El Ogro Filantrópico Analisis

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Ariadna Sánchez Martínez

EL OGRO FILANTRÓPICO
Por Octavio Paz

“Octavio Paz fue un espíritu universal, como los que conocieron la Edad Media y el
Renacimiento y probablemente no se volverán a encontrar. (…) Se examinaron tres
momentos para rastrear las contribuciones de Paz al debate sobre la democracia en nuestro
país: el sexenio de Luis Echeverría, quien era titular de la Secretaría de Gobernación del
gobierno de Gustavo Díaz Ordaz en 1968 y que hizo reflexionar a Paz sobre la relación de
los intelectuales y el poder; la publicación de El ogro filantrópico, en la que el escritor
emprende una defensa de la democracia y contra del Estado, y el tercer momento escogido,
la publicación de Hora cumplida, ensayo en el que Paz, concentra su atención en la
democracia electoral y en la consolidación del pluripartidismo.”

Esto es lo que escribe Javier Aranda sobre Octavio Paz para la Jornada, qué se puede
decir ya, que no se haya dicho antes acerca del controvertido ganador del Nobel de
Literatura, que se ha colocado como parte del canon de la literatura mexicana. No pienso
ahondar en su vida o en su carrera como literato con el fin de mantener este análisis, lo más
alejado del sesgo posible. Tengo que admitir que el título me atrajo inmediatamente a la
lectura. No sabía qué esperar, sin embargo, desde el principio fue evidente que el escrito era
de un literato, no sólo por la vivacidad del texto o sus metáforas sino por la constante
presencia de intertextualidad.

En este texto, el escritor analiza el impacto de un Estado fuerte en la conformación de


un país, sostiene que México, salvo breves periodos, ha sido un país con fuerzas políticas
que se disputan y dividen el poder; también explica el origen de diversas tradiciones
políticas que han sido heredadas y reitera, como en textos anteriores, que el proyecto de
modernidad mexicano no debe ser algo universal y no debe verse afectado por arraigos del
pasado.

Uno de los aciertos del texto es justamente una narración comparativa, esto es
congruente con la idea de que aquel que no conoce y no recuerda su pasado está condenado
a repetirlo. Me gustó que explique el origen de la corrupción, no como una inmoralidad
sino como una moral que ha evolucionado con el patrimonialismo y, en consecuencia,
perdido su significado.

No podemos olvidar que los escritos de Octavio Paz están fuertemente influenciados
por ideología de izquierda, este hecho contrasta fuertemente con su activismo en el PRI. Sin
embrago, me parece esencial recalcar que en México, todos los políticos han pasado por el
consolidado partido y como menciona Paz, es probable que el problema no sea la
posibilidad de la desaparición del Estado sin el PRI sino la posible anarquía que se suscite
ante la ausencia de un poder consolidado.
Concuerdo con el autor cuando habla de la debilidad del Estado, consecuencia de su
pobreza y que el crecimiento económico —concepto que no debemos confundir con
desarrollo económico— ha sido notable en periodo de Estados autoritarios. El PRI obtuvo
por herencia una credibilidad producto de los caudillos de la nación, ya que a diferencia de
otros partidos, no tuvo que deshacerse de un pasado autoritario y contaba desde sus inicios
con militantes. Pero, como tiene que llegar a un final, después de 70 años de gobierno débil
pero autoritario, esta confianza se ha diluido y sí bien ya vimos que la reforma política que
plantea el texto se llevó a cabo en las elecciones del 2000, no tuvo el efecto que se esperaba
ya que esa izquierda se formó a partir de ex militantes del PRI y partidos pequeños, cuyas
ideas no contrastaban con el poder vigente.

Finalmente, el autor nos lleva a una reflexión sobre la identidad política y cultural
mexicana, desde los proyectos de renovación que emprendieron — y que no se han
concretado, pues se han visto afectados por una serie de revueltas— como la herencia del
política novohispana y la tradición centralista que viene desde el mundo prehispánico, y nos
deja con la crisis que plantea en Laberintos de la soledad, un México atrapado en su
recuerdos pero cuyas circunstancias lo obligan a modernizarse y esta paradoja se extrapola
a todos los aspectos que conforman a la nación. Y propone una idea que retomará Enrique
Dussel en su texto de sobre el eurocentrismo, la transmodernidad, un proyecto que de
emprender todo país latinoamericano que consiste en encontrar su propia modernidad que
comulgue con sus costumbres, tradiciones y circunstancias.

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