La Cocina Tradicional de Itzocal Atlapexco y Huejutla de Reyes Hidalgo
La Cocina Tradicional de Itzocal Atlapexco y Huejutla de Reyes Hidalgo
La Cocina Tradicional de Itzocal Atlapexco y Huejutla de Reyes Hidalgo
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pueblo que pertenecía a Yahualica, y fue elevado a rango de
municipio el 16 de enero de 1936, siendo gobernador Ernesto
Viveros Pérez, formalizándose su estatus mediante decreto pu
blicado el 18 'de marzo del mismo año.
El nombre de Atlapexco es de origen náhuatl; se compone
de las raíces atl, agua o río; tlapechtli, empalizada o balsa, y
co, sobre o encima, es decir, balsa sobre el río o río extendido.
Por su parte, Huejutla de Reyes es un importante munici
pio de la Huasteca hidalguense muy próximo y vecino de
Atlapexco. Recordemos que Huejutla (lugar donde abundan
los sauces) figuró como un muy importante centro político,
económico y religioso de la antigua cultura huasteca en la
época prehispánica.
La fertilidad de las tierras de ambos municipios ha per
mitido una agricultura muy importante, a pesar de que sólo
se cultivan alrededor de 7 000 de las 28 000 hectáreas que
integran la región, donde se cultivan maíz, frijol, chile, ajon
jolí, frutas, cítricos y tabaco, entre otros.
Se hablan dos lenguas, el náhuatl y el español que son las
que tradicionalmente han predominado. De este municipio
hacia el sur se pueden localizar hablantes del náhuatl clásico
o pipil.
El municipio de Atlapexco está integrado por las siguien
tes poblaciones, incluida la cabecera municipal, ejidos y co
munidades:
Achiquihuistla, Atlapexco, Atencuapa, Atotomoc, Atlal
tipa, Huitzotlaco, Atlaltipa Mirador, Atlaltipa Tecolititla, Atlaj
co, Cochiscuatitla, Cochotla, Coyolapa, Cuatapa, Emiliano
Zapata, Huitzotlaco, Itzocal, Iztaccuatitla, Iztacuayo, Narajos,
Oxpantla, Pahatla, Palo Gordo, Santo Tomás, Tecacahuaco,
Tecolotitla, Tenexco I, Tenexco II, Tierra Playa, Tlalchapa,
Plan Huasteca, Reforma, San Isidro, Tempixquite, Tlaica, El
Mirador y Xancaltitla.
La mayor parte de estas poblaciones están comunicadas
por carreteras de terracería y más del 90 por ciento cuenta
con servrcio de agua potable, energía eléctrica y telefonía
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rural. Algunas comunidades clave cuentan con clínicas del
IMSS y servicios educativos
Por su parte, Itzocal (lugar de izotes) se encuentra al este
del municipio de Atlapexco, al norte colinda con Atencuapa,
al sur con Cochotla, al este con Tecolotitla y al oeste con
Atotomoc. A principios de los noventa del siglo XX registra
ba una población aproximada de 1 226 habitantes, con un
alumnado de 385 niños y jóvenes en primaria y secundaria,
predominando el monolingüismo del idioma náhuatl con el
75 por ciento y el bilingüismo náhuatlespañol con el 25 por
ciento.
Las principales actividades son la agricultura tradicio
nal, la artesanía de bordados y las prácticas de la medicina
tradicional, ritual y mágica.
La comunidad de Itzocal tiene como recursos naturales
la flora y fauna siguientes: Árboles maderables: cedro rojo,
palo de rosa, quebrache, guásirna, aguacachile, uilis, espino
blanco, jonote, penucha y xochiate. Arboles frutales: mango,
naranjo, lima, limón, ciruelo, mamey, tzocouite, tempixquite,
jobo, mante y demás plantas frutales como el piste, el poán,
tesuaapule, uva, amapola silvestre y chalahuite. Plantas co
mestibles: yuca, acaxilot), quequexkitl, tlalcamojtli, ojoxijtli,
kajtsotl, sokilitl, coyoli, kosotl, mimiliktli, uajkilitl, amolkilitl,
piskilitl, kuanakalilitl, tenkikis e ikzo.
Animales domésticos: guajolotes, gallinas, patos, chacha
lacas y palomas; cerdos, ganado vacuno, armadillos y
cuchacales, así como de techichis (camarón de agua dulce),
carpas, mojarras y poxtates.
La cocina tradicional la complementan con la caza de te
jón, mapache, tlacuache, zorra, tuza real, conejo, iguana, ate
huitlas y pixpixes. Dentro de las plantas comestibles más ricas
y suculentas que se cuentan en la región, están la flor de izote,
el kozotl y la fruta de chiyol, además de otros recursos como
la fruta del chapis, la sandía de lagartija, el chalahuite de ardi
lla, la miel de tronco, el ochinite, el aguacachile y el zoyo (ri
co estimulante lácteo para las mujeres que están criando).
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El maíz
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yor atractivo al gusto, amén del inigualable sazón de cada
quien. Y esto se reproduce en las regiones de cualquier parte
del mundo. Ilay que resaltar que la consecución de los con
dimentos ha ocasionado procesos históricos fundamentales
como el descubrimiento de América, pues fue una de las ra
zones por las que Cristóbal Colón buscó nuevas rutas para
llegar a las Indias Orientales con el fin de conseguir canela,
jengibre y otras especies a las que se había habituado el gus
to europeo.
Así, las familias de la comunidad de Itzocal condimen
tan sus guisos a partir del epazote ( especial para preparar los
caldos de techichis ), atehuitlas y otros crustáceos, además
del frijol aguado con epazote, siendo un guiso muy cotidiano
entre esta gente.
L.a yerbabuena o alogueno (nombrada así localmente) se
utiliza para condimentar el caldo de guajolote, las empana
das de frijol, el caldo de res, los refinos y el aguardiente de
yerbabuena.
La hoja de aguacate se usa para preparar los tlapaniles o
la sopa de frijol tierno, la sopa de tortillas con frijol y la car
ne enchilada con pollo.
El ticuichilc sirve para darle un gusto especial a los frijo
les de la olla (al hablar de frijol nos referimos al frijol negro,
al castilan y al emecate).
El nixcán
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primer hervor se baja del fogón y se mueve un tanto para que
no se cueza el maíz.
No se debe poner a hervir el maíz para preparar el nixta
mal, porque se corre el riesgo de que se cueza la semilla y ya
no se podrá preparar la masa ya que el maíz se convierte en
engrudo.
Con el nixtamal se preparan las tortillas. Para hacerlas,
se muele la masa después de lavado el nixtamal y antes de
tortearlas se pone el cornal al fogón y se le echa una tortilla
gruesa ( que le llaman gorda) para que se medio cueza; des
pués se remuele con el resto de la masa para que le sirva de
levadura y coja cuerpo para tortearla bien.
Por tradición, los habitantes de las distintas comunidades
de los municipios de Huautla, Atlapexco y Huej utla, los do
mingos de cada semana acostumbran ir a sus cabeceras mu
nicipales con la finalidad de vender algún producto de sus
cosechas y proveerse también de productos necesarios para
el sustento de sus familias. Durante los días de tianguis es
común ver a muchos indígenas procedentes de las distintas
comunidades, calzando huaraches y vestidos con calzón de
manta y sombrero huasteco. La mayoría de las veces llegan
cargando un costal de maíz o frijol para ofrecer en el tianguis.
Sin embargo algunos de ellos son interceptados en los cami
nos por los coyotes o los acaparadores, que compran sus pro
ductos muy por debajo de su precio real, para luego vender
los a precios muy elevados.
Debido a que el náhuatl es la lengua predominante en la
región, y que a través de ella se reconoce la pertenencia al
grupo, estas personas la aprenden con la finalidad de poder
comunicarse con los indígenas y de esta manera convencer
los de que les vendan sus productos, con la lógica conve
niencia de los acaparadores.
Los tianguis se realizan en las explanadas de los centros
de los municipios y en ellos se pueden distinguir con facili
dad dos grupos diferentes, a pesar de que realizan la misma
actividad:
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Se puede ver a los mestizos en espacios amplios ven
diendo carne, artículos de ferretería, zapatos, telas, legum
bres y utensilios para el hogar. La mayoría de ellos son origi
narios de las cabeceras municipales y algunos son de otros
lugares, como los vendedores de ropa, que son de Zacualtipán.
Por otro lado, en el piso sentadas en fila, una tras otra, se
hallan mujeres indígenas con sus enaguas largas y blusas
bordadas con estambres multicolores. Frente a sus canastas
ofrecen tamales, piloncillo, ajonjolí, maíz, frijol, chile, cala
bazas, naranjas, café, plátanos y yucas, entre otros productos.
También resultan contrastantes las formas de medir y pe
sar de ambos grupos. Mientras los mestizos usan la báscula y
el metro, el grupo de los indígenas continúa usando medidas
tradicionales, como el manojo, la cuarta, el cuartillo, el litro
de madera y las pesas de piedra.
En los tianguis de Todos Santos o "domingo grande" es
tas mismas indígenas venden copas, cera, flor de cempasúchil,
palma para adornar y hojas de plátano para hacer tamales.
Con el escaso dinero que obtienen por la venta de sus pro
ductos compran las cosas más indispensables para pasar la
fiesta del Día de Muertos (el Xantolo). Algunas veces, cuan
do les va bien en la venta, apartan algo de dinero para usarlo
cuando sea necesario, ya que en estas fechas sus esposos se
toman unos días para no trabajar en sus parcelas o en otras
milpas. De esta manera la mujer indígena contribuye al in
gresos familiar.
Durante los domingos nunca faltan los indígenas alfare
ros de Chililjco, quienes desde un día antes empiezan a lle
gar a Huautla y al día siguiente, antes de que "pegue" el sol,
ofrecen sus hermosos cántaros de diversos tamaños, copa
lcros, floreros, ollas y una gran variedad de figuras de barro
con adornos, que usaban nuestros antepasados en épocas
prehispánicas. Sin embargo ya se nota una mezcla obligada,
con la oferta de diversos artículos de plástico.
Entre los productos que esta gente compra se encuentra
el cáñamo, que sirve para elaborar atarrayas, pues después
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de los días de muertos, por las tardes acostumbran ir a pescar
camarón, acamayas, "atekueros", mojarras y bagres a los dis
tintos ríos de la región.
El aguardiente ocupa un lugar importante en las tradicio
nales fiestas de Todos Santos, en virtud de que se usa fre
cuentemente como obsequio cuando se visita al padrino de
pila ( el padrino de bautizo de algún hijo) en estas fechas.
También se le ofrece a los grupos de danzantes que recorren
las casas y a las personas que voluntariamente ofrecen algún
servicio. Se acostumbra usar el otatillo como adorno para el
altar (además de varas e izotes, que servirán como armazón)
y la ofrenda, además de las palmitas que se cortan en los
montes.
Las viviendas por lo regular están hechas de paredes de
lodo y zacate, con techos de teja, que consiste de dos peque
ños cuartos y una cocina. En uno de los cuartos se pueden
observar unos petates perfectamente enrollados en la esqui
na, además de uno o dos catres de otate revestidos de costal
de ixtle; el otro cuarto puede ser considerado comedor y es
tancia, en donde se levanta el altar, del que cuelgan muy ce
remoniosamente los retratos de los difuntos grandes y chi
quitos. Siempre se mantienen abiertas las puertas de las ca
sas durante todo el día y sólo son cerradas al anochecer. Esta
costumbre es muy común en la mayoría de los hogares de las
comunidades indígenas de la Huasteca.
Las cocinas por lo regular se ubican a un costado de las
casas y a diferencia de las viviendas, éstas se construyen de
palos delgados, fuertemente amarrados con bejucos a unos
travesaños de madera más gruesos. Los espacios que quedan
entre uno y otro palo permiten el libre paso del aire hacia el
interior y a su vez empujar para afuera el humo producido
por el fogón que se halla en el suelo. Los fogones consisten
de tan sólo tres piedras que sirven de base para sostener el
comal de barro sobre el que se echan las tortillas. En la coci
na se pueden hallar dos tablas sostenidas con cuatro palos,
sobre las cuales se colocan las ollas llenas de agua para usar
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se durante el día. Junto a ellas se pueden distinguir otros uten
silios propios de la cocina indígena, como el metate, el mol
cajete, las cazuelas y los chichapales.
Las pencas de izote se calientan y de ellas se sacan tiras
delgadas que sirven para sujetar los tamales envueltos en hojas
de plátano y amarrar las palmitas, las flores del cempasúchil
sobre los otatillos y las varas del altar. Se remojan las flores y
las palmitas y se despuntan las varas y se inicia la "compos
tura" del altar. Para esto se colocan cuatro varas, dos de cada
lado de la mesa y dos travesaños en la parte superior de las
varas; los travesaños se sujetan con tiras de izote, para que
queden firmemente establecidas. Sobre las varas se amarran
las palmitas y se encajan flores de cempasúchil, que repre
sentan la alegría y el culto por la llegada de los muertos, ya
que sólo lo pueden hacer una vez al año, y mientras la gente
en sus casas se afana en estos preparativos, en los viejos ra
dios se pueden escuchar hermosos huapangos transmitidos
desde la radiodifusora de Huejutla, Hidalgo.
El tener un radio es algo común entre las familias indíge
nas de la región, por muy pobres que sean. Lo escuchan mien
tras realizan alguna actividad en casa o cuando están en la
milpa limpiando el maizal, sembrando el chile o vareando el
frijol. A través de la radio se transmiten recados familiares,
cápsulas informativas en español y náhuatl, música de vien
to, sones huastecos y música ranchera. Escuchar el radio es
como estar con los suyos y al mismo tiempo disfrutar de es
pacios más amplios que los conectan a una realidad regional.
Cuando se termina de arreglar el altar, con flor de cem
pasúchil entretejida con las palmitas y mano de león (una
flor de color morado intenso que contrasta bellamente con el
anaranjado de la flor de muertos), se prosigue con la coloca
ción de un hilo en lo alto del altar, en el que se van ensartan
do los panes en forma de muñeco, generalmente conocidos,
como "pan es de muerto". Este pan cumple varias funciones:
sirve de ornato, se usa de ofrenda y algunos lugareños afir
man que representa a sus seres queridos que han fallecido.
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Las frutas como plátanos, naranjas, limas y mandarinas son
colgadas por racimos en dos pequeños travesaños en la parte
superior del a1tar. La "compostura" de los altares puede pro
longarse hasta después de las 11 de la noche. Se acostumbra
cenar tamales de dulce y de pollo, platicar y esperar pacien
temente el arribo de las ánimas.
El 31 de octubre es un día especial: la tradición huasteca
señala que en ese día llegarán las ánimas de los niños. Las
familias acostumbran colocar en tallos gruesos de plátano
velas que se colocan frente al altar, del que las ánimas toma
rán la esencia de las ofrendas que se colocan en forma abun
dante para ellos, destacando los tamales de dulce y de pollo,
que se colocan en la mesa del altar.
En las comunidades huastecas se pueden observar am
plios caminos hechos con los pétalos de la flor de cempasúchil,
los cuales conducen directamente a los altares de cada una
de las casas, en donde las familias esperan a las ánimas de
los difuntos con las ofrendas alimenticias.
Las niñas y mujeres jóvenes llevan pequeñas canastas
rebosantes de tamales y cubiertas con servilletas bordadas
para ofrecerlas a sus familiares, padrinos o amistades. Las
personas que viven y trabajan fuera de las comunidades lle
gan el 31 de octubre con coronas de flores de papel encerado
para colocarlas en el altar y luego llevarlas a la tumba de
algún familiar o amigo.
Ese día en todas las casas se tienen preparadas las ofren
das para las ánimas de los niños. En los altares colocan agua
de sabor, tamales de dulce o de pollo con poco picante, pi
ques, o tamales de frijol, ilacats o tamales hechos de masa y
tomate, pan de diferentes figuras, frutas, atole dulce de maíz,
chocolate, café, dulces, juguetes, paliacates y hasta prendas
de vestir.
Las mesas lucen hermosos manteles con una gran varie
dad de figuras de frutas, flores y aves bordadas a su alrede
dor. En los altares se quema incienso o copal para sahumar a
las ánimas que visitan las casas.
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Podemos afirmar que, como entre la mayoría de los mexi
canos, la cocina tradicional de los huastecos está conformada
por las múltiples combinaciones del maíz, frijol y chile. Las
fuentes arqueológicas (al menos a partir del 1200 a.C.), histó
ricas y etnográficas evidencian esto. Hoy en día es lo que más
resalta entre visitantes e investigadores cuando de comida
huasteca se trata. Otras plantas corno la calabaza (pulpa y se
mi llas ), camote, aguacate, yuca, miltomate, frutas cultivadas
y silvestres, carne de aves o cerdos y recursos acuáticos son
consumidas con regularidad semanal. En otras palabras, si bien
el patrón base es muy parecido en toda la Huasteca y entre
todos sus habitantes, los complementos alimenticios cambian
sobremanera entre uno y otro poblado. En los alimentos com
plernentarios se pueden observar las principales diferencias a
lo largo del año y a través de la historia de la región.
Sean o no propietarias de la tierra, todas las familias
huastecas tienden a ser autosuficientes, al menos en maíz,
frijol y chile. Se calcula que una familia de cinco miembros
consume alrededor de 15 ki]os semanales de maíz, cifra que
puede subir a 30 o 40 kilos por el consumo de los animales
de cría; el promedio oscila entre los 600 gramos a un kilo
diario por adulto, la mayor parte en forma de tortillas, y casi
un kilo de frijol por familia. La tortilla puede ser usada como
servilleta, cuchara o también es común que se corte en cuatro
partes y se ponga a remojar en los guisados caldosos (en los
diferentes tlapaniles). Entre las bebidas cotidianas están el
café, los atoles, las aguas de frutas y los refrescos embotella
dos; todos los hogares indígenas mantienen siempre una olla
de café sobre el fogón para tomarlo a cualquier hora u ofre
cerlo a las visitas. Algunos hombres ingieren cerveza o aguar
diente en las comidas.
Productos de trigo corno el pan, las galletas y las pastas
pueden considerarse corno parte de este primer conjunto de
alimentos que más o menos se mantiene a lo largo del año.
Esta cocina tradicional pierde su monotonía tanto porque el
maíz, frijol y chile se combinan en un sinfín de recetas culi
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narias, como porque se les complementa con otros recursos
que también contribuyen con vitaminas, proteínas, minera
les y carbohidratos.
Afirmamos que las delicias y la riqueza de la cocina tra
dicional huasteca tiene como base las distintas preparacio
nes en que se consume el grano sagrado y perenne, el maíz.
Desde luego, las mismas tortillas hechas con las variedades
locales de maíz son ya especiales para el paladar. Otras deli
cias son las enchiladas huastecas, los bocoles ( especies de
gorditas con manteca de cerdo, que se rellenan con huevo,
pollo, carne de puerco, queso o nada más salsa), los pemoles
(gorditas dulces de maíz), los tamales, el bolim y el zacahuil.
Productos de origen animal como los huevos, queso y la le
che o la carne también forman parte de la mágica y suculenta
cocina tradicional de la Huasteca.
Los instrumentos principales en la comida regional son
el molino manual de metal, metate, fogón, comal, batea, ca
zuelas, ollas para el agua y la específica para preparar el nix
tamal o nixcom o nixcón, platos y cubiertos.
Muchas familias tienen un cazo u olla grande para prepa
rar las comidas importantes y algún utensilio de plástico para
el acarreo del agua. Lo más común es que a los hombres se
les sirva de comer en una mesa de madera o en el pretil del
fogón o tenamastli, mientras que las mujeres comen de pie al
mismo tiempo que sirven de comer y los niños a veces lo
hacen en pequeños bancos de madera o sentados en el piso
sobre una estera. El combustible en la mayoría de los casos
es la madera, de la que se calcula que cada hogar consume
alrededor de 20 kilos cada tercer día; en total alrededor de
2 500 a 3 000 kilos anuales. En su recolección participan las
mujeres, niños y hombres. Algunos hogares utilizan el gas
o petróleo para cocinar los alimentos, excepto el nixtamal o
nixcón, las tortillas y los frijoles.
El abasto de agua está a cargo de las mujeres pequeñas y
jóvenes, y sólo en ocasiones (fiestas, sequía y escasez) los
hombres también participan.
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Se puede decir que en un horario y composición flexi
bles, la ingestión de alimentos se completa en tres momentos
durante el día: Hombres, mujeres y niños hacen un desayuno
ligero, que consiste por lo general de café y un pan o tamales;
un almuerzo hacia el mediodía de tortillas, frijol o algún gui
sado y café, agua de frutas o refresco, y una comida fuerte al
terminar la tarde, consistente en tortillas, sopas y algún gui
sado. Las salsas de mucho chile y sal o mezcladas con milto
mate, j itomate o cacahuate siempre acompañan las comidas
del mediodía y de la tarde.
En la celebración anual de Fieles Difuntos o Todos San
tos se sustituyen las tortillas y el guisado por tamales de va
riados rellenos: frijol, camarón, carne de res y de cerdo, gui
sos de flores y renuevos vegetales, ajonjolí, etcétera. Cuando
sobreviene la escasez por sequías, huracanes o porque el vien
to tira la milpa, sobre todo en el pasado, algunas plantas y
tubérculos se convertían en la base de la alimentación. Los
pueblos huastecos a lo largo del año disponen de al menos
una docena de plantas alimenticias complementarias.
En los mercados serranos se puede encontrar una docena
más de flores y plantas de temporada que también se consu
men. Estudios hechos entre los huastecos de San Luis Potosí
muestran que el maíz, frijol, chile y café, junto con las plan
tas complementarias, aportan 1 770 calorías y casi cinco gra
mos de proteínas; por otro lado, todavía hoy es común pre
parar calabazas y camotes en el jugo de la caña para consu
mirlos como postre.
Más arriba hemos señalado la importancia general de
peces y mariscos destacada por las crónicas, aunque es obvio
que los poblados a lo largo de los ríos, lagunas o sobre el
litoral se veían o se ven más favorecidos en ese aspecto. A
finales del siglo XVI, la información vertida por los naturales
en los procesos de congregaciones coincide en que los pue
blos de la sierra como Llamatlán y Tlachichilco obtenían
abundantes recursos de sus ríos, argumento que esgrimían
para no querer mudarse de sus antiguos asientos.
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Alonso de la Mota y Escobar, en sus memoriales de 1610
subraya el consumo y la comercialización de gran variedad
de peces y mariscos que se explotaban en Tamiahua. En 1609,
los alcaldes mayores de Huauchinango, Tampico y Pánuco
detallan en sus "Descripciones" con mayor precisión cuál
era esta variedad de recursos, así como su comercialización
a las ciudades de México y Puebla. Enlistan robalo, sargo,
mojarra, camarón en Tamiahua; bagres, albures, cicas,jureles,
corvinas, peces espada, catanes, ajugas, tortugas, robalos, li
sas y mojarras en el río Pánuco y sus afluentes. Cerca del
mar, a los tiburones los comían y también les extraían el aceite
para calafatear chalupas y canoas. Las relaciones geográfi
cas del siglo XVIII de las jurisdicciones de Villa de Valles,
Huejutla, Pánuco y Tampico mencionan la continuidad y
abundancia de estos recursos en varios pueblos de la Huasteca.
Casi un siglo después, Fages y Soto, en sus "Noticias esta
dísticas" sobre la provincia de Tuxpan y la Huasteca, respec
tivamente, remarcan la enorme cantidad de especies marinas
existentes y el gran peso que tenían estos recursos en la coci
na tradicional y en el comercio.
Aunque las evaluaciones etnográficas sobre el consumo
de proteína animal son escasas, no por ello peces y mariscos
han abandonado los platillos huastecos; las acamayas, por
ejemplo, pueden considerarse como una de las delicias de su
arte culinario. Además existe una gran riqueza de especies
comerciales en el mar, mientras que en poblaciones costeras
como Tuxpan y Tamiahua, uno de los centros pesqueros más
importantes del país, los recursos pesqueros siguen siendo
objeto central de explotación, consumo y comercio. Por su
parte, los asentamientos que no se ubican en las márgenes de
los ríos compran pescados o mariscos , vivos o secos en los
mercados semanales, de acuerdo con sus posibilidades. Otros
que no cuentan con dinero ni están localizados cerca de las
corrientes permanentes, capturan camaroncil los y charales
en los aguajes de la temporada de lluvias; por supuesto, el
consumo en esas comunidades es menor.
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En resumen, si bien los recursos acuáticos han disminui
do como parte de la cocina tradicional de las comunidades
huastecas serranas debido a la tala desmedida de los bos
ques, la contaminación de las corrientes y Ja destrucción de
los manglares en las lagunas costeras, peces y mariscos cons
tituyen todavía una fuente importante de proteínas y son par
te del arte culinario huasteco.
El caso de las aves y mamíferos es otra historia. Es evi
dente por el deterioro ambiental que la caza de animales sil
vestres ya no tiene la misma importancia como fuente de pro
teínas que tuvo desde la época prehispánica hasta el siglo
XIX, sobre todo los guajo]otes cuya abundancia permitía ca
zarlos a palos a principios del siglo XVIII.
Además se recolectaban grandes cantidades de miel tan
to de abejas domesticadas como silvestres, cuya cera blanca
se comercializaba también en grandes volúmenes, pues re
cuérdese que velas y veladoras era la manera habitual de alum
brarse en los hogares rurales y citadinos, sin olvidar los ri
tuales que se practican hoy en día.
La disminución de la fauna salvaje se debió, junto con
otras causas, a la incorporación de cerdos y las gallinas de
Castilla, que a la vez trastocaron el paisaje y facilitaron el
acceso a nuevas fuentes de proteína animal. Si todavía se
cazan algunas piezas como tejón, venado e iguanas, esto su
cede sólo ocasionalmente y cada día escasean más los ani
males.
En el ámbito familiar, guajolotes, patos y otras aves se
domesticaron en la huasteca prehispánica junto con las abe
jas. Muy pronto, antes de 1550, ya se mencionan los cerdos y
las gallinas de Castilla entre las aves de corral en los hogares
indígenas y antes de finales del siglo XVl, el ganado mayor.
En la frontera entre la Huasteca y la Gran Chichimeca, los
bovinos y a veces las ovejas se repartieron a las poblaciones
que se intentaba pacificar y evangelizar.
Hoy en día, igual que en el pasado, si bien las familias
huastecas comen en inigualables guisos sus gallinas, guajolo
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tes, puercos y reses, es muy común que esos animales les sir
van "como alcancías o cuentas de bancos", para emergencias
o para sacrificarlos en el calendario festivo anual o en las oca
siones importantes de su vida cotidiana. Del primero, las cen
trales son la de los Días de Muertos, el Carnaval, la fiesta
patronal, los festejos familiares y colectivos al maíz, mien
tras que del segundo se encuentran los bautizos, los casa
mientos, las defunciones y las graduaciones escolares; es decir
que el calendario ritual, las fiestas y los compromisos socia
les se relacionan, como en toda comunidad indígena, muy
estrechamente.
Algunos otros factores en los cambios ecológicos y am
bientales de la región, son el incremento de los cultivos co
merciales a costa de terrenos antes dedicados a la producción
de alimentos básicos y sin lugar a dudas la mancha voraz que
representa el desplazamiento y desmonte de bosques para la
expansión de los potreros y las actividades pecuarias.
Hay que resaltar que sin grandes apoyos del Estado, hom
bres y mujeres de las comunidades huastecas han diver
sificado su producción agrícola comercial, multiplicado la
presentación del trabajo artesanal, formado grupos alternati
vos de producción y fortalecido sus organizaciones indepen
dientes.
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