Tejedor, 2003 PDF
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157-182
RESUMEN
En este artículo reflexionamos sobre los distintos considerandos que la puesta en marcha de
un sistema de evaluación del profesorado requiere y que, desde nuestro punto de vista, serían:
1) Determinar el modelo de profesor que se quiere, estableciendo los comportamientos que se
consideran deseables para después analizar en qué medida la conducta del profesor satis-
face el referente de calidad establecido
2) ¿Cómo puede lograrse que se ajuste a la práctica educativa?
3) Criterios básicos que deben orientar el proceso evaluativo: Cumplimiento de obligaciones,
capacidad para impartir eficazmente el conocimiento, capacidad para mejorar el orden
académico necesario para el aprendizaje, capacidad para establecer las relaciones adecua-
das y capacidad para satisfacer las expectativas de los alumnos
4) ¿Qué datos deben recogerse? ¿A partir de qué fuentes de información?
5) ¿Cómo ser los indicadores?:
6) ¿Quién ha de obtener los datos?
7) ¿Qué recursos se necesitan?
8) ¿Cómo serán empleados los datos?
Palabras clave: Evaluación, evaluación del profesorado, calidad en educación superior,
innovación
SUMMARY
The starting of a new evaluation system requires, from our point of view, some reflections on
what it is next:
1) To determine the teacher’s pattern we want, setting up the desirable conducts so as to,
later on, analize in which way the teacher’s conduct pleases what it is referred to the esta-
blished practice.
2) How can it be achieved to be fitted into the educative practice?
3) Basic criteria that must direct the evaluative process: Fulfilment of duties, ability to con-
vey knowledge efficiently, ability to improve the necessary academic order for learning,
ability to establish the adequate relationships and ability to satisfy the students expecta-
tions.
4) Which data must be picked up?. Starting from what sort of information?.
5) What kind of indicators?
6) Who must obtain data?.
7) What resorts are needed?
8) How will data be used?
Key words: Assessment, Teacher’s evaluation, Quality in Higher Education, Innovation
Creemos que el fin de toda evaluación debe ser el de ayudar al éxito de la acción. La
evaluación debe convertirse en la conciencia —activa y crítica— de los propios actores:
conciencia de metas, de objetivos, de procesos y de resultados. Todo ello en el marco de
un proceso que debe ser:
Para que las organizaciones universitarias alcancen sus fines y estén liberadas de la
presión externa (control como concepción de inspección), deben desarrollar genuinos
procesos de evaluación interna y demostrar fehacientemente que son capaces de auto-
control y autoregulación suficiente.
La explicitación y la transparencia en los métodos evaluativos y en la exposición de
los informes de resultados, delimita los cuestionamientos sobre la propia capacidad de
las instituciones para regularse. Las evaluaciones internas deben estar incorporadas tanto
a la planificación estratégica de la organización como a la vida cotidiana de la misma.
La evaluación debe ser más que una exigencia externa o interna que imponen las
autoridades, una manera habitual de organizarse, que ha de incluirse en la práctica
cotidiana del quehacer universitario (Bordás y Borrell, 1998).
En un contexto específicamente docente, nos encontramos distintos enfoques de la
calidad (Toranzos, 1996):
1) La calidad como «eficacia»: una educación de calidad es aquella que logra que
los alumnos aprendan lo que realmente deben aprender.
2) La calidad como aprendizaje relevante, complementaria del anterior: cuando la
educación responde adecuadamente a lo que el individuo necesita para desarro-
llarse como persona intelectual, afectiva, moral y físicamente.
3) La calidad de los procesos y medios que el sistema brinda a los alumnos: cuando
se ofrece un adecuado contexto físico para el aprendizaje, un cuerpo docente
preparado, buenos materiales,... Se destaca la importancia de los medios emple-
ados en la acción educativa y, entre ellos, la evaluación como recurso.
El modelo implícito sobre el que ellos se fundamentan debe ser explicado y recono-
cido. Los indicadores seleccionados deben derivarse de los objetivos marcados con
anterioridad y han de dar información que contenga aspectos relevantes que sirvan
para una nueva programación, para la toma de decisiones y para la realización de pro-
yectos de mejora y cambio.
Los criterios que determinan la elección de indicadores deben ser precisos y claros y
corresponderse con el modelo. Cada indicador debe ser científicamente fundado, fiable y
útil. Los diversos usuarios de los indicadores deben poder aprender a utilizarlos, servirse
de ellos. Gómez Ocaña (1994) dice que el indicador sólo mostrará su bondad predictiva si:
— excesiva ambición
— escasez de evaluadores experimentados
— enfoque tecnocrático, a la postre improductivo
— limitaciones en los sistemas de información
— inercia institucional
— amenazas a corto plazo: exceso de planteamiento exógeno e incertidumbre pre-
supuestaria
Creemos que la evaluación del profesorado, por sus mayores dosis de componentes
endógenos en la totalidad de su planificación y conformación y por la mayor carga de
implicación personal que supone, puede responder mucho más eficazmente a los plan-
teamientos teóricos de evaluación formativa, de evaluación transformadora.
Ya hemos comentado en alguna ocasión, que por paradójico que pueda parecer
todavía no existe acuerdo respecto a lo que es un «buen profesor». Y esta afirmación
siendo cierta para cualquier nivel educativo, todavía lo es mucho más al referirnos a la
educación superior ya que ni siquiera existe acuerdo unánime sobre las finalidades de
la enseñanza universitaria. No es de extrañar, por tanto, que la evaluación del profeso-
rado sea todavía un problema con importantes limitaciones, tanto teóricas (diversidad
de finalidades y carencia de un modelo de profesor ideal) como prácticas.
Lo que sí vamos teniendo cada día más claro respecto a la evaluación es que:
El desarrollo del punto 4, ¿qué datos deben recogerse?, supone de hecho optar por
un determinado modelo de enseñanza aprendizaje. Aunque ya hemos señalado que es
un tema a debate, nosotros consideramos que, para optimizar el nivel de calidad dese-
able, el proceso de enseñanza-aprendizaje universitario, bajo la aplicación de altos
estándares, debe tender a conseguir:
Dichos estándares deben prestar atención no sólo a los resultados sino a los proce-
sos mismos, deben implicar metas y procedimientos, deben especificar las condiciones
y requisitos para su cumplimiento y deben estar provistos de sistemas de autoregula-
ción. (Kells, 1993).
Un proceso de enseñanza-aprendizaje como el que aquí hemos planeado, en tanto
que encuentro entre un profesor y unos alumnos, conlleva exigencias para ambos:
— trabajo y dedicación
— motivación y compromiso
— diversidad en la producción académica
— autodesarrollo
— utilización variada de recursos
— actualización e investigación
— colaboración con compañeros y colegas
— reflexión y rigor científico
— relacionar teoría y práctica
CUADRO 1
MODELO DE EVALUACIÓN DE LA ACTIVIDAD DOCENTE DEL PROFESORADO
UNIVERSITARIO
CUADRO 2
CONTEXTUALIZACIÓN Y CONSECUENCIAS DE LA EVALUACIÓN
CUADRO 3
PONDERACIÓN DE CRITERIOS (DIMENSIONES) EN LA EVALUACIÓN DOCENTE
DEL PROFESORADO
CUADRO 4
INSTRUMENTOS PARA LA EVALUACIÓN DEL PROFESORADO
CUADRO 5
INFORMES DE EVALUACIÓN Y RECEPTORES
Hoy, cada día, parece más evidente la necesidad de reconsiderar los términos que
deberían orientar el necesario proceso de profesionalización-formación del docente
universitario. Y cada día parece más evidente que las estrategias que hayan de ponerse
en marcha en lo referente a dicho proceso deben basarse en la información acumulada
a partir de las experiencias de las prácticas evaluativas que actualmente se están lle-
vando a cabo en la Universidad, tanto en aquellas del entorno de la Evaluación Insti-
tucional como, sobre todo, en aquellas en los que se considera la dimensión
personal-individual del profesor. Plantear el tema en estos términos no significa otra
cosa que reivindicar el carácter formativo de la evaluación del profesorado y su con-
cepción como estrategia de ayuda para el desarrollo profesional del docente, para su
profesionalización, ya que cualquier análisis sobre la calidad de la educación destaca al
profesor como factor condicionante de aquella. Y debemos tener presente que las con-
diciones poco adecuadas para una enseñanza de calidad no auspician que los profeso-
res encuentren satisfacciones inherentes a la docencia, predisponiendo a que se
tiva es la que, creemos, puede satisfacer en mayor medida al profesorado y, sobre todo,
a los alumnos puesto que ven en ello actitudes encaminadas a la mejora de la ense-
ñanza.
En la actualidad, una vez asumido por la comunidad universitaria la realización de
los procesos de evaluación y perfilado con claridad el proceso técnico a seguir, la preo-
cupación fundamental es llegar a conseguir un aprovechamiento óptimo de los resul-
tados para hacer rentable la inversión realizada y, sobre todo, para conseguir mostrar
ante alumnos y profesores la utilidad del procedimiento. Estamos convencidos de que
el reto actual en la dinámica evaluativa es conseguir que los miembros de la comuni-
dad universitaria (profesores y alumnos) perciban la utilidad del trabajo desarrollado.
Por estas razones, estamos de acuerdo con Martín Moreno (1991, p.120) cuando
afirma que puesto que el objetivo de la evaluación del profesor es la mejora de la ense-
ñanza, todo programa debe enmarcarse dentro de un sistema completo de desarrollo
profesional del profesor. La Universidad donde el profesor trabaja debe implicarse en
el crecimiento profesional del docente por medio de un programa sistemático de apoyo
a su tarea. Los registros básicos de un modelo eficaz de desarrollo serían tres:
Así pues, en síntesis, podemos establecer que la consecución del objetivo básico del
proceso de evaluación del profesorado (estimación del nivel de calidad de la enseñanza
a fin de contribuir progresivamente a su mejora), implica en realidad un doble reto:
Las propuestas formativas que se formulen deben surgir del hecho de considerar
como finalidades inseparables del proceso de evaluación del profesorado los siguientes:
Desde una concepción del profesor como profesional que comprende, investiga y
toma decisiones sobre su actividad, las iniciativas que surgen del profesorado son las
que pueden mejorarse más fácilmente. Por eso, la estrategia más adecuada es la de
promocionar, favorecer, estimular, apoyar y difundir las iniciativas particulares que
surgen de los propios profesores, de grupos de trabajo y de los departamentos. Crear el
clima y las condiciones para que emerjan y se desarrollen esas iniciativas será la pri-
mera tarea a afrontar, con la seguridad de que va a ser mucho más fructífera que cual-
quier iniciativa surgida «desde arriba»y con visos de normatividad.
El tipo de profesionalización docente que hoy se perfila, en el marco de la comuni-
dad postmoderna, es la síntesis de varios elementos, entre los que destacamos:
Y todo ello porque consideramos que hoy debe revalorizarse el papel de los profe-
sores: se ponga el énfasis en sus comportamientos instructivos o en la indagación de los
procesos cognitivos que median su comportamiento, lo que interesa es conocer mejor
lo que pasa en el aula y cómo la opinión de los alumnos y de los profesores es tenida en
cuenta para el diseño de modelos de formación y desarrollo profesional.
Importante parece destacar el hecho de que los programas de perfeccionamiento
(profesionalización docente) estarán condenados al fracaso y la esterilidad si antes los
docentes no han percibido que su tarea de enseñanza es:
— técnicamente compleja
— de alto nivel científico, susceptible por tanto de ser investigada
— socialmente importante
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