Marco Conceptual (Tesis)

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CONCEPTO DE ADULTO MAYOR

EL ADULTO MA YOR EN LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS Y CONTEMPORANEA

En la historia el Adulto mayor ha sido considerado de diferentes maneras y su figura


siempre ha estado determinada por los criterios que cada cultura o momento histórico le
asignaban a la persona adulta mayor. En la sociedad primitiva para cada individuo, era un
desafío sobrevivir día a día y en la medida que avanzaban en edad, eran considerados más
cercanos a los dioses; eran el nexo entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. Lo que
tenían más años dirigían los ritos, ceremonias, eran los responsables del grupo, de las
familias. Por sus conocimientos y experiencia acumulada, los ancianos eran valorados y
respetados, portadores de costumbres y tradiciones, dotados de: autoridad, bienes, poder
y prestigio social 1.

En Roma se crean instituciones asociadas a la vejez. El”pater” era respetado en sus


facultades de potestad cualquiera fuese su edad y de la culminación política surgió el
Senado, que era el Consenso de Ancianos, su influencia en el desarrollo del imperio fue
transcendente. A sí mismo en los textos bíblicos que relatan sobre la vejez en el pueblo
Judío. La palabra “Zaken”, en hebreo significa vejez, pero también sabio o decano.

En la Edad Media existen instituciones destinadas a cuidar ancianos y desvalidos. Pero en


todas las épocas, la sociedad patriarcal tenía una dicotomía:
- Por un lado el trato a los ancianos con dominio económico y social, traducido en respeto,
veneración y aún subordinación, donde los jóvenes ansiaban llegar a esa edad para
asumir dignidad; aun trataban físicamente de parecer mayores, porque el hombre adulto
era una garantía de respetabilidad.

- Por otra parte, existía una gran masa de ancianos maltratados en épocas difíciles, por su
poca posibilidad de producción y su gran necesidad de cuidados, imposibles de satisfacer
en épocas de crisis.

EL ANTIGUO PARADIGMA: VIEJÍSIMO

En la Sociedad contemporánea, se construye y predomina la idea acerca de la vejez, a


partir de la ideología del viejismo. El viejismo es un paradigma impregnado de prejuicio
sobre los ancianos que son víctimas de discriminación tan solo por su edad, que define al
anciano desde una connotación negativa, como una etapa de mera decadencia en lo
físico, mental, proyectando sobre los adultos mayores una imagen de incapacidad, de
inutilidad social, de obsolencia completa. Es un concepto relativamente nuevo, descrito y
estudiado por Robert Butler, a comienzos de la década de 1970 y se aplica principalmente
al prejuicio de la gente joven hacia la gente vieja, es decir, define el conjunto de prejuicios,
estereotipos y discriminaciones que se aplican a los viejos solo en función de su edad.
Constituye el prejuicio asociado una etapa determinada de la vida “ la vejez “, que provoca
un efecto corrosivo directamente relacionado con los mitos y prejuicios que giran en
torno a la vejez, constituyendo la base de las representaciones sociales instaladas en la
vida cotidiana de los individuos.

El viejismo como una actitud aceptada en nuestra sociedad, hacen del adulto mayor un
ser tremendamente vulnerable al maltrato y al abuso. Desde este enfoque se define la
vejez sobre aspectos deficitarios y negativos, fomentando los prejuicios que hasta la
actualidad prevalecen sobre la vejez. El prejuicio más extendido es el de que los viejos son
todos enfermos o discapacitados, asociando viejo con enfermo y terminan por incidir
incluso en los propios viejos. Siempre se hace hincapié en lo que ya no tienen o lo que no
tienen tiempo de tener.

Las ideas y actitudes negativas que conforman el “viejismo”, se desarrollan en un contexto


social donde los adultos mayores no eran una figura importante en la estructura
poblacional, ya que la esperanza de vida no superaba los 63 años. El crecimiento
poblacional y el envejecimiento de la misma no era un tema de preocupación. En torno a
ello, se genera una especie de dualidad entre dos polos: viejo y joven, creando una brecha
difícil de superar entra ambas etapas. Se atribuyen calificaciones a cada etapa como, ser
joven es bueno, ser viejo es malo. La imagen de la vejez impregnada de prejuicios y mitos
la impuso el modelo socioeconómico imperante.

La Revolución Industrial, desencadeno una serie de cambios económicos, políticos,


culturales y sociales que favorecen el proceso de modernización, siendo las imperativas
productividad y eficiencia. Estos parámetros excluyen completamente a los ancianos que
para el mercado económico ya no son población productiva, por lo tanto no son “útiles”,
ni necesarios. Los parámetros y valores culturales imperantes en la sociedad desfavorecen
la autoestima del anciano y crean una figura claramente negativa que actualmente
prevalece en el imaginario social.

Se debe establecer la diferencia entre la vejez y el envejecimiento, la vejez como una


etapa de la vida y el envejecimiento, como un proceso natural en la vida de todo ser
humano que comienza con su nacimiento, que está influenciado por los entornos, por los
estilos de vida y condicionado por factores sociales y culturales.

La OMS define envejecimiento, como: "Proceso fisiológico que comienza en la concepción


y ocasiona cambios en las características de las especies durante todo el ciclo de la vida,
esos cambios producen una limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con
el medio. Los ritmos a que estos cambios se producen en los diversos órganos de un
mismo individuo o en distintos individuos no son iguales".

El envejecimiento como proceso conjugan una serie de factores biológicos o físico, que se
relacionan con aspectos sociales, psicológicos que interactúan entre sí, resultando el
envejecimiento individual. El envejecimiento es un proceso diferencial que posee
características propias, es progresivo e individual, que comienza a partir del nacimiento y
termina con la muerte, caracterizándose por ser, universal, complejo y variable,
progresivo y además es un proceso lento que depende de factores internos y externos.

Existen tres tipos de envejecimiento:


ENVEJECIMIENTO NORMAL O PRIMARIO: refiere a los cambios biológicos, fisiológicos y
sociales que se producen a consecuencia del paso del tiempo y que son inevitables,
ejemplo: las arrugas y las canas.

ENVEJECIMIENTO PATOLÓGICO O SECUNDARIO: Son los cambios que no están


relacionados con lo natural, son consecuencia de enfermedades o malos hábitos, que
podrían prevenirse y/o evitar, como por ejemplo el Alzheimer.

ENVEJECIMIENTO ÓPTIMO: el que tiende a generar las mejores condiciones posibles:


físicas, psicológicas y sociales, produciendo entornos favorables que hagan posible
prevenir posibles enfermedades, mejorando la calidad de vida por medio de actividades
sanas (ejercicios y dietas).

Gerontología y Geriatría son ciencias que estudian el envejecimiento. La Gerontología


tiene un carácter multidisciplinario y estudia todos los aspectos del envejecimiento y la
Geriatría, rama de la medicina que se ocupa de los aspectos clínicos, terapéuticos,
preventivos y sociales en la salud y enfermedad de los ancianos.

Es necesario realizar la diferencia entre distintos tipos de edades: la Edad Cronológica, la


Biológica, la Psicológica y la Social.
LA EDAD CRONOLÓGICA: Es la edad del individuo en función del tiempo transcurrido
desde el nacimiento, establecida por su fecha de nacimiento, es la edad (años). Su
importancia radica en que marca hechos trascendentales en nuestra vida como la
jubilación, más que biológico su valor es social o legal. El tiempo no tiene ningún efecto
biológico sino los cambios ocurren en el tiempo, nos sirve para referenciar hechos de la
vida.

LA EDAD BIOLÓGICA: Es un concepto fisiológico que corresponde al estado funcional de


nuestros órganos comparados con patrones estándar para una edad. Da cuenta del
envejecimiento real, de los cambios físicos ligados a la declinación de las funciones
sensoriales y perceptivas (visión, oído, gusto) que obligan el uso de elementos extraños a
su cuerpo: anteojos, audífonos, dentadura postiza; las manchas de la piel, que con el
tiempo se van tornando más oscuras; la pérdida de la adaptación al frío y al calor; la
disminución de la fuerza y de la rapidez para realizar actividades físicas (caminan más
lentos, se incorporan con mayor dificultad).
LA EDAD PSICOLÓGICA: determinada por los rasgos psicológicos de cada grupo de edad.,
este concepto es de los más importantes, puesto que una persona es mayor si se siente
mayor. Cada edad tiene su rasgo psicológico determinado, relacionado con los aspectos
internos y psíquicos de los individuos, con la identidad, o sea la vivencia y representación
de nuestro ser y que permanece durante toda la vida a pesar del continuo proceso de
elaboración y reajuste de nuestro sí mismo, dándonos el sentimiento de identidad.

LA EDAD SOCIAL: relacionada con el rol social que ocupa el adulto mayor, es la edad
marcada por circunstancias económicas, laborales y familiares. De este modo, la jubilación
marca una edad social por pertenencia a un grupo social con importantes cambios en
diferentes aspectos (laboral, económico y de recursos).

ADULTO MAYOR: Persona de 60 años y más, criterio de Naciones Unidas y asumido por el
Gobierno de Chile establecido en la Ley 19.828 que crea el Servicio Nacional del Adulto
Mayor, SENAMA. Desde este servicio se ha promovido la utilización del término adulto
mayor, como también persona mayor, en reemplazo de tercera edad, anciano, abuelo,
viejo, senescente que pueden ser entendidos en un sentido peyorativo y que se asocian a
una imagen negativa, discriminatoria y sesgada de la vejez. Fuente: Servicio Nacional del
Adulto Mayor, Chile.

NUEVO PARADIGMA: ENVEJECIMIENTO ACTIVO


En los últimos veinticinco años ha surgido la construcción de un nuevo paradigma del
envejecimiento que se ha llamado, entre otros: saludable (OMS, 1990) o activo (OMS,
2002). El concepto ha ido evolucionando, desde la definición de la OMS de 1990 centrado
en la salud, hacia un modelo más integrador, como el envejecimiento activo, definido en
el año 2002 como; "el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y
seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas que envejecen" (OMS).
Se trata de un paradigma teórico que supone la ruptura con el antiguo paradigma
denominado “viejismo”, y al mismo tiempo implica una ruptura epistemológica e
ideológica que llevado a la práctica significa un gran desafío porque los resabios del
viejismo se encuentran impregnados en el imaginario social.
“EL MALTRATO FAMILIAR Y SOCIAL”:
“UNA MIRADA CRÍTICA DESDE LOS DERECHOS DEL ADULTO MAYOR”
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO
VANESA JACQUELINE GREZ AMPUERO

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Este paradigma se basa en el reconocimiento de los derechos humanos de los adultos
mayores de independencia, participación, dignidad, atención y autodesarrollo. El objetivo
es extender y mejorar la calidad de vida, la productividad o actividad y la esperanza de
vida de los adultos mayores, potenciando sus capacidades para mantener activos los
aspectos sociales, culturales, educativos y mentales. Desde esta perspectiva, el
envejecimiento implica un conjunto de determinantes, sociales, psicológicos, económicos,
personales, de salud, y no solo físicos. Por lo tanto, el envejecimiento activo, es un
concepto biopsicosocial que implica un equilibrio óptimo entre aspectos sociales y
psicológicos.
Se plantea un nuevo paradigma de Vejez, en este contexto actual donde el envejecimiento
poblacional es cada vez mayor y se hace más evidente en la estructura demográfica la
existencia de individuos que demandan satisfacción de necesidades y reconocimiento de
derechos. Por eso, esta nueva mirada propone que los adultos mayores deben ser
considerados sujetos de derechos y no meros objeto de asistencia o instrumentos de
políticas.

En la segunda Asamblea Mundial de las Naciones Unidas sobre el Envejecimiento, se


desarrolla el Programa de Envejecimiento y Ciclo Vital de la OMS, en abril de 2002,
Madrid, España. Se tiene en cuenta el ciclo vital, que reconoce que los adultos mayores no
son un grupo homogéneo y diverso. Este programa define activo cómo: “una participación
continúa en las cuestiones sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas, no sólo a
la capacidad para estar físicamente activo o participar en la mano de obra. Las personas
ancianas que se retiran del trabajo y las que están enfermas o viven en situación de
discapacidad pueden seguir contribuyendo activamente con sus familias, semejantes,
comunidades y naciones. El envejecimiento activo trata de ampliar la esperanza de vida
saludable y la calidad de vida para todas las personas a medida que envejecen incluyendo
aquellas personas frágiles, discapacitadas o que necesitan asistencia”. (OMS 2002).

Desde esta visión se define la salud como: “el estado de completo bienestar físico, mental
y social y no solo la ausencia de enfermedad o dolencia” (OMS 1948). Salud que se
promueve en el marco de este envejecimiento activo. Uno de los pilares o principios de
este enfoque son, la autonomía, y la independencia y la solidaridad Intergeneracional, que
se refiere a dar y recibir de manera reciproca entre generaciones de jóvenes y viejos. Se
trata de pensar en el futuro, de esos jóvenes, que mañana serán viejos.
La OMS (2002) plantea que el envejecimiento activo depende de ciertas condiciones o
determinantes, los cuales ayudaran en el diseño de políticas y programas para lograr dicho
envejecimiento. Dichos determinantes se conjugan entre sí para lograr una mejor calidad
de vida en las personas de edad avanzada. Por ello estudiarlos e investigarlos es necesario,
para garantizar, a través de las políticas, un envejecimiento activo y saludable.
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Determinantes Transversales: la cultura y el género:


La cultura, de las personas y poblaciones, determinan la forma en que se envejece, y en
consecuencia la significación de lo que es envejecer. Las pautas y valores culturales
establecen marcos conceptuales y determinan como es considerado el adulto mayor en
cada sociedad, según sus valores y costumbres. Por ejemplo, cuando las sociedades son
más proclives a atribuir los síntomas de enfermedad al proceso de envejecimiento, es
menos probable que proporcionen servicios de prevención, de detección precoz y de
tratamiento apropiado.
Existe una diversidad de valores y tradiciones en el interior de un país, que deben ser
respetados por las políticas y programas que se implementan, pero al mismo tiempo se
deben desmitificar prejuicios o concepciones erróneas. Pero, a su vez, prevalecen valores
universales que trascienden la cultura como los valores éticos y los derechos humanos.

Determinantes relacionados con los sistemas de salud y los servicios sociales:


“Para fomentar el envejecimiento activo, es necesario que los sistemas sanitarios tengan
una perspectiva del ciclo vital completo y se orienten a la promoción de la salud, la
prevención de las enfermedades y el acceso equitativo tanto a una atención primaria
como a una asistencia de larga duración de calidad”. (OMS 2002)
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Para lo cual es necesario lograr y fomentar: - Promoción de la salud y prevención de
enfermedades, servicios curativos: Atención primaria de la salud, asistencia de larga
duración: se refiere a sistema de apoyo, formales (profesionales), e informales (familiares,
amigos) hacia una persona que no pueda valerse por sí mismo y Servicios de salud mental.

Determinantes conductuales:
Este factor hace hincapié en las costumbres y estilos de vida saludable, como actividad
física adecuada, una alimentación sana, el no fumar y otros, para lograr una mejor calidad
de vida y evitar la discapacidad y declive de las funciones tanto físicas como psíquicas,
logrando una prolongación del envejecimiento saludable.

Determinantes personales:
Aquí influyen en gran medida los factores biológicos y genéticos, ya que el envejecimiento
es un conjunto de procesos y cambios biológicos que están determinados genéticamente.
Si bien los genes determinan el envejecimiento funcional de los seres humanos, otra de las
causas de muchas enfermedades, es en gran medida, medioambiental y externa.
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Dentro de los factores personales, se encuentran los factores psicológicos, como la
inteligencia cognoscitiva y emocional, como por ejemplo la capacidad de resolver
problemas y adaptarse a los cambios, que son factores determinantes en el
envejecimiento activo.

Determinantes relacionados con el entorno físico:


Se refiere a los entornos físicos que tienen en cuenta en su infraestructura arquitectónica,
a las personas adultas mayores. Por ejemplo los ancianos que viven en zonas inseguras,
con barreras físicas que impiden su movilidad, son más propensos al aislamiento y
depresión. Acá debe prestarse mayor atención a los ancianos que viven en zonas rurales
con escasos medios de asistencia y menor acceso a servicios sociales y de salud.
Se deben garantizar tanto en zonas rurales como urbanas, medios de transportes
accesibles, para lograr la participación de los ancianos en actividades comunitarias y
familiares. Además esto ayuda prevenir lesiones, como caídas, accidentes de tránsito, etc.
en los adultos mayores.
Además se debe tener en cuenta; la seguridad de la vivienda que se encentre ubicada en
una zona segura y próxima a sus familiares o amigos; y agua limpia, aire puro y alimentos
sanos son imprescindibles para la salud de este grupo de la población.

Determinantes sociales:
Estos determinantes relacionados con el entorno social, se refieren a todos aquellos que
factores que tienden a mejorar la salud, la participación y calidad de vida de las personas
que envejecen, como por ejemplo la educación.
El aislamiento social, el analfabetismo, son factores de riesgo que exponen a los adultos
mayores a mayores riesgos de discapacidad. El apoyo social inadecuado o escaso se asocia
directamente a una disminución de la salud y el bienestar en general.
Los responsables políticos, las organizaciones no gubernamentales, la industria privada y
los profesionales sanitarios y sociales pueden ayudar a fomentar redes sociales para las
personas que envejecen. Es de total relevancia la construcción de redes primarias con
familiares y amigos, fomentando así, el fortalecimiento de los lazos sociales en los adultos
mayores.
Es determinante en la vejez contar con una red de apoyo y contención social entre los
distintos actores sociales (empresas, instituciones, asociaciones civiles, etc.), que logre
afianzar las relaciones sociales en distintos ámbitos, esto permite lograr un
envejecimiento activo y participativo.
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Determinantes económicos:
Existen tres componentes que influyen significativamente sobre el envejecimiento activo:
- Los ingresos: es necesario que las políticas se relacionen con los objetivos del
envejecimiento activo para reducir la pobreza en todas las edades, aunque los ancianos
son particularmente vulnerables.
- La protección social: generar mecanismos de protección social para personas de edad
avanzada que necesitan de cuidados y asistencia en ausencia de sus familiares.
- El trabajo: se refiere al reconocimiento del trabajo informal que realizan muchas veces
los adultos mayores, como tareas domesticas y actividades voluntarias, que no son
integradas en el mercado ni tampoco remuneradas.
Las políticas de acción propuestas por la OMS (2002) para potenciar los determinantes
psicológicos y conductuales del envejecimiento activo son: reducir los factores de riesgo
asociados a enfermedades e incrementar los de protección de la salud a través de hábitos
saludables y ejercicio físico; promover los factores de protección del funcionamiento
cognitivo; promover las emociones y un afrontamiento positivo; y promover la
participación psicosocial.
Este nuevo paradigma promueve la defensa y reconocimiento de los derechos del adulto
mayor. Desde un recorrido histórico se investiga que la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) ha estudiado la temática de los adultos mayores desde el año 1948, cuando
la Asamblea General aprobó la resolución 213 relativa al proyecto de declaración de los
derechos de la vejez.

Desde entonces el tema fue abordado por la Asamblea y por los organismos interesados
por cuestiones sociales. Sin embargo, es hasta 1977 que se aborda el problema de forma
directa al hacer énfasis en la necesidad de organizar la primer Asamblea Mundial sobre las
personas de edad, por lo que se acordó que dicha conferencia tuviera lugar en Viena en el
año 1982. En ese encuentro se aprueba un Plan Internacional sobre envejecimiento, que
recomienda tomar medidas claves en distintos sectores como, empleo, vivienda, salud y
nutrición, bienestar y seguridad económica.

En el año 2002 se convoca la segunda Asamblea Mundial en España, Madrid, con la


finalidad de crear una nueva estructura para el envejecimiento y transformarlas en
políticas específicas.

Durante la segunda mitad del siglo XX, en los Estados Unidos, se realizaron muchos
estudios e investigaciones relacionados con la situación del individuo en la etapa de la
vejez con sus posibilidades y limitaciones. Algunos de esos estudios tuvieron como
consecuencia teorías que sustentan el prejuicio y también en otras intentaron
desmitificarlo.

No existe una única acabada concepción de vejez, sino que, podemos encontrar
diferentes conceptos culturales como: tercera edad, viejo, abuelo, geronte, longevo,
anciano, adulto mayor etc., concepciones que se construyen en un contexto social e
histórico.

Existen dos paradigmas que muestran formas totalmente diversas de cómo concebir a las
personas adultas mayores, cada modelo teórico responde a momentos históricos
diferentes. El primer modelo construye una imagen netamente negativa sobre el
envejecimiento, basado en prejuicios que fomentan una mirada despectiva sobre la vejez.
El segundo paradigma propone la valoración del anciano como sujeto de derechos y no
como un mero objeto pasivo de cuidados. Ambos se contraponen en sus teorías, pero al
mismo tiempo se interrelacionan en las practicas cotidianas de los sujetos.

En el marco del nuevo paradigma, se plantea la construcción de pluralidad de vejeces, es


decir, distintas formas de envejecer porque cada proceso de envejecimiento es único e
irrepetible y responde a la trayectoria de vida de cada individuo. Por lo tanto se tiende a
un envejecimiento activo y saludable, basado en los aspectos sanos y positivos,
promoviendo y defiendo los derechos de los adultos mayores, que cotidianamente son
vulnerados.

APROXIMACION DEMOGRAFICA DEL ENVEJECIMIENTO


Existe una dinámica de envejecimiento de la población a nivel mundial, observando
comportamiento de los distintos continentes mediante indicadores básicos como la esperanza de
vida y la tasa de natalidad. El primer factor demográfico a considerar al observar el envejecimiento
poblacional es la esperanza de vida, en tanto constituye el corolario de un conjunto de avances y
desarrollos de las sociedades. La esperanza de vida aumentó a nivel mundial en 3,6 años,
comparando el período 2000-2005 con el 2010-2015 en 20,3 años siendo, en América Latina y el
Caribe, equivalente a 21,8 años, la cual es superada por Europa con 22,1 años, Oceanía con 23,9
años y Norte América con 23,5 años de sobre vida luego de los 60 años.

Un segundo factor que interviene en el aumento de la proporción de personas mayores dice relación
con la disminución en la tasa de natalidad, situación que ha ocurrido mucho más rápido en Asia y
en América Latina y el Caribe que en las regiones más desarrolladas. Al considerar el aumento en la
esperanza de vida, sumado a la baja sostenida en la tasa de natalidad a nivel mundial, se constata un
aumento de la proporción de personas que se ubican en los tramos etarios más envejecidos,
incrementándose a una tasa de 3% anual en promedio (United Nations (B), 2017). En este sentido
según el informe World Population Ageing (2017) el número de personas mayores pasará de 382
millones a 962 millones entre 1980 y el 2017. Esta tendencia persistirá según las proyecciones y se
espera que para el 2050 en todos los continentes exceptuando África, se verifique al menos un 25%
de personas de 60 años y más.

En comparación con otros estratos etarios, se proyecta que el 2030 las personas mayores superen a
los menores de 10 años y el 2050 habrá más personas mayores que personas de 10 a 24 años. A su
vez se estima que el número de personas de 80 y más años se triplicará entre 2017 y 2050, pasando
de 137 millones a 425 millones de personas (United Nation (A), 2017).

Considerando la mayor prevalencia de enfermedades crónicas, discapacidad y dependencia que


enfrentan estos grupos de edad, así como la alta carga que esto significa tanto para las familias
como para los Estados, se hace necesario tomar en cuenta estos datos con seriedad. Sumado a las
altas cargas fiscales y familiares por enfermedad y dependencia que trae consigo un envejecimiento
cuando no es debidamente anticipado por las políticas públicas, también son sumamente relevantes
los desequilibrios en el sistema de seguridad social y de pensiones, situación que es revelada a partir
de indicadores como el índice de dependencia demográfica de vejez (población de 20 a 64 años en
relación a los de 65 y más años) y su inversa matemática, la relación de apoyo potencial. Estos
datos nos hablan de la relación entre las personas en edad de trabajar y las personas en edad de
jubilación, desde la perspectiva de la necesidad, hablamos de dependencia demográfica, desde la
perspectiva del apoyo, hablamos de relación de apoyo potencial. En América Latina y el Caribe se
alcanza una cifra de 7,3 personas de entre 20 a 64 por cada persona de 65 y más años en el 2017,
proyectándose la existencia de cinco países -entre los que se encuentra Chile- que presentarán una
relación de apoyo potencial por debajo de 2 personas en edad de trabajar por cada persona en edad
de jubilación para el quinquenio 2045-2050.

Esta situación acompañada por el incremento ya mencionado de personas de 80 y más años,


impactará no sólo en el mercado laboral y la dinámica económica, sino que también en la cantidad,
tipo y complejidad de bienes y servicios demandados; desde vivienda, transporte, servicios de
cuidado, protección social, hasta nuevas estructuras sociales y familiares, lo que obligará sin dudas
a una reorganización social a nivel global.
Otro de los fenómenos que trae aparejado el envejecimiento y que se relaciona con las
enfermedades crónicas y la pérdida de la salud funcional ya mencionadas es la demencia. En el año
2013 se estimaba que habían más de 35.6 millones de personas con diagnóstico de demencia en el
mundo, cifra que se espera se duplique cada 20 años; llegando a 65.7 millones en el 2030 y 115.4
millones en el 2050 (Guajardo, Tijoux, & Abusleme, 2015).

Por este motivo, y considerando la gran heterogeneidad de este grupo poblacional, se ha


considerado la “edad prospectiva” y el indicador “relación de dependencia prospectiva de la vejez”,
los que de cierta forma logran captar los avances que han permitido aumentar la longevidad. La
edad prospectiva determina que “la vejez comienza” cuando las personas tienen una edad en la que
su esperanza de vida restante es de 15 años según la esperanza de vida al nacer del periodo
estudiado. Se define de este modo el indicador de relación de dependencia prospectiva como el
cociente entre el número de personas de edades con esperanzas de vida, restante, de 15 años y el
número de personas de 20 años o más hasta la edad definida como vejez. Esto implica, por ejemplo,
que para el caso de Chile, en el período 2015-2020 se observe una esperanza de vida al nacer de
79,7 años y una edad prospectiva de 64,7 años, comenzando con ello la vejez más cerca de los 65
que de los 60 años como se considera hoy. Esta modificación en la forma de medición tiene dos
principales aspectos, por una parte, refleja las mejores condiciones con que llegan las personas a la
vejez y por otra, al igual como la proporción de personas
Mayores aumentan y envejecen en mejores condiciones que sus predecesores, la vejez también se
vuelve un indicador móvil que permite considerar el inicio de la vejez ya no desde una cifra
estática, sino como prospectiva y dinámica.

Subsecuentemente, las mayores potencialidades físicas que se observan hoy en las personas
mayores, así como los desequilibrios en el sistema de pensiones, tienen como corolario que las
personas continúen trabajando bastante más allá de la edad legal de jubilación.

En cuanto a la situación nacional respecto el proceso de envejecimiento poblacional, 1975 habían


21,2 personas mayores por cada 100 menores de 15 años ubicándose con ello nuestro país en el
tercer lugar a nivel regional. Se proyecta que para el año 2025 Chile se constituya en el país con el
mayor índice de envejecimiento de la región, con 111,1 personas mayores por cada 100 niños,
duplicándose el 2050 con un índice de 212. Como consecuencia de lo anterior y de acuerdo a las
proyecciones CELADE, el año 2025 por primera vez en la historia del país las personas mayores
serán más que los menores de 15 años.

En términos porcentuales respecto del total, las personas mayores en nuestro país en el año 2010
representaban un 13% de población, el 2020 se espera que alcancen un 17,3%, el 2030 el 22,4% y el
2050 un 30,7%, es decir casi un tercio de la población nacional.
Al observar ahora el número de personas según tramos de edad, se aprecia que el grupo que más
crecerá hacia el año 2050 será el de 80 y más años, lo que implica, que habrá un mayor contingente
de personas que presenten más probabilidad de sufrir deterioro cognitivo, mayor prevalencia de
discapacidad o riesgo de caer en situaciones de dependencia.

Respecto a la dependencia en las personas mayores, cabe mencionar que de acuerdo


al Estudio Nacional de Dependencia, el porcentaje de personas entre los 60 y 64 años que presentan
algún grado de dependencia es de 11,5%, incrementándose a 52,9% entre los 80 y los 85 años y a
65,6% entre las personas 85 y más años (SENAMA, 2009).

Esta realidad, sumado a la consideración de los diversos factores que producen diferencias en el
proceso de envejecimiento individual, como son la etnia, el sexo, el acceso a la salud, a la
educación, al trabajo e ingresos, entre otros, insta a que el fenómeno deba ser abordado de manera
multidimensional y considerando las distinciones de cada territorio, grupo y persona en particular,
traduciendo esta información en insumos para el diseño de intervenciones comprensivas, tanto de la
realidad del envejecimiento como de los alcances de los derechos en la vejez.

En nuestro país la legislación considera como Adulto Mayor a las personas desde los 60
años de edad, estipulando desde ese momento el inicio del proceso de envejecimiento.
Este envejecer no es solo una condición social, sino también un proceso individual,
enfrentando así condiciones cambiantes, tanto de su propio organismo, como del medio
social en que viven. A ello se agrega que la vejez tiene distintos momentos posibles para
su inicio, los cuales varían, como los de naturaleza social referidos a como es considerado
el adulto mayor en cada sociedad particular.

La vejez y el envejecimiento a nivel país comienzan a ser un tema de interés público y


político en 1995, año en que comienza a operar el Comité del Adulto Mayor. No obstante,
rápidamente las acciones hacia este grupo etario se transversalizan en las distintas
instituciones del Estado, apareciendo la primera política específica en el área de la salud.
En 1999 se envía al Congreso el proyecto de ley que creará una institucionalidad específica
para enfrentar el envejecimiento y la vejez. Así, el 17 de septiembre de 2002, a través de
la Ley Nº19.828, se crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), institución cuya
meta es logar un cambio cultural en toda la población que signifique un mejor trato y
valoración de los adultos mayores en nuestra sociedad, lo que implica una percepción
distinta sobre el envejecimiento y, alcanzar mejores niveles en la calidad de vida para
todos los adultos mayores.

Al mencionar la política nacional para este grupo etáreo se hace imprescindible considerar
tanto los fundamentos valoricos como los principios que la sustentan. En cuanto a los
primeros, se haciendo”hacer justicia a personas que han sufrido marginación de distinta
naturaleza, reconociendo en plenitud sus derechos y dándoles lo que les corresponde por
lo que han aportado a la sociedad”; y la solidaridad Intergeneracional entendida como “el
logro de una integración social, entre distintas generaciones, basadas en el reciproco
respeto y comprensión, en definitiva, en el amor entre personas de distintas
generaciones.

En relación a los principios, estos se encuentran conformados por la autovalencia,


envejecimiento activo y ciudadanía plena, el que “se refiere a reconocer la autovalencia,
es decir, la capacidad de valerse por sí mismo que Ie tiene la mayor parte de los adultos
mayores, lo cual les permite ser autónomos y tener un envejecimiento activo. Reconocer
la autonomía del adulto mayor es, también, reconocer su capacidad para organizarse y
crear instancias que los representen en su diversidad de inquietudes e intereses. 31
También se destacan la prevención, la cual debe ser un enfoque prioritario en lo social, lo
psicológico, lo económico y, por supuesto, en materia de salud. Toda la población, a través
de la familia, del sistema escolar y de los medios de comunicación social, debe recibir
educación sobre el sistema previsional, sobre su propio proceso de envejecimiento y,
además, conocimientos acerca de la forma de relacionarse con los adultos mayores. A su
vez, los actuales adultos mayores deben recibir información y asistencia para su
autocuidado32. Otro principio es la flexibilidad en la aplicación de la política, considerando
la diversidad de las situaciones de los adultos mayores en donde la situación del adulto
mayor que vive solo, o con su pareja, no es la misma del que vive junto a otros familiares;
la variable urbana-rural también influye de manera particular en el adulto mayor,
igualmente la situación de vulnerabilidad y de mayores necesidades de cuidados aumenta
con la edad. La flexibilidad es la respuesta la respuesta adecuada a las diversas realidades
que viven los adultos mayores33. Y por último se encuentra el principio de manejo
articulado e integral de la formación, el cual”impulsa y genera la difusión de información y
estadísticas demográficas, a nivel nacional y regional, con el fin de orientar programas y
beneficios para este grupo etáreo, tanto del sector público como privado. 34.

MALTRATO AL ADULTO MAYOR


El maltrato hacia este grupo etario comienza a adquirir relevancia a partir de los años 80, haciéndose pública
una realidad que estaba relegada al ámbito privado. Si bien surge en el marco de un discurso sobre la
vulnerabilidad de este grupo etario, hoy está instalado al interior de los derechos humanos, considerando a las
personas mayores como sujetos y no como objetos de protección. Es decir, en la actualidad se plantea que una
forma de fortalecer la autonomía, la integridad y el bienestar en las personas mayores es, precisamente, a
través del ejercicio de sus derechos.

Para generar el tránsito desde un enfoque asistencialista hacia uno de derechos, las sociedades han ido
forjando ciertos consensos producto de la generación de pactos y normativas relativas a los derechos civiles,
políticos, económicos y sociales de las personas mayores, todos los cuales han traspasado al Estado la
responsabilidad de brindar a las personas la protección necesaria para mantener su integridad física, psíquica
y social. En este sentido, son las instituciones de derechos humanos quienes han hecho un aporte fundamental.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) son algunas de las instituciones que han contribuido a
promover los derechos de las personas mayores a través de diversas acciones, tales como: la eliminación de
imágenes discriminatorias de las personas mayores y la vejez; el establecimiento de leyes y normas que
penalizan el maltrato y la violencia; facilidades para acceder a asistencia jurídica y psicosocial; aplicación de
programas y políticas para prevenir, sancionar, erradicar y dar a conocer las situaciones de abuso; el
establecimiento de garantías de protección especiales para este grupo etario; mecanismos judiciales de
protección a la explotación patrimonial y campañas informativas de prevención, entre otras.

El maltrato de las personas mayores es una violación de los derechos humanos y una causa importante de
lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación (Organización Mundial de la
Salud, OMS, 2002) que −sobre todo a instancias del impulso de los organismos internacionales− se ha
constituido como un área de trabajo significativa. Su reconocimiento como un problema social data de la
década de 1980. A partir de entonces se ha producido un largo debate sobre su definición, tipología y formas
de evitarlo (Naciones Unidas, 2002). En la actualidad se lo reconoce como un asunto de salud pública y de
derechos humanos, lo que implica que la visión que se tiene de él, la forma en que se analiza y la manera en
que se aborda deben estar relacionadas con estas dos perspectivas.

La definición más usada -aunque, por cierto, no plenamente aceptada- se refiere al maltrato de las personas
mayores como “un acto único y reiterado, u omisión, que causa daño o aflicción y que se produce en
cualquier relación donde exista una expectativa de confianza” (Action on Elder Abuse, AEA, 1995). Los tipos
de maltrato reconocidos, en tanto, incluyen desde el físico y psicológico hasta el patrimonial y el abandono.
Tal como lo han establecido distintos organismos internacionales y regionales de derechos humanos y
agencias especializadas de Naciones Unidas. Generalmente, las personas mayores se encuentran en una
particular condición de riesgo, impotencia, abandono, discriminación, maltrato y/o explotación (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, 2004), ya sea en instituciones que brindan servicios de
cuidado de largo plazo, psiquiátricas, centros de salud o penitenciarios, puestos de trabajo, en el seno familiar,
entre otros espacios. En todo caso, hay que dejar muy en claro que el riesgo de maltrato no radica en la edad
de la vejez, sino en otros factores de distinto orden que suelen ser interdependientes.

La detección del maltrato de las personas mayores depende de la toma de conciencia, el conocimiento y la
comprensión de este problema, así como del reconocimiento de los indicadores y de sus efectos manifiestos.
Sin embargo, los vacíos de información y la falta de conceptos compartidos y normas uniformes dificultan en
gran medida la comparabilidad de la actuación frente a las situaciones de maltrato o la identificación de sus
causas. Esto deriva comúnmente en la realización de generalizaciones relativas a este asunto basadas
únicamente en los casos que son denunciados.

Cabe destacar que la necesidad de una definición compartida de maltrato es un requisito jurídico, no una
exigencia académica. Se trata de precisar qué es lo que se quiere proteger y hacerlo de una manera
jurídicamente funcional, que dé respuestas a las nociones morales, sociales y académicas del maltrato
(Currea-Lugo, 2005). De hecho, existen muchas críticas al concepto tradicionalmente usado —que ya se
mencionó en párrafos anteriores—, debido a que excluye una amplia gama de situaciones que limitan el
espectro de alternativas de prevención, reparación o mitigación, dejando a vastos sectores de la población en
completa desprotección.

En el ámbito familiar, las causas que conducen al maltrato son múltiples y complejas. Por lo general, se creía
que el género, la edad avanzada o los problemas físicos eran un factor común a las situaciones de maltrato; sin
embargo, investigaciones recientes han demostrado que estos factores por sí mismos no explican la violencia,
aunque sí pueden ser coadyudantes. Lo mismo ocurrió con la dependencia económica de la víctima respecto
de la persona que la cuidaba o del agresor/a, aunque estudios posteriores permitieron detectar situaciones en
que, contrariamente a la creencia generalizada, era este último quien dependía de la persona mayor. El estrés
del cuidador/a también se identificaba como una causa común de maltrato, pero hay cada vez más datos
probatorios de que en realidad, más que el tipo de relación, lo que importa es su calidad (Organización
Panamericana de Salud, OPS, 2003).

A nivel comunitario, algunas variables que pueden asociarse al maltrato son aquellas que surgen como
consecuencia del proceso de modernización: la pérdida progresiva de funciones en el seno de una sociedad
cambiante, la erosión de las estructuras familiares tradicionales y sus dificultades para cumplir con las tareas
de seguridad y protección. En la sociedad china, por ejemplo, se han detectado motivos relacionados con la
falta de respeto de las generaciones más jóvenes, las tensiones entre las estructuras familiares tradicionales y
las emergentes, la reestructuración de las redes básicas de apoyo, la emigración de las parejas jóvenes a
nuevas ciudades, dejando a sus padres ancianos en zonas de viviendas cada vez más deterioradas, ubicadas en
el centro de las urbes, entre otras (Kwan, 1995).

En el campo institucional, una de las formas más visibles de maltrato ocurre en las residencias de cuidado de
largo plazo que no cumplen con estándares básicos de calidad. Las deficiencias del sistema de atención,
incluidas la capacitación insuficiente o inapropiada del personal, la sobrecarga de trabajo, la mala atención a
los residentes -que puede manifestarse en una disciplina demasiado estricta o en una sobreprotección- y el
deterioro de las instalaciones, pueden hacer más difícil la interacción entre el personal de estos centros y los
residentes, dando lugar a malos tratos, abandono y explotación. En los centros de atención psicológica y
geriátrica se han registrado casos de violencia tanto contra los residentes como de estos hacia los miembros
del personal (Vásquez, 2004).

En este ámbito es preciso distinguir entre los actos individuales de maltrato o descuido y el maltrato
institucional. El primero es consecuencia de actos individuales y se origina en fallas institucionales como
algunas de las recién mencionadas. El segundo, en cambio, es producto del régimen predominante en la
propia institución, en el que la negligencia o el descuido constituyen prácticas ya instauradas y el personal
perpetúa el maltrato institucional mediante la aplicación de un sistema reglamentado que no admite
cuestionamientos, establecido en nombre de la disciplina o la protección impuesta (OPS, 2003).
El incipiente desarrollo de estudios sobre el tema también ha permitido objetar algunas ideas instituidas
acerca de la prevalencia de ciertos tipos de maltrato que afectarían a las personas mayores. Con frecuencia se
piensa que el más común es el psicológico, expresado en insultos, intimidación, humillación o indiferencia.
Sin embargo, cada vez hay más evidencia de situaciones tan o más complejas que esa y que afectan a las
personas mayores. Por ejemplo, según la OMS, en Europa, las encuestas sobre personas mayores que viven en
la comunidad revelaron que en 2010 un 2,7% de ellas —equivalente a 4 millones de personas de60 años o
más— experimentó maltrato en la forma de abuso físico. La proporción afectada por abuso sexual fue 0,7%,
lo que representaba un millón de personas de edad avanzada. El abuso mental fue muy superior, legando a
19,4%, lo que correspondía a 29 millones de personas mayores, y 3,8% fue víctima de abuso financiero, es
decir, 6 millones de personas de este grupo etario (OMS, 2011). Estas cifras posibilitan un acercamiento a la
multiplicidad de formas que puede adquirir el maltrato en la vejez, todas las cuales tienen en común los
sentimientos de inseguridad y evasión que experimentan las personas mayores, con el consecuente refuerzo de
la construcción de los sujetos de edad avanzada como personas sin vinculaciones con su entorno. Las
repercusiones del maltrato son también de diversa índole: personales, sociales y económicas. El maltrato
físico de personas mayores puede tener consecuencias graves, principalmente debido a su fragilidad ósea, con
períodos de convalecencia más prolongados que pueden derivar en la muerte.

Desde una perspectiva social, la consecuencia más grave del maltrato es el aislamiento de la persona mayor,
la disminución de su autoestima y los sentimientos de inseguridad, que a la larga favorecen la creación de
estereotipos negativos de la vejez asociados a la desvinculación y a la falta de proyectos individuales.

A partir de un enfoque económico, se pueden mencionar los gastos necesarios para dar respuesta a una
demanda de servicios especializados y de entrenamiento del personal para prevenir y atender las situaciones
de maltrato. Si se incluyen las pérdidas patrimoniales de las personas mayores a causa del aprovechamiento y
despojo de fondos y/o haberes, los costos económicos son aún más altos.

Sin embargo, la arista más dramática de este escenario, tiene directa relación con el derecho a la vida. Una
investigación realizada en New Haven (Estados Unidos) demostró que, después de 13 años de iniciado el
estudio, las tasas de mortalidad del grupo de personas mayores que habían sido víctimas de maltrato —con
independencia de su tipo— eran ostensiblemente mayores que las de aquellas que

habían estado libres de este flagelo (Lachs, 1998).

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