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Bendiciones en El Reino

Dios nos ha bendecido grandemente al darnos la vida eterna y llamarnos sus hijos. Sin embargo, a menudo vivimos como si tuviéramos que ganarnos los favores de Dios en lugar de recibirlos como un regalo. Debemos recordar que somos herederos de Dios y vivir de acuerdo con nuestro estatus de hijos del Rey.

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Bendiciones en El Reino

Dios nos ha bendecido grandemente al darnos la vida eterna y llamarnos sus hijos. Sin embargo, a menudo vivimos como si tuviéramos que ganarnos los favores de Dios en lugar de recibirlos como un regalo. Debemos recordar que somos herederos de Dios y vivir de acuerdo con nuestro estatus de hijos del Rey.

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Bendiciones en el Reino

Vivir como hijos de un Rey

Lectura bíblica: 1 Pedro 2:9: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a
su luz admirable”.
Este mundo nos ha enseñado a ganar.
Hemos sido condicionados a ganar desde que tenemos memoria: ganar el elogio y afirmación de los
padres, ganar buenas calificaciones de los maestros, ganar el derecho de participar en el juego, ganar
la atención de los chicos o chicas y eventualmente ganar los cheques de pago de los empleadores.
Hemos aprendido a cómo ganarnos las cosas antes de aprender a hablar o incluso caminar.
Pero nuestra inclinación por ganar nos paraliza ante el ofrecimiento que Dios nos hace de la
verdadera gracia. No sabemos cómo recibir un favor sin trabajar por ello. Y así que, sutilmente (o
no tan sutilmente) cambiamos el verdadero Evangelio porque preferimos trabajar y servir a Dios
como empleados, y no como hijos. No nos sentimos seguros dejándole a Él todo el trabajo y
ganarnos las cosas nos da una cierta apariencia de tener el control. Simplemente no podemos creer
que la seguridad y la vida eterna podrían ser ofrecidas como un regalo.
Llevo más de 27 años en la vida cristiana, lo cual me hace un novato para muchos, pero un viejo
para otros. Y dentro de todo este tiempo he escuchado la frase: Somos Hijos del Rey.
¡Y si! la verdad es que al haber recibido a Cristo como Señor y salvador automáticamente ya no eres
siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios (Gálatas 4:7) herederos de Dios y
coherederos con Cristo (Romanos 8:17) lo que nos lleva a saber, que como gentiles somos
coherederos y miembros del mismo cuerpo, participamos igualmente de la promesa en Cristo Jesús
mediante el evangelio (Efesios 3:6). Y si quisiera podría encontrar cientos de versículos que hablan
de esa herencia incorruptible e inmaculada la cual recibiremos por ser Hijos de Dios (1 Pedro 1:4) ó
Hijos del Rey.
Al leer estos pasajes te das cuenta que Dios dio su bien más preciado para que tu gozaras de una
vida eterna (Juan 3:16), y para acceder a esta era necesario el título de ser Hijos de Dios. El
problema es que casi todo el tiempo somos como el “Hijo Prodigo de Dios”. Nos jactamos de decir
que somos Hijos de Dios y que Nuestro Padre es el dueño de la plata y el oro, pero la realidad es
que nuestra vida no refleja a ese Grandioso Padre que nos llamó a su Herencia.
Dios está detrás de todo lo bueno, pero la bendición más grande es su amor
Hay que empezar por decir que Dios es amor para todos y fuente de bendiciones igualmente para
todos, “porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y
pecadores” Mateo 5:45b.
Por tanto, Dios está detrás de toda auténtica bendición, de todo lo bueno, de todo tipo de riqueza.
Nadie pues, absolutamente nadie, puede decir que no ha recibido ninguna bendición de Dios.
Cuando la gente ve que prospera materialmente o logra un éxito alaba a Dios y le agradece con
expresiones como: Bendito sea Dios, Dios me ha bendecido, le debo a Dios lo que tengo, el Señor
ha sido generoso conmigo, Dios me ha bendecido con esta casa, he recibido una bendición de Dios,
etc..; son en definitiva unas oraciones de alabanza y reconocimiento a la bondad y misericordia de
Dios y a los beneficios que nos ha otorgado.
Esta actitud del cristiano de agradecimiento a Dios puede atraer la benevolencia de Dios y nuevas
bendiciones. Es bueno reconocer a Dios sus tantas bendiciones, pues ¿qué es lo que tenemos que no
se nos haya sido dado?
Todo lo hemos recibido de Dios comenzando por el don o la bendición de la vida; todos hemos sido
bendecidos por Dios.
Es lo que nos dice Pablo: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te
alabas a ti mismo como si no lo hubieras recibido?” 1 Corintios 4:7.
Ahora bien, comúnmente se dice que a los que obran el mal les va bien, que los que actúan al
margen de toda ley o norma moral son personas exitosas, que delinquir es fuente de riquezas.
Pero ese “éxito fácil” podría engañar. No sale de las manos de Dios, sino que es fruto de la astucia
humana, mientras dura. Y es un éxito efímero, maldito, con mal sabor de boca, un éxito que es
origen de futuras desgracias.
Las bendiciones de Dios son toda otra cosa, son todo lo contrario pues generan nuevas bendiciones
y nos encaminan a la eternidad gozosa.
Pero ojo, que la materialidad no es la única manera con la cual Dios bendice. Pensar así es
equivocado pues esto implicaría pensar que la gente pobre no es bendecida por Dios o que no tiene
el favor divino.
Como tampoco parece lógico pensar que Dios castiga a unos con la pobreza mientras que a otros los
bendice con la riqueza.
La Sagrada Escritura contiene ejemplos de personas muy religiosas, fieles y muy obedientes a Dios
pero que eran pobres.
Y si bien es cierto que, en las Sagradas Escrituras, en algunos casos, vemos una relación entre
bendición y riqueza material, también es bien cierto que, entre las dificultades y problemas, Dios
bendice de mil maneras.
Las riquezas en la Biblia.
Hay algunos pasajes de la Biblia que hablan de que Dios ‘concede’ riquezas a ciertas personas, pero
estas riquezas llegan con un objetivo bien preciso. ¿Cuál era el propósito de Dios al ‘conceder’
riquezas a ciertas personas?
Jacob, por ejemplo, dejó su tierra con un bastón como única pertenencia, pero volvió veinte años
más tarde con tantas ovejas, vacas y camellos que formó dos campamentos.
Esta abundancia que recibió Jacob fue un regalo de Dios, una bendición material. (Génesis 32:8). Y
esta bendición constituyó el fundamento para que por medio de Abraham se creara una nación,
como preparativo para la venida de la descendencia prometida (Génesis 22, 17-18).
Otro ejemplo es el de Job, quien perdió todos sus bienes, pero Dios luego lo bendijo con “catorce
mil ovejas, seis mil camellos y mil yuntas de bueyes y mil asnas” (Job 42:12).
Su prosperidad disipó toda duda respecto a quién le había ocasionado sus sufrimientos, pues hace
ver la bondad de Dios: “Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis
oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque el Señor es
compasivo y misericordioso” (Santiago 5:11).
Tipos de bendiciones.
A pesar de estas bendiciones materiales no se puede tomar la riqueza o el bienestar material como el
único indicador de la bendición y/o de la aprobación de Dios.
Las bendiciones de Dios son principalmente de carácter espiritual; es la riqueza de los apóstoles, es
el caso de Pedro que dijo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de
Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar” Hechos 3:6.
En Cristo, los cristianos somos bendecidos por Dios Padre “con toda clase de bendiciones
espirituales” (Ef 1:3). Y “pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia” (Jn. 1:16).
Dios bendice el empeño de quien se esfuerza por cumplir su voluntad: “¡Dichoso el hombre que no
sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los
burlones se sienta, mas se complace en la ley de Jehová, su ley susurra día y noche! Es como un
árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje;
todo lo que hace sale bien” (Salmo 1:1-3).
A los cristianos de Esmirna (pobres en lo material pero ricos en sentido espiritual) Jesús les dice:
“Conozco tu tribulación y pobreza, pero eres rico” Apocalipsis 2:9.
Y, por el contrario, Jesús puso en evidencia a algunos cristianos de Laodicea (ricos en lo material
pero, pobres en lo espiritual) con estas palabras: “Dices: ‘Soy rico; me he enriquecido; nada me
falta’. Y no te das cuenta que tú eres un desgraciado, digno de compasión, pobre y ciego y desnudo”
Apocalipsis 3:17.
Actitud
Nosotros favorecemos o alejamos las bendiciones de Dios. La bendición de Dios puede llegar
también como premio a quien es honesto, diligente y buen trabajador poniendo en acción otras
bendiciones interiores.
“La bendición de Jehová es la que enriquece” (Proverbios 10,22). O “¿No te he mandado que seas
valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque Jehová tu Dios estará contigo en
dondequiera que vayas” (Josué 1:9).
O como se suele decir: ayúdate que yo te ayudaré (Expresión no bíblica). El refrán no es infundado
pues, ¡cuántas veces queremos que Dios nos bendiga, pero no hacemos nada para ser bendecidos!;
queremos que las cosas lleguen por sí solas.
También leemos: “En efecto, cuando todavía estábamos entre vosotros, os dimos esta norma: el que
no trabaje, que no coma” (2 Tesalonicenses 3:10). “Mano indolente empobrece, mano diligente
enriquece” (Proverbios 10:4).
Quien es honrado y trabajador y sigue tales consejos tienen todas las posibilidades de obtener las
bendiciones del Señor. El trabajo, interés y esfuerzo por instaurar el Reino de Dios trae consigo mil
bendiciones.
Jesús garantizó a sus seguidores que, si seguían buscando primero el Reino y la justicia de Dios,
tendrían además alimento, ropa y cobijo.
Jesús fue muy claro: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura” (Mt 6:33).
Por tanto, mejor que considerar las cosas materiales como la principal bendición de parte de Dios, es
luchar por una bendición mayor: la salvación fruto de la relación íntima con Dios.
La bendición más grande es el amor de Dios y, ¿cómo logramos ese amor? Ya lo tenemos, está ahí a
nuestro alcance, solo tenemos que buscarlo.
Todos y cada uno de nosotros, en medio de nuestras circunstancias, debemos sentirnos bendecidos
por Dios, de una u otra manera. Está en nosotros el enriquecernos mutuamente, compartir nuestras
bendiciones que Dios nos da.
Él nos quiere bendecir cada vez más; está en nosotros el dejarnos bendecir. El pecado es lo contrario
a lo que le debemos a Dios; las riquezas que Él nos ha dado son para su gloria y salvación nuestra.
¿Le damos gloria a Dios con y por sus bendiciones?

Bendiciones de Dios:
1. Salvación de nuestras almas y la vida eterna. Juan 5:24.
2. Sabiduría. Santiago 1:5.
3. Carácter de amor, poder y dominio propio. 2 Timoteo 1:7.
4. Propósito y esperanza. Salmo 138:8.
5. Protección contra todo mal. Salmo 91.
6. Esperanza de sanidad y milagros. Santiago 5:13-15.
7. Honra. 1 Samuel 2:30.
8. Provisiones materiales. Mateo 6:33.

Requisitos:
1. Recibir al Señor Jesús y ser su discípulo. Juan 1:12; Hechos 2:42-47.
2. Orar. Santiago 1:5.
3. Buscar el fruto del Espíritu Santo: Gálatas 5:22.
4. Amar y perdonar. Mateo 5:38-48.
5. No abusar del cuidado de Dios, ser prudente. Santiago 1:13.
6. Cuidar el templo del Espíritu Santo. 1 Corintios 6:19-20.
7. Ser integro, verás, cabal, responsable. Salmo 84:11.
8. Dar a Dios lo que le corresponde. Malaquías 3:8-12.
Si eres hijo de Dios, tienes derecho a todas sus bendiciones, pero también tienes requisitos que
cumplir.
Si sientes que has fallado, no importa, Dios es nuestro Padre perdonador, hoy ponte a cuentas con el
Señor, y él vendrá a ti con todas sus bendiciones.

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la
nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si
quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis
consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho. Isaías 1:18-20.

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