El Zarandeo Bíblico
El Zarandeo Bíblico
El Zarandeo Bíblico
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zarandearos
Revisemos el zarandeo bíblico y su significado enlazándolo con el pasaje última cena registrado
en Lucas 22: 31-32: “Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para
zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto,
confirma a tus hermanos”. El Señor sabe que somos pedidos por el enemigo de los hombres
para zarandearnos una y otra vez como se zarandea el grano en la cosecha para así separarlo
del grupo principal. Pero Jesús ora por nosotros y si dependemos de Él, no confiados en
nosotros mismos como lo hizo Pedro, quien a pesar de prometer lealtad negó a su maestro, no
vamos a caer.
La rebelión de Coré
En el libro de Números capítulo 16, nos encontramos con el pasaje de Coré, Datam y Abiram
que ilustra cómo la historia se repetirá hasta el fin. El trigo y la cizaña estarán juntos, pero
cuando llega el momento de revelarse la verdad, muchos son arrastrados. En esos instantes
cruciales en la separación de la iglesia, unos serán engañados y otros a su vez se convertirán
en engañadores.
“Y Coré […] y Datán y Abiram […] tomaron gente, y se levantaron contra Moisés con doscientos
cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo,
varones de nombre; y se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros!
Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová: ¿por
qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”.
Hoy en día subsisten en la iglesia los mismos males básicos que ocasionaron la ruina de Coré.
Abundan el orgullo y la ambición y cuando se abrigan estas tendencias, abren la puerta a la
envidia y la lucha por la supremacía; el alma se aparta de Dios, e inconscientemente es
arrastrada a las filas de Satanás. Como Coré y sus compañeros, muchos entre quienes profesan
ser seguidores de Cristo, piensan, hacen planes y trabajan tan anhelosamente por su propia
exaltación, que para ganar la simpatía y el apoyo del pueblo, están dispuestos a tergiversar la
verdad, a calumniar y hablar mal de los hijos de Dios.
El que predica fielmente la Palabra de Dios y así condena a los pecados de ellos, es con
demasiada frecuencia el objeto directo de su odio. No queriendo soportar el dolor y el sacrificio
necesarios para reformarse, se vuelven contra los siervos del Señor, y denuncian sus
reprensiones como intempestivas y severas. Como Coré, declaran que el pueblo no tiene culpa;
quien lo reprende es causa de toda la dificultad. Y aplacando su conciencia con este engaño,
los celosos y desconformes se combinan para sembrar la discordia en la iglesia y debilitar las
manos de los que quieren engrandecerla.
Esos son los que se cortarán en el zarandeo, los que están dentro de la iglesia pero que se
están negando a la verdad y la abandonarán… creyendo que están en lo correcto arrastrarán a
otros.
El zarandeo lo motivará el directo testimonio que exige el consejo del Testigo fiel a la iglesia de
Laodicea. Tendrá este consejo efecto en el corazón de quien lo reciba y le inducirá a ensalzar
la norma y expresar claramente la verdad. Algunos no soportarán este testimonio directo, sino
que se levantarán contra él. Esto es lo que causará un zarandeo en el pueblo de Dios. Estamos
en el tiempo del zarandeo, en el tiempo en que todo lo que puede sacudirse se sacudirá. El
Señor no disculpará a los que conocen la verdad y no obedecen a sus órdenes en palabras y
acciones.
Cuando la religión de Cristo sea más despreciada, cuando su ley sea más menoscabada,
entonces deberá ser más ardiente nuestro celo, y nuestro valor y firmeza más inquebrantables.
Es por eso el testimonio de Laodicea. El permanecer de pie en defensa de la verdad y Ia justicia
cuando la mayoría nos abandone, el pelear las batallas del Señor cuando los campeones sean
pocos, ésta será nuestra prueba. En este tiempo, debemos obtener calor de la frialdad de los
demás, valor de su cobardía, y lealtad de su traición.
Cuando aumenten las pruebas a nuestro alrededor, se verán en nuestras filas tanto separación
como unidad. Algunos que ahora están listos para tomar armas de guerra —como Pedro—, en
tiempos de verdadero peligro pondrán de manifiesto que no han edificado sobre la roca sólida;
cederán a la tentación. Aquellos que han tenido gran luz y preciosos privilegios, pero no los han
aprovechado, bajo un pretexto u otro se alejarán de nosotros.
El zarandeo de Dios avienta multitudes como hojas secas. La paja será llevada por el viento
como una nube, aun de lugares donde sólo vemos terrenos de rico trigo. Pronto los hijos de
Dios serán probados por intensas pruebas, y muchos de aquellos que ahora parecen ser
sinceros y fieles resultarán ser vil metal…