Curso de Horror Cósmico. Introduccion
Curso de Horror Cósmico. Introduccion
Curso de Horror Cósmico. Introduccion
El presente “Curso de Introducción a la literatura de Horror Cósmico” trata sobre el análisis literario de los
escritos del subgénero de terror llamado Horror Cósmico, creado por el autor Howard Phillips Lovecraft y
por gran número de otros escritores que continuaron con una cosmogonía que perdura en el tiempo y es
parte de la cultura universal del terror.
Las clases se impartirán desde un Cuadernillo general de contenidos, en donde el alumno encontrará una
variedad de material para estudiar y realizar los exámenes correspondientes. El cursado se dividirá en 4
clases, y en cada una de las mismas habrán un examen y un cuento de Horror Cósmico de lectura
obligatoria para responder a las preguntas del examen. Dentro del cuadernillo encontraràn el material de
estudio, las preguntas a tener en cuenta, la bibliografìa obligatoria en formato PDF y Audiolibros de la
plataforma Youtube y un enlace para realizar el examen correspondiente a la clase.
Imagen 1
Clase 1: Introducción al horror cósmico. Aproximación a Los Mitos de Cthulhu. Lectura de cuento
fundamental de H.P. Lovecraft “La llamada de Cthulhu” y análisis literario. Características del relato de
horror cósmico.
Clase 2: Los elementos fundamentales en la literatura de horror cósmico. Lectura de cuento fundamental
de H.P. Lovecraft “El ceremonial” y análisis literario. Características complementarias del relato de horror
cósmico.
Clase 3: Mitología Lovecraftiana: bestiario. La cultura del horror cósmico en el mundo. El legado de
Lovecraft. Lectura del cuento fundamental de Frank Belknap Long “Los perros de Tíndalos” y análisis
literario.
Clase 4: Recapitulación de conceptos fundamentales del horror cósmico y la importancia de sus
características narrativas. El Círculo Lovecraft. La influencia de Lovecraft. Producción literaria. (Ver imagen
2).
Imagen 2
* Actividad final y
requisito fundamental para
egresar del Curso de Horror
Cósmico.
** En el examen final sólo
habrá 5 preguntas y una
sección para realizar un
relato de horror cósmico.
Horror cósmico
El horror cósmico, cosmic horror, también conocido como horror lovecraftiano,
es un sub-género de terror popularizado por el escritor estadounidense Howard
Phillips Lovecraft. El horror lovecraftiano se ha representado en un sinfín de
formatos, como en películas, series de televisión, videojuegos, cómics, novelas
gráficas, juegos de rol, juegos de mesa, etc. Aunque el soporte principal que lo
vio nacer y donde el terror cósmico brilla con más fuerza, es la literatura.
Lovecraft refinó este estilo para contar historias sobre sus propios "mitos", que
comprenden un conjunto de elementos sobrenaturales, mitológicos, humanos y
extraterrestres. Su trabajo fue profundamente inspirado por autores anteriores
que Lovecraft constantemente leía y admiraba, siendo algunos de ellos Edgar
Allan Poe, Algernon Blackwood y Lord Dunsany.
El concepto “Horror cósmico” se ha desvirtuado mucho a lo largo de los años, donde se ha recurrido al
horror cósmico sin entender su auténtico significado. Lo que debió ser horror cósmico, en muchos casos,
se ha quedado en simplemente horror.
El horror cósmico es algo sublime dinámico, terroríficamente majestuoso, de lo que hablaba Kant; una
imponente tormenta en el mar, un asteroide que amenaza la vida tal y como la conocemos, la erupción de
un volcán gigantesco. Estos agentes se convierten en ese temor inevitable, representados en la obra de
Lovecraft mediante Dioses Primigenios, entidades cósmicas que podría consumir un planeta con solo
soñarlo. Imaginar la soledad y la oscuridad que podría sentir un humano varado en mitad del infinito
océano abisal, o la sombra infinita que acecha desde todas las esquinas. Es la poesía más oscura que existe
sobre la realidad en que vivimos.
Cosmicismo
Este sub-género del terror se asienta sobre el movimiento literario y filosófico conocido como cosmicismo;
cuyas características implican fenómenos relacionados con entidades ocultas que habitan o influyen en
nuestro mundo y que preservan los secretos del universo. Lovecraft sostiene que no hay una presencia
divina perceptible, como un dios, en el universo, y los humanos somos particularmente insignificantes en el
gran mapa de la existencia intergaláctica, y quizás, somos solo una especie pequeña proyectando sus
propias idolatrías mentales en el vasto cosmos, siempre susceptible a ser eliminada de la existencia en
cualquier momento. Esto también sugiere que los humanos son seres con la misma importancia que los
insectos y las plantas en relación a una lucha mucho más fuerte entre fuerzas más poderosas que, debido a
la ceguera y nimiedad de la naturaleza humana, no logran reconocer.
Posiblemente el tema más prominente en el cosmicismo sea la completa insignificancia de la humanidad.
Lovecraft creía que:
“La humanidad desaparecerá.
Otras especies aparecerán y desaparecerán una tras otra.
El cielo se volverá gélido y vacío, penetrado por la enfermiza luz de las estrellas moribundas.
Que también desaparecerán.
Todo desaparecerá.
Y lo que hacen los seres humanos es tan falto de sentido como el libre movimiento de las partículas
elementales.
¿Bien, mal, moralidad, sentimientos? Pura ficción victoriana.”
El cosmicismo comparte muchas características con el nihilismo, aunque una importante diferencia es que
el cosmicismo tienda a enfatizar la inconsecuencia entre la humanidad y sus acciones, más que negar de
plano la posible existencia de un(os) propósito(s) superior(es). Por ejemplo, en los relatos de Cthulhu de
Lovecraft, no es tanto la ausencia de significado lo que causa terror a los protagonistas, sino el descubrir
que no tienen absolutamente ningún poder para realizar algún cambio en el vasto, indiferente e
incomprensible universo que los rodea. En los relatos lovecraftianos, si las acciones de los seres cósmicos
puedan tener o no un significado o propósito es completamente inaccesible para los personajes humanos,
del mismo modo que una ameba es completamente incapaz de entender los conceptos que mueven el
comportamiento humano.
La filosofía de Lovecraft fue el resultado de su completo desdén por todo lo religioso, su sentimiento de
abandono de la existencia humana frente a lo que él llamo "espacios infinitos" sincerados por el
pensamiento científico, y su creencia de que la humanidad esencialmente está a la merced de la vastedad y
el vacío del cosmos
Aunque muchos reconocen a H. P. Lovecraft como el padre del horror cósmico, su trabajo está
poderosamente inspirado por autores que le precedieron y que Lovecraft devoraba y admiraba. Entre
ellos, encontramos a Edgar Allan Poe, Lord Dunsany, Ambrose Bierce, R. W. Chambers, Arthur Machen y
Algernon Blackwood. Escritores que establecieron las bases de lo que más tarde sería identificado como
horror cósmico. Siendo ellos mismos autores indirectos de este género que, en cierto modo, también
estaba presente en sus obras.
Aunque muy vinculado a la ciencia ficción, el género onírico y la fantasía pura, en rigor los Mitos de
Cthulhu pertenecen a la tradición del cuento de terror anglosajón. A principios del siglo XX este sufre un
cambio de su tradicional terror gótico sobre fantasmas y castillos encantados sobre horrores etéreos, para
ofrecer un horror más palpable, en el que el horror se hace carne y se materializa en criaturas monstruosas
y entes alienígenas que acechan nuestro mundo, provenientes de las estrellas o de oscuros rincones de la
Tierra.
Lovecraft, heredero de esta tradición, inicia junto a un grupo de escritores pertenecientes al llamado
Círculo de Lovecraft un nuevo tipo de movimiento literario: el horror cósmico, materializado en los Mitos
de Cthulhu. El nombre hace referencia a la escala a la que operan esas fuerzas: una escala universal. Y es
que este género trata de mostrar una nueva realidad en la que existen horrores arcanos y primigenios
incluso desde antes del nacimiento mismo del universo, haciendo patente el insignificante papel que
desempeña la humanidad. En este tipo de historias, suele reducirse al ser humano a algo insignificante,
impotente y condenado en un cosmos poblado de deidades monstruosas, mecánico y materialista, un
pequeñísimo punto en la vastedad infinita del cosmos.
Los Mitos de Cthulhu
A continuación se nombran, según Derleth, los trece relatos de Lovecraft pertenecientes a este ciclo
literario ordenados de acuerdo a su fecha de creación:
Si bien estos relatos son considerados canónicos, hay numerosos escritos de la segunda época de Lovecraft
(la realista), que también pueden considerarse parte de los Mitos, entre ellos:
Ciertos temas y elementos son considerados básicos o fundamentales para componer piezas dentro del
género del horror cósmico. Dichos aspectos también son comúnmente encontrados en trabajos de corte
lovecraftiano realizados por otros autores.
Características fundamentales
La frase que el mismo Howard Phillips Lovecraft utiliza para describir la piedra fundante del horror cósmico
dice: “La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso
de los miedos es el miedo a lo desconocido”. El miedo al infinito cosmos, así como también a los confines
de la tierra y los seres que habitan en ella y de los cuales desconocemos.
Narración en primera persona: El género de horror cósmico es, en esencia, una narración ficticia, pero que
pareciera ser real. Es un relato de una o más personas que detallan terribles acontecimientos,
descubrimientos y verdades que les fueron reveladas tras una investigación o por mera casualidad. Este
tipo de desarrollo permite al lector adentrarse con mayor empatía sobre la historia y genera al mismo
tiempo un ambiente de veracidad. Lovecraft solía utilizar la primera persona en sus relatos de manera que
sirva como una caja de resonancia de los brutales acontecimientos, haciendo que los sentimientos del otro
se unan a los del lector y ampliando los efectos del miedo.
Personajes no trascendentes: Los personajes protagonistas lovecraftianos son usualmente individuos
aislados de la sociedad con algún interés académico (ciencia, astronomía, literatura o cualquier otro).
Usualmente estos intereses son los que los conducen a descubrimientos del universo y de la tierra. Sin
embargo, aunque los protagonistas puedan detener a las fuerzas malignas, sus victorias tienden a no ser
completas y usualmente pagan un costo por ellas. Si este no es el caso, los protagonistas se encuentran
totalmente incapaces de escapar a las consecuencias del secreto que ellos mismos han descubierto, y
terminan perdiendo su cordura o sufriendo algún otro final terrible (ver locura). Si hubiera una descripción
que menos le sea fiel a los personajes de Lovecraft y las hazañas de los mismos es la heroicidad.
Linaje misterioso: Los ancestros, parientes o familia de ciertos personajes usualmente son ilustrados como
anormales y siniestros. La mayoría de ellos fueron hechiceros, ocultistas o miembros de alguna secta que
trataron de descubrir algún secreto del universo. Este pasado usualmente afecta a los personajes y
protagonistas presentes en la narración.
La fragilidad y vulnerabilidad de la cordura humana (locura): Los personajes lovecraftianos siempre son
incapaces de afrontar mentalmente las extraordinarias e irracionables verdades del Universo o de la Tierra.
La arrogancia humana de tratar de entenderlo todo es, tal como Lovecraft usualmente ilustra, algo
imposible y que solo conduce a la demencia. La existencias de lo infinito, de lo eterno y de lo abominable
impacta a tal punto en la psique del ser humano que resulta para este inconcebible para este continuar
una vida como la llevaba antes y es carcomido por locura o la amenaza de la pérdida de la capacidad de
razonar. Lovecraft dirá, en este sentido, que: “Ni la muerte, ni la fatalidad, ni la ansiedad, pueden producir
la insoportable desesperación que resulta de perder la propia identidad”.
Descubrimiento de algo superior e inexplicable: Los personajes lovecraftianos, en casi todos los textos,
dada la curiosidad y las facultades que presentan logran descubrir o encontrar algo sumamente llamativo
para el hombre blanco de occidente. Descubren ciudades antiguas, objetos míticos, libros malditos,
civilizaciones ancestrales (nada parecidas al ser humano), Dioses monstruosos, culturas pasadas y
presentes que adoran a estos seres, ritos que abogan por el renacimientos de los Dioses o algo
infinitamente peligroso para la vida racional del ser humano. En La llamada de Cthulhu el narrador presagia
hacia el final de su escrito un final anunciado del reino del ser humano en la tierra, con la frase: “¿Quién
conoce el fin? Lo que ha emergido puede hundirse y lo que se ha hundido puede emerger. Lo satánico
aguarda soñando en el fondo del mar, y sobre las ondulantes ciudades humanas navega el apocalipsis”.
Anti-antropocentrismo e indiferencia divina: El género lovecraftiano tiende a no fijarse en la
caracterización de personajes como individuos sino en el punto de vista de la humanidad en general y su
insignificante lugar en el universo (ver: cosmicismo). Lovecraft entendía, y así lo plasma en su obra, que las
acciones humanas tienen nula consecuencia a escala cósmica, y que los Dioses de este universo
(monstruos inenarrables) no perciben el bien o mal y se limitan a reinar o luchar frente a criaturas de su
talla. En este sentido, los Dioses Lovecraftianos ven con indiferencia la vida inteligente en la Tierra. O bien,
se limitan a utilizar las mentes de algunos seres humanos para mantener en el planeta la voz de que algún
día estos seres monstruosos despertarán. El ser humano viene a ser una huella menor, un ácaro en la
vastedad del universo, sujeto a fuerzas que no comprenden e irrelevantes para las alienígenas
monstruosidades divinas.
Ritos ocultos: A lo largo de Los Mitos de Cthulhu se observa que existen en recónditos parajes del
territorio planetario terrestre personas que realizan cultos o ceremonias presuntamente religiosas e
ilegales debido a que en su mayoría implican sacrificios humanos. Muchas de las personas que realizan
estos cultos desconocen las verdaderas causas del mismo, otros perecen ante la locura, y unos pocos son
aquellos que reconocen los motivos o orígenes de tal ceremonia que no tiene escrituras y se transmite sólo
de boca en boca.
Desesperanza: No hay esperanza alguna para evitar el trágico destino de la humanidad. Las únicas
oportunidades que tiene el hombre de salvarse han sido orquestadas previamente. La atmósfera tiende a
ser, melancólica, misteriosa y pesimista.
Ciclos míticos y series: Los relatos de Lovecraft forman ciertos ciclos que se superponen entre sí y están
unidos por un denominador común (un personaje, un objeto, un lugar).
Lo inenarrable: Lovecraft gustaba de plasmar sensaciones vagas e indefinibles que tienden a crear ilusiones
de dimensiones, realidades y elementos espacio-temporales desordenados. Es así que en casi todos sus
textos, los personajes que son abducidos por la locura, por una ruptura espacio-temporal o que ingresan
sin saberlo a un portal astral se sumen en sensaciones que, incluso para el escritor de la narración, son
difíciles de explicar. Esto también sucede cuando están en presencia de los Dioses e incluso cuando los
protagonistas sueñan con ellos.
Sabios hipersensibles: En la cosmogonía lovecraftiana los artistas son personas altamente sensibles a la
presencia de los monstruos que existen en la Tierra o en el Universo, por lo que, mediante sus pinturas,
poemas o capacidades logran retratar a los Dioses y el futuro del planeta bajo las leyes de los mismos. Los
científicos, los profesionales e instruidos, por otra parte, son quienes descubren la realidad y también los
primeros en sucumbir muchas veces a la locura.
Características anexas
Preocupación por sustancias y texturas extrañas o desconocidas: El género lovecraftiano tiende a incluir
sustancias gelatinosas y desconocidas por la ciencia humana en lugar de elementos de horror clásico como
sangre, huesos o cuerpos.
Estilo de escritura particular (victoriano, muchos adjetivos): Aun con la tecnología de su tiempo, Lovecraft
tendía a usar anacronismos y palabras medievales en sus historias. Por ejemplo, Lovecraft usaba el término
'man of science' ('hombre de la ciencia') en lugar de la palabra 'scientist' ('científico') y usualmente
deletreaba (en inglés) 'show' como 'shew' y 'lantern' como 'lanthorne'. Además marcaba muchos adjetivos
en sus oraciones, para algunos demasiados adjetivos en un párrafo.
Incapacidad de la ciencia para responderlo todo: El horror cósmico deja en evidencia la ignorancia de la
ciencia frente a la infinidad del universo. Existe en la obra de Lovecraft preguntas sin respuesta o solo
respuesta parcial. Los secretos de la Tierra o el Universo descubiertos por protagonistas usualmente no son
definidos con totalidad ni para el lector. Los protagonistas lovecraftianos raramente comprenden lo que les
está sucediendo, y usualmente caen en el camino de la locura si tratan de entenderlo. No todos los
misterios son resueltos, ni tienen por qué desvelarse. El desconocimiento, incluso para el lector, forma
parte del género.
Ocultismo: Siempre hay una fuerte presencia sobrenatural en la historia, habiendo en su mayoría
personajes con una estrecha relación con el ocultismo, que están obsesionados con la magia y los secretos
del universo.
Racismo: Por lo general en las obras de Lovecraft, y específicamente en Los Mitos de Cthulhu se observan
ciertos pasajes o párrafos que llaman poderosamente la atención en nuestra época por su connotación
racista. Ciertos personajes, mayormente negros, mulatos y mestizos son los antagonistas o los adoradores
de perversas criaturas. Estas personas se caracterizan por su poca capacidad mental y muchos de ellos son
esclavos al servicio del hombre blanco. Si bien esta caracterísica era muy acentuada en la época, nuevos
autores (e incluso autores del Círculo Lovecraft) eliminaron esta característica de horror cósmico.
Una atmósfera siniestra: un elemento importante en su obra es la descripción de los escenarios y la
creación de atmósferas siniestras, en las que siempre ocurre algo que viola las leyes de la ciencia y la
racionalidad.
Los principios lentos: En sus primeras historias Lovecraft se ciñó a los dictados de las normas que decían
que un relato de horror debe comenzar con un ritmo lento, reflexionando acerca del miedo o los horrores
de la vida, para ir creciendo en ritmo y finalizar en la apoteosis absoluta. Pero poco a poco fue puliendo su
estilo y los comienzos fueron algo más dinámicos.
Nula aparición de mujeres y sexo: Lovecraft no hace mención del sexo en sus relatos, sus cultistas no
participan en orgías, sus personajes apenas tienen necesidades humanas... Las pocas protagonistas
femeninas que aparecen son Asenath Waite (The thing in the doorstep) y Lavinia Weatheley (Dunwich's
horror) eran instrumentos de los cultistas de los Primigenios y a través de ellos servían a sus planes.
Los nombres de los Primigenios: Lovecraft terminaba muchos de los nombres de sus dioses con el sufijo
ath ó oth, fórmulas tomadas de Dunsany. Lovecraft dijo inspirarse en el árabe o el hebreo.
Descripciones horrendas: De M. R. James, Lovecraft aprendió el arte de no mostrar nunca al monstruo,
dejando que la imaginación del lector complete los detalles más horrendos. Esta tendencia desaparece en
algunos relatos, donde describe con lujo de detalles a las criaturas más horrendas. En La llamada de
Cthulhu describe casi a la perfección todos los detalles del monstruo, así como también las pinturas y
piedras talladas.
Dioses naturales: Los Dioses lovecraftianos son entidades que para el ser humano
podrían ser entendidas como sobrenaturales, celestiales o infernales, sin embargo
son entes completamente naturales. El ser humano, limitado en su capacidad
intelectual, desconoce de las materias infinitas del espacio, por ello sucumbe ante
estas bestias.
Las claves del terror: Lovecraft utilizó todos los trucos de la narrativa de terror y
agregó los propios: la aparición de una puerta secreta en una cripta, las venganzas
eternas, las invasiones de ratas, la música capaz de atraer fantasmas, las islas
misteriosas, los monstruos que llevan años dormidos hasta que son despertados
por un incauto.
H.P. Lovecraft instauró las raíces para un culto falso a dioses inexistentes
llamados los Primordiales y los Arquetípicos, y así como todas las
ceremonias reales de carácter místico poseen textos y otros instrumentos
sagrados, el rito ficticio que el escritor de Providence creó también tenía un
elemento tan sagrado y prohibido como imaginario: El Necronomicón. A
partir de la conjunción de varios componentes, como la creación y
categorización de dioses, cuya existencia y el comienzo de la vida en la
Tierra están irrevocablemente enlazadas, así como también de un culto
formal de adoración a éstos y un texto guía lleno de saberes arcanos y
maléficos, Lovecraft sentó las bases literarias para dar solidez a la
conformación de su mitología, que es la piedra angular de su obra literaria y
del posterior movimiento, conocido como horror cósmico, que ésta inspiró.
Con la creación de una cosmogonía vertebrada en su mitología construye un origen artificial para el
planeta Tierra y todo trazo de vida y civilización en él. Esta cosmogonía involucra hechos y conocimientos
anteriores a la raza humana, por ende hace referencia a sucesos determinantes no sólo para el pasado (el
origen) sino para el presente y el futuro de este planeta. Esta particular génesis propone que el planeta
Tierra, y todo lo que de él depende, ha actuado, y actuará siempre, según las antiguas y arcanas leyes de
los dioses de la mitología de Lovecraft; que más que poseer el carácter divino que se confiere a los íconos o
símbolos religiosos en general, se aproximan a lo que actualmente es clasificado como de naturaleza
extraterrestre, de aquí que el horror lovecraftiano sea catalogado como cósmico.
Estos seres, a quienes el autor da el nombre de dioses Primordiales, son entes extraterrestres
fundamentales tanto estética como sintáctica y gramaticalmente dentro de su obra. De este modo la
creación literaria de Lovecraft, revela más que el misterio del origen del universo, el de la vida y el
posterior florecimiento de las civilizaciones en la Tierra; además informa sobre cómo en las pocas veces
que se llega a la eventualidad de conocer tal misterio, es cuando justamente se enfrenta a lo desconocido y
por lo tanto al más aterrador de los temores. Lovecraft (citado en Todorov, 2003, p. 31) argüía que un
cuento sólo pertenece al reino de lo fantástico “simplemente si el lector experimenta en forma profunda
un sentimiento de temor y terror, la presencia de mundos y de potencias insólitos”. No está de más
precisar que el temor no es una característica general dentro de literatura fantástica, sin embargo lo es,
por supuesto, dentro del horror cósmico.
Mitología lovecraftiana
Rafael Llopis (1969, p. 42) sintetiza la mitología lovecraftiana como un combate entre seres cuyas
características los ubican en el rango de dioses que simplemente simbolizan la dicotomía del bien y el mal,
que poblaban la Tierra y eran viejos sabios cuando los dinosaurios aún eran una especie incipiente. Los
dioses Primordiales se sublevaron contra sus creadores los dioses Arquetípicos, estos últimos (vagabundos
interestelares y primeros habitantes de la Tierra) vencieron, expulsando a unos y apresando a otros; un
ejemplo de estos últimos es Cthulhu, temido Primordial que es mantenido en un trance letárgico indefinido
en la ciudad de R’lyeh ubicada en las profundidades del mar. Empero, los Primordiales dejaron su hueste
sobre la tierra, y ésta todo el tiempo conspira para retribuir el poder a sus dioses.
Los dioses de la mitología lovecraftiana pueden ser divididos en tres conjuntos. Dos grandes grupos: los
Arquetípicos y los Primordiales, y este último se subdivide en Primordiales Mayores y Menores. Los dioses
Arquetípicos no están claramente definidos y su presencia, ajena a la pluma de Lovecraft, es una excusa
para la aparición de los Primordiales, entidades inicuas que son las verdaderas protagonistas del culto
inventado por H.P. Lovecraft; el Necronomicón está consagrado a guardar los conjuros y secretos que
algún día les devolverán su reinado sobre la tierra.
A
Primordiales mayores
Yog-Sothoth: Los estudiosos de los cielos que moran en el valle del Tigris han relacionado a Yog-Sothoth
con la esfera de Júpiter, por el motivo de que el poderoso Júpiter es el padre de los dioses menores, que
gobierna sus idas y venidas y que tiene las llaves de las puertas del Olimpo… (Tyson, 2005, p. 103).
Yig: Los magos relacionaban a Yig con la esfera de Saturno por el motivo de que Yig es el más antiguo de
los Primordiales, y Saturno es el más antiguo de los planetas; la serpiente [animal que representa a Yig en
la Tierra] es el más frío de los animales, y ese cuerpo celeste se mueve por las regiones más lejanas de los
cielos, donde es menor el calor del sol; Yig es el más sabio de los Primordiales… (p. 96)
Cthulhu: […] es distinto y está aparte de los demás señores de los Primordiales, pues no es de la misma
sangre de los demás… Por ser Cthulhu el más grande de los guerreros, los magos que descienden de la
estirpe real de Babilonia lo asocian con la esfera de Marte, dios de la guerra… (p. 109). Lovecraft describe a
Cthulhu en el siguiente extracto de La Llamada de Cthulhu, en el que se alude al aspecto de una efigie que
representa al dios "No estaría traicionando al espíritu de aquella cosa si digo que mi imaginación, algo
calenturienta de por sí, creía percibir en ella, de forma simultánea, las figuras de un pulpo, un dragón, y
una caricatura de ser humano. Una cabeza viscosa y cubierta de tentáculos destacaba sobre un cuerpo
grotesco y escamoso con unas alas rudimentarias; pero era el perfil general de toda ella lo que resultaba
más espantoso.". Además, cuando finalmente aparece físicamente se menciona que posee una piel viscosa
y un tamaño desmesurado.
Sin embargo, parece ser que Cthulhu es capaz de cambiar la forma de su cuerpo a voluntad, así como
extender sus extremidades retráctiles y tentáculos como lo considere oportuno.
Azathoth: Los sabios del Tigris, expertos en la ciencia de las estrellas, situaron a Azathoth en la esfera del
Sol, porque ambos están en el centro de los cuerpos móviles de los cielos. (p. 114)
Shub-Niggurath: Los magos atribuyeron a Shub-Niggurath la esfera de Venus como su armonía natural,
porque Venus es una diosa célebre por su concupiscencia, y que aporta fertilidad a los animales y a las
cosechas… (p. 118)
Nyarlathotep: […] bromista, mensajero y heraldo de estos dioses [Primordiales], los magos del Tigris lo
relacionaron con la esfera de Mercurio, que es el más veloz de todos los planetas y mensajero de los dioses
del Olimpo, el más sabio en el arte de la palabra y de la escritura. (p. 125). Robert M. Price sugiere que el
nombre de Nyarlathotep pudo haber sido subconscientemente sugerido a Lovecraft por dos nombres
inventados por lord Dunsany, un autor al que él admiraba: Alhireth-Hote, un falso profeta de Los Dioses de
Pegana y Mynarthitep, un dios descrito como "furioso" en su El Lamento de la Búsqueda. En una carta de
1921 a Reinhardt Kleiner, Lovecraft le relató un sueño que había tenido -descrito como "la pesadilla más
horrible y realista que he tenido desde los diez años"- que sirvió como base para su poema en prosa
"Nyarlathotep". En el sueño, recibía una carta de su amigo Samuel Loveman que decía: "No dejes de ver a
Nyarlathotep si viene a Providence. Es horrible -más horrible de lo que te puedas imaginar- pero
maravilloso. Te atrapa durante horas. Todavía tiemblo al recordar lo que me mostró."
Lovecraft comentó: "Nunca había oído el nombre Nyarlathotep anteriormente, pero parecía comprender la
alusión. Nyarlathotep era una especie de showman o conferenciante ambulante que realizaba
espectáculos públicos en los que extendía el terror y la discusión en sus exhibiciones. Estas exhibiciones
consistían de dos partes -primero, una horrible y posiblemente profética historia cinemática y
posteriormente experimentos extraordinarios con aparatos científicos y eléctricos. Cuando recibí la carta,
me pareció recordar que Nyarlathotep ya estaba en Providence... y me pareció recordar que algunas
personas ya me habían hablado de los horrores y me advirtieron que no me acercara... pero la carta de
Loveman terminó por decidirme.
Mientras dejaba la casa vi multitudes de hombres, pululando en la noche, todos susurrando y dirigiéndose
en una dirección. Les acompañé, temeroso pero fascinado por acudir a ver y oír al gran, oscuro e
impronunciable Nyarlathotep”.
Dagón*: Los magos del valle del Tigris relacionan a Dagón con la esfera de la Luna, considerando que la
Luna rige las mareas y tiene una composición acuosa, y que nunca se ve caminar a Dagón si no es bajo los
rayos lunares, y que está restringido por el límite inferior de la marea, como por una barrera que no puede
atravesar… (p. 131)
*Es importante resaltar respecto a este Primordial que su nombre en hebreo significa el gran pez, y que
según el antiguo testamento, los filisteos veneraban a un dios mitad pez y mitad mujer desnuda a quien
también llamaban Dagón. Esto, claro, no es más que una confirmación del tipo de paralelismo conceptual
con que Lovecraft quería insuflar su obra; como se verá en el siguiente capítulo, el significado en hebreo de
este nombre pudo ser el inicio de toda una dinastía dentro del género literario de terror. (Tyson, 2008)
Primordiales menores
Estos diosecillos son, acorde con Los mitos de Cthulhu, creados por los Primordiales mayores para su
servicio, de hecho representan a las primeras formas de vida que reptaron por la tierra.
Los Shoggoth —que son personajes centrales en la novela anteriormente citada—: Se supone que estos
monstruos terribles, que no ha visto nunca ningún hombre ni ninguna otra criatura inteligente de este
mundo, fueron creados por los Señores Mayores [Los Primordiales] para que fueran trabajadores a su
servicio, en su primera época en la tierra, cuando construyeron sus grandes ciudades. (p. 241)
Atlach-Nacha: Tiene apariencia de una enorme araña con cabeza de aspecto ligeramente antropomórfica
con inmensos ojos rojos… vive dentro de un gran abismo debajo del monte Voormithadreth… (Gómez,
2006, p. 130)
Zoth-Ommog: Sobre su cuerpo cónico sobresalen cuatro gruesos tentáculos dispuestos como una estrella
de mar. De su cabeza de lagarto sale una agitada masa de tentáculos que no cesan de serpentear… (p. 131)
Shedde-Mell: Es el más grande y maléfico de la raza de los Chthonias, puede causar por sí solo un
terremoto de fuerza 3.5 en la escala de Richter, en un radio de 7 kilómetros. (p. 134)
Chaugnar-Faugn: Esta hiperdimensional criatura tiene un repulsivo parecido a un elefante con cabeza
humana. Pasa la mayor parte de su tiempo inmóvil, dentro de una caverna de la meseta de Tsang. (p. 138)
Los abominables Tcho-Tcho: Mitad humanos mitad monstruos. Su origen es el resultado del apareamiento
de los reptiles Miri-Nigri con los primeros seres humanos. Son devotos de Chaugnar-Faugn, pero también
adoran a Shub-Niggurath y a Hastur. (p. 139)
Gules: Innombrable blasfemia con brillantes ojos rojos. Sus garras tenían los huesos muy marcados, y una
cosa que jamás habría tenido un ser humano: la cabeza roída como un caramelo de palo mordisqueado por
un niño. (p. 167)
Profundos: […] su color predominante era un verde grisáceo… Eran brillantes y esbeltos pero su espina
dorsal era escamosa. Sus formas eran vagamente antropoides, mientras que su cabeza era de pez con ojos
grandes y saltones que nunca parpadean. (p. 143)
Es prácticamente imposible definir un orden para la mitología lovecraftiana, incluso es muy difícil fijar
diferencias claras entre Arquetípicos y Primordiales, además se debe tener en cuenta que muchos de estos
dioses y semidioses no fueron creados por el escritor, sino que fueron añadidos paulatinamente por los
otros integrantes del Círculo Lovecraft; es el caso de los benévolos dioses Arquetípicos, que fueron
introducidos por August Derleth a Los mitos de Cthulhu. Sin embargo, la principal finalidad de Lovecraft al
construir esta cosmogonía no estaba enfocada hacia la institución ordenada de una mitología, como hacia
la creación de una nueva génesis prehistórica ligada al origen de la vida y las civilizaciones en la Tierra, ya
que esto es precisamente lo que permite la existencia y da razón a su cosmogonía, que es el útero del
horror cósmico, como es llamado el subgénero literario que se construyó a partir de la mitología
lovecraftiana. Es decir, la idea de que la Tierra en tiempos remotos hubiese estado gobernada por seres de
naturaleza desconocida y tan superior, y la posterior catalogación de estos, genera el referente literario
necesario en el sistema de correspondencias con que Lovecraft sustenta y justifica la existencia de su
mitología; es así que la presencia de grimorios prohibidos, de seres indefinidos, de portales
interdimensionales, de razas humanoides y cultos soterrados siempre giran en torno a los dioses del
Necronomicón, son ellos los que avalan literariamente al horror cósmico y por lo tanto los que conducen
los destinos narrativos (la forma y el contenido) de Los mitos de Cthulhu.
Puede verse en Los Mitos de Cthulhu cómo el horror cósmico condensa las condiciones necesarias para
construir el efecto arte-horror, ya que no sólo sus dioses-personajes son fuente de miedo por su evidente
naturaleza sobrenatural y un amorfismo que los pone en el nivel de lo impuro, sino que este origen y
apariencia sobrenaturales son causantes inmediatos de asco y malestar (malestares que genera el arte-
horror). Esta sensación de repulsión no sólo obedece a una náusea física, es decir a una simple reacción
emocional, aunque necesariamente ésta debe presentarse de manera complementaria. Dicho de otro
modo, las reacciones emocionales implican perturbaciones de tipo tanto físico como mental, en especial si
aquello que genera un determinado estado de agitación desafía directamente los citados sistemas de
creencias cultural y socialmente establecidos, lo que es justamente la función de las formas monstruosas o
informes. Especialmente en la cultura occidental, debido a la visión cristiana de la creación humana a
imagen y semejanza de Dios, se considera todo lo amorfo y desagradable tanto a la vista como al tacto no
solamente como lo impuro, sino que además esta condición de impureza encarna la ausencia del orden y la
estabilidad social; por lo tanto todo aquello que transgreda lo que socialmente es considerado normal y
aceptable, o sea lo monstruoso, es una representación de una otredad que necesariamente debe ser
maligna y peligrosa (Cortés, 1997, cap. 1). “El enemigo” es el significado hebreo de Satán (o Satanás) y su
castigo por rebelión, según la tradición occidental, además de haber sido condenado a morar en la Tierra
fue la deformación. Por lo tanto, lo monstruoso encarna una otredad que modifica y quebranta de manera
negativa lo que parecía inamovible. El otro atemoriza justamente por ser prueba irrefutable de que el
orden colectivamente determinado si puede ser vulnerado, la existencia de lo monstruoso implica la
destrucción de la moral y el bien social, ya que estos aspectos no pueden ser compatibles con lo diferente
(lo deforme e indefinible), con lo otro (Cortés, 1997, cap. 1); recuérdese el estrecho vínculo entre el miedo
y lo desconocido, y las formas indeterminadas de lo monstruoso son una perfecta representación de lo
desconocido y además maligno, como ya vimos.
En la obra de Lovecraft el otro es un virus capaz de destruir
todo un sistema de creencias fijadas colectivamente, en este
caso una entidad monstruosa por el solo hecho de ser un ente
viviente es una transgresión a lo divinamente fijado; en este
punto es adecuado regresar con el postulado de Habermas
acerca de uno de los ideales perseguidos por la modernidad: la
“organización racional de la cotidianeidad social”, una de las
manifestaciones pragmáticas de esta idea fue la creencia en un
mundo estable, cuyos habitantes y demás componentes (vivos,
inertes, orgánicos y inorgánicos) mantienen formas
identificables y aceptadas. Puesto en otras palabras, la “diosa
Razón” una vez más abre el sendero para lo antinatural,
pretendiendo precisar lo natural; de igual modo, lo
sobrenatural, por contraposición directa, debe representar lo
caótico, la otredad que viola el orden.
El otro que plantea el horror cósmico surge como una
expresión artística evidentemente afectada por varios de los
muchos tentáculos de la modernidad, incluidos los de su
propia evolución; este otro-cósmico es absolutamente
monstruoso, indefinible e incomparable con cualquier cosa
socialmente implantada como normal, son seres vivos
entrañablemente ligados a todo lo que vive y piensa sobre la Tierra; además simbolizan el inminente y
temido caos que todo lo deforme e impuro encarna, ya que atenta contra la razón mental y la estabilidad
social. Es, en otras palabras, una afrenta a todo lo establecido por la modernidad, y al mismo tiempo es lo
que la modernidad exige. Los Primordiales son cosas vivas cuya sola presencia, físicamente indeterminable,
es símbolo de miedo y maldad; y las manifestaciones de estos seres, cuya existencia es temporalmente
incalculable, están por todas partes, desde la vida misma, las enigmáticas y colosales construcciones
alrededor del mundo (símbolos inequívocos de inteligencia) que durante siglos han intrigado al hombre,
hasta el futuro caótico que el regreso de estos dioses significa para todo lo vivo sobre el planeta. Lo que no
puede desligarse de otro de los aspectos importantes que la modernidad ha adquirido en occidente: el
sólido entrecruzamiento entre tradición e innovación.
La mitología lovecraftiana, piedra angular del horror cósmico, puede entonces asumirse como un trasfondo
con fines predominantemente artísticos, pero forjada al calor de algunos de los
conceptos de la modernidad, como búsqueda evolutiva y perenne de una
conjugación armoniosa entre un nuevo y futuro orden, y una tradición
fuertemente arraigada.
El otro-cósmico lovecraftiano es una nueva afirmación literaria de la necesidad
de libertad y felicidad a través del conocimiento y la razón, que niega lo ya
establecido por medio de oposiciones a lo tradicional pero valiéndose de
muchos de los componentes ancestralmente enraizados. El horror cósmico “es
una suspensión o transgresión maligna y particular de esas leyes fijas de la
Naturaleza que son nuestra única salvaguardia frente a los ataques del caos y
de los demonios de los espacios insondables” (Lovecraft, citado en Cortés,
1997, p.29). Los dioses-personajes de Lovecraft son la locura que comenzó con
la búsqueda racional del origen.
Howard Phillips Lovecraft fue un escritor norteamericano que nació en Providence, estado de Rhode
Island, en 1890 y murió en 1937. Provenía de una familia burguesa en decadencia y su padre murió cuando
tan solo contaba con ocho años.
Era un estudiante brillante y escribió su primer relato a los quince años. Debido a los prejuicios de clase de
su madre su formación fue básicamente autodidacta, aunque la compaginó con breves estancias en la
escuela primaria y secundaria. Su abuelo materno fue la figura clave que le guio en su educación literaria y
científica.
Era ateo, al parecer racista y amante de la literatura policíaca, pero sus primeros pasos se encaminaron
hacia la poesía hasta que en 1913 empezó a descubrir la literatura gótica y en especial la figura de Edgar
Allan Poe que le influenció poderosamente.
Durante una época vivió recluido en su casa hasta que hacia 1917 empezó a escribir poemas, artículos y
varios cuentos entre los que Dagón (1919) fue su primera historia publicada en la revista Weird Tales.
La muerte de su madre, que lo sobreprotegía, le obligó a salir de su reclusión y a aceptar encargos
literarios para sobrevivir. Empezó a frecuentar un círculo de escritores afines que formaban artistas como
Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, August Derleth, Robert Bloch y otros, con los que mantenía una
intensa relación epistolar.
En 1924 se casó con la comerciante y escritora aficionada Sonia H. Greene, siete años mayor que él y con la
que se mudó a Brooklyn. Sin embargo, los problemas económicos y la disparidad de caracteres les obligó
primero a separarse y luego a divorciarse. En 1927 volvió a Providence donde realiza la mayoría de su
trabajo literario.
H.P. Lovecraft murió de cáncer intestinal en 1937, sumido prácticamente en la pobreza.
Al comienzo del relato se da por hecho no sólo que hay segmentos de la realidad cuyo conocimiento
pueden tener graves consecuencias para la humanidad, sino que la contemplación del todo implica una
pérdida y una caída. Una vez establecida esta premisa, el texto permite que el lector llegue a ella mediante
la inducción; es decir, a lo largo de las tres secciones que dividen el relato. Para ello, el narrador, Francis
Wayland Thurston, nos presenta una serie de átekhnoi (razón lógica, convincente, ajenas al orador),
constituida por testimonios de diversa índole, principalmente documental que, como señala Barthes,
sirven en este tipo de casos para componer un dossier, «fragmentos de lo real ya constituido en lenguaje
por la sociedad» (Barthes, 1990: 125). Debido al carácter externo al discurso de estas pruebas, el lector da
por sentado que el orador «No puede conducirla[s] (inducir o deducir); lo único que puede, ya que son
“inertes” de por sí, es ordenarlas, hacerlas valer mediante una disposición metódica» (Barthes, 1990: 124).
Es decir, como se observa en el primer capítulo, notamos cómo el protagonista no relata una historia
propia sino que ordena una ajena (la cual hace propia sin inducir o deducir sobre la misma).
El narrador va por el lado de la técnica del Inventio, es decir, psicológica, pretende conmover mediante el
ethe y el pathē. Al primero (ethe) de ellos corresponden los atributos del orador, la phrónesis (habilidad
para deliberar bien), la areté (franqueza) y la éunoia (simpatía), que se encuentran de alguna manera como
características en el narrador: un distinguido estadounidense de mediana edad, con estudios
universitarios, de buena familia y de situación económica desahogada. El personaje se presenta a sí mismo
sumido en la desesperación y plantea una intención encomiable: prevenir a la humanidad de los horrores
que se ciernen sobre ella. Esto tiene como consecuencia que, mientras relata los motivos que lo han
llevado a escribir, ha ganado para su causa la credibilidad del lector, puesto que esas características lo
interpelan y le dicen «sígueme (phrónesis); estimado (areté) y amadme (éunoia)» (Barthes, 1990: 143).
La pathē involucra los sentimientos de quien escucha; es decir, los que el orador suscita en su auditorio.
Aristóteles comprendió su especial importancia y a este tema dedicó el libro II de su Retórica, en donde
señala que:
...es necesario que no sólo se atienda a que el argumento sea convincente y fidedigno, sino a ponerse a sí
mismo y al juez en una determinada disposición, pues tiene mucha importancia para la persuasión,
especialmente en las deliberaciones, aunque también en los juicios, la actitud que muestra el que habla y
que dé la impresión a los oyentes de que se encuentra en determinada disposición respecto a ellos y
también que además se dé el caso de que ellos lo estén respecto al orador (Aristóteles, 1998: 155-156).
Como apunta Barthes (1990: 95), ahí el filósofo griego trata «las emociones (pasiones) y nuevamente de
los argumentos, pero esta vez en la medida en que son recibidos (y no ya, como antes, concebidos)».
Definido - además - como «un sufrimiento o turbación nacido de imaginar un mal venidero que puede
provocar destrucción o sufrimiento» (Aristóteles, 1998: 173), en la obra lovecraftiana se manifiesta no
sólo como el resultado de haber unido los cabos sueltos de una realidad terrible, sino tras la constatación
de que los seguidores del culto de Cthulhu han acabado con otros testigos, como el tío abuelo del
protagonista.
En lo que concierne a nuestro objeto de estudio esta disposición de elementos responde a la poética del
cuento fantástico, cuyo principio estructurador es la irrupción de un fenómeno imposible percibido como
amenazador dado su carácter inexplicable e irreductible (tanto en un nivel intratextual como extratextual).
Los sucesos narrados se encadenan con la finalidad de preparar al lector para atestiguar la transgresión
que ello supondría; es decir, el texto se arma en torno a la tematización del conflicto que dicha irrupción
supone: «la problematización del fenómeno es lo que determina, en suma, su fantasticidad» (Roas,
2011: 36). En este caso es importante señalar que el discurso adopta una estructura canónica principio-fin
en su exposición, es decir que responde al ordo naturalis, a la norma tradicional exordio-narratio-
confirmatio-epílogo (Barthes, 1990: 149).
El encuentro con el personaje por medio de su escritura, examinado a detalle en las obras del autor por
Cannon (2011), ha sido un rasgo importante dentro de la concepción ficcional de Lovecraft, que ha llevado
a Michel Houellebecq a afirmar que:
Los héroes de Lovecraft se despojan de cualquier signo de vida, renuncian a cualquier alegría humana, se
convierten en meros intelectos, espíritus puros que aspiran a una única meta: la búsqueda del
conocimiento. Al final del camino les espera una espantosa revelación: desde las marismas de Louisiana a
las mesetas heladas del desierto antártico, desde el corazón de Nueva York a los sombríos valles de
Vermont, todo proclama la presencia universal de Mal (Houellebecq, 1991: 107).
Respecto al epílogo, Barthes señala dos niveles: el nivel de las «cosas» (posita in rebus), cuya función es
resumir: en este caso está encargado de centrar nuevamente la atención del lector en la premisa y su
relación con el hallazgo; y el nivel de los sentimientos (posita in affectibus), que en este caso busca
despertar la compasión del lector al mostrar que lo que se ha leído es el testamento de un personaje con
futuro incierto. Lo anterior en lo que corresponde al personaje, pero resulta de mayor relevancia lo que se
suscita a un nivel metaficcional, el hecho de que ha convertido al lector en confidente de tal secreto.
Aunque de manera inconsciente el marinero noruego Gustaf Johansen ha evitado el regreso de Cthulhu, el
protagonista y el lector saben que este ser aguarda pacientemente a que alguien, y no faltará quien,
responda a su llamado.
Como lo dejan ver las últimas líneas, para Thurston ni duda cabe de que la realidad está envenenada.
Aunque es evidente que al lector no le ha pasado nada, este epílogo permite que tenga en mente qué
pasaría si lo que se ha planteado fuera posible: «En el final de "El llamado de Cthulhu", aunque el gran
Cthulhu se ha hundido nuevamente bajo las aguas, la sugerencia es clara y el problema para la humanidad
es ineluctable y eterna» (Burleston, 2011: 146). Una vez que el clímax ha pasado, es decir, el momento del
encontronazo entre Johansen con Cthulhu, y las aguas se han calmado, que parece haberse restablecido el
orden humano, el narrador hace hincapié en abandonar todo optimismo, puesto que el infierno siempre
estuvo en la tierra. La sensación que perdura en buena medida se debe a que Lovecraft suprime lo que le
ocurrirá al protagonista por meterse con fuerzas superiores, la ausencia de esta certeza lo priva de la
katharsis y acentúa la intranquilidad:
El lector de las historias de Lovecraft se da cuenta de que el horror yace debajo de las revelaciones. Pero
cuando uno cierra las páginas de la historia que acaba de leer, uno se da cuenta de que no se ha
manifestado un mayor horror. Al abrir la caja de Pandora, los horrores han sido desatado para siempre y
no hay vuelta atrás, no importa lo que podamos hacer para permanecer en la feliz ignorancia. Este es un
tema clave en todas las últimas historias de Lovecraft: que una vez que se ha obtenido conocimiento, el
estado previo de ignorancia no puede ser recuperado (Schultz, 2011: 224).
En este caso la narratio, exposición de los hechos, funge como una premisa argumentativa: el narrador no
sólo presenta el bajorrelieve hecho por Wilcox, sino los documentos de su tío abuelo George Gammell
Angell, profesor emérito de Lenguas Semíticas en la Universidad de Brown, Providence, muerto en
extrañas circunstancias, y poseedor de importantes pruebas al respecto del culto a Cthulhu; las pisteis a las
que me refería en la Inventio: «Dream and Dream Work of H.A.Wilcox (1925)», en el que Wilcox narra el
origen inconsciente del bajorrelieve y su visita onírica a R’lyeh; «Narrative of Inspector Legrasse (1908)»,
que refiere la pesquisa policiaca en Nueva Orleans que condujo al representante de la ley a una figura de
Cthulhu, la constatación de su autenticidad por uno de los miembros del culto (Castro) y por colegas
académicos de Gammell Angell; y, finalmente, una gran variedad de citas de libros, revistas teosóficas y
recortes de periódicos referentes a los sucesos extraños, coincidentes con las fechas de los sucesos
descritos por Wilcox. Es precisamente en la manera en la que se entretejen estos hechos que reside la
destreza del escritor:
La brillantez de «El llamado de Cthulhu» se manifiesta al menos de dos maneras: uno técnico y otro
filosófico. Por "técnico" me refiero a la enorme hábil artesanía del cuento: su narración deliberadamente
fragmentada que incorpora la inadvertida «unión de conocimiento disociado» (mencionado en el primer
párrafo celebrado de la historia), es gradual con inexorable progresión a un clímax cataclísmico, su uso de
la verosimilitud científica para superar el escepticismo inicial del lector con respecto a los eventos
extravagantes que relata, y su notable habilidad en el uso del lenguaje, alternando entre científicos
precisión y extravagancia evocadora. Desde una perspectiva puramente estética, la historia se encuentra
no solo cerca del pináculo del propio corpus de Lovecraft sino también de la cabeza y hombros por encima
del trabajo de todos menos sus predecesores más eminentes y contemporáneos (Joshi, 2015: 59-60).
Por supuesto, el propio Thurston pone cada uno de los pasajes en duda y, dado que el lector pudiera no
creer los hechos, el narrador realiza la confirmatio, corrobora los testimonios, se entrevista con cada uno
de los implicados y confirma las fechas de los acontecimientos para mostrar que la coincidencia no fue
azarosa.
El Necronomicón
El Necronomicón, también conocido como "el Libro de los Muertos" o "el Libro de los Nombres Muertos",
es el grimorio más popular del universo de Los Mitos de Cthulhu. Fue ideado por H.P. Lovecraft.
Téngase en cuenta que, contrariamente a lo que dicta la creencia popular, el Necronomicón no existe,
siendo únicamente una invención de Lovecraft para dar coherencia interna a sus historias.
Etimología:
Según Lovecraft, el nombre "Necronomicón" vendría de las palabras griegas νεκρος (muerto), νόμος (ley,
norma) y εἰκών (símbolo, imagen) y significaría "imagen de la ley de los muertos". Sin embargo, algunos
estudiosos de la lengua griega defienden que la terminación -icon de la palabra no viene de εἰκών sino que
es un sufijo griego que se traduciría como "lo relativo a...", de manera que la traducción completa de la
palabra quedaría como "lo relativo a la ley de los muertos". No hay un mutuo acuerdo para determinar
cuál de las dos traducciones es la más acertada, pero lo cierto es que ambas son posibles.
Historia:
El Necronomicón fue escrito por el árabe loco Abdul Alhazred poco antes de su misteriosa muerte,
acaecida en el año 738 d.C. Los manuscritos originales fueron pasados a limpio y publicados bajo el título
de Kitab Al-Azif (que significa "el rumor de los insectos por la noche", sonido que en el folclore arábigo se
atribuye a demonios y malos espíritus), y en ellos se incluían conjuros y revelaciones que supuestamente
Alhazred había recibido durante su exilio en el desierto de manos de unos misteriosos seres de otro
mundo.
Sobre el año 950, el Kitab Al-Azif fue traducido al griego por Theodorus Philetas y fue entonces cuando al
libro se le dio por primera vez el título "Necronomicón". Pronto el libro fue prohibido pero, en 1228, Olaus
Wormius encontró una edición del libro escrita en latín. Finalmente, tanto la edición griega como la latina
fueron prohibidas por el Papa Gregorio IX y todos los ejemplares que se requisaron fueron quemados.
La versión inglesa fue escrita por el místico John Dee en 1600, pero esta no vio la luz hasta después de su
muerte, cuando fue publicada por Meric Casaubon en 1651
Parece ser que existe una edición española del Necronomicón conocida como "Alacife" y publicada en
torno al año 1300 en León. Esta versión, escrita en castellano antiguo, es de autoría anónima y al parecer
fue traducida a partir de unos manuscritos requisados al rey moro Abderramán I.
Contenido:
El Necronomicón se divide en cuatro partes bien diferenciadas: la primera consta de 42 capítulos y "cuenta
las grandezas de los Primigenios y sus legiones y narra el esplendor de los Dioses"; la segunda parte, de 19
capítulos "habla sobre lo acontecido en el año de la muerte y describe al temido Nyarlathotep"; la tercera,
dividida en 36 capítulos, "narra acerca de la magia, de sus rituales, y secretos"; por último, la cuarta parte,
que no está dividida en capítulos, "describe lo escrito en el Libro del Destino, que anuncia lo que sucederá
en la sagrada Orden".
Ejemplares:
Apenas quedan ejemplares del Necronomicón. Se sabe
que se guardan algunos bajo llave en la Universidad de
Buenos Aires, en la Biblioteca de Widener de Harvard,
en la Biblioteca Nacional de París, en el Museo
Británico, en la Universidad de Miskatonic de Arkham y
en una secta de Kingsport, así como una posible copia
manuscrita conservada en la Biblioteca Huntington de
California. También se dice que en el Archivo General de
Simancas (en Valladolid) se guarda un ejemplar en
castellano antiguo. De la versión escrita por John Dee
no se conservan ejemplares.
Se sabe también que el pintor Richard Upton Pickman y
el brujo Joseph Curwen tenían en su poder sus propios
ejemplares del Necronomicón, pero ambos desaparecieron junto con sus propietarios.
Actualmente existen multitud de libros a los que se les ha dado el título de "Necronomicón". Aunque
muchos son solo antologías de relatos de temática lovecraftiana, hay algunos "Necronomicones"
realmente interesantes. Podemos encontrar entre ellos el célebre Giger's Necronomicon (un libro de
ilustraciones de ambientación futurista y sobrenatural) y el llamado Necronomicón de Simon. Este último
es un extraño volumen en el que se muestra una visión muy particular del universo de Lovecraft en la que
se vincula a los grandes Primigenios con los dioses sumerios y babilónicos. Incluye, además, lo que parece
la autobiografía del propio Alhazred.
Lo que los estudiosos más han criticado del Necronomicón de Simon es la ausencia de algunas citas que,
según Lovecraft, figuraban en el Necronomicón.
La influencia de Lovecraft
Es imposible hablar de la influencia de Lovecraft en los autores que le sucedieron sin detenernos un
instante en aquellos que compartieron profusa correspondencia con él. Como detalla el profesor de
literatura americana Robert H. Waugh en su libro Lovecraft and Influence: His Predecessors and
Successors, el llamado Círculo de Lovecraft fue esencial tanto para animar al creador a profundizar en sus
propias ideas, como para difundir sus escritos.
Sin embargo, lo realmente interesante es ver cómo varios de estos autores tomaron la responsabilidad de
dominar y expandir la mitología del creador. Esto comenzó a fraguarse con Los Mitos de Cthulhu la primera
obra de horror cósmico que cuenta con aportaciones externas que se unen al imaginario de Lovecraft.
Entre los autores personalmente inspirados por el escritor de Providence se encuentran August Derleth,
Clark Ashton Smith y Robert Bloch entre muchos otros. El primero es el responsable de cimentar las
características del horror cósmico con títulos como La Máscara de Cthulhu y El Rastro de Cthulhu. El
segundo — considerado por todos el mejor amigo de Lovecraft—, dedicó casi la totalidad de su carrera
como novelista a complementar la mitología del autor con libros como A Rendezvous in Averoigne o
Hiperbórea y otros mundos perdidos. Por último, destacan los autores que como Robert Bloch se vieron
seducidos por la vertiente psicológica del horror. En concreto, Bloch sería el que alinearía la psicología con
el thriller moderno gracias a la publicación de su novela Psicosis.
Pero no solo los escritores de género se sintieron seducidos por el trabajo de el Soñador. Según detalla el
especialista en literatura Rodolfo Muñoz Casado en su propia tesis doctoral, la influencia estética de
Lovecraft en la literatura contemporánea se refleja en pequeños detalles perceptibles en autores tan
distintos como Tolkien o Houellebecq.
Con respecto al creador de la Tierra Media, Muñoz destaca que fue la revalorización de la literatura de
género y el prestigio editorial conseguido por Lovecraft lo que llevó al filólogo británico a embarcarse en la
creación de un universo propio. El especialista también señala que a la hora de crear el Legendarium,
Tolkien se apoya en muchas de las bases utilizadas por Lovecraft entre las que destacan la utilización de un
entorno no clasificable en nuestro espacio tiempo y la poca importancia del ser humano frente al tiempo y
el universo.
Precisamente esta idea de insignificancia y el nihilismo intrínseco en ella es el legado de Lovecraft a otros
autores como Philip K. Dick, que exploró el concepto en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? o el
mencionado Houellebecq, que le dedicó unas palabras al que considera su maestro “en lo de escribir y en
lo de vivir” en la colección de ensayos H.P. Lovecraft. Contra el mundo y contra la vida.
Sin embargo, en muchas ocasiones abrumados por la gran cantidad de autores que se inspiran en la obra
de el Soñador, solemos obviar la influencia indirecta que el escritor ha dejado en la literatura en especial y
en la cultura pop en general. Y es que gran parte del auge de la ciencia ficción durante los años 60 fue
consecuencia de Weird Tales, una revista de relatos que H. P. Lovecraft ayudó a impulsar. En las páginas de
Weird Tales se forjaron autores de la talla de Ray Bradbury, A. G Birch o Richard Matheson. Eso sin olvidar
la gran cantidad de relatos que posteriormente serían readaptados o recopilados fuera de la publicación.
Y siguiendo en el mundo editorial, Lovecraft y su esposa formaron parte activa y visible de la United
Amateur Press Association un grupo formado en 1930 en el que profesionales de la escritura velaban
porque las editoriales ofrecieran buenas condiciones a los autores y se cumplieran sus derechos de
contrato. Gracias a lo conseguido por la UAPA, autores de origen humilde como Stephen King ha sido
capaces de vivir de su trabajo de cobrar adelantos incluso antes de que su nombre se hiciera popular.
Es difícil imaginar un mundo sin Lovecraft. Una historia en donde la ciencia ficción nunca ha tenido
prestigio, en la que el horror sigue encapsulado en castillos góticos poblados de fantasmas y en la que
decenas de autores reputados no han encontrado una publicación adecuada para debutar. Una realidad en
la que Hitchcock nunca ha rodado un asesinato en la ducha por no tener novela a la que agarrarse y en la
que los videojuegos no han inventado la mecánica de la cordura porque no necesitan reflejar las tensiones
ante la desconexión de la realidad. La influencia de Lovecraft en la literatura y la cultura de la segunda
mitad del siglo XX es inabarcable. Y es imaginar un mundo sin él lo que puede, de verdad, volvernos locos.
El círculo Lovecraft
El Círculo de Lovecraft era un movimiento literario de escritores principalmente de la llamada Weird Fiction
y que por lo general publicaban en las revistas pulp, especialmente Weird Tales. Como su nombre indica a
él pertenecía, en calidad de líder, Howard Phillips Lovecraft, y junto a él estaban, entre otros, Robert Bloch,
August Derleth, Robert E. Howard, Henry Kuttner, Clark Ashton Smith, Donald Wandrei y Frank Belknap
Long. Si bien el Círculo de Lovecraft no era un grupo estable, algunos de sus miembros se mantuvieron en
contacto al menos hasta la muerte de H.P. Lovecraft en 1937. Cada miembro tenía un exótico apodo
generalmente asociado a su personalidad. El extraño magnetismo de H.P. Lovecraft, junto a su camaradería
y generosidad, pocas veces reconocidas por sus biógrafos, lo llevaron a convertirse en el vértice de un
grupo de autores de diversos estilos, cuyos aportes terminarían conformando el corpus de los Mitos de
Cthulhu.
Miembros
Lovecraft ya era un asiduo participante de Weird Tales, mientras que el resto, con un impacto diferente en
publicaciones pul se vieron atraídos por sus relatos fantásticos sobre sueños y mundos apenas
vislumbrados por el hombre. Si bien los miembros pertenecientes participaban de una amplia gama de
géneros literarios, lo más usual era la literatura de terror, ciencia ficción y fantasía, particularmente la
fantasía épica. De este movimiento derivan a su vez varios subgéneros literarios como el horror cósmico
que consiste en narraciones de terror pero con contenido completamente racional y materialista, es decir,
donde el monstruo es un extraterrestre, ser de otra dimensión, cadáver resucitado, etc., pero nunca un
fantasma, demonio ó espíritu en el sentido tradicional.
También surge de este movimiento la espada y brujería, subgénero de la fantasía épica principalmente
desarrollado por Robert E. Howard, creador de Conan el bárbaro, y Clark Ashton Smith creador de los ciclos
de Zotique e Hiperbórea, y que se diferencia de la fantasía heróica tradicional en que, por ejemplo, el
héroe es más ambiguo moralmente, la sociedad es mucho más corrupta y el sexo está mucho más
presente con grandes dosis de erotismo. Esto se diferencia muchísimo de la literatura creada por J. R. R.
Tolkien en donde una sociedad humana utópica y pulcra liderada por reyes y magos heróicos y de gran
bondad, se enfrenta a fuerzas de maldad pura en un claro enfrentamiento del bien y del mal sin
ambigüedades.
Por lo general la vinculación de los integrantes del movimiento era de manera epistolar. Era común que
entre ellos se intercambiaran cartas y se compartieran ideas y opiniones recíprocas sobre sus trabajos, así
como el uso de tramas y personajes que se prestaban libremente. Así, por ejemplo, Lovecraft menciona a
Bran Mak Morn, un personaje de Robert E. Howard en El Que Susurra en La Oscuridad. Este intercambio de
ideas moldeó los denominados Mitos de Cthulhu. Por ejemplo, Clark A. Smith aportó a los Mitos de
Cthulhu al temible Ubbo-Sathla, al dios Tsathoggua, a la araña apocalíptica Atlach-Nacha y el Libro de
Eibon, escrito por un brujo prehumano de Hiperbórea mismo que aparece en el canon general de textos
que acompañan al Necronomicón de Lovecraft. Robert E. Howard aportó a la biblioteca Lovecraftiana el
libro Unaussprechlichen Kulten que aparece en su cuento de terror La Piedra Negra. Frank Belknap Long
aportó a los Perros de Tindalos, temibles criaturas interdimensionales. Henry Kuttner aportó al dios
Nyogtha o Aquel Que No Debería Existir, asociado a los cultos de brujería en Salem.