Seguridad Alimentaria y La Nutrición PDF

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seguridad alimentaria y la nutrición

RESUMEN

En el artículo se hace una revisión de diferentes documentos de la FAO Organización de


las Naciones Unidas donde se aborda la seguridad alimentaria y la educación para la
nutrición enfocado en el mundo, Latinoamérica y especialmente a nuestro país.
También se analizan la propuesta de cambios y esquemas para mejorar la seguridad alimentar
ia y la nutrición por las Naciones Unidas. En esta parte, se muestra los trabajos y avances
producto del esfuerzo del Estado Peruano por dar una orientación y criterios de solución a l
a problemática generada en estos asuntos.
Finalmente, se analiza cómo la ética se hace presente en la problemática de la seguridad
alimentaria y la nutrición desde el enfoque de diversos actores, y qué acciones y posturas
basadas en la ética deben ser las más idóneas en una realidad relacionada a estos temas
Que no deja de ser muy compleja.

INTRODUCCIÓN

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO),


desde la Cumbre Mundial de la Alimentación (CMA) de 1996, la seguridad alimentaria
“existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y
económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades
energéticas diarias y preferencias alimentarias, para llevar una vida activa y sana”.
La seguridad alimentaria se basa en cuatro pilares: La disponibilidad física de alimentos, el
acceso económico y físico a alimentos, la utilización apropiada y sana de alimentos y
la estabilidad de estos factores en el tiempo (Maletta, 2003).
El número de personas subalimentadas en el mundo aumentó hasta los 815 millones en
2016, en comparación con los 777 millones de 2015.
Además, se calcula que la prevalencia de la subalimentación aumentó hasta el 11 % en
2016. La cifra sigue siendo inferior a los 900 millones de personas subalimentadas
registradas en el año 2000 y el porcentaje está todavía muy por debajo del nivel alcanzado
hace un decenio (Borton y Nichols, 2004).
Sin embargo, su reciente aumento es motivo
de gran preocupación y plantea un reto significativo en relación con
los compromisos internacionales de acabar con el hambre para 2030.
Todavía no está claro si el reciente incremento de los niveles de hambre e inseguridad
alimentaria indica el comienzo de una tendencia ascendente, o si refleja una situación
transitoria grave, teniendo en cuenta que el ritmo de disminución en los niveles de
subalimentación se ha visto frenado significativamente desde 2010.
Estas noticias tan graves llegan en un año en que se ha declarado una hambruna en un país
(Sudán del Sur) y se han identificado varias
situaciones de crisis en cuanto a la inseguridad alimentaria que corren el riesgo de convertirse e
n hambrunas en varios países como Nigeria, Somalia y Yemen (FAO, FIDA y PMA., 2012).
La situación de la seguridad alimentaria ha empeorado visiblemente en varias zonas de
África subsahariana y el Asia sudoriental y occidental.
Se ha observado un empeoramiento sobre todo en las situaciones de conflicto, a menudo
agravadas por la sequía o inundaciones vinculadas en parte al fenómeno El Niño
(Ferradas, 2000).
A lo largo del último decenio, el número de conflictos violentos en todo el mundo ha
aumentado considerablemente, afectando en mayor medida a las comunidades rurales.
El aumento de los conflictos conlleva, como consecuencia, una mayor inseguridad
alimentaria, lo que a su vez fomenta la aparición de nuevos focos de violencia y crea
conflictos adicionales. (Menezes, 2001).
La situación también ha empeorado en algunos entornos pacíficos, sobre todo aquellos
afectados por la desaceleración económica.
En los últimos años, una serie de países que dependenengran medida de las exportaciones
de productos básicos ha sufrido una drástica disminución de sus ingresos fiscales y de las
exportaciones, lo que ha afectado tanto
a la disponibilidad de alimentos, debido a la menor capacidad de importación, como al acceso a
los mismos, por la reducción de las
posibilidades que ofrecen las políticas fiscales para proteger a los hogares pobres frente al alza
de los precios internos de los alimentos.
El análisis de la seguridad alimentaria y nutricional, sus riesgos y vulnerabilidades
no son un tema nuevo en América Latina y el Caribe. (FAO, FIDA y PMA.,2012).
En las últimas décadas, se han alcanzado importantes logros en la calidad de vida de la
población.
La pobreza extrema se ha reducido significativamente y han progresado
otros índices relativos a salud, educación y vivienda.
Esto, asociado a avances en la aplicación de políticas sociales e incremento de recursos
para hacer frente a la crisis internacional y su impacto en los alimentos.
Sin embargo, persisten importantes brechas y nuevas necesidades que imponen crecientes
desafíos a la política social.
Los problemas de la calidad nutricional y de acceso a una alimentación sana siguen siendo
una preocupación prioritaria para los gobiernos de la región, en especial ahora que nuestros
países enfrentan no solo serias realidades de desnutrición, sino también de obesidad y mala
alimentación (Drewnowski y Darmon, 2005).
Aun cuando hay suficiente disponibilidad de alimentos en los países de la región,
existen zonas con dificultades de acceso para cubrir sus requerimientos
nutricionales básicos y en muchos casos la calidad nutricional es deficitaria.
Al mismo tiempo, el sobrepeso y la obesidad crecen día a día entre la misma población
vulnerable (Finkelstein et al.,2009).
Las crisis internacionales, el desgaste del suelo y la intensidad de los fenómenos naturales
están afectando a los países y, en consecuencia, a su producción de alimentos y acceso a
bajos costos.
Esto obliga a acelerar una profunda transformación para lograr una seguridad alimentaria
que sea ecológica, económica, social y culturalmente apropiada.
Los países andinos no están ajenos a esta situación. A pesar de los avances registrados en
los últimos años, mantienen elevados índices de subnutrición y desnutrición crónica
infantil, que aquejan a la población más pobre.
Mientras que, al igual que como ha ocurrido en otros países de la región, crecen los
problemas de malnutrición por exceso de peso y sus consecuencias.
En base a lo descrito, se evidencia un total desinterés de los Estados, principalmente en
el liderazgo que debe ejercer los gobernantes, al consensuar políticas públicas prioritarias en
favor de la seguridad alimentaria y nutrición de sus habitantes lo que implica también buscar
nuevos espacios de colaboración interinstitucional y regional (Garcia, 2014).

SITUACIÓN DE INSEGURIDAD ALIMENTARIA EN EL PERÚ


En el Perú, la desnutrición infantil y la deficiencia de micronutrientes siguen siendo
los principales problemas de nutrición.
En los menores de 5 años, la desnutrición crónica es del 25 %, el 50 % padece de anemia
y el 11 % manifiesta deficiencia de la vitamin A. La anemia se considera un daño nutricional
que se encuentra a nivel nacional dentro de los diferentes estratos socioeconómicos,
principalmente afecta al 43,5% de niños menores de 3 años, al 32 % en mujeres en
edad fértil y en gestantes se eleva al 50 % de mujeres (Salcedo et al., 2003).
La desnutrición crónica está asociada a la pobreza. El 35 % de los niños menores de 5
años de hogares en pobreza extrema
padecen de desnutrición crónica, comparado con el 13 % de los niños que no son pobres.
Sin embargo, estos índices también esconden grandes diferencias entre grupos
socioeconómicos tanto en ámbitos urbanos como rurales.
La desnutrición crónica está también asociada al bajo nivel de instrucción de la
madre: el 50 % de niños desnutridos son hijos de madres sin instrucción.
La edad de la madre al nacimiento del primer hijo constituye también un determinante de la
salud y nutrición materna e infantil.
En el país, el 13 % de las mujeres de 15 a 19 años ya son madres o están gestando por
primera vez. Esta situación de desnutrición coexiste con problemas de sobrepeso y
obesidad que alcanza a un 35 % y 9 % de mujeres en edad fértil (Salcedo et al., 2003).
Los desórdenes por deficiencia de yodo como problema de salud pública han sido
controlados, sin embargo, se requiereasegurar y reforzar las estrategias propiciadas desde el
Ministerio de Salud para evitar retrocesos.
Alrededor del tema alimentario hay dos conceptos distintos que dan sustento a políticas
diferentes: seguridad alimentaria y soberanía alimentaria.
Este último parte de una perspectiva desde la economía política: toma en consideración a
los actores que intervienen en el sistema alimentario global, en particular las
transnacionales de la alimentación, de las semillas y de los insumos para la agricultura.
Estos actores, que controlan gran parte del sistema alimentario, serían los que realmente
obstaculizan la posibilidad de que toda la población del mundo, independientemente de sus
niveles de ingreso, pueda acceder a alimentos saludables.
Por lo demás, los acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales impedirían que los
Estados sean realmente soberanos en la definición de políticas en una materia tan
importante como la alimentación.
Lograr la soberanía alimentaria es un objetivo esquivo, como lo muestran los países que la
han incorporado en la legislación, pero que no encuentran las condiciones políticas, sociales
ni económicas para implementarla.
A pesar de estos hechos, mucho queda aún por hacer. No es improbable que la reducción
de la desnutrición se detenga o se revierta ante un panorama económico complicado.
De hecho, la anemia ha repuntado recientemente.
El sobrepeso y la obesidad, que favorecen el desarrollo de enfermedades no transmisibles,
aqueja a un creciente porcentaje de niños, niñas, jóvenes y mujeres, sobre todo.
La resistencia de intereses de la industria alimentaria y la debilidad de los entes estatales
concernidos han contribuido a la parálisis de la implementación de las normas
que promueven la buena alimentación.
El propio congreso estuvo distraído en asuntos de escasa importancia para el país y,
particularmente, para los segmentos con menos recursos.
El crecimiento del PBI durante los gobiernos de Toledo, García y Humala ha supuesto una
bonanza económica y un mayor gasto fiscal que en gran medida ha sido orientado a
programas sociales.
El Presupuesto Público 2016 ha destinado S/. 5,360 millones a programas sociales, el cual
creció en más de 6 % respecto al aprobado en 2015.
Según el ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, entre el 2011 y el 2014, el
crecimiento económico explicó, en promedio, el 63 % de la reducción de la
pobreza, en tanto que el 37 % restante lo explicó el efecto redistributivo de las
políticas sociales.
Para enfrentar la pobreza y la desnutrición, las autoridades desarrollaron programas
asistenciales, sobre todo dirigidos a la población rural.
En los gobiernos de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y Alan García, la ayuda alimentaria
se convirtió en un instrumento de política para paliar los efectos de la crisis económica y
luego permaneció como política de Estado, especialmente diseñada para las personas
empobrecidas. Incluir para Crecer se convierte en el eje de la
política del gobierno de Ollanta Humala, con once programas sociales focalizados en las
zonas rurales de mayor pobreza.
Las familias productoras de alimentos han sido y son, hasta ahora, sus principales
beneficiarios.
Sin embargo, el estancamiento de la economía y la aparición del fenómeno de El Niño
afectaron, sin duda, el efecto redistributivo de las políticas sociales, así como la producción y
el acceso a los alimentos por los más pobres.
El Perú viene incrementado la importación de alimentos para satisfacer la demanda interna,
siendo además un país vulnerable a las fluctuaciones de precios internacionales.
Si bien la agroexportación compensa con creces la balanza comercial agropecuaria, el alza
de precios de los alimentos de mayor consumo es una tendencia creciente que afecta la
economía actual de los hogares peruanos.

¿Qué se ha hecho en Perú?

Marco normativo

“Nos comprometemos a establecer una política de seguridad alimentaria que permita la


disponibilidad y el acceso de la población a alimentos suficientes y de calidad, para
garantizar una vida activa y saludable dentro de una concepción de desarrollo humano
integral”.
Visión: La población peruana satisface en todo momento sus necesidades alimenticias
y nutricionales mediante el acceso y consumo de alimentos inocuos y nutritivos.
Objetivo General: Garantizar que la población logre satisfacer, en todo momento, sus
requerimientos nutricionales.
Objetivos específicos:
a. Garantizar la disponibilidad en cantidades suficientes de alimentos de origen
agropecuario e hidrobiológico, inocuos y nutritivos, con un nivel de producción
adecuado.
b. Asegurar el acceso a alimentos inocuos y nutritivos para toda la población,
preferentemente la más vulnerable.
c. Asegurar el consumo adecuado de alimentos inocuos y nutritivos respetando los
hábitos alimenticios y la interculturalidad de cada departamento.
d.Garantizar medidas de adaptación a manifestaciones del cambio climático y prevención
y contingencias frente a eventos como plagas y enfermedades, factores de mercado,
situaciones de conflicto y otros que pudieran generar crisis de inseguridad alimentaria.
e. Implementar un marco institucional y programático sobre seguridad alimentaria y
nutricional en los tres niveles de gobierno.
• Plan Bicentenario: Eje Estratégico 2: Oportunidades y Acceso a los Servicios
Menciona que, en materia de seguridad alimentaria, debemos solucionar el déficit
calórico de la población, que es del orden del 30,1 % en la población general y del
42,5 % en la población rural; y asimismo, erradicar la desnutrición crónica.

El Plan Bicentenario considera lograr para el año 2021 una nutrición adecuada de infantes
y madres gestantes y reducir al mínimo la tasa de desnutrición crónica infantil y la tasa
de anemia de las mujeres en edad fértil.

Programas sociales

En definitiva, todo “Programa social” parte de la realidad nacional de


un país, en efecto, se basa en el diagnóstico de los
problemas más profundos que aquejan a dicha sociedad, y la posición o forma en que pr
etende enfrentar un gobierno, respecto a que hacer y de qué manera, concibiendo un
visión de futuro desde una dimensión social.
Sin embargo, toda dimensión social, tiene muchas variables asociadas, pero estas
deben siempre estar enmarcadas dentro de un marco ético.
Tom L. Beauchamp y James F. Childress, basados en
el Informe Belmont, sistematizaron a partir de los avances en
ética y bioética, cuatro principios que deben normar las acciones sociales de todo gobierno:

1. Principio de Beneficencia: obligación de actuar en beneficio de otros, promoviendo sus


legítimos intereses y suprimiendo prejuicios (hacer el bien).
2. Principio de No Maleficencia: abstenerse intencionadamente de realizar acciones que
puedan causar daño o perjudicar a otros (no hacer el mal).
3. Principio de Autonomía: la autonomía expresa la capacidad para darse normas o
reglas a uno mismo sin influencia de presiones externas o internas.
4. Principio de Justicia: tratar a cada uno como
corresponda, con la finalidad de disminuir las situaciones de desigualdad (ideológica,
social, cultural, económica, etc.).

Estos cuatro principios solo son factibles en sociedades con contextos sociales
amplios (sociedades con pobreza crónica, paupérrima educación, deficiente asistencia de
la salud, etc.) en este caso, no solo se utilizarán para categorizar estos factores, sino que
servirán como una forma de valoración del efecto positivo o negativo que se esté
generando por las acciones del estado.
Se hace muy difícil profundizar en conceptos como “Desarrollo o Programas Sociales” sin
pensar en que sean la razón de las actividades encaminadas hacia estos propósitos.
Asimismo, esta razón de ser no puede estar en otra parte que no sea en la dimensión ética
de las reflexiones; entonces nos preguntamos ¿Por qué existe el anhelo de generar
programas que generen desarrollo socialmente sostenible?; o ¿cuáles son los
beneficios, argumentos o justificaciones que dan la razón para perseguir estos objetivos?
Existen dos posturas éticas que justifican la existencia de un programa social: la postura
ética “Naturalista” (lo que satisface los intereses propios de nuestra naturaleza animal) de
Richard B. Brandt y la postura “consecuencialista” (una acción se juzga buena si genera el
mayor bien posible o un excedente de la cantidad de bien sobre el) de
Jeremy Bentham; ambas posturas justifican la existencia de programas en favor a personas,
grupos o poblaciones en condiciones de vulnerabilidad respecto de sus congéneres.
La razón principal radica en que, debido a la importancia y su impacto en la sociedad, en
ocasiones no se toma en cuenta que es importante hacer una reflexión que nos muestre
si existe una congruencia entre nuestras creencias, principios éticos y nuestras acciones.
Por otro lado, una reflexión de esta naturaleza es necesaria para reducir el daño potencial
que podrían estar infringiendo aquellas políticas sociales carentes de un planteamiento
congruente y sólido (muchas veces los gobiernos solo buscan protagonismo
electoral en los programas sociales).
Desde la óptica “Naturalista”, todos
los seres humanos nacemos con las mismas características esenciales, como lo son la razó
n y la libertad, dichas características nosconfieren una posición
especial en la naturaleza, en la cual nos
toca desenvolvernos en base a las características que posee la naturaleza en un mundo
prestablecido (Murphy, 2008), de esta manera es posible dar un sentido trascendente a los
principios y valores deducidos a partir de
tomar como un principio la existencia de un mundo dado (realismo), y un ser humano
en esencia racional; en nuestro país, lo racional en políticas públicas y especialmente en
programas sociales, se basan en la pobreza y pobreza extrema, como fuente
ética para sustentar los presupuestos, las formas y métodos de llevarlos a la práctica, son
en esencia efímeras, solo buscan la notoriedad y popularidad de la gestión del gobierno
de turno, disfrazadas de, bondad, justicia y sobre todo en igualdad, en donde se justifica
también como un acto de caridad o amor al prójimo, en donde el hombre es un fin en sí
mismo.
Desde la óptica “Consecuencialista”, se sostiene la iniciativa por atender a las personas o
poblaciones en condiciones vulnerables, incluso el Estado Peruano ha creado un ministerio
que defiende a estas poblaciones.
Desde esta posición, no existen los elementos necesarios que fundamenten el principio de
que: “el mundo es una entidad prestablecida y el hombre posee características
trascendentales innatas como la libertad o la razón” (Wittgenstein, 2003).
De esta manera, los fundamentos éticos tradicionales quedan en tela de juicio. Los
principios de la razón y la libertad pasan a ser fenómenos que se ubican en un plano espacio
temporal, y sólo quedan concebidos como “Construcciones lingüísticas contingentes,
producto del discurso sociocultural” (Fillion,2005), pero lo más grave es que quedan con
consecuencias prácticas en la estructura social y política de la sociedad peruana.
Finalmente, podemos advertir que la ética se forma a través de los acuerdos o consensos en
que se llegan, como producto de las posturas que propongan los gobiernos y sobre todo en
lo que las personas consideran la mejor forma de vida posible para todos, actuar por y para
las personas y los grupos vulnerables.
Esto nos lleva a comprender las razones fundamentales por las cuáles deben abordarse
los problemas sociales de las personas en condiciones de vulnerabilidad, y no perder de
vista la importancia de la ética en el planteamiento y la visión que busca en la comprensión
y las propuestas de solución que los gobiernos emprenden a través de los programas
sociales, sobre todo describiéndolos en detalle sus contenidos (de los programas sociales)
en razón a la sustentabilidad.

DEFINICIÓN DE UN PROGRAMA SOCIAL

Cuando se define un “Programa” cualquiera, nos referimos a un listado de temas, a algo


planificado, al anticipo de algo que se proyecta.
Cuando de refiere a un programa de carácter social, nos referimos al adjetivo que califica a
aquello que está vinculado a una sociedad (grupo humano que interactúan y comparten una
misma cultura).
Un programa social “es una iniciativa, destinada a mejorar las condiciones de vida de una
población vulnerable”.
En principio, un programa social se entiende que está orientado a toda la sociedad
o, por lo menos, dirigido a un sector importante de la población, aquella que tiene ciertas
necesidades aún no satisfechas; normalmente casi todos los programas
sociales son desarrollados por el Estado, que tiene como función constitucional atender las
necesidades de todas las personas del país, en razón a este mandato, puede instaurar y
poner en ejecución planes que busquen garantizar el acceso a la educación, el
cuidado de la salud así como iniciativas para combatir la desnutrición infantil de las zonas
más vulnerables.
Hoy en día, muchas ciudades del mundo tienen muchos programas sociales y de lo más
variados, algunos pensados en impulsar la obtención de una vivienda digna, otras
pensadas en la educación, alimentación, etc.
Es allí donde nacen los
ofrecimientos electoreros a los que recurren comúnmente lospartidospolíticos,diagramand
oprogramas sociales generalmente “Asistencialistas” y no de “Desarrollo Humano”.
En abril de este año, el Instituto Nacional de Estadística (INEI) publicó el informe oficial
sobre la evolución de la pobreza monetaria. Ha habido mucha crítica y reproche sobre sus
resultados, de los medios de prensa y varios sectores de la sociedad civil.
El interés público se centró en el incremento de la pobreza monetaria de 20,7 % a 21,7 %,
especialmente, en el aumento de ciudadanos en condición de pobreza en la capital del país,
este informe del INEI, ha tenido como efecto colocar a la pobreza y a las políticas
orientadas a superarla en un lugar importante en la agenda pública, bien por el país.
Sin embargo, es necesario reflexionar sobre la calidad del debate público respecto a estos
asuntos, especialmente nos referimos a los “programas sociales”, los cuales mucho se
critica a un gobierno, pero pocos entienden la razón de su existencia, sobre todo desde la
óptica de la ética social.
En medio de esta controversia podemos comentar sobre los programas sociales de
varias maneras: Registro presupuestal, que busca el incremento de recursos en los
sectores, el costo-beneficio de la inversión social y especialmente su focalización,
es decir, que los programas lleguen a quienes realmente los necesitan; resultados técnicos,
indicadores y metas que se deben alcanzar; las denuncias, normalmente los programas
sociales terminan en las portadas de los diarios o noticieros cuando están en
problemas o están enfrentando una crisis en su implementación.
La calidad de la inversión social, del mismo modo genera sesgos muy presentes en el
debate público, es normal que se refieran a los programas sociales como a una masa
homogénea, sin reconocer sus diferencias a nivel de diseño, implementación y evaluación.
También no es correcto poner al mismo nivel o comparar a un programa claramente
asistencialista como es el Vaso de Leche (PVL), sobre el cual pesa mucha evidencia sobre
su ineficacia, ineficiencia y altos índices de corrupción con otros programas sociales
técnicamente más sólidos, que tienen resultados positivos y espacios de mejora continua,
identificados a través de evaluaciones con instrumentos cuantitativos
y cualitativo, como por ejemplo el programa “Juntos” basados en aprendizajes acumulados
en dos décadas.
Existen sectores de la opinión pública que tratan de usar los programas sociales como
chivo expiatorio por el aumento de la pobreza,cuando en realidad debe quedar claro que si
bien los programas sociales cumplen un rol importante para los hogares que sufren la
pobreza más severa de nuestra sociedad, ya que ninguna persona saldrá de la pobreza solo
porque el estado intervino a través de estos programas.
Los indicadores que mayor relevancia tienen: el crecimiento económico, el aumento del
empleo y el incremento de la inversión pública y privada, son y serán componentes
fundamentales de la agenda de reducción de la pobreza del Perú que plantea el gobierno.
No menos importante es la percepción de la sociedad a la que van dirigidos los programas
sociales, los problemas de los programas sociales, muchas veces porque no se ajustan
a las problemáticas o no llegan a donde deben, incluso porque se alteran los resultados que
se divulgan, que sobre la forma como contribuyen a mejorar la calidad de vida de los
ciudadanos en situación de pobreza en costa, sierra y selva, pero para
comprender mejor, es necesario recorrer el Perú y conocer los diferentes contextos de
implementación de estos programas sociales, escuchar y convivir con los usuarios finales.
Por ejemplo, en muchos lugares del país como las zonas alejadas de la Amazonía, estos
programas sociales han servido para llevar por primera vez servicios públicos a ciudadanos,
que largamente han estado olvidados por el estado peruano.
Entonces nos preguntamos: ¿Deben los programas sociales mejorar?, respuesta: Claro que
sí, no son perfectos y siempre serán perfectibles, pero cualquier intento por fortalecerlos o
mejorarlos, deberá estar basado en evidencias contundentes y no
solo en buenas intenciones, para elevar elnivel de debate público sobre las políticas de
progreso de la pobreza, se requiere un conocimiento profundo de las cifras, pero también
conocimiento en el terreno, sobre los efectos (positivos y negativos) de los programas
sociales.
Además, se requiere urgente superar los grandes prejuicios que tiene la sociedad peruana
de los programas sociales (normalmente conocidos como ociosos y dependientes del
Estado), los cuales no solo reflejan desconocimiento, sino también las profundas distancias
o diferencias culturales que caracterizan a la sociedad peruana.

CONCEPCIÓN DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA Y LA NUTRICIÓN EN EL PERÚ:


INCLUYENDO ASPECTOS ÉTICOS

El Perú ha conceptualizado y ha hecho


suyo la tendencia global de que hoy por hoy la seguridad nacional y sus acciones deben no solo
estar relacionados a la protección del Estado y asegurar su propia existencia,
sino también en el primer deber que tiene todo país como es el
de garantizar la protección y seguridad de la persona humana, es decir, la seguridad de
todos los ciudadanos de una nación.
Este último concepto se amplía a la concepción de muchos países de proteger a sus
ciudadanos inclusive en cualquier parte del mundo como por ejemplo, los Estados Unidos
de América.
Bajo este enfoque, la seguridad alimentaria es una de las siete dimensiones que según la
Organización de las Naciones Unidas comprende la seguridad humana, junto con la
seguridad económica, de la salud, del medio ambiente, personal, comunitaria y política.
Ahora bien, qué concepción se tiene en el Perú de estos temas, es sólo una situación de
mejorar estadísticas como la tasa de desnutrición y anemia infantil o es un
concepto que va más allá de tratar de mejorar el presente.
Esto es lo que vamos a referir en los párrafos siguientes.
La Política de Seguridad y Defensa Nacional; así como el Plan Estratégico de Desarrollo
Nacional Plan Bicentenario hacen referencia a la preocupación del Estado peruano por la
promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición como lo hemos ya mencionado
párrafos anteriores.
De acuerdo con lo descrito en el Plan Bicentenario, el Perú no tiene seguridad alimentaria.
Más allá de las estadísticas, todos podemos percibir esta situación.
Basta ver las distintas realidades de la pobreza en nuestro país para visualizar el difícil
acceso a muchas poblaciones que en muchos casos realiza actividades agrícolas y de
ganadería para su propia subsistencia y también la incapacidad del Estado peruano.
Es a toda luz visible con su inoperancia en los trabajos en el campo como son los
programas alimentarios, donde no solamente se puede visualizar que los alimentos no
llegan a los más necesitados sino que para agravar esta situación, es muy mal distribuida y
los receptores muchas veces no son parte de la población vulnerable a quien debe estar
dirigida la ayuda social del Estado.
Para tratar esta problemática y plantear soluciones adecuadas, primeramente es importante
que hagamos un contraste entre los conceptos que propone las Naciones
Unidas y lo que se busca y se hace en nuestro país.
Esta Organización internacional propone una comprensión integrada de la seguridad
alimentaria y la nutrición buscando dos fines fundamentales: erradicar el hambre y prevenir
cualquier forma de malnutrición en el 2030.
Este enfoque tiene en cuenta todos los aspectos relacionados a la seguridad
alimentaria como los del fenómeno climático que afecta la producción de alimentos, los
conflictos que hacen cada vez más difícil obtener los alimentos, el acceso a los servicios
básico de calidad que ahondan el hambre y la presentación de enfermedades y limitación
en las capacidades humanas por falta de alimentos de calidad para el desarrollo humano.
Para ello, se deben evaluar nuevos métodos de trabajo como señala este documento.
Las Naciones Unidas plantean un tema muy interesante de trabajo, el mismo que está
relacionado a la protección social y se afirma que “si se diseñan debidamente, los sistemas
de protección social pueden ayudar a reducir la brecha que se abre con frecuencia entre las
respuestas de la ayuda humanitaria de emergencia y el apoyo al desarrollo”.
Lo más importante de este concepto es que los programas sociales deben estar
orientados a proteger los efectos de las crisis a los hogares más pobres o más vulnerables
en el corto plazo.
Pero, luego de esta etapa, debe buscar fomentar inversiones o autosostenerse de tal
manera que sirva para mejorar la resiliencia de estos grupos.
La pregunta es: ¿este concepto se aplica a nuestra realidad? ¿Cómo son los programas
sociales en nuestro país? Según lo investigado y la experiencia de haber escuchado y leído
alguna información sobre el tema que confesamos no ha sido plenamente discutido en las
aulas académicas castrenses nos permite afirmar que el desarrollo de los programas
sociales ha significado más un paliativo a la presentación de necesidades, sobretodo en
situaciones de emergencia como desastres naturales, donde se acopia muchos alimentos
no perecibles que se distribuyen irregularmente entre las familias damnificadas, que algo
sostenido en el tiempo y que permite ser autosostenible.
Pueden existir casos esporádicos de este tipo de programas sociales como el programa de
Vaso de Leche, que incorpora el auspicio privado y la organización comunal para sus
sostenibilidad, el mismo que pese a esto no ha quedado exento de críticas y de reportajes
periodísticos sobre la población que recibe este beneficio que implica el h
Entonces, los programas sociales en el Perú, no pasan de ser soluciones de corto plazo a
convertirse en programas sostenibles como lo sugiere la ONU y además,
se vuelven generalmente muy limitados por los escasos
recursos económicos que se le asignan los que poco a poco “asfixian” el programa y también no
va de la mano con el desarrollo de actividades
agrícolas, ganaderas u otros relacionados con la actividad económica que pueda generar
alimentos nutritivos y característicos de cada región de nuestro diversidad.
Es importante que tratemos la ética. Se ha afirmado que un comportamiento es
ético“cuando contribuye al desarrollo de las cualidades propias del ser humano o, lo que
es lo mismo, cuando hace al individuo mejor persona, cuando su calidad humana crece”.
Indudablemente, lo primero que tenemos que alcanzar es lograr que las personas del
aparato estatal que administran y laboran en estos programas sean muy éticas y sobre todo
interioricen la importancia altruista de apoyo a estas poblaciones muy necesitadas que ven
un gran bienestar en recibir estos programas alimentarios del Estado.
La ética implica que exista una autoexigencia por alcanzar la eficiencia de estos programas
basada en la elaboración de los productos alimenticios de alta calidad nutritiva; el debido
registro y control de las personas beneficiadas corroborando su condición de
extrema pobreza o de estar verdaderamente en la población objetivo de estos programas
sociales; la adecuada revisión de los insumos que servirán para la elaboración de los
productos alimenticios; velar por la mejora de la infraestructura y la higiene de los utensilios
que se utilizarán para la distribución de alimentos; incentivar los buenos hábitos
de higiene y limpieza en la población beneficiaria; promover y considerar que los insumos de
ben ser las típicas de la región, entre otros.
El otro planteamiento de las Naciones Unidas tiene que ver con los problemas de
obesidad que son también parte también del trabajo para mejorar la seguridad alimentaria
está referido a que “Hoy, muchos niños están creciendo en entornos “generadores de
obesidad” que fomentan preferencias alimentarias no saludables y pautas de actividad
física inadecuadas, lo que a su vez conduce a un aumento del peso y a la obesidad. Los
desequilibrios energéticos se derivan de los cambios en la disponibilidad, la accesibilidad y
la comercialización de alimentos altamente procesados con un elevado contenido de
azúcares y grasas, a menudo combinados con una disminución
de la actividad física debido a modos de vida más sedentarios”. (FAO, FIDA, OMS, PMA
y UNICEF, 2017, p.9).
Según la información aparecida en los diarios, en Perú, el sobrepeso y obesidad en niños entre
los 5 y 9 años alcanza el 24,6 % de la población, es decir, 1 de cada 4 menores ya presenta una
acumulación excesiva de grasa en su cuerpo.
Entre los niños de 0 a 5 años, la situación también es preocupante, pues la obesidad y el
sobrepeso afectan al 7,6 % de esa población, lo que significa que, a su corta edad, 1 de
cada 10 pequeños ya tiene un problema de peso. Ante esto: ¿el Estado debe intervenir en un
asunto que puede parecer solo un tema familiar o de cuidado personal?
El gobierno peruano publicó, el año 2017, a más de cuatro años de que la norma fuera
promulgada, el reglamento de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para
Niños, Niñas y Adolescentes (Ley N° 30021) o “Ley de la Comida Chatarra”, de los que se
destaca la obligación a las empresas a modificar el etiquetado de sus productos.
Según los expertos, los productos que superen los parámetros establecidos sobre el
contenido de azúcar, sodio y grasas saturadas tendrán una advertencia en el empaque y en
las propagandas.
Este reglamento también regula la comercialización de los productos en los quioscos y
comedores escolares.
Estos brindarán alimentos y bebidas saludables conforme a los estándares que establece
el Ministerio de Salud (MINSA).
Esta ley y reglamento, representa un cambio de actitud del Estado peruano, que durante
mucho tiempo había sido indiferente a este tema.
En el plano de la ética, se presentan muchas preguntas desde diferentes posiciones.
Sobre este punto iremos también más lejos que solo mostrar cuadros estadísticos
productos de recientes investigaciones.
La primera pregunta está dirigida a los padres ¿es ético que dejen ingerir alimentos poco
saludables a sus hijos, en muchos casos casi a diario? La respuesta puede ser variada,
muchas veces tratar de ser justificada por el tema de las largas horas laborales, que no
permite una mayor dedicación a la supervisión de la alimentación de sus hijos o el facilismo
que representa llamar a un delivery de comida rápida para ahorrar tiempo dedicado a la
cocina familiar, porque es más delicioso ingerir este tipo de comidas, porque se necesita
cierto nivel económico para ir a un conocido centro de comida rápida y tener un momento
de disfrute familiar, o tal vez porque los padres también tienen que vivir y disfrutar de sus
compromisos sociales y no pueden abocarse de pleno a esta necesidad
de sus hijos de comida sana.
La otra posición va desde las empresas suministradoras de comida rápida, ¿solo debe
importarles las ganancias por la venta de estos productos? ¿es ético que realicen
promociones comerciales agresivas y aprovechen criterios psicológicos para incentivar el
consumo de este tipo de alimentos?
El trabajo es amplio, lo más importante es el sentir ético de hacer el bien para ello se
necesita que las empresas que suministran estos productos den una gran información de
los productos que ofrecen y también refieran lo peligroso de caer en excesos.
Para los padres, lo ético es que se preocupen mucho más en la alimentación de sus niños y
hagan un esfuerzo por mejorar la calidad alimenticia de los productos que consumen
las familias.

CONCLUSIONES

Definitivamente, un programa social siempre nace de un problema de la sociedad,


especialmente de una población vulnerable y que, gracias a la iniciativa del gobierno, esta
se configura para ser destinada a mejorar las condiciones
de vida de una población vulnerable.
En nuestro país, los programas sociales son observados y criticados de tres
maneras: registropresupuestal, quebuscael incremento de recursos en los sectores, el cost
o-beneficio de la inversión social y especialmente su focalización, es decir, que los
programas lleguen a quienes realmente los necesitan.
La ética en los programas sociales alimentarios implica que exista una autoexigencia por
alcanzar la eficiencia de estos programas basada en la elaboración
de los productos alimenticios de alta calidad nutritiva; el debido registro y control de las
personas beneficiadas corroborando su condición de extrema pobreza o de estar
verdaderamente en la población objetivo de estos programas sociales; la adecuada
revisión de los insumos que servirán para la elaboración de los productos alimenticios;
velar por la mejora de la infraestructura y la higiene de los utensilios que se utilizarán para la
distribución de alimentos; incentivar los buenos hábitos de higiene y limpieza en la
población beneficiaria; promover y considerer que los insumos deben ser las típicas de la
región, entre otros.
El trabajo con respecto a la obesidad, y el expendio y consumo de comida poco
saludable es amplio.
Lo más importante es el sentir ético de hacer el bien para ello se necesita que las empresas
que suministran estos productos den una gran información de los productos
que ofrecen y también refieran lo peligroso de caer en excesos.
Para los padres, lo ético es que se preocupen mucho más en la alimentación de sus niños y
hagan un esfuerzo por mejorar la calidad alimenticia de los productos que consumen las familias.

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