Carola Diez - Coloquio Lenguaje
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Carola Diez - Coloquio Lenguaje
Carola Diez
Comienzo diciendo que lo que se lee a continuación son esbozos rápidos de algunas ideas que
fueron animando la charla a lo largo de dos sesiones. Una buena parte fue aportada por las
imágenes y videos que compartimos, y que se encuentran señalados en este texto, donde
abundan citas y fragmentos. En su mayor parte el trabajo ha consistido en buscar, seleccionar,
organizar y presentar información que ya existía.
1) Presentación.
Empiezo diciendo lo muy feliz y agradecida que me siento por estar aquí en Bogotá, una ciudad en
la que siempre me he sentido en casa, y a la que encuentro tremendamente parecida a mi ciudad,
México Distrito Federal. Como un saludo, un guiño y a la vez un adelanto del tema que nos
convoca, quiero compartir con ustedes un videíto muy corto que me he bajado de la red: un día en
el DF
2) Introducción.
En el marco de la lectura y su relación con las nuevas tecnologías, les propongo que mencionemos
dos añejas prácticas, que tal vez sean dos de las más ‘viejas tecnologías’ asociadas a la tradición
educativa: la conversación y la lectura de imágenes. Muchas veces, para hablar de la más absoluta
modernidad, nos vamos a servir de referentes bastante antiguos (¡incluso me he traído pizarrón y
marcadores!). Y vamos a hacerlo situándonos en un punto de mira que está, de momento, fuera
del aula: la biblioteca del centro escolar.
Por qué digo que son dos viejas tecnologías: el convencimiento o la transmisión de saberes por
medio de la oralidad está presente desde siempre; y los modelos conversacionales han ido
evolucionando, diversificándose a lo largo del tiempo. En cuanto a la utilización de las imágenes
para educar, también se hallan desde siempre presentes.
Por qué desde la biblioteca escolar. En un mundo donde la información está al alcance de casi
todos y corre en múltiples direcciones, el papel de la escuela, del maestro y de la biblioteca ha
cambiado de manera radical. De ser fundamentalmente reservorios de información y centros de
consulta, las bibliotecas se están convirtiendo en lugares de vinculación, de entrenamiento y de
elaboración de la experiencia. Aquellas que no lo visualicen parecen condenadas a desaparecer, al
encontrarse su función tradicional rebasada por las nuevas realidades. Porque alrededor del
mundo las bibliotecas están dejando de ser como las conocíamos (como muchos las padecimos).
Abandonan el cliché de cementerios polvosos y hostiles para volverse aceleradamente espacios
donde pasan muy distintas cosas. Dejan de ser sitios sólo de consulta, para convertirse en lugares
de encuentro. ”Una biblioteca para el ocio y para el negocio; para el estudio, sí, pero también
como lugar de encuentro, de sociabilidad, de debate, de información, de libertad de expresar la
propia opinión… para todos igual”1.
Sin embargo, en defensa de estos espacios fundamentales para el siglo XXI, traigo unas palabras
de Ramón Salaberria2: “En estos momentos, cuando muchos responsables educativos que nunca se
educaron con bibliotecas sentencian a muerte a las bibliotecas escolares, por obsoletas, caducas,
anticuadas, la sociedad las necesita más que nunca: para contribuir a reducir las desigualdades
sociales y de acceso al conocimiento, para entrenar a los estudiantes en una lectura que ya no se
presenta sólo en un soporte impreso; para proponer a todos los que pasen por la escuela un
gimnasio donde ejercitar habilidades fundamentales que son fuente real de desigualdades:
explorar, seleccionar y clasificar por orden de pertinencia la masa de información disponible en la
Red. Para que todos partamos de una situación más pareja.”
No quisiera que siguiéramos adelante sin avanzar, modestamente, en una exploración acerca de
qué hablamos cuando hablamos de leer. Porque la discusión sobre lectura en estos años está
signada por la diversidad de interpretaciones y la celeridad con que el término renueva y expande
sus sentidos. Para ello quisiera que intentásemos un ejercicio simple, también tradicional del salón
de clases: una lectura en voz alta y una pregunta. El texto se llama EL HOMBRE SIN OREJA. Lo leo
en voz alta para ustedes, y a continuación formulo la pregunta: “Mientras yo leía en voz alta
¿Leyeron ustedes el texto? ¿Cómo?”
Remontemos nuestra historia lectora hasta llegar a los años de escuela primaria. Tratemos de
recordar ¿qué había que hacer para sacarse un “10” en lectura? En mi caso puedo traer a la
memoria a la Señorita Elda, de tercer grado, y sus recomendaciones: pronunciar correctamente,
con fluidez y buena entonación; respetar signos de puntuación, hablar fuerte y claro, de frente al
auditorio, con la frente alzada, sin saltarse palabras, sin repetir, trabarse, hacer pausas
innecesarias ni decir una cosa por otra. Tomando el libro de una manera particular y tal vez
haciendo algunos ademanes (acá no puedo dejar de recordar a esa niñita, orgullosa de haber
aprendido un poema, que era capaz de recitar ‘con alemanes’)… Sin embargo, de lo que pasaba
dentro de la cabeza del lector poco se hablaba. Difícilmente la Señorita Elda iba a darme un
‘sobresaliente’ porque fuera yo muy capaz de imaginar, de recrear, de asociar y evocar, de ligar lo
que leía con otros textos y mucho menos con la vida personal. La buena calificación en lectura no
estaba relacionada con nuestra capacidad de establecer hipótesis y contrastarlas con nueva
información; estaba más ligada al volumen de la voz que a la multiplicidad de imágenes mentales
1
Castán Lanaspa, Guillermo, ‘La biblioteca escolar y la igualación de posibilidades’. En Bibliotecas y
escuelas, Retos y desafíos en la sociedad del conocimiento. Bonilla, Goldin y Salaberria, comp. Océano
Travesía, México 2008
2
Ambos en Bibliotecas y escuelas… pp 37 y 104
que pudiésemos generar, o a la curiosidad lingüística que se despertaba en torno a las palabras y
su forma, los acomodos y funcionamiento del lenguaje. No se calificaba la capacidad para
cuestionar y construir, sino la habilidad para imitar y repetir. La lectura era, en nuestros
comienzos, enteramente consumo, casi nunca producción.
Pensemos estos inicios a la luz de la red semántica, donde los contenidos son producidos
constantemente por millones y millones de manos, muchas veces anónimas, donde lo que se lee
suele tener una respuesta inmediata, y termina siendo un texto a muchas voces, mosaicos a veces
deslumbrantes. Las figuras del lector y el autor, tan nítidas y diferenciadas en aquellos tiempos
donde la profe nos ponía a adivinar ‘qué quiso decir el Autor’ así con mayúsculas, se funden en un
híbrido. Está claro que la punta visible del iceberg se ha movido. Una suerte de calentamiento
global de las ideas ha propiciado el derretimiento de ciertos témpanos que parecían inmutables (y
hoy hacen agua por todos lados), y ha permitido que emerjan estratos de la lectura antes
invisibles. Inevitablemente se reconfiguran los verbos ‘leer’ y ‘escribir’. No dejo pasar la ocasión de
compartir un esclarecedor párrafo de Emilia Ferreiro3
“Todos los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no era una
profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino marca de ciudadanía. (…)
Los lectores se multiplicaron, los textos escritos se diversificaron, aparecieron nuevos modos de leer
y nuevos modos de escribir. Los verbos "leer" y "escribir" habían dejado de tener una definición
inmutable: no designaban (y tampoco designan hoy día) actividades homogéneas. Leer y escribir
son construcciones sociales. Cada época y cada circunstancia histórica da nuevos sentidos a esos
verbos.
Desde sus orígenes, la enseñanza de estos saberes se planteó como la adquisición de una técnica:
técnica del trazado de las letras, por un lado, y técnica de la correcta oralización del texto, por otra
parte. Sólo después de haber dominado la técnica surgirían, como por arte de magia, la lectura
expresiva (resultado de la comprensión) y la escritura eficaz (resultado de una técnica puesta al
servicio de las intenciones del productor). Sólo que ese paso mágico entre la técnica y el arte fue
franqueado por pocos, muy pocos de los escolarizados.
3
Conferencia expuesta en las Sesiones Plenarias del 26 Congreso de la Unión Internacional de Editores.
CINVESTAV-México, y publicado por el Fondo de Cultura Económica en Pasado y presente de los verbos leer
y escribir. Emilia Ferreiro es doctora por la Universidad de Ginebra, donde tuvo el privilegio de ser alumna y
colaboradora de Jean Piaget. Sus investigaciones sobre alfabetización fueron realizadas principalmente en
Argentina, donde nació, y en México, país donde actualmente reside.
Bienvenida la tecnología que elimina diestros y zurdos: ahora hay que escribir con las dos manos,
sobre un teclado; bienvenida la tecnología que permite separar o juntar los caracteres, a decisión
del productor; bienvenida la tecnología que enfrenta al aprendiz con textos completos desde el
inicio. Pero la tecnología, de por sí, no va a simplificar las dificultades cognitivas del proceso de
alfabetización (…)
Internet, correo electrónico, páginas web... están introduciendo cambios profundos y acelerados en
la manera de comunicarnos y de recibir información. Y eso es fascinante para cualquier estudioso
de la lengua y de los cambios lingüísticos. Pero esos instrumentos no son "democráticos" por sí
mismos (tanto como el alfabeto no es democrático, en sí mismo). Exigen, en cambio, capacidades
de uso de la lengua escrita más flexibles que las que estábamos acostumbrados a aceptar. Hay
nuevos estilos de habla y de escritura que están siendo generados gracias a estos medios. Saber
navegar por Internet ya forma parte de los objetivos educativos declarados o en vías de
declaración.”
Un buen punto de mira para continuar preguntándonos qué es leer hoy en día. Y mucho más
importante para maestros, formadores y todos quienes tienen a cargo la organización de trayectos
formativos: ¿qué es enseñar a leer hoy? De este gremio, especialmente quienes nacimos antes de
1993 hemos visto con asombro, extrañeza y admiración a niños y adolescentes operando toda
clase de aparatos con una destreza que nos abruma y muchas veces nos hace sentirnos torpes e
innecesarios. ¿Qué necesitan de nosotros estas personas que se mueven con fluidez en las
extrañas selvas de nombres, aplicaciones y conectividad? ¿Quiénes son estos chicos tan distintos
(y a la vez tan parecidos) a aquellos que fuimos en otro tiempo? Y sobre todo: ¿Podemos serles de
alguna utilidad en su camino de la información al conocimiento, o deberíamos retirarnos a tejer en
nuestra mecedora?
Traigo en nuestro auxilio algunos datos producto de estudios recientes al respecto, Roxana
Morduchowicz Los adolescentes e Internet: prácticas dentro y fuera de la escuela4 Presentación
Alfabetización
4
Bonilla, Elisa, Daniel Goldin, Ramón Salaberria, comp. Bibliotecas y escuelas. Retos y posibilidades en la
sociedad del conocimiento. Océano Travesía, México 2008
y comunicacionales. Este informe, junto a otras investigaciones que comienzan a emerger, señala,
entre otros aspectos:
Las búsquedas en Internet muestran en los jóvenes que su rapidez va en detrimento del
tiempo empleado en evaluar la información encontrada y que tienen una pobre
comprensión de cuáles son sus necesidades informativas, lo que dificulta el desarrollo de
estrategias efectivas de búsqueda. En consecuencia, muestran una fuerte preferencia por
expresarse en un lenguaje natural más que por un análisis de aquellas palabras clave que
les sean efectivas en su búsqueda
Frente a una larga lista de resultados en la búsqueda, los jóvenes tienen dificultades para
juzgar los materiales presentados
Los estudiantes emplean herramientas que requieren habilidades muy básicas: parecen
satisfacerse con formas de búsqueda muy simples. La tendencia es a moverse rápidamente
de página a página, empleando escaso tiempo en leer o digerir la información
Es una generación que emplea extensamente el copiar-pegar
Considerarlos como expertos buscadores es un mito peligroso. La alfabetización digital y la
alfabetización informacional no van de la mano. Las investigaciones realizadas estos
veinticinco últimos años no muestran un aumento (o deterioro) en las habilidades
informacionales de los jóvenes
Un tema persistente en la literatura sobre alfabetización informacional es que se necesita
un desarrollado mapa mental para hacer uso efectivo de las herramientas de búsqueda de
Internet. Se necesita una mayor comprensión de cómo funcionan los sistemas de búsqueda
así de como la información se presenta en bases de datos textuales o bibliográficas, al
igual que aspectos más concretos que mejoran la efectividad en las búsquedas
(investigaciones): ortografía, gramática y estructuras lingüísticas
En la parte final del informe se nos dice algo que a todos interesa, sea en un contexto más
tecnologizado o menos:
Hay dos mensajes particularmente significativos que surgen de la investigación reciente. Cuando se
comparan los cuartiles superior e inferior de los estudiantes (definidos por sus habilidades en
alfabetización informacional), resulta que el cuartil superior presenta una incidencia mucho más
alta de contacto con las habilidades bibliotecarias básicas de sus padres, en la biblioteca escolar, el
aula o la biblioteca pública en sus primeros años. Parece que se está abriendo una nueva división
en los Estados Unidos, con los estudiantes mejor equipados llevándose los premios por mejores
calificaciones.
En el extremo inferior del espectro de competencias informacionales, la investigación considera
que la intervención en la edad universitaria es demasiado tarde: estos estudiantes ya han
desarrollado un comportamiento arraigado de copia y han aprendido a “arreglárselas” con Google.
El problema aquí es que simplemente no reconocen que tienen un problema; existe una gran
diferencia entre su rendimiento real en los tests de alfabetización informacional y su autoestima de
competencia informacional, y su actitud de rechazo a la biblioteca.”
5) Booktubers
Como dice Daniel Cassany: tienen nombres, nosotros tenemos verbos. Es posible que logremos
negociar alguna clase de intercambio. Volvamos a la recopilación de acciones invisibles que
surgieron después de la lectura del relato. Veremos ahí una serie de asuntos que es indispensable
colocar en un espacio central de la comunicación en el aula o la biblioteca: escuchar, imaginar,
recordar, sentir, comparar, hacer juicios, identificarse, anticipar, autocorregir… Son estos verbos
los que otorgan sentido a los flujos de información.
Les invito a explorar conmigo un fenómeno recientísimo y apasionante, útil para entender un poco
mejor las fronteras de estos tiempos: lo físico y lo virtual, los nativos y los inmigrantes del nuevo
paradigma tecnológico, o sencillamente los adolescentes y los adultos. Los booktubers son una
comunidad virtual, conformada por jóvenes entre 13 y 23 años que, a través de canales de
YouTube se recomiendan, critican y discuten libros por medio de videos caseros.
La comunidad inició en Estados Unidos y algunos países europeos se sumaron rápidamente. Son
bastante activos en México, donde se han aglutinado muy recientemente, después de un tiempo
de existencia y comunicación en la red.
Existen varios canales de YouTube dedicados al tema, y algunas páginas de Facebook que nuclean
a la comunidad hispanohablante (aunque, como lo veremos más adelante, muchos de ellos leen
con naturalidad en inglés). Se trata de unos 900 miembros activos (es decir: producen y suben
contenidos), y una enorme cantidad de viewers. La mexicana que más tiene se llama Raisa
Raveles, con 102,000 seguidores, y hay un grupo de tops que tienen de 5,000 a 20,000 jóvenes
como público constante.
Se trata de un fenómeno súper interesante, que parece reunir varios rumbos del mismo sueño:
lectura en papel y en soporte electrónico; voces inauditas hablando de literatura; formatos
hablados para compartir opiniones y experiencias; un canon alternativo (es sorprendente y puede
ser de gran provecho mirar su selección); clubes de lectura y conversación en la red; y un largo
etcétera.
No quise perder esta oportunidad de compartir con maestros, promotores y bibliotecarios esta
red de adolescentes lectores, autogestivos por completo. Escucharles hablar de sus motivaciones,
de cómo empezaron, de sus libros y sus lecturas, mostrar videoreseñas, BookTags, y muchos otros
productos, puede resultar para los adultos no sólo novedoso sino revelador y de gran interés para
quienes tienen a cargo la tarea de formar a otros en estos temas. Presentación Booktubers
6) Lectura de imágenes.
En el marco de las necesidades sociales en torno a la lectura, los profesores han desarrollado una
nueva función como formadores de lectores. Esto exige competencias a veces bastante avanzadas
de lectura, para poder orientar los rumbos. Es necesario desentrañar sintaxis novedosas, seguir
secuencias que no son siempre lineales, interpretar en función de contextos diversos, leer de
manera discontinua. Y estas coordenadas lingüísticas valen plenamente para la imagen.
Y los alumnos (niños, jóvenes) son grandes lectores de imágenes. La cultura en que se desarrollan
está marcada por la presencia de lo icónico en el lenguaje. Desde el salón de clase es posible
establecer vínculos poderosos entre el mundo digital y el mundo del libro tradicional,
manteniendo como eje la experiencia estética y cognitiva, y como medio fundamental la
conversación en torno a lo leído.
Abordaremos de manera práctica una actividad que a primera vista luce bastante sencilla, pero
que entraña enormes oportunidades de aprendizaje y reflexiones sobre las sutilezas que conviene
tener presentes a la hora de diseñar actividades con los chicos. En la idea de abatir la brecha entre
alumnos y profesores, y dar la bienvenida al salón de clases a las nuevas tecnologías, se aborda la
lectura colectiva de imágenes.
La propuesta es tan simple, que da hasta un poco de pena: miremos imágenes sistemáticamente
con los alumnos, y hablemos de la experiencia. Antes de que se sientan estafados, detengámonos
un momento para considerar algunos aspectos que se derivan con facilidad de esta práctica
sistemática:
La importancia de aprender a mirar juntos para construir mejores sociedades
o Dice Saint-Exupery que el amor no consiste en mirarse el uno al otro, sino en mirar
los dos, juntos, en la misma dirección. El día de hoy esta es una posición usual. Dos
o más personas miran fijamente una pantalla. Podemos encontrar esta escena
constantemente. Pero… ¿Será lo mismo lo que vemos tú y yo? Hagamos una
prueba: Imagina
5
Cómo aprendemos a leer, historia del cerebro y la lectura. Maryanne Wolf, Ediciones B, Barcelona, 2008