La Voz de Las Trece Abuelas

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Trece abuelas indígenas de diversas partes del mundo comparten su saber

con la esperanza de que aprendamos a desarrollar nuestro poder y encon-

La voz

LA VOZ DE LAS TRECE ABUELAS


Otros títulos publicados en Luciérnaga tremos el lugar que nos corresponde. Otras colecciones de Luciérnaga

Hacer el amor con amor En algunas sociedades nativas americanas, los líderes tribales se pregun-
taron: ¿qué pasaría si consultáramos a nuestras mujeres mayores sobre

de las trece
Esta obra propone una inmersión en nuestro territorio Elisabeth Kübler-Ross
los problemas a los que se enfrenta la comunidad global hoy?
sexual y amoroso para descubrir los lugares donde nos
Este libro presenta las ideas y la sabiduría de trece abuelas indígenas de
hemos sobreprotegido con barreras, donde nos hemos Prevenir y sanar
dejado invadir por los demás, donde hemos desviado los cinco continentes.
nuestra fuerza a base de compulsiones, de bloqueos, de Las abuelas nos transmiten sus conocimientos sobre temas como la Anne y Daniel Meurois-Givaudan

abuelas
frigidez, lugares, sobre todo, donde hemos destruido crianza de nuestras familias o la salud física y mental, y nos trasladan su
lo mejor de nosotros mismos. Ese conocimiento es
primordial para ayudarnos a respetarnos, a sanar y a
preocupación sobre la destrucción, la contaminación, las atrocidades de Testimonios y vivencias
amarnos. la guerra, el azote global de la pobreza y la amenaza de las armas.
Libros de cabecera
El viaje de las mujeres
Según algunas viejas centenarias, toda mujer tiene den- Ancianas indígenas aconsejan al mundo Arquetipos y mitología
tro de sí el mapa para desarrollar íntegramente su poder,
guiar a su gente, vivir muchos años y ser feliz; las claves Carol Schaefer es una escritora, editora, periodista y fotógrafa estadouni- Enigmas y conspiraciones

Carol Schaefer
Carol Schaefer
han llegado hasta hoy en el legado arqueológico de luga- dense que ha colaborado con diversos medios de comunicación.
res donde las mujeres también ostentaron el mando o en Astrología y esoterismo
sociedades donde las abuelas preparan a las niñas para Inició su carrera literaria con el libro The Other Mother (1991), basado en
ser dueñas de su vida. Seamos valientes y emprendamos su experiencia de verse obligada a dar un hijo en adopción siendo muy jo-
Prácticos
el viaje de nuestra existencia sin modelos impuestos, ven. También es autora de Mary Queen of Scots y An Ancient Tear (Historia
siendo artífices de nuestro destino. de un duelo, Luciérnaga, 2019). Su obra Grandmothers Counsel The Word Filosofía y religión
Soltar el yo (La voz de las trece abuelas: ancianas indígenas aconsejan al mundo) se ha
traducido a doce idiomas. Ocultura
¿Cuál es el verdadero sentido de las relaciones? ¿Qué bus-
camos? ¿Por qué no funcionan? ¿Cómo puedo transfor-
marlas? Iremos descubriendo juntos las respuestas a estas
y otras preguntas. Partiendo del estado habitual en el que
vivimos las relaciones, entenderemos por qué hay momen-
tos en los que no fluyen como quisiéramos. Tendremos
la oportunidad de realizar un trabajo que nos libere, de
descubrir las relaciones como el gimnasio del alma y de no
caer en el victimismo. El fin de toda relación es trascender
la separación entre yo y el otro, descubriendo la naturaleza Ediciones
unitaria de la vida, que la hace tan fascinante. Luciérnaga
PVP 19,50 € 10246086
@Luciernaga_Ed
@Edicionesluciernaga
www.edicionesluciernaga.com
9 788412 050677 Luciérnaga
www.planetadelibros.com Diseño de cubierta: Planeta Arte & Diseño
Carol Schaefer

LA VOZ DE
LAS TRECE
ABUELAS
Ancianas indígenas aconsejan al mundo

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No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un
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el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencio-
nados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y
siguientes del Código Penal).

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la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

Título original inglés: Grandmothers C ounsel the world


© del texto: Carol Schaefer, 2006
© de la traducción: Olga Cadenas Delgado, Idoia Mendizábal Eguen y Julia
Vidal Verdía, 2008

Primera edición: junio de 2008


Cuarta edición: marzo de 2010
Quinta edición: octubre de 2012
Primera edición en esta presentación: noviembre de 2019

© Edicions 62, S. A., 2019


Ediciones Luciérnaga
Av. Diagonal, 662-664
08034 Barcelona
www.planetadelibros.com

ISBN: 978-84-120506-7-7
Depósito legal: B. 22.608-2019

Impreso en España – Printed in Spain

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado como papel ecológico
y procede de bosques gestionados de manera sostenible.

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Índice

Agradecimientos 11
Prólogo, Winona LaDuke 13
Nota para los lectores 16

Declaración del Consejo Internacional


de las Trece Abuelas Indígenas 19
Introducción 21

primera parte
LAS ABUELAS

Agnes Baker Pilgrim (Grants Pass, Oregón,


Estados Unidos) 37
Bernadette Rebienot (Gabón, África) 45
Flordemayo (Nicaragua/Nuevo México) 53
Margaret Behan (Montana, Estados Unidos) 63
Rita Pitka Blumenstein (Alaska, Círculo
Polar Ártico) 75
Tsering Dolma Gyaltong (Tíbet/Canadá) 85
Mona Polacca (Arizona, Estados Unidos) 91
Rita Long Visitor Holy Dance y Beatrice Long
Visitor Holy Dance (Dakota del Sur,
Estados Unidos) 99

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Maria Alice Campos Freire (Brasil) 109


Clara Shinobu Iura (Selva amazónica, Brasil) 117
Aama Bombo (Buddhi Maya Lama) (Nepal) 125
Julieta Casimiro (Huautla de Jiménez, México) 129
Otras ancianas sabias 137

segunda parte
GUÍA PARA LOS TIEMPOS QUE CORREN

Profecías 167
La sabiduría de las mujeres 193
Relaciones sagradas 211
Nuestra Madre Tierra 233
Opresión 249
La farmacia de la naturaleza 271
Oración 294

Apéndice 303

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Primera parte
LAS ABUELAS
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Agnes Baker Pilgrim


Takelma siletz
(Grants Pass, Oregón, Estados Unidos)

Siempre que Agnes Baker Pilgrim, famosa líder espiri-


tual y Guardiana de la Ceremonia Sagrada del Salmón,
cuenta la belleza arrebatadora y el extraordinario poder
de la hembra del salmón, que se sacrifica para cumplir
con su destino, la gente llora de asombro y gratitud.
Después de un viaje largo y peligroso corriente arriba
hasta llegar al lugar en el que nació, la hembra del sal-
món deposita sus huevos, se da la vuelta, se deja arras-
trar por la corriente y comienza a morir. Durante su
lenta agonía, su carne se va desmigajando en el agua y
de ella se alimentan otros peces. Los restos de su cuer-
po alimentan a treinta y tres tipos de pájaros y a cua-
renta y cuatro tipos de animales, que beben del río y se
llevan sus minerales para depositarlos en la tierra y en
la vegetación circundantes.
Ante la fuerza de sus palabras y de las imágenes que
evoca Agnes Baker Pilgrim, en algún momento de la
narración, la persona que escucha se convierte en sal-
món. Dichas palabras e imágenes llegan tras miles de
años de rituales y de ceremonias honrando el camino
sagrado del pueblo salmón. Los mundos se abren a un
grado de amor incondicional que no se suele entender
y a la verdad de nuestra interdependencia, pues sólo so-
mos una minúscula parte de la creación.
—La leyenda cuenta que los salmones eran seres

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como nosotros, con la misma forma que nosotros,


que vivían en una preciosa ciudad bajo el agua del mar
—nos cuenta la abuela Agnes—. El espíritu del pueblo
salmón decidió volver todas las primaveras y todos los
otoños para alimentar a los seres de dos piernas de este
mundo. Mucha gente me dice que es una leyenda terri-
ble, pero yo les contesto que el pueblo salmón eligió
sacrificarse para alimentarnos.
Convencida de que era lo que tenía que hacer, la
abuela Agnes decidió revivir la ceremonia del salmón
sagrado, que había permanecido perdida durante más
de ciento cincuenta años, como consecuencia de la lle-
gada de los buscadores de oro a los ríos del suroeste de
Oregón. Aquellos buscadores masacraron a los indios
y destruyeron prácticamente en cuatro años una cultu-
ra que había sobrevivido durante miles de años. Los
residuos de la minería contaminaron las aguas, entor-
pecieron el ascenso de los salmones río arriba y diez-
maron su población. Como consecuencia de ello, el
medio ambiente circundante resultó dañado. Los mi-
neros y sus familias se establecieron sin ningún respeto
por la naturaleza, acabaron prácticamente con los cier-
vos y con los alces y arrasaron los recursos naturales de
la zona. Tenían tanta prisa por hacerse ricos que mal-
trataron a la Madre Naturaleza, la misma Madre Natu-
raleza que había permanecido en armonía durante mi-
les de años gracias al cuidado y el respeto de las tribus
nativas.
Desde que la abuela Agnes revivió la ceremonia, el
número de salmones que remontan el río para poner
sus huevas ha aumentado muchísimo, los pueblos de la
región están cada vez más conectados a la tierra y están
abriendo conexiones esenciales dentro de ellos mis-
mos, según la abuela. La revista National Geographic y

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Eastman Kodak apoyan la ceremonia, así como tam-


bién Martha Stewart, que le dio mucha publicidad al
hablar de ella en su programa.
La abuela Agnes cree que la ceremonia, a través de
las plegarias y los agradecimientos al pueblo salmón
por sacrificar sus vidas para alimentar a la humanidad,
ha abierto un espacio para que la energía sanadora de la
Creadora pueda actuar.
—Intento enseñar lo que es la reciprocidad. No-
sotros, los humanos, «los de dos patas», siempre toma-
mos y nunca damos nada a cambio. Si no hay recipro-
cidad, el equilibrio natural no existe. Los rituales y las
ceremonias crean la energía de la reciprocidad.
La abuela Agnes, sabia espiritual de la Confedera-
ción de Tribus de Siletz, considerada y honrada como
leyenda viva por la gente de su región, ha viajado por
todo el mundo hablando a favor del planeta y de las es-
pecies en peligro.
—Soy la voz de los que no tienen voz —afirma—.
Todos le hablamos a un mundo que no vemos, habla-
mos en favor de nuestra Madre Tierra, intentamos erra-
dicar la ceguera espiritual. Hablamos por el reino ani-
mal, por los seres que habitan las aguas, por los de
cuatro patas y por los de una pata (los árboles), por el
tigre de Bengala, por el camello, por el elefante y por
los que se arrastran por el suelo. Le pido a la Diosa que
nos escuche. Las criaturas tienen derecho a vivir. Hace
mucho tiempo, la Creadora nos dio instrucciones sobre
cómo teníamos que comportarnos, nos dijo cómo de-
bíamos cuidarnos, lo que debíamos comer y dónde
debíamos vivir, pero actualmente no estamos en equili-
brio. Despojamos a nuestra Madre Tierra del verde que
cubre su rostro, contaminamos el agua, que es su san-
gre, y talamos las cimas de las montañas, cuando los ár-

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boles que crecen allí son los que llaman al viento y a la


lluvia. Sin esos árboles antiguos, nos vamos a ver en
aprietos porque los árboles pequeños no pueden hacer
el mismo trabajo que los árboles grandes que hemos
destruido.
La abuela Agnes está convencida de que, al darle
cerebro, la Creadora le dio a la humanidad el mandato
de que cuidara todo lo que existía antes, incluidos los
cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego).
—Nos hemos apartado de aquella enseñanza y el
planeta está sufriendo —se lamenta.
En 1982, la abuela Agnes enfermó de cáncer y estu-
vo a punto de morir. En aquel momento, le pidió a la
Creadora que la dejara vivir porque su familia la nece-
sitaba y porque creía que todavía le quedaba mucho
por hacer en este mundo. Desde entonces, no ha para-
do. Sintió el llamado del camino espiritual en forma de
inquietud, una inquietud que no la abandonaba ni si-
quiera cuando dormía. Contaba entonces cuarenta y
cinco años de edad. Una fuerza la estaba empujando
hacia el camino espiritual y le indicó que debía limpiar
su «ser interno». Luchó contra aquella voz interior
porque no se sentía digna de tomar el camino espiri-
tual. Durante aquel tiempo, experimentó «el morir uno
mismo». Aun así, luchó contra la Creadora hasta que
una amiga le aconsejó que dejara de resistirse y que se
rindiera.
Cuando, por fin, decidió seguir el camino espiri-
tual, sintió como si se hubiera quitado un gran peso de
encima, su sentido de la vista se agudizó y comenzó a
poder ver físicamente con los ojos cerrados y prometió
recorrer el camino para honrar y respetar a sus ances-
tros en las futuras generaciones, para honrar y respetar
a sus padres y a sus hijos. Prometió también luchar por

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el bienestar de su amada Madre Tierra y por los lugares


sagrados de su gente.
—La sociedad imperante no comprende el concep-
to de sagrado de los pueblos indígenas y profanan
nuestros lugares espirituales. Tenemos que hacer todo
lo que podamos para abrirles los ojos, para erradicar
esta ceguera espiritual, esta incapacidad de ver y de sen-
tir lo sagrado alrededor de nosotros —afirma.

La abuela Agnes vino al mundo con la ayuda de su


abuela, que era partera. Su padre era jefe y su abuelo, el
Jefe George Harney, fue el primer jefe democrática-
mente elegido de la Confederación de Tribus de Siletz.
—Al ser hija del primer jefe elegido, mi madre era
considerada una princesa, aunque la palabra «princesa»
ni siquiera existe en nuestro idioma. Lo que quiero decir
es que era muy respetada —narra la abuela Agnes.
Su familia procedía de los indios siletz y takelma
que habitaban la zona de Table Rocks y que llevaban
viviendo veintidós mil años junto al río Rogue, al su-
roeste de Oregón. Su gente se vio obligada a remontar
el río Siletz en lo que se dio en llamar «El Sendero de
las Lágrimas». Takelma significa en su lengua «aquellos
que viven junto al río».
En su lengua, la abuela Agnes se llama Taowhywee,
que significa «Lucero del Alba». En el transcurso de una
visita a la Reserva Blood, en Alberta, Canadá, le dieron
otro nombre, Naibigwan, que significa «Libélula». En
su tribu, la libélula es la «Transformadora». Cuenta la
leyenda que, cuando un miembro de la tribu muere, se
convierte en libélula.
—En mi vida, hay libélulas por todas partes —nos
cuenta la abuela Agnes—. Ven a mi casa y lo verás. Ten-

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go calcetines de libélulas, accesorios para el pelo de li-


bélulas, cortinas, toallas y delantales de libélulas, tengo
candelabros en forma de libélulas y figuritas en forma
de libélula colgando de los árboles en el jardín de mi
casa. ¡Creo que las ancestros me están queriendo decir
algo!
La abuela Agnes creció sin electricidad. Su familia,
de nueve hijos, era pobre. Eran los años de la Gran De-
presión, pero ella nunca sintió que le faltara nada por-
que no conocía otra cosa. Desde muy pequeña, cono-
ció las plantas y trabajó en el huerto familiar.
—Al principio, nos decían que teníamos que ocu-
parnos de cuatro plantas. Cuando tuve la edad suficien-
te para ir al colegio, era responsable de cuatro filas de
plantas —recuerda.
Cuando terminó el colegio, sus padres habían muer-
to y sus hermanos se hicieron cargo de ella. La abuela
Agnes se puso a trabajar como ayudante de un médico
de Portland, se casó con él y tuvieron tres hijos. Él mu-
rió y ella se volvió a casar y tuvo otros tres hijos. En to-
tal, tiene tres hijos y tres hijas. Quedó viuda una segun-
da vez y volvió a casarse con un yurok. Su hijo mayor
y su hijo menor han cruzado la frontera a los Estados
Unidos. Actualmente, tiene dieciocho nietos y veintisie-
te bisnietos. Hace poco ha nacido su primera tataranie-
ta, la quinta generación de su familia. La abuela Agnes
está orgullosa porque todos viven según la tradición y
transitan el camino de buena manera.
Después de trabajar para el Servicio de Salud Indio
durante varios años, la abuela Agnes volvió a la univer-
sidad a la edad de cincuenta años y se graduó en Psico-
logía y en Estudios sobre Pueblos Indígenas America-
nos, se hizo tutora en la Southern Oregon University,
en la que se graduó y donde ayudó a fundar la Konan-

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way Nika Tillicum Youth Academy (Academia para Jó-


venes Todas mis Relaciones). En esa academia se enseña
protocolo, conocimientos y cursos para superar la timi-
dez, todo ello desde el punto de vista indígena. Los es-
tudiantes viven en el campus durante diecinueve días y,
además de conocer la cultura indígena, tienen una expe-
riencia universitaria. Con los años, la abuela Agnes ha
sido reconocida por su labor y su servicio a la comuni-
dad como educadora, preservadora de los métodos tra-
dicionales y fuente de inspiración local, estatal, nacional
e internacional.
Al ser la mayor de las trece abuelas, se le pidió a la
abuela Agnes que fuera la presidenta del Consejo In-
ternacional de las Trece Abuelas Indígenas. En el dis-
curso de apertura que dio durante la primera reunión
dijo que «El empowerment, el conocimiento, la sabidu-
ría, el afecto y el cariño que hay alrededor de esta mesa
son magníficos. Os he sentido antes de veros. La Crea-
dora está de nuestro lado porque estamos transitando
el camino que predicamos. Eso, en sí mismo, es de un
tremendo poder».
La abuela Agnes cree que las abuelas son la esencia
guerrera que ha pasado de generación en generación.
—Los ancestros hablan a través de nuestras bocas
—afirma—. Desde el principio, este consejo se origi-
nó en el mundo de los espíritus. Todas nosotras hemos
sido llamadas. A través de nuestras plegarias, pode-
mos tocar el corazón de la gente. Podemos ayudar a
erradicar la ceguera espiritual del mundo. Nuestras
oraciones pueden hacer que los terroristas lleven for-
mas de vida más positivas. Hemos llegado de los cua-
tro confines del mundo para llevar a cabo este tra-
bajo. Somos la voz de la fuerza, del valor, del amor y
de la lucha por la paz. No debemos olvidar que una

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gota de agua que cae constantemente sobre una pie-


dra puede abrir un agujero.
Lo que más ansía la abuela Agnes es proteger y pre-
servar la belleza del mundo para que la séptima genera-
ción pueda disfrutar también de ella. La abuela Agnes
cree que las siete generaciones que vivieron antes que
nosotros nos están pidiendo que lo hagamos. Tal como
suele decir, «el pasado es historia, el mañana es un mis-
terio y el presente es un regalo que más nos vale saber
utilizar sabiamente».

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