Iluminación Especial

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Iluminación Especial

La aplicación sufi del humor

Idries Shah
Si deseas alcanzar una iluminación especial, mira el rostro humano:
Contempla en el interior de la risa la Esencia de la Verdad Suprema.

Jalaluddin Rumi
ILUMINACIÓN ESPECIAL:
LA APLICACIÓN SUFI DEL HUMOR

Gar tajalli-i-Khas Khahi, surat-i-insan bebin:


Dhat-i-Haqqra ashkara andaruni khandan bebin.

Si deseas alcanzar una iluminación especial, mira el rostro humano:


Contempla en el interior de la risa la Esencia de la Verdad Suprema.

Esta importante declaración por parte de Jalaluddin Rumi, uno de los más grandes
maestros sufis, contradice de modo directo a los numerosos obsesos religiosos de rostro
agriado, procedentes de todas las creencias, que descubren que el humor interfiere en el
adoctrinamiento, que es todo lo que habitualmente tienen que ofrecer.
No resulta exagerado afirmar que la distinción entre los deteriorados cultos “sufis” y
el verdadero mensaje se encuentra en la respuesta respecto a si el supuesto místico tiene
sentido del humor y actúa con el humor.
Debido a la proliferación de fanáticos, esta premisa no es fácil de aceptar para sus
numerosas víctimas a lo largo y ancho del mundo actual, pero no siempre fue así.
Platón, si lo recuerdas, dijo:
“Las cosas serias no se pueden entender sin las cosas humorísticas. No se pueden
entender los opuestos sin opuestos”.
Examinar, aunque sólo sea los aspectos superficiales, de los sesenta chistes que
siguen a continuación sin duda lo corroborará.
Una de las causas de esta situación es lo fácil que le resulta a un bravucón sin humor
–utilizando las expresiones adecuadas y blandiendo la terminología apropiada-
convencer a personas irreflexivas de que la frivolidad equivale casi a blasfemia. Esto
está muy lejos de significar que tal horror sea cierto.
Hace poco me encontré con una “justificación” para la ausencia de humor en la
religión, procede de un distinguido prelado que espera que su audiencia sea tan obtusa
que crean que el cristianismo debería abordarse con amargura tan sólo porque “no
sobrevive ninguna prueba de que Jesús haya reído jamás”. Esta aberración –conocida
como prueba mediante supuestos absurdos- no fue cuestionada por su audiencia. Pero el
consabido niño en la multitud podría muy bien haber preguntado si por lo tanto sólo
podía hacer lo que se hubiese registrado que Jesús hizo, incluyendo maldecir...
Afortunadamente, en sistemas más contemporáneos, y por lo tanto mejor
documentados, existe amplia información:
-Nunca he visto a nadie que sonriese más que el Mensajero de Allah- dijo Abdulla,
hijo de Harit, uno de los compañeros del Profeta. El Profeta Mohammed fue famoso por
su sentido del humor.*

* Ver mi Caravana de Sueños, Barcelona, 1998, pg. 23


Desconozco a que creencia religiosa se vinculaba Robert G. Ingersoll. Pero él dijo
en 1884: “Nunca un hombre con sentido del humor fundó una religión”. * ¿Cómo llegó
hasta esa conclusión? Sospecho que por la misma razón que el prelado. Su método de
razonamiento, si este es el caso, es sin duda la “prueba mediante supuestos absurdos”.
Examinemos algunas de las tradiciones espirituales y psicológicas del humor y
observemos como funcionan. Si lo hacemos así, creo que descubriremos que la
verdadera razón de porqué ciertos individuos carentes de humor intentan impedir la
investigación del humor en la religión al afirmar que no se encuentra ahí o que es hostil
al medio, es porque ellos mismos son de carácter inseguro y temen adentrarse en el área
de la risa...
Algunos dicen que los estudios espirituales son demasiado especializados para
dejarlos en las manos de los profesionales. Esto es particularmente cierto cuando estos
profesionales son los que han convertido tales estudios en farsas malsanas.
Los místicos genuinos tradicionalmente han observado que los profesionales,
quienes carecen de esclarecimiento pero abundan en obsesión, pueden ser descubiertos
con facilidad por su ausencia del sentido del humor. Aquí hay que dejar claro que el
humor no debe atribuirse a quienes se ríen mucho, o aquellos que tan sólo comprenden
el tipo de chiste de la piel de plátano: de hecho, estas dos formas de comportamiento
son las variedades que más a menudo se encuentran en los seudo-místicos.
Como herramienta para aplicar impactos y como liberador de tensiones y un
indicador de situaciones falsas, el humor –ciertamente en el uso tradicional que le da el
sufi- es uno de los instrumentos más efectivos, además de una gran ayuda para el
diagnóstico.
He publicado gran cantidad de material acerca de Mulla Nasrudin, y por ello se
supone en general que circunscribo la enseñanza humorística sufi a la investigación de
este personaje. Veremos que pueden hallarse usos apropiados de los chistes mucho más
allá de la figura de Nasrudin: no obstante, la historia reciente de la función esotérica del
Mulla es en sí misma interesante desde el punto de vista humorístico.
Algunos orientalistas, al no tener constancia del humor como una ayuda en la
enseñanza (aunque Nasrudin es mencionado como maestro de sabiduría secreta en una
traducción al inglés de algunos de sus cuentos hace más de un siglo), me han acusado de
intentar “crear” al Mulla como figura de enseñanza. Parecía claro que yo lo “había
inventado todo”. No mucho después un viajero que había residido en Pakistán,
abordando estudios sufis a través de los cuentos de Nasrudin, publicó un artículo al
respecto en una publicación interreligiosa. Cuando los críticos originales fueron
confrontados por un periodista por su modo de llegar a conclusiones, su portavoz dijo:
-¡Por supuesto que es mentira. El artículo debe haber sido escrito y publicado por
Idries Shah!
Ahora, por supuesto, el péndulo ha oscilado al otro lado y hay gente en todas partes
intentando demostrar que sus propios chistes contienen realmente sabiduría; recibo lotes
de ‘chistes’ casi cada semana, y gente que se aprovecharán de esta moda están
escribiendo varios libros a toda máquina. No tienen mucho conocimiento respecto al
tema, pero algunos eruditos tendrán que averiguar cómo manejar este hecho. Al hacerlo,
estarán siguiendo casi el mismo sendero que sigue el chiste de Nasrudin cuando se le
descubrió robando hortalizas.

* Poemas en prosa y Selecciones, 1889.


Preguntándoselo
-¡Eh, ¿Por qué te encuentras dentro de este jardín privado de altos muros? –preguntó
el jardinero.
-Un fuerte viento me arrojó por encima de la pared.
-¿Y, cómo se desenterraron esas zanahorias?
-Fueron arrancadas en la refriega de la caída.
-¿Y, qué hay dentro del saco?
-Espera un momento. ¡Justo me lo estaba preguntando cuando llegaste!
De momento se lo están preguntando...
Uno de los descubrimientos más fascinantes en la exposición literaria del humor es lo
que se puede denominar “el efecto del truco de magia”. Todo el mundo conoce la
sensación de asombro e intensa curiosidad por saber cómo se ha realizado un truco.
¿Cuál es el secreto? Luego se te explica y la presión y tensión del misterio de repente
desaparece: se ha sustraído algo de la situación, dejando un hueco. Esta es la razón
principal por la cual los magos en general no acceden a “revelar sus secretos”.
Este efecto está muy marcado en la reacción de los críticos y las audiencias cuando
escribo respecto a los chistes, o explico en conferencias cómo funcionan, para qué se
usan, o como han sido capaces de ejercer asombrosos impactos que producen
esclarecimiento, y que son muy estimados en círculos espirituales en apariencia
austeros. Los comentaristas reseñan que “estos no son chistes de ninguna manera”, o
que “está haciendo una montaña de algo pequeño”; o tienen la sensación de que “las
explicaciones son de poco valor, superficiales”. Y, sin embargo, si uno se resiste a la
tentación de explicarlos, los chistes pueden usarse con efectos que no producen tal
oposición, sino que suelen ser apreciados y aplaudidos. ¿Por qué ocurre así? En primer
lugar, algunos de los observadores son obviamente hostiles desde el inicio; buscan algo
que criticar. Pero no debemos detenernos en ellos, ya que, como dice el refrán. “pedirían
agua más húmeda”, si tal cosa fuese posible. Sufren de lo que he denominado “la
necesidad de oponerse”.
La sensación del observador al descubrir que la explicación no es tan espectacular
como la suposición que dedujo a partir de su expectativa, origina esta desilusión y la
consecuente burla.
La forma más frecuente de manifestar la desilusión es la bravuconada: “¿Cómo
puede un chiste ser espiritual?”; “eso a mí no me suena muy profundo...” Lo que
realmente está ocurriendo es que el comentarista perplejo, en ocasiones frustrado, se
encuentra en la misma posición que el muchacho con la mosca. Se recordará que había
una vez un muchacho que atrapó una mosca y la desmembró. Le quedaron una cabeza,
un cuerpo, alas y patas: pero no pudo encontrar a la mosca en sí en ningún lugar. Lo que
no había sabido observar era que cuando se ensamblaban y actuaban, las partes que
tenía en sus manos se convertían en la mosca. Actuaban como una mosca y debían
considerarse la mosca. La mosca volaba. Y, a pesar de la perplejidad del muchacho, el
vuelo de la mosca era el ejercicio de al menos una de sus funciones. De modo similar, la
actuación del chiste, antes de ser diseccionado, no puede negarse. No es culpa de la
mosca si el muchacho no puede comprender cómo y porqué vuela, o porqué sus partes
no parecen ser la mosca completa. De ahí que cuando estamos tratando con un
observador que trabaja en este nivel de superficialidad, no nos sintamos obligados a
ocultar lo que realmente constituye su estupidez.
En una ocasión llevamos a cabo un experimento específico que ilustrase y
demostrase la limitación de quienes se burlaban del proceso. Cuatro ignorantes,
considerados sin embargo en su entorno como gente de cierta capacidad intelectual,
habían menospreciado la posibilidad de la acción psicológica del humor, y mucho
menos la espiritual, afirmando que ellos podrían “hacer lo mismo”. Sin embargo,
cuando se les desafió a hacerlo, dos rehusaron demostrar su comprensión de los chistes.
Los otros dos, que aceptaron animosamente, fueron incapaces de proporcionar cualquier
análisis estructural de los relatos. Un espectador, quizá poco caritativo, comentó que nos
encontrábamos ante una ilustración de la incapacidad de la gente acostumbrada a ejercer
el poder sin responsabilidad alguna: no tienes que ser capaz de hacer algo si puedes
establecer un argumento suficientemente creíble de que no vale la pena hacerlo. Pero
estos farsantes podrían tomarse como ejemplo de la posibilidad que el profesor Robert
Ornstein afirmó una vez: “Personas que piensan que tienen grandes cerebros muy a
menudo tan sólo tienen grandes bocas”.
Descubrirás que la gente que ha sido condicionada por la ideología y adiestrados a
traficar con dogma a menudo ocultan tal tendencia bajo un disfraz de seres razonables, o
se han engañado tanto a sí-mismos que viven una especie de vida en dos niveles.
Pueden parecer sumamente razonables, pero por debajo esconden una falta de
flexibilidad y una serie de actitudes estrechas y dogmáticas que han aprendido a
mantener ocultas. Hacen que las personas adopten sus creencias debido a este
camuflaje, y no son propensos a sentimientos más profundos. El modo de hacerles salir
de su madriguera es poner a prueba si pueden aguantar el humor o no.
Esta es una de las razones por las cuales los sufis utilizan el humor...
Los chistes son estructuras, y en su uso sufi pueden cumplir muchas funciones
diferentes. Así como podemos obtener el nutriente humorístico de un chiste, también
podemos extraer varias dimensiones en ocasiones diversas: no hay un significado único
de un chiste. Personas diferentes verán contenidos diferentes en él; y señalar algunos de
sus posibles usos, si estamos acostumbrados a este método, no le sustraerá su eficacia.
Una vez más, la misma persona puede ver diferentes dimensiones al mismo chiste de
acuerdo a sus oscilantes estados de comprensión o incluso de humor. El chiste, como la
historia-enseñanza no humorística, nos proporciona por lo tanto un instrumento
opcional de acción e ilustración. El modo en que una persona reacciona ante un chiste
nos muestra a nosotros, y posiblemente también a él o ella, cuales han sido sus bloqueos
o suposiciones, y puede ayudar a disolverlos para beneficio de todos

La llama
Existe una historia, quizá apócrifa, que según se dice se cuenta en Japón. A un turista
americano se le está mostrando un santuario; junto con su guía llegan ante una llama
que arde en una especie de altar.
-Esta llama –dice con voz trémula el anciano custodio oriental- ha estado encendida
durante mil años...
El americano se acerca a ella y la apaga de un soplo.
-Bien, ahora se ha apagado, ¿o no?

He oído relatar esta historia quizá en cinco países diferentes. Cuando el turista es un
británico, la implicación es que menosprecia el asunto por completo; cuando se trata de
un francés se supone que se siente superior; cuando el visitante es el americano implica
que le falta sensitividad. La última vez que mencioné este hecho en una asamblea de
gente más bien importante, se me tachó de tener tan poco sentido del humor que quería
estropearles a todos el disfrute de un chiste mediante su análisis, o estaba tratando de
estrujar significados donde no existía ninguno que se pudiese obtener legítimamente.
Pero yo veo los chistes como otras personas, por decirlo de alguna manera, ven las
naranjas: ambos elementos contienen experiencia y nutrición. El hecho de que una fruta
tenga un sabor delicioso no significa que no pueda tener valor alimenticio. Si disfruto al
oler una manzana, ello no significa que su valor nutritivo se arruine si me la como. Es
cierto que este argumento ha sido combatido mediante la sugerencia:
-Ah, pero si hueles una rosa la disfrutas, pero si intentas comerte un rosal te sentirás
decepcionado.
Afortunadamente para quienes no están de acuerdo con esta afirmación, se puede
refutar fácilmente diciendo que es probable que no encontremos a nadie que se coma
los rosales, pero podemos encontrar a mucha otra gente que comparten la experiencia de
apreciar el valor así como disfrutar con los chistes.
Por lo que a mí respecta prefiero observar que el carácter asumido por el americano
en nuestra historia de la llama lo muestra -si suponemos que es como otros americanos
con quienes nos encontramos- dotado de talante experimental más que reflexivo; más
ansioso por hacer algo que por ganar una batalla verbal. Esta característica general es la
que me hace pensar que el intenso interés mostrado hacia los estudios sufis por
americanos de toda clase, lo cual incluye a miembros de la comunidad supuestamente
racionales, sobrios y bien establecidos, es mucho más constructivo que si estuviese
diseñado para ganar algo, es decir, para anotarse alguna victoria verbal o para ganar al
consumir algo. Mucha gente no estará de acuerdo. Como respuesta, tan sólo puedo
invocar la encantadora –aunque gramaticalmente poco correcta- frase inglesa: “Hablo
así que descubro, y no se puede decir de modo más imparcial”.
La gente que no simpatiza con asuntos espirituales pueden, por supuesto, tener
sentido del humor; aunque no sea necesariamente efectivo por completo. Algunas veces
sus chistes son más reveladores de sí mismos que de otros, pero algunas veces estos
chistes nos pueden servir como vara de medir a algunos de los aventureros a quienes
estos antirreligiosos toman por el artículo genuino.

El Dólar
Una historia cuenta que cuando se estaba planificando el destino, a los
representantes arquetípicos de varias comunidades de gentes y escuelas se les ofreció
que escogiesen sus regalos.
El japonés pidió que se le diese el koan Zen, de modo que la gente estuviese siempre
ligada al poder de la perplejidad. El gurú hindú pidió el mantra y la afirmación de que
todo derivaba de su filosofía. A quien se iba a convertir en Americano se le preguntó
entonces cuál era su elección. Ya que sería uno de los últimos pueblos en emerger, la
mayoría de las cosas más atractivas ya se habían repartido. Pero sin mucha dilación
pidió:
-¡Dadme el dólar, y todos, más pronto o más tarde vendrán a mí!
Esto podría sin duda explicar porque los Estados Unidos son un país donde todo
culto y religión, toda teoría y sistema, han enviado a sus representantes y, desde otro
punto de vista, puede que sea la explicación por la presencia en USA de los cultos
mercenarios procedentes del exterior.

La receta
Existe una historia narrada por los sufis acerca de un hombre que leyó que ciertos
derviches, siguiendo las órdenes de su maestro, nunca consumían carne y no fumaban.
Ya que esto suele encajar bien con ciertas creencias muy establecidas, especialmente en
Occidente, este hombre se dirigió a la zawia (lugar de reunión) de los iluminados, para
sentarse a sus pies. Todos ellos sobrepasaban los noventa años.
Ahí estaban: fieles a sus principios, ni una mancha de nicotina ni un fragmento de
proteína animal se podía hallar en su círculo, y nuestro héroe jadeó de placer mientras se
sentaba inspirando el aire impoluto al tiempo que probaba la sopa de tofu que le
sirvieron. Tenía la esperanza de llegar a vivir al menos hasta los cien años.
De repente uno de ellos murmuró:
-Aquí llega el Gran Maestro.
Todos se levantaron al entrar el venerable sabio. Éste sonrió benignamente y se
internó en la casa, en dirección a sus apartamentos. No parecía que sobrepasase los
cincuenta años.
-¿Qué edad tiene y qué es lo que come? –preguntó el visitante embelesado.
-Tiene ciento cincuenta años de edad, y no creo que ninguno de nosotros alcance
esta edad y estado venerable –dijo casi sin aliento uno de los ancianos-, ¡pero, por
supuesto, a él se le permiten veinte cigarros y tres solomillos de carne al día, ya que
ahora ha trascendido y ya no le afectan las frivolidades ni las tentaciones!
Antes de que se puedan realizar progresos en estudios religiosos superiores hay que
romper actitudes retrógradas hacia la vida religiosa, que han cristalizado como resultado
de ciertos procesos, y las abstinencias que, practicadas por períodos limitados y para
estudios específicos, se han adoptado como sacrosantas. Tengo la certeza de que
muchos de los supuestos chistes anticlericales que se encuentran en Oriente y en
Occidente tienen esta importante intención y función. Es decir, no son obra de cínicos,
sino de iluminados.
Hoy en día incluso tenemos historias narradas en Oriente que pretenden ser
reimportaciones que proceden de la interacción de las culturas ahora vigentes en
Occidente.

El Trasfondo
Los primeros místicos orientales fueron vistos en América hará unos cien años, y ha
habido suficiente tiempo para que una copiosa cosecha de relatos acerca de sus
aventuras haya crecido en sus países de origen.
Una de tales historias implica a un gurú prudente que no quería perder mucho
tiempo en cultivar el contacto con personas que no tuviesen suficiente prestigio o no le
ofreciesen garantías. Se dice que fue presentado a una viuda americana que tenía la
reputación de ser millonaria. Habiendo aprendido algunas cosas acerca de cómo se
hacen las cosas en occidente, le pidió a una agencia de investigación que comprobase la
situación de la mujer.
Cuando abrió el informe, decía: “Ella posee un millón de dólares en el banco, pero
posiblemente no le duren mucho, ya que se informa de que un farsante oriental está
intentando apoderarse de su fortuna”.
Una de las características de muchos chistes genuinamente metafísicos (esto es,
historias y bromas que intentan darle una sacudida a la conciencia) es que se pueden
utilizar y entender en varios niveles de significado. Como ya he señalado, este es
también uno de los requisitos culturales de una buena historia. Con objeto de asegurar la
perdurabilidad de un cuento de enseñanza, debe tratarse de un cuento que se preserve a
través de su narración una y otra vez, incluso a través de gente que desconocen sus
virtudes internas.
He aquí una historia que puede tomarse como un chiste anti-sufi, aunque también
significa que la ‘terapia de aversión’ sólo pueden realizarla con éxito quienes saben
como hacerlo:

La escuela
Érese una vez un derviche que viajó a cierto país para establecer una ‘escuela’. Con el
paso de los meses, descubrió que había otro maestro místico en la vecindad que había
convencido a la gente de kilómetros a la redonda que el sentimentalismo empalagoso
era lo mismo que la espiritualidad. Así que la mayoría de la gente que venía a sentarse a
los pies de nuestro derviche estaban influenciados por esta misma tendencia. Se dio
cuenta de que tenía que desembarazarse de ellos, así que se fue de peregrinaje, dejando
un mensaje tras de sí.
“He decidido que el otro derviche es tan bueno, tan puro y tan santo, que debo
irme, y a todos vosotros, queridos discípulos, os pido que le sigáis, porque él es mucho
mejor hombre de lo que yo pueda ser...”
Al regresar, se encontró con que el otro derviche y todos sus discípulos, al
enterarse de su maravilloso acto de auto-sacrificio, habían venido para unirse a él...
El humor involuntario es a veces tan bueno como cualquier cosa que pretenda
ser graciosa. Muchos de los chistes del “País de los Tontos” son de este tipo, y algunos
surgen de la interacción con personas que piensan que pueden pensar, o sentir, o
cualquier otra cosa, cuando todo lo que está ocurriendo es que internamente están
siguiendo algún tipo de obsesión o están al acecho de atención. A menudo obtengo un
resultado así cuando analizo las reacciones de la gente a los libros.
La gente me escribe a menudo haciendo la observación de que yo digo que el
sufismo no se aprende a partir de libros. Nunca me preguntan –nunca lo han hecho hasta
ahora- porqué escribo libros sobre este tema: tan sólo preguntan cómo pueden aprender
sin libros. La gente que piensa de ese modo (preguntan a alguien que escribe libros
cómo aprender al margen de ellos) es poco probable que sean capaces de aprender tanto
de un modo como del otro. En general, y si dispongo del tiempo, los pongo en contacto
con el grupo más pequeño, pero significativo, de personas que comprenden que la
literatura es (a) preparatoria; (b) capaz de provocar experiencias; (c) capaz de interpretar
experiencia; (d) de posible ayuda para evitar problemas que les impedirían aprender, y
muchas más cosas además. Es interesante observar que esta respuesta automática, esta
reacción medio comprendida, es en sí misma un signo de que los libros deberían ser
abordados con más cuidado antes de que una persona así pueda hacer algo más.
Debo decir, sin embargo, que la respuesta más divertida de este tipo que he
tenido procedía de un hombre que escribió:
“Usted ha escrito tanto acerca de la confusión generada al leer la literatura
equivocada, la escrita por eruditos confusos y autoproclamados ‘maestros’, que he
decidido dejar de leer por completo”.
Algunos de los mejores chistes se elaboran inconscientemente.
En ocasiones se puede ilustrar una verdad psicológica valiosa en los estudios
religiosos al trasladar la idea a un marco profano. Esta es la versión instrumental u
operativa de la enseñanza sufi, y es el equivalente a nivel superior del modo en que los
predicadores religiosos utilizan paralelos mundanos para ilustrar supuestas verdades
divinas, la parábola, que fue definida así por un muchacho en la escuela: “Una historia
celestial sin significado terrenal”.
Un cuento así implica la constante afirmación de que uno no debería cobrar nada
por el conocimiento, aunque todo el mundo también sabe que la gente no valora algo
que han obtenido a cambio de nada.
Una de las más importantes actividades de los maestros sufis es obtener una
imagen, un perfil, del tipo de mente, del patrón de condicionamiento y suposiciones,
que conforman al aspirante a discípulo.
Un ejemplo clásico –aunque habitualmente se halle más oculto- se encuentra en
este chiste:

Creencia
El maestro se encontraba en el momento cumbre de su arenga:
-Y si os contase algo de lo que yo realmente conozco en profundidad, no me
creeríais. Si insinuase, tan siquiera, las verdades que comprenden aquellos que han
alcanzado la Verdad, os burlaríais de mí; Si diese voz a alguna de las asombrosas
realidades detrás de lo que imagináis que es la realidad, no daríais crédito...
Un miembro de la audiencia levantó su mano:
-¿No esperarás que alguien crea eso?

Sin servicio, sin cobro


Un hombre abordó a un doctor porque se sentía en muy mal estado.
-Ah, si –dijo el doctor-, debes hacer esto y no hacer lo otro, debes comer esto y
beber eso... –y siguió con su sonsonete durante un tiempo.
Al fin el paciente echó a andar alejándose.
-No me has pagado por mis consejos –exclamó el sanguijuela.
-¡Es que no pienso seguirlos!
Es cierto que la gente no valora las cosas que obtienen gratis. Es también cierto
que no pagarán por cosas si no tienen la intención de usarlas...
Un chiste algunas veces ayudará al discípulo a ver su verdadera situación:
aunque no siempre en el momento mismo en el que se le cuenta. Cualquiera que haya
sido maestro de algún tipo sabrá que ciertos discípulos no quieren aprender, sino que
culpan al maestro internamente:

Intentarlo con más ganas


Un discípulo había asistido a los discursos de cierto maestro durante algunos años sin
decir ni hacer nada. Finalmente éste le llamó para una conversación privada.
-Te he estado dando ejercicios y enseñanzas durante muchos años, y no alcanzo
a vislumbrar ningún cambio en ti, y eso me tiene preocupado –le dijo el maestro.
-Me alegra que lo haya notado al fin –dijo el discípulo- ¡porque desde hace
algunos meses tengo la sensación de que no le está poniendo suficientes ganas!
Como ya he dicho, chistes que nos son familiares como simples bromas puede
verse que contienen niveles psicológicos que resultan bastante sorprendentes cuando se
trasladan a una situación espiritual.
Se han utilizado durante siglos para sostener un espejo delante de la gente, para
que puedan ver su propio comportamiento de un modo que es muy difícil de otra
manera.
Muchas personas bastante inadecuadas intentan adherirse a maestros y enseñanzas.
Muy a menudo su falta de adecuación procede del hecho de que quieren hacer o pensar
exactamente lo que quieren hacer o pensar, y quieren que todo ello sea reconocido como
un ‘camino místico’.

Igual de bien
Una persona así –una mujer en este caso- estuvo acosando a un maestro, el cual durante
casi veinte años consideró necesario no permitirle que buscase ‘el cielo’ a través de las
cartas de adivinación, libros enigmáticos, rituales misteriosos, perfumes y voces no
corpóreas. El maestro no le permitió usar nombres orientales, ni espiritualizar lo físico
ni materializar lo espiritual.
Finalmente la mujer se mostró muy contenida, pero el maestro se dio cuenta que
tan sólo estaba esperando su momento y comenzaría de nuevo a demandar secretos y
procesos en vez de enseñanza. El maestro decidió convocarla a una reunión definitiva
para aconsejarla.
-Al fin he preparado unas instrucciones específicas para ti –dijo-. Beberás un
agua sagrada, ayunarás durante tres meses y repetirás este nombre noventa millones de
veces. Cuando lo hayas realizado caminarás hasta Katmandú, midiendo el camino con
tu cuerpo, nunca te enfadarás, movilizarás hasta la última de tus fibras para escuchar
música celestial y nunca pronunciarás una palabra metafísica. ¡Tras eso dejarás de hacer
todas esas cosas y volverás a la vida habitual que conoces!
-¡Oh Maestro! –exclamó ella de modo entrecortado- ¿alcanzaré entonces un
estado de perfecta liberación?
-¡No, pero te sentirás como si lo hubieses alcanzado!
Probablemente mucha gente conoce este chiste en la variedad del doctor y el
paciente: pero observa su relevancia en el contexto del discipulado.
Existe mucho humor inconsciente que se encuentra en todas partes.
Recientemente conseguí ‘conectar’ con un círculo de gente que presumían (o quizá sea
mejor decir que su líder lo hacía) de iluminados.

El Secreto
Visité a algunos auto-proclamados sufis que resultaron ser nada más que unos piadosos
fraudes –así llegaron a describirse a si mismos al final-. Afirmaban tener un ‘maestro
secreto’ que lo conocía todo, pero con el que no se podía contactar. Por cierto, que este
es uno de los últimos trucos. Cuando el individuo fue arrinconado por alguien, se
produjo el siguiente diálogo:
-¿Eres tú el Maestro Secreto?
-Si.
-Pero tú no sabes nada acerca de la enseñanza sufi.
-Es cierto, precisamente ese es el secreto.
Esas eran personas que no sabían lo que estaban haciendo. Hay una historia
acerca de alguien que si lo sabía: los observadores eran los que lo ignoraban...
Una de las cosas más difíciles de enseñar es que los sufis pueden enseñar sin la
excitación y atención, sin ninguno de los elementos externos que la gente desea y está
convencida que forman parte de la enseñanza superior. En el mundo occidental, por
ejemplo, probablemente habría poco espacio para un sufi silencioso.
No obstante, de hecho hay derviches silenciosos, así como giróvagos, danzantes,
aulladores y saltarines.
Pero la gente son similares de muchos modos en todo el mundo, y se cuenta la
historia de un derviche silencioso que se asentó en un pueblo, donde la gente hizo todo
lo que pudo para hacerle hablar y así obtener de él algunas enseñanzas. Eran incapaces
de apaciguar su deseo de que les proporcionase estímulo, y a resultas de ello no eran
capaces de percibir que el silencioso derviche continuamente emanaba baraka y
enseñanzas que de otro modo habrían podido absorber.
Un día, cuando decidió seguir su camino, pensó que les daría un indicio de su
función, ya que no podían comprender que él era un derviche silencioso.

La última vez
La gente le traía comida todos los días y él siempre se la comía. Un día no lo hizo, y
cuando la gente llegó con sus presentes, él les dijo:
-¡Os la podéis llevar!
-¿Pero, por qué nunca habías hablado antes? –clamaron los aldeanos.
-¡Es que hasta ahora la comida había sido siempre buena!
Se han necesitado más de 100 años de exposición a la enérgica labor misionera
procedente de Oriente, en particular de la India, para que la gente en Occidente se diese
cuenta de algo que un gran número de gente en Oriente han sabido desde hace muchos
años. Esto es, por supuesto, el hecho de que muchos gurus no conocen los factores más
básicos acerca de la sicología humana, en ocasiones ignoran también la fisiología.
El siguiente chiste se ha venido repitiendo durante siglos, e ilustra
sorprendentemente bien que el conocimiento que la población en general tenía de sus
gurus coetáneos a menudo era mayor que el que los gurus poseían acerca de lo secular:

Lo que se necesitaba
Dos místicos hablaban entre sí. El primero dijo:
-En una ocasión tuve un discípulo al que, a pesar de todos mis esfuerzos, fui
incapaz de iluminar.
-¿Qué es lo que hiciste? –preguntó el otro.
-Le hice repetir mantras, contemplar símbolos, vestirse con ropas especiales,
saltar arriba y abajo, inhalar incienso, leer invocaciones y mantenerse despierto durante
largas vigilias.
-¿Dijo algo que pudiese darte una pista de porque todo esto no le daba acceso a
la conciencia superior?
-Nada. Tan sólo se acostó y murió. Lo único que dijo fue irrelevante. Dijo:
“¿Cuándo voy a obtener algo de alimento?”
La gente siempre me pregunta porque dependo hasta tal punto del conocimiento
metafísico de Oriente Medio, y porqué no puedo desenterrar fragmentos de la ‘tradición
occidental’ que indiquen la existencia desde antiguo de una conciencia de los niveles de
comprensión espiritual.
El ejemplo que aquí tenemos entiendo que nos muestra que cualquiera que
intente injertar actividades espirituales (por supuesto nosotros estamos interesados en
percepciones superiores) en una personalidad sin regenerar acabará produciendo una
aberración. No necesito señalar que recientemente ha habido un período en el cual
miles, quizá millones, de personas en Occidente han intentado ‘asaltar las puertas del
Cielo’ mediante este procedimiento. Este chiste los pone en perspectiva, si nos damos
cuenta de que son ellos los caníbales, y no los africanos de la historia:
Personas que piensan que son religiosas o que ‘se encuentran en un nivel
superior de percepción o misticismo’, de hecho han suprimido la verdadera parte
espiritual, y se hallan viviendo en un nivel social y superficial.

El ritual como fin en sí mismo


Un misionario había sido capturado por caníbales y se encontraba en el interior de una
olla de agua calentándose con rapidez, de pronto vio a los caníbales juntar sus manos en
oración. Dirigiéndose al que tenía más cerca, le dijo:
-¿Así que sois cristianos devotos?
-No sólo soy cristiano –contestó el molesto caníbal-, ¡sino que me parece muy
inoportuno que me interrumpan cuando estoy entonando la oración de gracias!
Mantener hábitos automáticos, o sofisticaciones intelectuales sin un cambio en la
persona, o actividades emocionales sin una percepción profunda actuando sobre el
verdadero yo, no puede compararse nunca con la experiencia del místico.
Si esta historia se toma como una parábola de intentar izar a alguien a un estado
superior sin transformar sus aspectos inferiores, también puede servir como un ejemplo
clásico del argumento sufi de que los seres humanos deben clarificar su personalidad
antes de que puedan alcanzar ciertos niveles deseables. Llamémosle la
“incompatibilidad de tendencias que coexisten en el individuo”.
Durante los últimos quince años, más o menos, me he dado cuenta de que las
ideas que hemos introducido se están adoptando cada vez más, al tiempo que los
seguidores de cultos se adaptan al nuevo conocimiento. Así que permíteme que te
ofrezca un chiste que debería servir como aviso antes de adoptar los cultos que se han
vestido con los ropajes sufis, ya que están menos raídos que los propios.
Un hombre afirmaba:
-Mi vecino me ha pedido tantas cosas prestadas que algunas veces en su casa me
siento más en mi hogar que en mi propia casa...
Pero los gurus que hacen este tipo de imitación deberían tener cuidado. Algo
totalmente inesperado le ocurrió a uno de ellos cuando intentaba obtener alguna
información acerca de procedimientos sufis. Por cierto, estos acontecimientos son
bastante frecuentes en la historia sufi, pero iré directo a la historia, que resulta ser cierta:

La carga
Un hombre llamó a mi puerta y me pidió si podía entrar y dedicarle unos minutos, ya
que había contraído una gran deuda conmigo.
Tuve una impresión bastante clara de que esta persona no tenía ningún interés en
metafísica o en sicología tradicional, y estaba seguro de que era alguien , como a veces
decimos lamentándolo mucho, perceptivamente muerto.
De inmediato le pregunté cuál era su deuda.
-Sus escritos me han liberado de una gran carga.
Le dije que no creía que hubiese mejorado por nada que él hubiese leído...
-No es eso, se trata de lo que le ha ocurrido a mi hija.
Le dije que no conocía a su hija, y que mis escritos no estaban diseñados para
liberar de grandes cargas a las hijas de nadie.
¿Me contaría exactamente lo que había ocurrido? Me di cuenta de que debía
tratarse de algo en el nivel mecánico, de naturaleza sociológica, nada conectado con
algo profundo, se lo dije así...
-Bien, eso lo explica, verá, mi hija se hallaba en las manos de un guru terrible
que la dominaba por completo. ¡Él comenzó a leer sus libros y se volvió tan furioso que
murió de un ataque al corazón!
ESTO ES UN CHISTE REAL: EN EL SENTIDO DE QUE NO SÓLO
OCURRIÓ, SINO QUE ILUSTRA LOS NIVELES DIFERENTES DE
COMPRENSIÓN Y MALENTENDIDO, INCLUYENDO EL HECHO DE QUE
CUANDO LA GENTE (no este hombre) IMAGINAN QUE ESTÁN
‘HABLANDO DE ESPIRITUALIDAD’ TAN SÓLO SE ENCUENTRAN EN EL
NIVEL SUPERFICIAL DE LA VIDA HUMANA ORDINARIA (aunque tenga su
importancia).
Hoy en día, como siempre ha ocurrido, la gente siente ansiedad por obtener
secretos y conciencia superior mediante el método de los atajos. Escuchan hablar de
ejercicios y quieren usarlos para hacer algo. Esto está tan extendido, especialmente en
Occidente, que cualquiera intentará el yoga, la gente piensa que pueden alcanzar
percepciones espirituales a través de la meditación por sí sola. De modo que este chiste,
que debe entenderse como una parábola de la estupidez de tales personas, no es
inoportuno.

Afortunado
Un millonario de las perforaciones petrolíferas fue a un dentista, quien le preguntó:
-¿Qué diente quiere que le trate?
-Perfora donde quieras: ¡siento que hoy es mi día de suerte! –contestó el
magnate.
Al poner una situación en otro contexto, al tiempo que conservamos la
estructura, podemos ilustrar lo que realmente está ocurriendo. Esto no es muy diferente,
por ejemplo, a conseguir que un niño preste atención a un problema aritmético al hablar
de manzanas y cebollas, en vez de ‘unos, doses y treses’.
Resulta interesante observar que este chiste será muy valioso para mostrar la
falta de lógica y posibles resultados dañinos de adoptar ejercicios al azar (y la mayoría
de los experimentos ‘místicos’ son de hecho experimentación al azar). La trasposición a
manzanas y cebollas a partir de los unos, doses y treses en tales ejemplos ha funcionado
realmente. Llama la atención –aunque no sea alentador- observar que mucha gente no
pueden aprender del chiste, quizá porque, por decirlo de alguna manera, tienen
demasiado capital invertido en sus ejercicios...
Otro principio que se apoya en la observación es que en todos los estudios, como
en muchos otros aspectos de la vida, la gente tiene la tendencia a buscar cosas que les
atraen, antes que las que les serán convenientes. Se puede suponer que si este no fuese
el caso no existirían las industrias de la vanidad. El objetivo del estudio sufi
preparatorio, sin embargo, es el de ilustrar, mostrar y neutralizar la ambición superficial.
Los chistes han surgido para ilustrar ejemplos de esta tendencia con objeto de impedir
que se utilicen para escoger procedimientos de enseñanza.
El principio se puede presentar como: “La gente quiere lo que les atrae o
pretende darles lo que ellos piensan que necesitan. La enseñanza sufi intenta clarificar
tal situación y también suministrar lo que realmente necesitan”.
Esta broma lo ilustra.

Lo que quiere
Un hombre entró en una farmacia y pidió un regenerador de cabello
-Por supuesto, ¿quiere un frasco grande o pequeño?
-Uno pequeño, sin duda, ¡no quiere tener cabello muy largo!
Este factor a veces se conoce como el del ‘ligeramente sordo’: la víctima sólo
registra parcialmente la que quiere o lo que necesita.
Lo pone de manifiesto la historia de la mujer cuya hija la invitó a su boda en un
país lejano. La madre estaba encantada al saber que su hija al fin sentaba cabeza, y
también, por lo que entendió en la llamada telefónica a larga distancia, que se trataba de
un enlace muy adecuada. La madre la felicitó y se puso en viaje de inmediato.

Casarse...
Tan pronto como llegó al claro de la jungla donde las preparaciones para la boda se
encontraban muy adelantadas, la mujer pareció consternarse.
-¿Qué te pasa, madre, me dijiste que estabas encantada?
-Así era, pero debías habérmelo dicho: creí oírte decir que era un ¡MÉDICO
RICO, no un médico BRUJO! *
La gente escucha lo que quiere escuchar, e imaginan lo que desean obtener. El
dicho sufi es:
“¡Para una abeja Dios es algo que tiene DOS aguijones!”
Muchas de las razones por las cuales la gente inicia estudios espirituales o
avanzados estudios psicológicos y luego los abandona, debe buscarse en la disparidad

*Juego con la similitud fonética de: Rich / Witch. N.T.


entre sus expectativas (habitualmente basadas en condicionamiento o codicia) y la
realidad. Deseaban ciertas experiencias pero se les ofrecieron otras diferentes.
Resulta, por supuesto, difícil proporcionar a la gente cierta versión de una
verdad que ellos aún no pueden percibir, hasta el punto que les convenza de que vale la
pena buscarla: de ahí el vacío al que se ven abocados todo tipo de expectativas.
Algunos derviches que carecen de la suficiente maestría para darse cuenta de
esto, han intentado instruir mediante analogía, y han descubierto que la analogía por sí
misma no es adecuada. El cuento del derviche que caminaba sobre el agua se utiliza
para advertir contra dicho intento:

Porqué lo hizo
Ya que por definición no puedes comunicar lo incomunicable, cierto derviche trató de
encontrar un modo de transmitir, mediante demostración, algo de las maravillas que
había experimentado.
Se dijo para sí: “La respuesta se halla en la analogía”, y puso su mente a trabajar
en ello...
Tras un gran esfuerzo de prueba y error aprendió cómo caminar sobre el agua.
Convocó entonces a todos los miembros de la villa, encabezados por el alcalde,
y frente a ellos paseó lentamente a través de la superficie de un lago.
-¿Qué os ha parecido eso? –les preguntó al llegar a la orilla.
-Una cosa me tiene intrigado –dijo el alcalde-, ¿por qué no aprendiste a nadar
como todo el mundo?
Los chistes pueden conservarse en la mente o pueden invocarse para
proporcionar marcos útiles que nos recuerden esta dificultad de la memoria. Un cuento
de Nasrudin se utiliza con este propósito y –con la economía que le caracteriza- trata
también del problema en sí: el cuento de los zapatos.
Las enseñanzas a menudo deben explicarse o experimentarse muchas veces
antes de que queden establecidas, debido a la competencia de las ideas subjetivas, el
filtro a través del cual deben pasar las enseñanzas en la persona ordinaria que no les
puede prestar plena atención.

Zapatos
El Mulla se encontraba frente al magistrado, acusado de robar un par de zapatos.
-Nasrudin –dijo el juez-, los archivos muestran que fuiste acusado de robar un
par de zapatos hace cinco años.
-Sí –respondió el Mulla-, ¡y trate usted de que un par de zapatos le duren cinco
años!
Una de las paradojas que he observado es que la gente que no recuerda cosas que
les serían útiles, habitualmente son quienes tienen demasiada prisa: su agitación e
impaciencia finalmente retrasan su progreso. La gente me escribe muy a menudo para
decir que sienten que tienen muy poco tiempo, o que tienen que hacer esto o lo otro con
urgencia. Se trata de una situación que cumple el paradigma de: “Si esta es tu pregunta,
nunca serás capaz de entender la respuesta”. Pero se pude dar una respuesta, de nuevo
un chiste, que hemos observado que produce buenos resultados:

Pintando
El modo de responder, al tiempo que se ofrece una analogía, es mencionar al hombre a
quien se le preguntó porque estaba pintando con tanta prisa. Su respuesta fue:
-¡Me queda tan poca pintura que tengo miedo de que se termine antes de que
haya pintado esta puerta!
A menudo se ha dicho que todo el mundo posee percepciones superiores, pero
que no tienen acceso a ellas debido al efecto-barrera que supone el descuido y la
inconsciencia (el término técnico sufi es ghaflat), que impide la comprensión de algo
que, por decirlo de algún modo, ya se conoce.
Una de las principales causas de este ‘descuido’ es no prestarle la misma
atención a todos los materiales que se le ofrecen a uno. Acostumbrados a escoger lo que
les apetece, la gente hace lo mismo con los materiales de enseñanza sufi. El resultado se
puede resumir de este modo:

Músculos
Erase una vez un hombre que contrató un curso en musculación por correspondencia.
Cuando hubo terminado, escribió a la empresa que se lo suministró, diciendo:
-Señores, ya he terminado las lecciones. Por favor, envíenme los músculos.
A menudo la gente confunde una cosa con otra. Al escuchar que los milagros se
asocian con la religión, creen que las cosas son milagrosas cuando no lo son, o intentan
encontrar lo milagroso a expensas de la verdad. Como dice el dicho, no escucharían a
una fuente de conocimiento aunque estuviesen sentados en las ramas de un árbol con
ella. Quizá el dicho proceda de esta historia:

La explicación
Tres exploradores: un sacerdote, un hombre de negocios y un sufi –cuyos otros intereses
no conocemos- cruzaban una peligrosa jungla.
Con el paso de los días el número de bestias salvajes que merodeaban
hostilmente a su alrededor se hizo cada vez mayor. Finalmente tuvieron que buscar
refugio en un árbol.
Tras un debate de emergencia decidieron que uno de ellos debía salir en
búsqueda de ayuda, ya que si permanecían en la misma situación el temor, el hambre y
la fatiga finalmente les forzarían a ser presa de las mandíbulas de las voraces bestias.
Pero no alcanzaban a decidir quien debería ir:
-Yo no -dijo el sacerdote-, porque soy un hombre de Dios, y debo permanecer
para dar consuelo a quien se queda atrás.
-Yo no –dijo el hombre de negocios-, porque estoy pagando todos los gastos del
viaje.
El sufi no dijo nada, pero de repente empujó al sacerdote y le hizo caer de su
rama. El sacerdote cayó al suelo y de inmediato una feroz jauría de hienas le recogió,
luchó contra todos los otros animales y lo colocaron reverentemente en el lomo del
animal más grande de la jauría. Custodiándolo con cuidado, las hienas lo escoltaron
hacia lugar más seguro.
-¡Un milagro! –exclamó el hombre de negocios-. Tras tu acto de crueldad, la
gracia divina ha intervenido para salvar a ese buen hombre, y desde este momento me
convierto a una vida de santidad.
-Tranquilo –dijo el sufi- ya que después de todo hay otra explicación.
-¿Qué otra explicación puede haber? –gritó el hombre de negocios.
-Simplemente esta: miembros de la misma especie se reconocen, y los de más
bajo rango siempre reconocen a su líder y le rinden honores... –dijo el sufi.
Esta incapacidad para percibir la verdad debido al auto-engaño (para lo cual
existen remedios específicos) es la que provoca que la gente acepte ‘enseñanzas’
procedentes de ‘maestros’ que realmente no son enseñanzas. Los seudo-maestros
también caen en la misma trampa, y resulta tan conocido en Oriente que ha producido
esta historia bien conocida:
Tareas e iluminaciones
Los así llamados maestros espirituales a menudo no saben lo que están haciendo. Pero,
ya que difícilmente pueden hablar en confianza de esta situación con los demás, se
sienten aliviados cuando pueden discutir las dificultades resultantes entre ellos mismos.
Un día, cuando dos seudo-maestros del sendero místico se encontraron, uno de
ellos le dijo al otro (tras el habitual intercambio de halagos).
-Tengo un discípulo que constantemente me pide tareas e iluminación. ¿Tienes
alguna idea de lo que puedo hacer con él?
El otro iluminado respondió:
-Es interesante que menciones eso: yo he tenido un caso muy similar. Le hice
beber un vaso de queroseno.
Se despidieron y algunos meses más tarde se encontraron de nuevo.
El primer místico dijo:
-Ensayé tu idea con mi discípulo. ¡Él encendió una cerilla para fumarse un
cigarrillo, estalló en llamas y se consumió por completo!
-Cierto –dijo el otro-, lo mismo le ocurrió al mío...
No hace mucho charlaba con uno de los ‘derviches danzantes’ que algunas veces
viajan a Occidente para demostrar los movimientos giróvagos creados por el gran
místico Jalaluddin Rumi de Konya. Le mencioné que Rumi había dicho que sus
prácticas habían sido instituidas para el temperamento de la gente de la Turquía asiática,
no para Europa y América. De acuerdo con la práctica sufi, los ejercicios se diseñan
para unas personas y un periodo de tiempo específicos. ¿Acaso él no pensaba que era
bastante extraño ‘exportar’ cosas así?
Me respondió que la gente en Occidente asocian de modo automático la música
y el movimiento con cosas espirituales, y esto les generaría sentimientos que
considerarían espirituales, lo cual, sin duda era suficiente para ellos.

La Botella
Todo depende, por supuesto, de lo que se supone que estás haciendo; pero esto me hace
recordar una historia de Mulla Nasrudin cuando acampaba para pasar la noche, el Mulla
colocó una botella como cojín.
-Mulla –le dijo un amigo-, ¿no será esto demasiado duro?
-Como botella ordinaria, sí –dijo Nasrudin-, pero la voy a rellenar de paja antes
de recostar mi cabeza en ella.
El humor se utiliza para ayudar a la gente a recordar que uno es a menudo de
mentalidad tan literal, o responde tanto a reflejos condicionados, que el ritualismo y los
lemas sustituyen a la comprensión, o incluso a la acción.
Este ejemplo, que hace uso del idioma inglés, ilustra lo que podría ocurrir a nivel
social, si tal mentalidad predominase en los asuntos ordinarios. Se considera que el
efecto en asuntos espirituales es análogo.

Fuga
Un preso había escapado de la prisión durante una tormenta y se le informó del hecho al
director de la prisión . El director reaccionó de inmediato:
-¡Enviad a los gatos en su persecución!
-Señor, imagino que lo que usted quiso decir es: ¡Enviad a los perros! –dijo uno
de los guardianes.
-Por supuesto que no. ¡No haría salir a un perro en una noche como esta! *
* La expresión coloquial inglesa: “Llueven perros y gatos” se utiliza para describir una fuerte tormenta.
N.T.

La gente a menudo imagina que si no obtienen lo que quieren y cuando lo quieren, han
perdido el tiempo, o que hay que culpar a alguien por ello. También pueden pensar que
tienen que culparse a sí-mismos, cuando lo fundamental es el tiempo oportuno, el lugar
idóneo, y la gente adecuada.
Puedes mantener esto en tu mente mediante una analogía, que se supone que no
debe tomarse como una regla de oro, pero se ha redactado para mostrarte factores
variables de sincronía y cómo la gente no calcula cosas que alteran las circunstancias.
Esta es la historia:

Una apuesta
Un hombre compró un loro. Al llegar a casa le dijo:
-Voy a enseñarte a hablar.
-No te molestes –respondió el pájaro- ¡ya puedo hablar!
El hombre se sintió tan asombrado que se llevó al loro a una casa de té.
-¡Mirad, aquí traigo a un fantástico loro parlante!
Pero el loro no habló para nada, aunque el hombre insistía en que podía hacerlo.
La gente le apostó diez a uno a que no podría, y el hombre perdió la apuesta. Nada hacía
hablar al loro.
De regreso a casa, perseguido por lo abucheos de sus amigos, el hombre le dio
unos cachetes al loro y dijo:
-¡Tonto, mira la cantidad de dinero que me has hecho perder!
-Tú eres el tonto –dijo el loro- ¡Mañana me llevas de nuevo a la casa de té y
podrás ganar cien a uno en las apuestas!
“Tiempo, lugar y gente”, por supuesto, es el mensaje. Mantener este principio en
la mente ayuda a activarlo. Esto, a su vez, alerta a uno respecto a las ‘ocasiones’ cuando
el progreso en la conciencia superior se hace posible.
Una vez esta idea está incorporada firmemente, y puede recordarse, se puede
asociar con gran efecto al siguiente principio, que implica trasfondo. Uno puede ser
capaz de percibir algo cuando alcanza la sincronía de tiempo, lugar y gente; pero a
menos que uno también haya desarrollado una suficiente comprensión de la habilidad
para ‘descodificar’ los que los ‘mensajes del más allá’ significan, el esfuerzo es baldío.
Podemos invocar un cuento para referirnos a lo que ocurre cuando los resultados
se alcanzan con un recipiente inadecuado:

El significado
Tras más de cincuenta años de ateismo, los científicos en Rusia comenzaron a sentir
curiosidad acerca de qué podía ser la religión.
Un grupo de ellos tomó un libro de citas sagradas y decidió que se decodificase
mediante un ordenador analógico. Abrieron el libro y escogieron la primera frase que
vieron, mecanografiándola en el teclado.
La frase era: “El espíritu está dispuesto pero la carne es débil”.
Se congregaron alrededor de la impresora cuando comenzaron a aparecer las
palabras. Al leer el mensaje se disparó su asombro:
“El vodka está listo pero el fiambre está desvitalizado”.
-Ahora nos explicamos porqué la religión solía desconcertar a la gente –se
dijeron unos a otros.
Entonces uno de ellos tuvo una idea. Grabó el título del libro: Pequeños
fragmentos irreflexivos en el decodificador. La traducción que salió fue “Puddings mal
elaborados”
-Está claro –exclamó- habéis cogido el libro equivocado, este es uno que trata de
los abusos de la cocina...
Aún están buscando un auténtico texto religioso.
La enseñanza humorística sufi a menudo pone el acento en la necesidad de
disponer de la adecuada información y experiencias, en el orden correcto. A menudo
personas que se consideran sensitivas a las percepciones profundas demuestran que ni
tan siquiera participan de ellas.

Demasiada molestia
Un hombre –siguiendo la narración de un viejo chiste occidental- entró en un lugar que
tenía un cartel en el exterior: “Se sirve cualquier tipo de bocadillo”.
-Quiero un bocadillo de elefante –pidió el hombre.
-Disculpe, señor –respondió el camarero-, pero no podemos descuartizar un
elefante para un solo bocadillo.
En la famosa historia del Elefante en la Oscuridad, por supuesto, cada persona
había tocado y entendido una parte del elefante. Podríamos utilizar este cuento
occidental para subrayar que no puedes evaluar un trozo de conciencia superior (el
elefante) aunque seas capaz de ‘comprar’ un trozo de algo que consideres similar, por
ejemplo un bocadillo de queso...
La historia precedente también es una prueba útil para sondear la conciencia
presente en los estudiantes. Dejando a un lado al obsesivo trasnochado que odia cuentos
así, la reacción más habitual es que el camarero demuestra ser más listo que el cliente
chulo. Sin embargo, en nuestra experiencia, los estudiantes más capaces que otros a la
hora de ejercitar su atención son los que a menudo comentarán que la historia indica
también la existencia de una tendencia inútil a llegar a conclusiones ineficaces a partir
de los materiales que se les presenta a la gente.
Quienes no pueden ver esto de inmediato pueden habitualmente hacerlo tras ser
expuestos a este cuento asociado:

El Significado
Cierto profesor estaba demostrando un descubrimiento notable delante de los miembros
y colegas de una erudita Academia de su país.
Comenzó sacando tres moscas de una caja de cerillas. Luego les ordenó que
volaran tres veces alrededor de una mesa. Luego, siguiendo sus órdenes, saltaron cinco
veces. Finalmente bailaron claqué en silencio sobre una mesa. Todo esto mientras sus
imágenes grabadas mediante cámara aparecían en una gigantesca pantalla con el
propósito de hacer visible tales evoluciones a una gran audiencia.
Los espectadores estaban embelesados.
-Y ahora –dijo el erudito-, os ofreceré la demostración que ilustra mi
descubrimiento.
Cogió a las moscas y colocó gotas de miel en sus patas, pegándolas a la mesa.
Acto seguido exclamó:
-¡Moscas, a saltar!
Las moscas permanecieron lamiéndose el pegajoso material.
-Y eso, señores, demuestra que cuando a las moscas se les cubren las patas con
miel, ¡pierden su sentido del oído! –concluyó el profesor.
Lo creas o no, las dos historias precedentes no resultan graciosas para las
personas que sufren de alguna de las características comunes al profesor y al cliente del
bar de bocadillos: la estrechez de miras provoca incapacidad para comprender. En la
vida ordinaria esto habitualmente se ve en la gente que intenta obtener más de lo que
pueden de una situación de la que al final salen perdiendo.
Esto lo muestra de un modo excelente otro chiste occidental –americano en este
caso- acerca de intentar conseguir cosas de modo barato.

Valor
Un hombre le acababa de dar a una hermosa muchacha un anillo engastado con una
brillante piedra del tamaño de una nuez.
La joven preguntó:
-¿Es esto un diamante VERDADERO?
-Espero que sí –dijo el hombre-, ¡porque si no lo es me habrán estafado tres
dólares!
Dogmatismo es un seudónimo que se aplica al los seudo-maestros que a menudo
se consideran verdaderos, en especial en el Lejano Oriente. Presentamos una historia
que allí se utiliza entre gurús legítimos, dicha historia siempre consigue confundir o
molestar a los impostores (a menudo muy famosos). Sin embargo, siempre debe ser
puesta a prueba, narrándola sin mostrar ningún indicio de que se trata de un chiste:

Escrito en ella
Cierta dama americana millonaria se encontraba visitando a un guru indio que se
presentaba como el más grande de todos. Al guru se le había dicho por adelantado que
la dama tenía intenciones de hacer un gran donativo para su labor.
Cuando llegó el momento para aparecer en su darshan (tiempo de recepción) el
guru identificó a su visitante entre la multitud que había acudido a rendirle honores.
-Si, ¿dime? Le dijo el gurú a la dama de inmediato.
-¿Quién es el hombre más importante en el mundo? –preguntó la mujer.
-CORNPONE U –respondió el guru sin vacilar un momento. *
Más tarde su asistente principal le preguntó porque había respondido de un
modo tan extraño.
-Oh gran maestro. ¿Qué extraña sabiduría se esconde ahí?
-Por supuesto –dijo el mahatma-, sé que el hombre más importante en el mundo
soy YO. Pero cuando vi por la inscripción de su camiseta que ella respetaba a alguien
más, me dije a mí mismo, “el negocio es el negocio”. Y, además, probablemente esa
persona ya esté muerta, así que no hay inconveniente en rendirle honores...
Y, sin embargo, los sufis a menudo responden a la audiencia de un modo que
ellos no esperan, y tales respuestas causan dificultades. En general esto se debe a que
quienes escuchan están demasiado llenos de sí-mismo para beneficiarse de lo que se ha
dicho o hecho. Una historia ayuda a fijar en la mente la necesidad de observar la
ocasión y el contenido, y no relacionar todo lo que a uno le pasa con las propias
neurosis o preocupaciones:

*Cornpone: pan de maíz que se elabora en los estados sureños de USA. Figuradamente se utiliza en el
sentido de ser simple y rústico, bobo feliz. CORNPONE U: Opta por ser bobo, vuélvete simplón. N.T

Violencia
Un día un zorro se acercó a un ratón y dijo:
-¡Soy el rey de las bestias!
-Por supuesto que lo eres –dijo el atemorizado ratón.
Vio entonces a un gatito:
-¿Acaso no soy el rey de las bestias? –gruño el zorro.
-Si, sin duda –dijo el amedrentado gatito.
El zorro abordó a un conejo, y luego a una gallina, y finalmente a un topo. Todos
confirmaron rápidamente que el zorro era el rey de los animales.
De repente el zorro se cruzó con un león, que se encontraba en un claro del
bosque. El zorro se le acercó con rapidez y exclamó que él era el rey de las bestias.
El león no dijo nada; pero le dio tal golpe al zorro que lo dejó aturdido y luego
rugió en su oreja.
El zorro logró ponerse de pie temblorosamente y se alejó a rastras y
lamentándose:
-La fuerza no es la respuesta a la palabra. He herido tus sentimientos y tú única
respuesta es ponerte violento.
Las escuelas sufis tienen un poder de seducción que atraen tanto al que es
totalmente inadecuado para la tarea como a esa dimensión en muchas personas que no
es la parte que debería conectarse con la enseñanza. De hecho la enseñanza sufi es
difícil e impredecible. Las personas deben aprender lo que necesitan saber, no lo que
puedan creer que quieren. La apariencia externa de las cosas, que algunas veces ha
incluido la música y la danza, ropas extrañas y vestiduras, rango en la comunidad, la
apariencia de secretos y logros; todo esto puede tener su lugar, pero no constituye el
estudio sufi, del mismo modo que los elementos externos de algo no constituyen su
base, su raíz, la realidad, el esfuerzo que hay que invertir para producir el efecto o las
apariencias.
Los imitadores y las personas que imaginan que las cosas sufis son tan sólo lo
externo, organizan ceremonias e iniciaciones, reuniones y grupos, estudios y otras
actividades, incluyendo supuestas ‘enseñanzas’ que fomentan la emoción, incluso libros
y recitales que contienen esta atractiva cualidad. Alguna gente nunca descubre que, en
vez de tener una naturaleza espiritual, de hecho han sido consumidores de las vanidades
y lo externo.
Existe una historia muy antigua, expresada en términos religiosos, que intenta
mostrar de modo gráfico una estructura que permita mantener en la mente, cuando se
aspira a cosas reales, que la atención no hay que desviarla por la atracción que ejercen
en nosotros los estímulos que de hecho son superficiales.

Vista previa
La historia trata acerca de un hombre que murió y fue recibido por un ángel que le dijo:
-Durante tu vida siempre creíste que las cosas aquí no podían ser tan malas como
pensabas. ¿Te gustaría ver el Cielo y el Infierno y escoger tu propio destino, del mismo
modo que siempre has escogido en tu vida terrena?
Estuvo de acuerdo, por supuesto, y el ángel abrió una puerta marcada con el
signo “Infierno”. Dentro se encontraban juerguistas y gente danzando y tocando
tambores. Parecía como si una orgía permanente estuviese en marcha, hombres y
mujeres flirteaban, demonios y espíritus campaban a sus anchas. Parecía todo muy
activo e interesante. Luego el ángel abrió la puerta marcada como “Cielo”. En el interior
se veían hileras de gente sonriente, sentados confortablemente, en un estado de felicidad
aséptica. Pero parecía todo más bien frío.
-Escojo el primer lugar –dijo el hombre, ya que no quería pasar toda la eternidad
sin hacer nada.
Regresaron a la primera puerta y el ángel la abrió. De inmediato fue ensartado
por una horca y arrojado a una caverna llena de llamas y mugre, hollín y humos, los
demonios arremetían a latigazos contra los residentes y se escuchaba un constante
retumbar de truenos. Dolorido y casi sin poder respirar, logró levantarse y detuvo a un
diablo que pasaba.
-Fui traído de visita y escogí el Infierno. ¡Pero era un lugar totalmente distinto a
este!
El demonio sonrió burlonamente
-Ah pero tú estabas de visita en ese momento. ¡Eso era tan solo para los turistas!
Por supuesto, existe el dicho: “atribuye mala reputación a un perro y luego
puedes colgarlo...” No hay duda de que hasta muy recientemente en la mayoría de las
sociedades humanas existían poderosos convencionalismos que consideraban
inaceptables a todos los representantes de las psicologías tradicionales, a menos que
fuesen repugnantemente dulces (en cuyo cosa podrían denominarse ‘buenos y santos’) o
ásperos y desagradables (en cuyo caso podían ignorarse por ser inaceptables). Estos son
los factores que han moldeado el comportamiento externo de muchos maestros
esotéricos, tanto los genuinos como los falsos.
En una palabra, han sido una minoría oprimida, que se ha visto forzada a aceptar
los papeles externos impuestos sobre ellos por una sociedad que tiene sus propios
objetivos, ninguno de los cuales, para ser claros, incluyen el objetivo de la comprensión
del hombre o la mujer mediante métodos místicos.
Esto significó que la comprensión sufi –y otras- no pudo nutrir a la principal
corriente de preocupaciones humanas excepto bajo un disfraz. Un libro sufi, para ser
aceptado, tenía que ser de una calidad literaria exquisita o contener poesía muy notable.
Las contribuciones científicas y de otro tipo debían hacerse de modo anónimo. Los sufis
debían organizarse secretamente; y entonces se les acusaba de ser herméticos.
En la actualidad las cosas son muy diferentes; pero, como ocurre con todo tipo
de otras áreas de la vida humana, las noticias no han penetrada lo suficiente, así que aún
encontrarás a gente que persigue a quienes dicen y hacen cosas que los perseguidores
consideran amenazantes.
Como analogía te ofrezco la historia del sufi que fue capturado por fanáticos, y
este cuento es contado por todo tipo de minorías oprimidas.

Tramposo
El sultán decidió enfrentar al sufi contra leones salvajes en un estadio, para entretener al
tiempo que advertir a la multitud. Acudieron muchos miles. El sufi entró en el
anfiteatro, agarró a los leones por las orejas y los arrojó fuera del ruedo. La multitud
enloqueció. Entones el sultán ordenó que lo atasen de pies y manos y que trajesen a los
elefantes para pisotearlo. El sufi consiguió rodar lejos de las patas de los elefantes
mediante movimientos sincronizados en el último instante. La multitud rugió.
El sultán hizo que excavasen un hoyo y el sufi fue enterrado hasta el cuello,
ordenó entonces que tres fuertes y habilidosos espadachines cortaran su cabeza.
Comenzaron los mandobles y el sufi movía la cabeza de un lado a otro para evitar los
ataques, hasta que los espadachines comenzaron a sentirse agotados. Pero llegados a ese
punto la muchedumbre estaba de pie, gritando:
-Quédate quieto y lucha como un hombre, místico tramposo...
Así como el problema de la persona ordinaria es comprender que las apariencias
no son necesariamente la realidad, del mismo modo el problema del maestro es ayudar a
que surja esta comprensión en la gente que pueda beneficiarse de ello:

Para que estaba ahí


Un hombre con un rosario colgando alrededor del cuello, vistiendo sandalias y un
manto con capucha, portando un cuenco de mendicante y con una crecida y blanca
barba, se hallaba rodeado por una multitud en cierta ciudad. La gente clamaba por su
bendición y el hombre les condujo a la cima de una colina donde se sentó en silencio
durante varias horas.
Finalmente alguien se le acercó tímidamente y pidió que les hablase.
-Se que todos habéis estado aguardando las palabras del Gran Maestro fulano de
tal –les dijo-, y espero que su visita a esta ciudad, que ya ha finalizado, haya traído las
acostumbradas bendiciones sobre ella... Pero MI trabajo ha finalizado ahora, ya que él
ya habrá pasado a través de las calles en vuestra ausencia...
-Entonces, ¿QUIÉN ERES TÚ? -gritaron los frenéticos adoradores.
-¿Yo? Oh, yo soy el señuelo...
Puede ser un asunto de pura supervivencia para los sufis ser capaces de
transmitir la realidad de experiencias no percibidas, como la historia del erudito que
tuvo que demostrar a los analfabetos que en realidad se encontraba leyendo un libro,
pero a esa historia llegaremos en un momento.
Los sufis afirman siempre que sus experiencias son de una naturaleza que tan
sólo pueden percibirla gente capaz de comprender qué es lo que significan y que esto,
en sí-mismo, se debe a una sintonización especial. Todo ello suena a ambigüedad a
mucha gente que son hostiles o temen que están tratando con algo fingido. Pero, ya que
incluso en el nivel más bajo es posible ver que justo podría existir una analogía, los
sufis algunas veces explican cosas del siguiente modo a los eruditos:

Prueba
Un erudito, en su propia vida, puede tener experiencias al tratar con gente fuera de su
campo de actuación, o en un nivel diferente, que son similares en grado o en perspectiva
de aquellas que un sufi encuentra en su propio campo.
Un día un erudito tropezó con un grupo de bandidos que amenazaron con
asesinarlo.
-Pienso que eres un espía o un agente de la policía – dijo el jefe de la banda.
-No, no lo soy, tan sólo soy un pobre erudito –dijo el desafortunado cautivo.
-¿Cómo puedes probarlo?
-Puedo leer un libro
-Eso no sirve de nada, somos analfabetos. ¿Cómo sabremos que realmente lees,
y no que estás inventándotelo todo?
De modo que lo mataron.
-No me habría convertido en jefe de esta banda de proscritos si me hubiese
creído todo lo que la gente dice –dijo el jefe.
Y su sabiduría, por supuesto, fue aplaudida unánimemente por sus hombres.
Atribuir las características propias a otros, tan común tanto entre personas
generosas como tacañas, necesita que se ilustre y que se fije en cuentos vívidos. La
brevedad del cuento permite aplicar un impacto a alguien y sacarle de su hábito-patrón.
Existe la necesidad de subrayar el síndrome ya que la comprensión sufi no puede surgir
en gente que se engañan a sí mismos casi por completo. Por lo tanto, imaginar que la
motivación de la otra persona corresponde con la nuestra es auto-engaño.
Los sufis han incorporado el necesario factor ‘impacto’ en algunos de estos
chistes al indicar en su contenido la posible falsedad de ciertas suposiciones fáciles. En
el siguiente chiste, la persistente creencia de que un aprendiz debería obtener todo gratis
se vuelve en contra de la tacañería del aprendiz de forma divertida.
Sin Costes
Un hombre avaricioso y lleno de opiniones, quien al mismo tiempo tenía un potencial
de aprendizaje bastante superficial, pidió a un maestro sufi que le aceptase como
discípulo. Con anterioridad se había asegurado prudentemente de que el sufi nunca
solicitaba dinero a cambio del conocimiento.
-Te aceptaré con una condición –dijo el sufi.
-La que quieras –dijo el tacaño seguro de sí mismo.
-Que en primer lugar me des un salario de seis meses.
-¡Pero nunca deberías pedir que te pagasen por la sabiduría!
-El pago no es por la sabiduría. ¡Es para compensar a nuestra escuela por la mala
reputación que nos adjudicarán como impostores si admitimos a gente como tú!
Los rompecabezas humorísticos, familiares para la mayoría de los niños de
escuela, se utilizan como diversiones en los círculos ordinarios. Los sufis emplean los
rompecabezas para proporcionar una ilustración de los modos en que la mente funciona.
Por ejemplo, ciertos ejercicios sufis han de llevarse a cabo para proporcionar peldaños a
posteriores desarrollos de la comprensión.

Cruzando el río
El discípulo de un sufi quería saber porqué no sólo tenía que arrepentirse, sino que
posteriormente había de arrepentirse de su arrepentimiento. Se le dijo que el
arrepentimiento es algo que cualquiera puede hacer hasta cierto grado; la razón para
arrepentirte de ello es que tienes que alejarte de la obsesión egocéntrica. ¿Por qué no
hacerlo en un solo movimiento? Aquí es donde encaja la historia:
Es como el caso del hombre que tenía tres cosas con las que cruzar un río en una
barca, pero sólo podía cruzar con una cada vez, y algunas de ellas eran más vulnerables
que otras.
El hombre disponía de un gato, un ratón y cierta cantidad de queso. La solución
es que primero debía coger al ratón y dejarlo en la otra orilla, mientras volvía a recoger
al gato. Luego traía el ratón de regreso a la otra orilla y transportaba el queso a través
del río. Por último regresaba para recoger el ratón.
Este tipo de explicación ofrece algo a medio camino entre una aclaración y una
alegoría: una equivalencia.
Por supuesto, algunas veces a la explicación le siguen unas preguntas que,
aunque no son humorísticas, provocan aclaraciones adicionales de la historia. Por
ejemplo:
P: ¿Pero, no podría poner el queso o el ratón en una caja, de modo que no se
pudiesen comer?
R: Si dispusiese de una caja no tendríamos historia. Si los discípulos pudiesen
aprender del modo en que piensan que pueden aprender, sin maestros dándoles
estructuras, ¡entonces no se necesitaría un maestro!
Al involucrarse se descubre que el supuesto carácter elusivo de los conceptos y
experiencias sufis no corresponde a la realidad. La experiencia sufi es difícil de registrar
en la mente sólo para quienes están acostumbrados a impactos más crudos: del mismo
modo que el sonido de las manecillas de un reloj no será audible para alguien
ensordecido por las campanas de una iglesia, o que esté escuchando la sirena de una
factoría.
Resulta interesante que la gente atribuya sentido espiritual a las cosas que les
movilizan poderosamente en un sentido emocional. Las gentes primitivas o ignorantes,
por supuesto, adoran (hasta que aprenden) como milagros o atribuyen naturaleza divina
a elementos naturales como el trueno o cosas manufacturadas como las armas. Aunque
los historiadores, antropólogos y psicólogos conocen tal fenómeno y lo han divulgado
ampliamente, esta reacción primitiva perdura, en especial en países “desarrollados”.
Una experiencia sutil o de baja intensidad no se busca, ni se aprecia ni se comprende
donde exista una experiencia más grosera. Yo denominaría a esto el diagnóstico de si
una persona sabe algo respecto a las percepciones superiores: ¿puede trabajar con
percepciones sutiles? ¿es capaz de ver la crudeza de las percepciones groseras?
Existe una analogía en el cuento de los dos muchachos que hablaban acerca de
golosinas.

Sentir es conocer
El primer muchacho dijo:
-Me pregunto por qué siempre compramos los caramelos duros que destrozan las
muelas, cuando los caramelos blandos son mucho más dulces.
-¡Yo los compro porque me gusta SABER que estoy comiendo algo!
El objetivo sufi es del todo diferente. Alguien puede estar aprendiendo en la vía
sufi, aunque sea inconsciente de ello. Aún mejor, puede estar aprendiendo de un modo
sutil que equivale al sabor de los dulces, no a su dureza. De hecho es casi clásico en el
contexto sufi que la posibilidad de un aprendizaje real surge tan sólo cuando dejan de
buscarse los estímulos groseros.
Se podría decir que existen dos ‘criterios’. La gente está alerta ante las cosas que
les son familiares o ante cosas que activan una o más de sus percepciones ligadas a la
emoción. Estos hábitos dejan un gran campo de capacidades humanas sin utilizar en el
ámbito más sensitivo, con el cual trabajan los sufis. Para hacerlo, sin embargo, los sufis
siempre tienen que aprender acerca de la atención global, así como la atención
concentrada.
La lectura selectiva, seguir sólo las cosas que uno decide que son interesantes o
fundamentales para el conocimiento sufi –o cualquier otro tipo de conocimiento- puede
producir resultados ridículos, si es que produce algo. A esta actitud se le ha llamado:
“hacer un peine sin las púas”. Me gusta en particular una historia que pretende ayudar al
aprendiz a darse cuenta de la necesidad de prestarle atención a todos los aspectos de una
historia de enseñanza, o a las instrucciones prescritas por un auténtico maestro, o
incluso a procedimientos transmitidos desde la antigüedad.

La luna de miel
Se vio a un hombre vestido con exóticos ropajes y dando saltos y armando jolgorio en
las calles de una ciudad. Alguien le preguntó por qué lo hacía.
-¿Y por qué no voy a hacerlo? ¡Estoy en mi luna de miel!
-¿Pero, dónde está tu novia?
-¡Ella ya estuvo aquí una vez, así que se quedó en casa!
Se ha dicho que un ‘maestro con mucho tacto no es maestro alguno’. La
reputación que algunos sufis han tenido tradicionalmente de mostrar mal carácter se
debe sin duda a que primordialmente les preocupa alcanzar sus objetivos, dejando en un
segundo plano lo que personas sensitivas socialmente, pero espiritualmente muertas,
puedan pensar de ellos.
Si aplicamos la prueba sufi a la mayoría de las personas que en general se
consideran maestros espirituales o místicos, no hay duda de que la mayoría(ya que
asocian la espiritualidad con la amabilidad en cualquier circunstancia) insistiría en que
los sufis no son nada espirituales; mientras que los sufis tendrán la tendencia a ignorar a
los otros por estar implicados en asuntos sociales, tribales, comunitarios; pero no
intrínsecamente espirituales.
Maestro con mucho tacto
Estuve hablando con cierto maestro espiritual famoso mundialmente, que
siempre se encontraba rodeado de discípulos y seguidores. Por lo que decía me di
cuenta que rechazaba las cosas que la gente hacía; de hecho protestaba intensamente
acerca de su actitud.
-Quieren que hagamos festivales, y dicen ‘tenemos que trabajar todos para
montar un festival...’ Imaginan que deberían orar, así que dicen: ‘Ahora deberíamos orar
todos...’ Vienen a mí y dicen: ‘Nos tienes que dar una conferencia...’
Le contesté:
-Entonces, ¿por qué no les dices que esperen hasta que tengas alguna enseñanza
para ellos; hasta que tengas a las personas adecuadas en el lugar idóneo y el tiempo
oportuno?
-Lo he intentado –dijo- pero no escuchan, o me abandonan.
-Pero, ¿cómo te reconcilias con tu conciencia cuando descubres que estás
accediendo a todas sus peticiones?
-Hemos llegado a cierto tipo de acuerdo. He conseguido que siempre digan:
‘Deberíamos tener un servicio religioso, ¿o no?’ cuando desean hacer algo. Y yo
siempre respondo ‘Si’ en voz alta, ‘pero aún no’ por lo bajo.
Considero que esto hay que clasificarlo bajo la etiqueta ‘humor de situación’,
aunque no se pretende que sea un chiste...
La gente pregunta con cierta frecuencia a los sufis si hay algo de malo en ser
educado, y por qué la sensitividad no debería ser compañera del comportamiento
adecuado. El hecho contrastado pone de relieve las prioridades. Si una casa se está
quemando, actuarás de acuerdo a la situación, y tu comportamiento refinado saltará por
los aires. Esto no significa que seas un grosero o lo pretendas ser.
También deberíamos observar que se pierde el tiempo en ceremonial si algo más
efectivo pudiese hacerse en su lugar.
Nasrudin estaba sentado junto a la mesa de un café observando a dos hombres al
lado de un agujero en el camino.
-¿En qué estás pensando, Mulla? –le preguntó un transeúnte.
-En lo holgazanes que son la gente. He estado sentado aquí durante cuatro horas,
y no he levantado mis ojos de esos hombres. ¿Podrás creerte que durante todo ese
tiempo, ninguno de ellos ha hecho trabajo alguno?
Hay muchos chistes acerca de la diferencia entre cómo el sufi ve algo –la
Realidad- y la preocupación de la mayoría de la gente que le rodea: el ritual. El sufi con
frecuencia es víctima de esa farsa llamada vida diaria. De hecho necesita una gran
habilidad para planificar como evitar las molestias. Los más grandes sufis han sido
venerados (la mayoría aún lo son) y convertidos casi en objetos de culto: un ejemplo
claro de incomprensión, de que la gente anhela idolatría, no el conocimiento. Muchos
han sido asesinados por apostasía, debido a órdenes que emanaban de un tribunal de
justicia. A muchos más se les ha adjudicado el epíteto de idiotas, ya que esta es la única
conclusión a la que la gente ordinaria puede llegar respecto al comportamiento que está
ligado con ‘algo más allá’. ¿Acaso un fenómeno tal no produciría una avalancha de
chistes?

Intención
En una ocasión un sufi se encontró en medio de una enorme masa de gente que se
arremolinaba en el exterior del palacio del rey de su país. El rey había ordenado que
toda la gente famosa de su reino se reuniese y que se recitasen odas en su honor; los
poetas de la corte habían estado trabajando durante meses para tener listos sus versos, y
éste era el día de la gran Asamblea de Honor.
Los guardias reales separaron a los huéspedes de los espectadores, pero el sufi
comenzó a proferir frases:
-No quiero ser alabado, no quiero recibir honores, no quiero que se recite
ninguna oda en mi homenaje...
Esto, sin embargo, no sirvió de nada, ya que los guardias lo empujaron hasta el
salón de audiencias. El sufi forcejeaba con tanta intensidad (los otros tan sólo se
resistían siguiendo una costumbre local de mostrar modestia) que el rey ordenó que lo
sentasen al lado del trono. Entonces el rey ordenó al adalid de los poetas que recitase
una oda en honor de este hombre tan modesto. No se encontró poema alguno. Le
preguntaron al sabio su nombre, pero nadie podía recordar quién era él, si es que era
“alguien”. Al fin el rey le pidió que hablase. El sufi dijo:
-¡No quiero ser alabado!
-¿Por qué no? –preguntó el rey-. ¡Si no deseabas ser alabado no debería haber
venido a la Asamblea!
-Pero, yo no vine, fueron tus guardias quienes me prendieron en la calle. Yo no
estaba invitado... Todo lo que estaba haciendo era decir que NO QUIERO SER
ALABADO...
El sufi es un idiota para el hombre externo, el otro es un zoquete para el sufi. El
hombre ordinario, afortunadamente, pocas veces mantiene el contacto con el sufi, lo
cual le da a este último una mayor posibilidad de enseñar a quienes pueden aprender. El
sufi, tenazmente, volverá una y otra vez al mismo punto, ya que sabe que sus chistes y
otras técnicas en general establecen una base de comprensión que finalmente se
convertirá en semillero fértil. La siguiente historia se utiliza tanto para ilustrar la
doctrina de ‘tiempo, lugar y gente’ como también para alentar al oyente, que puede ser
capaz de concebir que su comprensión, aunque débil, también se puede desarrollar. Por
supuesto, él es el ‘primer discípulo’ de la historia. El hecho de que en esta historia el
sufi le haya aceptado es el punto de esperanza de que su actitud obtusa finalmente dará
paso a algo que valga la pena:

Deducción
Cierto sabio tenía dos discípulos; el primero era muy argumentativo y el segundo era
silencioso. Un día tras otro, semana tras semana, año tras año, el primer discípulo
contradecía al hombre sabio, rehusaba obedecer sus órdenes, entendía mal lo que se le
decía, le acosaba pidiéndoles ‘enseñanzas’ y explicaciones, y en general convertía la
convivencia en algo muy incómodo.
Habían pasado varios años y finalmente un día el viejo maestro entró en una
habitación donde los discípulos estaban sentados con un amigo, señaló con su dedo al
discípulo silencioso, y el hombre obtuvo la iluminación de inmediato.
-Mira eso –dijo el visitante-. ¡Si hubieses hecho caso al sabio como hizo el
silencioso, las cosas habrían sido diferentes!
-¡Ni lo sueñes! –respondió el incómodo seguidor-. El sabio puede que al fin haya
entrado en acción, pero ¿quién lo estuvo ablandando todo este tiempo?

Como averiguarlo
La gente está siempre diciendo cosas como:
-¿Cómo puedo convertirme en sufi sin un maestro? Después de todo, muchos
sufis famosos lo consiguieron...
Tienes que ofrecerles una ilustración memorable que pueda fijar el principio de
que las circunstancias alteran los casos. Un chiste como el siguiente ayudará, no porque
sea estrictamente relevante en el sentido de constituir una parábola o símil, sino porque
el impacto gracioso que provoca ayuda a actuar en un nivel similar a las expectativas de
la otra persona.

Patos
Un viajero se dirigió a un campesino y le preguntó si se podía vadear a través de una
corriente de agua. El hombre le aseguró que podía hacerlo. Sin embargo, cuando aún no
había cruzado la mitad, el viajero descubrió que el agua casi le cubría la cabeza, y tuvo
que regresar con muchas dificultades hasta la orilla, donde aún se encontraba sentado el
campesino.
-Me dijiste que podía cruzar porque el agua no era lo suficientemente profunda,
¡idiota! –gritó el viajero.
-Si te digo la verdad, no puedo entenderlo –dijo el palurdo-, a los patos nunca les
cubre más arriba de la mitad...
Pero si el estudiante puede aprender a verse a sí-mismo básicamente como un
palurdo en la tierra de los sufis, ¿cómo puede saber si se encuentra en esa tierra o no?
¿Qué maestro es genuino, y cuál es un fraude o se auto-engaña?
Los propios sufis siempre han proporcionado innumerables historias para
quienes aspiran a ser estudiantes. La mayoría se basan en el principio de que el
estudiante debe estudiar al maestro para ver mediante sus palabras y acciones si está
actuando en un nivel superior, o si tan sólo es un fenómeno social. El reparo a esto –que
el estudiante no puede evaluarle, ya que el maestro trabaja en un dominio invisible- es
cierto sólo hasta cierto punto. Cuando un supuesto maestro sufi manifiesta flaquezas
ordinarias o debilidades como parte del patrón de su vida, y si el estudiante ha llevado a
cabo suficiente trabajo interno que le proporcione una capacidad de juicio fiel, la verdad
será evidente. Esta es la razón por la cual los sufis proporcionan simultáneamente
material respecto a cómo dejar a un lado prejuicios y también acerca de las
características de comportamiento de los maestros indignos. Veamos aquí un buen
ejemplo:

Oro para todo el mundo


Había una vez cierto maestro místico o, al menos, alguien que pensaba serlo. La única
dificultad es que no tenía discípulos. Daba arengas y se comportaba con misterio, pero
nada ocurría.
Un día se quejaba ante cierto tipo de monje vagabundo, diciendo que le daría
una moneda de plata por cada discípulo que el otro pudiese traerle.
-No hay ningún problema en eso –dijo el monje-, tengo una gran experiencia en
estas cosas. Dame de plazo hasta mañana por la mañana.
Poco después del amanecer el místico se despertó con el sonido de miles de
personas entonando su nombre mientras se congregaban en la plaza de la ciudad. Se
apresuraba a salir de su casa para encontrarse con la ansiosa audiencia, cuando el monje
le salió al paso:
-¿Qué te parece eso?
-Maravilloso, pero tengo que ir a hablarles, o vendrán aquí y me arrastrarán para
que me dirija a ellos.
-Me debes tres mil monedas de plata –dijo el monje, y no le dejó irse hasta
obtener la suma.
Cuando el monje se alejaba, ya satisfecho, el místico dijo:
-Bien, ahora lo he conseguido, gracias, gracias. ¿Pero, qué les dijiste respecto a
mí para lograr este grado de entusiasmo hacia los secretos místicos a esta hora de la
mañana?
-Fue sencillo, realmente. Les hablé de lo maravilloso que tú eras, ¡y que
repartiría sacos de oro en la plaza de la ciudad al amanecer!
También deberían recordar, en especial quienes quieren un mundo pulcro y
ordenado, con lo sagrado y profano cuidadosamente etiquetado y visible en
instituciones claras, que los falsos maestros proporcionan –sin que lo sepan- un
excelente servicio social en beneficio de los verdaderos maestros. Igual atrae a igual, y
quienes quieren sensacionalismo u orientales de opereta pueden tener su ración y dejar a
los trabajadores serios en paz, ya que carecen del suficiente atractivo.
Me gusta en especial esta afirmación acerca del escenario en el que nos
encontramos:

Demasiado tarde
Un ángel se alejó del los reinos celestes batiendo sus alas para acudir a cierto asunto en
la Tierra.
Cuando estaba a punto de descender al planeta, se encontró con otro ángel que
regresaba hacia el cielo para dar un informe.
-¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó el segundo ángel.
-Voy a iluminar a cierto místico, ¡que al fin será ascendido a un rango superior!
-Llegas demasiado tarde –dijo en ángel que retornaba-. Ya se le ha nombrado
guía de su propia Orden de monjes.
Aunque muchos metafísicos lo ignoran, algunos sociólogos se han dado cuenta
de que países enteros que tienen la reputación de estar llenos de personas espirituales
tan sólo están ocupados por gente que imagina que se encuentran implicados en tareas
espirituales. Existe un antiguo cuento que muestra lo extendido que esto ha sido desde
siempre, incluso en Oriente, ‘cuna de la espiritualidad’.

Visitantes
Erase una vez un rey que decidió tratar a todo el mundo en prisión de modo más
humanitario. Entre otras cosas, ordenó que todos los convictos deberían recibir visitas, y
sus funcionarios tomaron los nombres de las ciudades y pueblos de las cuales procedían
los prisioneros, para realizar anuncios de que se debería visitar a tales personas para
levantar sus ánimos y prepararles para cuando llegase su liberación.
Pero había un hombre que nunca recibía visitantes. Al final el gobernador de la
prisión le llamó:
-Dijiste que tenías familiares y amigos en tal y tal pueblo.
-Si.
-Hemos enviado a voceros por toda la comarca proclamando que el rey ha
ordenado que te visiten.¿Por qué no se presentan tu gente aquí con este propósito
humanitario, cumpliendo así los requisitos de este Decreto Real?
-¡Probablemente porque todos ya se encuentran aquí cumpliendo condena!
Poco pueden hacer las personas por sí-mismas cuando pertenecen a una
comunidad (en ocasiones se trata de toda una cultura) que imagina que su
comportamiento social equivale a la espiritualidad. Estas personas consiguen escapar
cuando pueden ver la hipocresía de la exhibición externa y la superficialidad perceptiva
de lo emotivo (que siempre denominan ‘profundo’). Por supuesto, de vez en cuando
esto ocurre, y la gente algunas veces deambula de un ‘maestro místico’ a otro, hasta que
descubren mediante eliminación qué es realmente el conocimiento superior.
La Cojera
Un hombre cojeaba y hacía gestos de dolor mientras caminaba por la calle.
Un doctor le detuvo y dijo:
-Si yo fuese tú, haría que me examinasen; necesitas que te extraigan el apéndice.
De modo que al paseante le extrajeron el apéndice. Al poco tiempo fue a ver a
otro médico, afirmando que aún tenía el mismo problema. Así que se le prescribió un
tratamiento con tranquilizantes. Esto no tuvo mucho éxito, y fue internado en un
hospital, donde le prescribieron dieta y ejercicios paliativos.
Algunas semanas más tarde daba un paseo por el parque y se encontró con uno
de sus muchos médicos.
-Me alegra ver que estás mejor, y que te fui de ayuda –dijo el galeno.
-¿De ayuda? ¡Y un cuerno! –replicó el paciente-. Tanto el dolor como la cojera
desaparecieron en el momento en que extraje el clavo de mi zapato.
Los cínicos pueden verlo como un cuento que desvela lo absurdo de todas las
formas de conocimiento superior, negando su veracidad. Nosotros observamos, sin
embargo, que señala la capacidad emergente de ‘caminar’.
-¿Cuál era el ‘clavo’ que el hombre extrajo de su zapato? La autosuficiencia que
los ‘doctores’ habían alentado es un instrumento profundamente enraizado (y útil para
proyectos a corto plazo), pero habitualmente no es sirviente, sino dictador.

La gente jurará por ello


Mulla Nasrudin era testigo en un juicio y el juez le preguntó:
-¿Cuál es tu ocupación?
-Soy el hombre más importante en el mundo –dijo el Mulla.
Después del juicio unos de sus amigos le preguntó:
-Nasrudin, ¿por qué dijiste eso?
-Si, es una pena, pero tuve que decirlo, al menos esta vez, pues estaba bajo
juramento –dijo el Mulla.
Entre los chistes que se utilizan para mostrar la estructura de una situación nos
encontramos con el del barquero y el viajero.

Aferrarse...
Un viajero cruzaba un brazo de mar cuando la embarcación comenzó a balancearse, así
que se aferró al mástil con ambas manos para impedir ser barrido de la cubierta.
Mientras esto ocurría el barquero, quien por supuesto estaba acostumbrado a este
tipo de movimiento, se acercó, desplazando sus manos a través de una soga y le pidió el
pago de su pasaje.
-Por supuesto –dijo el viajero- ¡tú aférrate al mástil como yo para mantenerme
en pie, y yo sacaré el dinero de mi bolsa!
La interpretación que se hace de esta historia nos dice algo acerca de la persona
a quien se la contamos. Algunas personas piensan que significa que los maestros no
prestan una adecuada atención a sus discípulos: esperan que hagan algo que ellos no
pueden hacer, aunque estas cosas sean fáciles para el maestro –que, por supuesto, en
este caso es el barquero. Otros dicen que esta historia muestra que todos los discípulos
son idiotas, ya que imaginan que alguien puede hacer por ellos lo que ellos mismos
deberían hacer. Nosotros consideramos que esta historia muestra que hay muchos
supuestos maestros místicos que piden a sus discípulos llevar a cabo cosas que, si
intentan hacerlas, les alejarán de la verdadera comprensión, así como la tormenta
barrería al pasajero al enfrentarse con las demandas estúpidas del barquero.
“Puede que sea un barquero, pero no conoce necesariamente el verdadero patrón
de los acontecimientos; los vaivenes de un barco no otorgan inteligencia”.

Obsesión
Los chistes se utilizan como correctivos para ayudar a gente que, por ejemplo, adoptan
actitudes inquebrantables que impiden un progreso de su comprensión. El estudio sufi
está estructurado en niveles, de tal modo que cuando un objetivo se alcanza debe dejarse
a un lado, mientras que la concentración se dirige hacia el siguiente objetivo.
La historia de las cuentas de oración constituye un certero recordatorio:
Alguien que estudiaba para convertirse en sufi leyó en una ocasión: “Si
conviertes todas tus preocupaciones e intereses conviertes en un sólo interés, alcanzarás
tu deseo”. Este hombre, más que cualquier otra cosa, quería reencarnarse. Dedicó
muchos años a utilizar rosarios de cuentas y concentrarse en la reencarnación.
Dicen –aunque no puedo dar fe de ello- que regresó después de morir:
convertido en rosario...
¿Qué le ocurre a la gente que no aprenden de los chistes sufis? Por ejemplo, a
quienes piensan que los aprecian, pero sólo porque otros insisten en que estos cuentos
son importantes o contienen “significados internos”?
Sigamos a un observador sufi en un largo viaje, mientras el sufi ve lo que le
ocurre a los superficiales:

Un precedente
Un famoso y muy respetado fakir se presentó ante las puertas del Cielo y las encontró
cerradas, con un único ángel de guardia. Cuando se le preguntó su nombre, el fakir
decidió que las obras eran mejor que las palabras y puso en juego su repertorio
completo.
En primer lugar hizo aparecer y desaparecer cosas, luego sopló fuego desde su
boca. A continuación materializó a toda una asamblea de ochenta mil discípulos
procedentes de su vida terrenal. Para finalizar dirigió una proyección de poder especial
hacia el ángel: el tipo de manifestación reservada para convencer a la gente en la Tierra
de su maravillosa naturaleza sagrada.
-Está bien –dijo el ángel-, abriré la puerta: pero no creo que te vaya a gustar ahí
dentro...
Se nos cuenta que en otra ocasión, alguien que se especializaba en organizar el
conocimiento sufi en forma académica también murió:

Honrar cuando el honor es debido


Todo un grupo de sufis estaban siendo admitidos en el Cielo, y las puertas se abrían
justo para permitir que entrasen uno a uno. Tan pronto como se encontraba dentro, sin
ningún tipo de ceremonia, las puertas se cerraban y luego se abrían para el siguiente,
que entraba sin ningún tipo de vacilación, como si estuviese esperando ser admitido.
Justo al final llegó un erudito, con una venerable barba y paso majestuoso, un
enorme turbante y apariencia segura. Al dar una paso al frente las puertas se abrieron de
par en par y sonaron las trompetas, mientras surgía el tremendo aplauso de una multitud
allí reunida.
Una figura deslumbrante se adelantó para escoltarle hacia el interior.
-Esto es muy gratificante –se dijo para sí el erudito- descubrir que los sabios ya
no tendrán que darse aires de grandeza. Aquí, al menos, se reconoce nuestra
importancia.
Dirigiéndose hacia la aparición el erudito preguntó:
-¿Por qué toda esta ceremonia?
-Bien, es una ocasión especial –dijo el ángel-. Verás, esta es la primera vez que
tenemos a un erudito entre nosotros...

La realidad
Es muy posible que la siguiente historia también se refiriese al sufi ‘erudito’. Allí el
maestro místico parece ser menos consciente de lo que realmente está pasando que el
hombre que vino a aprender de él.
Ver a las masas de gente educada y estereotipada que se interesan por los
estudios espirituales aquí en Occidente, y la facilidad con la que son aceptados por sus
maestros espirituales, constituye un gran contraste respecto a cuál es la situación en
muchas escuelas en Oriente. En general allí se considera un honor y algo excepcional
ser admitido como discípulo. De hecho hay una historia bien conocida al respecto, que
aquí puede ser menos habitual...

La dificultad
Existe un maestro que acepta un solo estudiante cada tres años, y se narra que cuando
indicó que estaba dispuesto a entrevistar a candidatos, se encontró con un solo aspirante.
-Muy bien –dijo-, te aceptaré a prueba. Pero no deberías exagerar las
austeridades. No pido que mis discípulos vayan cubiertos de barro y cenizas, con ropas
hechas jirones y rostros lacerados...
-Entonces, no te habrían gustado ninguno de los trescientos otros aspirantes con
los que tuve que luchar para mantener mi candidatura, al final estaban todos en unas
condiciones lamentables... –respondió el aspirante triunfador.
Un hombre que en el pasado fue un discípulo obtuso, la clase de discípulo sobre
el cual tan a menudo se protesta, y que más tarde se convirtió en sufi, me contó como
había escapado del pensamiento circular al ver la estructura de este chiste:

Causa y efecto
Un hombre envió un anuncio a su periódico local ofreciendo una recompensa de mil
monedas de oro para quien encontrase a su pájaro mascota, que se había escapado.
Cuando llegó el día de publicar el anuncio, el periódico no salió a la calle. El hombre
telefoneó a la oficina para descubrir la razón y la señora de la limpieza le contestó:
-Lo lamento, no hay nadie aquí para hablar con usted, porque todo el mundo ha
salido en busca de su pájaro.
Este cuento también se puede utilizar para ilustrar el tipo de situación que surge
cuando todo el mundo intenta promocionar su interés personal en la búsqueda del
conocimiento superior, olvidando que existe una necesidad esencial de mantener la
comunidad a través de la cual de hecho se transmite esta consciencia.
En caso de que esta última puntualización disperse a mucha gente, que opte por
formar sus propios grupos metafísicos y que terminen formando tan sólo circos –como
siempre ocurre cuando falta la adecuada comprensión- , debería afirmarse una vez más
que grupos al azar no son grupos sufis en absoluto...
La precaución que acabo de mostrar en evitar actividad imprudente y sin
fundamento puede reflejarse en otra historia. Supuestamente implica una conversación
entre un derviche que se hallaba escribiendo un libro para su difusión en Occidente, y
que mostró el manuscrito a cierto sufi experto.

Modelo para exportar


Derviche: -¿Qué piensas del libro escrito para la gente de Occidente?
Sufi: -Perfectamente equilibrado.
Derviche: -¿De que modo?
Sufi: -Si hubiese sido de un nivel superior, no lo comprenderían. Pero si hubiese
sido de un nivel aún inferior, todo el mundo habría sentido vergüenza....
Entiendo lo que el sufi intentaba decir; pero también lo entienden mucha gente
tanto en Oriente como en Occidente, ya que ninguna cultura tiene el monopolio sobre
los aprendices casi incorregibles. No obstante, uno necesita fortaleza para continuar en
esta área en Occidente, ya que a los sufis a menudo se les mira como rarezas, a
diferencia de Oriente, donde se les considera mentores de prestigio cuando son
genuinos. Este chiste occidental muestra que la gente de esa cultura también encuentran
poco provechoso intentar dar información a otros que realmente deberían primero
abandonar sus complejos.

Sírvete a tú gusto
-¿Me podrías decir la hora?
-Por supuesto que sí. Son las tres en punto.
-Pero, ¡no puede ser más tarde de las dos y media!
-De acuerdo, entonces, ¡sírvete a tu gusto!
También he escuchado un chiste judío, que en una ocasión fue hilvanado a éste:

Consecuencias
Alguien le preguntó al hombre del reloj por qué no insistía en que era la hora que él
realmente sabía que era.
-Si le hubiese insistido respecto al tiempo correcto, él habría hablado algo más.
Luego yo le habría invitado a mi casa y él habría deseado casarse con mi hija. ¿Cómo
iba a permitir que mi hija se casase con un hombre que se sienta en los cafés a las tres
del mediodía? ¡Así que le dije algo que hizo que se callase!
El sufi diría que el hombre con el reloj del primer chiste simplemente intentaba
poner de relieve la imprecisión de pensamiento del otro hombre; la tendencia en todo las
personas a discutir cualquier cosa que no sea confortable aceptar. En el segundo chiste
el sufi encontraría un indicio de que aunque la gente puede actuar irracionalmente,
habitualmente hay una racionalidad profunda –o motivos- en lo que dicen o hacen. Esta
es la actuación del ‘Yo Dominante’. La enseñanza y actividad sufi está diseñada para
identificar y burlar este elemento.
En los chistes, tanto como en cualquier otra cosa, podemos ver poderosamente
ilustradas las diferencias entre los procedimientos sufis y los de otras creencias. Una vez
alguien intentó hacer una declaración humorística al respecto:

La diferencia
Se ha dicho que la diferencia entre el sufi y el hombre ordinario es que uno es
consciente de lo que realmente importa y el otro habitualmente es inconsciente –incluso
de nimiedades- que son útiles en ese momento. Continuando la tesis mediante el método
del impacto, dicen que el sufi puede ser el hombre que, al alistarse en el ejército,
consigue salvar las vidas de todos en el regimiento al liquidar al cocinero: el sufismo es
tanto exclusión como inclusión. Pero, en la misma vena militar, el discípulo es alguien
que permanece levantado hasta las tres de la mañana preguntándose qué es lo que ha
olvidado: hasta que recuerda que lo que ha olvidado es que tenía que irse pronto a la
cama...

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