Angst (Spanish Version) (Final)

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Angst

La Angustia de Erich Fromm

Joseph Taigen
Para mi madre, Beatriz
1.

La primera razón de angustia de Erich Fromm se encontraba en la ropa que vestía.


Su primer preocupación se resumía en la ropa que vestía; ya sea que estuviera muy limpia
o muy sucia. Todo aquello no paraba de proporcionarle una excesiva preocupación. Claro
que cualquiera que estuviera en su condición desearía vestirse bien para poder dar una
mejor imagen socialmente con las personas a su alrededor o con cualquiera que se
cruzara en una conversación. Por lo tanto, su preocupación estaba en sí mismo; en su
cuerpo, en su mente, en el mundo que lo rodeaba e inclusive, en algunas ocasiones con
las personas con las que convivía. Digamos que no le gustaba ver a las personas vestirse
mal. Cualquier pormenor en la calle lo hacía parar a pensar, siempre buscando en su
lenguaje interno de su ser una justificación para todo lo que estaba a su alrededor.
Posteriormente, debido a su espíritu flemático, se ocupa específicamente en observar a
las mujeres con cierto cautelo. Su pasado podía ser considerado realmente aterrador para
cualquier persona común y corriente que no nota ciertos detalles que hacen una gran
diferencia. Decían sus contemporáneos que Erich Fromm sufría de una rara y extraña
enfermedad denominada en aquel entonces papanatas, la cual lo hacía abatirse sobre sí
mismo, como si fuera posible doblar cualquier parte de su cuerpo y colocarlo dentro de
una caja ergonómica lista para ser entregada al correo de un país lejano…

Cuando era joven, Erich intentaba huir de las mujeres y ahora, siendo un adulto las
deseaba más que nunca, aunque no lograra establecer una relación duradera con ninguna
mujer que conocía; ya sea por internet o en el mundo real. Sin embargo, un día descubrió
una cosa en el universo felino: los gatos también tenían deseos semejantes a los sujos,
también soñaban con el coito que él, como ser necesitado, deseaba a cada hora. Eso lo
calmaba. También los gatos lo necesitaban, al igual que él. Su cabello era canoso, por
detrás de sus lentes, el deseo era inminente; nunca como antes quería tener una relación
estable, pero como no encontraba trabajo, sabía que eso era realmente imposible. Ya
nada le importaba. Sabía que de vez en cuando podía visitar la casa de Doña Esmeralda
que se encontraba en las periferias de Benfica para satisfacer sus recónditos deseos y
locuras. Por lo menos por un tiempo, podía aplazarlo y tener un poco de satisfacción, lo
cual lo ayudaba a alejar la imagen de marica que le habían creado en la mente. Su corazón
estaba maltrecho por el tabaco, haciéndolo extremadamente sensible e irritable por todo
lo que pasaba a su alrededor. Alimentaba una cierta idea de amor romántico que nunca se
concretizaría en su vida. De ahí la tristeza, de ahí el desespero y la angustia. Su angustia
por el amor lo había hecho apartarse al rincón más apartado de la ciudad donde vivía;
Nazia. Perseguía a las mujeres como un perro abandonado pero nunca se sometió a ellas.

Tenía un hilo de pensamiento lineal que ignoraba lo que los otros valoraban. No pensaba
como la mayoría de las personas, mas no por eso dejaba de ser una persona normal. Para
él, todo el mundo era una gran mierda. No había mujeres dispuestas a asumir un
compromiso o rumbo de vida junto con él. Talvez nadie sufría tanto de esta falta como él.
Su cabeza parecía querer explotar en ciertos momentos de tensión. Sus amigos no
estaban presentes, después, se dio cuenta que no tenía amigos. Por lo tanto, la
enfermedad que sufría Erich Fromm no tenía origen en él, sino en el entorno en el que se
envolvía, lo que no le interesaba en lo más mínimo. Podría ser una melancolía disfrazada
de angustia. O simplemente desesperación, desesperación tal como Kierkegaard la había
sufrido.
2.

Los síntomas de la extraña enfermedad de Erich Fromm se situaban muy


seguramente en el dominio de lo sentimental. Había ocasiones que regresaba a casa de
sus padres, pidiendo en oración que las cosas cambiaran, pidiendo tener más dinero. No
porque las mujeres de ahí lo merecieran; no lo merecían, ni siquiera que lo miraran. Había
momentos en que todo se venía abajo, de tan carente que estaba no podía encontrar
consuelo en ninguna parte, ni siquiera en Lisboa. Iba de un lado para otro, volátil a las
miradas de las personas que lo veían como un Judas o genéricamente como alguien que
tuviera peste. Con todo esto, pocos eran los que se atrevían a acercársele, sin embargo, el
continuaba su camino y cuando decidía hablar con alguien, siempre despertaba la furia de
todos ante su presencia. Unos que decían tener profesiones, buscaban legitimidad ante
las mujeres débiles que nunca habían visto el mundo y que, ciertamente, no sabían lo que
buscaban. La seducción de las mujeres se basaba de esa forma, antropológicamente en el
usufructo e intercambio verbal de lo que era y de lo que no era una profesión. Volver
atrás solo era perder el tiempo, así como buscar en la aldea, en la vida o ciudad más
cercanas algún tipo de comprensión de alguna persona. Sabía que nunca entenderían, ya
que si no habían entendido anteriormente, ¿Cómo irían a entender ahora? Por más que
tratara de explicar, todos se terminaban mofando de él; ahora por no tener trabajo, ahora
por tener practicas intimas poco convencionales. Lo mejor sería regresar de nuevo a la
ciudad, donde el cinismo era sin duda más refinado y por lo menos podría tener la
oportunidad de dialogar con alguien ya sea en un u otro club. Pero a final de cuentas,
¿Qué habrían hecho estas personas notablemente? Aparentemente nada. Aun así, se
regocijaban en criticar, en dar su opinión sobre todo sin ni siquiera haber conocido el
cansancio de los días, la melancolía, la tristeza, la soledad. Llegaron a una cierta edad y
pensaron que podrían disfrutar territorialmente de un cierto número de mujeres que
aparte de ser superficiales, no tenían opinión propia y cuando la tenían, tardaban años en
tenerla, si es que alguna vez la llegaron a tener. En vista de estos mismos criterios, Erich
tenía muchas más cosas que ofrecer que los demás; Una buena casa, una patrimonio de
vida y un camino hecho, un mundo de palabras y muchas cosas más. Pero todo aquello
nunca parecía hacerse presente ante los ojos de todos aquellos que lo miraban. Erich era
dependiente de su hermana, nunca había trabajado y, sumado a esto, no tenía trabajo. En
ese sentido, fueron mucho más crueles que los pobres que veía en las tabernas de la
aldea, en las cafeterías y calles de la ciudad más cercana.
Una cosa es tener un determinado comportamiento en relación con los demás,
otra cosa es dejar que eso te afecte y dar por sentadas las relaciones como inmutables,
estratificarlas y dedicarte a su análisis; una bibliografía para simplemente poner en papel
lo que sucede con nuestra mente. Erich vivía este dilema, además del hecho de
acomplejar las relaciones a cierto punto de ser imposibles de comprender, superando
conocimientos freudianos y de demás sociólogos y antropólogos relacionándose con lo
que se llamó ingeniería social en ese momento, que estaba estrechamente relacionada
con una cierta idea del darwinismo social, la cual no viene al caso en este momento.

La angustia de Fromm no era inútil ni innecesaria, así como tampoco implicaba una
consideración camusiana del suicidio moral o físico. Antes, tuvo una gran suerte para el
experimentalismo y en eso fue un gran científico social. Ya había perdido desde hacía ya
un tiempo el contacto con el mundo académico. Ahora, el único mundo en el que estaba
inmerso era llamado el “mundo”, o simplemente “realidad”. Ahí, perdía frecuentemente
la razón, o mejor dicho, su dominio mental consciente de las cosas, las personas, las cosas
de las personas, de todo aquello que ellas decían. Siempre caminando irritado por las
calles de Lisboa, que decían era romántica, pero no, nada de eso acontecía. Talvez era
tiempo de utilizar una nueva táctica en aquellos tiempos dickenianos: Poner bajo tierra
todas aquellas palabras que se refieran a “ellas” o a las “chicas”. Parecía que el misticismo
en la seducción se hubiera perdido y él, desamparado ante su falta de suerte, vivía una
gran tensión mental, la cual se acumulaba con aquella que tenía que ver con su falta de
rendimiento. No lograba filosofar en cuanto a esta cuestión, además, le daba asco el tipo
de filosofía que no se refiriera a un hecho, un lugar o un olor en particular.
3.

Claro que Erich tenía ambiciones sociales. En contraparte, sus ambiciones morales
parecían intactas. Probablemente lo confundían con un pedófilo o un tarado, lo cuales,
eran asuntos tabú en aquella sociedad un tanto victoriana; ahí, al principio y fin de la
Europa en aquel siglo XXI. Siendo verdad y dando cuenta de algunos hechos, la Iglesia
Católica sufría un revés mundial por el escándalo de la pedofilia entre sus sacerdotes,
sacando a la luz muchos asuntos oscuros y haciendo derramar la bilis de muchas personas.
Ahí mismo, en los periódicos, que es como decir a vista de todos, sujetándose a las críticas
de todos, inclusive de quienes se decían ser anticlericales y que habían construido sus
ridículas carreras a costa del anticlericalismo. Otros se escondían, defendiendo el cuerpo
como quién defiende un misterio milenario; basando sus opiniones con aquello que
decían en los medios y en uno que otro lado más o menos autorizado. En cuanto a esto y a
otras cosas más, Erich se esforzaba demasiado sin tener ningún motivo para hacerlo. En
muy poco tiempo comenzaría a vestirse mejor. El no debatía como todos lo hacían, sin ni
siquiera esforzarse. Talvez así fuera mejor, hubiera estado demasiado expuesto y se
habría ido, como se fue al frente de batalla. Todas las tendencias socioprofesionales de
sus contemporáneos eran más o menos explicitas y no tan claras. Sin embargo, el
continuaba cultivando su mente, su espíritu aún tenía hambre de cosas más elevadas,
incluso sin hacer alarde de eso, incluso teniendo como única salida el escribir
angustiosamente buscando consuelo; como aquel que completa un deber militar que
acaba con siglos de guerra, defendiendo su patria al otro lado del mundo, lejos de casa y
su país de origen.
4.

En una noche de fuertes vientos y lluvia, Erich Fromm caminaba de un lado a otro
pensando obsesivamente en no hacer algo que realmente quería hacer. El año anterior
apenas había estado en diferentes ocasiones con tres mujeres, mujeres diferentes, cada
una de ellas únicas de su tipo. Ahora estaba más preocupado con su deber y pronto con el
de los demás, al tener una fabulosa familia y en la contingencia de no tener un trabajo o
una relación duradera. Ya no podía ni dormir, fumaba cigarro tras cigarro. Pensaba en
salir, ir hasta el centro comercial, entablar dialogo con alguien, ante el hecho difícil de vivir
en soledad y no tener a nadie con quien hablar. Este tipo de cosas atrapaba por completo
su mente justo cuando conseguía sostener una conversación con una joven en una
cafetería del centro. La falta física de alguien era tan semejante como la misma reputación
física de cualquier persona que pareciera estar en un dilema físico, químico, psicológico,
sin paralelo. ¿Cómo puede alguien querer y al mismo tiempo no querer? Esta era la
mentalidad de la mayor parte de las personas de aquellos tiempos; que eran tiempos de
tempestad y silencio que los entorpecían a tal punto que un hombre o una mujer podían
hacer cualquier cosa por un deseo que es intrigante y desconcertante. Al mismo tiempo,
alimentó una especie de desconfianza en cuanto a una posible conspiración cósmica
contra él, que lo obligaba a ir al margen de la sociedad y quedarse ahí durante mucho
tiempo. Con cósmica se refiere a una conspiración de un cierto número de personas que
lo obligaba a arrodillarse en cara a un cierto número de dificultades sin solución que le
impedía vengarse en una sociedad que no sabía con certeza si las críticas deberían servían
de algo. Talvez era relativamente bueno en esta última tarea, y no porque quisiera hacer
tal cosa para que la sociedad funcionara a su favor como último fin, sino porque dotado
de una intuición, inteligencia y observación inusuales, frecuentemente llegaba a casa con
la victoria de un día a sus espaldas. Con respecto a este hecho ineludible, una crítica no
sería nada malo, la verdad es que estaba solo. No tenía sentido pensar en un héroe como
Cristiano Ronaldo que fuese siempre acompañado de su madre y hermanas en su camino
rumbo al éxito. Su vida parecía transcurrir por debajo de la tierra, donde se almacenaban
las lluvias pluviales. Por más ataques existenciales que tuviera, nada sirvió para consolarlo,
ni para apaciguar su falta de alguien que no conocía y para lograr ese propósito, fue
suficiente una persona casi desconocida. Poco le duró el gusto, ya que para muchos (como
él) veían esta vida repleta de cosas desagradables, mientras que para otros, la veían llena
de desafíos contra la muerte y la dictadura de los impulsos. La angustia de Erich Fromm
llegaría algún día convertirse celebre, alcanzar cosas inauditas por sí misma e inspirar
millones de personas. Entonces ¿Para qué describirla?
5.

Extraño… Nada más tenía que decir con respecto a Erich a no ser de su idoneidad;
los mismos temas de siempre, las mismas problemáticas con la realidad, la falta de refugio
cuando solamente en el refugio se sentía bien, sin mencionar las conceptualizaciones de
los filósofos contemporáneos. Todo eso estaba siendo olvidado poco a poco, Erich se
convirtió en un ser extraño, misógino, extraño. Ciertamente, no era ese tipo de personas
que estaban con alguien para "pasar el rato". Sin embargo, algo etéreo invadía su
personalidad, algo motivado por la religión. Trabajaba bajo el espectro de no morir de
hambre, no ahorró dinero para una eventualidad cuando fuera mayor de edad...

La filosofía que tanto tenía en mente se alejaba gradualmente de su vida cotidiana.


Ya no sabía qué hacer, fumaba sin parar, no sabía si me sumergiría en proyectos
personales, si haría algo por alguien más. ¿Pero qué? Su angustia parecía innecesaria,
vana, inútil, extravagante. Estaba lejos de todo, allí, en ese corredor que conduciría a la
muerte tarde o temprano. Los sacerdotes eran demasiado religiosos, los filósofos eran
sacerdotes civiles, la población general carecía de educación y era maltratada. Fromm
parecía congelado en el tiempo, fuera de tiempo, fuera de lugar, como un místico impío
enraizado en sus creencias y convicciones. Concentrado en un espacio diminuto, Fromm
ejercitaba su imaginación, más allá del desprecio de algunos y la irracionalidad de ciertos
actos; suyos y de los demás. También sabía que escondía muchas cosas en ese país que
lugareños y turistas veían como exótico y maravilloso. Talvez solo querían seguir soñando
como unos niños sin preocupaciones, ignorando lo que pasaba más allá de si mismos. La
angustia parecía transformarse en odio creciente contra aquellos que no habían conocido
el sufrimiento y la felicidad. Eran seres comunes y corrientes que no merecían su atención.
Aun no llegaba a despreciarlos o talvez fuera la única cosa que le faltara. Después de que
Erich Fromm hubiera conocido el funcionamiento de la sociedad fue considerado como un
lisiado y proscrito por la sociedad en que vivía. No era económicamente viable. Talvez solo
fuera solo para aquellos que trabajaban para ese asunto, si es que se puede decir que es
un asunto. Aun así, Erich sentía una gran nausea en su cabeza y de tanto intentar, se dio
cuenta que había un problema en general en la sociedad en contra de él. Así era, el viejo
tema del hombre incomprendido estaba ahí, en su mente, en su vida, con todo su
esplendor sombrío.
6.

Talvez no querían su presencia, sentir su aliento, escuchar su voz. Tal vez


estuvieran haciendo algo aún más grande; algo más importante que ellos mismos. Dejaría
de intentar, mas eso no significaba que se mantendría indiferente. Aún tenía sus libros, los
cuales estaban en casa por todos lados, como estatuas que renacen el pasado, haciéndolo
tener momentos de lucidez. Ultimadamente el problema no era completamente suyo,
podría ser de alguien más. Todos aquellos que lo habían ignorado todo este tiempo junto
con sus intentos. Todos aquellos estaban en medio de cualquier otra cosa que realmente
nunca interesó a Fromm, cosa que no le podían perdonar. Porque estaba más allá de eso,
más allá de sí mismo y más allá de cualquier cosa que no tuviera nada que ver con lo que
ellos hacían. Gente débil, así de fácil. Al final del día no pudo resolver nada porque su
cabeza continuaba confundida en aquellos días. Mientras que los demás continuaban con
sus tareas diarias, él estaba en casa requiriendo un descanso de la vida, de la rutina.
Mientras tanto, él mismo se decía que la moral provenía del presentimiento de la muerte
del individuo y del grupo, lo que genera tensión en el individuo que proyecta el contenido
moral sobre las relaciones, los acontecimientos diarios y, en particular, en las relaciones
amorosas. La ciudad, por más de una ocasión, le parecía carente de sentimientos, esto,
mientras se apoya nuevamente en los rieles de protección de pasajeros. No paraba de
pensar en como saldría de aquellas condiciones de pensamiento y que al final el mundo
no giraba alrededor de él; que muchas de sus impresiones que su mente registraba eran
verdaderas, mientras que otros se preocupaban con sentimientos mezquinos y voraces, él
se encontró ocupado en una especie de solemnidad del presagio de nada, nada en
absoluto, arrojado a un muelle donde caminaban cualquier tipo de personas; unos en
condición de frustración en relación con alguna cosa, otros con un sentimiento de orgullo
por algo que habían hecho y que nadie, además de ellos sabía. Aun así, a pesar del vacío
que otras personas cargaban; ya sea por no hablar o ya sea por pasar demasiado rápido
sin detenerse a contemplar, se encontraba con una sensación de placer e integridad,
como si lo que vendría el día de mañana fuera una cosa totalmente nueva en relación a
aquello que ya había pasado y que nada de eso tuviera alguna relación. Fue entonces,
aunque no por la primera vez, que las perturbantes náuseas volvieron, amenguando su
deseo y limitando su visión, al punto de querer solo descansar. Después de que pasara, se
lanzó en otro capítulo de su viaje, sintiendo su corazón vacilar, y aun así, sabiendo que
estaba haciéndole fiel a su estilo no había nada más que hacer ni decir. No tenía por qué
tener una narrativa ni nada de romanticismo, por lo que decidió seguir el mismo camino
que él ya había creado.
7.
Fue así que en aquellos días sin primavera, se fue en busca a Lisboa no de la mujer
perfecta, sino de la mujer perfecta solo para él en el sentido filosófico, intentando
liberarse del sentimiento de que cualquier mujer sería buena para él, mismo siendo que
ninguna llegaba a sus pies. Normalmente toda la gente dependía de la rutina y vivían así
sin siquiera saberlo. Mientras Erich caminaba talvez hacia la felicidad, sabiéndolo o no, ya
que por lo menos él tenía en su corazón un camino propio y no se preocupaba más por los
comentarios de los demás. Era tiempo de salir; comprar pan y una cerveza. No había
mucho de importancia: Erich Fromm estaba en aquella casa como Maurice Blanchot en
otros tiempos, la cual había sido adquirida por un tal Antunes que bien podía ser el padre
de una aventura pasada de Erich. Enfrentando el acoso de los vecinos, si le llegara a pasar
alguna cosa, serían ellos los culpables, ya que habían hecho incontables cosas para poder
perturbarlo. No era necesario decir nada a la policía ni al condominio. Si le llegara a pasar
alguna cosa, ellos serían los culpables, sobretodo la vecina de al frente, por todo aquello
que había hecho en su contra. Intentaba no hacerse pasar por una víctima. Simplemente
nadie les creía ya, inclusive cuando tenían la razón, ya que la tenían.

En aquellos días de falta de inspiración, se le asomaban a su espíritu los fantasmas


más comunes de un hombre de edad media sin empleo. Sin embargo, ante la ayuda de su
hermana, admitía que haría aquello para siempre ya que el día de su muerte estaba cerca.
Aun sin recibir el valor por muchos años de sus contemporáneos de aquello que escribía.
Se entregó, sabía que en ese país los best-sellers tenían que ver con influencias, así como
ocurría en la función pública o en el sector privado. Sin embargo, la situación comenzaba a
cambiar: no era raro que en el metro un par de jóvenes de le acercaran como si fuera una
clase de dueño de alguna forma de sabiduría especial, u oriental si se podría decir. A él le
incomodaba esa actitud, aunque raramente lo trataban por doctor. En fin, en aquel país
las cosas eran así… no se sabe muy bien porque pero Erich continuaba su camino más allá
del claro, ya inmerso en un espacio más amplio y perfectamente diseñado entre gente
llena de complejos que realmente le era indiferente.

8.
En un instante casi eterno, se dio cuenta como su mente percibía el mundo pero
eso le dejó de importar. También el hecho de estar allí, en la ex-casa de un tal Antunes y
sin ningunas ganas de salir siquiera al centro comercial para despejar su mente. El sol se
abatía en la fachada de su departamento, estaba oscureciendo y dentro de pocos minutos
la noche llegaría, lo que podría causar que muchas palabras se abalanzaran en la cabeza
de Erich, lo que era un consuelo para él. Al menos tendría algo que hacer.

Poco a poco, percibió que nada de lo que dijera podría convencer a los demás de
que no estaba loco, inclusive a su médico. Erich, la verdad ya no confiaba en nadie, lo
único que quería era ser un ciudadano anónimo, por más insultos que recibiera, así, de
esta forma, podría conocer y relacionarme con el mundo de otra manera. En un país
pequeño era fácil conquistar la fama y el prestigio, tener chicas a su disposición, tener
dinero fácil. Sin embargo, Erich se reusaba permanentemente de todo aquello, como si
tuviera tareas más importantes y de alta prioridad que hacer. Ya no le preocupaba la
aceptación de su novela al público en general. Solo quería seguir viviendo de la forma que
lo venía haciendo, antes de que se arrepintiera de vivir para siempre la vida lo otros lo
hacían. Los carros pasaban; unos de forma lenta, unos más rápido, yendo en diferentes
direcciones. Otros se estacionaban justo enfrente de su departamento. Justo debajo, el
perro del vecino del primer piso descansaba como si estuviera en el campo. Sin embargo,
el campo estaba lejos de ahí… entre filosofía, etnoficción y un conjunto de cosas más, no
había fidelidad que pudiera sostener a Fromm. Solo la angustia se mantenía disfrazada de
nauseas, otras veces de cansancio mental y la mayor parte del tiempo de un vacío
presente en la habitación que pisaba con los zapatos que su cuñado le había dado…

La plenitud de la vida era disfrazada todas las mañanas con la expectativa de


encontrar a alguien; la mujer perfecta, por lo que caminaba sin rumbo por las calles de
una Lisboa demasiado triste, demasiado mezquina y gris que se ocupaba principalmente
de su rutina diaria. En general, ningún acontecimiento importante pasaba por la vida de
Erich Fromm. Se sabía que cursaba sociología en una prestigiosa universidad y que
escribió bastantes libros sobre el amor y las relaciones humanas, pero que su corazón al
final de su vida se revestía en un vacío indescriptible que una sola persona jamas pudiera
soportar. Por este motivo, Erich se tuvo que apartar de las aulas y los alumnos para tener
una vida recatada y tranquila y así poder conservar algunos años más de vida. En estos
días torpes e inacabados, escribió sus Crónicas del Vacío Interior, acompañado por los más
grandes místicos y su esposa, Agata. Murió a los 97 años confesando que no sabía nada de
las relaciones humanas, ni de las relaciones orientales, que según sus amigos, podían
llenar su vacío.
9.
Dándose cuenta que ni siquiera la muerte llamaría la atención de sus semejantes,
Erich Fromm decidió tomar las cosas con más tranquilidad, seguramente alguien pensaría
como él, o talvez no, quizá solo estuviera allí en el obscuro trance de líneas de
pensamiento que parecían nunca acabar y que no lo llevaban a ningún lugar. Seguramente
se sentía bien en aquel vacío interior, multiplicado por otro ser, su hijo Orestes, el cual
tenía que seguir una vida pública como todos los demás, con todas las circunstancias y
exigencias. Tal vez fuera más fácil solo dejar pasar el tiempo, al final, como dicen, el
tiempo todo lo cura. Era claro que las cosas no andaban bien y no sabía decir porque, se
necesitaría repetir lo mismo una y otra vez por medio siglo. Talvez, por otro lado, muchas
cosas ya no encajaban con su presente y los demás, siempre los demás, no se habían dado
cuenta de aquello; de esa capacidad manifiesta para doblar lenguajes y conceptos, los
problemas y las tesis que acababan por tener en Orestes su mayor conquistador. En cierto
punto, Orestes se dio cuenta que no valía la pena cavar tanto en la mente como su padre
lo hacía, en un complejo de literatura y filosofía. Tal vez esa tarea interminable resultase
del hecho de estar una cierta cantidad de tiempo en el mismo lugar. Era cierto que los
filósofos eran más sedentarios que otros especialistas del saber, pero eso no importaba, al
final de cuentas talvez no fuera la literatura ni la filosofía lo que más le interesaba. Es por
eso que es necesario meternos en su dominio del arte, o de su intento.

10.
Sintiéndose un inútil, Orestes se dejó crecer la barba y el cabello, decidiendo dejar
la casa un sin número de días con el fin de distanciarse de diversas malezas de un
hipopótamo que se instaló allí en su casa y que por motivos evidentes de espacio no
podría cohabitar con él. Pero como en esto y en muchas otras cosas en el mundo, la
indiferencia parecía ser más que un abono visto por la proliferación de satisfacciones
vanas; poco creíble en cuanto a su estado ético. Hay que referirnos a la racionalidad de un
hombre que vive en la ficción, por lo que no está fuera de esta, siendo que por esto tiene
razón de no crearla ni necesidad de hacerlo. Fue así que deambuló por el centro de la
pequeña ciudad inventando en cada lugar productos de su fantasía sin que esto realmente
correspondiera con la realidad. No pudo encontrar hogar mas que cerca del claro, y hay
que concluir que las personas con las que estaba físicamente cerca ciertamente tenían un
concepto muy diferente del hogar, intimidad y sociabilidad, en el sentido en que
valoraban pequeños espacios comunes, mientras que abruptamente tenían espacios
privados como una serpiente y su presa. Esta fraseología puede ser una forma de
demonizar lo que ni siquiera es relevante para el caso, pero también como no estamos
dispuestos a comprender todo aquello que esté relacionado al dominio de la
irracionalidad, entonces se deja al libre albedrío para que se entienda solo o acompañado.
Fue de esta manera que con el poco espacio que disponía, Orestes, como estaba
acostumbrado a los espacios abiertos donde su espíritu se podía proyectar y encontrar
una manera de fijar su mente en un punto fértil más allá de la basura de la vida cotidiana
sin hacer uso de sustancias naturales o artificiales. Así, como si no tuviera la forma de
corregir los diversos puntos en que se extendía su narrativa, buscó más allá de sí mismo,
de su misma concepción vítrea y desgastada, una forma de iluminar y recuperar un brillo
que ya hacía tiempo había desvanecido (por no decir perdido) por lo que se enseñó modos
de reescribir una historia cuyos hechos habían sido emitidos sin ninguna justificación,
apenas rezando para sí mismo, ocultándose de Dios, del Dios feo y usado por los demás,
anotando así en su memoria masacrada por la placidez con que envolvía el odio que se le
plasmaba en la superficie ondulada y ríspida de sus venas, inoculando así, más allá de la
mera descripción literaria (la sombra de la cual muchos comían en varios restaurantes y
saciaban su libido precoz y poco elaborado) hecha de un sin número de citaciones
absurdas, que en los oídos de los pasajeros, un sin número de detritus eran necesarios
para su supervivencia como especie. En sus días por venir encontraría a Giacometti, un
vagabundo que reconociera sus facciones disfrazadas bajo una capucha, que lo hacían
parecerse tanto al semblante de Giordano Bruno.
11.

A mitad de su camino, Orestes renunció a su nombre dándose cuenta que más allá
de estar en un laberinto sin salida, tendría que seguir adelante por lo que se probaría si su
sola existencia eran un signo de un latido vital que una vez fue fuerte y ansioso y ahora se
afirmaba en otro sentido (y no así de la densidad de sus vasos cerebrales), sabiendo que
proverbialmente no siempre se adquiere más conocimiento yendo linealmente al límite,
sino que muchas veces, más allá del conocimiento de sí mismo, es mejor dejar la razón
seguir sus camino, de modo semejante a algo que lleva algún significado, es decir, de la
manera más incontrolable, imprevista y errante que se pueda imaginar.

Muchas veces encontramos luz cuando menos lo esperamos; en otras, la


obscuridad nos enseña más que la luz, sobre nosotros mismos y las pobres almas de los
demás que se conforman con verse bien en la foto. En términos de una observación
ordinaria de las cosas del mundo, prendemos el fuego cuando nos comemos un chorizo
asado, así cuando nos ganamos a nosotros mismos cuando todo está perdido ya que
sabemos que la luz solo brilla debidamente en la oscuridad. Entonces, no tenemos que
temer de ningún pensamiento ni reprimirlos. Es de esta forma que los filósofos crean
nuevos conceptos llenos de una fraseología extensa muy inútilmente cargada de sentido,
u otros pensadores que son tan esquizofrénicamente exactos que nos hacen temer de las
emociones tan matematizables, lanzando sus dardos infectados de citaciones contra el
castillo de sus fantasmas que al final, en la condenación y disfrute de este mundo y de
cualquier otro, todos estaremos en la misma gran bolsa, donde unos solo piensan en la
importancia de hacer leyes y formular argumentos para condicionar el pensamientos de
los demás; haciéndolos caer en la indiferencia de ver un juego de futbol y tragar
altramuces mientras ignoran días de multiplicidades infinitamente desbordadas unos con
otros, como si el mundo de calor pudiese ser avivado con un ventilador, con una tercera
entidad tradicional debidamente ajena de las dolencias internas de una mente sin forma y
regresar a si después de interminables viajes que alguien tiene que pagar.

De algún modo, al aludir las emociones de las palabras podremos llegar a vencer
finalmente a Kant y un sequito de “¿Qué estás por decir?” y muchas cosas más que
encontramos cuando sorbemos conocimiento distraídamente, talvez aun cuando (en esas
ocasiones) más fácilmente el espíritu se concentra en los más diversos aspectos de un
cuerpo (de uno mismo o de alguien más) o aun de partes de este, descompuestas para
estudio o estilización, llegando a un comienzo de algo que sea propiamente universal en el
sentido anti freudiano, o mejor dicho, post-freudiano, a un medio de pensamiento que
ilustre o describa más allá de la poesía, el funcionamiento (modelo o no) de algo que es
exterior al pensamiento y que pueda de algún modo ser su razón condicionante.
12.

En cuanto la desgracia se abate sobre aquel que deja caer su semilla en el campo,
otro viene y la deja en el rio, siendo posible no poder sacar ninguna conclusión a este
propósito, pues ni dentro de la ley de la vida la misma agresividad primordial lo puede
explicar, siendo que la iluminación de algunos propósitos no siempre explican la dinámica
equitativa de las fuerzas, ya sean disfrazadas o no bajo la más temeraria forma e
ilustrativa mecánica. En estos instantes, Orestes habiendo renunciado definitivamente de
su nombre, se confundirá con el paisaje del polvo de cemento volador que se instalara
más allá de su fosas nasales, pudiendo convertirse en una línea de plomo que para otros
fines sería más útil bajo la mano del comando de otros, con intereses o no, especuladores
o no. No perdamos de vista su cuerpo, que no irá, como pensamos o queremos, ser dado
a comer a los peces o bichos rastreros que invaden nuestro cuerpo, para que antes de su
sentido y propósito médico, hagamos alguna forma de olvido para que después lo que se
ha dicho durante siglos más allá de los manuales médicos, para que, como corresponde a
algunos, nada le ocurra a este detestable monstruo orgánico, antes de que pueda
conseguir esparcir su semilla especulando por el espacio más cercano , o ser su luz visitada
por alguna forma extraña forma de vida momentánea. Y este era el código de la puerta
que permitiría que un nombre entrara en una casa de palabras donde lo que fue
descompensado habría sido de algún modo reencontrado. Más allá de la cronología, antes
de aquel tiempo, el registro se perdió en las horas, en los minutos, la angustia de Fromm
se tornó a través de su hijo, en un camino con tropiezos, descendiendo los valles de la
conciencia, como si tuviese en si toda la conciencia, pues se le agotaba poco a poco, de un
lado para otro, sin nunca llegar a domarla. El desánimo se hacía presente entre murmurios
en la penumbra, escalonados como si debitásemos cosas de terrores y manifestaciones
descarnadas, registrando poco a poco lo que más cuesta comprimir en el terreno del
deseo.

13.

Más tarde, encontré a Erich en el fondo de un pozo y lo traje de vuelta a la


superficie junto con un arca. Abrí esa arca y noté que tenía un sinfín de papeles
manuscritos, nada trascendental. Pensé que Fromm alimentaba toda aquella angustia
durante aquel tiempo de óseo y que de algún modo él quería decirme que había sido
derribado para salvar aquello que era su obra. Más tarde, con la voluntad de rescatar no
solo su obra sino su vida de autor, juzgué que esta merecía ser publicada. Erich no lloraba
más, sus lágrimas eran secas y vaporosas, lo mínimo para mantener sus ojos abiertos.
Noté que estaba cansado del mundo, de las personas, de la inconstancia de los
movimientos desordenados, de las pilas de tesis y teorías, de las imágenes de lo real y lo
virtual, todo aquello más allá de lo que se pudiera soportar. Ese hombre se debatía entre
la locura y la razón, siendo que la razón era suya, la mía y la de mucha gente, como si de
algo impactante se tratara. Antes de eso, también me di cuenta que su ropa era parca
pero digna y le pedí, después de alguna prosa e iluminaciones diversas, que me llevase a
su casa, si es que aún tenía, a lo que él asintió indicándome que lo siguiera. Tomamos el
tren y en la estación de destino, un carro viejo y de color blanco nos esperaba. Era su
automóvil, milagrosamente con combustible. Numerosas imágenes atravesaron mi mente
mientras conversábamos yendo en dirección de su casa entre el bosque repleto de árboles
en una tarde de otoño. No había nada de terapéutico en aquel camino. Era como si me
alejara de mí mismo, aproximándome cada vez más a la mente de Rich Fromm, el hombre
que habían dicho que se había quedado solo en un pozo por semanas para estar cerca de
sus palabras.

14.
Fue así que llegamos a su casa en el bosque, después de atravesar por caminos de
macadán que se desvirtuaban unos con otros en veredas hacía dentro el interior y exterior
del bosque. La entrada sinuosa describía un arco donde apenas una persona de lado podía
entrar. Ahí adentro, la fogata estaba encendida, de la cocina se escuchaba el sonido de
ollas y platos. Seguramente sería la mujer de Erich. No me equivocaba. Cenamos juntos.
Ya hubiera dado por terminada mi misión, si no hubiera sido por la insistencia de Erich y
de su mujer para que me quedase un par de días, a lo que acordé ya que al final de
cuentas yo también estaba harto de la desencadenada civilización y de sus insistencias
estériles. Que otros pierdan el tiempo con eso, porque yo, aparentemente, parecía estar
ganando conocimiento conforme pasaba el tiempo. Por lo menos tenía el testimonio,
hablado y escrito, de una obra que estuviera el suficiente tiempo en el fondo del pozo,
bien como y literalmente así como su autor, que se rasuraba en el WC y parecía haber
llegado a aparentar ser una persona normal, aunque no hice juicios sobre este tema, pues
no conocía a Erich ni a su mujer personalmente, apenas tenía información de alguien de la
agencia que me había otorgado para la tarea que estaba realizando.

Poco a poco, con forme fueron pasando los días, me fui contagiando y me deje
contagiar con la vida y obra del hombre que tenía como tarea rescatar la vida social,
mientras compartía su desencanto de las personas que decían siempre las mismas
palabras delante de las personas, tomando eso seriamente con el fin de aprovecharse
para tener éxito de alguna manera sacando provecho propio, a punto de tal merito, sin un
fin ante sus ojos, por lo que supuse que se quería comparar a Dios mismo, si es que tenían
alguna noción de lo que era Dios, o igual, de lo que era sin duda más mezquino, a sus
semejantes, como si estuviese por esta vía y por esta vida intentando entrar en una
especie de festín caníbal en que unos se transformaban en otros solo para poder
alimentar sus vicios, los principios de los que eran prisioneros, sus patologías sin fin, sus
más que misteriosas formas de perpetuarse a costa de su interpretación de los demás,
pues aún, a costa de la carne viva de los otros que, como mínimo, los transformaba en
semidioses frustrados cuyos éxitos nadie entendía, ante la luz de lo que ellos mismos
pensaban. Si, los demás habían sido para mí como para Erich, fuente de todo el
conocimiento y desencanto, en un hoyo oscuro y sucio, saliendo como ratas chillando en
la oscuridad cuando cualquier dictador de la ciudad viniera con la desinfestación necesaria
para la cordura de aquellos que teóricamente merecerían vivir. Y vivir no sería lo que se
constaba en los contenidos de las redes sociales o de las luces cegadoras del foco
cinematográfico, sino de un hilo desafinado y perdido que no importaba recuperar, pues
había señales de que la vida se podía retomar por otros motivos, por otras razones y
teoremas que la mente teje para sobrevivir más allá del cuerpo, además de la
circunstancia de esperar un autobús, mucho más allá de la mera critica que devora a los
hijos de un país donde ya no nacen niños, donde la tierra está seca y se convierte en
polvo, en vaho.

Fue así que deje la cabaña donde Erich Fromm pasaría el resto de sus días con su
mujer en medio del bosque y encontré por vía de la recomendación de su mujer que junto
con su hijo Orestes teníamos que regresar de nuevo a la ciudad. Al mudarme al campo, ahí
podría hacer mis proyectos con el fin de adentrarme por completo en la obra de aquel
misterioso ser y, por mucho que tuviera la compañía de mujeres, prefería ser alimentado y
devorado por palabras, mías o de él, hasta que nunca más acabase, aunque aquello
significara el fin, finalidad; muerte. Sin duda, no sería solo la muerte de mi mismo,
mientras yo estaba muy convencido que lo sería. Solo había una lógica que me trascendía
entre todo aquello, en la angustia de Erich Fromm, mucho más allá de su cabaña en medio
del bosque, más allá de su obra y vida agitada en medio de los cuerpos de la ciudad que se
escabullían de un momento a otro, aquí y allí. Yo, que siempre me preocupaba demasiado
con mi vida y obra, ahora estaba entregado a perseguir y ser perseguido por la vida y obra
de aquel a quien nunca más dejaría caer en el abandono.

15.
Mientras yo mismo me escondía de las críticas; unas justas, otras no tanto,
comprendía que al final el resultado de la angustia puede ser el día más luminoso que
jamás haya existido, el día que ni las cámaras ni las inspiraciones intangibles podrán
superar, el día en que partiremos de aquí para otro lugar, para un lugar muy diferente de
este, para la fomentación de otros mundos contenidos en este que nos parece estar
incompleto, dibujando más allá de los caprichos y observaciones directas, bien como
oportunidades coloquiales, una forma un poco más completa de entendernos sin medias
palabras, cuando todos quieren, de una manera u otra, tocar fondo, siendo que unos lo
ven definitivamente encontrando su destino antes que los demás (y que importa eso),
otros que no lo ven y que aun así se satisfacen, con medias verdades encontradas en
pequeñas razones del hacer, o entonces en la interna subjetividad eterna de que el
mundo se alimenta, tarde o temprano, unos enfureciendo por vía de exigencias
maternales, otros, apaciguándose debido a su terquedad con que golpean su cabeza más
que Fromm en el fondo del pozo con su obra.

Alejado entonces de cualquier metodología, regrese a mi pobre y tonta vida,


aunque menos tonta que la de muchos con quien compartía algún espacio público
disponible en aquellos días de otoño, siempre con nostalgia de aquellos días que había
pasado en la cabaña de Fromm, por lo que tenía material ya hecho para dedicarme a vivir
y reiniciar a vivir la vida que tenía disponible y entendiendo con eso una novedad
inusitada en describir las insensateces que estaban afuera de la esfera del mundo de mi
autor que daría a conocer al mundo. Durante días soñé sobre las preguntas cada vez más
complicadas que me levantaba la obra de Fromm, sobre interminables conclusiones sobre
cómo se relacionan los humanos, sobre lo que producen día tras día, con el mismo
discurso de siempre, al mismo tiempo que me daba cuenta de las pocas conclusiones
correctas y adecuadas que llegaba a tener al final del día. Siendo también que muchos
ahora no tenían la profundidad deseada donde se profanaban infinitamente, ya que nunca
habían sido nuestros testigos.

16.
Mi encuentro con Orestes fue algo desconcertante, en un take-away totalmente
desfasado del contexto de la ciudad más cercana, a 30 kilómetros de distancia de las
pequeñas impurezas de la contaminación, acompañado de dos copas de vino tinto y dos
filetes. Sentí que Orestes estaba preocupado con preguntas excesivas acerca de sí mismo
y del mundo, mientras yo no sentía nada de eso, ni siquiera remotamente. Parecía,
digamos así, anejado del ambiente en el que vivía y, aunque no vivía mal ni mucho menos,
vivía entre abogados y corredores de bolsa, parecía cuestionar todo, al contrario de su
padre, que mantenía siempre una coherencia inquebrantable al dejar como legado su
obra, independientemente de su valor. Se trataba de un individuo que no le daba valor a
la vida, que proyectaba sus imperfecciones mientras se desencantaba del mundo y que,
muchos decían, carecía de autoestima, cosa que no me atrevo a definir hasta el momento,
aunque haya buscado obsesivamente hasta poder rescatar lo mejor de la realidad, como si
pudiera, contra todas las probabilidades convertir el mal en bien, como si fuera una
especie de chaman. En aquellos días que se tornaban cada vez más lentos, mi ego no
estaba ni agrandado ni debilitado, apenas quería vivir el máximo de tiempo posible para
garantizar una idea clara de la vida y obra de Erich Fromm.

17.
Incluso, el hecho de estar enojado con la vecina no me preocupaba demasiado.
Estaba finalmente contento conmigo mismo por regresar a trabajar; el trabajo que más
me gustaba hacer, intercalado con algunas actividades de jardinería y del hogar. Sabía que
la angustia, así como el desespero de Kierkegaard que yo sentía en este país soleado,
apenas si eran solo un pasaje a algo post-moral, una creencia de algo que sería más o
menos consciente a través de los días y si bien que buscaba realizarme a través de mi
trabajo, estuviese donde estuviese, estaba del lado en que yo insistía en estar, en habitar.
Incluso, el hecho de estar bien conmigo mismo y estar cerca del final de algo, tenía la
impresión que despertaría vivo del otro lado. No me preocupaba demasiado esperar por
alguien en mi vida, por lo cual avanzaba, pregunta tras pregunta, respuesta tras respuesta
en un camino que no podía reivindicar como mío bajo la pena de que desapareciera de mi
vida, ahora que los crisantemos se abrían como si estuvieran dentro del agua. Siendo así,
contaminado por la obra y vida de Erich Fromm, decidí transmitir su testimonio
sociológico mucho más allá de su trabajo, juzgando que él tendría seguidores más allá de
su obra, mucho más allá. Mi espíritu estaba entretenido aclarando todo aquello que
pasaba en mis días, intentando eliminar la culpa, como si esta me royera por dentro como
un bicho que destruye el núcleo de mi ser mientras mi conciencia se distorsiona y extingue
poco a poco, por lo que el transmitir el testimonio sería mucho más ambicioso que una
simple edición de su obra, gradiente del interminable dolor.

19.
Tendría muchas noches de insomnio. Muchas veces dormiría de día. Me estaba
preparando para apreciar la verdadera belleza del mundo, aun cuando ya lo había
presenciado. Muy pocas cosas importaban ya; estaba llegando a un estado de poca
preocupación del peso del mundo y del ser juzgado por los demás. La opinión y burlas de
los demás no me preocupaban, yo sabía que había recibido de Erich Fromm un don y una
visión particular; la de talvez apreciar la vida del mundo en todas sus dimensiones y mi
espíritu agrandado así las interpretaba; multiplicando en múltiples dimensiones la visión
del mundo, como animal visionario que jamás tiene fin y cuya muerte no agota el disfrute
en su infinidad interpretativa y racional. Después de haberme encontrado con Orestes, me
quedé con la impresión de que nunca más lo volvería a ver, sin embargo, me equivocaba
en eso. Me volví a encontrar con él en el lanzamiento de la obra completa de su padre, en
uno de los días posteriores, después de pasar meses en la imprenta viendo y revisando el
texto para editarlo. No me voy a perder en la fascinación de Orestes, pues ese no es el
propósito de este relato, cuya existencia podrá ser coadyuvada al motivo de ser apenas un
documento más sobre su vida angustiada en un texto cualquiera, cuyas incidencias y
razones mínimas podrían ser interpretadas de diversas maneras, que de hecho, tenía falta
de argumentos cuando el mundo, contradictoriamente o no, me daba más que
argumentos para ser feliz con mi trabajo, independientemente de las consecuencias de tal
asunción más o menos libertina e irresponsable.

20.
Mientras unos y otros sacudían el agua del capote, exigiendo por medio de trabajo
y diversos artificios sin cesar, perdiéndose por eso en razones más o menos estériles,
habría seguido el camino del Señor o no, acercándome a una verdadera perspectiva
artística de la vida y habría llegado a la conclusión de que el arte era el único interés en un
mundo desencantado y perdido, inmensamente perdido, que se hundía en mí, no como si
fuese el último europeo, sino como si fuese el último ser vivo del planeta, olvidado en
toda su miseria y magnitud, alejado de los demás, de su razón de existir, confrontado
como Nietzsche en el acantilado con desafíos que no bastaría con una vida para poder
tener fin. Estando ahí, di un paso atrás y pude percibir la grandiosidad de la obra de Erich
Fromm, un hombre que iba más allá de la teoría, más allá de la angustia, más allá del
destino diverso de sus contemporáneos, ensimismado por amor al mundo y al arte, las
cosas que verdaderamente interesan en este mundo, en esta vida, en estas circunstancias
que nos envuelven, nos guste o no, mucho más allá de las críticas, de las observaciones
irrelevantes, de las ideologías, de la participación política y cívica. Todo parecía tener
sentido para mí cuando me desperté de la lectura y la edición de una obra que, al lado de
la de Blanchot, tuviera un gran peso en mi existencia, aún más allá del amor que no me
ensimismaba y que habitaba en otros cuerpos, no perdería mi acalorada visión de las
cosas y las personas en ese sentido, sino que estaría finalmente haciendo algo con lo que
había soñado todo este tiempo, como si estuviera dándole voz y oportunidad a una voz
propia que retumbaba en mi interior desde que tengo memoria y que de hecho sería una
de las voces de la obra de mi amigo Fromm. También, tan pronto como me di cuenta de
las inconsistencias de mi sistema de pensamiento, ya no podía volver, dado que la
imperfección es enemiga del camino de la sabiduría. Si nos pusiéramos a inspeccionarnos
encontraríamos que todos tenemos muchas imperfecciones; solo depende del espíritu
más o menos crítico que tengamos sobre las cosas para darnos cuenta.

21.
No me tomó mucho tiempo cuestionar las incidencias de tal consideración de la
obra de Erich Fromm y de que a su hijo poco le importaba su padre abandonado a sus
pensamientos en compañía de su adorada mujer. Orestes había tomado un camino
diferente y yo era ahora como un tipo de hijo que diseminaba la obra del padre
abandonado. En ese suave abandono, me llegó a la mente un sin número de personajes,
como Faria Estnes, o Zapa Performer Dada, que tenían a su manera una forma muy
peculiar de operar intelectualmente, como si se tratara de una tarea de “bricolaje”
intelectual. Estas figuras permanecieron como la lava de las comunidades en las que vivían
y pocos eran los candidatos que las podían substituir, ya que, como yo, parecían cristalizar
todo lo bueno que existe en el ser humano. Estaba abatido por una tristeza que no me
dejaba, cuando dejé atrás a Orestes, ahora lanzando en varios lanzamientos que tenían
como objetivo dar a conocer la obra de Fromm, cosa que llevaba su tiempo, ya que éste
no era un académico y como Camus, no se había dedicado a ocupaciones universitarias.
Cuando regresé a casa, mil y un pensamientos ocuparon mi mente simultáneamente. Yo
seguía creyendo que vivía solo, que de las novelas de Erich, una mujer tan encantadora
saltaría a mi vida como la suya. Esa creencia ingenua y subjetiva, como una mañana
radiosa y que se sumerge a través de los tiempos de mi ser, me hacía persistir en la
creencia, más allá que en un Dios particular, lo que sería fácil y excusaría muchos de mis
fracasos en la dirección opuesta a la infelicidad apuntando a la obra de Fromm como algo
inmenso y multiplicador. Sabía, presentía y creía que después de tantos años, estaría listo
para vivir algo de felicidad, sin miedo ni dudas, sin recelos y dramatismos. Esta creencia
hacía latir mi corazón con fuerza cuando me sentía abatido, bajo la luz u obscuridad. Mi
corazón comenzaba a fallar y a desistir de experimentar los diversos géneros literarios, de
pasar días enteros en tareas estériles, por lo que me dedicaría a la filosofía del arte
contenida en las obras de Erich Fromm, con la intención de dar motivos a un pintor para
que pintase a través de mis palabras, nacidas de mi lectura y publicación de la obra de ese
autor. Sería una tarea gigantesca, estaba convencido que valdría la pena, después de
tantas dudas descubriría una nueva metodología para poder expresarme como autor, en
el abrumador campo del arte…

22.
Mientras tanto, tenía junto a mí, en la cabecera, un libro de Ernesto Sabato.
También recurría a "Apocalíptico e integrado" de Umberto Eco. Yo me ocupaba, por más
extraño que pareciera, en saber exactamente el significado de pensar y lo que era una
cosa, lo que significa pensar sin propósito y pensar con propósito… Estas eran mi
estrategias para seguir andando en dirección a otras vías de narrativa, porque si bien
parecía que tenía muchas opciones y el dinero no me faltaba, prefería dedicarme a la
filosofía, al arte, a la filosofía del arte, aunque supiese la partida y la llegada de un campo
de conocimiento tan vasto, sabía que me traería más satisfacción que resignación y tenía
en cuenta que tan incipiente era mi conocimiento en esta área del saber. Sí, estaba
tratando con Heidegger…

23.
A medida que me aproximaba al fin de mi vida, tomé las riendas de una tarea de
examen de conciencia, revisando mi vida sin disculparme con los demás de aquello que no
había hecho de la mejor manera. Talvez hubiera creído ciegamente en las letras, ellas por
sí solas no valen, pero sí que valen infinitamente cuando las encuadramos en lo que es la
vida. Estaba avergonzado de haber robado libros, estaba avergonzado de no haber sido
espontaneo en diversos momentos. Pensaba que en mi conciencia tenía un entendimiento
virtual de lo que es el deseo; algo complejo que no voy a describir ahora, otros lo harán
mejor que yo, en posesión de lo que era mi vida exteriormente. Deseaba ser sepultado al
lado de Erich, si su familia lo permitiese, ya que su obra había contagiado mi vida; la cual
tenía poco significado…

En lugar de resentirme preocupado y tener que vivir con eso el resto de mi vida,
sentí que necesitaba de un discípulo, disciplina o algo que pudiera transmitir las cosas que
aprendiera de la vida, por lo que concluía que no bastaba el mero disfrute de las cosas y
de las ideas, o el depositar e inscribir en papel blanco. Sentía, en mi casa, una gran
satisfacción en poder estar trabajando, sugestionado por incontables campañas de
marketing, finalmente sentí que todo lo demás a mi alrededor era decididamente causal,
agresivo, intencional, por lo que ahora deambulaba por el futuro hecho de filosofía y
antropología, mientras buscaba eliminar imágenes de mi memoria que daba un inevitable
valor moral de censura, como si la realidad, la concepción del YO, de los diversos temas
que Heidegger se dedicaba en su cabaña, tal como lo hacía Erich Fromm en sus
interrogaciones primordiales, como si yo mismo quisiese dejar testimonio que a pesar de
todas las cosas que manchan nuestro cerebro, podría ir más allá de lo que está
predestinado, más allá del bien y del mal, más allá de las dolencias más o menos fugaces,
más o menos únicas y redentoras o frustrantes. Aunque ciertamente tenía todos estos
pensamientos, el único consuelo que tenía era estar envuelto en una botella de ginebra
Blueberry hasta perder la conciencia… Pero no, gasté mis últimos centavos de un
préstamo considerable en una botella espumante, para conmemorar el hecho de estar
VIVO, antes y después de una crisis sin fin, podía ver muy bien mi existencia como algo
pleno de vida y presencia, de aquel sentido que Levinas y otros le daban, mientras me
preparaba para dejar de jugar a las escondidas y buscar aquel discípulo que me esperaba,
en una de esas universidades, ya que sentía que mis interrogantes sin fin no llevaría a
nada si no tuviese certeza de que transmitía algo necesariamente importante que no
tuviese solamente que ver con el mínimo o máximo acto de pensar, por lo que, más allá
de las deudas y errores que hubiera cometido en este transcurso hasta conocer a Erich,
estaba seguro de que llevaría a cabo una forma más o menos contagiosa de disposición de
espíritu que ensimismara la intención sincera de contribuir, y esa era mi mayor obsesión;
mucho más que las mujeres, un bien común de la sociedad, como de hecho, parece ser la
intención de todos los que venimos a este mundo. La angustia filosófica que fuera a
buscar las obras de Heidegger, se convertía esencialmente en una felicidad de estar en la
ciudad, en contacto con cualquier cosa que necesitaba expresar con palabras y que me
estaba atravesando en la garganta desde hace mucho tiempo, pues ya estaba harto de
sentirme como un miserable y necesitaba urgentemente consolidarme en el marco, por
así decirlo.

24.
Antes de que ella comenzara a hablar, pasé por el corredor y descendí las escaleras
a toda prisa, como si tuviera muchas ganas de orinar. Mientras tanto, sin importar mucho,
ella tuvo un síncope. Esto pasa con las personas que no se contentan con poco y que
quieren todo de una sola vez. Ella estaba sola y abandonada con sus pensamientos,
contemplando un una mosca que entraba en su casa por una rendija de la ventana, tipo
celda de prisión que tenía como habitáculo. Por consejo de otras personas, debía
ignorarla, pero la tipa se mostraba tan provocante que talvez en lugar de unas palmadas
en el rabo, estuviese pidiendo unas temporadas en el Júlio de Matos. Eso estaba pidiendo
para enloquecer, pues no parecía comprender lo que es vivir en sociedad. Tenía una
cabeza cuadrada, la cual sacudía como si fuese un robot desarticulado con cabeza de
libélula, en fin, estalló con una risa desquiciada. Era tiempo perdido ocupar mis
pensamientos con lo que aquella criatura estaría a punto de hacer; talvez rascarse las
pelotas que no tenía o expulsar el demonio de su cuerpo y alma. Estaba podrida, era
mejor darse por vencido e ignorar, dejar de lado. Este tipo de criaturas no le interesan a
nadie.

25.
Indignado con el hecho de no haberme inspirado en relatar las circunstancias de
Emerson, decidí escribir sobre las razones que nos llevan a dejar de escribir. En primer
lugar, sería porque no tenemos un público designado, por pereza y también por
terquedad, ya que estamos a la espera de aquel clic que nos transforme por dentro y nos
haga comenzar. La mayor parte del tiempo es lo que pasa, no estamos realmente
pensando en los personajes, no se trata de algo muy rebuscado, simplemente estamos
hartos de nosotros mismos y nos rehusamos a contribuir con el mundo. Inventando un sin
número de excusas para contentarnos con un estado de dolor y sufrimiento que, según
ciertas emociones, tienen su utilidad. En otras ocasiones, reconocemos simplemente que
no tenemos nada de valor a decir. Si, también esto pasa, por lo menos para aquel escritor
que no va corriendo hacia el teclado y que de algún modo, cuestiona el recorrido de sus
personajes. Otras veces, estamos en el abismo de pensamientos siniestros y recibimos una
llamada. Más tarde la recordamos como deshabitada, desaparecida. Mismo desaparecida
o apareciendo intermitentemente con menos insistencia e intensidad.

26.
La extraña aflicción de Erich Fromm lo hacía viajar en tiempos diferentes de
aquellos paradisiacos de sus contemporáneos. No necesitaba de ningún tipo de droga
para viajar a los confines de su alma humana; representativa del alma humana que estaba
tan bien situada en su discurso científico y, además de eso, buscaba ahora ambientarse en
el hecho de estar solo en su departamento que, históricamente aún no era suyo. Tenía
que dar un paso, conocer a alguien, envolverse más en discusiones científicas, pues su
carrera académica parecía un pantano estancado. Estaba inmerso en diversos autores,
filósofos y novelistas. Buscaba profundizar el conocimiento de la obra de Heidegger, y
algunos otros más. De una forma inusitada, tomó el autobús hacía las Amoreiras y, a
propósito, tiró su pase social a la basura, por lo que estaba sin gran movilidad en aquellos
últimos días de marzo y primeros de abril, el tiempo en que se hacía cambio de horario, y
con eso, los horarios de los autobuses que eran su principal medio de transporte. La
extraña enfermedad de Fromm, que aún no era diagnosticada, se trababa de una rarísima
enfermedad, llevándolo a dejarlo en casa durante días. Hasta ese momento, nada parecía
grave, pero teniendo en cuenta la luminosidad con que se presentaba a los alumnos,
había algo de extraño e intrigante que se extendía a la relación con sus conocidos.
Entretanto, se había quedado sin televisión y teléfono, comprobándose a sí mismo que
sus sospechas (la sospecha era gran parte de su enfermedad), que nada dura para
siempre. La televisión que había adquirido cuando se casó con Lili para ver el juego
decisivo de preparación para la Copa Europea de 1998, ahora ya estaba a punto de dejar
de funcionar.

27.
Fue así que Erich estaba buscando huir de una actitud pesimista, mantener a flote
sus propósitos e ideas intentando que sus pensamientos negativos no lo dominasen de
cuerpo y espíritu. Completaba poco a poco su obra académica, aun estando en
condiciones económicas desfavorables, yendo de un lado para otro de la ciudad durante la
semana buscando conversar con alguien o solo una señal de algo diferente de su
inquisición interior, siempre recurriendo a la filosofía para tal uso y a la antropología y
sociología para mantenerse a flote socialmente. Aun así, notaba que mantenía vivos sus
objetivos de vida, de carrera, de compromiso con el mundo académico y la sociedad. No
obstante, su angustia aparecía de vez en cuando, por lo que tendría que ser él mismo, con
su férrea y firme fuerza de voluntad, el que mantuviera en pie esos objetivos. Su desafío
sería adecuar su voluntad personal a la voluntad colectiva; lugar donde residía su
enfermedad, mientras los demás, de créditos firmados, se ocupaban de la historia del 25
de Abril. De esta forma, se lanzaba de golpe su nuevo proyecto académico que tituló Una
Teoría de la Conformidad. En eso pasaría el resto de su tiempo, teniendo como tesis la
cura de su extraña y pendenciera aflicción, que incomodaba a su familia que siempre lo
apoyaría en sus desideratas literario-científicas.

28.
Fue así que había una gran diferencia entre lo que los demás sufrían de lo que
Erich sufría, siendo que no sería aleatoria la hipótesis del sufrimiento impuesta por la
aflicción que era más o menos remanente de un malestar social. Entretanto, en el día en
que descubrió la llave de su aflicción que se constituía como tesis en su trabajo
académico, se decidió a hacer una pausa, pues estaba muy lejos de estar en sus mejores
días, dejando para más tarde la resolución de este y de otros problemas. Mientras tanto,
el mundo continuaba su rumbo, entre vientos y titulares, después de un Carnaval y en
dirección a la pascua. Los filósofos que se le impusieron le influyeron profundamente en
forma de elogios que mezclaba con su próximo emprendimiento profesional. Su abertura
de espíritu que descubriera en una noche de invierno, lo hacía delirar con sus diversos
proyectos en que se envolvía. Aquí no delataremos el contenido de la obra filosófica que
permitía explicar una patología como aquella descrita por Kierkegaard; la angustia al lado
del desespero, una buena dupla de conceptos. En el campo político, Erich era de centro
(socialista), sin dejar de ser católico convicto. Su fantástica trayectoria política, iba de la
extrema izquierda a la extrema derecha, por lo que siendo un candidato a la Presidencia
de la Republica de Tortosendo, podría ser una figura altamente consensual. Su aflicción, al
mismo tiempo, era una ventaja enorme en su día a día, complementando su rutina
tensional desempeñándose como agente de buena fe y diplomacia. Mientras gestionaba
la teoría dentro de su cabeza y se inmiscuía con los autores más rebuscados de la filosofía
y del pensamiento, descubrió un anatema más, una tesis más, un título más para su libro y
un capítulo más que estaría incluido en su Teoría de la Conformidad. Así que un tema a
explorar sería la relación Pensamiento-Acción, la cual se juntaría, en medio de todo eso,
con el Discurso. Podría entonces agregar un capitulo denominado Pensamiento-Discurso-
Acción, siguiendo la lógica de la experiencia humana de la comunicación, de la percepción,
de la representación, de la actividad humana. Sumado a todo esto, aún tenía deudas con
dos bancos; que aunque no era un monto considerable, era lo suficiente para robarle el
sueño de vez en cuando.

29.
Ciertos días, Erich Fromm se encontraba eufórico, como cuando era pequeño y
alimentaba una idea genial para su bienestar y el de los demás, algo que pretendía hacer
entretenido durante todos los días, semanas o años. Hay quien les llama ideas,
vocaciones, trabajo o de cualquier otra forma. Había otros días en los que estaba abatido
y no se atrevía a abordar filosóficamente ciertas patologías, sabiendo que pueden o no
tener una relación unas con otras. Cada caso era un caso y él era uno de esos. Sabía que
un día se iría a confrontar con aquello que no había hecho o talvez con aquello que ya
había hecho. En general, no era necesariamente así. Esta era en cierta medida una
cuestión confusa que no vamos a explicar aquí, dado que en aquellos momentos Erich se
encontraba en otras y más importantes condiciones.

Se encontraba acostado. Ideas y más ideas le pasaban por la mente, en la


inmensidad de la noche buscaba vislumbrar alguna lógica del hecho de estar solo a pesar
de haber hecho las cosas bien. Al día siguiente, tendría que regresar a la pequeña tierra
donde pasó la infancia y la adolescencia. Pero he aquí un pensamiento; más allá de la
obsesión por lo óptimo y de la persistencia de cara a lo bueno, esto lo mantenía a salvo,
permitiéndole pasar una noche de descanso y regresar a casa. Al final de cuentas, Benfica
estaba ganando. Por más que se esforzara, Fromm a veces no tenía éxito. Se permitía de
esta forma percibir su alma a través de un hilo de tiempo del que se sostenía; el hilo de
tiempo, de su tiempo, de su biografía, de sus días, hasta que un día se quedase en el aire,
pudiendo cortar de ese hilo… De repente, un filme americano le regresaba las ganas de
continuar, de continuar el pensamiento, el hilo de pensamiento-acción que va más allá del
núcleo de la historia personal, que muchas veces poco le importa al lector, decidiéndose a
explorar la trascendencia de su habitáculo temporario, aun sabiendo que podría quedarse
ahí para siempre, muerto o vivo. Cuando le perdemos el miedo a la vida, perdemos el
miedo a la muerte, las cosas de la vida y del mundo se convierten cada vez más
translucidas, transparentes, en el sentido en que se dejan leer sin perturbar la visión de lo
que está más allá de ellas. Por el hecho de ser un autor, Fromm nunca podría haber sido
un profesor; una sombra del verdadero Erich Fromm, el psicoanalista. Aun así, a pesar de
poder parecer brillante la idea de alguien que piensa directamente con el papel en blanco,
con las palabras, lo que parece pretencioso es que Fromm nunca fuera un autor notable,
un vencedor de un premio nobel, por ejemplo. Su obra apenas llegaría a ser como
“interesante”. Al final de cuentas, la patología de Erich podía ser vista, inclusive por el
mismo un poco más tarde, como algo creativo y no patológico. Sin embargo, poco a poco,
Erich Fromm asimilaba sus objetivos cuando la vida que quería llevar, conducir (sin llegar a
obsesionarse por ideas inverosímiles; inclusive las del premio nobel) a lo que más le
interesaba; debatir problemas más o menos filosóficos encapsulados en obras de
literatura recientes más o menos famosas. Ya tenía cerca de dos años que no iba al cine, lo
que era bastante tiempo, al igual que los 6 años que duró sin ir al teatro. Las cosas que
fundamental y verdaderamente le interesaban en esta vida era gozar, ligar ideas, hacer un
todo de su vida, por lo que al final de cuentas, no estaba tan perdido como los demás, que
se perdían poco a poco. No es que su intención fuese estar a “salvo” forzosamente, solo
que no se encontraba tan perdido como se podría pensar de su ropa, de su cara rígida y
redonda. Talvez hubiese encontrado ese hilo de la vida (nombre de una película animada)
en aquella noche en que apenas saldría de casa para ir a comprar el almuerzo y dos panes
para la madrugada de aquel invierno en que las voces de la industrialización se hacían
escuchar en aquella ciudad aún en construcción; Lisboa. Al final de cuentas, talvez fuese a
ser recordado como un buen autor justo después de su muerte, como el dictador Salazar,
por así decirlo. Pero en fin, mientras continuaba acostado, los pensamientos caían uno
tras otro sobre su cabeza y el dolor de dientes no se iba. Era urgente la necesidad de
encontrar un trabajo que le permitiese escribir, crear, cada vez más profundamente en los
dominios de la ficción, sin que fuese maravilloso, sin que fuese trascendente, viviendo su
prosa de la trascendencia misma de la vida, porque al final de cuentas era un artesano de
la escritura y solo quería serse fiel.

30.
Otro aspecto que se podría considerar en el perfil de este autor; Erich Fromm Dois,
sería su tendencia por la violencia física. Invariablemente, entrenaba boxeo en la cochera
de su casa y regularmente visitaba el gimnasio más cercano. Sin embargo, ¿será que por
buscar mantener su estado físico, inmediatamente podría ser considerado un agresor y
violento con aquellos que no le agradaban? ¿La violencia no es el prolongamiento del
pensamiento y del discurso? Si, aquí volvemos con la triada; pensamiento, discurso,
acción. Uno de los temas que Erich desarrollaba en aquel invierno de 1982…

Otro pensamiento importante sería la vergüenza, la aquilatación de la forma como


lidiamos con nuestras propias heces, cuando pocos saben que el secreto del cuerpo
humano no está en el cerebro sino en el estómago –como refería Leonardo Da Vinci – y
que ni los anatomistas y aquellos que hacen autopsias se atreven a explorar… Además de
eso, tenemos otro aspecto; el de la posesión, que parece un tema complicado para quien
está inmerso en ella, pero que para los especialistas de la mente no es sino algo banal… La
mañana tomó lugar, Erich fue por un café, estaba con la libido bajo y sabía que no podía
desperdiciar dinero en una última ida con las chicas, ya que su enfermedad y su mal de
montaña se podrían agravar, aun cuando su enfermedad y soledad sirviesen de excusa, se
percibía a sí mismo como si estuviera perdiendo el hilo, que a pesar de tener muchos
pensamientos útiles, tenía otros que eran totalmente irrelevantes. Ahora lo que podría
hacer sería una conexión en el inconsciente entre unos y otros y talvez estuviese ahí la
cura para el mal que afligía a Erich desde los 25 años de edad, justo después de haber
terminado su curso de medicina general.

Durante su curso, en el cual se encontraban una mayoría de alumnos más o menos


discretos, no había conseguido tener una relación sentimental, lo que era normal para un
joven como él que venía de una aldea para un ambiente urbano, donde las referencias y
los desafíos abundan, más allá del hecho de haberse prometido a si mismo que lograría
acabar el curso. Lleno de curiosidad notaba en una de sus crónicas de un boletín médico
de psicopedagogía: La libido estaba tan relacionada con el rendimiento psíquico como con
el físico… Y allí estaba, con 46 años, con un emprendimiento que realizar, sin grandes
medios económicos, además de estar preocupado con el mundo, consigo mismo y la
mayoría de sus conciudadanos. Intrigado en la noche sobre las posibilidades de resumir
ese día cualquier deseo de dar sentido a dos o tres ideas que ocupaba su espíritu.

31
Podríamos citar a Peter Handke y hablar un poco sobre la angustia del portero
antes de un penalti, pero quedémonos con unas breves impresiones sobre el panorama
futbolístico nacional. Fue bueno para el Sporting haber resurgido a inicio de la época,
claramente no hay ninguna relación amistosa entre el FC Porto y el SLB a la vista, pues al
parecer la atribución del título nacional siempre es disputada entre los dos clubes en
Lisboa. Mientras tanto, los futbolistas también continúan emigrando, bajo sol o la lluvia,
hacia otros lugares como Turquía. Dinero fácil para quién quiere llevar cierto estilo de
vida. Pero, en fin, la angustia de Erich Fromm podía compararse a la de un portero… Cada
uno es lo que es y Erich era un portero. Nosotros pensamos que los problemas solo tocan
la puerta de los demás. Experimenten ser joven y vivir con 200 euros y con todo eso que
implica. Puede ser frustrante si no eres un verdadero triunfador. En todo caso, me fumé
una cajetilla de SG Ventil al leer a Julián Marías, mientras mi mente y conciencia
deambulaban, intrigadas con la angustia de Erich que me hacía latir el corazón
fuertemente, que me hacía nuevas enemistades y también me hacía un bicho extraño solo
para lograr comprenderlo. Entonces, ¿Sería o habría sido en alguna fase de su vida, un ser
antisocial como Erich Fromm 2? Eso era lo que más me intrigaba, lo que más tentaba mi
curiosidad de definir a lo alto y ancho la personalidad de este personaje mientras me
olvidaba y me confundía con sus osadías más o menos aventureras y atrevidas. El tiempo
se comprimía y se echaba de menos mientras Fromm se encontraba entretenido en sus
teorías que conducían a la gran teoría, la teoría de la conformidad, lo que parecía ser un
gran desafío, pues ¿Quién podría resignarse en aquella crisis política, económica y social
del 82? Esa fue la verdadera interrogante y yo continuaba atento a lo que Fromm hacía,
como si fuese su sombra; confundiéndonos en dos personajes ahora, cuando decidí
enfocarme en las personas como él, en diversas épocas y circunstancias que habían tenido
alguna relación con él.

32.
Fue así que poco a poco entraba en la vida de Fromm, disfrazada de enfermedad
para los demás y que me intrigaba cada vez más. Noté, en cierto punto de mi investigación
que Erich Fromm Dois, a pesar de ser relativamente joven, tenía un buen corazón y fue
ciertamente objeto de burla por parte de la generación más joven. Todos los jóvenes eran
así, o por lo menos así lo creía. Me di cuenta que en cierto punto, Fromm dejaría de creer
en la buena voluntad de los demás para financiar proyectos personales e ideas que había
tenido de joven. El país dejaría de creer en él, así como él dejó de creer en su país. Los que
estaban fuera decían y hacían poco o nada mas que preocuparse de sí mismos. Todo era
una mierda. El amor es algo muy extraño; un intercambio de sensaciones y experiencias
que llevan al enamoramiento. Noté que en cierto punto, Erich Fromm había perdido el
sentido de la satisfacción y me di cuenta que talvez pudiera estar relacionado con el
envejecimiento de su madre y posteriormente, su ausencia en este mundo y del suyo.
Fuera lo que fuese, ya, en 1982, Erich Fromm revelaba una genialidad inaudita al escribir e
investigar acerca de temas que conciernen a este y a otro mundo en épocas de crisis, de
una profunda crisis económica. Sus contemporáneos y compatriotas pensaban que se
burlaba de ellos, sin embargo, él lo único que quería era soñar, realizar, vivir la vida
intensamente. El desempleo era un problema nacional por aquel decenio de nuestra
historia y los jóvenes eran los más afectados. Cualquier cosa tenía que ser pensada y
premeditada con miras al futuro. Esta fue una conclusión que saqué de un ejercicio de
comparación y cruce del itinerario de Fromm y de mi propia experiencia…

33.
A medida en que me adentraba en la fascinante y perturbadora personalidad de
Erich Fromm, veía mi propia vida proyectada en la suya y antes de percatarme de la
influencia de su madre y hermana en su vida, me di cuenta de algo de vital importancia en
esta investigación; decidí sondear al grupo de amigos de Erich. En lo que respecta a
relaciones amorosas, Erich no tuvo muchas; dos o tres para ser exactos, talvez sin nunca
haber tenido un compromiso importante, como confesara en su diario, ya que estaba muy
ocupado en solventar su situación económica y profesional para que esto fuera posible,
hasta rezagarse, incluso de joven, lo que resultó ser muy cruel, un compromiso de amor,
terminando por aceptar que la idea de la soledad es algo innato (que de hecho lo es), sólo
que nadie mejor que Erich Fromm para decir que el individuo, el sujeto filosófico, necesita
amigos. Y en caso de no tener a alguien, se debe soñar con fuerza, ser uno mismo y
esforzase por mantenerlos. Así, con respecto a los amigos, en sus últimos años de vida,
Erich tenía su círculo, que provenía principalmente de su actividad del club de tenis. Tomé
la batuta de agente investigador ya que lo mínimo que podía ganar era prestigio y un
subsidio de una fundación filantrópica para llegar a fondo en aquellos aspectos oscuros de
la vida de este gran sociólogo y filósofo, además de ser un psicoanalista. Había una idea
recurrente en sus “Contactos sociales”: en la intimidad, solo admitía una presencia
femenina, mientras que en el nivel social fue relativamente liberal, si bien, en una etapa
posterior, sólo admitió dos o tres seguidores más…

34.
¿Qué es lo que extraemos de la soledad sino es la solidaridad? Esa
conceptualización de que no somos una isla, de que no podemos vivir solos, de que el
mundo y la sociedad necesitan de unos y otros de una manera u otra. Esto fue lo que
escribió Erich Fromm en su diario. La frase me intrigó y estaba bastantemente afligido
para comprenderla en todas sus dimensiones, más allá de las observaciones torpes y
patéticas de mis amigas y amigos, que solamente se preocupaban por la carrera y los
negocios, obsesionados por las relaciones humanas de por medio. Me parecía que esas
personas nunca habían crecido y que, al mismo tiempo, el destino de cualquier ser, por lo
menos de aquella época de los ochentas, era hacer una carrera y tener una relación. Había
gente que tenía su vida diaria condicionada, hasta el más ínfimo pormenor de subjetividad
moral y objetividad social y particular, tomando la pretensión de que tenían que cumplir
esos dos objetivos. Sí, tener éxito en el amor y profesionalmente… En el caso de Erich,
desde que fue niño le interesaban los misterios sociales de la mente, por lo que cuando
llegó a ser psicoanalista, renunció a todo, debido a que invirtió tanto en ese proyecto, que
no le restaban fuerzas (Psíquicas y físicas) para continuar. Era feliz, había alcanzado su
objetivo, su objeto de estudio. Era el mejor psicoanalista del mundo y había renunciado,
cosa que no sorprendía a nadie, había sufrido tanto de niño que dejó de contribuir
socialmente. La intimidad de la victoria iluminaba su espíritu como si fuese un monje,
iluminado, pobre, una representación del mismo Dios…

Después de haber pasado aquel invierno, tenía apenas dos meses más para
informar al Instituto de Investigación Intelectual los secretos de la vida de Erich Fromm.
Había leído sus obras, había hablado con su familia y amigos, pero sentía que algo se me
escapaba de las manos, una pieza del rompecabezas de la vida de este maravilloso
hombre. Yo mismo me estaba adentrando en el campo de la angustia, pues el eco de su
vida en mi interpretación me hacía sentir que estaba afectando mí día a día. A lo largo de
los seis meses que viví en su pueblo natal, Nazia se dio cuenta que Fromm era un hombre
como todos; atento y detallista en la intimidad, celoso y cuidadoso en la sociedad.
Conceptualizándome un poco… O talvez no, quizás la doctrina del maestro se estuviese
instalando en mi mente como una gran y buena exposición de pintura o escultura… Era
extraño, tenía dos meses más para obtener la pieza restante… Faltaban dos meses… Hasta
que la descubrí mientras me hacía un café; su trabajo. La pieza que faltaba es que aquel
que para mí era uno de los más notables genios de la humanidad, Erich Fromm, el gran
psicoanalista de los salones literarios mundiales, tenía una aversión al trabajo, así como
toda la gente. Esto explicaba el porqué de sus despreocupaciones y obsesiones
intermitentes por el tema del trabajo. Fue así que pude redactar el informe para el
Instituto y recibir un muy buen pago por mi trabajo…
¿Estaría libre? ¿Estaría libre de Erich Fromm? A medida que la tecnología avanzaba
más y más en la sociedad, la desconfianza se instalaba en los corazones del hombre.
Aprendí de Fromm que la ciencia no puede abandonar la creencia en un Ser superior
como un ancho de vía, o mejor dicho, como apoyo en su búsqueda del conocimiento a
través del bosque de lo desconocido, bajo la pena de ni siquiera llegar a partir…

La influencia de Erich, no obstante, se revelaba mucho más interesante de lo que


yo mismo me podría imaginar…

35.
Al final, en toda mi trayectoria, había un pormenor que Erich Fromm nunca
revelaría en su vida pública: sufría de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Talvez eso
explicase toda su obra, toda su personalidad. Yo no sabía que esta patología genética
podría ser un hándicap y al mismo tiempo un pedigree a nivel social y profesional. Talvez
esa haya sido la razón por la cual Erich decidió ser psicoanalista. Era un perfeccionista,
extremadamente dotado en términos intelectuales parecidos a los de un genio, ya que si
no fuese así, nunca habría sido reconocido por sus pares y, aunque no lo fuera, su obra
literaria y espiritual permanecería aún más allá de su muerte. Fromm había estado con
aquellos que la ciencia no consideraba como normales – Pero, ¿Qué era la normalidad?
La normalidad cada vez es todo menos algo – para poder vivir con aquellos que son
considerados normales. Por eso era un perfeccionista, convirtiéndolo brillante en su
campo, yendo más allá de su mismo saber y alcanzando terrenos adyacentes a su ciencia.
Yo estaba extasiado con este personaje desde “Escape from Freedom”, una de sus últimas
obras motivacionales. El hombre entendía la psicología social y una serie de mecanismos
sociales que surgen tanto cuando los individuos están en una situación de grupo como
cuando están solos, minados por sus pensamientos de exclusión redimida o de excesiva
pertenencia. Yo nunca había estudiado ciencias comportamentales o de espíritu (filosofía,
psicoanálisis), mi formación era en ingeniería en multimedia, sin embargo, cuando
recorría la web, cada vez me hacían más sentido las enseñanzas del maestro, del
monstruo Erich Fromm. Yo mismo asistí en el verano siguiente a un curso abierto de
filosofía social y todo me pareció hacer más sentido, pues podría decirse que sin
movimiento no hay conocimiento.

Después de haber salido del mundo académico, Fromm comenzó a llevarse las
cosas más a la ligera. Se ocupó de sus dos hijos con su pareja, dedicándole más tiempo a la
familia. Amó como nunca a su mujer Esparta; una bella mujer holandesa de educación
básica. Además, uno de los principales recursos de la obra de Fromm es reconocer a la
antropología como una ciencia humana absoluta, cuyo espectro y ambición debe ser
complementada por otras ciencias como la psicología, la sociología, el psicoanálisis, la
etnografía, la geografía y la filosofía. Una ciencia humanística que condujera al hombre a
aquello que es suyo por derecho, como un autor de la trascendencia que vuelve a la cima
y que disfruta el contacto con los demás; realizando diversas tareas y actividades basadas
en el estructuralismo, el cual desarrolla dos ideas básicas que siempre me fascinaron: el
matrimonio como intercambio, el papel de los sueños y del inconsciente colectivo. Ideas
que desarrolló Erich Fromm en Una Teoría de la Conformidad.
36.
Fromm no aceptaba que su mujer Esparta (tolerante o permisiva, dependiendo del
punto de vista), arruinara sus últimos años de vida con un cachimbo que había comprado
para fumar en la mecedora del jardín; ahí las posibilidades eran inusitadas, la carga social
que Erich soportaba aumentaba en los últimos años debido a una enfermedad en la
sangre que lo volviera más delgado y calvo. Su hija Olivia también tenía bastantes
variaciones en su humor que perturbaban su pleno desempeño escolar, mientras que
Tiago Fromm seguiría los pasos de su padre inscribiéndose en un fórum online de
deportividad y psicomotricidad humana. Lo que vine a averiguar fue que Fromm había
tenido un hijo ilegitimo y debido en parte a esta razón, su hijo Tiago le guardaba algún
resentimiento. Mientras tanto, veía al resto de la gente con buenos ojos (mientras
censuraba a su padre) aferrándose a la comprensión de la religión y las necesidades de
Dios para aplacar esta probable ira por una ausencia; también aplacándose a sí mismo en
su comportamiento licencioso y especulativo...

Así, cuando finalmente había dado por terminada mi investigación para el Instituto
pude, por el tiempo que me restaba, dedicarme a hacer un tipo de balance en el columpio
del jardín, mientras hacía “consideraciones domesticas” para mi diario, que ya estaba a
punto de terminar. Comenzaba a considerar pasar el resto de mis días en la playa,
escuchando el mar, viendo el mar, la arena y las personas que, ya fuera verano o invierno,
siempre estaban ahí, en Praia da Rainha, intentando encontrarle algún sentido a la vida.

Apartado psíquicamente, porque nunca había conocido físicamente a Erich Fromm


2, podía finalmente depararme en aquella cabaña junto a la playa a cuestiones
fundamentales y posteriormente a redactar mi versión personal de los acontecimientos de
la vida de Erich.

En cierto sentido, yo, Jonatas Alexio, apenas era un chico común y corriente que le
encantaba salir con mujeres y que, afortunada o desafortunadamente, huía de la pate más
aterradora y feliz de la adolescencia; el amor. Mi mente había estado separada del mundo
durante mucho tiempo y entonces el trabajo de investigación de Erich Fromm, al contrario
de lo que podría parecer, justamente me había ayudado a comprender fenómenos como
la violencia, como la amistad, el amor; conceptos simples cargados de sentimiento,
adverso o a favor, contingente o trascendente, si entendemos que el contingente es aquel
que permanece. El primer punto de mis reflexiones, que me decidí a colocar en papel para
que alguien algún día más adelante las continuara, talvez mi hijo o hijo de alguien más, no
era nada distinto de cara a la calidad de las preguntas que tenía por delante. El primer
punto era acerca de la tecnología y concretamente acerca de la existencia y persistencia
de los hologramas. El segundo punto era, de cierta forma, un cuestionamiento acerca de
la humanidad y de su calidad, ósea; ¿Estaría la humanidad "programada" para ser
perfeccionista o si lo que define a la humanidad es esencialmente el perfeccionismo o la
falta del mismo, o incluso la combinación alternativa según las circunstancias de su
existencia y la falta del mismo? Esto nos remete a la cuestión de la vulnerabilidad de la
que está compuesto el ser humano y de la imperfecta perfección de la que está hecho. Así
fue que pasé los últimos años de mi vida, envuelto en estas dos cuestiones que me
parecían ser al mismo tiempo todo y nada acerca de mi condición (humana) y que, por
consiguiente, también podía ser el de los demás, del Otro...

Había llevado mi antigua mesa a la cabaña y le había pedido a Esparta y a sus hijos
que no se preocuparan por mí, que talvez muriese allí mismo, junto a la playa… No era
dramático para mí, ya que un pensamiento de Erich Fromm se había instalado en mi
mente y en mi corazón: “Si perdemos el miedo a vivir, perdemos el miedo a morir”, citado
de algún filosofo que no consigo identificar ahora mismo…

37.
Mientras tanto, Rafael estaba siendo crudo y violento con Alice, su vecina en casa
de Esparta, en Nazia. En su rutina de trabajo, Esparta se dio cuenta de lo vano que era mi
obstinación por permanecer, aun en invierno en la cabaña junto al mar, por lo que tomé la
decisión de regresar dentro de seis meses, después de haber entregado la tesis que el
Instituto me permitía hacer aún sin subvención. Así, mientras los chicos veían dibujos
animados, conocí a una escritora que me hizo perder la cabeza. Yo, normalmente no tenía
mucha paciencia en esas cosas del amor. Tenía todo lo que un hombre de cincuenta años
podía tener; empleo, familia, una vida hecha. Nunca pensé que el amor podría despertar
de nuevo tan tarde, aunque confieso que siempre lo esperaba, siempre esperaba dar algo
a alguien. Los hijos no eran el problema; estos ya eran adultos, el problema era Esparta.
Ella me amaba como a nadie y yo no estaba dispuesto a reconocer que se trataba de un
enamoramiento por una adolescente inconsciente…

Regresando a Nazia, encontré algunos amigos que no me quitaron a Esparta, y se


dieron cuenta que mi vida anterior podría tener un aliento nuevo dadas las nuevas
circunstancias… Entregué la tesis, organicé unas vacaciones con Oliana, mi petit
débutante. Resolví entonces, volver a dar clases, teniendo por base mi tesis; lujo poco
común en un país académicamente rezagado. Pude conseguir una máquina de escribir y
continuar destilando mis más importantes ideas para la humanidad. Mi formación cívica,
social, personal, religiosa y académica me permitían dejar de dar explicaciones a todos,
pues no estaba obligado a darlas, ni siquiera a mi padre y a mi madre. No voy a describir lo
que me costó separarme de una persona que era egocéntrica y que hablaba mal de
nosotros a nuestras espaldas. Inclusive mi hermano Teodoro reveló en todo este proceso,
una sorprendente maldad, al tomar el lugar de Esparta, que fue internada en una
institución psiquiátrica. Pasé a vivir con Oliana, estaba harto de vivir problemas que no
eran míos, además, mi tesis apenas había sido escrita en portugués y lo único que tenía
era un mísero trabajo como profesor en una escuela secundaria en la periferia. Renuncié a
la escuela, estaba harto de sufrir sin quejarme… Sí, parecía ser que el mundo estuviera en
contra de mí, ni siquiera Nietzsche había pasado tanto, no regresaría tan pronto a Nazia, al
final del día sentía el peso del mundo a mis espaldas (inclusive había un grupo de actores
que conspiraban a mis espaldas) ¡yo era el autor de La Teoría de la Conformidad!...

38.
Durante mi relación con Oliana, me di cuenta del enfado y la poca satisfacción de
aquel que toma por objeto de estudio la ciencia humana, así como la mayor de las
inconveniencias frente a los demás, que ahora se sienten agraviados por cualquier
observación y que no les importa nada, tal como si no fueran humanos. Creía que los
físicos eran felices, así como los químicos, los economistas, pero sobre todo los
portugueses, que en mayor parte de los casos, sobre todo entre aquellos que nos
gobiernan, no saben nada de economía, ya que esta es una ciencia social y humana.

La situación política del país se reflejaba en mi relación con Oliana cuando


regresábamos a Nazia para asistir al nacimiento de mi primer nieto. Ya habíamos dejado el
pasado atrás y no me veía especialmente dedicado a comprender el comportamiento de
los demás. A veces las capillas eran la única y larga salida para quien se cree un científico
pero que nada entiende de los fenómenos cósmicos, pues es eso lo que ellos piensan que
estudian, como la vecina loca del tercer piso, Elpídia, la cual estaba frustrada por no
haberse casado y no haber tenido hijos. Podría adoptar y casarse con uno, siendo el
pequeño el jefe de la "casa"...

De un año para otro, pasé a desacreditar en la conciencia humana, en todo lo que


es humano y a desconfiar de todo eso, pues me había traído solo malos ratos. Tenía al
mundo académico, un grupo de actores y directores, en fin, los tiempos eran
especialmente difíciles para mí y en general para todos los demás. Mi buena intención no
rendía dinero, al final de cuentas nadie se interesaba, a excepción de aquellos que sienten
lo que es ser Sero, más allá de humano, esencialmente Ser, no me podían derrumbar solo
por habladurías e insultos, ya que estaba más que seguro de mi camino, por lo que más
tarde habría de contribuir con algo que apareciese en mi mente o fuera de ella, no en el
filo de la navaja, sino de la vida… como dije anteriormente…

39.
Al final descubrí en la tensión que me invadía, la energía negativa de los demás
(aunque no todos) y sabía que la enfermedad de Fromm no había sido en vano, no era
cualquier cosa orgánica o psíquica, se trataba de energía negativa que venía de fuera y
que estaba amenazando de muerte. Simplemente tendría que continuar a vivir mi vida,
me decían que tenía mi vida comprada, que tenía antecedentes, que tenía una mala
imagen… nada que me perturbase… sabía que la negatividad que había invadido la vida y
existencia de Fromm me habría de contagiar y decidí, de un día para otro,
clandestinamente, regresar a la cabaña junto a la playa. No era tarde ni temprano, las
personas que me deseaban mal no simpatizaban conmigo no sé porque, pero en el fondo
tendría que haber una explicación… Pero no lograba llegar a ninguna conclusión…
¿Tendría que pasar al ataque y ganarme más enemigos? Pasé unos meses más en la
cabaña, donde hice una versión aumentada de Una Teoría, sin que me importara las
opiniones académicas de malos académicos portugueses…

Después de un tiempo, regresé a Nazia, la tierra en que había sido feliz e infeliz y
que osaba o me atrevía en visitar por una razón. Era la tierra donde mis padres aún vivían,
junto con los tres hijos de mi hermana Olivia… En fin, estaba listo para una nueva etapa,
para regresar a trabajar, sin la necesitad elegir el tipo de trabajo, en fin, cualquier cosa
para ocupar el tiempo y aprovechar el tiempo de vida que me restaba. Lejos estaba
Fromm y sus interminables preguntas que otros intentaban responder ahora.
Lamentablemente, yo había tenido un accidente automovilístico…

40.
Mientras intentaba comprender el comportamiento y las palabras de toda clase de
cosas y personas, me di cuenta que si no me salvaba a mí mismo, estaría condenado al
Infierno en vida. Ya no quería estudiar más sin un propósito. Reconozco que es algo
extraño en mí, algo insidioso y sospechoso. Reconozco. Y así, pensar que mal por mal no
lleva a ninguna parte. Hay personas estúpidas, por la simple razón que no pueden ver a
una persona solitaria feliz; ven aquello como algo extraño e inhumano. Por eso, llegué a
una tercera cuestión, que no me dejaría en paz durante los próximos dos meses mientras
me encontraba trabajando en una versión accesible de la tesis. Accesible a todo público.
Los mecanismos de mi mente estaban engranando en el sentido de asumir la necesidad de
una actividad que me tomaría años de vida…

Decidí, ya harto de tantas dudas y frustración ir en dirección al sur para visitar a


Paulo, un amigo que se había quedado en África desde los tiempos de la colonización. Me
fui a Angola, después a Maputo, como si estuviera revisitando un mapa color de rosa,
atravesado en la garganta de cualquier portugués respetable. Paulo estaba inmerso en un
proyecto de desarrollo que llevaba a cabo una ONG. Cuando lo encontré, Paulo estaba
ocupado en una excavación arqueológica durante toda la semana y el sábado daba clases
de filosofía en una escuela secundaria. Fuimos por una cachupa al barrio de Conto Consigo
un sábado en la noche y el me reveló que se encontraba filosóficamente descubriendo dos
problemas, el problema de la conciencia en Kierkegaard y el problema de la verdad en
Gadamer. Según él, ambas cuestiones estaban inicialmente relacionadas, según él…

41.
Dejándome de filosofías, ya que tenía el caso de mi amigo mozambiqueño Paulo
Malalane, decidí, influenciado por la vasta obra de Erich Fromm, pasar un fin de semana
con mis padres en el Alto Duero. Sabía que no iría faltar vino y buena comida, por lo que
estaba decididamente contento por el hecho de que mi padre y madre estuvieran vivos y
de buen humor. Sabía que dentro de un mes tendría que mudarme a Kiev para un trabajo
de ingeniería; la construcción de un puente entre los dos márgenes de un importante rio
del país. Lo peor que podemos hacer en la vida es tener miedo de ser nosotros mismos.

Cuando acumulamos talento puede convertirse contraproducente; es necesario


transmitirlo de modo que nada se quede dentro de ti, hacer un trabajo de despejar la
mente, de transmitir eso poco o nada que se conoce, así como acompañar con el corazón.
Como dice la canción, para que el libro del amor pueda ser leído, es necesario gestionar la
confidencialidad y el talento. Era lo que hacía en aquel año de 1989, por lo que estaba
llegando a un punto en que, después de muchos recesos, había conquistado una gran
serenidad sentimental. Me di cuenta que los ucranianos aman a nuestro país porque de
cierto modo estamos más cerca de América; la América de los derechos humanos y de la
libertad individual y aprendía así constantemente a través de los años lo que era ser una
persona. Mis obras y las de Fromm ya eran parte del pasado, decidí hacer un tipo de año
sabático para dar algunas clases y continuar mis estudios en otras áreas del saber.
También decidí regresar al teatro, cosa que nunca debí haber dejado e inclusive pensé en
hacer un filme, véalo. Sin embargo, decididamente, habiendo tenido poca suerte o nada
de esta, decidí ya no estancarme más, ya que eso era lo que mis enemigos querían;
inmovilizar mi pensamiento-acción.

42.
El efecto del café estaba desapareciendo, dejé casi instantáneamente de querer
tomar otro. Era necesario no esforzarse más… Mientras me llamaban y yo llamaba locos a
los demás, veía con que velocidad huían las personas de la normalidad y al mismo tiempo
de la locura que buscaban evitar consiguiendo chivos expiatorios para cualquier tipo de
cosa. Había entregado mi tesis en la Universidad de Harvard. Esperaba en la cabaña el
tiempo de descanso necesario para ser llamado para mi examen, una vez que fuese
aprobada. Entre fe y razón, muchos se arrodillaban ante el Dios equivocado, justificando
su felicidad, dado que no tenían mente para poder soportar los achaques. Juzgándose
todos a sí mismos (otros más que otros), ya sea yendo a la televisión y otros medios para
sentirse importantes. Al mismo tiempo, yo daba el beneplácito a los demás, juzgando mi
sufrimiento que validaba su felicidad. Podía ser considerado como Giordano Bruno, pero
yo huía de eso. Solo era aquella persona que había estudiado la vida y obra de Erich
Fromm. Las acacias y las camelias se aferraban a vivir en el jardín y yo, habiendo perdido
mi amigo Paulo, había perdido también la amistad de la familia, de la primera y de la
segunda. Inclusive los hijos, lisiados con sus recién formadas familias, habían huido de mí,
que estaba, ahora, sin una mujer única y ahora viendo la posibilidad de quedarme en Kiev
para siempre como ingeniero, ya que talvez estuviese cerca de tener un lugar en la
universidad local. De vez en cuando daba importancia a las noticias, otras veces no me
importaban en absoluto. Sabía que era envidiado por muchos y que yo también tenía mis
descontroles y envidias. Había soportado bastante y ganado muy poco, sin recibir ninguna
compensación material. Continuaba haciendo las cosas bajo mi propio criterio,
ganándome la simpatía de los demás. Sin embargo, me di cuenta que había gente que se
complacía de no hacer nada, ni concreto ni abstracto, por sus vida insignificantes,
limitándose a condenar y juzgar a todo aquel que era diferente. No había forma. Era como
pedirle a un inválido que corriese un maratón.

43.
Veía a mucha gente filosofar y ser remunerada por eso, así como teorizar por
dinero a cambio. No veía mucha gente ni a nadie hablar de la verdad, no había profetas de
pensamiento libre que declarasen poemas sin un presupuesto, que sacase a las personas
del fondo en el que se encontraban, como los psiquiatras, que al final, se les paga para
eso, por más maltratada que esté su alma. Tenía más que razones suficientes para
quedarme en Kiev, o desplazarme de ahí hacia Odessa sin dar ninguna explicación, pues
sabía que a mi costa, a costa de mi desgracia, mucha gente había lucrado monetariamente
con palabrerías, concreta y trascendentemente hablando, sin que me hubiesen dado la
legitimidad de la propiedad intelectual. Pero en fin, me sentía traicionado y no acosado,
traicionado a costa de la envidia, mi vida también había quedado en un caos y
evidentemente que ahora era el momento de arreglar la situación y decir he aquí el rey…
Cuando mi mayor problema era la exterioridad en relación a un asunto inquisitivo que
buscaba revelarse a sí mismo a través del conocimiento del mundo, más allá de las
desgracias y traiciones, más allá de sí mismo y de la idea de la divinidad, lleno de
inteligencia en su redil infinito… Disfrazando la mierda y las ganas de enriquecerse por
satisfacción personal y familiar, enriquecerse para poder ejercer el poder sobre los demás,
el poder de la vida y la muerte, el poder que fuera ilegítimamente atribuido… Además, no
tenía que preocuparme más porque mi obra fuese conocida, ya que sabía más que mucha
gente, por esa razón, nunca sería un best-seller. Sabía que la fantasía barata alimenta a las
multitudes y que el dinero que más circula es el dinero sucio para que la fantasía continúe
proliferando en las mentes infectadas que viajan y se reproducen en el espacio, dejando
un trazo y un rastro de mugre…

44.
Cuando me di cuenta que estaba elaborando una tesis a dos voces; la mía y la de
Erich, planteaba una especie de cuestionamiento incierto sobre lo real, cuando lo que me
estaba obligando a hacer era no tener una vida normal, sino ser el botín de los demás;
escribir sin hacer uso de mi conciencia, sino la conciencia de los demás, junto con sus
inutilidades, incapacidades, frustraciones e impotencia. Decidí ya no asumir más ese
papel, ya que ya había pasado muchas decepciones; sobre todo, por parte de aquellos
cristianos que condenan todo cuando tienen la barriga vacía, escondiendo su nula
conciencia bajo un libro sucio. Sabía, de esta forma, que estaba al mismo tiempo haciendo
teología, mientras estudiaba la microfísica del poder mucho más allá de Michel Foucault,
otro que había explorado la victimización de los demás como enfermos mentales,
aprovechándose y legitimándose a sí mismo en el mundo académico. Todos eran buenos
oradores, aun cuando en aquel tiempo la palabra fuese más difícil que las acciones…

El fondo de mi ser era la mentira de aquellos que no me habían dado


trabajo, la falsedad de aquellos que me subestimaban. Talvez viniesen necesitando de mí
y me pidiesen disculpas, de rodillas, como si guardase un secreto de su naturaleza
deshonrosa…

45.
Fumaba un cigarrillo y me aferraba a la verdad inaudita de mí mismo con los
fragmentos inacabados de mi tesis. Nunca necesitaría del beneplácito de aquellos en que
confié una capacidad mayor que la mía y que terminaban siendo seres banales,
indiferentes, materialistas… En realidad, ahora le daría rienda suelta a mi prosa, mucho
más allá de la literatura literaria, mucho más allá de la etnoprosa o prosa filosófica, donde
yo pudiera decidir libremente…

Mientras tanto, debido a mi situación, esperaba alumnos para mi nuevo curso en


mi facultad en Kiev. Los alumnos comenzaban a llegar a partir de septiembre, los cuales
venían de Estonia, Brasil, Estados Unidos e inclusive un grupo de tres ingleses e irlandeses,
así como holandeses, belgas y griegos. No había ningún italiano, lo que no era de
sorprenderse dado al racismo que había en contra de los portugueses de su parte, y aún
más hacia aquellos que transmitían un mensaje que resonaba con campanas en su
territorio...

46.
La libertad contenida en mi texto del 89 fue particularmente sacada a la luz y
liberada de la opresión de mí mismo. En un texto dos años después, me explayaba sobre
las teorías de alguien más que no seguía desde los 42 años, pero que ejercía en mi más
influencia que ciertos filósofos y sociólogos. Su exhaustiva teoría, seguía apoyando mi
cuadro conceptual y con respecto a su obra continué a sacar muchos de mis
descubrimientos teórico-prácticos.

Después de haber regresado de Kiev, donde estuve 14 años, pasé mis últimos años
de vida en Nazia, y ahora siendo un viejo escribo estas notas finales, cuando muchos me
quieren ver en la prisión, siendo que soluciona la mayor parte de las peleas sin uso de las
artes marciales, sino apenas con el pensamiento, con la fuerza del pensamiento… Aun
cuando me insulten y me llamen asesino y mierda, proyectando sus miedos en mi persona
que aguanta todo con una obstinación estoica, más allá de las miradas, los comentarios y
desdeñas de hombres, mujeres y niños. Me mantuve entero y me moriré entero, no
pueden llevarse mi cuerpo y alma antes de tiempo, el tiempo de aquel que más importa…
Aun así, no estoy preocupado con el estado de las mujeres y del país, preocúpense
ustedes que les pagan para eso, que lucran con aquello y cuyos hijos tienen en sus
escuelas. Estoy harto de ser humanista en este mundo que está siendo robotizado y si
profeta soy, será de mi propio esclarecimiento e ignorancia. Aquí, en una cabaña,
esclareciendo lo indivisible de lo divisible, que para ustedes es lo risible pues talvez miren
al mundo de otra manera o están acostumbrados a aquellos que por detrás de un traje
piensan tener un overol. Eso es todo lo que tengo que decir.

47.
Busqué entonces en aquellos días de la última década de los 90, trabajo y una
mujer, era todo lo que quería para sentirme realizado. Parecía un forajido del saber, las
autoridades encargadas de validar mi tesis aun no me habían dicho nada, no podría poner
a prueba mis capacidades discursivas tempranamente. Después de pasar dos meses al
lado de mis padres, me di cuenta que debía partir de nuevo hacia otro lugar fuera de
Nazia, un lugar más hacia el norte, donde las personas fuesen más sinceras y diesen valor
a mi trabajo. Me preguntaba como una persona como yo, sin dinero al final de su vida,
podía seguir dando esperanza a la persona que siempre me había desatendido. Allí había
algo mal en contra de un individuo que se atrevía a tener su propia opinión, muchas
consideraciones políticas y filosóficas podrían ser extraídas de esto, de este olvido en vida
de un sujeto que había dado todo y que no recibía nada. La lógica estaba desconectada,
pero ciertamente no la suya; aquel que fuera discípulo de Erich Fromm y su principal
admirador. Algo estaba ocurriendo, cualquier cosa que te hacía pensar…

Yendo de allá para acá en su sala de estar, este descifrador de la vida y obra de
Erich Fromm, a quién damos la forma de Nevile; que aún se esforzaba por sacar de su
cabeza uno o dos cuestionamientos realmente importantes. La cuestión de la vida y la
muerte, que lo habían preocupado durante algún tiempo, en un ambiente campirano, en
el que la arrogancia de los más nuevos era solo un asunto de codicia a costa de su falta de
experiencia y humildad. Más o menos todos tenían la intensión de saber, pero pocos
pensaban en las cosas y al mismo tiempo las explicaban…

48.
Cuando me encontraba en aquel acantilado, vi la memoria de tu rostro y de tu
cuerpo y me ayudó a ser fuerte, más fuerte que un boxeador o un comando, siendo fuerte
física y mentalmente, ayudándome a visualizar tu cuerpo y sobretodo tu alma, porque
nunca me atreví a pensar que serías una persona vacía. Aquí, esta invocación de mí mismo
y de ti, generándose en mi nicho donde las acacias florecen y el mirto y la hierba no-te-
metas-en-mi-vida, dices todo e incluso el musgo que guardé para la Navidad. Tu hijo
tendrá que esperar de esta forma, para ser fuerte como yo, con una gran mentalidad y
con los valores que le inculcaste día a día. Tengo una tendencia para, ante todo, hablar de
mí en tiempos difíciles. Cuando estoy trabajando, al final del día dedico bastante tiempo
para mí solo, siendo esto sólo una carta, o el fragmento de un diario en donde de los
personajes que ya he mencionado ido, me dejando aquí, al borde del precipicio, lejos de
todas las civilizaciones, las vivas y las muertas y confundido en mi civilización y en este
malestar de civilización. Y heme aquí, sólo, con el mundo a mi espera porque al final soy
más conocido allá afuera que adentro, aunque dejé mi puerta entreabierta para que
puedas entrar; hoy en día mucha gente habla, les gusta juzgar, adivinar, pero pocos son
sinceros como yo y no tengo ninguna necesidad de serlo. Este podría ser un discurso para
un premio nobel, pero no lo es, antes de que me entregue al sueño y sueñe con la razón,
ya que a partir de ahora no te visitaré más, estoy harto de la ficción y la ciencia, viviré
mentalmente este abandono en el que me dejaste, menospreciándome para que te
sientas excitada con mi ausencia.

En estas cosas del amor, un factor cada vez más aleatorio y maravilloso se
configura en el horizonte, en el plasma del cielo que ha de venir a ser iluminado y cuya
suciedad serán las estrellas y los cometas, junto con otros telescopios solicitados al gran
Leonardo.

Claro que me encanta tu cuerpo, a pesar de todo, en medio de mis sueños,


continuo teniendo sueños húmedos, como si fuese un marinero que se alimenta de la
memoria del cuerpo y toda la memoria que no es más que diáfana y antropológica. En fin,
tengo que dar lugar a la “Teoría” de Nevile, que prometió que si no discutiese la tesis, por
lo menos la publicaría, aunque fuera en fragmentos, bajo la forma de literatura. Puede ser
que talvez no le den un nobel; ya que muchos grandes autores no lo tuvieron en su debido
tiempo, pero si un doctorado honoris causa, por su esfuerzo de divulgación de la filosofía y
de la antropología en particular, y ciencias sociales en un sentido más amplio.

A veces juzgamos que estamos lejos del éxito cuando ya lo ultrapasamos y nuestro
cuerpo, al lado de otros se prepara para servir de carne de cañón para la ruleta de
gusanos y bichos que nos han de corroer primero el cuerpo y después el alma; cuando
sabemos que esta última será eterna y que el día del juicio final está siendo
constantemente pospuesto porque aún no aparece ningún Santo Domingo o San
Francisco.

49.
Sabía que había personas que estaban impidiendo que Fromm, Ramos Rosa y yo
consiguiéramos el premio nobel, pero lo único que nunca me impedirían es amar.

Continué así en mis últimos días de vida, intentando encontrar a la mujer de mis
sueños y mi confusa y peligrosa vida diaria; donde percibía que toda la gente estaba en
contra mía, presintiendo el peligro y huyendo de él, de la ambición desmedida de los
hombres, en su afán desenfrenado de acelerar en contra de una pared. Prefería vivir
angustiado; lleno de la angustia de Erich Fromm…

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