MARRO, K. - Marxismo y Trabajo Social. Reflexiones
MARRO, K. - Marxismo y Trabajo Social. Reflexiones
MARRO, K. - Marxismo y Trabajo Social. Reflexiones
Katia Marro
mayo de 2013
Cátedra Libre: marxismo y trabajo social
Reflexiones para una comprensión histórico-crítica del movimiento social en sus múltiples
dimensiones. - 1a ed. - La Plata: Dynamis, 2013.
E-Book.
ISBN 978-987-29828-2-9
CDD 361.3
1. Introducción
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El siguiente texto rescata y desarrolla algunas ideas presentes en nuestro trabajo “Algunos criterios metodológicos
de interpretación histórico-crítica del movimiento social en sus múltiples expresiones”, publicado temporalmente en
el site del Observatorio Social de América Latina de CLACSO (cf. MARRO, 2006), así como aporta un conjunto de
reflexiones derivadas de la experiencia del dictado de la disciplina “Movimientos Sociales y Educación Popular” de la
Carrera de Servicio Social del Polo Universitario de Rio das Ostras de la Universidad Federal Fluminense.
Traducción: Brian Cañizares; Revisión: Katia Marro.
podremos observar lecturas que los identifican a la lucha por la conquista de derechos;
concepciones que los colocan como siendo substitutos del tradicional movimiento
obrero y de la dinámica de la lucha de clases; interpretaciones que los abordan como
los “nuevos” sujetos de la historia; entre tantas otras. Son estas algunas de las
perspectivas con las cuales polemizamos a lo largo de la reflexión.
central que, en la visión de intelectuales como Mariátegui, ya en el inicio del siglo XX,
denuncia el antagonismo de clases en la periferia del sistema.
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“Hablamos también de “revigorización” de esos movimientos a partir de la década de 1960, sobre todo al pensar
en experiencias como las del movimiento feminista que no surgen en la década de 1960, sino que se constituye
como una tendencia organizativa presente en el movimiento obrero y socialista a principios del siglo XX. Ese
cuidado debe ser aún mayor al referirnos a los indígenas, cuyas rebeliones marcan la historia de América Latina
desde el siglo XIX, aunque se haya observado en el siglo subsiguiente su constitución más clara como sujeto
político social.
¿Existe alguna relación entre la “cuestión social” y las luchas sociales? ¿Por
qué sugerir que la existencia de la “cuestión social” supone la presencia de conflictos
sociales que pueden propiciar – de forma más o menos disfrazada, más o menos
explícita – la constitución de sujetos que enfrentan ese conjunto de desigualdades
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En este momento dialogamos y profundizamos algunas reflexiones presentes en nuestra tesis de doctorado
(Marro, 2009).
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En ese sentido, resulta significativo el pasaje de la palabra de orden que caracteriza a la Liga de los Justos (una
articulación de trabajadores de los países industrializados de Europa, a la cual Marx y Engels se vinculan a partir de
1843) retratada en la idea de ”todos los hombres son hermanos” a la célebre convocatoria de “¡Trabajadores de
todos los países uníos!”, que la naciente Liga de los Comunistas retrata en el Manifiesto del Partido Comunista de
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Cabe recordar que a partir del contexto histórico europeo de 1848, los
trabajadores – que comienzan a constituirse como movimiento social con autonomía
de la burguesía – van a protagonizar diversos ensayos de auto-organización cuyo
punto de partida es la revuelta en torno de las consecuencias sociales advenidas de
las condiciones de explotación de su fuerza de trabajo, y en esa dirección, su crítica al
orden burgués levanta banderas que denuncian el hambre, el desempleo, la vivienda
insalubre, las enfermedades, el trabajo infantil. Y más que eso. En determinados
contextos históricos los trabajadores van a intentar improvisar respuestas colectivas a
sus propias carencias: son ejemplos la “sopa socialista” que estos sujetos organizaban
en contextos de desempleo generalizado ya al final del siglo XIX, pero
fundamentalmente el enorme repertorio de reivindicaciones que los trabajadores de la
Comuna de Paris de 1871 se proponen heroicamente atender a partir de su joven
organización comunal – una lectura atenta de esos sucesos nos permite rescatar
demandas pioneras que van desde la vivienda a la salud, del transporte colectivo a la
gestión popular de todos los servicios sociales, de la enseñanza laica a la legalización
del aborto, del derecho a un conjunto de beneficios para los trabajadores mayores a la
organización colectiva de la producción (Coggiola, 2002).
1848, expresando una maduración teórica y política que permite a los trabajadores construir su independencia de
clase de la burguesía (Netto, en Marx y Engels, 1998).
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Sobre el “deslizamiento” hacia el pensamiento conservador de la expresión “cuestión social” en el contexto de
consolidación de la burguesía como clase dominante en la Europa posterior a 1848, como tendencias que ocultan la
vinculación entre desarrollo capitalista y pauperismo (naturalizando las desigualdades sociales), cf. Netto (2001).
Así, fueron esas luchas sociales que rompieron el dominio privado en las
relaciones entre capital y trabajo – es la publicización de las necesidades de los
trabajadores, en las palabras de Mota (2008) -, extrapolando la “cuestión social” al
ámbito público, exigiendo la interferencia del Estado para el reconocimiento de
derechos sociales y laborales de esa clase trabajadora. En este sentido, si las
condiciones de vida y de trabajo de los grupos subalternos corren el riesgo de ser
insertos en el campo de la política por los momentos de contestación del orden, las
clases dominantes son forzadas a tornarlas también objeto de “reformas sociales”.
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Como sugiere Netto (1997), no podemos dejar de mencionar que es en este contexto
de reacción a la organización autónoma de los trabajadores que surge la demanda
socio-histórica que explica la génesis del Servicio Social como profesión, inscrita en la
división social y técnica del trabajo.
Por otro lado, Thompson nos alerta que esas acciones de rebelión deben ser
recuperadas “en los términos de su propia experiencia”, o sea, en las condiciones
objetivas y subjetivas que esos sujetos enfrentan y construyen en su tiempo histórico
particular. En ese sentido, los ludistas, hijos de un tiempo histórico caracterizado por
la transición de la industria doméstica y artesanal hacia los “avances” de la revolución
industrial; sometidos a largas jornadas de trabajo degradantes que los impedían de
b) Por otro lado, existe una relación neurálgica entre “cuestión social” y
luchas sociales, germinalmente observada a partir de la experiencia del movimiento
obrero que se estructura entre los siglos XIX-XX, pero que puede ser rastreada más
allá de ese movimiento social, o teniendo como foco otras expresiones de las luchas
de las masas subalternas.
expresiones de la lucha de clases podemos identificar los “focos” del conflicto social
que serán blanco de las estrategias de políticas sociales que vengan a accionarse
como respuestas privilegiadas por las clases dominantes. El ejemplo del movimiento
de desocupados en Argentina es claro en ese sentido, donde a partir de la lucha es
posible reconstruir no sólo una crítica al patrón de intervención social del Estado que
emerge a lo largo de la década del 90 en torno a las demandas legítimas de esa
población “superflua”, sino también el componente de contra-insurgencia en la política
social que se delinea para enfrentar la situación de explotación y desempleo de esas
masas, desnudada por la práctica histórica de organización de los trabajadores
desocupados. Los desocupados nos muestran a partir de su proceso de auto-
organización cómo expresiones de la lucha de clases – sus reivindicaciones y luchas
– se tornan objeto de programas asistenciales orientados a la eliminación de cualquier
componente de resistencia en las expresiones de la “cuestión social”.
Esa lente para analizar el significado político de las políticas sociales a partir
de las luchas sociales de los subalternos ha sido poco explorada en los análisis de la
profesión, de forma de dar visibilidad a las disputas y contradicciones que atraviesan
el proceso de formulación e implementación de las mismas. Las políticas sociales son
siempre producto de relaciones de fuerza que expresan las tensiones de clase en
juego. Esa lectura nos señala un criterio metodológico de interpretación de la
capacidad organizativa de esos sujetos, pero también una perspectiva de trabajo
fundamental para el Servicio Social en el sentido de cuestionar y revertir el mandato
histórico y la relación de subalternización tradicional que la profesión ha construido
con las masas trabajadoras. No debemos olvidar que desde la génesis de la
profesión,
por las luchas de las clases subalternas: ¿Cómo éstas explicitan puntos de resistencia
própios de la “cuestión social”? ¿Cómo dan respuesta través de la organización
colectiva a esas necesidades? ¿De qué forma el poder público incorpora esas
demandas? ¿Cuáles son los mecanismos accionados por las clases dominantes para
formatear ese movimiento social dentro de los canales institucionales? ¿Cuál es la
relación entre las políticas sociales con las cuales trabajamos y las expresiones de la
lucha de clases que se tornan “blanco” de intervención asistencial?
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Existen innúmerables trabajos que discuten aspectos diferenciados de esta polémica, que trascienden los
objetivos de nuestro trabajo. Específicamente en el ámbito del Servicio Social, remitimos al lector al artículo de Braz
(2000), el cual discute críticamente el debate teórico acerca de los llamados “nuevos movimientos sociales” en
Brasil.
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¿Cómo imaginar que serían suficientes para los trabajadores de hoy las formas de lucha y resistencia construidas
a lo largo de su experiencia histórica del siglo XX? ¿Cómo ignorar que los cambios en los procesos de trabajo y en
la dinámica de explotación contemporánea tienen impactos significativos en los antagonismos de clase y en las
formas político –organizativas a través de las cuales los trabajadores logran continuar oponiéndose al capital hoy?
Si atendemos a los debates que atraviesan a algunas experiencias organizativas de las masas subalternas latino-
americanas, podremos rastrear esa realidad. En un trabajo de nuestra autoría que retrata algunos ensayos
construidos por los movimientos de desocupados en Argentina, abordamos esa redefinición de la identidad de lucha
de las clases subalternas (Marro, 2009).
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En el pensamiento de Marx, el proceso de producción debe ser comprendido en su totalidad, como unidad de
producción y reproducción de relaciones sociales capitalistas: la producción material – de determinada forma de
organización del trabajo y de la riqueza social – es premisa y resultado de determinada forma de organización de las
relaciones sociales – de determinada organización de la vida en sociedad y el conjunto de sus relaciones sociales –
(Marx, 1981, cf. Fundamentalmente capítulos XXI y XXII).
O sea, reconocer la dinámica de organización de la producción material en la sociedad burguesa (¿Cómo se
organiza la explotación del trabajo y la reproducción de riqueza en nuestra sociedad?) lleva a preguntarnos sobre
las formas sociales y culturales, políticas e ideológicas necesarias a la perpetuación de ese orden social (¿Qué tipo
de relaciones sociales son necesarias para la reproducción de ese orden antagónico?). Entonces ¿Sería correcto
comprender los movimientos sociales que actúan en los diversos aspectos de opresión de las relaciones sociales
contemporáneas con independencia de la dinámica de explotación que caracteriza las relaciones sociales de
producción burguesas?
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Nos referimos a los procesos societarios que autores como Harvey (2004) identifican como acumulación por
desposesión, para dar visibilidad a la dinámica predatoria que caracteriza al capitalismo contemporáneo.
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Refiriéndose al racismo, Wood (2006) destaca cómo fue útil para la acumulación capitalista en occidente, tanto la
esclavitud, como la construcción de una visión de inferioridad racial, con el objetivo de apoyar la dominación colonial
en África y en América Latina. Con relación a la opresión de género y su relación con el capitalismo, la autora señala
su utilización, tanto para la creación de divisiones que oculten la desigualdad estructural (como si existiesen
antagonismos “naturales” entre hombres y mujeres), como para la organización de la reproducción social dentro de
la familia de forma menos onerosa para el capital (donde la mujer sería la responsable de tareas invisibles, pero
centrales para la reproducción de la fuerza de trabajo).
[…] reconocer que, aunque todas las opresiones tengan el mismo peso
moral, la explotación de clase tiene un status histórico diferente, una
posición más estratégica en el centro del capitalismo; la lucha de clases
tal vez tenga un alcance más universal, un mayor potencial de progreso
no solamente de la emancipación de clase, sino también de otras
luchas emancipatorias. El capitalismo es constituido por la explotación
de clase, pero es más que un mero sistema de opresión de clase. Es un
proceso totalizador cruel que da forma a nuestra vida en todos los
aspectos inimaginables […] (ídem, p.224).
“educación” de ese nuevo consenso en los subalternos? ¿Cuáles son las visiones de
mundo dominantes (el sentido común de esta época) y cómo los movimientos sociales
pueden contribuir para su crítica y superación?
4. A modo de conclusión
Bibliografia
BRAZ, Marcelo. O debate teórico acerca dos “novos movimentos sociais” no Brasil:
um balanço crítico. Revista Serviço Social & Movimento Social. São Luiz: EDUFMA,
v.2, n.2, julho-dezembro de 2000.
COGGIOLA, Osvaldo. Escritos sobre a Comuna de Paris. São Paulo, Xamã, 2002.
COUTINHO, Carlos Nelson. Gramsci. Um estudo sobre seu pensamento político. Rio
de Janeiro: Civilização Brasileira, 1999.
HOBSBAWM, Eric. Era dos extremos. O breve século XX: 1914-1991. São Paulo,
Companhia das Letras, 1999.
MARX, Karl & ENGELS, Friedrich. Manifesto do Partido Comunista. São Paulo,
Cortez, 1998.
NETTO, José Paulo. Capitalismo monopolista y Servicio Social. São Paulo, Cortez,
1997.