Arte Clásico
Arte Clásico
El arte clásico comienza con el arte griego, que a su vez tiene su origen en las culturas minoica y micénica. Grecia tiene
uno de los terrenos más abruptos del mundo, con lluvias irregulares que condicionan una agricultura pobre, de secano y
basada en la triada mediterránea (trigo, olivo, vid). Tuvieron una economía volcada en el mar, que facilitaba el comercio,
y localismos políticos muy acusados, como se puede observar en “El panegírico” de Isócrates de Atenas. El arte nunca
fue fuente de identidad griega, sino una causa. Los griegos se identificaban por su idioma, por sus dioses y sus polis.
Cronología del arte griego:
- Periodo prehelénico: XVIII-XII aC
- Periodo cretense o minoico: XVIII-XV aC
- Periodo aqueo o micénico: XV-XII aC
- Grecia primitiva o siglos oscuros: XI-IXaC
- Grecia arcaica: VIII-VIaC
- Grecia clásica: VaC
- Grecia postclásica: IVaC
- Grecia helenística: III-IaC
El periodo minoico se desarrolla en Creta, poblada por gente de origen asiático, egipcios e
indoeuropeos, y se organizaban en una talasocracia (dominio estratégico de los mares), con un rey
sacerdote a la cabeza. Siguiendo los pasos de Schliemann, el arqueólogo Evans llega a Creta, compra
la colina de Cnosos y desde 1900 se dedicó a su excavación durante treinta años, elaborando los
primeros esquemas cronológicos: Minoico Antiguo (prepalacial), Medio (Creta protopalacial o de los
Primeros Palacios) y Reciente (Creta palacial o de los Nuevos Palacios), a su vez divididos en I, II y III
(p.e. Minoico Antiguo II). La complejidad estructural de los palacios cretenses estimuló su
imaginación y estableció paralelismos con el laberinto del rey Minos. Se cree que la palabra laberinto puede provenir de
labrys, un hacha de doble hoja muy venerada en la Edad Antigua (usada por sacerdotisas minoicas para usos
ceremoniales, la minoica era una sociedad muy matriarcal), en la mitología (la utilizó Hefesto para liberar a Atenea) y
utilizada por las amazonas (símbolo feminista y lesbiano); por lo que el palacio de Cnosos también fue conocido como
Palacio del Labrys o de Minos. Otros arqueólogos de esta civilización fueron Hogarth (Zakros), Halbheer y Pernier (Hagia
Triada), Hatzidakis (Malia).
Primeros Palacios: 2000 – 1700aC. El palacio de Malia es muy representativo de esta primera fase, y en él se ha
documentado un jardín sagrado de palmeras, símbolo solar de la renovación de la vida. En este periodo, los muros de la
planta baja se construían con cascotes (conjunto de escombros y desechos) mezclados con mortero de ladrillo y
reforzados con vigas. Los ladrillos de barro se utilizaban principalmente para los pisos altos, y las piedras de mayor
tamaño eran para sitios privilegiados. Se cimentaban en mamposterías y mortero, formando bloques verticales y
también recurriendo a cimientos escalonados. La madera se reservaba para vigas, columnas y decoración, igual que el
yeso y la piedra. Se recurría al color y la textura de la piedra para fines estéticos. Otro palacio destacable es el de Festo,
que ocupaba una estratégica terraza desde la que se contemplaba el valle del Mesará. Unía los desniveles de la montaña
con escaleras, y su planta fue respetada en posteriores reconstrucciones, aunque siempre con problemas por la erosión
de la colina. En torno al 1700aC son destruidos por causas trágicas no totalmente explicadas, reconstruyéndose en los
Nuevos Palacios.
Nuevos Palacios: 1700 – 1500aC. Es el momento de esplendor de la sociedad minoica, con palacios más extensos y
complejos, y tipologías de menor tamaño. El palacio de Cnosos, comenzado en la etapa anterior, es el mejor y mayor
ejemplo. Con un gran patio porticado en el centro, está dividido verticalmente, con fachadas de cierta irregularidad
constructiva y yuxtaposición de espacios. El acceso sur es a través de un largo pasillo que dobla en ángulo recto y
permite acceder al área teatral y el segundo piso. Al oeste hay otro patio al que se accede a través del fresco taurino y la
vía de las Procesiones; y una amplia zona para almacenes. En la parte este están los talleres, residencias nobles y
cámaras para ofrendas (se encontró la tumba real de Isópata y tumbas-templo). Los cinco pisos del palacio se deslizan
escalonadamente colina abajo mostrando un juego de terrazas, pozos de luz y conducciones de agua. Casi todos los
murales y obras de Cnosos se encuentran en el museo de Heraklión.
El palacio de Zakros ha sido descubierto más recientemente, era un puerto comercial en el extremo oriental de la isla,
sin patio oeste, no se han documentado estructuras en altura y se separa de la ciudad mediante un mudo de cierre. El
yacimiento de Hagia Triada es un buen prototipo de residencia que imita en su escala a los palacios cretenses, pero son
villas nobiliarias. El sarcófago de Hagia Triada es una de las pocas piezas muebles de finales del periodo minoico,
momento en que la artesanía estaba especializada en cerámica, pero también era competente en metal, marfil o piedra.
El sarcófago está decorado con caliza enyesada y pintada, con diferentes escenas rituales, procesionales y de ofrendas
(alusión al árbol de la vida) en sus cuatro caras. En este yacimiento se hallaron cantidad de objetos valiosos, como
tablillas con estructura cretense (lineal A) y cerámica (vaso del príncipe, vaso de los segadores, ritón de los boxeadores),
así como restos del periodo geométrico. Se ha sugerido que podría haber sido una residencia de verano del rey de Festo.
En Gurnia se ha descubierto una construcción a modo de pequeño palacio.
Los grandes palacios minoicos eran el eje de la sociedad, unidades políticas, religiosas y económicas. Su continua
ampliación encerraba habitaciones muy numerosas (miles) sin luz ni ventilación, por lo que se tuvieron que abrir patios.
Aunque tienen escasa cimentación, los minoicos dominaron los sistemas de agua para baños y drenajes, y utilizaron el
capitel clásico del periodo griego posterior. El palacio cretense carece de elementos defensivos, lo que ha llevado a
algunos historiadores a pensar en una sociedad pacífica, y las ciudades tampoco estaban amuralladas. Cada palacio
minoico es sede real de un principado, y aunque también tiene mucho de centro religioso, había santuarios silvestres y
cuevas sagradas (como la de Camares, en el monte Ida). Dentro de las ceremonias religiosas destacan los juegos
taurinos, en el que acróbatas de ambos géneros evitaban la embestida, es el salto del toro o taurocatapsia. La columna
minoica se caracteriza por ser más ancha arriba que abajo (también se llama “invertida” en comparación con la griega), y
generalmente eran de madera y pintada de rojo.
Una característica llamativa de la arquitectura minoica es la ausencia de templos y construcciones destinadas al culto – si
descartamos la hipótesis de Faure de que no eran palacios sino santuarios dirigidos por reyes o clero especializado – lo
cual tiene sentido si contemplamos el carácter naturalista de sus cultos. En los primeros momentos se continuó la
tradición religiosa de los pithoi de arcilla neolíticos, o los larnakes (cajas de madera), pero los enterramientos más
extendidos fueron las tumbas circulares o tholos (de piedra, se cierran con la altura, asentadas sobre la roca, con puerta
de entrada y a veces antecámara, los pitraneos son edificios para las deidades de la familia y los magistrados de la polis)
o tumbas-casas (cimientos y habitaciones), sugiriendo ambas un uso familiar. Con el paso del tiempo las tumbas pasaron
a asemejarse a edificios. Las necrópolis fueron muy saqueadas, a pesar del respeto que infundía la necrópolis de Cnosos
entre los griegos clásicos: por lo incomprensible, por lo sísmico del lugar y por los mitos.
La cerámica minoica más antigua es la de Pirgos (Minoico Antiguo I), una cerámica bruñida que reemplazó a la de origen
neolítico, modelada a mano y secada al sol. Con el torno consolidado y cocción en horno, en esta cerámica destacan las
copas o cálices de pie, de color gris o negro y una decoración lineal. Del Minoico Antiguo II data la cerámica de Vassiliki
(también conocida como flameada, porque sobre fondo oscuro se extienden manchas de tonos claros, sobre todo
rojizas), aunque la más representativa y posterior es la de Camares (Minoico Medio II), con paredes finas para recoger
ofrendas, motivos libres y naturalistas. Era una cerámica de lujo, pintada en estilo polícromo claro sobre oscuro, y un
subtipo destacable son las refinadas copas de “cáscara de huevo”, de paredes muy delgadas, fabricadas con moldes por
artesanos muy apreciados. En la última etapa minoica (resurgen todas las artes en los Nuevos Palacios) la cerámica
deriva hacia creaciones estilizadas con motivos florales o del fondo marino, con registros horizontales, se producen
piezas más grandes, y las de mejor calidad casi exclusivamente en Cnosos.
La escultura minoica es de mucho menos interés: se continuó con la tradición
neolítica de la estatuilla exvota, con cierto expresionismo. Hay muchos
ritones (recipiente alargado para beber y libaciones) y vasos ceremoniales,
abundando las formas de toro. En el periodo de los Nuevos Palacios aparecen
las diosas de las serpientes (serpiente como fertilidad del suelo, también
llevan un gato sobre la cabeza) figuras que probablemente representen a
sacerdotisas con atributos de la diosa madre de culto extendido en Creta. El
atuendo habitual femenino era con el pecho al descubierto, enmarcado por prendas ceñidas al cuerpo. También
destacan las figuras talladas en marfil, las de bronce o las cabezas de toro labradas en roca con ojos de cristal
incrustados. Las artes menores conocen un desarrollo extraordinario, con joyas, recipientes y sellos, utilizados como
control y precinto. El Disco de Festos está hecho con cerámica cocida, con impresiones en ambas caras realizadas con
caracteres que representan sílabas, pero aún no se ha podido descifrar.
Creta es el origen de la pintura mural griega, que comenzó en rojo y negro siguiendo la tradición neolítica, y adquirió la
influencia egipcia y mesopotámica (aunque sin tantos convencionalismos) y cuyo esplendor coincide con el de los
palacios. En todos los casos se utiliza la técnica del fresco (en menor medida relieve sobre estuco pintado), con figuras
contorneadas y una gama concreta: blanco, rojo, amarillo, azul, verde y negro. Los más importantes están en las
paredes, y la naturaleza es predominante, con animales, grifos, petroglifos, delfines, monos azules, recolectores de
azafrán, perdices o toros (galopan sin ningún orden rígido: “galope minoico”). En la isla de Thera han aparecido diversas
casas en Akrotiri con escenas de mujeres y procesiones. La representación humana es algo más flexible que la egipcia,
pero se mantiene el convencionalismo de la piel clara femenina. No existen restos de escenas bélicas ni temas
relacionados con la muerte, sino que son escenas rituales, nobiliarias y taurinas, y sin figuras individuales.
El fin de la civilización minoica llegó con la fusión con los aqueos en el 1450aC, momento en que se forma la civilización
micénica. La denominación de aqueo se refiere al conjunto de los griegos, procedentes de los Balcanes, utilizado por
Homero como una casta aristocrática y dominante. Además, Creta fue afectada por la erupción de un volcán en la isla de
Santorini (donde había importantes lazos) y un maremoto en Thera, por lo que se menguó su fuerza naval y muchos
asentamientos fueron destruidos.
Fresco del salto del toro Los jóvenes de azul (o El príncipe de los El pescador, Cabeza de toro,
bailarinas), Cnosos lirios, Cnosos Akrotiri Cnosos
Fresco de los delfines Grifo, Cnosos Monos azules, La ciudad, Akrotiri La Parisina, Cnosos
Thera
Recolector de azafrán, Los recolectores de Frescos “minoicos” de Tell el-Daba Detalle de friso, Cnosos
Cnosos azafrán, Akrotiri
Palacio Zakros, planta Planta Cnosos Palacio de Malia, planta Palacio de Festo, planta
(destruido) (destruido) (destruido)
Vaso de los Vaso del príncipe Labrys en Cnosos Ritones Disco de Festos
segadores
La civilización micénica se desarrolla en el Heládico Reciente (1600 – 1250aC). Es un término arqueológico
complementario a los contemporáneos Cicládico y Minoico. Tras la traducción de las tablillas encontradas en Cnosos
(escritas en lineal B, pues la escritura alfabética griega la tomarían cinco siglos más tarde de los fenicios), muchos
piensan que los micénicos se consideraban a sí mismos como los primeros griegos (es decir, aqueos), a los que los
poemas homéricos designan como argivos (Argos parece ser no solo la capital de la Argólide, sino a todo el Peloponeso).
El arqueólogo Schliemann saltó a la fama por el descubrimiento de Troya en 1868, siguiendo los
textos de Homero (al igual que otros arqueólogos), concretamente la Ilíada (participación del rey
de Micenas, Agamenón, en la Guerra de Troya). En ausencia de fuentes directas, la organización
política micénica no puede ser conocida con seguridad, pero se sabe que Grecia estaba ya dividida
en varios estados y que los principales centros políticos eran Micenas, Tirinto y Argos. La industria
más destacada era la textil, metalurgia, perfumería y orfebrería. Aunque no se sabe mucho sobre
los cultos micénicos, se identifican ya los primeros dioses clásicos, además de otras deidades con
referencias a la naturaleza (terremotos, por ejemplo) y se encuentran “damas” asociadas a lugares
sagrados (la dama del laberinto en Creta). Se piensa que el culto era doméstico, con
pseudotemplos de forma ovalada. En las obras de Homero tenemos referencias al palacio de Néstor en Pilos, el de
Menelao en Esparta, la mansión de la bruja Circe y el palacio del rey Alcínoo (con dos “perros” en la puerta), y se elude a
elementos orientales como cornisas de lapislázuli o esfinges aladas (también llamadas querubium). Todavía no se ha
encontrado el palacio de Ulises en Ítaca (la matanza de los pretendientes tiene clara similitud con el auge de la
aristocracia y la configuración de ciudades-estado en toda la Hélade).
En este momento Micenas vive una ampliación de redes comerciales a partir de Levante y Egipto (esto se mide
arqueológicamente a través de las ánforas y recipientes, además de a través de los sellos y los nódulos característicos de
esta civilización: pequeñas bolas de arcilla a modo de etiquetas), son tiempos más convulsos que requieren importantes
fortificaciones y murallas, con ciudades mucho más cerradas que la minoica. Se han encontrado cascos con forma de
jabalí, escudos en forma de 8 y rectangulares, y todo tipo de armas de bronce. La ciudad de Micenas y sus dos fases
constructivas de la muralla ejemplifican el periodo, con el palacio real como centro de la Acrópolis. Es característico el
aparejo ciclópeo, grandes bloques irregulares de superficie plana superpuestos sin mortero. Sobre esta muralla se
encuentra la Puerta de los Leones (siglo XIIIaC), donde dos grandes monolitos sostienen el dintel convexo sobre el que se
apoya el relieve de los supuestos leones (quizá sean grifos), únicos en la arquitectura micénica. Tras esta puerta surge
una calle ascendente hacia la zona palacial. También hay cisternas, pozos y las casamatas, vías subterráneas en el
interior de las murallas, que además forman una falsa bóveda por aproximación de hiladas (un elemento típico micénico
utilizado en la presa de Tirinto, por ejemplo). La muralla de Tirinto es parecida a la de Micenas, y en esta ciudad además
hay saeteras (pequeñas aperturas verticales). Pilos es la excepción entre las ciudades micénicas en el uso de aparejo
ciclópeo.
El palacio micénico modifica la planta minoica para mostrar nuevos valores políticos, con un poder del rey menor. La
mayoría se ubican en lo alto de las colinas o lugares estratégicos. En contraposición a Creta, estos palacios son piezas
unitarias y no elementos yuxtapuestos. El palacio se distribuye en un eje axial, y el mégaron es el elemento central que
ordena los espacios. La disposición se conforma desde la entrada principal, desde la que se accede al propíleo principal y
al patio que antecede la antecámara del mégaron. La mayoría tenía un piso superior, hecho de adobe para ganar
ligereza.
El periodo micénico no produjo estatuas de gran tamaño, sino estatuillas finas de tierra cocida policromadas,
encontradas en Filacopi y producidas en serie. La mayoría representa figuras antropomórficas y zoomorfas, en
diferentes posturas. Su significado no está claro, y la más representativa es la Triada Divina (posiblemente Deméter,
Perséfone y Triptólemo, asociadas a la fertilidad de los campos). Las estatuas más antiguas son ídolos en psi, fi o tau,
llamados así por semejanza a dichas letras griegas, y se encuentran en tumbas y santuarios. Solo en las últimas décadas
se han encontrado figuras de mayor tamaño o grandes cabezas de yeso con formas animales.
Entre la cerámica micénica destacan los jarrones alargados, aunque con formas muy variadas, y abundan los recipientes
de bronce, loza o marfil de Siria. El marfil era utilizado para cubrir recipientes y muebles, y la mayoría de los ejemplos
nos muestran divinidades femeninas en relieve. Ya la cerámica minoica había consagrado el uso del torno, y la micénica
comparte los registros horizontales, con líneas y contenidos que se adaptan a la forma de la pieza. En el periodo
micénico hay un tipo de crátera decorada con procesiones en carro con imágenes que recogen escenas, destacando el
toro. Los restos encontrados fuera de los palacios o talleres nos presentan formas abiertas sin decorar, hay una cierta
tendencia a la monocromía y al barniz brillante, dentro de la continuación minoica.
La pintura micénica está también muy influenciada por la minoica, con frescos en palacios que representan toros,
combates, procesiones, mitos o geometría. Recurren a más escenas de ofrenda, con temas belicosos o de caza y un
estilo más rígido en las figuras y mayor geometrización. Las escenas se encuadran en marcos verticales y horizontales,
hay una gran profusión pictórica que cubre todos los elementos del edificio. En Pilos se abren nuevas habitaciones desde
el mégaron de la reina. El yeso es un elemento muy utilizado en Pilos, mientras que en Micenas y Tirinto la decoración es
de piedra. La arquitectura palacial micénica se limita a ordenar la planta y jerarquizarla en torno al mégaron.
La arquitectura funeraria continuó con las inhumaciones en espacios cerrados. La tumba se incorpora como espacio de
demostración del poder, con enterramientos colectivos. Las tumbas de los círculos A y B son las más antiguas. La zona
central consiste en un pozo rectangular excavado que se recubre con mampostería e inscripciones. En este
enterramiento se encontró la máscara mortuaria de oro que Schliemann relacionó con Agamenón (entre otras); y todo
tipo de armas labradas en metal. El modelo de enterramiento más extendido son los tholos (continuadores de los tholoi
minoicos), cámaras funerarias de planta rectangular o circular (estas precedidas por un largo corredor – dromos – para
cubrirse con una falsa cúpula por aproximación de hiladas). El Tesoro de Atreo es un ejemplo paradigmático de los
tholoi micénicos, excavado por el arqueólogo Lord Elgin. Schliemann creyó identificar aquí el enterramiento de Atreo,
rey de Micenas (padre de Agamenón y Menelao), y ciertamente es un enterramiento real con una falsa cúpula. Es el
espacio diáfano más grande de la antigüedad hasta la construcción del Panteón de Roma. También en Micenas se
encuentra en el tholos de Clitemnestra, identificado por algunos como el enterramiento de Agamenón.
La aparición del metal en los enterramientos, con altas muestras de calidad y representatividad, ha sido una de las
claves para entender la jerarquización y el nuevo papel político de las élites reales en la cultura micénica. Los vasos
metálicos se convierten en los objetos de prestigio más utilizados tanto para beber como para servir, hechos en oro,
plata y bronce. Los Vasos de Vafio son un buen ejemplo de talla en oro. También se han hallado en tumbas máscaras de
oro batido, que pretenden plasmar los rasgos individuales del difunto. Pasado el siglo XIIIaC perdemos el rastro de la
orfebrería, de la cerámica y se constata el colapso de las culturas cretomicénicas.
Al final de este periodo se reconstruye la ciudadela de Tirinto y se la dota de sistemas de agua. Centros como Pilos y
Tebas desaparecieron por completo, mientras que Micenas y Tirinto se transformaron. Hay novedades finales como
fíbulas en forma de arco o violín, uso más extendido del hierro y tipos de armas (característicos yelmos y armaduras de
cuero con colmillos de jabalí – aparecen como invasores “de los ojos azules” en relieves egipcios -. Además, al final del
periodo se generaliza la cremación. Según Hooker, la caída del sistema palacial se debería a conflictos entre clanes, una
hipótesis que se apoya en la interpretación original de las invasiones dorias. Se piensa que quizá los dorios fueron
convertidos en esclavos por los aqueos y finalmente rompieron el sistema palacial. En cualquier caso, los
acontecimientos de finales del XIIIaC marcan el ocaso de la organización pero no indican el cambio de la civilización
micénica. Tras el fin de la civilización micénica, muchas estructuras fueron reutilizadas, pero los griegos desconocieron
su pasado anterior a los dorios: para ellos, su historia comienza con la llegada de este grupo y la primera Olimpiada del
776aC.
Jarrón exportado Fresco de Micenas, Armadura Vaso de los Guerrero en Enterramientos del
a Ugarit diosa de la guerra de Dendra guerreros marfil círculo de Micenas
El arte griego como tal tiene su origen entre los años 1100 y
900aC. En sus inicios es un urbanismo planificado dentro de
núcleos amurallados, iniciándose rituales específicos de culto a los
héroes en torno a las tumbas micénicas. La actividad religiosa
tenía lugar en un recinto palacial al aire libre, y con el tiempo los
templos se convirtieron en lugares para albergar las imágenes de
los dioses, no como lugar de reunión: a diferencia con Egipto y Mesopotamia, el templo tiene proporciones humanas y la
liturgia no es para el individuo, sino entre el dios y la colectividad. El origen del templo griego puede retrotraerse a los
siglos VIII y VIIaC, etapa en que se determina su estructura y función tras la Época Oscura (siglos XII-XaC) y los primeros
siglos del Período Geométrico (IX-VIIaC). El hecho de que en los últimos siglos del segundo milenio aC se produjera una
profunda regresión cultural por la desaparición micénica y la crisis determinó que las primeras construcciones fueran
con materiales perecederos, por lo que hubo que esperar a principios del primer milenio aC para que dichas
comunidades comenzaran sus polis. Surgen santuarios cuya estructura se vincula con el mégaron micénico, aunque
desvinculado del entorno urbano. Sabemos de los primeros templos gracias a maquetas de terracota del VIIIaC.
El primitivo templo de época geométrica es de pequeñas
dimensiones y fabricado en adobe y madera, por lo que no quedan
restos. Los primeros consistían en altares para sacrificios con un
pequeño recinto intermedio (pronaos) y habitación rectangular o
cella, destinada a la estatua y ofrendas. El opistodomos es un falso
pórtico (hay columnas pero no entrada) y el adyton es una estancia
que puede haber tras la naos, y que se comunica con esta pero no
con el exterior. A partir del VIIIaC la idea de templo se concreta con
la erección de un edificio de forma alargada construido con la
medida sagrada de cien pies, como es el templo de Hera en Samos (construcción estrecha con una fila central de
columnas para poder sujetar la techumbre), al igual que en Delos, Esparta y Olimpia. En el VIIaC se empiezan a
individualizar estas construcciones, renovándose y ampliándose, para lo que se emplean materiales duraderos como la
piedra, que ahora requiere gran pericia técnica. Se utilizaron grapas de bronce para reforzar los bloques. Además, se
incluyó otra fila de columnas que permitió poner la estatua en el centro. La evolución de este tipo de construcciones
religiosas se contrasta en Termos (Etolia).
La Edad Oscura supuso la casi total desaparición de la escultura, pero comienzan a establecerse los tipos figurativos,
comenzando por cerámica y pequeñas estatuillas (como la conocida estatuilla del centauro). Durante los siglos IX y
VIIIaC se desarrolla el estilo geométrico, con cuyo lenguaje se crean objetos de terracota, bronce y marfil. Son pequeñas
ofrendas que a veces se enterraban, muy expresivas y de gran estilización formal, destacando los caballos como símbolo
de poder y prosperidad. Estas imágenes desaparecen a finales del siglo en el sur del país, pero se mantienen en el norte.
En el caso de las representaciones humanas, el torso es triangular y las piernas alargadas. Las imágenes de marfil,
desaparecidas tras el ocaso micénico, vuelven a surgir en el primer milenio aC a raíz de los contactos con África y
Próximo Oriente. Destaca la diosa del maestro del Dipylón, mostrando un modelo con mayor volumen y vitalidad. Las
grandes ánforas funerarias del cementerio ateniense de Dípylon son las más representativas de este estilo geométrico
en su plenitud: siluetas humanas construidas sobre un cuerpo formado por dos triángulos unidos por dos vértices,
extremidades y cabeza redonda, y con profusa decoración trazada con regla, plantillas y compás de cordel. El pintor de
Polifemno es uno de los pocos artistas de cerámica que conocemos de esta época.
El estilo geométrico está asociado al florecimiento de ciudades-estado, es un momento de cierta uniformidad entre
talleres (aunque destaca Atenas), y se aporta a las ciudades de Jonia. Además de los cántaros, enócoes, cuencos, píxides
y otras formas, destacan las grandes ánforas y cráteras funerarias, fabricadas expresamente para situarse las primeras
sobre los enterramientos femeninos y las segundas sobre tumbas masculinas, pero ambos horadados en la base para
filtrar las libaciones al difunto. La decoración era negra sobre clara, con motivos curvilíneos que se van esquematizando
y las estructuras se vuelven cada vez más complejas y grandes. El estilo geométrico da paso al estilo oriental (precedido
de un “protocorintio”) a partir del VIIaC, con Corinto como epicentro, aunque también destaca la isla de Rodas y se
mantiene Atenas (momento de la expansión colonial griega en el VIIIaC). Primero comienza con un estilo figurativo
propio con vasos de fondo blanco (estilo “asiático”), con figuras humanas en línea pintada y aspecto naif, un estilo muy
diferente al corintio antiguo, partes escogidas en rojo o púrpura y motivos cananeos, fenicios y mesopotámicos.
Aparecen las primeras escenas mitológicas y de la austeridad cromática se pasa a incluir el rojo o el blanco. Aunque los
cuerpos de los personajes poseen ya una sólida musculatura, el principio de la frontalidad (representación convencional
de la figura humana en perspectiva de cabeza, ojo y piernas de perfil y un torso, brazos y hombros de frente) es común a
todo el arte pictórico de la Antigüedad, especialmente al de carácter hierático y sacro, pero en realidad responde a
convenciones de la percepción: una cabeza de perfil es más completa descriptivamente. Los rostros de frente en la
cerámica griega suelen tener connotaciones caricaturescas, satíricas, burlescas grotescas, etc.
La cerámica, por su propia fragilidad, no era el soporte preferido para grandes alardes artísticos, y menos cuando se
generalizaron los recipientes de metal, maderas nobles, vidrio, marfil o piedra. Por este motivo, y aunque en Grecia
había arcillas de gran calidad, el uso funerario no es la norma, y también se evitaron las representaciones humanas
durante mucho tiempo. La cerámica decorada requiere estabilidad económica y social: recipientes de los monasterios
(fábricas de Manises y Talavera a partir del siglo XV), pasión por la porcelana china a partir del XVIII en Europa… A lo
largo de la historia la cerámica se convirtió en cada vez más algo decorativo y objeto de poder, entre la función y la
forma.
Pronto se estandarizaron ciertas formas comunes: ánfora (gran botellón para transportar y almacenar vino y aceite),
hidria (usada para traer el agua desde la fuente más próxima), la crátera (mezclar el vino), la peliké (ánfora más
manipulable), el olpe (jarro grande para aceite) o el oinochoe (escanciar el vino). Los recipientes para beber eran de
menor tamaño: el cálathos, cántharos, el kýlix; el kyathos, y el skyphos. Aparte estaban los recipientes de tocador
femenino: la píxide o caja para cosméticos; el pequeño y alargado alabastrón (ampolla para ungüentos), el aríbalos
(tarrito globular), el lékythos, etc. Las grandes tinajas y recipientes de grandes dimensiones pasaron a la categoría de
cacharros de cocina, menos artísticos. En toda la cerámica griega faltan el azul y el verde.
Ánfora Ánfora Peliké Hydria Crátera de Cáliz Crátera de Alabastr
Panatenaica volutas ón
Los motivos vegetales y meramente ornamentales se mantuvieron prácticamente invariables, pero los motivos
figurativos son siempre protagonistas. El desnudo está menos restringido que en otras culturas: en el arte
mesopotámico y semita solo se representa desnudos a enemigos muertos o prisioneros; y los desnudos femeninos se
limitan a diosas de la fecundidad, y en los egipcios a escenas de danza o harén (casi nunca escenas sexuales). Por el
contrario, en la cerámica griega (como en la escultura) el cuerpo masculino es una constante, no solo en
representaciones deportivas (que se practicaban con el cuerpo desnudo), sino también en escenas bélicas y sociales. Sin
embargo, y a diferencia de la escultura, el cuerpo desnudo no es en sí mismo el objeto descriptivo de los pintores
ceramistas. Salvo en las representaciones pornográficas (que no son las de mayor calidad artística ni las más
numerosas), el desnudo no tiene connotaciones eróticas sino estéticas: salvo los sátiros, los órganos sexuales se
minimizan y las ninfas aparecen pudorosas. El desnudo femenino es más tardío (ménades o bacantes de escenas
dionisíacas en las figuras negras).
Aunque la pintura griega exploró tímidamente la perspectiva, claroscuro y policromía, nunca se desligó del dibujo y la
línea ni de los gustos de los destinatarios, por lo que el nivel de realismo e innovación fue reducido y se mantuvieron
gestos estereotipados (pose del guerrero que se dispone a subir a su carro), y producción en serie. Aun así, no es un arte
improvisado sino muy ensayado: las cerámicas que han llegado a nuestros días son normalmente de gran calidad.
Caballo de terracota Gran ánfora de Dípylon Diosa del Olpe corintio Crátera Olpe chigi
geométrico (geométrico) “duelo Dípylon (orientalizante) geométrica (orientalizante)
por un muerto”
Skyphos ático Vaso McMillan Estilo geométrico Oinocoe Lévi Apotheon orientalizante
En el periodo arcaico se produce una expansión de la polis griega, con la tiranía como marco principal y la promoción de
grandes obras públicas que otorgaron una identidad a cada urbe. A partir del VIaC el centro político de la polis es el
ágora, corazón de las actividades cívicas de la sociedad, sobresaliendo la ciudad de Atenas (impuslada por Solón).
Además de templos, se crean santuarios panhelénicos, como Delfos (junto con el trípode y el cuenco de oro – ambos
desaparecidos – la Columna de las Serpientes formaba parte de un trofeo u ofrenda dedicado a Apolo en Delfos,
realizada tras la derrota de los aqueménidas en la batalla de Platea por varias ciudades griegas) y Olimpia. En los
santuarios panhelénicos (“de todos los griegos”) algunos héroes adquirían el derecho a ser representados en estatuas; y
los panatenaicos de Atenas eran un acontecimiento social y político (premios como olivas u hojas de laurel), destacando
las celebraciones de Delfos, Istmia y Nemea. La lista de templos y lugares sagrados de la época arcaica es inagotable. El
“Triángulo Sagrado” lo forman el Partenón, el Soúnion (el promontorio desde el que Egeo se arrojó al mar) y el templo
de Afaia en Egina. La forma del templo griego derivaba del mégaron micénico pero con tejado a dos aguas.
La mejora en las técnicas constructivas deriva en la sistematización del lenguaje arquitectónico mediante los órdenes. El
orden dórico es el más antiguo, surgido en la Grecia continental. Se caracteriza por tener un pedestal con tres escalones
y por unas columnas sin basa y formadas por varios tambores cilíndricos apilados a hueso. El fuste presenta un
engrosamiento central llamado éntasis, y es más ancho abajo. Sobre el fuste se dispone el capitel, formado por el equino
(gran forma circular a modo de tronco de cono invertido, rematado por una fina moldura llamada collarino) y ábaco
(pieza en forma de prisma cuadrangular). El entablamento se divide en arquitrabe (gran viga de piedra sin decoración),
friso (dividido en triglifos, rectángulos con acanaladuras decorativas y metopas, pequeñas losas decoradas entre los
triglifos) y cornisa. En la parte de la cornisa que sobresale se forma un espacio triangular llamado frontón o tímpano.
El orden jónico surge en Asia menor, expandiéndose en el VIaC. Se caracteriza por un mayor decorativismo y canon más
alargado. Las columnas reposan cada una sobre una basa circular que presenta variaciones conforme al lugar en que se
erigen las construcciones. El fuste jónico carece de éntasis, y generalmente aparece acanalado por 24 estrías. El collarino
suele estar decorado y posee un equino con dos volutas. En las columnas angulares, las volutas hacen chaflán con las de
los lados. En arquitrabe es en este caso dividido por tres bandas horizontales; y el friso es continuo, careciendo de
triglifos y metopas. El orden corintio es el más reciente, surgido a finales del VaC, de origen incierto y usado
masivamente en la época helenística y romana. Es una variante decorativa del jónico en la que se mantiene la forma del
fuste de la columna, siendo un poco más alargado, mientras que el capitel posee una forma troncocónica invertida en su
centro que se decora con dos filas de hojas de acanto superpuestas y cuatro volutas. El friso suele decorarse con motivos
de guirnaldas y bucráneos. La leyenda del escultor Calímaco (autor de varios frisos Niké en la Acrópolis) explica el origen
del orden corintio: una muchacha de corinto, ya de cierta edad para contraer matrimonio, falleció por una enfermedad.
Después de sus exequias, su nodriza cogió unas copas de la muchacha y las puso todas juntas en su sepulcro, poniendo
encima unas tejas para que se conservaran, pero casualmente las puso sobre la raíz de un acanto. Calímaco pasó por allí
y creó un capitel igual para simbolizar la delicadeza de la juventud femenina. Según Virgilio el vestido de Helena tenía
motivos de acanto.
En el periodo arcaico los edificios religiosos se construyen aislados dentro del témenos (recinto consagrado a un dios)
sin aparente conexión visual entre ellos. Los templos se empiezan a ejecutar en piedra y no en materiales perecederos, y
constan de dos espacios comunicados: uno pequeño (pronaos, que solía estar precedido a modo de pórtico por dos
columnas in antis flanqueadas por pilastras) y otro mayor (naos, donde se alberga la imagen del dios). Se añade una
tercera, el opistodomos, lugar donde se alberga el tesoro del templo. En esta etapa, el interior de la naos tiene una
doble fila de columnas, y en los grandes templos el exterior de la construcción se rodea de una hilera de columnas que
forman un pórtico o peristilo. Si aparece rodeado de columnas por los cuatro lados será un templo períptero, y si estas
no son exentas sino que aparecen adosadas es un templo seudoperíptero. Atendiendo al número de columnas un
templo se denomina tetrástilo, octástilo, etc.; y si tiene dos columnas enmarcando las antas, o pilastras en el acceso, es
in antis.
En la Grecia continental, el primer templo dórico es el de Hera en Olimpia (in antis, períptero y hexástilo). Construido
sobre dos estructuras más antiguas, presenta una división tripartita y en doble columna, con sustitución de la madera
por piedra a lo largo del tiempo, por lo que presenta una evolución de estilos. Otro muy representativo del arcaísmo
griego es el de Artemis en Corfú (octástilo, in antis, pseudodíptero), con interés escultórico en sus frontones y una cella
muy alargada en tres naves, con doble fila, todavía no ha sido identificado, se cree que está en Siracusa por la
importancia del culto a Artemisa allí. El templo de Apolo en Corinto presenta la particularidad de tener la cella dividida
en dos partes desiguales e independientes; el de Apolo en Delfos sigue el mismo modelo, pero introduciendo
correcciones canónicas de corrección óptica; y el Viejo templo de Atenea (ruinas) en Atenas introduce rasgos jónicos en
un edificio dórico. En la Magna Grecia, la planta de los templos dóricos se traza con mucha mayor libertad: situación de
la columnata exterior, mayor protagonismo de la fachada principal… Destaca el caso de la ciudad de Paestum, cercana a
Nápoles, donde encontramos el Templo de Hera (antes conocido como el de Poseidón, llamado erróneamente “la
basílica” por los arqueólogos del XVIII, porque pensaron que era romano) entre otros edificios, y cuya ocupación
continuó por los romanos.
Los templos jónicos arcaicos se definen en el VIaC. Frente a la solidez y magnificencia del estilo dórico, los templos
jónicos son más esbeltos y decorativos, edificados en mármol y no en piedra local, tienen una planta con doble perístasis
que rodea una amplia cella, a la que se acostumbra a preceder del pronaos. Destaca el Heraion de Samos, con alargada
cella y doble columnata; el Artemision de Éfeso, con tres filas de columnas circundantes; el templo de Apolo en Dídyma,
díptero, tiene un espacio interior descubierto y columnas decoradas con relieves.
La escultura arcaica griega, como la egipcia, tiene un número limitado de puntos de vista, aunque ya está liberada de la
losa trasera. Los artistas de este periodo comienzan a crear para la necesidad religiosa, sin diferenciar entre los rasgos
físicos del hombre y de los dioses. Surgen competiciones entre talleres y se obtiene un gran realismo e innovación. La
mayoría de obras fueron creadas para el aire libre, bien como hitos en las tumbas o como exvotos en los santuarios, a
excepción de las imágenes divinas. El material con el que se ejecutan es el mármol de las Cícladas y del Pentélico. Desde
finales del VIIaC y hasta el fin de las Guerras Médicas (480aC), se desarrollan dos tipos escultóricos básicos, juveniles
imágenes masculinas y femeninas, denominados kouros y koré, tallados en gran cantidad y con caracteres genéricos. No
son retratos sino esculturas votivas y conmemorativas, de influencia egipcia y con característica sonrisa eginética. Las
primeras esculturas eran las xoana, de madera y consistentes en representaciones muy simplificadas del cuerpo
humano, sustituidas por figuras de mármol y bronce.
Los kouroi representan el ideal de perfección física y belleza efímera del efebo, compartida por mortales e inmortales.
Aparecen siempre desnudos y con el peso distribuido (la pierna izquierda un poco adelantada – influencia egipcia – y
ojos almendrados orientales). Las korai son arquetipos de lo femenino, importante el atuendo digno. A finales del VIIaC
se elaboran en gran tamaño, con musculatura y enormes ojos almendrados: un buen ejemplo es el Kouros de Sunion y
Cleobis y Bitón. Estos rígidos caracteres van cambiando (como en la Kouros de Melos), y en el Moscóforo se perciben
avances en el tratamiento de la barba. Destaca también la imagen ecuestre más antigua de Grecia, el Jinete Rampín,
cuyo caballo se ha perdido. Las imágenes más antiguas son esculturas rígidas y frontales, con ambas manos pegadas a un
cuerpo sólido e indiferenciado del que solo resaltan brazos y pies. Entre los mejores ejemplos están la Dama de Auxerre,
Hera de Samos o la Kore del Peplo. Durante el arcaico final se producen cambios importantes, como el de la moda del
peinado y la consecución de una postura más relajada, natural y realista (Kouros de Anavyssos). En el último cuarto del
VIaC se impone el rico atuendo jónico y la variedad de expresiones, siendo la Kore de Eutidyco una de las últimas obras.
El triangular relieve de la Puerta de los Leones de Micenas es el referente más inmediato del futuro tímpano tallado de
los templos griegos. Se crearon figuras exentas de terracota e imágenes femeninas con función de columna, además de
escultura en recintos panhelénicos como Delfos. Los relieves de los frontones se adaptan al espacio triangular en el que
se inscriben, como sucede en el Templo de Artemis en Corfú (talla de Medusa). Destacan las imágenes del Tesoro de los
Sifnios, del santuario de Delfos (episodios mitológicos) o del Templo de Afaia (guerra de Troya). El relieve funerario
consiste en estelas largas y estrechas, normalmente dispuestas sobre basa y coronadas por esfinges, a veces con el
nombre del difunto. A finales del VIaC se van simplificando y a veces se talla la imagen del difunto: destaca la Estela del
corredor de Maratón, y la Estela de Aristión, un estudio de las proporciones donde se superan los convencionalismos
egipcios.
La pintura de esta etapa es sobre vasos, aunque también existió sobre pared y tabla sin que haya sobrevivido. Tras la
desaparición del estilo geométrico y orientalizante surge el estilo protoático, precedente del arcaísmo. La cerámica
arcaica se fabrica preferentemente en Corinto (miniaturista) o Atenas (va cobrando más valor, es más intelectual). Los
vasos, al perder la función de monumentos funerarios, van reduciéndose en tamaño. Tras modelar y pintar el vaso se
hacía pasar por tres fases (cocción en que las partes reservadas sin barniz se volvían rojas; segunda cochura donde se
ennegrecía; y última fase de definición de las partes negras). Los ceramistas tuvieron gran prestigio hasta
aproximadamente el 475aC. Durante la época arcaica existieron dos estilos: figuras negras y rojas. El de figuras negras es
original de Corinto, aunque elevado por Atenas, manteniendo una prolongada pugna. La técnica corintia original
consistía en que el pintor dibuja el contorno y rascaba la pintura, a veces agregando blanco y púrpura, pero la policromía
siempre fue limitada por dificultades técnicas (las diosas se describen como rubias pero se representan con el pelo
negro). Algunas piezas comienzan a ser firmadas por el ceramista y el pintor, aunque a veces solo por el ceramista (se
piensa que en estos casos era la misma persona). En el Vaso François vemos todavía la división en registros, y al gran
pintor Exequias pertenecen varias obras muy destacadas: Dioniso en el barco, Aquiles y Áyax jugando. Pese al paulatino
abandono de la técnica de figuras negras, algunos vasos especiales como las ánforas trofeo panatenaicas continuarán
durante el IVaC. La cerámica corintia sigue produciendo buenas obras en el VIaC (típicas “lagartijas corintias”), pero la
ateniense se impone en el VaC. Es habitual que solo se conozca el nombre del ceramista (Pintor de Andócides, Pintor de
Amasis, Pintor de Antimenes…), en otras ocasiones se identifica el pintor por las obras (Pintor de Príamo, de Neso, de
Aqueloo), por los lugares (Maestro del Dípilon) o por los nombres de las colecciones donde se conservan.
Copa de Exequias Vaso François Lutróforo protoático Ánfora de Exequias (Aquiles y Áyax)
Cleobis y Bitón Kore de Eutidyco Crátera de Eufronios Ánfora bilingüe de Andócides y Psiax
(Polimedes de Argos)
Kouros de Sunion Kore Kore del peplo Kore de Antenor Hera de Samos Dama de Auxerre
Copa de los Columna de las Ánfora epónima Templo de Poseidón en Templo de Artemisa en
pájaros, orient. Serpientes y una de las 3 del pintor de Sunio. Lord Byron grabó Éfeso (7 maravillas, rey
cabezas que la Neso (primer su nombre en una Creso de Lidia)
coronaban ático que columna
adopta el estilo
corintio)
La transición entre el arcaísmo al clasicismo tiene lugar entre los años 500 y 490aC, momento en que se desarrolla el
estilo severo. En estos años culmina la configuración del templo dórico (como el templo de Afea en Egina, hexástilo y
períptero, cuyos capiteles no son tan pesados ni aplastados como con anterioridad). Otro edificio de este momento de
transición es el Templo de Zeus en Olimpia, cuatro veces mayor que el anterior, con columnas in antis, y que albergaba
la gran imagen de Zeus esculpida por Fidias y considerada una de las maravillas del Mundo Antiguo por el poeta
Antípatro de Sidón (Gran Pirámide de Guiza, Jardines Colgantes de Babilonia, Templo de Artemisa, Estatua de Zeus,
Mausoleo de Halicarnaso, Coloso de Rodas y Faro de Alejandría).
Aunque la ocupación de la Acrópolis de Atenas
es muy anterior al siglo VaC – ya había
santuarios a la diosa, como el Hekatómpedon –
los persas destruyeron la zona en su asalto,
haciéndolo desaparecer (primer templo
concebido en mármol del Pentélico), y aquí se
encontraron la mayoría de las figuras arcaicas.
Distintas partes del templo se utilizaron en la
reconstrucción de las murallas perimetrales
como testigos de la barbarie persa, y hacia el
449aC Pericles inicia un ambicioso programa de
reformas, utilizando los anteriores cimientos.
Fidias, como supervisor de obras, inicia junto a
los arquitectos jónicos Ictino y Calícrates la construcción del principal edificio de la Acrópolis, el Partenón, destinado a
albergar una gran imagen de Atenea Parthenos (de 15 metros de altura y sosteniendo una imagen de la Victoria alada;
de oro y marfil: criselefantina) esculpida por él. Pese a su óptimo emplazamiento nunca gozó de una perspectiva idónea
para su contemplación, ni tampoco de relación con el resto de los edificios, y es que los templos se diseñan con criterios
sagrados y no urbanos (el deambulatorio permitía a la población bordear completamente el templo durante sus
celebraciones). El Partenón es un edificio dórico construido con mármol del monte Pentélico (a 19km del lugar)
policromando, ampliando el número de columnas y el tamaño de la cella. Se introdujeron en él una serie de
refinamientos ópticos novedosos, como la curvatura de todos los elementos horizontales (efecto de pandeo), el mayor
grosor de las columnas laterales, la ligera variación de distancia entre los intercolumnios y la contracción de las metopas
desde el centro hacia los laterales. Sin embargo, la división de la cella en dos espacios desiguales y la introducción de
rasgos jónicos se habían experimentado con anterioridad. Durante los siglos VI y VIIdC se convirtió en iglesia,
posteriormente fue mezquita y polvorín, de manera que en 1687 voló por los aires su estructura central y su decoración
tras la explosión de un mortero de artillería veneciana lanzado contra los turcos. De las 92 metopas del Partenón solo se
conservan 19 (algunas en el mismo templo y otras en el Museo Británico): las del lado norte representan la toma de
Troya; las del este, la gigantomaquia; las del sur la centauromaquia; y las del oeste una batalla entre griegos y
Amazonas.
Los Propíleos son la entrada monumental al recinto de la Acrópolis, por donde pasaban los participantes en las
procesiones durante las fiestas de la ciudad, y donde se emplearon los mismos materiales y recursos ópticos del
Partenón. Es una obra inacabada por la topografía, por la muerte de Pericles y la necesidad de recursos para la guerra
del Peloponeso. El arquitecto fue Mnesiklés bajo la supervisión de Fidias. Es un edificio en dos niveles porticados, con
dos fachadas dóricas e intercolumnio ensanchado para permitir el paso a través del corredor central. A excepción de la
pinacoteca del ala norte (la primera de la historia, había pinturas de Polignoto), se desconoce la función del resto de
estancias.
El templo de Atena Niké es un pequeño templo dedicado a Atenas como diosa de la victoria (batalla de Salamina), para
conmemorar el tratado de paz con los persas en 449aC. Es un templo jónico, tetrástilo y anfipróstilo, de una sola nave
sin pronaos y destinado a albergar un xoanon (imagen de Atenea períptera: sin alas, para que no pudiera abandonar la
ciudad) salvada por los atenienses del saqueo persa. Dada la peligrosidad de la ubicación al borde del barranco de la
Acrópolis, se añadió un parapeto en tres de sus lados. Posee un rico programa iconográfico en relieve (Guerras Médicas
y diosa). El Erecteion es un singular templo jónico de gran complejidad, construido por Mnesiklés (se duda si fue Filocles)
a distintos niveles. Erigido ocho años después de la muerte de Pericles, en él se combinaron varios cultos, con salas de
diferentes características y dos de los pórticos con esbeltas columnas jónicas. La zona oriental, más elevada, se dedicó a
Atenea Polias, ocupando el lugar donde se creía que tuvo lugar su disputa con Poseidón por el dominio del Ática
(Poseidón hizo brotar una fuente de agua salada con su tridente en este momento). Destaca la tribuna de las Cariátides,
seis robustas figuras femeninas ataviadas con peplo y vaso de libaciones en la mano, realizadas por Calímaco. Son
similares a las del Tesoro de los Sifnios, y representan a mujeres de Caria, aliado persa, condenadas a esa carga. Las que
están in situ son copias, cinco se guardan en el Museo de la Acrópolis y la sexta en el Británico. Hay un friso en el
Erecteion que nombra a los trabajadores y dice que se les pagaba un dracma diario, lo mismo que al arquitecto.
Los relieves dieron lugar a un estilo propio, estilo Partenón, caracterizado por el abandono total de las formas
ornamentales arcaicas, pero los rostros mantienen una expresión de calma propia del estilo clásico. En el frontón
oriental se plasma el nacimiento de Atenea ante todos los dioses; y en el occidental la lucha entre Atenea y Poseidón por
el dominio del Ática. En el largo friso se esculpen en bajorrelieve 370 personajes que participan en las Panateneas, con
convencionalismos como reducir el tamaño de los caballos respecto al de los jinetes o tallar las cabezas y hombros en un
relieve más acusado. El templo de Atenea Niké tuvo bellos relieves en la balaustrada, destacando la famosa Niké
desatándose la sandalia, además de batallas entre persas y griegos.
El Pandroseión es el lugar de la Acrópolis donde Atenea, en su lucha con Poseidón para conseguir el patronazgo de
Atenas, hizo crecer un olivo cuando resultó vencedora. En 1917 se plantó el árbol actual. Junto a los Propíleos está el
santuario de Artemisa Brauronia, lugar donde según la leyenda los habitantes de Braurón habían matado a una osa, y la
diosa exigió que se le consagraran niñas a su servicio que recibirían el nombre de osas. Pausanias describe en este
templo trapezoidal la presencia de una estatua de Artemisa de Praxíteles y un caballo de Troya de bronce. El Arreforión
era una edificio donde vivían las muchachas que tejían el pello que recibía Atenea en las Panateneas y llevaban ofrendas
a los santuarios cercanos. El Elusinión fue un santuario cercano a la Acrópolis donde se rendía culto a los misterios
eleusinos (ritos de iniciación al culto a Démeter y Perséfones, celebrados en la cercana ciudad de Eleusis). En la ladera
del sur de la Acrópolis se encontraba también el Teatro de Dionisio (junto a él, en el IIaC, se construyó la stoa de
Eumenes), un asclepeion (suerte de hospital) y un odeón (representaciones musicales).
La casa griega ofrecía una estructura sencilla, con materiales como madera y adobe. Durante el arcaísmo la vivienda
evolucionó desde las formas del mégaron axial, accediendo a través de espacios en hilera. La mayoría de las viviendas
son de planta más o menos cuadrada y de un solo nivel, sin que por lo general dispongan de una fachada representativa.
La estructura interna se organiza en torno a un patio, con o sin peristilo, al que se accede a través de la entrada; y a su
alrededor se disponen de distintas dependencias, con ventanas abiertas.
En la escultura arcaica, la evolución del kouros culmina su evolución a finales del VIaC. En el estilo severo hay una
preferencia por el bronce y las imágenes adquieren pleno realismo (Efebo de Kritios), empleándose por primera vez
contrapposto (esquema de representación en el cual el peso recae sobre una de las piernas). Otras tallas del momento
son el grupo de los Tiranicidas (dos ciudadanos atenienses que intentaron en el 514aC dar muerte a los tiranos) y el
Efebo Rubio. Entre los grandes bronces del estilo severo, ejecutados entre los años 470 y 460aC aproximadamente, está
el Auriga de Delfos, figura que formó parte de un grupo escultórico más amplio del que apenas se conservan restos,
conmemorativo de los triunfos de un personaje en las carreras de carros. Otra gran obra es el Poseidón de Artemisión,
ejecutada en cera perdida y dotado de gran solidez y vitalidad corporal. La transición escultórica entre el estilo severo y
el pleno clasicismo viene de la mano de Mirón, afamado broncista cuya principal obra, el Discóbolo, es un verdadero
alarde de virtuosismo. El Discóbolo no es un fotograma deportivo, sino que Mirón ha conseguido la sensación de
movimiento mediante métodos artísticos muy antiguo, que entroncan en la tradición egipcia (tronco de frente y
extremidades de perfil). A Mirón se le atribuye una extensa obra clásica, como un Herakles de bronce o el grupo de
Atenea y Marsias. Las imágenes exentas y en relieve que decoran el Templo de Zeus en Olimpia son el conjunto
escultórico de estilo severo más relevantes, ilustrando carreras de carros, la boda de Pirítoo y Deidamia, y los trabajos de
Hércules. Es característico de este estilo el equilibrio compositivo y una gran sobriedad y plasticidad.
En el clasicismo escultórico, la representación del cuerpo humano en su esplendor se convierte en objeto central. Por
motivos desconocidos, el arte adquiere realismo anatómico, relacionando la belleza física con la virtud moral (ideales
platónicos). La areté era una estética moral alcanzado mediante la erudición y el atletismo, estar preparado para la
muerte bella (kalus thanatos), como la muerte de Héctor a manos de Aquiles ante las murallas de Troya. Es un momento
de esplendor que coincide con la expansión por la Magna Grecia. Con Fidias la revolución escultórica griega alcanza su
madurez, creador de un estilo y escuela de gran influencia (seguidores como Peonio o Calímaco). Entre el 460 y 420aC
ejecuta sus principales creaciones, entre las que destacan las tres imágenes de Atenea: Atenea Prómacos (de bronce,
armada, diez metros), Atenea Lemnia (actitud pacífica y bello rostro) y Atenea Parthenos (dentro del Partenón e
iluminada por un estanque desde abajo, con Niké, escudo, lanza y serpiente). Su Zeus del templo de Olimpia (pintada
por su hermano Paneno) aparecía sentado coronado por el olivo, el torso desnudo y manto de oro sobre las piernas,
teniendo en la mano derecha un Niké y en la izquierda un cetro coronado por un águila, fue una obra conocida por
referencias literarias y ejecutada en marfil y piedras preciosas. Conocemos por copias la Amazona Herida (destaca la
Mattei). Aunque no se conserva muy original, sabemos por las copias y descripciones que realizó multitud de estatuas de
diferentes deidades, y se piensa que su taller estuvo localizado en Fidias.
Contemporáneo y también en Atenas, Cresilas realizó un aclamado retrato de Pericles “olímpico” y una Amazona herida
(para el concurso del templo de Artemisa que finalmente ganó Policleto) y una estatua de herido moribundo, pero se
conservan pocas de sus obras. Otro gran escultor de esta etapa es el broncista Policleto de Argos, que perfecciona el
contrapposto. Escribió un tratado hoy perdido, el Canon, acerca de las proporciones ideales del cuerpo masculino,
fundamentado en las relaciones y el principio básico de la simetría entre sus distintas partes y el todo. En el Doríforo,
Policleto articula con precisión, naturalidad y equilibrio la forma ideal de un cuerpo atlético, con estudiadas
proporciones y rostro sereno y armónico. En el Diadúmeno (joven que ciñe sus cintas de atleta victorioso) acentúa su
preocupación por la belleza y las proporciones corporales (canon de 7 cabezas, dedo como unidad de medida); fue muy
reconocida su Hera para el Hereo de Argos, y en la Amazona herida se inicia en el semidesnudo femenino (con ella ganó
el certamen de Éfeso junto con Fidias y Kreslias). Este último esculpe otra Amazona herida, y la estatua de Pericles en
bronce, de cuerpo entero. Se muestra con lanza y casco corintio, atributos propios del estratega, y con ella el escultor
pretende que se reconozca eternamente la gran obra del gobernante. Especial mención merece la Niké de Paionio de
Mende, conocida como Victoria de Olimpia, y que conmemora la victoria de los mesenios y naupaktios sobre los
espartanos. La figura desciende para posarse sobre la columna, con empleo de la técnica de paños mojados. Por último,
la Afrodita de Frejus, de gran elegancia.
La influencia del estilo Partenón se hace sentir en los escultores, surgiendo entre el 430-400aC el estilo bello, de
carácter preciosista y virtuosismo técnico. Destacan los relieves danzantes de Calímaco, con frecuentes
representaciones de ménades. Es un arte escapista, ornamental y elegante, que reacciona ente los múltiples desastres
vividos a finales del siglo en una Atenas azotada por la peste y la guerra. Destacan las obras fúnebres de la estela de
Eleusis, la estela de Egina o la de Hegeso, representando a los difuntos idealizados en escenas melancólicas.
La pintura griega se conoce por referencias literarias y su reflejo en escenas de vasos. Nos han llegado unas bellas
imágenes procedentes de la Tumba del Zambullidor, pero durante el VaC, pintores como Mikón o Polignoto destacaron
por su nueva manera de concebir este género, percibiéndose ya en sus creaciones un claro intento de crear un espacio
pictórico. En tonos sobrios, abundan las escenas de batallas y relatos míticos, donde las figuras se superponen en
distintos planos, y no en un espacio abstracto como se venía haciendo hasta ahora. Durante la segunda mitad de este
siglo, la gran pintura se interesa más por las pequeñas y coloristas composiciones de caballete que por los frescos,
incorporando la perspectiva y juegos de luces y sombras. Probablemente el pintor más famoso de la Grecia clásica sea
Zeuxis, que fue muy reconocido en Atenas, donde destacó por su ostentación. Tenía poca estima por el juicio estético
del público, que elogiaba la originalidad de los temas pero no prestaba atención al detalle. Se le criticaba cierta
desproporción en sus figuras y parece ser que exploró el espacio en las tablas. Es famosa la anécdota que narra Plinio el
Viejo, que narra la disputa de Zeuxis y Parrasio, durante la cual Zeuxis pintó unas uvas (Niño con uvas) que engañaron a
los pájaros, que acudieron a picotearlas; y Parrasio una cortina que engañó al propio Zeuxis, que intentó correrla, por lo
que tuvo que reconocer su derrota (el psicoanalista Lacan tomó esto y concluyó que mientras que los animales se
sienten atraídos por las apariencias superficiales, los humanos son atraídos por lo oculto). Para representar a Helena de
Troya, Zeuxis pintó lo más bello de cada una de las cinco doncellas más hermosas de la ciudad de Crotona. Según Sexto
Pompeyo Festo, Zeuxis murió de risa tras pintar de forma grotesca a una anciana. La mayor parte de sus obras (casi
todas mitológicas) fueron llevadas a Roma y Bizancio, pero desaparecieron. A partir de su obra se explora el trampantojo
y el espacio arquitectónico.
También Parrasio tenía costumbres excéntricas y ostentosas (oro y púrpura), hay muchas leyendas sobre él (como la
que cuenta Séneca de que compró unos esclavos para usarlos de modelo en Prometeo encadenado, pero es
cronológicamente imposible). Trató temas mitológicos pero también obscenos, alabado por su habilidad por el dibujo.
De Polignoto destacan sus representaciones de la batalla de Maratón y la toma de Troya, pero sobre todo los frescos de
Delfos. El estilo de Polignoto era primitivo y simple (también cerámica de figuras rojas), pero aclamado por la belleza
ética de su arte, de una simplicidad próxima a Fidias. Mikón fue un colaborador suyo, y representó escenas mitológicas y
bélicas con una intensidad emocional mucho mayor, innovando en paisaje y composición, también fue escultor (esculpió
al ganador del pancracio – lucha libre – en los JJOO).
Respecto a la cerámica, hacia el 530aC, en pleno apogeo político de Atenas, la técnica de las figuras negras comienza a
agotarse para dar paso a las figuras rojas, previo ensayo de un periodo de transición con obras bilingües. En este
momento se invierte la manera de plasmar las imágenes, dejándolas sin pintar, mientras que el fondo del vaso se cubre
con barniz. Esto supone una mejora en rapidez y precisión, ya que los detalles ahora pueden dibujarse directamente con
barniz. Sin embargo, y aunque Atenas domina sin competencia, se siguen empleando las figuras negras para temas
especialmente solemnes. En las primeras décadas la narración es sobre todo épica, ensayándose tímidamente el
escorzo. El kýlix se desarrolla al máximo, abundan los lekitos y destacan pintores como Eufronios, Python y Euthymides,
olvidando el convencionalismo de la piel más clara femenina. Cada vez se distingue más a los artistas particulares (rabillo
del ojo, forma de representar los rizos…, por ejemplo Kleofrades se caracteriza por la nariz larga, labios con reborde
negro y fosas en las comisuras) y hay dedicatorias al comprador. Desde la primera mitad del VaC, prolifera en los vasos
atenienses el desnudo femenino, tanto en escenas báquicas como sociales (en torno a fuentes, embellecidas en época
de Pisístrato) o de banquetes con cortesanas, heteras o esclavas (cabello corto), pues solo ellas podían ir a banquetes
masculinos. También hay escenas de tocador o de iniciación mistérica (inéditas hasta entonces) y de rituales dionisíacos.
Hasta el IVaC se representan los dos senos femeninos de perfil, o uno de perfil y otro de frente. El IVaC es todavía un
gran siglo para la cerámica, especialmente para talleres grecoitálicos (Sicilia), se introducen escenas más intimistas y
descriptivas. Los temas mitológicos y atléticos continuaron en la etapa clásica, pero las escenas bélicas van
desapareciendo en los vasos de figuras rojas, más centradas en la privacidad. Innovaciones técnicas como una mejor
perspectiva: en la Crátera de Nióbides (asamblea de los argonautas) los personajes aparecen flotando y no sobre una
línea plana.
A finales del VaC, la decadencia política de Atenas conlleva la de su cerámica, pero se mantuvieron innovaciones en los
lécitos. La calidad fue empeorando en paralelo a la demanda, e iban surgiendo nuevos talleres (en Etruria se imitaron los
modelos áticos de figuras negras, como es el caso de la hidra de Caere). Con la llegada del periodo helenístico, los
primitivos romanos no parecían apreciar los vasos griegos tradicionales, sino que los preferían de metal, al igual que los
bárbaros. A la larga, la cerámica griega fue víctima de su fragilidad material y de la decadencia de sus consumidores.
Solamente en el occidente mediterráneo más extremo los vasos griegos dejaron una secuela indirecta digna de
mención: vasos cerámicos decorados de los íberos levantinos hispanos, que, en grandes y medianos recipientes, con
temas mitológicos autóctonos y modelos griegos referenciales más o menos implícitos, crearon un arte original a lo largo
de los siglos IV y IIIaC. El arte decorativo de la cerámica griega se agotó definitivamente a finales del IVaC, aunque no se
agotó la curiosidad retrospectiva por ellos (coleccionismo).
Templo de la Concordia Templo de Segesta (de los mejor Amazona herida Metopa del templo de
(consagrado a los Dioscuros) conservados) (Fid) Zeus
Templo de Zeus en Olimpia Oráculo de Delfos Templo de Afrodita Templo de Apolo Epicuro en
Bassae (Ictino)
Doríforo (Polic) Niké (Paionio de Posidon de Artemison Atenea Varvakeion Discóbolo (Mirón)
Mende)
Templo de Zeus en Olimpia. Propíleos Templo de Afea (mal traducido Auriga de Delfos
Metopa “Atlas sosteniendo los Aphaia) en Egina
cielos”
Partenón Partenón, planta y alzado Acrópolis
Friso del Partenón Dionisos, frontón del Efebo rubio Copa de Aison Tumba del Zambullidor
Partenón
Efecto de pandeo Niké (Calímaco) Copa de Delfos Copa del maestro de Lekythos del pintor de
Pentesila Aquiles
Amazona Mattei (Fid) Efebo de Kritios Erecteion Tesoro de los Sifnios Tiranicidas (Kritios)
Atenea Lemnia Afrodita de la Venus Frejus o Ménade (Cal), Estela de Hegeso Minotauro (Mirón)
(Fid) manzana (Cal) Genetrix (Cal) bailarinas de (Cal)
Laonia
Diadúmeno (Pol) Amazona Discóforo Efebo Westmacott Afrodita Armada Cabeza de Hera (Pol)
herida (Pol) (Pol) (Pol) (Pol)
Atenea y Marsias (Mir) Hermes (Pol) Anadúmeno Pericles Cabeza de Discóforo (Pol)
(Fid) (Cresilas) Amazona (Cres)
El arte del periodo helenístico (marcado por la muerte de Alejandro Magno en 323aC y el suicidio de Cleopatra en 30aC)
fue frecuentemente ninguneado por la crítica: Plinio el Viejo tras describir el arte clásico dice “cessavit deinde ars”, “y
luego el arte desapareció”. Sin embargo, en estos años el arte empieza a actuar de aglutinador social, del mismo modo
que anteriormente lo había hecho la lengua koiné, tras la división del imperio alejandrino.
El modelo clásico de templo evolucionó hacia una mayor ornamentación y visualidad. En Basas se erigió un templo
alargado dedicado a Apolo Epicurio que supuso un hito por su concepción interna. Construido por Ictino, el interior de su
cella presenta cinco filas de columnas adosadas. Al fondo de la naos se dispuso una columna aislada rematada por un
capitel corintio, el primero de este estilo que se conoce. Durante el IVaC se alternan el orden dórico y el corintio, y
Atenas deja de ser el centro del mundo griego en detrimento de la corte de Macedonia y las ciudades de Asia Menor. Se
crea una sobredimensionada arquitectura religiosa en la que predomina el masivo empleo de columnas y la elevación
del templo en altos basamentos, como en el Artemisión de Éfeso y el de Apolo en Dídima (díptico e híptero, sin
frontones, repleto de columnas y con antecámara elevada). El orden jónico adquiere protagonismo y hay preocupación
de conjunto y monumentalidad. Es muy destacable el Templo de Zeus Olímpico (díptero y el primero en que se utilizó la
columnata corintia a gran escala en el exterior) y especialmente el Altar de Zeus, monumental construcción en la
Acrópolis de Pérfamo. Se trata de un pórtico columnado de estilo jónico, con planta en forma de U y una gran escalinata,
elevado sobre un alto podio a la manera oriental. El altar interior contrastaba por su sencillez. Aumenta la popularidad
de los templos de Asclepeion, a donde los peregrinos acudían en gran número para ser curados, dormían toda la noche y
contaban sus sueños a un sacerdote que les prescribía una cura. Como las serpientes estaban consagradas a Asceplio
(símbolo de la medicina), fueron usadas a menudo en los rituales de curación, dejándolas reptar por el suelo.
Los relieves no continuaron la práctica de decoración abundante en sus fachadas, sino que fueron años de
mantenimeinto y restauración de edificios clásicos, más que la construcción de otros nuevos. Cabe destacar el templo de
Atenea en Ilion (antigua Troya), la Casa de los Toros en Delos (inusual edificio alargado), o el Santuario de los Grandes
Dioses de Samotracia. Aunque generalmente las calidades son toscas, se llegan a soluciones plásticas interesantes para
evitar la monotonía. Los mejores relieves se encuentran en el Altar de Pérgamo, dedicado a Zeus y Atenea:
Gigantomaquia e historia de Télefo, fundador de la ciudad.
Proliferan los santuarios, lugares de peregrinación situados en pasajes naturales, algunos de complicado acceso, y que
fueron variando su función, ubicándose en ellos tanto edificios de culto como de carácter civil. Hay dos tipos de
santuario: los tesoros y los tholoi. Los tesoros consisten en pequeños edificios diseñados en orden dórico o jónico, por lo
general de planta rectangular con pórtico in antis para albergar las ofrendas. Destaca el de Apolo en Delfos (monte
Parnaso, con otros muchos tesoros como el de los Sifnios o el de los Atenienses). Los tholoi son construcciones religiosas
que se erigen a finales del IVaC, si bien hay ejemplos anteriores en Atenas y Delfos. Poseen planta circular y su función
es desconocida, si bien se vincula con el culto a un difunto heroizado. De fines del VaC es el tholos del santuario de
Atenea Marmaria en Delfos, con 20 columnas en su anillo exterior. En el de Zeus en Olimpia se celebraban los juegos
panhelénicos, y destacan también los de Epidauro y Pérgamo.
Con la preeminencia de lo privado sobre los ideales públicos del clasicismo, la clase pudiente comienza a preocuparse
por la arquitectura funeraria. El monumento a las Nereidas de Janto posee forma de templo; pero la más colosal
sepultura fue la mandada por Mausolo (sátrapa helenizado de Caria) en el Halicarnaso, concurriendo elementos locales
con componentes griegos. Hoy perdido, su mausoleo estuvo entre dos colinas, dominando el puerto, y fue la mayor obra
para un particular, hallado sobre un amplio pedestal y cubierto por techumbre piramidal coronada por una escultura de
una cuadriga con el difunto y su esposa. A partir del IVaC se remodelaron las ciudades y las casas se construyeron
formando manzanas, y a veces las calles se separaban por función entre norte y sur. Ya no hay un predominio absoluto
del ágora sino una concepción unitaria y lujosa decoración. La casa privada del helenismo incluye patios porticados y
estancias, que se embellecen con una decoración en mosaico. Se accede a través de un vestíbulo al peristilo, un patio
central columnado semicubierto, con un pozo y aljibe para recoger el agua de la lluvia. Las estancias privadas estaban en
el piso superior y los mosaicos preferentemente en el suelo.
Los espacios abiertos y los grandes edificios públicos, como la stoa, el teatro, el gimnasio y el bouleuterion son
característicos del helenismo. La stoa consiste en un largo edificio rectangular y porticado en uno de los largos lados, con
uno o dos pisos, que delimita los márgenes de grandes complejos comerciales y es el centro de transacciones. Destaca la
Stoa de Atalo II en Atenas, de dos pisos donde se ubicaban las tiendas, y con combinación de órdenes, costumbre
heredada por los romanos.
La ética de Platón enseñaba que el arte era solo una imitación imperfecta de las verdades abstractas, y por lo tanto
debía servir a una causa moral y pedagógica; y Aristóteles desarrolló el concepto de catarsis, según el cual el arte podía
educar a la mente mediante la simulación de las debilidades emocionales. La escultura helenística presta una mayor
atención a lo individual. La búsqueda de lo inmediato y la manifestación de pasiones es la base del nuevo arte, donde ya
se vislumbra el retrato. El páthos, o padecimiento íntimo, sustituye al éthos, o carácter moral de las imágenes del primer
clasicismo. Los temas relacionados con el culto a Dionisos y Afrodita, divinidades que dominan el lado oscuro de la
personalidad, se multiplican. También hay una constante preocupación por el destino (Tique presonifica la suerte), un
sentido de la teatralidad de la vida, tendencia a la erudición y visión cosmopolita, aun1que conservando la individualidad
(autarquía).
Los dioses se representan jóvenes y afeminados, y la mujer y el erotismo van a ocupar un amplio espacio. Entre los
numerosos escultores iniciales destaca Cefisodoto el Viejo, cuyo grupo Irene y Pluto constituye la primera gran
composición alegórica de la escultura griega. El éxito de Praxíteles se fundamentó en la suavidad de su estilo, siendo
copiadas sus creaciones numerosas veces en época romana. Entre ellas destaca la Afrodita Cnidia, del museo Vaticano,
hacia el 350aC, su obra más famosa al ser el primer desnudo de una diosa existente en el mundo griego. La diosa
aparece sorprendida en el momento del baño sagrado, y se apoya sobre la hidria y un paño con flecos. A partir de este
modelo se inaugura una serie de imágenes helenísticas de afroditas desnudas, conocidas como Venus púdicas.
Praxíteles talló su Hermes con Dionisos niño, ajeno a la majestuosidad del anterior siglo, muestra al dios en una actitud
íntima y cotidiana. El Apolo Sauróctono, muestra a esta divinidad con aspecto juvenil, cazando un lagarto de forma
lúdica, y no a la terrible serpiente Pitón a la que el dios dio muerte en Delfos para adueñarse del santuario, lo que indica
la profunda transformación espiritual de la sociedad griega. Praxíteles estaba casado con la bella cortesana (hetera)
Friné (llamada Mnésareté por su piel aceitunada), que huyó de Tespias a Beocia, a quien usaba como modelo y que
despertó muchas otras obras en el XIX.
Otro de los grandes maestros del siglo IVaC es Timoteo, quien colaboró junto con Escopas en la decoración del
Mausoleo de Halicarnaso. Este autor, de estilo próximo a Calímaco, efectuó algunas de las bellas imágenes del templo de
Asceplio en Epidauro, como la Niké, captada en pleno vuelo, que decoraba el frontón. Su representación de Leda con el
cisne es magistral en sensualidad femenina: la protagonista intenta proteger a Zeus del águila que les ataca. Escopas
traduce como nadie el padecimiento psicológico y la tragedia interna de los personajes. Entre ellos merecen citarse la
Ménade danzante, figura de violento movimiento que expresa a la perfección el éxtasis místico y pone de manifiesto el
lado irracional y pasional de la religión dionisíaca. Muchos le consideran creador del estilo patético (pathos,
sentimiento), actuando casi como un escultor-psicólogo. Son características las caras cuadradas, ojos hundidos y boca
entreabierta. Es destacable también la cabeza de Heracles que formaba parte del frontón del Templo de Atena Alea en
Tegea. Mientras que Fidias no dejaba vacíos, Escopas lucha contra el espacio y se impone a él, resultando en ciertos
claroscuros. Además, no pule ni remata las obras – predecesor de los prisioneros de Miguel Ángel, la obra vive dentro
del bloque de mármol.
Por último es obligado citar a Lisipo de Sición, de larga trayectoria. Vinculado a la corte de Macedonia, fue escultor de
Alejandro Magno, creando unos heroicos retratos de gran verosimilitud y dramatismo emocional, que le convierten en
el prototipo del gobernante helenístico de prestigio. En el Apoxiomenos se representa un tema cotidiano de palestra al
mostrar a un joven quitándose con el estrígile el polvo, el aceite y el sudor del cuerpo tras el ejercicio. En la escultura a él
atribuida del atleta Agias, del Museo de Delfos, las proporciones y la oscilación corporal se asemejan a las de la anterior
obra. El Heracles Farnesio es una obra de tamaño colosal en la que se resumen el momento final de la mítica acción
llevada a cabo por el viejo y musculoso héroe tras lograr las manzanas del jardín de las Hespérides: esconde la manzana
en su espalda, lo que obliga al espectador a rodear la composición. Es típico de Lisipo presentar las obras desde
diferentes puntos de vista, aunque el estudio de su obra plantea problemas porque solo se conservan copias y tuvo
muchos discípulos. Realizó muchos bronces sobre atletas y revisó el canon de Policleto, situándolo en siete cabezas y
media. Creó una nueva escuela de escultura: su alumno Cares de Lindos construyó el Coloso de Rodas; se ampliaron los
temas a sujetos menos convencionales o incluso desagradables (anciana borracha) y su hermano Lisistrato destacó
como retratista.
El auge del culto a la personalidad durante el IVaC influye en la aparición del retrato, pero en el mundo griego, a
diferencia del romano, nunca se efectuaron retratos parciales sino siempre de cuerpo entero. El personaje de quien más
retratos se conservan es Alejandro Magno, que tuvo a Lisipo como escultor oficial, pero se inmortalizan políticos e
intelectuales de toda índole. Junto a esta tendencia encontramos obras en las que el naturalismo del individuo prima
sobre su carácter, sin que por ello este componente se excluya en la representación. Un ejemplo de esto es el Luchador
Sátyros, de Silanion. La Venus de Milo, aunque sigue la tradición clásica, se distingue por la torsión de sus caderas. El
retrato tiene su máximo apogeo hacia el 260aC, destacando obras como el retrato de Demóstenes, la cabeza del filósofo
de Anticítara (fragmentada), el estoico Crisippos, la Vieja Borracha, el Boxeador de las Termas o la cabeza de Delos. Las
primeras imágenes fúnebres de esta etapa ofrecen escasas variaciones con respecto al modelo del anterior siglo, sigue
predominando el tema de la despedida.
La escuela de Pérgamo es el mayor legado de esta ciudad, protectora de las ciudades griegas de la llegada de los
bárbaros. Es el mejor ejemplo de urbanismo y arquitectura helenísticos, que se adapta a la naturaleza en vez de emplear
el plano hipodámico (o a damero). Enn la primera etapa se crean importantes obras por parte de Epígono, como el Galo
Ludovisi (estructura piramidal, el galo se suicida tras matar a su mujer). Otra muy reconocida es el Galo moribundo
(victoria de Caicos contra los gálatas), de gran dramatismo y que, lejos de degradar al bárbaro, lo ennoblece al apoyarlo
en su escudo. El grupo El suplicio de Marsias probablemente pertenece a esta escuela: la postura en que se muestra al
sátiro, atado y colgado, es novedosa. Destaca la decoración escultórica del altar de Zeus, en el que la luz juega un papel
fundamental. También ha sido frecuentemente empleado como recurso el Arrotino (hombre arrodillado y alzando la
mirada mientras afila un cuchillo, forma parte del desollamiento de Marsias).
La ciudad de Rodas, de activo puerto marítimo y gran riqueza, disfrutó de un periodo de prosperidad hasta que en el
227aC un gran seísmo afectó a la isla, derribando la gran estatua de bronce de Apolo, el Coloso de Rodas (32m, pasaban
los barcos por debajo de sus piernas), que se cree realizada por un famoso Cares de Lindos. Esta escuela creó un tipo de
retrato realista de personajes anónimos, los cuales se ofrendaban en los santuarios. Durante mucho tiempo fue Rodas
un foco de innovaciones en la escultura que se asocia con el estilo de diseño barroco de lo helenístico, tras recuperarse
de la competencia de Delos. Destaca la Victoria de Samotracia, de Pitócrito de Rodas, una imagen de victoria alada que
estuvo dispuesta sobre la proa de una nave e iluminada por un estanque, ataviada por un finísimo y ondulante atuendo.
El grupo de Laoconte y sus hijos (Agesandros, Polidoro y Atenodoro de Rodas, autores también de las esculturas halladas
en la villa de Tiberio en Sperlonga) es de extremo realismo y monumentalidad. La escena, que se libera de las
limitaciones compositivas de las anteriores imágenes, ofrece gran movimiento y dramatismo expresivo, mostrando al
sacerdote troyano Laocoonte atrapado, junto con sus hijos, por dos serpientes ante los muros de su ciudad. La mayor
escultura clásica conservada pertenece a esta escuela y es el Toro Farnesio (Apolonios y Tauriscos), representa el
momento en que los hijos de Atíope deciden castigar a Dirce, que había tratado mal a su madre, arrastrándola con un
toro hasta la muerte.
En la escuela de Alejandría el realismo arraigó aun con mayor fuerza, lo que se manifiesta en los retratos de los
monarcas ptolemaicos y de sus esposas, con elementos griegos y egipcios, y en obras como la Danzarina Baker. Incluso
en la retratística esta duplicidad de tradiciones se mantuvo. Además se abordan temas ligados a la naturaleza, como el
alegórico grupo del Nilo, donde se representa antropomórficamente a este río acompañado de animales, plantas y de 16
niños que simbolizan los codos de su cauce durante su crecida anual.
A mediados del IIaC el mapa político griego cambia con la llegada de legiones romanas que destruyeron Corinto, si bien
respetaron Delos y Atenas. En esta última urbe los escultores recrean viejas obras para la nueva clientela romana
(escuela de Atenas). Destacan en este momento la Venus de Milo, de belleza distante parecida a la Afrodita de Capua,
de Lisipo. Otras imágenes conocidas son el Espinario, el grupo del Jinete Niño de Artemision, el retrato de Demóstenes
realizado por Polieucto, la Afrodita acurrucada (suele formar pendant con el Arrotino) de Diodalsas de Bitina, el
Boxeador de las Termas, los jóvenes orantes…
La pintura del siglo IVaC se conoce por las descripciones y copias romanas. Los maestros de este siglo dominaron ya la
composición y el color, y surgen escuelas regionales como la de Sición, en la que el uso de la encáustica permitió aplicar
colores más vivos a los cuadros. El pintor más aclamado (y seguidor de Sición) fue Apeles, a quien recurrió Alejandro
Magno para su propaganda política (inaugura el retrato ecuestre), y cuyo tutor fue Pánfilo de Anfípolis. Aunque se
piensa que el mural de Venus en Pompeya es de su autoría, no se conservan obras. Se cree la más destacada fue La
Calumnia (el pintor Antífilos acusó al propio Apeles de promover una revuelta en Tiro, pero se probó su inocencia antes
de ser ejecutado, pero la anécdota no puede ser cierta). Los vestigios dicen que Apeles era bastante abierto a la crítica
constructiva. Una de las obras que mejor reflejan la pintura de este momento (avances en luminosidad, pincelada y
transparencias) es el Mosaico de Alejandro, del 325aC (batalla de Issos), hallado en la casa del Fauno de Pompeya.
También es destacable el fresco de Andrómeda y Perseo en Pompeya, aunque todavía se ignora la perspectiva del suelo.
Otros ejemplos muy destacados son las pinturas de la fachada de la tumba de Filipo II, o las del complejo funerario de
Vergina (antigua Egas), donde hay varias escenas y objetos alusivos a Perséfone y otras deidades.
La cerámica ática del siglo IVaC continúa con las pautas precedentes. Los temas que interesan ahora no son tanto los de
origen mítico o las hazañas bélicas sino las escenas íntimas del mundo femenino y la naturaleza. Los vasos de los
alfareros de las colonias griegas del sur de Italia desplazan definitivamente a las obras áticas, desapareciendo a finales
de este siglo los vasos de pinturas rojas. Los vasos más representativos del helenismo proceden de Centuripe (Sicilia),
caracterizados por un fondo rosa. En artes menores solo se conservan pequeñas obras metálicas, destacando los
jarrones, decoraciones florales y joyería. En estos años los griegos descubren el vidrio soplado, pero el moldeado
subsistió en la técnica joyera del entalle. El grabado en gemas (glíptica) se estancó, pero hizo su aparición el camafeo
(tallar una piedra o concha para resaltar el color de las diferentes capas).Estuvieron de moda las figurillas
representativas de adolescentes negros “négrilon”, réplicas en miniatura de Tique (buena suerte) y figuras de terracota
procedentes de Tanagra, representando mujeres llenas de encanto, con rasgos grotescos y caricaturescos.
Debido a lo extenso de las conquistas de Alejandro, la influencia helenística se dejó sentir en el imperio persa e incluso
en India (escuela Gandhara, arte grecobudista). Esta influencia oriental fue causa del empleo de sarcófagos, tradición
que continuaron los etruscos, y a veces dotados de elementos arquitectónicos que les daban autonomía como
monumentos para las necrópolis. Se comenzó a consolidar una iconografía de decoración, cambios en las concepciones
griegas sobre la muerte, o el modelo de niños retratados como héroes para simbolizar pureza e inmortalidad. También
desarrollaron urnas cinerarias, cerradas con una tapa y representando a los difuntos. De entre estas obras destaca el
sarcófago de Alejandro, para un sidonita pero con alegorías al monarca y de relevancia por los datos que aportó en
policromía.
Afrodita Cnidia Hermes con el niño Galo Ludovisi Irene y Plutos Venus de Milo Diana de Gabies
o Gustianini Dionisos (Prax) (Cefisdoto) (IIac) (Prax)
Estela Dexileos Relieve Altar Pérgamo (Gigantomaquia) Laocoonte y sus hijos Sátiro en Reposo
(Prax)
Galo moribundo o Capitolino Jinete niño de Artemision Coloso de Rodas Boxeador de las
Termas
Sátiro escanciador (Prax) Afrodita de Tespias Meleagro, Pothos, Escopas Eros de Tespias (Prax)
(Prax) Escopas
Cabeza de Delos Andrómeda y Mosaico de las palomas Diosa Igea, Escopas Alejandro Magno
Perseo (Lisip)
Leda y el cisne (Timot) Vieja borracha Hermes de Atalante Ares Ludovisi (Lisip) Demóstenes
(Mirón el joven)? (Lisip)
Cupido tensando el arco Estoico Crisippos Sócrates (Lisip) Alegoría del Nilo
(Lisip)
Fauno Barberini Niño del ganso, de Toro Farnesio Artemisa Artemisa Rospigliosi
Boetos de Calcedonia Rospigliosi
Venus de Arlés (copia de Afrodita Atlas Farnese Afrodita, Pan y Eros Afrodita agachada de
la de Tespias de Prax) Calipigia Dedalses
(nalgas)
Homero
La arquitectura etrusca tiene la cabaña villanoviana como punto de partida, y consiste en una estructura oval con tejado
a dos aguas, muros de barro, techo de paja y un pequeño delantero. Poco a poco la vivienda se fue complicando hasta
adquirir su característica planta cuadrangular con dos estancias en el VIIaC, sentando las bases de la domus itálica. Tomó
su forma definitiva al incorporar como eje central el atrio, un patio cuadrado con entrada directa de la calle. La estancia
principal del interior de la vivienda formaba un eje en la puerta principal de la casa, el atrio, y posteriormente
comunicaba con el huerto o jardín, rodeado del resto de estancias. Esta conformación será heredada por el mundo
romano, y en las zonas interiores de Etruria derivará en el palacio. Se desarrolla el entramado urbano ortogonal: las dos
calles originales son el cardo y el decumanus, pero todavía no aparece la plaza pública. Frente a este modelo estaba la
ciudad militar, que se conformaba según su orografía. Las puertas de las murallas (como en Volterra) se convirtieron en
símbolos urbanos, e importan el arco (utilizado en Oriente y Grecia, se convertirá en elemento básico del mundo
romano) para desarrollar las puertas. La mayoría de novedades se desarrollan en la fase arcaica, pero tras las derrotas
del VaC se inicia el periodo etrusco-itálico, que continua el desarrollo, especialmente en Roma, donde tienen lugar
grandes obras civiles (acueducto de Aqua Appia, camino hacia Campania: Via Appia).
La tipología del templo también será continuada por los romanos partiendo del modelo etrusco. Las primeras
realizaciones con cierta monumentalidad datan del VIaC y se caracterizan por ser construcciones elevadas sobre podio,
que van adquiriendo cierta monumentalidad y eje axial. El interior de estos primeros tempos tenía una sola estancia o
cella, pero desde el VIaC desarrollan una triple cella, con la central de mayor tamaño para acoger a la divinidad principal
de la triada, y cubiertos de un tejado a dos aguas apoyado en una gran viga transversal llamada columen. Tanto el
columen como los aleros presentan una rica decoración, y aparece el orden toscano como variante del dórico. A esta
primera fase pertenecen el Templo de Júpiter Capitolino de Roma, el Templo de Apolo en Veyes o los de Marzabotto en
Fiésole. La incineración era la forma más habitual de enterramiento, y las cenizas se introducían en una urna enterrada
junto al ajuar. Solo en la segunda mitad del VIIIaC se inicia un proceso de distinción social, como consecuencia de la
política de alianzas entre pueblos y clanes, con la creación de estructuras de poder en consejos (pretérito Senado
romano) y el reconocimiento de poder en algunos príncipes. En la arquitectura funeraria etrusca se utiliza piedra, frente
a la pobreza de las construcciones domésticas o religiosas, aunque reproducen las estructuras domésticas. Las tumbas
en fosa comienzan a adquirir proporciones mayores y a cubrirse con una cúpula por aproximación de hiladas (ejemplo
necrópolis Banditaccia de Cerveteri). Las tumbas se excavaban en un área llana y se cubrían con un túmulo en el
exterior, mientras que el interior adoptaba planta cruciforme. Los edículos se construían enteramente sobre la tierra y
pretendían ser templos en miniatura, simbolizando la vida a la muerte. También hubo enterramientos excavados
directamente en la roca a modo de hipogeos, como la Cabaña Cerveteri. La estructura se va complicando y asemejando
a una casa o ciudad (tumbas a dado).
Las primeras piezas de interés artístico del mundo itálico previo a la cultura etrusca son las urnas funerarias
villanovianas. Tienen un origen doméstico, e inician en el VIIIaC una producción artesanal derivada de la demanda de
productos más suntuarios para cubrir las necesidades de los príncipes y comerciantes. Se explora el estilo geométrico,
pero la cerámica se desarrolla con urnas funerarias, donde se va aumentando la riqueza decorativa, también en los
ajuares. Durante el VIaC, la influencia griega se mezcla con las creencias locales (los Manes, dioses subterráneos que
protegen las tumbas) y se genera un nuevo corpus iconográfico que tendrá gran plasmación en la decoración de
enterramientos, especialmente en las ciudades del exterior. Fruto de estas novedades son las urnas en forma de
canopos antropomórficos (Chiusi), precedentes del retrato romano. Las ciudades costeras abrazarán las formas
helenizantes, como se puede ver en el Centauro de Vulci. La presión persa llevó a muchos habitantes a crear nuevos
asentamientos por todo el Mediterráneo.
El Sarcófago de los Esposos de Caere o Cerveteri, del 530aC, es probablemente la obra más conocida del periodo y es
muestra de la influencia griega, sobre todo en el rostro, la disposición de los brazos o los pliegues de la vestimenta,
mientras que la identidad etrusca está en el valor que se le da al tema de este banquete fúnebre, y la enorme
importancia que tienen la cabeza y el busto. A finales del VIaC nos encontramos un grupo de piezas singulares,
probablemente del artista Vulca de Veyes, autor de las esculturas del templo de Júpiter Capitolino en Roma y las del de
Portonaccio en Veyes (que contradice la simetría funeraria). Son piezas de factura sin parangón entre los restos del
momento, con claras influencias jonias y gran dosis de aportación personal. La Loba Capitolina redunda en la
expresividad de Vulca de Veyes. Posiblemente fuera un animal utilizado con carácter protector en algún enterramiento,
aunque acabó siendo la legendaria loba que amamanta a Rómulo y Remo. El declive político a raíz de la derrota en
Cumas tuvo su reflejo en las prácticas artísticas del siglo VaC. La aportación más destacada es la narración histórica o
conmemorativa, uno de los rasgos más recurrentes en la plástica romana.
El regreso de los galos al norte abandonando Roma en el 386aC inicia un nuevo periodo de esplendor, que en el terreno
cultural se bautiza con el llamado periodo etrusco-itálico. Los romanos irán dominando durante todo el siglo al resto de
regiones itálicas, y las ciudades etruscas acabarán por caer bajo su control antes de mediados del siglo IIIaC. Es un
momento expansivo que también verá caer al gran enemigo cartaginés e iniciar el control del Mediterráneo occidental.
Los talleres etruscos no verán mermado su potencial ni su calidad frente a la producción de otras regiones. Las
conexiones con el arte griego se recuperan, siendo buen ejemplo la figura de los caballos alados que adornaban el
templo mayor de Tarquinia, llamado Ara della Regina. La Quimera de Arezzo es más difícil de comprender, al haberse
perdido el resto del grupo escultórico. La urna cineraria de Volterra nos presenta, como en la de los sarcófagos, un
personaje de relevancia social que se despide del séquito en el momento de montar a caballo camino del más allá. Lo
etrusco se decanta por lo individual y su expresión, como se demuestra en la cabeza de Lucio Juno Bruto.
La pintura etrusca se desarrolla principalmente en tumbas. En la de los Ánades observamos una hilera de estos pájaros
sobre el muro, un motivo ya utilizado en la tradición geométrica, lo que invita a pensar que el autor fue un ceramista.
Será en el siglo siguiente, con la influencia de los artistas jonios radicados en algunas ciudades costeras, cuando se
desarrolle mejor la pintura mural de los enterramientos etruscos del período arcaico. Los restos más destacables que se
conservan son los enterramientos de Tarquinia. Parece razonable pensar que nos encontramos ante autores de origen
griego por el estilo de las pinturas, que recurren a temas propios de la iconografía etrusca. En la Tumba de los Leones
aparecen unas magníficas escenas de baile, mientras que en la Tumba de los Augures, los invitados al funeral
contemplan escenas de lucha griega entre atletas y animales, y dos de los invitados se despiden del difunto. En la Tumba
de los Malabaristas, un cómico lanza bolas sobre el candelabro que sostiene una bailarina. En la Tumba de la Caza y la
Pesca se nos presenta la única escena de paisaje conservada.
Los convencionalismos utilizados en las figuras nos remiten a las formas de la plástica griega, la aportación etrusca se
manifiesta en la temática o en las modas de la vestimenta. El cambio de rumbo de la crisis militar y política de principios
del siglo VaC afecta a las artes: las influencias jonias desaparecen y se hacen más presentes sobre todo en las pinturas
las representaciones que reflejan las tendencias áticas. Aunque existen ejemplos ya en enterramientos de otras
ciudades, Tarquinia seguirá siendo el más destacado de los centros productivos. El periodo etrusco-itálico que se inicia
en estos momentos configurará características que lo harán personal. Las representaciones en tumbas del repertorio
iconográfico etrusco son presididas ahora en algunos casos por el demonio etrusco de la muerte, Charun, un personaje
presente también en la pintura cerámica. Hay una expresión directa y realista en los rostros de los representados, y en
pintura y escultura tenemos algunos ejemplos que nos remiten a esta incorporación estilística puramente etrusca, como
en la Tumba François de Vulci, donde se nos presenta a un noble orgulloso de manera realista, poco idealizada. Los
principales sitios arqueológicos del periodo etrusco están en Arezzo, Perugia, Cortona, Orvieto, Volterra, Chiusi y
Cerveteri.
Los etruscos prefirieron como material la terracota la aplicaron para la decoración de toda la serie de elementos
arquitecturales. Las composiciones se caracterizaban por una relativa independencia formal de la estructura que los
implicaba, y mezclaban motivos griegos y locales, aunque coincidían con los griegos en la poliromía. Entre los más ricos
ejemplos de esta aplicación se encuentra el frontón triangular de un templo en Talamone, fracción de Orbetello en la
Toscana, del siglo IIaC, que muestra escenas de la guerra de los siete contra Tebas. Los etruscos también fueron buenos
orfebres y metalurgos, además de utilizar la terracota y el alabastro.
Templo Júpiter Capitolino Templo Veyes Tumba de la cabaña
Cerveteri
Urna funeraria cabaña Vaso canopo de Loba Capitolina o Luperca Quimera de Arezzo
villanoviana Chiusi
Pintura de la tumba de los Pintura de la tumba de los Pintura de la tumba de los Tumba de Triclinio en
Ánades en Veyes Malabaristas en Tarquinia Augures en Tarquinia Tarquinia
Hércules Veyes Apolo de Veyes en Estatua votiva Aquiles matando un El Orador/ Marte de Todi
de Portonaccio Portonaccio de Chiusi troyano enfrente de Arringatore
Charun
Los romanos toman su tradición del aqueo Eneas, que recala en Italia tras un largo viaje por Asia Menor. Este príncipe
troyano se convierte en fundador de Roma en la Eneida de Virgilio, la gran obra de propaganda mandada escribir por
Augusto en el IaC para tener, como los griegos, un origen mítico en su fundación y justificación divina para sus
mandatarios. Mientras que en el arte griego tenía cabida el culto al artista, Roma necesita de los artistas en tanto que
ejecutores materiales, y las obras son apreciadas como objetos coleccionables. Rómulo y Remo, los hijos de Marte, son
expulsados y cuidados por una loba, creciendo entre pastores y gentes sencillas. Los dos hermanos fundan la ciudad de
Roma y luchan por sus gobernantes. El vencedor, Rómulo, atrae para sí a todos los bandidos y maleantes para formar la
ciudad y crecer a base del pillaje de las ciudades vecinas, raptando a las mujeres de los Sabinos (rapto de las Sabinas).
Frente a los valores basados en las virtudes que adornan a muchos de los héroes griegos que se encuentran tras la
fundación de muchas colonias helenas, los romanos basan su historia demiúrgica en el exilio, la brutalidad y el asesinato,
en valores supuestamente negativos que quieren ser signos distintivos. De la amalgama de pueblos que habitaban la
península itálica en los tres primeros siglos del Primer Milenio aC, Roma tomará la religión y los principales y primeros
principios artísticos de los etruscos, mientras que los de los latinos del sur tomará su lengua. La aportación de la
herencia etrusca (los mejores aprendices de los griegos) es básica para entender el arte romano. Sin embargo, la
expansión favorecerá el intercambio y la conquista de las colonias griegas. Durante época de Augusto proliferaron
cerámicas rojas llamadas “sigillata”, porque mostrabane el sigillun o sello del taller.
Lo mejor de la producción etrusca se destinaba al interior de sus arquitecturas; pero la polis griega está pensada en su
exterior para ser percibida sin necesidad de ser adentrada (en contraste con el sentir práctico de los romanos). Los
romanos otorgaron la ciudadanía romana a los pueblos conquistados, por lo que Roma cambia su perfil hacia un imperio
más burocrático y administrativo, y se convierte en potencia hegemónica tras las Guerras Púnicas de los siglos III y IIaC.
El regreso triunfal de los generales romanos era de hecho un homenaje helenístico a los emuladores del gran Alejandro
Magno, y así se hacían representar en las monedas conmemorativas. Con los generales llegaba también el botín, clave
en el sistema de pago y mantenimiento de las legiones romanas, botín que suponía una entrada masiva en Roma de
objetos de todo el Mediterráneo. Aunque se importan elementos de la arquitectura griega, la romana se basa en el
modelo etrusco de templo, también utilizaban la policromía.
La dura y difícil transición entre la República y el Imperio se acompaña en lo social y político de unos años de enorme
crisis, donde se suceden los gobernantes que son rápidamente depuestos o asesinados. Sin embargo, este periodo
temporal del siglo IaC, será un periodo dorado para la cultura romana. Es la época de Cicerón, quien ya escribe en latín
como idioma que finalmente sustituirá al griego en las letras del Mediterráneo. De los etruscos se adopta el arco de
medio punto, y surge el hormigón. En el caso de la escultura, el mundo funerario etrusco aportó la narración histórica y
el retrato, que surge por la necesidad de representar en el Foro a los cónsules romanos, siendo su retrato escultórico lo
más fiel posible al representado. Esta actitud de realismo proviene de las máscaras funerarias en cero o yeso, para poder
representar posteriormente al difunto, y esta costumbre se extendió al mundo de los vivos.
Con la victoria de Augusto frente a Marco Antonio y su aliada egipcia Cleopatra, se producen cambios interesantes que
tendrán su reflejo en las artes y arquitecturas romanas. A partir de Augusto, la propaganda unida a la exaltación de
ciertos individuos, se transforma en una propaganda centrada en la propia ciudad de Roma como figura central,
revalorizando su pública magnificencia. Ahora Roma va a ser enfatizada como ciudad centro del nuevo universo, y la
propia Roma se convertirá en el kilómetro cero de la inmensa red viaria romana que se extiende hasta los rincones del
Imperio. El gran hito de oro que se coloca en Roma, junto al gigantesco reloj de sol conformado por un obelisco traído
desde la Alejandría egipcia, serán los símbolos presentes en la ciudad de esta centralidad universal romana. Así que
Augusto, el primer Emperador, desarrollará un extraordinario programa de propaganda en Roma y a lo largo de todo el
Imperio, basado en el principio de paz romana. La cronología del arte romano será la correspondiente a los
emperadores.
De hecho, el Ara Pacis cercano a su mausoleo, es una exaltación de los nuevos valores de paz romana. Además de obras
literarias como la Eneida, también las monedas (como elemento capaz de llegar al último rincón del Imperio) son
soporte propagandístico. En el Augusto de Prima Porta vuelven a aparecer diferencias mitológicas, vinculando los
valores de estas figuras con los del Emperador y su familia; y también está presente la narración histórica, ya
proveniente de los etruscos. Con el tiempo, la individualización del retrato de Augusto caerá también en idealización, y
sus rasgos, al principio más cercanos a Alejandro Magno, querrán representar los rasgos de su estirpe, la familia Julia
Claudia. Los predecesores de Augusto fueron también impulsores de la obra pública, no solo como elemento del servicio
y vertebrador del mundo romano, sino como elemento de masas, como el Foro de Augusto, el Coliseo o los Arcos de
Triunfo. La superación de las capacidades demostradas por la República es también un claro objetivo de Augusto y su
colaborador Agripa. En esta etapa, de gran despliegue constructivo y enormes costes, la utilización del hormigón,
lógicamente más barato que la piedra, será fundamental para poder erigir en poco tiempo una extensa y vasta red de
obra pública.
La arquitectura romana es absolutamente innovadora, debido a una ideología con un fuerte sentido práctico y ofensivo,
y una noción de la historia y trascendencia, por lo que adaptó las lecciones griegas y etruscas a sus necesidades. Roma
empleó ladrillo y hormigón, adoptando el orden toscano, e introdujo una arquitectura civil y militar destacada. Desde la
República, la piedra empleada estuvo determinada por las canteras cercanas o bien comunicadas, utilizándose el
travertino después más frecuentemente. El mármol no fue un material frecuente hasta su normalización a partir del
reinado de Augusto. El ladrillo tampoco alcanzaría difusión en la arquitectura romana hasta ya avanzado el Imperio; pero
a partir de ese momento, se erigió como uno de los materiales con más posibilidades constructivas, siendo junto con el
hormigón el material principal.
El hormigón romano, opus caementicium, estaba formado de piedras machacadas, polvo de ladrillo arena, guijarros y la
combinación de cal con tufo. Su bajo coste, su simple realización y utilización junto a la fortaleza que ofrecía condujeron
a su empleo en exclusiva a partir del siglo IIaC, incrementando las posibilidades de los elementos que permitieron el
desarrollo de la arquitectura romana, a saber, el arco, la bóveda y la cúpula. El opus quadratum es la configuración de
un paramento o muro mediante hiladas de sillares de piedra de igual tamaño y forma distribuidos según el sistema de
soga y tizón. El opus incertum es un paramento surgido de la mezcla de cal con piedras cuyo tamaño y distribución es
irregular. Este tipo de muro fue perfeccionado más adelante, abandonando su carácter de mampostería para pasar a ser
un muro formado por piezas regulares y dispuestas en retícula: el opus reticulatum. El opus tectorium constituiría un
material más decorativo que constructivo: realizado el muro con alguno de los materiales mencionados, el opus
tectorium ocultaba su pobreza mediante un revoque de estuco. Fue mediante este perfeccionamiento técnico como los
romanos desarrollaron su sistema constructivo, basado en dos elementos: el arco y la bóveda. Aunque habían sido
utilizados en Egipto y Mesopotamia, Roma les otorgó un verdadero valor. Los primeros arcos y bóvedas fueron
construidos seguramente en el VI y VaC, sin un desarrollo auténtico.
El dórico fue raramente empleado en el mundo romano, viéndose sustituido por el toscano. El jónico se vio desplazado
ante el empleo de órdenes más decorativos, el corintio, y principalmente, el compuesto. El orden compuesto, formado
en su capitel por la combinación de las volutas jónicas y de las hojas de acanto corintias, es una aportación netamente
romana. El tratado arquitectónico más importante es el de Vitruvio. ‘De architectura’ fue escrito en tiempos de Augusto,
en 10 libros, y estipula que la planificación de un edificio debe buscar la magnificencia, es decir, la grandeza resultante
de la máxima comprensión y aprovechamiento de sus posibilidades inherentes; para ello era fundamental la auctoritas o
papel jugado por el patrón del edificio en su administración y gestión. En lo que respecta al diseño, Vitruvio señala tres
principios: firmitas, utilitas y venustas (cimentación y solidez, adecuación y utilidad, y belleza).
Originalmente el foro era un terreno pantanoso que fue drenado por los Tarquinios con la Cloaca Máxima. En un
principio era un espacio abierto, sin edificios, en el que la gente se reunía los días de mercado y en festividades, para las
elecciones y otros acontecimientos, por lo que fueron apareciendo edificios administrativos y políticos. Con César el foro
fue aumentando de tamaño. Se inaugura en el 46aC con el templo de César, se construyó una plaza de 125 x 45 con
pórtico de doble nave (los escalones se conservan) y en el centro una estatua ecuestre (montando a Bucéfalo) de César,
ante el templo de su madre Venus. Tras la batalla de Filipos en el 42aC, en la que Augusto y Marco Antonio vengan la
muerte de César, Augusto hizo su ampliación (plaza y el templo de Mars Ultor o Marte Vengador). Vespasiano hizo
levantar un Templo de la Paz que no se conserva, un edificio un poco apartado donde se almacenaron las riquezas
saqueadas tras la caída de Jerusalén. Domiciano unificó el espacio entre el templo de la paz y los foros de Augusto y
César, esta parte fue inaugurada por su sucesor Nerva. En el 107 se construye el foro de Trajano, a cargo del arquitecto
Apolodoro de Damasco (sería el favorito del emperador Adriano). El de Trajano es el foro más grande de Roma (hubo
que excavar parte de las colinas), y cuenta con la plaza porticada, la basílica Ulpia, la columna Trajana y el templo de
Trajano. Esta ampliación se llevó a cabo para celebrar la victoria sobre los dacios en el 98, y su ejecución fue rápida
gracias al empleo del hormigón.
Templos del foro romano: Cástor y Pólux, Júpiter, Saturno, Vesta (dentro el fuego del hogar custodiado por las vestales),
Venus y Roma (Adriano, el mayor), de la Concordia (reconstruido varias veces), de Vespasiano y Tito, de Antonino y
Faustina (ordenado por Antonino Pío tras la muerte de su esposa Faustina la Mayor), de César, de la Concordia, de
Rómulo (se pensaba que era en honor al hijo de Majencio, pero lo más probable es que sea en honor a los Penates), y el
de Jano.
Los templos romanos comenzaron siguiendo la estela del templo etrusco, como se aprecia en el de Júpiter en el
Capitolio. Los demás templos republicanos pertenecen ya a finales del IIaC, pero la tipología no variará mucho a lo largo
de los siglos. Mientras los órdenes empleados en la República habían sido el dórico y el toscano, durante el Imperio
predominará el corintio y trasladará el uso de los órdenes anteriores a la arquitectura civil. Otras variaciones de la
tipología ortodoxa fueron los templos de planta circular construidos por la Roma Imperial principalmente en su
provincias pero cuyo máximo representante está en Roma: el Panteón, construido por Agrippa en el 27aC como
homenaje a todos los dioses griegos, y no obtendría su forma actual hasta el 126dC. Cuando Adriano ordenó (a
Apolodoro de Damasco, su arquitecto predilecto) la reconstrucción del templo destruido tras varios incendios. Es en la
monumental cúpula de 43 metros donde pueden apreciarse las posibilidades constructivas de las técnicas romanas,
creada como un armazón de arcos verticales y horizontales, reforzado con hormigón en los huecos generados por esta
trama, la cúpula vio así el peso aligerado y distribuido.
Algunos de los templos romanos más destacables, además del Panteón, son el Maison Carrée (Nimes, dedicado a Cayo y
Lucio César, hijos de Agrippa y nietos de Augusto), el templo de Hércules Víctor (Roma, junto al anterior, confundido con
un templo de Vesta), el de Saturno (de los más antiguos, atribuido a Tarquinio el Soberbio y su principal uso fue servir de
tesoro del Imperio Romano – aerarium – almacenando reservas de oro y plata e insignias en tiempos de paz), el de
Venus y Roma (se cree que fue el templo más grande de la Antigua Roma, en el foro romano, construido por Adriano), el
templo de César (foro romano, en honor al cometa que siguió al asesinato de César, probablemente el de mayor registro
lumínico de la historia: Sidus Iulium (estrella juliana) o Caesaris astrum (astro de César), que brilló durante siete días y se
interpretó como el alma de César)), de Cástor y Pólux (o de los Dioscuros) fue construido en agradecimiento por la
victoria de la batalla del lago Regilio (495aC), sirvió de lugar de reunión del Senado en muchas ocasiones, el de Júpiter
(fue fundado por Rómulo tras una batalla con los Sabinos acontecida dentro del foro. Los romanos se replegaron
subiendo por la Vía Sacra, y Rómulo invocó a Júpiter prometiéndole un templo si hacia retroceder a los sabinos), el de la
Concordia (principal del foro, frente al que Cicerón pronuncia ante el senado el cuarto discurso de las Catilinarias,
simboliza la unidad del pueblo y los hermanos Arvales – sacerdotes del origen de Roma – se reunían aquí
frecuentemente. La entrada de la cella se compone de dos grandes bloques de mármol grabados con un caduceo,
emblema de los embajadores y símbolo de reconciliación), el de Apolo Sosiano (dedicado al dios Apolo Médico,
construido tras una epidemia de peste y reconstruido en el 34aC por Cayo Sosio a instancias de Augusto (se sitúa junto al
teatro Marcelo)), el de Apolo Palatino (en la colina homónima), el templo de Cibeles o Magna Mater (muchos de sus
relieves en la Villa Médici), el templo de Belona (junto al de Apolo Sosiano, quedan pocos restos) y el Hadrianeum o
templo de Adriano (actualmente incorporado a la Bolsa de Roma en la Piazza di Pietra, solo se conservan unas
columnas).
Los templos republicanos más destacables son los del Lago Argentaria y los del foro central (Saturno, Dióscuros,
Concordia, Vesta, la Regia, de Vespasiano). En el foro Boario destacan el de Hércules Víctor y el de la Fortuna Viril
(también llamado Portuno (foro Boario, conservado por convertirse en la iglesia de Santa María Egipcíaca, patrona de las
prostitutas arrepentidas). Son notables los santuarios de Tívoli, Terracina y Palestrina. En tiempos de Adriano (IIdC) hay
un nuevo impulso constructivo templario (Panteón es reconstruido por él). La Casa de las Vestales era la residencia de
las Vírgenes Vestales en el Foro Romano. Se situaba en las proximidades de la Regia, residencia del Pontifex Maximus
(Augusto) que dirigía el colegio de las vestales, y en las proximidades del templo de Vesta. Era un complejo situado en el
foro pero junto a un bosque sagrado, y con múltiples esculturas.
El Campo de Marte fue un terreno edificado por los primeros reyes de Roma, y que servía para fines militares y políticos
(altar a Marte). Los ejércitos acampaban aquí a la espera de que los generales pudieran celebrar el triunfo. Hasta ese
momento, tenían que aguardar tras las Murallas Servianas. Se practicaba deporte y se celebraban las comitia centuriata:
los saepta era el lugar donde se votaba. En el VaC se construyó aquí el templo de Apolo Sosiano (donde se guardaban
obras de arte griegas), y en el IaC Augusto manda construir un reloj de sol (obelisco egipcio). Fue en el Campo de Marte
donde Augusto llevó a cabo su mayor labor de monumentalizacion (admirada por el geógrafo Estrabón). Tanto el
obelisco solar como el Ara Pacis poseían una orientación diversa para coincidir con la aurora del 21 de abril, fiesta de
Roma (la sombra del obelisco apuntaría hacia el Ara Pacis); y el 23 de septiembre (diez natalis de Augusto) la luz entraría
en diagonal en el Ara Pacis; día en que la luz saldría por la puerta del Panteón a través del óculo. En el Campo de Marte
también está la plaza del Largo di Torre Argentina, con cuatro templos, tanto de época imperial como republicana.
Templo de Mars Ultor Templo de Júpiter Templo de Vesta Templo de Templo de Venus
Cástor y Pólux Genetrix
Templo de Júpiter en el Templo de César Maisón Carré de Nimes Templo de Hércules Apolo
Capitolio Víctor Sosiano
Templo de Venus y Roma Panteón
La basílica desempeñó un papel importante como parte del dominio público. En Roma fueron destinadas a albergar
reuniones tanto comerciales como políticas y jurídicas; de ahí que fueran ubicadas cerca de la vida desarrollada en
espacios públicos como el Foro. Las basílicas fueron salas cubiertas rectangulares con columnas interiores que por su
disposición en dos filas dividían el espacio en tres naves, rematadas por un ábside. De la República, el mejor ejemplo es
la basílica de Pompeya. Durante el imperio, las basílicas siguieron una misma tipología: planta rectangular que albergaba
al fondo dependencias administrativas y tribunales en los lados menores, y comunicación abierta con el foro desde uno
de sus lados mayores. De época imperial es la basílica de Majencio, el ejemplo mejor conservado, que puede
compararse por su grandiosidad con las Termas de Diocleciano, cuyo frigidarium debió ejercer una influencia
determinante. Dividida en tres naves, la central estaba cubierta en por bóveda de arista, cuyo peso y empuje descansa
sobre una bóveda de cañón, los contrafuertes y muros constitutivos de las naves laterales. Esta distribución de los pesos
alcanzó un desarrollo suficiente como para abrir ventanas. También destacan la basílica Ulpia, la Emilia y la Julia. El
Castel Sant’Angelo se sitúa junto al Tíber y fue construido por Adriano en el 135 para ser su mausoleo, pero pronto se
transformó en un edificio militar. El actual nombre del castillo data del 590, durante una gran epidemia de peste el papa
Gregorio I vio al arcángel san Miguel sobre la cima del castillo que envainaba su espada significando el fin de la epidemia
(un ángel corona el edificio). Está conectado con el Vaticano por el corredor Passetto. La fortaleza fue refugio de
Clemente VII durante el asedio y saqueo de Roma en el 1527 por parte del emperador Carlos I.
Castel Sant’ Angelo Basílica Ulpia Lago Argentina, antiguo Campo de Marte
Hércules Víctor en Tívoli (rep) Santuario de Júpiter Anxur en Santuario de la Fortuna Primigenia en
Terracina (rep) Palestrina (república). Escaleras reutilizadas
para el palacio Barberinin
Cloaca Máxima
El teatro romano surge como derivación del griego, pero las distintas funciones asignadas, así como las técnicas
constructivas características de Roma dotaron a esta tipología de una forma nueva. La principal diferencia es su
tendencia a cerrar el espacio: mientras los griegos eran completamente abiertos al aire libre y separados en sus dos
partes principales, los romanos tenían sus flancos cerrados y muchas veces se protegieron por toldos o cubiertas. El
primer teatro en piedra creado en piedra creado en Roma fue el erigido por Pompeyo en el 55aC tras un largo viaje en el
que descubrió el Teatro de Mitilene en la Isla de Lesbos y quedó fascinado. A partir de este momento, el teatro se erigió
como una parte fundamental no solo de la vida pública romana sino también de su política imperial. Las partes del
teatro romano pueden resumirse en las siguientes: una scenae frons o muro que solía estar decorado con columnas
entre las cuales podían colocarse estatuas; un proscaenium delante de la scena, en donde se desarrollaba la acción o
espectáculo; una orchestra semicircular frente a la scaena reservada a las autoridades y al coro y a la que se accedía por
los aditus o pasillos laterales; las gradas o cavea para los espectadores, dividida en sectores semicirculares por pasillos
horizontales y organizada jerárquicamente; y, las vomitoria o entradas abovedadas mediante las cuales se accedía a la
cavea. En el teatro más antiguo conservado, el pequeño teatro de Pompeya, pueden apreciarse todas las partes
señaladas. El Teatro de Orange, el de Aspendos y el de Ostia son otros ejemplos representativos de la importancia de
esta tipología. El exterior del teatro Marcelo en Roma, a finales del IdC, permite apreciar la superposición de órdenes,
aunque el corintio del último piso no se haya conservado.
El anfiteatro romano carece de precedentes griegos: fue una invención romana para albergar los espectáculos cruentos
y las luchas de gladiadores. Símbolo del imperio, los anfiteatros fueron numerosos en todo el Occidente latino a
excepción de las provincias de Grecia o Asia, donde el número fue muy escaso debido al rechazo que estas zonas
manifestaron hacia la brutalidad de los espectáculos romanos. El anfiteatro en piedra más antiguo se erigió en
Campania, a principios del siglo IaC. En él ya se observan todas las características: planta oval con el eje de norte a sur,
gradas escalonadas, corredores y pasillos. Al igual que en los teatros, los espectadores estaban distribuidos según las
clases sociales y cubiertos de la intemperie mediante toldos. El mayor ejemplo de anfiteatro romano es el Coliseo de
Roma. Construido durante el reinado de los Flavios, fue Vespasiano quien inició las obras sobre el lugar donde se halló el
lago de la Domus Aurea de Nerón, siendo su hijo Tito quien continuó la labor de su padre a inauguraría el edificio en el
80dC. El Coliseo, tal y como indica su nombre, fue la más grande construcción romana dedicada al espectáculo: con una
planta elíptica que podía albergar a 50000 espectadores. Estructurado en cuatro niveles o pisos diferentes, los tres de la
superficie superponen los órdenes arquitectónicos. El muro que conforma todo el exterior del Coliseo se levantó sobre
ochenta pilares comunicados entre sí y reforzados en su labor de sustentación por bóvedas de cañón y arcos de
hormigón, creándose un esqueleto perfecto para la distribución del peso de las graderías y para la creación de pasadizos
subterráneos.
El circo fue, al igual que en el teatro y el anfiteatro, una tipología arquitectónica creada para acoger los espectáculos
destinados al entretenimiento del pueblo romano. Su forma, aunque inspirada en la de los estadios e hipódromos
creados en Grecia, estuvo determinada por el espectáculo más frecuente entre sus muros, las carreras. De planta
alargada con los extremos semicirculares, los circos fueron construidos en terrenos llanos de grandes dimensiones;
rodeada por unas gradas levantadas sobre bóvedas, en el centro se encontraba la arena o pista de carreras, semicircular
en uno de sus extremos y cuadrada o abierta en el otro. La arena se encontraba dividida por una spina, un muro de
escasa altura que actuaba de eje delimitador de los carriles por lo que competirían las cuadrigas y en el que se
levantaban escultura y/o diversos tipos de monumentos como obeliscos. El mayor circo romano fue el Circus Maximus,
hoy desaparecido pero reconstruido a partir de sus ruinas: realizado bajo el mandato de varios emperadores, hacia el
siglo IVdC, este circo tuvo la capacidad de albergar a 255000 espectadores. Otros ejemplos son el circo de Perge en
Turquía o el circo de Mérida.
Basílica Emilia
Coliseo (anfiteatro
Flavio)
Las termas fueron una de las tipologías romanas donde se ensayaron y resolvieron algunas de las soluciones
constructivas más importantes para el desarrollo de la arquitectura romana. Aunque las termas romanas surgieron a
partir de los baños griegos creados como complemento a sus gimnasios, esta tipología experimentó un desarrollo muy
superior en Roma, no solo en la ampliación y especialización de esta instalación pública, sino también en la misma
estructura que la cobijaría. La construcción de termas en Roma se generalizó alrededor del siglo IaC; la causa fue el
descubrimiento de un sistema de calefacción a partir de un horno común que permitía distribuir, conservar y aumentar
la temperatura del aire en las distintas salas del conjunto de las termas. A partir de este logro, las termas proliferaron
por todo el Imperio y bajo prácticamente todos los reinados: nacieron así las termas de Agrippa, las termas de Tito, las
de Trajano, las de Adriano en Leptis Magna o las de Caracalla.
Todas las termas constaban de las mismas partes o estancias: una Palestra o gran patio central que comunicaba con
todas las estancias de las termas; un Caldarium o sala para el baño caliente; un Frigidarium o sala para el baño frío; un
Tepidarium o sala para un baño de agua tibia; el Laconicum o sala para el baño de vapor; una piscina, vestuarios
(apodyterium), baños, etc. De todas las conservadas, las de Caracalla son las más representativas, siendo únicamente
igualadas por las posteriores Termas de Diocleciano. Inspiradas en la estructura de las Termas de Trajano, las Termas de
Caracalla constaban de un gran recinto cuadrangular en el centro a partir del cual distribuir las distintas partes del
complejo. El sistema de cubierta adoptado para la mayoría de las estancias fue el semicircular; la bóveda de cañón fue la
más empleada aunque también se utilizaron las bóvedas de arista en el Frigidarium y la cúpula que cubre el Caldarium.
Las soluciones empleadas fueron tantas que finalmente, y por primera vez en la historia de la arquitectura romana, se
logró adaptar la bóveda semicircular a las plantas cuadradas. La decoración fue suntuosa.
Esta reivindicación del arco derivó en lo que pronto se convertiría en símbolo del Imperio romano: los arcos de triunfo,
llamados a tener una gran influencia en la arquitectura posterior. Ya en el siglo IIaC se habían erigido en Roma arcos
conmemorativos, pero no fue hasta la llegada del Imperio y, concretamente, hasta el reinado de Augusto cuando los
arcos surgieron como la conmemoración de una victoria militar en particular y de los esfuerzos de Roma en su conquista
del mundo. A pesar de que en las provincias algunos de estos arcos tuvieron una funcionalidad como ser la entrada de
recintos, de forma habitual no son sino monumentos decorativos. Hay arcos de apertura única y de triple, siendo la
central mayor. Los arcos siguen estando flanqueados de columnas pero la decoración entre ellas recibirá un mayor
desarrollo. El arco de Tito, de apertura única, conmemora la victoria de Tito en Jerusalén, 70dC. Su único vano esta
flanqueado por columnas de orden compuesto apoyadas en un plinto y entre las cuales se abren pequeños nichos. El
arco de Constantino, de triple apertura, situado en la Via Triunfal de Roma y conmemorando la victoria de sobre
Majencio en el 312dC.
Al igual que el arco del triunfo, la columna conmemorativa nació como consecuencia de ser despojada de su
funcionalidad arquitectónica y de ser reinterpretada como un monumento independiente, decorativo y propagandístico.
A diferencia de los arcos de triunfo, las columnas conmemorativas fueron mucho más escasas, tanto que pueden
considerarse una tipología excepcional y particular del legado artístico romano. La columna de Trajano, concluida en el
114dC, inauguró esta tipología. Coronada originalmente por una escultura del emperador, desaparecida y sustituida por
una de San Pedro, la inscripción de su pedestal indica su función principal: la medición del terreno, concretamente del
Quirinal, excavado y desplazado no solo a raíz de las obras de construcción de la columna en cuestión sino por las del
Foro. A esta función métrica, sin precedente alguno en el mundo griego, se añaden su función propagandística (victoria
de Trajano frente a los dacios) y una función funeraria, pues el zócalo albergó las cenizas de su mentor. La columna de
Marco Aurelio no fue sino el resultado del impacto tipológico y decorativo de su predecesora.
Arco cuadrifonte de Jano, Arco de Berá, Tarragona Columna Antonino Pío Columna Trajano en Plaza de
foro Boacio Venecia
Puesto que el terreno era pantanoso, hubo de idearse un sistema de drenaje de las aguas. Así fue cómo surgió la red de
alcantarillado más antigua del mundo, la Cloaca Máxima. Aunque estuvo inspirada en algunas canalizaciones griegas y
fuera realizada por ingenieros etruscos, la Cloaca Máxima recibió un desarrollo nunca visto: erigida como un sistema de
alcantarillado con tramos subterráneos y tramos al aire libre y en el que el arco y la bóveda tuvieron un papel
predominante, su concepto, dimensión y practicidad obtuvieron tal éxito que se utilizó hasta finales del Imperio. Los
acueductos que más adelante construirían los romanos responderían al mismo deseo de canalización y conducción de
las aguas. Aunque los primeros fuesen en su mayor parte subterráneos, pronto comenzaron a levantarse al aire libre con
la estructura en arquerías. Los acueductos hicieron del arco su elemento principal. El primer acueducto del que se tiene
constancia es el Aqua Appia, hacia el 300aC.
A partir de entonces, los acueductos repetirán su estructura, a saber, una mayor subterránea y la parte cercana a la
ciudad al aire libre. Con la llegada del Imperio fueron perfeccionándose: los sistemas de arquerías fueron dotados de
tuberías y de sifones, sus canalizaciones se inclinaron según las exigencias del terreno y se conectaron con los canales
subterráneos mediante sistemas de pozos. Casos como el acueducto de doble arquería de Segovia (10dC) o el Pont du
Gard en Nimes (atribuido a Agrippa) evidencian la maestría alcanzada por los romanos en sus obras de ingeniería. La
necesidad del levantamiento de puentes pronto se hizo evidente; el dominio de los recursos naturales demostrado con
los acueductos debía tomar una nueva forma, la forma de la superación de los accidentes naturales para favorecer la
comunicación entre los distintos territorios. A diferencia de las exigencias y posteriores soluciones planteadas por los
acueductos, los puentes impusieron una problemática de apariencia más sencilla pero compleja en su resolución, a
saber, la adecuación técnica del arco a la anchura del cauce sobre el que se erigiría.
El Pons Aemilius fue el primer puente de piedra, construido entre el 181 y el 179aC, sabemos por los pocos restos que
fue de sillares toscos y estructurados a partir de pillonos. El Pons Mulvio de Roma, erigido en 109aC, permite una
aproximación a este tipo de construcción: realizado en travertino, se levanta sobre fuertes pilares y estructuras para
contener las aguas, desplegándose entremedias arcos de medio punto. El Pons Fabricius es una mayor constatación de
la pericia alcanzada en la ingeniería durante los comienzos de la historia romana, construido en el 62aC. En la Península
Ibérica, el Puente de Alcántara¸ del 106dC, es el puente de mayor tamaño del mundo romano.
Los primeros indicios de urbanismo llegan con la Cloaca Máxima, pero en el IVaC se rodeó a la ciudad de una muralla
que se conoce bajo la denominación de muros servianos y que fue su único recurso defensivo hasta la realización de la
muralla Aureliana. Fue a finales del IVaC cuando comenzaron a trazarse las primeras calzadas. Fue en el siglo IIaC cuando
se hizo patente en Roma la necesidad del urbanismo. La capital de la República había ido creciendo sobre la marcha y
adaptándose a las condiciones del terreno; de ahí que el trazado urbano fuese irregular y sus edificios heterogéneos.
Desde el siglo IIaC y hasta el siglo IaC se iniciaron una serie de construcciones en torno al Foro y Campo de Marte de
Roma que poco a poco fueron cambiando la estructura y el aspecto de la ciudad: se levantaron puertas de acceso,
circos, teatros y otros monumentos; se erigieron estatuas en foros, plazas y vías públicas; y se crearon calzadas como la
Via Flaminia que, además comunicaban en Roma con las ciudades del norte de Italia. Este crecimiento que se vio
interrumpido por las guerras civiles que marcaron el final de la República y que conllevaron el destrozo de buena parte
de los monumentos de ciudad.
Con Augusto Roma volvió a ser objeto de reformas urbanas. La geometría predominará en el trazado de las ciudades,
introduciéndose dos calles a modo de ejes reguladores del espacio: el cardo o vía norte-sur y el decumeno o vía este-
oeste, situándose en la intersección de ambas calles el Foro. Se regularon las calles, se las dotó de nuevos sistemas de
alcantarillado que acabasen con la insalubridad y se contribuyó a su embellecimiento con el empleo generalizado del
mármol en sustitución del adobe. El foro de Augusto fue la primera construcción exclusivamente en mármol. La isla
Tiberina fue concebida como una nave en la que había viajado la serpiente de Esculapio traída desde Epidauro para que
librase a Roma de una terrible epidemia de peste. Se evitó la erosión y se colocó un obelisco en el centro a modo de
mástil.
A excepción de Augusto, cuya Domus Augusti en el Palatino constituye una excepción en sencillez y austeridad, todos
los emperadores romanos se hicieron construir una villa o palacio a la atura de su fama y gloria. Nerón, con su Domus
Aurea (64-68dC) hoy perdida, fue el más ostentoso. Su intención fue materializar en su residencia un microcosmos del
que él mismo sería el origen y el centro gravitacional. Contó con bosques, lagos, fuentes, instalaciones que llevaban el
agua del mar, un cenador giratorio a imitación de los movimientos del universo e incluso mecanismos en el techo para
perfumar las salas. A su muerte fue ocupada por los Flavios durante una temporada; pero pronto quisieron una
residencia propia, así que demolieron parte de la mansión neroniana y fue Trajano quien la sepultó definitivamente bajo
sus termas. Levantada en el Palatino sobre parte de la Domus Aurea, la Domus Flavia fue comenzada en tiempos de
Vespasiano, y apenas se han conservado restos, pero sabemos que contaba con un estadio, basílica, varios patios, etc.
Contaba con una parte pública y otra privada. La pública contenía el Palacio Flavio, el Peristilo y el Triclinium. La parte
privada tenía la Domus Agustana, el palacio del emperador.
En el año 120 se comenzaron las obras del conjunto residencial más monumental del mundo antiguo conservado: la villa
de Adriano en Tívoli. El conjunto fue concebido por el emperador como un homenaje a las culturas conocidas en sus
viajes, muy concretamente la clásica. Contiene numerosos espacios de recreo, entre los que hay un estanque navegable
(Poikile), termas, palacios, templos…La Piazza d’Oro es la parte más destacada del conjunto: un monumental patio
porticado abierto a una serie de estancias. El conjunto fue concebido por el emperador como un homenaje a las culturas
conocidas en sus viajes por Asia, y sobre todo a la cultura clásica.
Solo comparable a la Villa Adrianea es el Palacio Diocleciano, en las orillas de la costa de Yugoslavia en torno al 300. A
pesar de haberse concebido como residencia de retiro para el emperador, el palacio de Diocleciano se diferencia de la
villa de Adriano en Tívoli de su estructura de fortaleza; este cambio en el planteamiento fue debido a la mayor
inestabilidad política y a las invasiones que marcaron el reinado de Diocleciano. Del capricho y la fantasía de Adriano, se
pasó a una estructura funcional defensiva de planta rectangular y dos calles que dividían el conjunto en cuatro. A lo
largo del muro que daba al Adriático se abrió una galería arcada y repleta de ventanales.
Palacio de
Diocleciano (Split)
En la escultura romana pueden señalarse dos fuertes influencias: la etrusca y la griega o helenizante. El mundo etrusco
fue el primer receptáculo para la influencia griega, no obstante, Etruria se desmarcó de su tradición en el uso de
materiales alejados de ésta. Roma será el territorio donde confluirán las tendencias etruscas y griegas. La influencia
griega es innegable en la romana hasta el punto de que numerosos historiadores consideran su escultura bajo la
designación de grecorromana. El mármol y el bronce sustituirán hacia el comienzo de la nueva Era definitivamente a los
materiales típicamente etruscos, la arcilla, la piedra y la madera, pero también a la cera, muy común en el mundo
romano para la realización de retratos o máscaras funerarias. Roma incorporará a sus manifestaciones escultóricas
rasgos originales. No realizará sus obras en función del culto a los dioses sino en honor y homenaje a sus muertos y
vivos. Este distanciamiento de la escultura griega encuentra sus raíces en causas históricas así como en la evolución del
pensamiento.
A partir de la Segunda Guerra Púnica, tradicionalistas como Catón comenzaron a reaccionar contra la influencia
helenizante en la sociedad romana, condenándose la invasión de las imágenes griegas y reivindicándose las estatuas
etruscas en tierra cocida anteriormente rechazadas pero que ahora se veían más adecuadas al sentimiento de
austeridad y sobriedad que debía representar al pueblo romano. Frente a la representación que los griegos realizaron de
los dioses en sus esculturas, ya fuera bajo forma humana o encuadradas en los mitos, los romanos optarán por la
alegoría. La opción por la historia en lugar de la religión es una de las características más destacadas de las artes
plásticas romanas. El interés de lo romano va a desplazarse hacia las grandes hazañas del hombre en la tierra, y
concretamente. La copia de los originales griegos por parte de los talleres neoáticos al servicio de Roma se produjo de
muy distintas formas en función de la facilidad de acceso a los originales.
Aunque el papel jugado por las imagines maiorum romanas fue determinante en la evolución de este género, también
las tradiciones griega y etrusca. Teniendo en cuenta la gran presencia de artistas helenos en territorio italiano, no puede
obviarse el hecho de que los artífices de los retratos romanos procedieran en su mayor parte de Grecia. Pero, a pesar de
su superioridad en número y a la fuerte presencia del estilo griego en el mundo romano desde Etruria, estos escultores
no se limitaron a introducir e imponer el estilo heleno en las creaciones realizadas para los romanos, sino que se
adaptaron a las necesidades y requerimientos estéticos.
La introducción del realismo en el teatro respondía a dos cuestiones. Por un lado, a la importancia concedida a la
historia, y por otro, al cambio de pensamiento que sobrevino con Aristóteles: si bien fue la filosofía idealista de Platón
quien determinó la creación de las esculturas griegas clásicas, será el pensamiento fisicista e individualista de Aristóteles
el que deje su impronta en la escultura romana. La valorización del individuo que impulsó Aristóteles con su ética
reforzó el retrato realista o individualizado. Roma desarrollará la tipología de retrato-cabeza, una aportación original de
esta civilización que no por ello dejó de lado la representación de los cuerpos sino que los relegó a un segundo plano. Y
en ese desarrollo de la expresividad, el papel de la escultura helenística fue fundamental. La tradición de las imagines
maiourum, literalmente ‘imágenes de los antepasados’ es quizás el antecedente del retrato romano de mayor
trascendencia. Eran máscaras funerarias caracterizadas por su gran realismo y realizadas tras la muerte de un personaje
noble para ser colocadas en los nichos de su vivienda.
Desde los comienzos de la República en el siglo VIaC hasta el siglo IaC solamente se han conservado documentos
escritos de los retratos realizados. A partir del siglo IaC, comienzan a conservarse numerosas obras. La escultura en
mármol de un patricio llevando en sus manos dos imagines maiorum, destaca por el realismo de los tres retratos. El
patricio lleva en sus manos dos cabezas de sus ancestros, seguramente en cera ya que otros materiales como ele
mármol o bronce serían imposibles de sostener en esa postura. Aunque sea de cuerpo entero, se centra en los rasgos
particulares. El Arringatore, el Orador, fue realizado en un taller etrusco. Aunque pueden observarse en el rostro del
orador algunos rasgos individualizados y realistas, el conjunto transmite una rigidez y una sensación alejadas de un
rostro real. Heredera de la tradición helenística es una escultura de un militar conocida como el Mariscal de Tívoli, por el
lugar donde fue encontrada, pero su identidad se desconoce, solo se sabe que fue alguien importante en la vida militar.
Pese a que en su atuendo pueden apreciarse elementos característicos de la vestimenta romana como el paludamentum
o capa propia de altos cargos militares tanto de la República como del Imperio, la coraza típicamente helenística que se
halla a sus pies a modo de soporte y su rostro, portador de una expresión de patetismo idealizado, sitúan esta obra en
una tendencia helenizante. Bien distinto es el retrato del Viejo Torlonia, del 70aC, con un claro alejamiento del modus
operandi helenístico, sin ningún tipo de idealización. Muchos de los retratos de este siglo IaC mostrarán la misma
concepción objetiva y exacta, y a veces incluso demacrada y cruel de los rasgos faciales de sus protagonistas.
A partir del reinado de Augusto, comienza en Roma un nuevo periodo, el Clasicismo, caracterizado por la síntesis de los
nuevos valores y aquellos procedentes de la tradición. Es en este momento cuando el retrato empieza a difundir la
imagen imperial. Augusto cuidó mucho su imagen a lo largo del reinado; además de atribuírsele una fuerza divina, su
poder estaba vinculado a Apolo, símbolo de la luz esclarecedora. De ahí que en muchos de sus retratos encontremos
reminiscencias solares. Junto al Augusto de la Vía Labicana conservado en el Museo de las Termas de Roma, quizás sea
el conocido como Augusto de Prima Porta el retrato más destacado de todo este género tan cultivado durante el reinado
de este emperador. Fue realizada para magnificar el triunfo militar del año 20aC que engrandeció de forma considerable
la figura de Augusto como pacificador. Aunque la inspiración en el Doríforo de Policleto sea evidente, la recurrencia al
modelo griego no es sino para dotarlo de nuevas significaciones más acordes al espíritu imperial, como las virtudes
propias de un prínceps, un emperador soldado. La coraza está repleta de referencias históricas, y a ambos lados se
encuentran las personificaciones de las provincias derrotadas: Hispania y Galia (jabalí). Durante todo el siglo primero de
nuestra era, la iconografía y el simbolismo se mostrarán como herederos directos del legado augusto, siendo
especialmente marcada esta herencia en el arte oficial y el funerario.
En el caso del retrato, tanto cortesano como popular, la presencia del simbolismo y de los valores que caracterizaron a
Augusto será constante, aunque siempre adaptada a los hechos particulares. Pese al corto reinado de los Flavios, el
retrato experimentará importantes cambios. En los ejemplos analizados hasta el momento, el naturalismo coexistía con
la dignificación y elevación del retratado, y los emperadores aparecían siempre rodeados de una aureola de poder que
los diferenciaba y alejaba del resto de los mortales. Con la llegada al poder de la dinastía Flavia, el retrato abandona las
poses frontales y os gestos distanciados propios de los retratos de la élite gobernante, para introducir un naturalismo
más amable. A esta etapa pertenece también una obra conocida como ‘la dama de la permanente’, un retrato de una
desconocida.
Con el reinado de Trajano, Roma entra en un nuevo periodo de esplendor y de expansión territorial. Los triunfos
obtenidos dieron un nuevo impulso al sentimiento de triunfo del pueblo romano, surgiendo en las artes plásticas un
nuevo clasicismo, caracterizado por la síntesis del recuerdo del pasado augusto y por una renovada exaltación de las
virtudes romanas. El retrato póstumo de Trajano, es reflejo de la convivencia entre ambas tendencias.
Adriano es ante todo un esteta, un apasionado de la cultura griega y un gran amante de las artes, inclinaciones que
tendrán repercusión en la concepción y en el simbolismo del retrato realizado en este periodo, principalmente el oficial.
Tres son las novedades en el retrato durante sus años: la barba como atributo habitual de los hombres retratados, la
decoración incisa de los ojos de los representados y la incorporación de una peana como base de los bustos.
Interesantes son los abundantes retratos de Antinoos realizados durante este periodo. Aunque aun envuelto de
misterio, fue un muchacho que dio su vida por salvar a Adriano. El joven aparece imberbe, con la serenidad y
proporciones clásicas, y en ocasiones, inmortalizado con los atributos del dios Baco.
La época antonina fue para el retrato un punto de culminación de todos los avances y logros instaurados desde la época
flavia; y como toda culminación, supuso cierto barroquismo. Los rostros estarán dotados de una suavidad en las
incisiones que contrastará con cierta violencia y claroscuro en la concepción y desarrollo de las cabelleras, y los bustos
estarán aumentados. De este periodo puede destacarse el retrato de Antonino el Piadoso. De Marco Aurelio se conocen
más de trescientos retratos que pueden clasificarse en función de la etapa vital que representan: los años anteriores a la
boda con Faustina, como príncipe heredero y como hombre. Es en el último grupo donde puede encuadrarse la única
estatua ecuestre conservada del mundo romano. La indulgencia medieval hacia la estatua ecuestre de Marco Aurelio
que ha permitido su conservación fue debida a haber sido considerada el retrato de Constantino, el responsable de la
aceptación del cristianismo. Ejerció una gran influencia en el Renacimiento.
Al reinado de los Severos, en el cual el retrato continuó la línea barroca antonina aunque introduciendo una fuerte
dramatización en los gestos, siguió un período de anarquía militar que terminó por evidenciar la crisis por la que estaba
pasando el Imperio romano. El retrato romano será el espejo de ese momento crítico y su vuelta al más puro estilo
realista romano no fue sino el deseo de reafirmación de los orígenes y los valores de una cultura que se veía a punto del
hundimiento. Los retratos volverán a la representación exacta y temporal de las fisonomías, acentuando en ellas una
agitación y preocupación interior consecuencia de su tiempo.
Será en el retrato de la época de Constantino cuando el retrato alcance su máxima expresión. Buena parte del género
muestra un deseo de exageración o expresionismo fácil en la creación de inmensos ojos, de mirada fija, y en el
tratamiento esquemático y marcado de las facciones. El mejor ejemplo es la cabeza colosal de Constantino del museo de
los Conservadores. A pesar de haberse realizado teniendo en cuenta las formas y el organicismo propios de la tradición
griega, posee un aire más abstracto e intelectual que realista y terrenal. Parte de una estatua de casi quince metros de
altura pensada para el ábside de la Basílica de Majencio.
Con los hijos de Constantino y hasta la muerte de Teodosio el Grande se inicia el que sería el último período de la
civilización y el Imperio de Roma. Aunque se mantuvo la línea bizantinizante anterior, irrumpe en el retrato una
tendencia clasicista que se conoce como ‘renacimiento teodosiano’ caracterizada por el idealismo y la elegancia de las
formas. Ambas corrientes convivirán en este periodo de decadencia de la cultura romana, produciendo al mismo ritmo y
con la misma calidad numerosos retratos.
Sería el relieve el formato capaz de albergar una serie de imágenes de forma lineal, el soporte idóneo para el rasgo
inherente a la historia, la narración. Proporcionaba la inmensa ventaja de la adecuación a la arquitectura, desplegado
sobe columnas o arcos como un rollo de papel. Es esta concepción del relieve lo distancia en mayor medida de su más
directo antecesor, el relieve griego. El origen del gusto propiamente romano por la narración de los hechos históricos se
encuentra en el periodo republicano. Mucho antes de la existencia del relieve histórico como tipología propiamente
dicha, en Roma se conmemoraban y exaltaban los triunfos de sus soldados o de sus altos dignatarios mediante pintura
triunfal. Los ejemplos más destacados de relieve histórico republicano son los del altar de Domitius Athenobarbus. Son
considerados el primer ejemplo de relieve histórico asociado a figuras míticas conocido en Roma, datados en el 40aC.
Domitius Athenobarbus se considera discípulo de Scopas, pero algunos lo ven como un alto cargo político responsable
de la consagración de muchos templos. Conservados en Munich y en el Louvre, presentan un sacrificio a Marte y un
tema mitológico respectivamente. El relieve histórico conocería su máximo desarrollo en el período imperial. Para
facilitar su estudio, dividiremos los relieves según su soporte. Los realizados para altares, los que decoraban columnas
conmemorativas y los pertenecientes a los arcos de triunfo.
Relieves realizados para altares: destacan el Ara Pacis y el Ara Pietatis. El Ara Pacis Augustae constituye la obra maestra
del período augústeo. El conjunto, un altar monumental esculpido tanto interior como exteriormente en todas sus
paredes, fue acabado en el 9aC. El motivo para su creación fue el deseo de conmemorar los distintos triunfos que
llevaron a Augusto a instaurar la paz en el imperio. De tipología tradicionalmente latina, el altar, situado entre cuatro
muros y estructurado axialmente por dos puertas de entrada, distribuyó la decoración de sus relieves en función del
espacio arquitectónico creado. Ambos frisos poseen continuidad temática: la escena representada es la procesión cívica
realizada como bienvenida a Augusto a su llegada a Roma tras largas campañas militares y administrativas de las que
salió victorioso. Se representa una ceremonia religiosa en la que predomina la solemnidad y el orden en la que solo
toman parte los mortales, la procesión griega en cambio estaba más caracterizada por el movimiento y la intervención
de las deidades en la misma. Los cuatro relieves de las puertas se consagraron a las alegorías del origen divino de la urbe
romana. Heredero del Ara Pacis fue el Ara Pietatis erigido por el emperador Claudio en el 43dC en honor a la paz
augustea: la forma de los pocos relieves conservados nos evidencia que el conjunto sería un monumento altar cubierto
de decoración relivada, siguiendo la temática de su antecesor.
Relieves realizados para columnas: La columna trajana constituye el ejemplo principal, ocupando un lugar excepcional
en la historia del arte. La decoración relivaria, toda ella en mármol, se encuentra en la basa y a lo largo de todo su fuste.
El fuste se halla cubierto por un relieve a modo de película de mármol que en su desarrollo helicoidal realiza veintitrés
vueltas alanzando los 200 m de altura. Los relieves, dedicados a la narración de las guerras dácicas, fueron concebidos
como un gran libro histórico en imágenes, dividido en la primera guerra y la segunda. Las escenas constituyen un
conjunto continuo favorecido por la utilización de elementos como árboles, ríos, puentes, o personajes como elementos
de separación entre episodios. El tema predominante son las escenas de batalla en todas sus manifestaciones. La
repercusión de los relieves de la columna trajana se aprecia claramente en la que puede considerarse su seguidora: la
columna de Marco Aurelio. Si bien hemos avanzado casi un siglo, la columna de Marco Aurelio reproduce con exactitud
todas las características de su predecesora: su altura, la disposición helicoidal de los relieves a lo largo del fuste y la
organización de la temática en dos bloques son ejemplo. Pero a pesar de esta deuda estructural y formal, los relieves de
la columna de Marco Aurelio poseen ciertas notas distintivas y únicas, como una expresión más dramática y mayor
brutalidad.
Relieves realizados para arcos de triunfo: Los arcos de triunfo, construcción originaria de Roma, conmemoran la victoria
de un emperador y en tanto puerta que ese mismo atravesaba con su séquito a su llegada a la urbe, no podía sino
albergar una decoración relivada dedicada a la memoria y a la gloria de los acontecimientos fortalecedores del Imperio.
Los relieves del arco de Constantino provienen del foro de Trajano. Lo importante de su contenido no es el relato
cronológico sino el mensaje propagandístico que se desprende de sus imágenes: el triunfo romano sobre los bárbaros
como Imperio político y cultural. Mientras los soldados romanos aparecen serenos y dignos y con una fisonomía similar,
los dacios se han representado de una forma más grotesca, desfigurados y diversos. También de la época de Trajano son
los relieves del Arco de Benevento, así como el arco mismo, erigido para conmemorar la victoria de Trajano en la
primera guerra dácica y dedicado a Júpiter. La gran diferencia existente entre estos relieves y los llevados al arco de
Constantino es la selección de escenas: en vez de aludir a la violencia en la batalla, los episodios representados se
inscriben en la serie de medidas pacificadoras que se tomaron para solucionar problemas de carácter interno. Otro
ejemplo clásico de los relieves en arcos de triunfo lo constituye el Arco de Septimio Severo, ya del siglo III de nuestra era.
Los relieves muestras la conexión ya señalada entre la temática histórica y el elemento alegórico-religioso.
Pertenecientes a la Roma de los Flavios son los relieves del Palazzo della Cancelleria, realizados para legitimar dinástica y
personalmente a Domiciano, último representante de la familia flavia. Ambos paneles, entendidos como un conjunto,
pretenden resaltar la gloria romana en la conquista militar y transmisión dinástica de los valores y virtudes que hacen
posibles semejantes victorias. A pesar de que en el mundo Romano no existió un arte funerario de las dimensiones del
mundo griego y oriental, cuestión que se explica por el hecho de que los romanos no enterraban sino que incineraban, el
género funerario obtuvo un importante desarrollo. Los modelos fueron sacados principalmente de Etruria y fueron
reinterpretados para adaptarlos a su propia cultura de exaltación de la memoria y de la gloria.
Roma desarrolló e impulsó definitivamente la tipología del sarcófago decorado con relieves. La responsable de la
introducción de este formato fue la familia vinculada al ancestro Cornelia, la gens Cornelia, la única en inhumar a sus
miembros. Es a los Escipión, pertenecientes a esta familia, a quien debemos uno de los ejemplos más antiguos de
sarcófago: el sarcófago de Scipion Barbatus. Las influencias del arte helénico se hacen patentes tanto en la decoración
como en las dos grandes fachadas que albergaban el sarcófago. No será hasta el siglo IaC cuando la inhumación de los
muertos desplace la costumbre de la incineración y desaparezcan las urnas en detrimento del sarcófago. Roma crea su
propia tipología de sarcófago, en principio deudora de la tradición etrusca pero pronto original en sus formas,
materiales y temas. La forma más frecuente será la de una caja con forma rectangular coronada con una tapa que,
aunque generalmente solía ser plana, en no pocas ocasiones acogía motivos ornamentales y formas arquitectónicas.
Será con Adriano cuando el sarcófago constituya una realidad definida en el mundo romano, apareciendo durante su
reinado algunas de las variantes temáticas fundamentales en su desarrollo ulterior. Un caso cejemplar del relieve
continuo característico de los que se ha denominado la corriente latina es el sarcófago de Orestes (mitad del IIdC).Todos
los episodios narran la leyenda homérica de Orestes para introducir una enseñanza moral sobre la muerte,
concretamente sobre el asesinato.
Pero será principalmente en la época antoniana cuando se incorpore de forma definitiva la iconografía y la temática
dionisiaca a los sarcófagos, aunque estos no excluyó a la introducción de otros muchos temas: la importancia de la
educación, escenas de batalla y caza, nuevos episodios mitológicos y escenas procedentes del repertorio trágico del
teatro griego. El monumental sarcófago de Pietralata representa, como si de un cuadro se tratase, la batalla a vida o
muerte entre romanos y bárbaros: la acumulación de más de cien figuras en una especie de horror vacui, prefigura el
sarcófago Ludovisi, en honor a su primer dueño, el Cardenal Ludovisi. Toda la composición surge a partir de un
personaje central no identificado pero seguramente procedente del ámbito militar. A todo esto se le añade la fuerte
impresión teatral de la escena lograda por el contraste de volúmenes y huecos y el claroscuro que éstos imponen a un
conjunto escenográficamente de tono barroco La etapa Antoniana también introdujo novedades tipológicas en las que
se aprecia una mayor presencia de la tendencia griega. El sarcófago columnado surgió entonces, como consecuencia de
una fuerte actividad de ciertos talleres instalados en Asia Menor que llegaron a expandirse por territorio romano. Este
tipo de sarcófago destaca por distribuir sus escenas a partir de la estructura arquitectónica con que se concibe el
conjunto.
Durante el periodo Severiano y con la entrada en un nuevo siglo, los sarcófagos comenzarán a desarrollar sus relieves a
partir de un eje de simetría. Esto supuso la ordenación de las escenas representadas de un modo jerárquico, siendo la
central la de mayor importancia y, en consecuencia, la más desarrollada o acompañada de símbolos. Un ejemplo de ello
lo otorga el sarcófago de Baltimore en el que todas las figuras se distribuyen en función del gran medallón decorado con
la cabeza de Medusa que ocupa la parte central del conjunto. El sarcófago continuará su desarrollo a lo largo de los
últimos años del Imperio romano, recibiendo un especial impulso por parte del arte cristiano incipiente. La incipiente
iconografía cristiana se nutrirá de las formas y tmas instaurados en el género por la corriente griega y romana. Los
primeros ejemplos de sarcófagos cristianos, los anteriores a Constantino, mostrarán la adhesión a motivos paganos.
Roma llevará a su culminación la pintura mural que Etruria desarrolló y enriqueció a lo largo de cinco siglos. La pintura
mural romana fue cultivada únicamente durante dos siglos. Técnicamente, el modo de realizar pinturas murales
continuó siendo el mismo que en el mundo helénico y el etrusco, es decir, la aplicación de la pintura sobre una capa de
cal húmeda previamente extendida por el muro y que de este modo facilitaba la absorción y fijación de los pigmentos: la
técnica del fresco. Roma asimiló y perfeccionó esta técnica, aplicando un mayor número de capas para enlucir el muro,
como se ha visto en Pompeya, y aplicando el color en seco si era necesario. Junto a Pompeya, el yacimiento principal de
pintura mural romana, sólo pueden añadirse algunos ejemplos procedentes del periodo adrianeo, de la Roma oriental y
ya más adelante del arte pictórico del primer cristianismo. El pintor Marco Pacuvio fue conocido por su adscripción a la
tradición griega, y Fabio Pictor era romano de origen y de convicción artística. Los pintores se hallarían divididos en
función de su estilo en distintas escuelas o corrientes, tal y como ocurría con la escultura: la propiamente latina u
occidental y la helenizante u oriental. El formato será sobre todo el cuadro.
Es en la Roma Republicana cuando la pintura de historia reciba un desarrollo mayor y cuando aparezca la pintura de
paisaje. Esta exaltación de la historia traería consecuencias conceptuales: representar un acontecimiento era
representar un momento exacto y los protagonistas del mismo, lo que encaminó la pintura al realismo. La pintura
paisajística y mural es el antecedente conceptual del mural romano. Los temas representados estuvieron en principio
muy condicionados por la cultura griega y la etrusca pero pronto comenzaron a variar la temática.
Los frescos de Pompeya muestran una evolución resultado de una experimentación técnica y formal que no se hubiera
producido de no haberse conocido los avances anteriores. Pompeya fue próspera por su actividad comercial y por su
cultivo de los viñedos a los pies del Vesubio. En el 63dC un fuerte seísmo causó una destrucción de la ciudad, que supuso
su reconstrucción. La gran tragedia fue en verano del 79dC, quedando la ciudad sepultada bajo una erupción del
Vesubio. No será hasta el siglo XVIII cuando comenzaron las excavaciones que sacaron a la luz la existencia de Pompeya.
Se componía de un foro, basílica, varios templos, teatro, termas, lupanar y viviendas (casa del Fauno, casa del Poeta
Trágico, villa de los Misterios), en las que se han recuperado gran parte de las pinturas murales y mosaicos.
El primer estilo o ‘estilo de incrustación’, que va desde mediados del IIaC a principios del IaC, se caracteriza por su
intento de imitación de algunos de los materiales arquitectónicos más ricos, como jaspes, mármol o pórfidos. Estas
habitaciones de paredes de mármol ficticias se veían completadas en su decoración con la incorporación de cuadros y/o
tapices y con la realización de mosaicos para el suelo. Tiene sus mejores ejemplos en la Casa Samnita de Herculano y el
Pompeya (Casa del Fauno y Casa de Sallustrio). Esta solución decorativa tiene tradición en todo el mundo antiguo. Nació
como alternativa barata y eficaz al uso real de mármol para el revestimiento de los edificios.
El segundo estilo fue más complejo que el anterior, que desapareció en detrimento de la utilización de materiales reales
o este estilo, ‘de perspectiva arquitectónica’. Los mejores ejemplos de este segundo estilo se encuentran en Pompeya,
en la Casa del Laberinto, la Villa Boscoreale y la Villa de los Misterios, descubierta a principios del siglo XX, y que pasó de
vivienda particular a explotación agrícola a partir del 63. El deseo de recreación de la arquitectura más allá de sus
elementos primordiales supuso la incorporación de la perspectiva y la introducción de elementos arquitectónicos más
complejos. Este trompe l'oeuil es fundamentalmente romano, no encontrándose precedente. La temática y la
composición son completamente herederas de las manifestaciones helenas. Se recurre a los misterios dionisiacos: el
ritual en sus etapas, silenos, y mujeres.
El tercer estilo o ‘estilo mixto’ tuvo una vida más efímera que el segundo: desde la primera mitad del siglo IdC hasta el
63dC, coincidiendo con el reinado de Augusto. Es una síntesis de sus predecesores, pero utiliza una mayor abstracción,
resultando en arquitecturas más planas y desmaterializadas, imaginativas. Se desarrollan al máximo los elementos
decorativos, en un barroquismo que fue atenuándose poco a poco. Los mejores ejemplos proceden de la Casa del
Bicentenario de Herculano y la Casa de Livia del Palatino.
El cuarto estilo o ‘estilo ilusionista’, que abarca desde tiempos de Nerón hasta el desastre del 79, se considera la
consecuencia de la reconstrucción tras el terremoto del 63, por lo que se han conservado más ejemplos. Los motivos
arquitectónicos continuaron presentes, pero más bien al modo del segundo y no del tercero. La escenografía llega a
obtener tal desarrollo que se ha hallado de este cuarto estilo como el ‘rococó romano’. En Pompeya destaca la Casa de
Lucrecio Fronto, siento la sala del tablinium la más representativa del cuarto estilo pompeyano. Otro ejemplo destacado
es la Casa de los Vettii en Pompeya.
La Domus Aurea es uno de los mejores ejemplos del cuarto estilo. Fue el pintor Famulus el principal responsable de la
realización del conjunto neroniano, así como de la coordinación de los numerosos artistas a su cargo para acometer el
proyecto. La pintura mural de la Domus Aurea se desarrolló no solo en las salas principales sino asimismo en pasillos y
espacios subterráneos, siendo el cuarto estilo el predominante. Las pinturas murales de la Domus Aurea se caracterizan
por un predominio del blanco como color de fondo y por las tonalidades claras de los distintos motivos representados.
En la Domus Aurea no se desarrollarán las escenas mitológicas a una gran escala. La mitología invade las paredes a
través de personajes secundarios. En los dos sectores conservados se aprecia una distinta aplicación del cuarto estilo sin
explicación convincente: un lado representa al emperador y su familia con oro, colores vivos, estuco, y gran suntuosidad,
donde se logra una perspectiva más compleja; el otro lado es mucho más sobrio, con motivos vegetales y animales.
Al lado este (el primero) pertenece el Techo de Oro, donde la pintura se estructura mediante la división
compartimentada del espacio en figuras geométricas que se despliegan a partir de una escena mitológica principal
ubicada en el centro y encerrada bajo una forma de medallón. En las paredes pintadas de otras salas se aprecia el
ilusionismo propio del cuarto estilo. En el Corredor de las Grandes Figuras, las arquitecturas amplían ficticiamente el
espacio del pasillo y albergan personajes de un considerable tamaño a modo de guardianes. Bien distinto es el estilo de
las pinturas de las salas del lado oeste. En la Sala de los Paisajes, el ilusionismo aparece con menor protagonismo. Las
escenas destacan por su sencillez y falta de contexto.
La pintura de caballete fue una técnica de éxito debido a su menor coste, su más rápida realización y la facilidad con que
podía ser transportada. Los cuadros romanos poblaron tanto los interiores como los exteriores de las viviendas con
escenas muy diversas. La historia de los retratos del Fayum abarca la historia de Roma. Situada al sur del delta del Nilo,
El Fayum se revelo como una zona de gran actividad pictórica cuando en el siglo XIX fueron descubiertos en su territorio
alrededor de cuatro centenares de retratos pintados en relación al cementerio. La vinculación del Fayum con Roma se
remonta al siglo IIdC. A la altura de la cabeza de la momia, se colocaba la tabla con el retrato del difunto. Se utilizaban
varias técnicas, como pintura al temple, encáustica o cera fundida.
Con la llegada de los romanos en el siglo IIdC, la producción pictórica no hizo sino intensificarse, llegando su desarrollo
hasta el siglo IVdC, fecha en la que repentinamente desaparece el cultivo de este tipo de retrato. Fue a finales del III
cuando el cristianismo se había erigido como religión predominante. Estos retratos eran parte del ajuar del difunto. El
estilo acentuó sus características a partir del siglo IIdC, con una gran individualización e identificación de su posición
social. La resistencia de la cera como aglutinante permitió una mejor conservación, y no en pocas ocasiones se empleó
en la utilización de barcos o en imagines maiorum, máscaras funerarias.
A pesar de ser una técnica antigua que se remontaba a los tiempos de Mesopotamia y Egipto, el mosaico pasó a ser una
técnica del mundo artístico romano a través de la tradición griega. En Roma se utilizó desde el siglo IIdC. En Grecia
cubría paredes y suelos, pero en Roma solo suelos. Las teselas eran el material con el que se realizaban las escenas, de
ahí la denominación de opus tessellatum. En la realización de un mosaico intervenían numerosos artistas especializados
en las distintas partes del proceso musivario. Un pintor realizaba el cartón original y otro artista otro artista trasladaba el
diseño a la superficie. Otra persona se encargaba de cortar las teselas, otra de preparar el mortero y otra de incrustar las
teselas. Las técnicas de pavimentación del mosaico romano fueron variadas. Cuatro son los tipos principales: opus
signium, opus sectile, opus tessellatum y opus vermiculatum.
El opus signinum creaba el pavimento a partir de materiales como polvo de ladrillo y de teja sobre el que luego se
configuraban motivos sencillos incrustando en teselas. El opus sectile puede considerarse más una taracea que un
mosaico, pues consiste en encajar piezas de mármol realizando motivos geométricos, vegetales o animales. El opus
tessellatum y el opus vermiculatum suelen aparecer asociados; ambos se realizan con el proceso musivario típico. El
opus vermiculatum no es sino el opus tessellatum pero más minucioso y complejo. El opus vermiculatum procedía de la
tradición musivaria helenística, irrumpiendo en Italia en el siglo IIaC y obteniendo un gran desarrollo a partir de la
incorporación de motivos de mayor complejidad que los geométricos y/o vegetales.
El de alfombra obtuvo un gran desarrollo en la primera mitad del IIdC, concretamente en los años del reinado del
emperador Adriano. Esta tipología se caracteriza por el predomino de los motivos geométricos acompañados por
motivos vegetales. Encontró un gran desarrollo en Itálica, Sevilla. El de alfombra con emblemata es una variante más rica
que el anterior, y su desarrollo fue inmediatamente posterior (finales del II y principios del III). El emblemata era un
panel de mayor importancia que ocuparía la parte central del mosaico. Mientras el grueso del mosaico se realizaba in
situ, el o los emblemata se preparaban por separado.
El mosaico helenístico es quizá la tipología con más ejemplos conservados, seguramente por su desarrollo desde el II
hasta el IV. La Batalla de Issos (o de Alejandro) es el mejor ejemplo. Se empleaban teselas muy pequeñas y de muchos
colores, lo cual permitió un gran detallismo. Las tropas persas están desordenadas y violentas, mientras que Alejandro
se muestra valiente. Destaca además el Mosaico de Teseo y el Minotauro, en la Casa del Laberinto.
El mosaico costumbrista obtuvo mayor desarrollo en las residencias de clases medias y las provincias del imperio. Estaba
más interesado en la representación de los usos y de las costumbres que en la exaltación de la historia, la mitología y sus
símbolos. El estudio del movimiento seguirá pero no con intenciones simbólicas, sino con un enfoque naturalista. Los
ejemplos conservados de este tipo de mosaico son muy numerosos, casi tantos como provincias. De nuevo es Pompeya
uno de los enclaves más destacados en lo que se refiere no solo a la cantidad sino asimismo a la calidad de los mosaicos
de este tipo. Cae destacar el mosaico con la escena callejera de músicos ambulantes.
La deuda del mosaico romano con la pintura griega se hizo patente en los temas, en la mayor complejidad compositiva y
en la riqueza cromática, pero la técnica romana, si bien avanzó, no llegó a alcanzar la perfección en la perspectiva y en la
representación espacial que caracterizo a sus predecesores.
Villa Misterios, Pompeya Fresco Apolo y Pitón, Casa Vettii, estilo ilus
Fresco pompeyano, ilus Casa de Lucrecio Fronto, ilus Frescos Casa de los Vettii, ilus
Fresco triclinium Villa Misterios, arq Batalla Issos/Mosaico de Alejandro, Casa del Fauno
Vida cotidiana, Leptis Mosaico Alfombra, Músicos, Villa de Domus Aurea
Magna Termas Caracalla Cicerón, Pompeya
Cada emperador promovería construcciones muy diferentes. Augusto crearía un repertorio iconográfico a la altura de las
ambiciones del Imperio naciente. En lo que respecta a la ingeniería, es en Provenza donde encontramos las obras más
significativas: los arcos de triunfo conservados en Orange y Saint Remy, el Pont du Gard y la Maison Carré de Nimes. Se
levantó en Atenas una de las construcciones provinciales más destacadas durante el reinado de Augusto: el mercado
romano fue un complejo arquitectónico formado por un patio rodeado de columnas en el que destaca la pureza del
orden dórico utilizado. También en Atenas se construyó uno de los edificios más innovadores de los inicios del Imperio:
el Odeion, que quiso manifestar la superioridad de la técnica constructiva y, por ende, de la civilización romana frente a
la griega. Al colocarse todos los elementos sustentantes en los laterales de su planta, su espacio cuadrangular quedó
completamente libre y pudo acoger alrededor de mil personas.
Durante la época de los Julio-Claudios, se construyó la Villa Tiberius, un palacio desarrollado en distintos niveles en
función de las terrazas impuestas por la geografía del Monte Tiberio en el que se encuentra, ocupaba cerca de 7000
metros cuadrados y fue concebida como una fortaleza, de ahí sus gruesos muros y el uso de contrafuertes como
refuerzo. El conjunto estuvo formado por unos baños con todas sus respectivas salas, una gran logia o mirador, un
triclinium y un gran número de dependencias secundarias y salas de recepción. De la época de Tiberio es también el
Templo de Bel en Palmyra, Siria. Consagrado al culto de Baal y sus dos hijos, el dios lunar Iahbol y el dios solar Aglibol,
este templo, a pesar de poseer una estructura clásica, muestra ciertas variantes que responden tanto a las exigencias del
culto local como a la tradición oriental de la que es deudor: así, la entrada se abre asimétricamente en el largo lado sur
para facilitar el acceso directo a la cella. El templo de Bel es un buen ejemplo de la fusión cultural resultante de la
expansión romana hacia Oriente.
Durante el reinado de Trajano, el Imperio obtuvo su máxima expansión: se conquistaron Dacia y Arabia Pétrea, llegando
hasta la conquista de Susa. Durante estos años se inicia una humanización en la relación militar de Roma con los pueblos
conquistados que alcanzará su máxima expresión con Adriano. Las provincias verán reconocida su aportación económica
al Imperio con la progresiva aceptación de su identidad cultural. Aunque fue en Hispania donde se realizaron buena
parte de las obras, las provincias orientales acogieron grandes proyectos. En lo que se refiere a arquitectura religiosa,
dos son las construcciones destacadas: el templo de Niha y el Templo de Trajano. En Líbano, se erigió el Templo de Niha
como parte de un gran santuario concebido al modo romano, pero con rasgos orientales, como la longitudinalidad, el
pequeño templete interior y su cubierta adintelada en madera. Terminado por Adriano en el 117, el Traianeium fue un
templo dedicado al emperador Trajano tras su muerte, ubicado en Pérgamo. El emplazamiento geográfico determinó la
aplicación de los elementos fundamentales de la técnica constructiva romana. Se adaptó asimismo a las características
arquitectónicas griegas concibiendo las columnas exteriores exentas y alargando la cella. Destaca la Biblioteca de Éfeso,
(120dC), construida entre otros edificios y por tanto, con fachada elaborada, estructurada a partir del principio de
superposición de columnas en altura y decorada principalmente a base de formas dislocadas, fue concebida al modo de
los escenarios de los teatros. Otra construcción relevante realizada durante el mandato de Trajano fue la ciudad militar
de Timgad en Argelia. Concebida con la intención de ser un lugar de descanso para los militares activos en la región, la
ciudad de Timgad se levantó siguiendo la estructura tradicional de las bases militares romanas: de planta cuadrangular
con esquinas originalmente achaflanadas, y estructurada con retícula geométrica.
Adriano, con una voluntad más pacífica, dirigió sus esfuerzos a la integración de las provincias en el Imperio, siendo
Atenas el lugar donde se concentraron la mayor parte de sus proyectos más ambiciosos: el Olympeion y la Biblioteca. El
Olympeion, terminado en el 131dC, era un monumental templo a los pies de la Acrópolis. En Oriente, Adriano terminó el
monumental Templo de Zeus en Aizanoi, y construyó las Termas de Leptis Magna, en África. La Biblioteca fue construida
en el 130: la entrada al conjunto lo constituía un propíleo por el que se accedía a las salas. Durante el reinado de los
Antoninos, la influencia de Adriano como conciliación de culturas continuó, como prueba la construcción del
Hadrianeum, un templo períptero, con columnas alegóricas de las provincias romanas, individualizadas. A diferencia de
los relieves de la columna de Trajano, las provincias del Hadrianeum se han despojado de la designación y la tristeza, ya
no son el soporte del universo romano. Semejante postura puede verse en la puerta del mercado de Mileto y el Teatro
de Aspendos.
Fue la arquitectura religiosa la de mayor desarrollo en Oriente. En Baalbek, los distintos emperadores romanos
construirían uno de sus más grandes complejos monumentales, el Santuario consagrado a Jupiter Optimus Maximus
Heliopolitanus; su culto fue el resultado de la fusión con la divinidad local del sol con el dios latino Júpiter. La entrada
estaba constituida por una escalinata que daba a un pórtico columnado con una única puerta de entrada; a
continuación, se accedía a un patio de planta hexagonal que llevaba a otro de planta cuadrangular recorrido por
columnas en tres de sus lados. En el centro del patio se levantó un altar. Completando el conjunto, destaca el Templo de
Baco. También África fue objeto de importantes construcciones durante el reinado de los Antoninos. En Cartago se
terminó el inmenso acueducto y como consecuencia se construyeron las termas. En lo que se refiere a escultura, es el
friso de Éfeso la obra más relevante. Si bien la temática (la glorificación del emperador) es típica, el movimiento y la
tensión, la composición y el predominio del altorrelieve acercan esta obra al estilo helenístico.
El primer tercio del siglo III acaparó un sinfín de iniciativas arquitectónicas. Con los Severos, las provincias fueron
dotadas de todo tipo de edificios tanto religiosos (Templo de Theveste en Argelia), funerarios (Mausoleos de Gasr Daga
en Tripolitania y de los Atilios en Sábada), públicos (Anfiteatro de Túnez, Teatro de Sabratha), como conmemorativos
(arcos de Caracalla en Argelia y Jemilla). Pero es el monumental conjunto de Leptis Magna (actual Libia) el que acaparará
nuestra atención por constituir el paradigma del esfuerzo del Imperio Romano por exportar sus tipologías
arquitectónicas al mundo oriental. Incorporada al Imperio como provincia desde comienzos del siglo I, Leptis Magna
alcanzó su máximo esplendor con la llegada al trono a finales del siglo II de Septimio Severo. El emperador dotó a la
ciudad de innumerables construcciones y favores para convertirla en el enclave más destacado de África. Su apogeo solo
se vería interrumpido por la crisis que azotaría al Imperio la segunda mitad del siglo III. Construyó un Foro, una basílica y
un templo. El Arco de Septimio Severo en Leptis Magna conmemora la recuperación de Mesopotamia, concebido como
un monumento cúbico con arcos en sus cuatro frentes. El Foro tuvo como modelo el de Trajano en su planta
cuadrangular porticada, delimitado en cada uno de sus lados por altos muros en los que se abrieron los pórticos, sus
arcadas tuvieron la particularidad de arrancar directamente de los capiteles y de tener enjutas decoradas con cabezas
femeninas alternando ninfas y medusas. La rica decoración de la colosal basílica se manifiesta en los relieves de sus
pilastras, procedentes de Asia menor.
La ciudad de Palmira, que recibió la atención de Roma durante los dos últimos tercios del siglo III, el ‘periodo de
anarquía militar’, está situada al filo del desierto sirio, gozó de gran consideración durante el reinado de los Severos, no
solo por el interés estratégico y económico que ofrecía al Imperio sino también porque la mujer de Septimio Severo era
siria. Los años de la Tetrarquía (285-312) estarían marcados por la reforma de Diocleciano que dividió al Imperio en dos
partes, Oriente y Occidente. Nicomedia y Milán pasarían a ser las capitales de los Imperios Oriental y Occidental
respectivamente. El Imperio hubo de reorganizarse política y administrativamente en función de la nueva disposición
geográfica. Un ejemplo lo tenemos en Tesalónica, en la que Galerio mandó construirse un mausoleo y conectado a él, un
arco del triunfo, erigido en el 296 y situado en la Via Egnatia, que recuerda al de Leptis Magna.
Hispania fue el nombre que recibió la Península Ibérica. La derrota de los cartagineses permitió a los romanos una
expansión progresiva por la Península Ibérica hasta obtener su total dominio. Pronto se procedió a la organización de
todos los territorios conquistados. Así, en el 197aC, Hispania contaba con Hispania Citerior (cercana a Roma) e Hispania
Ulterior. Con el tiempo ambas Hispanias fueron ampliando sus terrenos. En el 27aC Agripa incorporó Lusitania, formada
por Portugal, Extremadura y Salamanca. Augusto culminaría el proceso de conquista de la Península con las guerras
cántabras; tras la victoria, el emperador remodelaría la estructura de Hispania en función de los nuevos dominios
incorporados, estableciéndose tres provincias: Hispania Ulterior Baetica, Hispania Ulterior Lusitania, e Hispania Citerior
Tarraconensis. Más tarde, Diocleciano divide Hispania Citerior Tarraconensis en Gallaecia, Cartaginensis y Tarraconensis.
Será principalmente a partir del siglo IaC cuando se acometan el mayor número de proyectos. Ampurias obtuvo un
desarrollo arquitectónico en la línea de las urbes romanas. Las viviendas realizadas también surgieron en esta línea: su
estructuración a partir de un atrio central con impluvium y sus mosaicos, son testimonio del esfuerzo de romanización
llevado a cabo desde los primeros años de conquista.
Durante los años del reinado de Augusto, las provincias verían muy modificado su aspecto urbano: junto a la
construcción de nuevos edificios, se crearon infraestructuras, así como monumentos. Entre las numerosas colonias
fundadas durante su mandato, destaca Emérita Augusta (Mérida), con construcciones de gran monumentalidad por su
emplazamiento estratégico y el hecho de haber sido fundada para los veteranos eméritos de unas legiones. El Teatro de
Mérida surgió inspirado en el Teatro de Pompeius de Roma. Excavado en la ladera de la colina, su planta sigue fielmente
los principios establecidos por Vitruvio, también hubo anfiteatro, circo, etc.
La Ampurias republicana experimentó ciertos cambios: el templo fue modificado en su pórtico y rodeado de una serie de
pequeños templos dedicados tanto a Augusto como a miembros de su familia; en el ala oriental del foro se construyó
una basílica cuyo amplio tribunal implantaba en la colina hispánica la importancia de la política en el dominio público.
Otra ciudad objeto de proyectos arquitectónicos innovadores fue Tarraco: en el foro erigido se construyó una basílica
que reprodujo por primera vez en Hispania esta tipología. A finales del siglo IdC las reformas en Tarraco se centraron en
la colina de la parte alta de la ciudad: se creó un gran complejo dedicado al culto imperial formado por un foro, un circo
y un templo dedicado a Roma y a Augusto; el empleo del hormigón, del arco y distintos tipos de sistemas de bóvedas
mostraron en Hispania las posibilidades que ofrecían las técnicas constructivas romanas. El Arco de Berá es el arco
triunfal de un vano mejor conservado de la Hispania romana. Levantados sobre dos podios rectangulares, sus dos
grandes pilares están decorados por cuatro pilastras de orden corintio sobre las que se apoyaba un entablamento del
que solo se ha conservado el arquitrabe y el friso.
Muchos de los grandes proyectos arquitectónicos y decorativos llevados a cabo en las provincias durante los años de
Augusto fueron retomados por sus sucesores. Fue en la época de Claudio cuando se remodeló la escena del Teatro de
Mérida. Pero el periodo de los Julio Claudios también estuvo marcado por la construcción de edificios nuevos. Durante
el reinado de los Flavios, Vespasiano concederá a Hispania el ius Latii, por el cual sus provincias pasaron a tener el
estatuto de municipio latino y sus habitantes, ciudadanos romanos. Ello supuso la organización y monumentalización de
las ciudades a semejanza de los municipios italianos. En lo que respecta a la arquitectura, es en la zona oriental de
Lusitania donde se realizaron las construcciones más relevantes. Fue con Trajano cuando se realizaron las
construcciones más destacables en Hispania. En el 106 se inauguró el Puente de Alcántara sobre el Tajo, una obra de
ingeniería destacable en todo el mundo romano por su monumentalidad, con seis arcos, completado con un arco
dedicado a Trajano y un pequeño templo en la entrada izquierda. De época de Trajano es el Acueducto de Segovia, una
arquería que mediante un conducto de hormigón canalizaba el agua desde la Sierra de Guadarrama hasta el centro de
Segovia. Fue construido entre mediados del I y el siglo II, con opus quadratum sin argamasa y consta de un total de 119
arcos. Fue durante el gobierno de Adriano cuando se llevó a cabo una de las creaciones urbanísticas y monumentales
más destacadas en Hispania: la Nova Urbs de Italica, actual Santiponce (Sevilla), objeto de grandes reformas en el siglo II.
Ciudad natal de Adriano y Trajano, fue concebida con un trazado ortogonal y dotada de grandes avenidas porticadas.
Perteneciente al reinado de Adriano es el Arco de Medinaceli en Soria, el único arco conmemorativo de tres vanos
conservado en Hispania.
Es en tiempos de Adriano cuando se registra uno de los períodos más activos escultóricamente, siendo Itálica y Augusta
Emérita las dos provincias con una producción mayor, de tradición griega. La tranquilidad con que Roma había
administrado la política, economía y el arte de las provincias se vería alterada durante la segunda mitad del siglo II: la
invasión de Baetica por musulmanes y disturbios en Tarraco prefiguraron el periodo de inestabilidad política y de
guerras civiles que iría poco a poco minando el poder de Roma. A lo largo de los siglos III y IV que conformaron el Bajo
Imperio, Roma dedicó todos sus esfuerzos a la reestructuración administrativa y territorial de Hispania. Ello conllevó una
serie de proyectos de ingeniería y urbanísticos en muchas provincias: así se construyó el Acueducto de los Milagros de
Mérida, y muchas ciudades fueron reforzadas militarmente. Pero, a pesar de los esfuerzos administrativos y militares, el
control romano sobre Hispania fue debilitándose a lo largo del siglo V hasta llegar al año 476 en el que los visigodos
pasarían a ser los nuevos dueños de los territorios hispánicos.
La gran crisis del Imperio Romano será entre los últimos años del reinado de los Severos y el comienzo de la Tetrarquía
con Diocleciano. Roma no experimentaría una regresión sino un cambio de dirección. La presencia cada vez más fuerte
del cristianismo supuso que la literatura pagana se viera desplazada por la literatura cristiana. Asimismo, se producirá un
renacimiento helénico de la mano de historiadores y filósofos del que destaca Plotino. Con la llegada de la Tetrarquía se
inaugura el periodo conocido como Bajo Imperio. La reforma de Diocleciano logró instaurar de nuevo la estabilidad en el
Imperio tras los años de anarquía militar. La fracturación del Imperio en dos derivaría en la caída de su parte occidental,
y que su zona oriental se erigiera como protagonista con una nueva ideología. No puede observarse la importancia
jugada por la cristianización del Imperio llevada a cabo por Constantino en el 313 (Edicto de Milán, libertad de culto) en
el desplazamiento y derrota del paganismo del mundo antiguo, pero el culto imperial no dejará de practicarse durante
los años cristianos. El Cristianismo también asimiló originalmente el paganismo del mundo clásico. Los emperadores
convertidos al cristianismo utilizaron el título de Pontifex Maximus.
Las primeras manifestaciones artísticas del mundo cristiano se construyeron a partir del imaginario visual de sus
predecesores: fue así como nacería la iconografía paleocristiana, repleta de referencias vegetales, animales y figurativas
procedentes de la cultura pagana. Sin embargo, y frente al realismo romano, en las imágenes cristianas se expresará un
sentido abstracto orientado a representar la idea. Aunque se trata de un proceso dispar y lleno de transformaciones, el
espíritu del arte romano no se perdió por completo, incluso experimentó, antes de la recuperación del siglo XV, algunos
renacimientos como el llevado a cabo por Carlo Magno en su política de emulación.
Templo de Diana Acueducto de los Milagros, Acueducto de Segovia Puente de Alcántara sobre el
(Mérida) Mérida Tajo
Templo de Baco en Agusto en Pula Augusto en Évora (Portugal, Anfiteatro (Arenas) de Arlés
Baalbek (Croacia) mal llamado de Diana)