Lo Bello
Lo Bello
Lo Bello
viendo, al fi
radica la belleza. Todo esto a través, no del raciocinio, sino de ese captar el
sentimiento de lo bello, según Hegel, o la intuición, según Hartmann, que es
una mezcla de nuestra imaginación o fantasía y de esa noticia afectiva que
tenemos, que no es una emoción al uso. Otra relación con la obra de arte, que
ya no es racional al uso, sino que es irracional, como modo diverso de ejercer
la razón según nos dice Hartmann. Una experiencia sin concepto que llega
como desarrollo del ser humano, al transformarse éste en un agente libre y
creativo que, al estar vacío de condicionamiento conceptual, accede de manera
directa a la belleza con la que el espíritu «envuelve» todas las cosas.
Por tanto, para Hegel, la obra de arte debe despertar en nosotros una cierta
inquietud de carácter espiritual. El objeto artístico se convierte de este modo,
en el puente que une el abismo entre el concepto y la realidad. Aquello que en
cierta manera nos había dejado fuera el pensamiento conceptual, las ciencias
naturales, y que en cierta manera tenemos que poner en acto hoy en día a
través de una educación de nuestra sensibilidad, para llegar a esa sensibilidad
estética. Un objeto material mostraría parte de ese ideal que el artista quiere
representar. Así pues, muestra lo ideal en un objeto artístico de carácter
material, ya que dicho objeto no deja de estar impregnado de espíritu.
Podemos encontrar aspectos de la realidad que de otro modo no podríamos
alcanzar. Y esto no queda únicamente como algo ajeno, como una experiencia
accidental, sino que es profundamente necesaria a la hora de alcanzar los
otros dos trascendentales del ser, la bondad y la verdad, los cuales junto con la
belleza están profundamente imbricados y forman un todo orgánico, un mundo
de verdad, según nos decía Hegel.
Entiendo que ese trasparecer es ese tránsito del que habla Hegel, que va de lo
espiritual a lo material, lo cual se hace eco de los tres momentos del Espíritu en
lo cual se fundamenta toda la cosmovisión hegeliana. No nos detenemos en los
contenidos materiales, sino que somos capaces de ir más allá, trascender con
lo material. Ese tránsito es paulatino, definiéndose esa parte espiritual en el
objeto artístico. Aquí es muy importante tener claro que en la obra artística lo
espiritual no sufre violencia a la hora de encarnarse en una materialidad, sino
que gracias al talento del artista eso espiritual se relaja, se esponja cuando
encuentra la materialidad adecuada. Y desde el lado contrario, lo material,
gracias a esta conformación, se abre a un nivel superior, y gracias a ello nos
sirve de mediación para que nuestro espíritu no se quede en la mera
materialidad, sino que acceda a esa idea de carácter espiritual que nos quiere
transmitir, que en definitiva es ese trasparecer del que venimos hablando.