Lo Siniestro Se Sigue Riendo Un Acercami
Lo Siniestro Se Sigue Riendo Un Acercami
Lo Siniestro Se Sigue Riendo Un Acercami
O FELIA R OS
2012
ii
INTRODUCCIÓN ...........................................................................................................iv
Lo siniestro: vía regia al nudo ideológico contemporáneo ..........................................vi
Fantasía literaria y libros cartoneros ......................................................................... viii
LA IDEA SINIESTRA EN LA LITERATURA DE CÉSAR AIRA ................................ 1
Entre el realismo y la vanguardia, la extrañeza inquietante de la idea siniestra ........... 3
El realismo airiano, un salto a la plenitud de lo real ................................................... 11
“¿Cuándo acabará esta payasada?” ............................................................................. 15
LA RISA DESCONCERTANTE DE LA LITERATURA DE OSVALDO
LAMBORGHINI ............................................................................................................ 24
El linotipista: niño, cómico, poeta, maestro ................................................................ 26
Buenos Aires, “la llanura del chiste” y la desmentida ................................................ 27
La ironía de Buenos Aires supera a Buenos Aires ...................................................... 40
LA INFANCIA EXTRAÑANDO AL DINERO Y AL LENGUAJE EN POTLATCH
DE ARTURO CARRERA .............................................................................................. 50
Plata quemada y la “Teoría del complot” al filo del fetichismo ................................ 52
Poesía sobre el dinero: nominación, partición y repartición en la infancia................. 57
Potlatch: cuándo el gasto y el derroche devienen imperativos ................................... 67
El precio de lo irracional y la dialéctica del don ......................................................... 74
CULTURA DE LA BASURA EN LA ARGENTINA DEL CAMBIO DE MILENIO . 80
Lo siniestro en la producción cultural de la poscrisis ................................................. 83
¿Otro chiste?: libros cartoneros y literatura sudaca border ........................................ 94
REFLEXIONES FINALES........................................................................................... 102
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 106
iii
Al igual que lo cómico, lo infantil goza de una ingenuidad deliberada con la cual puede
decir ciertas verdades que no serían aceptadas en forma de juicios. A la infancia y a lo
cómico les otorgamos permiso para decir lo que nadie quiere escuchar. En palabras del
humorista argentino Diego Capusotto, “lo que tiene el humor es que, a veces, deja al
desnudo la propia miseria y es algo que no nos gusta ver” (Revista Mu 9). A propósito
se pregunta Karl Marx, “¿No revive en la naturaleza infantil el carácter propio de cada
época en su verdad natural?” (Grundrisse 31). En las siguientes páginas exploraremos
cómo lo infantil y lo cómico señalan aspectos de las relaciones sociales que pasamos
por alto en la realidad cotidiana, naturalizados, ocultos a la vista de todos, que sintoni-
zan con nuestra propia miseria y la de toda una época.
En este estudio autores como Karl Marx, György Lukács, Sigmund Freud, Jacques
Lacan, Slavoj Žižek, Jacques Rancière y Jacques Derrida se articulan con textos litera-
rios y libros cartoneros para poner en cuestión no únicamente los rasgos de una clase
social, sino la miseria de toda una época: una causalidad, una dialéctica propia que va
de subjetividad a subjetividad, y escapa a cualquier condicionamiento individual. A tra-
iv
“¿Qué entiende usted por heimlich? Pues me ocurre con ellos lo que con un manantial
sumergido o un lago desecado. No se puede andarles encima sin tener la impresión de
que en cualquier momento podría volver a surgir el agua. Ah nosotros lo llamamos un-
heimlich, ¿ustedes lo llaman heimlich?” (Freud, “Lo ominoso” 227). Freud trae a cola-
ción esta conversación entre dos personas de distintas regiones de Alemania para pes-
quisar el significado de heimlich atendiendo a los usos dados en las diferentes localida-
des de habla germánica. Encuentra así que en algunas regiones el significado de heim-
lich se modifica con el uso de suerte que cobra el sentido que suele asignarse a su antó-
nimo, unheimlich. O sea que el sentido negativo de unheimlich, que nos remite a lo des-
conocido, lo ajeno, lo amenazante y peligroso, se encuentra ya en el término positivo
heimlich, que nos remite a lo confiable y lo propio: a la entrañable intimidad del terru-
ño, al bienestar de una satisfacción sosegada, de una calma placentera y una protección
segura como las que produce la casa o el recinto cerrado donde se mora.
De esta forma partiendo de lo entrañable, lo íntimo y hogareño el significado va ha-
cia lo sustraído a los ojos ajenos, lo oculto y lo secreto, hasta lo peligroso y amenazante.
En esta desviación del significado, lo conocido, íntimo y familiar, linda con “lo reserva-
1
El concepto freudiano de Das unheimlich fue traducido al español como “lo siniestro” en la edición de Luis-
López Ballesteros de las obras completas de Sigmund Freud, y como “lo ominoso” en la edición de James Strachey.
Si bien sigo el texto de Strachey, utilizo el término lo siniestro para referirme a este concepto freudiano, y en ocasio-
nes utilizo su traducción al francés “inquietante extrañeza” o extrañeza inquietante y su derivado “familiar extrañe-
za”.
vi
vii
viii
ix
En una de sus novelas, Fragmento de un diario en los Alpes, Aira reflexiona sobre su
propio proceso de escritura de la siguiente manera:
Todos mis colegas novelistas que venden y ganan premios escriben novelas como
la primera parte de este argumento que esbocé, sólo la primera parte: un exiliado
con sus angustias, sus cambios de suerte, sus afectos, los problemas de adaptación,
el contexto histórico. En cambio para mí ese no es un argumento, no me sirve; no
puedo empezar hasta no tener una “idea”, en este caso la idea bastante absurda y
engorrosa, que echa a perder todo el realismo, de hacer que mi protagonista parta al
exilio cargando sus enormes estatuas de mármol o bronce. (23)
Esta “idea” absurda y engorrosa, que el autor deja caer al comienzo del relato como a
quien se le escapa una tontería infantil sin importancia, es central en su estilo narrativo.
La misma implica un quiebre en los hábitos de pensamiento que introduce una extrañe-
za inquietante en las maneras habituales de percibir y juzgar la realidad que involucra;
la construcción de sentido del relato bordea este quiebre, esta falla lógica carente de ex-
plicación. En la construcción de esta “idea”, Aira se sirve del campo de lo cómico, de lo
irrisorio, combinado con cierta inocencia sospechosa asociada a la infancia, para hacer
tambalear el principio de realidad. Si bien no responde a un intento de semejarse a la
la escritura de César Aira, y su perfil de escritor no menos que su escritura, han ve-
nido desacomodando los parámetros de lectura que imperaban en la literatura ar-
gentina. Durante bastante tiempo no se supo qué hacer con él, cómo hacer con él.
Hubo que reacomodarse, hubo que inventar por completo el lugar desde donde
convenía leer su obra. (79)
2
La misma, cofundada por Sandra Contreras y Adriana Astutti, inauguró en 1991 con la publicación de la tras-
cripción de cuatro conferencias pronunciadas por Aira sobre la obra de Copi en la Universidad de Buenos Aires en
1988.
3
Sin pretender ser exhaustiva, mencionaré algunas de las tendencias críticas más relevantes. Fernández, de Na-
vascués, Masiello y Pollmann destacan las novelas de Aira que ubicadas en la pampa o en la frontera, como Ema la
cautiva o La liebre, enfatizan la construcción de metaficciones históricas que si bien recuperan el esqueleto de las
narrativas de identidad de la literatura argentina del XIX transforman en clave paródica la tradición y la genealogía
histórica. Por otro lado, Capano enfatiza mayormente la conexión con la novela histórica y Daszuk la conexión con la
tradición literaria abocada a la construcción de una identidad nacional. Montaldo enfatiza la capacidad de fabular y el
vínculo con la ‘literatura de aventuras’ como contrapunto Borgeano. Fernandez y Peñate Rivero elaboran la conexión
con las novelas de viaje —La liebre, El vestido Rosa y Ema la Cautiva. Laddaga analiza el estilo de escritura, el pa-
pel de la insignificancia y la miniatura en La mendiga. O´Connor enfatiza en la potencialidad de la autoficción como
aporte renovador para los estudios de género y para los queer studies o la literatura homosexual en Cómo me hice
monja. Astutti analiza el retorno a la infancia en relación con la afirmación de la potencia de la ficción. Barenfeld
analiza los vínculos con el realismo como construcción ficcional y las relaciones de la literatura con lo real. Reber
realiza un aporte a la crítica de la cultura neoliberal de la mercancía a través de los insights sobre el clima cultural
actual en El congreso de literatura y Un sueño realizado. Por último, en una aproximación a la obra de Aira en su
conjunto se encuentran: García, que trabaja con las novelas como entradas de una enciclopedia filosófica y Contreras,
que analiza las obras como manifestaciones de un proyecto estético en compleja relación con las Vanguardias artísti-
cas de principios del siglo XX.
4
Marcel Duchamp (1910–1949), de origen francés radicado posteriormente en Norteamérica, fue artista plástico
y se destacó por poner en cuestión el estatuto del objeto de arte y los límites que definen lo artístico. Sus más fuertes
tendencias fueron el cubismo y el futurismo. Por su parte Albert Roussel (1869–1937) es un compositor francés de
los más aclamados y los menos entendidos en el siglo XX.
5
Ana Longoni en la introducción al libro de Oscar Masotta, Revolución en el Arte, propone una compleja rela-
ción ente el happening, el pop-art y el arte de los medios en la década del sesenta en la Argentina. La autora afirma
que el espíritu innovador del happening había sido ampliar la noción de arte, provocar la participación del espectador
como creador, y trastocar los códigos y los espacios instituidos para la circulación de la obra de arte. Pero el boom
que adquirieron los happenings en los medios de comunicación masiva impuso un sentido trivializado, ganando te-
rreno una versión frívola del happening (69). Sin embargo, Longoni define el happening como “una peculiar forma
de arte de acción consistente en el señalamiento de situaciones callejeras, esculturas vivas, personas en diversas situa-
ciones cotidianas que el artista encierra en un círculo de tiza, firma y declara obras de arte, situación que registra
mediante la fotografía” (58).
El personaje comete un error al acostumbrarse a todo, desde patos del tamaño de una
persona hasta degollaciones; el mismo error que comete al tomar por real la realidad.
Aira define explícitamente a lo real como una dimensión heterogénea radical: “es la ex-
periencia irreducible al pensamiento, lo previo, lo inevitable y a la vez lo inalcanzable”
(“La innovación” 22). Uno de los leitmotivs de la obra de Aira es la relación entre la
ficción y la realidad, donde paradójicamente “la realidad […] se hace real, muy real,
demasiado real” (Aira, El llanto 73). Momento en el cual “todo el mundo se hace real,
sufre la más radical de las transformaciones: el mundo se vuelve mundo” (La prueba
63). De esta manera, la idea siniestra apunta a recordarnos que si bien lo real y la reali-
dad tienen puntos de contacto, no admiten sutura. Siempre hay un resto que se escapa,
un exceso que desborda cualquier explicación acabada de la realidad, y que, repentina-
mente, la torna incongruente y engorrosa, abriendo paso para el advenimiento de lo si-
niestro freudiano.
Como desarrollé en la introducción general, el concepto freudiano de lo siniestro o lo
ominoso, das unheimlich, nos remite a la presencia de lo ajeno, lo desconocido y lo
amenazante en el seno de lo conocido y lo familiar; “es aquella variedad de lo terrorífi-
co que se remonta a lo consabido de antiguo” (Freud 220). En los siguientes párrafos
analizo tres novelas en las que Aira a través del talante que nos instila, de las expectati-
vas que excita en nosotros, puede desviar nuestros procesos de sentimiento abriendo
paso a lo destinado a permanecer oculto a la vista de todos, a lo terrorífico que se re-
monta a lo consabido de antiguo.
En Las noches de Flores, Aldo y Rosita son dos ancianos jubilados que intentan so-
brevivir con su modesta renta a las dificultades económicas provocadas por la crisis de
fines del 2001 en la Argentina. El elemento extraño que completa la idea es que para
lograrlo trabajan por las noches en un reparto de pizza nocturno, y como si esto fuera
poco, al no disponer de vehículo los dos viejos realizan el reparto de pizza a pie. La na-
rración no enfatiza en lo engorroso de la situación, en lo humillante o esforzado que po-
día ser el trabajo para los dos viejos. Tampoco enfatiza en el deterioro de las jubilacio-
nes ni en la precariedad del trabajo que alcanza su punto máximo durante la crisis. Por
el contrario, esta idea deviene siniestra al subrayar la naturalización de la pobreza, aún
más, el cinismo con el que el narrador afirma: No se propusieron ser originales: el em-
pleo surgió un poco por casualidad, por conocimiento con el joven encargado de la piz-
zería” (Aira, Las noches 7). La idea siniestra, más allá de denunciar la realidad social en
la que se inscribe, destaca el discurso en el que la misma se naturaliza. En este caso, el
deterioro de las condiciones de vida de la tercera edad en los sectores más humildes es
del orden de lo terrorífico consabido de antiguo, pero pasado por alto y hasta desestima-
do en un discurso cínico que parodia de forma irrisoria: “sin nada que hacer, habría sido
asombroso que no buscaran alguna ocupación con la que complementar su modesta ren-
ta” (Aira, Las noches 7). La sátira es el mecanismo mediante el cual el narrador nos en-
frenta con lo oculto a la vista de todos, introduciendo una extrañeza inquietante en nues-
Empezó siendo algo tan natural como aliviar a un niño, o a una mujer embarazada,
de una carga que parecían no poder soportar (aunque en realidad sí podían). Al po-
co tiempo ya no hacía distinciones, y le daba lo mismo que fueran chicos o gran-
des, hombres o mujeres: de cualquier modo él era más grande, más fuerte, y ade-
más lo hacía por gusto, sin que nadie se lo pidiera. (5)
Maxi realiza una actividad fuera de lo común que podríamos calificar de insensata, in-
coherente y alógica dentro de una estructura social jerárquica en donde la tendencia de
las capas medias es pasar por alto, negar o desestimar las condiciones de pobreza en las
que se anquilosan sus capas más bajas. Como apunta Aira mostrando la generalización
6
Las villas miserias, también denominadas cinturones marginales, son asentamientos de viviendas precarias que
hacia el cambio de milenio se multiplican en tamaño y ocupan lugares cada vez más visibles y centrales de la ciudad.
Las viviendas son generalmente construidas con chapas, cartones y otros materiales que reciclan de los basurales de
la ciudad, tratándose en su mayoría de ocupación ilegal de terreno estatal.
Probablemente, más que cumplir con la función de entenderse, este eufemismo evi-
ta el nombre más brutal de ‘cirujas’. Porque en realidad el cartón, o el papel es sólo
una de sus especialidades, entre el vidrio, las latitas, la madera. Salían a rebuscárse-
las y no le hacían asco a nada, ni siquiera a los restos de comida que encontraban
en el fondo de las bolsas. Al fin de cuentas, bien podía ser que esos alimentos en
mal estado fueran el verdadero objetivo de sus trabajos, y todo lo demás, cartón,
vidrio, madera o lata, la excusa honorable. (Aira, La Villa 6)
Lo más extraño fue que esa banda era un comando de la Resistencia Peronista, en-
cabezado por el colchonero Cianco. Una compleja serie de malentendidos los había
llevado a confundir el ‘signo’ (el positivo y el negativo) de la simbolización que
transportaba el niño. (10)
Los perseguidores del Niño Peronista eran, paradójicamente, aliados del Peronismo,
miembros de la Resistencia Peronista, pero terminaron hachando el tronco del tilo que
alojaba al niño hasta matarlos a ambos.
Este pequeño relato que da apertura a la novela parece decirnos que la mejor forma
de contar la historia es a través de otra historia análoga que la distorsiona, o sea, de su
propia parodia satírica. Por ende, esta distorsión no implica un rechazo de la figuración
o de la referencialidad, sino una vía regia a la fantasía ideológica que estructura la reali-
dad histórica. En este caso se trata de una fantasía de grandeza y totalización, expresada
en una criatura, única e irrepetible, que podía alojar en su tronco veinte de los otros ár-
boles. De forma análoga a la fábula, el peronismo nace en alianza con dos sectores so-
ciales históricamente enfrentados en protestas y revueltas: los trabajadores y los milita-
res. El conflicto de signos es constitutivo del peronismo. El aquelarre simbólico que
7
El 25 de mayo de 1973 asumió el gobierno el presidente Héctor J. Cámpora y el 20 de junio retornó a la Argen-
tina después de un prolongado exilio, Juan Domingo Perón. “Ese día, cuando se había congregado en Ezeiza una
inmensa multitud, un enfrentamiento entre grupos armados de distintas tendencias del peronismo provocó una masa-
cre” (L.A. Romero 195). Este episodio de transforma en emblema de la ambivalencia en los signos enviados por el
peronismo a sus seguidores.
8
Ver asimismo al respecto Los cuatro peronismos de Alejandro Horowicz.
10
11
nunca escribió sobre la realidad tal como la percibía directamente sino mediada por
el arte, serio o popular, por los discursos literario, periodístico, jurídico, político,
etc. Cuando describe un paisaje, está pensando en los cuadros de algún pintor y si
son vistas de Paris, las ve a través de estampas o dibujos de algún ilustrador favori-
to […] . Sus heroínas le deben más a los figurines de moda, o a estatuillas de por-
celana, o a las ninfas pintadas en un plato, que a las mujeres reales que trataba. (27)
Balzac (1799–1850), uno de los grandes expositores del realismo literario del siglo die-
cinueve, entendía la literatura como un instrumento para llevar adelante su vocación por
testimoniar y documentar la sociedad de su época. El realismo surge en el siglo dieci-
nueve en oposición a los personajes y ambientes extravagantes del romanticismo. Su
énfasis en servir de documento testimonial está ligado al auge del iluminismo y la cien-
cia como método para conocer la realidad. Siguiendo el método científico que coloniza-
ba las ciencias humanas, el realismo se proclamó como fuente empírica de conocimien-
to de la realidad, para lo cual utilizaba la descripción exhaustiva de detalles cotidianos y
típicos apoyándose en la toma de notas en cuadernos de observación.
Al afirmar que Balzac nunca escribió sobre la realidad como la percibía directamen-
te, Aira pone en cuestión el estatuto mismo de la realidad, junto con el lugar que ocupa
la literatura en relación a la misma. En su lectura de Balzac, la representación deja de
ser un elemento literario para extenderse en el continuo de la realidad; revistas, dibujos,
figurines de moda, estatuillas, ninfas pintadas en un plato, y también los discursos pe-
riodísticos, jurídicos o políticos componen la materia prima del realismo. Aira concibe
la literatura formando parte de una cadena de representaciones —cuadros, revistas de
moda, dibujos, discursos periodísticos, jurídicos— en la cual no ocupa un lugar privile-
giado, sino un encadenamiento horizontal con las demás representaciones constitutivas
de la realidad. La verticalidad de la representación literaria se disemina en una horizon-
talidad que invade todos los ámbitos de la realidad social. Como apunta Aira refiriendo
nuevamente a Balzac: “Hasta los argumentos, sobre todo los argumentos, los tomaba de
diarios o libros, más que de la experiencia. Esta mediación no lo hace menos realista, al
contrario. Habría que ver si hay otra forma de realismo posible” (Fragmento 27). A par-
tir de un escritor emblemático del realismo del siglo diecinueve como Balzac, Aira tor-
na el realismo en algo ajeno a sí mismo destacando la infinita mediación de la represen-
tación ante la realidad, con lo cual, la única forma de realismo posible parte de la repre-
sentación y nunca de la realidad, por lo cual no puede ser de ningún modo una valoriza-
ción de la semejanza con la realidad. El descentramiento de la realidad impone asimis-
mo un descentramiento del realismo novelesco que deviene en una más de las formas
del decir con la cual se bordea lo inasible, o sea, una más de las formas de la realidad.
Igualmente, Aira persigue en la teoría sobre el realismo de Georg Lukács la relación
entre literatura y realidad cuestionando al realismo como valoración de la semejanza
con la realidad.9 En este proceso, como en su lectura de Balzac, Aira construye desarro-
llos que empujan fuera de sus límites la propuesta de los autores que cita, tornándola
extraña a sí misma, e intrusa en su propia lógica.
9
Entre 1885 y 1966, Lukács escribe varios textos que lo posicionan como el fundador de la teoría literaria mar-
xista y del realismo del siglo veinte.
12
10
En el psicologismo, Lukács incluye autores realistas y naturalistas del XIX como Flaubert, Jacobsen, Dosto-
yevsky y Huysmans con tendencias a enfocarse en los procesos mentales o el mundo interno de sus personajes (Ludz
122).
13
14
En esta sección trabajo con Los dos payasos, una de las novela más cortas de Aira, una
fábula en clave paródica que mezcla el universo infantil y cómico del circo y los paya-
sos con relaciones de dominio y sometimiento que rigen la semejanza en la escritura, y
con la semejanza en la escritura que perpetúa las relaciones de dominio y sometimiento
en la realidad extraliteraria. Los dos payasos ponen en escena “aquel viejo chiste ya sa-
ben cual. Viejo como el mundo, o como el circo, la carta que se devora a sí misma (Ai-
ra, Los dos payasos 21–22).
El relato se concentra en el entreacto de una función de circo en la que dos payasos
ocupan la escena. En esta ocasión se trata de los minutos previos al espectáculo del gran
final, mientras se levantan las rejas que formarán la jaula de los leones y demás bestias.
El aspecto físico de los payasos nos introduce en la relación de asimetría que entablan,
15
El valor del saber hacer del esclavo queda desestimado en el discurso del amo mediante
preguntas que no preguntan, que por el contrario dictan la respuesta. Mediante este pro-
ceso el amo saquea la función del esclavo respecto al saber. Lacan resalta la mueca que
utiliza el amo en esta apropiación; al comunicar a los demás sabios que llamará al es-
clavo para que los ayude a resolver el problema matemático en el que se encontraban
atascados dice burlonamente: “ya verán ustedes lo que sabe” (Lacan, El Reverso 20).
Las palabras con las que el amo reconoce el saber del esclavo son, irónica y cínicamen-
te, un guiño de su aniquilación. Esta misma mueca aparece en Los dos payasos, cuando
el gordo deja en la mesa del escriba, las salchichas y el licorcito de pera diciéndole: “pa-
ra que se inspire” (Aira, Los dos payasos 23). Estas palabras funcionan como guiño de
la aniquilación del saber sobre el sentido del escriba, quien a partir de ese momento es-
tará abocado a seguir el dictado, a transcribir al papel las palabras que el otro pronuncia
sin otra función sobre las mismas. Paradójicamente, esta sustracción se acompaña de un
gesto que explícitamente denota lo contrario: el que dicta, posicionado como amo del
sentido, invita burlonamente al escriba a tener cierta participación creativa allí donde le
16
El segundo sobresalto del escriba ocurre al escuchar la primera coma del dictado. “Se
congela, los ojos grandes como platos, entre las carcajadas atronadoras del público que
ya anticipa lo que va a pasar” (28). Da una mirada loca alrededor, con apuro por seguir
la voz del dictado, por estar pronto para recibir la próxima palabra. “La mirada se posa
sobre lo único comestible que hay sobre la mesa: el rollo de salchicha […] . Sin pensar-
lo más toma una […] se la lleva a la boca y le arranca la mitad de un mordisco” (29). A
partir de este momento, coma deja de ser un signo de puntuación y Beba deja de ser un
nombre. Este equívoco de sentido compone la parodia en la que el gordo Balón, encarna
para el pibe flaco y desgarbado “un dios distante y cruel, cuyo lenguaje se transmuta en
destino” (52). En otras palabras, el gordo Balón encarna la voz del amo que el flaco de-
codifica ardua y trabajosamente, pero, sin hacer otra cosa más que fallar. Lo cómico es
que el flaco lo hace de buena fe, “él se está creyendo lo que pasa, se le mezclan de bue-
na fe los sustantivos con los verbos” (36). El flaco sigue el dictado del gordo, el pro-
blema, para el gordo, está en que lo sigue demasiado a la letra, sin reparar en el contexto
que da significado a las palabras. La palabra Beba se encuentra en la frase precedida por
el término querida, por lo que esperamos que refiera a un nombre propio y no al impe-
rativo del verbo beber. A su vez, su sentido se afirma en el contexto de la carta en su
totalidad, y más aún en el contexto del dictado, donde no es esperable que el escriba re-
17
No importa que [el chiste] sea una cosa u otra. En su transcurso es mil veces nuevo
y mil veces viejo, es eterno como el presente. Supongamos que a partir del momen-
to en que el payasito “bebe” al oír la palabra “beba” el chiste se vuelve viejo para
todos los presentes; eso no impide que empiece a ser nuevo a partir de ahí, que em-
piece a suceder, a desplegar sus riquezas y hacer que la vida valga la pena de ser
vivida. (Aira, Los dos payasos 27–28)
18
A lo que agrega, “eso no les da ni frío ni calor —testimonia estar vivos” (5). Esta tenta-
ción a ex-sistir por fuera del efecto de sentido, es quizás la trampa más peligrosa de la
imbecilidad humana. Lacan refiere a la misma como “una cáscara de banana que le des-
lizaron bajo los pies”, al invitarlo a dar una conferencia en Niza sobre lo que denomina-
ron el “Fenómeno Lacaniano” (5).
12
Podríamos pensar en clave de fábula La leyenda del Niño Peronista en El Tilo, o el relato sobre el joven de cla-
se media que ayuda a los cartoneros a trasladar sus bultos en La Villa, o el de los viejitos que trabajan repartiendo
pizza a pie en las Noches de Flores. Como desarrollé en la primera sección de este capítulo el eje de los mismos está
dado por una idea de extraña constitución, a la que denominé idea siniestra, y que a su vez es el hilo conductor de la
creación de sentido del relato.
19
Este “ridículo problema de escritura” en el que se han metido nos entrampa en la ideo-
logía justamente cuando creemos estar dando un paso fuera de ella. En el momento en
que creemos haber encontrado la solución al problema de la ideología, denunciando sis-
temáticamente la falacia de todo efecto de sentido minado por la diseminación de la pa-
labra y la circularidad del lenguaje, entramos en una fase automática que “no anuncia
nada” que “va hacia la nada”. En otras palabras, cuando creemos estar dando un paso
fuera de la ideología, estamos dando un paso dentro.
Por el contrario podríamos pensar que la única posición no ideológica es renunciar a
toda realidad extra-ideológica y aceptar que todo con lo que lidiamos son ficciones ima-
ginarias en el universo simbólico de la pluralidad discursiva, nunca la realidad. Sin em-
bargo, como señala Slavoj Žižek en Ideología un mapa de la cuestión cuando denun-
ciamos como ideológico el intento mismo de trazar una línea clara de demarcación entre
la ideología y la realidad, el único camino que nos queda es la asunción de la pura ideo-
logía; pero la pura ideología al igual que algo puro de toda ideología, nos desliza en la
más peligrosa ideologización: “una solución ‘postmoderna’ rápida e ingeniosa como
ésta es ideológica por excelencia” (26). Aunque no haya una línea clara de demarcación
entre la ideología y la realidad, más aún, aunque la ideología esté siempre presente en
todo lo que experimentamos como realidad, existe siempre una tensión que permite la
crítica de la ideología. Para Aira esta tensión se logra únicamente fuera de la carpa, en
el pueblo, donde la vida sigue, late y brilla, en lo real del vinculo con los otros. Aunque
esto signifique para el escritor insistir en lo que en su lectura de Lukács define con una
sola y obstinada palabra: realismo.
Aira propone dos opciones a la trampa del lenguaje en la que nos han metido los dos
payasos, que como iremos desarrollando son menos excluyentes de lo que parecen a
simple vista. Por un lado, se trata de sacar a la escritura de la carpa de circo para que
participe de la realidad. Por el otro, incita a la escritura a una intuición de salto con ho-
rizonte en la plenitud de lo real. Ambas apuestan a un realismo contiguo a la realidad,
aunque la literatura pague el precio de estallar el verosímil en pos de una verdad frag-
mentada, dicha a medias.
20
El gordo Balón no dicta únicamente una carta, sino una palabra que el flaco metaboliza
en su propio cuerpo. Esta distorsión de la representación que quiebra con el principio de
realidad aborda el nivel más complejo de las relaciones de dominio y sometimiento, en
el cual la palabra del amo se internaliza; el discurso amo se asimila, se torna íntimo y
familiar, es letra que deviene cuerpo.
El “automatismo de obediencia” que padece el payaso flaco resuena con la invisibili-
zación de la dominación, con a la argucia con la que el gordo expropia al flaco su saber
sobre el sentido, pero también, con la aceleración con la que éste metaboliza su palabra
(36). Esta acelerada metabolización nos remite a un detalle del relato que no podemos
pasar por alto: la marcada diferencia corporal entre los dos payasos al principio del rela-
to ya no es tal hacia el final. Aira enfatiza el aspecto de globo del ex-flaco, ahora des-
mesuradamente gordo. El aspecto del ex-flaco se asocia con el nombre del gordo que lo
entra en escena a puntapiés: “Balón”. El escriba acaba semejándose al que le dicta. Sin
embargo, hay una diferencia no menor en la movilidad de ambos. Mientras el gordo Ba-
lón se desplaza por la carpa de circo, con las manos cruzadas en la espalda, concentra-
do, acelerando cada vez más el dictado, el ex-flaco “de su movilidad juvenil de pibe só-
lo conserva la agitación de los brazos”, ahora es “una mole inflada y torpe” que apenas
puede moverse (Aira, Los dos payasos 36). “No importa como se lo ha logrado, el au-
mento de volumen cambia todo el paisaje de la persona, y debajo de la pintura colorin-
che se ve o se adivina a un hombre envejecido, enfermo, tenso, loco de desdicha, un
condenado” (55).
En palabras de Aira, “[p]aradójicamente, lo más fantástico, lo más trucado (que al-
guien engorde treinta kilos en el curso de un dictado), es lo que introduce por primera
vez en el sketch un toque de auténtico realismo” (55). El mismo no se define por la ve-
rosimilitud sino por la puesta en tensión de la ideología entendida como “la matriz que
regula lo visible y lo no visible, lo imaginable y lo no imaginable”: la transformación
del payaso flaco en una mole inflada y torpe que apenas puede moverse, pero sigue es-
cribiendo lo que le dictan, y de yapa, aunque no pueda más, y quizás porque es lo único
que hace más allá del dictado, sigue comiéndose las salchichas y bebiéndose el licor de
pera del amo gordo y nalgudo (Žižek 7). Esta fábula de los dos payasos de circo, en la
cual se inscribe la idea siniestra de que uno de ellos suba 30 kilos de peso en su breve
entreacto de circo, es una parodia, una sátira de las relaciones de dominio y sometimien-
to letradas de la contemporaneidad: la argucia del amo para sustraer el saber hacer del
esclavo y aniquilar su goce de hacer, las equivocaciones del escriba mediante las cuales
se sale del dictado pero para terminar pareciéndose al que dicta, la marcada diferencia
de movilidad que persiste entre ambos, el automatismo y la artificialidad fúnebre que
los invade, la desdicha, la enfermedad y la condena del escriba.
En esta última escena de la actuación de los dos payasos, la distorsión de la represen-
tación de la realidad es vía regia al cinismo de las relaciones de dominio y sometimiento
contemporáneas. La distorsión infantil y cómica de la idea siniestra es reveladora por sí
21
22
23
No hay texto de Osvaldo Lamborghini que no mueva a la risa en alguna de sus líneas;
pero ésta lleva la marca de lo desconcertante, dado que la cuestión de la que se trata no
es generalmente para nada graciosa, sino más bien dolorosa y hasta trágica. El humor
lamborghiniano se enlaza, paradójicamente, con un aire de gravedad del que nadie se
atreve a reír demasiado. La risa que arranca, es parecida a la risa de quien se sorprende
descubierto en la mitad de algo que no se atreve a confesarse ni a sí mismo, introdu-
ciendo una extrañeza inquietante en el Yo, que linda con la experiencia de lo siniestro
freudiano: allí donde (re)conocemos en el corazón de lo íntimo y familiar la presencia
de algo desconocido, ajeno y amenazante (Freud, “Lo ominoso” 225).
A partir del análisis de la novela “La causa justa” este capítulo explora el humor
lamborghiniano como recurso sutil para una crítica ideológica sagaz. Mediante un hu-
mor ácido y satírico Lamborghini parodia situaciones cotidianas que suponemos libres
de toda ideología, como el entredicho entre transeúntes y conductores en concurridas
esquinas bonaerenses, o el partidito de fútbol dominguero entre compañeros de trabajo.
Sin embargo, las mismas se ven invadidas del racismo, la xenofobia política y la homo-
fobia en los que se reafirma la masculinidad y la identidad nacional. Estos aspectos son
generalmente pasados por alto, o desestimados, naturalizados en las relaciones sociales
en las que se inscriben. Se enmascaran en un populachero tono de chiste que habilita su
reproducción en hábitos de pensamiento y de acción. La tomada de pelo, la cargada y la
burla se ponen al servicio de la violencia verbal y física encarnada en el racismo, la ho-
mofobia, la xenofobia o el nacionalismo. Chistes ególatras y bromas de mal gusto inva-
den el relato a través de personajes que se enuncian como pequeños amos que saben so-
bre el mundo y sobre sí mismos; pero, irrisoriamente, pisan en falso una y otra vez.
24
13
El concepto de “ingenuidad deliberada” es desarrollado por Arturo Carrera en sus libros Arturo y yo y Chil-
dren’s corner.
14
“En los últimos 84 años hubo 12.814 días de dictadura y18.232 días de democracia […] Contados al 10 de di-
ciembre del 2003” (Chanfreau 6–7).
25
Lamborghini escribe “La causa justa” en 1982, momento en que Argentina atravesaba
los últimos años del gobierno dictatorial (1976–1983). Sumergidos en una profunda cri-
sis económica los argentinos apenas llegaban a avizorar las lesiones en las redes socia-
les, que la dictadura dejaría como legado. Me refiero a los crímenes de lesa humanidad
cometidos por el estado: asesinatos, torturas, secuestros, centros de detención clandesti-
na y desaparecidos, que sumados a la disolución de la actividad gremial y los movi-
mientos sociales, generaron profundos quiebres en las redes sociales. Los mismos re-
dundaron en el fortalecimiento de una organización social jerárquica basada en relacio-
nes de dominio y sometimiento, cínicamente enmascarada bajo el lema de Orden y Pro-
greso.
Como señala César Aira en el prólogo a Novelas y cuentos, “La causa justa” fue el
único trabajo de ese período que Lamborghini se preocupó por darle a conocer. “No es
fácil acertar con el motivo. Podría pensarse en el exilio, en la urgencia por dar a conocer
este nuevo estado, maduro y conmovedor, de su visión de la Argentina” (14). En esa
época Lamborghini se encontraba en Barcelona, donde moriría tres años después a los
45 años. En estos últimos años escribe además de “La causa justa”, las tres novelas que
forman parte del ciclo Tadeys y los siete tomos del Teatro proletario de cámara, todos
inéditos en vida del autor.
Daniel Link apunta que la escasa publicación en vida del autor refleja la controversia
de su obra. Lamborghini publicó en vida sólo tres textos: el cuento El Fiord (1969), la
novela Sebregondi retrocede (1973) y Poemas (1980); mientras que sus dos grandes
poemas, “Los Tadeys” y “Die Verneinung” (La negación), aparecieron en revistas nor-
26
15
Como apunta Enrique Medina, en el año 1976 Lamborghini publica “Tadeys” —un poema de 596 versos a los
que se suman prólogo y epílogo— en la revista Dispositio de la Universidad de Michigan dirigida por Walter Migno-
lo. Asimismo, publica en diciembre del 78 “Die Verneinung” —otro extenso poema de 956 versos— en la revista
Escandalar de New York, dirigida por Octavio Armand” (64).
16
La revista Literal (1973–1977) es creada por Germán García e integrada en sus distintos números por Osvaldo
Lamborghini, Luis Guzmán, Lorenzo Quinteros y Jorge Quiroga; además en ella escribieron Josefina Ludmer, Héctor
Libertella, Luis Thonis y Oscar del Barco, entre otros. Ricardo Zelarayán escribió el posfacio del primer número,
pero no participó finalmente en la revista. La misma recoge fuertes influencias del psicoanálisis lacaniano, la lingüís-
tica postsaussuriana y el posestructuralismo de Jacques Derrida, Michel Foucault y Roland Barthes (Prieto 429).
17
Es característico de la escritura de Lamborghini que el narrador se diluya en los personajes dando preeminencia
a una pluralidad de voces similar a la del teatro. A partir de la aparición de Tokuro la escritura se ve invadida con su
27
forma de hablar a media lengua el español. No únicamente los diálogos en los que interviene el japonés se ven afec-
tados, sino también la voz del narrador al relatar algo pensado o hecho por Tokuro.
18
El concepto de futuro anterior, o après coup, es fundamental en la teoría psicoanalítica dado que en el se insti-
tuye la a-temporalidad de la lógica del inconsciente. Freud escribe en su carta a Fliess de Diciembre de 1896: “nues-
tro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexisten-
te de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción” (Publicaciones
prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos 274). Es Lacan en 1953 quien al referirse al caso freudiano “El hombre de
los lobos”, da a este mecanismo el nombre de futuro anterior (Après-coup) y lo propone como una marca del lenguaje
en el psiquismo. El concepto de futuro anterior (après-coup) refiere al hecho de que hay impresiones o huellas mné-
micas que no adquieren todo su sentido y toda su eficacia sino en un tiempo posterior al de su primera inscripción.
Este concepto es fundamental en la comprensión del trauma, donde las huellas mnémicas dejadas por las experiencias
vividas no adquieren significación hasta etapas posteriores en las cuales son narradas y articuladas por el sujeto.
19
El cuento “El niño proletario” es un ejemplo emblemático del movimiento de après coup que sigue la escritura
lamborghiniana. Las fantasías, los goces y las creencias de las aberraciones sexuales cometidas en aquella escena de
la infancia contra el niño proletario, estructuran el presente narrativo de un personaje que comienza por congratularse
de “no ser obrero, de no haber nacido en un hogar proletario” (Novelas y cuentos 63); y culmina erguido “desde la
torre fría de vidrio”, “como si alguna vez pudiera estar erecto” (68), observando la muerte plana y aplanada de los
jornaleros que trabajan para él teniendo las vías del nuevo ferrocarril. En otras palabras, el goce sádico de aquella
escena infantil, fantaseada o verídica, se continúa en el adulto que observa la explotación de los trabajadores.
28
pasaba increíble, nada menos que en enormes praderas de ‘chistes’: gente empeza-
ba a tomar partido. Y apasionadamente. Gente se peleaba entre ella, unos estaban
dispuestos a dejarse matar a favor del japonés, otros querían lincharlo porque le
daban la razón al polaco. (Lamborghini, Novelas y cuentos II 39)
Yo que el japonés (seguro sabe karate), si me dice eso lo mato, mire, se lo juro por
mi madre. Vení, colchón meado (Jansky era rubio), repetímelo a mí si tenés pelo-
tas, ¿no ves, gil, que el japonés no te mata a lo Kun-fu porque te tiene lástima? Se-
guro que como hombre serio, impasible oriental, por no destrozarle el corazón a tu
pobre madre. ¡Pero vení, hijo de puta, yo me cago en tu madre! (39)
El japonés y el polaco se tiran las palabras como si fueran cosas, sin entender lo que se
dicen; pero esto despierta en los espectadores fantasías de ofensas, agravios, humilla-
ciones y desprecios que merecen ser pagados con la muerte, aunque esto destroce el co-
razón de la pobre madre del destinatario de la amenaza. La misma madre que a la si-
guiente frase se transforma en una puta que merece ser cagada.
Lo que comenzó como un chiste termina en las violentas reacciones de quienes to-
man partido por el japonés o por el polaco. El chiste genera un nexo entre lo que los dos
extranjeros venían transmitiendo sin saber, y lo que terminan diciéndose sin querer a
través de las palabras de los espectadores. De esta manera, el chiste subraya la violencia
y el racismo presentes en la realidad social bonaerense, abriendo un espacio en el que se
escenifica la agresión verbal a un paso de la trompada, muestra de la hombría de los que
“tienen pelotas”.
A pesar de los inconvenientes, los dos chistosos no pueden abstenerse de su “Hacer
Teatro”, y continúan generando en el público reacciones que rayan con la locura y la
estupidez, hasta que en cierta ocasión los encargados de mantener el orden cierran el
telón. Un auto policial se acerca al tumulto de gente, y los oficiales les hacen señas a
Jansky y Tokuro de que se suban al patrullero. Se dirigen a ellos mediante señas porque
creen que no hablan español; pero una vez en la comisaría Tokuro y Jansky deben mos-
trar sus pasaportes y confesar su “chiste”, con lo que queda claro que si hablan español,
29
20
La Triple A fue un grupo clandestino perteneciente al Estado, abocado a realizar detenciones ilegales, torturas
y asesinatos de los opositores al peronismo, dentro y fuera del propio partido y la organización gremial.
21
El operativo montado para lograrlo constaba de trescientos cuarenta centros clandestinos de detención —
conocidos como los chupaderos— en los cuales se ejecutó la desaparición de 30 mil personas; un verdadero genoci-
dio que ocultó los cuerpos de sus víctimas, como generalmente ocurre en los genocidios. Las ordenes bajaban por la
cadena de mando hasta los Grupos de Tarea, integrados principalmente por oficiales jóvenes junto a algunos subofi-
ciales, policías y civiles encargados de la ejecución. Las desapariciones se produjeron masivamente entre 1976 y
1978, aunque ya se había desarticulado y subyugado gran parte de la resistencia armada del Movimiento de Libera-
ción Nacional (MLN). En los años siguientes el objetivo fue dominar y controlar el conjunto de la sociedad por me-
dio del terror, además de justificar el apoyo económico que brindaban los Estados Unidos para la lucha anticomunis-
mo al Estado.
30
31
32
El Fiord, por ejemplo, siguiendo las claves de lectura de John Kraniauskas, se satura
de consignas que representan la variada militancia de la época: CGT (Confederación
General del Trabajo), ATV (Augusto Timoteo Vandor: líder sindical de la derecha pe-
ronista), Sebas (juego metonímico con las bases sindicales).22 A partir del golpe militar
autodenominado ‘Revolución libertadora’, que derroca a Perón en el año 1955, el Esta-
do se transforma en un escenario donde varios grupos sociales entran en lucha, pero ya
sin la capacidad mediadora del peronismo ni su autoridad política. Kraniauskas destaca
que El Fiord escenifica esta lucha en una revolución pornográfica proletaria que toma
cuerpo en masivas manifestaciones populares. Asimismo, Prieto destaca en El Fiord un
aquelarre simbólico de diversa procedencia ideológica fundido en una voz coral simul-
táneamente popular y política: “el novedoso análogo de la popularización de la acción
política de fines de los años sesenta y principios de los setenta” (435). Aunque, ambos
críticos leen diferentes momentos históricos a través de El Fiord, coinciden en que en el
mismo “la violencia política argentina es puesta en acto a través de la violencia sexual”
(Prieto 433).
La articulación de aberraciones sexuales con el aquelarre simbólico político de la
época tiene un efecto “siniestro“; en lo íntimo y concido de la esfera sexual irrumpe la
violencia, el abuso y el autoritarismo de la esfera política considerados como ajenos,
desconocidos y comunmente pasados por alto, naturalizados, en la cotidianidad. Acon-
tece así una interpelación a la subjetividad popular en la que se sostiene la política Esta-
tal; la perversión política, la explotación económica y la jerarquización social se enlaza
con la esfera íntima del goce y las fantasías sexuales. Esta es una de las razones por la
cual la circulación de sus textos publicados en vida adquirieron cierto aire de transac-
22
Hacia 1964, mientras Perón se encontraba en el exilio, Augusto Timoteo Vandor ganaba dominio de los sindi-
catos y también de las organizaciones políticas del peronismo, actuando simultánea en ambo frentes. En este mismo
año los sindicatos alentaron una reorganización del Partido Justicialista —nuevo nombre del partido Peronista— en la
cual Vandor amenazaba el liderazgo de Perón con lo cual fue creciendo el enfrentamiento entre ambos. Entre otros, el
periodista Andrés Bufali propone que Vandor fue asesinado en 1969 por el Ejercito Nacional Revolucionario, el cual
se unió luego a Montoneros.
33
34
Lo que comienza por una pregunta que parece un mero juego de palabras (“¿Aquí el
presente?”) termina en una condensada reflexión sobre la incapacidad de habitar el pre-
sente. La reflexión apunta a la imposibilidad de sostener los tres términos: pasado, pre-
sente y futuro. Mediante la tontería desatinada de la pregunta (“¿Aquí el presente?”), el
chiste nos enfrenta al contrasentido en el que redunda el significado de las palabras pa-
sado, presente y futuro, donde el presente excluye radicalmente a cualquiera de las otras
dos posibilidades. El decurso de pensamiento está dado por el desplazamiento de la
afirmación a la pregunta, la cual determina un decurso diferente al habitual al referirnos
24
Resaltado del autor, de aquí en más sólo especificaré cuando no lo sea.
35
36
las palabras del relato designan otra cosa que las que obligatoriamente deben de-
signar las denotata; dicen, en principio lo contrario de lo que quieren decir, hecho
que va desgastando la verosimilitud y acentuando la extrañeza del mundo que
transportan. (175)
37
26
La ironía ha sido un concepto difícil de definir en la historia de la literatura y la filosofía, al punto de llegar in-
cluso a cuestionarse su estatus de concepto. Ya en el siglo XIX las teorizaciones sobre la ironía del romanticismo
alemán exponían varias contradicciones. A modo de ejemplo Paul de Man cuenta como Friedrich Solger criticaba a
K.W.F. Schlegel por no lograr una definición acabada del término. Más tarde Hegel critica a Solger por su incapaci-
dad para hablar propiamente sobre la ironía; y luego Kierkegaard critica a Hegel por abordar la ironía muy escasa-
mente y de forma indirecta (164).
38
Las técnicas que el autor utiliza en la construcción del enigmático párrafo se basan en la
repetición y la combinación de las palabras explicación, confesión y sistema, con y sin
el sentido adjudicado comúnmente, provocando que el decurso psíquico se desplace de
una a otra desdibujando los límites que las separan. Al deshacer el efecto de las técnicas
del chiste sobre la expresión resaltan tres enunciados: explicar equivale a confesarse
sistemáticamente, explicar equivale a confesar un sistema y confesarse equivale a expli-
carse sistemáticamente. Los tres sostienen de distintas maneras la misma idea: explicar
equivale a confesar y viceversa. Confesar denota una acción subjetiva, mientras que ex-
plicar apela a cierta objetividad dada por las conexiones lógicas establecidas por la ra-
zón. Sin embargo, ambos términos se tornan confusos, por un instante parecen quedar
fusionados, y por ende, desprovistos del sentido comúnmente adjudicado. El chiste in-
siste en distorsionar el decurso de pensamiento asociado a las palabras en cuestión.
En esta ruptura algo que debía permanecer oculto sale a la luz; como lo expresa
Freud haciendo referencia a Theodor Lipps, “hallamos en el chiste una verdad que sin
embargo no podemos volver a encontrarle luego, si atendemos a las leyes de la expe-
riencia o los hábitos universales de nuestro pensar” (El chiste 14). El chiste es “un juicio
que juega” en una media lengua que lo dice todo y nada a la vez (12).27 Este “juicio que
juega” deviene en la escritura lamborghiniana una coartada para subrayar puntos ciegos
de la subjetividad de su época, que no serían fácilmente aceptados en forma de juicios.
Al respecto, Freud observa que el placer del chiste surge del ahorro del gasto psíquico
de una represión; es decir, en lugar de reprimir un pensamiento se hace un chiste. Por
ende, el campo de lo cómico otorga a Lamborghini cierta permisividad para subrayar
tendencias presentes en las relaciones sociales de su época que conforman puntos ciegos
para la subjetividad, y que de ser expresadas en forma de juicio serían radicalmente re-
chazadas. En otras palabras, el humor habilita una disrupción en donde las ciertas for-
mas naturalizadas de percibir, juzgar y actuar en la cotidianidad se tornan extrañas, aje-
nas, desconocidas, y factibles de ser cuestionadas.
En suma, la escritura lamborghiniana se encuentra con la niñez y con la poesía, osci-
lando entre el hábito de lenguaje y el nacimiento de la palabra.28 De esta forma, el escri-
tor se transforma en cómico que subraya el tropiezo en el decir; pero también es el poeta
que cita el plus de significación, que dice algo más de lo que realmente dijo, y que cada
uno entienda como pueda, si es que puede. El juego con el significante exacerba los al-
cances de la ironía, de la digresión y de los circunloquios, transformándose en un recur-
27
En esta frase Freud hace referencia a los estudios sobre lo cómico de Theodor Lipps, el poeta Juan Pablo (F.
Richter) y los filósofos Th.Vischer, Kuno Fischer.
28
Los neologismos son característicos de la escritura de Lamborghini; en “La causa justa” la palabra llanuros,
por ejemplo, refiere a los habitantes de Buenos Aires, la llanura del chiste (39). Otros ejemplos son Sebregondi retro-
cede y tento: como señala Aira “¿Quién había oído, por ejemplo, la palabra ‘tento’, antes de leer la frase ‘El Sebre-
gondi con plata es un sebregondi con tento’” (11). Todas estas palabras utilizan el mecanismo de la metáfora (con-
densación) y la metonimia (desplazamiento) en la base de su construcción, jugando sonoramente las palabras.
39
40
41
Las palabras dicen cosas que para nada son lo que uno conscientemente las quería hacer
decir. Como sostiene de Man la palabra:
es una circulación fuera de control, no como la naturaleza sino como el dinero, que
es pura circulación, la pura circulación del juego del significante, y que como sa-
ben es la fuente del error, la locura, la estupidez, y de todos los los otros demonios”
(256).
El humor lamborghiniano abre la instancia para que sus personajes digan sin quererlo, y
sin saberlo, más de lo que dicen. La irrupción de la homosexualidad latente en aquellos
abocados a confirmar constantemente su hombría, en chiste, y dispuestos a defenderla, a
las trompadas, es uno de los elementos utilizados por Lamborghini para quebrar la fa-
chada ególatra del Yo. La homosexualidad, fuertemente rechazada por el Yo, al igual
que el prontuario de aberraciones pornográficas que invaden sus textos, se transforma
en traspié vergonzante de la embestidura fálica, omnisapiente y omnipotente.
La imposibilidad de control absoluto sobre el lenguaje que acontece en la narrativa
impone una fractura en la relación de saber y de poder con uno mismo y con el otro. Es-
te traspié tiene implicancias en dos niveles, uno de ellos atañe a la construcción de la
identidad masculina, el otro a la construcción de la identidad nacional, ambas fuerte-
mente asociadas con un imaginario de nación. Como propone Giorgi, a fines del siglo
diecinueve en la Argentina, como en varios países de América Latina, los proyectos de
modernización y consolidación de los Estados nacionales se apoyaron en categorías de
salud y normalidad, que moldeaban la identidad masculina y regulaban las sexualidades
legítimas (324). Por ende, toda identificación nacional debía medirse por estos paráme-
tros. Vestigios de la fantasía ideológica que sostenía varios de estos preceptos y regula-
ciones se continúan en la actualidad, cuando “[l]a pertenencia al género masculino fun-
ciona (al menos) como una promesa o una virtualidad de igualdad alrededor de ciertos
privilegios sociales y culturales” (324). “La causa justa” parodia esta fantasía ideológica
poniendo en escena treinta hombres en pugna por afirmar su masculinidad y su jerarquía
ante el otro. Sin embargo, un equívoco juguetón abre el espacio para la expresión de la
42
29
Las duchas de los clubes deportivos son escenario de un sin fin de chistes que juegan con la presencia de la
homosexualidad, en un ambiente donde muy por el contrario se exalta la masculinidad tanto en los rasgos corporales
como en la competencia deportiva.
43
En este contexto, los altos mandos del Proceso consideraron la ocupación de las Islas
Malvinas como solución a varios de los problemas que estaban enfrentando. La guerra
podía proporcionar a la cúspide militar una salida airosa de la dictadura; la lucha por un
objetivo común permitiría unificar a las Fuerzas Armadas dejando atrás desacuerdos
internos, a la vez que reafirmaría su cuestionada legitimidad ante los ojos de una socie-
dad cada vez más desconforme. Obviamente, estos no fueron los motivos que se dieron
a conocer a la población, sino otros que versaban sobre la soberanía nacional y exalta-
ban el patriotismo. El costo de esta ilusión de unidad fraterna ante un enemigo externo
lo pagaron más de seiscientos muertos en los rangos más bajos de las Fuerzas Armadas
argentinas —mayormente adolescentes de escasos o nulos recursos económicos.
Lamborghini escoge un hecho histórico en el cual la realidad se torna más irónica
que cualquiera de sus ficciones, una muestra irrefutable del cinismo oficial y su genera-
lización al resto de la sociedad. La escena anterior es una de las más emblemáticas del
relato: veintinueve hombres vivando eufóricos a su amado país en guerra contra el Im-
perio Británico, encerrados en las duchas a salvo de enfrentarse con Tokuro, el japonés
fanático de la verdad. La misma deja al desnudo la guerra como fenómeno ideológico
que brinda a estos veintinueve hombres —casados, solteros, jóvenes, viejos, ingenieros,
encargados y mandaderos— una ocasión para vivar eufóricos por la Argentina, hacien-
do a un lado el terrorismo de estado que venía perpetuando el régimen que la impulsaba.
30
La guerra de las Malvinas fue un conflicto armado entre Argentina y el Reino Unido iniciado el 14 de junio de
1982 cuando la Argentina desembarcó sus fuerzas armadas en las islas. Argentina había reclamado infructuosamente
a Inglaterra la pertenencia de esas islas desde el momento en que fueron ocupadas por los británicos a manera de
enclave colonial en 1833.
44
31
Esta expresión proviene de una anécdota que cuenta Aira en la que Lamborghini al releer a David Copperfield
de Charles Dickens destaca el siguiente pasaje: “David acompañaba a su nodriza Peggoty a alimentar a las gallinas;
ella les arrojaba cereal y las aves picoteaban […] Pero el niño miraba los brazos pecosos de la mujer y se maravillaba
de que no prefirieran picotear ahí” (Aira, Novelas y cuentos 9). Aira agrega, era como si para él toda la novela se
volviera redundante por esa sola escena, la cual le recordaba al “cereal innumerable que se les puede echar a las ga-
llinas para que ellas tengan (o no tengan, eso da lo mismo) la iluminación de ir a picar al punto verdadero, a la repre-
sentación” (9).
45
¡Matalo, polaco! ¡Si quiere ver chupar pijas que se vuelva a Tokio! ¡Gracias a
Dios los yanquis les rompieron bien el culo! ¡Lástima que no les tiraran cien bom-
bas atómicas! ¡El karate es una mierda! ¡Hacéselo meter en el ojete! (Lamborghi-
ni, Novelas y cuentos II 29)
Se arrepintió, luego, de haber tenido esta reacción ante sus empleados, pero a éstos “su
conducta populachera y guaranga les había parecido de lo más natural” (29). En ambas
peleas, al girar el escenario hacia los espectadores, queda expuesta la violencia, la xeno-
fobia y el racismo naturalizadas en un populachero tono de chiste. En palabras de Lam-
borghini es un “chiste que se anula a sí mismo por lo largo. Ya no se lo escucha: se ha-
bla de otra cosa” (19). Su escritura subraya estos puntos ciegos de la subjetividad que se
invisibilizan por su persistencia; se reproducen y se perpetúan, ocultos si, pero a la vista
de todos, en la superficialidad del lenguaje. Se trata de automatismos, hábitos de pen-
samiento y de acción articulados a una “conducta populachera y guaranga”; centrales en
las configuraciones que rigen las formas de percibir, juzgar, hacer y actuar en la reali-
dad social. De esta forma, en la cotidianidad del partidito de fútbol dominguero se arti-
cula la tomada de pelo y la burla que sostiene el ideal de hombría de los siempre listos
para la ofensa y la trompada; asimismo, se expresa enmascarada el racismo y la xenofo-
bia política que estructura la realidad social en relaciones jerárquicas de dominación y
sometimiento.
El espectáculo populachero y guarango dado por los espectadores reniega del límite
real de la muerte, pero lo real sigue ahí, más allá de que se lo desestime. Esta dimensión
heterogénea radical de “una experiencia irreducible al pensamiento” que nos remite a
“lo previo, lo inevitable y a la vez lo inalcanzable” “no se manifiesta únicamente cómo
vacío sino también como repetición” (Aira, “La innovación” 22: Lacan, Los cuatro xi).
Si lo real es lo que no cesa de no inscribirse en lo imaginario y en lo simbólico, es a su
vez lo que no cesa de retornar; aquello por lo cual ante el cadáver de su amigo Jansky,
Tokuro pensó que ahora más que nunca debía hacer cumplir la palabra incumplida. El
ambiente de las duchas se ponía cada vez más espeso, Heredia le lloriqueó a Mancini:
“Vos sabés que yo no soy puto, no te podés prestar a esto […] ” (34). Pero Mancini
terminó rápidamente con sus ilusiones diciéndole: “—Ya me tenés podrido Heredia con
eso de que no sos puto, después de prometer que me ibas a chupar la pija. Ahora jodete”
(34). Un ropero de músculos se impacientó y le acomodó a Heredia dos golpes en la bo-
ca del estómago que lo dejaron sin piernas, y el Gerente General y Mancini lo arrastra-
ron hacia afuera. Tokuro ordenó que se cerraran las ventanas de las duchas “¡nada de
contemplar con gusto acto indigno!” (34). Pero todos se las ingeniaron para encontrar
una rendija “(¡se lo iban a perder!)” (35).
La escena termina con el Gerente General riéndose a carcajadas, al imaginarse a He-
redia, “ahora deshonrado como hombre”, yendo a trabajar vestido de “gheisa” (35). “—
Heredia vestido de gheisa […] hasta tendría gancho para un aviso por televisión: “Para
46
Tokuro, personaje que encarnó en su rareza la distancia irónica que subrayaba la xeno-
fobia, el racismo , la homofobia y el cinismo de los llanuros, se encuentra ahora impo-
tente, a merced de esta inmensa llanura de muertos y chistes que no acabaría nunca de
comprender. Le bastó “una nueva mirada al cadáver de Jansky para sentirse vencido,
completamente vencido” (36). Y en este punto del relato reaparece Sullo: “Perdida la
silla de ruedas, y por ahora en la maceta, Sullo apostó: no se trataba ahora de un chiste
largo sino de una muerte nítida como un tajo” (28).
Varias son las simetrías entre estos dos personajes y sus historias. Al igual que Sullo,
Tokuro es también, por momentos, linotipista. Al no ser el español su lengua materna, y
tampoco manejarlo con la fluidez de una segunda lengua, su lógica de pensamiento
queda pegada al espesor significante: trata a las palabras con la fijeza que se le otorga a
las cosas, por ejemplo, quedando pegado al significado literal de lo que para el resto
funciona como un chiste. No puede entender como ciertos dichos y dicharachos no ex-
presan el significado literal de las palabras que involucran, sino que significan de forma
metafórica o metonímica, y juegan con la ambivalencia y la dispersión del lenguaje.
Cuando el Gerente le propone a Heredia ir vestido de gheisa a la empresa, ya que ten-
dría atractivo para un aviso publicitario “—¿Usted cree, señor Gerente?— preguntó To-
kuro, completamente compenetrado con la idea y considerándola. Ya se había puesto a
calcular los costos” (36).
A diferencia de Jansky que a pesar de ser polaco “sabía perfectamente el castellano”,
su manejo precario del idioma le permite escuchar a la letra, y subrayar allí donde los
“llanuros” terminan diciendo, sin querer, más de lo que dicen: allí donde ese chiste, que
se anula a sí mismo por lo largo y al que ya nadie escucha, sigue oculto a la vista de to-
dos generando efectos racistas, homofóbicos y xenófobos (38). Al igual que a Sullo la
distancia con los códigos culturales y sociales lo ubican en el lugar del gran cómico,
emblema del extranjero que no acaba nunca de llegar: un anacronismo ante el cual el
tiempo parece no tener efecto, “un loco para quien la historia se había detenido hacía
dos mil años”, insistente como un fantasma proveniente del pasado en el castigo que
merece todo aquel que falte a la palabra y traicione al amigo, Patria y Emperador (25).
En palabras de J.L. Borges, diríamos que “[a] la realidad le gustan las simetrías y los
leves anacronismos” (522).
Asimismo, podríamos pensar que “La causa justa” se trata de una parodia del cuento
“El Sur”, ya que al igual que en “La causa justa” en la escena final de “El Sur” partici-
pan únicamente hombres; el alcohol propicia el ánimo de la pelea; una broma pesada,
un chiste de mal gusto con unas migas de pan pone en juego la hombría, la dignidad y el
honor de los contrincantes e incita a Juan Dahlman a batirse a duelo con uno de los chis-
tosos alcoholizados; y la pelea lleva a Dahlman a la muerte. Quizás Tokuro, al igual que
Dahlmann, había estado al borde de la muerte en la pela, pero eligió para sí una muerte
soñada, digna y honorable; pero se trata de un sueño que incursiona en las fantasías
47
El razonamiento principal de aquella vieja literatura era que sólo se debía acudir a
la violencia cuando existía una causa justa. Pero que una vez tomada la decisión,
todos, todos sin excepción los que se cruzaban en el camino entre el que reivindi-
caba su honra, su orgullo o su propiedad, debían recibir el trato que le cupiera al
criminal cuando fuera hallado. (27)
48
Esta pequeña fábula centrada en el gesto del más raro es emblemática de “La causa jus-
ta”, y a la vez, podríamos resumir toda la literatura lamborghiniana a esta risa descon-
certante que subraya la fiesta del crimen y la sangre.
En suma, la muerte de Tokuro parodia la muerte de un personaje trágico signada en
una ética perversa que enmascara en su causa justa una máquina de muerte, plagada de
puntos ciegos, fantasías ególatras y un nacionalismo exacerbado. Esta tensión se man-
tiene a lo largo del relato compuesto por pequeñas fábulas que se continúan, a pesar de
su discontinuidad, y que se relacionan con el contexto político de la época, a pesar de
hacer estallar el verosímil realista en una parodia caricaturesca que lleva la hipérbole a
su máxima expresión. El linotipista, el gran cómico, el poeta y el extranjero, introducen
una extrañeza inquietante que abre el espacio para el advenimiento de lo siniestro freu-
diano: allí donde reconocemos en lo íntimo y familiar algo ajeno, peligroso y amena-
zante. Junto con un maestro agonizante, que no acaba nunca de morir, la narración
(re)visita situaciones cotidianas en las que hacen gala la violencia verbal y física, el ra-
cismo, la xenofobia política y la homofobia: donde “[e]l horror de Buenos Aires, ciu-
dad, supera a Buenos Aires, donde sólo el horror” (19).
La hipérbole de las referencias pornográficas y las “malas palabras” se asocian al
abuso en las relaciones sociales de dominación y sometimiento encarnadas en oficiales
de la ley, gerentes y comisario, pero también en compañeros de trabajo y transeúntes.
Lamborghini pone en cuestión la ideología a través de la burla y la risa, asumiendo lo
que en ella hay de escatológico y obsceno. La risa del partisano a punto de ser fusilado
es el gesto emblemático de su literatura; tan irrisoria como desafiante, realiza una puesta
en cuestión de la ideología de su época y sigue constituyendo una aguda crítica a la sub-
jetividad contemporánea. “—Bueno, amigo Sullo, silencio. Usted tiene razón, el chiste
es largo, o tal vez nunca hubo uno tan breve como el de llamarle chiste a lo que impone
cambiar la eternidad, estilos” (Lamborghini, Novelas y cuentos II 11).
49
En este capítulo propongo una lectura en dos ejes del libro de poesía sobre el dinero,
Potlatch, de Arturo Carrera. Por un lado, enfatizo en los relatos, los mitos, los rumores
que componen una narrativa fragmentada y generalizada, en la cual se reproduce y se
perpetúa el dinero como objeto sublime rector del intercambio social. Por otro lado, la
poesía de Potlatch bordea los equívocos, los quiebres y las fisuras de esta narrativa, in-
cursionando en las fantasías, las creencias y los goces que se amalgaman en el dinero.
Este doble movimiento es habilitado a través de la mirada de un niño que desnaturaliza
los discursos en torno al dinero, e incursiona en lo irracional, y bizarro, lo no
(re)conocido de las narrativas en las que se sostiene. En Potlatch la infancia ocurre ex-
trañando al dinero y al lenguaje. Su poesía trae una “palabra de la infancia (y no una
palabra sobre la infancia)” (Nicolás Rosas 158); la misma proviene de un niño en medio
de un diálogo entre mayores, donde el niño escucha el diálogo de los mayores, sus his-
torias en torno al dinero; pero también escucha los quiebres, los equívocos y las incon-
gruencias de las mismas.
A través de la subjetividad infantil Carrera subraya los quiebres y las fracturas en la
sutura de sentido que sostiene el fetichismo del dinero, para explorar las fantasías, goces
y creencias, comúnmente no (re)conocidas que lo perpetúan como objeto sublime. En
otras palabras, la curiosidad, la ignorancia, la torpeza y la desvergüenza propias de la
subjetividad infantil habilitan su poesía a incursionar en los enlaces entre lo
(re)conocido y lo no (re)conocido —aquello que excede al conocimiento y a la razón—
respecto al dinero. Al igual que en Aira y en Lamborghini, la combinación del campo de
50
51
Plata quemada inscribe un enigma en la figura del dinero concebida como objeto su-
blime que rige el intercambio. Por un lado, el dinero se presenta en su aspecto de auto-
ridad, de ley que coercitivamente fuerza el reconocimiento de su valor. Sin embargo, el
reconocimiento de su valor no requiere generalmente del uso de la fuerza bruta o la
coerción. Se sostiene en prácticas sociales, hábitos y creencias que se articulan en una
narrativa fragmentada y generalizada que reproduce y perpetúa el valor del dinero; pero
52
Quemar plata es feo, es pecado […]. Pensar que para ganar un billete como este, un
sereno, ponele, el tipo tiene que trabajar dos semanas […] y un cajero de banco,
según la antigüedad puede tardar casi un mes, para recibir un billete como este a
cambio de pasarse la vida contando plata ajena. (189)
Los tres millones de pesos, se transforman en papeles prendidos fuego que vuelan por
una ventana, a cambio de los que algunos matan, otros se hacen matar y otros pasan la
vida contando plata ajena. Mientras la imagen destaca la materialidad del dinero como
papel que puede prenderse fuego, el diálogo destaca el trabajo como mercancía que úni-
camente cobra valor social al ser intercambiado por dinero. La escena y el diálogo ha-
cen visible lo que generalmente pasa desapercibido: “el carácter misterioso de la forma
mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente en que proyecta ante los hombres el
carecer social del trabajo de éstos como si fuese un carácter de los propios productos de
su trabajo” (Marx 62). El valor de cambio, que es la manera social de contar el trabajo
invertido en la fabricación de un objeto y que, por lo tanto sólo tiene una realidad social,
ha llegado a ser tan familiar para todos, que parece ser —como la forma moneda para el
oro y la plata— una propiedad intrínseca de los objetos. El aspecto misterioso de la
forma mercancía consiste en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo
de éstos como si fuese un carácter material de los productos de su trabajo; por ejemplo,
que una manzana cueste alrededor de cinco pesos parece una característica natural como
su peso u otras de sus propiedades físicas. Es la relación social entre los hombres que se
materializa en la relación entre las cosas, donde el dinero actúa como emblema de la
mercancía en tanto equivalencia generalizada.
El producto superior en que se desarrolla el cambio de mercancías es el dinero, moti-
vo por el cual el fetichismo de la mercancía encuentra su punto máximo en el fetichismo
del dinero: mercancía absoluta, puro valor de cambio. El dinero como fetiche aparece en
la realidad material inmediata como la encarnación de la riqueza. Actuamos como si el
valor del dinero fuera una condición natural del objeto dinero en sí mismo, en su mate-
53
El valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los
productos del trabajo en jeroglíficos sociales, pues es evidente que el concebir los
objetos útiles como valores es obra social suyos, ni más ni menos que el lenguaje.
(Marx 64)
El acto de la quema del dinero pone de relevancia su aspecto de jeroglífico social. Jus-
tamente en el momento en el que amenaza con desaparecer prendiéndose fuego se hace
visible la materialidad significante del dinero, que persiste intacta. Punto en el cual sur-
gen en el relato las narrativas, las creencias y las prácticas sociales en las que se articula
como significante primario: como objeto sublime que controla y rige las relaciones so-
ciales sin que éstas parecieran tener sobre él ninguna influencia.
El pueblo montevideano reunido en la calle o frente al televisor reacciona a la quema
de los billetes con indignación. “Si la plata es lo único que justificaba las muertes y si lo
que han hecho lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere decir que no tienen mo-
ral ni motivos” (Piglia, Plata 192). A partir de ese acto se podía esperar cualquier cosa
de criminales “capaces de tamaño despropósito” (191). Finalmente la prensa distribuye
la idea de que “quemar dinero inocente es un acto de canibalismo” y lo definen como
“un acto nihilista y un ejemplo de terrorismo puro” (191–192). El momento de la quema
donde se elimina aquello que rige el intercambio entre los sujetos, podría representar un
momento de liberación, de subversión y de algarabía. Quebrar la ilusión del fetichismo
del dinero, cuestionar el valor del dinero, amenaza con cuestionar la moral, la ley y el
orden, más aún parecería atentar contra el pacto y la seguridad social. La quema de la
plata pone en juego la cohesión misma de la sociedad. Si el valor del dinero es conside-
rado como una propiedad natural del dinero en sí mismo, entonces cobra sentido la in-
dignación, ¿cómo pueden quemar algo tan valioso como el dinero? El dinero funciona
como significante maestro (S1), como clave en las formas de significar, percibir, juzgar
y actuar en el mundo, y en última instancia como sutura del orden social. Aquí se en-
cuentra planteado lo que Piglia define como el único enigma que proponen las novelas
de la serie negra, el del dinero legislando la moral y sosteniendo la ley (Crítica 70).
Convengamos que el dinero ha devenido en la medida de casi todas las cosas. El
punto es que en esta relación nada parecería determinar al dinero, el dinero es ya en sí el
elemento todopoderoso de la equivalencia universal que se ubica fuera de la relación
54
una especie de inocente potlatch realizado en una sociedad que ha olvidado ese ri-
to, un acto absoluto y gratuito en sí, un gesto de puro gasto y de puro derroche, que
en otras sociedades ha sido considerado como un sacrificio que se ofrece a los dio-
ses porque sólo lo más valioso merece ser sacrificado y no hay nada más valioso
entre nosotros que el dinero.33 (Piglia, Plata 192–193)
Sin embargo, pensar la quema de la plata en analogía con un acto de puro gasto y de
puro derroche, posicionarla como con un rito absoluto y gratuito, ¿no ubica al dinero
nuevamente fuera de la red de relaciones sociales en las que cobra valor? Si se trata de
un sacrificio a los dioses donde sólo lo más valioso merece ser sacrificado, el dinero
ocupa igualmente el lugar de objeto sublime aunque sea materialmente destruido.
En un trabajo ensayístico titulado “Teoría del complot”, Piglia presenta otra vertiente
de relación posible con el dinero, en la cual la literatura de vanguardia tiene un impor-
tante papel. Piglia propone que cierta tradición de la novela argentina revela al complot
como nudo de la política y a la manipulación como nudo del complot. “Si pensamos en
algunos escritores centrales en el imaginario de la narrativa argentina como Arlt, Borges
y Macedonio Fernández, podríamos decir que es alrededor del complot que se constitu-
ye su ficción” (Piglia, “Teoría” 16). Piglia los denomina escritores de vanguardia en re-
lación a la disrupción que generan sus obras en las normas valorativas de la producción
literaria de la época. Asimismo, destaca como característica común que la política no
aparece tematizada directamente en sus obras. Ninguno de estos escritores tematiza la
realidad política de la Argentina como tal, ni los hechos socio históricos relevantes al
contexto de su obra. Refiriéndose a Arlt, señala que su escritura “capta la existencia del
complot como lógica del funcionamiento de lo social más que de una sociedad propia-
mente dicha” (17).
El juguete rabioso es una de las obras de Arlt mencionadas por Piglia para ilustrar la
forma en que la literatura argentina ha destacado el complot como nudo de la política.
El personaje central de la novela es manipulado por fuerzas sociales que adquieren las
características de una conspiración destinada a controlar su destino: “A mis oídos llegan
voces distantes, resplandores pirotécnicos, pero yo estoy aquí, sólo, agarrado por mi tie-
rra de miseria como con nueve pernos” (Arlt, El juguete 42). De la misma manera los
32
Como propone Marx, un hecho análogo se observa en el mundo religioso, donde los productos del cerebro hu-
mano se convierten en dioses, toman el aspecto de seres independientes dotados de cuerpos propios que se comunican
entre sí y con los hombres. Marx apunta que “para una sociedad de productores de mercancías, cuyo régimen social
de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como mercancías, es decir como valores y en rela-
cionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma material, como modalidades del mismo trabajo humano; la
forma de religión más adecuada es, indudablemente, el cristianismo, con su culto del hombre abstracto, sobretodo en
su modalidad burguesa” (67).
33
El potlatch es un ritual de intercambio de los nativos de la costa oeste de Norteamérica en el cual un jefe para
probar su poder y su jerarquía tribal ante otro jefe tiene dos opciones: realizar un banquete festivo que puede durar
semanas y hasta meses en el que participa toda la tribu o quemar y tirar al río una cantidad semejante de alimento,
frazadas y demás bienes que serían utilizados para el banquete. Trabajaré este ritual de intercambio las siguientes
secciones.
55
Piglia convoca a integrar pequeños círculos que construyan, en torno al arte, una eco-
nomía cerrada, “una economía regulada por el goce y por los intercambios improducti-
vos” (Piglia, “Teoría” 20). En otras palabras, apela a formar comunidades que establez-
34
El Proyecto Venus surge en medio del conflicto social y el desamparo político que dejó tras sí el colapso eco-
nómico de diciembre del 2001 en la Argentina, y se continúa hasta el 2007. Es definido por sus miembros como una
micro-sociedad autogestionada, compuesta por una red de 500 miembros —artistas, técnicos y profesionales— que
intercambian bienes, servicios, habilidades y conocimiento. Es a la vez un experimento económico y político que se
caracteriza por la creación del Venus —papel moneda utilizado en sus transacciones— y la interacción digital a través
su página web: http://proyectov.org. El proyecto conforma una comunidad con base digital que apunta al en-
cuentro en mercados, fiestas, exhibiciones, shows, publicaciones, charlas, jornadas, etc., en la cual El Venus, o mone-
da propia, funciona como medio de intercambio y relacionamiento, como herramienta de soberanía y símbolo de
pertenencia al grupo.
56
La poesía de Carrera es en sus comienzo asociada con el neobarroco, pero sostiene con
esta importantes tendencia de la poesía Latinoamericana de las últimas décadas una
compleja relación. El neobarroco argentino se configura en los años 80 y no desarrolla
57
35
Como propone Prieto, en la escritura de Piccoli las palabras abandonan su vínculo con el referente y se
sostienen unas a otras por su relación de contigüidad dada por el ritmo, la rima (interna y externa), “la alitera-
ción, la sinalefa o el encabalgamiento para producir un efecto sobretodo físico […] una magnificencia puramen-
te verbal que establece un vinculo con las obras de Lugones y de Branchs” (449).
58
Cuando a mi hermanita Lara se le cayó […] creo que era el primer diente que se le
había caído o uno de los primeros, y entonces todos hablábamos de que iba a venir
el ratón Pérez y que cómo hacía, y que el Ratón Pérez se iba a llevar el dientito que
iba a poner debajo de la almohada y qué se yo, que le iba a dejar la monedita […]
Y entonces Lara estuvo un rato reflexionando y nos dice: ‘ay, yo no quiero que ese
animal peludo se suba arriba de mi cama’. (Carrera 69)
Estos ritos destacan la oscilación del niño que cercado por relatos y narraciones que lo
introducen a reconocer el valor del dinero, aún no muestra un éxito rotundo en su ini-
ciación; concentrados en el intercambio diente-moneda nadie reparaba en el animal que
lo ejecuta hasta que Lara lo presentifica, y su aspecto de animal peludo cobra valor en la
escena. El comentario de Lara desnaturaliza la práctica del “ratón de los dientes de le-
che”, dejando en evidencia su carácter de rito. Las prácticas de intercambio se llevan
adelante más allá de que se entiendan o no, de que se comprendan o no. “Te decían que
iba a venir el ratoncito […] era muy sencillo porque te dejaban algo de plata y vos te
ibas a comprar algo” (68).
Asimismo, este grupo de poemas señala que la dualidad entre la realidad fáctica de la
práctica de intercambio, entendida como externa, y la experiencia subjetiva de la creen-
cia, entendida como interna, se demuestra inútil para abordar estos ritos de iniciación.
En ellos no podemos pensar la creencia como algo meramente subjetivo e interno, sino
encarnada en prácticas sociales en las que se reproduce y se perpetúa. A su vez, la prác-
tica social no se presenta como algo meramente externo y objetivo, sino que se entrama
en una narrativa junto con creencias y fantasías, como lo expone el siguiente fragmento:
59
Al igual que el comentario de Lara sobre el animal peludo que le dejaría la moneda, en
el fragmento anterior la “palabra que proviene de la infancia” sacude la lógica del relato
que rige el intercambio (Rosas 158). La misma desestabiliza la narrativa con una ocu-
rrencia irrisoria, con un traspiés donde la lógica económica no cierra del todo: ¿para qué
podría querer este Pérez tantos dientes?, ¿por qué un animal peludo ejecutaba la
transacción? Como si se tratara de un resbalón en piso inadvertidamente mojado la “pa-
labra de la infancia” subraya un sinsentido en el hábito y en la creencia que mueve a la
risa.
Los ritos evocados en la poesía de Potlatch se componen de una combinación de
elementos del mundo infantil con elementos de la economía del mundo adulto. En esta
combinación la poesía se toca con la oralidad para señalar un afuera de las fronteras de
la racionalidad del lenguaje en la infancia, donde la misma ocurre extrañando a la lógica
del intercambio; pero donde a su vez, la lógica del intercambio la asimila y la transfor-
ma, como lo muestra la siguiente conversación ente padre e hija esperando la llegada de
los Reyes Magos:
‘¿Qué me van a traer —pá— los reyes?; / ¿me van a traer esos bsbss que les pedí?’
—y / me lo decía al oído, poniendo su manita en el contorno de mi oreja como para
volver más audible el enigma, / […] cuando otra vez la vocecita nombra / todo el
supremo intercambio: / ‘¿qué les daré yo, pá?’ ¿Pasto?’. (117)36
36
Resaltado en el original, de aquí en adelante se especificará únicamente cuando no lo sea.
60
61
No son pocos los niños que diariamente gastan en golosinas o en juguetes veinte
centavos […] Si en lugar de habituarse a gastar inútilmente esa cantidad, tomasen
la costumbre de depositarla religiosamente en la CAJA NACIONAL DE AHO-
RRO POSTAL, al mismo tiempo que se libraban de contraer hábitos de disipación
y se acostumbraban a disciplinar su voluntad y a dominarse a si mismos —
beneficios inapreciables— se encontrarían con que insensiblemente, al cabo de
cierto número de años, eran poseedores de un capitalito […]. REFLEXIONEN
LOS NINOS Y SOBRE TODO REFLEXIONEN SUS PADRES. (103)
Este fragmento es parte de los cuadernos escolares que circulaban en la época con con-
sejos a los padres y a la comunidad educativa, en él se hace visible el carácter de man-
dato, el deber moral con el que se introduce al niño en la práctica del ahorro. Práctica
que sienta las bases para que la finalidad que gobierne la acción sea la ganancia, el logro
de una diferencia cuantitativa de dinero al final del camino: un capitalito.
En esa misma sección Carrera intercala fragmentos de memoria y relatos sobre el
ahorro en el ámbito doméstico. A diferencia de los anteriores poemas, dedicados al aho-
rro en el ámbito escolar, éstos destacan la heterogeneidad en la práctica y en los fines
del ahorro. Por ejemplo, el uso de distintos tipos de alcancía: la lata con una hendidura
39
La CNAP sufre una serie de transformaciones a partir de los años 70. En el año 73 cambia su nombre a
Caja Nacional de Ahorro y Seguro, y en el 91 se declara sujeta a privatización, la cual culmina en el año 93 al
aprobarse las cuatro nuevas sociedades que la sustituyen: Caja de Ahorro y Seguro S.A., Banco Caja de Ahorro
S.A., Caja de Seguros S.A. y Caja de Seguros de Vida S.A.
62
[e]ra una nena sentada, con un vestidito, con dos trenzas recogidas alrededor de la
oreja, y tenía en las manos, es decir como en el regazo, una alcancía redonda de ba-
rro con una ranura […] Y de un lado decía: ‘infancia previsora’, y del otro: ‘vejez
tranquila’ ¡Que mentira! ¡Que horror!” (127)
63
Sí, recuerdo escuchar los comentarios de mis viejos, con alguien, de esto de que
iban a cambiar la moneda, que se iban a correr dos o tres ceros, no me acuerdo los
detalles, y una sensación de mucha extrañeza, como si se hubiera perdido el valor
estable de la moneda […]. Extrañeza mía, que era tan chica, frente a la extrañeza
medio ininteligible para mí de ellos. (35)
40
Ver al respecto Perón y su tiempo de Félix Luna y Argentina de Perón a Lanusse, 1943–1973 del mismo
autor.
41
Perón fue elegido presidente de la Argentina en tres ocasiones: en el período de1946 a 1952, en el período de
1952–1958, el cual no alcanzó a completar debido al golpe militar que lo derrocó en 1955, y el tercer período de 1973
a 1977, el cual tampoco alcanzó a completar a causa de su fallecimiento en 1974.
64
Con manu militari debió escribir esto. Reíte, Él tenía que escribir esto […] escribía
estas cosas como discursos, pero no son discursos, vos me entendés. Son órdenes.
Lo tenía que hacer. Te leo: La línea monetaria vigente en la República Argentina es
la línea PESO CONVERTIBLE (Decreto del Poder Ejecutivo Nro. 2128 —acá es-
tá corregido ¿ves?—, del 10 de octubre de 1991 y el Artículo 12 de la Ley de Con-
vertibilidad Nro. 23928 del 27 de marzo de 1991). Todo esto ahora es un redispara-
te. Escuchá: Todas las líneas anteriores se encuentran desmonetizadas y no se can-
jean. La relación entre la actual línea y su predecesora, la línea Austral, fue de 1
peso = 10000 Australes. (Carrera, Potlatch 35)
La medida fue impuesta por Domingo Cavallo, ministro de Economía de Carlos Saúl
Menem, y determinaba que la mayor parte de la base monetaria debía estar respaldada
por oro y divisas; pero aceptaba que un porcentaje estuviera respaldada por bonos de
deuda del Estado Nacional valuados a su precio de mercado. Según Cavallo se trataba
de un movimiento económico que permitiría implementar políticas monetarias mediante
operaciones de mercado abierto.
Sin embargo, las expresiones “con manu militari”, “son órdenes” y “lo tenía que ha-
cer” nos remiten a la última dictadura militar (1976–83), con lo cual Carrera marca cier-
ta continuidad en las políticas económicas de ambos períodos. En la década de los 90
los lineamientos de las políticas económicas se asociaban a organismos de crédito inter-
nacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID). Éstos delineaban políticas económicas en continuidad con las políti-
cas económicas implantadas durante las dictaduras militares de la década del 70 en el
del Cono Sur, las cuales imponían, a grandes rasgos, una reducción del gasto público y
un aumento de la libertad de mercado. Como propone el historiador David Harvey, estas
políticas estaban asimismo siendo implementadas en extremos opuestos del mundo: en
el año 78 Deng Xiaoping se proponía convertir a China en un centro dinámico del capi-
talismo mundial; en el año 79 Paul Volcker tomaba el mando del US Federal Reserve;
en el año 80 Ronald Regan era electo presidente de los Estados Unidos, apoyaba las po-
líticas de Volcker y agregaba otras tantas enfocadas en disminuir el poder de la fuerza
laboral, desregular la industria, la agricultura y la minería, y liberar el poder financiero
42
La fórmula de Peter Sloterdijk da un giro a la fórmula en la que Marx explica el fetichismo de la mercancía
como falsa consciencia ideológica de las condiciones de la realidad: “No lo saben, pero lo hacen” (Marx 64).
65
66
Žižek propone que la gran paradoja “es que el deber de nuestros días no impone la obe-
diencia y el sacrificio sino más bien el goce y la buena vida” (“Contra el goce”). El con-
cepto de goce se vuelve fundamental al considerar el dinero como objeto sublime que se
impone en su autoridad de ley en relación al gasto y al derroche. Asimismo, potlatch, el
nombre del poemario, se torna sugerente en esta paradójica trama en la que el gasto y el
43
El nombre agrupa en un conjunto ciertas heterogeneidades del real mediante una cobertura lógica. Como lo
ejemplifica Borges a través de Funes el memorioso: “el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares
de diversos tamaños y diversa forma”. A Funes “le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuvie-
ra el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)” (489).
44
Como desarrollé en el primer capítulo entiendo lo real con Aira como “la experiencia irreducible al pensamien-
to, lo previo, lo inevitable y a la vez lo inalcanzable”, con lo cual enfrenta al realismo a una heterogeneidad radical
que no acepta cobertura lógica que la explique (“La innovación” 22); y con Jacques Lacan como aquello que no se
manifiesta únicamente cómo vacío sino también como repetición (xi). Si lo real es lo que no cesa de no inscribirse en
lo imaginario y en lo simbólico, es a su vez lo que no cesa de retornar.
67
Frente a la vidriera de la Casa Nervi, / con “Ropa de vestir” y “Calzado para ni-
ños”. / ¿De qué valía que enfrentara a mis abuelas / materna y paterna, ambas jun-
tas, ambas / de mi mano, a mi deseo de tener una vaca / de juguete, blanca y negra,
/ que al girarle la cola daba leche o / agua por la pequeña ubre despintada? // […] el
billete asomaba, parecía fuego rojo, / de las carteras de ambas. / ¿A qué las impo-
nía? ¿A qué las ignoraba? / ¿A qué pérdida irrazonable mía las perdía? / ¿De qué
misterio razonado se embrujaban? (Carrera, Potlath 26)
68
[s]e conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenla-
ce: benefactores cuyos protegidos (por disímiles que sean en lo demás) se muestran
ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera la
amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición
del amigo […] amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mis-
mas fases y desemboca en idéntico final, etc. (Freud, Más allá 21)
Esta compulsión a repetir situaciones no placenteras destaca que ciertos decursos, que
se repiten en la vida anímica, no están a favor del principio de placer sino de su falla. El
principio de placer, teorizado por Freud en el Proyecto de psicología para neurólogos
(1886), consiste en una tendencia anímica al servicio de mantener el mínimo nivel posi-
ble de excitación en el aparato psíquico. La tensión provocada por la insatisfacción cau-
sa el aumento de la energía psíquica hasta que se logra la descarga en la satisfacción.
Sin embargo, Freud propone que el funcionamiento del psiquismo es mucho más com-
plejo que esto. Los textos “Más allá del principio de placer” (1920), “Lo ominoso”
(1917) y “Pegan a un niño” (1917) marcan una ruptura en las concepciones freudianas,
a partir de la cual se abren las siguientes preguntas: ¿qué lleva al sujeto a repetir una y
otra vez situaciones que le son displacenteras?, ¿por qué reincide en fantasías o en fic-
ciones que lo muestran acosado, sin salida, condenado a ser objeto de crueldades?
69
Según Freud esta compulsión responde a una pulsión de agresión y destrucción que se
vuelca contra el propio Yo, con una severidad, una tiranía y un sadismo que nos remite
a la instancia psíquica del Superyó. En la primera infancia se internalizan límites al goce
bajo la forma de códigos culturales, costumbres y normas que componen la vida en so-
ciedad. Estos límites se erigen dentro del propio Yo en la instancia que Freud denominó
Superyó o Ideal del Yo. Mediante el Superyó se erige la ley paterna en el interior del
Yo, a la cual se adherirán las demás normas y códigos sociales. Dado que el Superyó se
sirve para lidiar con el Complejo de Edipo de una identificación con la ley paterna, he-
reda todo el sesgo duro y cruel del imperioso deber-ser” (Freud, El yo 55).
El Superyó es heredero del Complejo de Edipo, no únicamente de su clausura sino de
toda su problemática. Por ende, interioriza las prohibiciones, los mandatos y los ideales
de la cultura que imponen un límite al goce, pero también hereda una insistente tenden-
cia a la recuperación de pequeños plus de goce. La interpretación predominante de la
teoría freudiana fue que el Superyó era exclusivamente, en tanto heredero del complejo
de Edipo, lo que ponía un límite al goce. Sin embargo, basta con detenerse en los térmi-
nos utilizados por Freud para avizorar algo más. Al referirse al Superyó habla de su “fu-
ria cruel e inmisericorde”, destaca su “severidad extraordinaria”, su “sadismo ilimitado
y su automartirio interminable”, que lo convierten en un “tirano”; y agrega para despe-
jar toda duda: “lo que gobierna en el Superyó es un cultivo puro de la pulsión de muer-
te” (El yo 51–54). El Superyó no fue conceptualizado por Freud, únicamente, como la
instancia que prohíbe el goce sino como aquella que, paradójicamente, a través de una
severidad extraordinaria accede a un goce ubicado más allá del principio de placer. El
Superyó no sólo limita el goce sino que lo habilita a través de un imperativo despiadado
y absoluto.
Lacan no teoriza particularmente el Superyó en ninguno de sus Seminarios, ni en los
Escritos, pero en la sección VI del Seminario de La ética (1959) problematiza el Super-
yó a través de un contrapunto entre la Crítica a la razón práctica de Kant y La filosofía
en el tocador de Sade, destacando la presencia de un goce en el imperativo y de un im-
perativo en el goce. En este texto Lacan pone de relevancia la esencia del Superyó como
imperativo, pero atado a un más allá del principio de placer que trae consigo un goce
mortificante. Comienza con una elocuente cita de Kant al respecto:
70
45
Si bien puede resultar inapropiada la palabra mercado para referirse a los intercambios de estas poblacio-
nes, según Mauss, podemos hablar de mercado como el lugar donde se establecen intercambios económicos: los
mercados existían antes de la existencia del mercado moderno, incluso antes de su más importante innovación:
la moneda. Existían antes de tomar la forma moderna del contrato, la venta y el capital (2).
71
72
73
En consecuencia, la palabra potlatch como título del poemario articula el contrato social
—que establece obligaciones y derechos en una cadena de acreedores y deudores— con
su propio enigma: el don que excede toda lógica y toda definición, otro nombre para
todo aquello que contraría el imperativo que regula el goce, tanto en el ahorro como en
el derroche. En el don las marcas singulares del deseo rasgan las suturas de la estructura
de sentido que regula el intercambio. El don está convocado a introducir un extrañeza
inquietante en la gramática de la situación de intercambio, así como la poesía en
Potlatch esta convocada a introducir una extrañeza inquietante en la estructura del len-
guaje.
La subjetividad infantil a la que se asocia la voz poética en Potlatch introduce una ex-
trañeza inquietante tanto en la estructura del lenguaje como en la estructura del inter-
cambio. A través de los poemas “Potlatch chino” y “Títere de la moneda” exploro la
tensión que entabla esta extrañeza inquietante con la ideología: “matriz generativa que
regula la relación entre lo visible y lo no visible” (Žižek, Mapping 7).
Carrera ubica al legendario rito del potlatch en las calles de Hong Kong: símbolo de un
acelerado crecimiento económico con las más altas curvas mundiales de productividad y
desarrollo financiero; y a la vez, símbolo de una república socialista gobernada por un
partido comunista único desde su reincorporación China en 1997. Sin embargo, la rein-
corporación no marcó cambios sustanciales en la exitosa economía capitalista implanta-
da por el Reino Unido (1950–1997), y tampoco brindó la libertad política esperada.46
Por ejemplo, el jefe ejecutivo de Hong Kong anteriormente elegido por el Reino Unido
es elegido actualmente por un grupo de ochocientos miembros escogidos entre profe-
sionales y el sector representativo de los negocios chinos en Hong-Kong; la isla sostiene
46
La reinserción al gran imperio comunista chino en 1997 ocurre después de haber sido gobernados por el Reino
Unido desde 1950. A su vez, los ejércitos ingleses junto con el ejército chino revirtieron la ocupación japonesa desde
1941; y los japoneses interrumpían con su invasión la era colonial que comenzó en 1842 con la concesión de Hong
Kong al Reino Unido como forma de solucionar la victoria sobre China en las Guerras del Opio; con la concesión se
suspendía la era de la China Imperial de Hong Kong desde 221 AC.
74
75
Alguna vez me contaron en la casa familiar, en Sevilla, cómo durante la fiesta que
siguió a mi bautizo, al arrojar mi padre desde un balcón al patio lo que llamaban
“pelón”, mis primos y primas, que eran numerosos, se arrojaron sobre el montón de
monedas, mientras mi hermana Ana, segunda hermana mía, se quedaba en un rin-
cón, mirando el espectáculo y sin participar en él. Al preguntarle alguno por qué no
entraba, ella también, en la refriega, respondió: “Estoy esperando a que acaben”.
En su respuesta veo, no tanto la tontería inocente, como la muestra de cierta cuali-
dad insobornable. (41)
La frase de Ana “[e]stoy esperando a que acaben” no hace sentido en el contexto del
juego, cuando acaben ya no habrá nada en lo que participar y tampoco habrá monedas
que recoger. La misma introduce una extrañeza inquietante que resiste a la clausura de
la lógica económica: un exceso que no responde a las reglas del juego. Sin embargo,
tampoco encarna un corte radical con la partición y la repartición pautada, ni un modo
de sociabilidad totalmente ajeno al interés propio, sino que guarda con ellos una rela-
ción de “familiar extrañeza”.
La frase de Ana funciona en forma análoga al don que restablece su propio enigma
poniendo en cuestión la lógica en la que se inscribe. Derrida propone que “no puede ha-
ber don sino en el instante en que toda circulación haya sido interrumpida y a condición
de ese instante” (Dar 19). El autor propone como verdad última del don su doble atadu-
ra. Por un lado, “no hay don sin vínculo, sin obligación como recuerda Mauss”, y por el
otro, el don debe desvincularse de la obligación, de la deuda, del contrato y hasta del
intercambio (35). En consecuencia, el don se inscribe en la circularidad temporal, espa-
cial y económica, pero es atemporal, aespacial y aneconómico. El don se inscribe en la
cadena de objetos que circulan, se dan, se truecan, se prestan, perpetuando la deuda, el
cálculo y la obligación; pero se inscribe como enigma, como imposibilidad del pensa-
miento, como límite interno que subvierte todos los puntos de su lógica. La respuesta de
Ana, encarna la palabra de la infancia: torpe, fuera de lugar, inapropiada, irrisoria, tonta
e inocente, aloja una cualidad insobornable que implica la negación interna de la racio-
nalidad económica en la que se inscribe. En Potlatch la subjetividad infantil señala el
punto donde la razón encuentra su propia sinrazón, su límite interno, allí donde una ex-
trañeza inquietante amenaza con poner en cuestión la estructura en la que acontece.
Concluyo el análisis de Potlatch con el poema “Títere de la moneda”, el cual relata
una anécdota con fecha del “4 de enero del 2004”, momento de una difícil recuperación
económica y social posterior a la crisis de fines de 2001.
Viene un chico a la puerta y grita desde afuera: / “¿Señor tiene una monedita?” /
Abro la mirilla grande de la puerta negra, / le digo entre los relieves oscuros: ‘¡Sí;
76
El poema nos remite a una escena de ofrenda y despojo clásica en la tradición literaria
argentina. La relación entre el desposeído y el privilegiado se remonta a la literatura
gauchesca, en la cual el gesto de ingenio, característico del desposeído, funciona como
un guiño al lector que le habilita la empatía con el personaje, desde una perspectiva que
no prioriza la compasión ni la culpa. “Títere de la moneda” invierte los roles y el gesto
de ingenio es obra y gracia del privilegiado, con quien nos identificamos sin compasión
y sin culpa. A través de la metaficción que toma lugar en el teatrino se abre paso una
distorsión de la representación de la clásica escena de limosna, clave para el análisis. En
una sutil marca intertextual, Carrera escoge la palabra italiana teatrino, al igual que
Lamborghini escoge el nombre Estropiani —estropeado con acento italiano— para “El
niño proletario”. En ambos relatos, lo infantil sirve de escenario para una parodia, ácida
y dolorosa, que incursiona sin coartada en la propia miseria y en la de toda una época.
La pequeña sección de títeres improvisada pone en escena una realidad social donde
la moneda determina las posiciones del que la posee y el que la suplica. Se trata de una
escena social naturalizada a la cual respondemos mecánicamente con un sí o un no; y
quizás también con una ligera incomodidad, o cierto placer, en el cual no queremos
ahondar ni detenernos demasiado. Carrera se detiene justo allí, en lo que genera el acto
de limosna a quien da la moneda: allí donde el hombre se disfraza de títere de la mone-
da tocando algo de su verdad subjetiva. El hombre le entrega al niño “toda la falsedad
de la tierra” en esa moneda: toda la organización social jerárquica en torno al dinero,
que los posiciona a uno por fuera de la mirilla y al otro por dentro.
En vez de insistir en la revelación de lo oculto tras la máscara, la pequeña represen-
tación pone de relevancia el disfraz; y la ficción se transforma en vía regia para que el
hombre reconozca su propio disfraz. En el gesto de disfrazarse de títere el “Señor” se
reconoce atado a “toda la falsedad de la tierra”, y asume “que todo el dinero del mundo
/ es su mentira que le entrega”. Una mentira que articula las creencias y las narrativas
que sostienen al dinero como objeto sublime que habilita futuros posibles, tiempo nuevo
a estrenar, libre albedrío, goce ilimitado y satisfacción absoluta. La mentira de una
realidad social libre de relaciones de dominio y sometimiento, regulada por la interac-
ción de hombres libres que intercambian libremente sus bienes y venden, también li-
bremente, su fuerza de trabajo en el mercado. La mentira de este discurso económico
totalitario que se sostiene como la única economía posible, cobrando autoridad más allá
de las relaciones sociales en las que se encarna, imponiéndose como el mecanismo que
dirige al autómata, o al títere.
Ambos, títere y autómata, son manejados por un mecanismo que no reconocen como
propio, al que ni siquiera ven claramente. El títere no se caracteriza por percibir sus ata-
duras sino por actuar como si éstas no existieran, y el autómata es uno de los ejemplos
utilizados por Freud para ilustrar la experiencia de lo siniestro. Al igual que el autómata,
el títere revela algo extraño, desconocido y ajeno en el corazón de lo propio y conocido:
un entramado de narrativas, prácticas y creencias, fantasías y goces, comúnmente pasa-
77
sabe tú además lo que dar quiere decir, sabe dar, sabe lo que quieres y lo que quie-
res decir cuando das, sabe lo que tienes intención de dar, sabe cómo se anula el
don, comprométete, aunque el compromiso sea destrucción del don por el don, da,
dale tú, a la economía su oportunidad.” (38)
¡Atención!, os creéis que hay don, disimetría, generosidad, gasto o pérdida, pero el
círculo de la deuda, del intercambio o del equilibrio simbólico se reconstruye de
78
Sin embargo, aunque el don sea otro nombre de lo imposible seguimos pensándolo,
nombrándolo y deseándolo. “Tenemos intención de hacerlo. Y ello a pesar de que, o
porque, en la medida en que jamás nos encontraremos con él, jamás lo conoceremos,
jamás lo comprobaremos” (Derrida, Dar 37). En tanto resto que no puede convertirse en
presente el don es una designación tautológica del deseo. El acontecimiento de don se
enlaza a este resto que no se tiene, pero que no obstante se desea dar. Según Derrida,
citando a Lacan, podríamos afirmar que no se trata aquí de otra cosa más que del amor:
“pues si, el amor es dar lo que no se tiene para esperar recibir lo que nunca se va a reci-
bir” (Derrida, Dar 12; Lacan, Escritos II 598).
La paradoja del don recorre la poesía de Potlatch, por lo cual, no convoca al Yo ins-
talado en la estabilidad de la representación; invoca al sujeto allí donde “¡por suerte no
soy yo!”: donde la manifestación de lo real trae consigo lo contingente, lo irrepetible y
lo siniestro. Su poética distorsiona las reglas gramaticales, sintácticas y / o semánticas
abriendo la estructura del lenguaje a la diseminación del sentido. Desde este marco
aborda una de las relaciones más sintomáticas de la subjetividad contemporánea, la re-
lación del sujeto con el dinero. A través de un yo poético asociado al más pequeño —
torpe al manejar los códigos de su propia cultura, cómico, inapropiado, inconveniente,
extranjero— explora las narrativas, las creencias, las fantasías ideológicas y los goces
que conforman esta relación. A su vez, subraya un resto que no se cifra en la moneda,
que excede a la sutura de sentido y abre la intersubjetividad a la inconsistencia del de-
seo. “¿Qué no necesitamos poetas, sino alguien que reivindique su autodeterminación
como criatura económica?” (Carrera 137) La poesía de Potlatch apela, a través de la
relación de “familiar extrañeza” que guarda la infancia con el dinero, a un nuevo siste-
ma de creencias y de crédito, este nuevo sistema de valor, deberá ser también “ese oro
de la no intención, el oro de no durar, de no tener, de no saber, de hacer el signo con
absoluta humildad” (Carrera, Potlatch 10).
79
En un ensayo titulado “Los poetas del 31 de diciembre”, el escritor argentino César Aira
se pregunta:
¿qué pasó con Argentina?, ¿qué pasó con aquel país culto, próspero, sofisticado, el
taste-maker suramericano? Se me ocurrió que si la respuesta podía estar en cual-
quier parte, también podía estar en estos libritos gratuitos y fantasmales, accidentes
de la Historia que ilustran ejemplarmente. (Aira, “Los poetas”)
Aira se refiere a un confuso plan de subsidio del gobierno argentino que en los últimos
meses del 2001 provocó la edición de decenas de libros de poesía, cuento y ensayo, de
escritores mayormente jóvenes, los que quedaron a la deriva dada la suspensión del
proyecto ante la crisis financiera del mismo año. Según Aira, estos libritos gratuitos y
fantasmales agrupan una nueva generación de autores que “desde el punto de vista que
construyó y sostuvo el pasado siglo de literatura argentina son un fraude, una simula-
ción, un chantaje; pero los valores son históricos, no eternos. Y esos libros exigen una
redefinición del arte y la literatura de estos tiempos” (Aira, “Los poetas”).
Este capítulo se centra en la crisis económica, social y política de fines del 2001 en
su sentido figural, como emblema de un período de inestabilidad y fractura de algunas
de las certezas que amalgamaban la configuración cultural. La crisis introduce una ex-
trañeza inquietante en las relaciones cotidianas con el dinero, el trabajo, la cultura y la
organización social (Freud, “Lo ominoso” 225). Para la mayoría de los argentinos la
crisis implicó una fractura en “la base donde se apoya lo que se sabe, lo que se articula
tranquilamente como un pequeño amo, como yo, como quien sabe un montón” (Jacques
Lacan, El Reverso 17). Por lo cual, resulta un momento privilegiado para incursionar en
80
81
49
Específicamente sobre cartoneros se destacan el documental Agujeros en el techo de Malena Bystrowicz, “Neo-
liberal Reform and Urban Space: The cartoneros of Buenos Aires” de Themis Chronopoulos, Cartoneros: recupera-
dores de desechos y causas perdidas de Eduardo Anguita y “Cartoneros de la cultura” de Jorge Monteleone, no traba-
jados en este libro.
82
En un artículo crítico titulado “Reading for the People and Getting There First”, Franci-
ne Masiello afirma lo siguiente: “si en el auge de Chiapas quienes apoyaban a los Zapa-
tistas cantaban, ‘somos todos Marcos’, en Buenos Aires, la consigna era ‘somos todos
cartoneros’ (202; traducción nuestra). A lo que agrega que los intelectuales tomaron a
los actores sociales de 2001 como el tópicos favorito de un nuevo arte y literatura. La
producción cultural de la poscrisis podría resumirse en la siguiente expresión: “mezclé-
monos con los cartoneros y brindemos por los desempleados” (Masiello 202). La autora
percibe el espíritu con el que la producción cultural aborda las culturas marginales como
un buen negocio: “Los cartoneros como personajes de heroicas elegías, romances y me-
lodramas, incluso de escritura de vanguardia; E-bay nos venderá un prendedor hecho de
metal reciclado por los pobres de Argentina” (202). Desde su perspectiva, la producción
cultural poscrisis es una artimaña económica para obtener una ganancia de la marginali-
dad y su cultura: “Tener la oportunidad de sentarse junto a un hurgador de basura. Pre-
sentar tu libro en una librería, cobrar gracias al capital que el hurgador provee, invitarlo
a compartir el foco de atención contigo como tu amigo, […] ” (202).
En una primera instancia cabe apuntar que hace ya algún tiempo que los argentinos
no necesitan de una oportunidad especial para sentarse al lado de los miles de hombres,
mujeres y niños que diariamente sobreviven al hambre en las calles de Buenos Aires. La
crisis no es más que el fin de un largo proceso de depresión económica marcado por el
50
Como lo trabajé en el capítulo sobre la poesía de Carrera, el historiador David Harvey, define el comienzo
de la era neoliberal entre el año 78 y el 80: en el año 78 Deng Xiaoping se proponía convertir a China en un
centro dinámico del capitalismo mundial; en el año 79 Paul Volcker tomaba el mando del US Federal Reserve;
en el año 80 Ronald Reagan era electo presidente de los Estados Unidos, apoyaba las políticas de Volcker y
agregaba otras tantas enfocadas en disminuir el poder de la fuerza laboral, desregular la industria, la agricultura
y la minería, y liberar el poder financiero interno e internacional; y el mismo año Margaret Thatcher era elegida
Primer Ministro de Gran Bretaña, con la misión de disminuir el poder gremial y acabar con la inflación que
diezmaba al país hacía una década. Según el autor, el neoliberalismo se encarna en un conjunto de políticas eco-
nómicas que proponen la libertad de los emprendimientos comerciales y los negociosos en un marco institucio-
nal caracterizado por el derecho a la propiedad privada, la libertad de mercado y de comercio. El Estado debe
garantizar estas últimas con su ejercito, de ser necesario, así como facilitar la entrada del mercado a regir en
áreas nuevas como pueden ser el agua, la educación, la basura y la seguridad social. Esa es, nada más, ni nada
menos, la tarea a la cual debe dedicarse el Estado (1-2).
83
84
85
86
Era un atardecer fulminante, lleno de colores, olores y sabores. La gente llenaba las
librerías y los bares. Las veredas de los teatros estaban colmadas y una multitud
hacía cola en la puerta de los cines. La engañadora Buenos Aires se vedeteaba de
lo lindo; siempre viva y majestuosa, repleta del linaje más extravagante, poblada
52
González utiliza el término plebeya en contraposición al tilde aristocrático que percibe en la crítica de Casullo
a los eventos del 2001: “[m]i amigo Nicolás Casullo se equivoca en la nota que leí hace unas semanas en Página / 12
y en un reportaje que leí en La Capital de Rosario, cuando cree que describiendo con sorna la historia cultural de la
clase media argentina con sus hábitos alimentarios, sexuales y bancarios (que vendrían a ser lo mismo), se puede
desmerecer una de las experiencias prácticas más importantes de las últimas décadas de historia política argentina.
Hay en este ensayo de estigmatizar a una genérica ‘clase media’ —claro que descripta por Nicolás con la argucia del
buen novelista que la ve enamorada de la salsa golf y del viaje tilingo a Miami— un cierto tilde aristocrático. En el
sentido de que el aristócrata nunca ve con buenos ojos la defensa obstinada del mundillo inmediato de los intereses
directos.”
53
Dos ejemplos de las condiciones de los extranjeros indocumentados en Argentina son los Talleres clandestinos,
o maquilas, mayormente integrados por bolivianos indocumentados, ubicados en plena capital bonaerense. Fueron
denunciados en el 2008 por miembros de la cooperativa La Alameda, quienes sufrieron posteriormente brutales agre-
siones. La misma cooperativa denunció en el 2010 la “trata de personas” en algunos de los más de cuatrocientos pros-
tíbulos de Mar del Plata, donde se mantienen en cautiverio mujeres, en su mayoría paraguayas y dominicanas, las
veinticuatro horas del día al servicio de los clientes. (Rodríguez). Asimismo ver al respecto de las condiciones de vida
de los inmigrantes ilegales en Buenos Aires la película Bolivia (2001) de Adrián Caetano.
54
Ver al respecto el documental de Pino Solanas Memorias del saqueo.
87
La clase media argentina que caracterizó al país en los años 60, reconocida por su
solvencia económica, laboral y educativa, es desplazada por miles que sobreviven con
changas, horas en negro y trabajos zafrales, “el bicho vulgar de la existencia”. Cucurto
invita al lector a incursionar en un mundo que le queda ahí nomás, a la par, pero que sin
embargo desconoce, percibiéndolo como lejano, ajeno y amenazante. Nos invita a in-
cursionar en las subculturas que vibran en las calles y en la noche del gran Buenos Aires
a la cadencia y el ruido de la cumbia. Somos bienvenidos en el umbral de una función a
punto de comenzar:
88
La escena tiene varios puntos de contacto con una escena del cuento “La causa justa”
trabajada en el capítulo dedicado a Osvaldo Lamborghini, en la cual dos extranjeros —
japonés y polaco— reciben sendos agravios en la vía pública.55 En ambas escenas, las
violentas reacciones de los transeúntes hacia los extranjeros, que obstaculizan la rutina
de su quehacer diario, se enmascaran en un populachero tono de “chiste” que pone el
humor al servicio del racismo y la xenofobia. En dos contextos socio-históricos distin-
tos, 1982 y 2004, el uso del humor en su literatura subraya un humor chabacano en el
cual se pasa por alto el racismo y la xenofobia de la realidad cotidianidad. Su escritura
desnaturaliza la xenofobia y el racismo exponiéndolos, irónicamente, a su propio ridícu-
lo. Al trabajar con situaciones cotidianas, aparentemente carentes de trascendencia polí-
tico-social, su literatura enfrenta al lector con lo inquietantemente cercano de afectos
que no reconocería fácilmente como propios. Afectos como la xenofobia y el racismo
son fuertemente rechazados cuando se los aborda, no como un problema de un determi-
nado sector social, sino como parte de la subjetividad de toda una época, incluida la
propia. Usando las palabras del humorista Diego Capusotto diríamos que “[l]o que tiene
el humor es que, a veces, deja al desnudo la propia miseria y es algo que no nos gusta
ver” (12).
Por ejemplo, en ocasión de su libro de poemas titulado Zelarayán el director de la
biblioteca de una localidad santafecina denunció a la literatura de Cucurto de pornográ-
fica y xenófoba, ante la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. La secretaría de la
Cultura y Medios de la Nación sostuvo la acusación; y “el Ministerio de Educación de
la Provincia de Santa Fe prometió llegar hasta las últimas consecuencias por considerar-
lo ‘un material realmente deplorable’” (Prieto, “Arrebatos”). En el 2001 la colección de
poemas fue retirada de las bibliotecas populares. Paradójicamente, bajo la anterior di-
rección, Zelarayán había sido distribuido por la Comisión Nacional de Bilbiotecas Po-
pulares, dado que, también paradójicamente, en 1998 la Secretaría de la Cultura y de
Medios de la Nación subvencionó su edición.
Zelarayán deja al descubierto las tensiones en torno a los requisitos que debe cumplir
la literatura para reproducirse y perpetuarse como una expresión de la cultura nacional.
Un libro que, en primera instancia, es subvencionado por la Secretaría de la Cultura y
Medios de la Nación y distribuido por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, y
en una segunda instancia, es considerado por estas mismas instituciones, secundando la
opinión del Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe, “un material realmen-
te deplorable”, subraya las fracturas en el ideal de cultura nacional (Prieto, “Arreba-
55
“Vení, colchón meado (Jansky era rubio), repetímelo a mí si tenés pelotas, ¿no ves, gil, que el japonés no te
mata a lo Kun-fu porque te tiene lástima? Seguro que como hombre serio, impasible oriental, por no destrozarle el
corazón a tu pobre madre. ¡Pero vení, hijo de puta, yo me cago en tu madre! […] ” (O. Lamborghini, “La causa justa”
39).
89
56
En la época de la colonia los letrados fueron cómplices de los abusos de poder de los antiguos delegados del
monarca; y en el período pos-revolucionario fueron cómplices de la elite militar y los caudillos que sustituyeron al
poder monárquico en la conformación de los Estado-nación.
90
¿quien puede pensar siquiera por un instante que se puede detener lo que en el jue-
go de los signos […] reclama la tentativa teórica de someterse a la prueba de lo
real, de forma tal que al revelar lo imposible hace surgir de él una nueva potencia?
(Lacan, El Reverso 110).
91
Un libro que tiene mucho que ver con mi vida, con mi infancia, con mi padre, ven-
dedor ambulante que les vendía cosas a paraguayos, bolivianos, salteños, peruanos
[…]. En un momento tuve la necesidad de contar ese mundo, toda esa cosa de la
inmigración. Pensaba que si no lo contaba yo, no lo contaba nadie. Se perdía en el
tiempo. (“Arrebatos”)
57
Como desarrollé en el primer capítulo entiendo lo real con Aira como “la experiencia irreducible al pensamien-
to, lo previo, lo inevitable y a la vez lo inalcanzable”, con lo cual enfrenta al realismo a una heterogeneidad radical
que no acepta cobertura lógica que la explique (“La innovación” 22); y con Jacques Lacan como aquello que no se
manifiesta únicamente cómo vacío sino también como repetición (xi). Si lo real es lo que no cesa de no inscribirse en
lo imaginario y en lo simbólico, es a su vez lo que no cesa de retornar.
92
93
Cuando conocí a Cucurto, me decía: ‘hagamos una editorial, pero que los libros
generen algo más’ […] Primero hicimos Arte de Tapa, libros de poesía, en los que
cada tapa era un original-único de un artista. Después Ediciones Eloísa, libros de
colores para difundir poesía latinoamericana. Y un día se le ocurrió que estaría
buenísimo trabajar con cartoneros, quien sabe todo lo que se podía generar.” (No
hay cuchillos 18)
58
Reinaldo Laddaga, en Estética de la emergencia: la formación de otra cultura de las artes, considera que las
expresiones culturales de la poscrisis argentina forman parte de una transformación mundial en la cultura de las artes.
Estudia específicamente tres experiencias artísticas: Proyecto Venus (Argentina 2001), Wu Ming (Italia 1998) y La
comuna-París 1871 (Francia 1999). El autor propone que estamos en una fase de cambio de la cultura artística, com-
parable en su extensión y profundidad a la transición que tenía lugar entre finales del siglo dieciocho y mediados del
diecinueve, momento en que se configuraba la modernidad estética. En ésta última, la obra era el objetivo paradigmá-
tico de las prácticas del artista, materializadas en el cuadro o el libro, puestos en exhibición en espacios clásicos des-
tinados a un lector o un observador silencioso. Esta configuración se desplegaba en concordancia con la modernidad
del capitalismo industrial y el Estado nacional, por lo que no es casual que ambas agudicen su crisis a la vez (7–8).
En la contemporaneidad comienza a configurarse una cultura de las artes diferente a la moderna y a sus estribaciones
posmodernas, en la que se destaca la agrupación heterogénea de decenas o cientos de personas explorando formas
experimentales de intercambio y organización social en torno al arte (21–22). Esta nueva configuración de la cultura
artística es la representación en el espacio público de una resistencia a cerrar la discusión y la puesta en común: “una
demanda del tiempo que hace falta para formular una ética y una política en interdependencia” (Estética 214).
94
95
lo mío fue molestar a Cucurto para que me publique, […] Estarle encima de la edi-
ción pasando por el local de Guardia Vieja. Y un día ayudé a pintar con esténcil
una tapa de Evita vive de Perlongher. Y como estaba desempleado, decidí ir al día
siguiente.” (No hay cuchillos 16)
No queremos que sea un objeto artístico único y original, porque habría que co-
brarlo como tal, tampoco una seriación de copias de reproducciones. Lo que nos in-
teresa es que circule, que sirva para difundir autores que no se conocen, que no se
leen; éste es uno de los frentes de batalla de la editorial (26 Jul 2006).
Dado su elevado precio en relación al sueldo mínimo fijado por ley, la mayoría de los
libros eran privativos para gran parte de la sociedad argentina en el cambio de milenio.
El bajo precio del libro cartonero posibilitaba su circulación en circuitos donde los li-
bros no circulaban comúnmente. Asimismo, como expresa María Gómez, el libro carto-
nero
no es un libro para desempolvar en una biblioteca, puede servirte para apoyar la
caldera de agua para el mate, para estar en la mesa, para que lo lea cualquiera en el
ómnibus; pero a la vez, esto es un problema para algunos que dicen que se desvalo-
riza el valor cultural del libro. (25 Ago 2008)
Si el libro cartonero desvaloriza el valor cultural del libro, entonces, qué le otorga valor
cultural al mismo: ¿la tapa dura?, ¿el diseño de la portada?, ¿el sello editorial?, ¿el ele-
vado precio?, ¿la circulación reducida? El libro cartonero pone en cuestión ciertos indi-
cadores impuestos por la industria cultural, gobernada por editoras multinacionales, y
naturalizados en la cultura.
Si nos atenemos a los parámetros establecidos a lo largo del siglo veinte por la indus-
tria cultural, el libro cartonero no es más que un fraude, una simulación, un chantaje. Su
aspecto cómico e infantil es una parodia del libro clásico, y “en la parodia siempre entra
el odio y el amor”, el homenaje y la burla (Lamborghini, “El lugar del artista” 48). El
96
97
98
sabe tú además lo que dar quiere decir, sabe dar, sabe lo que quieres y lo que quie-
res decir cuando das, sabe lo que tienes intención de dar, sabe cómo se anula el
don, comprométete, aunque el compromiso sea destrucción del don por el don, da,
dale tú, a la economía su oportunidad. (38)
99
el valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los
productos del trabajo en jeroglíficos sociales, pues es evidente que el concebir los
objetos útiles como valores es obra social suyos, ni más ni menos que el lenguaje.
(Marx 64)
Sin embargo la operación mediante la cual el valor de cambio pasa a ser el nombre de
todas las mercancías, deja siempre un resto, que no se parte, reparte ni legisla. El mismo
es un efecto de la lógica significante, pero no se cifra completamente en ella. En otras
palabras, como lo propone Marx en la fórmula de la circulación del dinero como capital,
y Derrida a través de la figura del círculo como su metáfora, la ley de la economía es el
retorno —circular— al punto de partida, al origen sin que nada se pierda en el camino,
tendiendo a apropiarse de su propio resto bajo la forma de plusvalor. El goce y la repeti-
ción juegan un papel fundamental en esta estructura circular. Articulado a la pulsión de
muerte, como desarrolla Freud en Más allá del principio de placer, el goce como repe-
tición se enraíza en la búsqueda del retorno a la estabilidad absoluta de lo inanimado, un
paraíso sin tensiones ni insatisfacciones. “La repetición se funda en un retorno del go-
ce”; pero “lo que el propio Freud articula en este sentido es que, en esta misma repeti-
ción, se produce algo que es un defecto, un fracaso”, “lo que se repite no puede estar
más que en posición de pérdida respecto a lo que es repetido” (Lacan, El Reverso 48).
Significativamente, lo que otorga un sello particular al proyecto Eloísa Cartonera es
que recoge el sobrante, el exceso, el desecho de la sociedad de consumo en la que se
inscribe para producir literatura. Parte de un defecto, un problema en el que fracasa el
sistema económico y la organización social que lo reproduce: las enormes cantidades de
basura que genera. Este resto del cual parte su producción cultural le imprime su sello,
un exceso mediante el cual el libro cartonero no se cifra completamente en la economía
de mercado ni en la cultura hegemónica.
En suma, ni la estética, ni el precio, ni la forma de producción, ni la forma de venta o
distribución de los libros cartoneros siguen la lógica de la industria cultural marcada por
las editoriales multinacionales. El libro cartonero mantiene una relación de “familiar
extrañeza” con el curso de la industria cultural en la Argentina y con el curso de la cul-
tura de las artes en general. La creación de una obra de arte pasa a un segundo plano
para priorizar una interacción que involucra artistas y no artistas experimentando una
nueva organización social y una nueva economía entorno al arte. Esto redunda en la
construcción de relaciones humanas sostenidas en un horizonte de significación en co-
mún, que no parte de significados dados a priori sino que asume la producción de signi-
ficado y de valor. La producción de significado se basa en el vínculo con los otros que
impone un límite al goce propio en la discusión, la puesta en común y la confrontación
con el deseo del otro, atendiendo a lo que éste guarda de enigma, exceso e imposibili-
dad.
Asimismo, los autores publicados por la editorial —entre los cuales escogimos para
su análisis, en el anterior apartado, la literatura de Washington Cucurto, y en los capítu-
los anteriores, la literatura de Aira y Carrera— apuestan a este horizonte de significa-
ción común a partir de la puesta en cuestión de significados hegemónicos en torno al
dinero, la hombría, la política, la raza, los chistes y la nación Argentina. Al igual que el
100
101
La literatura de Osvaldo Lamborghini, César Aira y Arturo Carrera es parte de una ten-
dencia histórica en la cual la práctica literaria se torna más dispersa, fragmentada e in-
cierta, y retrocede en su función civilizadora, institucionalizadora y homogeneizante. Si
analizamos su literatura desde el punto de vista que construyó y sostuvo el pasado siglo
de la literatura argentina, nos puede parecer un fraude, un chantaje, una simulación o
una burla. Lo mismo ocurre con la literatura de Washington Cucurto y al comparar el
libro cartonero con la estética del libro de tapa dura marcada por la industria cultural.
Pero lo que esta producción cultural pone en evidencia es justamente que los valores
son históricos; y exige una redefinición del arte y la literatura en las cuales se inscribe
una importante vertiente de la producción cultural del cambio de milenio, de la que son
emblema los libros cartoneros.
El lenguaje de la literatura de Lamborghini, Aira y Carrera se aleja del coloquialismo
realista propio de la literatura comprometida y del lenguaje militante; pero esto no mo-
tiva una ausencia de representación figurativa ni un corte con la referencialidad, tampo-
co un corte del lazo con lo extra-literario ni una abdicación en la búsqueda de un hori-
zonte de significación común. Asimismo, se aleja de la crítica ideológica centrada en
denunciar los abusos de los núcleos de poder económico o político, en pos de una ex-
ploración de los aspectos de la subjetividad en los cuales éstos se generalizan, se repro-
ducen y se perpetúan. Estos autores retoma temáticas propias del realismo, tales como la
pobreza, la corrupción, la xenofobia política, el racismo y la homofobia; pero lejos de
asumir la estabilidad del sentido, aceptan el fracaso de toda clausura y el conflicto como
condición interna de toda identidad. Lo infantil y lo cómico —torpe, fuera de lugar, irri-
sorio, inapropiado, caótico, o sospechosamente inocente— distorsionan la verosimilitud
con la realidad para introducir una extrañeza inquietante donde trastabillan los ideales
de cultura, de economía, de masculinidad y de nación.
En otras palabras, literatura y libros cartoneros señalan aspectos naturalizados de la
cotidianidad que solemos pasar por alto. Estos últimos de tan conocidos y familiares se
tornan imperceptibles y devienen puntos ciegos para la subjetividad, y es justamente en
ellos donde se reproduce la ideología contemporánea. Lo infantil y lo cómico abren el
espacio para el advenimiento de lo siniestro, allí donde reconocemos algo ajeno, ame-
nazante y peligroso en el corazón de lo íntimo y familiar; algo terrorífico consabido de
antiguo que articula las fantasías ideológicas en las cuales se sostiene nuestra propia mi-
seria y la de toda una época.
En la narrativa de Aira la extrañeza inquietante se encarna en un recurso literario ca-
racterístico de su escritura al que denominé idea siniestra. En ella se articulan duros nú-
cleos de la realidad argentina contemporánea, o histórica, con elementos irrisorios y
grotescos que la tornan caótica y abigarrada, echando “a perder todo el realismo”, pero
constituyendo, sin embargo, el punto pivote para la construcción del relato (Aira, Frag-
102
103
104
105
106
107
108
109
110
111
112
113