El Maestro y Sus Discípulos
El Maestro y Sus Discípulos
El Maestro y Sus Discípulos
— Un hombre bueno es aquél que trata a los otros como a él le gustaría ser tratado.
Un hombre generoso es aquél que trata a otros mejor de lo que él espera ser
tratado. Un hombre sabio es aquél que sabe cómo él y otros deberían ser tratados,
de qué modo y hasta qué punto. Todo el mundo debería ir a través de las tres fases
tipificadas por estos tres hombres.
Alguien le preguntó:
— Si eres sabio, no tienes que estar obsesionado con ser bueno o generoso. Estás
obligado a hacer lo que es necesario.
Un día, el lobo estaba acechando el rebaño de ovejas, para ver si la suerte lo ayudaba y
alcanzaba a cazar, encontró a un perro mastín que se había extraviado. El animal era
rollizo y lustroso. Se veía que estaba bien alimentado. El lobo lo hubiese atacado de
buena gana para servirse un buen almuerzo. Pero, con mucha sensatez, pensó que
tendría que emprender una batalla y que el enemigo tenía trazas de defenderse bien.
Por eso, el lobo decidió acercársele con la mayor cortesía y entablar una conversación con
él.
— ¿Cómo que no quiero? A mí me gustaría estar tan bien alimentado como tú.
— Entonces, deja el bosque –repuso el perro–. Los animales que en él se guarecen son
unos desdichados, muertos siempre de hambre. ¡Ni un bocado seguro! ¡Todo a la suerte!
¡Siempre al acecho de lo que sea!
— Es verdad –dijo tristemente el lobo–. Cada día que amanece, me pregunto si tendré un buen almuerzo. Y, cuando llega
la noche, casi siempre me voy a dormir con la barriga vacía.
— ¿Y qué tendré que hacer? –preguntó el lobo, que desconfiado, sabía que nada era gratuito en esta vida.
— Casi nada –repuso el perro–. Tienes que proteger la casa, perseguir a los ladrones, jugar con los de la casa y complacer
al amo. Con tan poco como esto, tendrás a cambio, huesos de pollo, pichones y, además algunas caricias.
¿Qué te parece la respuesta de Supriya, la hija del mendigo? ¿Estás de acuerdo con ella? ¿Por qué?