Homenaje A Simon Bolivar
Homenaje A Simon Bolivar
Homenaje A Simon Bolivar
Aniversario de su Muerte
17 Diciembre de 1830
Homenaje Simon Bolivar en el Aniversario de su fallecimiento
Con Simón de Bolívar, llamado "El Viejo", nacido en la anteiglesia de Zenarruza (Bizkaya), en
1527, llegó a Venezuela el primero de ese apellido del que en línea directa, a través de cinco
generaciones, procede Simón Bolívar (1783-1830), el glorioso Libertador.
Descendía pues, directamente, por línea paterna, de los Bolívar de Vizcaya, pero, en el curso
de esas generaciones, tanto en dicho lado como en el materno, los sucesivos enlaces fueron
trayendo aportes, que si en algunos casos fueron de sangre vasca —Sojo, Zarate, Arratia,
Palacios, Alavés, etc.— en la mayoría eran extraños a la de los Bolívar. Esto y su nacimiento
lo convierten en ese producto típico del crisol de razas que es América y ha dado en
llamarse, el criollo.
Una cosa a observar en la vida de Simón Bolívar es su aparente desconocimiento del hecho
nacional vasco. Más o menos, los años en que él en-cahezaha la gesta de la independencia
americana coinciden con aquellos en que se fragua la muerte de la vasca, a través de las
"Noticias históricas" de Llórente (1806-1808), la llamada "Junta de reformas de abusos"
(1815) y otras maniobras preliminares con que el gobierno español fue preparando la
histórica puñalada a las libertades vascas asestada el año 1839.
Si John Adams, el que había de llegar a ser presidente de los Estados Unidos de América, en
su "Defence oí" Constitution of the United States..." aparecida en 1787 hace el elogio del
gobierno libre y democrático de Bizkaya en cuya tierra había estado pocos años antes, en
Bolívar que también había vivido en Bilbao, hacia el principio de la Zamakolada, nada
encontramos referente a las particularidades del pueblo y del régimen político vasco ni en
esos años ni más tarde cuando sus ideas políticas toman forma como en la "Memoria a los
ciudadanos de la Nueva Granada", la Carta de Jamaica, el discurso ante el Congreso de
Angostura, su proyecto de Constitución Bolivariana, etc., etc.
Lector de Rousseau, quizás nunca reparó en aquel párrafo de éste en que refiriéndose a los
vascos y al árbol de Guernica —que se alza no muy lejos del solar de los Bolívar—, escribe:
"Cuando se ve, en el pueblo más feliz del mundo, a un grupo de campesinos decidiendo bajo
un roble de los negocios del Estado y conduciéndose siempre con sabiduría, puede uno dejar
de despreciar los refinamientos de otras naciones que se hacen ilustres y miserables a la vez
con tanto arte y misterio" (Contrato Social, Libro IV, cap. I).
Otra cosa a observar es su silencio respecto a la Compañía Guipuz-coana de Caracas. Su
padre, D. Juan Vicente Bolívar, fue uno de los tres apoderados del Cabildo —los otros dos lo
fueron D. Alejandro Blanco y Villegas y D. Silvestre de Liendo— que encabezan en 1750 el
conocido expediente en que "representan ante el señor gobernador y capitán general sobre
lo perjudicial que ha sido el establecimiento de la Compañía Gui-puzcoana en la Provincia, al
servicio de Dios, a la buena administración de justicia, rentas fiscales y eclesiásticas y al
común de toda ella".
Pero en Simón Bolívar poca o ninguna huella parece que dejó esta actuación de su parte. A
lo largo de su extensísimo epistolario y demás escritos conocidos, no es posible hallar una
sola referencia a la discutida Compañía de la que podrá decirse mucho bien o mucho mal,
pero a la que nadie puede negar, al hacer un sereno balance de sus realizaciones positivas y
de las consecuencias que en Venezuela vinieron a producir las reacciones de las que no se
estimaron por tales, que constituye el hecho más importante o uno de los más importantes de
todo el siglo XVIII venezolano.
Y, sin embargo, cuando Bolívar embarca en La Guaira para Europa, el 19 de enero de 1789,
es decir, cuando estaba aún para cumplir los 16 años, vemos aparecer a varios hombres de
la recién extinguida Compañía de cuyos buenos oficios se vale para el viaje. Así tenemos
que, llegado a Vera-cruz, escribe allí el 20 de marzo de 1799 a su tío Pedro Palacios y Sojo,
con su vacilante ortografía de aquel tiempo: "Dn. Pedro Miguel de Heche-verría costeó el
biaje que fueron cuatrocientos pesos más o menos de lo cual dictaminará usted, si se lo paga
aquí o allá a Dn. Juan Esteban de Hechesuría1 que es compañero de este señor a quien vive
recomendado por Hechesuría...''.
En la posdata de esa carta escribe: "Yo me desembarqué en la casa de Dn. José Donato de
Austrea, el marino de la Basterra quien me mandó recado en cuanto llegué aquí me fuese a
su casa y con mucha instancia y me daba por razón que no habia fondo en este puerto".
De Veracruz se fue Bolívar a la ciudad de México donde sabemos pasó más de un mes
hospedado en casa de Oidor Aguirre.
La siguiente carta que de Bolívar tenemos es de fecha 30 de setiembre de 1800. Está escrita
en Madrid y en ella nos encontramos con varias de sus vinculaciones familiares de estirpe
vasca: los Aristeguieta, de uno de los cuales, Juan Félix, heredó el mayorazgo que poseía y
el marqués de Us-tariz, "el único tutor que tengo aquí". En esta carta, que está dirigida a su
tío Pedro Palacios, le da cuenta de su proyectado matrimonio con Teresa Toro a la que ha
conocido en Bilbao y que por su segundo apellido, Alai-za, es también de origen vasco y se
refiere también a otro de la misma estirpe, "Dn. Manuel Mallo... nuestro amigo y
favorecedor", quien, como se sabe, era el favorito de turno.
En la siguiente (Madrid, 20 de marzo de 1801), comienza diciendo: ' 'El 17 fui a la Compañía
de Filipinas y me dijo Visi que Iriarte nos obligaba a dar los réditos del dinero en caso que la
letra fuese protestada, desde el día de la protesta hasta que se verificase dicha entrega...".
Y en la que le sigue de 23 de agosto de 1801, fechada en Bilbao y, como la anterior dirigida a
su tío Pedro: "En orden a dinero ya he dicho a usted todo lo que hay; pues ello es menester
conseguirlo de algún modo. Aunque sería muy bueno que usted consiguiera de Iriarte su
firma. Usted le puede exponer que soy conocido por rico, y que lo más del dinero es para
mí".
Por cuyas dos cartas se ve que estaba siempre en relación con la Compañía de Filipinas,
sucesora en ciertos aspectos de la Guipuzcoana y una de cuyas firmas prominentes en
Caracas era Iriarte, de los cuales conocemos a tres hermanos: Juan, Pedro y Martín,
navarros, naturales del valle del Baztán que casaron en Caracas con tres de las "nueve
musas", como eran llamadas las hermanas Aristeguieta, el nombre de una de las cuales, la
esposa de Juan, era, por cierto, Begoña.
Con las dos cartas siguientes: la del 29 de diciembre de 1801 fechada en Bilbao y la del 13
de enero de 1802, termina la serie de las escritas desde el País Vasco, y que nos dan noticia
directa suya.
Regresado a Caracas en agosto de 1802 con su esposa, apenas pasan unos meses cuando
el 22 de enero de 1803 muere Teresa de fiebre amarilla. A los veinte años, Bolívar se
encuentra viudo, con su vida rota. El gran vacío dejado por esta pérdida habrá de llenarlo con
el cumplimiento de la gran empresa a que el destino le llamaba. En octubre de ese mismo
año se embarca para Europa. Visita España, Francia, Italia... Son los años en que se fija su
destino. Los de su amistad con Alejandro Humboldt y Bom-pland; cuando contempla la
coronación de Napoleón en Notre Dame (1804); cuando en el Mont Sacro hace su juramento
de salvar a su patria del yugo de España (1805). A su regreso de Europa, desembarca en
Charleston. Visita Washington, Philadelphia, New York y Boston, donde embarca para
Venezuela llegando, en junio de 1807, a Caracas.
Es ya un hombre al que los viajes, el trato con gente notable y el estudio, han formado ya
para su destino. El 3 de julio de 1811, pronuncia, en la Sociedad Patriótica, su célebre
discurso en pro de la independencia de Venezuela que el Congreso proclama dos días
después.
En su primer viaje a España, en el que tiene por compañero al guaíre-ño Esteban Escobar
Vildósola, un vasco, el capitán José Uriarte, comandante del navio "San Ildefonso" en que
hacían la travesía, evita, con su prudencia y aplomo de viejo lobo de mar, un peligroso
encuentro con los ingleses. Años después Bolívar confiaba al general Tomás Cipriano de
Mosquera, recordando aquel episodio y exagerando la nota (según su temperamento, como
lo advierte bien Ángel Grisanti), "en aquella oportunidad el capitán Uriarte me salvó la vida".
No iba a ser Uriarte el único salvador vasco de Bolívar. En efecto, cuando tras la caída de la
primera República con la capitulación de Miranda en 1812, la vida de Simón Bolívar se halla
en peligro, aparece en escena un hombre para el que no cesarán en adelante, a través del
epistolario del Libertador, todas las demostraciones de gratitud y cariño. Que no se trataba de
meras palabras lo demostró en la carta que, el 26 de agosto de 1821, dirigió al presidente del
Congreso General de Colombia en la que se lee la relación del suceso:
"Permítame V.E. que ocupe, por primera vez, la bondad del gobierno de Colombia en una
pretensión que me es personal.
"Cuando en el año de doce, la traición del comandante de La Guaira, coronel Manuel María
Casas, puso en posesión del general Monteverde aquella plaza con todos los jefes y oficiales
que pretendían evacuarla, no pude evitar la infausta suerte de ser presentado a un tirano,
porque mis compañeros de armas no se atrevieron a acompañarme a castigar aquel traidor,
o vender caramente nuestras vidas. Yo fui presentado a Monteverde por un hombre tan
generoso como yo era desgraciado. Con este discurso me presentó don Francisco Iturbe al
vencedor:' 'Aquí está el comandante de Puerto Cabello, el señor don Simón Bolívar, por
quien he ofrecido mi garantía; si a él toca alguna pena, yo la sufro; mi vida está por la suya".
¿A un hombre tan magnánimo puedo yo olvidar? ¿Y sin ingratitud podrá Colombia
castigarlo?
"Don Francisco Iturbe ha emigrado por punto de honor, no por enemigo de la República, y
aun cuando lo fuese, él ha contribuido a librarla de sus opresores sirviendo a la humanidad, y
cumpliendo con sus propios sentimientos: no de otro modo. Colombia, en prohijar hombres
como Iturbe, llena su seno de hombres singulares.
"Si los bienes de don Francisco Iturbe se han de confiscar, yo ofrezco los míos como él
ofreció su vida por la mía; y si el Congreso Soberano quiere hacerle gracia, son mis bienes
los que la reciben, soy yo el agraciado.
"Suplico a V.E. se sirva elevar esta representación al Congreso General de Colombia, para
que se digne resolver lo que tenga por conveniente. Excmo. Señor: Simón Bolívar".
Estamos en 1815. Bolívar se halla en Jamaica donde el 6 de setiembre escribe su profética
carta sobre el porvenir de la América española. El 10 de diciembre no dormía en su
habitación. Ocupó su hamaca uno de sus oficiales, su ex habilitado y amigo leal en quien el
negro Pío. brazo ejecutor de una conspiración criminal, tomándole por Bolívar, hundió su
puñal. Eran las diez de esa noche. Se hizo un examen oficial el lunes 11 de diciembre "en el
cuerpo del señor Félix Amestoy, difunto habilitado de la Guardia de Honor del General
Bolívar". El informe redactado a raíz del examen terminaba con esta declaración: "El
infortunado habilitado era un hombre de excelente educación y de los más caballerosos y
finos modales y pensaba navegar la próxima mañana para Santo Domingo (Haití). Su viaje
fue más largo. La fatalidad al colocarlo en la hamaca del Libertador le hizo que, aun sin
proponérselo, salvara la vida de Bolívar".
Y aún otro salvador tuvo el Libertador, a quien cierta y positivamente debió la vida. La célebre
Manolita o para decir su nombre entero, Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru, es decir, con
sangre vasca por parte de ambos padres, la que de un modo heroico se constituyó aquel
triste 25 de setiembre de 1828 en "La Libertadora del Libertador". Es muy fácil criticar ciertos
aspectos de la vida de esta amante de Bolívar. Pero sin necesidad de llamar en nuestra
ayuda a la galantería ni siquiera a la caridad, es de simple justicia proclamar las admirables
dotes de valor, serenidad e inteligencia que desplegó en aquella noche trágica, así como su
inquebrantable fidelidad al recuerdo del Libertador, quien supo también rendir desinteresado
homenaje a otras mujeres de nuestro linaje, como la heroína Luisa Arrambide, "entre las más
bellas de su sexo..." (carta de 18-VIII-1815), o a las Garaicoas, de las que "...todo me dice:
aquí estuvieron, aquí jugaron, aquí cantaron..." (carta del 16-VI-1823), etc.
La obra independenüsta de Bolívar había tenido un precedente que él supo reconocer. Hacia
1561 pasó por Venezuela un hombre vasco que dejó su nombre lleno de trágicas
resonancias. Fue Lope de Aguirre, cuya sola mención lo dice todo aquí. Pues bien, cuando el
18 de setiembre de 1821, Bolívar embarcó en Maracaibo a bordo de una goleta que había de
llevarlo a San Carlos camino de Cúcuta, donde se le esperaba para que prestase juramento
como presidente de Colombia, tomó para lectura durante su travesía un ejemplar de la
"Historia de Venezuela", de Oviedo y Baños. Su atención recayó, principalmente, sobre
aquellos pasajes en que se narran las peripecias de Aguirre y sus marañones, aguas abajo
del Amazonas, hasta la isla de Margarita y Costa Firme y más que nada le sorprendió y atrajo
la célebre carta dirigida por el oñatiarra al Rey Felipe II, algunos de cuyos párrafos el
Libertador leyó en voz alta para sus compañeros de travesía y dictó luego a uno de ellos, el
coronel Briceño, una nota dirigida al Gobernador de Maracaibo, pidiéndole que hiciera
insertar en "El Correo Nacional", periódico que en aquella ciudad se editaba, la dicha carta
que Bolívar calificó de "Acta primera de la Independencia de América el año de 1560".
De estirpe vasca fueron varios de los que en las campañas emancipadoras colaboraron con
él en los más altos puestos: el General J osé Antonio Anzoategui, quien, según la frase del
Libertador,' 'valía él solo por un ejército"; el general Urdaneta, fiel entre los fieles a Bolívar; el
general Juan Bautista Arismendi, caudillo de Margarita y tantos otros que en este momento
vienen a mi memoria como los generales Iribarren y Sagarzazu, los coroneles Aramendi y
Azkue y tamos otros que pudieran citarse. Y ya que de sus campañas hablamos no
olvidemos aquellas insistentes recomendaciones al general Salom (Tnijillo, 14 de marzo de
1824), al coronel Tomás de Heres (Santiago, 19 de abril de 1824) y al general José de La
Mar (Huan-cachuco, 7 de mayo de 1824), para "que se solicite a precio de oro el tal hierro
dulce de Vizcaya para que hagan infinidad de clavos y los manden,.."; para "que se compre...
acero de Vizcaya para que se hagan herraduras y clavos en el país...", etc., etc.
En sus últimas horas de Santa Marta no faltaron tampoco entre sus fieles acompañantes
algunos que dignamente pudieran ostentar la representación de la estirpe como el coronel
Miguel Sagarzazu y los hermanos Juan y Manuel de Ujueta. A este último correspondió el
alto honor de cerrar para siempre los ojos del Libertador allá en la quinta de San Pedro
Alejandrino y ayudar al doctor Révérend en el embalsamamiento del cadáver la noche de
aquel 17 de diciembre. Y con una devoción que fue más allá de la muerte, supo defender sus
restos de la furia de los antibolivaria-nos que trataban de profanar su tumba en la misma
catedral de Santa Marta y consiguió permiso "para construir la bóveda, llevando a su
domicilio el ataúd que guardaba lo que el tiempo había respetado del que fue su amigo para
custodiarlo, mientras el arquitecto terminaba los trabajos".
Después de esto, cuando se ve que entre los hombres que más se han afanado en
Venezuela en exaltar la figura del Libertador destacan en primer plano, entre otros, nombres
como el del General Rafael Urdaneta, fundador de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; el
de Ramón Azpurua, Felipe Larrazabal y, coronando la obra de todos, el de Vicente Lecuna,
uno no puede dejar de pensar que la sangre, a través de los misteriosos caminos que en su
tenue pero tenaz fluir sabe recorrer, ha obrado como sólo ella sabe hacerlo en el esfuerzo de
estos hombres cuyos sonoros apellidos brotaron del mismo viejo pero perenne manantial del
que surgió el de Bolívar.
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Entre las grandes figuras universales de raíz vasca figura el nombre | egregio de Simón
Bolívar, el procer de las Libertades de Venezuela, » del Perú, de Colombia, de Ecuador y de
Bolivia.
Libertador por antonomasia, cuyo apellido,, Bolibar, solamente tiene expresión en la vieja
lengua de los hijos de Aitor, así como su gloria es universal.
Con el amor, pues, de quienes saben apreciar hasta su último hito el valor de la
Independencia, a SIMÓN de BOLIBAR
Los vascos que son amontes de la Libertad de todos los pueblos.
Bolibar (Bizcaya),, humilde caserío, alcanza resonancias universales por ser cuna de los
ascendientes de Simón, Simón de Bolibar, El Libertador por antonomasia, orgullo de vascos
que aman la libertad. Simbolizan ese afán en el Árbol de Gernika, que exaltó Rousseau, y
que se encuentra en el regazo de Bízcaya. Gernica y Bolibor son símbolos de Libertad y los
vascos sus enamorados.
Era Bolívar vasco por parte de padre. \ su descendencia directa del tronco racial más inme-
diata, tal vez. que la de todos los donas libertadores americanos. Cuando partió para Europa
llevaba ya grabados en el alma los sentimiento» liberales, mas fue sin duda la directa
contemplación de la Francia post-revolu-cionaria y la decadente monarquía española la que
forjó su espíritu en el ideal de Libertad que había de sellaz* en su viaje de regreso por los
Estados Unidos de Norteamérica.
Ha pasado un siglo de su muerte. Sus rivales políticos se hundieron en la nada, sin dejar nos
siquiera el recuerdo de sus nombres, a veces. Y por encima de lo? tiempos, de las
amarguras que marchitaron su madurez, de envidias y odios, de fracasos y glorias, la figura
señera de Bolívar se alza cada día con más vigor, no ya como Libertador, sino como iniciador
de la actual solidaridad continental americana.
¿A qué es debido esto? ¿Por qaé_ ¿«parados por tres siglos, sin conocer sus pensamientos,
sin antecedentes a los que referir *« obra, rodeados de incomprensión, creyendo "arar en el
mar", Tienen a coincidir plenamente la¿ doctrinas del uno y la gestión política del otro? Solo
una cosa labia de común en ellos, la sangre vasca.
La sangre vasca que corría también por las venas de An-suí e Iribarren, los eompa-de
armas en Boyacá, y por venas de Urdaneta, el cama-
rada de Carabobo y el leal ami-¿3 de siempre.
Es más, estoy firmemente convencido de que ni Vitoria al dictar sus cátedras, ni Bolívar al
convocar el Congreso de Panamá, pensaron en la inmensa trascendencia. Ambos obraron
tan sólo impulsados por un sentimiento de justicia que nacía del corazón; por eso
coincidieron.
Vitoria lanzó la semilla, y Bolívar, la abonó. La semilla de la ]iber:ad de todos los pueblos,
grandes y pequeños, contra el imperialismo, contra el absolutismo, contra la opresión: la se-
milla de la fraternidad de todos esos pueblos, libres, de la comunidad jurídica universal.
Ninguno de los dos pudo soñar en el mundo futuro que hoy entrevemos nosotros, y cuyas
proyecciones tampoco podemos adivinar. Y, sin embargo, sus palabras sonaron con acentos
apostólicos y su eco llega a nosotros a través de los siglos.
No, no eran voces aisladas de visionario, de voz que clama en el desierto. Era el espíritu de
una raza que hablaba por sus labios, de un pueblo viejo como las entrañas de la madre
Tierra, que contempla con orgullo el nacimiento de nuevos retoños.
Puede, a veces, el mal domeñado espíritu bolivarianista de los vascos llevarnos a una
hermenéutica casuística y una interpretación biológica parcial y antojadiza. Nunca e!
excesivo omor fue buen consejero. Pero, sin miedo a equivocarnos, podemos sostener [a
tesis de que, aun dejando de lado la influencio atávica de la sangre vasca sobre el ge nio del
Libertador, hubo una influencia directa y concreta paralela a la dei maestro Rodríguez, pero
que provenía de las verdes montañas de la Euzkadi peninsular. Nos referimos a la influencia
de la vida comercial de la Compañía Gipuzkoana y a la obra económico-espiritual llevada a
cabo por las Sociedades de Amigos del País.
La primera lanza en la vida política de Bolívar fue enristrada sobre la entidad revolucionaria
que llamaron en Caracas Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía, institución calcada
en la creación vasca Sociedad de Amigos del País. Esta Sociedad, trasplantada a Ca racas,
fue obra de la primera Junta, que fa instituyó en 1811, con el primordio! objeto "del
adelantamiento de los ramos de la~ industria rural de que es susceptible el clima de
Venezuela". En estas palabras suena tanto el espíritu de la Compañía Gipuzkoana, fundada
por e! marqués de Peñaflorida (podre), como el alma de las Sociedades Económicas del País
Vasco, creadas por el hijo del anterior, ambos Munibe, de Markina.
Padre e hijo tuvieron influencia sobre el Libertador venezolano. Tanto por las personas que
enviaron a tierra de Venezuela como por las pautas marcadas por los Sociedades que
basándose en adelantos materiales, terminaban en grandes perfeccionamientos de las cien -
cias y de los espíritus. El Congreso emanado del Cabildo popular no fue sino la caja de
resonancia de la Sociedad Patriótica. Fue en la intimidad cenacular ds la Sociedad donde el
genio de Bolívar dejó conocer su coruscante trayectoria.
En casi todos los eventos históricos, los orígenes son sencillos. La mente pura de los
hombres va guiada por un instinto de intuición, pero, a la vez, marcha tropezando con los
pesados eslabones del raciocinio. Así, los libertadores de América dei Norte primero in-
tuyeron una gran justicia histórica y poco a poco descifraron en el motín contra el tributo del
té los magnos derechos de su libertad. Los líderes suramerica-nos emprendieron la gloriosa
empresa de la emancipación con un movimiento ds protesta y de autodeterminación enfren te
de España. Se sintieron continuistas con don Fernando. En el fondo de este acto firme de
voluntad expresa encontraron toda la teoría de su liberación. Del mismo modo ía nación
vasca, cuando existia la restitución de sus fueros, se encontró a sí misma. Es antes la in-
tuición preclara que el raciocinio. Pero cuando la luz comienza a infiltrarse por las rendijas del
entendimiento, son los ojos suaves y brillantes los primeros en sentirla. Espíritus leales y
superiores como los que abastecían las Sociedades Económicas fueron evolucionando
desde la tierra base de la patria hasta la libertad base de la dignidad humana.
Como en los Amigos del País, su amor va directamente la ciencia para el progreso del suelo
y del bienestar del país, pero este mismo amor a su país le hoce desear su plenitud, en los
comienzos de una forma latente, por fin en rodo su esplendor: la libertad de América.
En e! comentario anterior se refería Basterra al decreto dado por Bolívar en las postrimerías
de su vida pública (cfr. cap. 42 de O'Leary), por el que se crea en Perú una Sociedad
Económica de Amigos del País, cuyo objeto sea estimular las voluntades para el cultivo y
desarrollo de la prosperidad intelectual y mercantil del Estado en todos los ramos que
constituyen principalmente la riqueza. No sólo en Lima. También en Colombia el mismo
Bolívar sugiere el 1 8 de marzo de 1826 lo creación ds una Sociedad de Amigos del País.
En resumen, la vía para la creación de estas Sociedades es una e indudable. Los condes de
Peñaflorida. El espíritu de estos Sociedades fue el mismo. Hasta la evolución de lo material a
lo espiritual y de lo práctico a lo ideal fue análoga. Hasta el vocabulario, un poco repelente,
se les parece. Por fin, los mismos titulares van evolucionando de la misma forma. Justo fuera
y muy razonable que alguno de los muchos vascos que viven en tierras bolivarianas dedi -
casen sus actividades intelectuales a resolver con datos concretos esta firme realidad que a
priori y por ciertos argumentos comparativos parece tan evidente
Al escudrinar en ¡os hechos vascos que tuvieron por escenario a Venezuela, el ilustre
polígrafo Arístides Rojas, gloria de las letras americanas, encontró motivos de alabanzas que
honrarán para siempre a la estirpe vasca, trenza desplegada en actos históricos de las
condiciones más diferentes.
Hay un Pueblo cuya historia remonta a la noche de los tiempos: cuyos hábitos, tradiciones y
lenguaje no se han perdido a través de los cataclismos humanos; cuya nacionalidad, como
un fuero de los antiguos privilegios, se ha conservado en el transcurso de los siglos, después
de luchas sangrientas y de episodios sublimes que registran los anales del mundo, como los
puros blasones de la raza primitiva que pobló en remotas épocas el suelo ibero. Ese pueblo
es el vasco. Indómito, guerrero, generoso y altivo, con sus tradiciones seculares, con sus
costumbres austeras, con su? luchas escritas con la sangre de sus hijos en las rocas de sus
montañas, él representa en todos los tiempos de la Historia, a la luz o a la sombra la
nacionalidad por excelencias, la independencia sin trabas, el espíritu de la libertad civil y de
la voluntad popular.
Al levantarse los Pirineos, límite de los dos pueblos a quienes por muchos años debía
pertenecer el Imperio metió a juicio y condenó a muerte. Obró de tal modo en esta ocasión,
que desde entonces todas las naciones de indios vecinas se le sometieron y apoyaron en
sus expediciones contra otras naciones independientes. En una de sus más largas expe-
diciones, en que llegó a los confines del Perú, dejó cuatro bergantines y gran cantidad de
otras embarcaciones menores al cuidado de los indios amigos, y cuando regresó al cabo de
muchos meses con lo que le quedaba de su destrozado ej ército, encontró intacta la flota y a
los indios esperándole. En este viaje se enteró cíe la existencia de una gran laguna en cuyas
riberas había muchas poblaciones con abundancia de oro. Esta última circunstancia hizo quo
lo» españoles la denominasen El Dorado. Desde entonces Domingo de líala tuvo la mira
puesta en tan seductor lugar, y como tantísimos otros exploradores, jamás logró alcanzar tan
codiciada meta.
Si los indios se refirieron Titicaca, en cuyas cercanías los Incas tenían muchas poblaciones, o
si hablaron de un lugar legendario, está todavía por demostrar. Lo que sabemos de cierto es
que El Dorado despertó la codicia de muchos capitanes y que muchos — entre éstos la
romántica figura de Walter Raleigh — pagaron con su cabeza su fracaso.
De ordinario, después de cada una de sus ausencias de la Asunción, tenía que arreglar
diferencias surgidas entre los que había dejado en la ciudad. De regreso de la referida ex-
pedición, se enteró de ciertos sucesos acaecidos en su ausencia, y que por ser
característicos de la época no queremos omitir.
Su más famosa expedición es la que hizo en 1548, en la que se alis taron voluntariamente
400 españoles y más de 4000 indios amigos. Llevó su gente al principio por agua y tie rra,
utilizando como medios de transporte varios bergantines y bajeles y 600 caballos. Después
de dejar atrás los medios de transporte flotantes, llegó hasta los confines del Perú, en el cual
no entró, como ya lo babía hecho otra vez, por respeto a la jurisdicción ajena. Doblando al
Norte, prosiguió su derrota adelante hasta llegar a unas tierras, en la cuenca del Amazonas,
donde no pudo seguir adelante por las lluvias y las inundaciones. Se le amotinaron mil
quinientos de los indios que llevaba consigo, perdió todos sus bagajes y caballos, y después
de padecer excesivos trabajos, murieron muchos españoles de las enfermedades que te
sobrevinieron. Todo este cúmulo de adversidades le obligaron al fin a regresar a la Asunción.
Importante fue también aquella otra jornada que hizo a la provincia de la Guaira en socorro
de los indios amigos del Paraná, que estaban siendo molestados por una tribu de indios
guerreros llamados Tupis, a los cuales venció en diversos combates, desbaratándolos y
obligándolos a prometer no proseguir sus rapacidades. Aprovechó esta ocasión para explorar
el Paraná navegando río abajo, en cuya aventura estuvo a punto de perecer con todos sus
compañeros en una rápida del río. Atravesó luego a pié una tierra áspera y de sierta, siéndole
forzoso romper por grandes bosques y montañas. ¡Lástima grande es que estas narraciones
se circunscriban a tan pocas palabras! "Les fue forzoso romper por grandes bosques y
montañas". ¡Qué pocas palabras son éstas y cuánto pueden, sin embargo, decirnos a la ;.
naginación! Cuántos esfuerzos, qué .le sudores, cuánta sed y cuánta hambre, qué de
aventuras, asechanzas y emboscadas pueden contenerse en esas pocas palabras!
A los diecinueve años de su estancia en aquellas tierras, despachó dos expediciones, una
Paraguay arriba y otra hacia el río Paraná con objeto de fundar dos ciudades en lugares
intermedios entre la Asunción y el Perú, por un lado y la Asunción y el Brasil, por el otro. A
poco de abandonar la ciudad estas dos expediciones, se fue Irala a inspeccionar unas obras
de madera y tablazón que se hacían en un poblado cercano, y estando allá, adoleció de una
calentura de resultas de la cual falleció a los siete días. Toda la población, tanto grandes
como chicos, dio muestras de gran sentimiento, aclamándole por grande no solo los
españoles, sino también, los indios, los cuales decían a voces que "ya se les había muerto su
amado padre , y quedaban todos huérfanos". Y a tal punto dejó buena impresión en todos,
que sus mismos émulos y contrarios "le lloraron con mayor sentimiento de lo que se puede
contar, por la falta grande que a todos hacía".
En más de tres siglos después de su muerte, la Asunción no conoció una época de tanta
prosperidad como cuando la gobernó el vergarés Domingo de Irala. Un historiador de
aquellos hechos dice a este respecto : "No se puede negar lo mucho que esta Provincia del
Río de la Plata debe a Domingo de Irala, desde el punto que en ella entró haciendo oficio de
capitán y soldado, y mucho más después que fue electo general y cabeza de los
conquistadores españoles que en ella estaban, procurando el aumento y utilidad del real
servicio, la comodidad y sustento de sus vasallos, de tal manera, que con verdad se puede
decir que a él se le debe la mayor parte de la conservación de aquella tierra y los buenos
efectos de ella".
CRONOLOGÍA DE LA VIDA DEL LIBERTADOR
1797 A principios de enero ingresa como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de los
Valles de Aragua.
1798 El 4 de julio ingresa al ejército como Sub-teniente de Infantería, nombrado por el Rey
de España Carlos IV.
1799 El J7 de enero parte para Europa (España) en viaje de estudios, pasando por México,
Veracru/, Puebla, La Habana...
1802 A mediados de mayo contrae matrimonio, en Madrid, con Marfa Teresa Rodríguez del
Toro y Alayza. Regresa a Caracas y se establece en la hacienda de San Mateo.
1803 El 22 de enero muere su esposa. A finales de este mismo año regresa a Europa,
1805 En la primavera de este año parte para Italia con su Maestro Don Simón Rodríguez y
jura en Roma, en el Monte Sacro, no dar descanso a su brazo ni reposo a su espíritu hasta
liberar a su patria.
1813 Comienza su extraordinaria campaña militar en la cual alterna victorias y reveses hasta
1818, En mayo emprende la liberación de Venezuela con una campaña admirable desde la
frontera del Táchira hasta Caracas, donde entra
triunfalmente el 6 de agosto. El 15 de junio, en Trujillo, dicta su discutido decreto de Guerra a
Muerte, El 14 de octubre, la Municipalidad de Caracas le confiere el título de Libertador.
1815 El 6 de septiembre dirige su famosa Carta de Jamaica, en la que con una gran
sensibilidad, comprensión y visión profétíca analiza el pasado, presente y el porvenir del
continente.
1822 El 7 de abril derrota a los realistas en Bombona, libertando así la provincia de Pasto
(Colombia). El 24 de mayo, Sucre triunfa en Pichincha devolviendo la libertad al Ecuador. El
16 de junio conoce, en Quito, al gran amor de los últimos años de su vida: Manueííta Sáenz,
1824 El 6 de agosto alcanza la victoria de Junín que inicia la libertad del Perú. Y el 9 de
diciembre, bajo instrucciones de Bolívar, Sucre triunfa en Ayacucho (Perú) poniendo
así sello definitivo a la libertad americana,
1828 Se reúne en Ocaña (Colombia) una Convención que se disuelve sin que los diversos
partidos logren ponerse de acuerdo. El 25 de septiembre, escapa en Bogotá a un atentado
contra su vida.
1830 El 20 de enero presenta su renuncia ante el Congreso, en Bogotá, sin que le sea
aceptada. El 1° de marzo, sintiéndose ya enfermo, se separa del mando. El 24 de junio llega
a Cartagena. Enfermo, abandonado por todos intenta salir para Europa pero su avanzada
enfermedad y sus escasos recursos económicos se lo impiden, El 1° de diciembre llega a
Santa Marta, y se hospeda en la Quinta de San Pedro Alejandrino. El 10 de diciembre hace
su testamento, recibe los auxilios espirituales y dicta su última proclama, El 17 de diciembre,
a la i del mediodía Bolívar quedó en silencio para siempre.
Editorial Xamezaga
La Memoria de los Vascos en Venezuela