Cuidados de Enfermería en El Paciente Paliativo Con Dolor
Cuidados de Enfermería en El Paciente Paliativo Con Dolor
Cuidados de Enfermería en El Paciente Paliativo Con Dolor
CON DOLOR
“Se puede aceptar la muerte, pero nadie puede aceptar el dolor profundo y devastador. El
dolor intratable es como el infierno, sin escapatoria, sin esperanza. Cuando uno no ha
experimentado el dolor más acerado y profundo, es imposible imaginar la agonía de un
paciente, al igual que es imposible comprender que un tiempo sin dolor, por corto que sea,
puede representar la felicidad más extrema.”
En el enfermo paliativo, el dolor no suele ser el único síntoma presente, sino que,
habitualmente, se suma a un amplio ramillete sintomático en el que el estreñimiento, la
anorexia, la astenia, el insomnio, la tristeza o la soledad, entre otros, actúan como elementos
potenciadores de la percepción dolorosa que precisan ser identificados, evaluados y tratados
de manera simultánea. La evolución crónica de los procesos convierte la queja del paciente
en un elemento estresante y desgastador que afecta no sólo a los familiares sino también a los
profesionales. La “fatiga” de unos y otros facilita una tendencia habitual que implica la
minusvaloración de la queja y la desconfianza en la veracidad de la misma. El enfermo se ve
abocado a uno de los sentimientos más frustrantes del ser humano, la incomprensión.
Hay que explicar los efectos secundarios que pueden aparecer al utilizar este
grupo farmacológico que, por otra parte, es suficientemente heterogéneo como
para permitir que cambios entre diferentes fármacos modifiquen la aparición
tanto de los efectos analgésicos como de los efectos secundarios. En la
mayor parte de situaciones, su aparición no debe comportar la retirada del
fármaco y si la introducción de medidas que permiten minimizar o eliminar los
inconvenientes:
Nauseas y/o vómitos, que pueden aparecer al inicio del tratamiento y
que son transitorios, hasta que “el cuerpo se acostumbra a la
medicación” (indicación de antieméticos de acción central para
prevenirlos: haloperidol ó metoclopramida, suelen ser suficientes para
evitar su aparición o controlar el síntoma).
Sequedad de boca (xerostomía), efecto secundario no transitorio y que
genera gran incomodidad para el paciente; puede aliviarse tomando
líquidos a menudo a pequeños sorbos (agua, aquarius®, manzanilla),
realizando enjuagues con líquidos fríos, masticando chicles sin azúcar,
tomando helados, chupando trocitos de hielo (los cubitos se pueden
hacer con agua tónica, zumos, infusiones, etc.), masticando trozos de
fruta ácida (piña, mandarina, naranja) o utilizando espray bucales
(agua, Xerohiall®, salivas artificiales: Xerostom®, Bucohidrat®)
Estreñimiento, efecto secundario no transitorio (explicar que “el cuerpo
no se acostumbra habitualmente al estreñimiento que producen los
opioides” y que la administración del laxante es importante para el
control adecuado del mismo, ya que este síntoma no responde
únicamente a la dieta (kiwi, zumo de naranja, yogures, fibra, líquidos,
etc.). Indicación de pauta de laxante desde el inicio de la pauta
analgésica (se suelen usar laxantes osmóticos tipo lactitol (emportal®,
oponaf®), lactulosa en jarabe (duphalac®) y/o polietilenglicol (movicol®,
molaxole®); a veces es necesario asociarlos para conseguir un control
adecuado, que supone una deposición cada máximo 48 horas. Indicar
que si el paciente pasa 72
horas sin hacer deposición se administrará un micro-enema (micralax®) y si
éste no es efectivo, un enema tipo Casen® de 250 ml. También es preciso
recordar que un laxante es efectivo cuando se utiliza de forma continuada y
que hay que ajustar la pauta al ritmo intestinal del paciente, pudiendo ser
variable y ser necesario incrementarla o reducirla según se vayan modificando
las dosis de los opioides prescritos.
Somnolencia, que puede aparecer al inicio y para la que el organismo
desarrolla tolerancia. Podrá aparecer de nuevo y tras incrementos de
dosis para el ajuste del efecto analgésico. Dependiendo de las
situaciones particulares de cada paciente, del pronóstico y la
repercusión sobre la calidad de vida percibida del paciente, el
metilfenidato (Rubifen®) puede contrarrestar farmacológicamente este
secundarismo.
cuestiones: el cambio de parche se realiza cada tres días (72 horas) salvo
indicación médica distinta; las zonas donde se pueden colocar han de evitar los
pliegues, las zonas con vello, y más proclives a la sudoración.; hay que comprobar
que el parche esté adherido por completo a la piel para que no pierda efectividad y
que en caso de duda se proceda a retirar el parche y colocar uno nuevo.
ANEXO 2: