Semillero - Representaciones Literarias de Los Emprendimientos Femeninos

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Información sobre autor (es): Mary Alejandra Paipa Ramírez

Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB) - Estudiante


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Representaciones literarias de los emprendimientos femeninos. ¿Cuáles han sido las


actividades productivas, los emprendimientos económicos y las proyecciones de progreso
entre las mujeres que han sido representadas en las principales novelas de la literatura
colombiana?
Resumen
En el siguiente artículo se pretende dar a conocer las actividades productivas, los
emprendimientos económicos y el progreso de las mujeres que han sido representadas en las
principales novelas de la literatura colombiana; por medio de lecturas ya realizadas y en este
caso, basándose en la participación de las mujeres en diferentes movimientos literarios.

Introducción
La literatura colombiana tuvo su mayor crecimiento en el siglo XX, rico en movimientos
poéticos así como en autores. Cabe destacar la llamada generación de Los Nuevos, entre los
que sobresale León de Greiff; los piedracielistas, los Nadaístas, y el Nobel Gabriel García
Márquez. Desde los poetas del postmodernismo, hasta los más recientes de estilos muy
diferentes, reconocieron e hicieron de la literatura colombiana una diversidad estilística.

El carácter de la modernidad es precisamente la condición para que se vislumbren los rasgos


posmodernos y la coexistencia con formas de vida premodernas y modernas, propias de los
países en vías de desarrollo y de los colonizados. Es visible la presencia de las mujeres
colombianas en posiciones de importancia en todos los sectores de la sociedad, y su progreso
económico es innegable, pero es poco probable que su vida cotidiana haya sido transformada
de tal manera que pueda servir de apoyo eficaz a su vida pública.

Todo esto obliga a estudiar y conocer planteamientos teóricos, de esta forma como vivencias
de las mujeres, llevadas a cabo en otros países. Algunas de ellas intentan generar la sociedad
de las mismas o restaurar el matriarcado. Aceptar que los inconvenientes de las colombianas
forman parte intrínseca de la sociedad generalmente, y que deben resolverse en este entorno,
expone un doble compromiso para quienes se interesan en ellos.

La conciencia existente en esta doble problemática, que imbrica lo político y lo personal, nos
lleva a recopilar una serie de ensayos que ofrecen cuenta de ella sola durante la trayectoria
discontinua y marcada por el sincretismo y el mestizaje, como toda la literatura
hispanoamericana que ha servido la escritura de las mujeres colombianas del siglo XX.

https://www.javeriana.edu.co/narrativa_colombiana/contenido/modelos/litydif.htm
Metodología
Estos conflictos limitan el desarrollo social, a pesar de que en los últimos años el avance de la
mujer y su toma de posiciones en defensa del feminismo han sido notables y vertiginosos. En
1982, se fundó la Casa de la Mujer de Santafé de Bogotá y con ella se reconoce la necesidad
de establecer mecanismos gubernamentales que les ayuden a las mujeres colombianas a
consolidar su condición de ciudadanas libres. Las publicaciones de esta entidad y su modo
colectivo de operación han logrado crear una dinámica que afecta a diferentes sectores de la
sociedad. Obras como Nuevos espacios y otros retos (1986), V iolencia en la intimidad ( 988)
y las cartillas sobre derecho de familia, derecho penal y control de la fertilidad han educado a
una porción importante de la población femenina colombiana. Los efectos de este tipo de
trabajo se han extendido a otras comunidades y a la provincia.

El objetivo principal es examinar la producción literaria femenil del siglo XX en Colombia en


las coordenadas cronotópicas de cada creadora. Así, se consideran las situaciones particulares
que acompañan un proceso escritural determinado, y se reconocen influencias literarias,
corrientes culturales, temáticas locales, reacciones y logros personales.

Siguiendo dichos parámetros se ha podido observar que las autoras colombianas han
recorrido un proceso literario y escritural, semejante en líneas generales, al de las demás
autoras hispanoamericanas, aun cuando se diferencian por los aconteceres de la historia
nacional.

El quehacer estético de las autoras latinoamericanas, según Elzbieta Sklodowska, ha pasado


por 3 fases: la primera es la literatura femenil correspondiente a la reproducción y asimilación
de la tradición canónica; la segunda es la literatura feminista correspondiente a la revolución
ya la reivindicación de los derechos de las minorías; y la tercera es la propiamente femenil
correspondiente al autodescubrimiento y la averiguación de una identidad propia (141-142).

Algunos se encaminan a la historia literaria; identifican instantes claves de la evolución de la


práctica escritural femenil o subrayan el efecto de ciertos conjuntos de autoras y autores que,
al reexaminar las obras de mujeres escritoras y impulsar su publicación y difusión, han
contribuido a cambiar su carácter de textos marginales.

Hechos como los anteriores ejercen una presión que indudablemente repercutió en el marco
ideológico de la Constitución de 1991, cuyo espíritu es pluralista y respetuoso de las
diferencias entre los colombianos. Los artículos 42 y 43 especialmente consignan la igualdad
de condiciones de los cónyuges ante la ley.

Por ejemplo, en el libro de Héctor Abád Faciolince, el olvido que seremos Marta era la artista
de la familia (la portada del título lo constata: una foto de niña con un violín, su primera
pasión), inteligente, buena, la preferida de su padre como el autor nos dice. Se decantó por la
música pero todo lo hacía bien: yo, de entrada, me había rendido ante su superioridad. En
cuatro meses la muerte se la llevara a pesar de todos los intentos por curarla. El autor narra y
describe los hechos con toda minuciosidad, con la distancia y la contención, a las que ayuda
el tiempo que ha pasado, con que está escrito todo el libro. Hay pocas reflexiones ante un
hecho tan terrible como es la fulminante muerte de alguien querido a tan temprana edad. A
continuación de narrar el entierro de su hermana, hay un “flash forward” de quince años que
nos lleva al entierro de su padre y lo que aconteció allí. Las dos muertes de seres tan amados
que acaban con la felicidad de la familia. Abad Faciolince

Ejemplificando, en la obra de Héctor Abád Faciolince, el olvido que seremos Marta era la
artista de el núcleo familiar (la portada del título lo constata: una foto de niña con un violín,
su primera pasión), inteligente, buena, la preferida de su padre como el creador nos dice.

Hay escasas reflexiones frente a un hecho tan terrible como es la fulminante muerte de
alguien preciado a tan temprana edad.

A continuación de narrar el entierro de su hermana, hay un “flash forward” de quince años


que nos lleva al entierro de su padre y lo que aconteció ahí.
Algunas mujeres decidieron hacer parte de la guerra como ayudantes o combatientes,
desempeñándose en tareas logísticas propias de “mujeres” como eran: “limpiar rifles y
carabinas, arreglar baquetas, darles de comer a los que llegaban, volar a recibirlos para
emprender marcha…” (Otálora, 1937)

“En medio de este cuadro dantesco, en medio del estruendo rabioso de los fusiles…” ver
hondear la bandera propia en el lugar donde antes se izaba la del enemigo era el espectáculo
más simple y maravilloso para el revolucionario. Desde siempre, durante cada 10 batalla y
guerra, la bandera del vencedor lo representaba todo, “¡Por ella luchábamos! ¡Ella
representaba nuestros ideales! ¡Ella era nuestra insignia y nuestro norte!” (Otero, 1905).

“El proceso de ‘pacificación’ de Colombia desde noviembre de 1902 y la estrategia del


partido político vencedor para regular el postconflicto bipartidista durante las siguientes
décadas se centró en sustituir las ideologías revolucionarias con ideales nacionales de riqueza
natural y progreso industrial, reemplazar las armas bélicas por los instrumentos de trabajo
agropecuario y, renunciar a las visiones partidistas de país para adoptar un único proyecto de
nación centrado en el ‘verdadero’ patriotismo como parte de los acuerdos a los que había
llegado la generación del ‘Centenario’ y su interés por la enseñanza y el aprendizaje de la
‘Historia Patria’”. Pérez Pínzon, Luis. (2014).

La mujer es una disidente perpetua con respecto al consenso social y político; es exiliada de
la esfera del poder y por ello es siempre singula1; dividida, diabólica, una bruja. . . La mujer
está aquí para agitar y trastorna1; desinflar los valores masculinos, y no para abrazarlos.
Su papel consiste en mantener las diferencias apuntando hacia ellas, dándoles vida y
poniéndolas en juego. Julia Krisleva
Para entender la vigencia de los estudios sobre género en casi todas las disciplinas de las
ciencias sociales, tanto en Europa como en los Estados Unidos, es necesario referirse a la
posmodernidad (2). El rasgo más notorio de ésta es la puesta en duda de la legitimidad de los
discursos dominantes en el mundo occidental; para ello recurre al cuestionamiento de sus
presupuestos principales: el Hombre, el Sujeto, la Verdad y la Historia. Ello implica el
reconocimiento del espacio del Otro, que, siempre, según Julia Kristeva, es mujer; indagar el
discurso de la alteridad supone indagar el discurso mujer. (3)Lo cual no significa imitar a la
mujer biológica ni transformarse en ella, sino ponerse en el lugar del otro, de la minoría, de
los oprimidos, como sostienen Gilles Deleuze y Felix Guattari (340). (4) Esa revalidación de
lo femenino implica que voces y propuestas antes ignoradas o censuradas logren ser
escuchadas e influyan realmente en las comunidades que las producen.
Pero la posmodernidad no supone que la modernidad haya alcanzado su total
desenvolvimiento sino que, como sucede en el caso de Colombia, se esté creando un contexto
cultural que sea producto de la pluralidad y en el cual la multiplicidad y las diferencias no
sean desdibujadas por la cultura dominante.
Lo cual no significa imitar a la mujer biológica ni transformarse en ella, sino ponerse en el
lugar del otro, de la minoría, de los oprimidos, como sostienen Gilles Deleuze y Felix
Guattari . Pero la posmodernidad no supone que la modernidad haya alcanzado su total
desenvolvimiento sino que, como sucede en el caso de Colombia, se esté creando un contexto
cultural que sea producto de la pluralidad y en el cual la multiplicidad y las diferencias no
sean desdibujadas por la cultura dominante. En efecto, en Colombia, las consecuencias de la
yuxtaposición de instituciones sociales procedentes de distintos momentos de la evolución
económica, social y cultural se observan a finales del siglo xx. El resultado es una sociedad
en la que hay profundos contrastes, violencia desbordante, y en la cual grandes sectores,
dejados atrás por el proyecto modernizador, se ven obligados a mirarse a través del prisma de
modelos que no les pertenecen.

Colombia vive actualmente un momento histórico en el que se reconoce la heterogeneidad de


los sectores que la han integrado desde sus comienzos. La noción de que somos un país
hispánico, blanco y católico es una falacia que está siendo desvirtuada, paulatina pero
irreversiblemente por antropólogos, historiadores, sociólogos y otros trabajadores de la
cultura. Así, la imagen de Colombia que se empieza a vislumbrar al final del siglo XX es la
de una nación multiétnica, donde se hablan varios idiomas, se practican religiones muy
diversas y donde los vínculos entre la Iglesia Católica y el Estado están muy resquebrajados.
Es decir, el panorama político del País es dinámico y se presencia el surgimiento de fuerzas
diferentes a las tradicionales.

Para ilustrarlo podemos recordar que, tal vez por primera vez desde la llegada de Cristóbal
Colón, los indígenas colombianos están participando en la configuración de los destinos del
País. Estas peculiaridades impiden que las discusiones y publicaciones sobre la
posmodernidad -que han ocupado los escenarios de las principales comunidades académicas
del mundo durante la última década- constituyan un pasaporte para aplicar el término, sin
ningún preámbulo, a Colombia. En esta situación, las mujeres colombianas luchan por
sobrevivir, trabajando en una sociedad que les exige niveles de eficiencia acordes con la
racionalidad moderna, pero atrapadas, la mayoría de ellas, en una intimidad y unas relaciones
familiares que son todavía patriarcales y esclavizantes. Es visible la presencia de las mujeres
colombianas en posiciones de importancia en todos los sectores de la sociedad, y su progreso
económico es innegable, pero es poco probable que su vida cotidiana
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