Cuidados de Enfermería en El Paciente Paliativo Con Dolor

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CUIDADOS DE ENFERMERÍA EN EL PACIENTE PALIATIVO

CON DOLOR

“Se puede aceptar la muerte, pero nadie puede aceptar el dolor profundo y devastador. El
dolor intratable es como el infierno, sin escapatoria, sin esperanza. Cuando uno no ha
experimentado el dolor más acerado y profundo, es imposible imaginar la agonía de un
paciente, al igual que es imposible comprender que un tiempo sin dolor, por corto que sea,
puede representar la felicidad más extrema.”

(Lars Leksell, Brain Fragments 1992. Neurocirujano 1907-1986)

La multidimensionalidad del dolor implica la necesidad de una intervención interdisciplinar,


integral y coordinada entre los diferentes profesionales que forman los equipos asistenciales.
Esta es una necesidad siempre pero, en el ámbito de los cuidados paliativos, constituye una
exigencia imprescindible para que el esfuerzo asistencial alcance su objetivo último, el
bienestar del paciente.

En el contexto de la enfermedad terminal y los cuidados paliativos, el dolor constituye un


síntoma preponderante, responsable de una buena parte de la pérdida de confortabilidad y de
la merma funcional en el paciente. El significado del dolor es diferente para cada persona y
situación: disminución de la autonomía, amenaza y sufrimiento, mal pronóstico, muerte
cercana, pérdida de la calidad de vida, dependencia, etc. Además, las respuestas del paciente
ante el dolor no van a depender únicamente del estímulo nocivo o del daño en alguna parte
del cuerpo, si no que factores relacionados con las características personales de cada
individuo, experiencias previas y creencias, tanto las propias como las del núcleo social y
cultural al que se pertenece, condicionan la respuesta final.

En el enfermo paliativo, el dolor no suele ser el único síntoma presente, sino que,
habitualmente, se suma a un amplio ramillete sintomático en el que el estreñimiento, la
anorexia, la astenia, el insomnio, la tristeza o la soledad, entre otros, actúan como elementos
potenciadores de la percepción dolorosa que precisan ser identificados, evaluados y tratados
de manera simultánea. La evolución crónica de los procesos convierte la queja del paciente
en un elemento estresante y desgastador que afecta no sólo a los familiares sino también a los
profesionales. La “fatiga” de unos y otros facilita una tendencia habitual que implica la
minusvaloración de la queja y la desconfianza en la veracidad de la misma. El enfermo se ve
abocado a uno de los sentimientos más frustrantes del ser humano, la incomprensión.

Este es un punto fundamental en la participación de los cuidados de enfermería del paciente


con dolor. El enfermero/a suele ser el profesional más cercano al paciente, tanto cuando se
encuentra ingresado como cuando está en su medio domiciliario. Además, también suele ser
el profesional más cercano a los familiares, su participación en la educación sanitaria es clave
en la modificación de hábitos y conductas, en la transmisión, interpretación y facilitación del
cumplimiento de las órdenes terapéuticas y en la identificación de los factores que, derivados
del entorno socio-familiar, pueden estar modulando e interfiriendo con el control sintomático
que se pretende. Dentro del equipo asistencial, estas cualidades, además de la adecuada
formación, integración y participación, deben propiciar que la enfermería asuma un papel
clave en el manejo del dolor.
Cuidados de enfermería en el tratamiento del dolor:
De manera didáctica, los cuidados de enfermería se pueden agrupar en torno a dos niveles
fundamentales de participación en el manejo del dolor:

Nivel independiente: implica la valoración, planificación y administración de


tratamientos de enfermería, fundamentalmente técnicas no invasivas de control del dolor y
educación de hábitos para prevenir o disminuir el número de episodios.

Nivel interdependiente: junto al resto del equipo multidisciplinar, participando desde su


área de formación y conocimientos en la valoración, administración de tratamientos (técnicas
invasivas, fármacos, etc.) y seguimiento de la evolución del paciente y del grupo familiar.

De una forma práctica, la intervención de enfermería en el dolor implica:

 Valorar la experiencia dolorosa : verificando con el paciente:


 La localización,
 La intensidad,
 La cualidad (opresivo, quemazón, punzante, descargas eléctricas, etc.)
 El inicio y duración del episodio doloroso.
 La repercusión, los efectos que ese dolor tiene sobre su calidad de vida y
confort, relaciones sociales, familiares, etc.

Es fundamental identificar si el paciente tiene dolor en el momento de la entrevista inicial. Si


es así, es necesario propiciar las intervenciones necesarias para proporcionar alivio. La
valoración inicial va a servir de guía para desarrollar el plan de tratamiento del dolor. En el
abordaje inicial es también imprescindible preguntar al paciente sobre experiencias dolorosas
pasadas, que utilizó y la eficacia de los métodos empleados incluyendo los efectos secundarios.
La identificación de temores y conceptos erróneos relativos al uso de analgésicos, control de
efectos secundarios y riesgo de adicción, constituyen auténticas piedras en el camino del
manejo del dolor.

El conocimiento y utilización de escalas para valorar la intensidad del dolor, constituyen un


apoyo de indudable valor en la clínica. La Escala Numérica o la Escala de Painad para
pacientes con deterioro cognitivo, son instrumentos de fácil implementación en la práctica
clínica habitual. Con más detalle, en otros apartados de este curso, se recogen diferentes
procedimientos e instrumentos para la evaluación del dolor.

Valorar factores que aumentan y disminuyen la tolerancia al


dolor y planificar las intervenciones:
 factores que disminuyen el umbral del dolor: la incomodidad, el insomnio, el
cansancio, el miedo, la tristeza, la rabia, la depresión, el aburrimiento, la introversión,
el aislamiento y el abandono social.
 factores que aumentan el umbral de dolor: el sueño, el reposo, la simpatía, la
empatía, la comprensión, la solidaridad, las actividades de diversión, la reducción de
la ansiedad y la elevación del estado de ánimo.

Las intervenciones irán encaminadas a disminuir en lo posible todos los factores


que disminuyen el umbral y a potenciar los que lo incrementan. No es de ninguna
utilidad juzgar el dolor de los demás. El cuidado de enfermería debe reconocer la
presencia de la experiencia dolorosa del paciente, escuchar atentamente y evaluar
los factores que la condicionan. Con la familia se debe trabajar desde el primer
momento con el objetivo de que constituya un apoyo en el tratamiento del
paciente. Desterrar conceptos erróneos sobre el dolor y los analgésicos, evitar
juicios de valor sobre la veracidad o no de las quejas,
Explicar el significado del dolor, ayudar a planificar las actividades de acuerdo con
las limitaciones y/o reduciendo las incomodidades, en definitiva, transmitir apoyo
y consejo profesional que facilite la obtención de los máximos niveles de
autonomía y confortabilidad posibles para el paciente con el menor coste de salud
en el entorno familiar.

 Establecer con el paciente y su familia los objetivos de control del


dolor: cuál es la intensidad del dolor que al paciente le permite un nivel de
comodidad y función suficientes para percibir una calidad de vida digna, y qué
métodos han resultado eficaces para reducir la intensidad del dolor.
1. Fármacos.
2.Tratamientos no farmacológicos: distracción /Relajación/Fantasía
guiada/Masajes/frío-calor/ Musicoterapia. Enseñar e implementar intervenciones
no farmacológicas cuando el dolor esté relativamente bien controlado con medios
farmacológicos: “Las intervenciones no farmacológicas se deben emplear para
suplementar, no para sustituir, a las intervenciones farmacológicas” (American Pain
Society, 2004).
3. Fomentar la adaptación al síntoma evitando generar falsas expectativas. Frases
como “no se preocupe que le vamos a quitar el dolor”, en el ámbito del dolor
crónico, no se ajustan al objetivo real, minimizar y/o controlar la percepción
dolorosa para que interfiera lo menos posible con la actividad de la persona.

 Proporcionar a la persona un alivio óptimo:

 Prevención: Lo apropiado en el tratamiento del dolor del enfermo


paliativo es administrar el analgésico prescrito por el médico para
controlar un determinado tipo de dolor, anticipándose a la aparición del
mismo, respetando los horarios establecidos para los analgésicos
prescritos a horas fijas.
Ante la aparición de un episodio doloroso “entre dosis” (dolor episódico
incidental, irruptivo, dolor de fin de dosis), se deben administrar las
“dosis extra”, cuyas pautas deben estar adecuadamente establecidas y
prescritas.
 Rápida intervención: cuando el paciente demande un analgésico. No
es adecuado en un paciente paliativo-probablemente en ningún
paciente- que demanda un analgésico someterle a una espera basada
en la expectativa del “aguante” que “igual se pasa” o en la rigidez de
los esquemas terapéuticos que a veces se fomenta desde los propios
profesionales. Hacer esperar por un analgésico o una actitud “recelosa”
a la hora de administrarlos, son conductas que no hacen sino aumentar
la ansiedad y la desesperanza del enfermo y, como consecuencia, el
dolor (actuamos directamente incrementado los factores que
disminuyen el umbral doloroso).
Cualquiera de los profesionales implicados en la atención del paciente que
identifique una situación de infra-tratamiento del dolor, debe ponerlo en
conocimiento del/los profesional/es implicados y responsables de las
órdenes terapéuticas a fin de que se revisen y adecuen a la situación
evolutiva. En ocasiones, las razones del infra-tratamiento provienen de los
propios pacientes, del “miedo” a hablar del dolor al médico para no
“distraer” su atención de lo más importante, la enfermedad (muchas veces
innombrable), o del “temor” a admitir el propio dolor pues- probablemente
sin fundamento real- se asocia la idea de, a más dolor, más grave es la
enfermedad.

 Valorar la respuesta a analgésicos: Tan importante como identificar la


intensidad del dolor al inicio de la intervención, es revaluar su evolución
en el tiempo y conforme se implementa el plan terapéutico.
En pacientes ingresados se debe preguntar por el dolor a intervalos
frecuentes, al menos una vez por turno, y siempre después de la
administración de “dosis extra” a fin de comprobar su adecuación y
eficacia. Qué fármaco y qué dosis resultó eficaz es información que no
debe quedar a merced de la memoria para su transmisión posterior. Su
registro sistemático en la historia es imprescindible para la
coordinación interprofesional. Po otra parte, al paciente le transmite
interés real por parte de los profesionales y refuerza la relación y
confianza terapéuticas.
En el medio domiciliario forma parte de la educación sanitaria en dolor animar al
paciente y/o a familiares a llevar un “diario del dolor”. Registrar la intensidad del dolor,
los momentos en que ocurren los accesos de mayor intensidad, las acciones que
facilitan o reducen la percepción del dolor, etc., son aspectos necesarios para la
elección de los fármacos y el ajuste de dosis. También para la elección de los
tratamientos no farmacológicos.
Imprescindibles para detectar automedicaciones, errores o incumplimientos que, en
ocasiones, se ocultan detrás de los fracasos terapéuticos. Ayudar al paciente y/o la
familia a organizar la medicación, identificar los fármacos en uso y retirar los que no
han de ser tomados, anotar todos los tratamientos, dosis, momentos de
administración, compatibilidades/incompatibilidades con otros, relación con alimentos,
etc., son cuestiones que no siempre se explican suficientemente, no siempre se
entienden adecuadamente y, a la hora de la verdad, no siempre se ejecutan según lo
esperado. Es aconsejable que en el medio familiar se disponga, convenientemente
anotado, de los objetivos terapéuticos, el plan de tratamiento, los efectos que se
pretenden conseguir, los efectos secundarios esperables, su significado y acciones a
realizar.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es “el dolor yatrógeno”, es decir, el dolor
generado por la insistencia de familiares y profesionales en aspectos como “la
movilidad a pesar de que desencadene dolor” o por exploraciones cruentas sin un
balance claro de beneficio, o por objetivos terapéuticos inadecuados, por ejemplo,
prevención/curación de úlceras por presión en pacientes en situación de últimos días.
Las manipulaciones quirúrgicas, las movilizaciones y otras maniobras han de tener su
limitación y ésta la establece el bienestar del paciente, no los intereses o pareceres de
familiares y profesionales. Esto es especialmente importante y válido en el paciente
que presenta limitaciones y/o imposibilidad de comunicación verbal, y en los pacientes
con niveles de consciencia reducidos. La falta de comunicación oral y/o el nivel de
consciencia bajo, no son sinónimos de reducción del nivel perceptivo del dolor.

 Registrar la aparición y monitorizar los efectos secundarios de los


fármacos. Los profesionales de enfermería deben conocer y reconocer esos
efectos, si aparecen transmitir la información y, en todo caso y siempre que
sea posible, anticipar al paciente y a la familia los efectos secundarios
previsibles, su significado y pautas para su control y / o comunicación.

 Apoyar a la familia para que responda positivamente a la


experiencia dolorosa del paciente. Valorar los conocimientos que el
cuidador tiene sobre los cuidados que requiere el paciente. Se debe
proporcionar
información compresible a la familia, utilizar un lenguaje asequible, coloquial
(sencillo, claro y conciso), evitando tecnicismos, aclarando términos,
explicando el significado de los mismos cuando se utilicen, adecuándose en
todo momento al nivel cultural del paciente y de su familia y a las necesidades
especiales que pudieran tener, por ejemplo, hablando en un tono elevado si
existe un déficit auditivo.
Si los familiares y el entorno más próximo al paciente conocen lo que sucede y
las medidas que se están adoptando, su apoyo será más eficaz para el
enfermo.
Actitudes reforzadoras en el sentido de reconocer su labor y esfuerzo, mejorar
su pericia para resolver obstáculos y dificultades, ofrecer disponibilidad y
confianza, son también “analgésicos” eficaces y necesarios.

Se deben explorar los recursos socio-sanitarios existentes en el entorno


familiar así como las condiciones del domicilio, barreras arquitectónicas,
accesos a váter y ducha, accesos al exterior, mobiliario de riesgo, adecuación
de espacios, etc. En el tratamiento del paciente paliativo es imprescindible
contar con la presencia de un cuidador principal competente, que asegure una
adecuada evaluación continuada del dolor y de la eficacia de los tratamientos
iniciados.

Se debe prestar atención y proporcionar –con el apoyo de los profesionales


adecuados- ayuda al paciente y su familia para minimizar el impacto del dolor
en aspectos muy íntimos y personales que afectan a las relaciones
interpersonales, sexo, ocio y actividades básicas de la vida diaria. El dolor mina
las capacidades del individuo en el autocontrol y el bienestar psicológico,
incrementando los niveles de indefensión y vulnerabilidad.

ASPECTOS GENERALES DEL USO DE ANALGÉSICOS:


 Nunca se debe usar placebos pues, además de representar un
comportamiento éticamente discutible, facilita la desconfianza del enfermo en
el tratamiento y en el equipo de salud.
 La potencia del analgésico a utilizar la determinará la intensidad del dolor no el
diagnóstico ni el pronóstico de la enfermedad.
 Siempre que sea posible se usará la vía oral, no obstante, se debe adecuar la
elección en función de las características del paciente, del dolor y de las
Opciones terapéuticas, debiéndose elegir aquella/s vía/s que ofrezca/n la
mayor eficacia en el control del síndrome doloroso.
 La correcta administración de los analgésicos exige rigor en los horarios de
administración para evitar oscilaciones en los niveles de eficacia. Hay que
asegurarse de que el perfil del fármaco elegido se ajusta al patrón de evolución
del dolor, no a la inversa.
 La percepción del dolor ejerce un efecto de “recuerdo permanente” de la
enfermedad. Reducir esa percepción disminuye la cascada de anticipación y
de sufrimiento que el dolor desencadena y facilita la mayor eficacia analgésica
con las menores dosis.
 Hay que incrementar los esfuerzos de educación y formación de la población,
en general, y, también, de los profesionales, en particular. El objetivo es
desterrar mitos como “la morfina conduce a la drogadicción”, “un buen
paciente tiene que saber aguantar el dolor”, o “si tomo más medicación,
cuándo tenga más dolor no me hará efecto”.
 El uso de fármacos, en general, y analgésicos, en particular, debe apoyarse
siembre mediante una “hoja de tratamiento” en la que quedan recogidos los
nombres y pautas de todos los fármacos que se prescriben. Además, hay que
explicar al paciente y/o cuidador principal los conceptos de “medicación
pautada” para el control del dolor basal y “medicación a demanda o de rescate”
para control de los posibles episodios de reagudización del dolor.

ASPECTOS PRÁCTICOS EN LA UTILIZACIÓN DE OPIOIDES:


Los fármacos opioides constituyen el grupo analgésico más comúnmente
utilizado en el tratamiento del dolor moderado e intenso, habitual en el ámbito
de los cuidados paliativos. Como parte de la formación específica que los
profesionales de enfermería deben tener, es obligado conocer sus
características farmacológicas, sus efectos analgésicos, efectos secundarios y
las peculiaridades de su manejo. En otros apartados de este curso se contiene
información específica sobre estas y otras cuestiones relacionadas, así como
en relación con otros grupos farmacológicos y tratamientos empleados para el
abordaje del dolor. Sin embargo, uno de los aspectos en los que los cuidados
de enfermería deben poner más atención es en relación con los efectos
secundarios que el uso de opioides genera, pues con frecuencia, si no se
Conocen y explican, conllevan decisiones unilaterales del paciente/familiares
de suspensión y conducen al consiguiente fracaso terapéutico:

 Hay que explicar los efectos secundarios que pueden aparecer al utilizar este
grupo farmacológico que, por otra parte, es suficientemente heterogéneo como
para permitir que cambios entre diferentes fármacos modifiquen la aparición
tanto de los efectos analgésicos como de los efectos secundarios. En la
mayor parte de situaciones, su aparición no debe comportar la retirada del
fármaco y si la introducción de medidas que permiten minimizar o eliminar los
inconvenientes:
 Nauseas y/o vómitos, que pueden aparecer al inicio del tratamiento y
que son transitorios, hasta que “el cuerpo se acostumbra a la
medicación” (indicación de antieméticos de acción central para
prevenirlos: haloperidol ó metoclopramida, suelen ser suficientes para
evitar su aparición o controlar el síntoma).
 Sequedad de boca (xerostomía), efecto secundario no transitorio y que
genera gran incomodidad para el paciente; puede aliviarse tomando
líquidos a menudo a pequeños sorbos (agua, aquarius®, manzanilla),
realizando enjuagues con líquidos fríos, masticando chicles sin azúcar,
tomando helados, chupando trocitos de hielo (los cubitos se pueden
hacer con agua tónica, zumos, infusiones, etc.), masticando trozos de
fruta ácida (piña, mandarina, naranja) o utilizando espray bucales
(agua, Xerohiall®, salivas artificiales: Xerostom®, Bucohidrat®) 
Estreñimiento, efecto secundario no transitorio (explicar que “el cuerpo
no se acostumbra habitualmente al estreñimiento que producen los
opioides” y que la administración del laxante es importante para el
control adecuado del mismo, ya que este síntoma no responde
únicamente a la dieta (kiwi, zumo de naranja, yogures, fibra, líquidos,
etc.). Indicación de pauta de laxante desde el inicio de la pauta
analgésica (se suelen usar laxantes osmóticos tipo lactitol (emportal®,
oponaf®), lactulosa en jarabe (duphalac®) y/o polietilenglicol (movicol®,
molaxole®); a veces es necesario asociarlos para conseguir un control
adecuado, que supone una deposición cada máximo 48 horas. Indicar
que si el paciente pasa 72
horas sin hacer deposición se administrará un micro-enema (micralax®) y si
éste no es efectivo, un enema tipo Casen® de 250 ml. También es preciso
recordar que un laxante es efectivo cuando se utiliza de forma continuada y
que hay que ajustar la pauta al ritmo intestinal del paciente, pudiendo ser
variable y ser necesario incrementarla o reducirla según se vayan modificando
las dosis de los opioides prescritos.
 Somnolencia, que puede aparecer al inicio y para la que el organismo
desarrolla tolerancia. Podrá aparecer de nuevo y tras incrementos de
dosis para el ajuste del efecto analgésico. Dependiendo de las
situaciones particulares de cada paciente, del pronóstico y la
repercusión sobre la calidad de vida percibida del paciente, el
metilfenidato (Rubifen®) puede contrarrestar farmacológicamente este
secundarismo.

 Otros efectos secundarios de aparición menos frecuente incluyen


prurito, sudoración, alucinaciones o confusión mental. La anticipación
respecto a su posible aparición y la explicación del significado, alivian
considerablemente la angustia de pacientes y familiares y concede el
tiempo suficiente para introducir medidas de control, ajustes de dosis o
rotaciones de opoides sin perder eficacia analgésica.

 Como norma general los comprimidos de liberación prolongada y/o RETARD


no se pueden partir, machacar ni masticar; hay que tragarlos enteros. Si que se
pueden partir, aplastar y/o abrir los de liberación rápida.
 Ni los preparados RETARD ni los TRANSDÉRMICOS deben ser utilizados para
el tratamiento de episodios agudos de dolor.
 El cumplimiento horario es esencial para evitar tiempos de “insuficiencia
analgésica”.
ANEXO 1:

NOMBRES COMERCIALES DE LOS FÁRMACOS OPIOIDES MÁS


COMÚNMENTE UTILIZADOS EN NUESTRO MEDIO:
- Opioides débiles: Tramadol: Tioner®, Adolonta® (presentaciones de liberación
rápida y retard). También hay presentaciones en pulsaciones y en gotas.
- Opioides potentes: Morfina: MST® continuus (liberación sostenida), Sevredol®
(liberación rápida), Oramorph® (presentación en viales líquidos y gotas),
Skenan®/Zomorph® (es de liberación prolongada, pero la presentación
farmacéutica en gránulos permite su administración por sonda nasogástrica o
directamente con algo de comida; hay que abrir el comprimido y administrarlo sin
dañar ni machacar los gránulos). Oxicodona: Targín®, Oxycontín® (liberación
prolongada), Oxynorm® (liberación rápida). Hidromorfona: Jurnista® (liberación
retardada; 1 comprimido c/24 horas; Palladone® (liberación prolongada: 1
comprimido c/12 horas). El Tapentadol: Palexia® Retard comprimidos (liberación
prolongada) comparte una parte de su acción con los opioides, no obstante,
además tiene otras mecanismos de actuación que le convierten en pionero de los
nuevos grupos farmacológicos que en el futuro constituirán alternativas
analgésicas.
- Algunos de los fármacos de rescate se administran por vía transmucosa, como el
fentanilo de acción rápida que se comercializa como Actiq® (comprimidos-“chupa
chups”, requiere para su administración colaboración activa del paciente o
cuidador para frotarlo por la mucosa oral), Abstral® ó Effentora® (ambos
comprimidos sublinguales). Aunque tienen sus peculiaridades, como instrucciones
generales hay que recordar que la boca debe estar húmeda para su
administración, por lo que es recomendable enjuagarse o beber un poco de agua
antes de utilizar el medicamento También está disponible el fentanilo de acción
rápida vía intranasal, comercializado como Pecfent® e Instanyl® (en estos casos
conviene seguir las guías de uso para pacientes que editan los mismos
laboratorios que los comercializan por las características especiales de su manejo
y aplicación).
- En cuanto a la vía transdérmica se utilizan en forma de parches la buprenorfina
(Feliben®, Transtec®) y el fentanilo (Fendivia®, Matrifen®, Durogesic®). Como
instrucciones generales hay que señalar algunas

cuestiones: el cambio de parche se realiza cada tres días (72 horas) salvo
indicación médica distinta; las zonas donde se pueden colocar han de evitar los
pliegues, las zonas con vello, y más proclives a la sudoración.; hay que comprobar
que el parche esté adherido por completo a la piel para que no pierda efectividad y
que en caso de duda se proceda a retirar el parche y colocar uno nuevo.
ANEXO 2:

METODOLOGÍA ENFERMERA ANTE UN PACIENTE CON DOLOR


El diagnóstico enfermero que recoge mejor toda la valoración del dolor en los
pacientes paliativos es el de Dolor Crónico (00133) que se define como
“Experiencia sensitiva y emocional desagradable ocasionada por una lesión tisular
real o potencial o descrita en tales términos; inicio súbito o lento de cualquier
intensidad de leve a grave, constante o recurrente sin un final anticipado o
previsible y una duración mayor de 6 meses. El objetivo que en el Plan de
Cuidados enfermero prevalecería sería el de Control de dolor (NOC 1605).
Dentro de la taxonomía enfermera existen unos indicadores de evaluación de que
estamos alcanzando el objetivo marcado como son:
- Utiliza medidas preventivas (160503)
- Utiliza medidas de alivio no analgésicas (160504)
- Utiliza los analgésicos de forma apropiada (160505)
- Reconoce los síntomas del dolor (160509). De igual manera la enfermera para
conseguir el objetivo marcado de control de dolor necesita una serie de
intervenciones como son:
INTERVENCIONES DE ENFERMERÍA EN EL DOLOR CRÓNICO Manejo del
dolor (1400). Se aconsejan las siguientes actividades:
-Realizar una valoración exhaustiva del dolor que incluya localización, frecuencia,
calidad e intensidad.
-Observar claves no verbales de molestias.
-Asegurarse de que el paciente recibe los cuidados analgésicos correspondientes.
-Considerar las influencias culturales sobre la respuesta al dolor.
-Determinar el impacto de experiencia de dolor sobre la calidad de vida (sueño,
apetito, actividad, función cognitiva, humor, relaciones, trabajo y responsabilidad
de roles).
-Disminuir o eliminar los factores que precipiten o aumenten la experiencia del
dolor (miedo, fatiga, monotonía y falta de conocimientos).
-Animar al paciente y la familia a vigilar su propio dolor y a intervenir en
consecuencia, incluso con técnicas no farmacológicas.
-Utilizar un enfoque multidisciplinar para el manejo de dolor cuando corresponda.
Administración de analgésicos (2210). Para esta intervención se aconsejan las
siguientes actividades:
-Comprobar las órdenes médicas en cuánto al medicamento, dosis, frecuencia del
analgésico prescrito.
-Administrar los analgésicos a la hora adecuada para evitar picos y valles de la
analgesia.
-Comprobar el historial de alergias a medicamentos.
-Evaluar la eficacia del analgésico a intervalos regulares después de cada
administración, pero especialmente después de las dosis iniciales.
-Observar si ha signos y síntomas de efectos adversos (depresión respiratoria,
náuseas y vómitos, sequedad de boca y estreñimiento).
-Enseñar al paciente y familia el uso de técnicas no farmacológicas de alivio del
dolor como: relajación muscular progresiva, terapia musical, masajes
-Corregir los conceptos equivocados o mitos del paciente o miembros de la familia
sobre los analgésicos sobre todo los opiáceos.
-Administrar la medicación adicional al paciente antes de una actividad que le va a
provocar dolor.
Manejo de la medicación (2380). Para esta intervención se aconsejan las
siguientes actividades:
-Revisar periódicamente con el paciente y/o familia los tipos y dosis de medicación
tomadas.
-Facilitar los cambios de medicación con el médico, si procede.
-Enseñar al paciente y/o familia el método de administración de los fármacos, si
procede.
-Explicar al paciente y/o familia la acción y los efectos secundarios esperados de la
medicación.
-Proporcionar al paciente y/o familia información escrita y visual para potenciar la
autoadministración de los medicamentos según sea necesario.

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