Dokumen - Pub Introduccion A Los Escritos de San Juan 8431327871 9788431327873
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(ed.)
INTRODUCCIÓN A LOS
ESCRITOS DE SAN JUAN
EVANGELIO, CARTAS Y APOCALIPSIS
Primera edición: Junio 2011
ISBN: 978-84-313-2787-3
Depósito legal: NA 1.556-2011
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución,
comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escri-
ta de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de
delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).
Índice
INTRODUCCIÓN .. ... . .. . .. .. ... . .. ... .. . ... . ... . .. .. .. .. .. .. ... .. . .. ... . . . .. .. . ... . .. ... .. • . . .. 15
CAPÍTULO 1
EL CORPUS JOÁNICO EN SU CONTEXTO
juan Chapa
I
EL CUARTO EVANGELIO
CAPÍTULO 2
EL EVANGELIO DE JUAN
COMO TESTIMONIO APOSTÓLICO
juan Chapa
CAPÍTULO 3
EL TESTIMONIO DE JUAN SOBRE JESÚS
juan Chapa
CAPÍTULO 4
LEER A SAN JUAN COMO EVANGELIO.
EL GÉNERO LITERARIO
Vicente Balaguer
CAPÍTULO 5
LOS SIGNOS DE JESÚS
juan Chapa
CAPÍTULO 6
LOS DISCURSOS Y DIÁLOGOS DE JESÚS
juan Chapa
CAPÍTULO 7
LA PASIÓN DE JESÚS
PabloMªEdo
CAPÍTULO 8
ESTRUCTURA NARRATNA DEL CUARTO EVANGELIO
Marco V Fabbri
CAPÍTULO 9
LA PERSONA DE JESÚS:
CRISTOLOGÍA DEL CUARTO EVANGELIO
Eusebio Gonzdlez
CAPÍTULO 10
TEOLOGÍA DEL CUARTO EVANGELIO
Eulalio Fiestas Le-Ngoc
II
LAS CARTAS DE JUAN
CAPÍTULO 11
. LAS CARTAS DE SAN JUAN
Bernardo Estrada
III
EL APOCALIPSIS
CAPÍTULO 12
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS
juan Chapa
CAPÍTULO 13
CONTENIDO, ESTRUCTURA
Y TEOLOGÍA DEL APOCALIPSIS
Eulalio Fiestas Le-Ngoc
,.¡•.
Introducción
* * *
Señala el Concilio Vaticano II que en los libros del Nuevo Tes-
tamento «según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo
que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doc-
trina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo,
se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se
anuncia su gloriosa consumación» (Dei Verbum, n. 20). Con esta
publicación se desea que el mayor conocimiento de los cinco libros
aquí estudiados contribuya a profundizar en el misterio de Cristo,
conforme a los diferentes aspectos que cada uno de ellos resalta.
El libro responde de algún modo a los deseos de Benedicto XVI,
quien en su Exhortación Apostólica postsinodal sobre la Palabra
de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, escribe: «Que aquel
que "vio y creyó" (Jn 20,8) nos ayude también a nosotros a reclinar
nuestra cabeza sobre el pecho de Cristo (cf Jn 13,25), del que bro-
taron sangre y agua (cf Jn 19,34), símbolo de los sacramentos de
la Iglesia. Siguiendo el ej~piplo del apóstol Juan y de otros autores
inspirados, dejémonos guiar por el Espíritu Santo para amar cada
vez mds la Palabra de Dios» (Verbum Domini, n. 5).
JUAN CHAPA
1
El corpus joánico en su contexto
juan Chapa
'.
A los ojos de las autoridades del Imperio los cristianos no eran
un grupo diferente del judaísmo durante los primeros años de
expansión misionera. Vivían al amparo de los privilegios que go-
zaban los judíos como miembros de una religio licita. Con todo,
El corpus joánico en su contexto 27
3. LA COMUNIDAD JOÁNICA
3.2. Otraspropuestas
3.3. Recapitulando
4.1. Lugar
4.2. Fecha
2. Se pueden ver también I Apol. 46,2, cf. Jn 1,1.9; Dial. 63, cf. 1,13;
Dial. 88, cf. 1,20.23; Apol. 1,32, cf. 1,4.
El Evan_g_elio de Juan como testimonio apostólico 61
1. LA CUESTIÓN JOÁNICA
parar con Me 6,33-34); Jesús camina sobre las aguas: 6,16-21 (comparar con
Me 6,45-52); confesión dePedro: 6,68-69 (comparar con Me 8,29); entrada
en Jerusalén: 12,12-15 (comparar con Me 11,1-10); unción en Betania: 12,1-
8 (comparar con Me 14,3-9); última cena: 13,1-17,26 (comparar con Me
14,17-26); prendimiento: 18,1-11 (comparar con Me 14,43-52).
El testimonio de Juan sobre Jesús 73
1. San Pablo, por ejemplo, así lo recuerda en su carta a los Corintios: les
transmitió, dice, lo mismo que él había recibido, «que el Señor Jesús, la noche
en que fue entregado, tomó pan, y dando gracias, lo partió y dijo: Esto es mi
cuerpo ... » (1 Co 11,23ss).
Leer a san Juan como Evangelio. El género literario 91
Por eso, se suele afirmar que los evangelios no son relatos apolo-
géticos, pensados para la conversión de los paganos al cristianismo:
sus destinatarios primeros eran los cristianos. Pero este aspecto se
puede percibir mejor en el último rasgo que abordamos ahora.
Los dos textos explican las acciones de Jesús desde las Escritu-
ras, aunque de modo distinto. Marcos describe lo que será objetivo:
la universalidad de designio salvador de Dios manifestada aquí con
la frase de Isaías. El cuarto evangelio, sin embargo, ofrece como
explicación los sentimientos de Jesús, que el evangelista expresa a
través de la Escritura.
Aquí se ve que el cuarto evangelista quiere que se lea su
relato como Evangelio de la tradición, es decir, en relación ar-
mónica con la tradición apostólica contenida en los otros. Pero
además con su relato quiere mostrar que los hechos y dichos de
Jesús significan mucho más que lo que pueden designar por sí
mismos: su valor es el que tienen en el pensamiento de Jesu-
cristo -el Verbo hecho hombre que ha venido para manifestar
a Dios- expresado por Él y conocido y transmitido por el discí-
pulo amado. Esto tiene que ver con otras dos notas de su relato
que trataremos ahora.
Las dos frases, aunque coherentes una con otra, parecen tener
horizontes diferentes. La primera tiene un sujeto en plural: «sabe-
mos». Se refiere sin duda al redactor del evangelio unido a los que
comparten la fe con él: ya sea su comunidad, ya sea un grupo más
amplio. Parece que quiere dar fe del valor del testimonio del discí-
pulo amado, que quizás alguien había puesto en duda 6•
Pero el valor del testimonio del discípulo amado se percibe
mejor en una lectura continua de los tres episodios del epílogo.
vino significa el efecto que Jesús puede tener en la vida de las per-
sonas. Todo el episodio habla de transformación cuando Jesús está
presente. Él lo transforma todo. Vino para conceder la vida a los
hombres y vida en plenitud (10, 10). Esa transformación tiene lugar
cuando se toman seriamente las palabras de su Madre: «Haced lo
que él os diga» (2,5).
2. La purificación del templo (2,14-22), con la alusión a la des-
trucción y una nueva edificación, alude a la muerte y resurrección
de Jesús, y confirma el nuevo orden salvífica inaugurado por Cris-
to. El pasaje encuentra su paralelo en dos escenas de los sinópticos:
1) la purificación del templo (Me 11,15-19.27-28 y par.), que se sitúa
al comienzo de la semana en la que Jesús muere; y 2) la compare-
cencia de los falsos testigos en el juicio de Jesús ante el Sanedrín -la
noche antes de ser crucificado-, en el que los falsos testigos afir-
man que Jesús había dicho que destruiría el templo (Me 14,58; Mt
26,61; cf Hch 6,14). Es como si san Juan combinara las escenas,
situándolas al principio del ministerio. Pero frente a los falsos testi-
gos, que decían haber escuchado a Jesús: «Yo destruiré este templo»,
Juan recoge la afirmación de Jesús, pero mostrando que no dijo: «Yo
destruiré», sino «Destruid» (2,19). Jesús añade que no va a sustituir
ese santuario por otro sino que ese mismo santuario volverá a ser
levantado; y el evangelista aclara que el Santuario es el cuerpo de
Jesús, «destruido» por «los judíos» pero levantado por Jesús. En de-
finitiva, el templo es llevado a la perfección por el cuerpo de Jesús,
el verdadero lugar santo, en el que la Palabra eterna se ha hecho
carne, en el que habita la gloria de Dios. El antiguo Israel es llevado
a cumplimiento en el nuevo Israel, el nuevo orden que Cristo in-
augura que es la Iglesia. Jesús habla de la fundación de la Iglesia a
través de su resurrección. La doctrina enlaza así con la enseñanza de
. '
la Carta a los Efesios, en la que se habla de la Iglesia como cuerpo.
Como en Caná, se pone de manifiesto la respuesta de fe ante
el signo: «Cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus
Los si_g_nos de Jesús 121
renovar el don del maná. Pero, Jesús como nuevo Profeta, lleva a
plenitud los dones que Moisés había ofrecido al pueblo. El maná
era un signo, Jesús es el Pan verdadero (6,26-34). Jesús es el Pan
de vida y el que da la vida (6,34-51) y da ese Pan de vida en la Eu-
caristía (6,52-59). Uno debe alimentarse de su carne y sangre para
tener vida eterna.
Como en otros lugares, la proclamación de las palabras de Je-
sús constituye un acto de juicio, que separa a los que tienen fe de
los que no la tienen. Muchos de sus discípulos no entienden y se
escandalizan, porque no tenían fe. Jesús hablaba de cómo la carne
dada en alimento será la del Hijo del hombre retornado del cielo,
es decir, es una carne animada por el Espíritu Santo: «El espíritu es
el que da vida, la carne no sirve para nada: las palabras que os he
hablado son espíritu y son vida» (6,63). Son palabras que evocan la
escena del calvario, donde el agua y la sangre brotaron del costado
de Cristo, manifestando la fuerza de la gracia que saldría de él. Pero
para aceptar esta enseñanza hace falta tener el Espíritu, tener fe, tal
como queda reflejado en la confesión de Pedro: «Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y
conocido que tú eres el Santo de Dios» (6,68-69).
***
En conclusión, el número de signos en el cuarto evangelio es
mucho menor que el número de milagros en los sinópticos. Además,
faltan resúmenes de la actividad taumatúrgica de Jesús y tampoco
se encuentran exorcismos. Juan atenúa los aspectos milagrosos y en
cambio muestra la controversia que suscita el signo realizado por
Jesús mediante los diálogos que le siguen. Los signos que obra Jesús
son actos de poder que tienen un carácter simbólico y qlle revelan
su origen y manifiestan su gloria y su misión como Hijo de Dios.
Están estrechamente ligados a la fe (mientras que en los sinópticos
están relacionados sobre todo con la inauguración dél Reino de
Dios). La gente llega a creer, o debería llegar a creer, como resultado
de ver el signo que Jesús realiza. Aunque los signos tienen como
finalidad suscitar la fe en _él, cabe también el rechazo y no admitir
que sean obras de Dios. Son, por ello, insuficientes para la fe. Pero
son el camino para que a través de ellos se reconozca el gran signo
de Jesús, su glorificación mediante la muerte en la cruz.
6.
Los discursos y diálogos de Jesús
juan Chapa
rar, al dar la vida, está haciendo lo mismo que Dios hace siempre.
Como consecuencia las autoridades deciden matarle porque «lla-
maba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios» (5,18). En este
punto se inicia un largo discurso de Jesús, en el que da respuesta a
esa acusación.
La primera parte del discurso (5,19-30) versa sobre la actividad
permanente de Dios. Dios continúa «trabajando» incluso el sábado,
pues siempre gobierna el mundo. El «dar la vida» (curar) y «juzgar»
(salvar a los hombres) forman parte de ese gobierno. Son manifes-
taciones de su poder creador y real. El Hijo tiene autoridad para
juzgar, porque tiene autoridad para dar la vida. «Como el Padre re-
sucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a
quienes quiere» (5,21). Por eso puede juzgar el mundo, porque está
revestido con el poder de dar la vida (5,28). Jesús realiza lo que solo
Dios puede hacer. «El que escucha mi palabra ... tiene vida eterna
y no viene a juicio sino que de la muerte pasa a la vida» (5,24).
Pero Jesús no «se hace igual a Dios» en el sentido de que fuera un
segundo dios frente a Dios. Él no puede hacer nada por sí mismo
(5,19.26-27). Jesús «es igual a Dios» en cuanto que actúa en unidad
absoluta con el Padre. El Hijo obedece radicalmente al Padre y el
Padre ama al Hijo de manera perfecta. Así, todo lo que hace el Hijo
es en unión con el Padre. Hay una identidad de voluntad y de ac-
ción. Por eso, puede vivificar y juzgar, que son acciones de Dios. En
conclusión, Jesús «no es igual a Dios» en el sentido de estar frente a
Dios, pero sí lo es, en cuanto tiene los mismos atributos divinos.
La segunda parte del discurso (5,31-47) se centra en el testimo-
nio. Ya desde el principio del evangelio se había hecho referencia
al testimonio de Juan Bautista, Andrés, Felipe y Natanael (1,19-
49). Más tarde había aparecido también un nuevo testimonio del
Bautista (3,25-30). A continuación se había recogido el testimonio
que de sí mismo había dado Jesús: él ha bajado del cielo enviado
por Dios y da testimonio de lo que ha visto y oído; quien acepta
140 El cuarto evangelio
í
ese testimonio reconoce la veracidad de Dios mismo y tiene vida
eterna; rechazarlo supone negar la verdad de Dios (3,31-34). Este
tema continúa en el presente discurso donde se afirma que el testi-
monio definitivo, por encima del de Juan (5,33-35), es el del Padre.
Ese testimonio se manifiesta en las «obras de Dios» (5,36). Por un
lado en su poder de vivificar y juzgar y por otro en la Escritura,
que da testimonio de Cristo (5,39). Pero para aceptar este testimo-
nio se necesita haber aceptado interiormente al Verbo de Dios. Las
Escrituras por sí solas no son suficientes. Hace falta amor a Dios y
buscar la gloria de Dios, no la propia. En definitiva, el testimonio
principal es el poder de la «palabra de Dios», que se manifiesta en
las palabras y acciones de Jesús, y que hay que aceptar interiormen-
te. Esas obras de Dios no son solo las curaciones, sino la posibilidad
de un nuevo tipo de vida, si los hombres confiesan a Cristo. Y este
nuevo tipo de vida se encuentra en la Iglesia.
8. Ll.DESPEDIDADEJESÚS (13,1-17,26)
gnóstico, Jesús no pide que sus discípulos sean sacados del mundo,
sino solo que sean protegidos del Maligno ( que es el Príncipe de
este mundo). Pidiendo que sean consagrados como él mismo se
consagra, Jesús les envía al mundo a dar testimonio de la verdad.
Finalmente (17,20-26), Jesús pide por los futuros creyentes a través
de la palabra de sus discípulos, para que sean llevados a la unidad
perfecta de la vida divina siendo uno con el Padre y Jesús, que
son uno. Esta petición encuentra su cumplimiento porque quien la
pide ha dado su vida por sus amigos.
Tras estos discursos Juan ha preparado el camino para entender
en su máxima hondura el relato de la pasión que viene a continua-
ción.
<.
7.
La pasión de Jesús
PabloMªEdo
I
COMENTARIO GENERAL
2. UN EPISODIO ELOCUENTE
4. LA HORA DE JESÚS
.
de Jesús en la cruz todo el que crea en él tendrá vida eterna en él
(cf 3,14); «los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu
y en verdad» (4,23); «los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y
los que la oigan vivirán» (5,25); el Espíritu será dado (7,39); «co-
noceréis que yo soy» (8,28); «atraeré a todos hacia mí» (12,32).
Incluso Caifás dirá algo sobre la importancia de la hora de Jesús:
«conviene que muera un hombre y no que perezca toda la nación.
Pero esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote
aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación y no solo
por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dis-
persos» (11,49-52).
A pesar de tantas menciones a la hora de Jesús y su importancia,
ni siquiera los discípulos la entendían. Incluso Pedro se opondrá
a su llegada, atacando al criado del sumo sacerdote. Pero Jesús le
dirá: «Envaina tu espada. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Pa-
dre me ha dado?» (18,11). En cambio, el lector ha tenido tiempo de
comprender esta hora como Jesús mismo la entendía y vivir con él
su oración final antes del momento culminante: «Padre, ha llegado
la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique» (17,1).
11
COMENTARIO POR ESCENAS
l. PROEMIO
2. PRENDIMIENTO
4. TfTULO DE LA CRUZ
<.
Como ya hemos dicho en otra ocasión, llama la atención la par-
quedad del evangelista para narrar la crucifixión. En cambio, el re-
lato muestra gran interés por el título de la condena (74 palabras).
La .e_asión de Jesús 169
6. LA MATERNIDAD DE MARfA
8. SANGRE Y AGUA
9. LA RESURRECCIÓN
,
Estos lienzos funerarios de Jesús, que no lo atan ya porque ha re-
sucitado a una nueva vida, quedarán en el sepulcro vacío como un
indicio claro para el evangelista de la victoria de Jesús (cf 20,lss).
Los primeros testigos del Resucitado y enviados a predicarlo
-eso es un «apóstol»- son las santas mujeres. El evangelista supone
la presencia de varias de ellas aunque se centre en María Magdale-
na; ella habla en nombre de todas (cf 20,2). Estas santas mujeres
habían permanecido fielmente junto a Jesús hasta el final. Por eso
serán las primeras en verle de nuevo.
Protagoniza una de las apariciones el discípulo Tomás, que se
resiste a creer porque quiere ver y tocar primero. Cuando obtiene lo
que desea, sintetiza en una exclamación la confesión de fe cristiana
dirigida a Jesús resucitado: «¡Señor mío y Dios mío!» (20,28). Esta
es la confesión que desea suscitar el evangelista en el lector. Juan re-
coge entonces la última bienaventuranza de Jesús dirigida a quienes
creen pero sin necesidad de ver como Tomás.
Si Marcos y Mateo presentan a un Jesús escarnecido en la cruz
y Lucas al Jesús misericordioso que perdona, en Juan hemos visto
al Jesús triunfante y glorificado por el Padre. En el relato según san
Juan, la Pasión misma está impregnada de la gloria que transparen-
taba Jesús desde su encarnación y ministerio. La Resurrección es el
signo que manifiesta la victoria de Jesús, la glorificación del Hijo
en la humanidad. Es un acto de misericordia divina con la huma-
nidad que ha sido redimida y que va a recibir el poder de ser hijos
de Dios (cf 1,12). Por eso Jesús resucitado dirá: «subo a mi Padre y
a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (20,17). El Verbo vino
al mundo para salvar a la humanidad. Y al final, regresa al Padre
con esa humanidad glorificada y que nunca más abandonará.
8.
Estructura narrativa
del cuarto evangelio
Marco V Fabbri
Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se es-
cribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener
los libros que se tendrían que escribir.
falta antes estudiar qué se entiende por signos, allí donde la palabra
aparece.
En una ocasión Jesús se queja de que «si no veis signos y pro-
digios, no creéis» (4,48). Los prodigios son lo que solemos llamar
milagros: hechos que producen asombro, al exceder el alcance de lo
que el hombre puede hacer. La conexión entre «signos y prodigios»
aparece en el discurso de Hechos 2, en que Pedro presenta a Jesús
como «hombre acreditado por Dios ante vosotros con actos de po-
der, prodigios y signos». Se reconoce aquí la intención de abarcar
distintas facetas de la acción de Jesús: según se considere, la cura-
ción de un enfermo puede ser llamada «acción de poder», como
ocurre en los evangelios sinópticos, o bien «signo», come ocurre en
Juan. En los sinópticos el interés principal cae en la relación entre
Jesús y el mismo enfermo: Jesús quiere manifestar su misericordia,
pero pide al enfermo que manifieste previamente su fe.
A Juan le interesa más bien la relación entre Jesús y los que de
una forma u otra se enteran de la curación. Para ellos, la curación
sirve como manifestación de quién es realmente Jesús que camina
entre ellos. Como razona Nicodemo: «Rabbí, sabemos que has ve-
nido de parte de Dios como Maestro, pues nadie puede hacer los
signos que tú haces si Dios no está con él» (3,2). A Juan no le inte-
resan las condiciones previas a la curación, sino sus consecuencias.
Tan es así que los relatos de signos cumplidos por Jesús suelen em-
pezar por la curación que Jesús cumple, a la que siguen discusiones
sobre su sentido y alcance.
También hay una conexión entre signos y prodigios en el An-
tiguo Testamento: en el Éxodo signos y prodigios cumplidos por
Moisés son el medio por que los Israelitas y el Faraón pueden re-
conocer que el Señor realmente le envió6• La reacción de quien
6. Signo se dice ot: cf. Ex 3,12; 4,8 bis. 9.17.28.30; 8,19; 10,1.2. Prodi-
gio se dice máphet: cf. Ex 4,21; 7,9; 11,9.10. Las palabras también aparecen
juntas en Ex 7,3.
182 El cuarto evan_g_elio
4. LA FE EN EL CUARTO EVANGELIO
9. Antes de los reyes, en la época de los Jueces, el Espíritu del Señor bajaba
sobre un hombre, para que ése actuara para liberar al pueblo, le acompañaba
para darle fuerza en el cumplimiento de su misión, pero luego quedaba otra
vez sin guía (cf. Je 3,10; 6,34; 11,29; 13,25; 14,6.19; 15,14). El pueblo pide a
Samuel que les dé un rey, para que permanezca con ellos y combata sus guerras.
Samuel reconoce en Saúl al elegido del Señor y le unge (mashaj) con aceite.
188 El cuarto evan_g_elio
6. LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS
Solo Jesús puede saber de antemano este sentido, porque solo Jesús
tiene el poder de dar su vida y recuperarla (cf. 10,17-18).
No se puede separar el amor de Dios de su poder, que se mani-
fiesta en la resurrección. Sin el poder de Dios, el hombre no podría
vencer la muerte y tener la vida eterna. Pero sin amor, el poder de
Dios sería tremendo, como el poder que se manifestó en la des-
trucción del ejercito del Faraón: «manifestaré mi gloria a costa del
Faraón y de su ejército; y sabrán los egipcios que yo soy el Señor»
(Ex 14,4; cf. 14,17-18). Como resultado, en el Éxodo «Israel vio la
mano poderosa con la que el Señor trató a Egipto, y el pueblo te- ·
mió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo» (Ex 14,31).
Ahora bien, la manifestación del poder de Dios es s~ficiente para
someterse a Él, para temerlo, no para amarlo. Para los Egipcios, que
no aceptan lo signos cumplidos por Moisés, no hay salvación: la
glorificación del Señor se hace a costa de ellos.
Si en el evangelio Jesús no manifestara más que su fuerza, nun-
ca se podría vencer el endurecimiento del hombre que no acepta
los signos y no se sujeta al poder de Dios. Permanecería la sospe-
cha con respecto a Dios y a sus mandamientos, que se podrían ver
como una forma de mantener al hombre en estado de sometimien-
to amenazándole con la muerte 12• En el lenguaje de Juan lo que se
resiste a Dios es el mundo y su pecado 13: para que este pecado sea
quitado (cf. 1,29) hace falta quitar del medio la sospecha. Esta se
quita cuando Jesús toma sobre sí la muerte, y revela así que Dios
ama al hombre sin medida. Entonces puede decir: «confiad: yo he
vencido al mundo» (16,33).
7. PRÓLOGO
14. «Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: - Todo está consumado. E in-
clinando la cabeza, entregó el espíritu» (19,30).
15. Le dijo Simón Pedro: - Señor, ¿adónde vas? Jesús respondió: -Adon-
de yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde. Pedro le dijo:
- Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti. Respondió
Jesús: - ¿Tú darás la vida por mí? En verdad, en verdad te digo que no cantará
el gallo sin que me hayas negado tres veces (13,36-38).
196 El cuarto evangelio
recibieron les dio la potestad de ser hijos de Dios, a los que creen en
su nombre» (1,13).
8. TERCERA MANIFESTACIÓN
1. INTRODUCCIÓN
Dios/ del Padre», o bien, «sale de Dios/ del Padre» (cf. 3,2; 6,46;
7,29; 8,42; 9,16.33; 13,3; 15,22; 16,27-30; 17,8). El concepto se
repite de diversos modos y es fácil encontrar expresiones similares,
por ejemplo, en 3,16: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó
a su Hijo Unigénito ... »); o en 18,37 que usa la expresión «venir al
mundo».
La misma idea se puede verificar en los u-sos que presentan a
Jesús que viene (o sale, o baja, o es) de lo alto / del cielo / de arri-
ba (3,13.31; 8,23). Estas referencias se acumulan especialmente
en el discurso eucarístico del cap. 6: «porque el pan de Dios es el
que ha bajado del cielo y da la vida al mundo» (6,33; cf también
6,50.51.58); «porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad
sino la voluntad de Aquel que me ha enviado» ( 6,38; cf también
6,42); «pues, ¿si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba
antest» (6,62).
Los usos en los que Jesús emplea la expresión «yo soy» aña-
diendo un predicado son trece. Todos ellos hacen alusión a alguna
imagen del Antiguo Testamento o tradiciones de Israel, que Jesús
se aplica a sí mismo:
-«Yo soy el pan de vida» (6,35.48; cf 6,41.51). En este caso la
referencia al maná del Antiguo Testamento (Ex 16,1-36) es
explícita, pues viene indicada en el mismo texto del evangelio ·
(cf 6,31s).
-«Yo soy la luz del mundo» (8,12; cf 9,5). La alusión es a una
tradición que tenía lugar durante la Fiesta de las Tiendas (al-
rededor del mes de septiembre, contemporáneamente a la ven-
dimia) en la que se iluminaba con antorchas el recinto del
templo y el resplandor alcanzaba a toda la ciudad de Jerusalén
(cf. Mishná, Sukká 5,3). Jesús, que es el nuevo templo (2,21),
es también una luz más resplandeciente que la del templo.
-«Yo soy la puerta» (10,7.9). El versículo 10,7 dice exactamente
«yo soy la puerta de las ovejas». La Puerta de las ovejas era
el nombre de una de las puertas que daba acceso al templo
(cf Ne 3,1; 12,39). Aún hoy día es visitable. Está situada en
el lado nororiental del templo y por ella entraba el ganado
destinado a los sacrificios ( de ahí que la puerta recibiera ese
nombre). Para los que venían a Jerusalén recorriendo el ca-
mino interior, no el del mar, era la puerta de acceso natural
216 El cuarto evangelio
boca de Jesús, como ocurre con los títulos de «Hijo del hombre» y
la afirmación «yo soy». El uso absoluto de «Hijo», sin mayor espe-
cificación (como en «Hijo de Dios» e «Hijo del hombre»), no está
ausente en los sinópticos, pero desde luego no se halla tan presente
como en el cuarto evangelio. Existe un texto en los sinópticos que
habla de esta intimidad entre el Padre y el «Hijo»: «Todo me lo
ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera
revelarlo» (Mt 11,27; par. Le 10,22). Pero en los sinópticos esto es
excepcional, hasta el punto de que este pasaje se ha llamado a veces
el «intervalo joánico» de Mateo y Lucas.
Para determinar cómo concibe Juan la filiación de Jesús con el
Padre se pueden recorrer los dieciocho pasajes en los que aparece
la expresión. Con ello no agotamos el contenido de las relaciones
Padre-Hijo en el evangelio, pues hay muchas ocasiones en las que
Jesús habla de estas relaciones usando simplemente un «yo» (por
ejemplo, «el Padre y yo somos uno», en 10,30). Sin embargo, esos
18 usos pueden servir como botón de muestra. En ellos se afirma:
-que el Hijo ha sido enviado por el Padre: 3,16.17;
-que dicho envío prevé que a través del Hijo venga la salvación
a los hombres: 3,36; 5,22; 6,40; 8,36;
-que el envío del Hijo implica que el Padre haya entregado
todo poder en manos del Hijo (3,35; 17,1-cf. 17,2), de modo
que el Hijo es capaz de cumplir todo lo que le pidan sus dis-
cípulos (14,13);
-que existe una identidad entre el Padre y el Hijo (5,19-
21.23.26), que incluye el amor entre ambos (5,20).
«¿Es menor el Hijo porque del Hijo se dice que fue enviado?
Oigo envío, no separación. [ ... ] El sol envía un rayo y no separa; la
luna envía brillo y no separa; la lámpara derrama luz y no separa;
veo ahí un envío, mas no veo separación. [ ... ] El hombre que envía
se queda él mismo, y va el que es enviado; ¿acaso va el hombre con
ese a quien envía? En cambio, el Padre, que ha enviado al Hijo, no
se ha apartado del Hijo. Escucha al Señor mismo decir: He aquí que
vendrd una hora, la de que cada uno se retire a lo suyo y me dejéis solo;
pero no estoy solo, porque el Padre estd conmigo. ¿ Cómo ha enviado a
ese con quien ha venido? ¿Cómo ha enviado a ese de quien no se ha
separado? Dijo en otro lugar: Ahora bien, el Padre, que permanece en
mí, hace sus obras. He aquí que está en él, he aquí que obra. Quien
228 El cuarto evan_g_elio
2. ACERCA DE LA AUTENTICIDAD
3. l. Fuentes
3. 4. Estructura de la carta
Hay dos propuestas generales de división: en tres secciones (la
mayoría de los estudiosos) y en siete secciones (Lohmeyer y otros
pocos), más el proemio y el epílogo. Seguiremos la propuesta de
división de Schnackenburg, aunque con títulos más breves y con-
cretos:
1,1-4: proemio
1,5-2,17: Dios es luz
Las cartas de san Juan 259
2. CANONICIDAD
segunda parte del libro de Daniel (cap. 7 al 12), que narra las vi-
siones tenidas por el profeta acerca de cómo y cuando va a tener
lugar el final de la historia en la que vive el autor. Además, también
en los Evangelios encontramos unos discursos de Jesús que tratan
del tema del fin del mundo y su segunda venida (cf. Me 13 y los
paralelos Mt 24; Le 21); y en las cartas de san Pablo y en las de san
Pedro aparece con frecuencia ese mismo tema de la segunda venida
de Cristo, del juicio universal y la renovación de este mundo pre-
sente, aunque estas cosas no se describan con la grandiosidad que
encontramos en Apocalipsis.
3. LA LITERATURA APOCALÍPTICA
8. DESTINATARIOS Y FINALIDAD
9. AUTOR
l. CONTENIDO
entregaron los muertos que había en ellos, y fue juzgado cada uno
según sus obras. Entonces la muerte y el hades fueron arrojados al
estanque de fuego» (20,13-14) y la derrota de las fuerzas del mal
fue completa.
En el capítulo 21, san Juan contempla la instauración plena
del Reino de Dios: «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues
el primer cielo y la primera tierra desaparecieron» (21,1). Como
contrapunto de la ramera y de la Babilonia caída, otra ciudad baja,
pero del cielo, como novia y esposa: «Vi también la ciudad santa,
la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de parte de Dios, ataviada
como una novia que se engalana para su esposo» (21,2). El mun-
do nuevo no consiste solo en la victoria sobre el mal, sino que se
expresa en términos de comunión de Dios con los hombres: «Ésta
es la morada de Dios con los hombres: habitará con ellos y ellos
serán su pueblo, y Dios, habitando realmente en medio de ellos,
será su Dios [ ... ]. El que estaba sentado en el trono dijo: -Mira,
hago nuevas todas las cosas [ ... ] . Al sediento le daré de beber gratis
de la fuente de agua viva. El que venza heredará estas cosas, y yo
seré para él Dios, y él será mi hijo» (21,3.5.6.7). Una nueva visión
de la ciudad santa expresa su perfección por medio del número 12
y sus derivados, aplicados a sus elementos constructivos (puertas,
pilares, adornos de piedras preciosas) y a sus medidas (12.000 y
144). Además de insistir en la presencia de Dios y del Cordero, la
nueva visión aúna «las doce tribus de los hijos de Israel» con «los
doce apóstoles del Cordero» y resalta la universalidad de la Iglesia:
«a su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra le rendirán
su gloria. Sus puertas no se cerrarán en todo el día, porque allí no
habrá noche. Llevarán a ella la gloria y las riquezas de las naciones»
(21,24-26).
Ya en el capítulo 22, se relaciona la ciudad santa con el río de
agua de la vida y el árbol de la vida. Las visiones del autor concluyen
con la reafirmación de la veracidad de las palabras escritas (22,6-9),
Contenido, estructura y teolo_g_ía del Apocalipsis 305
2. ESTRUCTURA
2. l. Los septenarios
5. EL MILENIO
2. CORPUS JOÁNICO
3. EVANGELIO Y CARTAS
4. CUARTO EVANGELIO
4.1. Comentarios
SAN AGUSTÍN, Tratados sobre el Evangelio de San juan, 2 vol, Ed. Católica,
Madrid 1955 y 1957.
SAN JUAN Carsosroxro, Homilías sobre el Evangelio de San juan, 3 vols.,
Ciudad Nueva, Madrid 1991.
R. ScHNACKENBURG, El evangelio según San juan, 4 vols., Herder, Barce-
lona 1980-1987.
6. APOCALIPSIS
7. ESTUDIOS ESPECÍFICOS