Alberto Kornblihtt. Desigualdad Educativa Cap 3

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Desigualdad educativa.

La naturaleza como pretexto


Capítulo 3

Reflexiones sobre lo heredado y lo adquirido


Alberto Kornblihtt1

El mensaje central de mi exposición es que no deberíamos conformamos


con un discurso exclusivamente ideológico sobre lo heredado y lo adquirido,
porque si bien puede ser reconfortante, puede reasegurarnos y
satisfacernos dar preponderancia a lo adquirido por sobre lo heredado, para
poder fundamentarlo necesitamos de la experiencia, de la evidencia
empírica, del conocimiento y de los avances recientes de la biología y de la
genética.

La historia personal me enseñó que no es bueno quedarse en el discurso


ideológico sobre este tema. Fui educado en la escuela pública socializante
de los años 60 y en una familia de clase media de izquierda, y era para mí
natural y obvio que todos los seres humanos nacían con todas las
capacidades como para llegar a los más altos niveles de la educación
superior, y que era el sistema económico-social el que producía
desigualdades y el que estigmatizaba a los grupos sociales. Cuando crecí y
salí de ese ámbito me di cuenta de que la mayor parte de la gente era
profundamente determinista y lamarckiana, en el sentido de que tomaba
por cierto la existencia de la herencia de caracteres adquiridos e
hipervaloraba, sin conocimiento de causa, el poder de los genes. Tuve la
suerte -quizás no fue suerte sino consecuencia de aquella educación
primaria y familiar- de dedicarme a la biología y de poder comprobar que la
realidad científica se oponía en gran parte a esa tendencia natural del
pensamiento intuitivo; tendencia que queda reflejada, por ejemplo, en la
expresión "lo que natura non da, Salamanca non presta". Por lo tanto, creo
que no debemos conformarnos con el discurso ideológico, con lo
políticamente correcto, en función de oponernos al pensamiento neoliberal,
sino buscar en todas las disciplinas cuáles son los fundamentos reales que
pueden poner a prueba nuestras creencias.

Hay tres aspectos biológicos que quisiera definir. Es muy importante


diferenciar lo congénito de lo genético y de lo heredable. Lo congénito es
aquello que le puede ocurrir al embrión o al feto durante la vida
intrauterina, y no tiene por qué ser causado por características de los genes
heredados de los padres, sino, por ejemplo, por situaciones vividas por la
madre durante el embarazo o simplemente por fenómenos no controlables
conocidos como "ruido" del desarrollo embrionario. Lo genético está
condicionado por alteraciones en los genes, pero no es necesariamente

1
Es licenciado en Ciencias Biológicas y doctor en Ciencias Químicas (UBA). Profesor
titular de Biología Celular y Molecular. Es Director del departamento de Fisiología y
Biología Molecular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA).
Investigador principal del CONICET. Fue profesor visitante de la École Normale
Supérieure (París, Francia).

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heredable. Por ejemplo, un melanoma, un tumor de piel, tiene origen
genético porque está producido por mutaciones en los genes de alguna
célula de la piel que con el tiempo comienza a proliferar anárquicamente y
genera un tumor. Pero ese cambio en los genes de esa célula no es
transmitido a la descendencia porque no afecta a las células germinales
(óvulos o espermatozoides). Es genético, pero no es heredable. Por último
lo heredable, que siempre es genérico, es lo único que podría ser tenido en
cuenta para avalar una teoría puramente determinista. Las alteraciones
genéticas se transmiten mediante ciertas leyes de padres a hijos.

En este contexto cabe preguntarse a qué se refieren las ciencias de la


educación y la antropología social cuando hablan de innatismo. ¿Estamos
hablando de cosas congénitas o de cosas heredadas? Es posible que existan
niños más inteligentes, más motivados o más capaces que otros, y sería
irresponsable de nuestra parte negar esas diferencias. La pregunta que
cabe plantearse es a qué se atribuyen esas diferencias. Si las diferencias se
atribuyen exclusivamente, y sin conocimiento de causa, a los genes que
heredaron de sus padres y que a su vez están establecidos de manera
predominante en la población, etnia o grupo social al cual pertenecen, o si
esas diferencias, que se pueden apreciar en el nivel individual, fueron
adquiridas durante el desarrollo en el medio ambiente en el cual estos niños
nacieron o se criaron, en la vida intrauterina, y por lo tanto esas diferencias
no serán transmitidas ni están acuñadas estigmáticamente en los grupos de
pertenencia. El problema es que cuando se atribuyen esas diferencias a los
genes, y se supone que dichos genes están distribuidos asimétricamente en
distintos grupos humanos, se terminan postulando hipótesis deterministas
como, por ejemplo, que ciertos grupos tienen un techo intelectual y que no
"vale la pena" invertir dinero en educación para esos grupos porque están
"genéticamente" limitados. Exagerando, se podría atribuir a la constitución
genética la pobreza, la imposibilidad del acceso a la educación superior, la
predisposición para el trabajo manual poco remunerado, la vagancia, la
desocupación, etcétera.

Con respecto al tema de la inteligencia, voy a comentar algunas cosas


superficiales. Acá se habló del cociente intelectual (IQ) como de un
parámetro sobre el cual no se iba a discutir si tenía validez o no. El tipo de
preguntas de los test que evalúan cociente intelectual está absolutamente
sesgado por la sociedad donde se generó esa medición, una sociedad
anglosajona con un determinado tipo educación y manera de pensar. Si hoy
se aplicara masivamente un test de cociente intelectual a los estudiantes de
Ciencias Exactas de cualquier universidad, probablemente daría un
promedio más alto que si se lo aplica a los estudiantes de otras facultades
de la misma universidad. No obstante, sería imprudente decir que los
estudiantes de Ciencias Exactas son más inteligentes que los de Agronomía,
por ejemplo; sólo que están acostumbrados a pensar y razonar de un modo
determinado que les permite resolver las preguntas de tal forma que los
hace tener calificaciones más altas en ese punto, lo cual no quiere decir que
sean más inteligentes, porque la inteligencia no se mide de una sola
manera.

Ciertos estudios sobre el cociente intelectual en hijos adoptados, donde se


ha seguido a los padres biológicos, indican que, en promedio, los padres
adoptantes tienen un cociente intelectual mayor que el de los biológicos.
Esto muestra que en la sociedad norteamericana -que es donde se

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realizaron los estudios-, los adoptantes pertenecen a un nivel
socioeconómico mayor que los que entregan sus hijos en adopción y han
tenido una educación formal mucho más conectada al tipo de preguntas que
se hacen en los test de inteligencia. Los padres que entregan a los hijos en
adopción probablemente tienen una situación socioeconómica o cultural
inferior que hace que no puedan afrontar la crianza de esos chicos. Pero
también hay otros datos: el promedio del cociente intelectual de los chicos
adoptados es mayor al de sus padres biológicos y similar al de sus padres
adoptantes. Esto indicaría que en la adquisición de inteligencia el factor
ambiental es preponderante. Sin embargo, si uno analiza el orden creciente
de los IQ de los hijos adoptados va a ver que estos se correlacionan
perfectamente con el orden creciente de los IQ de los padres biológicos.

Aquí se podría concluir que hay un factor hereditario qué está


condicionando, no el valor exacto de IQ sino un rango con topes mínimo y
máximo posibles y que el ambiente generado por los padres adoptantes
determina el valor dentro de ese rango. Puedo criticar esto diciendo, ¿y
cómo sé que el componente "hereditario" es realmente hereditario y no
congénito? ¿Cómo sé que esto no es una consecuencia de efectos del
ambiente durante la vida intrauterina? Porque indefectiblemente no existe
hasta ahora, pese a las técnicas asistidas, ningún mamífero que haya
nacido en un laboratorio y que no haya pasado por el útero de una madre.
Por lo tanto, en el caso de los humanos, esos nueve meses de vida
intrauterina están sujetos a una serie de variables ambientales, desde la
alimentación de la madre, el estrés, los traumas, todo lo que pudo haber
sufrido esa madre en su medio ambiente social y económico está
influenciando sobre la vida del feto que se está generando dentro; si
hubiera diferencias no podría distinguir fácilmente si son heredables o
congénitas.

Entonces, lo que desearía transmitir con estos ejemplos es la importancia


de reconocer la duda. La duda es parte fundamental del razonamiento. Leí,
en un periódico de gran circulación en la Argentina, un artículo sobre el
nuevo disco de Dante Spinetta -el hijo de Luis Alberto Spinetta-, en el que
se hablaba del ambiente donde fue criado, de cómo desde chiquitito estuvo
influenciado por una serie de cosas distintas al resto de los jóvenes,
respecto de la incentivación por la música, los instrumentos a los cuales
pudo tener acceso, las bandas de rock en las que participó, y uno podría
decir que Dante es un gran músico porque heredó los genes de su padre o
porque fue educado en un ambiente en el cual la incentivación a ese tipo de
música era muy fuerte. Lo mismo se puede pensar de los hijos de Bach.
Juan Sebastián Bach tuvo hijos que también fueron músicos bastante
famosos, como Carlos Felipe Manuel y Juan Cristian. Uno podría decir que
heredaron de Juan Sebastián los genes del oído absoluto o los de la
sensibilidad por la música o, en cambio, que fueron marcados desde
chiquitos por la identificación con un padre dominante. Quizás con Dante y
Luis Alberto podríamos investigarlo, pero seguro que con Juan Sebastián,
Carlos Felipe Manuel y Juan Cristian, no. Dado que sabemos que el fenotipo
es indefectiblemente el resultado de la interacción del genotipo con el
ambiente, en el caso de Bach sería tan irresponsable decir que la
"musicalidad" de sus hijos fue consecuencia de un factor ambiental
(ambientalismo a ultranza), como que fue sólo consecuencia de los genes
heredados (determinismo a ultranza). Supongo que en el caso de los hijos
de Bach hubo una gran influencia de identificación con el padre, pero no lo

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puedo asegurar. Lo que sí está comprobado es que el fenotipo es siempre la
conjunción de lo que los genes mandan con la influencia del medio
ambiente. Cualquiera de los dos extremos es peligroso.

En algunos casos -muy difícilmente en el ser humano y más fácilmente en


las plantas y los animales-, es posible determinar con certeza qué
porcentaje de un fenotipo tiene origen genético y que porcentaje tiene
origen ambiental. En otros casos, y en los humanos esto es más factible, se
puede determinar que un fenotipo tiene ambos componentes (genético y
ambiental), pero no qué porcentaje tiene de cada uno. Y esto es clave,
porque la incertidumbre no afecta al hecho de saber si hay un componente
genético o ambiental, sino a saber cuál es la influencia relativa de cada uno.
En el hombre, por ser una especie particularmente transformadora del
medio ambiente, es muy difícil desarrollar herramientas precisas que
permitan dilucidar cuál es el porcentaje de cada uno. El desciframiento del
genoma humano y de otros genomas demuestra de una manera bastante
contundente y directa que la especie humana es muy homogénea
genéticamente comparada con otras especies. La especie humana, por
ejemplo, tiene una variabilidad intra-específica de aproximadamente
0,037%. Los seres humanos, como especie, somos mucho más parecidos
entre nosotros que los chimpancés entre ellos. Los chimpancés tienen una
variabilidad genética cuatro veces mayor. Hay 150.000 chimpancés y 6.000
millones de humanos en el mundo, sin embargo, los 150.000 chimpancés
son mucho más distintos entre ellos genéticamente que los 6.000 millones
de humanos entre nosotros.

Por otro lado, se confirmó recientemente, en concordancia con mucha


evidencia genética previa producida por algunos genetistas, como Luca
Cavalli-Sforza, que no existen las razas, esto es, que no existe una elevada
homogeneidad genética en el seno de los grupos étnicos humanos que
permita clasificarlos como razas y, por lo tanto, pueden darse situaciones
en las que las diferencias genéticas se dan más entre individuos que entre
poblaciones. Esto quiere decir que puede haber dos individuos negros más
distantes entre sí genéticamente que un negro y un blanco.

Ahora bien, ¿nos pone contentos ideológicamente que la biología moderna


sea políticamente tan correcta? ¿Nos satisface, desde el punto de vista
ideológico, que no existan las razas desde el punto de vista genético? Y sí,
nos pone contentos, pero eso no tiene nada que ver con el racismo. El
racismo, el determinismo, la exclusión, la discriminación, la explotación, la
necesidad de establecer diferencias raciales, sociales, religiosas, de
capacidades, tienen una base económica y social que va a pretender seguir
aplicándose y buscando diferencias donde la biología no las encuentre.
Porque ¿qué habría pasado si el estudio del genoma humano nos hubiera
dicho que existen las razas, que la distancia genética entre dos negros es
siempre menor que entre un negro y un blanco? ¿Se justificaría el racismo?
¿Se justificaría establecer techos más bajos en los niveles de educación de
los campesinos indoamericanos comparados con los descendientes de
europeos? No. Porque en definitiva pertenecemos todos a la misma especie,
somos todos seres humanos y sabemos que el condicionante ambiental,
aunque no podamos medir exactamente su proporción, es fundamental.

Un ejemplo de hipervaloración del papel de los genes aparece a menudo


en las discusiones sobre el clonado de humanos, tema en el que los medios

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están siempre muy interesados y sobre el cual nos consultan a los biólogos
cada tanto para ver qué tenemos para decir ante la posibilidad de que nazca
un bebé clonado. Un bebé clonado sería un bebé genéticamente idéntico a
aquel que donó el núcleo para efectuar la transferencia nuclear. Ese bebé
clonado sería como un gemelo univitelino desfasado en el tiempo de aquel
individuo que donó el núcleo somático. Desde el punto de vista de la
tecnología, no difiere mucho de la fecundación asistida con la cual todos
estamos familiarizados. Es un procedimiento de reproducción que genera un
embrión en el tubo de ensayo, el cual, para dar un ser humano completo,
tendría que pasar obligatoriamente por el útero de una madre. Si nace
normal, es decir, sin malformaciones evidentes, ese bebé tendrá que ser
alimentado (o subalimentado), amado (u odiado), vacunado, abrigado (o
desabrigado), sometido a todos los vejámenes o cuidados a los que son
sometidos todos los bebés, "culturalizado", escolarizado (o no). Ese ser
humano sería un individuo único, sólo genéticamente igual a quién donó el
núcleo, lo cual es bastante poco, porque sabemos que los gemelos
univitelinos, a pesar de ser genéticamente idénticos, son individuos
distintos, aun cuando la sociedad y la familia se esfuercen por uniformar el
factor ambiental. Los hermanos gemelos son coetáneos, por ejemplo, lo
cual incrementa la probabilidad de que estén expuestos a un mismo
ambiente socio-económico, cultural y geográfico. Además, los padres son
los mismos, y habitualmente se los uniforma, se los trata de vestir igual, se
los manda al mismo colegio, a veces incluso a la misma clase. El factor
ambiental se vuelve muy uniforme. Entonces, si, aun con ese factor
uniforme y con toda la carga genética idéntica, los dos individuos son
distintos en gustos, ideas y capacidades, eso demuestra que un individuo
clonado nunca sería una fotocopia exacta de su clon. No existen individuos
donde todos sus destinos estén ya predeterminados por sus genes.

Al igual que la inmensa mayoría de la comunidad científica, no estoy de


acuerdo con la clonación humana con fines reproductivos. Además de la
existencia de riesgos técnicos y biológicos que la hacen impracticable sin la
ruptura de valores éticos profundamente arraigados en la mayoría de las
sociedades, no hay razones ni médicas ni sociales para generar humanos
por un método de reproducción asexual como la clonación. No obstante,
quisiera dejar en claro que la fantasía determinista no es un argumento
válido para prohibir la clonación reproductiva. Si se invocara como
argumento válido en contra de la clonación reproductiva que los bebés
clonados serían fotocopias o robots, se estaría reafirmando la existencia
preponderante del determinismo genético y del lamarckismo, lo cual a la
larga sería usado para justificar bases biológicas para la discriminación, la
explotación, la desigualdad social y económica. Solamente insisto en la
cautela; parece contradictorio que seamos los genetistas o los biólogos
moleculares que trabajamos cotidianamente con genes y sus mutaciones,
los que advertimos sobre su valor relativo. Pero advertir sobre el valor
relativo de los genes va de la mano de hacer un llamado a las ciencias
sociales a advertir sobre el valor relativo del ambiente.

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