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Ciudad de indios, ciudad de españoles

1
Samuel Hilari

Ciudad de indios,
ciudad de españoles
La racialización del espacio como continuidad
histórica en la ciudad de La Paz
Título: Ciudad de indios, ciudad de españoles. La
racialización del espacio como continuidad histórica
en la ciudad de La Paz

Autor: Samuel Hilari

Diseño y maquetación: Carlos Macusaya Cruz


La foto que se usa en la portada fue publicada en
Radio tv Bartolina Sisa, pagina de Facebook, en
fecha 04.11.2020.

Es propiedad del autor.


Derechos reservados

Primera edición dígital: noviembre de 2020


Ediciones: JICHHA

La Paz-Bolivia
Índice

Introducción………………………...................………9
Prólogo…………………………………..............……19
I. Churubamba………………………….............……23
II. Tupac katari…………………………….............…31
III. Choqueyapu………………………...........………39
IV. El alto……………………………………..........…47
Epílogo……………………………………..........……57
Bibliografía………………………………...........……61
“La Paz sin indios, La Paz para gringos”
Enrique Peñaranda, presidente de
Bolivia 1940 - 1943
INTRODUCCIÓN

Las ciudades que fueron fundadas durante la


colonia en América responden todas a una mis-
ma configuración del espacio, constituida por el
trazado ortogonal de la malla vial que organiza
las manzanas urbanas alrededor de la plaza prin-
cipal. Las instrucciones y ordenanzas que regla-
mentaban las dimensiones del poblado a fundar
fueron recopiladas por la corona española en las
“Ordenanzas de descubrimiento y poblamiento”,
en 15731. Así, el espacio urbano colonial fue de-
sarrollándose desde México hasta Chile en forma
de damero, que en teoría podía ser expandido sin
límite. Esto constituye lo que H. Lefebvre llama
un “producto artificial”, que “es también un in-
strumento de producción; […] esta superestruc-
tura extraña al espacio original sirve de medio
político para introducir una estructura económica

1 Lefebvre, H. (2013). La producción del espacio, Madrid, p. 201.


Samuel Hilari

y social, de tal manera que se inserta en los lug-


ares y constituye su “base”.”2
El espacio físico construido durante la colonia es-
pañola no es entonces solo el producto de las políti-
cas de colonización, constituye más bien la estructu-
ra que posibilitó en parte la colonización, y con esto,
la racialización de una mayoría de la población como
“india”. Al respecto, D. Nemser escribe un intere-
sante texto refiriéndose a México, que bien puede
ser aplicado al proceso de colonización en la región
andina, por las similitudes que presentan ambas
regiones, entre ellas la existencia de una estructura
estatal prehispánica y la alta densidad poblacional
indígena:
“...la racialización en México durante la colo-
nia fue posible en parte gracias a la construc-
ción de estructuras más o menos durables,
como caminos, murallas, zanjas, edificios,
fronteras, y ciudades, en los cuales objetos
humanos y no-humanos fueron concentra-
dos.”3

En la región andina, que está compuesta por los


territorios que se encuentran dentro del área de in-
fluencia de lo que fue el imperio incaico, la mayoría
de las fundaciones de ciudades por parte de los con-
quistadores españoles han sido en realidad el esta-
2 Ibid., p. 201-202.
3 Nemser, D. (2017). Infrastructures of race: concentration and bio-
politics in colonial Mexico. Austin, edición e-book, cap. 1 párrafo 8.
Traducido por el autor.

10
Ciudad de indios, ciudad de españoles

blecimiento de un núcleo o base de administración


colonial dentro o encima de una red de infraestruc-
tura ya existente. Tal es el caso de Lima4, Cusco, Su-
cre o La Paz5.
Es por eso que la “ciudad española” no puede ser
pensada sin su contraparte; los “pueblos de indios”6.
Estos estaban reglamentados de manera similar a
las “reducciones de indios”, que se puede entender
como la concentración forzada de “objetos humanos
y no-humanos” en un espacio definido. Las leyes de
Indias reglamentaban una estricta separación racial,
entre ellas: “Que en un pueblo de indios no vivan
españoles, mestizos ni mulatos, aunque hayan com-
prado tierra en sus pueblos”. A su vez, daban cierta
libertad administrativa a los “pueblos de indios”,
por ejemplo, el derecho a contar con autoridades
propias7. Al dividir a la población no solo de manera
racial, sino también en términos administrativos, es-
tas medidas terminaban ahondando la segregación
del espacio.
El espacio y la noción de raza están pues íntima-
mente ligados, como bien explica J. Lund:
“La raza se piensa tradicionalmente en térmi-
nos de personas pero finalmente (y original-
4 Ver: Gavazzi, A. (2014). Lima. Memoria prehispánica de la traza
urbana, Lima.
5 Gisbert, T. & De Mesa, J. (1997). Arquitectura Andina, La Paz,
pp.193-196.
6 Ibid., p.195.
7 Ibid., p.195.

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Samuel Hilari

mente) su política sólo se entiende cuando se


contempla en términos territoriales: la raza
siempre es, de manera más o menos explícita,
la racialización del espacio, la naturalización
de la segregación.”8

La “racialización del espacio” es posibilitada muy


concretamente por algunas estructuras construidas,
pero también por disposiciones legales que regulan
el uso o el acceso a un espacio específico. Las mural-
las son tal vez el ejemplo más obvio entre las barre-
ras físicas, dividiendo el territorio en intramuros y
extramuros. Contrarios en su función, pero pareci-
dos en su efectividad de control, los puentes, que
monopolizan el control sobre una frontera natural,
el rio, igualmente forman parte de este inventario.
Por otro lado están las leyes que regulan el dere-
cho de poder o no poder entrar en un espacio de-
terminado. Las leyes de Indias arriba mencionadas
tenían el fin de reordenar el espacio para lograr un
mayor control sobre el territorio colonizado. Para
lograr este objetivo, la segregación de grupos hu-
manos en espacios delimitados resultó ser funda-
mental. Una muestra de la continuidad histórica de
estas leyes es el caso de La Paz, donde estaba prohi-
bido el ingreso de indios a la plaza principal hasta la
década de 1940´9.
8 Lund, J. (2012). The Mestizo State, xiv. Citado de: Nemser, D. (2017).
Infrastructures of race: concentration and biopolitics in colonial Mex-
ico, Austin, edición e-book, cap. 1 párrafo 1. Traducido por el autor.
9 Albó, X., Greaves, T. & Sandoval, G. (1981). Chukiyawu: La cara
aymara de La Paz. Tomo I, La Paz, p. 87

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Ciudad de indios, ciudad de españoles

A continuación quiero enfocarme en la ciudad de


La Paz; una ciudad cuyo espacio se construye como
el resultado de una negociación constante entre una
minoría de ascendencia española, blanca, y una
mayoría de ascendencia india. Durante el proceso
de su fundación colonial en el siglo XVI se convirtió,
según T. Saignes, en una ciudad “bicefala”10. Mien-
tras a la orilla este del rio Choqueyapu se empez-
aba a construir el damero español alrededor de la
nueva plaza principal, al lado oeste se fundaba la re-
ducción de indios llamada San Pedro y Santiago de
Chuquiabo. El hecho que dentro de un espacio ur-
bano estén reunidos dos embriones de ciudad, una
india y una española, es una característica fundacio-
nal de la ciudad que, de diferentes maneras, perdura
hasta hoy. Considero que La Paz ha sido siempre un
solo espacio urbano, en el cual se desarrollaron, no
siempre claramente delimitadas, una “ciudad de in-
dios” y una “ciudad de españoles”.
Es por eso que ha conservado, a lo largo de los
años, dos nombres: “Nuestra señora de La Paz”, el
nombre español oficial, el del lenguaje escrito, y el
nombre “Chuquiago Marka”, el nombre aymara
cuyo uso es casi exclusivamente oral.
Buscando en la historia oral de mi familia, encon-
tré este fragmento de memoria de mi padre, a quien
su padre le contó: “Chuquiago markax jach´a marka-

10 Saignes, T. (1992). De los Ayllus a las parroquias de Indice: Chuquiago y


La Paz. En: Kingman, E. (dir.) Ciudades de los andes, Lima, p. 40.

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Samuel Hilari

wa, arumas urus wali qhanawa”11. Fue alrededor del


año 1949 que mi abuelo llegó por primera vez al es-
pacio de la ciudad, después de haber caminado tres
días desde su comunidad situada cerca del pueblo
de Carabuco, en el altiplano paceño. Esta frase, que
mi padre guardó en su memoria desde su infancia,
describe el encuentro de mi abuelo con el espacio de
la ciudad, lo desconocido, “moderno”, atrayente y a
la vez extraño de este espacio que es representado
en la admiración que causa la iluminación eléctrica.
Es el encuentro de una persona rural con el espa-
cio urbano, que mucho tiene en común con las ex-
periencias vividas por los campesinos ingleses que
llegaban a Londres a principios del siglo XIX o los
campesinos nigerianos que migran a Lagos a prin-
cipios del siglo XXI.
Mi abuelo no visitó la plaza Murillo, que es la pla-
za principal de La Paz, porque aún estaba vigente (tal
vez aún más es su propia mente que en la realidad cit-
adina) la linea divisoria que prohibía a los indios el
ingreso a la “ciudad de españoles”. El uso del nom-
bre Chuquiago Marka no es entonces solo lingüístico,
identifica también una diferenciación territorial en-
tre un espacio indio y otro no-indio.
Las barreras de esta división se van recorriendo
y cambiando; durante el cerco de Tupac Catari por

11 “Chuquiago Marka es una ciudad grande, de día como de noche


está llena de luz”. Comunicación oral de Manuel Hilari Choque
(11.08.20), refiriéndose a lo que su padre Pedro Hilari Coaquira le
contó.

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Ciudad de indios, ciudad de españoles

ejemplo, en el siglo XVIII, fue construida una mu-


ralla alrededor de lo que era considerado la “ciudad
española” para protegerla de los indios12. En el pre-
sente, la barrera más clara que divide la región met-
ropolitana de La Paz es de carácter administrativo;
la división entre el municipio de La Paz y el munic-
ipio de El Alto. Mientras El Alto es un municipio que
fue creado hace apenas 35 años y cuya población
está compuesta casi exclusivamente por migrantes
aymaras de las áreas rurales del departamento de
La Paz y sus descendientes, el municipio de La Paz
tiene una larga historia colonial y su administración
política siempre ha estado en manos de una minoría
blanca. Respaldada por esta segregación adminis-
trativa, se ha naturalizado la idea de que La Paz y
El Alto son dos ciudades independientes, cuando en
realidad ambas forman un solo tejido urbano inin-
terrumpido. Resulta entonces más adecuado hablar
de la región metropolitana de La Paz, que es un con-
glomerado urbano compuesto por los municipios de
La Paz y El Alto, ademas de algunos municipios cir-
cundantes con características más rurales. La Paz sin
El Alto, como ciudad solitaria, ya no existe.
La división espacial entre grupos sociales es algo
propio de todo espacio urbano, sin embargo, en el
caso de La Paz, y es un ejemplo que se repite en
todas las ciudades andinas, las divisiones en el es-
pacio urbano no se han dado entre ricos y pobres,
12 Del Valle, M. (2017). Historia de la rebelión de Tupac Catari, 1781-
1782, La Paz, p. 224.

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Samuel Hilari

sino entre indios y blancos. Y aunque en la mayoría


de los casos se sobrepongan estas clasificaciones,
siendo los pobres indios y los ricos blancos, la dif-
erencia está en el entendimiento y la justificación
de esta división, que es parte de los procesos de
racialización acontecidos en la región andina desde
la colonia.
Como menciona C. Macusaya:
“Las ideas de raza y racismo son parte de la
racialización en tanto ésta es un proceso con-
tinuo en el que unos racializan a otros y a su
vez son racializados, es decir, unos justifican
en la producción de un mundo simbólico su
situación de poder frente a otros atribuyén-
dolo a una condición racial. El sentido de la
racialización es el de inferioridad biológica
respecto de quienes son racializados como
indios, lo que presupone la superioridad
“natural” de quienes racializan y, por lo mis-
mo asumen, implícita o explícitamente la
existencia (imaginaria) de alguna diferencia
“racial” que los pondría por encima de “esos
indios””13.

Es así que el espacio de la ciudad es el reflejo de


políticas destinadas a mantener una segregación ra-
cial, respondiendo así a los intereses de la minoría
blanca que conforma la élite política y social. Quienes
firman las normas y leyes, que son el resultado de
las políticas, han sido, ininterrumpidamente desde
1548, personas con apellidos españoles y fisionomía
13 Macusaya, C. (2020). “En Bolivia no hay racismo, indios de mier-
da”, La Paz, p. 118.

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Ciudad de indios, ciudad de españoles

europea. Quienes protestan contra las mismas y las


derogan, han sido, ininterrumpidamente, personas
racializadas como indias.

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PRÓLOGO

Para entender la historia de la ciudad de La Paz, es


preciso estar consciente de que la historiografía es
siempre sinónimo de disputa por la memoria. En
este caso, esta disputa tiene un trasfondo racial. Así,
no solo el espacio físico de La Paz está dividido en
la ciudad de Indios y la ciudad de españoles, sino
también la memoria de este lugar, expresada en su
historiografía, está dividida en la memoria “blan-
ca”, escrita por autores blancos, y la memoria india,
que, al estar privada durante mucho tiempo de pod-
er escribir su propia historia, ha desarrollado otra
semiótica para transmitir información histórica a lo
largo del tiempo. Las fiestas, por ejemplo, que toman
la forma de “Entradas”, representan un recorrido
simbólico, bailado, por el espacio físico de la ciudad.
Al repetirse cíclicamente cada año, las “Entradas”
transfieren un significado histórico al espacio por
donde pasan. La plaza Garita de Lima, por ejemp-
lo, es un punto de partida o finalización para varias
“Entradas”. El nombre de la plaza hace referencia al
Samuel Hilari

camino que unía a La Paz con Lima y que finaliza-


ba en este lugar, siendo entonces la plaza de hoy un
vestigio de una “puerta” de ingreso a la ciudad de
La Paz en tiempos coloniales.
La fiesta del Gran Poder, que es hoy la fiesta más
grande de La Paz, tanto en movimiento económico
como en número de participantes, inicia en esta pla-
za y termina en el centro de La Paz. Los y las bai-
larinas, por lo tanto, hacen un ingreso simbólico a
la ciudad, afirmando con la presencia masiva de
sus cuerpos danzantes lo que H. Lefebvre llama “el
derecho a la ciudad”14, el derecho de los y las ciu-
dadanas excluidas de la toma de decisiones oficiales
a transformar el espacio de la ciudad, apropiándose
del mismo. Este derecho sin embargo ha sido el re-
sultado de un proceso de lucha, ya que, en sus ini-
cios, la “Entrada” solo se llevaba a cabo en el barrio
indio de Chijini.
En 1974, Lucio Chuquimia, el primer presiden-
te de la entonces recién fundada Asociación de Con-
juntos Folclóricos del Gran Poder, invita al dictador
Hugo Banzer a presenciar la entrada15, en un ejem-
plar acto de lobbying político. El dictador, necesita-
do de apoyo popular, acepta y abre así las puertas
para que la fiesta pase por el centro de la ciudad a
partir de 1975. El centro de La Paz, hasta entonces
considerado parte de la “ciudad de españoles”, es
14 Lefebvre, H. (1978). El derecho a la ciudad, Barcelona, p. 138.
15 Guss, D. (2006). The Gran Poder and the Reconquest of La Paz.
Journal of Latin American Anthropology Vol. 11 (2), pp. 314-315.

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Ciudad de indios, ciudad de españoles

cambiado profundamente por el recorrido ritual de


los miles de danzantes que se apropian de un espa-
cio que les había sido negado sistemáticamente en
el pasado.
A continuación repasaré algunos fragmentos de
la historia paceña, guiado por un orden cronológi-
co y enfocándome en una lectura del espacio de la
ciudad.

21
I. CHURUBAMBA

Img. 1: Plaza de Churubamba y Plaza de Armas. Elaboración propia sobre


Fotografía aérea de La Paz, 1938. Archivo Servicio Nacional de Aerofo-
togrametría.
Samuel Hilari

El error de los historiadores paceños ha sido y


sigue siendo hasta el día de hoy la pregunta plantea-
da; la pregunta no es: ¿Por qué los españoles fund-
aron La Paz? Si no, ¿por qué los españoles se asen-
taron en Churubamba?
El barrio de Churubamba constituía el centro de
Chuquiago, que no era una ciudad en el sentido eu-
ropeo, es decir, concentraciones de poder simbóli-
co y población en un espacio reducido. Se la debe
entender más bien como una red urbana y rural
compuesta por poblados, caminos, tambos e in-
fraestructura para la minería aurífera, reuniendo a
una población relativamente numerosa16 en un es-
pacio delimitado; la parte alta del valle de La Paz.
En Churubamba se concentraba el poder adminis-
trativo, religioso y económico, sin embargo, la may-
or parte de la población vivía dispersa en las locali-
dades aledañas17.
Churubamba fue el escenario en donde acon-
teció la fundación española de La Paz, en 1548. Al
respecto, J. Bedregal anota: “El barrio primitivo de
Churubamba, fue el asiento donde se fundó la ciu-
dad, no por gusto ni por preferencia y no fue trazado
por español alguno, era una ciudad prehispánica con
16 Según las cronicas de Diego de Mendoza, solo en Churubamba
y alrededores vivían entre cuatro a cinco mil indios. Actas capitu-
lares de la ciudad de La Paz 1548-1554. Luis Fray Ore, autor del texto
“Símbolo Católico Indiano” (1588). Citado de: Ogalde, O. & Chávez,
R. (s.f.) Churubamba, barrio de San Sebastian, La Paz, publicado por
GAMLP, p. 14.
17 Bedregal, J. (2013). Tras el oro de Chuquiabo. La Paz, p. 25.

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Ciudad de indios, ciudad de españoles

un trazado similar al que los esposos Mesa-Guisbert


asignan al pueblo de Jesús de Machaca, “urbanismo
incaico””18.
Este trazado de “urbanismo incaico” se puede
apreciar hasta el día de hoy, como lo demuestra la fo-
tografía aérea arriba expuesta. El trazado alrededor
de la plaza de Churubamba, llamada oficialmente
“Alonso de Mendoza”, contrasta claramente con el
damero español que se desenvuelve alrededor de la
plaza de Armas, llamada hoy plaza Murillo. Si bien
las edificaciones prehispánicas han sido reemplaza-
das con construcciones coloniales y más tarde por
edificios modernos, el trazado de las calles no ha
sido modificado sustancialmente. La plaza principal
de Churubamba mantiene sus dimensiones y for-
ma de polígono irregular. Esta plaza estaba delim-
itada al este por el Tambo Quirquincho, propiedad
del cacique Quirquincho y centro administrativo de
Chuquiago. Al oeste estaba ubicada una waca, un
espacio ceremonial prehispánico que fue sustituido
con la iglesia de San Sebastian19.
Es precisamente en este espacio central que se
funda, simbólicamente, la ciudad española con la
instalación de la picota y la horca en 1548. La Paz,
la ciudad española, es desde el acto mismo de su
fundación un “organismo parasitario”20, en forma
18 Ibid., p. 40.
19 Ibid., p. 36.
20 Saignes, T. (1992). De los Ayllus a las parroquias de Indice:
Chuquiago y La Paz. En: Kingman, E. (dir.) Ciudades de los andes,
Lima, p. 40.

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Samuel Hilari

de una nueva administración política y militar que


se instala sobre una estructura, tanto política como
física, ya existente.
En esta primera etapa de la ciudad colonial, en
que Churubamba es escenario de la construcción
de las primeras edificaciones coloniales, como ser
la iglesia de San Sebastian, el cabildo y algunas
viviendas de los nuevos vecinos españoles, el es-
pacio urbano se va modificando puntualmente, sin
embargo, en su matriz es un espacio prehispánico
con una simbología ajena a la de sus nuevos habi-
tantes. Además, la gran mayoría de los habitantes
de Churubamba siguen siendo indios. El inicio de
la ciudad colonial es, entonces, la negociación por
el espacio. Si bien los españoles se adjudicaron de
varias edificaciones y terrenos alrededor de la plaza,
el Tambo Quirquincho seguía siendo propiedad del
cacique Quirquincho21. La partición de la plaza prin-
cipal en plaza de indios y plaza de españoles, sep-
aradas por una acequia22, es tal vez el ejemplo más
gráfico de esta negociación, en donde la población
que compone la ciudad es representada en el espa-
cio del centro simbólico de la ciudad.
Y es que los españoles, al momento de la conquis-
ta, “traían consigo una concepción renacentista del
mundo que veía al orden social íntimamente liga-

21 Ogalde, O. & Chávez, R. (s.f.). Churubamba, barrio de San Sebas-


tian, La Paz, publicado por GAMLP, p. 25.
22 Ibid., p. 24.

26
Ciudad de indios, ciudad de españoles

do al orden espacial.”23, como explica D. Nemser. Es


tal vez esta concepción del espacio uno de los argu-
mentos, junto con los reclamos de los indios nobles
que eran los legítimos propietarios de Churubamba,
que impulsa a los vecinos españoles a emprender la
construcción de una nueva traza urbana en forma de
damero al lado este del rio Choqueyapu en 157324,
separándose de Churubamba y dando inicio a un
desarrollo bicéfalo de la ciudad. Churubamba pasó
a ser parte de la reducción de indios “San Pedro y
Santiago de Chuquiabo”, fundada el mismo año25,
iniciando así la división espacial entre “ciudad de
indios” y “ciudad de españoles”.
A lo largo del siglo XX, ha habido el intento de
esconder el hecho de que La Paz, la ciudad española,
haya sido fundada en Churubamba, un barrio indio
más antiguo que la conquista. Esta realidad no ha
podido ser asimilada por varios historiadores boli-
vianos, entre ellos Roberto Prudencio Romecin, fun-
dador de la facultad de Filosofía y letras de la Uni-
versidad Mayor de San Andrés26. Otro caso es el de
Mario Bedoya Ballivían, ex-alcalde de La Paz, quien
editó una compilación de mapas históricos de la ci-
udad en 1998, en la cual aparecen dos mapas adul-
23 Nemser, D. (2017). Infrastructures of race: concentration and bio-
politics in colonial Mexico, Austin, edición e-book, cap. 1 párrafo 3.
Traducido por el autor.
24 Bedregal, J. (2013). Tras el oro de Chuquiabo. La Paz, p. 143.
25 Saignes, T. (1992). De los Ayllus a las parroquias de Indice:
Chuquiago y La Paz. En: Kingman, E. (dir.) Ciudades de los andes,
Lima, p. 40.
26 Bedregal, J. (2013). Tras el oro de Chuquiabo. La Paz, pp. 46-47.

27
Samuel Hilari

terados, que borran en su representación de lo ur-


bano la existencia de Churubamba27. Es interesante
ver como esta forma de invisibilización, que funcio-
na como una racialización retroactiva donde se les
niega tener una historia a “los indios” desde una
perspectiva “blanca”, se desenvuelve en un nuevo
medio. En “lapazdigital”, que es un portal digital in-
teractivo del Gobierno Autónomo Municipal de La
Paz, se puede navegar en un “modelo 3D de La Paz
del siglo XVII”28. Aquí de Churubamba solo aparece
el Tambo Quirquincho, en forma de una geometría
abstracta con un color que simboliza “pasto” o “tier-
ra”. Mientras la “ciudad española” es representada
con un grado relativamente alto de detallamiento y
contiene los cinco puntos interactivos en los que se
puede hacer clic, el espacio indio es representado to-
scamente como el no-espacio; el espacio natural, la
tierra, o simplemente la nada.
La realidad virtual aquí construida es la imagen
de un anhelo contemporáneo de las elites blancas de
poder regresar a un espacio colonial protegido en
donde lo indio, si es que existe, no se ve.

27 Ibid., p. 42.
28 http://www.lapazdigital.net/mapa_historico.html#, visitado el
16.08.2020.

28
Ciudad de indios, ciudad de españoles

Img. 2: Nótese la representación del barrio de Churubamba, en la parte


baja central. Toma de pantalla del mapa interactivo “La Paz siglo XVII”,
lapazdigital.net, Gobierno Autónomo Municipal de La Paz.

29
II. TUPAC KATARI

Img. 3: La ciudad de La Paz en 1781, F. Olivares, 1888. Museo Casa Pedro


Domingo Murillo, La Paz.
Samuel Hilari

A fines del siglo XVIII se dieron en la América


andina una serie de violentas y prolongadas rebe-
liones indias que fueron sofocadas brutalmente por
el estado colonial. Mientras en el sur del Perú Tupac
Amaru II lideraba una insurrección, hacía lo propio
Tomás Katari en la región de Potosí. Inspirado por
estos dos caudillos, Julián Apaza, nacido en Ayo
Ayo, comunidad en el altiplano paceño, adoptó el
nombre de Tupac Katari y estuvo al mando de un
alzamiento armado que cercó la ciudad de La Paz
entre 1781 y 178229. Durante el cerco murieron entre
quince mil a veinte mil personas30, siendo este el ep-
isodio más violento en la historia de la ciudad de La
Paz. “Sin la Revolución india de 1780 no se puede
concebir ni siquiera imaginar la historia del siglo
XIX en América”31, como dice F. Reinaga.
El cerco de Tupac Katari ha dejado una profunda
marca en la memoria colectiva de los descendien-
tes de ambos bandos hasta el día de hoy. Está, por
ejemplo, la federación campesina departamental de
La Paz que se llama “Tupaj Katari” y cuyos dirigen-
tes hablaron de “cercar la ciudad de La Paz”32 en el
contexto de los últimos conflictos sociales. Por otro
29 Del Valle, M. (2017). Historia de la rebelión de Tupac Catari, 1781-
1782, La Paz, pp. 63-65.
30 Ibid., p. 522.
31 Reinaga, F. (2010). La revolución india, La Paz, p. 59.
32 Paredes, I. (2020, 6 de agosto). Ponchos Rojos piden la renuncia
de Áñez y de todos sus ministros y amenazan con cercar La Paz. El
Deber. Recuperado de https://eldeber.com.bo/pais/ponchos-rojos-
piden-la-renuncia-de-anez-y-de-todos-sus-ministros-y-amenazan-
con-cercar-la-paz_195000.

32
Ciudad de indios, ciudad de españoles

lado, están los descendientes blancos de aquellos es-


pañoles encerrados durante el cerco, cuyo temor a
volver a vivir el “terror de los indios” hace aflorar
un racismo otras veces escondido cuando vuelven
a la agenda los conflictos sociales, que son también
siempre conflictos raciales en Bolivia. F. Molina, pe-
riodista boliviano, comenta al respecto: “El miedo
al acorralamiento y la matanza de blancos a manos
de indios alzados pervive en los sectores criollos de
la población, en especial en los más racistas. Este
miedo es “recordado” de los momentos del pasado
que lo produjeron en sus ancestros. Con un poco de
imaginación, este ejercicio puede remontarse hasta
el cerco a La Paz por Tupac Katari.”33
Este miedo tiene entre sus raíces profundas un
tema de espacio. Es el terror de los españoles y sus
descendientes a la invasión del espacio “blanco” por
parte de los indios, y a la vez, la dolorosa epifanía
de estar encerrados en un minúsculo punto de un
inmenso paisaje indio. El espacio original de estos
miedos es el cerco, que está en realidad compues-
to por dos componentes espaciales; la acción de los
cuerpos indios que rodean la ciudad y la construc-
ción de la muralla como reacción por parte de los
españoles. La división entre el espacio indio y el es-
pacio español es, durante el cerco, una delgada lin-
ea que concentra en sí toda la violencia. La muralla
“era de adobe y cal, y estaba apoyada en grandes vi-

33 Molina, F. (2020). La “memoria larga” del malón indígena. Publi-


cación de Fernando Molina en Facebook, 08.08.2020

33
Samuel Hilari

gas de madera. La fortaleza costó a las Cajas Reales


2.725 pesos”34. Es esta la materialización explícita de
la segregación racial.
Para acercarme a ese espacio dividido, voy a anal-
izar algunas temáticas del cuadro de Florentino Oli-
vares, expuesto arriba, en donde aparece la ciudad de
La Paz cercada y amurallada. Según M. del Valle de
Siles, el cuadro es una copia de una tela hoy desapa-
recida que fue pintada durante el cerco, en 178135. A
grandes rasgos, se pueden distinguir dos categorías
de espacio, el español o “blanco”, “heredero de las
concepciones de orden y de planificación hispana y,
[…] el otro, el indígena, como representación de un
espacio abierto, indefinido, en el que solo las iglesias
son representadas como puntos de ordenamiento”36.
Es así como el cuadro forma un lenguaje gráfico de
como representar el espacio indio, que es más bien
un “paisaje indio” en el sentido de que, a diferencia
del espacio español, no tiene delimitaciones y no ha
sido transformado por energía humana, es decir, se
trata de un paisaje “natural”.
Es interesante la perspectiva que adopta el pin-
tor, ya que, a pesar de estar encerrado en la ciudad
española, imagina a la ciudad vista desde uno de
los cerros circundantes. Es sabido que uno de los
cuarteles de Tupac Catari era el mirador de Killi Kil-
34 Del Valle, M. (2017). Historia de la rebelión de Tupac Catari, 1781-
1782, La Paz, p. 224.
35 Ibid.
36 Guevara, N. (2017). La incorporación de lo indígena en el espacio
urbano paceño a principios del siglo XX. Territorios, 36, p. 77.

34
Ciudad de indios, ciudad de españoles

li, de donde se tiene una perspectiva sobre la ciudad


similar a la expuesta en el cuadro. El autor intenta
ver, entonces, con una “mirada india”, de subleva-
do, a la ciudad y su entorno. La ciudad española se
mira a si misma a través de la perspectiva del otro,
del indio, y se reconoce, idealizadamente, como un
enclave civilizado dentro de un paisaje indio.
En ese paisaje aparece, como horizonte, El Alto,
hasta entonces un lugar poco considerado en la his-
toria paceña. Puede ser de hecho la primera rep-
resentación pictórica de la Ceja, el lugar donde los
caminos que salen de La Paz alcanzan el altiplano.
El cerco de Tupac Katari obliga a la ciudad española
por primera vez a mirar hacia El Alto, que empieza a
ser entendido como un “espacio de indios” y se con-
vierte en un contrapeso, todavía efímero, del centro
blanco. La perspectiva aquí empleada, que une el es-
pacio entre la Plaza de Armas y la Ceja en una sola
mirada, se traduce en el eje principal de crecimiento
que tendrá la ciudad en los próximos siglos.
Hay, en la diferenciación pictórica entre “espacio
español” y “paisaje indio”, una intención gráfica de
negar la ciudadanía a quienes no viven en el espa-
cio blanco del damero, o, dicho de otra manera, los
que viven al lado indio del cerco. En los planos de
La Paz que se elaboran posteriormente (1796, 1859,
1876), la “ciudad de indios”, que está compuesta por
todos los barrios que no forman parte del damero
español, son representados difusamente, con lineas

35
Samuel Hilari

punteadas y sin un trazado urbano definido37. De


hecho, jurídicamente los barrios indios como San
Sebastian, San Francisco, Santa Barbara y San Pedro
eran clasificados hasta fines del siglo XIX como área
“rural”38, a pesar de conformar un espacio urbano
consolidado.

37 Ibid.
38 Ibid.

36
37
Img. 4: El “paisaje indio” con El Alto como horizonte. Fragmento del cuadro de F. Olivares.
Ciudad de indios, ciudad de españoles
III. CHOQUEYAPU

Img. 6: Embovedado del rio Choqueyapu y construcción de la avenida


Santa Cruz, década de 1920´.
Samuel Hilari

Img. 5: Rio Choqueyapu, centro de La Paz, década de 1910´.

El rio Choqueyapu ha sido la principal causa para


la urbanización del valle de La Paz, y aun mucho
antes de eso, ha ido formando el paisaje del valle
mismo. Explotado como mina de oro durante el in-
cario39, ha sido el fundamento económico del pro-
ceso de urbanización prehispánica en Churubamba.
Al estar agotadas las vetas de oro al momento de la
fundación de la ciudad colonial en 1548, empieza a
tener otro significado, tanto físico como simbólico,
con el traslado de la ciudad española al lado este del
rio a partir de 1573. Es desde ese momento que el
rio representa la barrera física que separa al espa-
39 Bedregal, J. (2013). Tras el oro de Chuquiabo. La Paz, pp. 23-24.

40
Ciudad de indios, ciudad de españoles

cio indio del espacio español. Esta segregación del


espacio central de la ciudad se mantiene, a grandes
rasgos, hasta finalizar el embovedado del rio en la
parte central de la ciudad en 194840.
En el inicio del siglo XX, la “modernidad” ha lle-
gado al espacio urbano, por lo menos en el área del
transporte, con la llegada del tranvía en 1909 y la in-
auguración de la linea ferroviaria Arica – La Paz en
191241. La ciudad se está expandiendo a pasos acel-
erados desde que se convirtió en sede de gobierno
en 1899. Este crecimiento se da en dos direcciones,
entre las cuales hay una clara diferenciación en
cuanto a la población; mientras una se consideraba
“blanca” y era descendiente de españoles u otros eu-
ropeos, la otra era racializada como india.
Hacia el este y el sur se produce la expansión
“blanca” en forma de los nuevos barrios residencia-
les de Sopocachi, y a partir de los años 1930´, Mira-
flores, siendo este un nombre español inventado
para maquillar la denominación aymara del lugar,
que era Putu Putu. Entre los gestores de estas nuevas
urbanizaciones está el arquitecto Emilio Villanueva,
entonces ingeniero municipal y quien más adelante
seria reconocido como el arquitecto boliviano más
importante del siglo XX.

40 Bustillos, A., Díaz, J. & Machaca, V. H. (2016). El río Choqueyapu


y el alcantarillado de la ciudad de La Paz (1913-1977). Historia,
38, p. 142.
41 Guevara, N. (2017). La incorporación de lo indígena en el espacio
urbano paceño a principios del siglo XX. Territorios, 36, p. 82.

41
Samuel Hilari

Es precisamente la municipalidad que promueve


la integración de estos barrios con el centro de la
ciudad, invirtiendo en nuevas estructuras viales
como la avenida Arce (Sopocachi) y la avenida Bolí-
var (Miraflores). Se trata pues de barrios “formales”
en el sentido de que son planeados y promovidos
por la municipalidad. La asociación entre “ciudad
española – habitantes blancos” encuentra su herede-
ro directo la asociación “ciudad formal – habitantes
blancos”. En la “fuga” del centro de la ciudad por
parte de las elites blancas esta la intención de abra-
zar la “modernidad” propagada en ese entonces
en Europa, de la que llegaban ideas tan dispersas
como el salubrismo de la ciudad jardín y conceptos
como el darwinismo social, que se mimetizarían con
su racismo inherente. Así, el deseo de no tener que
compartir la acera con un indio era de pronto per-
fectamente compatible con ser “moderno”.
Al otro extremo de la ciudad, al norte y oeste, o
expresado en términos de altura, en la parte alta del
valle, se da la expansión “india”. Mientras que el
crecimiento hacia el oeste sigue al principal camino
de entrada a la ciudad y por lo tanto es atraído por
el movimiento económico que implica la entrada
y salida de bienes y personas, al norte, la estación
de ferrocarriles, así como el asentamiento de algu-
nas fábricas, generan otro polo de crecimiento. Los
esfuerzos de parte de la municipalidad de inte-
grar estas nuevas zonas urbanizadas con el centro
de la ciudad no se comparan con sus pares al sur,

42
Ciudad de indios, ciudad de españoles

permitiendo que la expansión “india” se rija exclu-


sivamente por las reglas del mercado de tierras, el
cual obliga a los más pobres a adquirir los terrenos
menos estables.
Es importante comprender la formación de estos
nuevos barrios y la migración de la élite blanca hacia
el sur-este por que deja entender que el emboveda-
do del rio Choqueyapu ha sido una consecuencia de
estos cambios. En otras palabras, el rio Choqueyapu
recién se embovedó cuando las elites blancas ya no
vivían en el centro, cuando ya no había el “riesgo”
de que se forme un espacio sin barreras entre “blan-
cos” e “indios”.
Es precisamente Emilio Villanueva, quien había
sido el artífice como ingeniero municipal del proce-
so de urbanización de Sopocachi42, el que propone y
proyecta el embovedado del rio Choqueyapu a par-
tir de 191443 para poder realizar encima el proyecto
de la “Avenida central”. A Villanueva, quien pert-
enecía a la elite “blanca” de La Paz, le interesa que
la ciudad se vea lo más “moderna” posible, es decir;
que el espacio de la ciudad se asemeje al espacio ur-
bano europeo, que había conocido como el “ideal”
durante sus estudios en Chile. Sobre el Choqueyapu
anota: “No sucede lo que en Roma con el Tiber, en
Londres con el Támesis y en París con el Sena: que el

42 Bedregal, J. (2008). Arqueología de los imaginarios urbanos de la


modernidad en la ciudad de La Paz. La Paz, p. 63.
43 Guevara, N. (2017). La incorporación de lo indígena en el espacio
urbano paceño a principios del siglo XX. Territorios, 36, p. 80.

43
Samuel Hilari

rio, ademas de llevar una cantidad de agua capaz de


producir movimiento en la atmósfera, beneficia con
la corriente aérea a la ciudad, por estar a un nivel
poco profundo y descubierto.”44, mas adelante con-
cluye: “[…] la enorme cuenca por aprovechar y la
poca cantidad de agua, que hace que el rio, en lugar
de ser un factor higienizador, sea un medio y un ve-
hículo de infección.”45
El Choqueyapu, no es, efectivamente, como los
ríos europeos mencionados, sin embargo, los argu-
mentos seudocientíficos46 de Villanueva esconden,
a mi parecer, otras cuestiones que están más rela-
cionadas con el paisaje. El proyecto original para la
avenida central, realizado por el arquitecto Julio Ma-
riaca, no contemplaba el embovedado del rio en su
trayecto completo por el centro de la ciudad47. Esto,
sin embargo, fue observado por Villanueva, quien
en su calidad de ingeniero municipal prosiguió a
cambiar lo proyectado por Mariaca para incluir el
embovedado a lo largo de todo el centro. La estética
del Choqueyapu, que es la estética de un rio andi-
no, no cabía en la imaginada “ciudad moderna” de
Villanueva y por lo tanto debía ser suprimida del
paisaje.
44 Villanueva, E. (1913). Proyecto para la Avenida Central. En: Bedre-
gal, J. (2008). Arqueología de los imaginarios urbanos de la moderni-
dad en la ciudad de La Paz. La Paz, p. 175.
45 Ibid., p. 178.
46 Nunca se hicieron estudios previos sobre el impacto del embove-
dado en el microclima del centro de la ciudad.
47 Bedregal, J. (2008). Arqueología de los imaginarios urbanos de la
modernidad en la ciudad de La Paz. La Paz, p. 106.

44
Ciudad de indios, ciudad de españoles

El embovedado del Choqueyapu no significó la


eliminación de la barrera entra el espacio “indio”
y el espacio “blanco”, pero si puede ser leído como
señal de que los limites cambiaron de lugar y de for-
ma. El éxodo de la elite blanca que deja el centro y se
asienta en los nuevos barrios del sur no ha termina-
do hasta el día de hoy, de hecho, la “ciudad blanca”
sigue urbanizando nuevas áreas en la parte sur-este
del valle, en un intento de alejarse espacialmente de
la “ciudad india”.
Por otro lado, desde el inicio del siglo XX, el es-
pacio público de La Paz empieza a ser regulado a
través de ordenanzas y reglamentos municipales
que, bajo el pretexto de higiene y salubridad, tienen
el fin de segregar el espacio entre quienes raciali-
zan y quienes son racializados. Anteriormente, esta
segregación estaba garantizada por barreras físicas
como el rio y los puentes, que se traducían en pun-
tos de control. La “construcción imaginaria de fron-
teras”48, que es impulsada por las nuevas ordenan-
zas, va reemplazando a las fronteras físicas, aunque
estas no desaparecen del todo como lo demuestra la
constante búsqueda de territorios más alejados por
parte de las élites blancas. Un ejemplo de los nuevos
tipos de fronteras es la ordenanza municipal de 1906
que expulsaba a las chifleras49 del atrio de San Fran-
cisco50. Este espacio, que había sido desde la colonia
48 Guevara, N. (2017). La incorporación de lo indígena en el espacio
urbano paceño a principios del siglo XX. Territorios, 36, p. 82.
49 Vendedoras de hierbas e insumos para rituales.
50 Guevara, N. (2017). La incorporación de lo indígena en el espacio

45
Samuel Hilari

el centro de la “ciudad india” y de cuyo imaginario


colectivo formaban parte intrínseca las chifleras, es
cambiado por una ordenanza que representa un in-
tento de “desindianizar” el espacio. La frontera aho-
ra ya no delimita el acceso al espacio físico, sino el
uso del mismo.
Interesante, en términos de espacio, es la respues-
ta de las chifleras, quienes reaccionaron a la norma-
tiva alquilando tiendas en las cercanías del atrio,
formando lo que hoy se conoce como “calle de las
brujas”. Al pasar del mercado informal de los pues-
tos callejeros al mercado formal del alquiler de tien-
das, disminuyen considerablemente el riesgo de ser
nuevamente desalojadas, al mismo tiempo, al tra-
tarse de un traslado en conjunto, mantienen lo que
la municipalidad quiso arrebatarles: el hecho de que
ellas sean consideradas parte fundamental de un es-
pacio público, y que, por lo tanto, el espacio público
sea considerado “de ellas”.

urbano paceño a principios del siglo XX. Territorios, 36, p. 80.

46
Ciudad de indios, ciudad de españoles

IV. EL ALTO

Img. 7: Anuncio en el periódico Presencia, 25 de septiembre 1988.

47
Samuel Hilari

“Alteños…! Ahora somos una ciudad” proclama


este anuncio en el periódico Presencia del año 1988.
Poco antes, el 20 de septiembre de 1988, El Alto fue
“elevado a rango de ciudad” por la ley 651 sanciona-
da por el poder ejecutivo.
Esta frase implica la pregunta, ¿qué es lo que ha
sido El Alto entonces antes de ser ciudad?
“El Alto de La Paz” viene a ser la denominación
colonial de lo que era el territorio rural de la ciudad
de La Paz ubicado en la meseta altiplánica, al oeste
de la ciudad. Es interesante que El Alto se haya que-
dado con este nombre, y no con un nombre aymara,
como sucede con la mayoría de los barrios en La
Paz. Y es que no existe una denominación única en
aymara para el territorio que hoy ocupa la ciudad
de El Alto, cuyo nombre español hace referencia a
la perspectiva colonial española, que mirando hacia
arriba desde el fondo del valle de La Paz, no llega a
ver más del altiplano que la línea del horizonte. Esa
delgada línea es “El Alto”, un espacio no-visible, sin
cuerpo, imaginado desde la “ciudad española”.
El Alto empieza a experimentar un proceso, to-
davía lento, de urbanización a inicios del siglo XX,
con el asentamiento de infraestructuras de trans-
porte, como ser la estación del ferrocarril Guaqui -La
Paz en las inmediaciones de la Ceja (1912), y más tar-
de el Aeropuerto (1923)51. La Ceja empieza a conver-
51 Poupeau, F. (2010). El Alto: una ficción política. Bulletin de l’Insti-
tut français d’études andines, 39 (2), p.433

48
Ciudad de indios, ciudad de españoles

tirse en un nudo de transporte, en donde, a parte de


la estación de ferrocarril, confluyen los caminos más
importantes que comunican a La Paz con el resto del
país y las frontes de Perú y Chile. Por esta razón,
empieza a perfilarse como un espacio de comercio,
que a su vez atrae el asentamiento de población. A
partir de 1950 y favorecido por la venta de grandes
extensiones de tierras de parte de las haciendas ex-
istentes, comienza un crecimiento demográfico acel-
erado que no va a parar desde entonces52. El Alto se
vuelve el receptor de la migración campo – ciudad
que es acelerada por diferentes motivos, entre ellos
el despido masivo de mineros por parte de empresas
estatales en la década de 1980´ y las sequías provo-
cadas por el cambio climático. La población es con-
stituida en su gran mayoría por personas aymaras
provenientes del área rural. La inexistencia de una
élite “blanca” hace que la ciudad de El Alto sea la
única ciudad en Bolivia donde las clases sociales se
componen de acuerdo al capital económico y social,
y no así por el color de piel. Si bien El Alto formaba
parte, oficialmente, de la municipalidad de La Paz,
su crecimiento no era acompañado de políticas de
planeamiento urbano específicas. El desarrollo ur-
bano se da, hasta ahora, a lo largo de tres ejes de
transporte que son: el camino a Oruro (vinculación
con el puerto de Arica, Chile), el camino a Viacha, y
el camino en dirección a la región de lago Titicaca
(vinculación con la frontera de Perú). En un princip-
io, los migrantes que llegaban a establecerse en El
52 Ibid., p. 434.

49
Samuel Hilari

Alto venían con la intención de trabajar en La Paz,


pero a partir de los años 70, El Alto empezaba a de-
sarrollar circuitos propios de generación de empleo
con los que se convertía en un destino de migración
autónomo53.
En 1985, El Alto se independiza de La Paz,
volviéndose un municipio propio con autonomía
política y económica. Esto es el resultado de un lar-
go proceso de lucha política por parte de las organi-
zaciones vecinales de El Alto, cuyas necesidades no
habían sido atendidas por la municipalidad de La
Paz. El pedido de autonomía, y subsecuentemente
la creación de “otra ciudad”, son el resultado de una
negación institucionalizada de parte de la munici-
palidad de La Paz, que no hizo ningún esfuerzo para
integrar a los miles de migrantes que llegaban con la
intención de formar parte de la ciudad.
Tres años más tarde, en 1988, El Alto es recon-
ocida oficialmente como “ciudad” por el gobierno
nacional. Luis Vásquez Villamor, quien fue el prim-
er alcalde elegido democráticamente, recuerda este
proceso así: “Llegamos a San Francisco y nos declar-
amos en huelga de hambre. Entonces el Dr. Paz me
hizo llamar a Palacio Quemado, fui y parcamente
me preguntó ¿Qué es lo ustedes quieren? Yo le ex-
pliqué que quería que El Alto sea elevado a rango de
ciudad para que tenga su propio presupuesto para
53 Urquieta, P. (2014). Los desafíos de las ciudades vulnerables. Con-
strucción de ciudad y construcción del riesgo en La Paz y El Alto. Bul-
letin de l’Institut français d’études andines, 43 (3), p. 452.

50
Ciudad de indios, ciudad de españoles

enfrentar los problemas de la pobreza. El presidente


preguntó a sus ministros y ellos ratificaron la necesi-
dad, porque yo hablé con ellos previamente y el Dr.
Paz dijo: “me parece que tiene consistencia”. Ordenó
en ese momento a sus diputados y senadores trami-
tar la ley, se aprobó en 24 horas y al día siguiente
fue promulgada. Luego el Paz Estenssoro me hace
llamar y me dice “Aquí está su ley; he cumplido mi
promesa y ¡váyase con toda su gente!”.”54
El Alto no se volvió ciudad por el número de
habitantes que tenía, o por la rápida extensión de
su territorio, ni por la tan obvia falta de recursos
económicos. El Alto solo se volvió ciudad cuando
una marcha de 250 mil personas55 obligó al entonc-
es presidente Paz Estenssoro, un hombre blanco, a
reconocerles nada menos que “la ciudadanía”.
Y es que el orgullo expresado en el anuncio de
periódico arriba expuesto, se refiere en parte al
“derecho a la ciudadanía” logrado, el hecho que
los alteños sean ahora ciudadanos, que es una prob-
lemática enraizada en la colonia, donde “los indi-
os” no eran considerados ciudadanos, por lo tan-
to, no había “ciudades de indios”, había “pueblos
de indios” y “ciudades españolas”. En el lenguaje
está todavía presente esta frontera, por ejemplo, es
54 Vásquez, L. (2019,10 de marzo). “El Alto ya no es ‘villa miseria’,
es una ciudad pujante”. Recuperado de: https://anteriorportal.erbol.
com.bo/noticia/social/10032019/el_alto_ya_no_es_villa_miseria_
es_una_ciudad_pujante
55 Ibid.

51
Samuel Hilari

común escuchar, más que todo en personas may-


ores de ascendencia indígena, la frase “he bajado a
la ciudad” cuando se refieren a que fueron al centro
de La Paz.
La expansión urbana de la ciudad de La Paz du-
rante el siglo XX hacia El Alto encuentra su contra-
parte en la expansión del espacio “blanco”, en forma
de nuevos barrios residenciales ubicados en la par-
te sur del valle de La Paz. La municipalidad estaba
activamente involucrada en el planeamiento urbano
de estos nuevos barrios como Obrajes y Calacoto56,
ademas de invertir en infraestructura caminera para
conectarlos con el resto de la ciudad, contrastando
con su involucración con el desarrollo urbano en El
Alto, donde la mayor parte de los caminos fueron
hechos por los propios vecinos. Este crecimiento en
direcciones opuestas, la expansión “india” hacia El
Alto, por un lado, y por el otro, la expansión “blan-
ca”, que es la heredera de la “ciudad española”, ha-
cia la parte baja del valle, está lejos de ser una coin-
cidencia, se trata pues de una continuación histórica
de la segregación entre el “espacio indio” y el “espa-
cio blanco”. Además de esta separación física, la au-
tonomía administrativa de El Alto ha naturalizado en
el imaginario colectivo que se trata, en efecto, de dos
ciudades, autónomas en su funcionamiento, cuando
en realidad, La Paz y El Alto forman un solo espacio
urbano, interrelacionado de muchas maneras y ver-
56 Bedregal, J. (2008). Arqueología de los imaginarios urbanos de la
modernidad en la ciudad de La Paz. La Paz, pp. 139-140.

52
Ciudad de indios, ciudad de españoles

daderamente dependiente el uno del otro. La ciudad


es entendida por Aravena como “la acumulación de
oportunidades, y no la acumulación de casas”57. Si
bien El Alto ha desarrollado redes de oportunidades
propias, se movilizan entre 100 mil a 200 mil perso-
nas desde El Alto a La Paz por día por motivos de
trabajo58. A su vez, las industrias, así como la mayor
parte del comercio, tanto formal como informal, se
ha establecido en El Alto, convirtiéndolo en el lugar
de trabajo de cada vez más paceños.
Las redes de oportunidades están justamente en
la yuxtaposición de La Paz y El Alto, y lo económica-
mente lógico sería multiplicar las conexiones entre
ambos espacios, sin embargo, sucede lo contrario.
El único proyecto serio de aumentar la movilidad
entre La Paz y El Alto de los últimos 50 años ha sido
la construcción de la red de teleféricos, un proyecto
impulsado y ejecutado por el gobierno central, sin la
participación de los gobiernos municipales.
La división administrativa entre las dos munici-
palidades ha institucionalizado una segregación ra-
cializada entre dos espacios urbanos, dando lugar a
que El Alto en su conjunto sea considerado un “es-
pacio indio” por la población de La Paz. Este proce-
so se ha acelerado y radicalizado, a mi parecer, por

57 Aravena, A. (2019, 18 de diciembre). Vivienda y Ciudad. Conv-


ersación con Alejandro Aravena. Recuperado de: https://www.you-
tube.com/watch?v=oOsPPgA84mI
58 Poupeau, F. (2010). El Alto: una ficción política. Bulletin de l’Insti-
tut français d’études andines, 39 (2), p. 437.

53
Samuel Hilari

una nueva forma de consumo de noticias a través


de las redes sociales, en donde todo lo extremo, y
por tanto lo racista, es replicado más. Los medios
de comunicación hegemónicos a su vez, han logra-
do por la continua repetición que términos como
desordenado, salvaje, infeccioso59, y peligroso sean
asociados con el espacio de El Alto, lo cual es otra
forma de racializar a sus habitantes. Más que ser una
estrategia planeada por dichos medios, es un reflejo
del racismo de los editores, quienes en su gran may-
oría pertenece a la elite “blanca” de La Paz.
Un indicador macabro sobre la racialización del
espacio son las masacres a “indios” perpetuadas
periódicamente por el estado boliviano, y que en el
presente siglo XXI se han dado exclusivamente en
contextos urbanos. El Alto ha sido el escenario en
2003 y en 2019 de masacres por parte de militares
bolivianos donde murieron decenas de personas.
Es también a partir de esta violencia, y su forma de
presentación en los medios de comunicación, que el
espacio alteño sea percibido como un “espacio de
indios”.

59 Referido al Covid-19.
54
Ciudad de indios, ciudad de españoles

Img. 8: Limite y fechas de fundación de El Alto y La Paz. Elaboración propia sobre


Imagen satelital, 2019, Landsat Explorer.

55
EPÍLOGO

Img. 9: Escudo de El Alto


Samuel Hilari

Los escudos son un intento de visualizar el espacio


simbólico de un lugar, y en el caso que aquí interesa,
de una ciudad.
Los escudos, con el tiempo, se vuelven cada vez
más ridículos. Y es ahí, en su ridiculez, en su patéti-
co lenguaje, que adquieren cierta autoridad sobre el
espacio que representan. No porque el escudo rep-
resente la realidad, pero por haber eternizado una
visión determinada de un futuro imaginado por un
reducido grupo de personas, el autor, el alcalde, o,
en tiempos coloniales, el rey.
En 1988, después de ser reconocida como “ciu-
dad” por ley, la municipalidad de El Alto organiza
un concurso para definir los nuevos símbolos ofi-
ciales de la ciudad; la bandera y el escudo. Resulta
ganador Mario Bedoya Ballivián60, quien al mismo
tiempo fungía como alcalde de La Paz61. El escudo
muestra un paisaje plano y vació, en donde el único
punto de referencia es el Huayna Potosí, un pico im-
ponente de la cordillera real. Dentro de este paisaje,
se sitúan, sin un orden especifico, una fábrica, una
antena de telecomunicaciones, la torre de control de
un aeropuerto, un par de pequeñas casas en lotes
aun vacíos, unas torres de enfriamiento de un reac-
60 Bedoya Ballivián también editó una compilación de planos históri-
cos de la ciudad de La Paz, en donde incluyó dos planos falsos para
negar la historia del barrio indio de Churubamba. Ver p. 11.
61 Vásquez, L. (2019,10 de marzo). “El Alto ya no es ‘villa miseria’,
es una ciudad pujante”. Recuperado de: https://anteriorportal.erbol.
com.bo/noticia/social/10032019/el_alto_ya_no_es_villa_miseria_
es_una_ciudad_pujante

58
Ciudad de indios, ciudad de españoles

tor nuclear, y una enorme pista de aterrizaje para


aviones que divide el espacio representado en dos
partes. Encima del Huayna Potosí, en el cielo, está
un sol tiahuanacota. Como lema, el escudo lleva la
siguiente frase: “Desde la cumbre más alta del mun-
do levantase nuestra ciudad donde jamás se pondrá
el sol de nuestra raza”. Bordean al escudo, empezan-
do desde la parte central de abajo, una rama de kan-
tuta y una de khiswara, dos especies nativas del al-
tiplano. Encima, escrito sobre una cinta azul, está el
nombre de la ciudad, flanqueado por dos cabezas de
cóndores tiahuanacotas estilizados.
Si a primera vista el escudo podría ser parte de
una retórica reivindicativa de inspiración indianista,
una lectura más profunda del autor y de las imá-
genes usadas cambia esta percepción.
Mario Bedoya era considerado un “patricio
paceño”, es decir, parte de las familias de la elite
blanca que habían logrado su riqueza económica a
base de la explotación de indios en el tiempo previo
a la revolución de 1952. En el escudo, lo “indio” es
reducido a lo natural (plantas, cerro), o lo ancestral
(Tiahuanacu), y a una palabra; “raza”.
Su espacio imaginario de El Alto está plagado de
cosas que él conoce y reconoce como importantes;
fábricas, telecomunicaciones, y, de mayor valor
según el tamaño, la pista de aterrizaje y la torre de
control del aeropuerto. Las viviendas son lo menos
importante en esta escala.

59
Samuel Hilari

El escudo reproduce de esta manera la perspec-


tiva colonial que le dio el nombre a este lugar. Si
durante la colonia “El Alto” era el espacio no-visto
desde la ciudad española, ahora “El Alto” es visto
como la aglomeración de infraestructuras necesar-
ias para la comodidad de la ciudad “blanca”. Esto es
acompañado por la frase “Desde la cumbre más alta
del mundo levantase nuestra ciudad donde jamás
se pondrá el sol de nuestra raza”, la cual supone,
en primer lugar, la existencia de diferentes “razas
humanas”, y en segundo lugar, que existen espacios
más aptos que otros para cada “raza”. Estos son los
fundamentos del racismo sobre el cual la élite blanca
de La Paz ha construido su identidad premoderna.
De esta manera, la fundación de El Alto, que ha sido
pensada en función a la autonomía económica por
sus habitantes, es al mismo tiempo vista como una
utopía racial por los habitantes “blancos” de La Paz,
quienes han buscado establecer un espacio urbano
segregado desde la colonia, donde cada “raza” está
en su “lugar”.

60
Ciudad de indios, ciudad de españoles

BIBLIOGRAFÍA

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Ciudad de indios, ciudad de españoles

Accedido el 15.08.2020.

IMÁGENES

Imagen 1: Plaza de Churubamba y Plaza de Ar-


mas. Elaboracion propia sobre Fotografiá aérea de La
Paz, 1938. Archivo Servicio Nacional de Aerofoto-
grametría.
Imagen 2: Toma de pantalla. Mapa interacti-
vo “La Paz siglo XVII”, lapazdigital.net, Gobier-
no Autónomo Municipal de La Paz. Accedido el
16.08.2020.
Imagen 3: La ciudad de La Paz en 1781, F. Oliva-
res, 1888. Museo Casa Pedro Domingo Murillo, La
Paz. Fotografiá Pedro Querejazu L.
Imagen 4: Fragmento de: La ciudad de La Paz en
1781, F. Olivares, 1888. Museo Casa Pedro Domingo
Murillo, La Paz. Fotografiá Pedro Querejazu L.
Imagen 5: Fotografía Rio Choqueyapu, centro de
La Paz, década de 1910´. De: Bustillos, A., Díaz, J. &
Machaca, V. H. (2016). El río Choqueyapu y el alcan-
tarillado de la ciudad de La Paz (1913-1977). Historia,
38.
Imagen 6: Fotografía del Embovedado del rio
Choqueyapu y construcción de la avenida Santa
Cruz, década de 1920. Enciclopedia de Bolivia, Barce-
lona, Océano 2000.
Imagen 7: Anuncio en el periódico Presencia, 25 de
septiembre 1988.

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Samuel Hilari

Imagen 8: Elaboración propia sobre Imagen satelital,


2019, Landsat Explorer.

Imagen 9: Escudo de El Alto,


https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Escudo_del_
Alto.JPG.
Accedido el 22.08.2020.

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Samuel Hilari

Samuel Hilari (Hamburgo, 1994) creció


en La Paz, Bolivia, en una familia Bolivia-
no-Alemana. Tiene una licenciatura en ar-
quitectura de la Universidad de las Artes
de Berlín. Actualmente esta cursando una
maestría en arquitectura en la Universidad
Técnica de Berlín.

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