946 - Juliá, Santos - Españoles en La Liberacion de Francia 1939-1945
946 - Juliá, Santos - Españoles en La Liberacion de Francia 1939-1945
946 - Juliá, Santos - Españoles en La Liberacion de Francia 1939-1945
1939-1945
Félix Santos
Índice
•
Españoles en la liberación de Francia: 1939-1945
o Introducción
o Capítulo I
Medio millón de españoles se refugian en Francia
o Capítulo II
Comienza la Segunda Guerra Mundial: el destino de los
republicanos españoles
o Capítulo III
Españoles en los campos de concentración alemanes
o Capítulo IV
La memoria de los supervivientes
o Capítulo V
Reconocimientos y olvidos
o Cronología 1939-1945
Introducción
Hace cincuenta años Europa ponía fin a la pesadilla nazi. A primeros de mayo de
1945, con la capitulación de Alemania, terminaba en este Viejo Continente la guerra
más cruel de su historia.
Una guerra que ocasionó desplazamientos de poblaciones sin precedentes. El
primero de todos fue el éxodo de medio millón de españoles que huyendo de las tropas
de Franco en el invierno de 1939, a través de los Pirineos, buscaron refugio en Francia.
Ha sido el mayor éxodo de la historia de España1 y el primero que provocó la
Guerra Mundial, dando por sentado que la guerra civil española fue el primer episodio
de la mundial. Después vendrían las deportaciones de millones de judíos enviados a los
campos de exterminio, los millones de trabajadores llevados a Alemania a trabajar, la
huida de millones de polacos, la desbandada de los rusos ante el avance alemán en su
territorio o la desbandada de diez millones de alemanes en las últimas fases de la
guerra, ante el avance soviético.
El final de la guerra puso punto final a la mayor sangría humana de la historia.
Según las estimaciones más prudentes, hubo 20 millones de muertos soviéticos; de 5 a 7
millones de alemanes; 6 millones de polacos; 600000 franceses; más de 400000
británicos y unos 300000 norteamericanos.
¿Cuántos españoles murieron en la guerra mundial?
Si limitamos el cómputo a quienes murieron combatiendo en suelo europeo a partir
de 1939, a pesar de que las cifras manejadas son objeto de polémica2 pueden darse
como indiscutidas las siguientes: más de 6000 españoles murieron en el campo nazi de
Mauthausen, la mayor parte de ellos asesinados por los SS; de los más de 15000
refugiados españoles incorporados al Ejército francés, unos 6000 perdieron la vida en
combates regulares contra las fuerzas alemanas e italianas; se desconoce el número de
bajas que hubo entre los 10000 guerrilleros incorporados a las Forces Françaises de
l'intérieur de De Gaulle cuyas actuaciones fueron decisivas para la liberación del sur de
Francia. De los 700 españoles combatientes contra el Ejército alemán en el seno de las
fuerzas soviéticas, perdieron la vida en torno a 300.
(Digamos entre paréntesis que, en el otro lado, de los 47000 españoles que
integraron la División Azul para combatir en el frente oriental, unos 5000 perdieron la
vida en combate).
Pérdidas de vidas humanas, ciudades y países arrasados. Esta vez los horrores de la
guerra alcanzaban cimas inimaginables. Pero, a pesar de las tragedias humanas
sumadas, el mes de mayo de 1945 resplandecía lleno de esperanzas. Europa se veía
libre de uno de los yugos más siniestros jamás padecido por las naciones del Viejo
Continente.
A esa liberación habían cooperado de manera relevante varias decenas de miles de
españoles. Sus trabajos, sus sufrimientos, sus luchas, su valor, reconocidos en un primer
momento por los Aliados, especialmente por los franceses, han tendido posteriormente
a desvanecerse. Faltos de un Estado que respaldara y reivindicara el reconocimiento de
sus acciones, aquellos españoles vieron, decepcionados, cómo después de haber sido
perseguidos, humillados, y no obstante, haber -6- defendido con generosidad y
valentía la libertad frente a la ocupación alemana, pasaban a ser progresivamente
olvidados e ignorados.
En la bibliografía francesa sobre la Resistencia y sobre las batallas por la liberación
de Francia es raro encontrar una sola línea que aluda a la participación de los
españoles3.
Desde luego, la opinión pública española, durante décadas ayuna de noticias acerca
del destino de los exiliados republicanos, conoce poco y mal las vicisitudes de esos
compatriotas, a pesar de que con su contribución en uno de los momentos más terribles
de la historia europea, escribieron una de las páginas de la historia de los españoles de
la que podemos sentirnos más orgullosos.
La presente monografía es una crónica contra el olvido. Una crónica que pretende
ofrecer al lector materia les esenciales para recuperar la memoria colectiva sobre el
destino, dramático, con frecuencia heroico, a veces trágico, de las decenas de miles de
españoles que desde los inicios de la guerra mundial participaron muy activamente en
los combates por la liberación de Europa.
Esos españoles estuvieron presentes en los episodios más significativos de la
guerra: en Narvirk, en Dunquerque, en la Batalla de Francia, en la Resistencia, en el
maquis, en Stalingrado, en Moscú, en el Plateau de Glières, en el desembarco de
Normandía, en la liberación de París y de Estrasburgo, en la liberación de Lyon; fueron
guerrilleros españoles los que liberaron Foix y otras localidades del sur de Francia. «No
hay región francesa que no esté regada con sangre española», en palabras de uno de los
guerrilleros superviviente.
Y en los campos de exterminio alemanes de más siniestra resonancia hubo
españoles: en Mauthausen, en Dachau, en Auschwitz, en Buchenwald, en
Orianemburg... La mayoría de los que por ellos pasaron dejaron allí su vida. También
hubo supervivientes. El testimonio de algunos de ellos se recoge en esta crónica.
A lo largo de 1995 en que en toda Europa se ha conmemorado profusamente el fin
de la Segunda Guerra mundial en suelo europeo, en España tampoco han faltado actos
oficiales de recuerdo, reconocimiento y homenaje a los españoles que en ella
combatieron. El 4 de abril de 1995 el Congreso de los Diputados aprobaba por
unanimidad, en una sesión plenaria, la propuesta de organizar actos de homenaje a los
españoles que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Tal vez lo más significativo
de este gesto de reconciliación con el pasado fueron el tono y el contenido de los
discursos de los portavoces de los Grupos Parlamentarios, tanto de izquierdas como de
derechas.
El 20 de mayo de 1995, el ministro de Defensa, Julián García Vargas, inauguraba
en el madrileño cementerio de Fuencarral un monumento dedicado a los españoles que
combatieron por la libertad de Europa entre 1939 y 1945.
Meses antes, el 21 de octubre de 1994, el presidente del Gobierno español, Felipe
González, y el presidente de la República Francesa, François Mitterrand, habían rendido
público homenaje, en Prayols, ante el monumento allí levantado, «a los guerrilleros
españoles muertos por Francia y por la libertad».
Esta crónica, inevitablemente somera, pretende ser una ventana abierta al
conocimiento de las odiseas de esos miles de españoles que, en tan dramáticas
circunstancias, preservaron la dignidad del nombre de España y de los españoles.
No pocos de aquellos españoles viven todavía. Todos ellos superan los 70 años de
edad. Algunos, pocos, han regresado a España. La mayoría se quedaron a residir en
Francia donde crearon sus familias. En busca de su testimonio, el autor se ha
desplazado a la Alta Saboya y a Toulouse donde ha podido conversar con ellos. Quede
constancia de su agradecimiento a todos ellos por la aportación inestimable de la
memoria viva de los hechos y por las viejas fotografías y documentos facilitados. El
autor agradece también a José Martínez Cobo, médico e historiador residente en
Toulouse, su ayuda para contactarlos y sus atinadas observaciones al texto que le han
permitido mejorarlo y evitar algunos errores. Agradece también a José Castro,
igualmente residente en Toulouse, el haberle guiado y acompañado en esos encuentros.
-7-
Capítulo I
Medio millón de españoles se refugian en Francia
-[8]- -9-
Una larguísima fila de soldados harapientos, de mujeres desoladas, de ancianos
taciturnos, de niños abatidos por la fatiga, avanzan siguiendo la cinta de la carretera
hacia la frontera francesa. Caminan lentamente. Llevan consigo en modestas maletas y
en sacos o fardos lo que han podido salvar precipitadamente de sus hogares
abandonados. La mayoría van envueltos en mantas para protegerse del frío. Numerosas
mujeres llevan en brazos a sus hijos o arrastran detrás de ellas niños extenuados.
Entre La Junquera y Le Perthus los millares de coches, camiones, carretas, tartanas,
bicicletas, ambulancias, caballos, que se abren paso dificultosamente entre la
muchedumbre extenuada, provocan un descomunal embotellamiento.
El mismo espectáculo desolador puede verse en todas las carreteras que se adentran
en los Pirineos.
La fila de fugitivos cubre kilómetros y kilómetros. La tétrica imagen que
componen refleja la mayor hecatombe de la historia española contemporánea. Son los
republicanos derrotados en la guerra civil que huyen a Francia tras la caída de
Catalunya en el invierno de 1939.
La marea humana que se dirige a la frontera francesa tiene dimensiones de éxodo
bíblico. Reina un grave silencio, roto únicamente por el ruido de los aviones
«nacionales», (alemanes, italianos), que se acercan, y por la alborotada búsqueda de un
refugio protector. Los aviones bombardean y ametrallan a la muchedumbre de
refugiados hasta la misma frontera, bajando a veces a poca altura para ajustar mejor el
tiro4.
La toma de Barcelona por las tropas de Franco ha provocado pánico en las
poblaciones que huyen en desbandada. Las atrocidades cometidas por los vencedores
circulan de grupo en grupo. Llegan noticias del «matadero del Llobregat» donde la
División mandada por el general Yagüe ha ametrallado a 500 civiles.
también va entre los huidos un joven catalán, Esteban Pamies Raventós, que ha
dejado también escrito su testimonio de aquellas jornadas6:
Al llegar a la provincia de Gerona, los aviones enemigos
se acostumbraron a barrer o ametrallar los convoys que
desfilaban por las carreteras. Esteve recuerda la ciudad de
Figueras como la última etapa de su peregrinación sobre
asfalto. Allí perdió su maleta entre carretas, autocares y
bicicletas, y muertos que yacían a su alrededor.
Al renacer la calma se escuchaban gritos de dolor y de
espanto que surgían del fondo de unas cunetas repletas de
heridos y mutilados indefensos. En los momentos cruciales de
una retirada global y desorganizada, no hay médicos ni
ambulancias que se presten para auxiliar a los desvalidos.
El temor a caer prisionero, el miedo de ser rechazado en
la frontera, el egoísmo que se respira entre miles de fugitivos
que parecen competir a quien llega primero, todo influye en
la ansiedad del que escapa sin mirar para atrás. (...)
Entre resbalón y caídas, aquella muchedumbre seguía
penosamente su único itinerario anhelado por todos. Unos
vestidos con uniformes andrajosos. Otros, con sus ropas
habituales de paisano, campesino, citadino o aldeano, se
movían como una avalancha desorientada por carreteras,
caminos, trillos y también escalando montañas o bordeando
lagos y ríos. Había niños, ancianos, mujeres embarazadas,
heridos malcurados, mutilados de guerra y moribundos
desatendidos. (...)
Antes de alcanzar la cordillera pirenaica, Esteve se había
unido a un grupo de pilotos que optaron por escalar montañas
en lugar de arriesgarse cándidamente entre el «rebaño» de
peatones que persistía en seguir por la carretera central hasta
la frontera.
Al llegar a 2000 metros de altitud, se encontraron con un
pastor que custodiaba un centenar de ovejas con la ayuda de
tres fieles perros amaestrados para esa labor. Uno de los
aviadores sin avión, preguntó al buen guardián de venderle un
cordero para asarlo allí mismo. El pastorcillo calculó el
precio del animal y recibió el doble de lo que pedía.
Juntándose con ellos, el pastor cooperó en la preparación
y horneada del borrego, que supo riquísimo a todos los
comensales famélicos y friolentos. La temperatura había
bajado a 15 grados bajo cero al caer el sol por el horizonte
lejano. La nieve de enero se había congelado y los pocos
árboles existentes, lucían fantasmagóricos revestidos de
estalactitas que colgaban de sus ramas desnudas.
Aquella noche sería la última estadía en España para
aquellos jóvenes oficiales de corta edad. El más viejo -11-
contaría con 26 años. Esteve no había cumplido los 20
todavía. Con la barriga contenta, la alegría regresó a las caras
de aquellos alpinistas improvisados. Alguien ofreció su bota
de vino para regar aquel banquete sin pan ni alioli. Otro sacó
una cajetilla de cigarrillos para invitar a los fumadores, y
hasta hubo uno que se puso a entonar una bella canción
acompañada por su armónica de bolsillo. Hacia las 9 de la
noche, todos aquellos aventureros dormían dentro de una
manta individual que les tapaba de pies a cabeza. Colocados
en círculo alrededor de una pequeña fogata moribunda, los
futuros refugiados ilegales roncaban y soñaban cerca de los
perros y de la cabaña pastoril. (...)
El día 29 de enero de 1939, Esteve entraba en territorio
francés. La borrasca ayudaba a los intrusos, que bajaron hasta
el llano sin mayores inconvenientes. Nadie del grupo iba
preparado para traspasar una aduana legalmente. (...) Cuando
más confiados estaban aquellos catalanes, aparecieron tres
gendarmes armados hasta los dientes y estaban apuntando
directamente al grupito, gritando que se rindieran entregando
las armas. Allí mismo se terminaba la peregrinación ilegal de
aquellos atrevidos saltamontes o cruzafronteras.
-[14]- -15-
Capítulo II
Comienza la Segunda Guerra Mundial: el destino de los republicanos españoles
-[16]- -17-
La primavera y el verano de 1939 fueron vividos por los franceses con una gran
inconsciencia. La guerra estaba a un paso pero pocos parecían advertirlo. Manuel
Azcárate, que entonces tenía 23 años y tuvo el privilegio de poder vivir en libertad con
sus padres en París, ha escrito en su citado libro de memorias un testimonio elocuente y
estremecedor:
Pasar de un país en guerra (España) al París de la
primavera de 1939 era como saltar a otro planeta (...) Aquel
era el París de Maurice Chevalier y de una Mistinguett, que se
resistía a ceder el paso. Se vivía algo inconscientemente sobre
un volcán, la guerra estaba a dos pasos, pero nadie lo notaba.
A lo sumo era tema de los chansonniers que cada noche
hacían alarde de ingenio para ridiculizar a los ministros y
otras eminencias.
-20-
Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania
Cuando el 3 de septiembre de 1939 Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a
Alemania una vez concluido el ultimátum que habían dado a esta para que retirara las
tropas que habían invadido Polonia, la noticia no es algo inesperado. Ese día y los
sucesivos los parisinos miran mucho al cielo. Temen un ataque de la aviación alemana.
Temen especialmente a los gases.
«La propia policía ha distribuido a todos los franceses -escribe Manuel Azcárate en
sus citadas memorias- y a los extranjeros con permiso de largo plazo, una máscara de
gas metida en un estuche, una especie de tubo metálico de unos treinta centímetros de
largo. Los parisienses van a todos lados, al trabajo, de compras, de paseo, con el tubo de
marras. Lo cual agrega una nota extraña, no muy heroica, más bien ridícula, al paisaje
de la ciudad. A mí no me han dado máscara porque mi permiso es provisional. Y
tampoco la tienen los otros compañeros de las JSU que están en situación ilegal.
Tenemos que pedir prestados a nuestros amigos franceses algunos tubos vacíos para
circular por las calles sin llamar la atención. El que va sin tubo es sospechoso y está
amenazado de que la policía le interrogue». Esos temores a un ataque alemán con gases
desaparecerán a los pocos días.
En París y en otras grandes ciudades francesas se realizaron en esos primeros días
de guerra redadas en las que detuvieron a individuos sospechosos. Miles de ellos fueron
amontonados en el estadio Roland Garrós, de París. Entre ellos había numerosos
españoles.
Con el país en guerra, los franceses empezaron a buscar y apreciar la mano de obra
española. Los españoles aceptaban cualquier trabajo con tal de salir de los Campos.
«Me presenté como agricultor, sin saber si las patatas salían de la tierra o de un árbol»,
ha testimoniado uno de ellos18.
En el mes de octubre de 1939, el ministro del Interior francés, señor Pomaret,
declaraba que 50.000 refugiados españoles trabajaban en las industrias de guerra
francesas, cifra que a Tuñón de Lara le parece algo exagerada.
Los Batallones de Marcha, las Compañías de Trabajo y el trabajo individual en la
agricultura, la industria o en las minas dejaron casi vacíos los Campos de Refugiados.
En los primeros meses de 1940 sólo quedaban unos pocos millares en Argelès, algunos
en Gurs y unos 3000 en el Campo de castigo de Vernet19.
En la resistencia y en el maquis
La Resistencia francesa brota a partir del verano de 1940. En torno a figuras de
prestigio se forman pequeños grupos que progresivamente irán incrementándose. Es un
«ejército de civiles» que surge para contribuir a ganar una guerra que los ejércitos de
militares han perdido. La Resistencia ayudará a Francia a recuperar el prestigio y el
lugar entre las grandes potencias, muy deteriorados por la rapidez y la escasa gloria con
que su Ejército regular se hunde en 1940 frente al embate alemán.
En el sur, el primer movimiento organizado es Combat, creado por el capitán Henri
Frenay. Está dirigido por un Comité de siete miembros, entre los que se encuentra
Georges Bidault, más tarde presidente del Comité Nacional de la Resistencia y Ministro
de Negocios Extranjeros. Operan en la región de Lyon.
Otro grupo es Libération, fundado por E. d'Astier de la Vigerie e influido por el
dirigente sindicalista Léon Jouhaux.
Van surgiendo otros muchos movimientos de resistencia: Franc-Tireur que en
1943 se fusiona con Combat y Libération; France d'abord, Le Coq Enchainé,
Témoignage Chrétien, Libérer et Fédérer, France au combat, creado por socialistas de
Marsella.
En la zona norte el iniciador de la Resistencia es el Comité National de Salut
Public, fundado en el Museo del Hombre de París por un grupo de intelectuales. Agrupa
a profesores, escritores, abogados, etc. Otros movimientos de resistencia en la zona
norte fueron: Défense de la France, creado por jóvenes estudiantes, Front National,
Ceux de la Résistence, Défense de la Patrie, Socialisme et Libérté, fundado por Sartre,
Jeune Republique, Combat.
No hay ciudad importante en que no se organice un grupo de Resistencia. Su
actividad abarca varios frentes: servicios de información, acciones de sabotaje,
progresivamente coordinadas bajo las órdenes del Alto Mando interaliado; ejércitos
secretos que apoyarán en su momento a las tropas de desembarco; difusión masiva de
prensa clandestina, (en 1944 hay más de un millar de publicaciones que en conjunto
difunden dos millones de ejemplares). Uno de los periódicos clandestinos más
conocidos es Combat, dirigido por Albert Camus y Henri Frenay. Défense de la France
llega a lanzar 400000 ejemplares en 1944. Junto a los periódicos y hojas también se
difunde literatura clandestina de gran calidad, gracias a las Éditions de Minuit20.
-21-
En agosto de 1946 fue puesto a una calle de Saint Denis (París) el nombre de
Cristino García. Y el 15 de marzo de 1947, en el Velódromo de Invierno de París, el
ministro francés de la Guerra otorgó al teniente coronel Cristino García Grandas a título
póstumo la más alta condecoración francesa.
Plateau de Glières
A finales de enero de 1944 algunos jefes de los maquisards de Alta Saboya
probablemente siguiendo instrucciones de Londres decidieron concentrarse en una
meseta de los Alpes, a 20 km de Annecy, de 1800 metros sobre el nivel del mar, con el
fin de atrincherarse y crear un núcleo de territorio liberado. Así nació Glières el 31 de
enero de 1944. La BBC, desde Londres, proclamaba: «Tres países resisten en Europa:
Grecia, Yugoslavia y Alta Saboya».
Era una zona montañosa poblada de chalets. Allí se concentraron 465
combatientes. De ellos, 56 eran jóvenes guerrilleros españoles que formaron la sección
Ebro, en recuerdo de la batalla de este nombre en la guerra civil española, bajo el
mando de Antonio Vilches.
Las autoridades francesas de Vichy ordenaron desalojar ese reducto. A mediados
de febrero un destacamento de la Milicia inició los combates. Pero fueron derrotados
por los guerrilleros que hicieron no pocos prisioneros.
Ante lo ocurrido, decidieron intervenir los alemanes. El 23 de marzo llegaban a la
zona 8000 alemanes con morteros, artillería y aviación, que unidos a varios centenares
de la Milicia francesa y de la policía prepararon el ataque. En total, más de 9000
hombres se disponían a lanzarse contra los 465 guerrilleros.
Antonio Vilanova25 describe como sigue la desigual batalla: «El ataque se
desencadenó el domingo 26 de marzo de 1944. Comenzó por el norte contra la sección
Liberté-Chérie como distracción del ataque principal que fue contra las dos secciones
españolas Ebro y las de Alloobroges, Bayard, Savoie-Lorraine, Jean Carrier, Saint
Hubert y Leclerc.
Los maquisards se comportaron heroicamente, pero les era imposible sostener la
mayor potencia de fuego de los asaltantes, los continuos bombardeos y la superioridad
numérica. Los resistentes carecían además de reservas y tuvieron que retroceder por
precipicios y entre la nieve. Así y todo, aguantaron el ataque durante cuatro horas y las
últimas oleadas alemanas las contuvieron con granadas de mano: muchas armas no
servían ya.
Hubo algunos prodigios de heroísmo, como el de Antonio Vilches que merced a un
enorme salto dado en un terreno peligroso y batido, consiguió un emplazamiento para
su ametralladora desde el cual pudo proteger la retirada de sus hombres. Aunque cosida
su ropa a balazos pudo escapar indemne.
Peor suerte tuvo el también español García cuando, en unión del francés Credoz,
emplazaba un fusil ametrallador frente a Sappey para contener a una numerosa patrulla
de milicianos. Después de disparar diez cargadores, consiguieron hacer huir a los
vichystas, pero Credoz recibió un balazo que le abrió la cabeza y García otro que le
atravesó un pulmón.
Ante la imposibilidad de resistir la presión de tanto hombre y tanto armamento, se
dio la orden de retirada -27- a fin de que cada uno pudiera escapar del cerco al estilo
guerrillero, o sea en pequeños grupos y por diferentes lugares.
La última resistencia, el despegue y la persecución final ocasionaron muertes,
detenciones, torturas y fusilamientos.
La batalla ocasionó la muerte de 155 maquisards, de ellos cinco españoles. Otros
175 resistentes quedaron prisioneros, de ellos seis españoles.
La barbarie nazi asesinó, después de torturarlos, a casi todos los prisioneros. De los
seis españoles, solamente se salvó de la muerte uno.
Los españoles que consiguieron escapar a la persecución: J. Barba, Manuel Joya,
Miguel Vera, etc., combatieron en el maquis hasta el final de la guerra y fueron autores
de la liberación de Annecy, capital del departamento de Alta Saboya26.
En Glières dieron su vida por la libertad de Francia: Félix Belloso Colmenar,
Patricio Roda, Gabriel Reines o Gaby, Victoriano Ursua, Pablo Fernández, Avelino
Escudero, Paulino Fontava, Florián Andújar y Manuel Corps Moraleda.
La liberación de París
El general Leclerc, jefe de la Segunda División que liberó París, con su Estado Mayor
El corresponsal de guerra norteamericano del New York Times en Francia, Charles
Christian Wertenbaker, publicó el 23 de agosto de 1944 en su periódico una crónica a la
que corresponden los siguientes párrafos:
A las seis de la mañana emprendimos la marcha hacia
París, llegando hasta la población de Antony, donde fuimos
detenidos por un escuadrón de republicanos españoles. La
lucha en aquel sector se había recrudecido y aquellos bravos
muchachos de la República española consideraban peligroso
nuestro avance. Aproveché la oportunidad para establecer
conversación con ellos y confieso que me cautivó su
entusiasmo y su valor. Muchos llevan ya años luchando al
lado de los franceses libres, otros pertenecían a los
guerrilleros y algunos también eran escapados de las
cuadrillas de trabajadores forzados de las defensas de
Cherburgo. Todos son expertos -28- de las fuerzas
mecanizadas y de un valor extraordinario según me afirmó su
comandante. Sus tanques y carros blindados llevan pintadas
en sus costados los colores de la bandera republicana y
nombres tan sugestivos como estos: Belchite, Ebro,
Guadalajara. Poco después de las 9, recibieron órdenes de
proseguir la marcha y antes del mediodía entrábamos en los
arrabales de París precedidos por los republicanos españoles
que eran aclamados delirantemente por la población civil.
Según el testimonio de Ch. Tillon, jefe de los FTPF, citado por Tuñón de Lara27
más de 4000 españoles participaron en los combates por la liberación de París dentro de
los diferentes grupos y unidades francesas. Con ellos toman las alcaldías de Montreuil,
de los distritos 19 y 10, puntos de apoyo para nuevos avances. En la plaza de la
Concordia morirá José Barón, jefe guerrillero de la zona Norte de Francia, cuando
atacaba al frente de un grupo de españoles las posiciones alemanas.
Ramón Luis Acuña en su libro Como los dientes de una sierra recoge el dato de
«más de un 20 por 100 de los 16000 soldados de la Segunda División Blindada del
general Ph. Leclerc eran españoles», además de los «4000 que intervienen exactamente
en el movimiento de sublevación de París que precede a la entrada de las tropas»28.
Lapierre y Collins en su obra Paris brûle-t-il?29 cuentan que cuando los blindados
de la 2.ª DB entraban en París, un abogado de origen norteamericano, llamado Robert
Miller, corrió hacia el primer blindado que pasó ante su domicilio de La Muette, dio a
los soldados la bienvenida en inglés; después, al no obtener respuesta, en francés; pero
con el mismo éxito. Estupefacto, Miller se preguntaba si eran sordomudos. De repente
descubrió que eran voluntarios españoles.
La toma del Ayuntamiento de París la describe Tuñón de Lara de la siguiente
manera30:
Avanza la tarde y el Mando insiste en liquidar la
resistencia alemana, que es muy fuerte en Fresnes, lo que va a
conseguir el teniente Moreno. ¡Pero ya son las siete de la
tarde! y se pasa el tiempo en liquidar resistencias locales,
mientras está abierta la empedrada carretera-calle que
conduce hacia París. Leclerc se enfada por esas lentitudes y
ordena a Dronne que se ha anexionado para la operación una
sección de tanques medios y otras de ingenieros.
Los oficiales de Dronne que entran los primeros en París
son los españoles Moreno, Elías, Bernal, Campos y Montoya
mandando las fuerzas; Granell como oficial de enlace y
Bomba de municionamiento. Son las nueve menos cuarto, ya
anocheciendo, cuando Dronne y sus hombres entran en París
por la Porte d'Italie entre las aclamaciones, los abrazos, los
besos, de una multitud delirante. Y, sin embargo, se está
luchando en el centro de la ciudad; pero a las 21.22 horas
están en el Ayuntamiento, en el histórico Hôtel de Ville que
conoció las proclamaciones de la República en 1848 y 1870,
la de la Commune en marzo de 1871... En la plaza hay un
total de 120 hombres y 22 vehículos, entre ellos los carros
blindados, de que tanto se ha hablado, con los nombres de
"Madrid", "Guernica", "Don Quijote", etc.
En el Hôtel de Ville está el Consejo Nacional de la
Resistencia, presidido por Georges Bidault, con él Daniel
Mayer, Georges Marrane, Leo Hammon, Laniel... También el
coronel Rol Tanguy. Dronne es llamado a la Prefectura,
donde está el coronel Chaban Delmás y el señor Luizet,
prefecto nombrado por la Resistencia. El teniente Granell
queda en el Ayuntamiento al mando de los hombres. Aquellos
hombres, en su mayoría españoles, eran la vanguardia de las
fuerzas de Leclerc que entró en París al anochecer del 24 de
agosto de 1944.
-[30]- -31-
Capítulo III
Españoles en los campos de concentración alemanes
-[32]- -33-
En mayo, de 1940 la vanguardia del Ejército alemán, en una nueva muestra de
guerra relámpago, se lanza a través de Bélgica, invade Holanda, rompe el frente francés
sobre el Meuse y cae sobre Dunquerque donde, bajo el mando de Rommel, cerca a unos
400000 soldados aliados. La mayoría conseguirán escapar a Inglaterra, pero muchos
serán hechos prisioneros, entre ellos bastantes españoles.
En Dunquerque combatieron 15 Compañías de españoles, agregadas a la 60.ª
División. Fueron cercadas por la ofensiva alemana y los pocos que escaparon a la
muerte o bien fueron hechos prisioneros o - 250- consiguieron embarcarse con las
tropas aliadas hacia Inglaterra donde fueron encarcelados34.
«La llegada a Inglaterra de esos 250 españoles -refiere Antonio Vilanova35- no
mejoró mucho su suerte. En primer lugar, a casi ningún español se le dejó tomar tierra
hasta que todas las demás fuerzas lo hubieran hecho y, cuando les permitieron hacerlo,
fue para pasar ante una especie de tribunal que les preguntaba: ¿quiénes son ustedes? Al
conocer que eran españoles, trabajadores civiles, auxiliares del cuerpo de zapadores
francés, preguntaban estúpidamente: ¿qué han venido a hacer en Inglaterra?... Todos
fueron a dar con sus huesos en la cárcel. Descubiertos días más tarde -estos 250
españoles- por las autoridades francesas... fueron embarcados en un pequeño carguero
rumbo a Francia». Otros, fueron alistados en el ejército británico donde combatieron
durante toda la guerra.
Los Regimientos de Marcha en que estaban los españoles aguantaron la ofensiva
alemana durante dos semanas en el sector del Meuse. Otros protegieron la retirada de
Soissons en la primera semana de junio (eran los 11 y 12 Regimientos de Extranjeros,
traídos de África). Los otros Regimientos de Marcha, procedentes de Perpignán y
Barcarès, mal equipados y municionados, fueron literalmente aplastados por los stukas
y por los tanques alemanes.
Los aproximadamente cien mil españoles integrados en unidades militares
francesas o militarizadas, estuvieron entre los primeros que soportaron el embate
alemán. Las bajas españolas ascendieron a millares. Los españoles que fueron hechos
prisioneros, unos diez o doce mil, fueron trasladados a Alemania como prisioneros de
guerra. Pero al negarse el Gobierno de Vichy a reconocerles como prisioneros de guerra
franceses, y negarse ellos a trabajar voluntariamente para los alemanes, fueron enviados
a los «campos de la muerte»36
Mientras tanto, en París se produce la desbandada. A pie, en bicicleta, en viejos
coches, en autobuses urbanos, los parisinos huyen hacia el sur.
El día 14 de junio el ejército alemán desfila por las calles de París.
Antes de iniciarse la guerra mundial Alemania ya había abierto en su territorio
campos de concentración sólo para alemanes. En uno de ellos estuvo encerrado diez
años el carismático líder socialista Schumacher. Iniciada la guerra esos campos irían en
aumento. Algunos de ellos fueron transformados en campos de exterminio para
determinadas personas de los países ocupados: resistentes, judíos, gitanos,
homosexuales, enemigos políticos, prisioneros de guerra.
La mayoría de los españoles prisioneros de los alemanes fueron internados en
Mauthausen, Buchenwald y Dachau. También hubo españoles en Auschwitz. En el
campo de Oraniembourg fue internado el ex presidente del Gobierno republicano de
España, Francisco Largo Caballero, que había sido entregado a los alemanes por la
policía francesa de Vichy en París. Fue liberado por el Ejército soviético -34- el 24 de
abril de 1945 teniendo ya 76 años.
Al llegar al campo de exterminio, a los españoles les entregaban el triángulo azul
de apátrida y la S de España (Spanien) en blanco. El triángulo rojo era el de los presos
políticos; el verde el de los ladrones criminales; el marrón, de los gitanos y vagos; el
rosa, de los homosexuales; el negro, para los criminales asociales; el violeta, para
sacerdotes y objetores; el amarillo con la estrella de David identificaba a los judíos.
Los alemanes necesitaban mano de obra que con los deportados obtenían gratis.
Los campos eran canteras de trabajo en los que fabricaban bloques de piedra y ladrillos
para la construcción, para autopistas, para sus grandiosos proyectos.
A Mauthausen llegaron el 10 de agosto de 1940, 392 españoles, según el
testimonio de Antonio García Barón. «En 1942 éramos por lo menos 7800, quizás
10000, tan solo sobrevivimos 1600», dice.
M. Razola y M. Constante, en su obra Triangle bleu. Les républicains espagnols à
Mauthausen. 1940-194538 reproducen las siguientes cifras oficiales tomadas de los
ficheros de Mauthausen rescatados: pasaron por aquel campo 9067 españoles; de ellos,
4000 fueron exterminados en Gusen y 2584 en Mauthausen y en los comandos. En total,
6784 españoles fueron exterminados, es decir el 70 por 100 de ellos.
Mariano Constante, también superviviente de Mauthausen, ha narrado sus primeras
impresiones del «campo de la muerte» en términos parecidos a los de García Barón39:
Al bajar del tren, mi primera visión a través de la
penumbra y de la neblina matinal fue una fila de soldados,
con el casco de acero, y en la mano el fusil con la bayoneta
calada.
Al ver aquella estación; parduzca, desierta, me invadió
enseguida un sentimiento de miedo y tristeza. Los SS nos
estaban esperando. Aquellos SS de los cuales habíamos oído
hablar tanto, con la insignia tan conocida: la calavera en el
casco y también en el cuello de la guerrera. Todos eran
jóvenes de 18 a 24 años. Algunos llevaban una cinta negra en
la parte inferior de la manga, sobre la cual había escrito, en
letras blancas, toten-kopf (cabeza de muerto, o calavera).
De repente, tras una orden gritada en alemán, la jauría se
desencadenó. Gritos, empujones, palos, culatazos, para
formarnos de tres en tres. ¡Y desgraciados -35- los que no
obedecían enseguida! Escoltados por unos 150 SS,
atravesamos el pueblo de Mauthausen. Ni un solo ser viviente
en la calle principal. Las casas estaban cerradas. Ni siquiera
se oía el ladrido de un perro al pasar nosotros, como si al paso
de las hordas hitlerianas llevando su rebaño al matadero, todo
ser viviente, hombres y animales, hubieran quedado
petrificados. Una vez cruzado el pueblo, comenzó la subida
hacia el campo, por un camino estrecho, resbaladizo, donde
era difícil avanzar en filas de tres. Había que marchar
rápidamente bajo la lluvia de golpes. Antes de llegar al
campo varios compatriotas cayeron al suelo, extenuados,
siendo pisoteados por sus verdugos. Pudimos recogerlos y
arrastrar a varios hasta el campo, al que llegamos después de
media hora de marcha, siempre cuesta arriba.
Mi impresión fue la de encontrarme ante una inmensa
obra de construcción, ya que había muchos hombres
empleados en trabajos de excavación. Pasamos el primer
control y entramos en el recinto o perímetro exterior, donde
me apercibí de las torretas de vigilancia, en las cuales
montaba guardia un centinela con ametralladora. Sobre un
muro en construcción, un águila inmensa, en cobre verde,
dominaba la entrada de la plaza donde estaban los garajes de
los SS. No tuve la menor duda: estábamos en uno de aquellos
campos de los cuales tanto habíamos oído hablar. Aún
tuvimos que subir por unas escaleras de granito y nos
encontramos ante las dos torres que debían sostener, más
tarde, la puerta de entrada. Digo más tarde, porque en aquella
época la fortaleza no estaba terminada. Había veinte barracas,
y las alambradas estaban colocadas apenas a dos metros de
las barracas 1, 6, 11 y 16. Las alambradas estaban sostenidas
con postes de madera y enganchadas en aisladores de
porcelana. En el primer poste una placa metálica con esta
inscripción: Vorsicht! Lebensgefär (atención, peligro de
muerte). Yo no conocía todavía el alemán, pero un relámpago
rojo, dibujado junto a la inscripción, me hizo comprender que
se trataba de alambradas con corriente eléctrica de alta
tensión.
¡Una verdadera visión de pesadilla!
Miré en torno nuestro y vi a los SS con los látigos de
nervios de buey, rodeados de varios colosos (capos), vestidos
con trajes de presidiarios, que vociferaban y amenazaban a
otros presos que trabajaban. Las alambradas de alta tensión,
el humo negro y el olor a carne quemada que venía de una
gran chimenea situada al fondo de la plazoleta donde nos
encontrábamos, el aspecto siniestro de las barracas, todo ello
parecía un cuadro dantesco. Sentí una opresión inmensa,
atenazadora, que me hacía un nudo en la garganta, de donde
no podía salir una sola palabra. Aquella imagen era la que yo
me hacía del infierno. Pero, franqueado el umbral de las dos
torres, no quedaba ya lugar ni para comparaciones, ni para
recuerdos de ninguna clase.
Esperando nuestro turno para entrar en las duchas y
desinfección, vi pasar cuatro presidiarios cargados con
piedras, y me quedé estupefacto al oírles hablar español. Les
pregunté:
-¿Sois españoles?
-Sí, pero no nos hables, porque los SS y los kapos te
molerían a palos si ven que lo haces. Espera, vendremos a
vuestro lado a cargar piedras. Si tenéis cigarrillos y comida
tiradlos al suelo, pues os lo quitarán todo.
Unos minutos más tarde vinieron a cargar algunas
piedras cerca de nosotros. Quedé sorprendido de la delgadez
de sus cuerpos. Eran auténticos esqueletos.
-¿Qué es este campo? ¿Hace tiempo que estáis aquí?
Uno de ellos se acercó un poco y me dijo:
-Sí, amigo. Yo llegué aquí el 10 de agosto de 1940. Me
trajeron directamente de Francia. Este es un campo de
exterminio, y los alemanes nos han dicho que nadie saldrá
vivo de aquí. Tened cuidado. Obedeced enseguida sus
órdenes para evitar que os «liquiden» a golpes.
Cargó una piedra sobre sus hombros y se alejó. La forma
de sus huesos se marcaba sobre su uniforme. ¡En aquel
infierno había españoles desde ocho meses antes!
En Dachau los españoles ocupaban dos barracas conocidas como las de los
Spanische Kämpfer (combatientes españoles). Dachau fue el último Campo liberado, el
19 de abril de 1945, por las fuerzas del Ejército norteamericano. Sólo 260
supervivientes españoles pudieron contarlo40.
Buchenwald se alzaba en una colina a 9 km de Weimar. De los 240000 prisioneros
que pasaron por este Campo, perecieron 56000, unos asesinados, otros a consecuencia
del hambre, del frío o de las torturas. Varios miles de españoles pasaron por
Buchenwald. Entre ellos Jorge Semprún quien, detenido en septiembre de 1943 por la
Gestapo, fue enviado a este Campo en un angosto vagón precintado41. La mayoría de los
españoles internados en Buchenwald murieron en la cantera, en la enfermería o en Dora
(fábrica subterránea anexa donde a partir de 1943 se fabricaban los V1 y V2 que
lanzaban sobre Londres). Más de 10000 muertos costó la construcción de los túneles y
la instalación de aquella fábrica42. Muchos de ellos eran españoles.
-36-
Morir cuando el campo ya ha sido liberado
Prisioneros de Buchenwald.
Jorge Semprún, uno de los supervivientes, -tenía 22 años cuando Buchenwald fue
liberado en un domingo de abril de 1945- ha escrito uno de los testimonios literarios
más estremecedores sobre aquel campo de exterminio, la novela La escritura o la
vida43. De ella reproduzco el desgarrador pasaje en que narra la muerte del español
Diego Morales días después de haber sido liberado el campo por los americanos:
-No hay derecho... -acaba de susurrar Morales, vuelto
hacia mí.
Tiene razón: no hay derecho.
Diego Morales llegó al campo hacia finales del verano de
1944, tras una breve estancia en Auschwitz. Suficientemente
larga, no obstante, para poder captar lo esencial de los
mecanismos de selección específicos del complejo de
exterminación masiva de Auschwitz-Birkenau. Antes incluso
del testimonio del superviviente del Sonderkommando, por
medio de Morales tuve una primera idea del horror absoluto
que era la vida en Auschwitz.
Entre nosotros, Morales encontró de inmediato un puesto
de trabajo como obrero cualificado en la fábrica de Gustloff:
era un ajustador -o fresador: no soy ninguna autoridad en
materia de nomenclatura metalúrgica- realmente fuera de lo
común. Tan hábil y preciso que la organización clandestina
acabó confiándole un puesto clave en la cadena de montaje de
los fusiles automáticos: aquel, al final de la cadena, en el que
había que sabotear inteligentemente una pieza decisiva del
mecanismo con el fin de conseguir que el arma se volviera
inutilizable.
Instalado en el bloque 40, en el mismo dormitorio que
yo, después del periodo de cuarentena, Morales me había
deslumbrado por su facundia de narrador. No me cansaba de
escucharle. Hay que reconocer que su historia era de lo más
novelesco.
Solía decir que un libro era el responsable del carácter
aventurero de su existencia. «Un jodido librito»; decía riendo.
Un libro cuya lectura había trastornado su vida,
proyectándola de cabeza -nunca mejor dicho- al torbellino de
las batallas políticas. A los dieciséis años, en efecto, había
leído el Manifiesto Comunista, y su vida había quedado
transformada. Todavía se refería a ello, en Buchenwald, con
una emoción existencial. Como hay quien habla de los Cantos
de Maldoror o de Una temporada en el infierno.
A los diecinueve años, Morales había participado en la
Guerra Civil española en una unidad de guerrilla que operaba
más allá de las líneas del frente, en territorio enemigo.
Después de la derrota de la República Española, en Prades,
experimentó su segundo choque literario. Lo había recogido y
lo ocultaba una familia francesa, después de su evasión del
campo de refugiados de Argelès. Allí había leído El rojo y el
negro. Por descontado, el hecho de que el libro le hubiera
sido aconsejado por una muchacha cuyo recuerdo todavía
conservaba, carnal y sublimado a la vez, no parecía ser ajeno
a la fascinación suscitada. Cualquiera que fuera, no obstante,
la parte del ardor de la llama amorosa de antaño, a la novela
de Stendhal se le atribuían en su relato unos efectos
comparables a los del panfleto de Marx en un ámbito
diferente. Si el Manifiesto le había introducido en la
comprensión de los grandes movimientos masivos e
ineluctables de la Historia, El rojo y el negro le había iniciado
en los misterios del alma humana: hablaba de ello con una
precisión emocionada y matizada, inagotable en cuanto se le
orientaba hacia este tema, y yo no me privaba del placer de
hacerlo.
-No hay derecho -acaba de susurrar Morales, apenas me
he sentado junto a la cabecera de su litera, apenas he cogido
su mano entre las mías.
Tiene razón, no hay derecho, morir ahora.
Morales ha sobrevivido a la Guerra Civil española, a los
combates en la meseta de Glières -es su recuerdo -37- más
terrible, según me explicaba: el largo caminar por la nieve
profunda, bajo el fuego cruzado de las ametralladoras, para
escapar del cerco de las tropas alemanas y de los
destacamentos de la gendarmería y de la milicia francesas-.
Ha sobrevivido a Auschwitz. Y a Buchenwald, al peligro
diario de ser sorprendido por un meister civil o un
Sturmführer SS, en delito flagrante de sabotaje en la cadena
de la Gustloff, lo que le habría llevado directamente al
cadalso. Ha sobrevivido a mil peligros más, para acabar así,
estúpidamente.
-Morirse así, de cagalera, no hay derecho... -me susurra
al oído.
Me he arrodillado junto a su litera, para que no tenga que
esforzarse cuando me habla.
Tiene razón: no hay derecho, morirse tontamente de
cagalera, tras tantas ocasiones de morir empuñando las armas.
Después de la liberación del campo, por añadidura, cuando lo
esencial ya parecía haber sido alcanzado, la libertad
recobrada. Cuando se le ofrecía otra vez la ocasión de morir
empuñando las armas, en la guerrilla antifranquista, en
España, como testimonio de libertad, precisamente, era
estúpido morir de una disentería fulminante provocada por
una alimentación que de repente se había vuelto demasiado
abundante para su organismo debilitado.
No le dije que la muerte es estúpida por definición. Tan
estúpida como el nacer, por lo menos. Tan pasmosa,
igualmente. No le iba a servir de consuelo. No hay ninguna
razón, además, para valorar en momentos así las
consideraciones metafísicas y desengañadas.
Le aprieto la mano en silencio. Pienso que ya he
estrechado entre mis brazos el cuerpo agonizante de Maurice
Halbwachs. Idéntica descomposición, idéntica pestilencia,
idéntico naufragio visceral, que dejaban desamparada un alma
desasosegada pero lúcida hasta el último segundo: llamita
vacilante a la que el cuerpo ya no suministraba su oxígeno
vital.
Ô mort, vieux capitaine, il est temps levons 1'ancre...
-[38]- -39-
Capítulo IV
La memoria de los supervivientes
-[40]- -41-
Cuando se ha vivido una larga guerra, o, para ser más precisos, cuando se han
vivido dos guerras consecutivas -la Civil española y la Guerra Mundial, aunque pueden
ser consideradas dos fases de una misma guerra- las situaciones-límite por las que se ha
pasado difícilmente pueden olvidarse.
Cincuenta años después de los acontecimientos, cuando sus protagonistas han
sobrepasado los 70 años de edad, su memoria sigue, vigorosa, nutriendo hechos,
sensaciones, estados anímicos. A veces, estos supervivientes recuerdan con pelos y
señales detalles que pueden parecer irrelevantes pero que reflejan cómo en la mente
humana, incluso en las circunstancias más dramáticas, quedan grabadas cosas nimias o
chuscas.
Los testimonios que a continuación reproduzco tienen el incalculable valor de
provenir de personas que presenciaron o protagonizaron los hechos que narran. Todos
ellos son exiliados españoles refugiados en Francia que, una vez terminada la Guerra
Mundial, se quedaron a vivir en el país vecino -en la Alta Saboya, en Toulouse, en
Burdeos- donde crearon sus familias44.
Es cierto que 50 años después de terminada la Guerra Mundial, por los caminos de
la memoria, siempre selectiva, ha podido cruzarse o superponerse lo posteriormente
escuchado, comentado o leído, o han podido entreverarse las vanidades o el regusto por
redondear o adornar, incluso inconscientemente, los episodios vividos. Todo ello, que
sin duda el lector avisado sabe tener en cuenta, no oscurece, sin embargo, el valor
testimonial de estas narraciones perfectamente cotejables con los hechos registrados por
los historiadores más rigurosos.
En la transcripción de estos testimonios he respetado las peculiaridades de su
habla, plagada de galicismos y de distorsiones lingüísticas, inevitables secuelas de su
larga permanencia en Francia.
Españoles integrados en una compañía de trabajadores reparando vías de ferrocarril en Saint Cyprien.
En ese fuerte me metieron en los sótanos y allí yo viví una de las aventuras más
felices de mi vida. Porque no hice más que llegar y me cortaron el pelo al cero. El
peluquero era un español. En ese fuerte había un mando alemán, un coronel francés que
mandaba todas las Compañías de Trabajadores, como de la que formaba yo parte, de la
Región de Lyon. Y me metieron en el sótano en que tenían el carbón. Dos veces durante
la semana vino a interrogarme el comisario con otro policía. Querían saber quién me
había dado esos pasquines. Yo les decía que me los había encontrado por el suelo
creyendo que los Aliados los habían tirado. No me torturaron, me pegaron dos o tres
bofetadas nada más. Me metieron después en una celda en que estábamos 17. Había
judíos polacos, judíos luxemburgueses, dos armenios y un camarada de nuestra
compañía que estaba allí también.
Y vino el barbero a afeitar a la gente, el español. Y me dice a mí, yo a ti te conozco,
pero de dónde eres, pero si somos de la familia, somos de casa. Este era un lenguaje que
empleaba el Partido Comunista español. Yo me decía, en buenas manos he caído, le
decía, pues chico yo no tengo familia aquí y tal y qué sé yo. Y no le hice caso. Y
saliendo a trabajar al patio, estando en el pasillo formados, viene otro español que me
dice, no tengas miedo que aquí hay gente de casa. Digo, vaya, otro. Salimos al patio, yo
estaba serrando leña con un luxemburgués y viene el jefe alemán y me llama. Me cuadro
ante él, como era la costumbre, y me dice, ven conmigo, vas a ir a trabajar a intendencia,
vas a ir con Márquez, porque tú conoces a Márquez. Digo, sí... Yo estaba un poco
mosqueado. Y de qué le conoces. De cuando pasamos la frontera, si es que es el mismo,
digo yo. Mira, él es el jefe de la intendencia, aquí hace lo que quiere y si dice que te
puedes comer todo, te lo comes, y si dice no tocar nada, no toques nada.
Y entro y me dice, coño, Alonso, y me abraza. El alemán dice, aquí tienes a tu
amigo, y se marcha. El que me han presentado como Márquez me dice, bueno, y qué tal
por ahí fuera la familia. Yo digo, me estás tocando ya..., si yo no tengo por aquí familia.
Se echó a reír y me dice, tú conoces a Cristóbal que es zapatero. Digo, no, yo conozco a
un Cristóbal zapatero que era de la edad de mi padre, que estaba en la misma compañía
que yo, pero que había desaparecido de la compañía no sé por qué.
Se fue a buscar a Cristóbal. Cuando me vio el viejo me abrazó. Y me explicó: en el
mando de todas esas compañías, el secretario del coronel, el jefe de la intendencia, el
barbero, los cocineros, eran todos comunistas, era el Estado Mayor del Partido
Comunista infiltrado ahí dentro. Y, claro, había llegado el secretario del comandante por
la tarde y les había dicho, ha llegado aquí un camarada que seguramente va a pasarlo
muy mal porque le han cogido con pasquines del Partido francés, un tal Alonso, de tal
grupo. Y les dijo, hay que sacarlo de aquí. La cosa vino por ahí.
Entonces, yo estaba en intendencia, y cuando me iba por las tardes a dormir me
llevaba los bolsos llenos para llevarles un poco a los otros del Partido. Yo estuve allí tres
semanas, no llegó.
Una noche empezamos a oír camiones que llegaban, que llegaban, que llegaban, y a
las 9 de la mañana viene Márquez, el de intendencia, y el barbero, vente enseguida, con
un teniente francés que se llamaba Rovin, me dan mi ropa y me dicen, tienes que
marcharte, porque esos camiones venían de hacer una rafea en Lyon, de judíos, y venían
a completar el cargamento con todos los que estábamos allí para ir para Alemania, a los
campos. Y estos camaradas me hicieron salir del fuerte. No me encontraron una boina,
que tenía el pelo al cero. Y el teniente francés, ese Rovin, me dio 100 francos que en
aquella época era una fortuna, -49- toma, ten cuidado, y que la próxima vez no te
enganchen.
De mis años de militancia en el Partido, que yo dejé la militancia en el 46, tengo
este recuerdo muy satisfactorio, porque yo no confundo tampoco la base de un partido,
sea el que sea, con la dirección.
Volví a la compañía, porque el teniente francés me dio una nota como que estaba
liberado del fuerte. Y la compañía me envía a Saint-Étienne, a una fábrica de productos
químicos donde trabajaba mi padre. En esta fábrica el Partido estaba bien organizado.
Hacíamos sabotajes. Se ponía ácido nítrico, del cual llevo aquí las señales,
saboteábamos las cubas antes de que se marcharan para que durante el trayecto a
Alemania se perdiera todo. Y luego, en Saint-Étienne participé en misiones más
importantes que no puedo relatar.
Luis Menéndez.
Ríos fue el que más tarde organizó el 14 Cuerpo de Ejército Guerrillero. A este le
mataron los alemanes en un pueblo, al lado de Varilbes, en el Ariège. Sánchez, el
zapatero, Antonio Molina, Facundo Famada, encontramos a esta gente más tarde en
deportados o en matados por los alemanes. Y a Avila.
Se formó un Batallón especial, -bueno, un Batallón estaba compuesto de no más de
600 hombres en aquella época- que más tarde va a ser la 3.ª Brigada de Guerrilleros que
mandó «Robert»Alonso en el 43.
Una Brigada estaba compuesta de 3 Batallones, pero cada Batallón tendría 50 o 60
personas, las cosas como son. O sea que no había miles y miles de gente porque no había
manera tampoco ni confianza para formarlos. La prueba es que nosotros fuimos casi
todos detenidos porque uno o una nos vendió, si no los alemanes no nos enganchan.
Estábamos estructurados. Y allí el que mandaba el Batallón era Antonio Molina que
venía del Aude. Era un miembro influyente del Partido Comunista y, ¿cómo se dice?
illettré, analfabeto, pero era hombre de confianza de Ríos y de «Pichón» y de Zapatero.
Eran ellos los que tenían copado todo. Cuando venían del Aude, allí tenían el grupo
fabricando carbón de leña para los coches, y allí ya tenían grupos pero que no eran de
ejecución, eran grupos políticos. La verdadera ejecución estuvo con nosotros que
empezamos a recuperar dinamita de las canteras y participamos en sabotajes: pilonas
eléctricas, en líneas de hierro, chemins de fer, las conductas de agua. En una de ellas se
produjeron 140 detenciones.
La confianza con los franceses de la Resistencia vino más tarde, cuando Alonso ya
empieza a instalarse en pueblos y vinieron a verle los francotiradores comunistas, pero
ya en el 43. Durante el 41 y el 42 la única resistencia que había estaba compuesta por
españoles. Esto es lo que tenía extrañados a los alemanes. El alemán que nos detuvo
dijo: estos chicos no saben hablar francés. A mí no, pero a Famada le dijeron: no teníais
que haber hecho nada, porque nosotros contra vosotros no tenemos nada, es Franco el
que tiene que ver con vosotros. Pero Famada terminó en Buchenwald.
Diego Chacón, un chico de Granada, y un tal Sebastián Martínez, éramos en total
cinco o seis, preparamos con dinamita para volar tubos de agua, enormes tubos de dos
metros de diámetro que hacían marchar una central eléctrica de una fábrica de aluminio,
el aluminio necesita mucha electricidad para fundir. Este era el sentido de lo que nos
ocupábamos, sabotajes.
Pero mucho del material que recuperábamos, sobre todo la dinamita, iba a parar a
otros maquis.
-55-
Dinamita teníamos la que nos daba la gana. La sacábamos de los pantanos en
construcción. Los mineros allí eran casi todos asturianos. Iban a tirar dinamita a las
cuatro de la mañana y volvían con 500 gramos que no explotaban y que metían en un
macuto. Los otros grupos guerrilleros venían en bicicleta a recoger la dinamita.
Los franceses sabían que hacíamos algo, pero les daba mucho miedo protegernos.
Si había que decir la verdad, poca confianza teníamos con la acción francesa. Alguna
confianza vino, como éramos jóvenes, con algún amigo francés, cuando íbamos a
charlas, entonces no había bailes ni había nada, o cuando discutíamos en el trabajo y te
preguntaban qué hacías en España, cómo vivías. Ahí ya se hacía amistad y les
contábamos algo. Y estos podían servir, pero para poca cosa. Excepto, por ejemplo, con
el hijo del Alcalde que como éramos amigos íntimos y tenían una camioneta, pues yo
para ir a Tarascón no tenía problema.
Teníamos entonces no un carnet de identidad, un reçupissé (salvoconducto). Con
aquellos salvoconductos no podías trasladarte a otro Departamento. Pero nosotros, en
bicicleta o como podían, venían del otro Departamento, de la parte del Aude, venían de
Toulouse, pero de una forma clandestina. Yo conseguía un salvoconducto firmado por el
Alcalde porque era amigo de su hijo.
En el 42, ya llegó Oria. Este fue jefe de la 3.ª Brigada, formada por tres Batallones,
uno que estaba en el centro del Departamento, otro que estaba al este y el otro, al oeste,
para marcar todo el Departamento con el objeto de, un día u otro, atacar si era necesario,
si los alemanes llegaban. Eso ocurrió más tarde, ya eso yo no lo vi, pero sin ningún
francés todavía. Todavía no había ningún francés, excepto un garajista de Varilhes, un
cartero de Varilhes y un profesor de Liceo de Foix, primeros contactos que tuvimos con
franceses. Más tarde varios franceses nos buscaron para hacer pasajes a Andorra. Y en
este famoso Batallón se formó un grupo de gente para ayudar a pasar a Andorra. Ese
grupo lo mandaba un tal Cuenca, del Partido Socialista. Él no quiso venir con nosotros
porque tenía, desde España ya, un aborrecimiento de los comunistas, porque había
sufrido bastante con ellos, con los de El Campesino, era una alergia lo que tenía con
ellos. Se llamaba Álvarez Cuenca, que era de Cuenca el chaval; pero su nombre
verdadero era Álvarez.
Y este fue el primero que me vino a ver a mí con ese profesor de Foix. Me
explicaron que teníamos que estar en contacto con los franceses y me dieron rendez-
vous en el hotel Saint Vincent, que existe todavía, en Foix. Yo les he dicho la verdad,
que teníamos mucho miedo porque estábamos hartos ya de ser tratados de rojos y de
criminales y de ser tratados como gente que juegan en el equipo de reserva, en el trabajo,
en la habitación, en todos los aspectos. Quieras que no, mentalmente éramos unos
minusválidos de la población francesa. Después de la liberación se dieron cuenta con
quien trataban, pero entonces no. Y tampoco nosotros les teníamos mucha confianza.
Gendarme, jefe del grupo, con oficiales y soldados republicanos españoles en el campo de concentración
de Argelès-sur-mer en agosto de 1939.
Yo me marché del Batallón por culpa de Molina, porque no me gustaba estar
mandado por un burro, las cosas como son. Y ya entré en contacto con Álvarez y con
Combat. Esto ocurre en junio, julio, agosto del 42. Encuentro a Molina y tres mandos
más de guerrilleros en Andorra donde ya había un puesto de commandement, pero
organizado por el Partido Comunista español en la Massat, era ya el tentáculo. Y yo le
he dicho a Molina aquel día: ¿quién tiene los documentos? Hacían reuniones y todo.
Dice: no, están en un sitio seguro. Pero yo los he visto después en poder del juez, no
estaban en sitio seguro. Y es que allí entraron ya en el grupo una familia de españoles,
pero que estaban en Francia desde antes de la guerra, «españoles blancos» se llamaban,
y otra familia de franceses.
Óscar Martínez.
Actualmente residente en Toulouse.
Salí de Irún en el año 1936, porque entonces la tuvimos que evacuar. Estuvimos dos
meses en Burdeos. Después regresamos a Barcelona. Allí pasamos toda la guerra y el 2
de febrero de 1939, después de haber pasado en un tren, en vagones de bestias, que nos
bombardeaban las pavas italianas, pasamos la frontera por Puigcerdà.
Fuimos a dar a Èpernon, en el Eure-et-Loir, a 60 kilómetros de París, porque en
Chartres, que es la capital de Eure-et-Loir, hicieron un campo de concentración. Pero
nosotros, 37 personas, tuvimos la virtud de que nos cogieran y nos llevaran a un pueblo
de 2000 habitantes, a Èpernon. Y allí, una cosa curiosa, al contrario que todos los demás
españoles que han sufrido los campos de concentración, nosotros tuvimos la gracia o lo
que sea, de haber sido bien tratados.
Para explicarlo bien: el presidente de la acogida a los españoles era doctor, y era
Cruz de Fuego, que entonces eran los máximos extremistas de derechas, que eran un
poco proalemanes pero que cuando los alemanes invadieron Francia eran nacionalistas
por encima de todo. Y el secretario era el cura. El resto del comité eran los profesores y
la directora de la Escuela laica de Èpernon. Nosotros éramos los que hacíamos la comida
para los niños y de ello comíamos con los cuadros, de modo que estuvimos
perfectamente bien cuidados, a pesar de que una parte de las mujeres dormían en el
convento de monjas, y nosotros, en la iglesia, con el cura. Pero nunca nos obligaron a ir
a misa ni nada. Y se portaron, tanto el alcalde que era Cruz de Fuego, como los demás,
-57- enormemente bien con nosotros.
Salimos de ahí cuando los alemanes ya estaban avanzando por Francia y fuimos a
dar a Bayona donde estuvimos dos años. Mi padre quedó en la zona libre y nosotros
estábamos en la zona ocupada, por lo que estuvimos separados. Luego me vine para
Toulouse para tratar de ir a la Escuela de Música, pero no pude hacerlo porque los
españoles en aquellos momentos teníamos que trabajar obligatoriamente, estábamos en
Compañías de Trabajo.
El día que comenzó la guerra mundial yo estaba en Bayona. Recuerdo muy bien,
luego, el derrumbe de la Armada francesa, que no resistieron nada. Confiaban en la línea
Maginot pero los alemanes pasaron por Bélgica y enseguida invadieron Francia.
Llegaron enseguida a Bayona y a Hendaya y por allí establecieron la división entre zona
libre y zona ocupada.
Nosotros estuvimos dos años en Bayona en casa de una tía que estaba casada con un
francés. Yo estuve trabajando en una serrería. Luego nos pudimos ir a la zona dicha
libre, y allí es donde ya pude estar con mis padres. Nos reunimos todos en el Averon, a
fines del 42. Dos meses después me vine a Toulouse con el pretexto de que quería hacer
estudios de música. En ese momento me cogieron para una Compañía de Trabajo. Y
tuve la suerte de poderme quedar en Toulouse trabajando en hacer el camuflaje para el
campo de aviación.
Fue entonces cuando entré en la Resistencia. Vino a encontrarnos Jaime, un catalán
que era del POUM. Cuando se enteró de que yo era un refugiado español vino a
hablarme y yo seguí la línea.
Entre los hechos que pudimos hacer estuvo que una vez entre los junquers que iban
a Italia a bombardear nos encargamos de poner una bomba con su reloj para que
explotase cuando estaban en el aire.
Al principio estábamos en las FTP, que era un maquis dominado por los
comunistas. Pero entonces los socialistas y los comunistas íbamos juntos en ese aspecto.
Óscar Martínez (con gafas) en el Ejército francés hacia Alsacia en 1945.
Nos pasó un caso. Había un aviador alemán que estaba en la Oficina Mayor del
campo de aviación y era el que daba los informes de cuándo tenían que subir los aviones
y todas esas cosas. Ese alemán, que fue una de las muchas cosas extrañas, decía que
había sido comunista, trostkista, en Alemania. Y nos pasaba informaciones. Y resulta
que un día nos propusieron colocar una de esas bombas de relojería en el avión de uno
que era un canalla, según decían los responsables. Entre nosotros había comunistas y
pasó una cosa. Resultó que en vez de poner la bomba en el avión que nos habían
indicado, la pusieron en el de ese alemán, único que estaba con nosotros y nos facilitaba
las informaciones. Cuando regresaron los aviones, llegaron los de todos menos el de él.
Y yo comprendí, porque había oído decir a ese comunista que le odiaba porque decía
que era trostkista. Y le dije, oye, qué has hecho, en qué avión has puesto la bomba, y me
dijo, joder, después de todo es un alemán, y cincuenta mil pretextos. Ahí es donde yo
empecé a no querer nada con los comunistas.
Óscar Martínez con dos rusos ex combatientes de los alemanes.
Luego, a mí me ocurrió lo siguiente en un bombardeo en Toulouse un domingo. Un
tren con carga de B1, los célebres cohetes, llegó un sábado y creíamos que se iba a
descargar el domingo. Pero aceleraron la cosa y descargaron el tren el sábado. Estaba
previsto que vendrían los aviones americanos a bombardear el tren, un tren que ya
estaba vacío. Nos cogieron al equipo nuestro de camuflaje y nos dijeron: mañana tenéis
que trabajar, y -58- nos dieron unas bombas, unos artefactos con su imán y demás,
para ponerlos en los depósitos de modo que cuando vinieran los aviones, como los B1 ya
no estaban en el tren, hacer ver que había sido el bombardeo el que les había alcanzado.
Esto sería a finales del 44. Fue el único domingo en que hubo bombardeo en Toulouse.
Pusimos todo como nos habían dicho y llega la hora del bombardeo y que los
aviones no llegan. Menudo conflicto. Nos jugábamos la vida por sabotaje. Estábamos ya
decididos a desmontar todo, y cuando estamos en mitad de la pista aparecieron los
aviones, y corriendo a todo correr llegamos a meternos debajo de un pequeño túnel
donde estaba el tren. Empezaron a llover bombas y no nos pasó nada.
Cuando terminó la alerta y fuimos a cambiarnos de ropa, había caído una de las
bombas en el vestuario y ya no quedaba nada. Tuvimos que ir con lo que teníamos
encima, llenos de pintura. Uno de los responsables de la Resistencia me dijo: qué hacías
allí, en la pista. Le expliqué y me dijo: vete a casa, coge la maleta y vete enseguida
porque os han visto en la pista. Y me fui a Toulouse.
Luego estuve en el maquis del Bousquet d'Orbe en el célebre Puente del Gard.
Grupo de guerrilleros españoles en Annecy (Alta Saboya). Entre ellos, José Caballero.
Actualmente reside en Annecy.
Yo era teniente del Ejército de la República y fui herido
tres veces, en Teruel, en el Ebro y en Segre. Pasé la frontera
el 9 de febrero de 1939 por la Junquera. Tenía entonces 21
años. Fui internado en el campo de Saint Cyprien. Nos daban
cada día un pan para 25 y una lata de sardinas para 10.
Estábamos guardados por los senegaleses a caballo. Más
tarde crearon Compañías de Trabajadores, mano de obra
barata, para hacer carreteras, limpiar bosques, etc.
Yo me incorporé a la Resistencia a últimos del 42 en
Doussard, cerca de Annecy. Porque los alemanes nos querían
llevar a trabajar a Alemania y dijimos, antes que irnos a
trabajar a Alemania preferimos coger de nuevo las armas para
luchar contra ellos. Nosotros habíamos perdido una batalla
pero queríamos continuar la guerra. Puede usted creerme que
yo empecé la guerra el 18 de julio de 1936 y terminé en
marzo de 1945 en Toulouse.
Los maquis hacíamos sabotajes a los camiones alemanes,
hemos volado algunos puentes y cosas de ese tipo.
En febrero de 1944 yo fui uno de los 56 españoles que
estuvimos en el Plateau de Glières. Los dirigentes de la
Resistencia nos convocaron a todos los maquis en una
montaña que llaman el Plateau de Glières. Este llamamiento
lo hacían los franceses para hacer ver al mundo entero que
había una cabeza de puente aquí, para que nos metieran
armamento. Fue una concentración temeraria de guerrilleros.
Éramos chicos muy jóvenes y los franceses de la Resistencia
también eran muy jóvenes. Era un equívoco porque la
guerrilla es otra cosa, es dar un golpe y desaparecer. Hasta el
27 de marzo estuvimos en esa montaña, con dos metros de
nieve. Al cabo del tiempo nos atacaron, alemanes, milicianos,
guardia móvil, artillería, aviación, y nosotros allí metidos, sin
comer ni nada, no podíamos hacer nada. Llevábamos ya ocho
días que no teníamos casi nada. La aviación alemana rompió
todos los chalets, lo rompieron todo. Y el capitán de mi
compañía ordenó la retirada y cada uno fue a salvarse como
pudo.
Roberto García, guerrillero español ante el monumento a los españoles en Annecy (Alta Saboya).
Estando trabajando como leñador en las montañas cerca de Foix, me incorporé a la
Resistencia. Cuando bajábamos a dar algún golpe a los alemanes, los demás leñadores y
carboneros nos protegían y corrían tanto o más riesgo que nosotros. Nos cobijaban, nos
daban de comer. Cuando había que hacer saltar un tren poníamos la carga debajo del
raíl, entre las dos juntas del raíl poníamos dos chapas a una pila y la pila a los
detonadores eléctricos y cuando el tren pasaba, pegaba y saltaba. Y las pilonas (torres
eléctricas) eran la cosa más fácil, para hacerlas saltar no había que ser especialista.
En Prades, el 30 de julio de 1944, atacamos el cuartel general de la Gestapo, la villa
Margarita, que habían jodido a varios españoles. A un capitán nuestro lo habían abierto
de arriba abajo, vivo. Allí no hubo perdón. No quedó uno, ni secretaria ni maría
santísima. Nosotros tuvimos dos muertos. De ellos no quedó ni uno. Era el año 1944.
Yo, después, he pensado, bueno, sobre todo aquello, pero cuando está uno allí, que ha
visto tantas cosas malas, pues, mira, así fue.
Reproducción de una de las páginas del expediente sobre los servicios prestados por Roberto García en la
Resistencia.
Los españoles hemos combatido por toda Francia, aunque especialmente en el sur.
Pero podemos asegurar que la mayor parte de Francia está regada con sangre española.
-61-
Capítulo V
Reconocimientos y olvidos
-[62]- -63-
Liberados los últimos reductos de resistencia alemana en Francia -los enclaves del
Atlántico: Lorient, Saint Nazaire, La Rochelle, Royan y Verdon-Pointe-de-Grave, en
cuya liberación participaron 6000 españoles, entre ellos los Batallones Guernica y
Libertad que combatieron en Pointe-de-Grave49- y concluida la guerra mundial, no
faltaron algunos actos públicos de reconocimiento y homenaje a los republicanos
españoles que tanto habían luchado por la liberación de Francia.
Ya el 21 de diciembre de 1944, en la Cúpula de los Inválidos, ante la guarnición de
París, el general Cailliere impuso la Cruz de la Legión de Honor a seis republicanos
españoles del maquis por su intervención en la liberación de Lyon donde fueron los
primeros que penetraron.
El 21 de abril de 1945, en Cognac, en el desfile ante el general De Gaulle de las
fuerzas que habían liberado la Gironda participaron los dos Batallones españoles, el
Guernica y el Libertad, con la bandera vasca y la bandera republicana española en
cabeza. En ese acto, De Gaulle condecoró a los oficiales y soldados que más se habían
distinguido en el combate. Entregó once medallas de la Cruz de Guerra a otros tantos
combatientes españoles.
En Toulouse, el 14 de julio de 1946, el general Bergeron, jefe de la XVII Región
Militar francesa, condecoró con la Cruz de Guerra a los guerrilleros españoles: coronel
Redondo, teniente coronel Bermejo, comandante Amadeo López, comandante Manuel
López, comandante Antonio Molina y al teniente Aguado.
En la propia Toulouse, el general De Gaulle al pasar revista a los guerrilleros en
una de sus visitas al suroeste de Francia, les había dicho: «Guerrillero espagnols, en
vous, je salue vos braves compatriotes pour votre courage, pour le sang que vous avez
versé pour la liberté de la France. A cause de vos suffrances vous êtes des héros
Franco-Espagnols».
En marzo de 1947 se celebró en el Velódromo de Invierno en París una gran
ceremonia de homenaje a los héroes del maquis. Fueron condecorados indistintamente
franceses y españoles, entre ellos Cristino García, a título póstumo. Los guerrilleros
españoles presentes en el acto escucharon emocionados a Yves Montand interpretando
el himno de los guerrilleros
campesinos,
y de las lágrimas!
camaradas!
las granadas.
¡Eh! Francotiradores,
a tiros y a cuchillo,
¡Tirad deprisa!
¡dinamita!
de nuestros hermanos.
Hay países
-64-
Aquí,
ves tú,
nosotros morimos.
lo que quiere,
o qué hace,
cuando pasa.
Amigo, si caes,
un amigo sale de la sombra,
y ocupa tu puesto.
¡Silbad, compañeros,
en la noche!
Sonrisas a Franco
En el verano de 1964, veinte años después de la liberación de París, Rodolfo Llopis
escribía en El Socialista un largo artículo titulado «Los republicanos españoles en la
liberación de Francia: los olvidados», en el que recordaba los principales episodios de la
Resistencia en que los españoles habían intervenido. En dicho artículo decía Llopis: «Se
conmemora siempre la liberación de París y el Día de la Victoria. Y es justo. Pero los
españoles que contribuyeron a ella ya no están presentes. Ya no se piensa en ellos. Se
les ha olvidado. Los que no cayeron en los combates se han convertido en simples
refugiados políticos. Por el contrario, en la tribuna oficial se podrá descubrir, tal vez, en
este aniversario de la Victoria contra el nazi fascismo, al representante del general
Franco, el protegido de Hitler y Mussolini. Cuánto han cambiado los tiempos. Y los
hombres también. Pero los combatientes de ayer y exiliados de hoy, ellos, no han
cambiado. Ellos siguen siendo fieles a su ideal. Continúan pensando en Madrid, en
España, en la liberación del pueblo español. Como el primer día. Y a pesar de
decepciones dolorosas. Es preciso recordarlo ahora que las sonrisas del poder gaulista a
Franco producen náuseas». La inicial actitud de rechazo y desprecio por parte de De
Gaulle hacia Franco, había dado paso a una actitud más suavizada y de progresivo
entendimiento.
Con el paso del tiempo la eficaz participación española en las luchas de liberación
contra Hitler tendía a difuminarse, a olvidarse. Antonio Vilanova, en su citada obra
publicada en 1969, escribía «Han pasado más de veinte años de los hechos relatados. He
buscado afanosamente por todo el mundo libros donde se relaten como fuente para la
historia los hechos de estos hombres. En francés, en alemán, en ruso, en castellano, en
inglés... nada he encontrado.
En cambio, son innumerables los relatos de combates y de acciones heroicas en los
que se atribuyen a hombres de otras nacionalidades la actuación de los españoles.
-65-
Sobre lo que hicieron y cómo lo hicieron y a costa de qué titánicos esfuerzos, de
qué dedicación, de qué entrega total a la causa universal de la Libertad, pesa un silencio
absoluto.
Son los Grandes Olvidados de la historia».
El actual senador socialista por Málaga, Antonio García Duarte, ha contado en la
prensa española51 su decepción al comprobar, en una visita a los Inválidos, en París,
donde se encuentra el Museo Militar de Francia, la ausencia de la más mínima
referencia a la participación de los españoles durante la Segunda Guerra Mundial. «A
medida que recorría salas y pasillos observando objetos, grabados, dibujos, mapas, etc.,
aumentaba mi interés por encontrar alguna referencia o alusión siquiera a la importante
contribución de combatientes españoles en las guerrillas y en los ejércitos durante la
liberación de Francia. Inútil búsqueda. Sí, había placas evocando la colaboración de
voluntarios polacos, holandeses, marroquíes..., pero nada que recordara la de los
republicanos españoles que lucharon y murieron por Francia y por la libertad. Lleno de
amargura y de indignación lancé algún dicterio que alertó a los visitantes. Se daba
además la coincidencia de celebrarse en esos días el aniversario de la liberación de
París, que tuvo lugar el 24 de agosto de 1944. Naturalmente, la presencia del general
Leclerc y de su división junto con las acciones de la Resistencia que derrotaron a los
alemanes en la capital ocupaban lugar destacado. Nada más justo. Pero, ¿por qué el
silencio y la ocultación de la gesta de tantos y tantos españoles? Estos son los
olvidados».
En la propia España el desconocimiento de las odiseas que esta crónica narra es
mayúsculo. Aunque se trata de uno de los capítulos más dramáticos, y a la vez ejemplar,
de la historia contemporánea de nuestro país. Hasta la muerte del dictador en noviembre
de 1975, ese desconocimiento era explicable porque la historia de esas decenas de miles
de españoles que habían luchado por la libertad y la democracia en suelo europeo,
estaba proscrita. Pero la permanencia de ese desconocimiento años después, carece de
justificación.
En abril de 1982 fue inaugurada en Soulac-sur-Mer el memorial de Medoc. En la foto, miembros del
Batallón Guernica con Jesús María de Leizaola y Joseba Elósegui ante el memorial.
Los españoles de la diáspora, supervivientes de aquellos acontecimientos, han sido
parcos al relatar sus peripecias. Han dejado algunos testimonios escritos, no
demasiados, de gran valor. Algunos de ellos son citados en esta crónica. Entre los más
significativos destaca el testimonio de la dirigente libertaria Federica Montseny quien
refiriéndose a la actuación de los españoles en la liberación de Francia dejó escrito52:
«No pretendemos pasar factura por todo lo hecho, eternos Quijotes, constantes
caballeros de todos los ideales, combatientes de todas las contiendas, hay en nosotros
demasiado orgullo y demasiada conciencia de nuestra grandeza para pensar en cobrar lo
que no tiene precio».
-66-
Cincuenta años después
Al cumplirse en este año 1995 el 50 aniversario del final de la Segunda Guerra
Mundial, el desinterés y el olvido de la importante participación española en los
combates por la liberación de Francia han empezado a ser rectificados. La España
democrática tenía una deuda con esos miles de españoles: la de reconocer públicamente
su sacrificio, su valor y el haber escrito algunas de las páginas más honrosas de nuestra
historia contemporánea, sufriendo persecuciones y torturas -un gran número de ellos
murieron asesinados- por defender las causas más justas que quepa imaginar: la
libertad, la justicia, la fraternidad.
Felipe González junto a dos antiguos guerrilleros españoles deposita una ofrenda floral ante el
monumento.
El 21 de octubre de 1994, el presidente del Gobierno español, Felipe González, y el
presidente de la República francesa, François Mitterrand, acudían a Prayols donde ante
el monumento levantado «a los guerrilleros españoles muertos por Francia y por la
libertad (1940-1945)» ambos dirigentes políticos depositaron sendas coronas de flores.
«Quiero expresar -dijo Mitterrand- el agradecimiento de Francia a los combatientes de
la República que fueron los primeros en Europa en empuñar las armas contra el
fascismo». Felipe González dijo en su alocución: «Ante el recuerdo de tantos españoles
que dieron su vida por la libertad, afirmamos que no queremos nunca más una España
enfrentada y dividida; no queremos nunca más una Europa desgarrada y ensombrecida».
Y continuó: «No podemos permitirnos ninguna debilidad ante quienes pretenden hacer
de la raza, de la ideología o de la discriminación social una forma de dominación».
De derecha a izquierda: Alonso, José García, Luis Menéndez y Mariano, antiguos guerrilleros españoles
posan con el corresponsal de TVE, Luis de Benito, en junio de 1994, en la Avda. des Guerrilleros en
Prayols.
El diputado Cortés Muñoz, en representación del Partido Popular afirmó:
«Nosotros ahora, como españoles, estamos orgullosos de lo que ellos hicieron; estamos
orgullosos de ustedes, que hoy están aquí (en la tribuna había una delegación de los
supervivientes de Mauthausen), pero al mismo tiempo debemos ser muy conscientes,
debemos tener absolutamente claro que aunque la historia haya sido cicatera en el
reconocimiento de lo que aquellos españoles hicieron, una parte sustancial, una parte
fundamental de lo que se dio en llamar y en conocer como Resistencia, se debe al
mérito de miles de compatriotas nuestros, españoles. Muchos de aquellos hombres
murieron entonces, otros lo han hecho en el devenir de estos ya largos 50 años; pero
afortunadamente, -69- otros muchos viven todavía, y es no sólo merecido, sino
absoluta e inobjetablemente justo darles el homenaje que merecen.
El Grupo Parlamentario Popular va a votar de forma afirmativa esta proposición no
de ley, y lo va a hacer porque coincidimos plenamente con el espíritu y con el fondo de
la cuestión que aquí se plantea».
En nombre del Grupo Vasco habló el diputado Albistur Marín. Recordó a «los
innumerables exiliados vascos que tomaron esta vía y se unieron a las fuerzas que
combatían al entonces Ejército nazi, consiguiendo también entrar los primeros en París,
en uno de los signos importantes de la pacificación y liberación de Europa».
La posición del Grupo Parlamentario Catalán (Convergencia i Unió) la fijó el
diputado Carrera i Comes que se sumó a la petición de que el Gobierno español reclame
del Gobierno alemán las indemnizaciones a que tienen derecho las personas que
estuvieron internadas en los campos de concentración alemanes.
-[70]- -71-
Cronología 1939-1945
-[72]- -73-
1939
26 de enero. Las tropas de Franco entran en Barcelona. Se inicia un éxodo masivo
hacia la frontera francesa que los refugiados empiezan a cruzar los días siguientes.
30 de enero. El ministro del interior francés, Albert Sarraut, visita los Pirineos
orientales donde se agolpa una muchedumbre de refugiados españoles. El único campo
de refugiados previsto, el de Argelès, es totalmente insuficiente. En pocos días
improvisan los campos de Saint-Cyprien, Le Barcarés, y otros, todos ellos en
condiciones deplorables. Llegó a haber 2000 campos distribuidos por toda Francia.
4 de febrero. Gerona se rinde a los nacionales. Continúa el éxodo de refugiados
hacia Francia.
10 de febrero. Fin de la resistencia republicana en Cataluña. El número de los
refugiados republicanos en Francia alcanza el medio millón de personas. En los últimos
quince días han cruzado la frontera francesa más de 400000 personas.
22 de febrero. Muere Antonio Machado en Collioure.
27 de febrero. Dimite el presidente de la República, Manuel Azaña.
19 de marzo. La denominada junta de Defensa (Casado, Besteiro, Mera, etc.)
dirige una propuesta de paz al Gobierno de Burgos.
28 de marzo. Las tropas nacionales entran en Madrid.
1 de abril. El cuartel general de Franco emite el último parte dando por terminada
la guerra.
Creación del SERE, dirigido por Pablo de Azcárate.
12 de abril. Un decreto-ley del Gobierno francés dispone la constitución de
«unidades de prestatarios extranjeros» o CTE, con el propósito de convertir a los
refugiados en mano de obra empleada con fines militares (política de rearme) o
económicos.
Agosto. La masa de refugiados españoles en Francia desciende. A partir del mes de
mayo se han venido produciendo repatriaciones masivas. Por otra parte, han emigrado a
hispanoamérica en torno a 20000 personas.
27 de agosto. Firma del pacto de no agresión germano-soviético. Las cláusulas
secretas contemplan la partición de Polonia.
1 de septiembre. Alemania invade Polonia. El día 3 Francia e Inglaterra declaran
la guerra a Alemania. Empieza la Segunda Guerra Mundial. -74- Rápida destrucción
del Ejército polaco. Varsovia resiste hasta el 29 de septiembre.
10 de septiembre. Envío de la Fuerza expedicionaria británica a Francia.
17 de septiembre. Invasión de Polonia oriental por el Ejército rojo. Lituania,
Estonia y Letonia se convierten en zona de influencia de la URSS.
30 de noviembre. Ataque soviético a Finlandia, a consecuencias del cual la URSS
queda excluida de la Sociedad de Naciones (el 14 de diciembre). Tropas anglo francesas
desembarcan en Noruega para apoyar a Finlandia. En la Brigada francesa de alta
montaña que interviene hay 500 españoles. La URSS suspende la ofensiva.
1940
1 de marzo. Companys organiza en Francia un Consejo Nacional de Catalunya.
22 de marzo. Dimite Daladier. Reynaud preside el nuevo gobierno francés.
7 de abril. Italia ocupa Albania.
9 de abril. Alemania ocupa Dinamarca con vistas a la guerra naval contra
Inglaterra.
15 de mayo. Alemania ocupa Holanda.
26 de mayo. Empieza la evacuación de Dunquerque.
27 de mayo. Un colectivo de españoles integrado en la Brigada francesa de Alta
Montaña desplazada a Noruega participa en la batalla de Narvik (Noruega).
Conquistada la ciudad por los aliados, será perdida días después ante la contraofensiva
alemana.
Capitulación de Bélgica.
5 a 9 de junio. Las líneas de defensa francesa se hunden ante la ofensiva alemana.
Varios miles de españoles encuadrados en el Ejército francés son hechos prisioneros y
deportados a Mauthausen. La población civil francesa huye a pie, por ferrocarril o en
coches hacia el sur o hacia Bretaña. La aviación alemana bombardea los convoyes de
refugiados.
10 de junio. Italia entra en la guerra.
13 de junio. España pasa de la «neutralidad» a la «no beligerancia».
14 de junio. Los alemanes entran en París. Franco ocupa Tanger.
17 de junio. El mariscal Pétain, vencedor de Verdún, forma gobierno en la zona no
ocupada por los alemanes.
En esta fecha dos oficiales alemanes pidieron al prefecto de Eure-et-Loir, Jean
Moulin, que firmase un texto atribuyendo actos sangrientos a tiradores senegaleses. Al
negarse fue detenido y torturado. Temiendo ceder ante sus torturadores, una noche se
hizo un corte en el cuello. Los alemanes lo descubrieron, le hospitalizaron y no
pudieron impedir que la población conociera la actitud heroica de su prefecto, futuro
dirigente de la Resistencia.
18 de junio. Desde Londres el general De Gaulle hace un llamamiento a los
franceses para que continúe la resistencia, «Porque Francia no está sola. No está sola.
No está sola. Tiene un vasto imperio tras ella. Puede hacer bloque con el imperio
británico que domina el mar y continúa la lucha. Francia puede, como Inglaterra,
utilizar sin límites la inmensa industria de Estados Unidos. Esta guerra no se limita al
territorio desafortunado de nuestro país. Esta guerra no ha quedado decidida por la
batalla de Francia. Esta guerra es una guerra mundial (...) Pase lo que pase, la -75-
llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se apagará». De Gaulle forma en
Londres un «Comité Nacional Provisional de Franceses Libres».
Simultáneamente se crean movimientos clandestinos de resistencia antinazi en las
zonas ocupadas.
29 de junio. El mariscal Pétain firma el armisticio con Alemania en Compiegne.
Francia queda dividida en una zona ocupada y otra no ocupada.
10 de julio. En Vichy, la Asamblea Nacional, pese a la oposición de 80
parlamentarios, confiere plenos poderes a Pétain. Desaparece la Tercera República.
Pétain, convertido en jefe del Estado francés, deviene dictador.
Comienza la batalla de Inglaterra.
11 de julio. Irujo crea en Londres el Consejo Nacional Vasco.
27 de julio. Las autoridades alemanas de ocupación entregan a Julián
Zugazagoitia, Lluis Companys y Cruz Salido a la policía franquista. Los tres serían
fusilados tras un consejo de guerra sumarísimo.
31 de julio. Constitución de la JARE (Junta de Ayuda a los Republicanos
Españoles).
20 de agosto. Desmantelada una red de evasión e información del PNV.
23 de agosto. Acuerdo entre los gobiernos mexicano y francés para acoger a
refugiados españoles en México.
24 de agosto. Varios centenares de españoles agrupados en Angulema son
deportados a Mauthausen.
27 de septiembre. Ley de Vichy sobre trabajo obligatorio de los refugiados:
permite reclutar a la fuerza a todo extranjero entre 18 y 55 años en los GTE.
3 de octubre. Vichy promulga un Estatuto de los judíos por el que quedan
excluidos de la función pública.
17 de octubre. Serrano Suñer es designado ministro de Asuntos Exteriores.
23 de octubre. Encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya con el fin de encontrar
una solución a las diferencias sobre las condiciones y exigencias para que España
entrara en la guerra. Franco pedía Gibraltar y la cesión del Marruecos francés. Hitler
pretendía una isla Canaria, bases navales en Marruecos y la entrega de las colonias
ecuatoriales. No se pusieron de acuerdo. No obstante, Franco aceptó firmar un
protocolo secreto por el que se comprometía a entrar en la guerra en fecha de su
elección garantizando Hitler futuras compensaciones territoriales en África.
28 de octubre. Italia invade Grecia.
1 de noviembre. Creación del gueto de Varsovia.
3 de noviembre. Manuel Azaña muere en Montauban (Francia).
11 de noviembre. En esta fecha, aniversario de la victoria sobre Alemania en
1919, tiene lugar una importante manifestación de estudiantes en el Arco del Triunfo en
París duramente reprimida por los alemanes.
13 de diciembre. Destitución de Pierre Laval.
1941
12 de febrero. Franco se entrevista con Mussolini en Bordighera.
14 de febrero. Franco se entrevista con Pétain en Montpellier.
7 de marzo. Tropas británicas desembarcan en Grecia.
-76-
Mayo. El Partido Comunista Francés crea el Frente Nacional de lucha por la
Independencia de Francia.
26 de mayo. Comienza una huelga en las minas del Pas de Calais.
11 de junio. Los italianos ocupan Grecia.
22 de junio. La Wermacht inicia la ofensiva contra la URSS.
27 de junio. Llamamiento para el alistamiento en la División Azul de voluntarios
españoles contra Rusia.
Julio. El gobierno de Vichy crea la Legión de Voluntarios Franceses contra el
bolchevismo (LVF) que combatió bajo uniforme alemán en los frentes del Este.
15 de septiembre. Hitler ordena a sus submarinos que operen en el Mediterráneo.
18 de noviembre. Ofensiva británica en el norte de África.
25 de noviembre. Ataque alemán contra Moscú.
8 de diciembre. Los Estados Unidos entran en la guerra.
Diciembre-enero de 1942. Contraofensiva rusa en Moscú.
1942
1943
Enero. Creación de la Milicia Francesa por el régimen de Vichy, encargada de
luchar contra la Resistencia.
2 febrero. Victoria rusa en Stalingrado donde cambia el signo de la guerra.
16 de febrero. Comienza a aplicarse la Ley que instaura el Servicio de Trabajo
Obligatorio (STO).
Marzo. Jean Moulin consigue la -77- unificación de la Resistencia creando el
MUR (Movimiento Unido de la Resistencia) que funde a los tres grandes movimientos:
France Tireur, Combat y Liberación.
3 de marzo. Una representación de la Francia Libre se instala en Madrid. 13 de
mayo. Fuerzas británicas, norteamericanas y francesas, bajo el mando de sir Harold
Alexander concluyen la campaña de Túnez con la aniquilación de los ejércitos italo-
alemanes de África.
27 de mayo. Se celebra en Lyon la primera reunión plenaria del Consejo Nacional
de la Resistencia (CNR) presidido por Jean Moulin.
21 de junio. La Resistencia francesa sufre un duro golpe: Jean Moulin, el mítico
unificador de la Resistencia francesa es entregado pérfidamente a la policía alemana en
Caliure. Terriblemente torturado, murió en el tren que le conducía a Alemania. Georges
Bidault le sustituye al frente del CNR.
10 de julio. Desembarco aliado en Sicilia. En septiembre desembarcarán en
Calabria consiguiendo la capitulación sin condiciones de Italia.
25 de julio. Sesión del Gran Consejo Fascista tras la que cae Mussolini.
3 de septiembre. Italia formula una petición de armisticio que se publicará el día
8.
3 de noviembre. De Gaulle convoca la reunión inaugural de la Asamblea
consultiva de la Resistencia.
12 de noviembre. España anuncia la retirada de la División Azul.
1944
30 de enero. Unos 500 maquis de la Alta Saboya se concentran en la meseta de
Glières. Entre ellos hay españoles. Situada a 1500 metros de altitud y rodeada de
montañas, durante algunas semanas viven la ilusión de ser una zona liberada. Reciben
armamento que los Aliados les lanzan en paracaídas. Pero cercados por la Whermacht y
la Milicia y tras una encarnizada batalla (13 al 27 de marzo) este intento de convertir el
maquis en «reductos liberados» termina en un trágico fracaso. Pocos guerrilleros
escapan con vida.
1 de febrero. A partir de esta fecha Fuerzas Francesas del Interior (FFI) congregan
a todos los grupos armados de la Resistencia clandestina.
24 de marzo. Churchill se pronuncia en términos favorables a Franco.
Mayo. Franco suspende las exportaciones de wolframio a Alemania, clausura el
consulado nazi en Tanger y promete acabar con las facilidades logísticas de los
servicios secretos germanos.
3 de junio. De Gaulle transforma el Comité Francés de Liberación Nacional en
Gobierno Provisional de la República Francesa.
5 de junio. Las tropas americanas entran en Roma.
6 de junio. Al amanecer, un gran ejército angloamericano (Más de 5000 barcos,
150000 hombres el primer día) desembarca a lo largo de 100 kilómetros de la costa de
Normandía. Once días más tarde, el 17 de junio, habían desembarca do desde las bases
de Inglaterra más de 500000 soldados y casi 90000 vehículos (tanques, camiones,
jeeps...) La liberación de Francia ha comenzado.
La Segunda División Panzer SS acantonada en la región de Toulouse recibe
órdenes de dirigirse a Normandía. Los servicios de información de los guerrilleros de -
78- la región -entre los que se encuentran numerosos españoles- uno de cuyos jefes es
André Malraux previenen por radio a Londres de los movimientos de la División que
será gravemente dañada por los ataques de la RAF. La Segunda División Panzer sólo
logra llegar al frente el 23 de junio tras haber sufrido graves pérdidas.
15 de agosto. Desembarco aliado en Provenza muy apoyado por la guerrilla.
20 de agosto. Liberación de Toulouse.
1945
10 de enero. En México, las Cortes en el exilio celebran su primera sesión.
26 de enero. Los soviéticos liberan Auschwitz.
Abril. Francia concede oficialmente a los republicanos españoles de su territorio el
estatuto de refugiados.
11 de abril. Es liberado el campo de Buchenwald por una columna americana
mandada por Patton.
28 de abril. Mussolini y su compañera Clara Petacci son ejecutados por
guerrilleros italianos.
29 de abril. El Séptimo Ejército americano libera el campo de Dachau.
30 de abril. Hitler y Eva Braun, con quien se ha casado dos días antes, se suicidan
en Berlín.
1 de mayo. Congreso de la CNT en el Palacio de la Química de París.
2 de mayo. Los rusos toman Berlín.
3 de mayo. Pierre Laval y Abel Bounard se refugian en la España de Franco.
7 de mayo. Es liberado el campo de Mauthausen por tropas norteamericanas.
8 de mayo. Capitulación alemana. Son liberados los puertos todavía ocupados por
los alemanes como Royan, La Rochelle, Lorient y Saint Nazaire. La Segunda Guerra
Mundial ha terminado en Europa.
9 de mayo. En Toulouse, cuatro días después de su liberación, se convoca por radio el
primer Congreso del PSOE en el exilio que se celebrará un mes después. Es el
decimocuarto Congreso en la historia del PSOE y el primero celebrado desde 1932.