DIARIO DE VIAJE (1492) - Fragmentos
DIARIO DE VIAJE (1492) - Fragmentos
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A lo largo del siglo XVI se desarrolló un nuevo género literario, las crónicas de Indias, sobre los
temas, los hombres y las cosas que constituían “la maravilla de América” o “la novedad indiana”.
La Crónica y la Historia. En algunos de estos libros encontramos como sinónimo de historia, el
vocablo “crónica”. De modo que recordar la trayectoria y el sentido que tienen ambos vocablos
en el siglo XVI, no es mera curiosidad etimológica.
En primer lugar, historia (que proviene del griego ἱστορία) se emplea, en la antigua Grecia (y
es así como al parecer lo emplea Herodoto) en el sentido de ver o formular preguntas
apremiantes a testigos oculares; y significa también el informe de lo visto o lo aprendido por
medio de las preguntas. El sentido de este vocablo no contiene, de ninguna manera, el
componente temporal de su definición. Es quizás por esta razón por lo que Tácito denomina
anales al informe de lo pasado; en tanto que llama historia al informe de los tiempos de los
cuales, por su trayectoria vital, es contemporáneo. Tal definición la recoge San Isidoro en sus
Etimologías y se repite, todavía, en los tratadistas de la historiografía en los siglos XVI y XVII. La
ausencia del componente temporal explica el nombre y el concepto de “historia natural”; y es
así como lo encontramos, en los siglos XVI y XVII hispánicos.
Crónica, por el contrario, es el vocablo para denominar el informe del pasado o la anotación
de los acontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuencia temporal.
Más que relato o descripción la crónica, en su sentido medieval, es una “lista” organizada sobre
las fechas de los acontecimientos que se desean conservar en la memoria. En el momento en
que ambas actividades y ambos vocablos coexisten, es posible encontrar, al parecer, crónicas
que se asemejan a las historias; y el asemejarse a la historia, según los letrados de la época,
proviene del hecho de escribir crónicas no sujetándose al seco informe temporal sino hacerlos
mostrando más apego a un discurso bien escrito en el cual las exigencias de la retórica
interfieren con el asiento temporal de los acontecimientos. Los vocablos de anales y crónicas,
acuñados en la Antigüedad, son los vocablos principales que se conservan en la Edad Media
para asentar acontecimientos notables. Anales y crónicas estaban ligados a las prácticas de la
Iglesia y a la confección de calendarios y de ciclos pascales.
Las dos actividades que designan ambos vocablos [crónica e historia] tienden, con el tiempo, a
resumirse en la historia la cual, por un lado, incorpora el elemento temporal y, por el otro,
desplaza a la crónica como actividad verbal. Los anales y las crónicas tienden a desaparecer
hacia el siglo XVI y se reemplazan por las narraciones históricas del tipo gesta o vitae. Ya hacia
el siglo XVI los antiguos anales y crónicas habían ido desapareciendo gradualmente y fueron
reemplazados por la historiae (narración del tipo gesta o del tipo vitae, éste último, que irá
conformando la biografía). Es este, al parecer, el sentido en el que se emplea el vocablo
“crónica” en los escritos sobre el descubrimiento y la conquista.» [Walter Mignolo: “Cartas,
crónicas y relaciones”. En: Luis Iñigo Madrigal (Coordinador): Historia de la literatura
hispanoamericana. Madrid: Cátedra, 1998, vol. 1, p.75-76]
El término cronista comenzó a utilizase más tarde para designar al autor de relatos
contemporáneos. La historia se fue convirtiendo en disciplina, cuyo objetivo es narrar y explicar
el pasado. El cronista se convirtió en el simple relator de hechos desnudos, recopilador de
fuentes o escritor costumbrista. Con el desarrollo del periodismo, el de cronista se convirtió en
un oficio con pautas cada vez más claras y específicas.
Las crónicas de Indias son una fuente para conocer no sólo la historia del descubrimiento y
conquista de América, así como del desarrollo histórico de los virreinatos de ultramar, sino
también del mundo prehispánico.
Estas crónicas se inician con el famoso Diario de a bordo de Cristóbal Colón, en el que describe
de manera pormenorizada sus primeras impresiones de las Antillas. Estas descripciones inician
una larga serie de crónicas dedicadas a la descripción de múltiples aspectos de la naturaleza y
de las culturas americanas, entrelazados con los propios hechos de los españoles en el largo
proceso de colonización de los reinos de Indias.
Hay dos grupos de cronistas: los que habían estado en América o habían sido protagonistas de
alguna de las hazañas de la conquista, y transmitían vivencias personales o noticias adquiridas
en el entorno americano, y los que elaboraron sus propias obras reuniendo la información a
través de las noticias de otros o lecturas de escritos oficiales o privados, sin haber estado nunca
en el Nuevo Mundo.
Al primer grupo pertenecen descubridores, soldados, religiosos y funcionarios que
desempeñaron algún papel en este proceso, junto con los indígenas y mestizos que se
incorporaron a él.
El segundo está formado por la mayoría de los representantes de la historia oficial, que
escribieron desde sus despachos, aunque manejaran un caudal inmenso de información de
segunda mano, acumulado por los centros de la administración, como el Consejo de Indias,
creado en 1524 para atender los temas relacionados con el gobierno de los territorios
españoles en América. Fue este Consejo el que creó la figura del cronista mayor de Indias. En
1744, Felipe V decidió que el cargo de cronista mayor debía pasar a la Real Academia de la
Historia, sin embargo, se sucedieron algunos nombramientos más al margen de esta institución.
La publicación de las crónicas fue, en muchos casos, tardía. Muchos autores no alcanzaron a
ver sus obras impresas. Aún hoy se siguen publicando obras inéditas, que en su tiempo
circulaban en círculos muy reducidos o fueron usadas como fuente por cronistas posteriores.