Papiro de Turin - Piedra de Palermo PDF

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El paso del tiempo y el recuerdo

del pasado en el antiguo Egipto

JOSÉ MANUEL GALÁN


Instituto de Filología. CSIC. Madrid

RESUMEN

En el antiguo Egipto existían dos percepciones distintas, pero complementarias, sobre


el paso del tiempo: una cíclica, propia de un contexto religioso, y otra lineal, propia de
un contexto laico o civil. Pero ambas percepciones implicaban una constante mirada hacia
el pasado, bien por considerarlo un modelo a seguir en el presente, o bien por tomarlo
como referencia para su superación irreversible. El uso político de la historia contribuyó
mucho a mantener vivo, a la vez que transformar, el pasado en el presente; como lo
hizo la conveniencia personal en los relatos autobiográficos y hasta en obras de ficción.
Ante tanto recurso al pasado y a la historia, puede uno preguntarse por qué entonces no
surgió en Egipto la historiografía. La respuesta pudiera estar en que la sociedad no la
necesitaba, ya que precisamente vivía rodeada de textos históricos, dotados además de
instrumentos propios de veracidad.

Palabras clave: Tiempo religioso. Tiempo civil. Historia política, Listas de reyes. Textos
autobiográficos, Obras de ficción, Historiografía.

SUMMARY

In Ancient Egypt one finds two different yet complementary perceptions of the passage
of time: one cyclical, characteristic of a religious context, the other linear, distinctive of
a secular, civil context. However, both perceptions implied a permanent look onto the
past, either because it was taken as a model for the present or because it was regarded
as a standard that needed to be surpassed. The political use of history did much for keeping,
and transforming, the past in the present; as did personal convenience when it came to
autobiographical narratives and even the composition of works of fiction. Given this major
concern for the past and for history, one might ask why then history as a scholarly dis-
cipline failed to emerge in the land of the Pharaohs? The answer to this question might
be that Egyptian society felt no need for such scholarly endeavor, precisely because it
developed surrounded by historical texts, which even included Instruments to check on
their truthfulness.

Key words: Religious Time, Secular Time, Political History, Lists of Kings, Autobiographical
Texts, Works of Fiction, History as a Scholarly Discipline.

RDTP, LIX, 1 (2004): 37-55

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38 RDTP, LIX, 1, 2004 JOSÉ MANUEL GALÁN

La percepción del tiempo es y ha sido desde antiguo una sensación sub-


jetiva, sujeta a múltiples factores. El paso del tiempo, por mucho que se
empeñen en definirlo los individuos y los distintos grupos y culturas que han
existido y existen, por mucho que lo cuantifiquen, subdividan y calculen, es,
efectivamente, un valor relativo.
En el antiguo Egipto, desde los comienzos de su historia, allá por el año
3000 a. C, convivían dos percepciones bien distintas y casi excluyentes so-
bre el transcurrir del tiempo. Como en tantos otros aspectos de la cultura
egipcias las distintas percepciones de una misma realidad no compiten en-
tre sí, sino que tienen la finalidad de complementarse unas a otras para cu-
brir los múltiples aspectos de una realidad compleja como es, en este caso,
la percepción del paso del tiempo. Es el momento y el lugar en el que se
encuentra un individuo, sus circunstancias, su contexto, lo que le hará perci-
bir el tiempo, bien como un "eterno retomo" (Serrano 2001) —es decir, como
un ciclo que se repite periódicamente— o bien como una línea que avanza
hacia el infinito y en la que cada momento es original y distinto a todos los
demás.

CONCEPCIÓN CÍCLICA DEL PASO DEL TIEMPO

Los antiguos egipcios observaron que los cambios que se efectuaban en


la naturaleza seguían unas pautas cíclicas. Los astros del cielo, la vegetación,
la inundación del Nilo, etc., experimentaban un continuo desaparecer para
volver a aparecer después, ocultarse para volver a salir, morir para revivir.
En el hombre, los cambios o transformaciones cíclicas se aprecian de una forma
menos obvia. Es, tal vez, en el ámbito del deseo donde el hombre liga su
existencia al retomo a una etapa anterior desaparecida, alimentando la espe-
ranza de que tras su muerte física volverá a nacer en el Más Allá, en una
especie de paraíso donde todo seguirá siendo como idílicamente era antes.
Por ello, la concepción cíclica del tiempo aparece reflejada en textos de
carácter funerario y religioso, y muy rara vez en inscripciones conmemorati-
vas de tipo laico o político^.

^ Como puede ser el carácter divino y a la vez humano del faraón, o el lugar
donde vivirán las personas después de su muerte física, si en el cielo (acompañando al
sol o junto a las estrellas imperecederas) o bajo tierra.
^ El carácter cíclico del tiempo está muy presente en todo lo que atañe a la mo-
narquía, pero ello tiene más que ver con el carácter ritual y religioso de la institución
que con el aspecto humano del rey.

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CONCEPCIÓN LINEAL DEL PASO DEL TIEMPO

La percepción del transcurrir del tiempo como una línea recta que avan-
za continuamente hace que el ser humano se distancie inexorablemente de
sus antepasados, de las acciones y modos del pasado. El olvido del pasado
se convierte así en una continua amenaza, que los egipcios combatían con
el ejercicio de la memoria, apoyándose en la tradición oral y en las inscrip-
ciones grabadas en piedra.
La valoración del pasado también variaba según el contexto. Por un lado,
en ocasiones primaba el pensamiento de que "cualquier tiempo pasado fue
mejor", pero no el ayer, sino el pasado lejano; cuanto más remoto, más
modélico era. Otras veces, el ayer era percibido como susceptible de ser
mejorado, y se presentaba el tiempo presente e incluso el futuro como una
superación de la etapa anterior.

EL CONTEXTO RELIGIOSO

En un contexto religioso, el origen y la tradición eran exaltados, recorda-


dos y emulados constantemente: es en los primeros momentos, en el co-
mienzo, donde se encuentra el estado perfecto de las cosas. El paso del tiem-
po lo único que produce es que las objetos se deterioren y las ideas y modos
de actuar se desvirtúen. Los textos hacen referencia al origen con la fórmula
sp tpi, "la primera vez", y aluden al comienzo de los tiempos con la expre-
sión "en el tiempo/época de Ra" o "en el tiempo/época de Horus", pues se
creía que al comienzo de la existencia vivieron y reinaron los dioses sobre la
tierra (Baines 1989).
Uno de los aspectos más interesantes del famoso Papiro de Turín (Gardiner
1959), compuesto en tomo al año 1200 a. C, es que antes de mencionar al
primer rey de Egipto, llamado Meni (= Narmer), el texto hace referencia a
una serie de divinidades que supuestamente habían ejercido la realeza sobre
la tierra antes que los hombres. Sus nombres fueron escritos dentro de los
característicos "cartuchos reales": Geb, Osiris, Seth, Horus, Tot, Maat, etc. (véase
fig. 1). Según el autor del papiro, Horus había reinado al menos 300 años y
Tot lo había hecho durante 7.726 años. Después de las divinidades, el texto
continúa haciendo referencia a los reinados de una serie de "espíritus", entre
los que se encuentran los legendarios "seguidores de Horus". El listado de
los reyes humanos de Egipto comienza sin ningún tipo de interrupción o señal
que los separe de la etapa "divina" anterior. Así, en un texto de carácter
supuestamente práctico, originado probablemente en un contexto adminis-
trativo, la recogida por escrito de la realidad deja sitio a la mitología, y es

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FIGURA 1.—Papiro de Turín. Comienzo del listado de reyes de Egipto, mencionando


el reinado de los dioses Osiris, Seth, Horus, Tot, Maat, etc.

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que historia y mitología e historia y ficción no eran conceptos antagónicos ni


excluyentes en el antiguo Egipto.
Una inscripción conmemorativa de la dinastía XVIII hace referencia a las
campañas que, en torno al año 1450 a. C, el rey Tutmosis III llevó a cabo
por Siria-Palestina, diciendo (Helck 1955: 1246):

Cada vez que Su Majestad regresaba, habiendo sucedido su ataque con valor y
victoria (es decir, habiendo vencido), él hacía que Egipto fuera como cuando Ra
estaba en él como rey [...]^.

La narración mítica más antigua conservada en Egipto, la "Destrucción


(parcial) de la humanidad", fechada en torno al año 1300 a. C, ha llegado
hasta nosotros en tres versiones, escritas sobre las paredes de las tumbas de
los reyes Seti I, Ramsés II y Ramsés III (Maystre 1941, Hornung 1982). Sin
embargo, el hecho de que la lengua utilizada en las redacciones sea "egip-
cio clásico" iversus "neo-egipcio") permite suponer que el texto tuvo su origen
en una época anterior, poco después del año 2000 a. C. El comienzo sitúa
la acción al comienzo de los tiempos, cuando los dioses reinaban sobre la
tierra:

Ocurrió [en los tiempos] de Ra, quien se creó a sí mismo, cuando era rey de los
hombres y de los dioses a la vez. Los hombres comenzaron a confabular contra Ra.
Por entonces, Su Majestad —¡que viva, prospere y tenga salud!— era ya un ancia-
no, sus huesos eran de plata, su cuerpo de oro y su pelo de verdadero lapislázuli.
Estando Ra meditando sobre la confabulación de los hombres, Su Majestad —¡que
viva, prospere y tenga salud!— dijo a los dioses que le acompañaban: ...^.

Para acceder y conocer el pasado —cuando las cosas eran supuestamen-


te como debían ser—, la consulta de los libros en las bibliotecas o archivos
de los templos era el mejor recurso (Schott 1990). El texto elaborado por
los sacerdotes de la ciudad de Menfis sobre la creación del cosmos, por ejem-
plo, se conserva en una inscripción grabada en una losa de piedra^ durante
el reinado de Shabaka (712-698 a. C). A pesar de que los principales aspec-
tos de la "teología menfita" aparecen reflejados en textos 1500 años antes,
en los denominados "Textos de las pirámides", el esfuerzo conservador y
restaurador de este faraón de origen cushita (= sudanés) hizo posible que
haya llegado hasta nosotros una versión narrada (Diego Espinel 2004). La ins-
cripción comienza informando sobre lo siguiente:

3 Las palabras entre paréntesis no pertenecen al texto que se traduce, pero son
necesarias en la traducción para que el texto tenga sentido en la lengua moderna.
^ Las palabras entre corchetes son reconstrucciones del texto en partes dañadas.
5 Museo Británico 489-

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Entonces, Su Majestad copió este documento nuevamente en la casa de su padre


(el dios) Ptah-al-sur-de-su-muralla. He aquí que Su Majestad lo encontró como sus
antecesores lo hicieron, (pero) estando devorado por los gusanos. (Así,) no se conocía
(completamente) de principio a fin. [Su Majestad hizo entonces que se copiara] de
nuevo, quedando éste mejor que como estaba antes, para que su nombre (Shabaka)
perdurara...

Una estela en el templo de Osiris en Abidos^, erigida por un rey llama-


do Neferhotep ica. 1600 a. C), informa de la existencia y consulta de docu-
mentos relacionados con el culto, con el fin de conocer y recuperar la ma-
nera de hacer las cosas en el pasado, pues se entendía que ésa era la forma
correcta (Helck 1975):
Su Majestad se dirigió a los nobles, a los cortesanos, a su séquito, a los escribas de
jeroglíficos^ y a los encargados de todo lo reservado: "Es mi deseo ver los libros
(más) antiguos, (de la época) de Atum. Abrid para mí el gran archivo. Dejadme
conocer la apariencia de la divinidad, la forma de los dioses, (para que así) yo
pueda realizar ofrendas divinas, abastecer los altares. (Dejadme) que yo conozca a
Dios físicamente y pueda moldearle como era en un principio (...).
Los cortesanos respondieron: "Lo que tu ka ordena es lo que sucede, oh sobe-
rano, mi señor. Prosiga Su Majestad a la biblioteca y vea Su Majestad todos los
jeroglíficos".
Fue Su Majestad a la biblioteca y, cuando abrió los libros junto con los corte-
sanos, encontró los libros del templo de Osiris-primero-de-los-occidentales, señor
de Abidos.
Su Majestad les dijo a los cortesanos: "Mi Majestad salvaguardará a mi padre
Osiris-primero-de-los-occidentales, señor de Abidos. Le moldearé junto a su Eneada
(== agrupación de dioses) como he observado en sus libros, con apariencia de rey
de Egipto surgiendo del vientre de Nut".

Las "Instrucciones para el rey Merikaré"^ ica. 2100 a.C.) incluyen al co-
mienzo un consejo sobre el valor de la sabiduría; ésta se adquiría prestando
atención a los antecesores, a la tradición, la cual se conserva recogida en los
libros (Helck 1977, Quack 1992):
Sigue a tus padres, a tus ancestros [...]. Sus palabras están en los libros. Ábre(los)
y lee, sigue al conocimiento. (Incluso) el artesano se convertirá en sabio.

E L CONTEXTO CIVIL

Si bien en un contexto religioso se ha de volver la vista atrás para hallar


lo modélico, en un contexto laico o civil se ensalzaban los éxitos presentes

6 Museo de El Cairo Jd'E 35256.


^ Literalmente "palabras de la divinidad."
^ Papiro San Petesburgo 1116A, III 11- IV 1.

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sobre los del pasado. En la vida cotidiana, profesional y política, cada indivi-
duo, cualquiera que fuera su ocupación, se afanaba por superar a sus antece-
sores, por que sus acciones fueran más lejos o resultaran ser más perfectas
que las que le habían servido a él de guía. Así, Sesostris III ica. 1750 a.C.)
levantó dos estelas gemelas^ junto a la Segunda catarata del Nilo, límite
meridional de su autoridad, cuya inscripción comienza reflejando el afán del
rey por consolidar y superar lo realizado por sus predecesores (Janssen 1953,
Eyre 1990, Parkinson 1991).

Año dieciséis, tercer mes de la estación Peret: estableciendo Su Majestad la fronte-


ra sur hasta Heh (=» Semna). He establecido mi frontera habiendo sobrepasado río
abajo a mis predecesores. He superado lo que se me había encomendado. Yo soy
el rey, quien habla y actúa; lo que mi corazón concibe es lo que acontece por
medio de mi acción...

LA CONSTANTE MIRADA AL PASADO

Pero tanto si el pasado (remoto) se percibía como un momento idílico,


perfecto, como si el pasado (reciente) se percibía como un momento en el
que las cosas eran susceptibles de ser mejoradas, los antiguos egipcios mira-
ban constantemente hacia atrás. Eran conscientes de que para entender su
realidad debían conocer el pasado, pues el estado de las cosas en el mo-
mento presente era consecuencia de la situación anterior. En cualquier as-
pecto de la vida, el pasado daba sentido al presente. De ahí el interés de
los individuos por "recordar" su pasado. Esta mirada retrospectiva, entre otras
razones, dio origen al género autobiográfico (Assmann 1983, Gnirs 1996) así
como al interés de los individuos por mencionar o representar a sus ancestros
en inscripciones y relieves, sobre todo dentro de un contexto funerario.
La finalidad de las inscripciones autobiográficas emplazadas dentro de las
tumbas, y en casos excepcionales en templos, era dotar al individuo de un
curriculum que le sirviera de argumento y justificación para superar su jui-
cio final y acceder así a una vida eterna en el Más Allá. Por otro lado, como
la vida del individuo en cuestión se consideraba ejemplar, se grababa en piedra
para que resistiera el paso del tiempo, para que fuera recordada y pudiera
así influir también sobre las generaciones venideras ^^.
Generalmente, las referencias genealógicas en las inscripciones autobio-

9 Berlín 1157.
*^ Sobre la posibilidad de aprender de experiencias pasadas (asumiendo que pue-
den surgir situaciones similares con el paso del tiempo), o que, por el contrario, cada
situación es única y, por tanto, las experiencias pasadas no sirven para aprender, véase
Vemus (1995).

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gráficas o en las escenas en relieve o pintura que decoran las paredes inte-
riores de las tumbas se ciñen a la mención del nombre del padre y de la
madre, no pocas veces acompañada por la representación de ambos com-
partiendo un banquete funerario. En algunos casos, la narración de las accio-
nes llevadas a cabo por el autor, narrador y protagonista del texto van pre-
cedidas por un breve excursus sobre una actividad del padre que, de alguna
forma, explica e introduce lo que se narra a continuación.
Un fragmento de la extensa biografía de Harjuf ica. 2250 a.C.) sirve para
ilustrar este fenómeno (Sethe 1933: 123-27). La inscripción fue grabada en
la fachada de su tumba, excavada en la falda de una colina en el distrito de
Asuán, lugar hoy llamado Qubbet el-Hawa, y comienza diciendo:

El portador del sello bit, amigo único, sacerdote lector, supervisor de intérpretes,
el venerado ante Ptah-Sokar, Harjuf, dice: "La majestad del rey Merenra, mi Señor,
me envió, junto con mi padre, amigo único y sacerdote lector, Iri, a la tierra de
Yam (al sureste de Asuán), con el fin de abrir camino hacia esa tierra. Lo realicé
en siete meses. Traje de allí toda clase de productos valiosos y exóticos, y fui
recompensado enormemente por ello. Su Majestad me envió una segunda vez, yo
solo, ...

La autobiografía del almirante Ahmose, inscrita poco antes del año 1500
a.C. sobre las paredes interiores de su tumba rupestre en el-Kab (Lepsius
1849-1859: III, 12; Sethe 1930: 1-10; Lichtheim 1973-1980: II, 12-15), co-
mienza también haciendo alusión al servicio prestado por su padre a la Co-
rona, mostrándose él como el continuador de una tradición y, al mismo tiempo,
como alguien capaz de superar las acciones de su inmediato antepasado.

Yo crecí en la ciudad de Nejeb (= el-Kab), siendo mi padre un soldado del rey de


Egipto Seqenenra —(santo) inocente—. Baba hijo de Rainet era su nombre. En época
del señor de las Dos Tierras Nebpehtira (= Ahmose) —(santo) inocente— hice de
soldado en su lugar en el barco "El toro bravo". Yo era todavía un adolescente, no
había tomado aún esposa y dormía en pañales.
Habiendo fundado ya una casa, fui tomado para el barco del norte debido a mi
valentía. Seguía al soberano a pie cuando marchaba sobre su carro. Cuando la ciu-
dad de Avaris era sitiada, fui un valiente de pie junto a Su Majestad ...

Las "Listas de reyes", es decir, la sucesión por orden cronológico de los


nombres de una serie de monarcas que ocuparon el trono de Egipto en el
pasado, están atestiguadas desde casi los comienzos de la historia en Egipto.

— En tomo al año 3000 a. C, la impronta de un cilindro sello recoge


por orden los nombres "Horus" de los cinco primeros reyes de la
historia de Egipto: Narmer, Aha, Djer, Wadj y Den, seguidos por la
mención a la reina madre Mer-Neith (Dreyer 1987: 36).

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— Un plato ceremonial hallado en la pirámide escalonada del rey Zoser,


de la dinastía III (Lacau y Lauer 1959-61: 8-17), fue grabado con los
nombres "nesut-biti" de los últimos cuatro reyes de la primera dinas-
tía: Semty (= Den), Meribpen (= Adjib), Nebti-Semsu (= Semerldiet),
Nebti-Kaa (= Kaa).
— Una pequeña estatuilla de granito, de 39 cm. de altura, representan-
do a un particular de rodillas y con las manos sobre sus muslos en
actitud orante, de nombre Hetepdief, hijo de Meri-Yehuty, tiene gra-
bado sobre el hombro derecho los nombres "Horus" de los tres pri-
meros reyes de la dinastía II: Hetepsekhemuy, Raneb y Ninetcher,
precedidos de la representación de un fénix sobre un piramideon.
Por el estilo de la escultura, la pieza puede fecharse a finales de la
dinastía IIP^
— La famosa "Piedra de Palermo" (figura 2), que probablemente fuera
inscrita en la dinastía V, en tomo al año 2300 a.C, recuerda los nom-
bres de los reyes de Egipto desde el comienzo de la monarquía has-
ta entonces, y cada uno de los años transcurridos es nombrado por
un evento sobresaliente que le caracteriza y por el nivel alcanzado
por la crecida del Nilo (Wilkinson 2000).

La composición de listas con los nombres de reyes anteriores no tenía


exactamente la función de recordar el pasado para ensalzarlo o para mostrar
cómo había sido superado, sino que servía para conectar el presente con un
determinado pasado y, así, legitimar una situación que pudiera ser cuestiona-
da. Con las "Listas de reyes" el presente busca su razón de ser, su justifica-
ción, argumentando su vínculo con un pasado incuestionable, ya casi mitificado
por el paso del tiempo.

SELECCIÓN DEL PASADO EN FUNCIÓN DEL PRESENTE

Una sociedad o un determinado grupo dentro de una sociedad, motivado


por presiones extemas o ambiciones internas, puede sentir la necesidad de
constmir una identidad común en un determinado momento. Por otro lado,
el distanciamiento del pasado y su consiguiente olvido puede también moti-
var que, en un momento de crisis de identidad, una sociedad o un individuo
emprenda la tarea de reconstmir su pasado.
En el siglo xin a.C. se observa un mayor énfasis en el culto a los ancestros
(Demarée 1983) y las genealogías, tanto de los monarcas como de los parti-
culares, se retrotraen más y más y reciben una mayor importancia. En una de

" Museo de El Cairo, fE 34557.

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FIGURA 2.—^Piedra de Palermo. Listado de los primeros reyes de Egipto,


mencionando año por año un acontecimiento singular y la altura
alcanzada por la crecida del Nilo.

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las salas del templo de Abidos dedicado al dios Osiris, el faraón Seti I, acom-
pañado de su hijo, el príncipe y futuro rey Ramsés (II), se presenta ante una
lista de los reyes de Egipto, desde el primero, Meni, hasta el propio Seti I,
para ofrecerles las ofrendas típicas de los dioses y de los difuntos. En total
son setenta y seis "cartuchos reales" con los nombres de los predecesores en
el trono de Egipto. Pero la lista no está completa, pues numerosos reyes han
sido omitidos, principalmente aquellos que habían reinado en periodos de crisis
interna y división del territorio. También quedaron fuera los que eran consi-
derados ilegítimos y/o heterodoxos, como fueron la reina Hatshepsut y el
innovador religioso Akhenaton. A esta lista de reyes se suman otras inscritas
en tumbas de particulares en Deir el-Medina (figura 3) y en Saqqara (Kemp
1989) y en el famoso Papiro de Turín, mencionado más arriba.
El hecho de que la mayoría de las listas ordene a los reyes en el correc-
to orden cronológico refleja la costumbre egipcia de mantener registrado en
archivos todo lo que tuviera que ver de una forma u otra con la administra-
ción y con la historia de la institución (Redford 1986). Por otro lado, la se-
lección del pasado indica que cumplían una función política en el momento
de su composición.
Cuando se alude al pasado en un escrito, el criterio para seleccionar a
los personajes o los hechos que han de ser recordados depende de la inten-
ción del autor del texto, pues el autor siempre tiene una intención. La ima-
gen que se puede ofrecer del pasado, igual que del presente, es siempre
subjetiva. No existe el relato objetivo, pues el relato será siempre una des-
cripción parcial de la realidad y, por tanto, inevitablemente subjetiva. Por
ejemplo, los "anales" de las campañas conducidas por el rey Tutmosis III en
Siria-Palestina, según reconoce la propia inscripción grabada sobre las pare-

FIGURA 3.—^Tumba de Inherkha en Deir el-Medina. El propietario,


acompañado de su mujer, realiza una ofrenda de incienso
ante los principales reyes de la antigua Tebas.

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des interiores del templo de Amón en Kamak, es tan sólo un extracto de un


extenso informe escrito en cuero o papiro (Sethe 1930: 661-62 y 693):

En cuanto a todo lo que Su Majestad hizo a esta población (Megiddo), a aquel


maldito enemigo junto con su maldita tropa, está registrado por cada uno de ios
días, el nombre de cada expedición, [el nombre] de cada capitán de infan[tería]
[...(todo ello) es más numeroso que lo que se recoge escrito en esta inscripción],
está recopilado en un rollo de cuero en el templo de Amón hasta la fecha.

De igual forma que pueden hacerse presentes personajes y hechos del


pasado mediante su recuerdo, también se puede atentar contra la memoria
de alguien o de algo, pretender que desaparezca su recuerdo, que su exis-
tencia desaparezca del pasado. Así, los egipcios concebían el olvido, el igno-
rar a alguien o el ignorar algo, como un arma contra los enemigos, aunque
éstos formasen ya parte del pasado. Incluso en ocasiones el odio les condu-
cía a borrar de la faz de la tierra cualquier resto de su existencia física. Este
fenómeno se denomina comúnmente damnatio memoriae. El nombre y la
figura de Hatshepsut fueron martilleados en los relieves de los templos, de
su tumba y de las tumbas de sus oficiales veinte años después de que la
reina hubiera muerto. Akhenaton fue condenado al olvido por su "herejía",
pero también Tutankhamon, a pesar de haber sido quien volvió a la ortodo-
xia y reinstauró al dios Amón todos sus privilegios.
La práctica de la damnatio memoriae puede suscitar la pregunta de por
qué molestarse en atentar contra alguien o contra algo que forma ya parte
del pasado. La respuesta es, sin lugar a dudas, porque el pasado existe en el
presente. Los antiguos egipcios, igual que muchas otras culturas antiguas
y contemporáneas, no limitaban la existencia de alguien o de algo al tiem-
po que durase su actividad sobre la tierra; estaba ligada a su pervivencia en
la memoria, pues el recuerdo de alguien o de algo posee la capacidad de
ejercer algún tipo de influencia sobre una o más personas, que es en defini-
tiva lo que caracteriza a la existencia.

FABRICAR Y LEER HISTORL\

La función de la escritura es, en gran medida, posibilitar la comunicación


entre un emisor y un receptor que están físicamente distantes. El distancia-
miento espacial entre emisor y receptor da origen a la correspondencia. El
distanciamiento temporal entre emisor y receptor da lugar a una amplia gama
de textos de carácter testimonial. El hecho de escribir algo supone, en la
mayoría de los casos, la plena conciencia del paso del tiempo, es decir, de
que lo que hoy es presente mañana será pasado.
Esto es todavía más evidente cuando se decide que un texto sea graba-

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do sobre un soporte no perecedero, como en principio es la piedra a dife-


rencia del papiro. La función de las inscripciones sobre piedra es precisamente
vencer el paso del tiempo y otorgarle al individuo la posibilidad de comuni-
carse con audiencias de otros momentos. Así, algunas de las inscripciones
explícitamente señalan que el texto está dirigido a generaciones venideras,
por lo que la intención del autor (directa o indirectamente, consciente o in-
conscientemente) es informar a esas generaciones futuras del pasado más o
menos lejano (en el momento de la composición del texto, todavía el pre-
sente o pasado reciente). Es decir, que, además de celebrar y dedicar un
acontecimiento, una inscripción conmemorativa tenía la pretensión de con-
vertirse en el futuro en una fuente histórica.
La elaboración de una futura fuente histórica implica la presunción de que,
en el futuro más o menos lejano, va a haber alguien interesado en el pasa-
do, en leer sobre acontecimientos de otros tiempos, recuperarlos en el re-
cuerdo o en la memoria y reconstruirlos, lo que supone un primer acerca-
miento a la Historia.
Pero las inscripciones del antiguo Egipto van todavía más allá, e incluyen
en muchos casos la reiteración de que lo que se ha escrito es absolutamente
verdad. Es decir, que el autor que construye una fuente histórica no sólo está
asumiendo que alguien la leerá en el futuro para conocer un aspecto del
pasado, sino incluso que el lector se cuestionará y podrá llegar a dudar de la
autenticidad de los hechos narrados en la inscripción. La actitud del autor hacia
el potencial lector de su texto está revelando así, indirectamente, la existen-
cia del lector crítico de las fuentes históricas; esto es, está constatando la
existencia de "historiadores primarios" ^^ en el antiguo Egipto (Galán 2002:
13-19).
En la inscripción que mandó grabar la reina Hatshepsut ica. 1470 a. C.)
sobre la base de uno de los obeliscos que flanqueaban la entrada al templo
de Karnak, se asume que el receptor del mensaje escrito pertenece al futu-
ro y que el receptor se cuestionará la veracidad de los hechos transmitidos
(Sethe 1930: 364, 365, 368):

El rey en persona dice: «Yo (lo) he colocado delante de los fieles, los que existi-
rán en el futuro, aquellos cuyos corazones pasarán por este monumento que yo he
hecho para mi padre (el dios Amón), aquellos cuyas palabras resonarán, los que
presencien el porvenir [...]. Mi corazón estaba entonces anticipándose, consideran-

^^ Habiendo puesto en duda la veracidad de los hechos narrados en una fuente


histórica, el "historiador secundario" (del que no nos han quedado noticias en el anti-
guo Egipto) buscaría otras fuentes de información para corroborar los hechos expues-
tos, o buscaría indicios dentro de la propia fuente que sirvieran para discernir la "ver-
dad" de la "ficción".

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do las palabras de la gente, de los que verán mi monumento tras (muchos) años,
de los que hablarán sobre lo que yo he hecho. Guardaos de decir: 'No lo sé, n o
sé por qué se ha hecho esto' [...]. Tanto el ignorante como el sabio lo saben. Y el
que escuche esto que no diga que es mentira lo que yo he dicho, sino que diga:
'Cuan exacto es esto, cuan verdad es, delante de su padre (Amon)'».

En un pasaje de los famosos "anales" de Tutmosis III, incluso se le indi-


ca al lector a dónde puede acudir para verificar lo anteriormente expuesto o
para conocer más detalles. Refiriéndose al tributo que su tropa había recau-
dado de los vasallos del faraón en Siria-Palestina, el texto dice (Sethe 1930:
693) que:

era más numeroso que cualquier otra cosa que la tropa de Su Majestad hubiera
conocido, sin mentir. En efecto, está registrado en el diario del palacio real. No se
ha incluido su relación en esta inscripción para no multiplicar las palabras...

La veracidad de los hechos narrados en una inscripción no sólo estaba


avalada por la insistencia del rey (o del particular en el caso de una autobio-
grafía), sino que al estar ubicada la inscripción en un espacio sagrado como
es el templo (o puede ser una tumba), la divinidad allí residente garantizaba
que todo lo escrito en su residencia era cierto. Así se refleja en una inscrip-
ción de Tutmosis III grabada en la cara interior del pilono VI de Kamak (Sethe
1930: 693):

No he pronunciado una proclamación para alardear de lo que he realizado, y decir


que he hecho un asunto cuando Mi Majestad (en realidad) no lo ha hecho. No he
actuado para la gente, y (para que) ello sea proclamado, sino que he realizado
esto para mi padre [el señor de los dioses... Él no pasa por alto el que] se men-
cione un asunto que no se haya hecho, puesto que él conoce el cielo y conoce la
tierra, y observa la tierra entera a la hora. Juro, como que Ra me ama, mi padre
Amén me favorece y mi nariz inhala vida y autoridad, que yo he realizado esto
[de verdad...]

Dicho esto, podemos planteamos un problema de cierta importancia dentro


de la disciplina de la Historia Antigua: la ausencia de historiografía en el antiguo
Egipto, la ausencia de una narración del pasado que reconstruya hechos o
situaciones a partir de la utilización crítica y contrastada de fuentes de infor-
mación. La historiografía nace supuestamente en Grecia y se considera como
una muestra más del avance que supone la civilización griega, la denomina-
da "cultura clásica" por los europeos al norte del Mediterráneo. Si en efecto
esto es así, cabe preguntarse por qué en Egipto no surgió esta disciplina y
por qué sí en Grecia. Si el hombre funciona e innova movido en gran me-
dida por estímulos o sentimientos de necesidad, como creo que así es, po-
dría formularse la hipótesis de que el hombre y la sociedad del antiguo Egipto
no necesitaba de la historiografía. ¿Por qué no se necesitaba de la historiografía

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en el antiguo Egipto? Una solución a este enigma podría ser que la sociedad
egipcia vivía rodeada de fuentes históricas, de relatos del pasado cuya vera-
cidad era rápidamente ratificada por elementos internos del texto (asevera-
ciones y juramentos por parte del autor sobre la veracidad de lo expuesto)
y por elementos extemos al texto (el contexto sagrado en el que se ubica-
ban). Para reconstruir el pasado, el hombre egipcio sólo tenía que leer las
inscripciones en los templos o en las tumbas.

HISTORIA Y FICCIÓN

El pasado que los antiguos egipcios se esforzaban en mantener vivo en


su memoria no sólo consistía en recordar la sucesión de los reyes de Egipto
o en cuidar más o menos celosamente (según las épocas) sus monumentos
más significativos, sino que consistía también, por ejemplo, en preservar el
modo de conducir los rituales, la forma de elaborar las estatuas, y en trans-
mitir a las generaciones venideras las más prestigiosas obras literarias y sus
autores. El conocimiento de la cultura del pasado era para los antiguos egip-
cios el síntoma más claro de la cultura de una persona y de una sociedad en
el presente.
Un relieve proveniente de una tumba en Saqqara de la dinastía XIX mues-
tra una sucesión de personajes memorables momificados y, junto a reyes,
visires y sumos sacerdotes, se menciona a varios de los escritores clásicos:
Imhotep, Kaires, Jety y Jajeperraseneb (Yoyotte 1952; Simpson 1973: 354).
En el papiro Chester Beatty IV se encuentra una disquisición sobre cómo la
fama literaria supera a los intentos de ser recordado a través del tiempo
mediante monumentos, o teniendo descendencia^^. El autor menciona los
nombres de escritores clásicos, cuya memoria no había caído en el olvido
(Gardiner 1935: 38-39; Galán 2000: 6-7).

En cuanto a los escritores famosos desde los tiempos justo después de los dioses,
los que anunciaron lo que iba a suceder, sus nombres permanecen para la eterni-
dad. Habiéndose marchado, habiendo completado sus vidas, todo su linaje ha sido
olvidado. Ellos no se hicieron para sí tumbas de cobre, con estelas de metal celes-
te. No supieron dejar descendencia en hijos [suyos] que pronunciaran sus nombres.
Ellos crearon para sí descendencia en libros con las enseñanzas que ellos compu-
sieron [...].
Un hombre fallece y su cuerpo está en el suelo, toda su estirpe ha sido traída
a la tierra. El libro es lo que hace que él sea recordado en boca de los oradores.
Más beneficioso es una obra escrita que una casa construida, que una capilla en el
Occidente; es mejor que un caserón, que una estela en un templo.

15 Museo Británico 10684, verso 2, 5-9; 3, 3-8.

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¿Es que acaso hay alguien aquí como Hordedef ? ¿Hay algún otro como Imhotep?
No ha surgido nadie en nuestra estirpe como Neferty, ni como Jety, el mejor de
ellos. Haré que conozcas el nombre de Ptahemyehuty, el de Jajeperraseneb. ¿Hay
otro como Ptahhotep, o como Kaires? Aquellos que sabían anunciar lo que vendría,
lo que salía de sus bocas ocurría y se encuentra fijado por escrito en sus obras.

Las composiciones de ficción, al igual que las inscripciones con fines


poKticos, recurren al pasado para aludir a una situación presente o influir sobre
una determinada audiencia contemporánea. También los textos literarios re-
construyen y moldean el pasado para adaptarlo a las necesidades del autor
y conseguir sus objetivos. Uno de los textos "clásicos" más copiados en el
antiguo Egipto, obra de uno de los autores recordados en el papiro Chester
Beatty IV, es la denominada Profecía de Neferty, que utiliza, a la manera de
Shakespeare, a un rey legendario del pasado —quien había vivido unos qui-
nientos años antes— para aludir de forma alegórica a la situación que se es-
taba viviendo por entonces en el país^'*. El texto comienza de la siguiente
manera (Helck 1970: 3-15; Galán 2000: 7-8):

Ocurrió cuando la majestad del rey de Egipto Seneferu —(santo) inocente— era
rey benefactor en la tierra entera. Uno de esos días, entraron los magistrados de
la Residencia a palacio a saludar. Salieron, habiendo saludado de acuerdo con su
costumbre diaria.
Su Majestad dijo entonces al portador del sello que estaba a su lado: "Ve y
tráeme a los magistrados de la Residencia que acaban de salir de aquí, de saludar
hoy". Fueron traídos inmediatamente y se postraron ante Su Majestad otra vez. Su
Majestad les dijo:
—¡Camaradas! Os he mandado llamar para que me busquéis a un hijo vuestro
que sea sabio, a un hermano que sea excelso, a un compañero que realice algo
notable, alguien que me cuente algo interesante^^, un discurso escogido que al
escucharlo entretenga a Mi Majestad.
Ellos se postraron de nuevo ante Su Majestad y le dijeron:
—Hay un gran sacerdote lector de Bastet, oh soberano, nuestro señor, cuyo
nombre es Neferty. Es un hombre de valeroso brazo, un escriba de hábiles dedos,
un magnate rico como ningún otro. Que sea traído para que Su Majestad le vea.
Su Majestad dijo entonces:
—Id y traédmelo.
Fue traído inmediatamente. Él se postró ante Su Majestad. Su Majestad dijo:
—¡Oh Neferty, compañero! cuéntame algo interesante, un discurso escogido que
al escucharlo entretenga a Mi Majestad.
—¿Algo que ha ocurrido, o algo que ocurrirá? Oh soberano, mi señor.
—^Algo que ocurrirá. Hoy ya se ha pasado.
(El rey) estrechó su mano hasta un estuche de escritura, tomó un rollo de papiro
y una paleta, y puso por escrito lo que el sacerdote lector Neferty decía.

^^ Papiro San Petesburgo 1116B, 1-17.


^^ El compuesto mdwt nfrwt es frecuentemente interpretado como el equivalente
egipcio para referirse a las "belles lettres.''

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Seneferu fue un rey que pronto se ganaría la reputación de benefactor


para Egipto. Su buena fama llegaría incluso hasta tiempos de Heródoto. Una
suerte contraria sufriría el rey Keops, constructor de la gran pirámide de Giza,
quien se granjearía la fama de rey déspota, muy probablemente por las
exageradas dimensiones de su monumento funerario. Uno de los cuentos del
denominado Papiro Westcar^^ relata cómo el sabio y mago Yedi, extraído
de su entorno humilde y rural por el príncipe Hordedef, es presentado ante
Keops para entretenerle con sus conocimientos (de Buck 1948: 82-85;
Blackman 1988: 11-14; Goedicke 1993: 23-36; Galán 2000: 31-34):
Cuando Yedi fue presentado, Su Majestad dijo:
—Yedi, ¿cómo es que nunca te he visto (antes)?
—Quien es llamado, oh rey, mi señor, es quien viene (a ti). Cuando yo he
sido llamado, yo he venido.
—¿Es verdad lo que dicen, que puedes unir una cabeza cortada?
—Sí, puedo hacerlo, oh rey , mi señor.
—Que me traigan a un prisionero de la cárcel y que sea ejecutado.
—(a lo que contestó Yedi:) Pero no a una persona, oh rey, mi señor. No está
permitido hacer algo así al rebaño (más) distinguido.
Entonces, fue traído un ganso y se le cortó la cabeza. Se colocó al ganso en el
lado oeste del patio y su cabeza en el lado este del patio. Yedi pronunció sus
palabras mágicas, el ganso se levantó y avanzó, y también lo hizo su cabeza. Cuando
se unieron, el ganso graznó. (Luego) trajeron un ave mayor, y lo mismo hizo con
ella. Su Majestad hizo que le trajeran un buey y que se le cortara la cabeza. Yedi
pronunció sus palabras mágicas y el buey se levantó [...].

De igual forma que en los textos literarios se utilizan momentos concre-


tos del pasado como un recurso para potenciar o realzar el mensaje que con
el relato pretendía transmitir su autor (Bjórkman 1964, Posener 1969), tam-
bién las inscripciones conmemorativas, que pretendían convertirse en fuen-
tes históricas, utilizan el pasado para alcanzar un fin concreto en el presente
o en el futuro próximo. Este es el caso de la denominada "estela de la prin-
cesa de Bakhtan" o "estela de Bentresh"^^, escrita en Época Persa o Ptolemaica
pero cuyo autor hace transcurrir la acción bajo el reinado de Ramsés II
(Morschauser 1988; Broze 1989; Lichtheim 1973-1980: III, 90-94). Otra ins-
cripción "pseudoepigráfica" es la denominada "estela del hambre", grabada
sobre una roca en la isla de Sehel, en la Primera catarata, y cuyo protagonis-
ta es el rey Zoser de la dinastía III, a pesar de que el texto se escribiera en
Época Ptolemaica (Barguet 1953; Goedicke 1994; Lichtheim 1973-1980: III,
94-103). El texto pretende retrotraer hasta un monarca legendario la conce-

^6 Papiro Berlín 3033: 9, 1- 11, 3.


^^ Louvre C.284. La estela fue hallada entre ruinas de época greco-romana, junto al
templo de Jonsu en Kamak.

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sión de importantes donaciones y privilegios al templo de Jenum en la ve-


cina isla de Elefantina.
Como en tantos otros aspectos relacionados con la sociedad, con la cul-
tura y con las mentalidades, los textos del antiguo Egipto desarrollan todo
tipo de "juegos" entre lo que supuestamente es parte de la realidad (histo-
ria) y lo que es ficción (mito y literatura), desdibujando la línea divisoria entre
ambas categorías en principio antagónicas. Sus esfuerzos por reconstruir el
pasado y su utilización para la consecución de unos fines concretos en el
presente o en el futuro próximo nos muestra cómo el antiguo Egipto sigue
estando muy próximo a nosotros, formando parte de nuestra cultura.

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