946 - Juliá, Santos - Españoles en La Liberacion de Francia 1939-1945

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Españoles en la liberación de Francia :

1939-1945
Félix Santos

Índice

Españoles en la liberación de Francia: 1939-1945
o Introducción
o Capítulo I
Medio millón de españoles se refugian en Francia
o Capítulo II
Comienza la Segunda Guerra Mundial: el destino de los
republicanos españoles
o Capítulo III
Españoles en los campos de concentración alemanes
o Capítulo IV
La memoria de los supervivientes
o Capítulo V
Reconocimientos y olvidos
o Cronología 1939-1945

Españoles en la liberación de Francia:


1939-1945
Félix Santos
-5-

Introducción

Hombre de España, ni el pasado ha muerto,


ANTONIO MACHADO

ni está el mañana -ni el ayer- escrito.

Hace cincuenta años Europa ponía fin a la pesadilla nazi. A primeros de mayo de
1945, con la capitulación de Alemania, terminaba en este Viejo Continente la guerra
más cruel de su historia.
Una guerra que ocasionó desplazamientos de poblaciones sin precedentes. El
primero de todos fue el éxodo de medio millón de españoles que huyendo de las tropas
de Franco en el invierno de 1939, a través de los Pirineos, buscaron refugio en Francia.
Ha sido el mayor éxodo de la historia de España1 y el primero que provocó la
Guerra Mundial, dando por sentado que la guerra civil española fue el primer episodio
de la mundial. Después vendrían las deportaciones de millones de judíos enviados a los
campos de exterminio, los millones de trabajadores llevados a Alemania a trabajar, la
huida de millones de polacos, la desbandada de los rusos ante el avance alemán en su
territorio o la desbandada de diez millones de alemanes en las últimas fases de la
guerra, ante el avance soviético.
El final de la guerra puso punto final a la mayor sangría humana de la historia.
Según las estimaciones más prudentes, hubo 20 millones de muertos soviéticos; de 5 a 7
millones de alemanes; 6 millones de polacos; 600000 franceses; más de 400000
británicos y unos 300000 norteamericanos.
¿Cuántos españoles murieron en la guerra mundial?
Si limitamos el cómputo a quienes murieron combatiendo en suelo europeo a partir
de 1939, a pesar de que las cifras manejadas son objeto de polémica2 pueden darse
como indiscutidas las siguientes: más de 6000 españoles murieron en el campo nazi de
Mauthausen, la mayor parte de ellos asesinados por los SS; de los más de 15000
refugiados españoles incorporados al Ejército francés, unos 6000 perdieron la vida en
combates regulares contra las fuerzas alemanas e italianas; se desconoce el número de
bajas que hubo entre los 10000 guerrilleros incorporados a las Forces Françaises de
l'intérieur de De Gaulle cuyas actuaciones fueron decisivas para la liberación del sur de
Francia. De los 700 españoles combatientes contra el Ejército alemán en el seno de las
fuerzas soviéticas, perdieron la vida en torno a 300.
(Digamos entre paréntesis que, en el otro lado, de los 47000 españoles que
integraron la División Azul para combatir en el frente oriental, unos 5000 perdieron la
vida en combate).
Pérdidas de vidas humanas, ciudades y países arrasados. Esta vez los horrores de la
guerra alcanzaban cimas inimaginables. Pero, a pesar de las tragedias humanas
sumadas, el mes de mayo de 1945 resplandecía lleno de esperanzas. Europa se veía
libre de uno de los yugos más siniestros jamás padecido por las naciones del Viejo
Continente.
A esa liberación habían cooperado de manera relevante varias decenas de miles de
españoles. Sus trabajos, sus sufrimientos, sus luchas, su valor, reconocidos en un primer
momento por los Aliados, especialmente por los franceses, han tendido posteriormente
a desvanecerse. Faltos de un Estado que respaldara y reivindicara el reconocimiento de
sus acciones, aquellos españoles vieron, decepcionados, cómo después de haber sido
perseguidos, humillados, y no obstante, haber -6- defendido con generosidad y
valentía la libertad frente a la ocupación alemana, pasaban a ser progresivamente
olvidados e ignorados.
En la bibliografía francesa sobre la Resistencia y sobre las batallas por la liberación
de Francia es raro encontrar una sola línea que aluda a la participación de los
españoles3.
Desde luego, la opinión pública española, durante décadas ayuna de noticias acerca
del destino de los exiliados republicanos, conoce poco y mal las vicisitudes de esos
compatriotas, a pesar de que con su contribución en uno de los momentos más terribles
de la historia europea, escribieron una de las páginas de la historia de los españoles de
la que podemos sentirnos más orgullosos.
La presente monografía es una crónica contra el olvido. Una crónica que pretende
ofrecer al lector materia les esenciales para recuperar la memoria colectiva sobre el
destino, dramático, con frecuencia heroico, a veces trágico, de las decenas de miles de
españoles que desde los inicios de la guerra mundial participaron muy activamente en
los combates por la liberación de Europa.
Esos españoles estuvieron presentes en los episodios más significativos de la
guerra: en Narvirk, en Dunquerque, en la Batalla de Francia, en la Resistencia, en el
maquis, en Stalingrado, en Moscú, en el Plateau de Glières, en el desembarco de
Normandía, en la liberación de París y de Estrasburgo, en la liberación de Lyon; fueron
guerrilleros españoles los que liberaron Foix y otras localidades del sur de Francia. «No
hay región francesa que no esté regada con sangre española», en palabras de uno de los
guerrilleros superviviente.
Y en los campos de exterminio alemanes de más siniestra resonancia hubo
españoles: en Mauthausen, en Dachau, en Auschwitz, en Buchenwald, en
Orianemburg... La mayoría de los que por ellos pasaron dejaron allí su vida. También
hubo supervivientes. El testimonio de algunos de ellos se recoge en esta crónica.
A lo largo de 1995 en que en toda Europa se ha conmemorado profusamente el fin
de la Segunda Guerra mundial en suelo europeo, en España tampoco han faltado actos
oficiales de recuerdo, reconocimiento y homenaje a los españoles que en ella
combatieron. El 4 de abril de 1995 el Congreso de los Diputados aprobaba por
unanimidad, en una sesión plenaria, la propuesta de organizar actos de homenaje a los
españoles que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Tal vez lo más significativo
de este gesto de reconciliación con el pasado fueron el tono y el contenido de los
discursos de los portavoces de los Grupos Parlamentarios, tanto de izquierdas como de
derechas.
El 20 de mayo de 1995, el ministro de Defensa, Julián García Vargas, inauguraba
en el madrileño cementerio de Fuencarral un monumento dedicado a los españoles que
combatieron por la libertad de Europa entre 1939 y 1945.
Meses antes, el 21 de octubre de 1994, el presidente del Gobierno español, Felipe
González, y el presidente de la República Francesa, François Mitterrand, habían rendido
público homenaje, en Prayols, ante el monumento allí levantado, «a los guerrilleros
españoles muertos por Francia y por la libertad».
Esta crónica, inevitablemente somera, pretende ser una ventana abierta al
conocimiento de las odiseas de esos miles de españoles que, en tan dramáticas
circunstancias, preservaron la dignidad del nombre de España y de los españoles.
No pocos de aquellos españoles viven todavía. Todos ellos superan los 70 años de
edad. Algunos, pocos, han regresado a España. La mayoría se quedaron a residir en
Francia donde crearon sus familias. En busca de su testimonio, el autor se ha
desplazado a la Alta Saboya y a Toulouse donde ha podido conversar con ellos. Quede
constancia de su agradecimiento a todos ellos por la aportación inestimable de la
memoria viva de los hechos y por las viejas fotografías y documentos facilitados. El
autor agradece también a José Martínez Cobo, médico e historiador residente en
Toulouse, su ayuda para contactarlos y sus atinadas observaciones al texto que le han
permitido mejorarlo y evitar algunos errores. Agradece también a José Castro,
igualmente residente en Toulouse, el haberle guiado y acompañado en esos encuentros.

-7-

Capítulo I
Medio millón de españoles se refugian en Francia

-[8]- -9-
Una larguísima fila de soldados harapientos, de mujeres desoladas, de ancianos
taciturnos, de niños abatidos por la fatiga, avanzan siguiendo la cinta de la carretera
hacia la frontera francesa. Caminan lentamente. Llevan consigo en modestas maletas y
en sacos o fardos lo que han podido salvar precipitadamente de sus hogares
abandonados. La mayoría van envueltos en mantas para protegerse del frío. Numerosas
mujeres llevan en brazos a sus hijos o arrastran detrás de ellas niños extenuados.
Entre La Junquera y Le Perthus los millares de coches, camiones, carretas, tartanas,
bicicletas, ambulancias, caballos, que se abren paso dificultosamente entre la
muchedumbre extenuada, provocan un descomunal embotellamiento.
El mismo espectáculo desolador puede verse en todas las carreteras que se adentran
en los Pirineos.
La fila de fugitivos cubre kilómetros y kilómetros. La tétrica imagen que
componen refleja la mayor hecatombe de la historia española contemporánea. Son los
republicanos derrotados en la guerra civil que huyen a Francia tras la caída de
Catalunya en el invierno de 1939.
La marea humana que se dirige a la frontera francesa tiene dimensiones de éxodo
bíblico. Reina un grave silencio, roto únicamente por el ruido de los aviones
«nacionales», (alemanes, italianos), que se acercan, y por la alborotada búsqueda de un
refugio protector. Los aviones bombardean y ametrallan a la muchedumbre de
refugiados hasta la misma frontera, bajando a veces a poca altura para ajustar mejor el
tiro4.
La toma de Barcelona por las tropas de Franco ha provocado pánico en las
poblaciones que huyen en desbandada. Las atrocidades cometidas por los vencedores
circulan de grupo en grupo. Llegan noticias del «matadero del Llobregat» donde la
División mandada por el general Yagüe ha ametrallado a 500 civiles.

Con Antonio Machado y su madre en Banyuls


Entre los fugitivos va un muchacho de 19 años, de Santander, oficial del Ejército
derrotado. Se llama Eulalio Ferrer. Casi 50 años después, en 1988, se decidió a publicar
el diario que escribió al filo de aquellos días5. Este es su testimonio:
Nuestra retirada, desde Figueras, nos había conducido a
Port-Bou el 5 de febrero de 1939. La evacuación a Francia ya
estaba iniciada. Se asaltaban los camiones y los depósitos de
víveres. Millares y millares de gentes en fuga. La ira y el
pavor se confundían en los rostros. Jefes y soldados, mujeres
y niños. Caravanas interminables de coches. Armas por
doquier, cañones, ametralladoras, fusiles, tanques
dinamitados. El túnel fronterizo fue el refugio general.
Alcanzamos un vagón para dormir y esperar nuestro turno de
salida.
Me he hermanado con Luis Cillán, compañero de guardia
en el castillo de Figueras. También es capitán y socialista.
Madrileño de pura cepa. Es seis años mayor que yo y yo le
veo con cierto respeto. Atesora una experiencia que a mí me
falta. Me atrae su vida aventurera y su confianza en el futuro,
liberados por completo de la guerra. He conseguido
provisiones para el viaje: galletas y carne enlatada. Andamos
lenta e incansablemente. A primeras horas del 7 de febrero
pisamos tierra francesa. Entregamos nuestras pistolas que
hacen pirámide con -10- otras. Tropas francesas
distribuidas a todo lo largo de la cordillera divisoria. Junto a
la bandera gala, la republicana. Muchos se cuadran ante ellas.
Otros, lloramos por dentro en el choque silencioso de las
miradas. Una idea nos obsesiona y puede más que las demás:
¡la guerra ha terminado! Pero sus canciones nos siguen
cargadas de ecos melancólicos. Suenan a despedida. Pasamos
Cerbère y acampamos en Banyuls. En la placita del pueblo,
sentados en un banco, Luis descubre a Antonio Machado y a
su madre. Nos miran con gratitud cuando les hablamos. Nos
han prometido que vendrán a recogernos, dice don Antonio.
Pero nadie sabe nada de nada. Observa mi capote militar y se
lo entrego impulsivamente, como si así quisiera rendir
homenaje a este gran poeta que tanto admiro. Lo junta a la
manta que cubre los dos cuerpos, necesitados de más abrigo.
Alguna palabra musitan, pero solo percibimos la luz que pasa
de unos ojos a otros, patéticamente tristes, buscando la
tranquilidad de la despedida. Andando sobre la carretera
llegamos a Port-Vendres. El éxodo congestiona el lugar.
Me impresiona el cuadro de unos mutilados de guerra
que piden angustiosamente espacio en un camión. Se acerca
uno de los carabineros españoles mezclados con pilotos de
aviación y los recogen. En otro nos hacen sitio a nosotros y
seguimos adelante. ¿Adónde? A este campo de Argelès-sur-
Mer. Luis Cillán se niega a entrar y huye. Yo no puedo
seguirle porque me atrapan los gendarmes franceses y quedo
dentro de un círculo de cientos más. Se nos conduce al otro
lado de las alambradas. Allí nos esperan soldados senegaleses
con bayoneta calada y gesto feroz, gritándonos: allez... allez...
allez! Con nuestros macutos al hombro, nos formamos en
grupos de ocho a diez. Trato de escaparme, pero fracaso una
y otra vez. Hay alambradas por doquier. Nos llaman con
silbatos y se forman filas para recibir pan. Largas filas que se
dispersan y amontonan, según se reparten porciones de pan
que no llegan a todos.
Al cambiar de fila me encuentro con el paisano Alfonso
Orallo y le pregunto por mi padre. Me lleva a otro grupo
cercano y allí lo abrazo. Está desde el día anterior en el
campo y le siento muy decaído, sin saber nada de mi madre y
hermanas. Le beso con cariño estrechándolo fuertemente.
Para un hombre de su sensibilidad, forjado en el idealismo, el
espectáculo que nos rodea tiene que sobrecogerle. Los
pedazos de pan se lanzan desde los camiones de reparto y se
disputan por la ley de la fuerza y de la habilidad, que no
reconoce escrúpulos morales. Animo a mi padre y le prometo
no separarme de él, lo que le tranquiliza. Estar juntos,
compartiendo y desafiando los momentos más sombríos de
nuestra vida, ha sido no sólo un bien para los dos, sino una
satisfacción para mí en el cumplimiento de las obligaciones
filiales.

también va entre los huidos un joven catalán, Esteban Pamies Raventós, que ha
dejado también escrito su testimonio de aquellas jornadas6:
Al llegar a la provincia de Gerona, los aviones enemigos
se acostumbraron a barrer o ametrallar los convoys que
desfilaban por las carreteras. Esteve recuerda la ciudad de
Figueras como la última etapa de su peregrinación sobre
asfalto. Allí perdió su maleta entre carretas, autocares y
bicicletas, y muertos que yacían a su alrededor.
Al renacer la calma se escuchaban gritos de dolor y de
espanto que surgían del fondo de unas cunetas repletas de
heridos y mutilados indefensos. En los momentos cruciales de
una retirada global y desorganizada, no hay médicos ni
ambulancias que se presten para auxiliar a los desvalidos.
El temor a caer prisionero, el miedo de ser rechazado en
la frontera, el egoísmo que se respira entre miles de fugitivos
que parecen competir a quien llega primero, todo influye en
la ansiedad del que escapa sin mirar para atrás. (...)
Entre resbalón y caídas, aquella muchedumbre seguía
penosamente su único itinerario anhelado por todos. Unos
vestidos con uniformes andrajosos. Otros, con sus ropas
habituales de paisano, campesino, citadino o aldeano, se
movían como una avalancha desorientada por carreteras,
caminos, trillos y también escalando montañas o bordeando
lagos y ríos. Había niños, ancianos, mujeres embarazadas,
heridos malcurados, mutilados de guerra y moribundos
desatendidos. (...)
Antes de alcanzar la cordillera pirenaica, Esteve se había
unido a un grupo de pilotos que optaron por escalar montañas
en lugar de arriesgarse cándidamente entre el «rebaño» de
peatones que persistía en seguir por la carretera central hasta
la frontera.
Al llegar a 2000 metros de altitud, se encontraron con un
pastor que custodiaba un centenar de ovejas con la ayuda de
tres fieles perros amaestrados para esa labor. Uno de los
aviadores sin avión, preguntó al buen guardián de venderle un
cordero para asarlo allí mismo. El pastorcillo calculó el
precio del animal y recibió el doble de lo que pedía.
Juntándose con ellos, el pastor cooperó en la preparación
y horneada del borrego, que supo riquísimo a todos los
comensales famélicos y friolentos. La temperatura había
bajado a 15 grados bajo cero al caer el sol por el horizonte
lejano. La nieve de enero se había congelado y los pocos
árboles existentes, lucían fantasmagóricos revestidos de
estalactitas que colgaban de sus ramas desnudas.
Aquella noche sería la última estadía en España para
aquellos jóvenes oficiales de corta edad. El más viejo -11-
contaría con 26 años. Esteve no había cumplido los 20
todavía. Con la barriga contenta, la alegría regresó a las caras
de aquellos alpinistas improvisados. Alguien ofreció su bota
de vino para regar aquel banquete sin pan ni alioli. Otro sacó
una cajetilla de cigarrillos para invitar a los fumadores, y
hasta hubo uno que se puso a entonar una bella canción
acompañada por su armónica de bolsillo. Hacia las 9 de la
noche, todos aquellos aventureros dormían dentro de una
manta individual que les tapaba de pies a cabeza. Colocados
en círculo alrededor de una pequeña fogata moribunda, los
futuros refugiados ilegales roncaban y soñaban cerca de los
perros y de la cabaña pastoril. (...)
El día 29 de enero de 1939, Esteve entraba en territorio
francés. La borrasca ayudaba a los intrusos, que bajaron hasta
el llano sin mayores inconvenientes. Nadie del grupo iba
preparado para traspasar una aduana legalmente. (...) Cuando
más confiados estaban aquellos catalanes, aparecieron tres
gendarmes armados hasta los dientes y estaban apuntando
directamente al grupito, gritando que se rindieran entregando
las armas. Allí mismo se terminaba la peregrinación ilegal de
aquellos atrevidos saltamontes o cruzafronteras.

Nunca en la historia de España se había producido un éxodo de tales dimensiones.


Durante los meses de enero y febrero de 1939 cruzaron la frontera pirenaica por
Cataluña en torno al medio millón de personas7.

Militares republicanos españoles velan el cuerpo de Antonio Machado en Collioure.

Brutalmente desengañados por la acogida francesa


Aturdidos, desconocedores de la situación política que atraviesa Francia, los
refugiados españoles cruzan la frontera con la esperanza de encontrar en el país vecino
una tierra de asilo, paz, seguridad y ayuda. Pronto quedarían brutalmente desengañados.
En las fuerzas francesas del Frente Popular, ganador de las elecciones de 1936, se
había producido una ruptura. En abril de 1938, los socialistas quedaron fuera del
Gabinete presidido por el radical-socialista Edouard Daladier. Los comunistas habían
sido excluidos de la alianza que apoyaba al Gobierno. En el Gobierno francés no
quedaba ni rastro de simpatía hacia la República Española, ni la más mínima
solidaridad con los republicanos derrotados. Al contrario: lo ocurrido les parecía «un
ejemplo funesto de los errores que urgía evitar: la amenaza de la paz social por las
exigencias de un proletariado levantisco, la carencia de autoridad estatal, la hegemonía
creciente del aparato comunista en la Administración y el Ejército»8.
Así las cosas, la llegada de cerca de medio millón de refugiados españoles,
presentados por los medios de comunicación como rojos e indeseables, apareció ante
amplios sectores de la opinión pública francesa como un peligro. Ante la actitud inicial
del Gobierno radical socialista de Daladier de cerrar la frontera, un grupo de -12-
personalidades francesas había lanzado un llamamiento en el que argumentaban que
«Francia debe aceptar el honor de aliviar la espantosa miseria de los españoles que se
dirigen hacia sus fronteras». Firmaban el documento el cardenal Verdier, arzobispo de
París; Jacques Maritain, del Instituto Católico; el filósofo Bergson, premio Nobel; el
marqués de Lilliers, presidente de la Cruz Roja francesa; León Jouhaux, secretario de la
CGT; François Mauriac, de la Academia Francesa; el escritor André Gide; el poeta Paul
Valéry y Henry Pichot, presidente de la Unión Federal de Ex combatientes. Contrastaba
con la noble actitud de los firmantes del llamamiento, la de algún periódico, como el
parisino Le Matin que propugnaba con vergonzosa sorna: «¿Por qué no enviar los
refugiados a Rusia? La gente es allí muy amable y la tierra excelente... Francia puede
encargarse de la organización, los Estados Unidos del dinero, Gran Bretaña de los
barcos, Rusia de la hospitalidad y Ginebra de los discursos»9.
El Gobierno francés se vio desbordado por el río humano que cruzaba la frontera.
Tenía preparados algunos campos con barracas para cinco o seis mil personas. Su
desconocimiento de la verdadera situación española le condujo a adoptar la decisión de
no dejar libres a los refugiados, a encerrarles como si se tratara realmente de seres
peligrosos y no de refugiados, militares, y también, muchos, civiles, ancianos, mujeres
y niños, que simplemente huían de la guerra y de la represión de las tropas de Franco.

Columnas de vehículos militares embotellan las carreteras que conducen a Francia.


En playas del Mediterráneo, próximas a la frontera, se instalaron los primeros
campos. Todos ellos de pésimas condiciones. La vida en ellos era deplorable. Cercados
por alambradas de espino, con separación de sexos, y por lo tanto, de las familias, con
vigilancia militar ejercida con desprecio y brutalidad. Sin agua, sin condiciones
higiénicas, sin asistencia sanitaria, sin alojamientos. No pocos morirían en esos campos.
El desengaño de los refugiados españoles fue tan fuerte que quedaría grabado en
sus almas. Todavía hoy, tantos años después, algún superviviente de aquellos
padecimientos se desahoga y expresa, incluso de manera brutal, sentimientos
vindicativos provocados por la inesperada acogida de las autoridades francesas cuando,
precisamente, más necesitados estaban de ayuda y solidaridad10.
-13-
Miles de refugiados españoles cruzan los pueblos del sur de Francia camino de los campos.
Sin agua, sin condiciones higiénicas, los refugiados españoles recluidos en los campos se lavan con el
agua del mar.

Franco rechaza la posibilidad de amnistiar a los refugiados en Francia


Manuel Azcárate en su libro de memorias Derrotas y esperanzas11 desvela un
episodio casi desconocido, reflejado en los diarios de su padre Pablo Azcárate: en el
otoño de 1939, algunas semanas después de entrar Francia e Inglaterra en la guerra,
Negrín ofreció a Franco, a través del embajador franquista en Londres, Lequerica, una
considerable cantidad de bienes de los que aún disponía el Gobierno republicano -
dinero en México y Londres, material de guerra, barcos y aviones- a cambio de que
Franco decidiera una amnistía que permitiera volver a los españoles que estaban en
Francia en unas condiciones terribles y con el destino incierto que les deparara el
estallido de la guerra. Franco rechazó el ofrecimiento, gesto que revelaba -concluye
Azcárate- su implacable inhumanidad «en esos momentos tan dramáticos para cientos
de miles de españoles, que estaban ya derrotados, pero a los que se niega a dar la
posibilidad de volver a vivir a su patria».
Las autoridades francesas ejercieron fuertes presiones sobre los españoles, a lo
largo de la primavera y el verano de 1939, para que regresaran a España. Consiguieron
persuadir a cerca de 200000. A los españoles que permanecieron en Francia el Gobierno
francés decidió utilizarles como mano de obra para fines militares o económicos, para
lo que promulgó el decreto-ley de 12 de abril de 1939 por el que dispuso la creación de
compañías de prestatarios extranjeros, o CTE.

-[14]- -15-

Capítulo II
Comienza la Segunda Guerra Mundial: el destino de los republicanos españoles

-[16]- -17-
La primavera y el verano de 1939 fueron vividos por los franceses con una gran
inconsciencia. La guerra estaba a un paso pero pocos parecían advertirlo. Manuel
Azcárate, que entonces tenía 23 años y tuvo el privilegio de poder vivir en libertad con
sus padres en París, ha escrito en su citado libro de memorias un testimonio elocuente y
estremecedor:
Pasar de un país en guerra (España) al París de la
primavera de 1939 era como saltar a otro planeta (...) Aquel
era el París de Maurice Chevalier y de una Mistinguett, que se
resistía a ceder el paso. Se vivía algo inconscientemente sobre
un volcán, la guerra estaba a dos pasos, pero nadie lo notaba.
A lo sumo era tema de los chansonniers que cada noche
hacían alarde de ingenio para ridiculizar a los ministros y
otras eminencias.

Durante aquellos meses, los exiliados españoles permanecieron encerrados en los


campos de refugiados en las condiciones lamentables ya descritas.
En ese momento -prosigue Manuel Azcárate en su citado
libro- había unos 300000 o 400000 refugiados españoles,
encerrados en verdaderos campos de concentración,
sometidos por los franceses a un trato inhumano, mal
alimentados, en barracones insalubres, rodeados de
alambradas. Así estaba el ejército republicano que había
pasado la frontera una vez perdida Cataluña. Las mujeres y
los niños se alojaban en refugios repartidos por toda la
geografía francesa, en condiciones difíciles pero que variaban
según la mentalidad del municipio de cada lugar. (...)
Mis padres habían decidido instalarse en Inglaterra: era
un país en el que se sentían muy a gusto, tenían buenos
amigos en el mundo oficial y en los medios intelectuales, mi
padre había organizado el Instituto Español, un centro
cultural prestigioso, que funcionaba totalmente desligado de
la Embajada en la que el duque de Alba se había instalado
como enviado de Franco. Pero esos planes se frustraron
cuando Negrín le pidió a mi padre que asumiese la
presidencia del Servicio de Emigración de los Refugiados
Españoles (SERE), creado para organizar el envío a varios
países latinoamericanos sobre todo México, Chile y Santo
Domingo, de las expediciones de refugiados españoles.
Además de tener buenas relaciones en la Administración
francesa y las embajadas, mi padre ofrecía la ventaja de no
ser un «hombre de partido»; y ello le permitía presidir la junta
del SERE en la que los representantes de cada partido
presentaban y defendían sus listas de candidatos que debían
ser embarcados en las sucesivas expediciones.
Era una labor penosísima porque admitir a uno era
excluir a otro; las plazas estaban contadas. Mi padre aceptó el
cargo con la aprobación decisiva de mi madre, no por gusto,
sino porque sabía que podía ser eficaz para socorrer a muchos
españoles caídos en la desgracia, por ese sentido del deber y
de la solidaridad aprendido en la Institución Libre de
Enseñanza, que fue norma de su vida.
Mis padres se instalaron en un holgado piso de un barrio
elegante de París, en la Avenue de la Bourdonnais, cerca de la
Torre Eiffel. Allí tenía yo una habitación, y vivían con
nosotros tío Pachi y tía Cruz, en espera de poder embarcar
para México. Las oficinas del SERE estaban en la rue
Touchet, detrás de la iglesia de La Madeleine, y allí iba a ver
a mi padre con cierta frecuencia. El SERE también se
ocupaba, a pesar de las muchas trabas que ponían los
franceses, de prestar alguna ayuda a los prisioneros de los
campos de refugiados.
En una ocasión acompañé a mi padre en una visita al
campo de Argelès: fue horrible en todos los sentidos. El
espectáculo de esa masa de españoles silenciosos, con una
mirada triste y despreciativa, era estremecedor. Además, en
las visitas que hicimos a algunas barracas, íbamos
acompañados de un coronel, jefe del campo, y otros oficiales,
y yo sentía una vergüenza terrible al imaginar lo que
pensarían los españoles al vernos acompañados por sus
guardianes. No quise ir en otros -18- viajes, a pesar de que
ello me diera una oportunidad excepcional de transmitir a
escondidas un mensaje a la organización de la JSU en el
campo visitado.

A los campos de refugiados fueron conducidos entre 300000 y 400000 españoles.


Pero una cosa era el trato desdeñoso y cruel de las autoridades francesas y de
algunos sectores de opinión, y otra el comportamiento solidario y humano de
determinadas capas sociales del pueblo francés. Y ello a pesar de que las autoridades
francesas, desde febrero de 1939, habían hecho públicas advertencias bien precisas:
«Creemos útil poner en guardia a nuestros conciudadanos a propósito del hecho de que
retener en sus casas a sujetos extranjeros no declarados les expone a persecuciones
judiciales»12. Esos contrastes quedan bien reflejados en el testimonio de Leonor
Sarmiento que ha dejado escritas las vicisitudes que pasó con su familia tras cruzar a
Francia por Puigcerdà el 7 de febrero de 193913.
En la Tour de Carol nos bajaron para subir a un tren de
pasajeros. En el trayecto perdimos una maleta. Cuando se
tiene poco, un poco menos ya qué importa. Lo importante era
que estábamos a salvo y deseábamos que papá también
pudiese salir pronto (de España).
No sabíamos hacia dónde nos llevaban. Pasamos por
Carcassone, Nîmes, Avignon, Lyon... En la estación había
gente saludándonos y dándonos comida por las ventanillas. El
problema era que no nos daban leche y Marichu (bebé de
ocho meses) lloraba de hambre con desesperación. En una
estación nos llegó una lata de leche condensada «La lechera»
y, como no teníamos agua potable, no nos sirvió, hasta que
mamá, cansada y angustiada de oír el llanto de Marichu dijo
que si tenía que morir, mejor que se muriese harta de comida
y no de hambre; así que alguien que traía un abrelatas se lo
prestó, y le dimos a Marichu la leche condensada sin diluir.
Todos estábamos con gran expectación a ver qué pasaba y lo
que pasó fue que Marichu se durmió plácidamente y varias
horas después se despertó tan campante, como si hubiera sido
el alimento ideal para un bebé.
Por fin nos paramos en Chalons-sur-Saône. Al bajar del
tren mamá iba en tan pésimas condiciones que la comisión de
recepción decidió que tenía que ir directamente al hospital y
con ella Marichu.
A mis hermanos y a mí nos llevaron, con el resto de los
refugiados, a un antiguo cuartel bastante destartalado; nos
dieron de comer y nos instalaron en unos cuartos donde en el
piso había paja sobre ladrillos, y mantas. Hacía un frío
espantoso: amontonamos toda la paja que nos correspondía en
una esquina y nos acostamos los cuatro, bien acurrucados,
para darnos calor, consolándonos saber que mamá y Marichu
no pasarían frío.
Un día nos llevaron al hospital a ver a mamá, que ya
estaba mejor, igual que Marichu, pero muy angustiada pues
no sabíamos nada de papá. Las monjas trataron muy bien a
mamá y a Marichu. Al salir de España, mamá nos había
colgado al cuello cadenas y medallas que traía, para que no se
perdiesen y para, si era necesario, venderlas para sobrevivir.
El buen trato que les daban a ellas, contrastaba con la poca
atención que recibían otras compatriotas en el hospital, lo que
hizo que mamá se enfrentara con las monjas reprochándoles
su falta de caridad cristiana. Al día siguiente la devolvieron al
refugio. A pesar de estar ya a mediados de febrero el frío era
horrible y los sabañones en los pies, las manos y las rodillas,
estaban a la orden del día.
A los dos días nos llevaron a un pueblecito cercano -19-
llamado Saint Verain-sous-Souvigny. Allí también hacía
mucho frío. Nos alojaron a varias familias en una casa
grande. Cada familia tenía una habitación y la cocina era en
común. Aparte del frío la gran angustia era la falta de noticias
de los hombres. ¿Habrían logrado pasar a Francia?
En ese pueblo sus habitantes, gente sencilla, obreros la
mayor parte y socialistas, nos trataron como hermanos en
desgracia. En el Ayuntamiento nos daban, cada semana, unos
francos por familia para poder comer; y la gente del pueblo a
diario nos llevaba cosas: quien unas docenas de huevos, quien
un pollo, una col. Hoy, después de cincuenta años, se me
saltan las lágrimas al recordar aquellas muestras de
solidaridad.

Españoles en el Ejército francés


A primeros de junio de 1939 la Confederación Nacional de Ayuda a los Refugiados
Españoles pidió la supresión de los campos y que los refugiados se integraran en la vida
civil francesa. Pero esta petición fue desoída. Por el contrario, el Gobierno francés
buscaba fórmulas para aliviar los costos administrativos y financieros que les suponían
aquellos centenares de miles de españoles y aprovechar su presencia a favor de los
intereses franceses. A partir del mes de marzo iniciaron acciones de propaganda en los
campos para reclutar voluntarios para la Legión. Los pocos que eligieron ese camino
fueron destinados al norte de África. Alberto Fernández en Españoles en la
Resistencia14 da la cifra de 5000 españoles alistados en la Legión, el 75 por 100 de los
cuales perdieron la vida durante la Batalla de Francia en 1940.
Mayor éxito tuvieron entre los exiliados españoles los Batallones de Marcha y las
Compañías de Trabajo. Fueron los cauces más importantes para la militarización de los
refugiados.
Los Batallones de Marcha eran unidades militares enteramente compuestas por
españoles, pero con mandos franceses y una organización similar a la del Ejército
francés. El contrato de alistamiento era por el tiempo que durase la guerra. Manuel
Tuñón de Lara considera15 que la cifra de 50000 alistados dada por algunos tal vez sea
exagerada, estimando más acertada la cifra de 30000 que aparece en la documentación
de la FEDIP (Federation Espagnole de Deportés et Internes Politiques).
Los primeros batallones de Marcha se crearon en el Campo de Barcarès. Mediada
la primavera del 39 se crearían también unidades en los Campos de Saint Cyprien, de
Argelès-sur-mer y Septfonds, cerca de Montauban. La mayoría de quienes se enrolaban
lo hacían voluntariamente, por el deseo de salir del campo de internamiento, o por
proseguir la lucha contra el fascismo iniciada en suelo español. En otros casos fue la
amenaza de dispersión familiar la que forzaba el enrolamiento.
Ese fue el caso de Eduardo Pons Prades16 «De no firmar -le dijo el teniente de
alcalde- a su madre la enviaremos a un campo de mujeres, sus hermanos irán a parar a
un refugio y a usted le meteremos en un campo de castigo. (...) Esto ocurría el 20 de
septiembre de 1939. Desde entonces ironiza Pons Prades- obra en mi poder un
certificado que reza así: He aceptado voluntariamente las leyes militares francesas
firmando los cinco impresos de color rosa de la fórmula A...».
La Legión, los Batallones de Marcha, las Compañías de Trabajo, fueron las
fórmulas sucesivas ideadas por las autoridades francesas para encuadrar militarmente a
la masa de refugiados españoles, especialmente a los más jóvenes. Cuando
comprobaron que los alistamientos a la Legión se hacían con cuentagotas, decidieron la
creación de los Batallones de Marcha dirigidos por oficiales franceses. Tampoco estos
tuvieron demasiado éxito, según el testimonio de Pons Prades, por que esos batallones
parecían una copia de la Legión. Como último recurso crearon las Compañías de
Trabajo que incorporaron a ex oficiales españoles como auxiliares de los franceses.
Las secciones -escribe Pons Prades17- solían mandarlas
ex oficiales del Ejército republicano español. Uno de los
cuales, elegido por sus compañeros, asesoraba directamente
al jefe francés de la unidad. En algunos casos, a la larga, esto
daría pie a que los españoles se impusieran -especialmente
por conocer mejor al personal y por su experiencia militar-, y
que, en trances cruciales, se pudieran tomar decisiones que
"permitirán poner a salvo a no pocos combatientes
españoles".

Estas Compañías de Trabajadores o de Prestatarios quedaban a disposición de los


generales jefes de las regiones militares y se les encomendó labores de defensa,
construcción de fábricas de armamento y sobre todo la construcción de fortificaciones
en el Atlántico, y en las fronteras con Alemania e Italia.
¿Cuántos españoles se incorporaron a las Compañías de Trabajo?
Eduardo Pons Prades calcula que de abril de 1939 a marzo de 1940 los alistados,
voluntarios o forzosos, alcanzaron los 75000 hombres, a los que hay que sumar los que
se integraron en unidades del Ejército francés, que fueron unos 35000, de los que unos
10000 se alistaron en la Legión Extranjera.

-20-
Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania
Cuando el 3 de septiembre de 1939 Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a
Alemania una vez concluido el ultimátum que habían dado a esta para que retirara las
tropas que habían invadido Polonia, la noticia no es algo inesperado. Ese día y los
sucesivos los parisinos miran mucho al cielo. Temen un ataque de la aviación alemana.
Temen especialmente a los gases.
«La propia policía ha distribuido a todos los franceses -escribe Manuel Azcárate en
sus citadas memorias- y a los extranjeros con permiso de largo plazo, una máscara de
gas metida en un estuche, una especie de tubo metálico de unos treinta centímetros de
largo. Los parisienses van a todos lados, al trabajo, de compras, de paseo, con el tubo de
marras. Lo cual agrega una nota extraña, no muy heroica, más bien ridícula, al paisaje
de la ciudad. A mí no me han dado máscara porque mi permiso es provisional. Y
tampoco la tienen los otros compañeros de las JSU que están en situación ilegal.
Tenemos que pedir prestados a nuestros amigos franceses algunos tubos vacíos para
circular por las calles sin llamar la atención. El que va sin tubo es sospechoso y está
amenazado de que la policía le interrogue». Esos temores a un ataque alemán con gases
desaparecerán a los pocos días.
En París y en otras grandes ciudades francesas se realizaron en esos primeros días
de guerra redadas en las que detuvieron a individuos sospechosos. Miles de ellos fueron
amontonados en el estadio Roland Garrós, de París. Entre ellos había numerosos
españoles.
Con el país en guerra, los franceses empezaron a buscar y apreciar la mano de obra
española. Los españoles aceptaban cualquier trabajo con tal de salir de los Campos.
«Me presenté como agricultor, sin saber si las patatas salían de la tierra o de un árbol»,
ha testimoniado uno de ellos18.
En el mes de octubre de 1939, el ministro del Interior francés, señor Pomaret,
declaraba que 50.000 refugiados españoles trabajaban en las industrias de guerra
francesas, cifra que a Tuñón de Lara le parece algo exagerada.
Los Batallones de Marcha, las Compañías de Trabajo y el trabajo individual en la
agricultura, la industria o en las minas dejaron casi vacíos los Campos de Refugiados.
En los primeros meses de 1940 sólo quedaban unos pocos millares en Argelès, algunos
en Gurs y unos 3000 en el Campo de castigo de Vernet19.

En la resistencia y en el maquis
La Resistencia francesa brota a partir del verano de 1940. En torno a figuras de
prestigio se forman pequeños grupos que progresivamente irán incrementándose. Es un
«ejército de civiles» que surge para contribuir a ganar una guerra que los ejércitos de
militares han perdido. La Resistencia ayudará a Francia a recuperar el prestigio y el
lugar entre las grandes potencias, muy deteriorados por la rapidez y la escasa gloria con
que su Ejército regular se hunde en 1940 frente al embate alemán.
En el sur, el primer movimiento organizado es Combat, creado por el capitán Henri
Frenay. Está dirigido por un Comité de siete miembros, entre los que se encuentra
Georges Bidault, más tarde presidente del Comité Nacional de la Resistencia y Ministro
de Negocios Extranjeros. Operan en la región de Lyon.
Otro grupo es Libération, fundado por E. d'Astier de la Vigerie e influido por el
dirigente sindicalista Léon Jouhaux.
Van surgiendo otros muchos movimientos de resistencia: Franc-Tireur que en
1943 se fusiona con Combat y Libération; France d'abord, Le Coq Enchainé,
Témoignage Chrétien, Libérer et Fédérer, France au combat, creado por socialistas de
Marsella.
En la zona norte el iniciador de la Resistencia es el Comité National de Salut
Public, fundado en el Museo del Hombre de París por un grupo de intelectuales. Agrupa
a profesores, escritores, abogados, etc. Otros movimientos de resistencia en la zona
norte fueron: Défense de la France, creado por jóvenes estudiantes, Front National,
Ceux de la Résistence, Défense de la Patrie, Socialisme et Libérté, fundado por Sartre,
Jeune Republique, Combat.
No hay ciudad importante en que no se organice un grupo de Resistencia. Su
actividad abarca varios frentes: servicios de información, acciones de sabotaje,
progresivamente coordinadas bajo las órdenes del Alto Mando interaliado; ejércitos
secretos que apoyarán en su momento a las tropas de desembarco; difusión masiva de
prensa clandestina, (en 1944 hay más de un millar de publicaciones que en conjunto
difunden dos millones de ejemplares). Uno de los periódicos clandestinos más
conocidos es Combat, dirigido por Albert Camus y Henri Frenay. Défense de la France
llega a lanzar 400000 ejemplares en 1944. Junto a los periódicos y hojas también se
difunde literatura clandestina de gran calidad, gracias a las Éditions de Minuit20.
-21-

Ante una barraca del Campo de Argelès.


La Resistencia francesa lucha simultáneamente contra alemanes y contra los
hombres de Vichy. El régimen de Pétain organiza fuerzas paramilitares, la Milicia, de
triste memoria, para luchar contra la Resistencia y el maquis. Francia vive episodios de
auténtica guerra civil.
La figura primordial de la Resistencia francesa es Jean Moulin, socialista, ex
prefecto de Chartres, hombre de gran capacidad organizativa, de inteligencia superior,
idealista y a la vez realista y pragmático. Enviado personalmente por el General De
Gaulle desde Londres es lanzado en paracaídas en el sur de Francia la noche del 1 al 2
de enero de 1941. En poco tiempo consigue unificar los múltiples movimientos de
Resistencia, organizar servicios comunes a todas las redes clandestinas y convertirla en
un movimiento totalmente gaulista.
Por su enorme prestigio Jean Moulin fue elegido el primer presidente del Consejo
Nacional de la Resistencia. Desgraciadamente, en junio de 1943, esta figura mítica es
detenido por la policía alemana y muere torturado cuando le conducían en un tren hacia
Alemania. Muere heroicamente sin haber dado ni un solo nombre, aunque conocía a
todos los jefes de la Resistencia ya que todos los hilos de la compleja organización
pasaban por sus manos. Su muerte no es seguida por detención alguna. Un ejemplo de
integridad y de valor extraordinarios. Le sucede al frente del Consejo Nacional de la
Resistencia Georges Bidault.
¿Cómo se produjo la incorporación de los españoles a la Resistencia?
Los españoles integrados en las Compañías de Trabajadores Extranjeros
comenzaron a agruparse entre ellos en los lugares de trabajo según su ideología. Les era
imposible localizar a sus dirigentes políticos y sindicales ya que algunos habían salido
hacia Méjico y la URSS, otros habían muerto, y el contacto con los que continuaban en
Francia estaba plagado de dificultades y de peligros21. Estos grupos organizados
espontáneamente en los lugares de trabajo se limitaron durante 1940, 1941 y casi todo
1942 a acoger y ayudar a esconderse a los compatriotas que llegaban huidos de la zona
de ocupación alemana.
El núcleo principal de esta actividad22 estuvo integrado por los 600 trabajadores
españoles que trabajaban en las presas de L'Aigle y Bort-les-Orgues donde José Germán
González, veterano sindicalista, era quien avalaba a los que llegaban sin documentación
y, de acuerdo con los ingenieros franceses André Decelle y André Cogne, ambos de la
Resistencia francesa, les procuraban ocupación y documentación para poder viajar.
A finales de 1942 y principios de 1943 la organización de L'Aigle se extiende a
todos los Departamentos del Macizo Central y a fines de 1943 y principios de 1944 la
organización española celebra reuniones con la Resistencia francesa a escala
departamental e incluso nacional. Contactos similares con la Resistencia francesa hubo
también en otras regiones, como la Alta Saboya y la Dordogne.
El trabajo de estos grupos ya no se limitó a esconder y proteger a los huidos de la
zona ocupada o de la represión vichysta. Participaron también en operaciones conjuntas
con los resistentes franceses. Los españoles intervienen en operaciones arriesgadísimas
-22- y muchos pierden la vida en ellas.

Españoles en una Compañía de trabajo en Mulhouse.


Pero fue en el maquis donde la actuación de los españoles resultó decisiva en
muchos momentos.
Desde 1941 los alemanes buscaban trabajadores voluntarios para llevarles a
Alemania. Ante el desdén con que la población obrera francesa acogía sus ofertas
idearon el STO (Servicio de Trabajo Obligatorio) por ley de 16 de febrero de 1943.
Las autoridades policiales alemanas y francesas se movilizaban para reclutar el
número de trabajadores solicitados que eran conducidos a Alemania o a las obras de
fortificación del muro del Atlántico por donde temían un desembarco aliado.
Muchos, antes de enrolarse en el trabajo forzado alemán, huían a esconderse en las
montañas y los bosques. Así nació el maquis. Se albergaban en granjas, o en plena
naturaleza. Pronto constituyeron grupos de cientos y miles de hombres. Los problemas
de alimentación, alojamiento y vestido empezaron a agudizarse a pesar de la ayuda de
las poblaciones rurales.
En el invierno de 1942-1943 la Resistencia empezó a organizarles como grupos de
combate dotándoles de alimentos y armas. Las relaciones Resistencia-maquis se fueron
estrechando con la finalidad de luchar contra los ocupantes.
Los maquisards venían a ser una copia de la «guerrilla» popular inventada por los
españoles en 1808 para luchar contra Napoleón tras haber quedado derrotado el Ejército
español. Los maquisards actuaban como combatientes militares sin uniforme,
organizados con un jefe y sometidos a estricta disciplina.
Había en Francia tres grandes zonas de maquis: el reducto de los Alpes, el Macizo
Central y a lo largo de los Pirineos. En las tres actuaron los españoles. Su participación
fue cuantitativamente relevante y decisiva en múltiples acciones de sabotaje, atentados,
evasiones, asaltos y combates. Según Antonio Vilanova23 «antes de la invasión aliada de
Francia se registraba el hecho impresionante de que en las filas de los maquis militaron
14000 españoles». Y concluye: «los españoles tuvieron sus actividades más destacadas
en el maquis».
El maquis traía en jaque a los alemanes y a sus colaboradores. Los españoles
estuvieron entre los primeros componentes de esta fuerza de resistencia y combate, que
el general Eisenhower consideraba equivalente en hombres a 15 Divisiones. «Gracias a
su ayuda -declaró Eisenhower- la rapidez de nuestro avance a través de Francia se
facilitó enormemente».
La primera operación de maquisards españoles tuvo lugar en la Alta Saboya el 1 de
junio de 1942 y el primer maquis totalmente constituido por españoles fue establecido
el 1 de abril de 1943.
Otra importante contribución de los exiliados españoles en la larga y compleja
lucha contra la ocupación nazi fue su eficaz papel en las redes de evasión de Francia,
vía Andorra, España y Portugal, con destino a Gran Bretaña. Miles de perseguidos, de
todas las nacionalidades, judíos, diplomáticos, evadidos de los campos de
concentración, paracaidistas anglo-norteamericanos, militares franceses que querían
unirse a las fuerzas del general De Gaulle, utilizaron estas redes de evasión organizadas
meticulosamente por el Intelligence Service británico. En ellas cooperaron de manera
destacada exiliados españoles.
El catalán Francisco Viadiu Vendrell, «Alexis», capitaneó una de esas redes
clandestinas, por lo que el Mando Aliado le concedió la Medalla de la Libertad.
Francesc Viadiu Vendrell ha dejado escritas las memorias de esa arriesgada experiencia
en el libro Andorra: cadena de evasión24.
La actuación heroica de tantos españoles en las luchas por la liberación de Francia
no ha merecido en la abundantísima bibliografía francesa atención alguna. A lo más, y
de pasada, mencionan que en tal o cual operación participaban algunos españoles.
Algunos trabajos recientes rectifican esa tendencia: por ejemplo el clarificador texto de
Émile Temime «Les Espagnols dans la Résistance. Revenir aux réalités?» incluido en la
ya citada obra Mémoire et Histoire: la Résistance que describe convincentemente las
razones de ese olvido; y el trabajo «Les Espagnols dans la Résistance: incertitudes et
spécificités» de Geneviève Dreyfus-Armand incluido también en dicha obra, que aporta
datos igualmente esclarecedores. Han sido libros españoles, pocos, los que han tratado
de llenar este vacío histórico recogiendo testimonios y documentación con los que
rescatar del olvido esta importante página de la historia española y europea.

La odisea de Cristino García Grandas


Reproducimos uno de los relatos recogido en la obra de Antonio Vilanova,
indispensable para conocer lo que fue la odisea de los refugiados españoles y su
combatividad durante la segunda guerra mundial, referido a las vicisitudes de uno de los
guerrilleros españoles más destacados: Cristino García Grandas.
-23-
Cristino García Grandas nació en Sama de Langreo
(Asturias) en 1914. Se incorporó a las milicias republicanas
en España desde el primer día de la guerra civil cumpliendo
audaces incursiones en la zona fascista como dinamitero.
Cuando la República perdió el norte de la península, Cristino
continuó sus actividades en el XIV Cuerpo de Ejército cuyos
componentes actuaban detrás de las líneas enemigas como
guerrilleros efectuando sabotajes, trabajos de información y
también como vanguardia en los combates nocturnos, como
tropas de choque en situaciones difíciles, etc. Constituían una
fuerza de élite para cuyas misiones se requerían cualidades
excepcionales de valor, audacia y serenidad. Cristino obtuvo
en ella el grado de teniente.
Cuando pasó a Francia y se firmó el armisticio, Cristino
García comenzó a actuar en la resistencia y en el maquis, en
lo que para él no era más que la continuación de sus
actividades en España.
Su zona de acción fueron los departamentos de Gard,
Lozère, Ardèche y Vaucluse, especialmente en los tres
primeros y a través de sus hazañas se convirtió en un héroe
legendario.
El origen de sus actividades fue un grupo deportivo que
había formado. Los responsables regionales de la Resistencia
le propusieron transformar el «Grupo Deportivo Español» en
«Grupo de Guerrilleros» y Cristino García aceptó
inmediatamente y con él la casi totalidad del grupo.
Y así nació el «Grupo de Guerrilleros de la Lozère» que,
en 1942, en unión de los del Gard y del Ardèche
constituyeron la 3.ª División del FFI bajo su propio mando.
Su gran experiencia de guerrillero, su firmeza y su
capacidad, hicieron de él un jefe prestigioso y respetado.
Impulsó los medios de reclutamiento, organizó el
entrenamiento de sus hombres, planeó operaciones e intervino
activamente en todas ellas.
Como las armas y los pertrechos escaseaban, el maquis
las buscaba en los cuartelillos de policía, en los
destacamentos alemanes atacados, y para ello comenzaron sus
golpes de mano que cada vez fueron adquiriendo mayor
importancia. Al propio tiempo intensificaron sus trabajos de
sabotaje a todo lo que significara ayuda al esfuerzo de guerra
alemán.
Al principio él y sus compañeros se dedicaron a hacer
trabajos de sabotaje: derribar postes de conducción de energía
eléctrica, descarrilamientos, destrucción de pozos de minas,
etc. Sus repetidos ataques hicieron bajar la producción minera
de la zona en un 60 por 100. (...)
Cristino organizó muchos ataques a las fuerzas de
ocupación y a sus colaboradores, tales como la emboscada en
que cayó, el 13 de julio de 1944, una caravana de tropas
alemanas que marchaba entre Priveas y Aulenas.
Con un grupo de 19 guerrilleros españoles, se emboscó
en las inmediaciones del Col-de-Eterine tras haber puesto en
diferentes puntos de la carretera diversas cargas de explosivo.
Cuando apareció la columna de sesenta camiones
cargados de tropas, los guerrilleros, con perfecta disciplina,
los dejaron pasar en espera de la señal de Cristino.
Este había dispuesto las cargas separadas unas de otras
de forma que, cuando explotaran, alcanzaran la cabeza, el
centro y la cola de la columna. Cuando ésta ya había
avanzado por el terreno minado, la señal de Cristino con un
disparo provocó la explosión simultánea de las tres cargas
sembrando la muerte y la confusión a todo lo largo de la
columna alemana, contribuyendo a aumentar el desbarajuste
las continuas descargas que los españoles tiraban desde sus
escondites a ambos lados de la carretera.
A pesar de su inferioridad numérica, los guerrilleros
despegaron de sus posiciones sin haber sufrido una sola baja:
los alemanes tuvieron 70 muertos e innumerables heridos. (...)
La empresa mayor que acometió Cristino García y que
ha llegado a ser legendaria en los anales de las acciones de las
FFI fue la batalla de La Madeleine, el 25 de agosto de 1944.
(...) En aquellos días de mediados de 1944, la consigna era no
dejar circular a los alemanes. Había que aislarlos, cercarlos y
combatirlos hasta donde los medios de ataque lo permitieran;
pero sobre todo impedirles sus movimientos a fin de evitar
que las fuerzas nazis acudieran al norte a reforzar las defensas
alemanas de Normandía donde desde el 6 de junio se -24-
libraban las primeras y decisivas batallas de la invasión.
Además, desde agosto, el primer ejército francés
desembarcado en Provenza, progresaba hacia Lyon y los
Vosgos.
Cristino García decidió dominar la red de
comunicaciones del departamento de Gard a fin de taponar
esa posible vía de traslado de las fuerzas alemanas y el 22 de
agosto de 1944, con otros 31 españoles, formó un grupo al
que se unieron otros 4 franceses. Con estos 35 hombres se
dirigió a la encrucijada de La Madeleine en pleno corazón de
las Cevennes. El plan era suprimir la amenaza que para las
comunicaciones del primer ejército francés representaba una
columna alemana estacionada en la zona de Anduze, 17
kilómetros al suroeste de Ales.
La lucha comenzó cuando Cristino y sus hombres
tuvieron conocimiento de que una columna del ejército
alemán procedente de Toulouse remontaba hacia París. Había
pasado por Albi y Béziers y por doquier iba sembrando el
terror. Su misión: impedir que llegasen a Ales donde la
población amedrentada temía la represión.
Al amanecer del día 25 fueron detenidos en la carretera
cinco vehículos que tras corta lucha dejaron varios muertos y
algunos prisioneros. A mediodía, Cristino hizo saltar el
puente sobre ferrocarril de la línea Lézan-Anduze por donde
forzosamente tenían que pasar las fuerzas de la Wehrmacht y
situó sus fuerzas emboscadas ambos lados de la carretera
antes del puente. El lugar ha sido elegido magistralmente y el
plan es sencillo y genial. Al entrar las tropas alemanas en la
carretera que caracolea entre el bosque y llegar al puente
destruido será imposible para ellas seguir avanzando; pero el
retroceso será impedido por los guerrilleros emboscados a
ambos lados de la carretera a todo lo largo de la columna
enemiga.
El sitio es espléndido, maravilloso, la naturaleza lo ha
hecho propicio para la emboscada. Cristino se revela, una vez
más, estratega consumado. Su dispositivo de fuego es
perfecto, barre todos los ángulos. Cristino en persona pone la
primera mina. Cada diez metros hay una; una red de cables
las une y éstos están dispuestos en tal forma que al estallar las
de la cabeza, unas tras otras lo harán las del centro y la
retaguardia. Con este dispositivo todo el convoy será
destrozado.
El pueblo cercano de Jornac ha sido previamente
ocupado y en las copas de los castaños, dominando el paisaje,
los vigías observan el movimiento de la columna.
A las dos de la tarde se señalan movimientos de tropas
nazis; los guerrilleros emboscados, silenciosos, dejan pasar la
caravana de camiones; se trata de sesenta camiones, tres
cañones y cinco blindados ligeros: las fuerzas se calculan
entre 1200 a 1500 hombres. La columna que viene de Saint-
Hyppolite se dirige hacia Anduze o Nîmes.
Los guerrilleros son ¡36! 36 hombres con armamento
ligero contra 1500 hombres provistos de cañones y blindados.
De repente, el avance de las tropas alemanas se detiene
brutalmente. El puente del ferrocarril por donde tienen que
pasar está destruido. A la hora precisa, de vanguardia a
retaguardia, las explosiones de las minas se suceden;
inmediatamente Cristino da la orden de fuego y las armas de
los guerrilleros barren la carretera y los alemanes,
sorprendidos, no aciertan a tomar posiciones y a responder a
las balas que les caen del monte, sin que sepan de dónde,
porque los guerrilleros después de cada ráfaga de metralleta
se desplazan continuamente dando al enemigo la sensación de
ser un nutrido ejército.
Cuando mayor es el desconcierto de los soldados
alemanes, un guerrillero se encarama sobre el terraplén de la
vía y a voz en grito les invita a rendirse. «Estáis cercados por
fuerzas muy superiores en número a las vuestras, ¡rendíos!».
Su silueta se destaca netamente en plena luz. Ante tanta
audacia los alemanes permanecen un instante mudos de
estupor. «Hacedle prisionero», grita el oficial alemán.
Un puñado de nazis se dirige hacia el arriesgado español
disponiéndose a cogerle, muerto o vivo; las balas silbaban en
torno suyo, pero éste no pensó siquiera en hurtarles el cuerpo.
Aprovechándose de su situación elevada, coge entre sus
manos firmes la metralleta y dispara con furia, haciendo una
verdadera carnicería entre los que se adelantaban para
capturarle.
La batalla continúa. Son las siete de la tarde. El
desconcierto de los alemanes es total. La caravana cogida en
la trampa es incapaz de maniobrar y el suelo está sembrado
de muertos y heridos con uniforme verdegrís. Los jefes
alemanes se deciden por fin a parlamentar.
Cristino ordena alto el fuego y se recibe a varios oficiales
alemanes como parlamentarios, quienes al conocer la clase de
fuerzas a las que se han estado enfrentando se encolerizan y
dicen con altivez «Nos negamos a rendirnos a "terroristas";
solamente nos rendiremos ante oficiales del ejército regular».
Finalmente se llega a un acuerdo. Se decreta por ambas partes
una tregua de dos horas y dos oficiales alemanes son
conducidos hasta Anduze para negociar con los jefes
españoles en presencia del jefe de la gendarmería del lugar,
única fuerza regular existente en los alrededores. Los
alemanes se comprometen durante ese tiempo a no entablar
ninguna acción contra los guerrilleros.
En Anduze la discusión se agria. La posición de los
guerrilleros españoles es neta: los alemanes deben rendirse
sin condiciones. El jefe de la gendarmería aprueba la
proposición pero los alemanes se resisten a aceptar tan
estrepitosa derrota. Antes de terminar las discusiones y
faltando a su palabra las fuerzas de la Wehrmacht rompen la
tregua abriendo fuego con sus -25- armas automáticas,
morteros y antitanques.
Mientras tanto el mando general del departamento había
sido prevenido y envió 70 combatientes franceses de las
FTPF como refuerzos. Además, dos avionetas al servicio de
la Resistencia bombardearon con proyectiles ligeros los
camiones, incendiaron varios y consiguieron poner una
"oruga" fuera de servicio.
A las siete y media los alemanes intentaron salir del
cerco guerrillero, pero vieron rechazados todos sus ataques
para salir de aquella trampa en que estaban metidos. A las
ocho menos diez, las fuerzas de la Wehrmacht enarbolan la
bandera blanca. Suprema mezquindad: aprovechando la
suspensión del fuego intentaron traicioneramente otro ataque.
Esta actitud colmó la indignación de los guerrilleros e
inmediatamente respondieron al fuego sembrando la
desmoralización total de las fuerzas alemanas.
A las ocho de la noche algunos nazis solamente
continúan la batalla; la mayor parte levantan trapos blancos,
pañuelos, banderas de rendición. La orgullosa Wehrmacht se
rinde. A las ocho y diez minutos la batalla ha terminado.
El balance es extraordinario y dramático. Los alemanes
han tenido más de cien muertos, innumerables heridos y se
les hace mil cien prisioneros. Y su jefe el teniente general
Konrad Nietzsche, que mandaba la columna, se suicida
desesperado por no soportar la idea de ver capitular a 1500
soldados alemanes ante un puñado minúsculo de guerrilleros.
El combate es un florón de gloria para Cristino García y
sus hombres pero, desgraciadamente, ellos también pagan un
precio por su valentía y su arrojo. Cuando se visita el
cementerio de La Madeleine, en Albi, se ven en un rincón 34
tumbas uniformes donde reposan guerrilleros caídos en la
célebre batalla. Y junto a las lápidas con nombres franceses
hay otras muchas con castizos nombres españoles: Agustín
García, sargento José Fernández, sargento Francisco Perera,
sargento Ramón Porta, Martínez y tantos otros.
Y en el pueblo de La Madeleine, en septiembre de 1946,
se pusieron dos placas de mármol. En una dice «Honneur à
Cristino García, chef de maquis». Y en la otra: «Batalla de La
Madeleine. 25 de agosto de 1944. Aquí los FFI del Gard, uno
contra ciento, hicieron capitular a una fuerte columna
alemana».
Referencia a Cristino García en una vieja publicación sobre la Resistencia.
Terminada la guerra en Francia, Cristino García declinó los ofrecimientos
franceses de nacionalidad, reconocimiento de grado, medallas y honores. Liberada
Francia de los alemanes, su objetivo era liberar a España de Franco. Se integró en las
unidades que invadieron el Valle de Arán. Combatió en las montañas contra las
Divisiones del general Yagüe, pero en el curso de una operación cayó en manos de la
policía con algunos de sus compañeros. El 22 de febrero de 1946 Cristino García
Grandas y sus compañeros fueron juzgados por un consejo de guerra, condenados y
ejecutados -26- en la prisión madrileña de Carabanchel. De nada sirvió que la
Asamblea Francesa y el Gobierno francés protestaran oficialmente y pidieran el indulto
al dictador español. Trágico final para estos héroes de la Resistencia francesa contra el
nazismo.
Aquel mismo año 1946, el 25 de octubre, la IX Región militar francesa, expedía la
Orden general número 25 que dice: Estado mayor. El general de la División Olleris,
comandante de la IX Región Militar cita a título póstumo:
A la Orden de Ejército.
Cristino García, teniente coronel.
Resistente desde la primera hora, dotado de un alto
espíritu de organización y de combate. Ha tenido bajo su
mando las brigadas españolas de los departamentos de
Lozère, Ardèche y Gard. Por sus repetidos ataques en la zona
minera ha impedido el trabajo durante varios meses.
Organizador del asalto a la cárcel de Nîmes que liberó los
presos políticos. Bajo sus órdenes se ha librado combate al
enemigo en La Madeleine (Gard) y en Pescrimet, haciendo en
conjunto, a pesar de la desproporción de fuerzas y de
material, 1300 prisioneros a los alemanes y 600 muertos en el
curso de los encuentros ordenados y dirigidos por este jefe de
élite.
Esta citación lleva el distintivo de la atribución de la
Cruz de Guerra con estrella de plata dorada.
Marsella, 25 de octubre de 1946.

En agosto de 1946 fue puesto a una calle de Saint Denis (París) el nombre de
Cristino García. Y el 15 de marzo de 1947, en el Velódromo de Invierno de París, el
ministro francés de la Guerra otorgó al teniente coronel Cristino García Grandas a título
póstumo la más alta condecoración francesa.

Plateau de Glières
A finales de enero de 1944 algunos jefes de los maquisards de Alta Saboya
probablemente siguiendo instrucciones de Londres decidieron concentrarse en una
meseta de los Alpes, a 20 km de Annecy, de 1800 metros sobre el nivel del mar, con el
fin de atrincherarse y crear un núcleo de territorio liberado. Así nació Glières el 31 de
enero de 1944. La BBC, desde Londres, proclamaba: «Tres países resisten en Europa:
Grecia, Yugoslavia y Alta Saboya».
Era una zona montañosa poblada de chalets. Allí se concentraron 465
combatientes. De ellos, 56 eran jóvenes guerrilleros españoles que formaron la sección
Ebro, en recuerdo de la batalla de este nombre en la guerra civil española, bajo el
mando de Antonio Vilches.
Las autoridades francesas de Vichy ordenaron desalojar ese reducto. A mediados
de febrero un destacamento de la Milicia inició los combates. Pero fueron derrotados
por los guerrilleros que hicieron no pocos prisioneros.
Ante lo ocurrido, decidieron intervenir los alemanes. El 23 de marzo llegaban a la
zona 8000 alemanes con morteros, artillería y aviación, que unidos a varios centenares
de la Milicia francesa y de la policía prepararon el ataque. En total, más de 9000
hombres se disponían a lanzarse contra los 465 guerrilleros.
Antonio Vilanova25 describe como sigue la desigual batalla: «El ataque se
desencadenó el domingo 26 de marzo de 1944. Comenzó por el norte contra la sección
Liberté-Chérie como distracción del ataque principal que fue contra las dos secciones
españolas Ebro y las de Alloobroges, Bayard, Savoie-Lorraine, Jean Carrier, Saint
Hubert y Leclerc.
Los maquisards se comportaron heroicamente, pero les era imposible sostener la
mayor potencia de fuego de los asaltantes, los continuos bombardeos y la superioridad
numérica. Los resistentes carecían además de reservas y tuvieron que retroceder por
precipicios y entre la nieve. Así y todo, aguantaron el ataque durante cuatro horas y las
últimas oleadas alemanas las contuvieron con granadas de mano: muchas armas no
servían ya.
Hubo algunos prodigios de heroísmo, como el de Antonio Vilches que merced a un
enorme salto dado en un terreno peligroso y batido, consiguió un emplazamiento para
su ametralladora desde el cual pudo proteger la retirada de sus hombres. Aunque cosida
su ropa a balazos pudo escapar indemne.
Peor suerte tuvo el también español García cuando, en unión del francés Credoz,
emplazaba un fusil ametrallador frente a Sappey para contener a una numerosa patrulla
de milicianos. Después de disparar diez cargadores, consiguieron hacer huir a los
vichystas, pero Credoz recibió un balazo que le abrió la cabeza y García otro que le
atravesó un pulmón.
Ante la imposibilidad de resistir la presión de tanto hombre y tanto armamento, se
dio la orden de retirada -27- a fin de que cada uno pudiera escapar del cerco al estilo
guerrillero, o sea en pequeños grupos y por diferentes lugares.
La última resistencia, el despegue y la persecución final ocasionaron muertes,
detenciones, torturas y fusilamientos.
La batalla ocasionó la muerte de 155 maquisards, de ellos cinco españoles. Otros
175 resistentes quedaron prisioneros, de ellos seis españoles.
La barbarie nazi asesinó, después de torturarlos, a casi todos los prisioneros. De los
seis españoles, solamente se salvó de la muerte uno.
Los españoles que consiguieron escapar a la persecución: J. Barba, Manuel Joya,
Miguel Vera, etc., combatieron en el maquis hasta el final de la guerra y fueron autores
de la liberación de Annecy, capital del departamento de Alta Saboya26.
En Glières dieron su vida por la libertad de Francia: Félix Belloso Colmenar,
Patricio Roda, Gabriel Reines o Gaby, Victoriano Ursua, Pablo Fernández, Avelino
Escudero, Paulino Fontava, Florián Andújar y Manuel Corps Moraleda.

La liberación de París

El general Leclerc, jefe de la Segunda División que liberó París, con su Estado Mayor
El corresponsal de guerra norteamericano del New York Times en Francia, Charles
Christian Wertenbaker, publicó el 23 de agosto de 1944 en su periódico una crónica a la
que corresponden los siguientes párrafos:
A las seis de la mañana emprendimos la marcha hacia
París, llegando hasta la población de Antony, donde fuimos
detenidos por un escuadrón de republicanos españoles. La
lucha en aquel sector se había recrudecido y aquellos bravos
muchachos de la República española consideraban peligroso
nuestro avance. Aproveché la oportunidad para establecer
conversación con ellos y confieso que me cautivó su
entusiasmo y su valor. Muchos llevan ya años luchando al
lado de los franceses libres, otros pertenecían a los
guerrilleros y algunos también eran escapados de las
cuadrillas de trabajadores forzados de las defensas de
Cherburgo. Todos son expertos -28- de las fuerzas
mecanizadas y de un valor extraordinario según me afirmó su
comandante. Sus tanques y carros blindados llevan pintadas
en sus costados los colores de la bandera republicana y
nombres tan sugestivos como estos: Belchite, Ebro,
Guadalajara. Poco después de las 9, recibieron órdenes de
proseguir la marcha y antes del mediodía entrábamos en los
arrabales de París precedidos por los republicanos españoles
que eran aclamados delirantemente por la población civil.

Según el testimonio de Ch. Tillon, jefe de los FTPF, citado por Tuñón de Lara27
más de 4000 españoles participaron en los combates por la liberación de París dentro de
los diferentes grupos y unidades francesas. Con ellos toman las alcaldías de Montreuil,
de los distritos 19 y 10, puntos de apoyo para nuevos avances. En la plaza de la
Concordia morirá José Barón, jefe guerrillero de la zona Norte de Francia, cuando
atacaba al frente de un grupo de españoles las posiciones alemanas.
Ramón Luis Acuña en su libro Como los dientes de una sierra recoge el dato de
«más de un 20 por 100 de los 16000 soldados de la Segunda División Blindada del
general Ph. Leclerc eran españoles», además de los «4000 que intervienen exactamente
en el movimiento de sublevación de París que precede a la entrada de las tropas»28.
Lapierre y Collins en su obra Paris brûle-t-il?29 cuentan que cuando los blindados
de la 2.ª DB entraban en París, un abogado de origen norteamericano, llamado Robert
Miller, corrió hacia el primer blindado que pasó ante su domicilio de La Muette, dio a
los soldados la bienvenida en inglés; después, al no obtener respuesta, en francés; pero
con el mismo éxito. Estupefacto, Miller se preguntaba si eran sordomudos. De repente
descubrió que eran voluntarios españoles.
La toma del Ayuntamiento de París la describe Tuñón de Lara de la siguiente
manera30:
Avanza la tarde y el Mando insiste en liquidar la
resistencia alemana, que es muy fuerte en Fresnes, lo que va a
conseguir el teniente Moreno. ¡Pero ya son las siete de la
tarde! y se pasa el tiempo en liquidar resistencias locales,
mientras está abierta la empedrada carretera-calle que
conduce hacia París. Leclerc se enfada por esas lentitudes y
ordena a Dronne que se ha anexionado para la operación una
sección de tanques medios y otras de ingenieros.
Los oficiales de Dronne que entran los primeros en París
son los españoles Moreno, Elías, Bernal, Campos y Montoya
mandando las fuerzas; Granell como oficial de enlace y
Bomba de municionamiento. Son las nueve menos cuarto, ya
anocheciendo, cuando Dronne y sus hombres entran en París
por la Porte d'Italie entre las aclamaciones, los abrazos, los
besos, de una multitud delirante. Y, sin embargo, se está
luchando en el centro de la ciudad; pero a las 21.22 horas
están en el Ayuntamiento, en el histórico Hôtel de Ville que
conoció las proclamaciones de la República en 1848 y 1870,
la de la Commune en marzo de 1871... En la plaza hay un
total de 120 hombres y 22 vehículos, entre ellos los carros
blindados, de que tanto se ha hablado, con los nombres de
"Madrid", "Guernica", "Don Quijote", etc.
En el Hôtel de Ville está el Consejo Nacional de la
Resistencia, presidido por Georges Bidault, con él Daniel
Mayer, Georges Marrane, Leo Hammon, Laniel... También el
coronel Rol Tanguy. Dronne es llamado a la Prefectura,
donde está el coronel Chaban Delmás y el señor Luizet,
prefecto nombrado por la Resistencia. El teniente Granell
queda en el Ayuntamiento al mando de los hombres. Aquellos
hombres, en su mayoría españoles, eran la vanguardia de las
fuerzas de Leclerc que entró en París al anochecer del 24 de
agosto de 1944.

En el comunicado de guerra número 3 de las «Milicias Patrióticas de Paris-Ville»


correspondiente al 25 de agosto se decía: «Durante todo el día nuestros guerrilleros han
intervenido activamente en las operaciones de limpieza en colaboración con las fuerzas
blindadas aliadas y particularmente con las unidades francoespañolas».
En el sector de la plaza de la Concordia y Asamblea
Nacional -prosigue Tuñón de Lara-, en los combates de la
plaza de L'Étoîle, en el ataque al nido de la Gestapo, el Hotel
Majestic, los españoles tuvieron una importante participación.
Fue un español llamado Pacheco, quien ocupó en vanguardia
el Majestic, haciendo él mismo doce prisioneros alemanes.
Otro español, Serrano, mandaba la sección del Regimiento
del Tchad que se apoderó del Ministerio de Marina. El grueso
de la 2.ª División Blindada entraba en París en la mañana del
25, librándose todavía duros combates en la plaza de Saint-
Michel, en la Concordia y en L'Etoile. También en el tapón
que tenían los alemanes en torno a la Plaza de la República.
En el duro combate por apoderarse de la central telefónica
Archives, en la mañana del 25, fue gravemente herido el
subteniente español Elías.
Von Choltitz se niega todavía a rendirse. A la una y
cuarto de la tarde empieza el asalto a su puesto de mando (en
el hotel Continental, rue de Rivoli), realizado por los soldados
del comandante La Horie, entre los cuales iban varios
españoles, hasta el punto de que parece ser cierto que fue el
extremeño Antonio González el primero que entró en el
despacho del general y a quien éste entregó su pistola. Poco
después, el jefe del «gran París» firma la capitulación ante
Leclerc y Rol-Tanguy. París estaba liberado; De Gaulle llegó.
El 18 -29- sábado 26 cuando Charles De Gaulle y los
miembros del Comité Nacional de Liberación descienden por
los Campos Elíseos hacia Nôtre-Dame, van escoltados por
cuatro carros blindados de Leclerc, de la 9.ª Compañía; en el
de la derecha, el de mando, va el capitán Dronne; en los otros
tres, casi todos son españoles.

Tras la liberación de París prosiguieron las batallas por la liberación de Francia


entera. En muchas de ellas hubo combatientes españoles. En la liberación de Angulema
participaron 230 españoles. Un batallón de la 42 Brigada española participó en la
liberación de Poitiers. La 32 Brigada española, también de la 24 División, tomó parte en
la liberación de Burdeos, siendo españoles quienes tomaron el puente de la Bastida,
rompiendo las líneas alemanas para que los FFI penetrasen en la ciudad. En los Bajos
Pirineos eran los españoles de la 102 Brigada quienes llevaban el peso de la acción.
Fueron condecorados con la Cruz de Guerra por la liberación de varias localidades del
Béarn 27 españoles, entre ellos dos mujeres31.
La 11 Brigada española, de la 4.ª División, desempeñó un papel primordial en la
liberación de Montpellier. A lo largo del Ródano se desplomó el dispositivo alemán
entre Montélimar y Valence bajo los golpes de las FFI en las que estaba integrada la
compañía de 150 españoles mandados por un estudiante, el capitán Carrasco. Y
Avignon fue liberada por un destacamento de 100 hombres que mandaba José Vicente
Ondarza.
En la Alta Saboya, el comandante Miguel Vera, superviviente de Glières, participó
activamente con un grupo de españoles en la liberación de Annecy. Miguel Vera fue el
primer comandante militar de la ciudad de Annecy después de su liberación.
En la Borgoña, a orillas del Mosela, y para desalojar a los alemanes que se habían
hecho fuertes en varias ciudades de la costa Atlántica: La Rochèle, Le Verdon, Royan,
Saint Nazaire, Lorient, las batallas se prolongaron a lo largo del invierno 1944-1945
participando en ellas los numerosos españoles integrados en las FFI. También
participaron en aquellos combates el Batallón «Guernica», organizado por los vascos,
mandado por Pedro Ordoki, y el batallón «Libertad» en el que predominaban los
anarquistas. Ambos fueron integrados en las fuerzas mandadas por el coronel Millet,
jefe de las FFI. El Batallón vasco se distinguió en varios ataques a la Punta de Grave,
liberada el 18 de abril de 1945. Tuvo numerosos muertos y heridos. Constaba de unos
200 hombres. Sobre el «Batallón Guernica» ha sido publicado en marzo de 1995, en
Bayona (Francia), un libro muy documentado titulado «Le Bataillon Guernika» que
describe pormenorizadamente las actuaciones de los vascos en la Resistencia francesa
y, en general, con los Aliados32. Esta obra da referencias precisas, por ejemplo, sobre el
servicio de información, muy sofisticado, al servicio de los Aliados, organizado por el
PNV.
Kepa Ordoki.
Carta de identidad de un miembro del Batallón Vasco.
Según Tuñón de Lara33 en los combates de la liberación, a finales del verano de
1944, participaron 10231 españoles a los que hay que añadir los que estaban
encuadrados en unidades francesas y aquellos resistentes que tomaron ocasionalmente
las armas.

-[30]- -31-

Capítulo III
Españoles en los campos de concentración alemanes
-[32]- -33-
En mayo, de 1940 la vanguardia del Ejército alemán, en una nueva muestra de
guerra relámpago, se lanza a través de Bélgica, invade Holanda, rompe el frente francés
sobre el Meuse y cae sobre Dunquerque donde, bajo el mando de Rommel, cerca a unos
400000 soldados aliados. La mayoría conseguirán escapar a Inglaterra, pero muchos
serán hechos prisioneros, entre ellos bastantes españoles.
En Dunquerque combatieron 15 Compañías de españoles, agregadas a la 60.ª
División. Fueron cercadas por la ofensiva alemana y los pocos que escaparon a la
muerte o bien fueron hechos prisioneros o - 250- consiguieron embarcarse con las
tropas aliadas hacia Inglaterra donde fueron encarcelados34.
«La llegada a Inglaterra de esos 250 españoles -refiere Antonio Vilanova35- no
mejoró mucho su suerte. En primer lugar, a casi ningún español se le dejó tomar tierra
hasta que todas las demás fuerzas lo hubieran hecho y, cuando les permitieron hacerlo,
fue para pasar ante una especie de tribunal que les preguntaba: ¿quiénes son ustedes? Al
conocer que eran españoles, trabajadores civiles, auxiliares del cuerpo de zapadores
francés, preguntaban estúpidamente: ¿qué han venido a hacer en Inglaterra?... Todos
fueron a dar con sus huesos en la cárcel. Descubiertos días más tarde -estos 250
españoles- por las autoridades francesas... fueron embarcados en un pequeño carguero
rumbo a Francia». Otros, fueron alistados en el ejército británico donde combatieron
durante toda la guerra.
Los Regimientos de Marcha en que estaban los españoles aguantaron la ofensiva
alemana durante dos semanas en el sector del Meuse. Otros protegieron la retirada de
Soissons en la primera semana de junio (eran los 11 y 12 Regimientos de Extranjeros,
traídos de África). Los otros Regimientos de Marcha, procedentes de Perpignán y
Barcarès, mal equipados y municionados, fueron literalmente aplastados por los stukas
y por los tanques alemanes.
Los aproximadamente cien mil españoles integrados en unidades militares
francesas o militarizadas, estuvieron entre los primeros que soportaron el embate
alemán. Las bajas españolas ascendieron a millares. Los españoles que fueron hechos
prisioneros, unos diez o doce mil, fueron trasladados a Alemania como prisioneros de
guerra. Pero al negarse el Gobierno de Vichy a reconocerles como prisioneros de guerra
franceses, y negarse ellos a trabajar voluntariamente para los alemanes, fueron enviados
a los «campos de la muerte»36
Mientras tanto, en París se produce la desbandada. A pie, en bicicleta, en viejos
coches, en autobuses urbanos, los parisinos huyen hacia el sur.
El día 14 de junio el ejército alemán desfila por las calles de París.
Antes de iniciarse la guerra mundial Alemania ya había abierto en su territorio
campos de concentración sólo para alemanes. En uno de ellos estuvo encerrado diez
años el carismático líder socialista Schumacher. Iniciada la guerra esos campos irían en
aumento. Algunos de ellos fueron transformados en campos de exterminio para
determinadas personas de los países ocupados: resistentes, judíos, gitanos,
homosexuales, enemigos políticos, prisioneros de guerra.
La mayoría de los españoles prisioneros de los alemanes fueron internados en
Mauthausen, Buchenwald y Dachau. También hubo españoles en Auschwitz. En el
campo de Oraniembourg fue internado el ex presidente del Gobierno republicano de
España, Francisco Largo Caballero, que había sido entregado a los alemanes por la
policía francesa de Vichy en París. Fue liberado por el Ejército soviético -34- el 24 de
abril de 1945 teniendo ya 76 años.
Al llegar al campo de exterminio, a los españoles les entregaban el triángulo azul
de apátrida y la S de España (Spanien) en blanco. El triángulo rojo era el de los presos
políticos; el verde el de los ladrones criminales; el marrón, de los gitanos y vagos; el
rosa, de los homosexuales; el negro, para los criminales asociales; el violeta, para
sacerdotes y objetores; el amarillo con la estrella de David identificaba a los judíos.

Nadie saldrá vivo de aquí


Uno de los supervivientes de Mauthausen, donde pasó los cinco años que duró la
Guerra Mundial, Antonio García Barón, ha contado su llegada al campo en los
siguientes términos37:
En el primer discurso nada más llegar al campo de
exterminio nos dijeron más o menos lo siguiente:
«España no os quiere; os ha arrebatado la nacionalidad,
la razón de ser. Nadie saldrá vivo de aquí; estáis condenados
a muerte sin juicio previo. La primera que os ha condenado es
España». Hileras de SS formaban con sus perros lobos, como
una doble jauría dispuesta a tirarse sobre los presos. Nuestra
patria sería a partir de entonces aquel campo situado en
Austria.
«... Entraréis por la puerta: saldréis por la chimenea». El
campo tenía a la entrada un portón con un águila prusiana de
cobre verde, puesto de ametrallador cada doce metros,
alambradas electrificadas, guardias, torres de vigilancia y
barracas en forma de rectángulo, de cinco en cinco. Era una
fortaleza medieval levantada con el sudor de los deportados,
con piedras de la cantera, la Wiener-Graben. La muralla de
circunvalación no se terminó nunca. A lo largo de hectárea y
media, calculo yo, se extendían la cocina, la enfermería, el
Revier, las cámaras de gas, el crematorio, las oficinas y la
lavandería.
Desde Nuremberg nos habían trasladado en vagones -
ocho caballos, cuarenta hombres- hacinados en el convoy de
la muerte, sin nada para comer, sin agua y con las puertas
precintadas. El aprendizaje del terror: los SS nos sacaron de
allí a culatazos, entre blasfemias y gritos que sonaban como
descargas de fusilería. Desde la estación nos llevaron
andando hasta el campo. En las casas del pueblo nadie se
asomó para vernos pasar. Yo vestía de azul oscuro, ropa
militar francesa. Al llegar me desnudaron, me arrebataron
todo lo que llevaba conmigo -pocas cosas, unos recuerdos,
unas fotos familiares-, me vistieron de presidiario -un
uniforme de rayas verticales azules, blancas y grises, un
casquete- y me pelaron todo el cuerpo con la máquina de
cuatro ceros. Me cosieron el triángulo azul y puntapié en el
culo. Tomaron unas notas para mi ficha. Nos hicieron formar
desnudos y nos enviaron a la ducha, que por cierto era
elegantísima. Nosotros recibimos agua. Otros gas letal. Así
empezó la cuarentena que duró unos días.
Cuando llegamos el 10 de agosto de 1940 -prosigue
Antonio García Barón- quedaban tan solo cinco españoles
supervivientes del primer grupo, con remiendos en sus
harapos, maltrechos, tocados por la muerte, escuálidos por la
disentería, demacrados, con los hígados desechos, los
pulmones averiados, el corazón debilitado y los ojos
vidriosos.

Los alemanes necesitaban mano de obra que con los deportados obtenían gratis.
Los campos eran canteras de trabajo en los que fabricaban bloques de piedra y ladrillos
para la construcción, para autopistas, para sus grandiosos proyectos.
A Mauthausen llegaron el 10 de agosto de 1940, 392 españoles, según el
testimonio de Antonio García Barón. «En 1942 éramos por lo menos 7800, quizás
10000, tan solo sobrevivimos 1600», dice.
M. Razola y M. Constante, en su obra Triangle bleu. Les républicains espagnols à
Mauthausen. 1940-194538 reproducen las siguientes cifras oficiales tomadas de los
ficheros de Mauthausen rescatados: pasaron por aquel campo 9067 españoles; de ellos,
4000 fueron exterminados en Gusen y 2584 en Mauthausen y en los comandos. En total,
6784 españoles fueron exterminados, es decir el 70 por 100 de ellos.
Mariano Constante, también superviviente de Mauthausen, ha narrado sus primeras
impresiones del «campo de la muerte» en términos parecidos a los de García Barón39:
Al bajar del tren, mi primera visión a través de la
penumbra y de la neblina matinal fue una fila de soldados,
con el casco de acero, y en la mano el fusil con la bayoneta
calada.
Al ver aquella estación; parduzca, desierta, me invadió
enseguida un sentimiento de miedo y tristeza. Los SS nos
estaban esperando. Aquellos SS de los cuales habíamos oído
hablar tanto, con la insignia tan conocida: la calavera en el
casco y también en el cuello de la guerrera. Todos eran
jóvenes de 18 a 24 años. Algunos llevaban una cinta negra en
la parte inferior de la manga, sobre la cual había escrito, en
letras blancas, toten-kopf (cabeza de muerto, o calavera).
De repente, tras una orden gritada en alemán, la jauría se
desencadenó. Gritos, empujones, palos, culatazos, para
formarnos de tres en tres. ¡Y desgraciados -35- los que no
obedecían enseguida! Escoltados por unos 150 SS,
atravesamos el pueblo de Mauthausen. Ni un solo ser viviente
en la calle principal. Las casas estaban cerradas. Ni siquiera
se oía el ladrido de un perro al pasar nosotros, como si al paso
de las hordas hitlerianas llevando su rebaño al matadero, todo
ser viviente, hombres y animales, hubieran quedado
petrificados. Una vez cruzado el pueblo, comenzó la subida
hacia el campo, por un camino estrecho, resbaladizo, donde
era difícil avanzar en filas de tres. Había que marchar
rápidamente bajo la lluvia de golpes. Antes de llegar al
campo varios compatriotas cayeron al suelo, extenuados,
siendo pisoteados por sus verdugos. Pudimos recogerlos y
arrastrar a varios hasta el campo, al que llegamos después de
media hora de marcha, siempre cuesta arriba.
Mi impresión fue la de encontrarme ante una inmensa
obra de construcción, ya que había muchos hombres
empleados en trabajos de excavación. Pasamos el primer
control y entramos en el recinto o perímetro exterior, donde
me apercibí de las torretas de vigilancia, en las cuales
montaba guardia un centinela con ametralladora. Sobre un
muro en construcción, un águila inmensa, en cobre verde,
dominaba la entrada de la plaza donde estaban los garajes de
los SS. No tuve la menor duda: estábamos en uno de aquellos
campos de los cuales tanto habíamos oído hablar. Aún
tuvimos que subir por unas escaleras de granito y nos
encontramos ante las dos torres que debían sostener, más
tarde, la puerta de entrada. Digo más tarde, porque en aquella
época la fortaleza no estaba terminada. Había veinte barracas,
y las alambradas estaban colocadas apenas a dos metros de
las barracas 1, 6, 11 y 16. Las alambradas estaban sostenidas
con postes de madera y enganchadas en aisladores de
porcelana. En el primer poste una placa metálica con esta
inscripción: Vorsicht! Lebensgefär (atención, peligro de
muerte). Yo no conocía todavía el alemán, pero un relámpago
rojo, dibujado junto a la inscripción, me hizo comprender que
se trataba de alambradas con corriente eléctrica de alta
tensión.
¡Una verdadera visión de pesadilla!
Miré en torno nuestro y vi a los SS con los látigos de
nervios de buey, rodeados de varios colosos (capos), vestidos
con trajes de presidiarios, que vociferaban y amenazaban a
otros presos que trabajaban. Las alambradas de alta tensión,
el humo negro y el olor a carne quemada que venía de una
gran chimenea situada al fondo de la plazoleta donde nos
encontrábamos, el aspecto siniestro de las barracas, todo ello
parecía un cuadro dantesco. Sentí una opresión inmensa,
atenazadora, que me hacía un nudo en la garganta, de donde
no podía salir una sola palabra. Aquella imagen era la que yo
me hacía del infierno. Pero, franqueado el umbral de las dos
torres, no quedaba ya lugar ni para comparaciones, ni para
recuerdos de ninguna clase.
Esperando nuestro turno para entrar en las duchas y
desinfección, vi pasar cuatro presidiarios cargados con
piedras, y me quedé estupefacto al oírles hablar español. Les
pregunté:
-¿Sois españoles?
-Sí, pero no nos hables, porque los SS y los kapos te
molerían a palos si ven que lo haces. Espera, vendremos a
vuestro lado a cargar piedras. Si tenéis cigarrillos y comida
tiradlos al suelo, pues os lo quitarán todo.
Unos minutos más tarde vinieron a cargar algunas
piedras cerca de nosotros. Quedé sorprendido de la delgadez
de sus cuerpos. Eran auténticos esqueletos.
-¿Qué es este campo? ¿Hace tiempo que estáis aquí?
Uno de ellos se acercó un poco y me dijo:
-Sí, amigo. Yo llegué aquí el 10 de agosto de 1940. Me
trajeron directamente de Francia. Este es un campo de
exterminio, y los alemanes nos han dicho que nadie saldrá
vivo de aquí. Tened cuidado. Obedeced enseguida sus
órdenes para evitar que os «liquiden» a golpes.
Cargó una piedra sobre sus hombros y se alejó. La forma
de sus huesos se marcaba sobre su uniforme. ¡En aquel
infierno había españoles desde ocho meses antes!

En Dachau los españoles ocupaban dos barracas conocidas como las de los
Spanische Kämpfer (combatientes españoles). Dachau fue el último Campo liberado, el
19 de abril de 1945, por las fuerzas del Ejército norteamericano. Sólo 260
supervivientes españoles pudieron contarlo40.
Buchenwald se alzaba en una colina a 9 km de Weimar. De los 240000 prisioneros
que pasaron por este Campo, perecieron 56000, unos asesinados, otros a consecuencia
del hambre, del frío o de las torturas. Varios miles de españoles pasaron por
Buchenwald. Entre ellos Jorge Semprún quien, detenido en septiembre de 1943 por la
Gestapo, fue enviado a este Campo en un angosto vagón precintado41. La mayoría de los
españoles internados en Buchenwald murieron en la cantera, en la enfermería o en Dora
(fábrica subterránea anexa donde a partir de 1943 se fabricaban los V1 y V2 que
lanzaban sobre Londres). Más de 10000 muertos costó la construcción de los túneles y
la instalación de aquella fábrica42. Muchos de ellos eran españoles.

-36-
Morir cuando el campo ya ha sido liberado
Prisioneros de Buchenwald.
Jorge Semprún, uno de los supervivientes, -tenía 22 años cuando Buchenwald fue
liberado en un domingo de abril de 1945- ha escrito uno de los testimonios literarios
más estremecedores sobre aquel campo de exterminio, la novela La escritura o la
vida43. De ella reproduzco el desgarrador pasaje en que narra la muerte del español
Diego Morales días después de haber sido liberado el campo por los americanos:
-No hay derecho... -acaba de susurrar Morales, vuelto
hacia mí.
Tiene razón: no hay derecho.
Diego Morales llegó al campo hacia finales del verano de
1944, tras una breve estancia en Auschwitz. Suficientemente
larga, no obstante, para poder captar lo esencial de los
mecanismos de selección específicos del complejo de
exterminación masiva de Auschwitz-Birkenau. Antes incluso
del testimonio del superviviente del Sonderkommando, por
medio de Morales tuve una primera idea del horror absoluto
que era la vida en Auschwitz.
Entre nosotros, Morales encontró de inmediato un puesto
de trabajo como obrero cualificado en la fábrica de Gustloff:
era un ajustador -o fresador: no soy ninguna autoridad en
materia de nomenclatura metalúrgica- realmente fuera de lo
común. Tan hábil y preciso que la organización clandestina
acabó confiándole un puesto clave en la cadena de montaje de
los fusiles automáticos: aquel, al final de la cadena, en el que
había que sabotear inteligentemente una pieza decisiva del
mecanismo con el fin de conseguir que el arma se volviera
inutilizable.
Instalado en el bloque 40, en el mismo dormitorio que
yo, después del periodo de cuarentena, Morales me había
deslumbrado por su facundia de narrador. No me cansaba de
escucharle. Hay que reconocer que su historia era de lo más
novelesco.
Solía decir que un libro era el responsable del carácter
aventurero de su existencia. «Un jodido librito»; decía riendo.
Un libro cuya lectura había trastornado su vida,
proyectándola de cabeza -nunca mejor dicho- al torbellino de
las batallas políticas. A los dieciséis años, en efecto, había
leído el Manifiesto Comunista, y su vida había quedado
transformada. Todavía se refería a ello, en Buchenwald, con
una emoción existencial. Como hay quien habla de los Cantos
de Maldoror o de Una temporada en el infierno.
A los diecinueve años, Morales había participado en la
Guerra Civil española en una unidad de guerrilla que operaba
más allá de las líneas del frente, en territorio enemigo.
Después de la derrota de la República Española, en Prades,
experimentó su segundo choque literario. Lo había recogido y
lo ocultaba una familia francesa, después de su evasión del
campo de refugiados de Argelès. Allí había leído El rojo y el
negro. Por descontado, el hecho de que el libro le hubiera
sido aconsejado por una muchacha cuyo recuerdo todavía
conservaba, carnal y sublimado a la vez, no parecía ser ajeno
a la fascinación suscitada. Cualquiera que fuera, no obstante,
la parte del ardor de la llama amorosa de antaño, a la novela
de Stendhal se le atribuían en su relato unos efectos
comparables a los del panfleto de Marx en un ámbito
diferente. Si el Manifiesto le había introducido en la
comprensión de los grandes movimientos masivos e
ineluctables de la Historia, El rojo y el negro le había iniciado
en los misterios del alma humana: hablaba de ello con una
precisión emocionada y matizada, inagotable en cuanto se le
orientaba hacia este tema, y yo no me privaba del placer de
hacerlo.
-No hay derecho -acaba de susurrar Morales, apenas me
he sentado junto a la cabecera de su litera, apenas he cogido
su mano entre las mías.
Tiene razón, no hay derecho, morir ahora.
Morales ha sobrevivido a la Guerra Civil española, a los
combates en la meseta de Glières -es su recuerdo -37- más
terrible, según me explicaba: el largo caminar por la nieve
profunda, bajo el fuego cruzado de las ametralladoras, para
escapar del cerco de las tropas alemanas y de los
destacamentos de la gendarmería y de la milicia francesas-.
Ha sobrevivido a Auschwitz. Y a Buchenwald, al peligro
diario de ser sorprendido por un meister civil o un
Sturmführer SS, en delito flagrante de sabotaje en la cadena
de la Gustloff, lo que le habría llevado directamente al
cadalso. Ha sobrevivido a mil peligros más, para acabar así,
estúpidamente.
-Morirse así, de cagalera, no hay derecho... -me susurra
al oído.
Me he arrodillado junto a su litera, para que no tenga que
esforzarse cuando me habla.
Tiene razón: no hay derecho, morirse tontamente de
cagalera, tras tantas ocasiones de morir empuñando las armas.
Después de la liberación del campo, por añadidura, cuando lo
esencial ya parecía haber sido alcanzado, la libertad
recobrada. Cuando se le ofrecía otra vez la ocasión de morir
empuñando las armas, en la guerrilla antifranquista, en
España, como testimonio de libertad, precisamente, era
estúpido morir de una disentería fulminante provocada por
una alimentación que de repente se había vuelto demasiado
abundante para su organismo debilitado.
No le dije que la muerte es estúpida por definición. Tan
estúpida como el nacer, por lo menos. Tan pasmosa,
igualmente. No le iba a servir de consuelo. No hay ninguna
razón, además, para valorar en momentos así las
consideraciones metafísicas y desengañadas.
Le aprieto la mano en silencio. Pienso que ya he
estrechado entre mis brazos el cuerpo agonizante de Maurice
Halbwachs. Idéntica descomposición, idéntica pestilencia,
idéntico naufragio visceral, que dejaban desamparada un alma
desasosegada pero lúcida hasta el último segundo: llamita
vacilante a la que el cuerpo ya no suministraba su oxígeno
vital.
Ô mort, vieux capitaine, il est temps levons 1'ancre...

A modo de oración para los agonizantes le había


susurrado a Halbwachs unos versos de Baudelaire. Me había
oído, me había comprendido: su mirada había brillado con un
orgullo terrible.
¿Pero qué podía decirle a Diego Morales? ¿Qué palabras
susurrarle que fueran un consuelo? ¿Podía consolarle, por
cierto? ¿No valdría más hablar de compasión?
¡Tampoco iba a recitarle el Manifiesto de Marx! No, sólo
se me ocurría un texto que podría recitarle. Un poema de
César Vallejo. Uno de los más hermosos de la lengua
española. Uno de los poemas de su libro sobre la Guerra
Civil, «España, aparta de mí este cáliz».
Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia
él un hombre y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!». Pero el
cadáver ¡ay! siguió muriendo...
No tengo tiempo de susurrar el principio de este poema
desgarrador. Un sobresalto convulsivo agita a Morales, una
especie de explosión pestilente. Se vacía, literalmente,
manchando la sábana que le envuelve. Se aferra a mi mano,
con todas sus fuerzas reunidas en un postrer esfuerzo. Su
mirada expresa el desamparo más abominable. Unas lágrimas
fluyen por su máscara de guerrero.
Qué vergüenza -dice con el último aliento.
¿Oigo acaso ese susurro? ¿Acaso adivino sobre sus
labios las palabras que expresan su vergüenza?
Se le ponen los ojos en blanco: ha muerto.
(...) Cierro los ojos de Morales.
Se trata de un gesto que nunca había visto hacer, que
nadie me había enseñado. Un gesto natural, como son los
gestos del amor. Gestos, en ambos casos, que se ocurren a
uno naturalmente, desde el fondo de la más antigua sabiduría.
Del más remoto conocimiento.
Me levanto, me doy la vuelta. Los compañeros están ahí:
Nieto, Lucas, Lacalle, Palomares... Ellos también han vivido
la muerte de Morales.

-[38]- -39-

Capítulo IV
La memoria de los supervivientes

-[40]- -41-
Cuando se ha vivido una larga guerra, o, para ser más precisos, cuando se han
vivido dos guerras consecutivas -la Civil española y la Guerra Mundial, aunque pueden
ser consideradas dos fases de una misma guerra- las situaciones-límite por las que se ha
pasado difícilmente pueden olvidarse.
Cincuenta años después de los acontecimientos, cuando sus protagonistas han
sobrepasado los 70 años de edad, su memoria sigue, vigorosa, nutriendo hechos,
sensaciones, estados anímicos. A veces, estos supervivientes recuerdan con pelos y
señales detalles que pueden parecer irrelevantes pero que reflejan cómo en la mente
humana, incluso en las circunstancias más dramáticas, quedan grabadas cosas nimias o
chuscas.
Los testimonios que a continuación reproduzco tienen el incalculable valor de
provenir de personas que presenciaron o protagonizaron los hechos que narran. Todos
ellos son exiliados españoles refugiados en Francia que, una vez terminada la Guerra
Mundial, se quedaron a vivir en el país vecino -en la Alta Saboya, en Toulouse, en
Burdeos- donde crearon sus familias44.
Es cierto que 50 años después de terminada la Guerra Mundial, por los caminos de
la memoria, siempre selectiva, ha podido cruzarse o superponerse lo posteriormente
escuchado, comentado o leído, o han podido entreverarse las vanidades o el regusto por
redondear o adornar, incluso inconscientemente, los episodios vividos. Todo ello, que
sin duda el lector avisado sabe tener en cuenta, no oscurece, sin embargo, el valor
testimonial de estas narraciones perfectamente cotejables con los hechos registrados por
los historiadores más rigurosos.
En la transcripción de estos testimonios he respetado las peculiaridades de su
habla, plagada de galicismos y de distorsiones lingüísticas, inevitables secuelas de su
larga permanencia en Francia.

Testimonio de José Artime, prisionero en Dachau


Natural de Luanco (Asturias), nacido el 11 de noviembre de 1911 y Presidente de
la Liga de Mutilados de la Guerra Civil Española. Reside en Toulouse (Francia).
Pasé la frontera pirenaica por Puigcerdà el 27 de febrero de 1939. Era soldado del
Ejército republicano. Iba ya mutilado, me faltaba el brazo izquierdo. Me llevaron al
campo de refugiados de Septfonds. Allí no había barracas, tuvimos que hacerlas. En
mayo de 1940 fui liberado del campo y conducido a una residencia de mutilados en
Montauban. En esa Residencia hice varios oficios: era el que hacía las compras, el que
llevaba los papeles a la Prefectura, hacía de intérprete. Y ahí empezamos enseguida a
tener contactos con «Pichón» a quien yo ya conocía de las Juventudes Socialistas
Unificadas. «Pichón» fue quien creó el primer grupo de resistentes de Montauban, pero
que no había guerrilleros, quiero que quede claro que yo nunca fui guerrillero, sí
miembro de la Resistencia.
Teníamos contacto con un grupo de franceses que habían hecho la guerra de
España. Y hubo una denuncia de que escuchábamos la radio de Londres. El 17 de julio
de 1941, a las cuatro de la mañana, se presentó en la Residencia de Mutilados una
compañía de gendarmes, la Milicia de Pétain. No se salvó más que uno que fue a
advertir a «Pichón». Los interrogatorios fueron muy duros. Yo era un poco cabecilla.
Les había advertido a los compañeros: «si habláis, vos pegan; si no habláis, vos pegan;
comportaos como os parezca, yo sé lo que tengo que hacer». Hubo proceso y algunos
fueron -42- condenados a trabajos forzados y enviados a la fortaleza de Septfonds. Yo
fui condenado como jefe sindicalista y terrorista. Me llevaron con seis gendarmes al
campo de castigo de Vernet, en el Ariège, el 27 de septiembre de 1941.
José Artime.
En el campo de Vernet había un grupo de resistentes que me esperaban. Sabían que
llegábamos dos. En ese campo pasé 33 meses, hasta el 28 de junio de 1944. Soy, según
Menéndez, el superviviente más viejo de ese campo.
Preparamos un plan, enviado al exterior, para que liberaran el campo los que
estaban fuera. Pero ese plan llegó a manos de la policía, entregado por la mujer del
matrimonio francés que lo había recibido para pasarlo al maquis. Informados los
alemanes, cercaron el campo de Vernet con las fuerzas de la Gestapo y la Wehrmacht.
Esto fue a principios de junio de 1944. Entonces fue cuando los alemanes decidieron
llevarnos al campo de la muerte de Dachau (Alemania).
Trajeron a Vernet a los resistentes que estaban en la cárcel de Foix y en el campo de
Noé, para embarcarlos con nosotros en camiones el 28 de junio de 1944, y llevarnos a la
caserna (cuartel) militar de aquí, de Toulouse, que se llamaba la caserna Cafarelli. Ahí
quedamos 5 o 6 días, al cabo de los cuales nos embarcaron en un tren, que llaman el tren
fantôme (fantasma), que era un tren de vagones para caballos. Nos metieron a 70 u 80
por vagón, y estuvimos dando vueltas por toda Francia. La gente moría de sed y de
hambre. Pasamos por Burdeos, Angoulême... Estuvimos dando vueltas por toda Francia
hasta que nos devolvieron a la prisión de Burdeos porque los guerrilleros franceses o
españoles intentaron impedir que ese tren pasara la frontera alemana porque sabían que
en ese tren íbamos muchos de la Resistencia. Venía en el tren, entre otros, el director de
la Banca de Francia, que había sido detenido por «actividad antialemana». Y hubo
muchos muertos porque los Aliados intentaron, bombardeando con la aviación, cortar
las líneas férreas. A veces las bombas alcanzaban a los vagones. En el vagón en que yo
iba hubo dos muertos y tres heridos por esa causa. Pasamos 58 días en ese tren. Tras
haber habido muchos muertos en el camino, llegamos a Dachau el 26 de septiembre de
1944.
Verás lo que nos pasó: en el camino, los carros de Leclerc, que había mucho
español en la División Leclerc, recibieron la orden de rastrear las vías por si daban con
nosotros. Estábamos detenidos en una estación que llaman Dijon. Y no nos encontraron.
Llegaron hasta dos kilómetros antes de donde estaba el tren. Volvieron con el resto de la
División y dijeron, no hay nada, y se dirigieron a otro lugar. En ese momento pasó el
tren hacia Alemania, La Gestapo tenía sus informadores.
Hubo en el camino algunos intentos de fuga. Entre ellos un anarquista español que
era un trozo de pan pero que no tenía mucha cultura. Los amigos le llamábamos
«Colilla» porque fumaba mucho, siempre estaba con una colilla en la boca y pedía las
colillas a todos. En la estación de Orange se empezó a afeitar en el tren. Le digo, por qué
te afeitas. Me dice, dame un sitio donde pueda llegar. Le digo, no te puedo dar esto
porque si te cogen ya sé lo que vas a hacer y si te cogen ya sé lo que me va a tocar. No te
preocupes, que a mí me fusilarán, pero tú no te preocupes. Y le di un sitio. Y se escapó.
Al parar en una estación, bajó del tren y se puso a mirar los vagones como si fuera un
civil que miraba y un centinela alemán se acercó a decirle que se fuera. Logró escaparse.
Y cuando vino aquí a Toulouse, vino a verme al hospital, y me abrazaba y lloraba como
un chiquillo.
Hubo también otros que escaparon: un comandante húngaro, de las brigadas
internacionales, que Stalin le había enviado a España. Tenía el nombre de De Pablo.
Como todos los de las brigadas, un nombre español. Pero yo supe después que fue el que
aplastó la sublevación húngara, porque marchó a Hungría al terminar la guerra. Se
llamaba Hans. Ya murió. Y escapó con el que fue coronel Francesco Nitti que era un
camarada socialista, -43- muy majo, muy inteligente, que escribió un libro en el que
habla de mí. Levantaron una plancha en el vagón por la noche y se dejaron caer. Y hubo
un diputado campesino polaco que también escapó con ellos, pero en el vagón hay una
bola de hierro, los otros lo sabían y ponían la mano sujetando, pero éste no lo sabía y se
golpeó y lo encontraron muerto. Muy pocos hubo que se escaparan. Escapó un
madrileño, cómo se llamaba..., teníamos los nombres falsos por lo general..., no lo
recuerdo.
Hay una película hecha sobre este episodio. Se llama El tren fantasma; de un
francés. Y hay ese libro de Nitti que si lo encuentro te lo mandaré45.
En ese tren venían cuatro coroneles del Ejército de la República, profesionales, de
los que se mantuvieron fieles a la República, entre ellos estaba el profesor Velasco que
fue profesor de Franco en la Academia Militar; el coronel Díaz Tendero, el coronel
Redondo, y el coronel Blasco. Y estos llegaron a Dachau conmigo46.
En Dachau, pasados unos seis meses, ya había perdido yo unos 20 kilos. Un día me
llamaron estos coroneles y me dijeron, bueno, esto se ha terminado para nosotros,
porque había mucho tifus, me dijeron, tú eres el más joven y te vas a encargar del
paquete, qué paquete, primero, dar la noticia a nuestras familias...
En Dachau estábamos organizados. El hombre fuerte allí era un gran cirujano
madrileño, el doctor Parra, muy conocido ya en la Guerra Civil como cirujano. Este
hombre se salvó y le trajeron aquí, a Toulouse, y le cuidaron en el hospital. Luego se
marchó y murió siendo director del hospital de Caracas. Era un tío formidable, una
buena persona.
El 29 de mayo de 1945 fuimos liberados por una División americana en la que
había muchos que hablaban español, mejicanos, venezolanos, cubanos. Nos pusieron en
cuarentena por el tifus. Había un catalán, Martí Vilar, que pesaba 27 kilos. Aquel día yo
tuve una emoción... En Dachau murieron bastantes españoles, pero en el campo en que
murieron más españoles fue en Mauthausen.
Testimonio de Vicente López Tovar, coronel de guerrilleros

Carro americano en los combates de la liberación.


Vicente López Tovar tiene 85 años y reside en Toulouse. Su testimonio fue
recogido la tarde del 30 de mayo de 1995 en su domicilio en dicha ciudad. Su narración
ha sido completada con datos tomados de su autobiografía, a la que él mismo me
remitía. Terminada la Guerra Mundial, el Gobierno francés le nombró Caballero de la
Legión de Honor. Está en posesión de la Cruz de Guerra con palma y de la Medalla de
la Resistencia.
Cuando estalló el movimiento casarista estaba yo comiendo en casa en Madrid y
vinieron a buscarme en coche, «ven corriendo que hay una sublevación». Venían
Tagüeña, Modesto, Líster, en coche. Me dicen, coge el sombrero y la pistola. Le dije
«hasta pronto» a mi mujer.
Al pasar la línea, allí estaba la CNT que controlaba, -44- la camioneta que
teníamos que pertenecía al Estado Mayor estaba en regla. Llegamos a Elda. Allí me
encontré con el Gobierno, autoridades militares, ministros... Estuvimos allí un día o día
y medio. De allí cogimos el avión. Había tres Douglas. Uno de ellos fue a África y los
otros dos vinimos aquí a Toulouse, a Francazal. En el avión venía Negrín y el Gobierno
en pleno, jefes militares, Modesto, Merino. Era el 7 de marzo de 1939. Nadie salió a
recibirnos, ni siquiera nos pidieron la documentación. Yo era entonces comandante jefe
de División. Había mandado dos Divisiones y era fundador de la 53 Brigada Mixta
encargada de defender Madrid, y fue la que se sublevó cuando el golpe de Estado.
Fusilaron a Conesa que fue el Comisario.
En Toulouse, Moix, el ministro del difunto Gobierno Español, me condujo a la casa
del Partido Comunista francés, en la Allée Roosevelt, donde nos recibió el diputado
francés Gabriel Peri, más tarde fusilado por los alemanes.
Los camaradas españoles me indicaron que me presentase al otro día por la mañana,
y me fui a dormir a casa de un camarada francés. Por la mañana temprano cuando llegué
allí, Peris me comunica que todos habían salido la noche anterior hacia París. Me envió
a casa de unos camaradas para solucionar mi problema. Fue el camarada Juan Fabre, que
vivía en la carretera de Lavaur, quien me dio hospitalidad. Esta situación duró algún
tiempo hasta que me anunciaron una pensión de mil francos mensuales de la parte del
SERE, una representación republicana que se formó en París.
Así fue mi salida de España y el comienzo de mi exilio.
En Toulouse iniciamos el trabajo de contactar con comunistas españoles para
formar grupos. Yo tuve la suerte de encontrar a José Vallador que fue jefe de Brigada en
la 46 División. Era asturiano y miembro del Partido. Poco a poco empezamos a
contactar con los camaradas que encontrábamos en la calle. Empezamos a reagruparlos
y con la colaboración del Partido Comunista francés podíamos enviar a algunos a la
campaña. Otros que conocían algo de mecánica los enviamos a la fábrica de aviones
Dewuaitine y Breget. Los camaradas franceses se ocupaban de ellos y les enseñaban el
oficio.
Estábamos asombrados de comprobar que toda la dirección del Partido, Comité
Central y Buró Político, habían salido de Francia dejando completamente abandonados a
más de 500000 refugiados en los campos de concentración, y otros que habían podido
escaparse las arreglaban como podían.
Ocupada Francia por los alemanes y vista la extraordinaria cantidad de refugiados
de todas las nacionalidades que llegaban a Toulouse, decidimos ir a Burdeos, a ver si
podíamos embarcar hacia Inglaterra. Fuimos Vallador, Alberto un asturiano que
conocíamos y yo. Aquello era una verdadera casa de locos. No encontramos medios para
ir a Inglaterra. Sólo las personalidades podían hacerlo, y no todos. Decidimos volver a
Toulouse.
Empezamos a trabajar como leñadores o en lo que fuera, clandestinamente. Los
camaradas franceses nos ayudaron enormemente para sacar a muchos de los campos de
concentración para trabajar como obreros, haciéndose ellos responsables. Esto nos
permitía tener algunos escondidos. Los que eran propietarios de pequeños bosques nos
los dejaban explotar, por ejemplo en Varilhes (Ariège), el camarada Benazet, que
además tenía un garaje. Había otros también que sin ser comunistas nos dejaban hacer
carbón. Estaban encantados, pues declaraban tres obreros, y tenían el producto de diez o
doce que teníamos allí escondidos. Todos estábamos convertidos en leñadores.
Otro francés, Valisou, nos prestó su nombre para poder comprar los bosques para su
explotación, y así nació la Sociedad Vallador, que fue la base de los auténticos maquis.
Nuestra misión era estar escondidos para que no nos cogieran los alemanes.
Después de un cierto tiempo empezamos a esconder armas. Estábamos seguros que un
día tendríamos que coger las armas para luchar al lado de los franceses, y al mismo
tiempo defender nuestra vida.
Las operaciones de envergadura comenzaron en el 43, porque en ese momento ya
teníamos armas. En el mes de abril de 1943 ocurrió el desastre de las Cabannes, cerca de
la frontera. Un gran número de gendarmes se llevaron por sorpresa a 27 camaradas,
atados con cuerdas. Estaban desarmados, alguna pistolilla del 6,35. Esto ocasionó una
gran desbandada.
Prosigo la organización, y junto con Vallador visito los bosques donde se
camuflaban camaradas. Comienzo por Saint Hilaire, cerca de Carcassone (Aude). El
secretario de la alcaldía estaba completamente ligado con nosotros. Nos facilitaba toda
la documentación que nos hacía falta. Toda esta organización de tajos de trabajo se
debía a Vallador, el cual en ciertos momentos corría gran peligro, debido al sabotaje que
se efectuaba: carbón mojado y con piedras. Esto fue tan exagerado que los alemanes
llegaron a amenazarle de deportación.
En Saint Girons puse de responsable del Partido a Francisco Castañeda, que había
estado conmigo en el Batallón Motorizado en Madrid, con la misión principal de
establecer contacto con las minas de Santein, cerca de la frontera y recuperar el máximo
de dinamita.
Un día nos informan que los contrabandistas van a hacer un pasaje con bastante
tabaco desde Andorra. En ese momento el tabaco costaba caro. Como conocíamos el
itinerario preparamos una operación de recuperación. -45- Nos emboscamos y cuando
los vimos cargados como mulos, en un sitio que no les quedaba más remedio que
recular, tiramos algunos disparos con los fusiles. Echaron la carga por tierra, y pies para
qué te quiero. La venta de esta tabaco nos produjo mucho dinero. Creo que Vallador
pagó el chantier de Prayols con este dinero. Este lugar nos era de gran utilidad pues era
uno de nuestros pasajes para ir a España.
Estando en Prayols se nos presenta un día un joven voluntario, de 17 años
aproximadamente, recomendado por alguien de confianza. Con el fin de probar su coraje
le ordenamos apoderarse de una bicicleta en Saint Girons. Para nosotros una bicicleta
era un arma de guerra pues no podíamos circular de otra manera. Llegó a Saint Girons y
vio, delante de una barbería, una bicicleta apoyada en la pared. Cogerla y echar a correr
fue instantáneo. Al llegar a Prayols nos dimos cuenta que ni siquiera la había quitado la
placa de identité. Tuvo suerte que en la carretera no le pidieron los papeles, porque la
bicicleta era de un gendarme que se estaba afeitando.
Con la dinamita que recuperábamos y algún arma que caía en nuestras manos, se
empezaron operaciones de más envergadura. La más importante fue la efectuada el 11
de noviembre de 1943 en que se volaron los postes de alta tensión del ferrocarril
Pamiers-Foix. Yo operé en Varilhes con el Asturias, Conejero y Pichón. El objetivo
principal era hacer creer a los alemanes que éramos muy numerosos, pero la verdad es
que éramos muchos menos de los que algunos declaran. Que se lo pregunten a Linares, a
Royo, y al Sevilla, entre otros.

Vicente López Tovar en su domicilio de Toulouse.


En uno de los viajes que hice a Toulouse me engancharon en una rafla en la plaza
Wilson. Al bajar del coche policial ante la comisaría de la calle Remusat me puse a
arreglarme un zapato y poco a poco fui reculando y así pude salvarme. Pienso que el
guardia se dio cuenta pero no dijo nada.
El punto de enlace del Partido se encontraba en Toulouse en casa de un zapatero
llamado Ros, en la calle Matabiau, en pleno centro. Era un hombre formidable. Su casa
servía para todo. Allí se dormía, se comía, se escondían armas, se recibía la
correspondencia y se celebraban reuniones. Allí vi a Fernández, el antiguo mulero, como
enlace del Partido. Fue un verdadero milagro que aquello no fuera nunca visitado por la
Gestapo. ¡Qué falta de responsabilidad!
Para unificar diversas zonas de combate fui nombrado responsable militar de la 5.ª
Región MOI (Movimiento Obrero Inmigrado, organización de resistentes muy activos,
articulados en la organización armada de los FTP). Allí estaban integrados inmigrados
de todas las nacionalidades. Recorrí la Dordogne, Corrèze, Loire, Haute Vienne,
haciendo propaganda, no solo con los españoles, para que se integraran en la MOI.
En uno de los viajes me dicen que los responsables de la AS quieren tener una
entrevista con Alberto (mi nombre en la clandestinidad), en Perigueux. Esa organización
(la Armée Secrète era un movimiento formado en su mayoría por militares
profesionales) es la que depende del general De Gaulle. Son los que envían los
parachutages con armas y con dinero. Yo he sido siempre muy desconfiado, yo creo que
por eso estoy todavía vivo, y les digo que no acepto el sitio indicado por ellos -46-
para la entrevista, y les envío un guía para que suban al maquis donde yo me encuentro.
Yo llegaba a un maquis y ponía a los centinelas en los cuatro puntos cardinales por si las
moscas.
Y vinieron los tres señores representantes del general De Gaulle. A uno de ellos le
conocía de verle en el pueblo. Otro se dio a conocer como el coronel Berger, responsable
regional de la AS. Y me dice ¿no me conoces? ¿tú qué has hecho en la guerra de
España? Le interesaba saber quién era yo antes de ir más adelante, mis campos de
batalla y mi grado militar, y si era voluntario de 1936, y quiso saber a qué partido
pertenecía. Yo le dije que era republicano. Al final me dijo que él estuvo como
voluntario en la guerra de España. Era André Malraux. Nos hicimos muy amigos.
Me planteó que por qué me dedicaba a robar parachutages a fuerzas amigas y
también combatientes. Le dije que amigas eran, pero combatientes no. Le expuse mi
manera de actuar que era la de combatir, y no dejar a los alemanes y los milicianos
pasearse tranquilamente incluso fusilando a aquellos que les parecía, sin ninguna
reacción por parte de aquellos que tenían las armas escondidas.
Con mi promesa de no tocar más a los parachutages de los otros, me prometió
algunos parachutages para los grupos españoles, cosa que cumplió. Yo le prometí hacer
una limpieza de todos los colaboradores que teníamos fichados, de acuerdo con los
FTPF (Franco Tiradores y Partisanos de Francia), y sobre todo, de aquellos que cuando
las fuerzas alemanas pasaban los recibían en sus domicilios y les daban toda clase de
informaciones.
Me había enterado un día que iban a hacer un parachutage a ocho o nueve
kilómetros de donde yo estaba. Nos enteramos bien, nos escondimos en las
proximidades y cuando llegaron los aviones, pasó el primer avión y no descarga, pero
luego vuelve otra vez, porque había que encender unos fuegos, y empiezan a caer los
parachutages, containers. Y yo les dije, camaradas, no moverse nadie. Entonces los
maquis franceses cogieron los containers, los metieron en una camioneta y cuando los
franceses ya lo tenían todo en la camioneta, llegamos nosotros y nos llevamos el
parachutage. Y a eso es a lo que vino Malraux a decirme por qué roba usted los
parachutages. Digo, coño, porque no tenemos armas y también las necesitamos nosotros
los españoles.
Los franceses eran menos activos y menos decididos que nosotros. Nosotros, a los
dos días de coger el parachutages pegamos fuego a una fábrica que tenían los alemanes.
En la MOI los españoles éramos mayoría. A mí me hicieron ir un día a Lyon porque
era el responsable español en la dirección de la MOI. Fui a Lyon y allí había polacos,
había rumanos y el único español que allí había era yo. Me hicieron responsable militar
de la MOI de cinco Departamentos. Como había tantos españoles, con ellos fundé la 15
División de Guerrilleros Españoles. En la MOI había comunistas y de todo, pero la
mayoría comunistas. Había un grupo muy importante de anarquistas.

El 19 de octubre de 1944, unos 3000 guerrilleros españoles integrados en la 204ª


División de guerrilleros de las FFI-UNE, mandados por el coronel López Tovar
cruzaron la frontera pirenaica con el objetivo de ocupar el Valle de Arán y crear una
«chispa» que encendiera el levantamiento contra Franco en diversos puntos de España.
López Tovar en su citada autobiografía asegura que él se opuso reiteradamente a esta
operación por considerarla descabellada y fantasiosa, si bien reconoce que redactó la
Orden General de Operaciones y la hizo cumplir, pero que al mismo tiempo preparó la
retirada47.

Testimonio de José Alonso Alcalde, «capitán Robert»


Residente en Montredon-Labessonnié, pueblo próximo a Toulouse.
En España yo pertenecía a la 142 Brigada Mixta de la 32 División. En los combates
de Cataluña tuvimos que replegarnos, vencidos, como las demás unidades. Yo era
sargento de operaciones en el Estado Mayor de la Brigada. La retirada la sufrimos como
la mayor parte de las unidades y atravesamos la frontera francesa el 13 de febrero de
1939 por el pueblo de Prats de Molló.
Permanecimos unos días en el monte aquel, al raso, bajo la nieve, durmiendo en
ramas de árbol que habíamos arrancado, mucho castaño, quemándolas para hacer fuego.
A los ocho días vinieron a buscarnos y nos llevaron al campo de concentración de
Septfonds, cerca de Montauban. En ese campo yo permanecí unos dos meses, al cabo de
los cuales, una mañana, me despertaron los soldados diciéndonos que saliéramos los
cuatro primeros de cada barraca. A mí me tocó. Y nos llevaron cerca de la frontera
belga, a Montmedy (La Meuse) donde nos emplearon en hacer trincheras para enterrar
cables telefónicos. A cada uno de nosotros nos asignaron, yo hablo de mi compañía, dos
metros de largo, dos metros de profundo y 60 centímetros de ancho. Eso teníamos que
hacer por día cada hombre. Inútil decir que muchos de nosotros que no habíamos
trabajado en la vida manualmente teníamos las manos ensangrentadas. Pero la
solidaridad de los otros nos ayudaba a terminar nuestra tarea. Esto sería por mayo y
junio del 39.
-47-
José Alonso Alcalde.
Después nos llevaron a otro pueblo cerca de Montmedy. Vivíamos en una finca
abandonada. Dormíamos en la cuadra y los pesebres nos servían de estantería para poner
las maletas. Sin luz, nos alumbrábamos con velas. Pasábamos hambre. Nos daban de
comer, pero era justo. De allí salíamos todos los días a hacer carreteras a través de
bosques, por las cuales facilitamos el paso de los alemanes después.
A los dos o tres meses nos enviaron al Departamento de Les Ardennes, cerca de
Charleville. Y, allí, nos llevaban todas las mañanas a descargar vagones de material a la
estación de Sedán. Una mañana nos dijeron hoy no salimos. No sabíamos por qué.
Sabíamos que la guerra estaba inminente. Estábamos sentados en la carretera delante de
la casa en que nos alojábamos y pasó un coche que distribuía un periódico que se
llamaba Paris soir y que daba la noticia de la entrada de los alemanes en Bélgica.
Entonces fue la gran desbandada. El capitán nos quiso controlar a todos, porque,
claro, teníamos miedo de los alemanes. Reunió a la mayor parte de la compañía y nos
puso en marcha. Yo, con otros dos camaradas, abandonamos la compañía durante el
trayecto. Encontramos bicicletas abandonadas. Porque había de todo: coches, carros. Era
como la desbandada de nuestro país, vivíamos una desbandada semejante. Y en el
Departamento del Aude nos detuvieron los gendarmes y nos pidieron papeles. Como
documentos de identidad teníamos las cartas que recibíamos de España con la dirección
de la compañía. Nos dijeron que nuestra compañía estaba más atrás en un pueblo que se
llama Curtisol, en La Marne. Tuvimos que ir allí. Y de allí, con la compañía, nos
llevaron al campo de Argelès-sur-Mer. Nos llevaron allí con objeto de reorganizar la
compañía porque faltaba gente. Porque hubo casos de que los Aliados habían encontrado
a españoles desperdigados como nosotros y los habían tomado como alemanes
parachutados y disfrazados, y lo pasaron mal.
Después del armisticio, nos llevaron al Departamento de Loire, a Roanne. Allí había
un arsenal y teníamos que destrozar los cañones con sopletes, hacerles agujeros y
embarcarlos en vagones para llevarlos a Alemania donde los fundían y hacían otros
nuevos. Allí estuvimos hasta finales del 41 en que los alemanes vinieron a hacernos
unos exámenes para llevarnos a trabajar a la base submarina de Burdeos. Yo fui
seleccionado.
De la base submarina de Burdeos me evadí con un camarada madrileño, Chamorro,
y un catalán. Volví a la compañía, que me envió a trabajar como campesino a una finca.
En esa finca entré en contacto con gente del Partido Comunista francés. Ellos me daban
pasquines para distribuirlos.
Y un día me pillaron con los pasquines y me interrogaron que quién me los había
dado. Yo decía que los ingleses habían pasado tirando, y ellos me decían que no, que los
ingleses no hacían pasquines así, que los hacían con banderitas, muy adornados. Me
llevaron a la cárcel de Saint Paul en Lyon, y como estaba llena me llevaron a 11 kms, al
fuerte de Chapolí, en Saint Genis les Olliers.
-48-

Españoles integrados en una compañía de trabajadores reparando vías de ferrocarril en Saint Cyprien.
En ese fuerte me metieron en los sótanos y allí yo viví una de las aventuras más
felices de mi vida. Porque no hice más que llegar y me cortaron el pelo al cero. El
peluquero era un español. En ese fuerte había un mando alemán, un coronel francés que
mandaba todas las Compañías de Trabajadores, como de la que formaba yo parte, de la
Región de Lyon. Y me metieron en el sótano en que tenían el carbón. Dos veces durante
la semana vino a interrogarme el comisario con otro policía. Querían saber quién me
había dado esos pasquines. Yo les decía que me los había encontrado por el suelo
creyendo que los Aliados los habían tirado. No me torturaron, me pegaron dos o tres
bofetadas nada más. Me metieron después en una celda en que estábamos 17. Había
judíos polacos, judíos luxemburgueses, dos armenios y un camarada de nuestra
compañía que estaba allí también.
Y vino el barbero a afeitar a la gente, el español. Y me dice a mí, yo a ti te conozco,
pero de dónde eres, pero si somos de la familia, somos de casa. Este era un lenguaje que
empleaba el Partido Comunista español. Yo me decía, en buenas manos he caído, le
decía, pues chico yo no tengo familia aquí y tal y qué sé yo. Y no le hice caso. Y
saliendo a trabajar al patio, estando en el pasillo formados, viene otro español que me
dice, no tengas miedo que aquí hay gente de casa. Digo, vaya, otro. Salimos al patio, yo
estaba serrando leña con un luxemburgués y viene el jefe alemán y me llama. Me cuadro
ante él, como era la costumbre, y me dice, ven conmigo, vas a ir a trabajar a intendencia,
vas a ir con Márquez, porque tú conoces a Márquez. Digo, sí... Yo estaba un poco
mosqueado. Y de qué le conoces. De cuando pasamos la frontera, si es que es el mismo,
digo yo. Mira, él es el jefe de la intendencia, aquí hace lo que quiere y si dice que te
puedes comer todo, te lo comes, y si dice no tocar nada, no toques nada.
Y entro y me dice, coño, Alonso, y me abraza. El alemán dice, aquí tienes a tu
amigo, y se marcha. El que me han presentado como Márquez me dice, bueno, y qué tal
por ahí fuera la familia. Yo digo, me estás tocando ya..., si yo no tengo por aquí familia.
Se echó a reír y me dice, tú conoces a Cristóbal que es zapatero. Digo, no, yo conozco a
un Cristóbal zapatero que era de la edad de mi padre, que estaba en la misma compañía
que yo, pero que había desaparecido de la compañía no sé por qué.
Se fue a buscar a Cristóbal. Cuando me vio el viejo me abrazó. Y me explicó: en el
mando de todas esas compañías, el secretario del coronel, el jefe de la intendencia, el
barbero, los cocineros, eran todos comunistas, era el Estado Mayor del Partido
Comunista infiltrado ahí dentro. Y, claro, había llegado el secretario del comandante por
la tarde y les había dicho, ha llegado aquí un camarada que seguramente va a pasarlo
muy mal porque le han cogido con pasquines del Partido francés, un tal Alonso, de tal
grupo. Y les dijo, hay que sacarlo de aquí. La cosa vino por ahí.
Entonces, yo estaba en intendencia, y cuando me iba por las tardes a dormir me
llevaba los bolsos llenos para llevarles un poco a los otros del Partido. Yo estuve allí tres
semanas, no llegó.
Una noche empezamos a oír camiones que llegaban, que llegaban, que llegaban, y a
las 9 de la mañana viene Márquez, el de intendencia, y el barbero, vente enseguida, con
un teniente francés que se llamaba Rovin, me dan mi ropa y me dicen, tienes que
marcharte, porque esos camiones venían de hacer una rafea en Lyon, de judíos, y venían
a completar el cargamento con todos los que estábamos allí para ir para Alemania, a los
campos. Y estos camaradas me hicieron salir del fuerte. No me encontraron una boina,
que tenía el pelo al cero. Y el teniente francés, ese Rovin, me dio 100 francos que en
aquella época era una fortuna, -49- toma, ten cuidado, y que la próxima vez no te
enganchen.
De mis años de militancia en el Partido, que yo dejé la militancia en el 46, tengo
este recuerdo muy satisfactorio, porque yo no confundo tampoco la base de un partido,
sea el que sea, con la dirección.
Volví a la compañía, porque el teniente francés me dio una nota como que estaba
liberado del fuerte. Y la compañía me envía a Saint-Étienne, a una fábrica de productos
químicos donde trabajaba mi padre. En esta fábrica el Partido estaba bien organizado.
Hacíamos sabotajes. Se ponía ácido nítrico, del cual llevo aquí las señales,
saboteábamos las cubas antes de que se marcharan para que durante el trayecto a
Alemania se perdiera todo. Y luego, en Saint-Étienne participé en misiones más
importantes que no puedo relatar.

-¿Cincuenta años después...?


Eran atentados directos contra oficiales alemanes y esto lo hacíamos por
grupos. Yo tenía la misión de informarme de las horas, de trayectos de aquí y
de allá, esa era una parte de mi misión. Y en ese grupo mixto, de polacos,
españoles y franceses, un domingo estando yo en Saint-Ètienne, un chico de
18 años que vivía con su tío, amenazó con la pistola a su tío. El tío logró
calmarle, y cuando logró calmarle se fue a denunciarle a la policía. Le
detuvieron y el chico habló. Pero eso yo lo supe después. Nos detuvieron a la
mitad del grupo. A mí, un domingo por la mañana cuando iba a coger mi
turno a la fábrica. Me estaban esperando a la puerta. Esto fue en octubre del
año 43.
Había un autobús que bajaba a Saint-Ètienne y me llevaron esposado en
él. Iba lleno de gente que bajaba al mercado, al colegio. Marchaban entonces
con carbón los autobuses. Desde Roche la Mollière, la fábrica donde yo
estaba, a Saint-Ètienne hay 6 kms y a cada parada la gente subía. Yo les
pasaba los cestos y daba un puñetazo en la puerta desde dentro para que el
autobús siguiera. Al llegar a Cote Chaude, que es una cuesta, les pasé las
cestas a unas señoras que iban al mercado y en un momento determinado tiré
la portilla de fuelle y me quedé fuera y eché a correr. Oía que decían, pare,
pare. Pero escapé.
Me fui al barrio polaco, que era un barrio que entraba usted en el
número 5 y sortía en el 304. Se comunicaban todas las casas como en el viejo
puerto de Marsella. Allí había polacos amigos nuestros y les expliqué lo que
me había pasado. Me camuflaron, entraron en contacto con los responsables
de nuestro partido.
Y a los diez días me llamó el responsable del partido y me presentó a un
chico vasco, que venía a ver a su esposa que la tenía allí pero él estaba en el
Ariège como cocinero en un tajo de leñadores, también del partido. Y me
bajé con él al Ariège con la Brigada de guerrilleros del Ariège.
Llego a esa Brigada, yo bien vestido, veo a un grupo de seis hombres
como pordioseros en una casa derrumbada y pasa un día, y pasan dos, tres,
cuatro... Esto era la 3.ª Brigada. Estaba el jefe de la Brigada que se llamaba
Mateo, el jefe de Estado Mayor, que se llamaba Conejero, el comisario
político, un asturiano que valía más que todos los mandos que hemos tenido
en Francia, «Pichón», Ramos que se encuentra en Toulouse y un tal Miguel.
Y otro que llamábamos «el Canalla», nunca supe su nombre. Se encontraba
también el jefe de la División que era Acebedo, que fue después jefe de
Estado Mayor de la Agrupación de guerrilleros, un gallego, con su comisario
político de División, Moreno, que se encontraba de paso.
Y me llaman aparte. Me veían todas las mañanas ir a lavarme a un
riachuelo que pasaba por allí cerca. Y decían los otros, este se cree que viene
aquí de vacaciones. Entonces, me llaman ese día aparte y me dicen,
camarada, aquí has venido a una Brigada de guerrilleros, pero con una
seriedad y una cosa, como ya puedes ver nos jugamos la vida con una pistola,
por el día hacemos leña y carbón y por la noche vamos a tirar algún
transformador o alguna columna, sabotajes, así que si te conviene te quedas
con nosotros y si no, te ponemos a disposición del partido. Ponerme a
disposición del partido representaba enviarme a un tajo simplemente a hacer
leña. Yo les dije, bueno, me enviáis a disposición del partido. Y me dice,
claro, ya dice «Pichón» que no todo el mundo vale para jugarse la vida con
una pistola. Dije, ahora has hablado como un hombre, pero aquí es que no se
puede jugar uno la vida con una pistola porque es que no tenéis más que una
para seis.
Ese mismo día, por la tarde, llega un chico de un pueblo que se llama
Lavelanet, que dice que había un golpe terrible a dar en la Perception (un
anexo de Hacienda donde se pagaban las pensiones). Hablaba de un millón.
Yo les escucho. No sabían qué hacer. Yo les dije: ¿Cuántos habitantes tiene
Lavelanet? 7000 habitantes. Digo, entonces no hay comisaría de policía, no
hay más que una gendarmería. ¿Cómo lo sabes tú? Por mis atribuciones antes
de venir aquí. Les dije: si me dais un arma y quien me acompañe, antes de
irme a disposición del partido, voy a buscar esos cuartos, hombre.
Al día siguiente, a las 6 de la mañana, nos despiertan a todos y me dicen,
como ayer te propusiste, camarada, si quieres te damos un arma, tenemos
también dos granadas y tal. Me dan la pistola y vienen conmigo Ramos y «el
Canalla». Pero «el Canalla» no sabía montar en bicicleta y tuvimos que andar
una hora por el camino de tierra enseñándole. Hacía falta tener agallas para
lanzarse a una aventura así.
Llegamos allí y estaba lleno de bicicletas delante de la puerta. Eran de la
gente que iba a recoger sus pensiones. Dije, bueno, vamos a dar una vuelta
por ahí.
-50-
Volvemos y lo mismo. Y entonces les dije, hay que esperar a mediodía,
cuando se vayan a comer. Y así lo fue. Nos llevamos 335000 francos.
Había un señor y dos empleadas. Dijimos: manos arriba, no se muevan
que no pasará nada. Venimos a buscar el dinero, no venimos como
atracadores, somos de la Resistencia, nos hace falta para comer y vestirnos y
para ayudar a los amigos encerrados en el campo de Vernet, así que por favor
no se muevan. Abre el cofre, yo tenía una mochila, la llenamos. Yo tenía la
pistola, Ramos la granada, que no hacía más que pasarla de una mano a la
otra para que se la vieran.
Y hay una escena bonita, y es que había una puerta que comunicaba con
un despacho y esa puerta, lo supimos después, daba a la vivienda del señor.
Y llega una criada, abre la puerta y dice, señor, ya está la comida hecha, y
cuando nos vio la pistola, levantó las manos y se quedó..., tenía una
cucharilla de café en la mano... Ese detalle se me quedó grabado. Dije, pase,
que no le va a ocurrir nada. Y dije: le voy a hacer confianza, no le corto el
teléfono, pero hasta las dos de la tarde no telefonee usted, porque si
telefonea, una noche de estas a lo mejor su casa va a volar, por eso le
advierto.
Mandamos a «el Canalla» delante con su bicicleta, y ve venir a dos
gendarmes que iban a comer seguramente, y da cuatro o cinco vueltas así con
la bicicleta aquella, la gente mirándole y riéndose, pero se pudo enderezar.
Llegamos al maquis, estaban inquietos. Era la primera vez que se hacía una
cosa así.
Acebedo viene y dice: a ver. Yo, antes de abrir el macuto digo: un
momento, os quiero decir a todos los que estáis aquí que en esta peluquería
me ondulo el pelo yo. El que quiera tenerlo bonito como yo, la próxima vez
que venga conmigo. Hombre, no hay que ser tan irónico. Esto fue l'entrée en
matière, como dicen en francés, con la 3.ª Brigada.
Y a los pocos días, di otro golpe a un coche de correos, pero allí había
26000 francos solamente.
Y el jefe de Estado Mayor, Conejero, nos dijo un día: bajo a Varilhes,
voy a llevar ropa a lavar en casa de una familia, que se llamaba Blanco. Y no
lo volvimos a ver más. Y resulta que nos enteramos más tarde de que le
habían detenido y fue deportado a Alemania. Pero le detuvieron porque había
ido a ver un partido de fútbol. Me ofrecieron a mí si quería coger el Estado
Mayor de la Brigada, dije que sí con la condición de que me dieran un poco
carta blanca. Me dijeron que sí.
El jefe de la Brigada, que era Mateo, un chico muy majo que estaba
tuberculoso y cardíaco, el pobrecillo. Era un hermano para mí. Él me dijo, tú
vas a llevar la Brigada porque yo, mira como estoy, y lo que hagas estará
bien hecho. Por eso hoy día se habla de mí y no se habla del jefe de la
Brigada.
Yo era un extranjero para ellos. Porque yo venía del centro de Francia y
ellos no habían salido del Departamento de Ariège. Yo no hice parte de sus
camarillas. Y a pesar de los éxitos, que esa Brigada llegó a tener 350
hombres efectivos en 3 Batallones, pues a pesar de todo, nunca fui una
persona muy grata para ellos. Sólo era grato cuando venían a buscar dinero
los grandes del Estado Mayor de la agrupación o bien, después de la
liberación, cuando tuvieron necesidad de mí para hacer gestiones ante las
autoridades francesas.
Yo me hice cargo de esa Brigada con la que controlábamos los nudos
importantes de carreteras del Departamento. Atacamos una Escuela de
Gendarmería que había en Pamiers, una fábrica de Altos Hornos que aún
existe, transformadores, máquinas de caminos de hierro. En Tarascon-sur-
Arièges yendo a Andorra hay una fábrica de aluminio, hay un conducto de
agua que baja de una montaña, y fuimos a sabotear las tuberías.
Por mediación de una maestra de un pueblo, que estaba en relación con
nosotros y que hacía pasos, ésta me hizo conocer a otra maestra de un pueblo
próximo que estaba casada con un armero de la Escuela de Gendarmería, y
éste nos reparaba armas si estaban deterioradas y demás. Una tarde esta
maestra me hace saber que este armero que se llamaba Araguy quería verme
urgentemente en su casa a las 8 de la noche. Y me desplacé. Había otro señor
con él, que yo no conocía, que era el jefe de los parachutages del Ariège. Y
había ocurrido un caso, es que había un grupo de civiles que habían recibido
un parachutage o dos, pero como no tenían maquis, camuflaban los
containers en el bosque, cogían lo que a ellos les interesara y dejaban
escondido el resto. Y una tarde, un jueves, que entonces eran los jueves
cuando los chicos no tenían escuela, los chavales jugando descubrieron un
container y andaban jugando con pistolas. Y, claro, el hombre éste, asustado,
fue a ver al armero para ver si conocía un maquis competente, y le puso en
contacto con nosotros, los españoles.
Este señor nos facilitó a partir de ese momento, a los españoles, dos o
tres parachutages antes de la liberación, con lo que pudimos armar bien a
nuestros batallones. Esto nos ocasionó mucha tirantez con los maquis
franceses.
Un mes antes de la liberación, nos habían enviado un nuevo jefe de
Brigada, porque a Mateo como estaba tan enfermo le enviamos por
mediación de familias francesas a una finca a reposar. El nuevo jefe de
Brigada venía de Marsella y no conocía los bosques ni nada. Se llamaba
Arroyo. Y nos señalan un parachutage. Yo le digo a Arroyo: bueno, tú sabes
que tengo que irme a Saverdun que tengo una reunión. Me dice: sí, tú vete a
la reunión, que nosotros cogeremos el parachutage. Y cuando regresé a las
cinco de la mañana, le pregunto, -51- Arroyo, qué tal el parachutage. Me
dice, bien, ha habido carne. Y al decirme, ha habido carne, yo digo alarmado,
qué ha pasado, cómo ha sido eso. Dice, no, no te alarmes, nos han enviado
gente, una misión interaliada, les tenemos en una finca, pero vienen a tomar
contacto contigo, con el capitán Robert. Entonces no teníamos grados,
éramos jefe de Estado Mayor o jefe de la Brigada, pero sin grados. Y es que
el jefe de los parachutage había dado mi nombre a Londres y a Argel, el
maquis del capitán Robert, me había dado un título sin saber lo que era en
realidad. Entonces cogimos un coche, porque ya teníamos coches y teníamos
camiones, y nos fuimos a buscarles.
Y allí ya vi una decepción en el general Bigear éste. Me presentan y yo
iba, fíjese usted, 25 años, con pelo teñido de rubio porque me habían
detenido una vez en Foix, y con pantalón corto y la pistola-metralleta, y me
presento. Me da la mano y me miró y yo vi en su mirada la decepción porque
yo creo que se representaba al capitán Robert como un francés con el pelo ya
canoso y se encontró con un chaval de 25 años que era considerado por ellos
el jefe de los guerrilleros. Me dieron la mano. Había un Mayor inglés, un
teniente canadiense, un alférez francés y un sargento radio, español,
Cánovas. Les llevamos al maquis. Vieron la organización nuestra, los
Batallones, les saludaron firmes, aquello les hizo una impresión muy buena,
y, sí, él habla muy bien de nosotros, inclusive hoy, ¿verdad? y entonces,
como estaban en comunicación con Londres, por radio, pues conocían los
planes de liberación. Y nos informan: el día 18 de agosto, los franceses
habían ocupado Lavelanet, Pamiers y Varilhes. Y nos dicen que el día 19 hay
que liberar Foix.
El Batallón Guernica desfila ante el Gran Teatro de Burdeos, después de los combates de la
Pointe-de-Grave.
Y nos preparamos para liberar Foix el 19 a las 5 de la tarde. Hago los
partes para los tres Batallones, envío un enlace, que el enlace que fue a Saint
Girons anduvo por lo menos 10 o 11 horas, el pobrecillo, para llegar a su
sitio, con el objetivo de que cortaran la carretera de Saint Girons, la carretera
de Ax-les-Thermes, el Segundo Batallón venía a cortar la carretera de
Andorra que es la Nacional 20, y el Primero venía con nosotros, con el
Estado Mayor y la Misión Interaliada. Les llevamos ante las puertas, y el
Tercer Batallón se encontraba ya en el fregado con una columna alemana que
venía de los Bajos Pirineos. El 24 Batallón tenía problemas con los camiones
porque con ese carbón de la época y tal, tampoco llegó. Y entonces atacamos
solamente con el primero. La gente atravesó el río a nado en aval y en amont
y abrimos una ametralladora en la montaña que domina Foix, porque en el
puente había alemanes, para barrer el puente y pasar por allí, y nos
infiltramos en la ciudad, y calle por calle, hasta el Liceo. Nos batimos,
tuvimos dos bajas, y a las nueve de la noche los alemanes presentaban ya
bandera blanca y se rendían. Fue liberada Foix solamente por los españoles
de la 3.ª Brigada, el primer Batallón, y el segundo Batallón que llegó a las 7
de la tarde, que ya estábamos en pleno combate.
Al día siguiente nos instalamos en el mismo Liceo donde tenían los
alemanes el Estado Mayor. Y recibo un golpe de teléfono diciendo que hay
una columna alemana que viene de la frontera española, que viene hacia -
52- Foix por una carretera paralela a la nacional. Envío enseguida gente
para allá y los tienden una emboscada en el pueblo de Prayols, que es pueblo
donde tenemos el monumento. Allí se batieron y se rindieron. Había de 90 a
100 alemanes.
Esto fue el día 20. Y el día 21 y 22 de agosto de 1944 hubo otra batalla
entre Saint Girons y Foix, a mitad de camino. Allí cogimos prisioneros entre
1300 y 1400, entre alemanes y mongoles. Nosotros éramos 350 de nuestra
brigada, más una centena de franceses, entre diferentes maquis, y gente que
se incorporó para ayudar. Pongamos que en conjunto éramos unos
quinientos. Pero como estábamos desperdigados, como es papel de una
guerrilla, ellos se creyeron que éramos mucho más numerosos. Cuando
sacaron bandera blanca para parlamentar, el general Bigeard y el inglés que
iban con uniformes, les dijeron: somos tropas parachutadas, están ustedes
cercados por todas partes. Entonces el general alemán se rindió, pero después
de dos días de combate en los que progresaron un kilómetro y medio o dos,
no pudieron más.
Les llevamos a Foix, naturalmente, y fueron a ocupar las plazas que
habían quedado vacías en el campo de Vernet. Y le diré que en la batalla de
Prayols había con los alemanes cuatro o cinco españoles de la División Azul.

Testimonio de Pascual Sangüesa, residente en Burdeos

El Batallón Guernica desfila por las calles de Burdeos.


Refugiado español que actualmente sigue residiendo en Burdeos.
La ciudad de Burdeos, donde residían infinidad de
españoles, emigrados y refugiados de la guerra civil, fue
liberada en domingo, si mal no recuerdo y la memoria no me
desdice, para ser más preciso el día 28 de agosto de 1944.
Señalaré de pasada que tan solo fue una la víctima causada
por la huida de las tropas alemanas que, como último reducto
y para cubrir así su retirada hacia el norte, pusieron un
pequeño cañón en la entrada del «Puente de piedra»
bombardeando así una de las principales arterias de esta
ciudad, donde más se congregaban los españoles, que llevaba,
y lleva en la actualidad, el nombre de Víctor Hugo. Muchos
desperfectos dejaron en algunas fachadas y balcones. Uno de
ellos sirvió de local a nuestras Organizaciones durante
infinidad de años.
Tengo que poner de relieve y hacer resaltar la sola
víctima señalada más arriba, era la de un español, y requiere
nuestro más fervoroso saludo y recuerdo, Pablo Sánchez, que
quiso arrebatar a pecho descubierto, con una pistola del 6,35
en la mano el cañón a los dos alemanes que, antes de llegar a
ellos, le asesinaron fríamente.
En el lugar de su muerte existe una placa mural,
apadrinada por lo que en aquellos entonces se denominaba
Junta Española de Liberación, entidad que estaba presidida
por un compañero del PSOE, integrándola también, además
de nosotros, los Partidos Republicanos, el POUM y los
Sindicatos CNT y UGT. No se encontraba presente el Partido
Comunista a quien se invitó como a las otras Organizaciones,
su puesto se quedó vacante, sólo asistieron a la reunión de
constitución. Más tarde resucitaron lo que les dio por llamar
la Unión Nacional en la que integraron a cuatro o cinco ex
compañeros del PSOE, por lo que decían que todo el PSOE se
encontraba en Unión Nacional, al igual que la histórica UGT.
Bordeaux nunca ha conocido una manifestación -53-
de duelo como la que se hizo para acompañar a aquel español
a su última morada. Se cuenta, yo estaba presente
representando a las Juventudes, que participaban más de cien
mil personas. Tengo que decir como ejemplo que el
cementerio donde se trasladaron sus restos dista del punto de
partida unos seis kilómetros. Cuando el cadáver llegaba a la
puerta del cementerio con la primera fila de acompañantes,
las últimas personas salían del punto de partida.
Los franceses al hacer la historia de la liberación de
Burdeos no hacen alusión, ni siquiera una sola vez, al caso
Pablo Sánchez.
Siete días después, el 3 de septiembre de 1944, se
reorganizaba el PSOE en el local del Partido Socialista
francés, instalado en la calle Ares, en el que hay una placa
también haciendo saber que durante la ocupación se reunía
allí el grupo de Resistencia «Francia Norte» compuesto en su
mayoría por compañeros franceses de gran relieve. Quisiera
señalar los nombres de quienes llevaron a bien tan ingrata
tarea, aunque hay que tener muy en cuenta que la mayoría de
aquellos excelentes compañeros han desaparecido: Alonso,
Pantaleón León, Dámaso Solana, Calvo, Virgilio Pierna,
Lorenzo López Melero, Buitrago, Tamayo, Rubio, Ángel
Jiménez, José Campos, López Líndez, Marcial Gutiérrez,
Paulino Barrabés «padre» Cecilio Sangüesa, González
Solana, etc., etc. (...)
Aunque Bordeaux estaba liberada, no por eso la guerra
había concluido. A unos pocos kilómetros del centro de la
ciudad, dos Divisiones alemanas se resistieron durante más de
cuatro meses, las detonaciones y sobre todo los bombardeos
se oían desde algunos barrios, lo que causaba lo que se
denominaban «bulos» sobre las ofensivas que los nazis
querían efectuar puesto que se encontraban en un nido sin
salida, denominado «La Pointe de Grave».
Las batallas finales fueron feroces, en ellas participaron
heroicamente dos Batallones españoles al mando de un
polaco, el general «Chusco», el «Batallón Libertad»,
compuesto en su mayoría por compañeros de la CNT y
algunos compañeros socialistas. Lo mismo tengo que decir
del «Batallón Vasco»48, compuesto por nacionalistas del PNV
y numerosos socialistas de Euzkadi. El general que mandaba
las fuerzas alemanas se rindió a los Batallones español y
vasco. Ni que decir tiene que en estas batallas fueron muchos
los compañeros y compatriotas que dejaron sus vidas en aras
de la libertad.
Más tarde, en una gran manifestación que se celebró en
Bordeaux, el general De Gaulle en persona saludó en
presencia de las autoridades de esta ciudad, a los valientes
representantes nuestros, al igual que a las banderas que
ondeaban en la plaza de Quinconces, la republicana y la
vasca, a quienes les puso la correspondiente condecoración.
(...)

Testimonio de Luis Menéndez Viña, guerrillero residente en Toulouse


En julio del 39 vinieron al campo de Argelès a pedir asturianos para ir a trabajar a
una mina al lado de la Línea Maginot. Fuimos 40. Llegamos allí y no había compañía de
Trabajo. Yo había estado unos meses en París y chapurreaba el francés. Vino un
gendarme para que yo tradujera lo siguiente. Dijo: aquí no estáis vigilados porque la
Compañía de Trabajo está lejos de aquí. Vais a estar muy bien. Vais a trabajar en la
mina, pero acordaros de lo que os digo: no tendréis más derecho que a comer, trabajar,
dormir y cagar. Cuando ustedes salgan de la mina vendrán directamente a la hostelería.
La única salida que teníamos era los domingos que dábamos una vuelta por el
pueblo. Pero muy poca cosa, porque allí no había llegado la emigración española y nos
extrañaban. La gente del pueblo nos llamaban «rojos». Tenían la obsesión de «los
rojos». Incluso el mismo cura que vino a vernos un día preguntó a un chico español que
cuántos curas había matado él. Esa era la mentalidad de entonces hacia nosotros. No
éramos muy estimados por aquella gente.
Empezada la guerra, vino la desbandada. Yo, con un grupo de asturianos, llegamos
a Epinal. Allí decidimos ir a Burdeos. ¿Qué problemas teníamos nosotros? A España no
podíamos ir. Y había que escapar lo más lejos posible de los alemanes. Viniendo de la
frontera alemana yo llego aquí a Toulouse en noviembre o diciembre de 1939. Y me
detienen por falta de documentación y me llevan al campo de Argelès otra vez. Ya era
un campo más sofisticado, ya había retretes. La primera vez que estuve allí, no había,
íbamos a hacer del cuerpo al lado del mar. Había más organización, más gendarmes,
más senegaleses. Y allí se forman las Compañías de Trabajo para el Mediodía de
Francia que no estaba ocupado. Yo fui con un grupo al Ariège, a Auzat.
Estando en Auzat llegó, en el 41, procedente de Montauban, un paisano nuestro que
se llamaba Álvarez, de nombre simbólico «Pichón»; un tal Ríos, que no se llamaba Ríos,
y Antonio Molina. Vienen a hacer los primeros contactos para formar grupos, que
entonces se llamaban compañías especiales. Esto fue a principios del 41.
Y ya se fueron constituyendo grupos cuasi militarizados. El único inconveniente es
que los mandos estaban siendo ocupados por quienes estaban entonces preparando el
famoso organismo «Reconquista de España»; que más tarde sería la UNE (Unión
Nacional Española) que debía haberse llamado UNCE (Unión -54- Nacional de
Comunistas Españoles) porque eran ellos los fundamentales. De todas formas hay que
rendirles el honor de reconocer que fueron los únicos en aquella época que han hecho
algo para movilizar a la gente. En nuestros medios confederales no sólo no había
coordinación sino que había mucha gente que no estaba de acuerdo con el hecho de que
había que estar tratando con comunistas. Allí, los comunistas que había a mí no me
estorbaban porque me dieron bastante facilidad para mandar algo, pero bajo el mando de
otro grupo.

Luis Menéndez.
Ríos fue el que más tarde organizó el 14 Cuerpo de Ejército Guerrillero. A este le
mataron los alemanes en un pueblo, al lado de Varilbes, en el Ariège. Sánchez, el
zapatero, Antonio Molina, Facundo Famada, encontramos a esta gente más tarde en
deportados o en matados por los alemanes. Y a Avila.
Se formó un Batallón especial, -bueno, un Batallón estaba compuesto de no más de
600 hombres en aquella época- que más tarde va a ser la 3.ª Brigada de Guerrilleros que
mandó «Robert»Alonso en el 43.
Una Brigada estaba compuesta de 3 Batallones, pero cada Batallón tendría 50 o 60
personas, las cosas como son. O sea que no había miles y miles de gente porque no había
manera tampoco ni confianza para formarlos. La prueba es que nosotros fuimos casi
todos detenidos porque uno o una nos vendió, si no los alemanes no nos enganchan.
Estábamos estructurados. Y allí el que mandaba el Batallón era Antonio Molina que
venía del Aude. Era un miembro influyente del Partido Comunista y, ¿cómo se dice?
illettré, analfabeto, pero era hombre de confianza de Ríos y de «Pichón» y de Zapatero.
Eran ellos los que tenían copado todo. Cuando venían del Aude, allí tenían el grupo
fabricando carbón de leña para los coches, y allí ya tenían grupos pero que no eran de
ejecución, eran grupos políticos. La verdadera ejecución estuvo con nosotros que
empezamos a recuperar dinamita de las canteras y participamos en sabotajes: pilonas
eléctricas, en líneas de hierro, chemins de fer, las conductas de agua. En una de ellas se
produjeron 140 detenciones.
La confianza con los franceses de la Resistencia vino más tarde, cuando Alonso ya
empieza a instalarse en pueblos y vinieron a verle los francotiradores comunistas, pero
ya en el 43. Durante el 41 y el 42 la única resistencia que había estaba compuesta por
españoles. Esto es lo que tenía extrañados a los alemanes. El alemán que nos detuvo
dijo: estos chicos no saben hablar francés. A mí no, pero a Famada le dijeron: no teníais
que haber hecho nada, porque nosotros contra vosotros no tenemos nada, es Franco el
que tiene que ver con vosotros. Pero Famada terminó en Buchenwald.
Diego Chacón, un chico de Granada, y un tal Sebastián Martínez, éramos en total
cinco o seis, preparamos con dinamita para volar tubos de agua, enormes tubos de dos
metros de diámetro que hacían marchar una central eléctrica de una fábrica de aluminio,
el aluminio necesita mucha electricidad para fundir. Este era el sentido de lo que nos
ocupábamos, sabotajes.
Pero mucho del material que recuperábamos, sobre todo la dinamita, iba a parar a
otros maquis.
-55-
Dinamita teníamos la que nos daba la gana. La sacábamos de los pantanos en
construcción. Los mineros allí eran casi todos asturianos. Iban a tirar dinamita a las
cuatro de la mañana y volvían con 500 gramos que no explotaban y que metían en un
macuto. Los otros grupos guerrilleros venían en bicicleta a recoger la dinamita.
Los franceses sabían que hacíamos algo, pero les daba mucho miedo protegernos.
Si había que decir la verdad, poca confianza teníamos con la acción francesa. Alguna
confianza vino, como éramos jóvenes, con algún amigo francés, cuando íbamos a
charlas, entonces no había bailes ni había nada, o cuando discutíamos en el trabajo y te
preguntaban qué hacías en España, cómo vivías. Ahí ya se hacía amistad y les
contábamos algo. Y estos podían servir, pero para poca cosa. Excepto, por ejemplo, con
el hijo del Alcalde que como éramos amigos íntimos y tenían una camioneta, pues yo
para ir a Tarascón no tenía problema.
Teníamos entonces no un carnet de identidad, un reçupissé (salvoconducto). Con
aquellos salvoconductos no podías trasladarte a otro Departamento. Pero nosotros, en
bicicleta o como podían, venían del otro Departamento, de la parte del Aude, venían de
Toulouse, pero de una forma clandestina. Yo conseguía un salvoconducto firmado por el
Alcalde porque era amigo de su hijo.
En el 42, ya llegó Oria. Este fue jefe de la 3.ª Brigada, formada por tres Batallones,
uno que estaba en el centro del Departamento, otro que estaba al este y el otro, al oeste,
para marcar todo el Departamento con el objeto de, un día u otro, atacar si era necesario,
si los alemanes llegaban. Eso ocurrió más tarde, ya eso yo no lo vi, pero sin ningún
francés todavía. Todavía no había ningún francés, excepto un garajista de Varilhes, un
cartero de Varilhes y un profesor de Liceo de Foix, primeros contactos que tuvimos con
franceses. Más tarde varios franceses nos buscaron para hacer pasajes a Andorra. Y en
este famoso Batallón se formó un grupo de gente para ayudar a pasar a Andorra. Ese
grupo lo mandaba un tal Cuenca, del Partido Socialista. Él no quiso venir con nosotros
porque tenía, desde España ya, un aborrecimiento de los comunistas, porque había
sufrido bastante con ellos, con los de El Campesino, era una alergia lo que tenía con
ellos. Se llamaba Álvarez Cuenca, que era de Cuenca el chaval; pero su nombre
verdadero era Álvarez.
Y este fue el primero que me vino a ver a mí con ese profesor de Foix. Me
explicaron que teníamos que estar en contacto con los franceses y me dieron rendez-
vous en el hotel Saint Vincent, que existe todavía, en Foix. Yo les he dicho la verdad,
que teníamos mucho miedo porque estábamos hartos ya de ser tratados de rojos y de
criminales y de ser tratados como gente que juegan en el equipo de reserva, en el trabajo,
en la habitación, en todos los aspectos. Quieras que no, mentalmente éramos unos
minusválidos de la población francesa. Después de la liberación se dieron cuenta con
quien trataban, pero entonces no. Y tampoco nosotros les teníamos mucha confianza.

Gendarme, jefe del grupo, con oficiales y soldados republicanos españoles en el campo de concentración
de Argelès-sur-mer en agosto de 1939.
Yo me marché del Batallón por culpa de Molina, porque no me gustaba estar
mandado por un burro, las cosas como son. Y ya entré en contacto con Álvarez y con
Combat. Esto ocurre en junio, julio, agosto del 42. Encuentro a Molina y tres mandos
más de guerrilleros en Andorra donde ya había un puesto de commandement, pero
organizado por el Partido Comunista español en la Massat, era ya el tentáculo. Y yo le
he dicho a Molina aquel día: ¿quién tiene los documentos? Hacían reuniones y todo.
Dice: no, están en un sitio seguro. Pero yo los he visto después en poder del juez, no
estaban en sitio seguro. Y es que allí entraron ya en el grupo una familia de españoles,
pero que estaban en Francia desde antes de la guerra, «españoles blancos» se llamaban,
y otra familia de franceses.

Luis Menéndez, guerrillero.


-56-
A últimos del año, antes que a mí, detuvieron a Hubert, a Manolo, que era un jefe
de la 18 Brigada de la División Durruti, la 26 División. Al mismo tiempo detuvieron a 7
u 8 más. No lo dimos importancia porque a Hubert le cogieron viniendo de Andorra y a
lo mejor se creían que venía haciendo contrabando. A mí me detuvieron durmiendo. Me
despertaron dos policías alemanes acompañados de dos gendarmes, en Olbier. Era
diciembre del 42.
De allí me mandaron al lado de Tarascón, al cuartel de los alemanes en Ornolac, y
de allí me llevaron a la cárcel de Foix. Allí me encontré con todo el mundo del Batallón.
Allí permanecí un mes y medio, y me sacaron porque el greffier no nos pudo probar
nada. A mí, a un rumano que estaba con el nombre de González pero que no era su
verdadero nombre, que venía de las brigadas internacionales, a Chacón, a diez o doce,
como no pudieron encontrar nada, no nos pasaron al tribunal, nos mandaron
directamente al campo de Vernet.
Los alemanes tenían la lista completa de todo. A mí me dijeron: y usted siendo
anarquista, ¿cómo se entiende con los comunistas? Bueno, ese era otro problema. La
verdad era que los chavales que estaban conmigo trabajando eran todos comunistas. Los
socialistas que eran amigos míos, y los anarquistas, estaban, como Cuenca, en Foix. Pero
donde estaba yo eran todos comunistas. Los mejor organizados eran los comunistas.
Ahora, eran la gente más fácil a manipular también. Los anarquistas y los socialistas
éramos más difíciles de manipular.

Testimonio de Óscar Martínez Manchón, miembro de la Resistencia y,


más tarde, enrolado en el Ejército francés como paracaidista

Óscar Martínez.
Actualmente residente en Toulouse.
Salí de Irún en el año 1936, porque entonces la tuvimos que evacuar. Estuvimos dos
meses en Burdeos. Después regresamos a Barcelona. Allí pasamos toda la guerra y el 2
de febrero de 1939, después de haber pasado en un tren, en vagones de bestias, que nos
bombardeaban las pavas italianas, pasamos la frontera por Puigcerdà.
Fuimos a dar a Èpernon, en el Eure-et-Loir, a 60 kilómetros de París, porque en
Chartres, que es la capital de Eure-et-Loir, hicieron un campo de concentración. Pero
nosotros, 37 personas, tuvimos la virtud de que nos cogieran y nos llevaran a un pueblo
de 2000 habitantes, a Èpernon. Y allí, una cosa curiosa, al contrario que todos los demás
españoles que han sufrido los campos de concentración, nosotros tuvimos la gracia o lo
que sea, de haber sido bien tratados.
Para explicarlo bien: el presidente de la acogida a los españoles era doctor, y era
Cruz de Fuego, que entonces eran los máximos extremistas de derechas, que eran un
poco proalemanes pero que cuando los alemanes invadieron Francia eran nacionalistas
por encima de todo. Y el secretario era el cura. El resto del comité eran los profesores y
la directora de la Escuela laica de Èpernon. Nosotros éramos los que hacíamos la comida
para los niños y de ello comíamos con los cuadros, de modo que estuvimos
perfectamente bien cuidados, a pesar de que una parte de las mujeres dormían en el
convento de monjas, y nosotros, en la iglesia, con el cura. Pero nunca nos obligaron a ir
a misa ni nada. Y se portaron, tanto el alcalde que era Cruz de Fuego, como los demás,
-57- enormemente bien con nosotros.
Salimos de ahí cuando los alemanes ya estaban avanzando por Francia y fuimos a
dar a Bayona donde estuvimos dos años. Mi padre quedó en la zona libre y nosotros
estábamos en la zona ocupada, por lo que estuvimos separados. Luego me vine para
Toulouse para tratar de ir a la Escuela de Música, pero no pude hacerlo porque los
españoles en aquellos momentos teníamos que trabajar obligatoriamente, estábamos en
Compañías de Trabajo.
El día que comenzó la guerra mundial yo estaba en Bayona. Recuerdo muy bien,
luego, el derrumbe de la Armada francesa, que no resistieron nada. Confiaban en la línea
Maginot pero los alemanes pasaron por Bélgica y enseguida invadieron Francia.
Llegaron enseguida a Bayona y a Hendaya y por allí establecieron la división entre zona
libre y zona ocupada.
Nosotros estuvimos dos años en Bayona en casa de una tía que estaba casada con un
francés. Yo estuve trabajando en una serrería. Luego nos pudimos ir a la zona dicha
libre, y allí es donde ya pude estar con mis padres. Nos reunimos todos en el Averon, a
fines del 42. Dos meses después me vine a Toulouse con el pretexto de que quería hacer
estudios de música. En ese momento me cogieron para una Compañía de Trabajo. Y
tuve la suerte de poderme quedar en Toulouse trabajando en hacer el camuflaje para el
campo de aviación.
Fue entonces cuando entré en la Resistencia. Vino a encontrarnos Jaime, un catalán
que era del POUM. Cuando se enteró de que yo era un refugiado español vino a
hablarme y yo seguí la línea.
Entre los hechos que pudimos hacer estuvo que una vez entre los junquers que iban
a Italia a bombardear nos encargamos de poner una bomba con su reloj para que
explotase cuando estaban en el aire.
Al principio estábamos en las FTP, que era un maquis dominado por los
comunistas. Pero entonces los socialistas y los comunistas íbamos juntos en ese aspecto.
Óscar Martínez (con gafas) en el Ejército francés hacia Alsacia en 1945.
Nos pasó un caso. Había un aviador alemán que estaba en la Oficina Mayor del
campo de aviación y era el que daba los informes de cuándo tenían que subir los aviones
y todas esas cosas. Ese alemán, que fue una de las muchas cosas extrañas, decía que
había sido comunista, trostkista, en Alemania. Y nos pasaba informaciones. Y resulta
que un día nos propusieron colocar una de esas bombas de relojería en el avión de uno
que era un canalla, según decían los responsables. Entre nosotros había comunistas y
pasó una cosa. Resultó que en vez de poner la bomba en el avión que nos habían
indicado, la pusieron en el de ese alemán, único que estaba con nosotros y nos facilitaba
las informaciones. Cuando regresaron los aviones, llegaron los de todos menos el de él.
Y yo comprendí, porque había oído decir a ese comunista que le odiaba porque decía
que era trostkista. Y le dije, oye, qué has hecho, en qué avión has puesto la bomba, y me
dijo, joder, después de todo es un alemán, y cincuenta mil pretextos. Ahí es donde yo
empecé a no querer nada con los comunistas.
Óscar Martínez con dos rusos ex combatientes de los alemanes.
Luego, a mí me ocurrió lo siguiente en un bombardeo en Toulouse un domingo. Un
tren con carga de B1, los célebres cohetes, llegó un sábado y creíamos que se iba a
descargar el domingo. Pero aceleraron la cosa y descargaron el tren el sábado. Estaba
previsto que vendrían los aviones americanos a bombardear el tren, un tren que ya
estaba vacío. Nos cogieron al equipo nuestro de camuflaje y nos dijeron: mañana tenéis
que trabajar, y -58- nos dieron unas bombas, unos artefactos con su imán y demás,
para ponerlos en los depósitos de modo que cuando vinieran los aviones, como los B1 ya
no estaban en el tren, hacer ver que había sido el bombardeo el que les había alcanzado.
Esto sería a finales del 44. Fue el único domingo en que hubo bombardeo en Toulouse.
Pusimos todo como nos habían dicho y llega la hora del bombardeo y que los
aviones no llegan. Menudo conflicto. Nos jugábamos la vida por sabotaje. Estábamos ya
decididos a desmontar todo, y cuando estamos en mitad de la pista aparecieron los
aviones, y corriendo a todo correr llegamos a meternos debajo de un pequeño túnel
donde estaba el tren. Empezaron a llover bombas y no nos pasó nada.
Cuando terminó la alerta y fuimos a cambiarnos de ropa, había caído una de las
bombas en el vestuario y ya no quedaba nada. Tuvimos que ir con lo que teníamos
encima, llenos de pintura. Uno de los responsables de la Resistencia me dijo: qué hacías
allí, en la pista. Le expliqué y me dijo: vete a casa, coge la maleta y vete enseguida
porque os han visto en la pista. Y me fui a Toulouse.
Luego estuve en el maquis del Bousquet d'Orbe en el célebre Puente del Gard.

Grupo de españoles refugiados en Èpernon (Eure-et-Loir).


Cuando ya estaban siendo desalojados los alemanes volví a Toulouse y estuve con
el FTP, el maquis comunista. Ahí me pasó también un caso: Estábamos en el Saint
Marcet y éramos nosotros los que custodiábamos los depósitos de gasolina, porque
estaba racionada y decían que la robaban los fascistas españoles que pasaban de España
de acuerdo con los fascistas franceses. Y un día cogieron a un chaval, a un joven soldado
español que se había pasado con armas y todo hacia nosotros. Era ya al final de la guerra
mundial, en el 45. Cogieron el pretexto de que era un fascista y le dieron una paliza que
le dejaron casi muerto. Decían que era un fascista, como le habían -cogido con las armas
y todo. Yo en parte me lo creía. Fui a verlo a la enfermería y cuando le dije que era
español, me abrazó y me dijo, me he pasado con las armas y todo y mira cómo me han
dejado. Yo en parte le creía y en parte no. Le cuidé, le di de comer, que la comida
escaseaba. Yo me decía, aunque fuera un fascista, es cosa de humanidad el cuidarle. Y
dos o tres días después sorprendimos una pequeña camioneta con los faros apagados en
la gasolinera, robando gasolina. Les eché el alto por impresionar porque no tenía armas
y era el teniente de mi compañía, los que habían detenido al chico. Me cabreé. Se
disculpaban diciendo que la gasolina era para el partido. Al chico le habían cogido para
justificar el robo de la gasolina. Le soltaron y le pusimos en contacto con las
organizaciones clandestinas. El muchacho se fue hacia Pau.
José Caballero en Annecy (Alta Saboya).
Y de ahí ya me incorporé en la Armada francesa, en los paracaidistas. Con las
fuerzas francesas llegué a Estrasburgo recién liberada, para pasar a Mersteschen, por
donde los Aliados cruzaron el Rhin, al lado de Espair, y allí estuve ocho meses
ocupando Alemania ya terminada la guerra. Éramos las primeras fuerzas francesas que
ocupábamos Alemania.
El alcalde de Mersteschen, alemán, era uno que le acababan de liberar de un campo
de concentración, que le faltaba un brazo y era socialista, del SPD. Y ahí entré en
contacto con los socialistas alemanes. Yo había heredado la ideología socialista de mi
padre que participó en la Revolución de -59- Asturias del 34 por lo que estuvo
detenido. Terminada la guerra yo volví a formar parte de las juventudes Socialistas y del
Partido Socialista francés, ya que militó en los dos.
Quiero añadirte que a Èpernon, donde los españoles fuimos tratados muy bien,
volví al terminar la guerra y me trataron como a un héroe, con el nombre de Francia en
mi hombro.
Testimonio de José Caballero, guerrillero en la Alta Saboya

Grupo de guerrilleros españoles en Annecy (Alta Saboya). Entre ellos, José Caballero.
Actualmente reside en Annecy.
Yo era teniente del Ejército de la República y fui herido
tres veces, en Teruel, en el Ebro y en Segre. Pasé la frontera
el 9 de febrero de 1939 por la Junquera. Tenía entonces 21
años. Fui internado en el campo de Saint Cyprien. Nos daban
cada día un pan para 25 y una lata de sardinas para 10.
Estábamos guardados por los senegaleses a caballo. Más
tarde crearon Compañías de Trabajadores, mano de obra
barata, para hacer carreteras, limpiar bosques, etc.
Yo me incorporé a la Resistencia a últimos del 42 en
Doussard, cerca de Annecy. Porque los alemanes nos querían
llevar a trabajar a Alemania y dijimos, antes que irnos a
trabajar a Alemania preferimos coger de nuevo las armas para
luchar contra ellos. Nosotros habíamos perdido una batalla
pero queríamos continuar la guerra. Puede usted creerme que
yo empecé la guerra el 18 de julio de 1936 y terminé en
marzo de 1945 en Toulouse.
Los maquis hacíamos sabotajes a los camiones alemanes,
hemos volado algunos puentes y cosas de ese tipo.
En febrero de 1944 yo fui uno de los 56 españoles que
estuvimos en el Plateau de Glières. Los dirigentes de la
Resistencia nos convocaron a todos los maquis en una
montaña que llaman el Plateau de Glières. Este llamamiento
lo hacían los franceses para hacer ver al mundo entero que
había una cabeza de puente aquí, para que nos metieran
armamento. Fue una concentración temeraria de guerrilleros.
Éramos chicos muy jóvenes y los franceses de la Resistencia
también eran muy jóvenes. Era un equívoco porque la
guerrilla es otra cosa, es dar un golpe y desaparecer. Hasta el
27 de marzo estuvimos en esa montaña, con dos metros de
nieve. Al cabo del tiempo nos atacaron, alemanes, milicianos,
guardia móvil, artillería, aviación, y nosotros allí metidos, sin
comer ni nada, no podíamos hacer nada. Llevábamos ya ocho
días que no teníamos casi nada. La aviación alemana rompió
todos los chalets, lo rompieron todo. Y el capitán de mi
compañía ordenó la retirada y cada uno fue a salvarse como
pudo.

Testimonio de Roberto García, guerrillero


Asturiano de Gijón, reside actualmente en Marignier (Alta Saboya).
Cuando yo pasé la frontera por la Junquera en febrero del 39, tenía 15 años. Yo
tenía un ideal como una casa de grande. Tenía el carnet de las Juventudes Socialistas
Unificadas. Detenían a todos los españoles que consideraban comunistas, que no era
verdad porque había también socialistas y anarquistas. A mí me -60- encerraron en el
castillo de Collioure. Yo estaba cerca de Machado, que no lo vi, por desgracia, el más
grande poeta que ha tenido España.

Roberto García, guerrillero español ante el monumento a los españoles en Annecy (Alta Saboya).
Estando trabajando como leñador en las montañas cerca de Foix, me incorporé a la
Resistencia. Cuando bajábamos a dar algún golpe a los alemanes, los demás leñadores y
carboneros nos protegían y corrían tanto o más riesgo que nosotros. Nos cobijaban, nos
daban de comer. Cuando había que hacer saltar un tren poníamos la carga debajo del
raíl, entre las dos juntas del raíl poníamos dos chapas a una pila y la pila a los
detonadores eléctricos y cuando el tren pasaba, pegaba y saltaba. Y las pilonas (torres
eléctricas) eran la cosa más fácil, para hacerlas saltar no había que ser especialista.
En Prades, el 30 de julio de 1944, atacamos el cuartel general de la Gestapo, la villa
Margarita, que habían jodido a varios españoles. A un capitán nuestro lo habían abierto
de arriba abajo, vivo. Allí no hubo perdón. No quedó uno, ni secretaria ni maría
santísima. Nosotros tuvimos dos muertos. De ellos no quedó ni uno. Era el año 1944.
Yo, después, he pensado, bueno, sobre todo aquello, pero cuando está uno allí, que ha
visto tantas cosas malas, pues, mira, así fue.

Reproducción de una de las páginas del expediente sobre los servicios prestados por Roberto García en la
Resistencia.
Los españoles hemos combatido por toda Francia, aunque especialmente en el sur.
Pero podemos asegurar que la mayor parte de Francia está regada con sangre española.
-61-

Capítulo V
Reconocimientos y olvidos

-[62]- -63-
Liberados los últimos reductos de resistencia alemana en Francia -los enclaves del
Atlántico: Lorient, Saint Nazaire, La Rochelle, Royan y Verdon-Pointe-de-Grave, en
cuya liberación participaron 6000 españoles, entre ellos los Batallones Guernica y
Libertad que combatieron en Pointe-de-Grave49- y concluida la guerra mundial, no
faltaron algunos actos públicos de reconocimiento y homenaje a los republicanos
españoles que tanto habían luchado por la liberación de Francia.
Ya el 21 de diciembre de 1944, en la Cúpula de los Inválidos, ante la guarnición de
París, el general Cailliere impuso la Cruz de la Legión de Honor a seis republicanos
españoles del maquis por su intervención en la liberación de Lyon donde fueron los
primeros que penetraron.
El 21 de abril de 1945, en Cognac, en el desfile ante el general De Gaulle de las
fuerzas que habían liberado la Gironda participaron los dos Batallones españoles, el
Guernica y el Libertad, con la bandera vasca y la bandera republicana española en
cabeza. En ese acto, De Gaulle condecoró a los oficiales y soldados que más se habían
distinguido en el combate. Entregó once medallas de la Cruz de Guerra a otros tantos
combatientes españoles.
En Toulouse, el 14 de julio de 1946, el general Bergeron, jefe de la XVII Región
Militar francesa, condecoró con la Cruz de Guerra a los guerrilleros españoles: coronel
Redondo, teniente coronel Bermejo, comandante Amadeo López, comandante Manuel
López, comandante Antonio Molina y al teniente Aguado.
En la propia Toulouse, el general De Gaulle al pasar revista a los guerrilleros en
una de sus visitas al suroeste de Francia, les había dicho: «Guerrillero espagnols, en
vous, je salue vos braves compatriotes pour votre courage, pour le sang que vous avez
versé pour la liberté de la France. A cause de vos suffrances vous êtes des héros
Franco-Espagnols».
En marzo de 1947 se celebró en el Velódromo de Invierno en París una gran
ceremonia de homenaje a los héroes del maquis. Fueron condecorados indistintamente
franceses y españoles, entre ellos Cristino García, a título póstumo. Los guerrilleros
españoles presentes en el acto escucharon emocionados a Yves Montand interpretando
el himno de los guerrilleros

«Ami, entends-tu le vol lourd

des corbeaux sur la plaine?...»

(«Amigo, ¿oyes el vuelo pesado

de los cuervos sobre la llanura?


Amigo, ¿oyes el grito sordo

del país que encadenan? ¡Eh! partidarios, obreros,

campesinos,

¡esta noche el enemigo sabrá el precio de la sangre

y de las lágrimas!

¡Subid de la mina, descended de la colina,

camaradas!

Sacad de entre la paja los fusiles, la metralla,

las granadas.

¡Eh! Francotiradores,

a tiros y a cuchillo,
¡Tirad deprisa!

¡Eh! Saboteador, cuidado con tu fardo,

¡dinamita!

Somos nosotros quienes limamos

los barrotes de las prisiones

de nuestros hermanos.

El odio nos persigue

y el hambre nos empuja, ¡la miseria!

Hay países

donde la gente en el lecho


sueña.

-64-

Aquí,

ves tú,

nosotros marchamos, nosotros matamos,

nosotros morimos.

Aquí, cada cual sabe

lo que quiere,

o qué hace,

cuando pasa.

Amigo, si caes,
un amigo sale de la sombra,

y ocupa tu puesto.

Mañana, sangre negra

se secará a pleno sol

sobre nuestros caminos...

¡Silbad, compañeros,

en la noche!

¡La libertad nos escucha!»)

En el cementerio de Père Lachaise, en París, se levantó un gran monumento


dedicado «à la mémoire de tous les Espagnols morts pour la France en 1939-1945».
Pero estos y otros actos de reconocimiento y de fraternidad con los españoles que
generosamente habían regado con su sangre el territorio francés, pronto se
desvanecieron. Los españoles que con las armas en la mano ayudaron a liberar París
pensando en Madrid y que tan eficazmente ayudaron a liberar Francia pensando en la
liberación de España, quedarían de nuevo dolorosamente decepcionados.
Francia olvidó demasiado pronto a sus compañeros de armas. Durante 1945 y
primeros meses de 1946, Francia parece decidida a exigir la retirada de Franco. Fueron
los titubeos de los ingleses y de los americanos los que facilitaron el mantenimiento de
Franco. Francia terminaría plegándose a ese punto de vista. El año 1947, una circular
del Ministro del Interior francés, de 4 de diciembre, recordaba que los extranjeros
estaban sometidos al derecho de reserva y que no se podía tolerar su intrusión en la vida
política francesa. «Los súbditos extranjeros de la jurisdicción francesa participan con
frecuencia en manifestaciones públicas y no demuestran, en su transcurso, la reserva y
la neutralidad que deberían observar en un país que no es el suyo», escribía el ministro.
«En el difícil periodo que atravesamos, estoy decidido a no tolerar cualquier intrusión
(...) que se me señale. Se procederá a la expulsión inmediata de los extranjeros que, en
el futuro, contraríen de esta manera las leyes elementales de la hospitalidad».
La autora francesa Marie-Claude Rafaneau-Boj al comentar esta circular del
ministro francés del Interior escribe50: «¡Qué cinismo! Apenas dos años antes, los
detentores de este nuevo poder eran menos mezquinos. ¡No protestaban entonces contra
la injerencia de los extranjeros en la vida política interior francesa! ¡No cabe duda de
que la sangre se seca rápidamente al entrar en la historia!».
El 12 de diciembre de 1946 España quedaba fuera de las Naciones Unidas. Pero
esta condena del franquismo no era una medida que afectara a la permanencia del
Régimen franquista hacia el que pronto aparecieron signos de complacencia.

Sonrisas a Franco
En el verano de 1964, veinte años después de la liberación de París, Rodolfo Llopis
escribía en El Socialista un largo artículo titulado «Los republicanos españoles en la
liberación de Francia: los olvidados», en el que recordaba los principales episodios de la
Resistencia en que los españoles habían intervenido. En dicho artículo decía Llopis: «Se
conmemora siempre la liberación de París y el Día de la Victoria. Y es justo. Pero los
españoles que contribuyeron a ella ya no están presentes. Ya no se piensa en ellos. Se
les ha olvidado. Los que no cayeron en los combates se han convertido en simples
refugiados políticos. Por el contrario, en la tribuna oficial se podrá descubrir, tal vez, en
este aniversario de la Victoria contra el nazi fascismo, al representante del general
Franco, el protegido de Hitler y Mussolini. Cuánto han cambiado los tiempos. Y los
hombres también. Pero los combatientes de ayer y exiliados de hoy, ellos, no han
cambiado. Ellos siguen siendo fieles a su ideal. Continúan pensando en Madrid, en
España, en la liberación del pueblo español. Como el primer día. Y a pesar de
decepciones dolorosas. Es preciso recordarlo ahora que las sonrisas del poder gaulista a
Franco producen náuseas». La inicial actitud de rechazo y desprecio por parte de De
Gaulle hacia Franco, había dado paso a una actitud más suavizada y de progresivo
entendimiento.
Con el paso del tiempo la eficaz participación española en las luchas de liberación
contra Hitler tendía a difuminarse, a olvidarse. Antonio Vilanova, en su citada obra
publicada en 1969, escribía «Han pasado más de veinte años de los hechos relatados. He
buscado afanosamente por todo el mundo libros donde se relaten como fuente para la
historia los hechos de estos hombres. En francés, en alemán, en ruso, en castellano, en
inglés... nada he encontrado.
En cambio, son innumerables los relatos de combates y de acciones heroicas en los
que se atribuyen a hombres de otras nacionalidades la actuación de los españoles.
-65-
Sobre lo que hicieron y cómo lo hicieron y a costa de qué titánicos esfuerzos, de
qué dedicación, de qué entrega total a la causa universal de la Libertad, pesa un silencio
absoluto.
Son los Grandes Olvidados de la historia».
El actual senador socialista por Málaga, Antonio García Duarte, ha contado en la
prensa española51 su decepción al comprobar, en una visita a los Inválidos, en París,
donde se encuentra el Museo Militar de Francia, la ausencia de la más mínima
referencia a la participación de los españoles durante la Segunda Guerra Mundial. «A
medida que recorría salas y pasillos observando objetos, grabados, dibujos, mapas, etc.,
aumentaba mi interés por encontrar alguna referencia o alusión siquiera a la importante
contribución de combatientes españoles en las guerrillas y en los ejércitos durante la
liberación de Francia. Inútil búsqueda. Sí, había placas evocando la colaboración de
voluntarios polacos, holandeses, marroquíes..., pero nada que recordara la de los
republicanos españoles que lucharon y murieron por Francia y por la libertad. Lleno de
amargura y de indignación lancé algún dicterio que alertó a los visitantes. Se daba
además la coincidencia de celebrarse en esos días el aniversario de la liberación de
París, que tuvo lugar el 24 de agosto de 1944. Naturalmente, la presencia del general
Leclerc y de su división junto con las acciones de la Resistencia que derrotaron a los
alemanes en la capital ocupaban lugar destacado. Nada más justo. Pero, ¿por qué el
silencio y la ocultación de la gesta de tantos y tantos españoles? Estos son los
olvidados».
En la propia España el desconocimiento de las odiseas que esta crónica narra es
mayúsculo. Aunque se trata de uno de los capítulos más dramáticos, y a la vez ejemplar,
de la historia contemporánea de nuestro país. Hasta la muerte del dictador en noviembre
de 1975, ese desconocimiento era explicable porque la historia de esas decenas de miles
de españoles que habían luchado por la libertad y la democracia en suelo europeo,
estaba proscrita. Pero la permanencia de ese desconocimiento años después, carece de
justificación.

En abril de 1982 fue inaugurada en Soulac-sur-Mer el memorial de Medoc. En la foto, miembros del
Batallón Guernica con Jesús María de Leizaola y Joseba Elósegui ante el memorial.
Los españoles de la diáspora, supervivientes de aquellos acontecimientos, han sido
parcos al relatar sus peripecias. Han dejado algunos testimonios escritos, no
demasiados, de gran valor. Algunos de ellos son citados en esta crónica. Entre los más
significativos destaca el testimonio de la dirigente libertaria Federica Montseny quien
refiriéndose a la actuación de los españoles en la liberación de Francia dejó escrito52:
«No pretendemos pasar factura por todo lo hecho, eternos Quijotes, constantes
caballeros de todos los ideales, combatientes de todas las contiendas, hay en nosotros
demasiado orgullo y demasiada conciencia de nuestra grandeza para pensar en cobrar lo
que no tiene precio».

-66-
Cincuenta años después
Al cumplirse en este año 1995 el 50 aniversario del final de la Segunda Guerra
Mundial, el desinterés y el olvido de la importante participación española en los
combates por la liberación de Francia han empezado a ser rectificados. La España
democrática tenía una deuda con esos miles de españoles: la de reconocer públicamente
su sacrificio, su valor y el haber escrito algunas de las páginas más honrosas de nuestra
historia contemporánea, sufriendo persecuciones y torturas -un gran número de ellos
murieron asesinados- por defender las causas más justas que quepa imaginar: la
libertad, la justicia, la fraternidad.

Felipe González junto a dos antiguos guerrilleros españoles deposita una ofrenda floral ante el
monumento.
El 21 de octubre de 1994, el presidente del Gobierno español, Felipe González, y el
presidente de la República francesa, François Mitterrand, acudían a Prayols donde ante
el monumento levantado «a los guerrilleros españoles muertos por Francia y por la
libertad (1940-1945)» ambos dirigentes políticos depositaron sendas coronas de flores.
«Quiero expresar -dijo Mitterrand- el agradecimiento de Francia a los combatientes de
la República que fueron los primeros en Europa en empuñar las armas contra el
fascismo». Felipe González dijo en su alocución: «Ante el recuerdo de tantos españoles
que dieron su vida por la libertad, afirmamos que no queremos nunca más una España
enfrentada y dividida; no queremos nunca más una Europa desgarrada y ensombrecida».
Y continuó: «No podemos permitirnos ninguna debilidad ante quienes pretenden hacer
de la raza, de la ideología o de la discriminación social una forma de dominación».

Felipe González y François Mitterand en el monumento a los guerrilleros en Prayols.


El 4 de abril de 1995, el Congreso de los Diputados español, sede de la soberanía
nacional, consumaba esta reconciliación con el pasado en una sesión plenaria en que
debatió y aprobó por unanimidad, a iniciativa del Grupo Parlamentario Socialista, la
propuesta de organizar actos de homenaje a los españoles que participaron en la
Segunda Guerra Mundial.
«En esta lucha -decía la exposición de motivos de la proposición no de ley- dejaron
la vida millones de europeos, entre ellos decenas de miles de jóvenes españoles
republicanos que tras salir como exiliados de España en la primavera del 39, murieron
en la Resistencia, en los campos de batalla o en los campos de concentración.
Numerosas fechas y lugares en toda Europa recuerdan en pequeños cementerios,
monumentos o simples lápidas, esta generosa aportación española -67- a la liberación
de Europa. Pero muchas otras gestas han quedado sólo en la memoria de los
supervivientes y en la transmisión oral que ellos nos brindan.
El medio siglo del fin de aquella tragedia es la ocasión de enseñar a las nuevas
generaciones los horrores del fascismo y de la guerra, y también la oportunidad de
rescatar del olvido aquellos a quienes debemos la libertad y el bienestar de Europa.
Numerosos Gobiernos y organizaciones se prestan en Europa a celebrar el
cincuentenario de los diversos hechos que jalonaron el año 1945, desde la liberación de
los campos de concentración y de exterminio a principios del año hasta el fin de la
guerra, el 8 de mayo de 1945.
España no tuvo la oportunidad de librarse, al final de la Segunda Guerra Mundial,
de la dictadura nacida de la guerra civil e inspirada por las mismas ideas totalitarias y
los españoles no pudimos disfrutar de la libertad y la democracia hasta bien entrados los
setenta.
A la España de hoy se le presenta la ocasión de rendir tributo a aquellas decenas de
miles de españoles, en gran parte anónimos, que dieron su vida por la libertad de
Europa.
Por todo ello se propone la siguiente Proposición no de ley: "El Congreso de los
Diputados insta al Gobierno para que cree una Comisión que organice los actos de
homenaje a los españoles que dieron su vida por la liberación de Europa en la Segunda
Guerra Mundial"».

Pleno del Congreso de los Diputados presidido por Félix Pons.


La propuesta fue expresamente defendida y apoyada por los representantes de
todas las fuerzas políticas presentes en la Cámara. Las intervenciones de sus portavoces
fueron bien significativas. El diputado socialista Luis Yáñez-Barnuevo, dijo, entre otras
cosas53:
Cuando alguien pregunta qué papel jugó España en la
Segunda Guerra Mundial, generalmente se le contesta que
España no participó en la misma o que fue no beligerante y
cercana al régimen nazi-fascista, o si el que contesta es un
simpatizante del franquismo dirá, incluso, que fue neutral
gracias a la habilidad del Caudillo. Pero eso es sólo
parcialmente verdad o, para decirlo mejor, es en parte
mentira, entre otras razones porque decenas de miles de
españoles republicanos participaron junto a los aliados y
miles de ellos dieron su vida por la liberación de Europa y
creyeron que con su sacrificio liberaban también a España.
Hoy mismo se cumplen 50 años de la liberación de
Baviera, en la que participaron -y eso se conoce muy poco en
nuestro país- miles de españoles que formaban parte de la
División Leclerc, que días antes habían liberado Alsacia y
meses antes París, que habían desembarcado con los aliados
en Normandía, y aun antes habían luchado también en el
norte de África, en el Chad, en Gabón y en Oriente Medio.
Precisamente el sentido de esta Proposición no de ley es
recuperar de la ignorancia y del olvido la contribución de
España, junto a los aliados, en la Segunda Guerra Mundial,
porque España estaba en cada uno de las decenas de miles de
jóvenes españoles que lucharon contra el totalitarismo nazi
fascista, de 1939 a 1945, muchos de los cuales perecieron en
los campos de exterminio y de concentración nazis.
El primer reconocimiento oficial que España ha hecho a
estos españoles en medio siglo fue realizado hace pocos
meses por el Presidente del Gobierno español, Felipe
González, y el presidente Mitterrand, en Foix, en el mediodía
francés. De la misma manera que De Gaulle salvó el honor de
su país, tras el humillante armisticio de Pétain, estos
republicanos españoles salvaron la imagen de nuestro país,
empañada por el desprestigiado régimen franquista.

Luis Yáñez concluyó reclamando «para los deportados españoles en campos de


concentración que aún viven, que no llegan en total a doscientos, el mismo -68-
rango indemnizatorio que el Gobierno alemán acordó, mediante convenios
internacionales, con los gobiernos que tuvieron nacionales en dichos campos, conforme
a las Leyes de la República Federal de Alemania de 1956 a 1965. Lógicamente en
aquella época el Gobierno de Franco no reclamó para los republicanos españoles lo que
era un derecho».
En representación de Izquierda Unida, el diputado comunista Antonio Romero
afirmó que «es un orgullo para los demócratas que decenas de miles de nuestros
compatriotas estuvieran en primera fila en la lucha contra Hitler, en la lucha contra
Mussolini, en la lucha contra lo que significaba el totalitarismo -y el aplastamiento de
los derechos de los pueblos de Europa». Subrayó seguidamente la participación de
españoles también en el frente oriental: «La escolta aérea de Stalin -dijo- estaba
formada por pilotos de la Fuerza Aérea de la República Española, pilotos de caza y de
bombardeo de la Fuerza Aérea Española participaban en las Fuerzas Aéreas Soviéticas,
especialistas guerrilleros operaban en la retaguardia de Alemania; Rubén Ruiz Ibárruri,
hijo de Pasionaria, teniente de ametralladoras, murió en Stalingrado y fue declarado
héroe de la Unión Soviética y próximamente, cuando se van a conmemorar en un
encuentro con el Presidente de los Estados Unidos en Moscú estos hechos, siguen
siendo héroes libertadores de Rusia y de todas las repúblicas que conformaban la Unión
Soviética las gentes que dieron su vida contra la ocupación nazi. El puente final que se
tendió para el asalto al Reichstag en Berlín lo hizo el capitán Alberdi, el 30 de abril de
1945. Alemania se rindió al día siguiente, primero de mayo de 1945».

De derecha a izquierda: Alonso, José García, Luis Menéndez y Mariano, antiguos guerrilleros españoles
posan con el corresponsal de TVE, Luis de Benito, en junio de 1994, en la Avda. des Guerrilleros en
Prayols.
El diputado Cortés Muñoz, en representación del Partido Popular afirmó:
«Nosotros ahora, como españoles, estamos orgullosos de lo que ellos hicieron; estamos
orgullosos de ustedes, que hoy están aquí (en la tribuna había una delegación de los
supervivientes de Mauthausen), pero al mismo tiempo debemos ser muy conscientes,
debemos tener absolutamente claro que aunque la historia haya sido cicatera en el
reconocimiento de lo que aquellos españoles hicieron, una parte sustancial, una parte
fundamental de lo que se dio en llamar y en conocer como Resistencia, se debe al
mérito de miles de compatriotas nuestros, españoles. Muchos de aquellos hombres
murieron entonces, otros lo han hecho en el devenir de estos ya largos 50 años; pero
afortunadamente, -69- otros muchos viven todavía, y es no sólo merecido, sino
absoluta e inobjetablemente justo darles el homenaje que merecen.
El Grupo Parlamentario Popular va a votar de forma afirmativa esta proposición no
de ley, y lo va a hacer porque coincidimos plenamente con el espíritu y con el fondo de
la cuestión que aquí se plantea».
En nombre del Grupo Vasco habló el diputado Albistur Marín. Recordó a «los
innumerables exiliados vascos que tomaron esta vía y se unieron a las fuerzas que
combatían al entonces Ejército nazi, consiguiendo también entrar los primeros en París,
en uno de los signos importantes de la pacificación y liberación de Europa».
La posición del Grupo Parlamentario Catalán (Convergencia i Unió) la fijó el
diputado Carrera i Comes que se sumó a la petición de que el Gobierno español reclame
del Gobierno alemán las indemnizaciones a que tienen derecho las personas que
estuvieron internadas en los campos de concentración alemanes.

Monumento en el cementerio de Fuencarral


El 20 de mayo de 1995, el ministro de Defensa Julián García Vargas en
representación del Gobierno español inauguraba en Madrid, en el cementerio de
Fuencarral, un monumento conmemorativo dedicado a los españoles que combatieron
durante la Segunda Guerra Mundial. En el acto estuvo presente el jefe del Estado Mayor
de la Defensa, general José Rodrigo, agregados militares de varios países europeos, el
eurodiputado y ex presidente del Parlamento Europeo, Enrique Barón, y representantes
de varias asociaciones de ex combatientes de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra
de España.
El Ministro de Defensa Julián García Vargas en la inauguración del Monumento a los españoles que
combatieron por la libertad de Europa, en el madrileño cementerio de Fuencarral.
El ministro de Defensa dijo en su breve discurso: «Si la grandeza de los pueblos se
mide por su sentido de la historia, la grandeza de una generación se mide por el respeto
a las que le han precedido. Para mi generación, la de nuestros padres fue trágica y
dolorosa. Así lo escuchamos en sus relatos, en sus conversaciones, casi siempre
contenidas por el deseo de que nosotros, sus hijos, no viviéramos una experiencia
semejante. Nosotros aún conservamos una memoria aprendida de la intolerancia, el
odio, la violencia que destruyó países y humilló a las personas en toda Europa en la
primera mitad de este siglo. Esta memoria debemos transmitirla a los jóvenes de hoy,
con la objetividad de la distancia en el tiempo. Hay que enseñarles a no olvidar, para
que aprendan de los errores y las tragedias del pasado».
El Ministro de Defensa concluyó recordando que España no participó oficialmente
en la Segunda Guerra Mundial pero que miles de españoles lucharon en ella por la
causa Aliada, en la Resistencia o en los Ejércitos regulares. «El monumento que hoy
inauguramos -dijo- quiere recordar esa gesta. A todos esos españoles les homenajeamos
con respeto y agradecimiento. Ellos contribuyeron a la victoria aliada que hizo posible
esta Europa democrática, unida, próspera que disfrutamos. La Unión Europea que
estamos construyendo tiene su germen en esa gran victoria».
El escritor Francisco Ayala y varios representantes de asociaciones de ex combatientes de la Segunda
Guerra Mundial, junto al monumento en el cementerio de Fuencarral.
El monumento, obra del escultor Enrique Rocabert, es una base de granito gris con
un muro perpendicular en granito pulido negro en el que va grabada la leyenda: «En
memoria de los españoles que combatieron por la libertad de Europa 1939-1945».

-[70]- -71-

Cronología 1939-1945
-[72]- -73-
1939
26 de enero. Las tropas de Franco entran en Barcelona. Se inicia un éxodo masivo
hacia la frontera francesa que los refugiados empiezan a cruzar los días siguientes.
30 de enero. El ministro del interior francés, Albert Sarraut, visita los Pirineos
orientales donde se agolpa una muchedumbre de refugiados españoles. El único campo
de refugiados previsto, el de Argelès, es totalmente insuficiente. En pocos días
improvisan los campos de Saint-Cyprien, Le Barcarés, y otros, todos ellos en
condiciones deplorables. Llegó a haber 2000 campos distribuidos por toda Francia.
4 de febrero. Gerona se rinde a los nacionales. Continúa el éxodo de refugiados
hacia Francia.
10 de febrero. Fin de la resistencia republicana en Cataluña. El número de los
refugiados republicanos en Francia alcanza el medio millón de personas. En los últimos
quince días han cruzado la frontera francesa más de 400000 personas.
22 de febrero. Muere Antonio Machado en Collioure.
27 de febrero. Dimite el presidente de la República, Manuel Azaña.
19 de marzo. La denominada junta de Defensa (Casado, Besteiro, Mera, etc.)
dirige una propuesta de paz al Gobierno de Burgos.
28 de marzo. Las tropas nacionales entran en Madrid.
1 de abril. El cuartel general de Franco emite el último parte dando por terminada
la guerra.
Creación del SERE, dirigido por Pablo de Azcárate.
12 de abril. Un decreto-ley del Gobierno francés dispone la constitución de
«unidades de prestatarios extranjeros» o CTE, con el propósito de convertir a los
refugiados en mano de obra empleada con fines militares (política de rearme) o
económicos.
Agosto. La masa de refugiados españoles en Francia desciende. A partir del mes de
mayo se han venido produciendo repatriaciones masivas. Por otra parte, han emigrado a
hispanoamérica en torno a 20000 personas.
27 de agosto. Firma del pacto de no agresión germano-soviético. Las cláusulas
secretas contemplan la partición de Polonia.
1 de septiembre. Alemania invade Polonia. El día 3 Francia e Inglaterra declaran
la guerra a Alemania. Empieza la Segunda Guerra Mundial. -74- Rápida destrucción
del Ejército polaco. Varsovia resiste hasta el 29 de septiembre.
10 de septiembre. Envío de la Fuerza expedicionaria británica a Francia.
17 de septiembre. Invasión de Polonia oriental por el Ejército rojo. Lituania,
Estonia y Letonia se convierten en zona de influencia de la URSS.
30 de noviembre. Ataque soviético a Finlandia, a consecuencias del cual la URSS
queda excluida de la Sociedad de Naciones (el 14 de diciembre). Tropas anglo francesas
desembarcan en Noruega para apoyar a Finlandia. En la Brigada francesa de alta
montaña que interviene hay 500 españoles. La URSS suspende la ofensiva.

1940
1 de marzo. Companys organiza en Francia un Consejo Nacional de Catalunya.
22 de marzo. Dimite Daladier. Reynaud preside el nuevo gobierno francés.
7 de abril. Italia ocupa Albania.
9 de abril. Alemania ocupa Dinamarca con vistas a la guerra naval contra
Inglaterra.
15 de mayo. Alemania ocupa Holanda.
26 de mayo. Empieza la evacuación de Dunquerque.
27 de mayo. Un colectivo de españoles integrado en la Brigada francesa de Alta
Montaña desplazada a Noruega participa en la batalla de Narvik (Noruega).
Conquistada la ciudad por los aliados, será perdida días después ante la contraofensiva
alemana.
Capitulación de Bélgica.
5 a 9 de junio. Las líneas de defensa francesa se hunden ante la ofensiva alemana.
Varios miles de españoles encuadrados en el Ejército francés son hechos prisioneros y
deportados a Mauthausen. La población civil francesa huye a pie, por ferrocarril o en
coches hacia el sur o hacia Bretaña. La aviación alemana bombardea los convoyes de
refugiados.
10 de junio. Italia entra en la guerra.
13 de junio. España pasa de la «neutralidad» a la «no beligerancia».
14 de junio. Los alemanes entran en París. Franco ocupa Tanger.
17 de junio. El mariscal Pétain, vencedor de Verdún, forma gobierno en la zona no
ocupada por los alemanes.
En esta fecha dos oficiales alemanes pidieron al prefecto de Eure-et-Loir, Jean
Moulin, que firmase un texto atribuyendo actos sangrientos a tiradores senegaleses. Al
negarse fue detenido y torturado. Temiendo ceder ante sus torturadores, una noche se
hizo un corte en el cuello. Los alemanes lo descubrieron, le hospitalizaron y no
pudieron impedir que la población conociera la actitud heroica de su prefecto, futuro
dirigente de la Resistencia.
18 de junio. Desde Londres el general De Gaulle hace un llamamiento a los
franceses para que continúe la resistencia, «Porque Francia no está sola. No está sola.
No está sola. Tiene un vasto imperio tras ella. Puede hacer bloque con el imperio
británico que domina el mar y continúa la lucha. Francia puede, como Inglaterra,
utilizar sin límites la inmensa industria de Estados Unidos. Esta guerra no se limita al
territorio desafortunado de nuestro país. Esta guerra no ha quedado decidida por la
batalla de Francia. Esta guerra es una guerra mundial (...) Pase lo que pase, la -75-
llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se apagará». De Gaulle forma en
Londres un «Comité Nacional Provisional de Franceses Libres».
Simultáneamente se crean movimientos clandestinos de resistencia antinazi en las
zonas ocupadas.
29 de junio. El mariscal Pétain firma el armisticio con Alemania en Compiegne.
Francia queda dividida en una zona ocupada y otra no ocupada.
10 de julio. En Vichy, la Asamblea Nacional, pese a la oposición de 80
parlamentarios, confiere plenos poderes a Pétain. Desaparece la Tercera República.
Pétain, convertido en jefe del Estado francés, deviene dictador.
Comienza la batalla de Inglaterra.
11 de julio. Irujo crea en Londres el Consejo Nacional Vasco.
27 de julio. Las autoridades alemanas de ocupación entregan a Julián
Zugazagoitia, Lluis Companys y Cruz Salido a la policía franquista. Los tres serían
fusilados tras un consejo de guerra sumarísimo.
31 de julio. Constitución de la JARE (Junta de Ayuda a los Republicanos
Españoles).
20 de agosto. Desmantelada una red de evasión e información del PNV.
23 de agosto. Acuerdo entre los gobiernos mexicano y francés para acoger a
refugiados españoles en México.
24 de agosto. Varios centenares de españoles agrupados en Angulema son
deportados a Mauthausen.
27 de septiembre. Ley de Vichy sobre trabajo obligatorio de los refugiados:
permite reclutar a la fuerza a todo extranjero entre 18 y 55 años en los GTE.
3 de octubre. Vichy promulga un Estatuto de los judíos por el que quedan
excluidos de la función pública.
17 de octubre. Serrano Suñer es designado ministro de Asuntos Exteriores.
23 de octubre. Encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya con el fin de encontrar
una solución a las diferencias sobre las condiciones y exigencias para que España
entrara en la guerra. Franco pedía Gibraltar y la cesión del Marruecos francés. Hitler
pretendía una isla Canaria, bases navales en Marruecos y la entrega de las colonias
ecuatoriales. No se pusieron de acuerdo. No obstante, Franco aceptó firmar un
protocolo secreto por el que se comprometía a entrar en la guerra en fecha de su
elección garantizando Hitler futuras compensaciones territoriales en África.
28 de octubre. Italia invade Grecia.
1 de noviembre. Creación del gueto de Varsovia.
3 de noviembre. Manuel Azaña muere en Montauban (Francia).
11 de noviembre. En esta fecha, aniversario de la victoria sobre Alemania en
1919, tiene lugar una importante manifestación de estudiantes en el Arco del Triunfo en
París duramente reprimida por los alemanes.
13 de diciembre. Destitución de Pierre Laval.

1941
12 de febrero. Franco se entrevista con Mussolini en Bordighera.
14 de febrero. Franco se entrevista con Pétain en Montpellier.
7 de marzo. Tropas británicas desembarcan en Grecia.
-76-
Mayo. El Partido Comunista Francés crea el Frente Nacional de lucha por la
Independencia de Francia.
26 de mayo. Comienza una huelga en las minas del Pas de Calais.
11 de junio. Los italianos ocupan Grecia.
22 de junio. La Wermacht inicia la ofensiva contra la URSS.
27 de junio. Llamamiento para el alistamiento en la División Azul de voluntarios
españoles contra Rusia.
Julio. El gobierno de Vichy crea la Legión de Voluntarios Franceses contra el
bolchevismo (LVF) que combatió bajo uniforme alemán en los frentes del Este.
15 de septiembre. Hitler ordena a sus submarinos que operen en el Mediterráneo.
18 de noviembre. Ofensiva británica en el norte de África.
25 de noviembre. Ataque alemán contra Moscú.
8 de diciembre. Los Estados Unidos entran en la guerra.
Diciembre-enero de 1942. Contraofensiva rusa en Moscú.
1942

Enero. Jean Moulin que se había exiliado en Londres en septiembre de 1941, es


lanzado en paracaídas sobre territorio francés. Como delegado del General De Gaulle,
lleva la misión de coordinar los esfuerzos de los diversos movimientos de Resistencia.
28 de marzo. Miguel Hernández muere en la prisión de Alicante.
18 de abril. Laval es nombrado jefe de Gobierno.
25 de junio. Eisenhower es nombrado Comandante en jefe de las fuerzas aliadas en
Europa.
16-17 de julio. Redada del Velódromo de Invierno.
22 de julio. Primeras deportaciones del gueto de Varsovia a los campos de
exterminio.
Se abre el campo de Treblinka.
6 de noviembre. Las fuerzas aliadas comienzan los desembarcos previstos en
Casablanca, Orán y Argel. Este hecho frustra las veleidades intervencionistas de
Franco.
7 de noviembre. Se funda la Unión Nacional Española (UNE) de inspiración
comunista que alcanzará un notable dinamismo en los años finales de la guerra mundial.
11 de noviembre. Hitler da orden de invadir la zona no ocupada de Francia. Queda
disuelto el Ejército francés. Las autoridades de Vichy se convierten en meros satélites
del Reich.
23 de noviembre. El 6.º Ejército alemán cercado en Stalingrado.
Diciembre. Refugiados españoles se incorporan al maquis en la Alta Saboya.
Richard Andrés y Miguel Vera son sus figuras claves.

1943
Enero. Creación de la Milicia Francesa por el régimen de Vichy, encargada de
luchar contra la Resistencia.
2 febrero. Victoria rusa en Stalingrado donde cambia el signo de la guerra.
16 de febrero. Comienza a aplicarse la Ley que instaura el Servicio de Trabajo
Obligatorio (STO).
Marzo. Jean Moulin consigue la -77- unificación de la Resistencia creando el
MUR (Movimiento Unido de la Resistencia) que funde a los tres grandes movimientos:
France Tireur, Combat y Liberación.
3 de marzo. Una representación de la Francia Libre se instala en Madrid. 13 de
mayo. Fuerzas británicas, norteamericanas y francesas, bajo el mando de sir Harold
Alexander concluyen la campaña de Túnez con la aniquilación de los ejércitos italo-
alemanes de África.
27 de mayo. Se celebra en Lyon la primera reunión plenaria del Consejo Nacional
de la Resistencia (CNR) presidido por Jean Moulin.
21 de junio. La Resistencia francesa sufre un duro golpe: Jean Moulin, el mítico
unificador de la Resistencia francesa es entregado pérfidamente a la policía alemana en
Caliure. Terriblemente torturado, murió en el tren que le conducía a Alemania. Georges
Bidault le sustituye al frente del CNR.
10 de julio. Desembarco aliado en Sicilia. En septiembre desembarcarán en
Calabria consiguiendo la capitulación sin condiciones de Italia.
25 de julio. Sesión del Gran Consejo Fascista tras la que cae Mussolini.
3 de septiembre. Italia formula una petición de armisticio que se publicará el día
8.
3 de noviembre. De Gaulle convoca la reunión inaugural de la Asamblea
consultiva de la Resistencia.
12 de noviembre. España anuncia la retirada de la División Azul.

1944
30 de enero. Unos 500 maquis de la Alta Saboya se concentran en la meseta de
Glières. Entre ellos hay españoles. Situada a 1500 metros de altitud y rodeada de
montañas, durante algunas semanas viven la ilusión de ser una zona liberada. Reciben
armamento que los Aliados les lanzan en paracaídas. Pero cercados por la Whermacht y
la Milicia y tras una encarnizada batalla (13 al 27 de marzo) este intento de convertir el
maquis en «reductos liberados» termina en un trágico fracaso. Pocos guerrilleros
escapan con vida.
1 de febrero. A partir de esta fecha Fuerzas Francesas del Interior (FFI) congregan
a todos los grupos armados de la Resistencia clandestina.
24 de marzo. Churchill se pronuncia en términos favorables a Franco.
Mayo. Franco suspende las exportaciones de wolframio a Alemania, clausura el
consulado nazi en Tanger y promete acabar con las facilidades logísticas de los
servicios secretos germanos.
3 de junio. De Gaulle transforma el Comité Francés de Liberación Nacional en
Gobierno Provisional de la República Francesa.
5 de junio. Las tropas americanas entran en Roma.
6 de junio. Al amanecer, un gran ejército angloamericano (Más de 5000 barcos,
150000 hombres el primer día) desembarca a lo largo de 100 kilómetros de la costa de
Normandía. Once días más tarde, el 17 de junio, habían desembarca do desde las bases
de Inglaterra más de 500000 soldados y casi 90000 vehículos (tanques, camiones,
jeeps...) La liberación de Francia ha comenzado.
La Segunda División Panzer SS acantonada en la región de Toulouse recibe
órdenes de dirigirse a Normandía. Los servicios de información de los guerrilleros de -
78- la región -entre los que se encuentran numerosos españoles- uno de cuyos jefes es
André Malraux previenen por radio a Londres de los movimientos de la División que
será gravemente dañada por los ataques de la RAF. La Segunda División Panzer sólo
logra llegar al frente el 23 de junio tras haber sufrido graves pérdidas.
15 de agosto. Desembarco aliado en Provenza muy apoyado por la guerrilla.
20 de agosto. Liberación de Toulouse.

21 de agosto. En Toulouse, la UNE llama a la insurrección para «acabar con


Franco y la Falange». En las semanas siguientes trata de concentrar en los Pirineos las
unidades de guerrilleros venidas de toda Francia, a pesar de la oposición del mando
militar francés. El 19 de octubre, los jefes de los Guerrilleros Españoles dieron la señal
de invasión del Valle de Arán que terminaría en fracaso.
24 de agosto. Las tropas del general Leclerc entran en París. La radio transmite:
«Tanques de la División Leclerlc han entrado en la plaza del Ayuntamiento. Estos
tanques van servidos por españoles». Eran las 9,15 de la noche.

1945
10 de enero. En México, las Cortes en el exilio celebran su primera sesión.
26 de enero. Los soviéticos liberan Auschwitz.
Abril. Francia concede oficialmente a los republicanos españoles de su territorio el
estatuto de refugiados.
11 de abril. Es liberado el campo de Buchenwald por una columna americana
mandada por Patton.
28 de abril. Mussolini y su compañera Clara Petacci son ejecutados por
guerrilleros italianos.
29 de abril. El Séptimo Ejército americano libera el campo de Dachau.
30 de abril. Hitler y Eva Braun, con quien se ha casado dos días antes, se suicidan
en Berlín.
1 de mayo. Congreso de la CNT en el Palacio de la Química de París.
2 de mayo. Los rusos toman Berlín.
3 de mayo. Pierre Laval y Abel Bounard se refugian en la España de Franco.
7 de mayo. Es liberado el campo de Mauthausen por tropas norteamericanas.
8 de mayo. Capitulación alemana. Son liberados los puertos todavía ocupados por
los alemanes como Royan, La Rochelle, Lorient y Saint Nazaire. La Segunda Guerra
Mundial ha terminado en Europa.
9 de mayo. En Toulouse, cuatro días después de su liberación, se convoca por radio el
primer Congreso del PSOE en el exilio que se celebrará un mes después. Es el
decimocuarto Congreso en la historia del PSOE y el primero celebrado desde 1932.

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