, insultante. Y
además Sandino pagó con la vida sus rebeldías. Esa su vida magnífica que
llenó siete años de gloria de un Continente escarnecido que no le volvió la
espalda, reconociendo en él al hijo dilecto que le reivindicaba, justificaba y
orientaba hacia un futuro libre de opresión y amargura.

Y porque ningún esfuerzo se pierde y ningún gesto es estéril; porque detrás


de cada afirmación está la voluntad de resistir, porque en cada rebelión está
presente el espíritu de justicia, porque en tiempos de opresión la facultad de
rebelarse es la única libertad que no se pierde, Sandino no ha pasado en vano
por su Nicaragua ni muerto inútilmente por Nuestra América.

273

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