Santiago Pérez
Curso: Tutoría
Asignatura: Literatura Universal I
Institución: Ce.R.P. del Norte
Docente: Myriam López
Eneida: caracterización del personaje
Dido. Divergencias y similitudes con otras
heroínas literarias.
En el presente trabajo abordaremos la caracterización del personaje Dido de
la Eneida. Además, veremos las divergencias y similitudes de Dido con otras
heroínas literarias.
Kenney y Clausen (1989: 393) señalan que desde la publicación de la Eneida
hasta la actualidad, la historia de Dido siempre ha sido la parte más popular de la
épica de Virgilio, a pesar de que, o a veces a causa del hecho de que aquí estamos
más lejos que en cualquier otro lugar del poema del tema romano. Aquí tenemos la
protesta más fuerte posible contra el sufrimiento aparentemente sin sentido del
mundo, y muchos lectores que no se han conmovido por los ideales y valores
romanos del poema, como San Agustín, derramaron lágrimas por Dido. Aquí
muestra Virgilio cómo el mundo privado del individuo es violado por la marcha del
destino de Roma y deja a sus lectores profundamente descontentos con que haya
sido así. Naturalmente hay mucho trasfondo en la historia -la derrota de Cartago por
Roma, el triunfo de los ideales estoicos sobre los epicúreos, la amenaza de
Cleopatra en la época misma de Virgilio-, pero básicamente y esencialmente la
presentación está interesada en el sufrimiento personal y la tragedia de su heroína.
El conjunto de la segunda mitad del libro I de la Eneida es sobre Dido, y en él
Virgilio describe la imagen de una reina absolutamente admirable y envidiable. Si se
hace una comparación con la obra de Catulo, Dido es hermosa como Diana, es
amable y hospitalaria como los troyanos, muy eficiente como gobernante y amada
por su pueblo; ha pasado por dificultades y por el exilio y ahora está realizando
triunfalmente lo que Eneas trata de lograr en el futuro -la fundación de una nueva
ciudad para su pueblo. (Kenney y Clausen, 1989, p. 393).
La primera mitad del libro IV describe cómo Dido se entrega completamente
al amor que debe haber sabido que es imposible. Permite que aniquile todas sus
restantes cualidades y Cartago llega a una pausa. Su situación se presenta con
fuerte pathos, culminando en su plegaria a Eneas de no abandonarla cuando se ha
entregado por completo a su amor por él. Eneas responde que no es libre de
quedarse y ante esto Dido se transforma de una mujer patéticamente abandonada
en una personificación del odio y la venganza. En un discurso muy retórico se
distancia de su amado, deja en cambio en una especie de furia vengadora, un
símbolo arquetípico y terrorífico del orgullo ofendido y la amarga cólera. En su larga
maldición contra el amado cavila los horrores que podía haberle infligido y termina
invocando los largos años de historia para cumplir su venganza, exhortando a todos
los cartagineses a odiar y destruir a los romanos en cuanto se presentara la
oportunidad. En el último de todos los parlamentos, justo antes de suicidarse,
combina ambos aspectos de su carácter trágico, en primer lugar conjurando de
nuevo el pathos que era el rasgo dominante en la primera parte del libro y volviendo
finalmente al odio apasionado por el amante que le había desdeñado y del que debe
vengarse (Kenney y Clausen, 1989, p. 394).
Como tantas veces con la tragedia griega, el lector está atónito y horrorizado
no simplemente por los acontecimientos actuales del desastre, sino por la
desintegración total del que ha sido antes un personaje fuerte, noble y virtuoso.
Busca explicaciones, trata de echar la culpa por igual. Hay causas que contribuyen
claramente, cosas que podrían haberse hecho de otra manera: Eneas debería
haberse dado cuenta de que estaba permitiendo que se produjera una situación de
la que él podría escapar, pero Dido no. Dido no debería haber roto el voto de
castidad hecho a su esposo muerto, Siqueo, y debería haber luchado contra la
pasión que debería haber sabido que no la llevaba a ninguna parte. Pero en esencia
lo que tenemos es un estudio trágico y conmovedor de un personaje absolutamente
simpático roto y destruido por la presión de circunstancias de hecho insuperables.
En una amplia medida esto se simboliza en la intriga de la diosas Venus y Juno
-cogen a Dido en una red de la que en último término no será capaz de escapar-.
Tiene que medir su propio carácter y su propio deseo con la fuerza de
circunstancias hostiles. La tragedia de su historia es que se permite ser derrotada.
(Kenney y Clausen, 1989 p. 394).
A continuación seguiremos con las similitudes y diferencias entre Dido y las
demás heroínas. Pero algo particular, que debemos destacar, es que Dido hace
parte de una de las relaciones amorosas de Eneas. Creusa, Dido y Lavinia
constituyen las tres relaciones amorosas de Eneas. Las dos otras se vuelven su
esposa.
María Elena Montemayor (2018: 8) señala que Creusa es la primera esposa
legítima de Eneas, es una mujer amorosa, fiel y paciente, hermana de Héctor e hija
de Príamo. Cumple su misión como una matrona ejemplar al ser la esposa del héroe
y al dar a luz a un hijo ilustre, el pequeño Ascanio, también llamado Iulo, quien será
el fundador de la ciudad de Alba Longa. Es mencionada por Venus, quien, cuando
Eneas siente el deseo de matar a Helena en medio de la destrucción de Troya, le
dice a su hijo que si no quiere mejor mirar dónde dejó a su fatigado padre, si
sobreviven su cónyuge Creusa y el niño Ascanio. Creusa aparece abrazada a los
pies de su esposo, llorando y suplicándole que, si él va a morir en la Troya
incendiada, los lleva a todos consigo. Cuando Eneas huye lleva en la espalda a su
padre, quien carga a los Penates, el hijo va a su diestra y la esposa detrás. En ese
camino de huida, ella muere a manos de los griegos; al no verla Eneas,
desesperado, se regresa a buscarla desafiando todos los peligros para hallarla,
mostrando un gran amor, pero no la encuentra, en cambio, lo que ve es su sombra
que se le aparece en el momento de la vigilia, quien resignada le dice que ella se
queda y que él llegara Hesperia, donde fluye el lido Tíber, ahí ganará una cónyuge
regia. Con esta actitud Creusa se muestra piadosa, pues ve por el bien de la patria y
no por el de ella misma.
Lavinia es el motivo de una cruenta guerra entre Eneas y Turno, y será el
premio para el vencedor. Es un personaje singular en la narración, pues aparecerá
en muy pocas ocasiones; es mencionada siempre en relación con otros personajes
y llama más la atención que nunca habla. (Montemayor, 2018, p. 9).
Entre sus pocas intervenciones se puede citar la escena donde ella pone
fuego en los altares, estando presente su padre, y parece que sus largos cabellos
se prenden, que todo su vestido se quema por las llamas, así como su insigne
corona de gemas es envuelta por la luz amarilla y esparce a Vulcano por todos los
techos. El mismo Virgilio explica: ella sería ilustre, pero el pueblo tendría una gran
guerra. Su padre Latino, ante tales sucesos, consulta el Oráculo de Fauno, quien le
indica que no una a su hija en connubios latinos, pues yernos extranjeros vendrán
que con su sangre a los astros su nombre llevarán (Montemayor, 2018, p. 10).
A pesar de la horrible guerra y de todos los sucesos adversos que ocurrieron,
la virgo Lavinia será la segunda esposa legítima del héroe, y la tan esperada y
buscada ciudad que se fundará llevará su nombre: Lavinium. Como prometida del
héroe, ella debe encarnar los máximos valores atribuidos a la mujer romana, por lo
tanto, será una matrona y esposa fiel del héroe. Muestra recato, pureza, sumisión,
no discute, es obediente, acepta las decisiones tomadas por los hombres y por los
dioses. (Montemayor, 2018, p. 10)
Junto a ella hay un personaje femenino muy fuerte, se trata de su madre
Amata, esposa del rey Latino. Amata es atacada por la harpía Alecto, enviada por
Juno, quien le arroja una serpiente de sus cabellos, la cual se mete hasta sus
entrañas ocasionándole un odio inmenso hacia el extranjero Eneas. Su hija Lavinia
estaba prometida a Turno; esta situación es un eco de la realidad romana, como ya
se mencionó, en la que los padres arreglan los matrimonios de los hijos. Pero por
medio de presagios como el del enjambre de abejas venidas del mar por el que un
vate interpretó que vendría un varón extranjero que dominaría la urbe, o el de la
flama en la cabeza de Lavinia, el rey Latino sabe de la llegada de Eneas, sabe de la
fundación de la nueva ciudad y está de acuerdo en entregarle a su hija en
matrimonio. (Montemayor, 2018, p. 10)
Amata, cuando ve que sus deseos no se cumplirán, sale por la ciudad como
una bacante, convocando a otras madres a que se subleven y tengan piedad de
ella, pues su hija va a ser entregada a un extranjero. Se lleva a Lavinia al bosque
para esconderla. Su actitud pasional la lleva a tener un odio ciego hacia Eneas y la
conduce finalmente al suicidio. Cuando el héroe asalta la ciudad y ella ve al
enemigo que escala los muros y prende fuego a los techos, piensa que Turno ha
muerto, y demente, dispuesta a morir, desgarra con sus manos los mantos purúreos
y de una alta trabe ata el nudo de su horrible destrucción. Esta actitud irracional la
conduce a una muerte inminente, al igual que Dido; ambas tienen un final igual, pero
con causas y circunstancias diferentes. (Montemayor, 2018, p. 10)
El poeta describe el dolor que le causó a Lavinia el suicidio de su madre:
“Lavinia se lamentó tanto que desgarró su florido cabello y sus rosáceas mejillas con
las manos”. A pesar de ser una escena tan emotiva e impaciente, la virgo Lavinia
siguió sin palabras, pues sólo la vemos a través de esta descripción del poeta. Por
Anquises, quien está en el inframundo hablando con su hijo Eneas, nos enteramos
de que Lavinia tendrá un hijo póstumo, al que llamará Silvio y será rey de Alba
Longa.(Montemayor, 2018, p. 10-11).
Las otras tres heroínas literarias que quisiera destacar para compararlas con
Dido son: Andrómaca, Helena y Hécube. Estos tres personajes, son heroínas
pertenecientes a la mitología griega, y que aparecen en la Ilíada de Homero. Como
sabemos, los personajes femeninos de las obras de Homero se caracterizan por
una areté o ideal. Lógicamente, como nos enfrentamos, si bien a dos epopeyas,
estas dos obras pertenecen a períodos distintos con distintos valores. De esta
manera, los valores impresos en la areté femenina de la Ilíada no lo veremos
precisamente en Dido.
En relación con Andrómaca, vamos a distinguir algunas cuestiones. En
primer lugar, la diferencia del devenir posterior a la muerte de sus esposos. Según
la mitología griega y lo que sabemos por la misma Eneida, Andrómaca es vuelta
esclava y puesta en las cortes de Neoptólemo, después de la destrucción de Troya.
A diferencia de Andrómaca, tras la muerte de Siqueo, Dido escapa y es la
encargada de la fundación de toda una ciudad. Esta cuestión de reinado-viuda
fundadora, la distinguía de la misma Andrómaca en el papel político que
desempeñan las mujeres. Podemos considerar, que el papel político que
desempeña Dido es más relevante que el de Andrómaca. Bien sabemos, que un
aspecto fundamental de la areté femenina es ser una “dueña de la casa”. En la cual,
la función de la mujer es mantener el prestigio y nivel social de la familia. Incluso,
podríamos decir que Dido cumple esa misma función como “dueño de la ciudad”, en
la que es la encargada de mantener el prestigio de la ciudad. Bien se evidencia en
el libro IV cuando señala su preocupación por lo qué pensarán los gobernantes
aledaños por haberse ido Eneas y ella haber roto el voto de castidad a Siqueo.
Aunque entendamos a la ciudad de Cartago como “la gran casa de Dido”, de todas
formas el papel político de Dido es más importante, y por eso su final tiene que ser
más trágico que el de Andrómaca. De esta manera, el devenir posterior de los dos
personajes, es claramente distinto: uno se vuelve reina-fundadora de toda una
ciudad mientras que la otra una cautiva.
Otro de los puntos fundamentales de la areté femenina, es el hecho de la
función biológica de la mujer: la mujer debe traer hijos al mundo para continuar la
grandeza de la estirpe. Tanto Hécube como Andrómaca, han cumplido su deber
como mujeres. Tanto es así que Hécube trajo a luz a uno de los más grandes
guerreros troyanos. A diferencia de esto, Dido no ha tenido hijos. Esto es
fundamental, pues la misma Dido lo hace manifestar después de haber sido burlada
por Eneas. La misma Dido se arrepiente de no haber tenido por lo menos un hijo de
Eneas: “... si viese juguetear en mi corte un pequeño Eneas, cuyo rostro infantil me
recordase al tuyo…” (Eneida, libro IV, vv.)
Además, quisiera destacar otro aspecto de la areté femenina, que es la
belleza y la dulzura propia de una dama aristocrática. Tanto las heroínas homéricas,
como Dido se caracterizan por esta belleza y dulzura, propia del “amar
entregándose” de la areté femenina homérica. Pero, el trance final de la historia de
Dido la hará diferenciarse de esto, volviéndose una personificación del odio y la
venganza. Esto último brinda una visión más perversa e incluso demoníaca,
utilizando terminología judeo-cristiana. El amor que le profesaba Dido a Eneas,
pasional e irracional (pasional e irracional, pues bien lo señala Kenney y Clausen,
Dido debió haberse dado cuenta que sería imposible el matrimonio con Eneas),
hace que la misma se transforme una personificación del odio y la venganza.
Después de enterarse de la decisión de Eneas de marcharse, increpa contra
Eneas con palabras hirientes: “No, no fue una diosa tu madre, pérfido, ni vienes del
linaje de Dárdano; el Cáucaso, erizado de duras pelas, te engendró y te
amamantaron las tigres hircanas” (Eneida, libro IV, vv.). Lo primero que debemos
destacar de este fragmento es la negación del abolengo de Eneas, por parte de
Dido. Dido no reconoce que Eneas se hijo de una diosa, y así lo insulta, al decir, que
lo engendró el Cáucaso (es decir, una montaña) por lo que, nos encontramos con
una metáforas que pretende a la vez insultar y desprestigiar a Eneas. Esto lo que
muestra, es la ira que poco a poco va tomando a Dido hasta transformarla en lo que
será. Dido continúa maldiciendo a Eneas: “Yo espero, … que encontrarás el castigo
en medio de los escollos y que muchas veces invocarías el nombre de Dido.
Ausente yo, te seguiré con negros fuegos, y cuando la fría muerte haya desprendido
el alma de mis miembros, sombra terrible me verás siempre a tu lado” (Eneida, libri
IV, vv.). Varios aspectos debemos destacar de la transformación de Dido. En primer
lugar, el carácter espectral con el que ella pretende volverse: primeramente señala
que ella estará ausente, pero que lo seguirá a Eneas. El adjetivo ausente que
acompaña el pronombre yo, hace referencia a la intención de Dido de volverse un
espectro. El ausente es un ausente físico, material. Dido estará ausente físicamente,
materialmente, pero lo seguirá, espiritualmente, como un espectro. Seguidamente,
Dido destaca el carácter que tomará como espectro a través de una imagen: con
negros fuegos. La preposición con, indica que este espectro que se volverá Dido,
estará con negros fuegos. El fuego hace referencia a la ira y la furia con la que se
caracterizará el espectro, y el negro hace referencia al aspecto vengativo de este
espectro. La conjugación del futuro simple del indicativo en el verbo seguir, brinda
claramente la intención futura de Dido en convertirse en un espectro. De esa
manera, podemos intuir que Dido tiene un plan futuro de suicidio.
El texto nos sigue brindando datos en cuanto cómo tomará forma ese
espectro. Al invocar a los dioses, se nos señala particularmente que: “invoca tres
veces con voz latente a los cien dioses infernales, al Érebo, al Caos, a la triforme
Hécate, a Diana, la virgen de tres cara… toma por testigo a los dioses y a los astros,
sabedores de su fatal destino; y si hay algún numen vengador de los amantes
burladores, implora su justicia” (Eneida, libro IV, vv.). Estos dioses se distinguen de
los dioses olímpicos a través del adjetivo infernales. De esta manera, nos hace
entender que estos dioses habitan el Averno romano, y de ahí su concepción
infernal, aunque la palabra remita al infierno judeo-cristiano. De todas formas, está
presente semánticamente el sentido negativo que toman estos dioses. Estos dioses
son nombrados: Érebo (dios de la oscuridad), Diana( diosa de la casa, pero aquí es
entendida como protectora de la Luna), Hécate (diosa asociada a la magia, la
brujería y la nigromancia). Todas estas divinidades, comparten una relación con lo
oscuro, la noche, lo desconocido, y consigo, una carga simbólicamente negativa.
A modo de síntesis, quisiera considerar que Dido se diferencia
particularmente de las demás heroínas literarias presentadas en la obra a través de
su patetismo, y de las heroínas homéricas a través de su transformación en
espectro y en personificación del odio y la venganza.
Bibliografía:
Kenney, K.; Clausen, P. (1989). Historia de la literatura latina. Edit. Gredos, Madrid.
Montemayor, Martha (2018). Figuras femeninas en la Eneida. En revista Nova tellus
vol. 36.