Casos Tecv
Casos Tecv
Casos Tecv
Dos meses después de que ocurriera esto, de repente un día, sin ninguna
causa aparente, Susana comenzó a encontrarse mal. El corazón se le aceleró,
le temblaban las manos y le costaba respirar. Se sentía acalorada, atrapada y
desorientada, y estaba convencida de sufrir un infarto y de que iba a morir en el
acto. Aunque le resultaba difícil hablar, hizo una llamada de urgencia a su
médico de cabecera. Cuando su médico la llamó, 10 min después, la sensación
de terror había desaparecido y el resto de los síntomas se habían atenuado,
pero aún se sentía débil y asustada. Se le practicó un examen médico que
confirmó que gozaba de buena salud, que su presión arterial estaba baja, y que
su ritmo cardíaco era normal (78 lat./min). Tenía un leve soplo cardíaco,
mediante un ecocardiograma se le diagnosticó un leve prolapso de la válvula
mitral. Las pruebas de laboratorio eran normales, aunque se observó una ligera
disminución del nivel de bicarbonato plasmático.
Susana busca ayuda porque sus síntomas han empeorado, y porque alguien de
confianza le ha comentado que leyó algo sobre la existencia de nuevos
métodos terapéuticos para sus síntomas. Sin embargo, no colabora mucho en
el proceso de evaluación. Reservada y desconfiada, frecuentemente contesta a
las preguntas con otra: ¿Por qué necesita saberlo? Parece muy sensible a la
crítica y comenta que teme que el hecho de hablar sobre sus problemas con un
terapeuta sólo incremente su ansiedad
CASO 2
Andrés teme estar perdiendo el juicio, no puede dormir por las noches, no
para de pensar en su exnovia y cree que sufre un deterioro propio de una
esquizofrenia. En la actualidad pasa la mayor parte del tiempo en casa de
sus padres, donde se comporta y es tratado como un verdadero
discapacitado. Sus padres lo hacen todo por él, sobre todo su madre y
aunque su situación es complicada parecen encontrarse muy a gusto con
esta situación y los tres lo viven como si fuera algo natural.
Andrés es el único hijo de unos padres que le tuvieron pasados ya los 40
años y que no esperaban tener descendencia cuando fue concebido. De
niño sufría miedos muy importantes, y no toleraba quedarse con canguros ni
al cuidado de otro familiar. Se convirtió en un muchacho tímido que sufrió
múltiples enfermedades menores, y que se sentía más cómodo en compañía
de adultos que jugando con los otros chicos de su edad. Experimentó un
leve rechazo escolar en el primero y cuarto curso, y nunca accedió a irse de
campamentos en verano. Asistió a una universidad y a algunas escuelas
empresariales cerca de donde vivía, con lo que no tuvo que dejar de vivir en
su casa y más tarde se incorporó al negocio familiar. Las relaciones
personales despertaban su interés, pero era demasiado tímido para iniciar
una relación con una mujer, y dependía de su madre para que le arreglara
citas con chicas. Incluso le había pedido a su madre en alguna ocasión que
se sentara en alguna mesa próxima mientras que estas citas tenían lugar
para él sentirse más tranquilo.
Andrés se siente inferior. Siempre espera ser criticado por los demás y es
muy sensible al rechazo. También es muy crítico con los otros y se siente
desplazado contantemente. en el pasado, tuvo amigos íntimos, pero ahora
se siente demasiado mal para llamarles.
En diferentes ocasiones, Andrés ha intentado seguir una psicoterapia que
nunca duró más de 1 año. Normalmente empieza a exigir cada vez más y
después se siente decepcionado y desilusionado con su terapeuta, y decide
que el tratamiento no le sirve para nada. Tiene una fuerte tendencia a la
adicción a tranquilizantes menores, sobre todo para poder dormir y le
cuesta utilizarlos en las dosis recomendadas. Ha tomado neurolépticos con
resultados poco alentadores, y antidepresivos a dosis bajas que no le han
ayudado en absoluto. Se da cuenta de que no puede seguir así, pero es
incapaz de cambiar porque no entiende realmente qué le ocurre.
CASO 3
Rosa es una mujer soltera de 34 años de edad que viene a visitarse a causa de
sus dificultades para afrontar la muerte de su madre, que sucedió hace 3
meses. Desde que su madre murió, Rosa comenta que la vida se le está
haciendo muy difícil, hay muchas cosas que hacer y solucionar y ella no se ve
capaz de llevarlas a cabo. Siente una gran ansiedad cuando tiene que ir a la
gestoría a arreglar los trámites de la muerte, con cualquier trámite burocrático o
cualquier otra cuestión que implique salir de casa y encontrarse con gente.
Incluso tiene dificultad para realizar estos trámites por teléfono. Hablar por
teléfono con desconocidos es algo que la pone muy nerviosa.
Por esta razón, dependía de su madre para hacer frente a todos sus asuntos y
para su vida social. Su madre siempre se ocupó de todos los problemas
domésticos y de las reparaciones que debían hacerse, ayudaba a Rosa a
escoger su vestuario y planificaba sus vacaciones junto a ella. Rosa no ha
tenido nunca una cita, y es demasiado tímida para asistir a una fiesta o a las
citas a ciegas que las amigas de su madre proponían. Nunca ha tenido una
relación amorosa. Tiene una amiga íntima a la que conoce desde hace
muchísimos años y a la que describe como muy parecida a ella. Los fines de
semana van a comprar libros de segunda mano y a ver películas. Exceptuando
a esta única amiga, la vida social de Rosa, hasta la muerte de su madre, giraba
en torno a las amigas de ésta, que solían venir de vez en cuando a casa a tomar
café y a jugar a las cartas.
Le resulta imposible enfrentarse al día a día, llora muy a menudo y echa mucho
de menos a su madre por todo lo que le facilitaba la vida. Ahora es ella la que
tiene que solucionar sus problemas, pero tiene auténtico pánico a equivocarse,
a la opinión que los demás tendrán de ella y a ser juzgada como persona.
EL MÉDICO RESIDENTE
Albert fue un niño activo. Sufrió con frecuencia pequeños accidentes que
requirieron la visita al médico de cabecera. Se rompió algunos huesos, sufrió
algunas torceduras, y recuerda haberse pillado un dedo en la puerta cuando
tenía 6 años. Se acuerda de su dedo, cada vez más hinchado y amoratado, y
cómo la uña se fue cayendo a medida que el dedo se curaba. Aunque se
acuerda de haber pasado ratos especialmente malos en la consulta del médico,
recuerda cómo su madre se ponía pálida y parecía enfermar cada vez que él
sufría una herida o tenían que darle unos puntos de sutura. Siempre quería
probar cosas nuevas con sus amigos y describe un desmayo autoinducido
cuando tenía 13 años. Se indujo a propósito una hiperventilación y después
paró inmediatamente y realizó la maniobra de Valsalva. Pasaron unos 10 seg. y
se sintió muy asustado cuando recuperó la conciencia. Recuerda que las voces
de sus compañeros parecían distintas y sus caras estaban borrosas y
distorsionadas, tuvo una sensación de irrealidad y, por un breve lapso de
tiempo, le invadió el terror.
Durante sus dos primeros años de residencia como médico de familia, Albert
era conocido por su interés por realizar intervenciones quirúrgicas. Solía
presentarse como voluntario para ayudar a sus compañeros y parecía que le
encantaba colocar en su sitio los huesos, las articulaciones, e incluso le gustaba
hacer incisiones y drenajes en quistes y furúnculos, así como suturar heridas
imporantes. Ninguno de sus compañeros sabía que nunca había extirpado una
uña, procedimiento que se realiza a menudo en medicina general. Una tarde en
la clínica, cuando era el único médico disponible, llegó una chica joven que
necesitaba que se le extirparse una uña. Incapaz de llevar a cabo este
procedimiento, Albert llamó a una compañera residente a su casa y la
convenció para que fuese a ayudarle. Ella accedió con la condición de que él
visitaría a un terapeuta para resolver su problema.
CASO 5
Ana es una maestra de escuela de 30 años con una historia iniciada 5 años
antes en la que se embarcaba en actividades y hábitos que le consumían gran
parte de su tiempo. Por ejemplo, le asaltaba la duda y el miedo de no haber
aprobado alguna asignatura cuando era estudiante, y hacía comprobaciones
repetitivas de sus boletines de calificaciones. También tenía muchas dudas y
miedos a la hora de conducir. Era capaz de ir del trabajo a casa y de volver para
iniciar de nuevo el recorrido sólo para comprobar que lo estaba haciendo bien.
Podía repetir la misma ruta varias veces en un mismo día. También se
preocupaba mucho y de forma recurrente acerca de males que podrían afectar
a sus padres, así como preocupación excesiva por su salud y dificultades para
ir a comprar comida ella sola por su gran indecisión que hacía que las compras
se hicieran interminables.
Estos hábitos aparecieron por primera vez cuando Ana iba al instituto,
cuando iba por la calle pensaba que se había dejado la estufa encendida, y
aunque estaba segura que la había apagado, tenía que volver y comprobar que
ya la había apagado antes de salir de casa. También recuerda que todas las
conductas aumentaron progresivamente durante la facultad y, en esa época,
empezó a leer una y otra vez las páginas de los libros antes de los exámenes
porque le asaltaba la duda de si realmente lo había leído todo completamente o
se había saltado alguna parte importe..
Le dijo al entrevistador: “tiene usted delante a una ruina humana, yo, que una
vez fui un hombre bueno y valiente y el modelo de otros que querían ser como
yo”.
MIEDO AL COLEGIO
Susana nació y creció en un pueblecito donde su padre era albañil. Vive con
sus padres y tiene 4 hermanos más, 2 chicos y 2 chicas. Tiene su propia
habitación. Describe las relaciones de sus padres como armoniosas, pero
también cuenta que su padre muchas veces se enfadaba porque creía que su
madre tenía un sentimiento de sobreprotección con ella. La niña creció
normalmente, tanto en la infancia como en la juventud. Parecía que era feliz y
que solventaba bien sus problemas hasta la edad de 14 años. A esta edad,
Susana pareció cambiar. Se hizo entonces cada vez más autocrítica y estaba
muy preocupada por saber lo que los demás pensaban sobre ella. Siempre
creía que los demás le ocultaban algo, se sentía inferior, le faltaba confianza y
temía que su comportamiento fuera extraño o que los demás pudieran pensar
que estaba loca.
En la exploración se comprobó que Susana era una chica delgada y algo baja
de estatura. Al comienzo de la entrevista se mostraba muy tensa y retraída, así
como bastante reticente. Más tarde, sin embargo, se fue relajando y se
mostraba con mayor confianza. Parecía presentar anhedonia pero no estaba
deprimida. No existían sentimientos de autoinculpación, ni de inhibición
psicomotora ni signos de pensamientos desordenados o rasgos característicos
psicóticos. No se observó que hubiera una tendencia a dramatizar su situación
ni tampoco que hubiera problemas neuróticos ni que se esforzara en solucionar
su problema. Susana admitía que sus miedos eran excesivos.
CASO 8
UN MÁSTER ANGUSTIOSO
Los padres de Pep todavía viven. Él describe a su padre como "muy agresivo
de palabra", como un gran bebedor y como una persona que nunca ha querido
ir al psiquiatra. Tiene 2 hermanas gemelas que visitan regularmente al
psiquiatra por su gran introversión y por sus dificultades para relacionarse con
la gente. No hay otros antecedentes familiares de enfermedad psiquiátrica ni
suicidio.
SE ME ROMPE EL CORAZÓN
Desde su niñez ha tenido miedo por las situaciones en las que hubiera que
correr algún riesgo, y así ha desarrollado miedo a volar y ha tenido un bajo nivel
de autoconfianza y tiene tendencia a creerse inferior a las demás personas. Su
humor es inestable, con tendencia a reacciones depresivas cuando es incapaz
de hacer una cosa o es criticada por algo que ha hecho.
Su padre parece ser que era introvertido y que tenía un humor depresivo, pero
nunca había tenido que ir al psiquiatra. Una de sus hermanas fue ingresada en
una unidad de psiquiatría porque "estaba mal de los nervios". Lo que
presumiblemente puede pensarse que eran episodios de depresión.
LENTO E INEFICIENTE
Juan es un chico de 23 años que no está casado y trabaja sin sueldo en una
granja familiar.
A veces, se encontraba a Juan sentado sin moverse, con los ojos fijos en el
suelo, absorto en sus pensamientos. Cuando se hablaba con él decía muy poco
y se paraba súbitamente en la mitad de las frases, o en la mitad de las palabras.
Incluso en las cosas que conocía bien, continuamente estaba
reconsiderándolas y comprobándolas antes de continuar haciéndolas. Juan
intentaba de manera consciente dejar a un lado su necesidad de comprobar
todo lo que estaba haciendo pero no tuvo éxito. Gradualmente fue perdiendo la
confianza en sí mismo, se sentía muy poco animado, se fatigaba en exceso,
había perdido totalmente la iniciativa y pasaba mucho tiempo tumbado o
durmiendo. No manifestaba ningún sentimiento de ser controlado o influido
desde el exterior y tampoco había tenido experiencias alucinatorias.
Juan había nacido y crecido en una granja en el medio del campo. En el colegio
fue razonablemente bien y, posteriormente, tuvo varios trabajo como ayudante
de granjero y siguió estudiando el bachillerato pensando en continuar los
estudios. Los 2 años anteriores a la consulta médica, estuvo trabajando sin
salario en la granja de la familia, donde también vivía. Cuando Juan tenía 16
años, su madre se había suicidado en una fase en la que tenía un humor
depresivo. Su madre tenía un trastorno bipolar, según dijo el médico de la
familia. Parece que a Juan no le costó aceptar su muerte. Tenía un hermano y
una hermana más jóvenes que él y que también vivían en casa. Su padre se
volvió a casar y su madrastra parecía que había aceptado a los niños de buen
grado.
Lidia es una chica de 15 años que acude a consulta acompañada por sus
padres. Estos se quejan de que Lidia está pasando por una adolescencia
muy complicada y que han notado un cambio bastante grande en su
conducta que les preocupa. Relatan que la conducta de Lidia está causando
múltiples problemas tanto en casa como en el instituto donde estudia y que
por mucho que hablan con ella, la castigan o la ignoran todo parece ir a
peor. Ha pasado de ser una niña muy responsable a ser totalmente rebelde
Los padres no saben bien a qué se debe este cambio pero lo relacionan con
la muerte de su abuela. La abuela materna murió hace ahora un año. Vivía
con la familia y había colaborado muy activamente a la crianza de Lidia y de
su hermana, ya que ambos padres trabajaban. La abuela era una señora
muy cariñosa, religiosa y muy pulcra y cumplidora en todas sus acciones.
Lidia y su hermana tenían una relación muy buena con ella y su muerte fue
un duro golpe. Desde entonces pasan bastante tiempo solas en casa.
Otro problema que tiene es que se siente agotada. Por las noches se
duerme tarde. Debe recitar un número indeterminado de veces las
oraciones que le enseñó su abuela, si no lo hace correctamente piensa que
algo les puede ocurrir a sus padres de vuelta a casa y que podrían morir por
su culpa. Por este motivo puede repetir las oraciones decenas de veces,
asegurándose de que lo hace correctamente.
Lo peor de todo fueron sus rituales de ducha, en donde gastaba muchas horas
empleando un montón de geles de baño. Podía estar limpiándose las uñas
durante mucho tiempo hasta que comenzaban a sangrar y su piel estaba llena
de arañazos y excoriaciones. Cuando sus padres intentaron que no se duchara
tanto su conducta se hizo agresiva. Ante sus desesperados intentos de que
comprendiera que su contaminación y todos sus rituales para limpiarse no
tenían ninguna base de sensatez constantemente respondía: "Ya sé que esto no
tiene sentido pero tengo que hacerlo, no lo puedo evitar". Muchas veces se le
notaba desesperado e infeliz por su problema y empezaba a gritar y a
enfadarse consigo mismo.
Lucas creció junto a sus padres y era el segundo de 4 hermanos. El padre era
arquitecto y la madre trabajaba en una librería. Su parto y su niñez fueron
normales. Desde la infancia, Lucas había sido muy ordenado, tenía muchas
ganas de ayudar a los demás y de hacer las cosas bien. En el colegio, era muy
ambicioso pero sus notas eran poco sobresalientes. En casa y en el colegio era
muy ambicioso pero sus notas eran poco sobresalientes. En casa y en el
colegio era ordenado. Siempre tenía su habitación muy limpia y todo muy
arreglado. No quería ir con los compañeros que no iban correctamente
vestidos. Cuando tenía unos 13 años perdió mucho peso y a la edad de 14 años
era un chico muy alto (medía unos 1.80m). Tenía a esa edad la apariencia de un
chico mayor. A pesar de la enfermedad, era un chico amante de los deportes,
especialmente del tenis, del fútbol y del ciclismo.
En la entrevista el chico parecía que era muy tímido y que se mostraba reticente
a ser tratado por un médico. Parecía que tenía dificultades para hablar de sí
mismo, y especialmente sobre sus emociones. Se daba cuenta de que lo que lo
atormentaba eran ideas o impulsos propios y que no tenían ningún tipo de
sentido. Inicialmente había intentado resistirse a ellas, pero solamente lo había
conseguido en alguna ocasión, por lo que, finalmente, había desistido de
hacerlo. Al principio, el seguir sus impulsos parecía que le hacía salir de su
estado de nerviosismo, pero más tarde llegó a parecerle una condena. No había
pruebas de que sufriera alucinaciones o ideas delirantes. su forma de hablar era
normal y no se observaron rasgos característicos de catatonia. Durante toda la
entrevista parecía que estaba levemente deprimido. No había problemas
cognoscitivos y estaba bien orientado en todos los aspectos.
CASO 13 ANABEL
Anabel es una niña de 8 años que acude a consulta con su madre, que
manifiesta tienen un grave problema desde hace unos cuatro meses. Las
dificultades han aparecido en cuanto a lo que ella llama "la dependencia que
Anabel tiene conmigo".
La madre refiere que le resulta muy difícil hacer una vida normal, porque
Anabel se niega a realizar actividades que antes hacía de buen grado y que
incluso se está negando a acudir al colegio. Uno de los mayores problemas es
que cuando Anabel no quiere realizar estas actividades bien finge estar enferma
o bien "monta un espectáculo bochornoso en cualquier sitio". En los últimos
meses ha tenido fuertes dolores abdominales con la frecuencia suficiente para
faltar bastantes días al colegio. Frecuentemente también se queja de que le
duele la cabeza. Su médico ha realizado todas las exploraciones pertinentes
con resultados negativos y se la deriva a salud mental.
Anabel vive con su madre y con la pareja de ésta desde hace 10 meses. Los
padres llevan separados aproximadamente un año. La madre cuenta que ha
aceptado muy bien su nueva relación. La nueva pareja es también separada y
tiene un hijo de 20 años de su anterior relación y la relación con Anabel ha sido
muy buena desde el principio. Asimismo, Anabel tiene mucha relación tanto con
la familia de la nueva pareja de su madre como con la familia paterna y suele
relacionarse con dos primas paternas habitualmente.
La madre cuenta que Anabel ha manifestado más de una vez su temor a que su
madre pueda tener un accidente o fugarse de casa con otro hombre, o que
pueda ocurrir cualquier otra cosa cuando no están juntas que les impida volver
a verse. Alguna vez ha contado que ha tenido pesadillas con este tema.
Cuando hablamos con Anabel se evidencia un hermetismo importante en torno
al tema de la separación y a toda la ambivalencia en la relación con su padre.
Parece que Anabel se encuentra en un momento de conflicto y en algún
momento manifiesta que no quiere hablar de este tema o contesta
frecuentemente con un "no sé".
La madre está preocupada por los inconvenientes que esto les ocasiona en el
día a día, ya que incluso para hacer la compra Anabel ha llegado alguna vez a
manifestar su preocupación y sufrimiento y también porque las faltas
continuadas están afectando su aprendizaje escolar. Por otra parte, Anabel ha
dejado de visitar a sus primas, no quiere estar con su padre y no suele querer
visitar a sus amigas y amigos si su madre no está presente en todo momento.
CASO 14 “UNA CANTANTE CON MIEDO ESCÉNICO”
“"Estaba por la mitad avanzada del concierto. Veía que no podía, que los
nervios no se me pasaban y en una canción empecé a hiperventilar.Venía un
cambio de ropa y antes de salir del escenario me desmayé. No me acuerdo
de nada… Estaba entre bambalinas allí tirada"
https://www.youtube.com/watch?v=QVypPpaaRw8
“Era como si estuviese a punto de morir asfixiada, los nervios me comían por
dentro, no podía oirme cantar, tan solo oía como retumbaba el latido del
corazón dentro de la cabeza, era incapaz de concentrarme, tenía miedo de que
me fuese a ocurrir algo y de la rección del público si notaban que algo iba mal.”
“Lo más importante que tenía en ese momento en mi vida, que era mi voz
estaba empezando a fallarme. Yo ya había notado esto anteriormente, pero en
el concierto de Málaga se hizo más evidente. No estaba cantando bien. Tuve
que abandonar el teatro, meterme en un coche e irme a casa. “
“En ese momento quería morirme, quería que se abriera un agujero en la tierra
y desaparecer. Los días posteriores fueron muy duros, quería morirme, incluso
llegué a pensar en el suicidio. Pasaron meses en los que no pude volver a
cantar delante de nadie, no me atrevía. Tampoco quería estar con gente. Quería
estar tranquila y pasar el máximo de tiempo posible en casa con la compañía de
mi marido qu en ese momento era la única persona que me aportaba
tranquilidad. Me sentía inquieta, ansiosa, y no podía parar de pensar en que eso
me pudiera ocurrir en cualquier otro momento y en si sería capaz de volver a
cantar alguna vez”.
CASO 15 ATENTADO EN NAIROBI
Morai es un hombre casado de 38 años que tiene tres hijos y trabaja como
técnico de ascensores.
Relata que se encontraba reparando un ascensor junto con otros dos técnicos
en la sala de máquinas sobre el vigesimo primer piso de un edificio adyacente a
la embajada de Estados Unidos en Nairobi cuando estalló una bomba el 7 de
Agosto de 1998.
La primera explosión se produjo a las 10.40 y fue causada por una granada y
esta se sintió en el mismo momento en el que Morai había pulsado un
interruptor que ponía en marcha el ascensor reparado, lo que le dio una
impresión inicial de que él había causado la explosión a través de algún fallo
eléctrico y de que algo había ocurrido que había sido por su culpa.
En el momento vio que habían muerto sus dos compañeros y pensó que él los
había matado. Se dirigió rapidamente a pulsar de nuevo el interruptor de
apagado cuando en ese momento detonó una seguna explosión aún mucho
más fuerte, la granada había puesto en marcha un mecanismo que causó la
explosión de más de una tonelada de TNT.
El lugar se oscureció con el polvo por todas partes, y él fue arrojado al suelo y
en ese momento pensó que iba a morir. Momentos después escuchó a uno de
sus compañeros llamarlo por su nombre y se sintió aliviado de saber que aún
estaba vivo.
Tras lograr salir del edificio Morai recordó que había desconectado el
interruptor principal de los ascensores, que quizás podrían haber ayudado a
evacuar el edificio. Mientras tenía este pensamiento se dio cuenta también de
que no sólo había impedido la evacuación sino que quizás, al desconectar los
ascensores había dejado a gente atrapada en ellos sin posibilidad de salir.
Cuando volvió a salir del edificio se quedó allí de pie, inmóvil, mirando todo el
proceso de rescate durante 5 horas. Una vez pasado ese tiempo reaccionó y
pensó que su familia debía estar preocupada por él, y entonces fue a casa. A
día de hoy no tiene ningún recuerdo de todo lo que pasó durante esas 5 horas,
tan sólo sabe que se encontraba en shock.
En los siguientes días se puso muy sensible al ruido. Cualquier portazo, sonido
fuerte o inesperado le ponía muy nervioso. Buscaba mantenerse en lugares
tranquilos silenciosos y no ser molestado. Estuvo así durante unos tres días
aproximadamente, luego dijo que se sentía mejor y que quería volver al trabajo.
Pensó que volviendo a trabajar estaría más entretenido y le resultaría más fácil
olvidar lo ocurrido. Sin embargo, sus compañeros de trabajo y amigos no
paraban de preguntarle sobre ese fatídico día y se sintió muy incómodo y
agobiado. Como no quería hablar del asunto, comenzó a evitar activamente a
las personas para que así no tuvieran oportunidad de preguntarle.
Aunque sabía que no era así, y que la causa había sido un atentado terrorista,
seguía teniendo la sensación de que al apretar el interruptor justo cuando se
produjo la detonación él podría tener alguna culpa.
Se empezó a asustar de estar solo, le resultaba difícil poder comunicarse con
las personas que lo rodeaban, incluída su propia familia.
Encontró que había perdido todo interés sexual y no podía lograr una erección.
En ese momento volvió a ver a su médico de cabecera, quien le recetó sildenafil
(Viagra) y esto parece que le proporcionó alguna mejoría, aunque las relaciones
sexuales no le resultaban placenteras.
Juana es una señora de 75 años que ha estado dos meses viviendo en una
residencia de tercera edad situada en Palencia. Al poco tiempo de su ingreso
se notó un deterioro en su funcionamiento diario. Disminuyó su apetito y
necesitaba estimulación por parte del personal para que comiera, igualmente
en varias ocasiones se la encontró deambulando por la residencia en plena
noche y el personal debió acompañarla a la cama. Pasó de ser una mujer
animosa y amable a mostrarse triste y cada vez más irritable. A las tres
semanas del ingreso se le pautó un ansiolítico, que mejoró un poco el sueño,
pero en el día a día Juana continuaba mostrándose irritable y apática, no
parecía interesada en ninguna actividad. Algunos miembros del personal
manifestaron su preocupación por haber escuchado que Juana decía que la
habían engañado, que se había quedado sin su casa y que ella no debía estar
allí, que le habían quitado todo y que ahora no sabía qué hacer allí, que estaba
abandonada. Pero no parecía que tuviese sintomatología delirante. Juana tenía
previsto ir a vivir con su hija a Madrid, y para ello había vendido su casa para
instalarse posteriormente en la ciudad. Justo en ese momento su hija que
estaba embarazada había tenido un problema médico y le habían recomendado
reposo absoluto. La hija de Juana le propuso pasar un tiempo en la residencia
hasta que ella tuviera el bebé, momento en la que iría a buscarla y finalizarían la
mudanza a la vivienda familiar. Juana tenía miedo de haber vendido su casa y
que su hija la hubiese abandonado en la residencia. A pesar de las llamadas
que recibía diariamente seguía pensando que no irían nunca a buscarla. Las
siguientes semanas Juana empeoró considerablemente su conducta.
Protagonizó varios altercados con el personal y agredió a otro de los residentes.
Rompió un espejo del comedor y en varias ocasiones tiró al suelo la bandeja de
la comida. El personal empezó a preocuparse cuando se hizo evidente que
Juana estaba desorientada a nivel temporo‐espacial y tenía problemas de
memoria, por lo que se consultó con el neurólogo para valorar una posible
demencia. Antes de que se produjera la consulta Juana recibió una visita de su
hija, quien vino a recogerla para irse a vivir a Madrid con ella. Dos semanas
después de su alta Juana está un poco más tranquila. No ha manifestado
conductas de irritabilidad y aunque aún está desorientada parece que su estado
general está mejorando de forma importante.
CASO 17 ADELA
Se trata de una paciente de 41 años, soltera y sin hijos, que vive sola.
Trabajó durante años como Auxiliar de Clínica en una clínica dental hasta hace
7 años. Posteriormente, propietaria de un centro de día para ancianos en el que
también trabajaba. Actualmente, en incapacidad laboral transitoria.
DATOS COMPLEMENTARIOS
EXPLORACIÓN
Pruebas complementarias
Analítica sanguínea: Incluyendo hemograma, coagulación y bioquímica con
ionograma, enzimas hepáticas, vitamina B12 y ácido fólico: parámetros dentro
de la normalidad. Estudio de función tiroidea: normal.
DESCRIPCIÓN/ENFERMEDAD ACTUAL
El cuadro referido evoluciona "a rachas con épocas mejores y peores, aunque
en el último año, esto es más bien permanente".
Está muy poco funcional, todo le supone un gran esfuerzo y no logra llevar bien
su negocio familiar, del que se ha ocupado toda la vida, necesitando que su
marido lleve la contabilidad "porque ella es incapaz".
Todo le afecta mucho, está muy insegura, poco desenvuelta, "todo el día
suspirosa, con mucha ansiedad".
Anamnesis socio-laboral
EXPLORACIONES COMPLEMENTARIAS
Laboratorio
Hemograma normal.
TAC cerebral
Signos de atrofia córtico-subcortical, de predominio frontal, mayor de lo
esperable para su edad.
Exploración neuropsicológica
En el momento del ingreso, el enfermo explicó que dormía 10-12 horas cada
día, que comía poco y que había perdido alrededor de 8 kg en los últimos
meses. Afirmó experimentar una intensa pérdida energía y no hablaba más que
para contestar con monosílabos a las preguntas del especialista. Durante los
primeros días en el hospital, el enfermo no mostró virtualmente ningún interés
ni placer en ninguna actividad y se pasó la mayor parte del tiempo sentado en
su cama y mirando al vacío. Cuando se le preguntó, no se quejó de ningún
sentimiento específico de inutilidad, autorreproches o culpa, ni mencionó
pensamientos de muerte o suicidio, aunque era difícil estar seguro sobre
algunos de estos puntos, por la parquedad de sus respuestas.
En el hospital, el enfermo era visitado cada día por un estudiante que mostró un
gran interés por él y que gradualmente fue ganando su confianza. El paciente
reveló al estudiante que oía tres voces distintas: la voz de un niño, la voz de una
mujer y la de un hombre que hablaba como si fuera una mujer. Las tres voces
hablaban entre sí y en alguna ocasión se dirigían a él directamente. A veces
hablaban de él en tercera persona y, en otras, parecían repetir sus
pensamientos. Las voces hablaban sobre muchos temas diferentes y no se
centraban en ningún tema depresivo específico, como, por ejemplo, culpa,
pecado o muerte.