Experimentarlo Todo, Quedarse Con Lo Mejor - Carlos Cabarrús
Experimentarlo Todo, Quedarse Con Lo Mejor - Carlos Cabarrús
Experimentarlo Todo, Quedarse Con Lo Mejor - Carlos Cabarrús
Introducción
Lo complejo del tema
La Revista Frontera, me ha pedido escribir un artículo sobre “el discernimiento
como camino creyente”, que sería el que abre brecha para una serie de estudios sobre el
discernimiento y sus implicaciones 1. Esta es una presentación que pretende abrir esta
problemática en un marco interdisciplinar. Yo trataré de hacerlo, compartiendo contigo
pero suponiendo que te has escuchado internamente y que tienes alguna pericia en
captarte por dentro. Es decir, que el requisito para que no te aburra este artículo es que
te hayas animado a meterte en tu interioridad. Que te hayas aventurado, por otra parte, a
estar a solas, al desnudo frente al Dios que Jesús nos ha mostrado. Que sabes, sobre
todo, que ese Dios de Jesús puede hablarte al corazón, y te habla también y
primordialmente, desde la historia de dolor y resurrección que vive la humanidad. Más
aún, que cuando te habla es para darte fuerza para que colaboremos en que acaezca su
Reinado.
Discernimiento es una antigua palabra pero que trae problemas porque se vuelve
algo complejo y complicado a la hora de ponerlo en práctica. Fíjate que cuando uno oye
el verbo “discernir” a lo que tiende uno a referirse es a los procesos de cernir la harina,
de cernir la arena… Es decir, a pasar por un colador un material para que se queden ahí
las partes no valiosas de algo que sí se aprecia y de las cuales te puedes aprovechar.
Parece, entonces como que lo bueno, bueno, es lo que toca fondo… El discernimiento
supone entonces, algo como un “aparato” un instrumento, que separa, y que se queda
ahí lo que no vale, y lo mejor, en cambio, toca fondo. Sólo con esto se aprovecha lo
mejor.
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Una de mis objeciones para aceptar escribir este artículo, además del poco tiempo que tenía, fue el
hecho de que creo que ya he escrito todo lo que sabía sobre el tema y que no creía que podría dar nada
nuevo. A la dirección de la revista no le pareció suficiente mi reparo. Dejo a quien lo lea, la libertad para
decidir si, a pesar de todo lo que le suene conocido, le ha servido para algo. Eso espero.
imágenes, de frases, de ideas, de recuerdos que no sé ordenar, ni sé por qué vienen, y
mucho menos ponderar si es bueno todo eso y – sobre todo- si sirve para algo. Pero esos
diálogos internos ahí están; ahí se quedan. ¿No te sucede a ti esto de tener cancioncitas,
palabras o frases que no te dejan en paz? ¿No has sentido ataques de celos, de envidias,
de rabias que no sabes ni qué hacer con ellas? ¿No has tenido, por el contrario,
momentos de paz y de gozo, que luego no sabes sacarles el jugo, y gozarte en ellos?
Esos diálogos internos atormentan y cansan. Esas voces positivas o sensaciones
agradables me pueden desestabilizar, porque no tengo costumbre de abrazarlas; o más
aún, no las permito porque “no toca” sentirse bien; porque los “deberías” nos hacen la
vida imposible. Somos muchas veces un rollo. Por eso una solución para acallarlos es
colocarme los audífonos y escuchar música o ruido que mientras más me absorba por el
ritmo o por las palabras, más me aleja de realidades interiores que no me gustan; que me
dominan, por decirlo así. Pero también muchas veces acallo desafíos y retos que retozan
en el corazón… Es que hemos ido perdiendo los posibles espacios de interioridad que sí
se me presentan en muchas ocasiones: al caminar por la calle al conducir el auto, al
estar simplemente esperando algo. Ahí se estaba ofreciendo todo lo interno –quizás mal
trabajado, y por eso atormenta- para poder ser elaborado y sanado… Sin embargo,
ahora quedo absorto en el ritmo y la música estridente o sutil, pero que me permite
evadirme de la verdad desnuda que no sé manejar; de mi más íntima verdad que no se
qué hacer con ella. Y eso es sólo saber qué me pasa… ponerle nombre. Yo supongo
que tú has sentido todo esto y podemos seguir adelante, ¿verdad?
Luego, un paso más, es poder darse cuenta de dónde viene eso que me anda
pasando en el interior, cuáles son los orígenes o las causalidades de esto que me
acontece. Ya sólo con ese ejercicio se gana mucha paz; se le ponen nombre a las cosas,
pero se encuentran las relaciones, las procedencias de todo ese material interno. Sucede,
además, que cosas que parecen buenas, que me provocan hasta gusto, al final me dejan
vacío, sin fuerza, sin aliento. ¡Mira por dónde! Entonces nos topamos con el problema
de que ¡no todo lo que me parece bueno, lo es! Me voy dando cuenta que hay cosas,
además que siendo buenas y saludables no me producen gozo al principio, pero sí al
final. ¡Esto sí que es un enredo! Detente un momento para recordarte de alguno de
estos enredos personales…
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Capítulo primero
“La voz de la conciencia” quicio del discernimiento humano
Fíjate que lo primero que tenemos que hacer para hablar de la conciencia es un
poco “de- construir” el concepto, como se suele decir ahora. Se había identificado
mucho la palabra conciencia con las normas, con las leyes, con los llamados principios.
Se ha gastado la palabra por su mal uso. Entonces a veces alguien puede decir que tiene
que hacer tal o cual cosa porque “en conciencia” no lo puede realizar de otra manera. Y
allí se presta la palabrita para muchas ambigüedades, cuando menos. Y aquí es donde
conocernos a fondo ayuda mucho. La dificultad reside en que no sólo somos luz; sino
que hay mucho en mí, en ti, de sombras y oscuridades. Nuestro corazón tiene dos caras.
Ya con eso el asunto no es fácil. Hay una parte nuestra –lo sombrío y tenebroso- que
tiene que ver con nuestros traumas y heridas. Pero hay otra que está en relación a todo el
conjunto de potencialidades que cada quien tiene también en su corazón.
Ese derecho puede ser aplastado de varias formas. Que no se acepte el embarazo
de la madre; cuando no están a gusto con el sexo de quien nace… cuando no se apuesta
por esa personita que está ya dando sus primeros pasos porque se le cortan las alas ante
cualquier iniciativa. Cuando se vive en zozobra; cuando no recibe la niña o el niño el
tacto adecuado; más aún, cuando se erotizan las caricias. Todavía peor cuando se
reciben castigo y golpes corporales. También se rompe el corazón y se hiere al
experimentar las peleas entre de los padres, las preferencias por los otros hermanos…
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1. Los miedos y compulsiones
Las compulsiones son actos repetitivos con lo que se intenta escapar de los
miedos. Las típicas expresiones compulsivas se desprenden de diversos miedos que
tuvieron que ver con la manera como se infringió la herida. Se vuelve, entonces, uno
perfeccionista para evitar ser condenado, aunque al final se para recibiendo de todas
maneras una condena porque es desesperante alguien extremadamente perfeccionista y
exigente al grado máximo. Otra compulsión consiste en ser extremadamente servicial,
para alejar el temor de no ser querido, querida, lo que provoca finalmente el rechazo de
las personas. La búsqueda del éxito y de la imagen desmedida –como actitud
compulsiva- pretende espantar el temor al fracaso; pero la imagen y los logros se
derrumban finalmente. Mostrarse compulsivamente como alguien súper especial, que
agota en sí mismo la especie, nace del temor a no ser comprendido a cabalidad, que
precisamente por eso nadie finalmente lo entiende. Otro género de compulsión es la de
acaparar conocimientos; de coleccionar cosas de manera incontrolable, para quitar los
temores de un vacío insaciable, pero finalmente se hunde en el vacío interno. Muchas
veces se da la compulsión de apegarse a la ley, al grupo, a la norma, a lo que está
ordenado, por temor al relego y abandono, y ese apego excesivo tiende a provocar un
rechazo y un tipo de “ex comunión”. Otra compulsión es buscar denodadamente lo
fácil, lo inmediato; el placer, para alejar el sufrimiento y el dolor, pero finalmente
sobreviene algo que, por su fuerza, rompe la bomba de cristal del bienestar. La
compulsión del poder, del dominio, es algo que, en el fondo, esconde siempre el miedo
a la debilidad, a mostrar el corazón y lo sensible. Finalmente, con todo, hay algo que
hace agua y se viene abajo la fortaleza aparente. Para otras personas la compulsión es la
de pretender lograr la concordia y la paz a toda costa para evitar el miedo al conflicto;
sin embargo, este no tomar soluciones y enfrentar los problemas genera situaciones así
mismo conflictivas.
El dios perfeccionista que sólo premia a quien muestra perfección; un dios que
exige siempre sacrificios y “sangre” – un poco a la manera del librito del Kempis, en
alguna de sus partes- El dios que se le pretende comprar por acciones y logros, con
quien se establece una relación mercantil: te doy tanto y me debes esto… Un dios
intimista y subjetivo que se construye a la medida de la propia “exclusividad” y sin
ninguna repercusión histórica. Dios –con minúscula- a quien se le pretende manipular
con conocimientos o fórmulas esotéricas –muy a tono con muchas presentaciones
“nueva era”-. Un dios que es únicamente juez por antonomasia cuyo principal campo
de supervisión es lo sexual. Un dios ídolo que sólo se expresa en placer y hedonismo. El
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ídolo del “todopoderoso única y exclusivamente”, que justifica el poder. El fetiche de la
Paz, sí, pero enajenante.
Las sombras
Las sombras son cualidades que tienes dormidas, y entonces las llevas como en
una embarcación como peso muerto. Las sombras son también cualidades que no sabes
armonizar e integrar y por esa razón, vives siempre como desgarrándote e inquieto. Las
sombras, son también provocadas por tus cualidades cualidades. Tus mejores
cualidades no sólo no integran otras sino que las obscurecen te empalagas por las más
fuertes y descuidas quizás otras de menor dimensión; también tienden a obscurecer a
otras personas, de ahí que tus buenas energías y fuerzas te provocan estática, cuando
menos, en el medio que te rodea.
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Pero no debes confundir las sombras con tu parte golpeada. Tienes que vomitar,
decíamos, tus heridas, sobre todo el dolor, la cólera y la culpa que ahí se originó. En
cambio las sombras tienes que descubrirlas, en primer lugar para luego integrarlas;
tragártelas, como si dijéramos.
Hay varios tipos de sombras. Están todas aquellas que las tienes por el mismo
hecho de ser persona. Tú, si eres joven, envejecerás. Si ya estás adulto, ves la muerte
como algo que te produce cierta ansiedad. Las enfermedades es algo que producen
cuando menos malestar… A esto le llamo yo sombras metafísicas. No tienen nada que
ver con tu parte golpeada, pero si no trabajas ambas cosas por separado, se te juntan y te
provocan además de momentos difíciles, una confusión.
Por otro lado están todas las sombras que tienen que ver con tu cuerpo. Aceptar
tu tamaño, tu condición física, la falta de belleza física… eso es molesto y complicado.
Máxime si lo unes a tus heridas. Pero acá lo que toca, como en la anterior es digerir las
cosas y sacarles algún provecho. Esta es la táctica con las sombras.
Estarían también las sombras que tiene que ver con la condición social,
económica. Las sombras que provienen por el hecho de pertenecer a minorías raciales,
étnicas, religiosas… Está sobre todo la sombra con la que puedes vivir tu ser mujer, en
un mundo regido por el machismo. Así también la sombra de tu orientación sexual que
quizás es de las cosas que menos digieren las sociedades sobre todo menos
desarrolladas. Con todo ello, lo que se debe hacer es reconocerlas, ver la ventaja que
pueden ofrecerte y sacarle partido.
2.1 El manantial
Justamente detrás de esas fuerzas positivas, como algo de donde ellas emanan,
está la fuente, el manantial. Ese manantial está formado por unas cuantas cualidades
pero que te identifican ineludiblemente – por ejemplo, si no te las dicen, las echas en
falta- ; está constituido por todo lo que te ha hecho vivir, todo lo que te defiende. El
manantial lo forman las fuerzas internas que, desde tu infancia, te han ayudado a ir
teniendo pequeños-grandes logros que son la causa de todo lo que ahora tienes de
hermosura interna, de amabilidad, de deseos de ser cada vez más integrado e íntegro.
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cualidades, y para limpiar y restañar tu herida, que se llama “Crecer bebiendo del propio
pozo”.
El regalo de la identidad
Ahora bien, pero esa identidad, si la examino más, si ahondo en ella misma, me
revela otra serie de cualidades que le podemos llamar “atributos” –para distinguirlas de
las meras cualidades-, que todo lo que tiene vida los posee; que no sólo los tengo yo,
sino los tienen todos los seres vivientes y máxime los seres humanos. Todo lo que es,
decía antes la filosofía, por el mismo hecho de ser, es digno de ser amado y capaz de
amar. Entonces al escudriñar mi manantial se me regala también algo que no es sólo
mío, sino algo que siendo muy mío me identifica con lo que tiene vida: digno de que me
quieran, y capaz de querer. Esto era el “bonum” en latín. Esto me fortifica la identidad,
pero me abre a una identidad con mis semejantes y seres vivientes. Es decir esta
búsqueda tiene como terminal de la ruta, el principio de solidaridad.
Al seguir buscando más en el manantial, puedo encontrar con otro atributo: por
el mismo hecho de ser, tengo capacidad de estar integrado, de no estar “hecho trizas” –
el “unum”-. En mi mismo cuerpo puedo ver cómo el organismo está preparado para
restituirse –por ejemplo con las heridas de la piel donde rápidamente brota la costra
para restaurar la epidermis rota- . En los mismos metales, está también el principio de
resiliencia. Es decir que aquí está la posibilidad de la vivir la exigencia de trabajarte, de
no claudicar; y de invitar a otras personas a hacer lo mismo. Aquí también está la fuerza
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para unir nuestros corazones y brazos y convertir este des- orden del mundo en una “eu-
topía”, es decir, en un bello lugar, en una humanidad humanizada.
Por el mismo hecho de ser viviente tengo un llamado a la honestidad –el verum-
de la escolástica. Lo curioso es que pudiera ser que no me sienta en la superficie,
suficientemente una persona honesta; con todo, hay en mí la posibilidad –las fuerzas
necesarias- para serlo. Esa honestidad básica de todo lo humano, la experimento cuando
en un camino de curvas quiero rebasar a un vehículo grande, y acelero y adelanto,
cuando el conductor del camión de carga me hace la señal de que rebase; lo hago
confiando en la honestidad básica de la humanidad. Finalmente estos tres atributos que
me identifican con la humanidad y en su orden con otros seres vivos, si los veo juntos,
es lo que me da la belleza profunda –el pulcrum-.
Ahora bien, esta conciencia es un sensor pero que esta ciego. Es como navegar
entre nubes oscuras, con un piloto automático. Se necesita afinar este detector para que
el camino sea más confiable y seguro. Es decir, a la conciencia –sensor del corazón, o
voz del manantial- hay que trabajarla.
Un primer trabajo es dejar que ésta emerja. No darla por supuesto ni mucho
menos. No es evidente por tanto, que alguien posea la conciencia. Aquí radicaría el
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trabajo pedagógico más serio, más pertinente de un valor agregado a lo que
comúnmente se hace en las instituciones educativas. El surgimiento de la conciencia es
por tanto, no algo automático sino fruto de una labor delicada, acuciosa, de limpieza de
todo las consecuencias de una herida no sanada, y del hecho de haber encontrado el ojo
de agua, por el cual se está dispuesto a venderlo todo, como en la parábola de la Perla en
el Evangelio.
Sin querer entrar en una discusión de corte más filosófico axiológico, lo que te
ofrezco es partir de una definición “operativa” que nos ayude a entendernos en la tarea
de “formarnos” en estos valores. Tomando del mundo económico entendemos por valor
algo que le ponemos precio; que nos parece, a nivel intelectual, que nos suena; que nos
atrae y gusta, a nivel de la sensibilidad. Este sería el rasgo inicial de algo que tomemos
como valor.
Muy ligado a esto, está el tercer rasgo de que si algo es valor no vale sólo para ti,
para mí, sino para todos nuestros semejantes y para la misma vida de la tierra. De
nuevo estamos aludiendo al regalo de la identidad del que ya te hable; de esa identidad
con nuestra mismísima realidad pero también con la de todo viviente y de la naturaleza.
La actual situación climática, el deterioro causado por el sistema imperante que se rige
únicamente por la productividad, sin tener en cuenta las necesidades y el estado de los
recursos de la tierra, nos puede concitar a que tengamos que tener en cuenta nuestra
responsabilidad como seres humanos. A que entiendas que lo que te guste y te atrae no
puede ir en contra de las consecuencias de lo que estás procurando. Esto nos lleva a
señalar el aspecto colectivo del valor. Sólo lo es, si toma en cuenta el bienestar del
género humano y de la tierra.
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Un cuarto rasgo es que para hablar de valor, suponemos que es algo que no se
queda en una frase, en un eslogan, sino que ya ha entrado a formar parte de tu
interioridad, de tu inconsciente. Es una cosa que ya pertenece, por decirlo así, a tu
“disco duro”. Pero para que situaciones humanas entren así en lo más profundo tuyo
tiene que lograrse de dos maneras. Por una parte por medio de experiencias
significativas –de lo cual te hablaré más tarde- y por otra, lo logrado en esas
experiencias, debe llevar a una serie de acciones, de actos, que poco a poco generan
hábitos y actitudes…. Así se va introduciendo en el inconsciente y seguro que podrás,
en tus sueños, encontrar sus rastros.
El sexto elemento es tener claro que sólo es valor si se actúa. Si nunca has
realizado algo de lo que tú llamas tus valores, es evidente que no los vives. Si te fijas
bien, la fundamentación de los valores está en los Derechos de la Humanidad, pero la
presentación que te propongo está desde la perspectiva de los deberes nuestros para
con la humanidad, en primer lugar, y desde ahí la conquista de los derechos. Desde los
valores se deben, por tanto hacer traducciones hacia las diversas éticas y hacia el
compromiso para hacer la tierra morada de habitantes en dignidad, justicia, tolerancia y
solidaridad.
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Dios quizás no es la más difícil sino la justificación de Dios en un mundo sufriente y
desigual…
Los valores no son algo que se aprende en un aula. Hay espacios que
tradicionalmente estaban considerados como “cuna” de valores. La familia, por mucho
tiempo, fungía como eso. Cada vez es menor el papel, debido a muchos factores, entre
otros, a la falta de presencia de los padres en el día- día, de los hijos e hijas. Espacio
muy determinante en la formación es el papel de los amigos y amigas en la juventud.
Para bien o para mal, influyen de manera fuerte. Ahora bien, si se trata de valores, las
instituciones religiosas, o educativas en general, podrían aportar espacios inspiradores
para esos valores. Déjame que ya te enuncie, por lo menos, lo que nos parecen los
valores más universales, humanos y de trascendencia: La dignidad de la persona y de la
tierra, la tolerancia, la justicia y la solidaridad.
Lo curioso es que para formarse en esos valores, la mayoría de las veces se tiene
que hacer experimentando lo que produce el contra- valor. Así pues, la dignidad de la
persona humana, se capta mejor en las condiciones infra- humanas a que sometemos a
más de la mitad de la población de la tierra; la dignidad de la tierra se comprenderá con
los daños que se le están causando precisamente por no respetar sus procesos. La falta
de tolerancia, es decir, el racismo, el etno- centrismo, el sexismo, el machismo y los
fanatismos políticos y religiosos con todo lo que implican y a lo que llevan, puede ser
un “lugar” para experimentar el valor de la tolerancia, como ingrediente fundamental de
la convivencia humana. Esto es muy parecido con lo que puede ocurrir con la justicia.
Viviendo situaciones de injusticia se puede apreciar lo que sería vivir en un ambiente
justo.
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Además, considerar cómo todo en la vida humana es estructura. Por eso sólo si
se capta esa estructura se puede incidir en ello. No hay que olvidar, sin embargo, que las
estructuras sociales son fluidas y no estáticas. Dentro del análisis es muy importante que
quienes vayan a hacer la experiencia se percaten con que ideología van y qué
ideologías se encuentran. En ese sentido no puede desdeñarse el que capten todo desde
la perspectiva femenina y ecológica. Dado que estamos en un contexto donde para ti lo
cristiano es significativo, no sería despreciable ver la fuerza que tiene el aspecto de la fe
en las personas que viven las experiencias. Estos aspectos se tienen que cubrir, pero
también haciendo lo mismo con quienes están en el proceso de vivir las experiencias.
Todo ello para generar a la corta o a la larga una acción que si es humana, por
definición debería ser una acción transformadora.
Fíjate la necesidad imperativa de poder contar, por tanto, con ese tipo de
experiencias para poder formar con los valores más universales, para poder, entonces
hablar, en cristiano de hacer un camino creyente…
Lo que nunca puedes olvidar es que todo lo que hemos dicho, es justo lo
contrario de lo que “el mundo este”, como diría el evangelista Juan, nos propone. Las
dimensiones o anclas humanas se tergiversan y se adulteran por el consumismo, el
erotismo y el individualismo. El poder de este des- orden establecido reside
precisamente en presentarlo desde la felicidad descartable y “Express”, desde la
atracción por los componentes descomprometidos del amor humano, centrándose en el
placer y el erotismo vinculado al individualismo y la fantasía. Desde la violencia como
clima natural. Se vive en un ambiente de la impunidad, del delito en todas sus formas.
Hay constantemente, como tú bien lo sabes, un conjunto de imaginarios sociales y
culturales que fomentan los antivalores.
Vivir desde los valores es algo que lógicamente no se puede imaginar que se
haga de manera masiva y en totalidad. Lo que sí es que en la medida en que más
personas nos acerquemos a vivir los postulados de los valores, como valor –según los
rasgos que te expuse- el mundo podría ser un poco más viable. Son precisamente esos
valores los que pueden iluminar, inspirar e institucionalizar –por decirlo de alguna
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manera- formas de convivencia humanas elementales, con su cuerpo de normativos y
legislaciones que los hagan viable, y con sanciones claras y educativas. Todo ello para ir
cambiando las culturas imperantes (injusticias, erotismo, consumismo, violencia,
individualismo, destrucción de la tierra) en culturas de respeto a los derechos humanos
y de la tierra, en culturas inclusivas, cultura de paz y dialogo, cultura de honestidad de
responsabilidad ciudadana, y de solidaridad y ecología.
Ahora bien, los valores se forman en base a experiencias que provoquen esos
valores universales. Sin embargo, la formación no queda ahí. Con ellos debe irse
bajando como en cascada a los valores más específicos, los de la propia nación, los de
la identidad étnica o racial, los de las diversas cosmovisiones religiosas; los de la
familia. Por ejemplo, es necesario generar una conciencia ciudadana; donde se incluya
la perspectiva de nación en un mundo que tira hacia la globalización no saludable. Los
valores deben iluminar no sólo las legislaciones de una convivencia humana sino
también todos los factores que creen identidad en los diversos estamentos.
El cuarto valor es la solidaridad, que nos recuerda que somos todas y todos –tú
y yo- partes de un solo y gran cuerpo compacto. Algunos miembros muchas veces
están padeciendo de sufrimientos y dolores inhumanos. Allí el llamado a la salvación de
quien está en desventaja, es recordarte también que en quien está en esas situaciones te
encuentras también tú; me encuentro yo. Que lo que le pasa a mis hermanas y hermanos
en el mundo es como si me estuviera pasando a mí. Pero eso sólo se puede catar cuando
has llegado a expresar esa solidaridad con un gesto de tu cuerpo que tiene dos
momentos: vas a entregar algo, pero ahí te comienzas a entregar, tus brazos van
abriéndose. Todo ello para que se de el segundo momento de la solidaridad. Cuando
te animas a abrazar al herido en las cunetas de la historia, éste te devuelve el abrazo
apretado, con lágrimas de dolor y de agradecimiento, que te cautiva y regresas con
mucha más riqueza de la que creíste que dabas.
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Ahora bien, estos valores están presentados a partir de los “deberes” que
tenemos y eso constituye los “derechos” de los demás. Estos valores deben traducirse
en principios éticos en los diversos campos. De aquí debe surgir una ética política,
económica, social, sexual. Todos estos códigos éticos deben estar apoyados, tal y
como presentamos los valores, surgidos desde la fuerza del manantial, desde la
identidad más personal, pero también en estrecha relación con las demás personas y la
naturaleza. Estas fuerzas deben llevar finalmente todos ellos, a un compromiso político
para hacer más viable la humanidad y la tierra, donde la solidaridad deba reinar por
excelencia.
En el mundo actual, sobre todo en las naciones con poder sobre los destinos de
las realidades globales de pobreza, se suele escuchar argumentos sobre la casi
imposibilidad de hablar de valores universales. Todo está en discusión, en este sentido.
Por otra parte, en los foros internacionales –no sin muchas luchas, discusiones y
relativizaciones- sí se postulan ciertos principios generales por los que nos debemos
regir las personas humanas en las relaciones entre nosotras y nosotros y con la
naturaleza.
Todo lo que vamos diciendo sobre la fuerza de los valores, no lo podemos hacer
con ingenuidad; como si hablar de valores fuera evidente en sí mismo. Pensadores
serios ponen en tela de juicio la posibilidad de valores universales. Paradójicamente al
mismo tiempo, en la actualidad, ha comenzando un auge de la necesidad de valores,
ante “la crisis de los valores antiguos”. Recuerda, sin embargo que toda época ha
puesto en cuestión los valores antiguos intentando postular unos nuevos que
justificaran a los detentadores del poder. Y es que tienes que darte cuenta que con
supuestos valores se ha justificado cualquier cosa, hasta las situaciones más aberrantes:
se han bendecido guerras de conquista, se han mandado a la hoguera a los disidentes
sean estos por razones de fe o de supuesta lealtad a las naciones.
Hay que poner siempre en tela de juicio lo que está detrás de ciertos catálogos
de “valores”, por tanto. Es decir que formar en valores se hace en un clima de anti-
valores y con conjunto de falsos valores que tienen detrás el ansia de detentar un poder
en cualquier ámbito.
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La presentación de estos valores que yo te propongo nacen de un extractar las
diversas generaciones de derechos humanos, que tenderían en principio a establecer una
convivencia más humana entre las personas y con la tierra. Es decir, de los derechos
fundamentales de la humanidad extraemos lo que sería un valor. Derechos, que
además, como se sabe, costaron muchas luchas para ser aceptados precisamente por la
defensa no de “valores” sino de los intereses de los diversos países representados en los
foros mundiales.
De ahí que postulemos básicamente cuatro y toda otra serie de valores más
específicos, la invitamos a ser colocada dentro de esos cuatro valores básicos. Hay que
tener cuidado de la proliferación de supuestos valores. Muchas veces se contraponen. La
presentación compendiada que te ofrezco, quiere estar cimentada en los Derechos
Universales, y las especificaciones más concretas de esos cuatro fundamentales,
pueden ser asumidas en ellos. No podemos olvidar que frente a cada derecho, surge un
deber.
Los valores tal y como te los presento están redactados en clave de “deberes” y
no tanto en clave de derechos. Los deberes bien vividos generaran la posibilidad de
derechos para quienes siempre han quedado en la exclusión. Es un recurso que creo
válido aunque pudiera parecer que puede ser torcido y que finalmente se cae en la
trampa de elevar a valor lo que “nos interesa” –y el nosotros tendría que ver con el
poder y el dinero- De ahí la necesidad de un discernimiento humano y político continuo,
en torno a ellos.
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3.6. ¿Qué tiene que ver todo esto con el discernimiento?
Esta forma de discernir desde el manantial, nos acostumbra a elegir –que eso es
discernir- desde la vida, para dar vida. En eso se sintetiza el discernimiento humano.
Claro está que por tanto, sólo lo que me haga engrandecer y defender la dignidad de la
persona y de la tierra; lo que me haga tener tolerancia para con otros modos de ser y
pensar, lo que me haga procurar que se satisfagan las necesidades de las personas en
más penurias económicas y sociales, dándole a cada quien según sus carencias; todo lo
que promueva la solidaridad en definitiva, es lo bueno. Esta actitud me hace que yo
pondere y cate las realidades; probando y examinándolo todo, pero quedándonos con lo
mejor. Eso mejor, como te he repetido muchas veces, es lo que potencia la vida, la vida
común, la vida de la tierra.
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que lidiar con sus problemas subjetivos; pero es que además estando ahí en sus hogares
y sus batallas, ellos con su cariño solidario te lo ofrecen y entonces, se vuelven el Siervo
de Yahve, en cuyas heridas somos sanadas y sanados. Esto te lleva a tu parte humana,
la limpia más, la nutre y la sana.
Pero, por otro lado, si estás con el corazón alerta, sabiendo que Dios está en lo
más hondo tuyo, pero que sobre todo está en quienes sufren, puedes encaminar tu
oración para pedirle con humildad al Señor, verlo en el rostro de quienes han sido
machacados por la injusticia. En algún momento el Señor te mostrará ahí su cara y te
sonreirá con la sonrisa de los pobres; y te bendecirá con su mano. Entonces la
experiencia política se convertirá en experiencia mística.
Pero si, en tu proceso optas por profundizar al Agua Viva, además de conocerlo,
de dialogar con El, de escucharlo; además de irlo encontrando en los caminos con
diversos rostros y gestos, al final del proceso recibirías dos cosas también, primero
sentirte plenamente amada, amado con amor incondicional –que es lo que cambia de
raíz tus problemas, acalla tus ansias y te hace libre- con lo cual también tu proceso
humano se complementa, pero también, que ese don del amor incondicional debe
provocar una postura agradecida y colaborar en la construcción del Reinado de Dios, es
decir, enseñarte a hacer política con los que no tienen el poder; desde el sin poder.
Como ves, cada elemento de este tríptico (el proceso humano, el espiritual y el
del compromiso) se suponen, se intercambian, se enriquecen y se remandan uno al otro.
Por eso prácticamente podemos comenzar donde estamos y de ahí y recorriendo estas
partes del tríptico que forman un solo conjunto.
En estas páginas anteriores te había dicho que el manantial te daba tres regalos;
la identidad profunda (que me hace yo en lo más hondo pero me descubre en relación
intrínseca con todo ser viviente), por otra parte, la conciencia que me lleva a vivir la
solidaridad en plenitud y conocimiento, pero el tercero de los regalos sólo te lo he
insinuado: recibir al Agua Viva que es Dios en lo más íntimo de nuestra identidad. Pero
este es propiamente entrar ya en el capítulo siguiente. El Agua viva puede, con todo
ensuciarse, volverse turbia, o confundirse. De ahí, que para la vida espiritual el
discernimiento es su joya más lucida y el norte más preciso.
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Capítulo segundo
El discernimiento cristiano
Como preludio para pasar a lo cristiano, te diría, que en primer lugar debías
retomar los valores humanos y ver cuánto y cómo se potencializan y enriquecen desde
la gracia cristiana. Propiamente hablando no habría cómo asemejar los valores
humanos y cristianos por la sencilla razón de que lo cristiano implica ya la gracia de
Dios para vivir su invitación, mientras que en los valores humanos sí que pones de tu
parte y luchas por vivirlos en virtud de experiencias pertinentes. En cristiano esos
valores son más bien desafíos que Dios nos propone para vivir con más “gracia”, con
más sabor, con más ritmo, lo meramente humano.
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El valor humano de la solidaridad reunía muchas cosas de los tres primeros. En
el desafío cristiano, la solidaridad pasa desde ver en el otro a mi hermano, y ahí verme
a mi mismo, a la realidad -gratuita y no obtenida con esfuerzos nuestros- de ver en
quien sufre al mismo Señor sufriendo en la humanidad. En el ámbito puramente
humano en la solidaridad se “calaba” a la persona. En lo espiritual, la solidaridad, es el
único criterio que examina el Señor y con el cual nos juzga. Es criterio para recibir la
salvación.
Los valores humanos vividos desde los desafíos de Jesús y con su gracia, son un
magnífico camino para captar el movimiento de Dios. En el discernimiento espiritual
habrá que cambiar algunos registros importantes. La conciencia ya no es el quicio,
serán las mociones de Dios, que interpelan a mi conciencia. En lo humano tenemos los
anti- valores como el lugar donde se tiene que dar la lucha. En cristiano, serán también
el clima del antivalor, pero que no está afuera de nosotros, en las pantallas o en la
televisión, sino dentro de ti misma, dentro de ti mismo.
Una vez aclarado esto, lo primero por hacer –y en el campo espiritual- es librar
dos batallas que son fuertes. La primera, derribar los fetiches y los ídolos que tendemos
a crear y los percibimos en nuestros imaginarios culturales. Y muy ligado a esto, la
erradicación de la culpa malsana.
Y esto de los fetiches tiene mucho que ver con todo nuestro entramado psíquico
negativo, especialmente con nuestra parte golpeada, nuestras heridas que nos provocan
miedos fundamentales, que luego al querer ser acallados, de manera inconscientes se
crean los ídolos. Relee si quieres lo que te puse al comienzo sobre el origen de tus
heridas, tus miedos, y tus compulsiones y cómo todo eso te provocó una imagen
distorsionada de Dios.
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persona de todo compromiso por cambiar el rostro a la tierra y a la humanidad. La
imagen de un ídolo al que se le puede controlar por medio de esoterismos de antaño y
de ahora, se ve presente en muchas prácticas de la nueva era. La imagen de un dios
minúsculo pero juez absolutamente todopoderoso – y sobre todo como veremos en lo
sexual- lo ha provocado hasta la saciedad las morales sexuales católicas. Por otra parte,
la imagen de un dios abuelo facilitón, pueden emanar de movimientos donde sólo se
aplaude y festeja que ya estamos en posesión de la gloria y no queda sino alabar. La
imagen –tal vez la más adulterada del rostro de Dios- es su vinculación malévola con
el poder haciendo de éste la forma privilegiada de expresar su esencia. Y de esto
tenemos todos los templos del mundo que lo simbolizan como toda las liturgias
cargadas de representaciones de enaltecimientos y símbolos de dominio. La imagen
mentirosa de un dios que aprueba el orden perverso de este mundo y de la falsa paz, está
impregnada en todo género de alianzas entre iglesia y poder donde por principio las
iglesias debieran mantener el orden establecido.
Cuando una persona está siendo introducida a la vida espiritual, muchas veces
está cargando con esos fetiches ante quienes se inclina, se hinca y se rinde. Trabajando
la herida los fetiches pierden, hemos dicho, su fuerza. Pero se necesita socavarlos desde
otro punto.
Pero por qué la denomino malsana; ¿es que hay otra que sí es sana? Pues sí. La
sana, tiene un dinamismo muy positivo: reconoces el mal que has hecho, lo objetivas y
luego te arrepientes y quieres reparar el mal infringido. Eso humaniza. Por el contrario,
la culpa malsana tiene una dinámica tremendamente narcisista pero en negativo. Te
crees una persona mala de raíz, alguien imperdonable. Entonces te quedas atorada en
un remordimiento, que tiene mucho de morderse, de no perdonarse y quedarse en
hundimiento vital.
Ahora bien, si esta culpa malsana está muy viva –porque no has trabajado tu
parte humana y tienes muchas reacciones desproporcionadas, se junta perversamente
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con las falsas imágenes de Dios, generando ahí un binomio fatídico: Yo que no me
perdono y me torturo, y un dios que me castiga, me juzga, quiere que sufra. Ya te
podrás imaginar cómo se comunican fuerza ambos fenómenos y cómo es esto el gran
obstáculo para comenzar una vida espiritual sana.
Pero lo que es todavía peor, sobre todo en personas maduras y más, es que a la
culpa malsana se le agrega una culpa sexual que se enraíza en el corazón nuestro para
desvirtuar la bondad de Dios. Siempre volviendo a la infancia, tanto el niño como la
niña tienen relaciones cercanas y con experiencias sexuales gratificantes con el
progenitor del sexo opuesto. Esto es lo que en la escuela freudiana clásica se denomina
el complejo de Edipo. Sin entrar en muchas especulaciones sobre esta teoría, tenemos
la experiencia verificada muchas veces, de que en la edad temprana se experimentan
ciertas sensaciones genitales que los niños empiezan por sí mismos a considerar por lo
menos como inapropiadas –porque vemos que no lo aprueban los padres, o personas
mayores- o frustrantes porque, aunque por ejemplo, el varoncito se sienta dueño de la
madre, a la hora de la hora es expulsado de la habitación de los padres, pese a su
malestar…
A todo ello debe añadirse los discursos moralizantes sobre el cuerpo, las
exploraciones genitales lógicas pero mal vistas, -con frecuencia pero sobre todo
anteriormente- por los adultos y adultas. Todo ello además se refuerza en la escuela, en
la iglesia, particularmente. Es decir, que si hay contenidos religiosos en la formación de
las personitas en crecimiento, se va gestando paulatinamente una imagen de un dios –
perverso- que de manera obsesiva se fija únicamente en el comportamiento genital,
donde –se decía- que en lo referente a la genitalidad todo era de materia grave.
Todo esto corrobora con creces lo que hemos venido repitiendo, que mientras no
se haga un trabajo de depuración de los golpes emocionales y sus consecuencias en la
vida adulta, es, por lo menos, peligroso adentrarse en la vida espiritual; máxime intentar
entrar en un discernimiento cristiano. Es que terminamos adorando ídolos,
martirizándonos, sintiendo que dios -¡con minúscula, claro!- no nos perdona, o por lo
menos que no siento que me perdona. O, si no, que no nos quiere como a las demás
personas. Es decir, que gesto una espiritualidad que rinde culto al fetiche o fetiches,
impulsado por la culpa malsana.
Para poder trabajar tanto la culpa malsana como los fetiches de Dios, lo que debe
hacerse en primer lugar es drenar la herida expulsando el dolor, la rabia y la culpa. Eso
hará que la herida comience a sanar y pierdan su peso los miedos, las compulsiones, los
fetiches y la culpa malsana.
Además, con todo, habrá que abrirse a nivel intelectual a una imagen de Dios
tal como nos la legara Jesús, un Jesús cuyos rasgos por otra parte, estén en consonancia
con la exégesis actual. Hay muchos libros que te pueden ayudar a toparte con el Jesús
Histórico y luego de ello a saltar al Cristo de la fe. Al recomponer intelectualmente la
figura de Jesucristo –Jesús el Mesías- va a darse gracias a lo que El predicó y vivió, una
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renovada imagen de ese Dios por quien Jesús denodadamente luchó; por ese Dios y su
Proyecto del Reino.
No toda oración es la más típica de Jesús, ni toda oración tampoco tiene igual
relevancia si es que estamos hablando del discernimiento como camino creyente. Hay
varias formas de oración, personal, comunitaria, litúrgica. Para este camino hacia el
discernimiento creemos que la oración que nos ayuda es la personal con las mismas
características que tuvo la oración en la experiencia de Jesús, como aparece en el
evangelio.
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Otro rasgo de la oración de Jesús es que El no se explica sin el fenómeno de la
encarnación. A Dios sólo lo encontramos a través del cuerpo de Jesús y con nuestro
cuerpo. La oración es algo, por tanto, que no sólo la debo hacer con mi pensamiento o a
lo más con la boca y cantando, sino que con todas las partes de este compañero de
camino que es el propio cuerpo; no somos ángeles ni ideas abstractas sino carne. Jesús
se hizo cuerpo con toda sus debilidades y enfermedades y además cargó con ese cuerpo
–Sarx, en griego- toda nuestra dolida humanidad. Sólo a través de ese cuerpo de la
humanidad, sólo gracias a nuestro propio cuerpo; sólo, finalmente porque El se hizo
cuerpo y está en los cuerpos de todos pero sobre todo de quienes sufren, es que es
posible la comunicación con Dios.
Por una parte dejarse llevar por la conciencia emergida y formada para, en
definitiva, ejercer la solidaridad –momento histórico y político- y, por otro lado, el ser
llevado por la fuerza de Dios y toparse con un Dios Madre- Padre que te va a demostrar
un amor incondicional que curará finalmente todas tus heridas y tus dolores. Pero un
Dios que te comunica la invitación de colaborar con la Trinidad a redimir este mundo
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y hacerlo pasar de inhumano a humano; de tierra desertificada y arrasada a casa y vergel
común –momento espiritual discernido-.
Con este sello queda claro que a Jesús lo encontramos en nuestro ser más hondo
–porque ya estamos con El, desde el bautismo- pero que también lo encuentro en la
acción histórica de humanizar la humanidad, como el cordero degollado pero de pie, en
cuyas llagas encuentro la salud. Obviamente lo encuentro en la oración como presencia
suya que hace que nuestro corazón arda, se apasione, y quiera seguirlo definitivamente.
Pero de nuevo captar mis íntimos deseos y no mis compulsiones, mis “deberías”,
mis órdenes internas… En los íntimos deseos puedo encontrar cualidades de mi
manantial. Ignacio de Loyola nos legó un aprecio muy grande por los deseos porque
los encontró como una fuerza increíble. En los deseos encuentro como un resorte hacia
lo que creo que no podría alcanzar y sin embargo me siento impulsado. Comparándolos
con el pánico, en esa sensación tengo mucho miedo pero además el pánico me
inmoviliza. En el deseo siento atracción y me lanza a obtener el objeto de mis deseos.
Por eso discernir, digo yo, es un baile entre mis deseos –atracciones profundas y
fuerzas internas- con los deseos de Dios – con lo que le gusta y por lo que se la juega-.
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Ahora bien, este descubrir deseos tiene mucho que ver con experiencias
comparativas. Ignacio en su lecho de convaleciente comenzó así su discernimiento;
más aún; diseñó de toda una metodología espiritual. Unos pensamientos suscitaban en
él deseos por una dama de mucha alcurnia. Después de un tiempo en ellos le venía un
vacío interno. Comparando la alegría profunda con la que quedaba con los deseos de
imitar a los santos amigos de Dios en el servicio suyo, descubría lo que verdaderamente
quería. De ahí, entenderás, por qué razones intitulé este articulo como “experimentarlo
todo y quedarse con lo mejor” -glosando un poco a la frase paulina-. ¿Crees que vas
amarrando ya un poco todo de lo que hemos hablado?
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escrito en un contexto predominantemente patriarcal y machista, está concebido desde
la experiencia de Dios como Padre fundamentalmente.
Jesús rompió mucho de las falsas imágenes de su Dios; nos fue dando poco a
poco, por decirlo así, el secreto de que Dios es Padre pero sobre todo madre –que dijera
Juan Pablo I- hasta que en la cruz nos la entregó claramente, con su último suspiro –
rúah- , frente a María la madre ahora también de Juan y luego madre de la naciente
iglesia. De ahí la estrecha relación entre la Rúah y María.
Otro rasgo muy importante en la Biblia es la Profecía. Ahí esa Espíritu toma
hombres -y también mujeres- y los posee para llenarlos de ella y así denunciar la
ruptura de la Alianza y para anunciar cómo debe ser su cumplimiento. También la
Sabiduría en el fondo es aprender a saborear los gustos del Padre, que han quedado
plasmados en textos emblemáticos de Isaías, de Amos, por ejemplo.
La resurrección de ese hijo muy amado, masacrado por los injustos y por un
sistema invasor, es obra de la Espíritu como lo señala Pablo. Por último en Pentecostés
es la revelación total, es la ausencia de miedo en donde está en forma de llamas de
fuego, en identificación con María y generando la Iglesia.
Alguien que entre en este camino creyente del discernimiento debe encontrar
cómo ya en su interior hay algo parecido a estos rasgos. Su huella debe estar ahí. Quizás
algún rasgo es más notorio en algunas personas, en otras, otros… pero ahí está ya su
impronta. Quien, por otra parte, quiera ponerse en su onda, debe por lo menos “desear
desear” como invita Ignacio a ese tipo de acciones.
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El Padre misericordioso
Así como de la Espíritu hay todos esos rasgos, también del Padre enteramente
bueno, hay ya muchos signos en el Primer Testamento pero sobre todo en lo que de El
nos reveló Jesús. Lo interesante es que esos rasgos socavan de raíz a los fetiches y los
ídolos. Porque Jesús nos vino a liberar de todo lo que nos ata precisamente con una
imagen nueva pero genuina de lo que El experimentaba en el íntimo contacto con el
Abba. Y fíjate la palabra que escoge. No se refiere a los circunloquios típicos judíos
para hablar de Dios sino le llama de una manera tierna y muy cercana, por lo cual
escandalizaba a sus contemporáneos.
Frente al fetiche intimista y a-histórico, el Dios que Jesús nos mostró está
siempre ligado a su proyecto: su reinado, que es algo que debe acontecer y comenzar en
la tierra y culminar en su seno en un futuro que no nos pertenece. Frente a un fetiche
muy a la usanza de la Nueva Era, en donde priva el esoterismo, ocultismo y
manipulación de Dios, el Dios que Jesús defiende a capa y espada sólo pone un
requisito: reconocer la pobreza nuestra –máxime cuando se es pobre en la realidad- y
reconocer nuestra condición de personas pecadoras.
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El fetiche que santifica y consagra el status quo, se quiebra con el Dios que Jesús
nos muestra como alguien que apuesta por generar esperanza que es la más activa de
las fuerzas cristianas, aunque no lo reconocemos así con frecuencia.
Creo que te llamará mucho la atención el trato a las personas pecadoras. Quien
es pobre y se reconoce persona pecadora encuentra en Jesús el compañero y el amigo
fiel; un defensor. Allí encuentro un consuelo enorme.
Lo que se le nota a Jesús es un amor muy tierno con su Padre y con su proyecto
y a eso le es totalmente fiel, a pesar de todo. También es misterioso cómo nos va
presentando a su Espíritu Madre poco a poco hasta dejárnosla como madre también
nuestra. En eso se nota una ternura especial; como cuando nos la entregó –en realidad y
en símbolo- en la cruz.
Quizás no acabamos de entender que su sugerencia es que nos demos para nutrir
a nuestros semejantes sobre todo a quien más lo necesita. Además nos dijo que nos
recordemos de satisfacer las necesidades de nuestros semejantes y hacer con ellos las
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tareas aparentemente más indignas. Me impacta esto de Jesús. Y esta cena es quizás
casi el único rito que distinguió a los cristianos desde el comienzo cuando, según su
ejemplo, hacían esto en las casas.
Me impresiona de Jesús cómo tiene una libertad frente a los bienes de este
mundo y cómo invita a hacer otro tanto. Cómo capta la malicia de las cosas y de las
situaciones concretas, sobre todo del dinamismo fatídico del poder y de la idolización
del dinero. Pero también es capaz de usar su propia fuerza pero para hacer el bien y
para forjarlo no de una manera paternalista sino pidiendo la cooperación de cada quien
para crecer sanarse y dedicarse al Proyecto. Por eso aunque tiene una enorme
capacidad sanadora, renuncia a ese poder cuando esta capacidad ya no cumple su
cometido. Allí cambia de estrategia y se dedica a realizar pequeños núcleos, redes, que
fuesen como semillas de ese proyecto. Su pequeña manada que tanto quería. Me encanta
de Jesús que nos provoca esperanza, le agradezco a Jesús esa fuerza que ha traspasado
los siglos; sigue retando, llamando y encantando a la gente. Te llama también y te
encanta a ti, ¿verdad?
¿No te sale como a Pablo, aquellas frases como de que ¿quién nos apartará del
amor de Cristo? Es que nada nos priva de él; ni las persecuciones, las incomprensiones,
las dificultades… De todo eso dice Pablo “archi vencemos” –hiper nikomenos-. Y
luego aquella postura desafiante que nos provoca su fuerza y su palabra, de manera que
podemos retar al mundo perverso diciéndole: dónde está mundo tu victoria, dónde está
muerte tu poder.
Y luego el hecho de que nos envía a todas partes para poder comunicar la fuerza
de la Trinidad, consagrando a todo ser viviente en el nombre del Padre, de la Santa
Espíritu y del Hijo. Lo cual implica principalmente sus rasgos y no tanto el colocar los
membretes, sino transformar las personas y transformar la tierra, ¡volviéndola
comunidad por excelencia!. Por eso el clamor es que nos envíe de verdad la Santa
Espíritu para que se renueve la cara del mundo.
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y nosotros, pero desde nuestro interior podemos hacer pactos con él y se introduce en
las personas, las sociedades y en el mundo. ¿Qué te parece?
Tú me dirás entonces ¿sería como el dios del mal? En una visión filosófica de
inspiración cristiana no podemos admitir ese planteamiento que lo elevaría a un
principio ontológico, es decir, explicativo de lo que es, de la realidad. De ninguna
manera. Con todo, sí es posible percatarnos de que existe. Si tomamos en serio esa
primera definición operativa, de que es el excedente de maldad, podemos verificarlo en
la historia pasada, en la más reciente; en lo que acontece en la actualidad. Por ejemplo,
en la segunda guerra mundial, el odio antisemita cobró millones de víctimas. Esa
batalla por extirpar a todo un pueblo no tiene su explicación en las mentes locas de los
dirigentes nazis, ni juntando a Hitler, Himmler y el mismo von Papen (que era católico);
ni siquiera por su sumatoria. Un holocausto es algo que excede nuestra capacidad de
hacer daño. Entonces, para que me entiendas, llamamos “mal espíritu” a esto que genera
perversidad en el mundo y maldad, y que no se puede explicar sólo por los pactos entre
la capacidad de daño humana.
A veces quisiéramos identificar ese mal espíritu con la injusticia, como tal, y
quizás así sería más comprensible. El mal espíritu, sin embargo, puede producir
fenómenos de injusticia pero va más allá de eso. El caso de las guerras intestinas, la
droga y todo lo que supone: gentes que se vuelven adictas, que se matan así; personas
que se organizan para lucrar de ello, y es algo imparable. Lo mismo sucede con la
pornografía infantil, por ejemplo, que pese a todos los filtros que se colocan en Internet,
sigue creciendo en proporción geométrica. Eso es el mal de mundo, pero un mal que
de alguna manera tiene una explicación.
Este mal nos acecha desde fuera, pero aprovechándose de nuestras debilidades.
Ese mal tiene su sitial en muchos programas televisivos donde el erotismo, el sexo, la
violencia y la maldad campean y hasta pretenden justificarse. También todo eso puede
provenir de las páginas de Internet. Nunca como ahora el mal tiene tanto poder en la
comunicación y la distribución instantánea de cualquier cosa perversa, aunque
disfrazada.
Hay otro Mal –si quieres con mayúscula-, con todo, que es lo que ciertamente
no se explica: como el sufrimiento de los niños, como los accidentes y tragedias, como
los desastres naturales, como la muerte de una madre joven, como tantas cosas en la
vida cotidiana que quienes lo sufren dicen un “por qué me trata Dios así; por qué lo
permite”. Estos fenómenos no tiene que ver con aquel mal del mundo del párrafo
anterior; eso tiene que ver con un factor que ciertamente no lo entendemos
absolutamente. No ha habido nadie que lo entienda, que lo explique y que pueda dar
respuestas. El dilema de los primeros filósofos griegos y que luego retoma Kant sigue
siendo la aporía más grande: Si Dios es bueno, entonces no es poderoso. Y si es
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poderoso, por tanto no es bueno. No hay teodicea que pueda con esto. Ni siquiera la
misma salida kantiana de que ese Dios poderoso mostraría entonces su bondad en un
cielo incomparablemente bello y lleno de felicidad, algo que recuerda el supuesto
diálogo del niño que muere con su madre desconsolada… Pero decir este tipo de salidas
frente a una persona que está en ese dilema incomprensible; suena a insulto, cuando
menos.
Dos personajes en la Biblia han desafiado a todo género de Mal. Uno es Job,
quien aunque no entendía las calamidades que le sobrevenían; no renegaba de Dios,
sino se mantenía lúcido con su famosa frase “Dios me lo dio Dios me lo quitó, bendito
sea su nombre”. Dios, con todo, tuvo una pedagogía muy personalizada cuándo ante las
preguntas exigentes de Job, le contestara el Señor: ¿dónde estabas tú, cuando yo hacía el
mundo”… Con lo cual el llamado era a percatarse de que radicalmente no entendemos
a Dios. Por otra parte, en lo que respecta al poder, el único poder del que tenemos
claro que Dios lo tiene, es el poder de dar la vida y de resucitarla.
Lo único que sabemos por la fe es que el mal no es mayor que el bien; que Jesús
con su muerte y resurrección ha vencido al mundo y al mal. El mal, por tanto, no es la
última palabra. Hay esperanza, por tanto.
Pero fíjate que el mal de alguna manera explicable, no con mayúscula (como la
pornografía, los genocidios, etc.,) te seduce de dos maneras. Una es la descarada, la que
te muestra el mal tal cual pero que con todo, te atrae; te seduce. La película el Abogado
del Diablo lo pinta en la casi totalidad de su duración. La otra, postura es enmascarada.
No se presenta bajo la especie de su maldad, sino lo contrario; vestida de Ángel de Luz.
Allí el diablo lo comienza a trabajar por la vanagloria. La vanidad, había dicho antes, es
lo que más le gusta… Aquí es donde se vuelve más peligroso, y lo muestra la misma
película en sus últimos cinco minutos.
Las dos maneras tienen que ver con cosas de nuestro proceso psicológico.
Cuando nos ataca de modo descarado, significa que las heridas están en carne viva y ahí
está la parte más débil casi provocando e invitando al ataque. Por el contrario, cuando
ya te pudiste haber trabajado y curado, en parte, las seducciones no son evidentes sino
revestidas y se aprovechan de nuestras compulsiones “bautizadas” y de nuestras
reacciones desproporcionadas pero ya “santificadas”.
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2.6.4. Conceptos claves en el discernimiento
Por otra parte, estaría lo que llama Ignacio la “consolación”, que es un conjunto
de estados psicológico espirituales, que implica a nivel del conocimiento: entender,
comprender, hacer sentido; en el nivel visual, tendría que ver con luz, apertura,
amplitud. En clave auditiva, sería todo lo que genere armonía, palabras de aliento,
resonancia, música interna… En lo que respecta al corazón: alegría, paz, consuelo,
lágrimas de emoción, suavidad.
Lo que debe de quedarte claro –y fíjate que se confunde esto mucho- es que no
es lo mismo moción que consolación; ni treta que desolación. Pueden estar juntas pero
son fenómenos diferentes. El primer binomio tiene que ver con una invitación. El
segundo tiene relación a un estado anímico. Así por ejemplo, puede haber una
invitación del Señor -moción- que se te de en una forma desolatoria, como el caso del
llamado que hiciera Jesús al joven rico: era un convite del mismísimo Señor, pero
implicaba dejar todos los bienes… A esta situación yo la llamo “desafío”, para señalar
una moción con características de desolación. Por el contrario, puede haber una treta –
mal espíritu- disfrazada so capa de bien, como todo lo que le insinuaba el Tentador a
Jesús en el desierto. A esta situación yo la denomino: Quimera, es decir una treta, pero
con rasgos de consolación.
Muchas veces, con todo, sí que van unidas la consolación con la moción. Quizás
el caso excelso sea el cántico del Magníficat de María, donde es una invitación a lo de
Dios pero “saltando de gozo”. Y con frecuencia ocurre que una treta esté también
vehiculada por una desolación. Un caso notable eran los discípulos de Emaús, que se
apartan de los otros, desolados… El caso extremo fue el suicidio de Judas quien
movido por el espíritu del mal, en la desesperación que estaba, se ahorca.
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Ahora bien, también tienes que fijarte si lo que está pasándote no es
simplemente algo que pueda ser atendido con mero discernimiento humano… Muchas
veces metemos “lo de Dios” en donde no cabe; o no es preciso. Un primer criterio en el
discernimiento espiritual, es no meter en lo “espiritual”, cosas que pueden ser cribadas
desde lo meramente humano. Para eso ya explicábamos cómo teníamos la conciencia
contrastada con esos valores humanos básicos, que orientaban mi quehacer.
Para poder distinguir algo que te esté sucediendo internamente – y que sí entra
en el ámbito espiritual, porque de alguna manera lo sientes así-, tienes que poder
responder a dos preguntas fundamentalmente: ¿Qué es lo que estoy sintiendo?, ¿Qué me
pasa?, y la segunda –más crucial- ¿a qué me lleva esto que siento?
Sobre lo que me está pasando, sólo ser capaz de hacerlo ya es un gran paso;
puedo aclararme muchísimo. Para poder captar lo que me acontece, lo facilita mucho
alguna técnica en que acallo el ruido externo y me concentro en lo que me sucede, lo
que me habita. Pero ojo, muchas veces te van a estar pasando variedad de pensamientos,
de sensaciones; unas de paz por ejemplo, otras de ansiedad. Este primer paso, da lugar
a que te aclares contigo misma, contigo mismo. Para esto puede ser oportuno
simplemente, con los ojos cerrados, enunciar –tal vez te sirva irlo escribiendo- la
variedad de cosas y situaciones que acontece en tu interior. Es como si describieras la
habitación en que te encuentras. Y luego ser capaz, entonces, de darle nombre a cada
cosa. Pero no puedes discernir todo al mismo tiempo. Tiene que haber un pensamiento o
una sensación como que se impone más y pide ser trabajada. Acógela. Ahora sí vas a
ser capaz de decir qué te está pasando….
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2.6.6. Entonces lo crucial es captar a fondo el reinado de Dios
Frente a ese proyecto que es el ideal o la “eutopía” -es decir un espacio, bueno,
saludable, bello, para la convivencia humana- se cuenta con una estrategia que es muy
diferente a las estrategias políticas que podríamos imaginar. No se conquista con la
violencia, no se conquista con las imposiciones… Se realiza al modo de Jesús.
La estrategia de Jesús
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liberación de la culpabilidad, enfermedad, marginación, y de algún modo soluciones
más colectivas, que tenían en la confianza absoluta en Dios su gran bastión.
Entendida las reglas básicas: poder dar cuenta de lo que me pasa y de a dónde
me lleva, habiendo comprendido mejor lo que significa con más carne el proyecto del
reinado de Dios, puedes imaginar por qué con esta regla elemental nos podemos ayudar
en lo básico de la metodología. Lo dirimente en el discernimiento es, como ves,
analizar lo del derrotero; tener claro a dónde me lleva lo que me pasa, los pensamientos
que me circundan, los deseos que me brotan. En el apartado anterior te expliqué un
poco más pormenorizado lo del reinado como terminal de las mociones.
Pero quiero también recordarte de nuevo que otro modo de ver esta terminal,
este “a dónde me lleva lo que vivo”, es cotejarlo con la imagen del Dios que Jesús nos
mostró. Si me lleva a la alegre misericordia, si me lleva al amor incondicional, si me
lleva a la gratuidad, si me lleva a comprender que las exigencias para su reinado es ser
pobre o experimentarse como persona pecadora que se arrepiente; si me lleva a la
libertad, a entender que la muerte trae vida; si me lleva a comprender al Dios que se
“en- tierra” y se encarna; si me lleva finalmente a la esperanza, ahí está
inequívocamente la presencia del Dios que Jesús luchó para que la captáramos.
Aunque el discernimiento tiene mucho que ver con los datos de mi psicología,
también lo tienen con las circunstancias en que lo que ahora vivo ha ocurrido. El cuándo
me pasa, las ocasiones en que suele sucederme, es también relevante. Esto es un poco
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como en la medicina homeopática que se interesa de los tiempos, de los lugares y de las
partes en donde sucede de lo que padezco.
Y todavía te pongo dos lugares más: Llamo “Nazaret” a algo que no siendo
malo, como que ya no toca vivirlo… Para Jesús, su estadía en Nazaret por buena que
hubiera sido, no le tocó vivirla más, y se marcha. Hay cosas en la vida que ya no
presentan desafíos y entonces es fácil entrar en situaciones que provoquen desánimos,
insatisfacción o búsqueda de consuelos donde no deberían estar. Llamo, por el
contrario, “betanias” a esos espacios físicos, o relaciones que hacen descansar y
nutren. Jesús las cultivaba en casa de Lázaro y sus hermanas, El se relajaba y comía y
se nutria con otro tipo de amistades.
Los fervores son cualidades muy fuertes en ti, que te dan mucha identidad, pero
que el espíritu malo te las envanece –lo que más le gusta al Abogado del Diablo es la
vanidad, recuérdate- y así engreído, te encumbra y así enaltecido te conviertes en juez
de las demás personas sobre eso que tú tienes como cualidad, y otras personas no lo
poseen necesariamente. De esa manera ya está logrado el objetivo del mal; vacunas a
quien te rodea sobre eso que sí es cualidad en tí y vale la pena, pero como nace de un
fervor no discernido, lo que provoca es la repulsa a lo que haces pero sobre todo a lo
que dices. El final de la historia es que en vez de que el “fervor” caliente, cobije,
ayude; cuando es indiscreto –es decir, no discernido- lo que provoca es que te consume,
te quema y te funde. El espíritu malo cooptó tu cualidad tornándola un fervor indiscreto.
Si vives en comunidad o en un grupo de trabajo, lo que hace el mal espíritu es provocar
fervores indiscretos en las cualidades de los integrantes, minando así, lo que podría ser
una excelente plataforma de acción, volviéndola en algo donde se carcomen
internamente.
Tanto las mociones como las tretas son impulsos, invitaciones. Ante ellas caben
fundamentalmente dos tipos de respuesta. O bien hacer alianzas con las mociones, o
pactos con las tretas. O si no, rechazos a mociones o tretas. Ya te puse el ejemplo del
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joven rico frente a la invitación de Jesús. Es decir, puedes desaprovechar las
invitaciones. Ya hablamos también de las tentaciones que pasó Jesús y cómo no pactó
con ellas sino las rechazo definitivamente.
La necesaria confrontación
Pero hay muchas veces cosas que se están discerniendo que tienen que ver no
sólo con la vida personal sino también con el futuro de una obra, con el aceptar o no un
proyecto; con la repercusión política y social de algún movimiento. En este caso,
además de alguien que me acompañe en el proceso personal, se requiere de alguien con
“densidad eclesial”, es decir, que represente al grupo, familia o institución donde yo
me muevo. La razón de esto: que con una visión más amplia juzgue si el núcleo eclesial
donde me muevo lo ve con buenos ojos, si parece viable y justo lo que pretendo hacer.
Para ponerte un ejemplo. Si un día el esposo va y le dice a su esposa que siente un
llamado a ir a servir en una ONG por tiempo indefinido –abandonando prácticamente a
la familia- a otro país lejano y que siente que Dios lo llama, es la esposa la primera que
tiene la densidad eclesial para contrastarlo y llevarlo a la realidad.
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método del discernimiento. Son como las aristas de un extractor de jugos. Para obtener
el jugo de una naranja te basta con dos puntos de apoyo en tu mano. Eso sería quedarte
únicamente con lo que te denominé “las reglas básicas del discernimiento” (qué
experimento y a dónde me lleva). Ahora bien, si quieres extraer todo el jugo tienes que
añadirle las aristas restantes. ¿Me expliqué?
Pues bien, es en ese dejarse llevar por el modo como Dios me conduce, donde
estriba la profunda sabiduría de una espiritualidad robusta. Lo que toca, en definitiva es
adoptar la “pasiva actividad”. Pones algo de tu parte, pero “la parte grande” la ofrece
Dios. Esto evoca aquella frase que pueda ser que conozcas, atribuida a la manera de ser
de Ignacio de Loyola y a sus orientaciones; hacerlo todo como si todo depende de ti,
sabiendo que en definitiva depende de Dios… Cuando captas esto, de algún modo, has
comprendido ya la estrategia única en la vida espiritual: lo que toca es soltar, dejarse,
arriesgarse a lo que no terminas de comprender. Algo de ese modo de Ignacio lo
describe su compañero Jerónimo Nadal, cuando nos relata que:
Con esta estrategia, lo que toca, por tanto, es conocer prácticamente el modo
como Dios te ha venido trayendo toda tu vida. Pero quizás tú haz experimentado
como si Dios te ha cambiado mucho los rumbos… Fíjate que aunque cambien los
rumbos o las tareas –por esenciales que te parezcan-; el modo como Dios te lleva, es
algo de alguna manera permanente. En la nomenclatura que tenemos, es algo que
pertenece a tus características primeras; a tu “manantial”.
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Entonces definiríamos la consigna como la formulación, de la manera que más
se adapta a tu estilo – en una frase, en una imagen, en un movimiento, en una postura de
cuerpo- del modo como Dios siempre te ha venido llevando, y donde lo que
sencillamente te toca es dejarte conducir.
La consigna – que como te digo pudiera tener otro nombre- es algo dado por
Dios; tú no la escoges; más aún, tal vez sientas una cierta violencia –porque te desafía a
derribar las resistencias a crecer, a vivir en libertad y plenitud-. Es algo que, con todo,
es una invitación. Tú la puedes rechazar, pero si la sigues, por arduo que te parezca el
camino, después, encuentras plenitud, libertad, experimentas amor; deseos de cambiar el
mundo y humanizarlo.
La consigna es el estilo como Dios te ha captado y sabe que puedes crecer. Por
eso es algo personalizado. Quizás sólo las personas que te conocen bien y a fondo, vean
lo atinado y lo bien que ese movimiento que provoca tu consigna te hace en tu proceso
porque te libera, te provoca humanidad y solidaridad.
Tu consigna te revela además una postura corporal que está basada en la nueva
forma de vivir tu cuerpo si es que ya lo has sanado, habiendo curado así tu corazón. Es
una manera nueva de estarte contigo, con las personas, con el mundo, y por supuesto,
con Dios.
Ahora bien, esto se te puede dar, gracias al monitoreo que vas logrando en tu
vida espiritual en la vida ordinaria, o en un clima de Ejercicios Espirituales. Muchas
veces si estás pidiendo concretamente conocer “ese modo”, se te concede de golpe, con
una fuerza que quizás, como dice Ignacio, no dudas ni puedes dudar. Es una honda
persuasión.
Obviamente que tú tienes que pasar esa experiencia nueva y reveladora por el
“extractor de jugo” del que ya hablamos. Ver qué y cómo sientes en tu corazón; en qué
ocasión te vino así de fuerte, o te suele venir. Relacionarla con tu estructura psíquica,
para ver si lo que provoca en ti esa vivencia (pensamiento, sensaciones, imágenes) te
agranda tu parte golpeada o si, por el contrario, como si la sanara, y te ensañe a vivir en
plenitud. Esto junto con el “derrotero”, con la escena final: si eso que estás juzgando
como tu consigna –y lo quieres aún confirmar- te lleva indefectiblemente al
movimiento del reinado de Dios, entonces eso es de Dios. Lo contrario proviene del mal
espíritu. Si te conduce a la imagen del Dios que te revela Jesús, es evidente que es suyo;
y no lo diametralmente opuesto: donde toman fuerza los fetiches. No puedes olvidar
cómo tiendes a responder o estás respondiendo a esa invitación, si con deseos de aliarte
a ella o por el contrario. El momento de cotejar es muy importante porque te ayuda a no
perderte. Aquí el papel de quien te acompañe es de gran valor.
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Porque aunque el enemigo se presente con sus dos típicas tácticas: descarado o
enmascarado, a ambas posturas suyas, la consigna las erradica.
Por esta razón, no puedo brindarte ciertas líneas que tienen que ver con la
metodología de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. Tú te habrás dada
cuenta, que en definitiva he estado haciendo énfasis en que el proceso espiritual precisa
de un crecimiento personal donde se superen las partes oscuras del corazón y se aprenda
a vivir en libertad y disponibilidad. La práctica primera de Ignacio en esto fue muy
exigente. Al mismo Francisco Javier le hizo esperar casi dos años antes de ofrecerle la
experiencia de los Ejercicios. Esta preparación es necesaria. En el modo como te
planteo el discernimiento te he dicho que es básico. Más aún, es que si no se hace este
trabajo previo es casi llevarte a que te compliques más la vida, ya que se pueden
confundir mucho las cosas si no te sabes ubicar en la diferencia de los procesos
humanos psicológicos de los espirituales; pero también en la incidencia e interrelación
de ambos.
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Los EE comienzan con el llamado Principio y Fundamento donde quien los
hace pone sobre la mesa toda la vida que trae; sus luces y sombras. En el fondo es un
llamado a expresar quién soy y qué pretendo. Esto para compararlo con lo que también
Dios piensa sobre la humanidad, sobre la historia, sobre mí. Es un momento de mucha
aclaración mutua. Es precisamente aquí en donde haberse trabajado a nivel psicológico
es de vital importancia. El sueño personal, por así decirlo, se coteja con el sueño de
Dios. La tónica que se crea es de una vivencia positiva. El código psicológico
empleado por Ignacio es provocar la libertad de toda atadura –y eso genera alegría
profunda- y disponibilidad, a la que él llama indiferencia. El código de compromiso, va
a consistir en ganar la libertad, precisamente en los bienes materiales como también en
otras áreas de nuestras sombras: que me de lo mismo riqueza que pobreza, salud que
enfermedad, vida larga que corta… Sólo deseando y eligiendo lo que más conduzca al
designio para el que fuimos creadas y creados…
Una vez preparado el corazón, habilitada así la persona, Ignacio comienza con la
contemplación del Reino que trabajó con un lujo enorme de detalles. Ahí lo que quiere
es que quien hace ejercicios experimente –oiga- el llamado de Jesús, En nuestra
presentación proponemos a Jesús como crucificado en la historia, pidiéndonos ser
socorrido. En la diversidad de respuestas al llamado, lo que se fomenta es el deseo de
ofrecerse a grandes tareas de gran importancia y trascendencia. Para esto se provoca la
santa emulación –como tecla psicológica- en comparación a otras personas que quizás
se dejan afectar más por el llamado para realizarlo en la historia. El código de
compromiso es presentarme el proyecto del Reino con todas las implicaciones que
tiene: del compartir del vivir en austeridad, del comenzar a sentir las amenazas por
proponer un proyecto a todas luces contra el des- orden del mundo.
Al terminar esta contemplación del Reino, quien hace los ejercicios es invitado a
hacer su oblación en donde Ignacio hace que intervenga la racionalidad, los deseos y la
voluntad: quiero, deseo y es mi determinación deliberada… Como si se diera todavía la
posibilidad de creer que soy yo quien me lanzo… En seguida, acompañar el proceso de
la vida de Jesús para que su persona y su proyecto lleguen a convertirse en pasión
nuestra. Ignacio hace que pasemos por todos los momentos más importantes en la vida
de Jesús desde la Encarnación hasta la última cena básicamente. El código psicológico
que va a tocar todo esta temática es la del enamorarse de Jesús y su proyecto, desde la
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sensibilidad de las contemplaciones a las que se da más importancia que a las
meditaciones. Por esa razón la petición continua en esto que pudiera durar unos doce
días es pedir conocimiento interno de Jesús para más amarle y seguirle. El código de
compromiso es notar la radicalidad de Jesús en su nacimiento, en sus predilectos, en sus
palabras y denuncias. Pero después de pocos días, de haber comenzado este camino, se
detiene este proceso de aprender a nacer y crecer con Jesús. Vienen tres momentos muy
importantes.
El primero se debate en torno a dos banderas: las del Mal y las de Jesús y su
reinado. Se desglosa lo que significa cada una de esas banderas y luego, justo cuando
quien hace ejercicios estaría dispuesto a ofrecerse y colocarse en la bandera de Jesús, lo
que se ayuda a comprender es que lo único que puede cada quien hacer es “pedir que el
Señor nos coloque bajo su bandera”. Con esto se termina todo voluntarismo y semi-
pelagianismo de pretender que en lo espiritual podemos hacer algo. Aquí se trabaja la
racionalidad para percatarse que debe haber claridad en todo: en los vectores que nos
tironean y cuál debe ser lo que realmente podemos hacer: la pasiva actividad. El código
de compromiso aquí es que nos demos cuenta de que no es posible tener terceras
posiciones en su seguimiento que es radical y tiene como escaleras donde la pobreza, la
renuncia y al poder de este mundo es básico.
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vida regalada en un amor rosa, sino a acompañar a la persona amada que está en toda
persona que sufre.
Con una experiencia de ese tipo, acompañada, y con los métodos de oración
como la contemplación y la meditación, y la evaluación, se tiene al final lógicamente
una espiritualidad con unos rasgos muy bien delimitados. El modo de orar que implica
el discernimiento exige de un modo también de oración que no es que excluya otras,
sino que se concentra en un modelo que exige tiempo de silencio, recuperación de lo
obtenido y concatenación de la temática, al hilo de lo aprendido en los EE. No
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podemos olvidar que el discernimiento es el método que precisa de una metodología
que son las experiencias de EE y del compromiso histórico.
Precisamente esto es lo que se pretende en los Ejercicios. Quien tiene este tipo
de metodología, y quien aprende a discernir se va percatando de que el derrotero, el
criterio de todo lo que es de Dios lleva necesariamente a la construcción del Reinado,
como meta, como ilusión y pasión, como evaluación finalmente de todo. Pero en este
discernimiento y en su cuna –los Ejercicios- es pasión por la persona de Jesús y de su
proyecto; nunca aislados. Esa pasión por la misión nos lleva a no sólo querer hacer
cosas buenas, sino ir a donde haya más necesidad, atender obras en donde se dirime el
nombre de Dios; en donde su gloria está en peligro, porque hay sufrimiento de las
personas y para que haya gloria de Dios, tienen que tener vida digna las personas –
glosando a Ireneo-.
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Epílogo
El discernimiento como camino creyente
Con todo lo que te he compartido quizás puedas comprender por qué decimos
que el discernimiento es camino para la fe; o camino para expresarla. La fe nuestra
primero que nada es un don; podemos pedir que se aumente pero no podemos
conquistarla. Es un proceso de combinar esfuerzos humanos, que te permitan después
soltar confiar y dejarte llevar en lo espiritual. La fe cristiana supone el ejercicio -eso sí-
de una fe en las personas, de confianza, de modelos de por qué creer. Claro está que
precisamente porque la fe es un regalo, puede suceder que aunque la vida no te haya
dejado resquicios para creer en nada ni en nadie, puedes recibir la gracia de creer que
Jesús es consuelo, compañero, salvador que te invita a participar del proyecto más
importante de la historia; su reinado.
La fe cristiana es típicamente una fe con obras, es decir, que quien cree debe
actuar de manera congruente. Y estas obras son obras de justicia, de misericordia, de
solidaridad. Tenemos muchos textos que nos orientan por este lado. Lo que casi nunca
ponemos atención es que a veces lo que se nos regala es la fe; pero a muchas personas
lo que se les regala es el poder ir haciendo las obras de Dios –aunque no lo conozcan-
En definitiva ambas cosas se implican, y a la larga el ir haciendo las mismas obras de
Dios es lo que salva.
La gran paradoja es que a veces no tenemos fe, pero tenemos una capacidad
inmensa de hacer el bien; de dar la vida por otras personas y no conocemos al verdadero
Dios, ni la imagen real de Jesús. Por la mala transmisión que a veces hacemos las
instituciones eclesiásticas, la vida religiosa… Pero hay unas obras que sin querer ya son
actos de justicia y misericordia, al modo de Jesús, y esto es lo que finalmente importa.
Esto va en la tónica del Juicio de las Naciones de Mateo. Se dio de comer, se vistió a
quien andaba sin ropa; se visitó a quien estaba doliente… Y allí estaba Jesús y nunca lo
supieron: sus obras eran ya, sino motivadas, sí sustentadas por su influjo misterioso; por
la acción de la Rúah, de la Santa Espíritu que sopla por donde quiere.
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