Freud y Moisés

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Léon Poliakov

Freud y Moisés

El rabino Richard L. Rubenstein es el cualquier otro pueblo o sociedad europeos.


protagonista judío más eminente de una in- Algunos investigadores equipados de la
vestigación teológica pluriconfesional que competencia necesaria, incluso tienden a
parece esbozarse hoy en día en los EE.UU. afirmar que fue superior1. La empresa hitle-
bajo el signo de la «muerte de Dios», o más riana ha dejado suficientes secuelas para
bien, como así desea precisarlo, en un pen- que no sea necesario añadir reproches, sin
samiento que debe tener en cuenta el hecho fundamento alguno, de los vivos a los
de que «vivimos en la época de la muerte de muertos. La acogida por la intelligentsia
Dios». La importancia de este matiz relati- internacional a la tesis de la «colaboración
vista ha sido desarrollado por Rubenstein en judía» atestigua una predisposición a acu-
una obra suya anterior, que no ha sido tra- sar a las víctimas; y que dicho mito haya
ducida al francés, y que lleva el sintomático tenido como foco principal los EE.UU.,
título de After Auschwitz; en este libro se donde se polemizó con un particular encar-
conforma con hacer alusión a ese tema en nizamiento en el seno de un judaísmo muy
su introducción. «Con tristeza y con amar- atenuado, me parece revelar igualmente su
gura me he visto obligado a rechazar la propio lenguaje, lo que al psicólogo no le
creencia en un Dios dueño de la historia», costará ningún trabajo descifrar. La cues-
escribió de modo significativo. Semejante tión merece subrayarse aunque Rubenstein
proposición, me parece a mí, no puede ni no la aborde más que en su introducción.
apuntalarse ni desmentirse con el apoyo de Dicho esto, en el seno de una obra cuyo
datos históricos o histórico-estadísticos, aun subtítulo es Teología judía y psicoanálisis, y
siendo tan espantosos como a los que se re- cuyo autor es un rabino iniciado en el saber
fiere; a lo sumo, el historiador puede adver- freudiano, podríamos esperar encontrar al-
tir al teólogo o al filósofo que, al menos, gunas reflexiones o nuevos puntos de vista
uno de los fenómenos que parece haber de- acerca de la difícil cuestión sobre las «fuen-
terminado su pensamiento –a saber, la in- tes judías» del psicoanálisis. Pero, al contra-
congruencia de las reacciones judías ante el rio que su compatriota David Bakan –quien
holocausto, más vulgarmente conocida co- vinculaba directamente el pensamiento de
mo la tesis de la colaboración de los judíos Freud a las especulaciones cabalísticas2–,
en su propia masacre– debe ser clasificado Rubenstein apenas se extiende sobre este as-
como mito contemporáneo, engendrado en pecto. En su libro, Bakan citaba un gran nú-
los tiempos del proceso de Eichmann y di-
fundido a través de Occidente por un cierto
número de novelistas y ensayistas.
1 Henri Michel, «La résistance juive dans la résis-
tance européenne», Le monde juif, 4, 1968. [Cf., luego,
De hecho, la desesperada resistencia de Lucien Steinberg, La Révolte des Justes, París 1970].
los judíos a sus verdugos fue en su conjun- 2 Cf. la tr. francesa de David Bakan, Freud et la
to tan combatiente y activa como la de tradition mystique juive, París, Payot, 1964.

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 1999, vol. XIX, n.º 70, pp. 279-292.
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mero de textos sugestivos que merecían una forma y con una significación análogas o
reflexión y que multiplicaban las ingeniosas incluso tal cual, en el vocabulario freudia-
hipótesis relativas a las motivaciones y a los no. Las posibilidades ofrecidas por la len-
sentimientos profundos del creador del psi- gua alemana en este caso jugaban su papel;
coanálisis. Ocurre, desgraciadamente, que pero mucho antes, según creemos, la gran
éste no conocía ni el hebreo ni la cábala. Es- revolución del Romanticismo alemán fren-
te aspecto fundamental del problema fue te al Siglo de las Luces y al racionalismo
despachado por Bakan en pocas líneas: «eso cartesiano, es decir, contra un modo de
es algo secundario», decía, lo esencial es pensamiento que, más que cualquier otro,
que «el espíritu cabalístico impregnaba la contribuyó a implicar a la psicología pre-
cultura de la que Freud se había nutrido». freudiana en un callejón sin salida, quizás
Hablando de cultura, parece evidente simplemente porque la frase Pienso, luego
que aquella en la que Freud había sido for- existo conducía a una filosofía enemiga de
mado, es decir, la cultura germánica, acre- lo irracional para concluir en: No soy más
centaría sus pretensiones de mejorar sus que lo que pienso. En su momento, este
juicios. Indudablemente, una vez más, es la «germanismo» de Freud se percibía muy
coyuntura histórica, es decir, los doce años claramente en Francia y, por ello, las resis-
del Reich milenario y sus secuelas, lo que tencias al psicoanálisis adquirieron allí un
explica que resulte tan extraño el acerca- carácter muy particular. En 1927, el gran
miento entre la génesis del psicoanálisis y historiador Lucien Febvre, para defenderse
las especulaciones del Romanticismo ale- mejor contra las interpretaciones psicoana-
mán, que culminan en los estudios de psi- líticas de Lutero, hablaba de un «Freud lu-
cología y de simbolismo de un Carus, que terano» que «traduce uno de esos aspectos
Freud conservaba en su biblioteca. No se permanentes del espíritu alemán que se en-
sabe con certeza si conocía los escritos del carna precisamente en Lutero»; el comen-
colegio médico de los «Psychiker» alema- tario fue realmente de mejor calidad que las
nes de principios del siglo XIX, hostil a la vituperaciones antifreudianas de los psi-
escuela pro-occidental de los «Somatiker», quiatras parisinos de la época, cuyo cabeza
cuyo cabeza de filas, el místico luterano Jo- de filas, Henri Claude, admitía que el análi-
hann Heinroth, en su Lehrbuch der See- sis podía ser apropiado para «la raza alema-
lenstörugen, elaboraba, tratando la causali- na» pero de ninguna manera para la «raza
dad de los estados patológicos no única- mediterránea». Por otro lado, señalemos
mente algunas concepciones sino incluso que uno de los primeros autores que men-
algunos términos3 que encontramos, en una cionó con elogios a Freud desde 1900, fue
el famoso wagneriano H. St. Chamberlain,
3 Por ejemplo, los términos Wiederspruch, Entge-
en su suma pangermánica y antisemita Los
gensetzung, Verdrängung, Über-uns (ni que decir tie- fundamentos del siglo XIX.
ne que este «sobre nosotros» era para Heinroth, la re- Si ahora concedemos la palabra al pro-
presentación de una moralidad piadosa, enfermedad pio Freud sobre las fuentes de su creación,
resultado de los deslices del pecador). Cf. B. D. Le- constatamos que él destacaba sus orígenes
win, Conscience and consciousness in medical psy-
chology: and historical study, en Psychoanalysis in
judíos, y nunca su cultura alemana. La ma-
America: Historical Perspectives, ed. por M. H. Sher- yoría de las veces daba mucha importancia
man, Springfield, 1966, p. 431 y ss. al estímulo intelectual que se deriva de una
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condición minoritaria; pero a veces, y de un parece prácticamente intraducible. En efec-


modo que parecía anticiparse a la tesis de to, «sentimiento íntimo» (según la traduc-
Bakan, tendía a aproximar la dialéctica psi- ción de Marthe Robert)6 no recoge más
coanalítica al pensamiento talmúdico4 y que de lejos el significado de la palabra
también incluso solía rendir tributo a las Heimlichkeit que él utiliza, aunque «secre-
ideas de su tiempo, al hablar en ese contex- to», «misterio» o «intimidad», como pro-
to de sus «orígenes raciales»5. Pero en su ponen algunos diccionarios, serían todavía
autointerpretación más profunda, situaba menos adecuadas, siendo la raíz esencial
en primer lugar el «sentimiento íntimo de Heim –domicilio, su propia casa, hogar– en
una misma construcción psíquica» que le resumidas cuentas, un asunto privado que
vinculaba al judaísmo: «se conservan aún concierne a la familia7. Volvemos a encon-
bastantes cosas que hacen del judaísmo al- trar desde este ángulo las dificultades o las
go atractivo y a los judíos irresistibles, mu- ambigüedades del problema lingüístico
chas fuerzas afectivas oscuras, tanto más cultural planteado por los orígenes del psi-
poderosas cuanto menos se dejan captar coanálisis. Pero ocurre que, presentando de
por las palabras, y hay además también la esta manera éstos como una especie de
clara consciencia de una identidad interior, asunto familiar, Freud hizo una considera-
el sentimiento íntimo de una misma cons- ción que, positiva y estadísticamente,
trucción psíquica. A esto se añade luego el implica la convicción de las afinidades ori-
descubrimiento que debo únicamente a mi ginarias de su obra con el judaísmo: a
naturaleza judía, las dos cualidades que saber, que más allá de sí mismo, la com-
más necesité en mi difícil caminar. Siendo prensión que encontró, es decir, sus prime-
judío, me encontraba exento de numerosos ros adeptos y compañeros de batalla, fieles
prejuicios que limitaban a los demás en el o heréticos, fueron judíos austro-alemanes
uso de sus facultades intelectuales; como en la proporción abrumadora que todo el
judío, también estaba preparado para pasar- mundo conoce. A este respecto, el rabino
me a la oposición y a renunciar a cualquier Rubenstein nos recuerda al comienzo de su
acuerdo con la sólida mayoría». libro como C. G. Jung intentaba corregir o
Un interés adicional de esta profesión de completar la antropología freudiana con la
fe es que Freud, después de haber evocado ayuda de una antropología «aria» (de ahí su
a las oscuras fuerzas afectivas, tanto más
poderosas cuanto más difíciles de apresar 6 Marthe Robert, La revolution psyanalitique,
por medio de las palabras, descubre inme- París, Payot, 1964, I, p. 33.
diatamente una palabra para ceñir mejor el 7 El propio Freud revisó los matices de la palabra
problema –aún siendo una palabra que Heimlichkeit en un estudio estético-literarario consa-
grado, en 1919, a su antónimo «Das Unheimliche»,
término igualmente poco traducible [= ‘extraño,
4 En la correspondencia Freud-Abraham, carta del siniestro, inhabitual, inquietante, fatídico’]. Mostraba
11-V-1908: «el modo talmúdico de pensamiento no que Heimlichkeit y Unheimlichkeit, tenían ciertas afi-
puede haber desaparecido de repente». Otra cosa es lo nidades secretas que habían sido abordadas por el pen-
que quería demostrar Bakan, en el sentido de que la samiento alemán, como Schelling, y escritores como
Cábala, que no forma parte del Talmud, era una rea- Schiller y Hoffmann. Unheimlich sería, en cierto
ción mística contra el rigorismo intelectual de éste. modo, un tipo de Heimlich, autores judíos, como
5 Correspondencia Freud-Abraham, carta del 3-V- Albert Cohen o como Ossip Mandelstam han emplea-
1908. do términos similares.
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concepto del «inconsciente colectivo»; intensidad diez veces mayor»9. La historia


pero Freud, justo después de su ruptura con occidental fue por primera vez testigo de
Jung, parecía aventurarse en el mismo este auge durante la persecución de los
camino incierto, ya que ansiaba a su vez marranos ibéricos, que llevaron a los cuatro
«realizar un corte seco con todo lo que rincones de Europa, simultáneamente a sus
fuese religioso-ario», con la «psicología de contradicciones y sus dudas, un fermento
los arios»8. En términos aproximados, re- intelectual que culminó con Spinoza. Su
conocemos las insuficiencias de las defini- contemporáneo, el poeta Pinto Delgado,
ciones y representaciones usuales, dividi- describió la dialéctica marrana en estos tér-
das, sobre todo cuando se trata de judíos, minos: «esta ansiosa duda que oprimía mi
entre las categorías de religión, raza, len- espíritu me hacía juzgar al resto diferente
gua, cultura y pueblo; confusión que posi- de lo que era, pues yo mismo disimulaba
blemente no se pueda desarraigar, a juzgar tímidamente las verdades bajo engañosas
por la manera en la que en nuestros días apariencias»10. Dos siglos más tarde, otro
influye en los debates encarnizados de los poeta, Heinrich Heine, declaraba sardóni-
que es objeto el Estado de Israel. camente que el judaísmo no era una reli-
Sin embargo, no se trata ni de una raza, gión, sino una «desgracia familiar» (Fami-
cuya primera idea nació por lo demás en la lienunglück). Así es como la condición
imaginación de los lingüistas, ni siquiera minoritaria, redoblada de una «ansiosa
de una cultura religiosa o de sus vestigios duda», e incluso de «desgracia», desarro-
las que proporcionan la llave maestra para llaba en los judíos la facultad de ver las
la inteligibilidad de los orígenes judíos del cosas a la vez desde fuera y desde dentro;
psicoanálisis. De un modo general, la his- la Heimlichkeit, siempre hay que volver a
toria de los judíos atestigua que, mientras ello, hacía germinar su sentido de la relati-
vivieron siguiendo sus hábitos tradiciona- vidad. Una humildad intelectual que surgía
les, su papel en el movimiento de las ideas de la misma fuente que se absorbía en otra
y el progreso del conocimiento fue en raíz, más profunda, en la tradición rabíni-
general moderado; precisamente cuando co-ética de vuelta sobre sí mismo; sobre
comenzaron a integrarse y se pusieron la este tema, el libro de Rubenstein abunda en
máscara social del momento, permanecien- indicaciones y en citas que merecen espe-
do unidos por su Heimlichkeit doméstica, cial atención11.
entonces su papel se convirtió en algo pre- Ahora bien, si existió un lugar, a finales
ponderante. ¿Es necesario añadir que, en el del siglo XIX, donde los judíos, teórica-
plano psicológico, el proceso fue rico en mente iguales en derechos, estaban someti-
conflictos, tuvo desgarramientos de todo dos a una presión social que les recordaba
tipo y consecuencias muy divervas? «La a cada paso que su condición no era sino
única generalización aceptable, podemos una «apariencia engañosa», que un abismo
escribir a este respecto, es afirmar que separaba a un médico o a un escritor de
todas las virtualidades humanas podían
cumplirse, y podían ser vividas con una
9 Cf. nuestra Histoire de l’antisémitisme, II, p.
254.
10 Ibidem, p. 253.
8 Correspondencia Freud-Abraham, carta del 13- 11 En Freud, la mejor ilustración es su ensayo
V-1908. «Sobre la sexualidad femenina».
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«confesión mosaica» de su hermano de injusto, tan asustado como estaba por el


«confesión católica», fue precisamente ejemplo de los pueblos entre los que vivía-
Viena, violento crisol de campañas antise- mos, nosotros los judíos». Esta represión
mitas. Lo cual permite ponerse en contacto que él mismo se impuso nos recuerda que
con una creatividad cultural inigualable, se identificaba en su infancia con Aníbal,
pero el precio humano de esas actitudes vencedor de Roma, y que ese fantasma,
tocaba ya su punto álgido. Las conclusio- según su propia confesión, siempre perma-
nes que se podían extraer eran numerosas y necía vivo en él13. Cabe creer que tal cen-
variadas, el programa sionista divulgado en sura o tensión interna no dejó de tener
la época por Theodor Herzl no era más que secuelas en su obra; y ese es un primer
una constatación verbal; al querer vivir se punto sobre el que el escrupuloso trabajo
le oponía el querer morir, el ejemplar suici- de Rubenstein nos permite ver más claro.
dio de un Otto Weininger, quien, llevando De hecho, el material que ha reunido nos
al extremo la dicotomía semita / aria de su permite rectificar o completar en varios
tiempo, hacía contrastar metafísicamente aspectos los grandes ensayos antropológi-
entre ellas la «raza noble» de los alemanes cos de Freud –en los cuales, dicho sea de
y la «raza ruín» de los judíos. Freud, que paso, buscaríamos en vano discusiones
conocía bien esos dos personajes tan sim- sobre el simbolismo de la relación de los
bólicos de la sociedad vienesa, y que veía a hombres con respecto a la tierra a la que
su recién nacida escuela diezmada por el quieren como lugar de su nacimiento14.
suicidio y la locura, procuraba comprender Una primera aportación capital es la de
el mal e intentaba poner remedio; si luego demostrar que Adán, en la tradición rabíni-
se le ocurría criticar ciertos excesos sionis- ca, simboliza al Padre, y no al hijo, cuyo
tas, lo atribuía al mal ejemplo dado por los papel es ocupado por la serpiente que desea
pueblos que hospedan. «La historia no ha a Eva. «Según los rabinos, la serpiente fue
facilitado al pueblo judío, escribió a Arnold empujada por el deseo de suplantar a Adán,
Zweig, los medios para desarrollar su capa- de reinar en el mundo en su lugar y de
cidad de formar un Estado y una sociedad, poseer a Eva [...]. La serpiente está sobre
y manifiesta en su nueva residencia todos todo acuciada por el deseo de reemplazar al
los defectos y todos los vicios de la cultura padre primitivo».
de las patrias abandonadas»12. Lo que no Reconociendo a Adán como prototipo
podía prever en 1936 es el grado que muy del hijo rebelde, Freud, nos advierte
pronto iban a alcanzar los defectos y los Rubenstein, se acerca a la tesis paulina de
vicios de esas patrias cristianas o arias. En Cristo, segundo Adán, llegado para redimir
principio, nada enfrentaba las convicciones por medio de su sacrificio el pecado origi-
éticas de Freud con el acrecentamiento de nal del primero. Podemos creer que, a par-
los nacionalismos; en su mencionada pro- tir de este primer error relativo al padre
fesión de fe judía declaró: «Cuando cedí a «proto-judío» del género humano, Freud en
la exaltación nacional, siempre me esforza-
ba en reprimirla como algo catastrófico e 13 Cf. en la biografía de Jones la voz ‘Aníbal’.
14 Y lo mismo sobre el papel de las imágenes
12 Correspondencia Freud-A. Zweig, carta del 21- maternas en la génesis de las religiones, como lo
II-1936. muestra Rubenstein en el primer capítulo.
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sus ensayos y más claramente en Moisés y la cultura cristiana circundante, al oponer


la religión monoteísta, ha cometido otros el legalismo y el rigor del Antiguo Testa-
errores de perspectiva, imputando el antise- mento a la dulzura maternal del Nuevo. Ya
mitismo de los cristianos a la desaproba- que es sabido que, durante su desdobla-
ción por parte de los judíos de su parricidio miento cultural, resultó muy difícil para los
original. («Este sería el texto integral de judíos no sucumbir a la tendencia a con-
esta inculpación: ‘No quieren admitir que templar las creencias ancestrales a través
han matado a Dios, mientras que nosotros del prisma cristiano, y participar de esta
lo admitimos y hemos sido redimidos de manera en la visión del viejo y cruel
esa culpa’. Uno se da cuenta fácilmente de Jehová, de una escritura rebasada por otra,
la parte de verdad disimulada que se oculta pasada de moda al mismo tiempo que sus
tras ese reproche [...]. Los judíos con eso sectarios. No creo que sea necesario mos-
han tomado sobre sus hombros una culpa trar hasta qué punto una determinada ten-
trágica que se les ha hecho pagar severa- dencia puede ser rica en elementos culpabi-
mente»). lizadores, pero la visión, de hecho, corre el
Ahora bien, el material histórico nos riesgo de enmarañarse ya desde el princi-
muestra que, para las imaginaciones cris- pio. Algunos autores judíos, más próximos
tianas, los judíos deicidas eran por excelen- a sus fuentes, conservaban la mirada más
cia padres crueles e infanticidas, como lo lúcida, y expresaban mejores juicios sobre
atestiguan los procesos por muerte ritual y ese punto tópico de la relación judío-cris-
por profanación de las formas, acusaciones tiana. Así, por ejemplo, el polemista judío-
surgidas en la época de culto ferviente del alemán Ludwig Borne (casualmente uno de
niño Jesús, así como otras informaciones los autores favoritos de Freud), para quien
iconográficas y leyendas seculares, que «el horror inexplicable» que inspiraba el
culminan con los «Sabios de Sión»15. Freud judaísmo era debido a «cierto fantasma, o
habría sido incapaz de darse cuenta de lo cierto espectro de una madre degollada,
que el dios de los cristianos es, en su mis- que acompañase riéndose de forma sarcás-
teriosa naturaleza trinitaria, un hijo tanto tica al cristianismo desde su nacimiento»16.
como un padre, y Jung, seguido por nume- O bien, el judío ruso Leon Pinsker, precur-
rosos autores, le hubiera reprochado el sor de Herzl, que hablaba del «temor al fan-
haber elaborado su mitología o su crítica tasma judío transmitido de generación en
religiosa inspirándose en el modelo de una generación y de siglo en siglo»17. Este
religión particular, un judaísmo estricta- «fantasma judío» lo reencontramos en el
mente paternalista. espectro popular del judío errante, que no
Pero su interpretación de la religión puede ni vivir en paz ni morir, y es precisa-
ancestral, que no conocía sino imperfec- mente éste el que tanto los antisemitas
tamente, no podía más que resentirse de como los partidarios de la asimilación
las deformaciones que le hacían padecer intentaban exorcizar, difiriendo entre ellos
en la fórmula de su receta.
15 Aspecto muy bien desarrollado por Norman
Cohn, Histoire d’un mythe. La «conspiration» juive et 16 L. Börne, «Für die Juden», 1819; cf. Histoire de
les protocoles des Sages de Sion, París, Gallimard, l’antisémitisme, III, p. 303.
1967, p. 256 y ss. 17 L. Pinsker, Auto-émancipation, 1882.
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Razonablemente puede uno preguntarse dos los judíos y, luego, una cuestión de vi-
si Freud no corregiría su error de óptica, sin da o muerte.
saberlo, al elaborar el mito central de Totem Rastreemos, pues, su ambición: Freud,
y tabú, que está tan determinado por su por medio de Moisés, ¿quería abrir las
intuición de unos hermanos cristianos con- fronteras, salvar, «arianizar» a los judíos,
fabulados para suprimir el espectro del quería neutralizar una leyenda de conse-
padre judío. Pero nada atestigua tan clara- cuencias catastróficas por otra diferente?
mente su ambivalencia ante el judaísmo, Semejante visión parecería insuficiente,
como Moisés y la religión monoteísta. Las sobre todo si recordamos que la figura del
dudas de Freud al declinar de su vida, su legislador judío le había fascinado a lo
temor fantasioso de «privar a un pueblo del largo de toda su vida y que era para él un
hombre que celebra como el más grande de sustituto del Padre originario condenado a
sus hijos» (es la frase con la que comienza muerte. A propósito de este tema, su con-
su libro) son bien conocidas. Sabemos tam- cienzuda y desenvuelta mente de sabio,
bién la fragilidad –inevitable, después de respetuosa con los datos, parecía estraviar-
todo– del material histórico que le sirvió se pues dedicaba una parte del Moisés a
para desarrollar su argumentación, y se justificar el mito pseudo-darwiniano (total-
sabe que el Moisés contiene dos tesis, de mente abandonado por los antropólogos)
las que Rubenstein nos recuerda que no tie- de Totem y tabú, incluso después de haber-
nen prácticamente nada que ver una con la lo desarrollado, a juicio de Roberston
otra: que los judíos asesinaron a su legisla- Smith, un cuarto de siglo antes, cuando
dor y que éste era egipcio. abordó otro trabajo sobre Moisés20. En
Que Moisés, educado en la corte del fa- estas condiciones, la «astucia de la pasión»,
raón, creció en Egipto, es algo que se lee en convendría buscarla, eso creemos, en la
la Biblia, pero ¿por qué plantea Freud el pasión del ateo militante, ese contrapeso a
problema en términos «de pertenencia ra- su apostasía psicológica: hacer de Moisés
cial», atribuyéndole tanta importancia que un no-judío era, para el judío desjudaizado
le dedica, con todas su dudas, la mitad del Freud, identificarse con esta grandiosa
libro? ¿Qué le incitó a emprender esta «no- figura paternal; después de lo cual, la
vela histórica» que, según escribió a su Némesis podía plantear su obra como un
amigo Arnold Zweig, «no soporta mi pro- asesinato por una horda de fanáticos judíos.
pia crítica»?18. Se respondía a sí mismo: Así pues, el tema del asesinato del padre,
son las nuevas persecuciones antisemitas tan caro a Freud, era susceptible de darle
las que en 1934 le habían empujado a inte- satisfacción de múltiples maneras.
rrogarse por el origen de los judíos19. Pero Observemos esto más de cerca para cap-
fue el racismo hitleriano el que había situa- tar el pensamiento del sabio: «el asesinato
do las investigaciones de filiación biológi- de Moisés por su propio pueblo, alegaba
ca en primer plano: tema obsesivo para to- Freud, es indispensable para nuestro razo-
namiento». En efecto, esta hipótesis le per-
mitía construir un puente entre el Asesinato
18 Correspondencia Freud-A. Zweig, cf. carta del
6-XI-1934, y 16-XII-1934.
19 Correspondencia Freud-A. Zweig, cf. carta del 20 Cf. su «El Moisés de Miguel Ángel», publicado
30-IX-1934. anónimamente en 1914.
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original, el de Totem y tabú, y el Deicidio: trabajo. A esta forma de salvación opone el


«el arrepentimiento del asesinato de realismo judío, que extraerá sus fuentes y
Moisés, es el que ha provocado el fantasma sus consolaciones, a reservas de la puerta
del deseo de un mesías, que vuelve a la tie- estrecha de la sublimación, del sistema
rra para procurar a su pueblo la salvación simbólico de sus mandamientos, ceremo-
[...]. Si Moisés fue precisamente ese primer nias y ritos. Sustancialmente es también lo
mesías, Jesús se transforma entonces en su que Freud decía en una de sus concisas fór-
sustituto y su sucesor [...]. La resurrección mulas de las que él guardaba el secreto,
de Cristo adquiere así una cierta autentici- cuando oponía la «acción» judía al «recuer-
dad histórica, ya que Jesús fue verdadera- do» cristiano: a continuación se extendía
mente Moisés, resucitado y tras él, se ocul- como psicoanalista, detenidamente, sobre
taba el Padre primordial de la horda primi- la relación entre las desgracias y el carácter
tiva». Por lo tanto, el asesinato de Moisés culpabilizador del judaísmo: «el destino
permitía a Freud enjalbegar su vieja teoría; procuró al pueblo judío una serie de duras y
la crucifixión se insertaría de manera natu- dolorosas pruebas, su dios se convirtió en
ral dentro del mismo esquema, el genio del cruel, riguroso y como envuelto en tinie-
apóstol Pablo hubiera comprendido intuiti- blas [...]. Al pueblo le debió costar mucho
vamente su sentido, y remontándose así a la trabajo comprender cómo la idea de la pre-
primera fuente, el asesinato original: «en su ferencia que les concedía su dios podía
alma, los restos oscuros del pasado espera- conciliarse con las tristes experiencias a las
ban el momento para surgir en las regiones que le sometía una desgraciada suerte. Pero
de la consciencia». En los orígenes del cris- éste no se dejaba invadir por la incertidum-
tianismo, incluso en el de todas las religio- bre, su sentimiento de culpabilidad crecía
nes, Freud situaba así la toma de concien- para acallar la duda de la existencia de
cia de ese parricidio inmemorial in actu Dios».
que, según él, únicamente los judíos nega- Incluso las «cumbres éticas inaccesibles
ban, para su gran infortunio. (Recordemos para el resto de los pueblos de la Antigüe-
que Freud finalizaba Totem y tabú con esta dad», Freud las relacionaba con ese rasgo
pequeña frase que sonaba como un desafío: nacional de los judíos, que comparaba con
«en el principio era la acción»). una neurosis obsesiva. «Es innegable que
Continuando con este impulso inicial esta ética tiene su origen en un sentimiento
freudiano, Rubenstein se nos presenta me- de culpabilidad debido a un sentimiento re-
jor inspirado, y sugiere que el cristianismo primido de hostilidad hacia Dios. Conserva
es igualmente «verdadero» en la medida en el carácter nunca terminado, inacabable, de
que tiene en cuenta no un acto histórico, re- formaciones reactivas que se observan en
petido indefinidamente, sino su equivalente las neurosis obsesivas. Se adivina también
psíquico, la intención, la Palabra o el Pen- que sirve secretamente de castigo».
samiento culpable, purificado por el sacri- De esta manera, Freud combinaba juicio
ficio de Jesús: de ahí el antilegalismo y el de valor y diagnóstico psicoanalítico: la
poder consolador del cristianismo. La exé- elevada ética de los judíos se nutría, así lo
gesis del Sermón en la montaña, a la que pensaba él, de su culpabilidad lacerante. En
Rubenstein se entrega a este respecto, es los orígenes de esta dramática relación
uno de los pasajes más importantes de su situaba a su Moisés egipcio. Entonces su
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tono cambiaba: el Egipto poco conocido, la clasta? Filósofo de cara a los judíos, pare-
oscura religión de Ikhnaton, no admitía cía convertirse en judío de cara a los cris-
lugar para el análisis: el misterio de los orí- tianos cuando comparaba a éstos últimos
genes no suscitaba más que una admiración con «gentes que irrumpen o son admitidos
sin reservas. El Moisés egipcio proporcio- en un país cuyos habitantes son más civili-
naba a una parte de su pueblo una concep- zados que ellos», ya que «el cristianismo
ción diferente y más espiritual de la huma- no alcanzaba el grado de espiritualidad del
nidad: la idea de un dios único abarcando judaísmo y no era más puramente mono-
todo el universo, siendo todo amor y dispo- teísta». Con todo, marcaba un progreso en
niendo de todo el poder, derramando la historia de las religiones, al menos en lo
magia, hechizos y haciendo de la verdad y que concierne «al retorno de lo reprimido».
de la justicia los principios más elogiados Por consiguiente, «el judaísmo ya no fue,
de la humanidad. Pero no eran únicamente por así decirlo, más que un fósil».
los principios de verdad y de justicia los Un cuarto de siglo más tarde, Ruben-
que habían sido planteados trece siglos stein parece implícitamente extender esta
antes de nuestra era en Egipto: Freud llega- conclusión a todas las religiones reveladas;
ba hasta atribuir al faraón Ikhnaton, el ins- y lo que es más, interpretando la suya como
pirador de Moisés, la presciencia de las lo hace, este rabino se declara culpable:
leyes del mundo físico, «una sorprendente «cada una de las palabras que he pronun-
intuición de visiones científicas ulteriores», ciado en elogio de Agadah no son en reali-
ya que éste proclama que «la energía solar dad más que un clavo para su féretro». Pues
constituye la fuente de cualquier tipo de ese sería el fatal efecto de la desmitifica-
vida sobre la Tierra y debe ser adorada ción analítica: «explicar la eficacia psicoló-
como símbolo del poder divino [...]. Es el gica del Agadah supone destruir en gran
primero y sin duda, el ejemplo más puro de parte esta eficacia». Uno acaba preguntan-
religión monoteísta en la historia de la do si, superponiéndose a la catástrofe histó-
humanidad». rica que le había hecho rechazar las creen-
¡Qué trayecto tan curioso! Haciendo cias ancestrales, esta desmitificación no
nacer los verdaderos conocimientos de este ejerció sobre él un efecto disolvente. En
modo, no en el desierto del Sinaí, según la cualquier caso, observamos que Rubens-
tradición religiosa, sino en el valle del Nilo, tein se cuida bien de unir psicoanálisis y re-
Freud, sospechándolo o no, hizo suya una ligión, como ciertos analistas intentan ha-
polémica teoría de la filosofía del Siglo de cerlo en nuestros días a fin de acoplar al in-
las Luces; después, sobre todo entre los dividuo en el mejor de los mundos
metafísicos alemanes, fueron los hindúes o occidentales posibles. Imbuido de un pesi-
los iraníes quienes sucedieron a los egip- mismo freudiano, volcado en las filosofías
cios para disputar a los hebreos sus títulos. modernas del absurdo, dirige su mirada
Para el ilustre linaje que va de Spinoza y de nostálgicamente hacia el pasado lejano,
Voltaire hasta Nietzsche, se trataba de ani- cuando las leyendas rabínicas «ayudaban al
quilar el mito de la Revelación, aplastar al judío a remontar los conflictos psíquicos
Infame: el sabio positivista Freud, sea lo irracionales que amenazaban el equilibrio
que lo que haya pensado y dicho, ¿no habrá de su personalidad, y a enunciar recuerdos
estado movido por la misma pasión icono- razonables en un mundo caótico y trágico».
(88) 288 Léon Poliakov
HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA

Pero, para estudiar el material reunido les, el odio al padre, la sed de mal, la mogi-
en este libro, ¿cuáles eran a los ojos de los gatería victoriana– no tenían nada de
rabinos los recuerdos desmesurados, irra- inconfesable, incluso se servían de un tema
cionales por excelencia? literario trillado en cualquier época. Pero,
Rubenstein nos habla de ello en el capí- ¿esta coyuntura cultural no habría pesado
tulo en el que trata el pecado, y donde, de sobre las especulaciones teóricas de Freud,
golpe, opone a la antropología freudiana la hasta el punto de hacerle invertir el orden
concepción que se hacían los rabinos del de las prioridades, convirtiendo el fruto
primum mobile del hombre, que percibían más severamente prohibido de hecho, en el
en la voluntad de poder. Nos enseña que, fruto supremo? La antropología rabínica
según las leyendas judías, el «fin último del permite plantear esta cuestión, puesto que
pecador» es el de igualar o suplantar a fue elaborada en un universo mental que
Dios, no siendo la satisfacción sexual, in- ignoraba los condicionamientos occidenta-
cestuosa o cualquier otra, más que un me- les específicos. La antigua moral judía no
dio al servicio de este fin sacrílego. Este úl- tenía nada que ver con la burguesa: la total
timo está simbolizado por la atracción del franqueza con la que el Talmud trata las
fruto prohibido: «Serás semejante a él, un cuestiones sexuales era incluso antes, para
dios, igual que Él crea y destruye los mun- sus detractores cristianos, uno de los signos
dos, así tú podrás crear y destruir mundos». de su nocividad. Así, parece que los rabinos
Si nuestra cultura nos hace familiar esta as- no tenían una razón particular para privile-
piración prometeica, los extraños adornos giar a una serie de fantasmas a expensas de
de los que se rodeaba la fantasía rabínica otros. Sus testimonios merecen tanto más
son más sorprendentes para nuestro enten- ser considerados que los del propio Freud.
dimiento. Así, en lo que concierne a la pro- Revisando con el paso de los años sus posi-
vocación de Joachim, rey de Judá, quien, ciones, parece, después de la introducción
antes de cometer incesto con su madre, hi- del narcisismo y el «giro» de 1920, que
zo grabar sobre su pene el tetragrama sa- tiende a saldar una «psicología del yo» a
grado; y la leyenda precisa concretamente expensas de la primacía primeramente
que el «fin último» era el desafío que lan- reconocida a la sexualidad. Algunos de
zaba y no la concupiscencia carnal. Joa- estos sucesores que hoy hacen hincapié en
chim peca «por espíritu de animosidad», y el acrecentamiento narcisista, y sus deter-
no «por el placer que procura el pecado». minaciones, sean post o incluso prenatales,
En este estadio del libro de Rubenstein, parecen también conceder al deseo sexual
uno se extraña un poco de no ver mencio- el papel de una especie de causa secunda-
nado a Alfred Adler, porque un pecador ria, siendo la aspiración primaria la de un
como aquél, agresivamente poseído de sí regreso hacia «el ego-cósmico» original,
mismo, parece más bien «adleriano» que hacia el poder imaginario y puro anterior a
«freudiano». Sea como sea, creo que pode- la individualización y a sus traumatismos.
mos abordar por ese lado un aspecto intere- La convergencia no deja de ser curiosa, en
sante de la historia del psicoanálisis. ese sentido, y podemos dar la razón a
Recordemos este lugar común: las resis- Rubenstein cuando nos dice que las intuiti-
tencias que, de entrada, la revolución freu- vas visiones rabínicas no han perdido nada
diana tuvo que afrontar –los tabúes sexua- de su pertinencia.
Freud y Moisés 289 (89)
HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA

Incluso uno está tentado de añadir que la racionalidad, de la causa de los contestata-
ciertos apólogos citados por él son de una rios. Esta imaginación podría ir aún más le-
verdadera actualidad. Particularmente jos. En el relato de la pobre viuda, –sabia-
tengo a la vista el episodio de la infructuo- mente explotada y arruinada por Moisés–,
sa rebelión de «Coré y su tropa». Como incluso en el libro de Job parece una ancia-
Rubenstein omite resumir el asunto, tal y na, y al narrador imaginario, que no es otro
como se encuentra relatado en el Antiguo que Coré el rebelde, no le falta hacer eviden-
Testamento, voy a hacerlo en su lugar. te cómo los mandamientos clericales sobre
Unos 600.000 israelitas bajo la dirección lo puro y lo impuro contribuyen a precipitar
de Moisés y Aarón, caminan a duras penas la angustia de la pobre mujer. ¿Es una subli-
a través del desierto hacia la Tierra me ironía? ¿Se trata de un intento de reduc-
Prometida. En el transcurso del camino, al ción al absurdo? Rubenstein por su parte
ejército de Coré, del que nos han contado piensa que los talmúdicos, con su franqueza,
que eran más de 250 hombres y estaba se las ingeniaban para hacer expresar sus
compuesto por «gente de renombre», se le sentimientos a través de los pecadores y los
ocurre cuestionar la autoridad de sus dos rebeldes, que se trataba pues de una crítica
jefes. ¿En virtud de qué son privilegiados? apenas velada de las incoherencias y absur-
Puesto que todos los israelíes son santos... deces que parecen abundar en la ley de Moi-
¿por qué os eleváis por encima de la asam- sés. He aquí, en efecto, una moral muy re-
blea del Eterno? A la reivindicación de presiva, como diríamos hoy día, comentada
igualdad se añade la renuncia de la super- de una manera que pudiera parecer cons-
chería clerical sobre la que descansa el cientemente provocadora –a menos que los
poder de Moisés: ¡No es suficiente que nos rabinos no buscasen por este camino recor-
hayas obligado a salir de un país donde dar que es así como ocurren las cosas a me-
abundan la leche y la miel para hacernos nudo en este infame mundo. ¿Querían supe-
perecer en el desierto, sin que continúes rar el realismo característico del Antiguo
dominándonos! ¿Piensas reventar los ojos Testamento? Es éste, en algunos pasajes, un
de este pueblo? A estas acusaciones, libro muy extraño.
Moisés, aparentemente no sabe qué decir, Leamos el relato del Éxodo y esforcé-
ya que se conforma con invocar al Eterno, monos en revisar, versículo a versículo, la
y con proponer una especie de ordalía cuyo interminable legislación que Dios dicta a
resultado es fácil de prever: «Un fuego sur- Moisés, ante los israelitas reunidos al pie
gió del Eterno, y consumió a los doscientos del Sinaí. En alguna parte, entre las arcaicas
cincuenta hombres». Pero la historia no ter- prescripciones sobre la ofrenda de los
mina ahí: algunos inocentes pagaron muy recién nacidos y sobre el minucioso cere-
pronto por el grupo rebelde, pues una plaga monial de la Pascua, encontramos este ada-
brotó y se extendió hasta hacer perecer, se gio que cae como un puñal: «No favorece-
nos precisa, a 14.700 israelitas. rás al pobre en un proceso». (La orden se
He aquí, pues, se diría, al cruel Jehová, reitera en el Levítico: «No tendrás ninguna
con todo el esplendor de su poder arbitra- consideración con el pobre, y no favorece-
rio. Pero, adornando un poco el tema, la rás tampoco al rico, sino que juzgarás a tu
imaginación rabínica parece concentrarse prójimo según la justicia»). ¿De ahí viene
para hacer restallar mejor la verdad, incluso este conocimiento de las astucias del chan-
(90) 290 Léon Poliakov
HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA

taje sentimental, que Occidente tardó siglos presenciar que tenga éxito en alguna raza
en volver a descubrir y que nuestros con- superior o real, orgullosa de llegar a ser
temporáneos, digan lo que digan, prefieren medio dioses. Pero en la Biblia todo gira a
ignorar la mayoría de las veces? Pues, la inversa de otros mitos, puesto que Dios
observándolo más de cerca, los hombres de «se arrepintió de haber creado al hombre»:
izquierda, especialmente, siguen profesan- todo ocurre como si no pudiendo tolerar un
do una moral que considera la riqueza imposible mal casamiento, decretara el di-
como una circunstancia agravante. No luvio, a fin de extirpar la semilla híbrida.
abordaré aquí el examen de los escalafones Ésta, una vez destruida o «censurada» de
históricos, para mí evidentes que unen la este modo, desde los principios del género
moral de los Evangelios a las ideologías humano, no reaparecerá nunca más a lo lar-
progresistas de hoy, para prometer a los go de todo el Antiguo Testamento: la extra-
últimos el primer lugar, simplemente como ña historia que preludia el diluvio es en el
tales. Me aventuraría aún menos en el terre- único lugar donde se manifiesta, de manera
no ético-filosófico para intentar justificar fugaz, una unión fecunda entre seres que
mis preferencias, ya que creo que esta dis- pertenecen a especies diferentes de la crea-
cusión carece de salida. Lo que la tradición ción. En cualquier parte, paralelamente a la
del Sinaí tiene de excepcional, y lo que lucha contra la magia y la brujería, y a tra-
podría enseñarnos todavía, creo poder mos- vés de la reglamentación sobre lo puro y lo
trarlo mucho mejor tomando a la biología impuro y las prohibiciones de los mestiza-
como árbitro. Elegiría como punto de parti- jes, se perfila un esquema taxonómico per-
da uno de los escritos del Génesis que, a fectamente correcto: por un lado el hom-
primera vista, se han intentado situar entre bre, los animales por otro, perpetuándose
los cuentos insensatos, llenos de furor y de únicamente «según su propia especie». Los
ruido: a saber, la historia del diluvio. engendramientos fantásticos y los mitos de
Esta historia, en principio, es muy cono- origen de los que abundan en las otras cul-
cida, y sabemos que el Eterno tomó la deci- turas están ausentes, como si hubieran sido
sión de destruir a la especie humana, a ex- metódicamente censurados. En fin de cuen-
cepción de Noé y sus hijos, porque los tas, las modalidades de la procreación de
hombres habían pecado, porque los «pen- los seres vivos no dan lugar, en el Antiguo
samientos de su corazón se dirigían cada Testamento, a ningún desarrollo contra el
día más hacia el mal». Pero, ¿qué habían cual la biología experimental pudiera ates-
hecho que fuese censurable? El relato bíbli- tiguar que es falso.
co es parco en detalles: sin embargo, obser- Este contraste entre la tradición judía y
vándolo más de cerca, lo que atribuye co- el resto de las cosmogonías se deja difundir
mo pecado a los hombres es un mérito en en la ciencia occidental del pasado que,
cualquier mitología. En efecto, este relato cuando no se trataba más que de un cosmos
nos cuenta que, en aquel tiempo, los «hijos inanimado e inorgánico, continuó mante-
de los dioses» se traen consigo a las «hijas niendo durante siglos, bajo el vocablo de
de los hombres», y les daban hijos que se ciencia, supersticiones paratotémicas.
convertirían en «esos héroes que fueron fa- Nada más sugestivo a este respecto que una
mosos en la Antigüedad». Así pues parece polémica entre John Locke y su devoto
iniciarse un augusto linaje, y uno confía en contemporáneo, el naturalista John Ray. El
Freud y Moisés 291 (91)
HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA

primero afirmaba en su Ensayo sobre el dades antiguas, a los ídolos de madera y


entendimiento humano (1690) que no piedra. En resumen, todo ocurre como si
sabríamos definir genéricamente al hom- las alianzas y las genealogías fabulosas, la
bre, ya que es público y notorio que el fertilidad sin límites dispuesta por la Madre
hombre y el mono son interfecundos, como Naturaleza, hubieran sido sustituidas, en la
lo son las especies animales de cualquier religión espiritualizada del Padre, por man-
orden, e incluso aseguraba haber observado damientos o prohibiciones relativas a las
con sus propios ojos una criatura resultado uniones que no conllevan fruto. Desde este
de la unión de un gato y de un ratón. El punto de vista, las severas prohibiciones
segundo negaba rotundamente la existencia antisodomitas parecen muy peculiares. Por
de «generaciones espontáneas o equívo- otro lado, paralelamente a la institución del
cas» dando importancia a sus observacio- monoteísmo, se esbozaba en Judea el cono-
nes; pero se hace necesario asociar su cien- cimiento de las barreras que separan a las
cia exacta con su fe ortodoxa, ya que él especies, y se manifestaba una toma de
mismo tituló su tratado La sabiduría de conciencia de la singularidad de la especie
Dios (1693). La fe en la religión revelada humana, en relación con otras especies vi-
inspiraba su magnífica hipótesis científica, vas. Además, volviendo a las especulacio-
el proceso de Galileo parecía seguirse a la nes de Moisés y la religión monoteísta21, no
inversa: cuando Linneo se enteró hacia hay nada que nos impida admitir que de es-
1750 que Réaumur intentaba cruzar cone- te modo se encontraba transmitida y perpe-
jos y gallinas, predijo el fracaso de una tuada alguna tradición más antigua. Pero
experiencia cuyo resultado hubiera provo- «la sorprendente intuición de los pareceres
cado graves consecuencias para la religión. científicos ulteriores», de la que hablaba
La creencia en la interfertilidad entre el Freud a propósito de Ikhnaton, no se en-
hombre y el mono fue una superstición par- cuentra dentro del dominio de las leyes físi-
ticularmente característica. Era compartida cas donde se manifiesta lo que parece anti-
por una gran parte de naturalistas del siglo cipado, y supone las grandes y simples le-
XVIII, especialmente en lo que concierne a yes de la procreación de la vida, y si un
la fecundidad de las uniones entre orangu- abismo separa el nuevo único Dios, al en-
tanes y mujeres negras, y siempre se trata- volver a todo el universo, de su creación,
ba de una mujer fecundada por un animal, este abismo podría no ser más que el sím-
lo que parece decir mucho acerca de ciertos bolo de lo que separa al hombre de las otras
límites en la imaginación de esos autores. criaturas. Por lo demás, el fenómeno no pa-
En definitiva, los conocimientos biológicos recería absolutamente excepcional, ya que
occidentales, en materia de reglas de pro- encontramos alguna analogía en los grie-
creación, no consiguieron más que confir- gos. Así, Hesíodo ya sabía que existía una
mar al principio del siglo XIX, las reglas
planteadas por el Antiguo Testamento, des- 21 Cf. al final de Moisés y la religión monoteísta,
pués de muchos extravíos. donde el pensamiento de Freud parece tomar un sesgo
Éstos, ni que decir tiene, no están metó- eurocéntrico, muy propio de su tiempo: «por qué a los
judíos les fue imposible participar en el progreso
dicamente formulados; sólo se encuentran implícito en dicha confesión del asesinato de Dios, a
de forma implícita, y en cierta medida tras pesar de todas sus distorsiones, es un problema que
los pasos de la lucha declarada a las divini- bien podría constituir el tema de un estudio especial».
(92) 292 Léon Poliakov
HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA

ley particular para los hombres: «Los pe- a leyes que no son más que las que rigen en
ces, las fieras y los pájaros se devoran entre los animales o en la naturaleza? Pero cual-
sí, dijo en Los trabajos y los días, pero a los quier reflexión sobre el tema corre el riesgo
hombres, Cronos les ha hecho justicia». Pe- de conducirnos hacia viejos problemas teo-
ro en el caso del «milagro griego», estas lógico-filosóficos sin salida.
concepciones nunca han amedrentado a las Quizás sería más productivo plantear la
antiguas mitologías totémicas, y este fol- cuestión a la inversa, preguntándonos por
clore, transmitido por diversos autores de ejemplo si las dificultades que la ciencia
la Antigüedad clásica, se ha integrado rápi- del Siglo de las Luces tuvo para elaborar
damente en las leyendas, incluso en las su- las reglas taxonómicas correctas no eran
persticiones científicas occidentales. debidas a resistencias unidas a mecanismos
Así se esboza, de modo vacilante en la físicos del mismo orden que los que inspi-
Hélade y de forma preceptiva en Judea, la raron en las otras culturas esos mitos que
noción de abismo que separa al hombre del emparentaban al hombre con el animal.
animal. En los dos casos, va en consonan- ¿Por qué, en todas las tradiciones, la creen-
cia con la de una ética universal, es decir, cia en esos linajes encontraba tantos adep-
promulgada con la intención de unir al gé- tos? y, ¿cuáles serían sus deseos subyacen-
nero humano. ¿Se trata de una etapa decisi- tes? He aquí una cuestión que merece, me
va y quizás última del proceso de homini- parece, un debate entre psicoanalistas y an-
zación, testimoniando con ello la intuición tropólogos; un debate que podría enseñar-
de que la humanidad se halla comprometi- nos que la tradición judía todavía tiene algo
da en una aventura sin retorno, y sometida que decirnos.

* Este texto de Léon Poliakov, director de estudios del CNRS, apareció en 1968, como prefacio
a la traducción francesa del libro de Richard L. Rubenstein, La imaginación religiosa. Teología judía
y psicoanálisis. Tras la segunda guerra mundial, Poliakov, gran historiador de origen ruso nacido en
1910, se centró en el estudio del genocidio hitleriano (fue miembro del tribunal de Nuremberg), y de
ahí pasó a interrogarse sobre los orígenes del fenómeno antisemita y racista en general. Su magnífi-
ca Historia del antisemitismo, aparecida entre 1956 y 1968, fue publicada en Barcelona por Mario
Muchnik.

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