El Culto Cristiano - Samuel Escobar
El Culto Cristiano - Samuel Escobar
El Culto Cristiano - Samuel Escobar
Cada vez más nos percatamos de que el estudio del desarrollo de las doctrinas
cristianas, requiere el estudio del desarrollo del culto. En consecuencia, la historia de la
liturgia, que antaño fue un campo de estudio relativamente desconectado de la historia
de las doctrinas, ahora se incorpora como campo necesario de estudio para quien desee
comprender el modo en que el pensamiento cristiano ha evolucionado a través de los
siglos. Es por ello que resulta tan trágico el hecho de que pastores y otros dirigentes
eclesiásticos, al tiempo que se preocupan sobremanera por la ortodoxia teológica, le
presten tan poca atención al culto y al modo en que refleja o no esa ortodoxia.
Necesitamos prestarle mayor atención a la adoración, si hemos de evitar una iglesia, no
sólo débil, sino hasta errada en su teología. Veamos algunos ejemplos.
Otro peligro que acecha a la iglesia de hoy es una concepción hedonista de la fe. Según
esta opinión, el propósito de la fe cristiana es hacernos sentir bien. Las iglesias
compiten entre sí a ver cuál de ellas les da más «gozo» a sus miembros. En esa
competencia, con frecuencia se pierde el sentido del mysterium tremendum, del Dios
cuya presencia es sobrecogedora, del Dios que requiere obediencia, del Señor que nos
invita a entrar por la puerta angosta, a seguir el camino difícil, a tomar la cruz. Se
predica, y en el culto se celebra, un evangelio sin ley, una gracia sin obediencia, un gozo
sin responsabilidad. Cuando nuestra reflexión acerca del culto no nos lleva a buscar
modos de contrarrestar tales tendencias, convertimos la fe en un producto más de
consumo para el mercado, al punto que hay iglesias que confunden la evangelización con
el empleo de técnicas de mercadeo.
Por todo ello, este libro, y la reflexión teológica acerca del culto a que nos invita, son de
enorme importancia para la vida de la iglesia. La iglesia vive por su adoración. Quizás tal
afirmación parezca exagerada, ya que la iglesia también vive por su misión, por su
oración, etc. Empero no cabe duda de que la iglesia se nutre de su adoración, y que una
iglesia que no adora, o cuya adoración no la nutre, resulta endeble y enferma. De ahí la
importancia de este libro. Mucho se escribe acerca de la evangelización, de la educación,
de diversas doctrinas teológicas, etc. Pero con demasiada frecuencia descuidamos la
adoración, como si no fuese un elemento fundamental en la vida de la iglesia. En medio de
la escasísima literatura sobre el tema, el presente libro nos ofrece una visión
panorámica de la historia del culto, de sus diversos elementos, y de sus perspectivas
futuras…
Por otra parte al tratar acerca del culto tenemos que recordar que a fin de cuentas
nada que hagamos o que seamos es en sí mismo necesariamente aceptable ante los ojos
de Dios. Ese es el principio fundamental del evangelio, que la salvación es por gracia.
Dios no nos acepta porque hagamos algo, o porque pensemos algo, ni siquiera porque
creamos algo. Dios nos acepta por gracia, porque en su sorprendente amor, Dios ha
decidido aceptarnos.
Lo mismo es cierto del culto. Aunque hay cultos mejores que otros (de igual modo que
hay acciones mejores que otras), no hay culto tan perfecto, tan correcto, que por sí
merezca el que Dios lo acepte. Dios acepta nuestro culto de igual modo que nos acepta a
nosotros, por gracia.
Dicho de otro modo, tengo la sospecha de que cuando tengamos la dicha de escuchar los
coros celestiales, comparada con ella la mejor música de Bach no resultará sino una
pobre cacofonía. He ahí en unas pocas palabras la gran paradoja que tenemos que
sostener al acercarnos al tema del culto cristiano:
Por una parte el culto es fundamental para nuestro servicio a Dios, para nuestra
ortodoxia, para toda nuestra vida cristiana. Por otra, el culto como todo lo que el ser
humano puede hacer, nunca es tan perfecto, tan bueno, tan apropiado, que sea en sí
mismo y por sus méritos aceptable ante Dios. Como nuestra vida toda, el culto es todo lo
que tenemos. Y lo que tenemos lo ponemos al servicio de Dios, con el ruego de que el Dios
que tomó y aceptó nuestras vidas, tome también y acepte nuestro culto. ¡Así sea!