Freud y Moisés
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Freud y Moisés
Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 1999, vol. XIX, n.º 70, pp. 279-292.
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HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA
mero de textos sugestivos que merecían una forma y con una significación análogas o
reflexión y que multiplicaban las ingeniosas incluso tal cual, en el vocabulario freudia-
hipótesis relativas a las motivaciones y a los no. Las posibilidades ofrecidas por la len-
sentimientos profundos del creador del psi- gua alemana en este caso jugaban su papel;
coanálisis. Ocurre, desgraciadamente, que pero mucho antes, según creemos, la gran
éste no conocía ni el hebreo ni la cábala. Es- revolución del Romanticismo alemán fren-
te aspecto fundamental del problema fue te al Siglo de las Luces y al racionalismo
despachado por Bakan en pocas líneas: «eso cartesiano, es decir, contra un modo de
es algo secundario», decía, lo esencial es pensamiento que, más que cualquier otro,
que «el espíritu cabalístico impregnaba la contribuyó a implicar a la psicología pre-
cultura de la que Freud se había nutrido». freudiana en un callejón sin salida, quizás
Hablando de cultura, parece evidente simplemente porque la frase Pienso, luego
que aquella en la que Freud había sido for- existo conducía a una filosofía enemiga de
mado, es decir, la cultura germánica, acre- lo irracional para concluir en: No soy más
centaría sus pretensiones de mejorar sus que lo que pienso. En su momento, este
juicios. Indudablemente, una vez más, es la «germanismo» de Freud se percibía muy
coyuntura histórica, es decir, los doce años claramente en Francia y, por ello, las resis-
del Reich milenario y sus secuelas, lo que tencias al psicoanálisis adquirieron allí un
explica que resulte tan extraño el acerca- carácter muy particular. En 1927, el gran
miento entre la génesis del psicoanálisis y historiador Lucien Febvre, para defenderse
las especulaciones del Romanticismo ale- mejor contra las interpretaciones psicoana-
mán, que culminan en los estudios de psi- líticas de Lutero, hablaba de un «Freud lu-
cología y de simbolismo de un Carus, que terano» que «traduce uno de esos aspectos
Freud conservaba en su biblioteca. No se permanentes del espíritu alemán que se en-
sabe con certeza si conocía los escritos del carna precisamente en Lutero»; el comen-
colegio médico de los «Psychiker» alema- tario fue realmente de mejor calidad que las
nes de principios del siglo XIX, hostil a la vituperaciones antifreudianas de los psi-
escuela pro-occidental de los «Somatiker», quiatras parisinos de la época, cuyo cabeza
cuyo cabeza de filas, el místico luterano Jo- de filas, Henri Claude, admitía que el análi-
hann Heinroth, en su Lehrbuch der See- sis podía ser apropiado para «la raza alema-
lenstörugen, elaboraba, tratando la causali- na» pero de ninguna manera para la «raza
dad de los estados patológicos no única- mediterránea». Por otro lado, señalemos
mente algunas concepciones sino incluso que uno de los primeros autores que men-
algunos términos3 que encontramos, en una cionó con elogios a Freud desde 1900, fue
el famoso wagneriano H. St. Chamberlain,
3 Por ejemplo, los términos Wiederspruch, Entge-
en su suma pangermánica y antisemita Los
gensetzung, Verdrängung, Über-uns (ni que decir tie- fundamentos del siglo XIX.
ne que este «sobre nosotros» era para Heinroth, la re- Si ahora concedemos la palabra al pro-
presentación de una moralidad piadosa, enfermedad pio Freud sobre las fuentes de su creación,
resultado de los deslices del pecador). Cf. B. D. Le- constatamos que él destacaba sus orígenes
win, Conscience and consciousness in medical psy-
chology: and historical study, en Psychoanalysis in
judíos, y nunca su cultura alemana. La ma-
America: Historical Perspectives, ed. por M. H. Sher- yoría de las veces daba mucha importancia
man, Springfield, 1966, p. 431 y ss. al estímulo intelectual que se deriva de una
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Razonablemente puede uno preguntarse dos los judíos y, luego, una cuestión de vi-
si Freud no corregiría su error de óptica, sin da o muerte.
saberlo, al elaborar el mito central de Totem Rastreemos, pues, su ambición: Freud,
y tabú, que está tan determinado por su por medio de Moisés, ¿quería abrir las
intuición de unos hermanos cristianos con- fronteras, salvar, «arianizar» a los judíos,
fabulados para suprimir el espectro del quería neutralizar una leyenda de conse-
padre judío. Pero nada atestigua tan clara- cuencias catastróficas por otra diferente?
mente su ambivalencia ante el judaísmo, Semejante visión parecería insuficiente,
como Moisés y la religión monoteísta. Las sobre todo si recordamos que la figura del
dudas de Freud al declinar de su vida, su legislador judío le había fascinado a lo
temor fantasioso de «privar a un pueblo del largo de toda su vida y que era para él un
hombre que celebra como el más grande de sustituto del Padre originario condenado a
sus hijos» (es la frase con la que comienza muerte. A propósito de este tema, su con-
su libro) son bien conocidas. Sabemos tam- cienzuda y desenvuelta mente de sabio,
bién la fragilidad –inevitable, después de respetuosa con los datos, parecía estraviar-
todo– del material histórico que le sirvió se pues dedicaba una parte del Moisés a
para desarrollar su argumentación, y se justificar el mito pseudo-darwiniano (total-
sabe que el Moisés contiene dos tesis, de mente abandonado por los antropólogos)
las que Rubenstein nos recuerda que no tie- de Totem y tabú, incluso después de haber-
nen prácticamente nada que ver una con la lo desarrollado, a juicio de Roberston
otra: que los judíos asesinaron a su legisla- Smith, un cuarto de siglo antes, cuando
dor y que éste era egipcio. abordó otro trabajo sobre Moisés20. En
Que Moisés, educado en la corte del fa- estas condiciones, la «astucia de la pasión»,
raón, creció en Egipto, es algo que se lee en convendría buscarla, eso creemos, en la
la Biblia, pero ¿por qué plantea Freud el pasión del ateo militante, ese contrapeso a
problema en términos «de pertenencia ra- su apostasía psicológica: hacer de Moisés
cial», atribuyéndole tanta importancia que un no-judío era, para el judío desjudaizado
le dedica, con todas su dudas, la mitad del Freud, identificarse con esta grandiosa
libro? ¿Qué le incitó a emprender esta «no- figura paternal; después de lo cual, la
vela histórica» que, según escribió a su Némesis podía plantear su obra como un
amigo Arnold Zweig, «no soporta mi pro- asesinato por una horda de fanáticos judíos.
pia crítica»?18. Se respondía a sí mismo: Así pues, el tema del asesinato del padre,
son las nuevas persecuciones antisemitas tan caro a Freud, era susceptible de darle
las que en 1934 le habían empujado a inte- satisfacción de múltiples maneras.
rrogarse por el origen de los judíos19. Pero Observemos esto más de cerca para cap-
fue el racismo hitleriano el que había situa- tar el pensamiento del sabio: «el asesinato
do las investigaciones de filiación biológi- de Moisés por su propio pueblo, alegaba
ca en primer plano: tema obsesivo para to- Freud, es indispensable para nuestro razo-
namiento». En efecto, esta hipótesis le per-
mitía construir un puente entre el Asesinato
18 Correspondencia Freud-A. Zweig, cf. carta del
6-XI-1934, y 16-XII-1934.
19 Correspondencia Freud-A. Zweig, cf. carta del 20 Cf. su «El Moisés de Miguel Ángel», publicado
30-IX-1934. anónimamente en 1914.
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tono cambiaba: el Egipto poco conocido, la clasta? Filósofo de cara a los judíos, pare-
oscura religión de Ikhnaton, no admitía cía convertirse en judío de cara a los cris-
lugar para el análisis: el misterio de los orí- tianos cuando comparaba a éstos últimos
genes no suscitaba más que una admiración con «gentes que irrumpen o son admitidos
sin reservas. El Moisés egipcio proporcio- en un país cuyos habitantes son más civili-
naba a una parte de su pueblo una concep- zados que ellos», ya que «el cristianismo
ción diferente y más espiritual de la huma- no alcanzaba el grado de espiritualidad del
nidad: la idea de un dios único abarcando judaísmo y no era más puramente mono-
todo el universo, siendo todo amor y dispo- teísta». Con todo, marcaba un progreso en
niendo de todo el poder, derramando la historia de las religiones, al menos en lo
magia, hechizos y haciendo de la verdad y que concierne «al retorno de lo reprimido».
de la justicia los principios más elogiados Por consiguiente, «el judaísmo ya no fue,
de la humanidad. Pero no eran únicamente por así decirlo, más que un fósil».
los principios de verdad y de justicia los Un cuarto de siglo más tarde, Ruben-
que habían sido planteados trece siglos stein parece implícitamente extender esta
antes de nuestra era en Egipto: Freud llega- conclusión a todas las religiones reveladas;
ba hasta atribuir al faraón Ikhnaton, el ins- y lo que es más, interpretando la suya como
pirador de Moisés, la presciencia de las lo hace, este rabino se declara culpable:
leyes del mundo físico, «una sorprendente «cada una de las palabras que he pronun-
intuición de visiones científicas ulteriores», ciado en elogio de Agadah no son en reali-
ya que éste proclama que «la energía solar dad más que un clavo para su féretro». Pues
constituye la fuente de cualquier tipo de ese sería el fatal efecto de la desmitifica-
vida sobre la Tierra y debe ser adorada ción analítica: «explicar la eficacia psicoló-
como símbolo del poder divino [...]. Es el gica del Agadah supone destruir en gran
primero y sin duda, el ejemplo más puro de parte esta eficacia». Uno acaba preguntan-
religión monoteísta en la historia de la do si, superponiéndose a la catástrofe histó-
humanidad». rica que le había hecho rechazar las creen-
¡Qué trayecto tan curioso! Haciendo cias ancestrales, esta desmitificación no
nacer los verdaderos conocimientos de este ejerció sobre él un efecto disolvente. En
modo, no en el desierto del Sinaí, según la cualquier caso, observamos que Rubens-
tradición religiosa, sino en el valle del Nilo, tein se cuida bien de unir psicoanálisis y re-
Freud, sospechándolo o no, hizo suya una ligión, como ciertos analistas intentan ha-
polémica teoría de la filosofía del Siglo de cerlo en nuestros días a fin de acoplar al in-
las Luces; después, sobre todo entre los dividuo en el mejor de los mundos
metafísicos alemanes, fueron los hindúes o occidentales posibles. Imbuido de un pesi-
los iraníes quienes sucedieron a los egip- mismo freudiano, volcado en las filosofías
cios para disputar a los hebreos sus títulos. modernas del absurdo, dirige su mirada
Para el ilustre linaje que va de Spinoza y de nostálgicamente hacia el pasado lejano,
Voltaire hasta Nietzsche, se trataba de ani- cuando las leyendas rabínicas «ayudaban al
quilar el mito de la Revelación, aplastar al judío a remontar los conflictos psíquicos
Infame: el sabio positivista Freud, sea lo irracionales que amenazaban el equilibrio
que lo que haya pensado y dicho, ¿no habrá de su personalidad, y a enunciar recuerdos
estado movido por la misma pasión icono- razonables en un mundo caótico y trágico».
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Pero, para estudiar el material reunido les, el odio al padre, la sed de mal, la mogi-
en este libro, ¿cuáles eran a los ojos de los gatería victoriana– no tenían nada de
rabinos los recuerdos desmesurados, irra- inconfesable, incluso se servían de un tema
cionales por excelencia? literario trillado en cualquier época. Pero,
Rubenstein nos habla de ello en el capí- ¿esta coyuntura cultural no habría pesado
tulo en el que trata el pecado, y donde, de sobre las especulaciones teóricas de Freud,
golpe, opone a la antropología freudiana la hasta el punto de hacerle invertir el orden
concepción que se hacían los rabinos del de las prioridades, convirtiendo el fruto
primum mobile del hombre, que percibían más severamente prohibido de hecho, en el
en la voluntad de poder. Nos enseña que, fruto supremo? La antropología rabínica
según las leyendas judías, el «fin último del permite plantear esta cuestión, puesto que
pecador» es el de igualar o suplantar a fue elaborada en un universo mental que
Dios, no siendo la satisfacción sexual, in- ignoraba los condicionamientos occidenta-
cestuosa o cualquier otra, más que un me- les específicos. La antigua moral judía no
dio al servicio de este fin sacrílego. Este úl- tenía nada que ver con la burguesa: la total
timo está simbolizado por la atracción del franqueza con la que el Talmud trata las
fruto prohibido: «Serás semejante a él, un cuestiones sexuales era incluso antes, para
dios, igual que Él crea y destruye los mun- sus detractores cristianos, uno de los signos
dos, así tú podrás crear y destruir mundos». de su nocividad. Así, parece que los rabinos
Si nuestra cultura nos hace familiar esta as- no tenían una razón particular para privile-
piración prometeica, los extraños adornos giar a una serie de fantasmas a expensas de
de los que se rodeaba la fantasía rabínica otros. Sus testimonios merecen tanto más
son más sorprendentes para nuestro enten- ser considerados que los del propio Freud.
dimiento. Así, en lo que concierne a la pro- Revisando con el paso de los años sus posi-
vocación de Joachim, rey de Judá, quien, ciones, parece, después de la introducción
antes de cometer incesto con su madre, hi- del narcisismo y el «giro» de 1920, que
zo grabar sobre su pene el tetragrama sa- tiende a saldar una «psicología del yo» a
grado; y la leyenda precisa concretamente expensas de la primacía primeramente
que el «fin último» era el desafío que lan- reconocida a la sexualidad. Algunos de
zaba y no la concupiscencia carnal. Joa- estos sucesores que hoy hacen hincapié en
chim peca «por espíritu de animosidad», y el acrecentamiento narcisista, y sus deter-
no «por el placer que procura el pecado». minaciones, sean post o incluso prenatales,
En este estadio del libro de Rubenstein, parecen también conceder al deseo sexual
uno se extraña un poco de no ver mencio- el papel de una especie de causa secunda-
nado a Alfred Adler, porque un pecador ria, siendo la aspiración primaria la de un
como aquél, agresivamente poseído de sí regreso hacia «el ego-cósmico» original,
mismo, parece más bien «adleriano» que hacia el poder imaginario y puro anterior a
«freudiano». Sea como sea, creo que pode- la individualización y a sus traumatismos.
mos abordar por ese lado un aspecto intere- La convergencia no deja de ser curiosa, en
sante de la historia del psicoanálisis. ese sentido, y podemos dar la razón a
Recordemos este lugar común: las resis- Rubenstein cuando nos dice que las intuiti-
tencias que, de entrada, la revolución freu- vas visiones rabínicas no han perdido nada
diana tuvo que afrontar –los tabúes sexua- de su pertinencia.
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Incluso uno está tentado de añadir que la racionalidad, de la causa de los contestata-
ciertos apólogos citados por él son de una rios. Esta imaginación podría ir aún más le-
verdadera actualidad. Particularmente jos. En el relato de la pobre viuda, –sabia-
tengo a la vista el episodio de la infructuo- mente explotada y arruinada por Moisés–,
sa rebelión de «Coré y su tropa». Como incluso en el libro de Job parece una ancia-
Rubenstein omite resumir el asunto, tal y na, y al narrador imaginario, que no es otro
como se encuentra relatado en el Antiguo que Coré el rebelde, no le falta hacer eviden-
Testamento, voy a hacerlo en su lugar. te cómo los mandamientos clericales sobre
Unos 600.000 israelitas bajo la dirección lo puro y lo impuro contribuyen a precipitar
de Moisés y Aarón, caminan a duras penas la angustia de la pobre mujer. ¿Es una subli-
a través del desierto hacia la Tierra me ironía? ¿Se trata de un intento de reduc-
Prometida. En el transcurso del camino, al ción al absurdo? Rubenstein por su parte
ejército de Coré, del que nos han contado piensa que los talmúdicos, con su franqueza,
que eran más de 250 hombres y estaba se las ingeniaban para hacer expresar sus
compuesto por «gente de renombre», se le sentimientos a través de los pecadores y los
ocurre cuestionar la autoridad de sus dos rebeldes, que se trataba pues de una crítica
jefes. ¿En virtud de qué son privilegiados? apenas velada de las incoherencias y absur-
Puesto que todos los israelíes son santos... deces que parecen abundar en la ley de Moi-
¿por qué os eleváis por encima de la asam- sés. He aquí, en efecto, una moral muy re-
blea del Eterno? A la reivindicación de presiva, como diríamos hoy día, comentada
igualdad se añade la renuncia de la super- de una manera que pudiera parecer cons-
chería clerical sobre la que descansa el cientemente provocadora –a menos que los
poder de Moisés: ¡No es suficiente que nos rabinos no buscasen por este camino recor-
hayas obligado a salir de un país donde dar que es así como ocurren las cosas a me-
abundan la leche y la miel para hacernos nudo en este infame mundo. ¿Querían supe-
perecer en el desierto, sin que continúes rar el realismo característico del Antiguo
dominándonos! ¿Piensas reventar los ojos Testamento? Es éste, en algunos pasajes, un
de este pueblo? A estas acusaciones, libro muy extraño.
Moisés, aparentemente no sabe qué decir, Leamos el relato del Éxodo y esforcé-
ya que se conforma con invocar al Eterno, monos en revisar, versículo a versículo, la
y con proponer una especie de ordalía cuyo interminable legislación que Dios dicta a
resultado es fácil de prever: «Un fuego sur- Moisés, ante los israelitas reunidos al pie
gió del Eterno, y consumió a los doscientos del Sinaí. En alguna parte, entre las arcaicas
cincuenta hombres». Pero la historia no ter- prescripciones sobre la ofrenda de los
mina ahí: algunos inocentes pagaron muy recién nacidos y sobre el minucioso cere-
pronto por el grupo rebelde, pues una plaga monial de la Pascua, encontramos este ada-
brotó y se extendió hasta hacer perecer, se gio que cae como un puñal: «No favorece-
nos precisa, a 14.700 israelitas. rás al pobre en un proceso». (La orden se
He aquí, pues, se diría, al cruel Jehová, reitera en el Levítico: «No tendrás ninguna
con todo el esplendor de su poder arbitra- consideración con el pobre, y no favorece-
rio. Pero, adornando un poco el tema, la rás tampoco al rico, sino que juzgarás a tu
imaginación rabínica parece concentrarse prójimo según la justicia»). ¿De ahí viene
para hacer restallar mejor la verdad, incluso este conocimiento de las astucias del chan-
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taje sentimental, que Occidente tardó siglos presenciar que tenga éxito en alguna raza
en volver a descubrir y que nuestros con- superior o real, orgullosa de llegar a ser
temporáneos, digan lo que digan, prefieren medio dioses. Pero en la Biblia todo gira a
ignorar la mayoría de las veces? Pues, la inversa de otros mitos, puesto que Dios
observándolo más de cerca, los hombres de «se arrepintió de haber creado al hombre»:
izquierda, especialmente, siguen profesan- todo ocurre como si no pudiendo tolerar un
do una moral que considera la riqueza imposible mal casamiento, decretara el di-
como una circunstancia agravante. No luvio, a fin de extirpar la semilla híbrida.
abordaré aquí el examen de los escalafones Ésta, una vez destruida o «censurada» de
históricos, para mí evidentes que unen la este modo, desde los principios del género
moral de los Evangelios a las ideologías humano, no reaparecerá nunca más a lo lar-
progresistas de hoy, para prometer a los go de todo el Antiguo Testamento: la extra-
últimos el primer lugar, simplemente como ña historia que preludia el diluvio es en el
tales. Me aventuraría aún menos en el terre- único lugar donde se manifiesta, de manera
no ético-filosófico para intentar justificar fugaz, una unión fecunda entre seres que
mis preferencias, ya que creo que esta dis- pertenecen a especies diferentes de la crea-
cusión carece de salida. Lo que la tradición ción. En cualquier parte, paralelamente a la
del Sinaí tiene de excepcional, y lo que lucha contra la magia y la brujería, y a tra-
podría enseñarnos todavía, creo poder mos- vés de la reglamentación sobre lo puro y lo
trarlo mucho mejor tomando a la biología impuro y las prohibiciones de los mestiza-
como árbitro. Elegiría como punto de parti- jes, se perfila un esquema taxonómico per-
da uno de los escritos del Génesis que, a fectamente correcto: por un lado el hom-
primera vista, se han intentado situar entre bre, los animales por otro, perpetuándose
los cuentos insensatos, llenos de furor y de únicamente «según su propia especie». Los
ruido: a saber, la historia del diluvio. engendramientos fantásticos y los mitos de
Esta historia, en principio, es muy cono- origen de los que abundan en las otras cul-
cida, y sabemos que el Eterno tomó la deci- turas están ausentes, como si hubieran sido
sión de destruir a la especie humana, a ex- metódicamente censurados. En fin de cuen-
cepción de Noé y sus hijos, porque los tas, las modalidades de la procreación de
hombres habían pecado, porque los «pen- los seres vivos no dan lugar, en el Antiguo
samientos de su corazón se dirigían cada Testamento, a ningún desarrollo contra el
día más hacia el mal». Pero, ¿qué habían cual la biología experimental pudiera ates-
hecho que fuese censurable? El relato bíbli- tiguar que es falso.
co es parco en detalles: sin embargo, obser- Este contraste entre la tradición judía y
vándolo más de cerca, lo que atribuye co- el resto de las cosmogonías se deja difundir
mo pecado a los hombres es un mérito en en la ciencia occidental del pasado que,
cualquier mitología. En efecto, este relato cuando no se trataba más que de un cosmos
nos cuenta que, en aquel tiempo, los «hijos inanimado e inorgánico, continuó mante-
de los dioses» se traen consigo a las «hijas niendo durante siglos, bajo el vocablo de
de los hombres», y les daban hijos que se ciencia, supersticiones paratotémicas.
convertirían en «esos héroes que fueron fa- Nada más sugestivo a este respecto que una
mosos en la Antigüedad». Así pues parece polémica entre John Locke y su devoto
iniciarse un augusto linaje, y uno confía en contemporáneo, el naturalista John Ray. El
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ley particular para los hombres: «Los pe- a leyes que no son más que las que rigen en
ces, las fieras y los pájaros se devoran entre los animales o en la naturaleza? Pero cual-
sí, dijo en Los trabajos y los días, pero a los quier reflexión sobre el tema corre el riesgo
hombres, Cronos les ha hecho justicia». Pe- de conducirnos hacia viejos problemas teo-
ro en el caso del «milagro griego», estas lógico-filosóficos sin salida.
concepciones nunca han amedrentado a las Quizás sería más productivo plantear la
antiguas mitologías totémicas, y este fol- cuestión a la inversa, preguntándonos por
clore, transmitido por diversos autores de ejemplo si las dificultades que la ciencia
la Antigüedad clásica, se ha integrado rápi- del Siglo de las Luces tuvo para elaborar
damente en las leyendas, incluso en las su- las reglas taxonómicas correctas no eran
persticiones científicas occidentales. debidas a resistencias unidas a mecanismos
Así se esboza, de modo vacilante en la físicos del mismo orden que los que inspi-
Hélade y de forma preceptiva en Judea, la raron en las otras culturas esos mitos que
noción de abismo que separa al hombre del emparentaban al hombre con el animal.
animal. En los dos casos, va en consonan- ¿Por qué, en todas las tradiciones, la creen-
cia con la de una ética universal, es decir, cia en esos linajes encontraba tantos adep-
promulgada con la intención de unir al gé- tos? y, ¿cuáles serían sus deseos subyacen-
nero humano. ¿Se trata de una etapa decisi- tes? He aquí una cuestión que merece, me
va y quizás última del proceso de homini- parece, un debate entre psicoanalistas y an-
zación, testimoniando con ello la intuición tropólogos; un debate que podría enseñar-
de que la humanidad se halla comprometi- nos que la tradición judía todavía tiene algo
da en una aventura sin retorno, y sometida que decirnos.
* Este texto de Léon Poliakov, director de estudios del CNRS, apareció en 1968, como prefacio
a la traducción francesa del libro de Richard L. Rubenstein, La imaginación religiosa. Teología judía
y psicoanálisis. Tras la segunda guerra mundial, Poliakov, gran historiador de origen ruso nacido en
1910, se centró en el estudio del genocidio hitleriano (fue miembro del tribunal de Nuremberg), y de
ahí pasó a interrogarse sobre los orígenes del fenómeno antisemita y racista en general. Su magnífi-
ca Historia del antisemitismo, aparecida entre 1956 y 1968, fue publicada en Barcelona por Mario
Muchnik.