Ahora Te Han Visto Mis Ojos, Esperanza Cumplida en Job D Kerber
Ahora Te Han Visto Mis Ojos, Esperanza Cumplida en Job D Kerber
Ahora Te Han Visto Mis Ojos, Esperanza Cumplida en Job D Kerber
1
Daniel Kerber 2
Introducción.
2 D. Kerber, Doctor en Teología por la Facultad de Teología del Uruguay “Monseñor Mariano Soler”,
profesor de Sagrada Escritura de la misma Facultad.
Elihú, y finalmente los discursos de YHWH, con breves respuestas de Job
(estos discursos se extienden desde el c.3 hasta el c.42)- enmarcada por dos
breves secciones narrativas que abren y cierran el libro (c.1-2; 42,7-17).
Originalmente, estas secciones narrativas serían el origen de la obra, y varios
siglos después se le insertaron los discursos, que actualmente son el cuerpo del
libro.
La parte narrativa es la más ‘popular’ y extendida de manera que es lo
que se recuerda: Job, el hombre justo que por insidia del Satán (“¿Es que Job
teme a Dios en vano? Toca sus bienes y verás cómo te maldice en la cara” 1,9-
10) pierde en un día pierde todas sus muchas posesiones y todos sus hijos, y
sin embargo reza: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a
él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, Bendito sea el nombre del Señor”
(1,21), luego sigue insidiando el Satán: “piel por piel, extiende tu mano, toca sus
huesos y su carne, y verás si no te maldice en la cara” (2,4), “y el Satán hirió a
Job con una llaga maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la
cabeza” (2,7), sin embargo Job permanece fiel a Dios, lo cual genera el
desprecio de su mujer: “todavía permaneces en tu entereza? ¡Maldice a Dios y
muérete! Job le respondió: Como habla cualquier mujer necia, has hablado.
¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no
pecó con sus labios. (2,9-10). Tres amigos de Job al enterarse de su desgracia
se allegan hasta él para hacerle compañía (serán estos tres amigos que
desarrollarán sus discursos en la parte poética). Finalmente en los últimos 10
versículos narrativos que cierran el libro, Dios censura a los tres amigos de Job
y les dice que ofrezcan un holocausto para aplacar la ira de Dios encendida
contra ellos por sus palabras, y que Job intercederá por ellos y “en atención a
su oración no los castigaré por no haber hablado con fidelidad de mí, como mi
siervo Job” (42,8). El fin del libro narra cómo el Señor rehace la prosperidad de
Job y aumenta al doble todos sus bienes, “Después de esto vivió Job ciento
cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta
generación. Y murió Job, anciano y lleno de días. (42,16-17).
Con este marco narrativo, -el más conocido del libro- da la impresión que
la restauración de Job por parte de YHWH es el fruto, o el premio de su
fidelidad y de su ‘no pecar contra Dios’ y al mismo tiempo, lo esperado por Job,
sin embargo, en el desarrollo actual del libro, con su cuerpo central que son los
39 capítulos centrales, veremos que la esperanza de Job no está puesta en la
restauración, ni la respuesta de Dios al pedido de Job es la restauración misma.
Semántica de la esperanza.
Por otra parte, esta esperanza, intrínseca a la realidad del hombre, nos
manifiesta otra realidad, que también le es propia y que normalmente no se la
relaciona con la esperanza. Como veíamos, la esperanza es la tensión hacia el
bien futuro. Esta misma cualidad futura del bien que se espera, muestra por
contraposición que la realidad presente carece de ese mismo bien. No habría
capacidad de esperar si se estuviera en posesión de todos los bienes, de modo
que la esperanza tiene como contracara la carencia. El hombre esperanzado
es al mismo tiempo el hombre carente y necesitado, y no podría tener
esperanza si no fuera consciente de su necesidad.
Esta relación intrínseca que se da entre la esperanza y la carencia,
modifica de alguna manera el juicio de valor sobre esta última. En nuestra
sociedad y cultura actual la carencia y la necesidad son puestos normalmente
bajo el signo negativo. Son condiciones que afectarían negativamente al
hombre para alcanzar la ‘calidad de vida’ deseada. Sin embargo, la condición
creatural del mismo hombre es carente; la rebeldía contra esa condición está
expresada en las páginas del Génesis con las palabras de la serpiente: “Seréis
como dioses” (3,5), y la consecuencia de esa rebeldía está expresada
magistralmente por la tradición yavista en los versículos que siguen. La
aceptación de esa dimensión necesitada del propio hombre, es la que lo abre a
reconciliarse consigo mismo y la que posibilita al mismo tiempo la capacidad de
esperanza.
El estrecho vínculo carencia-esperanza, se ve de modo eminente en el
protagonista del libro que estamos analizando.
La esperanza en Dios.
Esperando que Dios recuerde, que escuche, que responda, esperando ver a
Dios, esperando su proximidad, Job difracta una única esperanza: encontrarse
con Dios, el cara a cara, espera a Dios mismo.
Dilación de la espera.
Esperar es tender hacia el futuro y hacia el otro. Se puede acentuar una u otra
dimensión, pero debemos preguntarnos si es posible dejar toda representación
del esperado, es decir mantenerse en un impasse de tiempo en la sola
esperanza en el otro. Es una de las preguntas que plantea el libro de Job. Job
vive ese impasse de tiempo. El tiempo está inmóvil, ni siquiera da la muerte.
Job no espera un futuro como una restauración del pasado ni prevé algo
radicalmente diferente. Sólo espera a Dios. En El se conjugan (se confunden)
los dos ejes de la esperanza: el temporal y el relacional; en este sentido es el
‘projimo’ ‘próximo’ , es el otro, es el que siempre está por venir; está al lado,
pero es otro, distante.
Pero para esperar en Dios, Job tiene que atravesar las imágenes -aparentes
aunque falsas- la de la fiera que lo toma por presa (10,16, la del arquero que lo
tiene por blanco (6,4, 7,20; 16,12-13) la de guerrero que lo toma por enemigo
(16,14), imágenes que están ligadas a su presente de sufrimiento y proyectadas
por el temor en el futuro. Debe atravesar la imagen de Dios com ley reducido a
un mecanismo de retribución.
La esperanza de Job reposa en la relativización de las representaciones
atravesándolas, tanto en el eje temporal -los bienes futuros- como en el eje
relacional -Dios. También hay que destacar que el Dios esperado no se reduce
al rol de mediador que puede dar a Job sus objetos esperados: Job no
demanda la restauración de su situación, él demanda a Dios por Dios mismo ,
por la relación.
El riesgo de esperar.
Las razones para esperar en el libro de Job están ausentes; es lo que la biblia
llama “esperar contra toda esperanza” Rm 4,18. Si es absolutamente necesario
encontrar una razón para la esperanza en Dios, habrá que volverse a Dios
mismo. Este fundamento de la esperanza permanece en riesgo pues la
esperanza en -Dios implica una dependencia respecto de una alteridad, y aquí,
una alteridad absoluta. Job conoce ese riesgo: “arriesgaré todo, me jugaré la
vida, y aunque intente matarme, lo aguardaré (Jb 13,14-15). Es el riesgo
inherente a toda confianza en otro. Es sólo a posteriori que Job sabe que su
confianza no fue vana.
El cumplimiento de la esperanza.
Todo libro apunta a una resolución que se presenta al final, sin embargo en Job,
el final, el cumplimiento de la espera, la resolución de la crisis no se da cuando
Dios restaura la ‘suerte’ de Job, sino cuando Dios se le muestra (la tormenta) y
le reponde: “entonces el Señor respondió a Job desde la tormenta” 38,1. Esta
respuesta del Señor empalma directamente con el pedido de Job (ahora se
interponen los discursos de Elihú): “Ojalá hubiera quien me escuchara. Que
responda el Todopoderoso, que mi rival escriba su alegato” 31,35. Cuando el
Señor le responde entonces Job ve cumplida su esperanza:
J”ob respondió al Señor:
Reconozco que lo puedes todo y ningún plan es irrealizable para ti.
(Tú has dicho) ¿quién es ese que empaña mis designios
con palabras sin sentido?
Es cierto, hablé sin entender
de maravillas que superan mi comprensión.
(Tú has dicho) escúchame que voy a hablar,
voy a interrogarte y tú responderás.
-te conocía sólo de oídas,
ahora te han visto mis ojos;
por eso me retracto y me arrepiento
echándome polvo y ceniza”. (42,1-6)
El continuo anhelo de Job por encontrarse con quien a lo largo de todos sus
discursos y los de sus amigos se había mantenido en el silencio queda
cumplido en la manifestación (la tormenta) y en la palabra dirigida, pero no es
sobre todo el contenido de los discursos de Dios lo que colman la esperanza de
Job, sino Aquél que dice los discursos que se dirige a Job. Job que por 30
capítulos se había dirigido al tú de Dios, sin encontrar más que silencio, -Job
habla y Dios calla- ahora encuentra su ‘yo’ dicho como ‘tú’ por boca de Dios,
-Dios habla y Job calla: “me taparé la boca” (40,4). Dios se le manifiesta, se
deja ver, Dios le habla, le dirige la palabra, Dios se hace cercano. Es en este
encuentro, en esta cercanía que queda cumplida la esperanza de Job, incluso
antes (e independientemente) de verse restablecido en su salud y riqueza. La
restauración es pura gracia.
El interrogatorio de Job tiene tales proporciones que la única contestación
satisfactoria sólo en hechos podía estribar, no en discursos. En la teofanía y en
la palabra Job se ha encontrado con Dios, y esa profunda experiencia religiosa
supera toda la tradición teológica de las escuelas y los discursos de los sabios;
lo que es más, supera una idea limitada de Dios. Dios era un tema de
discusión en la boca de los amigos durante 35 capítulos. Dios es ahora
una persona a quien Job ha encontrado. Sin embargo, la discusión, la
palabra es el camino para llegar al encuentro, a ese punto ha llegado por el
camino de la palabra tenaz. Dios no tapó la boca a Job cuando terminó su
maldición inicial (cap. 3); Dios no quiere colaboradores mudos, le hacen falta las
palabras de Job. Porque nos hacían falta a nosotros, que somos un pueblo
crítico, incluso de Dios, y Job es nuestro portavoz. Por eso no podía callar.
Más allá de nuestra crítica, del Dios que nuestra crítica imagina, suena la voz
del Dios cada vez más verdadero, Job no podía callar.
Conclusión.