Los Expertos y Las Vacas en La Niebla

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Los expertos y las vacas

en la niebla
Manuel Rivas
28 SEP 19
Fuente: Diario El País

ALLÍ ESTABA. La plana mayor del Ministerio de Fomento y demás auto-


ridades desplazadas a Mondoñedo, encofrados en la alta retórica de los
pilares del Estado, no vieron cómo se cernía, puntual y parsimoniosa, la
gran manta de niebla. La obra que se inauguraba aquel 3 de febrero de
2014 estaba cargada de millones y adjetivos. Una obra portentosa, his-
tórica, que pasaría a los anales de la ingeniería vial. Era el último tramo
de la autovía Transcantábrica, 20 kilómetros de oro hormigonado, au-
pados por la maquinaria pesada y 200 millones de euros en los montes
de Mondoñedo. Los oriundos sí que la vieron, la gran nube, y por eso su
aplauso fue cauteloso y oblicuo. Veían comparecer la gran superestruc-
tura de la naturaleza para ocultar en la nada la soberbia infraestructura
humana, mientras las autoridades sonreían a cámara y disfrutaban del
momento momentáneo.

En este tramo de la A-8, la niebla no deja ver siquiera las balizas de nie-
bla. Poco tiempo después de la triunfal inauguración, en el mes de julio,
se produjo un gran choque en cadena, con 35 vehículos destrozados y
una víctima mortal. El Alto do Fiouco, donde la niebla es tan espesa que
se podría empaquetar como souvenir, ha pasado de ser una montaña
mágica a la psicogeografía del pánico. Ya hay leyendas que hablan de
automóviles que han penetrado en la niebla para no volver. La realidad
es que desde 2014 ha tenido que cortarse el tráfico una media de 100
días al año. Cortes que, a veces, se prolongan durante días y el tráfico
es desviado por la vieja carretera de Mondoñedo. No es una desgracia,
siempre que se aproveche para una parada y visitar la Fonte Vella, esa a
la que Álvaro Cunqueiro quiso invitar a un perfumista de París “para que
aspirase lentamente el aroma a heno de hierba recién cortada y, partien-
do de él, inventase un perfume de otoño”.
Los expertos y las vacas en la niebla

La que tiene posada milenaria en el monte do Fiouco, de 698 metros de


altitud, es lo que llaman ahora una “nube de estancamiento”. Podría de-
cirse que la niebla está donde tiene que estar. La autovía, no. Cuando
empezaron las obras, los paisanos advertían a ingenieros y técnicos:
“¡Teñan coidado que por aquí hai días que non vemos as vacas!”. Y no se
referían a seres míticos. Señalaban las vacas, sus vacas, que ellos lleva-
ban de la cuerda a uno o dos metros. O viceversa. Eran tan importantes
o sagradas las vacas en una casa campesina en Galicia que cada una te-
nía mayordomo. Mi madre y mi padre tuvieron ese oficio vaquero en la
infancia. El caso es que las gentes de la comarca de Mondoñedo se can-
saron de advertir a aquellos hombres tan sabios que en los lugares por
donde estaban trazando la autovía había temporadas en que no se veía
una vaca a tres pasos. Pero los hombres sabios desconectaban. Estaban
a lo suyo. ¿Con qué cuentos de vacas venían aquellos viejos chalados?

Cinco años después, no se sabe qué hacer con la niebla. Se ha intentado


todo tipo de señalización luminosa. Este tramo de la Transcantábrica ya
parece un espacio de ciencia-ficción, apropiado para rodar alguna serie
tipo Black Mirror. Los expertos que no quisieron escuchar ni a los campe-
sinos ni a las vacas siguen convencidos de que vencerán a la niebla y a la
maldita nube de estancamiento, cueste lo que cueste. Se barajan alter-
nativas como la construcción de un túnel translúcido con un sistema de
calefacción con rayos infrarrojos. También se habla de instalar un gran
sistema de aspersión higroscópica para provocar lluvia que disperse la
niebla. Es posible que los hombres sabios consigan, al final, que en el
Alto do Fiouco tengamos calefacción, lluvia y niebla a la vez.

Mucho he pensado estos días en los expertos que no quisieron escuchar


a los paisanos que les advertían de una niebla bíblica. Parece que en la
política también han tomado el mando los expertos en metadatos que
no ven la niebla. Gurús, asesores, spin doctors o lo que sean, fanáticos del
solucionismo tecnológico, pero que tienen atrofiada la tecnología más
extraordinaria jamás inventada: esa leve y sencilla inclinación para es-
cuchar a la gente.

En esta política algorítmica no hay ideas ni ideales, sino tendencias o


filias y fobias compulsivas. Los expertos se mueven mejor en el secre-
tismo, en sus cabinas de mandarines virtuales. Por eso molesta todo lo
presencial. Se desactiva la participación, la disidencia. La mayoría de los
Manuel Rivas

partidos funcionan como altavoces de un poder unipersonal. Y los elec-


tores son tratados a la vez como consumidores y materia prima, a los
que encima se les pide que pulsen un like, un “me gusta”. A ver qué pasa
con esta niebla.

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