UNIDAD 1 - Patrimonio Historico Nacional PDF
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SEMESTRE 1
A reconocer las bases nutritivas de nuestra alimentación que es la misma de nuestros antepasados: maíz, frijol y
chile.
Conocerá los diferentes utensilios y métodos de cocción que empleaban las culturas que habitaban el territorio
nacional.
INTRODUCCIÓN
En general, parecía una gran ciudad europea, resultaba muy diferente en muchos
aspectos. No se veían bestias de carga, ni vehículos con ruedas que cruzaran sus calzadas,
porque en el México prehispánico no existieron animales domésticos de gran tamaño, y
aunque los antiguos pueblos americanos entendieron el principio de la rueda, no le dieron
usos prácticos.
La capital azteca no fue más que el principio. Diseminadas en el sur de México y en la
región montañosa de América había decenas de grandes ciudades y centenares de centros
más pequeños, algunos de ellos tributarios de los aztecas y otros ferozmente
independientes. Entre ellos se alzaban, silenciosas las enormes ruinas de civilizaciones
desaparecidas desde hacía mucho tiempo.
Hay tradiciones que no han cambiado hasta hoy, el consumo de plantas medicinales,
elaboración de artesanías, el uso de las chinampas para el cultivo agrícola y el comprar
nuestros alimentos y flores en tianguis.
ÉPOCA PREHISPÁNICA
Se puede asegurar que, en México, el ser humano habitó desde hace 10 000
años y que provino de las diferentes migraciones que cruzaron el estrecho de Bering.
Se estableció en América durante la última etapa del pleistoceno (edad del hielo), no
antes de haber adquirido un equipo cultural como vestido, albergue y herramientas,
que le permitió vivir en climas fríos.
O tal vez cruzaron el puente de tierra cuando el estrecho estaba seco y luego
vivieron muchos siglos en algunas regiones sin hielos de Alaska y Canadá occidental,
hasta que la retirada de los glaciares abrió un camino a otras partes más atrayentes
de América del Norte. Este mecanismo se repitió hasta llevar nuevos siberianos al
Nuevo Mundo.
Los primeros grupos pequeños que desafiaron los riesgos de los glaciares
encontraron un paraíso paleolítico. Sin enemigos, ni competidores humanos y con
abundancia de animales de carne comestible que ignoraban lo peligroso que puede
ser el ser humano. En estas condiciones ideales, se multiplicaron y extendieron con
gran rapidez por el Nuevo Mundo.
Durante unos 5 000 años vino el cambio climático, las grandes heladas, el clima
frío y húmedo; después el clima se volvió caliente, árido y seco. Y los indios de México
tuvieron que buscar nuevos modos de subsistencia. Cazaban y atrapaban pequeños
animales del desierto, y aprendieron a hacer mayor uso de las semillas y otros
alimentos vegetales (como calabaza, frijol y chile) que podían almacenar para el
consumo de los meses de hambre. Y con esta base se desarrolló la agricultura. Y así
hacer posible la vida comunal sedentaria con ocio suficiente para dedicarse a
actividades más creativas.
Casi no se sabe nada de estos oscuros habitantes, salvo por conjeturas. Y las
pocas investigaciones que han llevado los antropólogos modernos en excavaciones
con ayuda del carbono 14 (método para determinar la antigüedad de las cosas).
Primeros Instrumentos
Metate Molcajete
Tejían canastas hechas de vara o mimbre que servían para almacenar alimentos;
no es de extrañarse que hasta nuestros días, en cada cocina mexicana, tenemos al
menos uno de estos utensilios.
La comida formal y fuerte del día: las tortillas, el chile, un tamalli con frijoles
dentro, unos nopales y agua. Y por la noche, unos sorbos de atolli.
El nopal es una planta que crece en el desierto, nadie la riega y nadie la cultiva.
Cultivar los nopales para comer su carne y sus jugosas tunas y vencer el reto de sus
espinas, son hazañas de un pueblo hambriento e ingenioso.
El maguey (metl), fue otra planta desértica muy valorada. Cuenta la leyenda que
Mayahuel, diosa del pulque, punzó el corazón del maguey para que manara la sangre
blanca del anecuhtli -aguamiel, neutle- que una vez fermentada, produce el octli o
pulque. Además, tenía atributos como el papel que sale de su corteza, amatl, fibras
de sus pencas para hilos y cordeles, y con ellos hacer mantas, empastos medicinales
e incluso como tejas en los techos. Sus pencas alojan a los gusanos de maguey,
meocuili. El maguey rinde su principal producto en el aguamiel, el pulque y la miel
de maguey, que es aguamiel evaporada antes de fermentar la sacarosa. Mientras no
hubo caña de azúcar, la miel de maguey endulzó tamales y atole. Uno de los usos
más frecuentes del pulque era para cocinar la carne y hacerla más digestiva. Además
de sus propiedades curativas, no lo empleaban para embriagarse, ya que era una
cultura noble, recatada y discreta.
El frijol -etl-, ya fuera cocido en caldo o como puré para ser el relleno de
tamales, era parte fundamental de su alimentación.
Los chiles -chilli- en todas las variedades que conocemos al día de hoy: verde,
guajillo, chilaca, mulato, poblano, cuaresmeño, de árbol, habanero, serrano, morita,
chipotle, etc.
Entre las verduras que empleaban figuran los quelites, acedera, flores (calabaza,
biznaga -acitrón-, yuca, maguey, frijol, colorín, entre otras), vainas, huanzontle,
chayotes, calabaza, yuca, habas, jícama, distintas raíces y bulbos, algas, verdolaga,
hongos, tomate verde, jitomate, xoconoztle, maíz silvestre, sábila, nopal, papa de
tierra y xonácatl.
Algunos ejemplos de frutas que formaban parte de su dieta diaria, son los
siguientes: chirimoya, tuna, zapote, zarzamora, ciruela americana, guanábana,
mamey, papaya, mango, pitaya, tejocote, capulín o cereza de tierra, nanche, guayaba,
níspero, piña, aguacate (palta), chinene, pagua, coco, camote, entre otros. Estos
productos no los había todo el año, dependía de las cosechas, pero conocían bien el
calendario y su época de cultivo a la perfección.
Al cacao o cacahuatl, le ponían agua para ser más digestivo. Lo usaban como
bebida refrescante, lo preparaban de diferentes maneras, lo molían con maíz,
especies, chile y axiote. Lo perfumaban con vainilla y lo llamaban xocoatl, que quiere
decir bebida de cacao y agua. Los pobres no lo tomaban. Lo acostumbraban como
bebida caliente (atolli) y le agregaban masa.
Las carnes que más comían eran de guajolote, venado, conejo, liebre, tapir,
chango, tlacuache, armadillo, tuzas, topos, ardilla, faisán, codorniz, rata, pato, garza,
grulla, ganso, iguana, ranas, tortuga (de mar y de tierra, carne y huevos), culebra,
lagartija, serpiente, gusanos, insectos varios y sus huevos (los más apreciados
chapulines y langostas), peces de agua dulce y de mar (bagre, trucha, pescado
blanco, tiburón, robalo, mantarralla, mojarra, sierra, y otros) y mariscos (cangrejos,
mejillones, ostras, acamayas, pulpos, camarón, y otros). Los huevos que comían eran
de caguama, chichicuilote, totznene.
Se pudiera suponer que no conocían los postres, pero elaboraban sus dulces
con mieles diversas, ya fuera de abejas, de avispa, de maguey, de caña de maíz o
palma. Con algunas hormigas, semillas y frutos.
Otro animal muy apreciado por los prehispánicos con alto sentido religioso fue
el manatí debido a la exquisitez de su carne. Por su abundante y suave carne se le
consideraba el cerdo del mar. Para los conquistadores llegó a constituir un verdadero
manjar.
Esta pauta era cumplida también por la naturaleza; por eso había tiempo para
sembrar, para cosechar y para preparar los campos. Diferentes plantas y animales se
sucedían a través de las estaciones, y debían aprovecharse en su momento. Solo las
semillas, fuente de vida futura, podían almacenarse durante largos periodos
asegurando así el sustento a lo largo del año.