Oración de Intercesión

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Oración de intercesión. Orar con fe.

Conoce su poder y fuerza


La oración de intercesión es un arma poderosa que podemos usar para
la transformación personal y la del mundo. Fe y orar con poder y fuerza
La oración de intercesión. Orar con una poderosa fuerza. La oración de
intercesión es una forma de oración en la que suplicamos a Dios en
beneficio de otro o muchos. En la oración de intercesión ocurre una
poderosa fuerza que se eleva a Dios como incienso a su presencia. Hay
muchas maneras de amar al prójimo, pero la oración de intercesión, orar
en nombre de otras personas, debe ser una de las más poderosas.
¿Cómo definimos la oración? La oración es la fuerza más poderosa
conocida por la humanidad. Debido a que hemos sido hechos partícipes
de la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte (1 Juan 4,4), y
tenemos la autoridad como hijos e hijas de Dios de orar por los demás,
haciendo retroceder la oscuridad del pecado y la opresión. "Las armas de
nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son
suficientemente poderosas para derribar fortalezas". (2 Corintios 10,4) La
oración de intercesión. La oración de intercesión, es un arma poderosa
que Dios nos invita a usar al buscar no solo la transformación personal
sino también la transformación del mundo. Es orar con poder y fuerza a
través de la confianza plena en Dios. Un persona que realiza una oración
de intercesión, es aquel que asume una carga que va mucho más allá de
sus propias necesidades e intenciones. La oración ocurre cuando del
hombre, dirige sus acciones, con palabras o pensamientos, hacia Dios y
Dios habla en la profundidad de su corazón. Debemos recordar que la
oración no es sólo entablar una conversación con Dios, sino que también
implica, silenciarse, escuchar lo que tiene que decirnos. Conociendo un
poco acerca de la oración, ahora podemos hablar un poco de lo que
significa la oración de Intercesión y quien mejor que San Pablo para que
nos explique un poco de esta: "Eleven constantemente toda clase de
oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con
perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos" (Efesios
6,18) La persona intercesora, sea un Santo, la Virgen o una persona en
la tierra, hace de su oración una súplica en favor de otra persona. Así la
oración de transforma en una intercesión, orar por el bien del otro, por su
vida, por sus asuntos, y hacerlo con mucha fe y perseverancia. En la
Biblia, tenemos muchos ejemplos de grandes intercesores que han
pedido en favor de la salvación de pueblos enteros. Tal es el caso del
Profeta Elías. En una de sus audiencias realizada el 15 de junio de 2011,
el Papa Benedicto XVI nos dejó una preciosa explicación del poder de la
oración de intercesión utilizando como ejemplo al Profeta Elías, que bien
vale traer a este momento. La fuerza de la oración de intercesión. Elías,
inspirado por Dios, destaca para llevar el pueblo a la conversión. Su
nombre significa "el Señor es mi Dios"... De Elías dice el Libro del
Eclesiástico: "Entonces surgió el profeta Elías como un fuego, y su
palabra ardía como una antorcha" (Sir 48,1) Con esta llama Israel vuelve
a encontrar su camino hacia Dios. En su ministerio, Elías reza: invoca al
Señor para de nuevo vuelva a la vida el hijo de una viuda que le había
alojado (cf. 1 Re 17,17-24), clama a Dios por su fatiga y su ansiedad,
mientras huye al desierto perseguido a muerte por la reina Jezabel (cf. 1
Re 19,1-4), pero es especialmente en el Monte Carmelo, que se muestra
en todo su poder para interceder cuando, delante de todo Israel, reza al
Señor para que se manifieste y convierta los corazones de la gente. Este
es el episodio narrado en el capítulo 18 del Primer Libro de los Reyes Al
lado del Señor, el pueblo de Israel adoraba a Baal, el ídolo del que se
creía viniera el don de la lluvia, y que por tanto se le atribuía el poder de
dar fertilidad a los campos y vida a los hombres y al ganado. Aún
siguiendo al Señor, Dios invisible y misterioso, el pueblo buscaba
también refugio y seguridad en un dios comprensible y predecible, del
que pensaba poder obtener fecundidad y prosperidad a cambio de
sacrificios. Israel estaba cediendo a la seducción de la idolatría. Elías
reunió al pueblo de Israel en el Monte Carmelo y lo puso delante de la
necesidad de tomar una decisión: "Si el Señor es Dios, seguidle. Si, lo es
Baal, seguidle a él" (1 Reyes 18, 21). Los profetas de Baal, de hecho,
gritan agitados, bailan, saltan, entrar en un estado de excitación y llegan
a herirse en el propio cuerpo, "con espadas y lanzas hasta mancharse de
sangre" (1 Reyes 18,28). Usan su propia persona para llamar a su dios,
confiando en sus capacidades para provocar la respuesta. Se revela, así
la realidad engañosa del ídolo... La actitud orante de Elías. El profeta
Elías, en cambio, invita a la gente a acercarse, la implica en sus acciones
y en su propia súplica. Quiere que Israel se una a él, convirtiéndose en
partícipe y protagonista de su oración y de lo que está sucediendo. Elías
erige un altar, utilizando, como dice el texto, doce piedras, una por cada
una de las tribus de los hijos de Jacob... Aquellas piedras representan a
todo Israel y son la memoria tangible de la historia de la elección, de la
predilección y la salvación de todo el pueblo. El gesto litúrgico de Elías
tiene un efecto decisivo; el altar es el lugar sagrado que indica la
presencia del Señor, pero las piedras que lo componen representan el
pueblo. Dios se manifiesta en la oración de intercesión. Elías le pide a
Dios que se manifieste... Las palabras de su invocación son densas de
significado y de fe: "Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se
sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por
orden tuya he ejecutado todas estas cosas ¡Respóndeme, Señor,
respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Señor, eres Dios que
conviertes sus corazones!". ( 37; cfr Gen 32, 36-37) El profeta está
rezando por el pueblo de reino del Norte, que se llamaba precisamente
Israel, distinto de Judá, que indicaba el reino del Sur. El pueblo por el que
Elías reza es colocado nuevamente ante su propia verdad... Su ruego es
que el pueblo finalmente sepa, conozca en plenitud quién es
verdaderamente su Dios y cumpla la opción decisiva de seguirlo sólo al
Él. Porque sólo así Dios es reconocido por lo que es: Absoluto y
Trascendente. Ésta es la fe que hace de Israel el pueblo de Dios; es la fe
proclamada en el texto tan conocido del Shema Israel: "Escucha, Israel:
el Señor es nuestro Dios, sólo el Señor. Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza". (Dt 6,4-5). Elías,
con su intercesión, le pide a Dios lo que Dios mismo anhela hacer,
manifestarse en toda la su misericordia, fiel a su propia realidad de Señor
de la vida que perdona, convierte y trasforma. Dios reafirma su poder a
su pueblo. Y es lo que sucede: "Cayó el fuego del Señor que devoró el
holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas. Temió todo el pueblo
y cayeron sobre su rostro y dijeron: "El Señor es Dios, el Señor es Dios"
(vv. 38-39). El fuego, este elemento al mismo tiempo necesario y terrible,
ligado a las manifestaciones divinas de la zarza ardiente y del Sinaí,
ahora sirve para señalar el amor de Dios que responde a la oración y se
revela a su pueblo. Baal, el dios mudo e impotente, no había respondido
a las invocaciones de sus profetas; sin embargo, el Señor responde, y de
forma inequívoca, no sólo quemando el holocausto, sino llegando incluso
a secar toda el agua que se había derramado alrededor del altar. Israel
ya no puede dudar; la misericordia divina ha salido al encuentro de su
debilidad, de sus dudas, de su falta de fe. Ahora, Baal, el ídolo vano, ha
sido vencido, y el pueblo, que parecía perdido, ha vuelto a encontrar el
camino de la verdad y se ha vuelto a encontrar a sí mismo. ¿Qué dice
esta historia del pasado? ¿Cuál es el presente de esta historia? 1. Ante
todo, se cuestiona la prioridad del primer mandamiento adorar sólo a
Dios . Y donde desaparece Dios el hombre cae en la esclavitud de
idolatrías, como han mostrado en nuestro tiempo los regímenes
totalitarios con su esclavitud de idolatrías. 2. En segundo lugar, el
objetivo primario de la oración es la conversión: el fuego de Dios que
trasforma nuestro corazón y nos hace capaces de ver a Dios y así, de
vivir según Dios y de vivir para el prójimo. 3. En tercer lugar, los padres
nos dicen que también esta historia de un profeta es profética. Es decir,
nos hablan del futuro Cristo. Es un paso en el camino hacia Cristo. Y nos
dicen "volvamos a ver el verdadero fuego de Dios, el amor que guía al
Señor hasta la cruz, hasta el don total de sí". La verdadera adoración de
Dios es entregarse a sí mismo a Dios y a los hombres. La verdadera
adoración es el amor; la verdadera adoración de Dios no destruye, sino
que renueva y trasforma. Y así se manifiesta Dios a través de la oración
de intercesión. Es cierto que el fuego de Dios, el fuego del amor quema,
trasforma, purifica. Pero no destruye, sino que crea la verdad de nuestro
ser y reaviva nuestro corazón. Y, así, realmente vivos por la gracia del
fuego, del Espíritu Santo, del amor de Dios, somos adoradores en
espíritu y en verdad ¡Gracias! Recursos sobre la oración de intercesión.

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