Papiro de Turin - Piedra de Palermo PDF
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RESUMEN
Palabras clave: Tiempo religioso. Tiempo civil. Historia política, Listas de reyes. Textos
autobiográficos, Obras de ficción, Historiografía.
SUMMARY
In Ancient Egypt one finds two different yet complementary perceptions of the passage
of time: one cyclical, characteristic of a religious context, the other linear, distinctive of
a secular, civil context. However, both perceptions implied a permanent look onto the
past, either because it was taken as a model for the present or because it was regarded
as a standard that needed to be surpassed. The political use of history did much for keeping,
and transforming, the past in the present; as did personal convenience when it came to
autobiographical narratives and even the composition of works of fiction. Given this major
concern for the past and for history, one might ask why then history as a scholarly dis-
cipline failed to emerge in the land of the Pharaohs? The answer to this question might
be that Egyptian society felt no need for such scholarly endeavor, precisely because it
developed surrounded by historical texts, which even included Instruments to check on
their truthfulness.
Key words: Religious Time, Secular Time, Political History, Lists of Kings, Autobiographical
Texts, Works of Fiction, History as a Scholarly Discipline.
^ Como puede ser el carácter divino y a la vez humano del faraón, o el lugar
donde vivirán las personas después de su muerte física, si en el cielo (acompañando al
sol o junto a las estrellas imperecederas) o bajo tierra.
^ El carácter cíclico del tiempo está muy presente en todo lo que atañe a la mo-
narquía, pero ello tiene más que ver con el carácter ritual y religioso de la institución
que con el aspecto humano del rey.
La percepción del transcurrir del tiempo como una línea recta que avan-
za continuamente hace que el ser humano se distancie inexorablemente de
sus antepasados, de las acciones y modos del pasado. El olvido del pasado
se convierte así en una continua amenaza, que los egipcios combatían con
el ejercicio de la memoria, apoyándose en la tradición oral y en las inscrip-
ciones grabadas en piedra.
La valoración del pasado también variaba según el contexto. Por un lado,
en ocasiones primaba el pensamiento de que "cualquier tiempo pasado fue
mejor", pero no el ayer, sino el pasado lejano; cuanto más remoto, más
modélico era. Otras veces, el ayer era percibido como susceptible de ser
mejorado, y se presentaba el tiempo presente e incluso el futuro como una
superación de la etapa anterior.
EL CONTEXTO RELIGIOSO
Cada vez que Su Majestad regresaba, habiendo sucedido su ataque con valor y
victoria (es decir, habiendo vencido), él hacía que Egipto fuera como cuando Ra
estaba en él como rey [...]^.
Ocurrió [en los tiempos] de Ra, quien se creó a sí mismo, cuando era rey de los
hombres y de los dioses a la vez. Los hombres comenzaron a confabular contra Ra.
Por entonces, Su Majestad —¡que viva, prospere y tenga salud!— era ya un ancia-
no, sus huesos eran de plata, su cuerpo de oro y su pelo de verdadero lapislázuli.
Estando Ra meditando sobre la confabulación de los hombres, Su Majestad —¡que
viva, prospere y tenga salud!— dijo a los dioses que le acompañaban: ...^.
3 Las palabras entre paréntesis no pertenecen al texto que se traduce, pero son
necesarias en la traducción para que el texto tenga sentido en la lengua moderna.
^ Las palabras entre corchetes son reconstrucciones del texto en partes dañadas.
5 Museo Británico 489-
Las "Instrucciones para el rey Merikaré"^ ica. 2100 a.C.) incluyen al co-
mienzo un consejo sobre el valor de la sabiduría; ésta se adquiría prestando
atención a los antecesores, a la tradición, la cual se conserva recogida en los
libros (Helck 1977, Quack 1992):
Sigue a tus padres, a tus ancestros [...]. Sus palabras están en los libros. Ábre(los)
y lee, sigue al conocimiento. (Incluso) el artesano se convertirá en sabio.
E L CONTEXTO CIVIL
sobre los del pasado. En la vida cotidiana, profesional y política, cada indivi-
duo, cualquiera que fuera su ocupación, se afanaba por superar a sus antece-
sores, por que sus acciones fueran más lejos o resultaran ser más perfectas
que las que le habían servido a él de guía. Así, Sesostris III ica. 1750 a.C.)
levantó dos estelas gemelas^ junto a la Segunda catarata del Nilo, límite
meridional de su autoridad, cuya inscripción comienza reflejando el afán del
rey por consolidar y superar lo realizado por sus predecesores (Janssen 1953,
Eyre 1990, Parkinson 1991).
9 Berlín 1157.
*^ Sobre la posibilidad de aprender de experiencias pasadas (asumiendo que pue-
den surgir situaciones similares con el paso del tiempo), o que, por el contrario, cada
situación es única y, por tanto, las experiencias pasadas no sirven para aprender, véase
Vemus (1995).
gráficas o en las escenas en relieve o pintura que decoran las paredes inte-
riores de las tumbas se ciñen a la mención del nombre del padre y de la
madre, no pocas veces acompañada por la representación de ambos com-
partiendo un banquete funerario. En algunos casos, la narración de las accio-
nes llevadas a cabo por el autor, narrador y protagonista del texto van pre-
cedidas por un breve excursus sobre una actividad del padre que, de alguna
forma, explica e introduce lo que se narra a continuación.
Un fragmento de la extensa biografía de Harjuf ica. 2250 a.C.) sirve para
ilustrar este fenómeno (Sethe 1933: 123-27). La inscripción fue grabada en
la fachada de su tumba, excavada en la falda de una colina en el distrito de
Asuán, lugar hoy llamado Qubbet el-Hawa, y comienza diciendo:
El portador del sello bit, amigo único, sacerdote lector, supervisor de intérpretes,
el venerado ante Ptah-Sokar, Harjuf, dice: "La majestad del rey Merenra, mi Señor,
me envió, junto con mi padre, amigo único y sacerdote lector, Iri, a la tierra de
Yam (al sureste de Asuán), con el fin de abrir camino hacia esa tierra. Lo realicé
en siete meses. Traje de allí toda clase de productos valiosos y exóticos, y fui
recompensado enormemente por ello. Su Majestad me envió una segunda vez, yo
solo, ...
La autobiografía del almirante Ahmose, inscrita poco antes del año 1500
a.C. sobre las paredes interiores de su tumba rupestre en el-Kab (Lepsius
1849-1859: III, 12; Sethe 1930: 1-10; Lichtheim 1973-1980: II, 12-15), co-
mienza también haciendo alusión al servicio prestado por su padre a la Co-
rona, mostrándose él como el continuador de una tradición y, al mismo tiempo,
como alguien capaz de superar las acciones de su inmediato antepasado.
las salas del templo de Abidos dedicado al dios Osiris, el faraón Seti I, acom-
pañado de su hijo, el príncipe y futuro rey Ramsés (II), se presenta ante una
lista de los reyes de Egipto, desde el primero, Meni, hasta el propio Seti I,
para ofrecerles las ofrendas típicas de los dioses y de los difuntos. En total
son setenta y seis "cartuchos reales" con los nombres de los predecesores en
el trono de Egipto. Pero la lista no está completa, pues numerosos reyes han
sido omitidos, principalmente aquellos que habían reinado en periodos de crisis
interna y división del territorio. También quedaron fuera los que eran consi-
derados ilegítimos y/o heterodoxos, como fueron la reina Hatshepsut y el
innovador religioso Akhenaton. A esta lista de reyes se suman otras inscritas
en tumbas de particulares en Deir el-Medina (figura 3) y en Saqqara (Kemp
1989) y en el famoso Papiro de Turín, mencionado más arriba.
El hecho de que la mayoría de las listas ordene a los reyes en el correc-
to orden cronológico refleja la costumbre egipcia de mantener registrado en
archivos todo lo que tuviera que ver de una forma u otra con la administra-
ción y con la historia de la institución (Redford 1986). Por otro lado, la se-
lección del pasado indica que cumplían una función política en el momento
de su composición.
Cuando se alude al pasado en un escrito, el criterio para seleccionar a
los personajes o los hechos que han de ser recordados depende de la inten-
ción del autor del texto, pues el autor siempre tiene una intención. La ima-
gen que se puede ofrecer del pasado, igual que del presente, es siempre
subjetiva. No existe el relato objetivo, pues el relato será siempre una des-
cripción parcial de la realidad y, por tanto, inevitablemente subjetiva. Por
ejemplo, los "anales" de las campañas conducidas por el rey Tutmosis III en
Siria-Palestina, según reconoce la propia inscripción grabada sobre las pare-
El rey en persona dice: «Yo (lo) he colocado delante de los fieles, los que existi-
rán en el futuro, aquellos cuyos corazones pasarán por este monumento que yo he
hecho para mi padre (el dios Amón), aquellos cuyas palabras resonarán, los que
presencien el porvenir [...]. Mi corazón estaba entonces anticipándose, consideran-
do las palabras de la gente, de los que verán mi monumento tras (muchos) años,
de los que hablarán sobre lo que yo he hecho. Guardaos de decir: 'No lo sé, n o
sé por qué se ha hecho esto' [...]. Tanto el ignorante como el sabio lo saben. Y el
que escuche esto que no diga que es mentira lo que yo he dicho, sino que diga:
'Cuan exacto es esto, cuan verdad es, delante de su padre (Amon)'».
era más numeroso que cualquier otra cosa que la tropa de Su Majestad hubiera
conocido, sin mentir. En efecto, está registrado en el diario del palacio real. No se
ha incluido su relación en esta inscripción para no multiplicar las palabras...
en el antiguo Egipto? Una solución a este enigma podría ser que la sociedad
egipcia vivía rodeada de fuentes históricas, de relatos del pasado cuya vera-
cidad era rápidamente ratificada por elementos internos del texto (asevera-
ciones y juramentos por parte del autor sobre la veracidad de lo expuesto)
y por elementos extemos al texto (el contexto sagrado en el que se ubica-
ban). Para reconstruir el pasado, el hombre egipcio sólo tenía que leer las
inscripciones en los templos o en las tumbas.
HISTORIA Y FICCIÓN
En cuanto a los escritores famosos desde los tiempos justo después de los dioses,
los que anunciaron lo que iba a suceder, sus nombres permanecen para la eterni-
dad. Habiéndose marchado, habiendo completado sus vidas, todo su linaje ha sido
olvidado. Ellos no se hicieron para sí tumbas de cobre, con estelas de metal celes-
te. No supieron dejar descendencia en hijos [suyos] que pronunciaran sus nombres.
Ellos crearon para sí descendencia en libros con las enseñanzas que ellos compu-
sieron [...].
Un hombre fallece y su cuerpo está en el suelo, toda su estirpe ha sido traída
a la tierra. El libro es lo que hace que él sea recordado en boca de los oradores.
Más beneficioso es una obra escrita que una casa construida, que una capilla en el
Occidente; es mejor que un caserón, que una estela en un templo.
¿Es que acaso hay alguien aquí como Hordedef ? ¿Hay algún otro como Imhotep?
No ha surgido nadie en nuestra estirpe como Neferty, ni como Jety, el mejor de
ellos. Haré que conozcas el nombre de Ptahemyehuty, el de Jajeperraseneb. ¿Hay
otro como Ptahhotep, o como Kaires? Aquellos que sabían anunciar lo que vendría,
lo que salía de sus bocas ocurría y se encuentra fijado por escrito en sus obras.
Ocurrió cuando la majestad del rey de Egipto Seneferu —(santo) inocente— era
rey benefactor en la tierra entera. Uno de esos días, entraron los magistrados de
la Residencia a palacio a saludar. Salieron, habiendo saludado de acuerdo con su
costumbre diaria.
Su Majestad dijo entonces al portador del sello que estaba a su lado: "Ve y
tráeme a los magistrados de la Residencia que acaban de salir de aquí, de saludar
hoy". Fueron traídos inmediatamente y se postraron ante Su Majestad otra vez. Su
Majestad les dijo:
—¡Camaradas! Os he mandado llamar para que me busquéis a un hijo vuestro
que sea sabio, a un hermano que sea excelso, a un compañero que realice algo
notable, alguien que me cuente algo interesante^^, un discurso escogido que al
escucharlo entretenga a Mi Majestad.
Ellos se postraron de nuevo ante Su Majestad y le dijeron:
—Hay un gran sacerdote lector de Bastet, oh soberano, nuestro señor, cuyo
nombre es Neferty. Es un hombre de valeroso brazo, un escriba de hábiles dedos,
un magnate rico como ningún otro. Que sea traído para que Su Majestad le vea.
Su Majestad dijo entonces:
—Id y traédmelo.
Fue traído inmediatamente. Él se postró ante Su Majestad. Su Majestad dijo:
—¡Oh Neferty, compañero! cuéntame algo interesante, un discurso escogido que
al escucharlo entretenga a Mi Majestad.
—¿Algo que ha ocurrido, o algo que ocurrirá? Oh soberano, mi señor.
—^Algo que ocurrirá. Hoy ya se ha pasado.
(El rey) estrechó su mano hasta un estuche de escritura, tomó un rollo de papiro
y una paleta, y puso por escrito lo que el sacerdote lector Neferty decía.
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