Galende, Psicohigiene Final
Galende, Psicohigiene Final
Galende, Psicohigiene Final
Elizabeth Rudinesco advierte sobre la tendencia a rechazar toda teoría que descentre a la
conciencia. Freud encontró en ello una de las mayores resistencias al psicoanálisis. El
descentramiento del sujeto respecto de sí mismo indica el lugar del inconsciente,
abriendo a la palabra humana “otra escena”, en la que la fantasía encuentra su lugar.
Se tiende a ver al psicoanálisis como un producto exterior a la cultura y a la sociedad, y
encuentran en esta extraterritorialidad las garantías de preservación de su potencialidad
crítica.
Creemos que los pensamientos críticos, y el psicoanálisis es uno de ellos, se producen
en el seno mismo de lo que vienen a transformar. Un pensamiento crítico no es estático,
opera en tanto se mantengan las condiciones que dieron lugar a su surgimiento.
Situamos a la Salud Mental como una disciplina del campo socio-político. Modificando
el referirnos a la medicina como ciencia objetiva. Una intervención de Salud Mental,
requiere de una comprensión de los procesos sociales y su regulación, para entender a
nuestra disciplina como uno de sus aspectos. Trataremos de visualizar la intervención
del psicoanálisis en relación con este análisis de lo social.
Lo que en el plano social se oculta y disimula es la existencia de la dominación y de
poder. Freud nos muestra a la cultura, en su forma social, como contrato y regulación de
estas dimensiones de dominación y poder, desde la perspectiva del sentimiento
inconsciente de culpabilidad y agresividad. En el campo social, el poder es como la
sexualidad en lo psíquico; es lo reprimido que está en todas partes.
Salud Mental: que encuentra sus conocimientos en la sociología y la psicología, se
encuentra, en primer lugar, con el problema de los límites,
- Lo social y lo psicológico recubren todos los aspectos de la vida humana.
- Se habla de Salud Mental de “una sociedad”, “una comunidad”, como si se
tratara de algo homogéneo.
- Diferenciación de características poblacionales.
Si se desconocen estos tres niveles, haciendo de la sociedad o la comunidad “una”, se
facilita el trabajo silencioso de este poder de exclusión interna y externa. Comprender
esta estructura de división y conflicto, permite atender a un mismo tiempo a las fuerzas
de exclusión en el sujeto, en el grupo y en la sociedad.
En la psiquiatría se hace visible la estructura asimétrica de poder del psiquiatra y
sumisión del enfermo. El poder está en quien tiene la palabra y el saber, y el enfermo es
hablado por el saber psiquiátrico. Esta estructura esta soportada por el psiquiatra y por
la institución.
La identificación del sujeto con las estructuras sociales, políticas e ideológicas es
productora de subjetivación, y ésta produce el encadenamiento del sujeto al orden
social.
Se debe buscar una desconstrucción de los supuestos materiales sobre los que operan
(poblaciones en riesgo, comunidades marginales, escuelas, delincuencia, etc.); análisis
conceptual de las dimensiones subjetivas en que esos hechos asientan; generación de
intervenciones que devuelvan al individuo su relación con lo colectivo.
El proceso de ideologización es masificante, necesita de conjuntos sociales. Por el
contrario, una intervención psicoanalítica es singularizante, tiende a resituar en el sujeto
su relación con lo colectivo.
Para Freud el lenguaje juega un papel esencial en la estructuración del orden social. La
frontera entre la naturaleza y la cultura es de orden lingüístico. Levi-Strauss dice que la
frontera entre naturaleza y cultura está hecha de prohibición del incesto. Esta
prohibición es una regla universal, hecha de palabras, y por ello cultural. Hace posible
la diferenciación del triángulo edípico: padre, madre, hijo. La ley de prohibición del
incesto separa también los sujetos de los objetos.
El psicoanálisis en la cultura y la forma social.
Nuestra idea es si el psicoanálisis en su intervención en Salud Mental porta valores
propios de comprensión de la cultura y la organización social.
Freud escribe “El malestar en la cultura”. Allí define a la cultura como “la suma de las
producciones e instituciones que distancian nuestra vida de nuestros antecesores
animales, y que sirve a dos fines: proteger al hombre contra la naturaleza y regular las
relaciones de los hombres entre si”.
En el análisis Freudiano de la civilización, pone un énfasis mayor en lo irreductible del
vínculo conflictivo del hombre con la cultura. En su texto El malestar de la cultura
dice: “Un buen número de luchas en el seno de la humanidad se concentra en torno de
una única tarea: encontrar un equilibrio apropiado entre las reivindicaciones del
individuo y las exigencias culturales de la comunidad. Y uno de los problemas de los
cuales depende el destino de la humanidad es saber si este equilibrio es realizable por
medio de cierta forma de civilización, o si por el contrario este conflicto es insoluble”.
El equilibrio, como lo muestran todas las evidencias de vida social, está lejos de
lograrse. Freud cifra más sus esperanzas en la acción transformadora del sujeto sobre la
realidad de su entorno.
Freud concluye en El malestar de la cultura que solo cabe esperar que el individuo
encuentre alguna forma de equilibrio en su economía libidinal personal y que la
formación social logre un funcionamiento que haga más soportable su situación. Las
sociedades que tratan de hallar ese equilibrio por la vía de la moral del deber, solo
logran generalizar la exaltación colectiva del masoquismo moral, que juega un papel en
el proceso civilizador, pero que lleva a estos grupos humanos a la destrucción y a la
muerte.
Sin embargo, Freud no duda en afirmar que quien rige el programa de la vida es el
principio del placer: los hombres quieren llegar a ser felices. El ser humano reclama
estabilidad, pero no soporta lo estable.
Sufrimiento: tres fuentes:
a) la naturaleza que impone sus condiciones a los hombres;
b) la muerte, ligada a caducidad biológica;
c) la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la
familia, el Estado y la sociedad.
Respecto del sufrimiento, Freud señala algunas técnicas para evitar el sufrimiento que
nos trae la relación con los otros: desplazamiento de la libido; la sublimación; la locura:
aquel que se aparta del mundo y construye uno nuevo, donde quedan eliminados los
rasgos intolerables, y se sustituyen por otros adecuados al deseo. Este camino hacia la
felicidad no permite ir muy lejos: la realidad es siempre más fuerte y se impone.
El hombre hace también su tentativa de hallar la felicidad y alejar el sufrimiento por
medio del amor. Se construye una orientación de la vida que hace del amor el centro de
todas las cosas, que deriva toda expectativa de satisfacción del amar y ser amado. Sin
embargo no traspasa más que la ilusión de un reencuentro con lo perdido, la felicidad no
llega y el amor reinstaura en el sujeto el prototipo mismo del sufrimiento. “Jamás nos
hallamos tan a merced del sufrimiento como cando amamos; jamás somos tan infelices
como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor”.
Las instituciones de la vida social reglan en algún sentido nuestra vida, fuerzan una
adaptación y normas que Freud entiende como basadas en la represión y la consiguiente
neurosis.La vida social, sus instituciones, nos han anonimizado.
Necesitamos de un orden juridico. La norma jurídica debe regular, en la formación
cultural, la renuncia que todos los individuos han hecho a la satisfacción de sus
instintos. El desarrollo cultural impone restricciones, la justicia asegura que sean
regladas.
La cultura exige sustraer una parte de la sexualidad (ley del incesto) en la vida de los
individuos. Sin embargo, está claro que la sexualidad no está reprimida de manera
homogénea. Ya que seguimos considerando a este efecto represor de la sexualidad
como causa de las neurosis, esto nos plantea el sentido de lo que parece ser una mayor
libertad en este terreno. Caben dos posibilidades: a) hay una mayor libertad sexual, es
decir, menos represión en el plano social y en la cultura; b) o se trata de un cambio en
las funciones parentales con distorsión de los sistemas simbólicos de subjetivación (ley
del padre) que acarrea una desorganización de la vida sexual y un cambio en las
significaciones. Seguramente la verdad esté hecha de las dos posibilidades.
Si las neurosis expresan las frustraciones de la vida sexual, procurando hallar
satisfacciones sustitutivas mediante síntomas, cabe pensar cuánto los cambios
observables en las patologías actuales que demandan asistencia, están ligadas a estos
cambios en las funciones culturales y familiares.
La renuncia a la sexualidad directa y la puesta de la libido con fin inhibido al servicio
del grupo, implica como recompensa el incremento del lazo social por via de los
sentimientos de amistad. La sociedad actual no tiende a incrementar estos lazos:
favorece la subjetividad, la competencia, etc.
El hombre actual ha pagado caro los beneficios de la seguridad material: “La miseria
psicológica de las masas” crece, disminuyendo las posibilidades de felicidad. La
disociación creciente es el precio que se paga: “…El precio pagado por el progreso de la
cultura reside en la pérdida de felicidad por aumento del sentimiento de culpa”.
El sentimiento de culpabilidad, provocado por el superyó, se amortigua en lazo social,
en el reencuentro con otro de trato y ternura. El superyó cultural, del que hablaba Freud,
se constituía por las figuras idealizadas de los grandes hombres de la historia. Este
superyó cultural se configura hoy por poderes impersonales: el poder atómico, dueño de
la vida; las corporaciones financieras, dueñas de nuestro destino económico; etc.
Toda sociedad vale lo que valen en ellas las relaciones del hombre con el hombre.
Uno de los modos mas evidentes de destrucción de lazos sociales es la masificación; es
un proceso de deshumanización. La caída de ideales colectivos y proyectos se ha
reemplazado por la masa de consumidores. En ella se pierden las individualidades. La
identificación que promueve no es la de un ideal sino la de un acto a realizar, a imitar.
Perdidos los ideales que pudieran hacer del conjunto de hombres un grupo, se
transforman en masa indiferenciada de individuos.
Lacan ha enfatizado cómo la violencia es captable como relativa a un sentido, no como
pura expresión de la destructividad. Freud encontró cierta razón de la agresividad en la
concurrencia por un objeto.
La sociedad actual, parece haber llevado a su forma mas abstracta la violencia; las
relaciones de coerción/dominación se han despersonalizado. Se trata de la destrucción
de todo (la naturaleza, los bosques, el planeta) y de todos. Si no hay ideales por los
cuales vivir, ni nada personal que afirmar por la violencia, sino por la fuerza misma, es
decir una violencia totalizadora y abstracta, es de esperar que la agresividad y la
destrucción en la sociedad actual sea progresivamente abstracta y despersonalizada.
Según Freud, si la evolución de la cultura tiene tal analogía con la del individuo, ¿acaso
no estará justificado el diagnóstico de que muchas culturas se habrían tornado
neuróticas bajo la presión de las ambiciones culturales? La investigación analítica de
estas neurosis podría conducir a planes terapéuticos de gran interés político. Menciona
también, en cuanto a la aplicación terapéutica de nuestros conocimientos, ¿de qué
serviría el análisis de las neurosis sociales si nadie posee la autoridad necesaria para
imponer a las masas la terapia correspondiente?