Volante de Inercia
Volante de Inercia
Volante de Inercia
Este volante continúa su movimiento por inercia cuando cesa el par motor que lo
propulsa. De este modo, el volante de inercia se opone a las modificaciones
violentas de un movimiento rotativo, amortiguando las variaciones de velocidad
angular, suavizando el flujo de energía entre una fuente de potencia y su carga.
En su contorno posee una corona dentada que permite engranar el piñón del motor
eléctrico de arranque, al tiempo que controla las revoluciones de giro del motor
(r.p.m.) mediante un sensor. Junto a esta también es importante el ‘entrante’, el cual
actúa como soporte para el embrague. Hace que la caja de cambios funcione o no
de acuerdo con el accionamiento de este.
Para su montaje suele emplear tornillos autofrenables, los cuales son descentrados
para evitar errores en su colocación.
El aspecto, peso y tamaño del volante de inercia depende del número de cilindros
del propulsor, el arranque del motor, el ralentí, las aceleraciones o el par motor.
Volante de inercia monomasa. Son los menos comunes desde hace 15 años, constan
de una sola pieza circular de grandes dimensiones que posee un perímetro dentado.
También conocido como volante de inercia rígido, este va engarzado al motor de
arranque y sirve de unión con el motor del coche.
Volante de inercia bimasa. Conocido como volante de masa dual (DMF o dual mass
flyweel), son más completos y efectivos. Se componen de dos piezas como las de
los volantes de una sola masa -una unida al cigüeñal y otra unida a la transmisión-,
pero en su interior cuentan con un muelle helicoidal y un rodamiento de bolas. Evitan
que las vibraciones que genera el motor vayan a la caja de cambios y puedan afectar
al normal funcionamiento del vehículo. Absorben las vibraciones del motor en dos
puntos, con lo que conseguimos un desembrague más progresivo, así como una
reducción del ruido y las vibraciones.
Los pistones y las bielas se mueven gracias a los impulsos provocados por las
detonaciones en el interior de cada cilindro, ese movimiento llega hasta el cigüeñal
(el componente encargado de transformar la energía en movimiento circular), pasa
por la transmisión y, finalmente, llega hasta las ruedas. Por su ubicación, el volante
motor recibe la fuerza cinética del motor (los impulsos), la asimila y la transfiere a
las ruedas. Sin él, todas las vibraciones giratorias se transferirían a la conducción,
provocando un molesto traqueteo y oscilaciones de resonancia.
Para eliminar las vibraciones, el volante motor acumula una parte de la energía de
giro en cada impulso para aportarla al cigüeñal hasta que reciba el siguiente
impulso, a fin de que el movimiento se transforme en un giro lo más continuo posible.
En los motores bimasa, el volante motor emplea dos masas, la primera gira a favor
de motor y la segunda lo hace en concordancia con la transmisión. Ambas quedan
unidas por los elementos amortiguadores, los cuales permiten que entre ellas haya
una oscilación de ángulo de amplio rango, punto en el cual las vibraciones son
expulsadas o convertidas en potencia para las ruedas.
Cuantos más cilindros tenga el motor del vehículo en cuestión, más regular será su
giro y más continuo será el movimiento del cigüeñal (aunque se mantienen los
impulsos), por lo que la masa necesaria del volante motor será menor. Por el
contrario, cuanto más pesado y grande es el volante motor, más le cuesta al bloque
subir de revoluciones, lo que le resta agilidad al conjunto.
Actualmente se están buscando otros usos para el volante motor, entre los que
destacan: